CAPÍTULO 53
Tuxtla - Casa de la madre de Alejandro:
Las madrugadas eran extenuantes para cinco hombres, pues los gritos de una mujer con pesadillas, no solamente los sacaban de quicio, sino que también los ponían en dificultades con los vecinos... La noche anterior tuvieron que dar explicaciones del por qué gritaba la mujer. Sin embargo sus argumentos no convencieron a la señora que fue a preguntarles, aunque nos les insistió después de aquella visita, (Raúl iba llegando y sus tres acompañantes le dieron miedo)... Los tres hombres que llegaron con Raúl, eran de complexión ancha y de estatura alta. Dos de ellos eran gemelos y mal encarados; el otro tenía piel morena y se veía tranquilo, (pero en realidad era el más intolerante de los cinco).
En ese momento discutían con Raúl de una manera agresiva porque ninguno quería obedecer las órdenes que dejara Alejandro... César únicamente los observaba y de vez en cuando dirigía su mirada hacia la cama donde estaba Cynthia... Ella comenzó a despertarse por los gritos, pero extrañamente no se alteró como siempre lo hacía y se dedicó a escucharlos.
Pablo: (uno de los gemelos), ¡No voy a arriesgarme porque así lo desea un Licenciado cobarde!
Adrián: (el otro gemelo), ¡Estoy de acuerdo con mi hermano!... El señor Mendoza ya está muerto y no veo el caso de exponernos de esa manera.
Raúl: ¿O sea que no les interesa desquitarse de lo que le hicieron al señor Mendoza?
José: ¡Sí nos interesa!, pero no es lo mismo hacerlo cuando tenemos el respaldo de gente con poder político, que hacerlo contando sólo con el anhelo de justicia de un abogado... ¡Raúl!, esto no es un juego y sí continuamos metiéndonos con ese asesino, Luis no será el único muerto aquí.
Cynthia se levanta y camina despacio hacia Raúl. Los cuatro hombres la miran entre sorprendidos y nerviosos por lo que pudiera ser capaz de hacer. Sin embargo Cynthia se limita a sujetar las manos de Raúl y con una misteriosa serenidad le empieza a hablar.
Cynthia: ¿Dónde está Luis?
Raúl: ¡Ya lo sabe señora!
Cynthia: ¡Él no está muerto!... yo aún lo veo.
Raúl: Lo ve dentro de sus sueños, pero esos no son reales.
Cynthia: ¡Sé que no son reales!
Raúl: (¿?), ¿Cómo que lo sabe?
Cynthia: Porque me lo dijo Luis, (lo suelta y va hacia la mesa para sentarse en la silla), el hombre que me lo quitó también está en mi mente.
Raúl: ¿De verdad?... entonces si lo ve, ¿lo reconocería?
Cynthia: Nunca voy a olvidar el rostro del hombre que me quitó a Luis, (mira a Raúl), a menos de que pague por lo que hizo.
César: (se va a la puerta), ¡Bueno!... la señora ya decidió.
Pablo: ¿De qué demonios hablas?
César: Que si ella ha dicho que debe pagar... ¡debe pagar!, (abre), me voy a tomar unos tragos.
César sale y de inmediato Adrian va con Raúl para susurrarle.
Adrian: No vas a obedecer a la loca, ¿verdad?
Cynthia: Me encuentro encerrada en el mundo que se creó por mis pecados, pero sé bien lo que estoy pidiendo.
Adrian: (sorprendido), ¿Cómo pudo escucharme?
Cynthia: ¡Porque estoy loca!
José: A mí no me interesa si está loca o no... Lo que yo digo es que no es sencillo hacer lo que quieren porque no tenemos los recursos ni el apoyo.
Raúl: ¡Eso lo sé!, pero el abogado dice que puede ayudarnos.
Adrian: ¿Y cómo?
Raúl: Mañana viene y le podrás preguntar... Por hoy es mejor que descansemos, (mira a Cynthia), algo me dice que ésta noche sí vamos a dormir.
Los cuatro se acomodan en los muebles que pueden y al rato todos se encontraban profundamente dormidos... Cynthia se levanta y de la chamarra de Raúl saca la flor de papel... Como estaba arrugada, se dedicó a armarla de nuevo. En ocasiones caían sus lágrimas, pero controló sus sollozos con todas las fuerzas que tenía... Al terminar su labor, regresa a la cama y se duerme con la rosa sobre su pecho.
San Gabriel - Pensión:
David llega a la pensión y entra a su cuarto... Cuando cierra la puerta, las luces se encienden y voltea encontrándose a Helena enfrente de él y sin mediar palabras ella lo abofetea.
David: (se soba la mejilla), ¿Qué te pasa?
Helena: ¡Prometiste que no le harías nada a la esposa de Ricardo Archer!, pero por tus estupideces su bebé está en peligro.
James: ¡Yo no le estoy haciendo nada!, el marido es quien seguramente la está ignorando porque ya sabe que es una mujerzuela.
Helena: ¿Y quién fue el estúpido que lo puso al tanto?... Si quieres matar a Ricardo Archer, ¡mátalo sólo a él!, pero si ese bebé muere, ¡te vas a arrepentir!
James la sujeta fuerte de los brazos y la empuja hacia la pared.
James: Antes de matarlo quiero que vea lo que le pasa Rogelio Montero por su culpa, así que más te vale que dejes de lado tus amenazas y mejor empieza a darme resultados porque si no, ¡tú te les vas a adelantar!
Helena: ¿Ah sí?... entonces ¡mátame de una vez!, porque si no lo haces, seré yo la que te mate a ti.
James la suelta y camina hasta la mesa para darle un fuerte golpe.
James: ¿Te atreverías?
Helena: Tú no me dejas otra opción... Yo he hecho todo lo que me has pedido, pero a cambio sólo recibo malos tratos y humillaciones.
James: ¿Y los lujos que te he dado no cuentan?
Helena: (señala el lugar), ¿A ésta pocilga le llamas lujos?... Además queridito, haz usado mucho mi cuerpo para tus negocios, así que no te debo nada y la única cosa que te pedí, me la estás negando.
James: ¡Está bien, te voy a complacer!, pero a cambio quiero que me traigas unos documentos contables que maneja el abogado de los Montero.
Helena: Estoy trabajando en eso y lo sabes bien.
James: (voltea a mirarla), Pues estás trabajando muy lento y a mi ya no me da la gana esperarte más... Si para mañana no me traes lo que pido, olvídate de la promesa que te hice.
James sale del cuarto y azota con fuerza la puerta... Helena se arrodilla en el piso y se pone a llorar de rabia e impotencia.
París - Residencia Smith:
Las dos parejas iban en un automóvil rentado rumbo a la casa de los padres de Jennifer... De los cuatro, sólo Edward se mantenía en absoluto silencio, (estaba nervioso)... Su prometida intentaba relajarlo con pláticas sobre la hermosa relación que mantenían sus papás, (aunque recalcaba que el carácter de su mamá era complicado y que su papá era el único que lograba calmarla)... Paula y Rogelio escuchaban atentamente la historia que contaba, pero su prometido empezaba a ponerse mucho más tenso con la descripción de su suegra, (él la conoció en su momento de amabilidad).
Minutos después se encontraban recorriendo un camino de árboles, (el paisaje era similar a los vistos en Inglaterra). En todo el terreno se vislumbraban predominantes plantas y flores esparcidas a lo largo de la reja. La casa estaba enmarcada con detalles en madera y era muy lujosa y grande; sus dos pisos tenían alrededor de diez ventanas que la iluminaban esplendorosamente. En cada lado de la entrada principal habían cuatro puertas blancas e incontables arbustos medianos decoraban el perímetro de la casa. Frente a ella había una fuente de piedra en forma rectangular y cuatro bancas del mismo tipo.
Las dos parejas descienden del vehículo y tocan el timbre, (lo hicieron tres veces porque no les abrían ni les pidieron esperar)... Cuando Paula iba a dar otro timbrazo, la puerta se abre y enseguida se deja ver una mujer de poco más de setenta años... La señora era bajita y de piel muy clara; su cabello de seda blanca cubría sus hombros y sus ojos azul cielo los miraban vivazmente. A pesar de la edad, la mujer no mostraba demasiadas arrugas. Paula se decía mentalmente que le gustaría verse tan bien como ella cuando fuera mayor y más por la elegancia con la que vestía, (su traje azul celeste se adecuaba a su figura de una manera que evidenciaba que en sus tiempos de juventud, fue una mujer exuberante)... Todos los presentes, (a excepción de Jennifer), se encontraban admirados por la belleza de la señora... Ella les da el paso y los cuatro entran a la casa, (que era tan confortable y hermosa como la residencia donde estuvo hospedado el matrimonio Montero).
La señora observa detenidamente a tres de ellos y fija su vista en Edward y Rogelio, (que estaba a un lado de Jennifer)... Luego de un riguroso escrutinio en ambos hombres, se acerca a Rogelio y lo sujeta del brazo alejándolo de los demás.
Señora: (en ingles), ¡Sabes muchacho!, me da una gran alegría que mi hija por fin cambio de gustos y me trajo como yerno a un hombre tan guapo como tú.
AP: (a Jennifer), ¿Qué está diciendo ésta señora?
Jennifer corre hacia la mujer y hace que suelte a Rogelio.
Jennifer: ¡Mamá!, él no es tu yerno, (señala a su prometido), es Edward.
Edward hace una reverencia y la mujer se suelta de su hija para acercársele.
Señora: ¡Así que lo perdonaste!
Jennifer: Edward también padeció por culpa de la ambición de aquél hombre y...
Señora: No me interesa tocar el tema del pasado, (a Edward), supongo que sabes lo que pedí para perdonarte, ¿no es así?
Edward: (nervioso), Sus hijos mencionaron algo, pero no creo que esa petición viniera de usted.
Jennifer: (¿?), ¿Qué te dijeron mis hermanos?
La señora regresa con su hija y coloca sus manos en sus hombros para luego hablar de nuevo.
Señora: Mi hija está al límite de la edad para ser madre primeriza... No hay nada que yo anhele más, que una nieta... ¿será que tú puedas dármela?, ¿o le buscarás a mi hija, un candidato adecuado que sí quiera ser padre?
Edward: ¡Yo deseo ser padre!, y le aseguro que estoy esforzándome mucho para lograrlo, pero un mes es poco tiempo para concebir un hijo.
Rogelio suelta una carcajada y Paula le da un codazo para que se controle, mientras que Jennifer trataba de contener su risa.
Voz de hombre: ¡Elsbeth!, no está bien que molestes de esa manera a nuestro yerno.
Todos dirigen su vista hacia la voz que se escuchó detrás de la mamá de Jennifer y ven a un señor de noventa años en silla de ruedas... Dicho hombre parecía ser alto al estar de pie, su cabello estaba completamente blanco y su piel era del mismo tono. El brillo de sus ojos casi no se percibía, pero aún conservaban un poco de la tonalidad azul cielo, así como la galanura de sus tiempos de juventud, (también era elegante al vestir, pues iba de traje)... Jennifer corre a abrazarlo y al separarse, el señor le pide que lo acerque a Edward.
Señor: ¡Te tardaste mucho!... Espero que esta vez pidas nuestra aprobación para ti, y no para otro hombre.
Edward: ¡Lamento lo que pasó hace años señor!, y aunque no puedo cambiar lo que hice, les pido que me perdonen.
Señor : Si mi hija ya te perdonó, solamente nos queda apoyarla en su decisión.
Elsbeth: Aunque una cosa es apoyarla y otra que nosotros te perdonemos, y yo pedí algo que para un hombre es sencillo dar... si es que en verdad quieres nuestro perdón.
Señor:¡Elsbeth!, antes de que continúes martirizando a nuestro yerno, debemos presentarnos con los invitados de Jennifer, (mira a Rogelio y Paula), ¡siento mucho que estén presenciando ésta incómoda escena!
Jennifer: ¡Dad!, ¿podrías hablarles en español?... Es que sería más cómodo para ellos.
Señor: ¡Está bien hija!, (en español), les reitero mis disculpas por los reclamos que mi esposa le hizo a nuestro yerno.
R: ¡No hay cuidado señor!... Edward ya me había advertido lo que pasaría si él venía a verlos.
AP: Y por mí no se preocupe... estas peleas familiares no me son ajenas, (apenada), ¡perdón!... yo me refería...
Señor: (se ríe), ¡No pida perdón!... y qué bueno que piensa de esa manera, porque a partir de ahora, verán este tipo de escenas entre mi esposa y mi yerno, (a Edward), es necesario que sepas que Elsbeth apenas está mostrando una parte de todo lo que deberás soportar, (él asiente), ¡Bien!, pues vamos a las presentaciones... Mi nombre es Henry Douglas Smith Cameron, pero como mi hijo mayor tiene el mismo primer nombre, todos me llaman Douglas, (la pareja lo saluda educadamente).
Señora: Y yo soy Elsbeth Collins Drummond.
Douglas: "Elsbeth" es su nombre escoses, pero ustedes pueden llamarla Elizabeth.
Elsbeth: ¡Así es!, para su comodidad llámenme, Elizabeth, (a Edward), ¡todos, menos tú!
Jennifer: ¡Mamá por favor!
Elsbeth: ¿Por favor qué?... él perdió sus privilegios conmigo y...
Douglas: ¡Elsbeth!, ¡no seas grosera con tu yerno!
Elsbeth: ¡Pero Douglas...
Douglas: (extiende su mano), ¡Ven!
La señora camina hacia su esposo y toma su mano. Él le da un beso en la palma y luego la sujeta con ambas manos.
Douglas: Es casi medio día... por favor, ¡dispón lo necesario para que tengamos una conversación amena con nuestros invitados y nuestro yerno.
Elsbeth: (le sonríe), ¡Te aprovechas porque siempre termino haciendo lo que quieres!
Douglas: (corresponde a su sonrisa), Es la ventaja de ser un viejo achacoso, y tú una mujer paciente y abnegada.
La señora se agacha y le da un beso en la comisura de los labios.
Elsbeth: Sabes bien que no soy paciente y mucho menos abnegada... Yo te hago caso, porque te amo.
La señora le da otro beso antes de retirarse a la cocina... Paula no podía apartar su vista de ellos, pues la amorosa forma en la que se trataban los hacía verse más jóvenes de lo que en realidad eran, (sobre todo el señor), y deseaba que dentro de unos años, Rogelio y ella tuvieran esa misma relación.
Una vez que la señora Smith se aleja, el señor guía su silla hasta el comedor siendo seguido por los demás y toman asiento quedando el padre de Jennifer a la cabeza de la mesa... La señora entra al comedor con una charola, (traía seis tazas de café y una panera)... A cada uno le da su taza y luego toma asiento del lado derecho de su esposo.
AP: ¡Disculpe la indiscreción señora!, pero ¿ustedes no tienen personal de servicio?
Jennifer: ¡Sí tienen Ana!, pero sólo vienen por las mañanas a lavar la ropa o a sacudir, porque mi mamá es quien se encarga de atender a mi papá en todo lo que necesite.
Elsbeth: ¡Exactamente!, (mira dulcemente a su marido), desde que conseguí que éste hombre se fijara en mí, me he dedicado a atenderlo sin ayuda de nadie.
El señor levanta la mano de su esposa para llevarla a sus labios y la besa tiernamente.
Douglas: Y es algo que te agradezco todos los días.
AP: (suspira).
R: (¿?), (le susurra), ¿Y ese suspiro a qué se debe?
AP: ¡A nada!
R: ¿Segura?
AP: ¡Si amor!
Rogelio le da un beso en la mejilla y le sonríe.
Elsbeth: Es bonito ver que aún hay personas que no le temen a demostrarse su amor, (señala al matrimonio Montero), ¿ustedes son esposos verdad?, (ellos asienten), ¡se les nota!, y siento mucho no haberlos dejado presentarse hace rato.
AP: No lo sienta... nosotros tampoco nos presentarnos.
Elsbeth: ¡Era lógico linda!... Con las cosas que dije, seguramente los espanté... Aunque volviendo a lo que les decía... Me agrada que no sean de esas personas que se esconden para tratarse con amor, (mira a Edward), es una pena que no sigas su ejemplo... Desde que llegaste, sólo hablas cuando es necesario, y hasta ahora no he visto que tomes la mano a mi hija.
Douglas: ¡Elsbeth!, ¡déjalo tranquilo!
Elsbeth: ¡Ok!, pero lo que digo es por su bien... Si continúa con esa actitud tan seria, jamás va a darle hijos a Jennifer... ¡Ser más apasionado no le caería nada mal!
Jennifer se cubre con la servilleta para que no se le noten las ganas de reírse y Edward se incomoda aún más si era posible.
Douglas: ¡Por favor Elsbeth!, ¿qué van a pensar de nosotros los invitados de nuestra hija?
R: Pensaríamos que tiene razón... Yo le he dicho a Edward que no puede andar por la vida con la seriedad por delante, y sabiendo que ustedes quieren nietos, menos.
AP: (lo pellizca y habla en voz baja), ¡Rogelio!
Elsbeth: ¡Por eso me agradaste en cuanto te vi!... ¿no tienes hermanos?... Si mi yerno no se libera de su seriedad, debemos buscarle a mi hija otro candidato.
R: (sonríe), ¡No tengo hermanos varones!, pero sí tengo muchos conocidos.
Jennifer: ¡Yo no quiero a ningún otro hombre en mi vida!, además a mí sí me gusta el carácter de Edward, (se recarga en el hombro de su prometido), y también les puedo jurar que es mucho más apasionado de lo que se imaginan.
Elsbeth: ¡Pues qué bien lo disimula!... Recuerdo que era más desenvuelto hace quince años.
R: ¡Dele tiempo señora!... Edward ha de estar cohibido, pero yo le daré unos consejos para que se le vaya quitando lo penoso.
Elsbeth: ¡Se lo agradecería en el alma!, (a Jennifer), yo por mi parte te asesoraré para que lo animes.
Paula y Edward eran los únicos impresionados por el giro de la conversación, (al padre de Jennifer no le sorprendían esos temas), y todo el tiempo que duraron en el comedor, se la pasaron haciendo comentarios subidos de tono, respecto a lo que Edward debería hacer para cumplir el deseo de su suegra.
Clínica de San Gabriel - Consultorio de Ernesto:
El día anterior, el ginecólogo revisó a Vanesa para determinar el estado de salud del bebé, pero aún faltaba ver si era viable que le recetaran calmantes... Mercedes y Dany estaban con ella y sus esposos las esperaban en el consultorio... Alejandro aprovechó para comentarle a Ernesto las cosas que había estado investigando debido a la petición de Rogelio y a sus propias dudas, (también le dijo que Ricardo llegaría en unas horas).
Ernesto: Lo único bueno de todo lo que me platicaste, es el regreso de Ricardo... pero no comprendo la razón por la que no le dices a Vanesa que ya viene... Sí ella sabe eso, se tranquilizará.
Alejandro: Es que no quiero que los peones lo comenten... Antes me gustaría ver el encuentro entre Ricardo y David, y sí se sabe que viene a la hacienda, podría jurar que David evitará que lo vea.
Ernesto: Ya estás dando por hecho que David y el ex marido de la señorita Smith es la misma persona, pero no te pones a pensar que si eso fuera cierto, la que se supone que es su hermana, está en complicidad con él.
Alejandro: ¡Sí lo he pensado!, pero también sabes que hay criminales que amenazan a personas inocentes para que los ayuden... Helena no me produce rechazo y a veces pienso que David la lastima, porque llegué a verle una cortada en el labio y de acuerdo a mi experiencia en casos de maltrato físico, esa se debe a una mordida.
Ernesto: Alejandro, ¡acéptame un consejo de amigo!... No te dejes influenciar por la aparente fragilidad de esa mujer... Tú apenas comenzaste a sentir la necesidad que tenemos los hombres, y Dany es la mejor mujer que pudiste elegir como compañera, pero te dije que cuando agarraras camino te sería muy difícil detenerte... Yo entiendo que lo prohibido te excite, sin embargo un error de tu parte puede destruir lo que tanto te costó conseguir, y recuperarlo te será imposible.
Alejandro: (¿?), ¿Acaso me crees capaz de engañar a mi esposa?
Ernesto: Antes respóndeme esto, ¿te gusta Helena?
Alejandro: ¿A qué hombre no le va a gustar?... ¡pero de eso, a que piense en tener algo que ver con ella, hay un abismo!
Ernesto: ¡Eso espero Alejandro!, porque Dany ha sufrido mucho y no quisiera verla llorar de nuevo.
Ernesto abre el cajón de su escritorio y saca una revista, (la cual le entrega a Alejandro después de buscar una página en particular).
Alejandro: (¿?), ¿Y esto qué es?
Ernesto: ¡Mira los vestidos!... ¿cuál de esos modelos, crees que anhela tu esposa?
Alejandro observa los vestidos y su vista se detiene en el mismo que le gustara a Dany. Él coloca la revista sobre el escritorio y lo señala con el dedo.
Alejandro: ¿Será éste?
Ernesto: (sorprendido), ¿Cómo adivinaste?
Alejandro: (orgulloso), ¡No se trató de adivinar!... Dany es una mujer sencilla y de los modelos que hay en esa página, ése es el único que no tiene piedras brillantes o decorados exagerados, pero es el más hermoso de todos.
Ernesto: ¡Pues me dejas impresionado!... Esto demuestra que ustedes dos son almas gemelas, (cierra la revista), y como son similares, he de suponer que no gastarías semejante cantidad en un vestido de novia.
Alejandro: (¿?), ¡Aquí lo que importa es que a Dany le guste!... el costo me tiene sin cuidado y si valiera una fortuna, la pagaría con tal de verla feliz.
Ernesto: ¡Lamento decirte que Dany no te aceptará el gasto!, (regresa la revista al cajón).
Alejandro: Ella no tiene por qué enterarse, (extiende su mano), ¡dame la revista!
Ernesto vuelve a sacar la revista y se la entrega.
Ernesto: ¿Tú lo vas a comprar?, (él asiente), ¿pero cómo vas a comprar la medida adecuada sin llevar a la novia?
Alejandro: (sonríe), ¡Conozco perfectamente el cuerpo de mi mujer!, así que ese no es problema.
Alejandro guarda la revista en su portafolio segundos antes de que las tres mujeres entraran al consultorio... Dany le da un beso a su esposo y Mercedes ayuda a Vanesa a sentarse, (estaba ausente). Luego de informarles que el ginecólogo recetó tranquilizantes debido a su alteración emocional, el matrimonio Hernández la lleva de regreso a la hacienda.
Aeropuerto de Tuxtla:
Diecisiete horas de vuelo, es lo que Ricardo y Hugo tuvieron que soportar de Inglaterra a México, (y aunque reconocían que era mil veces más rápido que viajar en el barco, sus piernas entumecidas decían lo contrario)... Los dos estaban serios por los comentarios derivados de la necedad de Ricardo, y mientras les enviaban el auto que solicitaron para irse a la hacienda, cada uno se fue a buscar en qué entretenerse, (Hugo comía en una cafetería del aeropuerto y Ricardo se había sentado en una banca de la sala)... La incomodidad que le dejaron las palabras de Hugo era grande y sus ansias por seguir viendo el contenido de la cajita lo tenían desesperado... En una rápida maniobra para que Hugo no se diera cuenta, saca la carta que no se animó a leer en el avión... El perfume de Vanesa fue lo primero que percibió al desdoblar la hoja de papel y repentinamente cae al suelo un objeto pequeño, por lo que tiene que hincarse para buscarlo debajo de los asientos... Una señora recoge una argolla de oro y se la entrega.. Ricardo la mira extrañado y sin agradecerle a la mujer, regresa a su asiento para leer el contenido de la carta, pero cuando iba a hacerlo, entra una llamada a su celular y devuelve las dos cosas dentro de la caja para contestar.
Bárbara: ¡Hola Ricardo!, ¡estoy feliz porque pude encontrar la forma de comunicarme contigo!... no sabes cuánto me tardé en que entrara mi llamada.
Ricardo: (sorprendido), ¿Eres Bárbara?
Bárbara: ¡Sí cariño!... ¡no me digas que me olvidaste en menos de veinticuatro horas!
Ricardo: ¡No Bárbara!, te dije que siempre te recordaría, pero me sorprende que seas tú quien me esté llamando a mí.
Bárbara: ¿Por qué te sorprende cariño?
Ricardo: Porque nuestra relación se dio por la convención... y ésta termina cuando firmas el contrato.
Bárbara: ¡No seas cruel!... Un día antes de la dichosa firma del contrato, te dije que deseaba ser algo más que un cliente, y con la situación tan incómoda que tienes con tu mujer, no pierdo la esperanza de que terminemos juntos.
Ricardo: Sabes que eso no es posible... ¡Yo estoy enamorado de mi mujer!... además tenemos una hija y está por llegar el segundo hijo.
Bárbara: Pero estás dudando de ella... Ricardo, contigo volví a sonreír después del terrible divorcio que pasé, y renunciar a quien me trata bien, no es una opción.
Ricardo: (voz baja), ¡Cómo siempre, soy el payaso!
Bárbara: (¿?), ¿Qué dijiste?
Ricardo: ¡Nada Bárbara!, sólo pensaba en que no puedes creer que te intereso como compañero de vida, basándote únicamente en que te hago reír.
Bárbara: ¡No solamente me interesas porque me haces reír!... eres un hombre amable, caballeroso, trabajador, y guapo.
Ricardo: (se ríe), ¡Esa sí no me la creí!, (Hugo se acerca y le dice que el coche está listo), ¡discúlpame Bárbara!, ya me tengo que ir... Fue un gusto haberte conocido y como amigo te digo que si llegas a sentir la necesidad de que alguien te saque una sonrisa, puedes llamarme para que te cuente chistes.
Bárbara: Por supuesto que voy a llamarte, pero no sólo para que me cuentes chistes, sino también para saber cuándo te vas a separar de tu mujer.
Ricardo: Yo no quie... (lo piensa mejor), si eso pasa entonces podremos planear un futuro juntos, pero mientras ella quiera estar conmigo, te pido que no vuelvas a tocar éste tema.
Bárbara: ¡Está bien!
Ricardo: ¡Gracias Bárbara!
Bárbara: ¡Cariño!, cómo no pude verte antes de que te fueras de Inglaterra, no te di un regalo que para mí es muy especial, así que más tarde te mando un mail para que lo veas, (coqueta), estoy segura de que te animará cada que necesites relajarte.
Ricardo: (va en camino junto con Hugo hacia el coche), ¡Qué amable Bárbara!... Yo lo reviso en cuanto pueda, y ahora sí debo colgar.
Bárbara: Te llamo después cariño y recibe de mi parte un gran beso.
Ricardo le agradece nuevamente y entra al coche. Hugo le lanza una mirada recriminatoria, pero no le dice nada y arranca el auto para dirigirse a la hacienda.
París - Residencia Smith:
Luego de que se terminara la plática educativa que le hicieran Rogelio y Elsbeth a Edward. La señora condujo al matrimonio Montero a la que sería su recámara por un día... La pareja le agradeció sus atenciones y ella se retiró para dejarlos descansar mientras llegaba la hora de la comida familiar, (en la cual estarían presentes los cuatro hermanos de Jennifer)... Enseguida de quedarse solos, Rogelio abrazó a su esposa y comenzó a besarla apasionadamente. Paula correspondió al principio, pero lentamente se apartó de él y camino hacia el balcón para abrir la ventana.
Rogelio se acerca a ella y la abraza por la cintura.
R: ¡Hoy es nuestro aniversario!, y aún me tienes conteniendo las ganas de amarte.
AP: En teoría señor Montero, hasta mañana sería nuestro aniversario... Acuérdate de que aquí estamos adelantados casi diez horas.
R: ¡Lo sé!, pero las recomendaciones que le hice a Edward, me animaron mucho y quisiera ponerlas en práctica con mi amada esposa, (besa su cabello), quien quita y las mejore.
AP: (se queda callada).
R: (¿?), ¿Pasa algo Paula?
AP: ¡Tú me amas hoy!, pero ¿cómo visualizas tu amor en unos años?
R: (¿?), ¿A qué te refieres exactamente?
Paula gira y le da un beso para después dirigirse hacia la puerta.
R: ¿A dónde vas?
AP: Voy por un vaso con agua, (abre la puerta), regreso en un momento.
Paula sale y baja las enormes escaleras para ir a la cocina. La señora Elsbeth estaba cocinando cuando ella entra.
Elsbeth: Creí que el viaje te había cansado y que dormirías toda la tarde.
AP: (¿?), ¡Soy yo señora Smith!
Elsbeth: (voltea), ¡Ya lo sabía linda!... Jennifer es muy ruidosa cuando entra a la cocina.
AP: (sonríe), ¡Me lo imagino!... ¡Discúlpeme por interrumpirla!, solamente venía por un vaso con agua.
La señora sirve en un vaso un poco de agua y se acerca para entregárselo.
Elsbeth: Tu esposo y tú tienen casi los mismos años de diferencia que mi Jennifer y mi yerno ¿verdad?
AP: ¡Así es!, (¿?), pero ¿por qué la pregunta?... ¿usted no está de acuerdo en que Jen se case con un hombre más grande que ella?
Elsbeth: (se ríe), ¡No es eso linda!... Mi marido me lleva veinte años de diferencia, pero eso no fue problema para que logramos cumplir cincuenta y tres años de casados... con ese antecedente, ¿crees que podría oponerme a que mi hija se case con Edward, si yo misma me casé con un hombre mucho mayor que yo?
AP: ¡Claro que no!, pero dígame, ¿cómo le hicieron su esposo y usted para estar juntos por tantos años?
Elsbeth: Pues con un amor que ha vencido todas las adversidades que se le presentaron y siguen presentándose.
AP: Pero el amor no siempre puede vencer cuando uno es más inmaduro que otro, (seria), a veces siento que mi actitud es más infantil que la de mi esposo, porque me encelo con cada mujer que se le acerca y también me enojo por cualquier tontería, y aunque me doy cuenta de mis fallas, él siempre termina por ceder y me pide perdón.
Elsbeth la mira cariñosamente y le indica que tome asiento frente a la mesita de la cocina, (ella se sienta a un lado y sujeta su mano).
Elsbeth: El matrimonio es una lucha diaria contra nuestros defectos e intolerancia... No todo en mi matrimonio ha sido fácil... Douglas y yo hemos tenido pleitos, nos hemos gritado y dejamos de hablarnos por una semana, pero al final del día, nos pedimos disculpas... ¡pero lo hace el que se equivocó!, y es lo que tú tienes que empezar a hacer si quieres permanecer toda la vida al lado de tu esposo.
AP: ¡Tengo un carácter muy difícil!... siempre que me peleo con Rogelio, es por una tipa que se le insinúa, o porque me oculta cosas que se supone no se le deben ocultar a quien se ama, (apenada), ¡lo siento!, la estoy incomodando con mis comentarios.
Elsbeth: ¡Claro que no linda!... es bueno que platiques de esto con alguien que pueda darte un consejo, aunque tu malestar seguramente se debe a que soy una extraña.
AP: No siento malestar... ¡al contrario!... usted me inspira mucha confianza y por eso no puedo evitar contarle mis temores.
Elsbeth: Entonces te agradezco la confianza, aunque me dejaste una duda... ¿cuál es el verdadero temor que siente tu corazón?
AP: ¡Aún no lo sé!, pero tengo miedo de no ser capaz de ver la verdad y que ese error me haga perder a quien más amo.
Elsbeth: Cuando los ojos no te permiten ver la verdad, tu corazón te la grita, pero es difícil que aceptes escucharlo.
AP: ¡Sí es muy difícil!... ¿sabe?, mi necesidad de hacer este viaje se debe a un presentimiento que ha estado martirizándome desde hace unas semanas, y que se intensifica conforme nos acercamos a la hora de regresar a México... (Agacha la vista), En ocasiones miro a Rogelio y siento que pronto se irá muy lejos y si se va de mi lado, sé que no podría soportarlo.
Elsbeth suelta la mano de Paula y voltea su rostro.
AP: (¿?), ¿Dije algo malo señora?
Elsbeth: Ese temor que sientes lo conozco perfectamente, porque yo me despierto con el todos los días.
AP: (¿?), ¿En serio?
Elsbeth: ¡Sí!... Hace unos meses, el doctor de la familia dijo que mi Douglas sólo está sobreviviendo y que pronto me dejará sola... No tengo que explicarte lo que eso significaría para mí porque ya lo sabes, y al igual que tú, tampoco creo ser capaz de soportarlo... Ese es mi motivo para querer que mi hija forme su propia familia con el hombre del que siempre estuvo enamorada... Estoy segura de que Edward cuidará bien de ella y la ayudará a soportar el dolor que se avecina.
AP: (ahora ella sostiene las manos de la señora), ¿Pero acaso no hay nada que se pueda hacer?... ¡no sé!, quizás si le dan un tratamiento o...
Elsbeth: No existe tratamiento en el mundo que pueda curar el paso del tiempo... Douglas trabajó mucho para sacarnos adelante, y a sus más de noventa años, todo ese cansancio físico, finalmente me lo quitará... pero no te estoy contando esto para preocuparte, sino para que no permitas que el miedo se lleve tus fuerzas de luchar.
AP: (¿?), ¿Luchar contra qué?
Elsbeth: Contra lo que hace que tengas miedo, (Paula la mira confundida), tus miedos no se deben a que tu esposo está enfermo, ¿o sí?
AP: Creo que no.
Elsbeth: ¡Por supuesto que no!... Tu esposo es un hombre fuerte y aún es joven, así que pienso que tu miedo se originó por alguna otra cosa... ¿Has escuchado el dicho "todo tiene remedio, menos la muerte"?, (ella asiente), ¡entonces síguelo!, (le sonríe), y ahora deja esa cara de preocupación y regresa con tu esposo... Acuérdate que estás en la capital del amor y en los hombres es como un afrodisiaco.
AP: (trata de sonreír), ¡Ya lo note!, pero quisiera que mejor habláramos de la salud de su marido... No soy doctor, pero tengo un amigo que sí lo es y nos puede ayudar.
Elsbeth se levanta y hace que Paula lo haga también para llevarla al pie de la escalera.
Elsbeth: Douglas ha sufrido dos infartos y tiene dolores muy fuertes en las manos y en las piernas... ¡Hija!, te agradezco tus buenas intenciones, pero aunque lo quiero conmigo, no me gusta verlo sufrir... Además no estaremos separados mucho tiempo.
AP: Pero señora, yo quiero...
Elsbeth: Tú tienes tus propios problemas y nosotros ya vivimos lo que teníamos que vivir... Sólo hay una cosa que deseo pedirte y es que no le digas a Jennifer lo que te acabo de contar... ¿me prometes que no lo harás?
AP: ¡Es que ella tiene derecho a saberlo!
Elsbeth: Si se lo dices no va a darnos nietos porque estará triste, pero si nos diera la sorpresa de que seremos abuelos por parte de ella, podría jurar que Douglas querrá vivir para ver nacer a su nieta... ¿verdad que no le dirás nada?
AP: (suspira), ¡No le diré señora!... ¡se lo prometo!
Elsbeth: ¡Eres una gran amiga!... Jennifer es afortunada por tenerte a ti y a Laura a su lado.
La señora le da un abrazo y un beso... Paula sintió como si su madre hubiera sido quien le dio esas muestras de afecto, y le sonrío. Luego regresa a su recámara donde se suponía estaba su esposo, pero no lo encontró y aunque quería buscarlo, decidió esperar un rato a que apareciera.
Cuarto de Jennifer:
La recámara donde se quedarían los prometidos, era justamente la que perteneciera a Jennifer en su adolescencia... Ella vio la cama y se recostó enseguida... Edward prefirió sentarse en el sillón para pensar en varias cosas... Su prometida lo veía serio e incluso preocupado y lo llama para que vaya a sentarse junto a ella.
Jennifer: ¡Discúlpame Edward!, nunca debí permitir que mi madre te pusiera en una situación tan incómoda... Supongo que piensas que es muy pronto estar planeando quedar embarazados, pero como eres un caballero no dices nada para no lastimarme.
Edward: Mi seriedad no se debe a que no quiera ser padre... ¡Es más!... ese es uno de mis grandes anhelos.
Jennifer: (¿?), ¿Y entonces por qué estás así?, (toma su mentón y lo gira para quitarle los lentes), ¡por favor mi amor!, te pedí que no me ocultes nada.
Edward: Lo que pasa es que...
Jennifer: ¿Sí?
Edward: Bueno, (nervioso), la verdad es que desde la primera vez que tú y yo estuvimos juntos, he tratado de...
Jennifer: (sonríe), ¿Has tratado de?
Edward: Pues de... ¡ya sabes de qué!... es imposible que no te hayas dado cuenta.
Jennifer: (se recarga en su brazo), ¿Hablas de que has tratado de depositar en mí, la semilla de tu amor?
Edward: ¡Exactamente!, pero al parecer la edad ya me afectó y aunque el resultado de los análisis dice otra cosa, empiezo a creer que no podré darte la dicha de ser madre.
Jennifer: ¿Te hiciste análisis de fertilidad?
Edward: ¡Sí!
Jennifer: ¡Mi amor!, y sí ya sabes que no tienes ningún problema, ¿por qué no piensas en que tal vez yo soy quien no puede darte hijos?
Edward: Porque en el bautizo de nuestros ahijados, dijiste que uno de tus deseos era ser madre, y eso me hizo suponer que estás segura de que puedes serlo.
Jennifer: Y si en determinado caso no pudiera... ¿te decepcionarías de mí?
Edward: ¡Claro que no!... Jennifer, el amor que he sentido por ti todos estos años, no se va a acabar por el hecho de no concebir un hijo.
Los ojos de Jennifer se llenan de lágrimas y Edward la abraza pues malinterpretó los motivos.
Edward: ¡No llores mi amor!, lo único que quiero es estar contigo y si Dios no nos concedió un hijo propio, adoptaremos uno y le entregaremos todo el amor que hay en nosotros.
Jennifer: No estoy llorando por eso, sino porque cada día descubro algo hermoso de ti.
Edward: Eso lo debo decir yo... Tú eres para mí lo más hermoso que existe en la vida.
Jennifer: ¡Gracias Edward!, pero quiero aclararte que no tengo nada que me imposibilite a ser madre, y como ambos deseamos con el alma convertirnos en papás, te sugiero que pongamos manos a la obra, (le desabrocha el saco), ¿estás de acuerdo conmigo?
Edward: (sonríe seductor), ¡Por supuesto señora Sanders!... ¿quieres que comencemos con uno de los consejos de Rogelio?
Jennifer: ¡No señor Sanders!, Rogelio es un pervertido y a mí me gusta más la manera en que me amas porque eres apasionado, pero a la vez eres muy dulce, (le da un pequeño beso), sólo hay un consejo que sí quiero que tomes en cuenta y ése es de mi autoría.
Edward: (¿?), ¿Qué consejo tienes en mente?
Jennifer: Con lo de la convención nos amábamos sólo en una vez cada veinticuatro horas, (se muerde el labio inferior), y si en vez de eso aprovechamos todas las horas del día, el anhelo que tenemos llegará más pronto de lo que crees.
Edward: (sonríe más), Si consideras que eso es lo que necesitamos, entonces vamos a intentarlo en el tiempo que falta para la comida y después lo hacemos lo que reste de la noche.
Jennifer: (lo besa), ¡Sabía que no te negarías a mi fantástica idea!
Edward: ¡Jamás me negaría!, pero ojalá que no te quedes dormida con la primera, como es tu costumbre.
Jennifer: Tú tienes bastante energía y yo me quedaba dormida porque nuestro hij...
Edward: (¿?), ¿Nuestro qué?
Jennifer: (tensa), Por nuestra entrega tan pasional, (besa su cuello), ya dejemos de hablar y mejor vamos a disfrutarnos.
Jennifer aumenta la intensidad de sus besos y con mucha agilidad, sus manos empiezan a acariciar el cuerpo de su prometido haciendo que él se descontrole y de rienda suelta a su más grande deseo.
Jardín de la residencia Smith:
En cuanto Paula salió de la habitación, Rogelio trató de seguirla pero al ver que sí entraba a la cocina, decidió dar un paseo por el jardín para poner en orden sus pensamientos... Su esposa tenía semanas comportándose de manera extraña y aunque sus demostraciones de amor eran las mismas, en ocasiones le decía cosas que a él no le quedaban claras y eso lo tenía preocupado... Después de caminar un buen rato, se sienta en una de las bancas de piedra de la fuente y se moja la cara con el agua que caía... Desde la entrada lo observaba Douglas y al notar su semblante serio, se levanta de su silla y a paso lento se aproxima hasta poder sentarse a un lado.
Douglas: ¿Está aburrido señor Montero?
R: ¡Por favor, llámeme Rogelio!... y no es que esté aburrido, lo que pasa es que necesitaba distraerme, (al voltear lo mira sorprendido), ¿usted sí puede caminar?
Douglas: ¡Sí puedo!, pero mis piernas ya no tienen las mismas fuerzas que antes y el caminar hace que me duelan las rodillas.
R: ¡Discúlpeme!, de no ser porque ando de curioso, usted no se hubiera levantado, (se pone de pie), ¿Quiere que le traiga su silla?
Douglas: ¡No Rogelio, muchas gracias!, y siendo honesto, a veces me harta estar sentado en esa silla, y me levanto cuando Elsbeth no me ve, (sonríe), sucede que mi esposa es quien me ayuda cuando deseo hacerlo, pero se enoja si me atrevo a salir de paseo sin ella.
R: Su esposa se preocupa mucho por usted, y ¿sabe señor?... hace rato que llegamos y vi la forma en la que se tratan, sentí un poco de envidia.
Douglas: (¿?), ¿Por qué habrías de sentir envidia de nuestro trato?... ¿acaso tienes problemas con tu esposa?
R: ¡No!, pero mantener una relación de años como la de ustedes, es mi deseo para mi matrimonio... Sin embargo hay ocasiones en que hago burradas y mi esposa se molesta conmigo.
Douglas: ¿Qué hombre no ha hecho burradas que hacen enojar a su mujer?
R: Pues no creo que usted haya hecho alguna similar a las mías... De ser así, no tendría más de cincuenta años de casado.
Douglas: Eso no ha sido cuestión de no hacer burradas, sino de saber corregirlas... En realidad hice tonterías que casi me cuestan mi matrimonio, pero si Elsbeth no permitió que nos separaran, ¿por qué habría de permitirlo yo?... Estoy agradecido porque la vida puso en mi camino a una mujer con un gran corazón, y es debido a ella que nuestro matrimonio ha salido adelante.
R: Supongo que yo debería hacer lo mismo que su esposa, pero Paula es algo especial.
Douglas: Sí es especial, entonces busca hacer cosas igual de especiales que le agraden.
R: ¿Pero qué cosas?, (medita), ¡oiga!, aprovechando el sentido de la plática, quisiera preguntarle si usted conoce algún sitio romántico que quede cerca de aquí... Es que mencionó que debo hacer cosas especiales y como hace mucho no hago nada para ella, pensé en retomarlas con un paseo simbólico.
Douglas: (le da una palmada en el brazo), ¡Estás en la capital del amor!... aquí casi todos los sitios son románticos.
R: Sí pero como estamos cumpliendo un año más de casados, quisiera que fuera algo bastante especial.
Douglas: (hace memoria), Hay varios sitios a los que he llevado a Elsbeth, pero el que más recuerdo es el paseo por el puente de las artes... "Le Pont des Arts" en el idioma del país... Si te decides a ir, debes llevar contigo un candado.
R: (¿?), ¿Para qué debo llevar un candado?
Douglas: Es para simbolizar su amor eterno.
R: (sonríe incrédulo), ¿Cómo es que un candado va a simbolizar nuestro amor eterno?
Douglas: Pues porque...
Douglas le explica el significado del candado y al terminar su relato, Rogelio lo sostiene de los brazos para ayudarlo a regresar a la casa, pero a la mitad del camino la voz de una mujer se escucha detrás ellos... Rogelio dirige su mirada hacia la voz y se encuentra a Laura y al hermano mayor de Jennifer acercándoseles... Douglas voltea y enseguida Laura le da un abrazo mientras Henry saluda a Rogelio.
Douglas: (termina el abrazo), Hace tanto que no te veía, Laura... Mi hijo hizo bien en traerte con él.
Laura: En realidad tuve que venir sin avisarle a Henry, (mira al susodicho), ¡el señor ni siquiera me invitó!, pero Jennifer me envió un mensaje informándome de que estarían todos aquí y me decidí a visitarlos... Espero no ser una molestia.
Douglas: ¡Tú nunca serás una molestia!, siempre te hemos considerado nuestra hija y estoy seguro de que Elsbeth se pondrá contenta en cuanto te vea.
Laura: ¡Gracias señor!, yo también los quiero mucho, (mira a Rogelio), ¡hola Rogelio!
R: ¡Hola Laura!, ¿cómo has estado?
Laura: ¡Estoy perfectamente!
Laura va a darle un abrazo a Rogelio justo cuando Paula iba saliendo, y como ella no alcanzaba a ver bien a la mujer que tenía ese gesto con su esposo, caminó rápido hacia ellos, pero a unos pasos disminuye la velocidad pues se dio cuenta de que era Laura, (quien al verla se suelta de Rogelio para ir a saludarla).
AP: ¡Qué gusto Laura!, jamás creí que podíamos encontrarte en éste lugar.
Laura: No solamente soy amiga de Jennifer, sino también lo soy de Henry y quise venir a visitar a la familia... aunque me dolió darme cuenta de que a Henry no le importo tanto, porque no me invitó a acompañarlo.
Henry: (la abraza por la cintura), ¡Te pido nuevamente que me perdones!, pero pensé que te negarías a venir si te decía que Paul se quedó en los Ángeles por su escuela.
Laura: Si me hubieras preguntado habría venido contigo sin dudarlo, pero afortunadamente me decidí a seguirte y así podemos estar juntos, (él le da un beso en la mejilla).
R: (habla en voz baja con Douglas), ¿Esos dos son novios?
Douglas: No, pero mi hijo está haciendo su lucha para que sí lo sean, y por lo que estoy viendo, va por buen camino.
Sin soltarse de Henry, Laura empieza a buscar con la vista a los prometidos y a Elsbeth, pero Douglas le informa que la pareja estaba en su recámara y su esposa en la cocina... Luego los invita a ingresar a la casa, en donde Rogelio y Henry se quedan con Douglas en la sala para platicar, mientras que Paula y Laura se van a ayudarle a Elsbeth con la comida.
Hacienda del Fuerte:
Después de regresar de la clínica, Dany se dedicó toda la tarde a cuidar de Vanesa, (su esposo se fue con Pancho a supervisar el empaque de los productos que saldrían a Veracruz por la mañana)... Helena llegó a la hacienda decidida a cumplir con las ordenes de David y se mantenía sentada en la entrada de la casa para abordar a Alejandro en cuanto lo viera... Rosaura y Margarito regresaban del pueblo y la encuentran mirando hacia el lugar por donde vendría la camioneta de Pancho... Margarito entró a la casa, pero Rosaura se acercó a ella y la miraba seriamente.
Rosaura: ¿Necesita algo, muchacha?
Helena: ¡Sí señora!, necesito que el Licenciado me firme unos papeles.
Rosaura: ¡Ah!... pero no entiendo qué tipo de papeles requieren la firma del abogado, si hace rato me encontré a Consuelo en el pueblo y me dijo que hoy terminaron temprano de trabajar y que usted y ella estarían libres toda la tarde.
Helena: ¡Es cierto!, pero en unos días mi hermano y yo vamos a irnos a Oaxaca y quisiera hablar con él sobre eso.
Rosaura: Si necesita hablar de su partida con alguien, esa persona no es el esposo de la señora Daniela, sino su jefe directo... ¡y esa es Consuelo!
Helena: ¡Lo sé!, pero...
La camioneta entra a los terrenos de la hacienda y al estar frente a la casa, Alejandro baja y se despide de Pancho, (que se va enseguida). Al ver a las mujeres las saluda, y rápidamente Helena se levanta y le pide hablar con él de un asunto urgente. Él accede a atenderla y ambos entran a la casa... Rosaura los observa alejarse y después de pensarlo un poco, va tras ellos.
En el despacho, Alejandro le indica a Helena que se siente en la silla, pero ella le pide que mejor los dos vayan al sillón.... Luego de un momento de titubeo, Helena lo toma de las manos y se le acerca hasta quedar a unos centímetros de su rostro.
Alejandro: (¿?), ¿Qué hace Helena?
Helena: Hago lo que me pide mi corazón, (pasa su mano por su pecho), tengo que confesarle que usted me gusta mucho y desde la vez que platicamos, no he podido sacarlo de mis pensamientos.
Alejandro retira la mano de Helena y se pone de pie.
Alejandro: Helena, perdonará lo directo que voy a ser, pero no le creo.
Helena: (¿?), ¿Por qué lo duda?... ¿acaso no ha notado mis miradas cada que estoy frente a usted?
Alejandro: ¿Qué es lo que quiere realmente de mí?
Helena: (¿?), ¿Oyó lo que le dije?
Alejandro: ¡Ya la oí!, pero voy a repetirle mi pregunta... ¿qué quiere en realidad de mí?
Helena: No comprendo por qué me pregunta lo obvio.
Alejandro: Bueno... sí es cierto lo que dice, entonces acepto.
Helena: ¿Acepta qué?
Alejandro: Acepto pasar una noche con usted, pero me gustaría que fuera junto a la habitación de su hermano.
Helena: (se levanta asustada), ¿Por qué pide tal cosa?
Alejandro: ¿Y a usted por qué le da miedo lo que pedí?
Helena: No es miedo, ¡es horror!... ¡lo que pide me parece perverso!... ¿cómo puede siquiera pensar en que tengamos relaciones a un lado del cuarto de mi hermano?
Alejandro: Sólo es una fantasía que tengo, (sonríe), soy un buen amante cuando alguien cercano a mi pareja puede escuchar cómo la hago feliz.
Helena: (retrocede), ¡Nunca lo creí de ésta manera!
Alejandro: ¿Ya se arrepintió de querer algo conmigo?
Helena: Yo... (desvía la mirada).
Alejandro: Si le cuesta mucho complacerme, salga y hagamos de cuenta que aquí no pasó nada.
Alejandro va a sentarse frente al escritorio y se pone a revisar unos documentos... Helena seguía impresionada por la petición, pero recuerda las palabras de David y recobrando su valor se coloca detrás de Alejandro para abrazarlo.
Helena: No es que me cueste complacerlo... lo que pasó es que nunca me hubiera imaginado que usted tenía ese tipo de fantasías.
Alejandro: (serio), ¿Eso quiere decir que acepta mi condición?
Helena: ¡Por supuesto que la acepto!, pero a cambio quiero pedirle algo.
Alejandro: ¿Qué es lo que quiere?
Helena: Con lo que acaba de pedirme, no tengo duda de que usted es igual que todos los abogados que he conocido, porque si tuviera un poco de consciencia, jamás se atrevería a engañar a su esposa.
Alejandro: ¡Yo nunca le dije que fuera honesto, ni mucho menos fiel!, usted es la que sacó esa conclusión.
Helena: Acepto que me equivoqué y en parte es una lástima, pero también es muy conveniente para ambos.
Alejandro: (¿?), No entiendo en qué puede convenirme lo que piensa.
Helena: ¡Es fácil de entender!, (le muerde el lóbulo de la oreja), le ofrezco una noche inolvidable y si me da lo que le pida a cambio de satisfacerlo, se llevará también una gran fortuna.
Alejandro: ¡Suena tentador!, pero ¿qué es lo que quiere a cambio?
Helena: Sólo quiero los documentos de las inversiones que ha hecho la hacienda en los últimos seis meses.
Alejandro: ¿Para qué puede servirle ese tipo de documentos?
Helena: ¡Yo sabré para qué me sirven!... ahora dígame, ¿me pagará con lo que le pido?
Alejandro lo medita unos segundos, pero se apresura a responder.
Alejandro: Llevar a la cama a una mujer tan hermosa como usted, bien vale la pena la entrega de esos documentos.
Helena: ¡Excelente respuesta!, entonces lo espero en la pensión mañana a media noche... Yo me encargaré de solicitar el cuarto que está junto al de mi hermano, y también me pondré muy sexi para usted.
Alejandro: ¡Esperaré muy ansioso a que llegue mañana!, y le puedo jurar, que lo disfrutará tanto que se olvidará de su hermano.
Helena: (besa su mejilla), ¡Eso espero!, y sí me gusta, la siguiente vez será gratis.
Helena camina a la puerta y antes de salir le manda un beso... Alejandro deja pasar unos minutos y cuando lo considera pertinente, se levanta y va hacia donde está su esposa... En el pasillo lo esperaba Rosaura y al verlo sujeta su brazo y lo lleva hasta la terraza.
Rosaura: Hace tiempo fui testigo de lo mucho que sufrió Daniela cuando murió Miguel, y aunque prometí no hablar de él frente a usted, no puedo cumplir mi palabra al saber que esa muchacha volverá a derramar lágrimas aún más dolorosas que aquellas... porque una cosa es llorar por un marido fallecido, y otra llorar porque el hombre al que le entregó todo su corazón, se burla de sus sentimientos.
Alejandro: (¿?), ¿Escuchó lo que hablé con Helena?
Rosaura: Escuchar tras las puertas es una costumbre que nunca se me va a quitar... Acuérdese que soy una delincuente.
Alejandro: ¡Yo amo a mi esposa!
Rosaura: ¿Cómo puede decir que la ama, si está planeando engañarla con esa zorra?
Alejandro: ¡No tengo opción!... si mañana no voy con Helena, pierdo la oportunidad de liberar a los Montero de un verdadero delincuente.
Rosaura: (¿?), ¿De qué delincuente habla?
Alejandro: Del que mató al doctor Mendoza.
Rosaura: ¿Entonces esa mujer es la que lo mató?
Alejandro: ¡No fue ella!, y tampoco estoy completamente seguro de que sean quién me imagino... por eso quiero confirmar sí el que lo mató fue el hermano, o sí todas mis sospechas son infundadas.
Rosaura: ¿Su hermano?... ¿habla del caballerango?
Alejandro: ¡Sí Rosaura!
Rosaura: Pero, ¿hasta dónde va a llegar para hacerle justicia al doctor y para ayudar al esposo de mi sobrina?
Alejandro: Un año atrás estuve a punto de traicionar a Rogelio, pero él me perdonó y me dio su confianza... De no haberlo hecho, jamás hubiera tenido la oportunidad de que Dany me amara, ni de conocer la dicha que ella me ha dado... es por eso que llegaré hasta dónde deba llegar para pagar la deuda que tengo con él.
Rosaura: ¿Incluso acostarse con esa mujer?
Alejandro: ¡Incluso eso!
Rosaura: Si lo hace, ¡matará a Daniela de dolor!
Alejandro: Yo espero no tener que llegar a tanto, pero si las cosas no salen como quiero, no me va a quedar otra opción, y sólo me restará pedirle que me perdone... aunque sé que nunca lo hará.
Rosaura: ¡Piénselo Licenciado!... si le dice a Rogelio, entre los dos podrán resolver éste problema.
Alejandro: Si ése delincuente es... quién creo que es... se escapará antes de que podamos atraparlo y sus crímenes quedarían impunes nuevamente.
Rosaura: ¡Por favor Licenciado!, le pido que...
Alejandro: ¡Rosaura!, le agradezco su preocupación, pero es una estrategia que he evaluado y de acuerdo a lo que pienso, no será necesario enlodar el amor que le tengo a Dany... y ahora sí me disculpa, quisiera estar con mi esposa.
Alejandro comienza a retirarse, pero antes de que entre a la casa, Rosaura vuelve a hablarle.
Rosaura: ¡Aproveche muy bien ésta noche con su esposa!, porque sí su "estrategia" no funciona, jamás volverá a abrazarla siquiera.
Alejandro no responde y continúa su camino... Rosaura se sienta en la salita para pensar en lo que haría el doctor Mendoza en su lugar.
París - Residencia Smith:
La hora de la comida estaba cerca y los invitados junto con los señores Smith, esperaban la llegada de los tres hermanos de Jennifer... Paula tenía curiosidad de saber cómo eran, pues Henry parecía un hombre rudo, pero su carácter era amable y más si se trataba de Laura, (no se separaban ni un momento)... A los pocos minutos tocaron a la puerta y la señora fue a abrir... Enseguida entran tres hombres altos e igual de rudos que Henry, sin embargo los hombres no iban solos. Cada uno estaba acompañado de su esposa y sus hijos, (las tres mujeres iban vestidas de manera elegante, pero sencilla a la vez).
La esposa de Christopher; Nicole, era casi igual de alta que él, (tez blanca, cabello negro y ojos color azul), y llevaba de la mano a dos niños de diez y ocho años respectivamente, (muy parecidos a su padre)... La esposa de Michael; Juliette, era de estatura media, (piel blanca, cabello oscuro y ojos cafés), y junto a ella un adolescente de catorce, y dos niños de siete y cinco años, (el mayor era idéntico a su padre, mientras que los otros dos se parecían a la mamá)... Y finalmente la esposa de Matthew; Jacqueline, era de estatura media, (tez morena, cabello castaño oscuro y ojos color miel), ella cargaba a un niño de tres años y su esposo llevaba de la mano al de seis, (ambos parecidos a su padre).
Los recién llegados saludaron a Laura y al matrimonio Montero, con mucha efusividad y se dedicaron a platicar con ellos mientras bajaban los prometidos. Sin embargo el tiempo pasaba y no aparecían... Desesperado por el hambre que tenía, Matthew se ofrece a ir a cerciorarse de que estuvieran informados de su llegada, pero cuando iba a subir las escaleras, Jennifer baja sujeta del brazo de Edward.
Los cuatro hermanos veían impresionados en el rostro de su hermana, una sonrisa llena de felicidad que pensaban jamás volverían a apreciar... En ese instante, todo el coraje contenido que llegaron a sentir hacia Edward, se diluyó por completo y le dan la bienvenida a la familia... Acto seguido, pasan al comedor para hacer el brindis por el compromiso, y se disponen a disfrutar del suculento manjar preparado con esmero, por la matriarca de los Smith.
Durante la comida, los hermanos se dedicaron a molestar a Edward con preguntas sobre cuándo los haría tíos, y en un determinado momento, Rogelio se unió a ellos... Paula, Jennifer y Laura, conversaban con las esposas de los hermanos, (que a diferencia de sus maridos, eran mujeres respetuosas, aunque igual de amables y alegres)... Los señores Smith platicaban animosamente con todos sus nietos y en sus rostros se reflejaba la felicidad de estar rodeados de su gran familia.
Paula se desentiende un segundo de la conversación y mira a su esposo, (que reía junto con los hermanos de Jennifer)... Nicole le mueve el brazo para devolverla a la plática.
AP: (¿?), ¡Perdón!... no presté atención a lo que dijeron.
Nicole: ¡No te disculpes!, no decíamos nada interesante.
Jennifer: ¡Bueno!... en realidad decíamos que te distraes constantemente por estar atendiendo los movimientos de tu esposo.
AP: (apenada), ¡En verdad lo lamento!, no era mi intensión ser grosera.
Julliete: ¡No te disculpes!, Jennifer también se distrae con su prometido.
Jennifer: (alterada), ¡Es que toda esa bola de machos lo están molestando!
Laura: ¡No exageres Jennifer!, ninguno de ellos lo ha ofendido.
Jacqueline: ¡Así es cuñada!, lo único que le están pidiendo es que los haga tíos de una hermosa niña.
Jennifer: ¡Pues yo quiero qué primero me dé un niño!, además de acuerdo a Magda, todos los Sanders han tenido un número mayor de varones que de mujeres.
Nicole: Pero puede haber excepciones, y para que tu mamá adore a Edward, sería bonito que le regale una nieta.
AP: Yo creo que ya lo adora sin la necesidad de que le dé nietos.
Jennifer: (sonríe), ¡Eso es innegable!... mi mamá le carga la mano a quien más quiere.
AP: ¡Se nota!, pero igual te recomiendo que sí ésta vez tienen niño, en la siguiente pidan asesoría profesional para que tengan a la niña.
Jacqueline: Dijiste, ¿ésta vez?
Jennifer: (nerviosa), ¡Sí!, pero ella se refiere a que como Edward y yo estamos poniendo mucho empeño, sólo es cuestión de tiempo para que les demos la buena nueva.
Laura: (¿?), ¿En serio es eso?
Jennifer: ¡Claro!, y mejor hablemos de Ana, (a Paula), si mal no recuerdo, dijiste que mañana es tu aniversario, ¿verdad?, (ella asiente), ¿y ya sabes a dónde vas a llevar a Rogelio?
AP: ¡No tengo idea!, aunque me gustaría que la celebración sea simbólica... pero no sé si hay algún lugar así en París.
Jennifer: Yo tampoco sé a dónde llevar a Edward... y eso que nací y viví aquí hasta mis catorce años.
Julliete: ¡No se preocupen!... París tiene muchos lugares dedicados al amor, pero si lo que quieren es que represente algo importante aunque no sea lujoso, entonces nosotras podemos decirles a cuales llevarlos.
AP: Se los agradeceríamos mucho.
Nicole: No es a nosotras a quien deben agradecer, sino a nuestra suegra.
Jacqueline: Los señores Smith han visitado casi todos los sitios románticos de París y fue la señora Elsbeth quien nos ayudó con las recomendaciones, cuando celebrábamos nuestro aniversario.
Laura: ¿Y qué lugares recomendó?, (todas la miran y eso hace que se sonroje), sólo es para saber qué decir cuando alguien me pregunte.
Las tres cuñadas de Jennifer sonríen y enseguida comienzan a enlistar los lugares a los que podían llevar a sus hombres.
El calmo y alegre ambiente familiar, se extendió hasta pasadas las diez de la noche... Paula y Rogelio se sintieron a gusto con toda la familia de Jennifer, pues cada integrante los trató como si fueran parte de ellos, (inclusive los pequeños).
Minutos antes de concluir la reunión, Edward fijó la fecha de la boda religiosa, (la cuál sería dentro de dos meses en ese mismo país)... Debido a lo tarde que era, los tres hermanos decidieron retirarse a sus hoteles con sus familias, pero prometieron regresar mañana antes de que partieran, para llevarlos a pasear por París... Una vez que se fueron, los invitados se dirigieron a sus habitaciones para descansar de un día largo y lleno de emociones.
Recámara asignada al Matrimonio Montero:
Paula se había puesto su camisón de seda blanca y cepillaba su cabello frente al tocador... Rogelio se dio un baño y al salir ve a su esposa pensativa... Él deseaba ir a abrazarla, pero la extraña actitud que tenía Paula en los últimos días, lo hicieron pensarlo mejor y se fue a la cama... Paula lo ve desde el espejo y se intriga porque creyó que su esposo continuaría con sus galanteos, pero al ver que no lo hacía, deja el peine sobre el tocador y va acostarse junto a él.
AP: (acaricia su rostro), ¿Acaso otra vez hice algo indebido?
R: (¿?), ¿Por qué lo preguntas?
AP: Porque en toda la comida no hablaste conmigo y has mantenido la distancia.
R: Estoy dándote tú espacio... Últimamente no te dejo sola ni un segundo y supongo que necesitas tiempo para ti.
AP: Rogelio, en éste viaje he podido tenerte más tiempo del que me regalas en la hacienda, y aún así, ¿piensas que deseo estar sola?
R: Es lo que me has demostrado desde ayer.
AP: Pensé que habías entendido el verdadero significado del amor, cuando estuvimos en la residencia que nos prestó Edward.
R: ¡Lo entendí!, pero soy hombre y te necesito.
Rogelio la acerca para darle un beso apasionado... Por su parte Paula no podía de dejar de corresponderle, pero algo le impedía hacerlo completamente... Rogelio lo percibe y se aleja de su esposa para salir del cuarto... Paula se recrimina su actitud, sin embargo no va tras él.
Rogelio baja enojado hacia la sala... Antes de entrar escucha las voces de los señores Smith y da la vuelta para retirarse, pero regresa movido por la curiosidad y se queda parado detrás de la pared.
Elsbeth le daba un masaje en las piernas a su esposo sobre la ropa, (Douglas tenía los ojos cerrados).
Elsbeth: ¿Te sientes cansado?
Douglas: ¡Tú estás más cansada que yo!, pero aún así me das un masaje para aminorar el dolor de mis piernas.
Elsbeth no dice nada y continúa con su labor. Douglas abre los ojos y con sus manos toma las de su esposa para que deje de darle el masaje.
Douglas: ¡Perdóname!
Elsbeth: ¡No tengo nada qué perdonarte!
Douglas: ¡Sí tienes!... Cuando era joven te hice sufrir con mi terquedad y antepuse mis deseos a los tuyos... Jamás traté de comprenderte y eso es algo que no voy a perdonarme nunca.
Elsbeth le pide que se levante de su silla para que pueda sentarse junto a ella, (cuando está ahí, ella lo abraza).
Elsbeth: La felicidad que me diste compensa todo lo malo.
Douglas: ¡No es cierto!, yo debí dejar que buscaras un hombre digno de ti... No sólo era más grande que tú, sino también era pobre y como sí eso no fuera suficiente, un tonto que te hacía enojar.
Elsbeth: ¿Por qué me dices todo esto?... Tú sabes que siempre te he amado y que a pesar de las carencias económicas que tuvimos al principio de nuestro matrimonio, he sido muy feliz a tu lado.
Douglas: Fueron tus fuerzas las que no me permitieron rendirme, pero sí te estoy diciendo eso, es porque cuando te deje sola, no quiero que me guardes rencor.
Elsbeth se lo abraza más fuerte y contiene sus sollozos.
Elsbeth: Sí no vienes pronto por mí, te juro que sí te voy a guardar rencor.
Douglas: ¡Lo siento!, pero no será pronto... Aún te falta estar presente en la vida de los nietos que te dará Jennifer.
Elsbeth: (da paso a sus lágrimas), ¿Por qué no podemos detener el tiempo?... Solamente pido unos años más a tu lado, pero Dios no quiere escuchar mis ruegos.
Douglas: ¡Él te escucha!, pero yo ya quiero descansar.
El señor limpia con su dedo las lágrimas de su esposa y le alza el rostro.
Douglas: ¡Perdóname de nuevo!, no sólo fui terco de joven... incluso ahora, volveré a anteponer mis deseos a los tuyos.
Elsbeth: Te repito que no tengo nada qué perdonarte, porque así de terco y egoísta, te amé y te amo.
La señora le da un beso y luego lo ayuda a regresar a su silla... Ella retoma la labor que interrumpió minutos antes y él la observaba con gran admiración.
Rogelio da la vuelta y sube corriendo las escaleras... Paula se había levantado y caminaba de un lado a otro por la recámara, cuando su esposo entra y la abraza... Ella podía sentir cómo temblaba el cuerpo de Rogelio y se preocupa.
AP: (se separa), ¿Qué tienes amor?
R: ¡Necesito que me perdones por seguir siendo el hombre más idiota del mundo!
AP: (¿?), ¿De qué hablas?, (hace memoria), ¡amor!, sí lo dices por lo de hace rato, entonces mejor perdóname tú a mí... Lo que pasa es que a veces me inquieto sin motivo y me comporto como una tonta.
R: ¡No digas nada Paula!... ¡Sí no fuera un maldito terco, no tendrías la necesidad de darme explicaciones!, porque el deber de un esposo, es apoyar a su mujer sin cuestionarla.
AP: ¡Tú siempre me has apoyado!, soy yo quien siente que no hago lo suficiente por ti.
R: Estar conmigo a pesar de todo, es más de lo que pudiera pedirte, (vuelve a abrazarla), ¡Te amo Paula!
AP: (corresponde el abrazo), ¡También te amo Rogelio!
Los dos se quedan abrazados por un largo tiempo, hasta que Paula comienza a besar el cuello de su esposo... Rogelio tenía veinticuatro horas esperando un beso así, pero increíblemente su cuerpo estaba resistiendo a la pasión y ahora es él quien se aleja de su esposa.
AP: (¿?), ¿Esto es por lo que te hice?
Rogelio se quita la pijama para ponerse un atuendo casual pero elegante, (y un abrigo para el frío).
AP: ¿Vas a salir?
R: ¡Sí!, pero tú vienes conmigo.
AP: (¿?), ¿A dónde?
R: A un lugar romántico.
AP: ¡Esa no es una explicación!
R: ¡Solo confía en mí Paula!
Paula no comprende bien las palabras de su esposo, pero aún así se cambia de ropa, (se pone un vestido entallado de color esmeralda a media pierna y un abrigo blanco), se recoge el cabello y también se coloca el collar de corazón y los pendientes... Rogelio le pide que lo espere un momento pues iría a buscar algo. Ella permanece sentada frente al espejo hasta que su esposo regresa al cuarto, pero llegó sin nada y eso la desconcierta más.
R: (extiende su mano), ¿Lista, señora Montero?
Paula toma la mano ofrecida y se levanta.
AP: ¡Siempre estaré lista para ti!
Rogelio le sonríe y ambos se van a abrazados a un lugar romántico, (aunque desconocido para Paula).
Hacienda del Fuerte - Cuarto de Vanesa:
Dany escribía la lista de pendientes para su boda mientras cuidaba de Vanesa, (se encontraba dormida)... De acuerdo a las recomendaciones del ginecólogo, no era conveniente dejarla sola pues corría el riesgo de entrar en una crisis... Como medida de precaución llevaron a Valeria a la recámara de su prima, y María vigilaba que se portaran bien.
Un ligero golpe en la puerta interrumpe la tarea de Dany... Ella se levanta y abre la puerta encontrándose a su esposo.
Dany: ¿Sucede algo, mi vida?
Alejandro: No Dany, sólo quería saber si continuarás cuidando de Vanesa.
Dany: (ve su reloj), ¡Dios mío!, ¡discúlpame Alejandro!, no me fije que ya es muy tarde y seguramente tuviste que estar solo en el comedor, ¿verdad?
Alejandro: (sonríe), ¡Pues así fue!, pero no te preocupes... Entiendo que Vanesa no está bien y que tú como enfermera, no puedes dejarla sola.
Dany le pide un momento para cerciorarse de que Vanesa siguiera durmiendo y después de ver que sí, sale del cuarto y se aleja unos pasos junto con su esposo.
Dany: Le di los calmantes que le recetó el doctor, pero como él no es psiquiatra, le mandó una dosis muy pequeña y tengo miedo de que sí la dejo sola, vaya a hacer una locura.
Alejandro: ¡No te angusties Dany!, no falta mucho para que Vanesa recupere su ánimo.
Dany: (¿?), ¿Y por qué lo dices?
Alejandro: ¡Muy pronto lo entenderás!... y ahora señora Hernández, ¿sería mucho pedirle que me regale un abrazo?
Dany: ¡mmm!, ¿no sé si deba?, (le sonríe), ¿qué tanto necesitas del abrazo?
Alejandro: (serio), ¡Hoy lo necesito más que nunca!
Dany sintió que su corazón se oprimía al escucharlo, y sin vacilar le regala el abrazo que le pidió.
En el cuarto; Vanesa abre los ojos y mira hacia el lado donde debería estar su hija, y al no encontrarla se levanta y sale corriendo para ir a buscarla... Dany alcanza a verla e inmediatamente va tras ella.
En el establo; David acomodaba la paja... Al terminar su trabajo va hacia una llave para lavarse la cara, pero el grito de los peones lo hacen mirar hacia donde provenían y ve que le daban el paso a un coche.
El vehículo se estaciona a unos metros de la casa, y de él bajan Hugo y Ricardo, (éste último corre adentro sin saludar a nadie)... David observa a su más odiado enemigo y movido por la ira empieza a caminar hacia él, pero un lapso de cordura lo invade y con sigilo huye del lugar.
En la terraza; Vanesa se dirigía al barandal que da a la entrada, pero Dany logra detenerla antes de que se acerque... Ricardo también llega a la terraza y las ve sentándose en la salita. Sin embargo Vanesa no lo vio, porque le daba la espalda y como él venía agitado por subir corriendo, se quedó a una distancia prudente para recuperar el aliento.
Dany: (nerviosa), ¡No vuelvas a hacer eso!, tu bebé está sintiendo todo y eso lo está afectando... Vanesa, ¿acaso no quieres a tu hijo?
Vanesa: ¡Por supuesto que lo quiero!... cuando Ricardo nos llevo a Cancún, pasamos unas noches maravillosas y divertidas, (sonríe), recuerdo que pidió dos cuartos comunicados, y en la noche se dedicaba a aburrir a Valeria con cuentos tontos para que se quedara dormida... Luego de cerciorarnos de que no se despertaría, aprovechábamos y nos amábamos, (acaricia su vientre), fue en una de esas noches, que concebimos a Ricardito.
Dany: ¿Y entonces por qué le haces esto?... Vanesa, si continúas actuando así, tu hijo se pondrá mal.
Vanesa: ¡Su papá no quiere a su mamá!... a veces pienso que lo mejor es que desaparezcamos de la vida de Ricardo para dejar que él sea feliz.
Dany: ¡No digas tonterías!... ¡Ricardo te quiere mucho!, pero ahora no lo ves porque estás pasando por una depresión.
Vanesa: (alterada), ¡No!... ¡él no me quiere, y sé que no me querrá nunca!, (comienza a llorar), desde el día que me convertí en su mujer supe que no amaba.
Dany: (¿?), ¿Cómo qué desde que te convertiste en su mujer?
Vanesa: Ricardo no es un hombre que exprese sus sentimientos con palabras, pero en la intimidad es diferente... Su trato es tan hermoso que terminé por enamorarme como una tonta... Una mujer tan ligera de cascos como yo lo era, no podía pedir respeto a ninguno de sus amantes y tampoco iba a exigírselo a Ricardo. Sin embargo aquella vez, él no sólo me respetó, sino que también me dio amor, ternura y pasión... Estaba tan feliz que no pude evitar que saliera de mi boca la palabra "Te amo"... (Lleva sus manos a la cabeza), Esa palabra nunca debí decirla porque no fue bien recibida... La hermosa noche se echó a perder después de que él la escuchara... Repentinamente dejó de besarme y se acostó a un lado de la cama dándome la espalda... Jamás le he preguntado la razón por la que reaccionó de esa manera, ni pienso hacerlo por miedo a lo que pueda decirme... Desde ese día, al hacer el amor, muerdo con fuerza mis labios para que de mi boca no salga esa palabra que termina con lo hermoso de nuestra entrega, (Dany sostiene su mano), ¡pero a veces no puedo ocultar lo que siento y se la digo!
Las lágrimas de Vanesa se intensifican y Dany la abraza para confortarla.
Vanesa: ¡Quisiera estar muerta para que éste dolor desaparezca!
Dany no sabe qué decirle, así que la abraza más fuerte, esperando que con eso se vaya calmando... Ricardo se había quedado inmóvil después de escucharla, pero se obliga a recuperarse de la impresión, pues Vanesa lo necesitaba, y poco a poco comienza a acercarse... A unos pasos pronuncia su nombre y ella se aleja de Dany, (el miedo a qué la voz fuera producto de su imaginación, la hacen no querer voltear)... Dany alza la vista y lo ve atrás de Vanesa.
Ricardo: ¡Vane!, ¡mi bella dama!... ¿acaso ya me olvidaste porque me fui mucho tiempo?
Vanesa: (aumenta su llanto), ¡Nunca podría olvidarte!... ¡ni siquiera muerta lo haría!
Dany se retira del lugar y Ricardo camina hasta quedar frente a Vanesa... Ella aún no podía creer que él estuviera ahí, pero al verlo con su gran sonrisa, se pone de pie y lo abraza mientras seguían cayendo sus lágrimas, (que ésta vez, eran de felicidad).
Vanesa: ¡No sabes cuánto le pedí a Dios que regresaras con bien!
Ricardo: ¡Y tú no te imaginas cuánto deseaba estar contigo!
Vanesa: ¿En verdad querías estar conmigo?
Ricardo: ¡Sí!... era en lo único en qué pensaba cada que despertaba y no te encontraba junto a mí.
Vanesa: Entonces ¿por qué dejaste de llamarme?
Ricardo: Porque había mucho trabajo y cuando terminaba ya era de noche y desvelarte no es bueno para nuestro hijo.
Vanesa: Valeria, Ricardito y yo, necesitábamos oír tu voz para estar bien.
Ricardo: ¡Lo siento Vane!... tienes como padre de tus hijos, a un bufón que no ha sabido tratarte como te mereces.
Vanesa: ¡Eso no es cierto!, contigo he conocido lo que es la verdadera felicidad y no cambiaría nada de ti, porque eres lo más bonito que Dios envió para demostrarme que ha perdonado todo lo malo que hice en el pasado.
Ricardo: ¡Tú también eres lo más bonito que tengo!, (le limpia sus lágrimas), pero ya no hablemos de cosas que te hacen llorar y mejor te llevo a que descanses... ¿Valeria está en el cuarto?
Vanesa recuerda el motivo por el que salió y alterada se suelta del abrazo.
Vanesa: ¡Soy una madre terrible!, se supone que salí a buscar a Valeria, pero terminé viniendo aquí porque escuché el ruido del motor de un auto y mi corazón supo que eras tú.
Ricardo: ¡Cálmate Vane!, seguramente está con María o con su prima.
Vanesa: ¿Pero y sí no?
Ricardo: Primero te llevo al cuarto y después voy a buscarla, ¿estás de acuerdo?
Vanesa: ¡Quiero ir contigo!
Ricardo: ¡No mi bella dama!, usted debe descansar y no aceptaré una negativa de su parte.
Vanesa: (le sonríe), ¡Está bien!, haré lo que tú me pidas.
Ricardo le devuelve la sonrisa y sujetándola del brazo la lleva a su cuarto... Ahí la acuesta en la cama y la cubre con las cobijas para luego ir a la habitación de María, pero al no encontrarla, va a la recámara de Mary, (toca y María le da el paso)... Al verlo entrar, la pequeña Valeria corre a los brazos de su papá, (él la carga y la besa).
María: ¡Hasta qué regresaste muchacho!, no te imaginas todo lo que tu ausencia ha provocado en la pobre de Vanesa.
Ricardo: ¡Ya pude verlo María!... Vane está demasiado delgada, pálida también y tiene ojeras.
María: Al siguiente día de que te fuiste, dejó de comer como es debido, y las cosas empeoraron cuando ya no la llamabas.
Ricardo baja a su hija y le pide que continúe jugando con su prima.
Ricardo: ¡Soy un estúpido!... ¡jamás debí irme a Inglaterra!
María: No te eches toda la culpa... Vanesa sabía que era trabajo, aunque nadie se imaginó que el mantenerse alejada de ti, la haría entrar en una fuerte depresión... El ginecólogo dijo que era común en las mujeres embarazadas, que repentinamente se quedan sin el apoyo moral de su pareja.
Ricardo: ¿Y recomendó algo para que se le quite la depresión?
María: ¡Sí!... según él hay que llevarla con un psiquiatra para que le recete tranquilizantes, pero yo soy de la idea de que teniéndote con ella, va a recuperarse sin la necesidad de tomar medicamentos... Aunque una visita al psiquiatra no está de más.
Ricardo: No conozco a ningún psiquiatra, y menos mexicano.
María: Podemos pedirle asesoría al doctor Mendoza... Él ha atendido a mi hija desde que entró en la cárcel y de acuerdo a Paula, la está ayudando mucho.
Ricardo: ¡Muy bien!, mañana mismo voy por ese doctor.
María: Yo te acompaño para presentarte con él.
Ricardo: ¡Gracias!... María, debo regresar con Vane, pero antes necesito pedirle un favor, y éste es que cuide de Valeria ésta noche... ¡Claro!, si no es demasiado abuso.
María: Pierde cuidado muchacho, ¡yo la cuido!... Vanesa tiene un mes esperando estar contigo y sería benéfico que le dieras a saber que la quieres.
Ricardo: ¡Lo haré María!, (abre la puerta), ¡hasta mañana!
María se pone a jugar con las niñas y Ricardo vuelve con Vanesa... Al entrar la ve sentada sobre la cama.
Ricardo: ¡Recuerdo que te dejé acostada!
Vanesa: ¡Perdóname!, pero como estabas tardando, iba a ir a buscarte.
Ricardo va con ella y la acuesta de nuevo... Enseguida saca de un cajón su pantalón de dormir y comienza a cambiarse de ropa, (sólo se pone el pantalón pues no usaba camisa al dormir). Cuando termina se acuesta también... Vanesa espera a que se acomode y lo abraza recargando su cabeza en su pecho.
Vanesa: Después de mucho tiempo, por fin vuelvo a sentir tu calor.
Ricardo: ¡Y es un gran calor! porque en Inglaterra comía como pelón de hospicio y subí de peso, así que tengo bastante grasa corporal para dar calor a medio mundo.
Vanesa: (se ríe), ¡Qué mal intento de chiste!, pero debo admitir que me sacaste una risa que no había tenido en varios días... aunque la última parte no me gusto, porque no quiero que le des tu calor a nadie que no sean nuestros hijos y yo.
Ricardo: ¡Bueno!, si tú lo ordenas, yo obedezco.
Vanesa: ¡Eso espero!
Los dos se quedan callados y un agradable silencio cubre la habitación... Vanesa empieza a delinear con su dedo la marca del pecho de Ricardo y lentamente lo va bajando... Él siente que su cuerpo reacciona a la agradable sensación que ella le provocaba, pero como Vanesa ya tenía siete meses de embarazo y su hijo estaba en una situación de riesgo, se mentaliza para controlar sus emociones, y retira su mano con toda la delicadeza que puede... Ella piensa que la rechazó, sin embargo el vivir creyendo que él no la ama, le permite soportar aquél dolor y por eso no intenta alejarse... Él deseaba decirle muchas cosas hermosas, pero el cansancio del viaje estaba ganándole la batalla y sin poder evitarlo se queda dormido... Vanesa no podía dormir debido a la felicidad de tenerlo nuevamente con ella y al verlo dormido busca en su mano el regalo que le mandó en la carta, pero tristemente ve que no lo llevaba puesto y se retira de su lado para cubrir con la almohada el llanto que se hizo inevitable al saber que nunca la aceptaría como su esposa.
París - Le Pont des Arts - Puente de las Artes:
Un coche Mathis Emy 4S color plata, se detiene a unos metros del puente del río Sena... Rogelio desciende y caballerosamente ayuda a su esposa a bajar... Los dos comienzan a caminar con sus brazos entrelazados, y en su andar observan incontables candados sujetos a una reja que se extiende a lo largo de todo el puente... Al otro lado se aprecia la magnífica construcción del Colegio de las Cuatro Naciones y debido a su esplendorosa arquitectura, Paula creyó que ese era el lugar al que Rogelio la conducía, pero él se detiene en medio del puente y la guía hasta acercarse completamente a la reja... Paula aspira el aire fresco de la noche y mira el hermoso cielo cubierto de estrellas que parecía iluminarlos sólo a ellos.
AP: ¡Es realmente precioso este lugar!... La luz de las estrellas se refleja en el agua y me deslumbra.
R: ¡Me alegra que te guste!, pero apenas estoy comenzando señora Montero.
AP: (besa la mejilla de su esposo), ¡Rogelio!, para mí es más que suficiente estar contigo y disfrutar de la belleza de éste lugar.
R: (ve su reloj), ¡Sólo falta un minuto!
AP: (¿?), ¿Qué pasara en un minuto?
Rogelio mantenía su vista en su reloj, esperando el momento indicado... Paula lo miraba intrigada, pero por más que le preguntaba, él permanecía en silencio... Repentinamente comienza a escucharse el repicar de las campanas de una iglesia, que anunciaban la media noche y con ella el inicio de un nuevo día... Al mismo tiempo que éstas sonaban, el cielo se iluminaba con fuegos artificiales... Paula no cabía de la emoción y se abrazó más a su esposo... Él saca de su abrigo un candado de oro y se lo entrega a su esposa... Paula se extraña por el pequeño objeto que colocó en su mano, pero al leer lo que traía escrito, su emoción crece aún más.
"Feliz aniversario... En éste día y en éste lugar, juro que nuestro amor será eterno y que nada en el mundo podrá destruirlo... ¡Te amo Ana Paula Carmona de Montero!... ¡y te amaré siempre!".
R: Hay una tradición que consta en que las parejas coloquen aquí un candado con sus nombres y alguna frase. Después tiran la llave al río como símbolo de que su amor será eterno, (alza su rostro para que lo mire a los ojos), ¡así cómo es mi amor por ti!
Los ojos de Paula se cubren de lágrimas y Rogelio se las limpia rápidamente.
R: ¡No más lágrimas Paula!... ya no quiero ver en tu rostro, ningún halo de dolor.
AP: ¡Contigo a mi lado, jamás podría sentir dolor!... tú eres el motivo de mi sonrisa, de mis anhelos, y de mi esperanza... Cada lágrima que derramo ahora, es por la inmensa felicidad que me brindas.
R: ¡Gracias Paula!
AP: ¡No hay nada qué agradecer!, (señala el candado), ¿me permites escribir algo?
Rogelio asiente y le da un marcador que llevaba dentro de la bolsa del pantalón... Paula no piensa demasiado lo que deseaba escribir y cuando termina, se lo muestra a su esposo.
¡Te juro aquí y ahora que mi amor por ti también será eterno! y que por sobre la maldad que quiera separarnos y mis propios errores, siempre lucharé por ti hasta el fin de nuestras vidas... ¡Te amo Rogelio Montero Baez!... ¡te amo con el alma!
Rogelio no podía pronunciar ninguna palabra... Paula lo abraza y ambos lloran y se besan con ternura... El viento soplaba con fuerza, pero ni el frío que empezaba a sentirse, podía aminorar el fuego que ardía en su interior, aunque aún faltaba sellar su promesa y con resistencia se separan.
Rogelio besa las manos de su esposa y después juntos ponen el candado en la reja... Antes de tirar la llave, depositan en ella un beso... Finalmente Rogelio la avienta con todas sus fuerzas y la llave se hunde rápidamente... Los esposos se abrazan para trasmitirse nuevamente, el calor que libera todo el amor y el deseo que sienten el uno por el otro.
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