CAPÍTULO 52
Londres - Mansión de los Sanders:
Jennifer esperaba a Edward en su recámara... Al llegar a la mansión, él le pidió a Mateo que lo acompañara al despacho, (pero de eso ya habían pasado casi dos horas y ninguno salía).
Magda va a la recámara y toca la puerta... Jennifer le da el paso y la señora se acerca hasta quedar a unos pasos de la cama donde se encontraba sentada.
Jennifer: ¿Aún no salen?
Magda: No señora... Cuando el joven habla con Mateo, suelen tardarse entre tres y cuatro horas.
Jennifer: (alterada), ¡Sabía que no me contaría la verdad!
Magda: Señora, esa verdad que quiere saber, ¿qué tanto tiene qué ver con mi hijo?
Jennifer: ¡Tiene que ver en todo Magda!... Su hijo fue mi...
Edward entra a la recámara y le pide a Magda que vaya con Mateo. La señora sale y de inmediato Jennifer se levanta para sujetar el brazo de su prometido y lo lleva a sentarse en uno de los sillones de la salita.
Jennifer: ¿Ya terminaste de planear tu nueva mentira?
Edward: (¿?), ¿Es lo que piensas que estaba haciendo?
Jennifer: ¿Qué más pudiste estar haciendo en dos horas?... ¡Tú prometiste contarme toda la verdad, pero en cuanto llegamos te encerraste con Mateo en el despacho!
Edward: Antes de comenzar con lo mío, te voy a pedir que no le cuentes a Magda que fuiste la esposa de su hijo... Para ella, James es el mejor de los hombres y está muy orgullosa de él.
Jennifer: ¡Ese hombre es un asesino! ¿y aún así quieres tenerlos engañados?
Edward: Mateo está enterado de una parte de las cosas que hizo... Le conté que te casaste con James porque yo intervine, y también sabe del maltrato que sufriste a su lado... Lo único que no me atreví a decirle, es lo de mi ojo y la muerte del padre de Ricardo... Si Mateo se entera, irá a buscarlo para enfrentarlo, pero su búsqueda será inútil porque James se la vive huyendo de sus crímenes... (Agacha la cabeza), ¡Discúlpame!... Hacer todas esas confesiones me tomó mucho tiempo.
Jennifer: (apenada), ¡Perdóname mi amor!, pensé que... bueno, ¡no puedes culparme por desconfiar!... con tantos secretos, pensé que estabas planeando mentirme de nuevo.
Edward: ¡No son secretos!, pero algunas cosas que voy a decirte, no son fáciles de contar... (Se quita los lentes), Cuando mi padre me lo dijo, sentí vergüenza de mi familia.
Jennifer: Si quieres puedes omitir lo de tu familia y sólo me cuentas lo de ese hombre.
Edward: Es necesario que sepas todo para que comprendas el por qué siempre ayudé a James, hasta el punto de aceptar que se convirtiera en tu esposo.
Jennifer: ¡Está bien!... ¡Cuéntame!
Edward: (Se toma unos segundos), Antes del matrimonio de mis padres, mi madre tuvo una relación con mi tío Ron Bennett, y aunque ella siempre juró que no sabía que eran primos, mi padre se enteró que eso no era verdad... De ese idilio se dio un embarazo del cual mi tío no se hizo responsable, y mis abuelos obligaron a mi madre a abortar para que pudiera casarse con su prometido... Hasta aquí puedes pensar que esto nada tiene que ver con James y mi familia, pero esa parte del pasado de mi madre, es la causa principal de su llegada a nuestras vidas.
Jennifer: ¡Mi amor, ella en verdad amaba a tu papá!
Edward: Si lo amó o no, ya no importa.
Jennifer: Pero Edward...
Edward: (la ignora), Un año después de la boda de mis padres, mi tío se enredó con su sirvienta y como tampoco le respondió, la mujer llegó a la mansión buscando a mi madre para pedirle que la ayudara, porque estaba a punto de dar a luz... Desafortunadamente las cosas se complicaron y después del parto murió de fiebre puerperal... En ese tiempo mi madre ya había sufrido la pérdida de un bebé y los médicos le recomendaron no volver a embarazarse porque corría el riesgo de abortar de nuevo, sin embargo mi madre hizo hasta lo imposible para convencer a mi padre de intentarlo por última vez y él acepto aunque ya había solicitado la adopción del otro bebé, (sonríe irónico), después de todo, parecía llevar sangre de los Sanders... Finalmente mi madre pudo tenerme sin ningún problema y fue entonces que Magda y Mateo se ofrecieron a ser los padres de James... Mi padre quiso hacerse cargo de la manutención del bebé, pero Mateo siempre ha sido orgulloso y se negó... Cuando James cumplió trece años, lo obligó a servir a la familia como caballerango y así vivió hasta que mis padres murieron y nos fuimos a Estados Unidos.
Edward guarda silencio un momento y Jennifer toma sus manos.
Edward: A pesar de los errores de los adultos, nosotros tuvimos una buena infancia y de no ser porque mi padre me contó la verdad, yo nunca hubiera pensado que tenía la obligación de darle dinero sin pedirle que trabajara para obtenerlo... Ahora comprendo que es culpa mía que se volviera ambicioso, pero en ese tiempo lo apreciaba como al mejor amigo que jamás había tenido, hasta que conocimos a Ricardo y fue a partir de ese momento que James comenzó a cambiar.
Jennifer: ¿Ese hombre está enterado de todo lo que me contaste?
Edward: No... y tampoco lo sabe Ricardo... Ahora eres la única persona aparte de Magda y Mateo que conoce este secreto.
Jennifer repasa cada una de las palabras dichas por Edward y cuando las analiza mejor, se levanta sobresaltada.
Jennifer: ¡Entonces yo me que me casé con tu primo!
Edward: No sé si es mi primo... Mi tío nunca quiso reconocerlo y así menos pudimos comprobarlo.
Jennifer: ¡Con razón hablaba igual que tú, y su manera de tratarme era idéntica!, (alterada), nunca quise aceptar que me estaba casando con él porque de esa forma estaría cumpliendo el sueño de tenerte a mi lado y por idiota terminé viviendo una pesadilla.
Edward: (se le acerca y la sostiene de sus brazos), ¡Tranquilízate!, esto que te dije no era para alterarte.
Jennifer: (alza la voz), ¡Ese hombre es un demonio!, y estoy segura de que no es un Sanders porque no tiene sentimientos.
Edward: (¿?), ¡Hay algo que no entiendo!... ¿Por qué nunca lo llamas por su nombre?
Jennifer: Porque... (nerviosa), porque creo que le temo... Seis meses fueron suficientes para que me dejara traumas que no puedo superar.
Edward: (la abraza), ¡Lo siento!... No sé que tanto daño te hizo, pero no voy a descansar hasta lograr que lo olvides por completo y recuperes la confianza que te quitó.
Jennifer: Únicamente quiero que estés conmigo para siempre, y que me des tu confianza porque también tú necesitas sentir que no estás solo.
Edward: ¡Confío en ti Jennifer!, y si no te dije nada antes, fue debido a que ni yo pude asimilar lo que me confesara mi padre unas semanas antes de morir, (suspira), Supongo que deseaba liberarse del peso de sus propios pecados.
Jennifer: ¿De qué pecados hablas?
Edward: Insistir en casarse con la mujer de su primo... Años después se arrepintió de su decisión y me dijo que buscara a una mujer con la suficiente madurez para diferenciar el amor de la ilusión... Debido a esa última recomendación, me volví prejuicioso y me negué a amar a una muchacha que era demasiado joven para mí.
Jennifer: Aquél hombre es más grande que tú, y sin embargo no te opusiste a que se casara conmigo.
Edward: Ya tenías veintitrés años, y cada vez que James iba a verte, regresaba muy contento porque decía que estabas entusiasmada con su noviazgo... Para salir de dudas, le pedí a Ricardo que lo comprobara y me confirmó tu alegría al estar con él... Eso me dolió, pero lo apoyé como amigo y a ti te apoyé como el hombre que deseaba que fueras feliz.
Jennifer: ¡Ricardo no vio bien!... Él debió notar el esfuerzo que hacía, para sonreírle a un hombre al que únicamente soportaba por la similitud que tenía contigo, (aproxima su rostro al de él), ¿Te das cuenta ahora, de lo mucho que te he amado?
Edward: ¡Sí!, porque yo también te he amado de la misma manera.
Ambos se dan un beso largo y dulce. Al separarse Jennifer lo guía hasta la cama y hace que recueste su cabeza sobre sus piernas, (ella se recarga en la cabecera). Aunque deseaba estar con él de otra manera, entendía que no era el momento adecuado, pues Edward necesitaba olvidar lo que minutos antes le obligara a recordar, (y ella necesitaba asimilarlo)... Él cierra los ojos y se queda dormido al instante debido a las relajantes caricias de su prometida, al cansancio y a la presión ocular.
Jennifer: (voz baja), ¡Qué cruel es el destino!... Mi suegra y yo fuimos mujeres de los primos de nuestro verdadero amor... Pero si tu padre y tú eran iguales en sus sentimientos, podría jurar que a él no le importaba ese error, y tal vez lo que pasó es que lo engañaron de la misma manera que hicieron contigo, (se agacha y besa su frente), ¡Ojalá que un día te des cuenta de que tengo razón y te reconcilies con tu madre!
Lentamente los ojos de Jennifer se van cerrando hasta que se queda completamente dormida. Edward gira un poco, y posa una mano en el vientre de su prometida. Ella siente el peso e instintivamente coloca su mano sobre la de él.
Hacienda del Fuerte - 3:00 am:
Alejandro llegó a la hacienda casi de milagro... Después de haber dejado a Cynthia en Tuxtla, fue por su coche a San Cristóbal y manejó por algunas horas hacia San Gabriel, pero tuvo que regresarse al camino porque se le olvidó comprar las flores para Dany, (kilómetros atrás vio una pareja cargando unas que seguramente venderían en el siguiente pueblo). Contento por haber obtenido el regalo que le recomendó Margarito, se apresuró a ir a la casa de su esposa, y estuvo tocando por un largo tiempo sin obtener respuesta. Luego se dirigió a la clínica en donde le informaron que la vieron irse con el doctor Ernesto y entonces se fue a la casa de su amigo. Sin embargo la empleada de servicio le dijo que todos estaban en la hacienda del fuerte... Esa enorme travesía lo cansó más de lo que pensaba y en dos ocasiones cerró los ojos mientras conducía y estuvo a punto de estrellar su coche en los árboles, (pero afortunadamente llegó entero, aunque muy exhausto).
Los peones de guardia le abrieron el portón, y con unas llaves que le diera Rogelio, pudo entrar a la casa... el primer lugar en el que buscó a su esposa, fue la recámara de visitas que tenía asignada, pero al no encontrarla, se encaminó a la del matrimonio Montero. Al entrar ve a Dany acostada en la cama, (despierta y mirando el techo).
Alejandro cierra la puerta y al hacerlo ésta hace ruido. Dany se incorpora y lo ve acercándose a ella con un enorme ramo de rosas. Él deja el ramo en la mesita de centro y retoma su camino a la cama, (aunque se desvió un poco para ver a los gemelos profundamente dormidos).
Alejando: (se sienta a un lado), ¡Ésta noche estás bellísima!
Dany: (seria), ¡Las clásicas palabras que usa un hombre cuando viene de hacer algo malo!
Alejandro: (¿?), ¿Qué?
Dany: (se recuesta dándole la espalda), ¡Olvídalo!... Es muy tarde y me imagino que vienes cansado, así que acuéstate ya.
Alejandro: ¡Para ti nunca estoy cansado!
Danny no le responde y hace como si ya se hubiera quedado dormida. Alejandro se pone de pie y va darse un baño rápido. Minutos después, Dany se levanta para ir a ver el ramo de rosas.
Dany: (toma una rosa), ¡Me odio cuando me comporto de ésta manera!, ¡pero tú tienes la culpa!
Alejandro sale cubierto únicamente con su toalla y se queda de pie en el marco de la puerta escuchando a su esposa.
Dany: Nunca debí casarme con un hombre que está mucho más arriba de mi nivel, y para mala suerte... ¡demasiado atractivo!
Alejandro: ¿Eso qué tiene de malo?
Dany: (voltea asustada y suelta la rosa), ¡Te bañaste muy rápido!
Alejandro: El baño era para quitarme el sudor, (sonríe), no quería que salieras huyendo en cuanto me acostara a tu lado.
Dany: Pues no era necesario, (desvía la mirada), tú siempre hueles muy bien.
Alejandro se acerca a su esposa y trata de abrazarla, pero Dany se escabulle y se mete nuevamente en la cama. Él la sigue y se acuesta de frente hacia a ella, (antes se quitó la toalla). Dany se pone nerviosa e intenta girase pero Alejandro le sujeta las manos.
Alejandro: ¿Me vas a decir qué tiene de malo que sea atractivo?
Dany: ¡Yo no dije nada de eso!
Alejandro: (la acerca más a él), ¡Sí lo dijiste!, y es bueno saber que la mujer que nos tiene tan enamorados, nos considere "demasiado atractivo".
Dany: ¡Te estás descarando mucho!, y no creo que sea por la influencia de Rogelio.
Alejandro: ¡Es una mala compañía!, y yo creo que sí es por su culpa.
Dany: ¡Al menos él piensa en Ana Paula!... ¿acaso tú puedes decir lo mismo?
Alejandro: ¡Yo no pienso en ella, sino en ti!
Dany: (molesta), ¡Ahora hasta te burlas!... Me imagino que el haber obtenido lo que querías de mí, me hizo menos importante.
Alejandro: ¡Eso nunca Dany!, (acaricia su rostro), desde que nos hicimos uno, te volviste aún más valiosa para mí. Es tan grande lo que significas en mi vida, que soy yo el que tiene miedo de no ser suficiente para ti.
Dany: (conmovida), ¿De... ¿de verdad es lo que sientes?
Alejandro: ¡Te juro que sí!... ¡perdóname por hacerte pensar lo contrario!, pero tengo un motivo muy poderoso para alejarme, cuando lo que más deseo es quedarme contigo.
Dany: ¿Y cuál es ese motivo tan poderoso, que hace que me dejes sola estando recién casados?
Alejandro: Aún no es el momento de decírtelo, pero en cuanto Rogelio y Ana Paula regresen, te prometo contártelo a ti antes que a ellos.
Dany: (angustiada), ¡Al menos dime que no es nada peligroso!
Alejandro: (se aleja), ¡No lo es!
Dany: ¡Mírame a los ojos y repite lo que dijiste!
Alejandro: ...
Dany: (intenta hacer que la vea), ¡Dime que no estás haciendo nada peligroso!
Alejandro: (la mira), ¡No estoy haciendo nada peligroso!
Dany: ¡Me estás mintiendo!, y eso sí se lo aprendiste a Rogelio.
Alejandro: (voltea y la abraza), ¡Olvidémonos de todo ésta noche!... ¡ahora sólo quiero que nos demostremos el gran amor que nos tenemos!
Dany: ¿Sí recuerdas que estamos en la cama donde duermen Rogelio y Ana Paula?
Alejandro: ¡Pues que cambien las sábanas!... En éste momento en lo único que puedo pensar es en hacerte feliz.
Dany: ¡Júrame que no estás exponiéndote a cosas peligrosas!
Alejandro la besa con mucha pasión, logrando con eso que Dany deje de insistir en su pregunta, y permite que su esposo la conduzca hacia el paraíso al que siempre la lleva cuando hacen el amor.
Londres - Segunda residencia de los Sanders:
El matrimonio Montero no había tenido buena noche, (lograron dormirse a las cinco de la mañana). Rogelio es el primero en despertar y ve que pasaban de las diez de la mañana. Al mirar a su esposa, nota que ya no tiene el semblante de miedo de la noche anterior y eso lo tranquiliza... Despacio se levanta pero antes de que pueda alejarse de la cama, Paula despierta.
AP: ¿A qué horas son?
R: Pasa de las diez de la mañana.
Paula se incorpora y Rogelio se acomoda junto a ella. Ambos permanecen en silencio algunos minutos, hasta que Paula se recarga en el hombro de su esposo.
AP: ¿Ya estás mejor?
R: ¡Nunca estuve mal!, pero soy tan idiota que fingí estarlo para que me consistieras... ¡Discúlpame Paula!, te hice pasar por una angustia innecesaria.
Paula empieza a acariciar su brazo y poco a poco dirige su mano por su pecho, abdomen y piernas.
AP: Sabes bien que no necesitas hacer esas cosas para que te consienta... Sólo tienes que pedirlo y yo encantada de mimarte.
R: (¿?), ¿No estás molesta por mis tonterías?
AP: ¿Crees que podría molestarme contigo?
R: (dudoso), Pues por tu tono, siento que estás furiosa.
Paula le da un beso en el cuello haciendo que él se estremezca. Las caricias y los besos van aumentando, pero repentinamente Paula se levanta de la cama; saca su toalla e ingresa al baño, dejando a Rogelio nuevamente conteniendo sus ansias de amarla. Sin embargo él no iba a quedarse conforme y se apresura a seguir a su mujer, sin embargo la puerta tenía puesto el seguro.
R: ¿Qué pasó Paula?... ¿acaso hice o dije algo malo?
AP: (enojada), ¿Y todavía lo preguntas?... Ayer estaba muy asustada y no medité las cosas que hiciste, pero después de pensarlo, no mereces ninguna consideración, y por lo menos hoy ni pienses que te permitiré darme siquiera un beso.
R: ¡Pero te pedí perdón!... además sí me dieron muy fuerte y al menos en ese momento sí me dolían los golpes.
Paula entreabre la puerta y lo mira de arriba a abajo.
AP: ¡Qué bueno que ya te encuentras mejor!... ahora debes ir a agradecerle a mi cuñado que te salvara de una verdadera golpiza, y después de eso, busca en qué entretenerte porque no pienso estar contigo por lo que resta del día, (vuelve a cerrar la puerta).
R: ¡Pero Paula...
AP: (vuelve abrir), ¡Ah!, también debes ir a comprar los boletos de avión y cuando sepas a qué hora nos vamos, me llamas para estar lista, (cierra la puerta).
R: ¿Los boletos?, (hace un repaso mental), Paula, no vamos a regresar a México el día de hoy, sino hasta el Lunes.
Paula sale del baño y lo mira confundida.
AP: ¿Por qué no vamos a regresar hoy?... La convención ya terminó.
R: Edward quiere que lo acompañemos a Francia... Va a ir a ver a la familia de Jennifer, y tiene miedo de que lo golpeen entre todos.
AP: ¡No podemos ir!... Con lo que pasó ayer se me olvidó decirte que es urgente que regresemos a México.
R: (¿?), ¿Y eso por qué?
AP: Lo diré cuando Ricardo presente... ¿le puedes pedir que venga?
R: ¡Ah caramba!... Lo dices como si se tratara de algo grave.
AP: Es grave y tiene que ver con mi hermana.
R: (¿?), ¿Qué le pasa a Vanesa?
AP: ¡Ve por Ricardo!... cuando esté aquí le informo a los dos.
R: ¡Ta bueno!, voy por él, (la mira seductor), ¿pero me dejas bañarme contigo?
AP: (cierra la puerta), Hay otros baños en las demás habitaciones.
R: ¡No seas así Paula!... ¡Paula!
El ruido del agua cayendo le hace entender que su esposa ya no lo estaba escuchando, y resignado se baña en otra de las habitaciones. Cuando está listo sale de la residencia rumbo al hotel.
Londres - Hotel:
Ricardo y Hugo desayunaron temprano y estaban metiendo unas cajas al coche porque irían al Centro de Convenciones a recoger las cosas que usaron en el set. Rogelio llega y se sienta en un escalón de la entrada a esperar a que terminen. Ricardo le encarga a Hugo que siga metiendo lo que falta y se va a sentar junto a él.
Ricardo: ¡Qué mal te ves!... Esos delincuentes te desfiguraron la cara.
R: Y parece que a ti también, ¿o siempre has sido así?
Ricardo: (se ríe), ¡Escucha hermanito!, tal vez no tengo tus músculos, pero me siento orgulloso de mi rostro... ¡Al menos en lo guapo no puedes ganarme!
R: ¡Pues que equivocado andas!... tengo muchas admiradoras que pueden decirte lo contrario.
Después de esas palabras Ricardo vuelve a adquirir el semblante serio de días atrás.
Ricardo: Eso lo sé bien... Vanesa siempre decía que eres el hombre más atractivo del mundo.
R: ¡Sí pero ahora ni me mira!... Con decirte que intenté ayudarla a buscar casa como me lo pediste y me salió con que esperaría a que regresaras.
Ricardo: Debe ser incómodo para ella ir contigo cuando eres el esposo de su hermana.
R: Yo dudo que sea eso... Vanesa se la pasaba muy triste desde que te viniste a Inglaterra.
Ricardo: (se pone de pie), ¡Disculpa Rogelio!, pero tenemos que dejar limpio el set que rentamos y después hay que preparar al ganado que nos sobró para embarcarlo antes de las cinco.
R: Respecto al ganado, yo me iré en el barco y tú te vas con Paula y Hugo en el avión.
Ricardo: Prefiero irme en el barco, además tú eres el empresario y en la hacienda se requiere tu presencia.
R: Sí pero te vas a tardar en llegar y tu mujer te es...
Ricardo: Te agradezco la preocupación que tienes por Vanesa, pero ella estará mejor en cuantos ustedes regresen.
R: No lo creo Ricardo, y es por eso que vine a buscarte... Paula tiene algo que informarte sobre Vanesa.
Ricardo: (preocupado), ¿Le pasa algo a Vanesa?
R: No lo sé, pero si me acompañas ambos podremos saberlo, porque Paula no quiso decirme nada a mí.
Ricardo: Entonces vamos con ella.
R: (se levanta), A pesar de la situación que puede estar padeciendo tu mujer, me da gusto ver que sí te importa.
Ricardo: Nunca te podrás imaginar cuanto me importa Rogelio, pero en mis manos no está su felicidad y lo único que me queda por hacer, es cuidarla.
R: (¿?), Puedes hacer mucho más Ricardo y tú sabes bien a lo que me refiero.
Ricardo: Si fueras libre, yo sería el primero en ayudarla.
R: (¿?), ¿A qué te refieres?
Ricardo: A nada que tenga arreglo, (da la vuelta), voy a darle unas indicaciones a Hugo... ¡espérame en el coche!
Rogelio se quedó estático pues finalmente comenzaba a entender el comportamiento de su concuño. Ricardo termina de hablar con Hugo y sube al coche del lado del copiloto, pero al ver que Rogelio no iba, presiona el claxon hasta que él voltea y sube también. Sin embargo todo el camino a la residencia permanecieron serios y pensativos.
Hacienda del Fuerte:
Alejandro despierta antes que su esposa... En la madrugada adquirió una energía que sobrepasaba el cansancio de su cuerpo y cumplió su palabra de hacer feliz a su mujer, sin embargo ahora es cuando empezaba a resentir el sobre esfuerzo y ya le dolían todos los músculos. Pero con todo y eso se levanta para bajar al despacho, (Dany y los gemelos estaban profundamente dormidos).
Segundos después de haberse sentado en la silla, el teléfono suena.
Alejandro: (contesta), ¡Sí!
Fabiola: ¡Hola Alejandro!
Alejandro: (exaltado), ¡Eres tú Fabiola!, ¿ya tienes lo que te pedí que investigaras?
Fabiola: ¡Sí!, aunque me la pasé esperando la foto que prometiste enviarme y ésta nunca me llegó.
Alejandro: ¡Lo lamento!, he tenido muchas cosas que hacer, y además es complicado sacarle una foto a ese tipo.
Fabiola: ¡Bueno!, sigue intentándolo... por lo mientras déjame informarte que David Santana Carpio, no existe como tal en Canadá... Sí hay un hombre llamado David Santana, pero es una persona muy vieja y además está recluido en un asilo de ancianos.
Alejandro: ¿Y no encontraste indicios de algún otro David?
Fabiola: ¡Ninguno!... En los registros del probable año en que vino a éste país, no existe un sólo nombre que coincida con el de David Santana.
Alejandro: ¡Me lo suponía!... Mis sospechas de que James y David son el mismo parecen ser ciertas.
Fabiola: Yo insisto en que sería muy estúpido que un delincuente, esté viviendo cerca de quienes podrían descubrirlo.
Alejandro: ¡Pues ya no estoy tan seguro!... Ayer me encontré con el hombre que tiene a la hermana de Rogelio, y me dijo que la persona que mató al doctor Mendoza está buscándola, y eso me confirma que el asunto es en contra de la familia Montero.
Fabiola: ¿En serio?... (Preocupada), ¡Alejandro por favor!, ¡prométeme que no actuarás por tu cuenta!... deja que sea la policía la que se encargue de investigar.
Alejandro: ¡No puedo Fabiola!... involucrar a la policía, sería también condenar a la hermana de Rogelio a la cárcel.
Fabiola: ¡No seas necio!... esa mujer no es mejor que James Clayton... Ambos son asesinos y no merecen consideraciones.
Alejandro: ¡Regresa a México!, voy a necesitarte en el despacho del D. F.
Fabiola: ¡No me cambies el tema!
Alejandro: Tengo cosas que hacer Fabiola, pero te repito que te quiero en el D. F. a más tardar mañana.
Fabiola iba a reclamar de nuevo, pero Alejandro le cuelga... Después de meditar algunos minutos, se levanta y va a la cocina a preparar una charola con comida que le lleva a su esposa, (e incluye los biberones de los gemelos para darles de desayunar).
Londres - Mansión de los Sanders:
Cerca del medio día, Jennifer despierta y de inmediato dirige su mirada hacia Edward, quien aún se encontraba dormido. Ella lo miraba tiernamente y de pronto una idea cruza por su cabeza. Con ternura acaricia su rostro y lo besa para que despierte. Él abre los ojos y le sonríe.
Edward: ¡Buenos días señora Sanders!
Jennifer: ¡Buenos días mi amor!, (ve que el reloj marcaba las doce del día), por lo que veo no soy la única que está durmiendo más de la cuenta.
Edward: Es que estos días han sido de mucho trabajo y supongo que estamos cansados.
Jennifer: ¡Pues ya dormimos bastante!, ahora debemos apurarnos porque quiero que me lleves a un lugar, (lo sujeta de los brazos e intenta levantarlo), ¡pesas mucho!
Edward: (se sienta), ¡Es lógico Licenciada!, mi peso es mayor porque mi altura en comparación de la tuya es demasiada.
Jennifer: (finge enojo), ¡O sea que soy chaparra!
Edward: (la abraza), ¡Sólo un poco bajita!, pero tu belleza es gigantesca... Además tienes un gran corazón porque sigues perdonando mis errores.
Jennifer: ¡Si no fueras un buen hombre jamás te perdonaría!, y siendo justos, me has ocultado las cosas que consideras me pueden lastimar y por eso mereces que ahora sea yo la que haga algo por ti.
Edward: (¿?), ¿De qué hablas?.... ¿acaso hay algo más importante que tu amor y tu perdón?
Jennifer: ¡Vamos a arreglarnos!, y luego de que me lleves a un lugar, responderé tu pregunta.
Jennifer se levanta y aunque la curiosidad de Edward era grande, hace lo que le pidiera su prometida sin preguntar nada... Ambos se bañan juntos y se compensan por no haber podido demostrarse su amor la noche anterior... Después de un muy agradable baño, se secan mutuamente, y cuando él está a punto de ponerse su ropa de siempre, Jennifer deja sobre la cama su antiguo traje de jinete y ella comienza a vestirse de la misma manera.
Edward: (¿?), ¿Por qué quieres que nos vistamos así?
Jennifer: Porque deseo que recordemos aquellos días en los que empezamos a enamorarnos.
Edward: Yo no puedo guiar al caballo, y tú no has cabalgado en años.
Jennifer: ¡Ya lo hice!, aunque no en una distancia larga como la que tengo pensada hacer hoy.
Edward: ¡Aunque quiera, no puedo seguirte!
Jennifer: Iremos en el mismo caballo... yo seré la que guíe como tú alguna vez lo hiciste al estarme entrenando.
Edward: No creo que el traje me quede... Han pasado tantos años que probablemente se encogió.
Jennifer: ¡Deja de buscar pretextos!... El otro día te tomé las medidas y te aseguro que te va a quedar de maravilla.
Edward: (¿?), ¿Y eso cuando fue?
Jennifer: (le sonríe), En realidad todos los días te tomo las medidas con mi mirada, (le muestra sus manos), además me has enseñado bien a grabarme cada parte de tu cuerpo.
Edward: ¡Está bien señora Sanders!, siendo que no puedo llevarle la contra, haré lo que me pide.
Edward se viste y Jennifer se termina de arreglar. Cuando están listos, bajan y Magda les dice que su desayuno está servido. Edward se comió todo lo que les preparó, pero Jennifer apenas y probó la fruta. Su prometido se intriga por su falta de apetito e intenta darle una pieza de melón.
Jennifer: (la rechaza), ¡Gracias!, pero no tengo hambre.
Edward: (¿?), Últimamente comes muy poco y eso no es bueno para tu salud.
Jennifer: Es que estoy a dieta... Como te la pasas llevándome a restaurantes, he subido de peso y si sigo así, no voy a entrar en ningún vestido de novia.
Edward: Pues yo no te noto el peso extra, y aunque lo tuvieras, no me importaría porque antes que la estética, está tu salud.
Jennifer: ¡Sé bien que no le das importancia a la apariencia!, pero en la primera comida del día tengo mucho asco y con nada se me quita, así que mejor nos vamos, y cuando regresemos me como todo lo que quieras.
Edward: ¿Te da asco?... ¿Y por qué tienes ascos?
Jennifer: No lo sé, pero presiento que no me ha caído bien la comida inglesa, (se levanta), ¡vámonos ya o se me va a juntar la comida con la cena!
Jennifer jala a Edward y suben al coche para ir a los establos, (estaban muy alejados de la casa)... Al estar ahí, Jennifer prepara un hermoso caballo blanco pura sangre y le pide a Edward que revise si había puesto bien la montura. Él lo hace y la felicita porque aún recordaba la manera en que se aseguraban las correas. Ella monta primero y le extiende la mano a su prometido. Edward duda un momento, pero finalmente accede a montarlo y sube sin usar la ayuda ofrecida.
Jennifer: (ofendida), ¡No soy una mujer débil!
Edward: (¿?), ¿Lo dices porque no quise sujetarme de tu mano?... ¡discúlpame!, pero lo único que perderé será la vista... (Irónico), ¡Hay que agradecer que por lo menos mi fuerza seguirá intacta!
Jennifer evita voltear porque la manera en que pronunció aquello, tenía un aire de amargura que le estremeció el corazón... Con suavidad le sujeta las manos y lo hace que las pase alrededor de su cintura. Él la abraza y ella hala la rienda para que el caballo empiece a caminar. Por unos minutos solamente lo llevaba a trote, pero poco a poco fue haciendo que el animal aumentara la velocidad hasta que cabalga... Edward se quita los lentes para apreciar el paisaje... El terreno aledaño a los establos era muy parecido al de las praderas y gran parte de su extensión estaba llena de pequeñas flores de campo. En otra parte se podían observar algunas vayas de obstáculos que usara la familia Sanders en sus entrenamientos de equitación... Ver todo eso hace que Edward recuerde cuando era él quien cabalgaba mientras Jennifer sujetaba su cintura y sin poder evitarlo, una lágrima escapa de su ojo, pero de inmediato se recarga en el hombro de su prometida para que ella no se dé cuenta. Sin embargo Jennifer no necesitaba verlo para saber que su idea le estaba provocando mucho dolor al hombre que ama, pues la manera en que la sujetaba y el ligero temblor de su cuerpo se lo hicieron notar... Al llegar a una colina, detiene el caballo y cruza sus brazos para sujetar los de su prometido.
Jennifer: ¡Nunca ocultes tu dolor!... a mí me duele mucho más cuando intentas aparentar que nada te lastima, (solloza), ¡Mi amor!, juntos podemos superar lo que vendrá, pero sí te empeñas en hacerlo solo, tengo miedo de perderte por culpa de la amargura.
En respuesta, Edward aumenta la fuerza del abrazo, y se permite liberar todo lo que estaba guardando... Era doloroso para Jennifer, verlo llorar, pero sabía que necesitaba deshacerse de la amargura que empezaba a formarse en su mente y en su pecho... Ella por su parte acariciaba sus brazos y cuando podía alcanzar su rostro, lo besaba con dulzura... Fueron varios minutos de desahogo para los dos... Al sentirse libre de aquél sentimiento, Edward se tranquiliza y limpia con el dorso de su mano las lágrimas que aún brotaban de los ojos de Jennifer, y la besa en agradecimiento por su apoyo incondicional... Ella también se calma, y él le pide sostener las riendas. Jennifer se las da, y Edward pone a trotar al caballo... Iban lento, pero ahora sí disfrutaban del hermoso paisaje que se presentaba ante ellos.
Londres - Segunda residencia de los Sanders:
Rogelio y Ricardo llegan a la casa y se sientan en la sala. Paula había escuchado el ruido del auto y baja al encuentro de su esposo y su cuñado, (a Ricardo lo saluda con un beso en la mejilla, pero ignoró a Rogelio).
Ricardo: (ansioso), Cuñada, perdonarás mi impaciencia, pero me urge saber qué es lo que le pasa a Vanesa.
AP: Primero quiero que me prometas que tomarás las cosas con mucha calma.
Ricardo: (alterado), ¿Y cómo me pides eso sí la incertidumbre en la que me tienes no me lo permite?
AP: ¡Lo siento!, pero éste tipo de situaciones no se deben tratar aprisa... Lo importante es que entiendas que mi hermana te necesita a su lado porque tiene depresión pre parto.
Rogelio y Ricardo: (¿?), ¿Depresión pre parto?, (Ricardo mira a Rogelio y éste se apresura a aclarar su pregunta)
R: (a Ricardo), Mi sorpresa se debe a que nunca había escuchado ese término.
AP: La depresión antes del parto se presenta por diversos factores, pero el principal es el estrés o el miedo cuando la mujer es primeriza... Sin embargo Vanesa ya fue mamá y eso significa que puede ser estrés... Éste padecimiento se tiene que atender con un terapeuta que la evaluará y le dirá si es necesario recetarle algún tranquilizante... Ricardo, debo advertirte que si dejas pasar más tiempo, ella puede entrar en una crisis que pondría en peligro la vida de tu bebé y la de ella.
Ricardo: ¡Entonces hoy mismo me regreso a México!
R: ¡Y nosotros vamos contigo!
Ricardo: ¡Gracias!, (se levanta), voy a solicitar los boletos.
Ricardo se va a otro lado de la estancia, y Rogelio aprovecha para acercarse a su esposa.
R: (le toma sus manos), Paula, sé que no debería pedirte nada por lo que hice ayer, pero...
AP: (coloca un dedo en sus labios), ¡No digas más!... En realidad no estoy enojada, pero tienes que entender, que el miedo que sentí fue muy grande, (lo besa), ¡Así que nunca vuelvas a asustarme de esa manera!
R: ¡Jamás!, (le devuelve el beso), ¡te lo juro!
AP: ¿Sabes?, cuando te fuiste estuve pensando en que es una lástima que no podamos ir a Francia, (melancólica), ¡Me hubiera gustado que celebráramos nuestro aniversario allá!
R: ¡A mí también me hubiera gustado!
Ricardo: (se coloca frente a ellos), No tienen que cambiar sus planes por nosotros.
R: ¡Sí tenemos Ricardo!, ustedes son parte de la familia y queremos apoyarlos en lo que esté en nuestras manos.
AP: ¡Así es Ricardo!, además Vanesa es mi hermana y quiero estar con ella en éste momento tan difícil.
Ricardo: Se los agradezco, pero si les dije eso, fue porque sólo hay dos boletos para el día de hoy... El otro vuelo sale en la madrugada y yo no puedo perder más tiempo.
AP: Pues entonces tú y yo nos vamos en ese, y Rogelio se va en el otro junto con Hugo.
Ricardo: (sonríe), ¡En verdad muchas gracias!, pero ésta es mi obligación, no la de ustedes, y sé que a Vane no le gustará saber que renunciaron a celebrar su aniversario por lo que le está pasando y seguramente se deprimirá más.
AP: ¡Pero Ricardo...
Ricardo: Cuñada, permíteme encargarme de mi mujer... No seré lo que más ama, pero al menos la hago reír, y eso es lo que necesita en éste momento ¿no?
AP: (¿?), ¡Sí!... ella necesita recuperar su ánimo, y confió que teniéndote cerca, se pondrá bien.
Ricardo: ¡Ojalá!... Y entonces, ¿irán a Francia?
AP: (mira a Rogelio), ¿Tú qué dices?
R: Yo creo que podemos irnos a Francia sin remordimientos, porque a quién en verdad necesita Vanesa, es a Ricardo.
AP: Yo también pienso lo mismo... Te tomamos la palabra Ricardo, pero prométenos que ya no volverás a dejar sola a mi hermana.
Ricardo: No lo haré mientras ella no desee otra cosa, (ve su reloj), ya se me está haciendo tarde y tengo que ir al hotel por mis cosas... Rogelio, ¿podrías llevar a Hugo al aeropuerto?... yo lo haría, pero voy a pasar al embarque a avisar que el ganado partirá hasta la próxima semana.
R: ¡Del ganado no te preocupes!, Edward se encargará de enviarlo de regreso.
Ricardo: ¡Entonces me voy por Hugo!
Paula se levanta y le da un abrazo fraterno a su cuñado.
AP: ¡Gracias por todo Ricardo!, eres un gran hombre y por eso mi hermana te ama tanto.
Ricardo: Bueno, no poseo ninguna de las dos cosas que dijiste, pero puedes estar tranquila porque siempre la voy a cuidar.
AP: (¿?), ¿Qué quisiste decir con lo anterior?
Ricardo: (se ríe), ¡No me hagas caso cuñada!... ¡ya me retiro!... Cuídense mucho y no se les olvide traernos algunos recuerdos de su viaje a Francia.
Ricardo se acerca a Rogelio y éste se levanta para darle un abrazo a su concuño.
R: ¡Cuida bien de Vanesa!, (le susurra), y no pienses tonterías porque tu mujer solamente te ama a ti.
Ricardo termina el abrazo y por un momento mira a Rogelio con seriedad, pero después le da una media sonrisa.
Ricardo: ¡Soy lo que le queda concuño!, pero te agradezco el apoyo moral.
R: ¡No es apoyo moral!... es...
Ricardo: Yo les llamo en cuanto llegue a la hacienda, (se dirige a la salida), ¡Hasta luego!
AP: ¡Hasta pronto Ricardo!
Rogelio lo miraba, pero no le dijo nada más. Ricardo sale de la casa y pide prestado un coche a uno de los empleados. Cuando le llevan el vehículo, se va a toda prisa rumbo al Centro de Convenciones. Paula lo vio partir desde la puerta, y luego ingresa de nuevo a la casa donde encuentra a Rogelio muy pensativo sentado en el sillón.
AP: (se sienta a su lado), ¿Qué te pasa amor?
R: ¡Nada Paula!, sólo estoy cansado.
AP: ¡No es verdad Rogelio!... Ricardo y tú se veían muy extraños, pero como lo importante era que él regresara con mi hermana, no quise entretenerlo con preguntas sobre su comportamiento. Sin embargo tú estás aquí, y me puedes aclarar las cosas.
R: Si te digo lo que pasa, te comportarás como Ricardo.
AP: ¡No lo haré!
R: ¡Eso dices!, pero conociéndote sé que lo harás.
AP: ¡Te juro que no amor!... ¿qué paso entre ustedes?... ¿se pelearon?
R: (ríe irónico), ¡Ojalá nos hubiéramos peleado!, al menos de esa forma se habría arreglado el malentendido. Pero Ricardo se controla mucho y prefiere callarse lo que le está molestando.
AP: (¿?), ¿Y qué es lo que le molesta?
R: Él cree que Vanesa sigue enamorada de mí.
AP: ¿Por qué piensa eso?... Vanesa se deprimió desde el momento en que se vino a Inglaterra, y a él le hemos dicho varias veces, lo mucho que lo extrañaba.
R: ¡No tengo idea de dónde se le vinieron esas dudas!... el señor simplemente no quiere tocar el tema, (molesto), ¡En serio que me saca de mis casillas que no me enfrente!
AP: ¡Cálmate Rogelio!, desafortunadamente nada podemos hacer para sacarlo de su error, cuando él no quiere hablar de esto.
R: (¿?), ¿Tú no te sientes incómoda con lo que te acabo de decir?
AP: No... Vanesa me ha librado de toda duda con respecto a sus sentimientos por ti, sin embargo lo que más me demuestra que ama a Ricardo, es la forma en que lo mira y habla de él, (exhala), ¡Es una pena que Ricardo dude de ella, cuando no hace más que demostrarle lo mucho que lo quiere!
R: (la atrae hacia su pecho), Lo único bueno de todo este asunto, es saber que a ti ya no te afecta lo que sucedió con tu hermana.
AP: Todos cometimos errores muy graves, pero en nuestro caso, fue más grande el amor que nos tenemos, y por eso pudimos perdonarnos.
R: ¡Gracias Paula!
AP: (¿?), ¿Me das las gracias por perdonarte?
R: ¡No!... te doy las gracias por amarme tanto.
AP: ¡Vanidoso!
Él se pone de pie y le extiende su mano.
AP: (¿?), ¿Y ahora qué te pasa?
R: Ayer te prometí llevarte al mejor restaurante de todo Londres para celebrar tu exitosa presentación, y sabes bien, que siempre cumplo lo que prometo.
AP: ¡Lo sé amor!, pero antes ¿me puedes llevar a dar un paseo por Londres?
R: ¡Claro que sí señora Montero!... ¡usted ordene, y yo cumpliré cada deseo que tenga!
AP: (sonríe), ¡No esperaba menos, señor Montero!
Paula se levanta y sale junto con su esposo a pasear.
Tuxtla - Cafetería:
David estaba sentado tomando un café cargado, (no pudo dormir en toda la noche)... Alrededor de las siete de la mañana recibió un mensaje de uno de los hombres que contrató, que le pedía verlo con urgencia, y como no deseaba seguir acostado junto a la mujer que le espantó el sueño, salió desde temprano... Un hombre alto, moreno y de mediana complexión se sienta enfrente de él.
David: Hoy tengo muchas cosas que hacer, así que lo que tengas que decir, ¡dilo rápido!
Hombre: ¡Seré breve!... ayer alcanzamos a ver a uno de los hombres del muertito con un tipo al que no habíamos visto antes con ellos.
David: (¿?), ¡Ésa no es una descripción!... ¡Sé más claro!
Hombre: Pues no sabría decirle bien, pero se veía como esas personas que tienen dinero.
David: Sería el cuñado del..., (se pone nervioso).
Hombre: ¿Del?
David: Del hombre que murió.
Hombre: (se ríe), ¡Querrá decir!, ¡del hombre al que usted mató!
David: (lo mira duramente), ¡Nunca vuelvas a repetir lo que acabas de decir!
Hombre: (tenso), ¡Perdón!, y regresando a lo del hombre que vimos, le puedo asegurar que no es el cuñado. Este tipo es más joven, pero cuando vimos el coche e intentamos seguirlos, empezaron a dar vueltas sin sentido y en una de esas se nos escaparon.
David azota la mesa y varias personas voltean a verlo.
David: ¡Son una bola de imbéciles!, de qué demonios me sirve tener a diez idiotas, si de todos no se hace ninguno.
Hombre: ¡Oiga!, usted pagará bien, pero eso no le da el derecho a hablar así... Recuerde que también podemos prescindir de su dinero.
David: ¡Inténtalo!, y a ver quién les paga los dólares que yo les doy.
Hombre: ¡Mire!, olvidemos lo anterior, y concentrémonos en el hombre del que le estoy hablando.
David: ¡Descríbemelo!
El hombre empieza a describir y David lo escuchaba atentamente. Al terminar el relato, el hombre pide un café y un pan, (en el tiempo que tardó en comerse las dos cosas, David estuvo en silencio).
Hombre: (¿?), ¿Qué le pasa?... ¿algo de lo que dije no le agradó?
David: Estaba pensando en el hombre que viste y creo saber de quién se trata, (sonríe), había planeado esperar otro poco, antes de encargarme de él, pero ya está dando problemas y no estoy para que me arruinen el negocio.
Hombre: ¿Lo quiere muerto?
David: Matarlo ahora que está en la mira de la policía nos deja vulnerables, así que por el momento no es conveniente.
Hombre: (¿?), ¿Y entonces qué vamos a hacer con él?
David: Lo adelantaremos al lugar en donde planeaba dejar a otro inútil.
Hombre: ¿Y va a querer que le preparemos algo especial?
David: Ésta parte no la pueden hacer ustedes porque se requiere de habilidad en los negocios, (para sí mismo), Después de esto quiero ver sí ése idiota volverá a ejercer, (se pone de pie y deja un billete en la mesa), ¡tengo que irme!... En unos días me comunico para darles indicaciones.
Hombre: ¡Cómo diga!
David sale de la cafetería y camina por las calles pensativo. Minutos más tarde, entra a un banco en el que permanece por algunas horas.
Londres - Abadía de Westminster:
Rogelio llevó a Paula a visitar la Abadía de Westminster; "una iglesia de estilo gótico y de tamaño similar al de una catedral. Dicho edificio es un lugar tradicional para las coronaciones y entierros de monarcas británicos".
Rogelio relataba la historia del edificio, pero su esposa se encontraba más entretenida en observar cada rincón del museo y la iglesia que casi no le prestaba atención, y pensaba en que si los anteriores edificios la dejaron fascinada por su exquisita elegancia, éste sitio la maravilló mil veces más... Durante su visita, vieron la sala Capitular, la biblioteca y el trono de San Eduardo... Al término del recorrido y casi a punto de retirarse, Paula quiso quedarse un poco en la iglesia... Rogelio se mantuvo detrás de ella, pero vio una placa que le pareció interesante y se dirigió a leerla... Paula estuvo rezando por unos minutos y pedía por el bienestar de sus seres queridos... Rogelio regresa a su lado y al verla pensativa, la abraza por la espalda.
R: ¡Eres la mujer más buena que he conocido!
AP: Sí lo dices porque estaba rezando, lamento decirle señor Montero, que no soy tan buena... En realidad estaba pidiendo que se te quite lo vanidoso.
R: ¡Eso no es cierto porque me amas tal como soy!
AP: (frota los brazos de su esposo), ¡Tienes razón!... (Melancólica), sabes muy bien que cada que veo una iglesia, siento la necesidad de orar, (suspira), ¡Es aquí donde encuentro el alivio que requiere mi alma!
R: (¿?), ¿Alivio en tu alma?
AP: ¡Sí!... Con lo de ayer, son tres ocasiones en las que te he visto en peligro, y estaba pidiendo que ya no vuelvas a pasar por algo así... Si esto se llegara a repetir, no creo que ser capaz de soportarlo.
R: Lo único que hago, es proteger a mis seres queridos, y así como tú pides por mí... yo te pido que tengas más cuidado y que jamás vuelvas a irte sola a ningún lugar que no conozcas.
AP: ¡Lo siento amor!, (sonríe), yo regañándote y olvidé que todo lo que pasó, se debió a que salí del Centro de Convenciones, (gira y lo abraza), pero no quiero que vuelvas a arriesgarte por mí... ¿me lo prometes?
R: ¡No!
AP: ¡Prométemelo Rogelio!
R: ¡No lo haré Paula!, (la suelta), ¡jamás me pidas que me quedé sin hacer nada, mientras tú sufres!
Rogelio sale de la iglesia y Paula se quedó un momento más para rezar por su esposo... Cuando sale lo ve mirando la fachada de la abadía... Él estaba serio y sus pensamientos se encontraban dirigidos a la noche anterior... Paula se acerca y lo abraza, pero él no le corresponde.
AP: Eché a perder el paseo, ¿verdad?
R: (la abraza), ¡Por supuesto que no amor!... es sólo que pensaba en algunas otras cosas que nada tienen que ver con lo que dije en la iglesia...Aparte de que trataba de recordar si hay un restaurante elegante por aquí.
AP: No importa si el restaurante es elegante o no... Lo único que me interesa, es compartir tiempo contigo.
R: (la suelta), Sí pero yo quiero celebrar tu éxito como empresaria, y qué mejor si es en un lugar a la altura de la grandiosa mujer que tengo como esposa.
AP: ¡Está bien!... a veces es bueno que nos dejemos consentir, así que, (extiende su mano), ¡vamos!
R: (toma la mano y comienzan a caminar hacia el coche), ¡Ah!, se me olvidaba que después de comer, tenemos que ir a la mansión de los Sanders.
AP: ¿Y a qué vamos?
R: A preguntarle a Edward cuando salimos a Francia, y también hay un asunto que tengo que tratar con él.
AP: (¿?), ¿Qué asunto?
Rogelio le abre la puerta del coche para que Paula entre. Ella lo hace pero no lo deja cerrar la puerta.
AP: ¿Qué es lo que tienes que tratar con Edward?... ¿acaso es por lo que hizo Gina Martín?
R: Es sobre eso, y otro asunto que prefiero contarte en cuanto él me aclare unas dudas.
Paula quiere seguir con el interrogatorio, pero Rogelio logra cerrar la puerta y sube al coche... Ella continuó insistiendo durante el camino al restaurante, sin embargo él no le dijo nada y se mantuvo describiendo los edificios cercanos a la abadía, que lamentablemente no tendrían tiempo de visitar... Después de un rato llegan al restaurante, (Rogelio baja y le abre la puerta)... Cuando Paula ve la fachada, se siente un poco fuera de lugar.
Roast era el nombre del lujoso restaurante que Rogelio eligió para comer. Sus grandes ventanales permitían el paso del sol por todos sus rincones, sus mesas estaban elegantemente cubiertas con manteles blancos y copas de cristal, la vajilla era de porcelana y las sillas de cuero negro... El supervisor se acerca a ellos y Rogelio le pide una mesa cercana a la ventana y le mandó a colocar un arreglo de rosas blancas.
En una mesa junto a la asignada al matrimonio Montero, se encontraban Denise y John Bennett. En el instante en que Denise ve a la pareja, se levanta con su copa de vino y sin preguntarles se sienta en su mesa.
Denise: (en inglés), ¡Buenas tardes, señores...,(finge no recordar).
R: ¡Montero!
Denise: ¡Ah sí!... Montero, (mira a todos lados), ¿vienen solos?
R: ¿Usted no conoce la educación?... En mi país no tenemos la costumbre de sentarnos en la mesa de alguien, sin antes pedirle permiso.
Denise: (se ríe), ¡Lo lamento!, pensé que no les molestaría porque son amigos de Edward, y él es nuestro primo.
R: ¡Escuche..., (Paula toma su mano y evita que continúe)
AP: Rogelio, no tiene nada de malo que la señorita Bennett se siente aquí.
R: (¿?), ¡Pero Paula...
Paula mira a Denise y le habla en inglés.
AP: Es bueno conocer a la familia de nuestros amigos, y si usted no tiene inconveniente, podemos comer los cuatro y conversar.
Denise: No tengo inconveniente señora Montero, (se pone de pie), ¡voy por mi hermano!
Denise va a la mesa donde dejó a John... Rogelio se acerca a su esposa y le susurra en tono molesto.
R: ¿Por qué le dijiste que podían comer con nosotros?
AP: Son familiares de Edward, y el día de la fiesta noté que Jen no quiso discutir con esa mujer, a pesar de que nos ofendió... Eso quiere decir que para ella lo más importante es tener una buena relación con los parientes de su futuro esposo.
R: Las buenas relaciones sobre la dignidad ¿tienen valor?
AP: ¡Para Jen sí Rogelio!
Denise y John iban caminando hacia la mesa y Paula no dejaba de mirarlos.
AP: ¡Qué chistoso!... Ahora que lo veo mejor, el primo de Edward tiene un ligero parecido con el caballerango que contrataste.
Rogelio voltea a verlo y se da cuenta de que en verdad se le parecía, (diez años más joven), aunque el mentón y los pómulos eran más delgados en David.
Los hermanos Bennett se sientan frente al matrimonio Montero... Enseguida Denise pide el mejor vino del restaurante, y les recomienda algunos platillos que según ella eran los más deliciosos de todo Londres, (y extremadamente caros)... La comida fue para el matrimonio Montero, mucho más difícil que las juntas de negocios... Denise era un mujer orgullosa de su linaje y hacía comentarios despectivos sobre el negocio que su primo adoptó, pues lo consideraba mediocre... En varias ocasiones Rogelio estuvo a punto de olvidar que era un caballero y quiso regresarle cada uno de sus insultos, ya que estaba consciente de que la ofensa no iba dirigida sólo a Edward, sino también a él, pero Paula le pedía que se controlara en consideración a Jennifer... John la observaba admirado por su paciencia y educación, pero aquella mirada no pasó desapercibida por Rogelio e hizo que la atención que tenía sobre de Denise, cambiara de dueño.
Cuando todos terminan de comer, Paula se disculpa porque iba al tocador. Denise se ofrece a acompañarla y ambas se van dejando solos a los dos hombres... El ambiente era tenso debido a que Rogelio veía a John de manera retadora, y si su celular no hubiera sonado, seguramente le habría reclamado por la manera en que se devoraba a su mujer con la mirada.
Rogelio se levanta y se va a responder a una salita.
R: (serio), ¡Bueno!
Alejandro: ¡Perdón Rogelio!, creo que no hablé en buen momento, así que mejor te llamo después.
R: ¡Espérate!, ¡justamente contigo quería hablar!
Alejandro: (¿?), ¿Sobre qué?
R: ¿Dónde carambas has estado?... Mi chamaco dice que sales a cada rato de la hacienda.
Alejandro: Es que he tenido que atender unos asuntos del despacho del D. F.
R: Pensé que ya no te hacías cargo de ellos.
Alejandro: Los tuve que retomar porque Fabiola está en Estados Unidos y nosotros dos somos los únicos abogados penalistas de todo el bufete.
R: ¿En serio?
Alejandro: ¡En serio!... ¡Rogelio por favor!, dejemos de lado los asuntos de mi bufete y dime si por casualidad Ricardo o Edward están contigo... Desde hace una hora les estoy marcando a su celular, pero ninguno me responde.
R: Ricardo está en un avión rumbo a México y de Edward no sabría decirte dónde está porque no lo he visto desde ayer en la tarde, (¿?), ¿pero tú por qué necesitas hablar con ellos?
Alejandro: ¿Y por qué Ricardo viene para acá, y tú no?
R: No me respondas con otra pregunta y dime, ¿qué es lo que vas a hablar con ellos?
Alejandro: Primero dime si vas a regresar a México.
R: ¡Qué necio!... No voy a regresar porque Edward quiere que lo acompañemos a Francia... No serán muchos días, así que estaré en la hacienda a más tardar el martes... Y ya que te respondí, contéstame lo que te pregunté.
Alejandro: Es sobre el caso de James Clayton Miller... Si ves a Edward te pido le informes que se le está requiriendo en Estados Unidos, y que si no es molestia, me gustaría que antes de que vaya para allá, venga a hablar conmigo para que me firme unos papeles y lo ponga al tanto de cómo van las investigaciones.
R: (¿?), ¿No se supone que en Estados Unidos, está una abogada de tu bufete que le puede informar esas cosas?
Alejandro: Sí pero Fabiola también vendrá a México para ejercer presión en la policía de aquí.
R: ¡mmm!, pues si así están las cosas, yo le digo que se regrese con nosotros en cuanto termine la visita con sus suegros.
Alejandro: ¡Gracias Rogelio!, y otro favor, pegúntale cómo era James Clayton... a lo que me refiero es a su manera de comportarse, de hablar y si alguna vez trabajó, y de qué.
R: (¿?), ¿Por qué necesitas esa información?
Alejandro: Es únicamente como dato adicional.
R: (¿?), No me estás ocultando nada ¿verdad Alejandro?
Alejandro: No Rogelio.
R: ¡Eso espero!... y si estás avanzando en el caso de James Clayton, supongo que ya sabes quién es David Santana ¿no?
Alejandro: Estoy a punto de descubrirlo... Tal vez hasta te dé el informe antes de que regreses.
R: ¡Ta bueno!... Alejandro, sabes bien que confío plenamente en ti.
Alejandro: Y te agradezco la confianza y es por eso que cuidare bien de lo que amas.
R: Ya que lo mencionas y abusando de tu buena voluntad, quisiera pedirte que vayas al reclusorio a ver si mi hermana está bien... Es que la última vez que hablé con Luis me dejó un poco nervioso.
Alejandro: (tenso), ¡Claro Rogelio!, y ahora te dejo... Tengo pendientes de la hacienda muy urgentes... te llamo luego, (cuelga el teléfono)
R: (¿?), Otra cosa Alejandro... ¿Alejandro?, (ve que se cortó la llamada), ¡me lleva!...¡debo cambiar de línea telefónica!
Rogelio regresa a la mesa, (donde ya estaban de vuelta Paula y Denise). Después de comerse el postre y pagar la cuenta, (cortesía de Rogelio), los cuatro se van a la mansión de los Sanders.
Hacienda del Fuerte:
Consuelo y Helena programaron una junta con Alejandro para revisar la contabilidad. Ernesto, Mercedes y Dany, decidieron ir por la tarde a la clínica para estar con Vanesa durante la mañana. Pero ella no quería convivir con nadie y cada que podía se escapaba a la terraza y se recargaba en el barandal mirando su celular.
La junta termina y Helena sale del despacho para dejar que Alejandro y Consuelo, chequen otros asuntos en los que no la incluían y va a esperar a su jefa en la terraza. Vanesa estaba tan concentrada en sus problemas, que no notó cuando se sentó frente a ella. Por su parte Helena no podía dejar de mirarla, pues la vio delgada y pálida... Después de un rato, Vanesa se retira a su habitación para arreglarse, (iría a la clínica)... Helena se quedó un poco más, pero le da sed y baja por un vaso con agua.
En la cocina, María le informaba a Rosaura la situación de Vanesa.
Rosaura: ¡Es increíble que esa muchacha esté pasando por esto!
María: (¿?), ¿Y por qué es increíble?
Rosaura: Porque pensé que aún seguía obsesionada con Rogelio, y que su relación con ese hombre que aún no he visto, era sólo para que Ana Paula dejara de pensar mal de ella.
María: ¡Usted sigue igualita que antes!... ¡siempre está pensando mal de todo el mundo!
Rosaura: ¿Acaso usted cree que en verdad está enamorada del tal Ricardo?
María: ¡Sí lo creo!... la pobrecita comenzó a ponerse mal desde que ese muchacho se fue, y con eso de que ahora ni siquiera le llama, se ha puesto peor, (solloza), lo único que le pido a Dios es que el bebé logré superar esta crisis.
Helena entra y se coloca a un lado de María.
Helena: ¿Qué pasa con el bebé de la señora Archer?
Rosaura: ¿Y por qué habría de importarle a usted, lo que le sucede a la hermana de mi sobrina?
María: ¡Rosaura!, no sea grosera, (a Helena), verá señorita, el bebé casi no se mueve y el líquido bajó mucho...
Ernesto dice que si no adelantan el parto el bebé puede...
Helena: (angustiada), ¡Puede morir!... (voz baja), ¡Dios mío!, el bebé no...
Rosaura: (¿?), ¿Se siente bien?... de repente se puso muy pálida.
Helena: (la ignora), ¿Pero por qué se complicó el embarazo?
María: ¡Por culpa del inconsciente del esposo!... la pobre está muy estresada y el bebé lo resiente.
Helena se queda pensativa un momento. Rosaura veía cada gesto y se preguntaba el motivo de la preocupación que Helena tenía por Vanesa, (o más bien... por su bebé). Minutos después, Helena agradece y se va rápidamente a la salida de la casa; luego sube a la camioneta del rancho y conduce a toda velocidad hacia San Gabriel.
Avión Londres - México:
El vuelo que llevaba de regreso a Ricardo y a Hugo recién acababa de salir, (con lo rápido que fue todo no pudieron avisarle a nadie que iban de regreso a la hacienda)... Como el viaje duraría aproximadamente doce horas, Ricardo decidió que lo mejor era dormir, pero Hugo lo despierta y le entrega una cajita.
Ricardo: (¿?), ¿Y esto qué es?
Hugo: Tú me diste a guardar esa caja cuando se inauguró la convención, pero con tanto trabajo se me olvidó que la tenía en el cajón del escritorio.
Ricardo: (hace memoria), ¡Ah ya!... Es la caja que me dio mi cuñada, (se levanta para guardarla en el maletero).
Hugo: (¿?), ¿Qué no piensas ver lo que tiene?
Ricardo: En éste momento tengo sueño... cuando me despierte lo reviso.
Hugo: ¡Como quieras!
Hugo se levanta y se dirige al sanitario... Ricardo cerró los ojos para intentar dormir, pero la curiosidad de saber lo que contenía la caja pudo más y la saca.
Dentro de la cajita habían muchas fotos de él y de Vanesa durante sus salidas como amigos, (Ricardo veía con atención cada foto pues no recordaba algunas situaciones)... Lo que empezó a notar en cada una, era que él posaba con su acostumbrado porte de cómico mientras que Vanesa no dejaba de mirarlo con una amplia sonrisa... También había algo más que no sabía interpretar, (o no quería interpretarlo). Hugo regresa a su asiento y lo ve concentrado en las fotos... Ricardo necesitaba salir de dudas y le muestra una en la que él posaba sin mirar a Vanesa, y ella lo mantenía sujeto de la cintura y lo veía de una forma incomprensible.
Ricardo: ¿Qué ves en ésta foto?
Hugo: (la observa a detalle), ¡Veo que eres un payaso con suerte!... Cualquier mujer a la que no le prestas atención por estar bromeando, te habría mandado por un tubo, pero la señora Archer te abraza y te mira con la clásica mirada de mujer enamorada.
Ricardo saca el celular y abre una de las fotos de Rogelio y Vanesa para compararlas con las suyas... La diferencia en la mirada de Vanesa sí era notoria, pues mientras que a Rogelio lo miraba con deseo, a él lo veía con ¿amor?
Ricardo: ¡Estoy interpretando mal!, (guarda las fotos y cierra la caja), el cansancio y mis propios deseos me hacen ver tonterías.
Hugo le arrebata la caja y la abre para ver las demás fotos.
Hugo: Cuando me estuve encargando del patrón por su discapacidad, pude ver la mirada que la señora Vanesa le daba, y espero que esto que te voy a decir no te incomode, pero la atracción no es igual al amor.
Ricardo: ¿Tú cómo puedes saber si la mirada es por atracción o por amor?
Hugo: Porque mi esposa también estaba muy enamorada de otro hombre antes de que fuéramos novios... Consuelo tuvo que aclararme sus sentimientos porque yo era muy celoso, y lo que me dijo es más o menos lo que voy a decirte... La mirada no miente Ricardo, ni tampoco lo que percibes al estar en la intimidad con esa persona... Te pregunto, ¿quién de los dos responde más?... ¿Tu mujer o tú?
Ricardo: (le arrebata la caja), ¡No tengo por qué hablarte de mis intimidades!
Hugo: Pues entonces sigue viviendo en esa incertidumbre, que a la larga va a llevarte al infierno... Lo único que lamentaré es que no te irás solo... También te llevaras a tu familia entre las patas.
Ricardo: ¡No quiero seguir hablando de esto!, (cierra los ojos), ¡me despiertas cuando lleguemos a México!
Hugo: (molesto), ¡De qué los hay, los hay!
Hugo le pide una copa a la azafata y de un sorbo se termina el líquido. El enojo que le provocó Ricardo lo hace levantarse a caminar para tranquilizarse... Ricardo intentaba dormir, pero al no conseguirlo volvió a abrir la cajita y ve que abajo de las fotos había una carta, (la cual no leyó), y tarjetas que él le obsequiara a Vanesa... Después de leerlas, mira nuevamente las fotos y se encuentra con una en la que estaba cargando a su hija y Vanesa lo abrazaba a él.
Ricardo: (pasa un dedo por la foto), ¿Acaso soy yo quién no te ha respondido?... Y si fuera de ese modo, ¿por qué no me dejas si lo único que te he dado es desamor?
Ricardo cierra la cajita y a su mente vienen los recuerdos de su relación con Vanesa y de lo frío que siempre ha sido con ella.
Londres - Mansión de los Sanders:
El paseo de Jennifer y Edward fue largo y reconfortante para ambos, (recorrieron casi todo el terreno de la mansión)... Edward le contó a su prometida que su madre puso una escuela de equitación y que entrenó a muchos niños, (él incluido), pero que al morir su padre mandó a quitar todo y cerró la escuela... Jennifer quería preguntar más, sin embargo pensó que no era el momento y se limitó a escucharlo... A lo lejos observó el panteón familiar y le pidió visitarlo, pero él se negó y dio vuelta para regresar a la casa.
Dos coches entran a la mansión, (en el de enfrente iban Denise y John, mientras que en el segundo estaban Rogelio y Paula)... Jennifer los ve de lejos y le pide a su prometido que le preste las riendas para pasarlos... Paula voltea y los ve cabalgando con una gran velocidad.
AP: (altera), ¿Pero qué se supone que está haciendo esa imprudente?
R: (voltea), ¡Yo no veo que esté haciendo nada malo!... sólo está dando un paseo como los que tú haces en la hacienda y el rancho.
AP: ¡Sí pero ella no debe andar cabalgando porque puede perderlo!
R: (¿?), ¿Qué es lo que puede perder?
El caballo rebasa al primer auto y Denise observa la manera en que Edward estaba sosteniendo a su prometida, y aprieta los puños, (John voltea y ve que se le estaban poniendo blancos debido a la fuerza ejercida).
John: ¡Tranquilízate!
Denise: ¿Acaso crees que puedo tranquilizarme?... Esa niña no es mujer para Edward.
John: ¡Tú tampoco!... El hecho de ser su prima te hizo inalcanzable lo que deseas.
Denise: ¡Lo sé! y ojalá nunca hubiéramos sido primos, pero al menos puedo elegirle a la mujer y esa no me agrada.
John: Edward no terminará con ella sólo porque a ti no te agrade, así que no pierdas tu tiempo.
Jennifer detiene al caballo unos metros antes de llegar a la casa... Edward baja y la sostiene para colocarla con delicadeza sobre el piso, (Jennifer se alza y lo besa con la dulzura acostumbrada y él corresponde de la misma manera)... Denise golpea la puerta al momento de ver la escena, (John sujeta su mano para calmarla)... Los autos se estacionan frente a la casa y sus cuatro ocupantes bajan y se quedan mirando a los prometidos.
Jennifer termina el beso pero coloca su frente en el mentón de su prometido.
Jennifer: ¿Sabes?, mientras me estabas abrazando sentía como si miles de mariposas estuvieran revoloteando en mi estómago, (se ríe), Señor Sanders, creo que usted es quien me ha desequilibrado mi buena alimentación.
Edward: ¿Entonces soy yo quién te provoca los ascos?, (bufa), ¡eso no es muy romántico Licenciada!
Jennifer: (molesta), ¡Te estaba haciendo un cumplido!
Jennifer da la vuelta para irse, pero Edward detiene su huida y la gira para volver a abrazarla.
Edward: ¡Perdóname!... Quise hacer una broma, pero parece que ya perdí el toque cómico de mi juventud, (acaricia su rostro), te prometo que no volverá a pasar.
Jennifer: ¡Siempre fuiste muy malo para las bromas!, así que eso no tiene nada que ver con la edad, ¡y la verdad no sé qué te vi en aquél entonces!, (pensativa), ¡Ah ya sé!
Edward: (¿?), ¿Qué?
Jennifer: (susurra en su oído), Es que con este tipo de trajes tan ajustados al cuerpo, podía apreciar lo bien formado que estás... Aparte de que eres muy alto para ser jinete y eso te da un gran porte.
Edward: ¡Eso quiere decir que sólo me viste el físico!, (la suelta), pensé que al menos tenía algo bueno en cuanto a personalidad se refiere.
Ahora Edward se hace el ofendido y se coloca los lentes para regresar a la casa. Jennifer se ríe y lo abraza por la espalda. Con dificultad logra besarlo y se disculpa porque también le había hecho una broma.
Desde lejos los presentes seguían mirándolos... Rogelio estaba más preocupado en que a Edward no se le ocurriera acercarse sin ponerse primero los lentes, y Paula se preocupaba por los movimientos atrabancados que Jennifer hacía... Los prometidos siguieron haciéndose bromas mientras caminaban al encuentro de los invitados inesperados.
Denise: (furiosa), ¿Hasta cuándo tendremos que soportar esta bochornosa escena?
R: ¿La felicidad de su primo le parece bochornosa?
Denise: No es de caballero inglés el andar exhibiéndose de esa manera con la prometida.
AP: ¿Y qué tipo de comportamiento deberían tener los enamorados en éste círculo social?
Denise: ¡El recato es esencial señora Montero! y Edward ya no está en edad de hacer este tipo de ridículos.
AP: ¿Está diciendo que hay edad límite para demostrar el amor?
Denise: ¡Es lógico que usted no lo entienda!
R: (molesto), ¿Qué está queriendo decir?
John: ¡Ya basta Denise!, (a Rogelio), ¡discúlpenos señor Montero!, no era nuestra intención faltarles al respeto, pero mi hermana es amante de las costumbres antiguas y no puede evitar expresar su sentir, aunque éste sea erróneo.
Denise: ¿Erróneo?... ¡Escucha John...
John vuelva a callar a su hermana porque Edward y Jennifer ya estaban llegando con ellos. Al estar los seis se saludan amablemente, pero tanto Denise como Jennifer se trataron fríamente... John tomó la palabra y dijo que sólo fueron a saludarlos pues tenían que atender unos asuntos... Cuando los hermanos Bennett salen de la mansión, los cuatro amigos entran a la casa y conversan un largo rato sobre la Convención y el viaje a Francia, (al que se irían a la primera hora de la mañana para llegar temprano)... Después de dos horas de plática, Rogelio le pide a Edward un momento a solas y los dos se van rumbo al despacho... Jennifer y Paula suben a la recámara y en cuanto entran, Jennifer se recuesta con las manos sobre el vientre.
AP: ¿Te sientes mal?
Jennifer: Sólo estoy cansada... aunque siento raro el vientre, pero ha de ser porque pronto tendré mi periodo.
AP: ¡Déjame revisarte!
Jennifer: ¡No es necesario Ana!... ¡estoy bien!
AP: (alza la voz), ¡Ya basta Jennifer!... hasta ahora he respetado tu decisión de no tocar el tema del embarazo, pero te estás exponiendo porque te niegas a aceptarlo y no quiero que pierdas a mi sobrino.
Jennifer: No es que lo niegue... es solamente que sé que esa posibilidad no existe, ni existirá nunca.
AP: (¿?), ¿Por qué lo dices tan segura?
Jennifer: Porque mientras estuve casada con ese hombre, me llevó con un médico que me dijo que debido a mi accidente jamás podría tener hijos.
AP: Si te llevó es porque intentó embarazarte, ¿no es cierto?
Jennifer: ¡Sí!, pero su intentó duró sólo tres meses... Él no soportaba que al estar en ese momento, yo mirara a otro lado y cerrara los ojos... Eso lo ponía furioso y decía que por mi culpa no podía concentrarse.
AP: (¿?), ¿Dijo concentrarse?... ¿Y lo de la infertilidad te la confirmaron después de hacerte estudios?
Jennifer: Nunca me hicieron estudios.
AP: Jen, hay dos causas que pudieron influir para que no pudieras embarazarte de tu ex marido... La primera, tú mismo esposo... En los hombres el estrés, los vicios y otros factores emocionales provocan que no den lo suficiente para embarazar a la mujer.
Jennifer: El médico dijo que yo era la del problema, no mi ex marido.
AP: Cuando se trata de mujeres discapacitadas, algunos médicos sin ética les dicen que nunca serán madres porque piensan que no podrán hacerse cargo de sus hijos, e incluso si se da el embarazo, les recomiendan abortarlos.
Jennifer: Pero ese hombre dijo que era una muñeca sin vida... Esa referencia la hacía al estar en la intimidad y cuando la prueba de embarazo salía negativa.
AP: Y me supongo que era casera, (Jennifer asiente), ¡claro!... él estaba consciente de que no daba lo necesario para embarazarte y te hacía creer que el problema venía de ti.
Jennifer: ¡Ana te lo ruego!... ¡no me des falsas esperanzas!, (solloza), en aquél entonces no deseaba embarazarme de ese hombre, pero con Edward es diferente y me duele en el alma pensar que jamás podré concebir un hijo suyo.
AP: Al menos deberías descartar tus suposiciones con unos estudios... Jen, si llegaras a embarazarte, tu negación puede hacer que lo pierdas y después ese miedo que tienes se volverá realidad.
Jennifer: Ayer me hicieron unos estudios y el médico nunca habló de un embarazo, (pensativa), aunque...
AP: (¿?), ¿Aunque qué?
Jennifer: La verdad es que ni siquiera lo dejé hablar y tampoco quise leer los resultados.
AP: ¿Y tienes esos estudios?
Jennifer: Creo que sí... están en un sobre que dejé en el auto, pero Ana , yo no le veo el caso a...
Paula sale corriendo a buscar los estudios. Jennifer se mantiene en la cama, pensando en las cosas que le dijera su amiga, pero algo le impedía tener esperanza... Paula encuentra el sobre y lo lee dentro del coche, al terminar regresa a la recámara y se acerca a Jennifer.
AP: ¿En verdad no quieres saber lo que dicen?
Jennifer: (se incorpora), ¡Tengo miedo!
AP: ¡Pues no deberías!, (le extiende los papeles), ¡léelos!
Jennifer sostiene los resultados pero sus manos no dejaban de temblar... Leyó con mucha paciencia lo que estaba escrito en ese papel, sin embargo no entendía nada... Paula se sienta a su lado y sujeta sus manos.
AP: (le sonríe), ¡Felicidades!... dentro de menos de ocho meses, Edward y tú tendrán en sus brazos un pedacito de los dos.
Jennifer: Eso significa que... ¡sí estoy embarazada!
AP: ¡Sí Jen!
La noticia era difícil de asimilar para Jennifer... Los años que vivió pensando que era infértil le impedían aceptar su realidad... Paula frotaba sus brazos y le repetía constantemente que estaba embarazada, hasta que poco a poco Jennifer comienza a sentir la alegría más grande de su vida, (después de Edward), y deja escapar un grito de emoción y abraza a Paula.
Jennifer: ¡Ay Ana!... ¡Dios escuchó mis ruegos!... no te imaginas lo mucho que deseaba concebir un hijo de Edward.
AP: ¡Sí me lo imagino porque yo deseaba lo mismo de Rogelio!
Jennifer: Ok... entonces entiendes mi emoción, (pensativa), ¡por cierto!, ¿dijiste que el pequeño Edward nacería en menos de ocho meses?
AP: Es lo que el médico puso en los análisis, aunque hay que confirmarlo con el ginecólogo.
Jennifer: Eso quiere decir que quedé embarazada desde la primera vez que estuve con Edward, (apenada), aunque debo confesar que hacemos la tarea casi a diario.
AP: No necesitas extender la explicación, (abochornada), ahora comprendo lo que sienten los demás cuando Rogelio hace comentarios sobre nuestras intimidades.
Jennifer: No es malo decir las paciones que sentimos, (va al tocador a retocarse el maquillaje), ¡esto lo tiene que saber Edward!
Jennifer corre a la puerta pero antes de abrirla se queda pensativa.
AP: (¿?), ¿Qué sucede Jen?
Jennifer: Es que me gustaría decírselo en un momento especial... ¡No sé!, tal vez sea mejor darle la sorpresa cuando estemos en Francia, (sonríe), la verdad es que me quiero divertir cuando mi mamá le exija darle un nieto.
AP: ¡Díselo cuando lo creas conveniente!, pero no te tardes demasiado.
Jennifer: (sonriente), ¡No me tardaré!, (toca su vientre), ¡es increíble!... sí percibía algo diferente, pero ni en mis más locos sueños me hubiera imaginado que llevo dentro de mí un hijo del amor de mi vida.
AP: Eso fue porque te metieron ideas equivocadas en la cabeza.
Jennifer: ¡Es cierto!... (Seria), Aquél hombre me dejó muchos traumas y sólo Edward a podido destruirlos... aunque supongo que siguen faltando algunos más.
AP: Ya no pienses en las cosas que te hizo y mejor disfruta de ésta etapa tan hermosa junto al hombre que amas... Ustedes sufrieron mucho, pero son buenas personas y Dios les está recompensando ese dolor.
Jennifer: (vuelve a sonreír), ¡Tienes razón!... ¡Muchas gracias Ana!
Las dos vuelven a abrazarse y luego Paula se dedica a darle una breve explicación de los malestares que podría sufrir durante los primeros tres meses de embarazo.
En el despacho:
Rogelio le platicó a Edward lo sucedido con su cuñada y que debido a eso Ricardo no podría hacerse cargo de los trámites para enviar de regreso al ganado restante. Como era una cantidad mínima, su socio se ofreció a comprárselos y así evitaban el desgaste de embarcarlos... Rogelio estuvo de acuerdo y cuando iba a tocar el tema de Gina, Jennifer entra al despacho junto con Paula y se acerca a su prometido para darle un beso, pero sus demostraciones amorosas eran más intensas y Rogelio tiene que carraspear para que se separen.
R: ¡Cómo que hoy andan muy cursis!
AP: ¡Tú también te pones así!
R: ¡Sí pero no exagero!
Jennifer: ¡Señor amargado!, deje de criticarnos y vamos a comer.
R: ¡Gracias Jennifer!, pero Paula y yo acabamos de comer.
AP: ¡Es cierto!... hace menos de una hora comimos junto con los Bennett.
Jennifer: (sarcástica), ¡Qué gran honor debe ser comer con los Bennett!
AP: (¿?), ¿Por qué dices eso y de esa manera?
Jennifer: Porque ellos son los...
Edward se levanta y coloca sus manos en los hombros de su prometida.
Edward: A Jennifer no le agrada la arrogancia de mi prima.
AP: A nadie le agrada Edward, pero creí que Jen deseaba llevarse bien con ellos.
Jennifer: ¿Llevarme bien con esa gente?, (seria), ¡Jamás!... Y si no fuera por Edward, ya les habría impedido la entrada a ésta casa.
R: ¡Ah caramba!... eso es más que el simple hecho de que no te agraden.
Edward: (a su prometida), Si no los quieres aquí, puedes dar la orden de que no entren.
Jennifer: (sorprendida), ¡Pero ellos son tus primos!... yo no tengo derecho de evitar que vengan.
Edward: Eres la señora de ésta casa, y tu voluntad es la única que me importa.
Jennifer: ¿Hablas en serio?
Edward: (sonríe), ¡Muy en serio mi amor!
Jennifer: (lo abraza), ¡Gracias!
Paula se acerca a su esposo y le da un codazo.
AP: ¡Deberías aprender de Edward!
R: (¿?), ¿Y qué le tengo que aprender?
AP: ¿Y preguntas?... Ya quisiera yo que me trataras como reina.
R: ¡Te trato como reina!
AP: ¿Ah sí?... ¡Dime Rogelio!, si te pidiera que Helena dejara de ser nuestra empleada, ¿la correrías?
R: ¡No sí no te ha hecho nada!
AP: (molesta), ¡Lo sabía!
R: ¡Paula por favor...
Jennifer: ¡Sorry!, pero debo de interrumpir su pequeña pelea porque yo sí tengo hambre y al menos quiero que alguien me acompañe.
AP: (la sujeta del brazo), ¡Yo te acompaño!
Jennifer: (señala a su prometido), ¡Thank you Ana!, pero quería que...
Paula no la deja terminar y se la lleva al comedor. Edward iba a salir para acompañar a su prometida, pero Rogelio le pide un momento... Edward regresa a sentarse frente a él y Rogelio le relata lo que Gina le mandó a hacer a Paula.
Edward: Te advertí que te alejaras de Gina Martín.
R: ¡Sé que debí escucharte!, pero quién se iba a imaginar que se atrevería a hacer algo así.
Edward: En eso tienes razón.
R: ¡Sí!... ¡Oye Edward!, ¿te puedo pedir un favor?
Edward: ¡Por supuesto!, ¿qué necesitas?
R: Antes te aclaro que no quiero aprovecharme de tu posición de noble.
Edward: Lo sé Rogelio, así que dime lo que sea.
R: Quiero que esa mujer se arrepienta de lo que hizo y que me recuerde por el resto de su vida.
Edward: (¿?), No querrás que se le haga lo mismo ¿verdad?
R: No... Seré lo quieras, pero no soy un criminal... Lo único que deseo es que le cierres las puertas en las empresas de Inglaterra y Francia.
Edward: ¿Estás seguro?
R: Paula es mi vida, y jamás perdonaré a la persona que trate de lastimarla, por eso no podría estar más seguro de algo... (aprieta los puños), ¡Gina debe pagar!, y con una fianza se libraría de la cárcel.
Edward: ¡Entiendo!, hablaré con los socios del banco y los de la asociación ganadera para que nunca la vuelvan a recibir en los dos países.
R: ¡Te lo agradezco Edward!
Edward: (trata de levantarse), Bueno, ahora vayamos a comer porque yo también me muero de hambre.
R: ¡Espera Edward!, hay otro asunto que quisiera tratar contigo.
Edward: (¿?), ¿Qué otro asunto?
R: Es de lo que pasó ayer en el Centro de Convenciones... ¿por qué nunca me contaste que James Clayton Miller era hijo de tus empleados y que creció junto contigo?
Edward: Es una historia que prefiero mantener privada.
R: ¿No me tienes confianza?
Edward: No se trata de confianza Rogelio... se trata de vergüenza.
R: (¿?), ¿De vergüenza?
Edward: ¡Sí!, y discúlpame por no poder contarte.
R: ¡Ta bueno!, pero al menos dime, ¿de qué trabajaba ese estafador en ésta mansión?, (se recarga en el escritorio), ¡porque sí trabajaba! ¿verdad?
Edward: Sí... James era nuestro caballerango y debo decir que era excelente en ese trabajo.
R: (se sobresalta), ¿Dijiste que era caballerango?
Edward: Exactamente Rogelio, (¿?), ¿por qué te sorprendes?
R: ...
Edward: ¿Te pasa algo Rogelio?
R: No... Es que estaba pensando en que ese tipo nunca trabajó en su vida.
Edward: James trabajó hasta los veinte ocho años como caballerango en la hacienda del padre de Ricardo, pero repentinamente comenzó a dejar de lado sus obligaciones y se desaparecía por periodos de tiempo muy largos.
R: ¡Ah!... ¿Y cómo es que Jennifer pudo compararlo contigo?... ustedes no son de la misma familia, ni mucho menos gemelos... ¿o sí es muy grande el parecido físico que tienen?
Edward: (tenso), Tenemos muy poco parecido físico, pero de acuerdo a lo que Jennifer me contó, llegué a la conclusión de que el muy maldito me imitaba y como sí tenemos el mismo timbre de voz, seguramente copio la forma en que me dirigía a ella.
R: ¿O sea que al hablar se escuchan iguales?
Edward: Sí... (¿?), Rogelio, ¿por qué me estás preguntado tantas cosas de James?
R: ¡Por curioso nada más!, (se pone de pie), ¡vamos al comedor!... En cuanto terminen de comer, nos retiramos a descansar para estar frescos en el avión.
Rogelio sale del despacho y Edward lo sigue... Paula y Jennifer fueron las únicas en conversar, (de vez en cuando eran secundadas por Edward). Rogelio permaneció ausente todo el tiempo y si haberlo notado ya estaba anocheciendo.
El matrimonio Montero se retiró a la otra residencia, y Edward y Jennifer decidieron irse a dormir temprano debido al cansancio provocado por el embarazo, (aunque Edward no sabía que ese era el motivo).
Segunda residencia de los Sanders:
Al llegar a la casa, Paula se puso a ordenar el equipaje pues saldrían de madrugada y al menos deseaba dormir lo suficiente, (seguía desvelada)... Rogelio se encontraba sentado en el sillón con un semblante serio y Paula deja lo que estaba haciendo para ir a sentarse a su lado.
AP: ¿Ahora qué te ocurre amor?
R: No ocurre nada Paula.
AP: (suspira), ¡Sé bien que no es cierto!, pero ya no te voy a preguntar cosas que te incomoden.
Paula se va a continuar con su labor y Rogelio se regaña mentalmente por preocuparla tanto... Con movimientos rápidos la sujeta de la cintura y la recuesta en la cama.
AP: (¿?), ¿Y ahora que mosca te pico?
R: ¡Te amo!, y deseo estar contigo.
AP: ¿Y no podrías esperar a nuestro aniversario?
R: ¡Sabes que no puedo!
AP: Me gustaría que lo hicieras, (le da un beso corto), te aseguro que la recompensa vale la pena.
R: ¡Ta bueno!, pero sí quiero pedirte que me disculpes por causarte tantas preocupaciones.
AP: (acaricia su rostro), No tengo nada que disculpar, aunque sí me gustaría que me contaras lo que te tiene tan preocupado.
R: No es nada importante, así que no te angusties.
Rogelio se levanta y termina de acomodar su equipaje... Luego ambos se cambian y se meten a la cama para dormir. Sin embargo Rogelio no dejó de pensar en las cosas que habló con Edward y se volvió a desvelar.
Mansión de los Sanders:
Edward se quedó dormido al instante de tocar la cama, pero Jennifer se mantuvo despierta por mucho tiempo... La emoción no le permitía conciliar el sueño y estuvo tentada a despertarlo para decirle que sería padre, sin embargo deseaba que aquella revelación se diera en un momento muy especial, y obligándose a contener su alegría, mejor se dedicó a mirar el perfil de su prometido y sonreía al imaginar la cara que pondría cuando supiera la gran noticia... Con cuidado pasaba su mano por su rostro y sus labios... Los reflejos de Edward hacían que se moviera por las caricias, pero estaba tan dormido que nunca se despertó.
Jennifer: ¡Gracias mi amor!... todo lo malo que alguna vez me causó dolor, se está borrando con cada cosa hermosa que me das, (se toca el vientre), y éste pedacito que está dentro de mí, es la más maravillosa de todas, (se recuesta sobre su pecho y susurra)... ¡Suegros por favor!, ustedes que están allá arriba, pídanle a Dios que Edward pueda conocer la carita de nuestro hijo, y tal vez estoy pidiendo mucho, pero también me gustaría que pudiera verlo crecer... Él es un gran hombre y merece esa dicha.
Jennifer continúa con sus plegarias toda la noche y aún con su alegría, le fue imposible detener sus lágrimas... Después mucho llorar, el ardor de sus ojos la hacen caer en un profundo sueño, pero en su mente continuaba la súplica por la felicidad del hombre que amaba y amaría más allá de la muerte.
A las seis de la madrugada las dos parejas parten en el avión rumbo a Francia, y en las dos mujeres existía el anhelo de crear en ese viaje, el recuerdo más inolvidable y hermoso de todas sus vidas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro