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CAPÍTULO 51

Londres – Hotel:

Faltaban veinte minutos para las siete de la mañana y Ricardo sólo había dormido dos horas... Cuando Rogelio y Paula salieron del Centro de Convenciones la tarde anterior, sus dos amigos se dedicaron a darle una larga cátedra de cómo debía tratar a su esposa... Extrañamente no estaba de humor para escuchar sermones y sin querer les dijo que no tenía esposa, sino más bien una compañera con quien cubría su soledad. Ese comentario enfadó bastante a Jennifer y tomando la mano de su prometido se lo llevó muy lejos del set de la hacienda y lo peor es que el resto del evento se la pasó con un Hugo que le hablaba únicamente lo necesario... Sin embargo nada de lo sucedido lo mantenía con el insomnio. Lo que realmente no le permitía conciliar el sueño, era el no haber escuchado en todo el día la voz de su mujer... Jamás había sido orgulloso y olvidaba las cosas con mucha facilidad, (a excepción de la muerte de su padre), pero desde que vio las fotos, no dejaba de imaginar a Vanesa y a Rogelio entregándose apasionadamente y se llenaba de frustración de tan sólo pensar que él nunca podría borrar del cuerpo de su mujer, el recuerdo que dejara el hombre por el que tanto luchó en el pasado.

Aún peleándose contra el orgullo, llega un instante en que no puede más y se levanta para tomar su celular, pero cuando iba a marcarle, un nuevo mensaje llega y ve que eran otras fotos de la pareja que lo atormentaba... En cada una observaba en la mirada de Vanesa, el deseo que sentía por Rogelio, y se decía que a él nunca lo había mirado de esa manera... Desilusionado de sí mismo, coloca el aparto en la cómoda y se recuesta para intentar dormir un poco.

Hacienda del Fuerte:

Vanesa estaba acostada en su cama junto a su hija, (como siempre su mirada la mantenía sobre la niña y en ocasiones le acariciaba su cabello y besaba su frente).

Vanesa: Ustedes son quienes me ayudan a soportar este vacío que siento en mi alma.

Sin más comienza a llorar y del buró toma su celular y lo lleva a su pecho.

Vanesa: ¿Qué te está pasando Ricardo?... Es la primera vez en tres años que me haces llorar... ¡Dios mío!, ¿éste es el castigo que merezco por todo lo malo que le hice a Paula?

Varios minutos estuvo apretando el celular contra sí, hasta que intenta marcar el número de Ricardo, pero al final desiste de la idea y vuelve a dejar el aparato en el buró.

Vanesa: No quiero molestarte, así que esperaré a que tú desees hablar conmigo, aunque me estás matando de impaciencia.

Se gira y abraza a su hija para al menos sentir la calidez que la niña heredara de su padre.

San Gabriel – Pensión:

David estaba apagando su laptop... En la cama, Helena empieza a tantear el lugar donde se suponía que él dormía, y al no sentirlo se incorpora y ve que se levanta de la silla de la mesa, para dirigirse hacia ella.

Helena: ¿Qué estabas haciendo?

David: ¡Casi nada!... sólo estaba atacando la mente de mi querido amigo.

Helena: (¿?), ¿Atacabas su mente?

David: ¡Sí!, porque hasta el hombre más tranquilo y amable, tiene su lado oscuro... Ricardo es fuerte, pero su mente es muy débil y por eso pude manipularlo en el pasado.

Helena: Te creo que es de mente débil, pero no entiendo porque siempre dices que es fuerte si no tiene la apariencia de serlo.

David: Es una larga historia, pero te adelanto que si de verdad fuera tan débil, Edward sería un cadáver desde hace mucho y es por eso que necesito romper la unidad que tiene ahora con Rogelio Montero... Ese presuntuoso debe estar desprotegido para cuando regrese a su hacienda y Ricardo puede llegar a ser una verdadera molestia si está de su lado.

Helena: (se ríe), ¿Le temes a un hombrecito como Ricardo Archer?

David: ¡Ríete lo que quieras!, pero lo único que le falta a ese malnacido para ser como yo, es matar y ese es otro de mis objetivos.

Helena: (¿?), ¿Otro objetivo?

David: (ignora la pregunta), ¡Es cierto!, en éste momento te mostraré mi avance en cuanto al desfalco que le haremos a los Montero.

David regresa a la mesa y de una silla toma un portafolio. Helena se levanta y se acerca movida por la curiosidad.

David: (le entrega unas hojas), ¡Aquí tienes las escrituras originales de la Hacienda del Fuerte!... de acuerdo a un documento que leí, es imposible venderla porque es patrimonio cultural, pero con esto podemos ir sacando dinero de su banco.

Helena: (¿?), ¿Cómo las conseguiste?

David: El hijo de los Montero dejó abierta la puerta del despacho y como ya me habías comentado que en el escritorio tenían un cajón cerrado con llave, me concentré en abrirlo y ahí estaban esos documentos... Tiene otros que me interesaron más, pero sustraerlos haría que el abogado se dé cuenta de que alguien está robándolos y por el momento no lo quiero sobre nosotros, (se le acerca y alza su barbilla), apresura tu conquista o me deshago de él, y si eso pasa, seguro te dolerá ¿verdad?

Helena: (¿?), ¿Por qué habría de dolerme?

David: (la suelta y se deja caer en la cama), Porque siempre te han gustado los hombres jóvenes.

Helena deja las hojas en la mesa para ir a acostarse junto a él y lentamente lo va besando desde su rostro hacia abajo.

Helena: ¡Es muy guapo!, pero también es demasiado joven para mí... sabes bien que me gustan los hombres como Rogelio y Edward.

James: ¿Te gustan o los amas?

Helena: Sólo me gustan, porque yo estoy muy enamorada de otra persona.

James la sujeta de los brazos y la gira para quedar encima de ella.

James: ¡Jamás se te vaya a ocurrir decirme su nombre, porque no sé de lo que sería capaz!

Helena: ¡Eres un estúpido!... ¿por qué nunca me entiendes?

James: ¿Acaso tú me entiendes a mí?

Helena: ¡Dime entonces lo que sientes y yo te diré lo que siento!

James: El tiempo en que podía decírtelo ya pasó y por más que lo desee, nunca regresará.

Helena: ¿Por qué no?

James: De nada sirve que te lo explique, (acerca su rostro al de ella), ¡ahora hazme olvidar!

James la empieza a besar con fiereza y el dolor que le provocaba hacía que Helena intentara quitárselo de encima. Él siente el rechazo y la avienta bruscamente a un lado suyo. Furioso por su actitud, le da la espalda y se cubre con las cobijas. Helena se acomoda el baby doll y se levanta para ver en el espejo la marca que le dejara en su brazo al momento de aventarla. Sus lágrimas brotan rápidamente, pero contiene sus sollozos tapando su boca. Cuando está más tranquila, regresa a acostarse lo más cerca posible de James.

Plaza de San Cristóbal – 1:45 am:

Alejandro esperaba a Raúl sentado en una banca de la plaza... Decir que Dany había sido comprensiva cuando le dijo que pospondrían su noche romántica, sería una mentira, pues aunque no demostró todo su enojo, sí dejó ver su decepción al descubrir que quizás sigue sin ser importante para él... Alejandro le juró mil veces que estaba equivocada y le prometió que en cuanto resolviera el problema que tenía, se casarían y se irían de luna de miel a Europa... Sin embargo Dany comenzaba a volverse escéptica a los juramentos y al terminar la cena, le pidió que la llevara a su casa para que pudiera irse a atender su "asunto importante"... Luego de que su esposa se encerrara a piedra y lodo en su casa de soltera, él se quedó un buen rato afuera de ésta, con la esperanza de que reconsiderara su actitud y saliera a despedirlo con un beso, pero después de una hora se dio cuenta de que eso no sucedería, así que se puso en camino a su cita y ahí sentado en la plaza, no dejaba de pensar en si era justo que dejara de lado su vida para preocuparse por la de otros.

En un auto compacto color oscuro se encontraba Raúl observándolo con detenimiento. Él llegó a la plaza desde las once de la noche para asegurarse de que nadie más estuviera cerca y que viniera solo. Al cumplirse la hora pactada, baja del auto y se dirige a paso lento hacia él. Alejandro levanta la cara y lo ve acercándose con extrema precaución.

Raúl: (se sienta a un lado), Te creía más viejo.

Alejandro: (¿?), ¿Es lo primero que va a decirme?

Raúl: Es lo primero que pensé en cuanto te vi llegar, y eso significa que no podrás ayudarnos.

Alejandro: Y según usted, ¿por qué no podré ayudarlos?

Raúl: La familia Mendoza tenía una posición social inigualable... Tan es así, que un arribista buscó emparentar con ellos para conseguir un puesto importante en la política, y al obtenerlo, también los Mendoza salieron beneficiados porque se hicieron de más contactos influyentes... Pero tú eres un simple abogado y para empeorar las cosas, demasiado joven.

Alejandro: Seré joven pero eso no significa que me encuentre desprovisto de recursos.

Raúl: Escucha muchacho, esto no podrás resolverlo por medios legales, porque el sujeto que mató al señor Mendoza, consiguió el apoyo de un grupo delictivo que también conoce gente influyente. Además, se te nota la facha de niño rico y ese tipo de personas son muy débiles.

Alejandro: ¡Las apariencias engañan señor!... Le informo que soy un huérfano que se crío en las calles a pesar de estar al cuidado de un tío abogado... Vivir así me permitió conocer personas de todas las clases sociales y tengo contacto con ellos cuando me asignan casos complicados.

Raúl: (se ríe), ¡Sí claro!... tú eres un hombre elegante y bien educado, por eso dudo mucho que tu experiencia de vida sea como la describes.

Alejandro: Soy la única opción que le queda, así que no debería desperdiciarla con suposiciones.

Raúl: (¿?), ¿Y tú cómo sabes que no tengo más opciones?

Alejandro: Porque si las tuviera, no estaríamos teniendo esta conversación.

Raúl: ¡Eres muy listo!... Bien muchacho, te daré el beneficio de la duda.

Alejandro: ¡Gracias!, y ahora le pido que me lleve al lugar donde se encuentra la hermana de Rogelio Montero.

Raúl: Eso no puedo hacerlo... Lo único que me trajo aquí, es la urgencia de que nos facilites algunos dólares para poder salir de México.

Alejandro: ¡No le daré ni un solo centavo si no me lleva con ella!

Raúl: ¿Para qué la quieres ver?

Alejandro: ¡Quiero llevarla de vuelta con su familia!

Raúl: El señor Mendoza era su única familia, y desde que se lo arrebataron, su mente se perdió más de lo que ya estaba.

Alejandro: La familia Montero conoce bien la situación de la señora Cynthia, así que no se preocupe por eso y regrésemela... En cuanto la tenga conmigo, le daré una cantidad de dinero con la cual podrá vivir más allá de su vejez.

Raúl: No se trata de dinero, muchacho... El señor Mendoza me ordenó protegerla por siempre y si te la entrego, nada me asegura que se encontrará a salvo.

Alejandro: (¿?), ¿A qué se refiere?

Raúl: A que sería como sí se la estuviera entregando en bandeja de plata, a la persona que mató al señor Luis.

Alejandro: Entonces dígame quién es esa persona para que pueda hacerlo pagar por su crimen.

Raúl: No lo conozco, y ni siquiera pude verlo bien cuando bajó de la camioneta... La señora Cynthia sí lo vio, pero ahora es imposible que pueda ayudarlo a reconocerlo.

Alejandro: ¡Debemos intentarlo!... sí ella lo vio, entonces podemos llevar al asesino ante la justicia... Señor, si nos libramos de ese tipo, todos vamos a estar más tranquilos.

Raúl: ...

Alejandro: Aparte de la tranquilidad, se le dará la cantidad de dinero que pida... Lo único que quiero, es su colaboración para atrapar a ese asesino.

Raúl: El número de sus cómplices, es mayor que el de nosotros.

Alejandro: Usaremos el cerebro, en vez de la fuerza... Mi intención no es convertir lo que pasó en una venganza a muerte, si no que pague con la cárcel.

Raúl: Si usted es listo, ese hombre también lo es... Se cuida mucho de que no le vean el rostro, y no deja huellas para poder identificarlo... Nosotros lo intentamos, pero nunca encontramos nada que nos sirviera para atraparlo.

Alejandro: (¿?), ¿Quién es usted en realidad?

Raúl: ¡Un huérfano como tú!, y de no ser por el señor Luis, seguiría deambulando en las calles, pero después de lo sucedido con su cuñado, otros cuatro, y yo, terminamos siendo niñeras, (se ríe), ¿hasta dónde puede llegar la ambición de algunas personas?

Alejandro: Conozco a la perfección hasta dónde llega señor, porque también la he padecido.

Raúl: ¡Es difícil creerlo!, (se pone de pie), ¡Está bien, muchacho!, te llevaré con la señora Cynthia.

Alejandro se levanta y ambos abordan el auto de Raúl; éste le advirtió a Alejandro que el camino sería largo y que lo mejor sería que durmiera todo lo que pudiera... él no lo hizo al principio, pero luego de tres horas terminó por ceder al ardor de sus ojos y se quedó dormido.

Londres – Centro de Convenciones:

Increíblemente Rogelio pasó temprano a recoger a Edward y no solamente se le veía relajado, sino también muy contento. La sensación que dejara la velada que vivió con Paula, fue suficiente para que nada le afectara, (ni el ruido a su alrededor, ni el gentío, ni la frialdad con la que Ricardo lo traba, pudieron apartar de su rostro la sonrisa que tenía).

Como estaba estipulado en el programa, a las diez se hizo una pausa para que todos desayunaran... Rogelio y Edward conversaban sobre sus respectivas parejas de una forma que incomodó a Ricardo al grado de hacer que se retirara sin terminar de comer. Fue ahí cuando Rogelio cayó en cuenta de que su concuño estaba molesto, (e interiormente sabía que era con él).

R: Edward, tú que conoces bien a Ricardo, ¿sabes qué es lo que pude hacerle como para que se esté comportando así conmigo?

Edward: Yo conozco al Ricardo de hace quince años y ese no se enojaba jamás... si ahora está molesto debe ser por algo bastante grave.

R: (¿?), ¿Y qué fue?, porque yo no le he hecho nada malo, (hace memoria), ¡me lleva!, ¡ya sé que pudo ser!... segurito es porque no le he pagado por su trabajo y ha de pensar que me estoy aprovechando de nuestro parentesco.

Edward: No creo que sea eso Rogelio, pero como amigo tengo que darte éste consejo... No vayas a ir a preguntarle... Por el momento es mejor que dejes que las cosas se calmen y cuando lo veas más tranquilo le pides una explicación.

R: (¿?), ¡Ah caramba!, me lo dices como sí me fuera a pegar si le pregunto.

Edward: Si se enoja más, es lo que terminará haciéndote... Para los que no lo conocen, Ricardo puede parecer un hombre sin carácter, pero somos dos los que sabemos hasta donde es capaz de llegar sí lo hacen enojar.

R: (se ríe), ¡Cómo te gusta exagerar!... La mera verdad ya me estaba creyendo ese cuento de que Ricardo se convierte en ogro sí se enoja, pero sin ofender... Ricardo no tiene la facha de ser agresivo, ni mucho menos peligroso.

Edward: ¡Bueno!, creo que es mejor que lo descubras por ti mismo, aunque si lo haces, las cosas entre ustedes jamás volverán a ser como antes.

La sonrisa en el rostro de Rogelio desaparece y se queda serio, (Edward se quita los lentes para verlo mejor).

Edward: ¿Ahora qué te pasa?

R: Tengo que ser sincero contigo y aunque tal vez no me creas, la verdad es que estoy apreciándolo como a un verdadero hermano, y me siento mal por todo lo que está pasando.

Edward: Te entiendo Rogelio... Ricardo es muy atrabancado y casi nunca habla seriamente, pero tiene la facilidad de caerle bien a las personas.

R: (sonríe), ¿Sabes algo?, desde que murió mi padre me hice cargo de la hacienda sin ayuda de nadie, o al menos así lo hice hasta que llegó Paula, pero a pesar de que ahora es empresaria, aún no se acostumbra a ésta clase de actividades... Por el contrario Ricardo es como yo, y con lo que hizo en ésta convención, por primera vez sentí que tenía un camarada en quien apoyarme completamente, (melancólico), eso fue lo que siempre esperé de mi hermana, sin embargo a ella nunca le interesó trabajar junto a mí.

Edward: ¡No te preocupes Rogelio!... sea lo que sea que le esté pasando a Ricardo, te puedo jurar que no durará mucho... sólo se paciente y verás que en unos días volverá a ser el mismo.

R: ¡Eso espero!... y mejor cambiemos de tema ¿te parece?... la mera verdad no me agrada andar de sentimental.

Edward: (¿?), ¡Como gustes!... Entonces aprovecharé para preguntarte sí vas a regresar a México en cuanto termine la convención.

R: Pues esa es mi idea, pero yo me regresaré con lo que reste del ganado en el barco, y mandaré a Paula, a Ricardo y a Hugo en el avión, (¿?), ¿por qué la pregunta?

Edward: ¿No te podrías tomar unos días antes regresar?... para convencerte te ofrezco enviar a mi personal con el ganado.

R: (¿?), ¿Y cómo para qué?... ¿me vas a dar algo?, (sonríe), ¡la casa que me prestaste no estaría nada mal para cuando venga de vacaciones!

Edward: ¡Si te gustó tanto, es tuya!

R: ¡Ah caramba!, yo lo dije de broma... Ricardo tiene razón, ¡no me salen las bromas!

Edward: Pues yo no estaba bromeando, y ese regalo sería en pago por la compañía de Ana Paula y tuya en París.

R: ¿París?... ¿quieres que te acompañemos a París?... ¿y a qué vas?

Edward: Voy a ver a mis suegros y mis cuñados... Antes de que ustedes llegaran a Inglaterra, hablé con Henry y le pedí que reuniera a toda la familia Smith, pero como mi suegro es algo mayor, no puede viajar, así que nosotros iremos a su casa en Francia.

R: ¡Y temes ir solo!, ¿verdad?

Edward: ¡Un poco!... Lo que sucede es que le hice mucho daño a Jennifer y no será sencillo que sus padres acepten dar su consentimiento para nuestra boda.

R: (¿?), ¿No crees que Jennifer ya está bastante grandecita como para andar pidiendo permiso para casarse?

Edward: No se trata de pedir permiso... Es mi obligación hablar con ellos, tal y como lo hice cuando les pedí que la animaran a casarse con James.

R: ¡En verdad sí eres un idiota!... con tanta presión la pobre de Jennifer terminó casándose con un miserable. ¡Ahora entiendo por qué le temes a la reacción de los padres!... si yo fuera ellos, no te dejaba ni que te le acercaras.

Edward: ¡Por favor Rogelio, no me hagas sentir peor de lo que ya me siento!... No tengo cara con qué presentarme ante sus padres, y mucho menos con la señora Smith, pero Jennifer adora a su familia y ni modo de casarnos sin su presencia.

R: (suspira), ¡Ta bueno, hombre!... le diré a Paula que nos tomaremos dos días más porque iremos a servirte de alcahuetes con tus suegros.

Edward: En sí, mi intención es que apoyen a Jennifer en caso de que sus padres se pongan a recordarme mis errores... ¡No quiero que se pelee con ellos por ningún motivo!

R: ¡Está bien!... nosotros estaremos con ella todo el tiempo que nos sea permitido.

Edward: ¡Muchas gracias!, y ahora regresemos adentro porque tenemos que arreglar lo de la presentación de tu esposa.

R: ¡Es cierto!... se me estaba olvidando esa última parte del evento, (se levanta rápidamente), ¡perdona Edward!, pero tengo que ir por Paula para ponerla al tanto de cómo será su presentación.

Edward: ¡Sí es por eso, entonces no te inquietes!... Jennifer irá a ayudarla y la traerá bien instruida.

R: ¿Estás seguro?

Edward: (se pone de pie), ¡Muy seguro!... ese es el trabajo que Jennifer ha hecho desde hace años, así que por favor, ¡confía en ella!

Rogelio asiente y ambos regresan a los sets, sin embargo Ricardo había vuelto a desaparecerse y Hugo era el que atendía el lugar... Rogelio se guarda sus comentarios y mentalmente pedía qué por el bien de su concuño, no lo siguiera sacando de sus casillas.

Londres - Segunda residencia de los Sanders:

En la entrada principal se estaciona el Lotus Elite, (Jennifer y Magda bajan e ingresan a la casa). Paula se había bañado desde temprano, pero Jennifer le dijo que no se vistiera hasta que ella llegara... Cuando se disponía a sentarse a continuar con su lectura, su amiga entra seguida de Magda, (que cuelga unas bolsas en la manija de la puerta del closet).

Jennifer: (le quita el libro), ¡No son horas de leer, sino de ponerse hermosa!

AP: ¡Dijiste que llegarías a las diez y ya pasan de las once!

Jennifer: Es que me quedé dormida y me levanté a las diez en punto, (saca unos cepillos de su bolsa), ¡voy a colocar esto en el tocador!

AP: (se acerca a Magda y le habla en voz baja), ¿Desayunó?

Magda: (la imita), ¡Lo intentó!, pero después de cinco cucharadas sintió asco y lo devolvió.

AP: ¡Ya es crónico!... ¿Usted qué piensa de todo lo que ha visto, Magda?

Magda: ¡Supongo que lo mismo que usted!... la señora Catherine se puso igual en sus dos embarazos, pero la señora Jennifer se niega a lo evidente y no comprendo la razón.

AP: Le voy a preguntar a Ernesto, porque si no se cuida puede perderlo por imprudente.

Jennifer: ¿Quién es imprudente?

AP: Tú... (Nerviosa),¡perdón!, no hablaba de ti... es que le decía a Magda que con los nervios no creo poder recordar mi discurso y se me puede salir una imprudencia.

Jennifer: ¿De qué te preocupas si lo vas a leer?

AP: Mi pronunciación en inglés no es la mejor.

Jennifer: Algunos franceses tampoco lo hicieron bien y nadie los criticó, así que deja los nervios de lado y ve a sentarte frente al tocador porque te voy a poner bonita.

Paula hace lo que le pidiera y Jennifer de inmediato comienza a alisarle el cabello para hacerle una trenza francesa, y Magda se encarga de maquillarla.

AP: No sabía que eras experta en peinados.

Jennifer: Cuando estuve paralítica contraté una profesora de cultura de belleza e iba todas las tardes a enseñarme sus técnicas... Aunque no creas que es lo único que sé hacer... también cocino.

AP: Yo pensé que con la depresión que tenías, no te daban ganas de nada.

Jennifer: Tuve dos etapas de depresión... en la primera me auto compadecía y me alejaba de la gente, pero al conocer al sujeto con el que me casé, mi mente se vio engañada y medio me compuse.

Magda: (deja de maquillar a Paula), ¿Usted ya fue casada?

Jennifer: ¡Sí Magda!... Espero que eso no sea un nuevo motivo para que me rechace... Después de todo, yo nunca ame a ese hombre.

Magda: Si no lo amaba, ¿entonces por qué se casó con él?

AP: ¡Magda por favor!, no le haga preguntas respecto a ese hombre... la pobre sufrió mucho a su lado.

Jennifer: ¡No hay cuidado Ana!... Edward ha ido borrando todo ese sufrimiento y ahora no me afecta recordar lo que viví con ese tipo, (a Magda), y me casé porque me hizo su proposición después de que me tomé una botella de vino, y como era tan idéntico a Edward, creí que era él quien me estaba pidiendo matrimonio.

AP: ¿Era idéntico?... ¿qué tan idéntico Jen?

Jennifer: Físicamente tienen unas cuantas similitudes, pero en lo que se parecen más es en...

Magda: (la interrumpe), No es necesario que de más explicaciones señora, por mi parte prefiero no saberlo.

Jennifer acepta y continúa con su labor al igual que Magda... Después de una hora, Paula ya estaba lista; el atuendo que eligió Jennifer para ella, constaba de un conjunto color vino de saco a tres cuartos, falda corta y tacones negros, la trenza sólo estaba a la mitad y permitía al resto de su cabello caer libremente por su espalda, el maquillaje era suave y como únicos accesorios de joyería llevaba su collar de corazón y unos pendientes que le regalara su amiga para la ocasión.

AP: (da una vuelta), ¿Cómo me veo?

Magda: ¡Muy hermosa!... debo admitir que la señora Sanders tiene talento para arreglar celebridades.

Jennifer: Es que soy muy vanidosa y me encanta la moda elegante.

AP: Afortunadamente no se te ocurrió que usara una minifalda, (se mira al espejo), aunque viéndolo bien, la falda es muy corta.

Jennifer: ¡No tanto!, si ves la mía es mucho más corta.

Ambas sonríen y luego Paula regresa su mirada al espejo, (Jennifer y Magda se dedican a guardar lo que usaran para arreglarla). Como aún tenían mucho tiempo, las tres se sientan en la pequeña salita... Paula platicaba de sus hijos con emoción, pero se dio cuenta de que Magda adquiría un semblante triste con cada mención que hacía de ellos.

AP: ¿Qué le pasa Magda?

Magda: ¡Nada señora!, (sonríe), ¡son cosas de viejos!

AP: ¿Y esas cosas de viejos, tienen qué ver con su hijo?

Jennifer: Ahora recuerdo que usted nos contó qué tenía un hijo, pero nunca mencionó en dónde está, ni qué edad tiene.

Magda: ¡Está en lo cierto!, ¡discúlpeme!... (Melancólica), Nuestro James es un año más grande que el joven Edward... Los dos se criaron juntos, y juntos se fueron de Inglaterra... ambos se querían como hermanos, pero cuando el joven regresó, nos dijo que James había hecho una vida en Estados Unidos y desde entonces no sabemos nada de él.

Paula voltea a ver a Jennifer y la encuentra pálida y temblorosa.

Jennifer: Magda, ¿me puede decir el nombre completo de su hijo?

Magda: (¿?), ¡Claro señora!... nuestro hijo se llama, James Clayton Miller.

AP: (sorprendida), ¿Dijo Clayton Miller?... ¡Jen!, ¿ese es tu...

Jennifer se levanta y sale corriendo de la recámara. Paula la sigue y apenas logra alcanzarla antes de que arranque el coche.

AP: ¿A dónde vas Jen?

Jennifer: ¡Voy a exigirle explicaciones a la persona que sigue mintiéndome a pesar de todo lo que hemos vivido!

AP: ¡Jen, no deberías alterarte!... ¡en tu estado eso no es bueno!

Jennifer no le contesta, y aumenta la velocidad. Paula se pone el cinturón de seguridad y ruega a Dios, porque lleguen sanas y salvas a su destino.

Zona Forestal de Tuxtla:

Raúl y Alejandro finalmente llegan a la casa donde se encontraba Cynthia, (se tardaron aproximadamente cinco horas dando vueltas por el lugar)... Raúl baja y entra sin esperar a Alejandro, (que se apresura a alcanzarlo)... Al entrar se topa con un sitio pequeño y algo sucio. Con su mirada recorre cada rincón y ve a César sentado en un sillón cercano a la ventana, (aunque no le presta demasiada atención)... Mientras más recorría la casa, más deprimente le parecía, pero cuando su mirada se posa sobre una mujer con una cicatriz en el rostro, lo invade un sentimiento de lástima.

Cynthia dormía... sin embargo las facciones de su cara reflejaban que estaba teniendo algún tipo de pesadilla porque se movía mucho y sollozaba.

Alejandro: (se acerca a la cama), ¿Qué le pasa?

Raúl: ¿Qué te imaginas que le puede estar pasando?

Alejandro: (molesto), ¡Si lo supiera no se lo estaría preguntando!

César: (se ríe), ¡Es muy alzado esté morrito!

Raúl: ¡Cállate César!, (a Alejandro), ¡escucha muchacho!, ésta mujer estará loca, pero en el fondo de su mente, debe recordar lo que pasó aquella noche en que murió el señor Luis.

César: ¡Así es!, (los dos hombres voltean a verlo), antes de que llegaran llamaba a Luis y le pedía que viniera por ella... luego comenzó a suplicar que no los separara y después gritó tan fuerte qué llegué a pensar que rompería los vidrios.

Raúl: (mira a Alejandro), ¿Eso responde tu pregunta, muchacho?

Alejandro: ¡Sólo una parte!

Alejandro retira las cobijas que cubrían a Cynthia y la toma en sus brazos.

Raúl: ¿Qué piensas hacer?

César: Si sales con ella, no podrás llegar ni siquiera a la entrada de Tuxtla.

Alejandro: No puede quedarse en éste lugar, (a Raúl),¿ vendrán con nosotros, o prefieren que les pague para que se refugien en otro país?

Raúl: ¡Iremos con ustedes!, pero vamos los cinco, o nadie.

Alejandro: No podemos esperar a los demás.

Raúl: (a César), ¡Ve con ellos!... yo esperaré a que regresen los otros.

César toma una bolsa negra y sale de la casa.

Raúl: No me imagino lo que tienes pensado hacer, pero no dejaré que involucres a esa mujer en cosas peligrosas... El señor Luis quería que estuviera a salvo.

Alejandro: Hay algo que no entiendo... ¿por qué el doctor Mendoza no hizo nada para detener a ese hombre?... Según me contó en el camino, hasta se bajó de la camioneta para enfrentarlo a sabiendas de que estaba a su merced.

Raúl: Su conciencia no le permitió intentar defenderse, sino al contrario. Conociéndolo podría jurar que su deseo era morir.

Alejandro: (¿?), ¿Por qué?

Raúl: Cuando era joven se enamoró de una mujer muy ambiciosa, que en la primer oportunidad lo engañó con su cuñado... Ella siempre le pedía a su amante que se deshiciera de su esposa para convertirse en la señora de un hombre influyente, sin embargo éste no quiso porque en el fondo amaba a su mujer... Cuando terminaron se puso como loca y trató de matar a la hermana del señor Luis, pero para su desgracia, fue el señor Mendoza quien la mató antes de que pudiera ponerle un dedo encima... Eso terminó con su vida porque lo obligaron a esconderse para que no fuera a la cárcel... Lo enviaban de un lugar a otro, hasta que llegó al reclusorio de Tuxtla, y como se enamoró de la mujer que llevas en tus brazos, decidió quedarse encerrado ahí por cuatro años... Lo malo es que jamás olvidó su crimen y vio en la muerte una manera de comenzar a pagar por ese error.

Alejandro: ¡Es una verdadera lástima!... por lo poco que Rogelio me ha contado, el doctor ayudó mucho a su hermana y a la tía de su esposa, (suspira), ¡Irónico!... ¡Un gran psiquiatra termina sus días atormentado por un error del pasado!

Raúl: Él no era psiquiatra... Aunque su manera de ver la vida fue de gran ayuda para todos nosotros.

Alejandro: ¡También eso pensaba Rogelio!, (mira a Cynthia), ¡Señor Mendoza!, creo que su última decisión condenó a la mujer que amaba al infierno, y sólo espero que algún día pueda liberarse.

Raúl: ¡No creo que eso suceda abogado!... personas como nosotros, jamás seremos libres, (le da la espalda), ¡ya no pierda el tiempo!... ¡llévesela! porque esos tipos pueden dar con éste lugar, y no es conveniente que lo encuentren aquí.

Alejandro: (asiente), Le mandaré un mensaje con la dirección a donde voy a llevarlos.

Alejandro da media vuelta y sale de la casa. Raúl se sienta en una silla y desde ahí mira cómo el coche se va alejando del lugar.

Londres - Centro de Convenciones:

Paula y Jennifer llegaron al Centro de Convenciones, y en cuanto Rogelio ve a su esposa se levanta a recibirla, pero Paula lo sujeta de la mano y los dos siguen a Jennifer hasta el set de Edward... Él hablaba con una socia y su marido cuando su prometida se disculpa con los señores y les pide que los dejen solos. Edward se pone de pie y trata de tomarle sus manos, sin embargo Jennifer se aleja, (Paula y Rogelio se colocan detrás de ella).

Edward: (¿?), ¿Pasa algo mi amor?

Jennifer: ¡Sí Edward!... ¡pasa que no importa cuántas veces te ruegue por un poco de confianza, porque ya comprendí que nunca me la vas a dar, y eso se debe a que hasta tú mismo dudas que sea una buena mujer para ti!

Edward: ¡Eso no es verdad Jennifer!... te he dicho muchas veces que no hay mujer más perfecta que tú para mí.

Jennifer: ¡Pues no lo parece!... ¿sabes de lo que me acabo de enterar?... hace unos minutos supe que el hombre que me humillo y que intentó matarte, es hijo de Magda y Mateo.

R: (alterado), ¿Qué dijiste?

AP: ¡Déjalos Rogelio!, este asunto sólo pueden resolverlo ellos dos.

Edward: (a Jennifer), ¿Cómo te enteraste?

Jennifer: ¿Te importa más saber eso?... esperaba que te disculparas y me prometieras que me contarías toda la verdad, pero tu plan es envolverme con tus palabras para que me quede conforme con la mitad de tus secretos, (comienza a llorar), ¡eso no es amor Edward!... el amor también es confianza, y yo no me he ganado la tuya.

Jennifer da la vuelta y camina a la salida... Edward se quita los lentes e intenta ir tras su prometida, pero Rogelio lo detiene del brazo.

R: ¿Qué más nos falta conocer de tu pasado?

Edward: (se zafa), ¡Ahora no Rogelio!... primero debo hablar con Jennifer.

R: Yo también necesito que me aclares algunas cosas.

AP: (sujeta su mano), ¡Ya basta Rogelio!... En éste momento lo que más importa es que Edward tranquilice a Jen.

Edward aprovecha la distracción de Rogelio y sale de los sets. Él intenta seguirlo, pero Paula lo afianza más fuerte.

AP: ¡Rogelio!, en el estado de Jen, cualquier enfado puede ser peligroso, así que deja que su prometido la calme.

R: (¿?), ¿De qué carambas me estás hablando?, ¿acaso Jennifer está enferma?

AP: No puedo decirte porque no estoy segura, pero hazme caso... además, es ella quien necesita las explicaciones, no tú.

R: Algo me dice que también yo las necesito.

AP: (¿?), ¿Y tú por qué?

R: Luego te cuento... Mejor dime, ¿cómo fue que Jennifer se enteró de que su ex marido, es hijo de los señores que trabajan para Edward?

AP: Porque Magda nos lo dijo, (seria), ¿te imaginas lo terrible que debió ser para Jen?... Una hora antes estaba diciendo que se casó con ese hombre porque se parecía a Edward, y ahora comprendo el por qué.

R: (¿?), ¿De qué hablas?

AP: ¡Ay Rogelio!, ¡es obvio!... Si los dos crecieron juntos y se trataron por años, es natural que tuvieran una que otra similitud en su manera de ser, y eso lo aprovechó ese tipo para que Jen se casara con él.

R: ¿O sea que lo imitaba?

AP: ¡No me refiero a eso!, pero ya no quiero seguir hablando de ese hombre... Sé que Edward calmará a Jen y le explicará cómo estuvieron las cosas... Lo que deberías hacer tú, es preocuparte por mi presentación, (lo abraza), ¡estoy realmente nerviosa!

R: (corresponde al abrazo), ¡Tienes razón amor!... Yo voy a ayudarte en todo momento para que los enamores al igual que lo hiciste conmigo, (pensativo), aunque pensándolo bien... ¡mejor no los enamores igual!, porque te juro que mato al primero que intente acercarse a ti.

AP: (sonríe), ¡No seas celoso!... recuerda que debemos tener tratos cordiales con todos los socios.

R: ¡Sí pero no tan afectuosos!

AP: ¡Pero sí tú eres amable y caballeroso con las socias!, ¿por qué yo no puedo ser amable y complaciente con los socios?

R: Porque estos sujetos ven una mujer hermosa y tratan por todos los medios de llevársela a la cama.

AP: (se suelta), ¿Y tú también haces lo mismo?

R: (vuelve a juntar sus cuerpos), ¡Nunca!, porque eres la única mujer a quien deseo en mi cama.

AP: ¡Es lo mismo que pienso yo!, (acerca su rostro al de él), ¡sólo te quiero a ti en mi cama y en mi vida!

Ambos sonríen y se besan tiernamente.

Afuera del Centro de Convenciones, Jennifer iba a subir a su coche cuando Edward la jala del brazo.

Edward: ¡Por favor!, ¡déjame explicarte lo que pasa!

Jennifer: (enojada), ¿Y qué me vas a decir?... ¿Vas a inventarme que éste James y el miserable al que me entregaste, no es el mismo?

Edward: ¡Sabía que no me habías perdonado completamente!, porque continúas echándome en cara lo de tu matrimonio.

Jennifer: No te reclamo el tomentoso matrimonio que tuve... te reclamo que sigas mintiéndome a pesar de jurarme que me amas con el alma.

Edward: ¡No te he mentido!... simplemente omití contarte ciertas cosas de mi pasado que prefiero olvidar.

Jennifer: ¡Ocultar la verdad, y mentir es lo mismo!... y como veo que no piensas decir la verdad, (se suelta), te devuelvo tu palabra de matrimonio, aunque con esto me condené a la muerte.

Edward: ¡No lo hagas Jennifer!... nos estarías condenando a ambos a esa muerte.

Jennifer: ¡Entonces sé sincero!

Edward gira el rostro a manera de negación... Jennifer se desilusiona y trata de irse, pero un mareo provoca que se desmaye siendo sostenida por Edward, (que observó a tiempo que se desvanecía). Como en el Centro de Convenciones había un área de salud en caso de que alguno de los asistentes se pusiera mal, la carga e ingresa al edificio con algo de dificultad, debido a su escasa visión.

Hacienda del Fuerte:

Dos días tenía Rosaura de no haber salido de su habitación, (una de las empleadas le llevaba la comida). Lo único que agradecía de su permanencia en la cárcel, era la costumbre al encierro. Al bajar la escalera se encuentra con María, que la miraba de una manera interrogante.

Rosaura: ¿Se le ofrece algo María?

María: ¡Sí Rosaura!... ¿quiero saber qué fue lo que llevó al Licenciado y a usted a Tuxtla?

Rosaura: Si me está preguntando, eso significa que el abogado no le contó nada, y en ese caso, yo tampoco lo haré.

María: (se altera), ¡Entonces sí le pasó algo malo a mi hija!

Rosaura: ¡Ella está bien!, aunque no se encuentra en el lugar en donde la dejaron.

María: (¿?), ¿Cómo es eso de que no está donde la dejamos?

Rosaura: Su mente divaga por lugares que usted jamás se imaginará, y por eso le dije que no está donde la dejaron, pero no se lo tome en serio... Lo que sí le recomiendo, es que espere a que el abogado le cuente lo que hizo en Tuxtla... Él no es Bruno, y su lealtad está con Rogelio y su familia.

María: ¡Esas palabras no me tranquilizan!

Rosaura: Pues de mi parte sólo tendrá lo que acabo de decir, y si me disculpa, me voy al pueblo... Llevo dos días sin trabajar y no es bueno que me acostumbre a la vida que tuve antes de ir a la cárcel.

Rosaura se aleja de María y después de tomar un vaso con agua, sale de la casa. María sube a la recámara donde están los gemelos y los mece mientras oprime su pecho con sus manos.

Clínica de San Gabriel - Consultorio de Ernesto:

Vanesa había ido a hacerse una revisión porque desde que se despertara no dejaba de dolerle el vientre. El ginecólogo le hizo un ultrasonido y la revisó por varios minutos, sin embargo no le dijo nada y le pidió que regresara más tarde, y para entretenerse, fue a buscar a Dany pero ella estaba ocupada atendiendo unos pacientes, así que no le quedó de otra que ir con Ernesto, (Mercedes se fue a su casa con su hijo Gerardo). Los dos conversaban de los cambios que todos tuvieron en cuatro años, pero Vanesa no dejaba de decir que sus errores siempre la perseguirían y que jamás sería feliz... Para Ernesto ese parecía ser un cuadro de depresión referente a su embarazo... Aunque el decírselo a ella no serviría de nada, y por eso decidió que haría una visita a la hacienda, en cuanto terminara su jornada de trabajo.

El ginecólogo entra y llama a Ernesto. Él se levanta y sale afuera, pero el otro médico lo lleva a un lugar alejado del consultorio.

Ernesto: (¿?), ¿Qué tiene la señora Archer?

Ginecólogo: El bebé se está moviendo muy poco y además el líquido amniótico ha disminuido considerablemente.

Ernesto: ¡Pero acaba de entrar en su séptimo mes!, aun no es buen tiempo para que nazca el bebé.

Ginecólogo: ¡Lo sé!, y espero que aguante por lo menos dos semanas más, pero con la cantidad de líquido que perdió, podría venir en menos de una semana.

Ernesto: Si viene en una semana puede tener complicaciones.

Ginecólogo: Voy a hacer más estudios para saber cómo están sus órganos, pero con lo poco que hablé con la señora, me di cuenta de que está pasando por mucho estrés y para complicar las cosas, ha perdido peso y eso quiere decir, que el bebé también perdió proteínas esenciales.

Ernesto: ¿Crees que tenga depresión pre parto y eso hace que deje de comer?

Ginecólogo: ¡Eso creo!

Ernesto: (se soba la sien), ¡Voy a llevarla a su casa!... Es fundamental que su familia sepa lo que le está pasando para que le brinden el apoyo que necesita.

Ginecólogo: Te aconsejo que evites que el esposo la altere, porque todo el tiempo lo mencionó y cada que lo hacía se ponía a llorar, y algo me dice que es él quien la estresa.

Ernesto: ¡Será su ausencia!, porque tiene más de un mes que se fue a Inglaterra.

Ginecólogo: Entonces no sé que pudo desatarle la depresión, (se ríe), yo dudo que se pusiera así porque el marido no está.

Ernesto: ¡Se ve que no entiendes a las mujeres!, pero no tengo tiempo de explicarte sus pensamientos, (da la vuelta), voy a llevarla a la hacienda del Fuerte y mañana la traigo temprano para que le hagas los estudios.

Ernesto va al consultorio y se lleva a Vanesa, (que ni siquiera le preguntó lo que había dicho el ginecólogo). Casi antes de que arrancara su camioneta, Dany los alcanza y se va con ellos.

Londres - Centro de Convenciones:

Rogelio se pasó dos horas dándole indicaciones a su esposa de lo que debía decir frente a los clientes... Paula lo escuchaba, pero los nervios no se iban por más que intentaba mantenerse tranquila.

El momento en que se haría la última presentación de los ganaderos asociados y la clausura del evento llegó tan rápido que a Paula ni tiempo le dio de darse cuenta de que ya la estaban presentando... Rogelio la toma de la mano y la guía hasta la tarima... Por un minuto se quedo de pie frente a todos los presentes sin decir nada, pero una risa proveniente de la primera fila la hace dirigir su mirada hacia allá, y ve a Gina burlándose de ella... Eso toca su orgullo y comienza a presentarse y a dar una explicación amplia sobre su negocio.

Rogelio la miraba admirado por la manera tan segura que estaba demostrando. Gina lo observaba embelesado con su mujer y discretamente habla con un hombre rubio, alto y fornido.

Gina: ¡Esa es la mujer!... mírala bien, porque no quiero ningún error.

Hombre: ¡Ya la vi!, además es la única latina que vino aquí y es muy difícil que me equivoque, (suspira), ¡con lo bella que es no quisiera lastimarla!

Gina: No sólo quiero que le des unos golpes... También quiero que la rebajes al nivel de una cualquiera, (sonríe), a ver si así su marido la va a seguir queriendo.

Hombre: ¡No me gusta forzar a las mujeres!, yo siento que con un susto basta.

Gina: ¡Pues yo no me conformo!, ¡y no sé por qué tanta consideración si te vas a dar un gusto extra!

Hombre: ¡Está bien!, pero al menos ¿tienes preservativos?... no quiero dejar evidencias.

Gina: Aquí no puedo dártelos, (se pone de pie), ¡vamos afuera!

Los dos salen del foro sin ser notados por Rogelio y Paula.

La presentación terminó con muy buenos resultados, pues varios clientes se acercaron a Paula en cuanto bajó de la tarima. Rogelio trataba de acercarse a su esposa, pero la cantidad de personas no le permitía llegar ni siquiera a la mitad de donde estaba. Cansado y muy celoso, se dedica a mirarla recargado en una pared.

Hugo: (se le acerca), ¡Qué bien le fue a la patrona!, ¿verdad patrón?

R: ¡Sabía que esto sucedería en cuanto se presentara ante esta bola de pervertidos!

Hugo: Es que la señora es una mujer muy bella y ¿pues a quien no le gusta?

R: (lo mira furioso), ¿A ti te gusta?

Hugo: (nervioso), ¡Claro que no patrón!... ¿cómo cree que me va a gustar su mujer?

R: ¿Y qué pero le pones?

Hugo: (¿?), ¿Cómo dijo?

R: Primero das a entender que le gusta a todos, pero luego dices que a ti no.

Hugo: ¡Es que yo respeto!, y también tengo una mujer a la que adoro y ni modo de serle infiel con el pensamiento.

R: ¿Sabes qué Hugo?... ¡Ya cállate!, entre más hablas, más ganas me dan de golpearte.

Hugo guarda silencio y Rogelio regresa su mirada a su esposa que seguía asediada por los clientes. Él quería ir y llevársela, pero recuerda lo que Edward le dijera días atrás y con mucho autocontrol, se mantiene paciente mientras ella comenzaba a negociar con algunos probables socios.

Área médica del Centro de Convenciones:

Edward esperaba a que su prometida despertara, (el médico la había revisado y le mandó a hacer unos análisis sanguíneos a un hospital cercano)... Jennifer se había despertado desde hace una hora, sin embargo se hacía la dormida para no hablar con Edward y pensaba irse en el momento en que se retirara del consultorio, pero él no tenía la intención de hacerlo, pues el hecho de que su prometida no abriera los ojos, empezaba a preocuparlo y se acerca a su oído para susurrarle unas palabras.

Edward: ¡Perdóname mi amor!, siempre te estoy lastimando... Sentado aquí había decidido contarte toda la verdad, aunque eso me regrese al instante en que perdí a mis padres, pero viéndote así, prefiero respetar tu decisión de terminar.

Al escuchar esas palabras, Jennifer abre los ojos y se incorpora rápidamente de la cama.

Jennifer: ¿En verdad quieres que renuncie a ti?... ¿En serio deseas que volvamos a separarnos?

Edward: (¿?), ¡No lo quiero!, pero cuando estás conmigo siempre resultas herida y ya no quiero verte mal por mi culpa.

Jennifer: Mi sufrimiento comenzó el día que te fuiste, y aumentó cuando Ricardo me dijo que te ibas a casar... fue por eso que tuve el accidente, (solloza), ¡no quiero regresar a aquellos días en los que eras sólo un recuerdo!

Edward: ¡Ves!, por mí culpa duraste cinco años en una silla de ruedas y...

Jennifer: (lo calla con un pequeño beso), ¡Eso no me importa!... yo vivo mi presente y lucharé por mi futuro, así que olvídate de librarte de mí porque nunca te voy a dejar escapar.

Edward: ¡Pero tú dijiste que me devolvías mi palabra de matrimonio!

Jennifer: ¡Era estrategia!, (sonríe), pero como dijiste que ibas a contarme toda la verdad, quiero que me la regreses.

Edward: ¿Y es muy necesario que te cuente hasta el más mínimo detalle?

Jennifer: ¿Quieres tenerme por completo o establecemos días?

Edward: (sonríe), Te contaré hasta lo trivial.

Ambos iban a besarse pero el médico entra con un sobre en las manos.

Médico: ¡Ya tengo los resultados!

Jennifer: ¿Qué resultados?, (se revisa el brazo), ¿me sacó sangre?

Médico: ¡Señor!, ¿me permite un momento a solas con su esposa?

Edward: ¿Por qué?

Médico: No es por nada malo señor, se trata únicamente de unas cuantas recomendaciones.

Edward: ¡Muy bien!, (a Jennifer), te espero afuera.

Edward sale del consultorio y Jennifer de inmediato se levanta para dirigirse a la puerta.

Médico: ¡Espere señora!, si le pedí al señor que saliera es porque...

Jennifer: ¿Tengo una enfermedad grave?

Médico: (se ríe), ¡Por supuesto que no señora!, (le extiende el sobre), ¡mírelo usted misma!

Jennifer: ¡No quiero!

Médico: (¿?), ¿Disculpe?

Jennifer: No quiero ver que tengo anemia o cualquier otra cosa sin importancia.

Médico: No es anemia, ni se trata de algo sin importancia.

Jennifer: (melancólica), Yo solamente quisiera que me confirmaran una cosa, pero sé que eso no es posible.

Médico: (¿?), ¡Sigo sin entender señora!

Jennifer: (toma el sobre), ¡No es necesario que entienda!, (abre la puerta y sale).

El médico va detrás de ella y le pide que regrese al consultorio, pero Jennifer no quiere y se va hacia su coche. Edward se acerca al doctor, (que no salía de su impresión).

Edward: ¿Qué tiene mi esposa?

Médico: No es nada grave señor, pero es mejor que sea su esposa la que le informe... con permiso.

El médico entra de nuevo a su consultorio y Edward va con Jennifer, (que ya estaba dentro del auto). Él sube y trata de tomar el sobre, pero Jennifer lo avienta al asiento trasero.

Edward: ¿Por qué no quieres que vea lo que dice?

Jennifer: Ni yo lo he visto porque el médico dijo que estoy sana.

Edward: Sí pero ahí debe decir si te falta alguna vitamina.

Jennifer: Con todo lo que he comido en estas últimas dos semanas, dudo mucho que me falten vitaminas, (se coloca el cinturón de seguridad), ¡ponte el tuyo porque ahora sí te voy a raptar!

Edward: Aún no termina la convención.

Jennifer: Tú ya firmaste contrato con la mayoría de tus socios, y los que te falten te buscarán mañana... ¡hoy tienes mucho que contarme y no pienso dejar pasar ni un día más!

Edward: (suspira), ¡Si no hay más remedio!

Jennifer: Si de verdad quieres que estemos juntos, no lo hay, (pone al Lotus en marcha hacia la mansión de los Sanders).

Tuxtla - Casa de la madre de Alejandro:

Alejandro llevó a Cynthia y a César a la casa que fue de su madre, (que por azares del destino, se encontraba frente a la que Rogelio le comprara a Paula hace años). Después de acomodar la cama, recuestan a Cynthia y luego Alejandro le entrega a César una cantidad de dinero para su manutención.

Alejandro: Eso les alcanza para dos días, aunque planeo venir por ustedes pasado mañana.

César: ¿Cómo que vas a venir por nosotros pasado mañana?

Alejandro: Quiero que todos se vayan al D. F., porque estar en Tuxtla no es conveniente para ninguno, (mira a Cynthia), ¿le pusieron algún tranquilizante?, es que sigue dormida.

César: ¡Sí!, y fue uno muy fuerte... Si la tenemos despierta se altera con la más mínima mención del señor Luis.

Alejandro: Yo pensaba que no sabía lo que pasaba a su alrededor, pero incluso llegó a sentir amor por alguien.

César: ¡Pues ya ve que hasta los locos aman!

Alejandro: (molesto), Debería tenerle más respeto a la mujer por la que su jefe dio su vida.

César: Yo no soy de los que piensan que cuidando de ella vamos a honrar la memoria del señor Mendoza... Nada de lo que hagamos lo va a regresar ¿o sí?

Alejandro: ¡Tal vez no!, pero eso fue lo que él pidió antes de morir... ¿acaso no piensa cumplir su última voluntad?

César: El señor Mendoza hizo mucho por mi y por mi familia, y aunque me oiga decir que es absurdo cuidar de ésta mujer, jamás voy a dejarla sola... Al menos hasta que nos deshagamos del asesino.

Alejandro: Lo llevaremos ante la justicia, ¡que no se le olvide!

César: Estaría mucho mejor muerto ¿no cree?

Alejandro: ¡No!, no lo creo.

César: ¡Los abogados jamás quieren arriesgarse!

Alejandro: ¡Piense lo que quiera!, (se dirige a la puerta), me tengo que ir, pero recuerde que vendré pasado mañana por ustedes.

Alejandro se va, y César suelta unas palabras altisonantes para después acostarse en el sillón a dormir, mientras llegaban los demás.

Hacienda del Fuerte:

Al llegar a la hacienda, Vanesa se encerró en su cuarto sin aceptar la comida que María le ofrecía. Mercedes y Gerardo llegaron una hora después a petición de Ernesto, (se quedarían a dormir). Cuando se sientan a comer, él les platica lo que el ginecólogo observara en Vanesa... María se angustia y comienza a llamar a Paula, pero no le respondía, (aunque no dejaba de insistir).

Dany: Éste no es el primer embarazo de Vanesa... no entiendo qué puede estarle afectando ahora.

Ernesto: ¡Ni yo!... pero debe atenderse inmediatamente por el bien de su bebé.

Mercedes: Ella estará mejor cuando su esposo regrese, (Dany y Ernesto la miran), ¡es que se encuentra deprimida porque se siente sola!

Dany: Pues Ana Paula dijo que regresarían antes del fin de semana, pero no sabemos sí Ricardo viene con ellos.

Ernesto: Venga o no, ella tiene la obligación de pensar en el bienestar de su hijo.

Dany: ¡Hombres!... jamás se detienen a pensar en el dolor que le causan a la persona que más los quieren... Únicamente piensan en sus asuntos, su trabajo, sus logros, sus conquistas, ¡pero nunca en nosotras!, y luego nos exigen reponernos por nuestra cuenta.

Ernesto: (¿?), ¿Y eso lleva dedicatoria, o sólo me estabas dando un ejemplo?

Dany: Supongo que sabes bien cuál de las dos es la respuesta, (se levanta), voy a ver a mis ahijados y como no creo bajar más tarde, les deseo buenas noches, (se retira).

Mercedes: ¡Está muy molesta!... aunque es normal... Alejandro sigue con su obsesión hacia el trabajo.

Ernesto: ¿Y qué esperabas?, ¿que por el hecho de casarse iba a dejar de trabajar?

Mercedes: (alza la voz), ¡Pues no!, pero sí esforzarse por darle un espacio a su esposa.

María: ¡Cálmense señores!... no quisiera que la pareja más centrada, se pelee por culpa de las infantilesas de sus amigos.

Mercedes: ¡Perdón María!, pero es que Ernesto se la vive defiendo cada error de sus amiguitos.

Ernesto: El que seamos hombres no significa que no tengamos problemas, y por eso no los juzgo, que es distinto a defenderlos.

Los esposos se enfrascan en una pequeña pelea, (María prefiere no volver a intervenir, y mejor se dedica a mirarlos).

Londres - Centro de Convenciones:

Finalmente Paula se libera de los clientes y enseguida se dirige a su esposo que la recibe con un beso y un abrazo.

R: ¡Muchas felicidades señora Montero!, ha obtenido un gran triunfo ésta noche y eso merece ser celebrado.

AP: ¿De verdad?... ¿y en dónde lo celebraremos?

R: ¿Quieres que te invite a cenar a uno de los mejores restaurantes de Londres?

AP: ¡Claro que sí!, (se suelta y lo sujeta de la mano para salir del lugar), ¡vámonos entonces!

Rogelio no camina y Paula tiene que regresar sobre sus pasos.

AP: ¿Nos falta otro evento?

R: No amor, pero tengo que quedarme a firmar los contratos... aunque sólo me tardaré media hora.

AP: Bueno... si no hay remedio, entonces espero a que termines con tu trabajo.

R: Si quieres puedes dar una vuelta, pero no salgas del edificio.

AP: ¡No soy una niña Rogelio!... sabes perfectamente que sé cuidarme.

R: ¡Lo sé!, pero no están demás las recomendaciones... sobre todo cuando nos encontramos en otro país.

AP: ¡Está bien!... te prometo no alejarme mucho.

Rogelio le da un beso y al terminarlo se va junto con los socios para la firma de los contratos. Paula sale del auditorio y ve que tiene llamadas perdidas en su celular y marca con un poco de preocupación, pero su recepción no era buena, así que sale del edificio y busca un lugar tranquilo.

El teléfono de la hacienda suena y María va a contestarlo.

María: ¡Bueno!

AP: ¡Hola María!... ¿cómo están?

María: ¡Gracias a Dios que llamas hija!

AP: ¿Qué sucede María?, (angustiada), ¡por favor dígame que mis hijos están bien!

María: ¡Cálmate hija!, los niños están perfectamente.

AP: ¿Y entonces?

María: Es que Vanesa fue a ver al ginecólogo y éste le dijo a Ernesto que el bebé puede nacer en una semana debido a tanto estrés que ha tenido.

AP: ¡Apenas entró al séptimo mes!... a lo mucho debe estar a la mitad para que los órganos del bebé se desarrollen bien y no tenga problemas más adelante.

María: Eso es lo que dijo el ginecólogo, pero ya perdió líquido y si se retrasa el nacimiento, el bebé puede, (su voz tiembla), ¡Ay hija!, creo que tú sabes lo que pasaría si no adelantan el parto.

AP: ¡Conozco las consecuencias!, ¿pero no entiendo qué es lo que está estresando a Vanesa?... yo pensé que ya no estaba deprimida por la ausencia de Ricardo.

María: ¡Será que ahora ni siquiera la llama!... Ayer la vi sentada en la terraza mirando su celular y se puso a llorar como una Magdalena... Yo no quise preguntarle nada porque creía que eran sus cambios de humor debido a su embarazo, pero Ernesto dijo que tiene depresión pre parto y que eso es más complicado que los problemas hormonales.

AP: ¡Es complicado!, y en algunos casos hasta mortal si no se atiende.

María: ¡No me asustes hija!... yo no tengo idea de cómo ayudarla.

AP: ¡No se preocupe María!... La convención ya terminó y mañana mismo nos regresamos a México.

María: No se tarden, porque si pudieras verla, te darías cuenta de lo mal que está.

AP: ¡Ya no se angustie María!, pasado mañana estamos por allá.

María: ¡Muy bien hija!

AP: ¡Gracias por informarme María!, yo le llamo mañana para decirle en que vuelo nos iremos.

María: Espero tú llamada, y por favor, cuídense mucho.

AP: Así lo haremos... ¡Hasta mañana!

María: ¡Hasta mañana hija!

Paula cuelga y camina hasta un parque cercano, (en su mente intentaba descifrar lo que le sucedía a su hermana)... En el pasado, Vanesa no fue la mejor de las hermanas, pero había cambiado y ahora la apreciaba... Tan absorta estaba en sus pensamientos, que llegó sin darse cuenta a una parte del parque con poca luz. De repente escucha un ruido detrás de ella y al voltear un hombre fornido la sujeta fuertemente de sus brazos.

Hombre: ¡Hola chiquita!... ¿qué haces aquí solita y con éste frío?

AP: (intenta zafarse), ¡Suélteme!

Hombre: No puedo hacer eso porque yo también tengo frío y decidí que tú me lo vas a quitar.

Paula trata de golpearlo, pero el hombre la aprieta más fuerte y otros tres sujetos se acercan para sujetarla mientras el primero la besa a la fuerza.

Hombre: ¡Esto es porque no sabes mantener la boquita cerrada, y se me ordenó que te enseñara a respetar a los que están por encima de tuyo!

AP: ¡Yo no conozco a nadie en éste país!... ¿cómo pude entonces faltarle al respeto?

Hombre: ¡Tú sabrás con quien te pones!... mi trabajo consiste en dejarte un recuerdito.

Paula quería sacar su fortaleza, pero eran cuatro hombres y sabía que nada podía hacer.

Rogelio había salido del edificio a buscar a su esposa, (un personal de seguridad le dijo que la vio dirigirse al parque de enfrente). Al estar a unos metros escucha la voz entre cortada de Paula y corre aterrado hacia ella. Cuando está detrás del hombre fornido, le grita que la suelte... El hombre voltea y se empieza a reír... Dos de los tipos que sujetaban a Paula, se acercan a él y se le van encima a golpes... A pesar de que eran dos, Rogelio se defendía bien e incluso había derribado a uno, pero el hombre fornido lo sorprende con un fuerte golpe en la espalda, que lo hace caer al suelo... Paula le rogaba que no lo lastimara y que ella haría lo que quisieran, pero el hombre empezó a patearlo en el estómago... Rogelio trató de levantarse, sin embargo los otros dos lo agarraron de los brazos dejándolo a disposición del hombre fornido para que lo siguiera golpeando, (las fuerzas de Rogelio estaban llegado al límite)... Paula logra zafarse del sujeto que la tenía presa y corre hasta el Centro de Convenciones en busca de ayuda... El tipo intenta ir tras ella, pero el hombre fornido le dice que la deje y que mejor terminen con el trabajo que también incluía desquitarse de Rogelio.

Un Taxi se detiene frente a la puerta del Centro de Convenciones y del cual baja Ricardo, (él paga y el Taxi se va). Antes de que entrara al edificio, oye los gritos de Paula y camina deprisa hacia ella.

Ricardo: ¿Qué te pasa cuñada?

AP: (lo abraza), ¡Por favor ayuda a Rogelio!... unos tipos lo están golpeando y temo que le vayan a hacer algo peor.

Ricardo: (¿?), ¿Y en dónde están?

AP: (señala el parque), En medio del parque.

Ricardo: Yo voy a tratar de ayudarlo, pero necesito que tú vayas por el personal de seguridad.

AP: ¡Sí!, pero por favor, ve rápido.

Ricardo asiente y se echa a correr rumbo al parque, pero repentinamente se detiene.

Ricardo: (pensativo), ¿Qué harías si perdieras a quien tanto amaste?

En el parque los tipos sueltan a Rogelio y éste cae nuevamente en el suelo.

Hombre: (riéndose), ¿Ves lo que pasa cuando te burlas de una mujer?

R: (voz débil), ¡Qué fácil es atacar en grupo!... sí la pelea fuera sólo entre nosotros dos, te juro que no serías tú el que se estuviera riendo.

Hombre: Puede ser, pero es algo que jamás sabremos, (llama a los otros), sigan regalándole recuerdos de su altanería.

Los tres hombres se aproximan a Rogelio, pero Ricardo alcanza a llegar y se abalanza sobre uno de ellos. Rogelio observa qué a su concuño no le costaba trabajo defenderse, e incluso pudo deshacerse de ese y los otros dos sujetos con golpes certeros, sin embargo al ver que el hombre fornido trata de ir a ayudar a sus compañeros, Rogelio se levanta y se deja ir contra el fornido... Estando equilibrada la pelea y sin nadie que interfiriera, Rogelio pudo hacerle pagar cada golpe que minutos antes le diera... Los otros sujetos ven la desventaja en la que se encontraba el más fuerte, y mejor huyen del lugar... Ricardo se quedó mirando la pelea de Rogelio sin tratar de intervenir, (después de todo, no necesitaba ayuda)... El hombre fornido era difícil de vencer, pero la adrenalina que tenía Rogelio era tan grande que logró darle dos golpes que lo dejaron completamente noqueado en el piso.

Exhausto y adolorido, se acerca a donde estaba su concuño y se tira en el pasto.

R: ¡Pudiste venir cinco minutos antes y me habrías ahorrado las costillas rotas!

Ricardo: ¿Y arriesgar mi físico?... ¡Por supuesto que no hermanito!, con todos los golpes que te dieron los dejaste sin energía y me fue muy fácil espantártelos.

R: (trata de reírse), Es que dicen que los golpes curten y yo quería que me ayudaran a hacerme más fuerte y resistente, por eso me deje apalear.

Ricardo: ¡Entonces me quitas un peso de encima!, yo pensé que como eran tres... más el mastodonte que está desmayado, te las habías visto negras.

Rogelio lo mira fijamente y luego se sienta.

R: ¡Gracias Ricardo!... de no haber venido, quien sabe si estaría haciendo este tipo de comentarios idiotas.

Ricardo: Siempre haces comentarios idiotas, así que nada tiene que ver lo que pasó esta noche.

R: (finalmente se ríe), Ni tampoco podría estar escuchando las babosas que dices.

Ricardo: (sonríe), Hablando en serio Rogelio... ¡qué bueno que estás bien!

R: (¿?), ¡Por cierto!, ¿cómo es que un hombrecito sin mucho músculo puede pelar así?

Ricardo: Es que Henry me enseñó a boxear y todos los fines de semana me llevaba con él a las peleas que hacían en la escuela que puso cerca de mi hacienda.

R: ¿Entonces sabes boxeo?

Ricardo: ¡Sí!, y soy peso pluma o algo así, (se mira su estómago), bueno, eso era antes de que tuviera familia... Es que uno sube de peso cuando tiene una mujer que le prepara muchos postres.

A lo lejos se escucha la voz de Paula y ambos voltean, (ella iba seguida por el personal de seguridad y Hugo)... Al llegar abraza con fuerza a su esposo.

R: (se queja), ¡No me abraces tan fuerte, porque me volvieron a romper las costillas!

AP: (lo revisa), ¿Estás bien amor?... ¿no te dañaron algún órgano?

R: Yo creo que no... lo único que me duele son los costados.

AP: (termina su inspección), No se sienten rotas las costillas.

R: (¿?), ¡Cómo de que no!... ¡a mí me duelen!

AP: Debe ser el reflejo de los golpes, pero de todas maneras voy a llevarte a un hospital.

Ricardo: A dos cuadras hay uno cuñada, si quieres lo llevamos ahí.

AP: ¡Sí por favor Ricardo!

Ricardo y Hugo sostienen a Rogelio para encaminarse al hospital. El personal de seguridad se lleva al hombre que estaba tirado en piso, pues levantarían cargos en su contra, (Paula tuvo que acompañarlos para no perder tiempo y así poder ir a buscar a los otros tres).

El médico que atendió a Rogelio, dijo que no tenía ninguna costilla rota y que estaba mejor de lo que parecía, (aunque Rogelio le pidió que le permitiera descansar ahí hasta que llegara su esposa). Ricardo entra al cuarto en donde lo dejaron y se sienta en una silla, (Rogelio tenía los ojos cerrados).

Ricardo: ¡Deja de fingir!, mi cuñada no anda cerca.

R: (abre los ojos), ¿Tú cómo sabes que estaba fingiendo?

Ricardo: El doctor dijo que no tienes golpes de consideración, y también lo sé porque tú noqueaste al mastodonte y si en verdad te hubieran lastimado gravemente, jamás le habrías ganado.

R: ¿Qué no viste cómo me tenían en el suelo?

Ricardo: Eran cuatro contra uno... Es lógico que te cansaras al intentar pelear con ese número en contra, pero no te hicieron mucho daño.

R: ¡Ta bueno!... la verdad es que no me lastimaron mucho, pero un poco de mimos no le caen mal a nadie.

Ricardo: Ana Paula estaba muy nerviosa cuando la encontré pidiendo ayuda... No deberías asustarla de esa manera.

R: (se incorpora), ¿En serio la viste muy mal?

Ricardo: No dejaba de temblar y estaba llorando con desesperación.

R: (se levanta), Entonces debo ir con ella.

Paula entra y se queda recargada en la puerta mirando a su esposo con los ojos llenos de lágrimas.

R: ¡Paula!, ¿qué tienes?

AP: ¿Ya estás mejor?

R: ¡Sí amor!... esto no fue nada... esos tipos no son fuertes, pero al estar en grupo se aprovechan de la desventaja para infundir miedo.

AP: ¡Pues lograron su cometido!

Paula rompe en llanto y Rogelio va a abrazarla, (Ricardo sale del cuarto para darles privacidad).

AP: ¡Creí que ellos te...

R: ¡No lo digas amor!... Eso no pasó y por nuestro bien es mejor olvidar éste horrible momento.

AP: El hombre al que desmayaste dijo que recibió órdenes de Gina Martín... De acuerdo a su declaración, ella pidió que me rebajaran al nivel de una cualquiera.

R: (¿?), ¿Al nivel de una cualquiera?

AP: ¡Sí!... Ellos iban a... (desvía la mirada).

R: (alterado), ¿Ellos iba a qué Paula?... ¡no me digas iban a..., (ella afirma con la cabeza), ¡malditos!, pero ahora mismo voy a ir a hacerles pagar.

AP: (lo detiene), ¡No por favor!... no lograron hacer nada gracias a que llegaste a tiempo, pero te juro que hubiera preferido mil veces que me lastimaran a mí, que haber visto cómo te golpeaban, (lo abraza), fue ahí cuando tuve miedo... no sabes lo horrible que se siente cuando ves a la persona que amas, en peligro de muerte... Si te perdiera, ya no tendría fuerzas para vivir.

R: (alza la voz), ¡¿Qué no sé lo que se siente al ver a la persona que amo en peligro?!... y entonces ¿qué te imaginas que pensé cuando te vi sujetada por esos malditos?

AP: ...

R: ¡Sentí terror Paula!... y si tú hubieras preferido ser lastimada a cambio de mi seguridad, yo habría preferido morir antes de que verte pasar por una cosa cómo la que planeaban hacerte.

AP: ¡Perdóname Rogelio!... te juro que no voy a volver a arriesgar tu vida por culpa de mis tonterías... Es que si me hubiera contenido con esa mujer, esto jamás habría pasado.

R: ¡Esa mujer va desear no haber pedido que te hicieran eso!

AP: (¿?), ¿Qué vas a hacer?

R: ¡En éste país sólo soy un extranjero al que pueden hacerle caso o no!... pero es ahí donde entran los conocidos.

AP: (¿?), ¿Hablas de Edward?... ¿pero qué piensas pedirle?

R: ¡Ya lo sabrás!... Ahora lo que quiero es que nos vayamos a la residencia para que descanses y olvides lo que pasó.

AP: No creo poder borrar de mi mente lo que esos hombres te hicieron.

R: ¡Entiende Paula!... yo me encuentro en perfectas condiciones y mañana que esto quede en el olvido, te lo voy a demostrar.

AP: ¡Eso quisiera pensar!, pero siempre me ocultas cosas y no dudo que lo vayas a volver a hacer.

R: ¡Te juro que no estoy ocultando nada!... ¡En verdad me encuentro bien!

Paula lo abraza y no deja de sollozar... Rogelio la conduce afuera del cuarto, y con ayuda de Ricardo y Hugo, la lleva a la residencia... Al llegar la recuesta en la cama, y pasa gran parte de la noche en vela porque Paula no podía conciliar el sueño.

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