CAPÍTULO 46
Centro de Oaxaca:
El helicóptero donde viajaban Rogelio y Helena, había descendido en un pequeño rancho con el que la hacienda del Fuerte tenía tratos. El anciano que vivía ahí, les proporcionó un vehículo que usaron para llegar al centro de Oaxaca. Helena estaba tensa debido a que David aún no se comunicaba con ella y se suponía que ahí encontraría a una persona que fingiría ser un conocido de la familia y que por supuesto los llevaría al anfiteatro donde se encontraba la tía fallecida. Faltaban pocos metros para llegar al lugar establecido, y a Helena no se le ocurría ninguna excusa que la justificara, (además de que ni siquiera conocía el dichoso estado del que era originaria).
R: ¿En qué parte del centro se quedó de ver con su conocido, Helena?
Helena: Pues... (Mira a todos lados), la verdad no recuerdo dónde... Tengo años de no venir aquí, y parece que todo ha cambiado.
R: ¡Eso sí!... yo vine hace dos años y me creerá que no me acuerdo en qué lugar comía.
Helena: ¡Hay!, ¡discúlpeme señor!... lo saqué del rancho sin detenerme a pensar que ni siquiera cenó, (ve su reloj), y ya es muy noche. A estas horas es más difícil encontrar un local abierto.
R: No se angustie Helena, y mejor mire hacia allá, (señala una iglesia), esa es nuestra señal de que estamos en el centro. Voy a detenerme unos metros adelante para que bajemos a buscar a la persona que nos llevará con su tía, ¿qué le parece la idea?
Helena: ¡Me parece bien señor Montero!
Rogelio detiene el auto y baja para abrir la puerta de Helena. Ella inspeccionaba insistentemente todo el lugar, pero no veía a nadie.
R: Pues parece que no ha llegado, o a lo mejor sí vino, pero al no encontrarnos se fue al anfiteatro, aunque también pueden ser otros los motivos... Éste poblado no es muy grande Helena, yo creo que cualquiera que viva por estos rumbos, conoce al menos la iglesia.
Helena: (asustada), ¿Qué quiere decir?
R: Que ustedes no son de Oaxaca, (molesto), ¿por qué me está mintiendo Helena?
Helena: ...
R: Su hermano salió de la hacienda muchas horas antes de que usted recibiera la noticia de la muerte de su tía. Estoy consciente de que nosotros vinimos en helicóptero, pero del rancho hasta acá serían las mismas horas de retraso que tendría su hermano... ¡Claro!, en caso de que sí hubiera venido a éste lugar.
Helena: ¡No entiendo por qué dice todo eso señor Montero!, (comienza a llorar), pero le juro que no...
R: (alza la voz), ¡Sólo le estoy pidiendo una explicación a su mentira, no más excusas!
Helena retrocede por el miedo que le provocaban los gritos de Rogelio, pero otro grito lejano, hace que ambos volteen y vean a un hombre mayor corriendo hacia ellos. Aquél señor traía ropas de campesino y un morral colgado en su hombro.
Hombre: (agitado), ¡Niña Helena!, ¡qué gusto volver a verla!... Siento mucho no haberla recogido en el sitio al que llegó... Me imagino lo difícil que fue para usted llegar a un poblado que no conoce.
R: ¿Dijo "qué no conoce"?
Hombre: (¿?), ¿Quién es usted?
Helena: Es mi jefe... El señor Montero.
Hombre: ¡Ah ya!... bueno señor, lo que pasa es que los niños Santana, nacieron en un poblado muy chiquito y alejado de la capital del estado... A la señorita le da pena decir que viene de ese lugar, y mejor dice que nació aquí.
Rogelio mira a Helena y observa cómo caían de su rostro las lágrimas que él le ocasionara con sus gritos, y se maldijo por ser tan insensible con alguien que seguramente había padecido mucho en la vida. Como una forma de reparar su error, trata de abrazarla.
R: ¡Perdóneme Helena!, no fue mi intención gritarle de esa manera.
Helena se retira temblando de miedo. Rogelio se sintió aún más culpable porque veía en sus ojos el temor que le tenía. El hombre camina hasta ella, y le sujeta la muñeca de su mano para llevársela unos pasos delante de Rogelio.
Hombre: ¡Es muy buena su actuación!, pero necesito que se concentre en lo que voy a decirle.
Helena:...
Hombre: ¿Me está poniendo atención?
Helena: ¡Ese hombre me gritó igual que él!
Hombre: (¿?), ¿Qué rayos dice?
Helena: ¡Que en éste momento no puedo concentrarme!, así que usted encárguese de hablar con él.
Hombre: ¡Está bien!
El hombre regresa con Rogelio, y se presenta como Antonio. Le dice que trabaja en el campo y que cuando los hermanos Santana se fueron de inmigrantes a Estados Unidos, él estuvo al pendiente de la tía hasta el momento de su muerte, pero como no era familiar, no le permitieron sacar el cuerpo, y de no haber sido porque David se apareció para reclamarlo, la hubieran mandado a la fosa común. Lamentablemente no contaban con dinero para su entierro, (sólo el de la velación). Por eso David se había ido a su pueblo natal, a juntar otro tanto y de esa forma pagar lo que faltaba. Helena escuchaba todas las mentiras que ese hombre decía, y se preguntaba de qué manera iban a engañar a Rogelio, si realmente no había un cuerpo que velar. Sin embargo David era hábil, y ya tenía preparada la obra teatral que unos deudos representarían, (ellos fueron convencidos de mentir, con tal de que él se hiciera cargo de los gastos de su difunta hermana).
Después de terminado el relato, los tres se fueron a una casa humilde, en la que velaban a una mujer. Helena pidió permiso de cambiarse de ropa, y Rogelio se sentó en un rincón. Cuando Helena regresa, ya llevaba puesta la ropa de luto que el hombre le diera para hacer más creíble su actuación. Pero en vez de sentarse junto a Rogelio, prefirió mantenerse a una distancia considerable. Él no dejaba de recordar lo sucedido y en su mente se reprochaba su desconfianza. De vez en cuando fijaba su vista en Helena, y analizaba cada uno de sus gestos. En verdad sentía que algo escondían los hermanos Santana, pero ese miedo que vio en ella cuando le gritó, lo desconcertó, y ya no sabía que creer.
Hacienda del Fuerte:
Una vez que el helicóptero partiera, Paula y sus hijos regresaron a la hacienda. Todos cenaron a la hora debida, pero ella no quiso probar bocado, y se fue a la terraza a esperar a su hermana, (que seguía preparando la inauguración de la escuela). Cerca de las diez de la noche, Vanesa y Benjamín, (cargando a Valeria), llegan a la casa. Paula le dio el tiempo suficiente para que su hermana acostara a la pequeña niña, y cuando considera que ya está en la cocina, se encamina a buscarla. La rutina de Vanesa era muy conocida en la hacienda, pues cada que llegaba, acostaba a su hija, bajaba a cenar y finalmente se iba a la terraza a esperar la llamada de su esposo. Como Paula no quería interrumpir ese último momento, prefirió usar el tiempo de la cena para platicar con ella.
En la cocina:
Vanesa estaba comiendo un pedazo del pastel de fresa que le prepara María. Paula entra y se sienta frente a ella, pero no le dice nada.
Vanesa: ¿Sucedió algo Paula?
AP: Rogelio se fue a Oaxaca con esa mujer.
Vanesa: ¿Y por qué se fue con ella?
AP: Porque murió la tía de Helena, y Rogelio la acompañó para hacerse cargo de los gastos de la señora.
Vanesa: Y como bien supongo, estás que no te calienta ni el sol, ¿verdad?
AP: (alterada), Es que a veces siento como si él estuviera al pendiente de todo lo que le pasa, y por más que intento decirme que no debo tener celos porque confío en su amor, su desmedida preocupación hacia ella me exaspera.
Vanesa: Yo no creo que sea porque le interese.
AP: ¿Y entonces?
Vanesa: ¡No lo sé Paula!, se supone que tú debes conocer a tu marido. Aunque lo poco que he visto en las veces que me los encuentro, es que Rogelio la mira de la misma forma que al hermano... o sea, con desconfianza.
AP: Hoy no la vio de esa manera... Yo también conozco cada una de sus miradas, y sé que en verdad estaba preocupado por ella.
Vanesa: ¿Sabes qué te puede ser de utilidad?
AP: ¿Qué?
Vanesa: Hablar con el señor Sanders... Él vivió con ella dos años, y me parece un poco extraño que estando a nada de casarse, nunca le hubiera presentado al hermano.
AP: Ya lo había pensado, pero hace unos días Laura llamó para decirme que Edward y Jen están juntos y recuperando el tiempo perdido. Así que no me gustaría echarles a perder el momento tan hermoso que están viviendo, con preguntas incómodas sobre su ex mujer.
Vanesa: Sólo es una simple pregunta Paula. No creo que él se moleste por eso.
AP: Mejor me espero a verlo en Inglaterra. Acuérdate de que pasado mañana salimos para allá.
Vanesa: ¡Como quieras!, pero yo soy de la idea de que salgas de dudas cuanto antes.
Un ligero sonido comienza a escucharse y después de unos segundos, María entra con el teléfono para dárselo a Vanesa. Ésta se levanta y sale de la cocina. Como Paula aún conservaba su cara de angustia, María se sienta frente a ella.
María: ¡Hija, ya quita esa cara!, Rogelio te adora y sé que jamás haría algo que pudiera lastimarte.
AP: No estoy así por eso María.
María: (¿?), ¿Y entonces?
AP: Vanesa me dijo que Ricardo no era muy cariñoso, pero con todo y eso, él la llama diario aunque sea sólo para decirle que está bien. En cambio Rogelio ya debió haber llegado a Oaxaca, y ni bueno ha sido de avisar.
María: A estas alturas ya deberías estar acostumbrada... ¡Ese cabezota jamás...
El celular de Paula suena, y ella lo responde sin ver quién la llamaba.
AP: ¡Bueno!
R: (voz baja), ¡Hola amor!, ¿cómo estás?
AP: (¿?), ¿Rogelio?
R: (¿?), ¡Sí!
AP: ¡Esto es algo que no se puede creer!... ¡Rogelio Montero llamando el mismo día que se va!
R: ¡Es que ya me aburrí!
AP: ¡Ah!, (ofendida), Entonces debo agradecer que el funeral esté aburrido, (irónica), ¡Sabes que en mi vida había escuchado que un velorio sea divertido!
R: ¡Perdón amor!, sé que lo que dije sonó estúpido, (suspira), en realidad me gustaría tanto que estuvieras aquí.
AP: A mí también me gustaría amor.
R: ¡Gracias Paula!
AP: (¿?), ¿Gracias por qué Rogelio?
R: Por tenerme confianza.
AP:...
R: (sonríe), ¡Con esto siento como si nuestro amor fuera más fuerte que nunca!... Después de hoy, nada podrá destruirlo.
AP: Nada podrá hacer que deje de amarte... Aunque mi corazón se lastime, mi amor por ti seguirá intacto.
R: También el mío... Paula, debo colgar, están orando y...
AP: Lo entiendo Rogelio... Nos vemos mañana amor.
R: ¡Hasta mañana Paula!, (cuelga).
AP: ¡Te amo Ro..., (se queda mirando su celular).
María: ¿Te colgó antes de que pudiera escuchar lo último, no es así?
AP: ¡Sí!, pero el detalle de la llamada es más que suficiente María, (sonríe), Rogelio jamás había hablado el mismo día en que se iba.
María: Eso es porque ya está aprendiendo a no ser tan cabezota... (Ambas se ríen), Ya es muy tarde hija, a mi edad es imposible mantenerme despierta tan noche. Nada más espero a que Vanesa regrese y me voy a mi cama.
AP: No es necesario María, yo ya me voy con mis hijos, además Vanesa ya no regresa. Últimamente Ricardo le está regalando más tiempo de plática... ¡Y qué bueno!, porque desde que se fue, la pobre se la pasaba deprimida.
María: Ese muchacho es otro cabezota igualito que Rogelio, ¡pero deja que me agarre en mis cinco minutos, y le voy a decir que sea más amable con su mujer y su hija!
AP: Con el carácter de Ricardo, dudo mucho que siquiera se moleste con él.
María: ¡Sí verdad!, pero de que haré el intento, ¡lo haré!, (se levanta y le da un beso en la frente), ¡Hasta mañana Paula!
AP: ¡Hasta mañana María!
María sale de la cocina y Paula espera unos minutos para después hacer lo mismo, (aunque en toda la noche le fue imposible conciliar el sueño).
Reclusorio Varonil de Tuxtla:
Carlos caminaba hacia el área de visitas. Cuando el custodio le dijo que una persona quería verlo, no necesitó preguntar de quién se trataba, ya que él conocía perfectamente al hombre que lo esperaba. El custodio abre la puerta, y él entra sin mucho ánimo. De manera casi mecánica se acerca a la mesa donde estaba David.
Carlos: (se sienta), ¿Por qué vienes a ésta hora?, pensé que llegarías por la tarde.
David: Tuve que dejar listas unas cosas que necesito, y saliendo de aquí me tengo que ir a otro lado.
Carlos: ¡Ah!... (De su camisa saca un papel y se lo da), ¡Esto es lo que me pediste!... Como lo de Rogelio era lo mismo que te di la primera vez que solicitaste informes de él, decidí omitirlo en ese pequeño informe. Así que sea lo que sea que tengas planeado contra ese maldito, no será suficiente por lo que ya te había dicho... Además lo de la hermana de Paula tampoco me pareció importante.
David leía el papel sin prestarle mucha atención.
Carlos: Lo que sí me pareció grotesco, fue lo de la relación que la hermana tuvo con su marido. Yo sabía que él también la engañó, pero jamás pensé que había sido con su cuñada.
David: Los dos son una fichita; y es cierto... nada de eso me sirve contra Rogelio Montero, pero yo siempre estoy prevenido con otro plan... Ese idiota hubiera preferido que mi primer movimiento fuera quitarle a su mujer... Lo que le tengo preparado será imposible que lo recupere.
Carlos: (¿?), ¿Y qué planeaste hacer?
David: En dos días sabrás qué fue, (arruga el papel), lo que sí me sirve de ésta información, es la mala reputación de la señora Archer... Ricardo es fuerte, pero no creo que le cumpla como un verdadero hombre... ¡me pregunto!, ¿de quién será el hijo que espera la mujerzuela?... (Se ríe), Con esto mantendré ocupado a mi amiguito el tiempo suficiente para destruir la vida de su nueva familia... Si lo vuelvo a dejar solo, estaremos a mano otra vez.
Carlos: (temeroso), ¿Y a mí cuando me sacas de éste lugar?
David: ¿Quieres salir?
Carlos: ¡Claro que sí!... esto es un infierno, y ya te ayudé mucho.
David: (se levanta), ¡Está bien!... te libraré de tu infierno pasado mañana.
David sale del área y Carlos regresa a su celda. Había tardado un poco en digerir lo dicho por David, pero cuando lo comprende, se pone a reír de alegría.
Londres – 12:00 del día:
Jennifer conducía un vehículo deportivo, (Lotus Elise), de color azul rey con descapotable negro. Edward iba en el asiento del copiloto, y le daba indicaciones. En todo el camino Jennifer no paraba de preguntar a dónde se dirigían, pero él contestaba que era una sorpresa. Después de un rato decide ya no molestarlo y mejor se dedica a disfrutar del paisaje.
Desde el puente por el que cruzaban, se podía apreciar el río Támesis, y a lo lejos las antiguas construcciones, junto con uno que otro edificio moderno. Al salir del puente, se alejan por completo de la ciudad y entran en una zona arbolada. Fueron varios minutos los que permanecieron observando ese tipo de paisaje, hasta que a lo lejos, Jennifer ve una cerca de metal color blanco, (que parecía no tener fin). Frente a la puerta de la reja se encontraban dos hombres de traje. Uno de ellos se aproxima al vehículo y luego de que Edward se presenta, el hombre de inmediato pide que se abra la reja. Debido a la grandeza del lugar, Jennifer supuso que se trataba de una empresa. Sin embargo cambia de idea cuando llegan a una mansión de estilo palladiano, (combinación entre la arquitectura romana y renacentista), de tres pisos, dos estatuas de ángeles y una escalera por ambos lados de la entrada, varias ventanas de distintos tamaños, y en el techo un domo en forma circular.
Edward baja del coche y camina hacia el lado de Jennifer para abrirle la puerta. Ella estaba tan impresionada por la hermosura de la mansión, que no vio que Edward le extendía su mano para ayudarla a bajar.
Edward: (carraspea), ¿Estás bien?
Ella lo mira y al darse cuenta de que le ofrecía la mano, se apresura a tomarla y baja del auto. Edward cierra la puerta y sin soltarla, caminan hacia la casa.
Edward: ¡Estás nerviosa!
Jennifer: (se detiene), ¿Por qué dices que estoy nerviosa?
Edward: Porque lo siento en la forma con la que me sujetas la mano, o si quieres que sea más específico, estás temblando como una gelatina, (caminan de nuevo).
Jennifer: ¿En dónde estamos?
Edward: En mi casa.
Jennifer: Ésta "mansión" no es la que les vas a prestar a Rogelio y Ana.
Edward: ¡Claro que no lo es!... La otra es una similar, pero la diferencia es que en ésta vivieron mis padres, y yo nací aquí.
Jennifer: ¿Para qué me trajiste al hogar de tus padres?
Edward: En unos minutos sabrás el por qué... Pero antes, (abre la puerta), te presento la casa de los Sanders Norrington, (ella entra).
Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas. La estancia principal era muy amplia, el piso era de mármol, y al fondo se encontraba una escalera del mismo material, con barandal dorado. Las paredes tenía pinturas renacentistas, (en su mayoría figuras de ángeles), y en la parte central de la escalera, había dos cuadros que a Jennifer le dieron mucha curiosidad, y suelta a Edward para acercarse a ellos.
El primero mostraba a una pareja; Un hombre apuesto, de cabello castaño claro y ojos verdes, vestido con un traje de gala y moño blanco, (se veía feliz). A su lado una mujer muy hermosa, de cabello castaño oscuro, con caireles recogidos en un chongo, piel blanca, ojos azules y llevaba un vestido de novia tan majestuoso como el de una princesa, (apenas y sonreía).
El otro cuadro mostraba a la misma pareja pero de más edad y vestidos con trajes. La mujer sujetaba el brazo del hombre y su cabeza estaba recargada en su hombro, (ella tenía una sonrisa amplia y él sonreía normal). Junto a la mujer estaba un joven de aproximadamente quince años, que era la copia exacta del hombre maduro, y con unos ojos color verde que Jennifer reconoció de inmediato... Movida por la emoción, lleva su mano hasta la imagen del joven, y pasa sus dedos por todo su rostro. Edward se coloca a un lado de ella, y se quita los lentes para observar el primer cuadro.
Edward: Mi padre se enamoró de mi madre a primera vista, y se casó con ella en la fecha programada... La cual fue de apenas un mes después de conocerse... Mi madre siempre decía que jamás pensó enamorarse de un hombre que le había sido impuesto por mis abuelos... (Serio), Escucharla hablar de lo mismo durante tantos años, me llevó a pensar que la costumbre la hizo permanecer junto a él hasta el final... Mi padre murió cuando yo tenía quince años, y al poco tiempo mi madre también murió.
Jennifer: (conmovida), ¿Y fue mucho el tiempo que sufrió por él?
Edward: Murió a los dos meses del fallecimiento de mi padre... Luego de enterrar a mi madre, le pedí a mi tutor que cerrara ésta casa, y los dos nos fuimos a Estados Unidos.
Jennifer: ¡Lo siento mucho mi amor!, (mira el cuadro), ¡Tu mamá siempre te dijo la verdad!, y su amor fue tan grande que decidió seguir a tu papá.
Él no responde y comienza a subir las escaleras.
Jennifer: (alza la voz), ¿Tú no crees que eso fue lo que pasó verdad?
Edward: Mi padre decía que mi madre era una mujer obediente a las costumbres de su familia. Por eso él siempre le vivió agradecido por haber permanecido a su lado... Pero no hablemos de ellos, (extiende su mano), ¡acompáñame a la recámara de mis padres por favor!
Jennifer toma su mano, y ambos se dirigen a una habitación parecida a la de los castillos de la época medieval. Edward la suelta, saca unas llaves de su saco... Abre un baúl que se encontraba a los pies de la cama, y extrae una caja de plata, (que abre con otra llave). De la caja toma una más pequeña de terciopelo negro, y vuelve a sujetar la mano de Jennifer para llevarla a sentarse en un sillón cubierto por una sábana. Él se arrodilla frente a ella y abre la cajita, dentro de la cual había un hermoso anillo de diamante con detalles de pequeñas hojas doradas. Jennifer estaba tan impresionada, que no pudo ni siquiera mover sus manos para tomar lo que Edward le ofrecía.
Edward: Éste anillo ha pertenecido a la familia Sanders desde que mi tatarabuelo se lo diera a mi tatarabuela... Días antes de que mi madre muriera, me llamó a éste cuarto para hacerme entrega de ésta hermosa joya. También me dijo que cuando encontrara a la mujer de mi vida, le regalara el anillo que más allá de representar un compromiso, significaba que le estaba entregando mi corazón... ¡Mi amor!, sé que estoy yendo muy rápido y que quizás me falta romance, pero ya no aguanto mis ansias de preguntarte, (sujeta su mano), Jennifer, ¿aceptarías casarte conmigo?
Jennifer intentaba articular alguna palabra, pero su voz había desaparecido por la emoción que sentía. Sin embargo logra mover su cabeza en una clara señal de afirmación. Él sonríe y saca el anillo para colocarlo en su dedo. Ella no podía apartar su mirada de la hermosa pieza. Luego de unos segundos se abalanza a los brazos de su amado y llena su rostro de besos.
Jennifer: ¡Mi amor!, ¡no tienes idea de lo feliz que me estás haciendo!
Edward: Tú eres quién me llena de felicidad... Tu sola presencia desaparece cualquier oscuridad, (acaricia su rostro), ¡Te amo Jennifer! Y lo hare por toda la eternidad.
Ella le regala un beso largo y lleno de amor... Desde la puerta los observaban dos personas, (un hombre y una mujer). Ambos rondaban los ochenta años y su vestimenta los identificaba como personal de servicio... El beso de la pareja poco a poco disminuye hasta que sólo sus frentes permanecen juntas, pero en su cara se mantenía una sonrisa que mostraba su felicidad... Como los señores no querían seguir invadiendo su privacidad, se animan a saludarlos.
Ambos: ¡Buenas tardes joven Edward!
Al verlos, Edward se levanta rápidamente y ayuda a Jennifer a ponerse de pie. Los señores se acercan hasta la pareja sin dejar de mirar a la mujer que se encontraba junto a él.
Mujer: ¡Después de treinta años, al fin lo volvemos a ver joven Edward!
Edward suelta un instante a Jennifer para ir a abrazar a la mujer y al hombre, (al separarse vuelve a sujetar la mano de su prometida).
Edward: (sonriente), ¡Magda, Mateo, les presento a la futura señora Sanders!... Allison Jennifer Smith Collins, (Jennifer lo pellizca), ¡perdón!, sólo Jennifer Smith Collins.
Los dos hacen una reverencia. De repente la mujer se aproxima a Jennifer y sin preguntar nada, le da un abrazo.
Magda: (termina el abrazo), ¡Dios la bendiga señorita, por haber traído de vuelta a ésta casa al joven Edward!
Mateo: ¡Magda, no incomodes a la señorita!, (a Jennifer), ¡Lo lamento mucho!, pero hemos esperado tantos años a que el joven Edward regrese a ésta casa, que no cabemos de felicidad.
Jennifer: (apenada), ¡Pues no sé qué decirles!, (¿?), sinceramente no entiendo nada.
Edward: Lo que sucede es que desde que murieron mis padres, jamás regresé a éste lugar... Magda y Mateo son como mis segundos padres y siempre me he mantenido en contacto con ellos, vía...
Mateo: (lo interrumpe), ¡Vía telefónica!... y no fue nada agradable enterarnos de su accidente por medio de un aparato telefónico.
Jennifer: (confundida), ¿Accidente?
Edward: (le susurra), ¡No me desmientas!, luego te explico.
Magda: ¡Ya le había dicho al joven Edward que no me gustaba nada que condujera tan aprisa!... No es lo mismo cabalgar un caballo, que manejar un coche... ¡Usted está de acuerdo conmigo!, ¿verdad señorita?
Jennifer: (¿?), ¿Yo?, (mira a Edward), ¡ah sí!... yo también pienso igual.
Edward: Dejemos eso y mejor vamos a la sala a celebrar nuestro compromiso, (su celular suena... él se disculpa y se retira para contestarlo).
Cuando Edward sale de la recámara, Mateo se dedica a mirar a Jennifer de una manera que ésta no entendía.
Jennifer: ¿Pasa algo señor Mateo?
Mateo: ¡Discúlpeme señorita!, no fue mi intención molestarla. Es sólo que me preguntaba si usted está consciente del futuro que le espera al lado del joven Edward.
Jennifer: (¿?), ¿El futuro que me espera?
Mateo: Sí... El joven nos ha contado que su situación está empeorando y que no tarda en perder la vista definitivamente... El amor es un sentimiento hermoso, pero no es suficiente cuando uno de los dos se encuentra imposibilitado para volar... Usted es joven y aún tiene mucho camino que recorrer... Si se queda a su lado, sería como si le hubieran cortado las alas.
Jennifer: Si no estuviéramos juntos, sería peor que...
Magda: (molesta), ¡Ese tema no es asunto nuestro Mateo!
Mateo: ¡Ya sé que no!, pero no quiero que el joven Edward pase por la misma tristeza que el difunto señor Sanders.
Jennifer: ¡Oigan!, necesito que me pongan atención.
Magda: ¡El señor siempre estuvo equivocado!, así que deja de decir esas cosas.
Mateo: (a Jennifer), ¡Lo siento mucho señorita, y le suplico que olvide lo que dije!, (da la vuelta), voy a arreglar la sala para el brindis.
Mateo se va y de inmediato Jennifer sujeta las manos de Magda, (que también iba a irse).
Jennifer: ¿A qué se refería el señor Mateo con eso de la tristeza del difunto señor Sanders?
Magda: ¡No le haga caso señorita!, mis padres siempre decían que hay que dejar descansar a los muertos... Además los señores tienen treinta años de haberse ido, y si usted no desea que el joven Edward reviva el recuerdo de su partida, entonces le suplico que nunca pregunte por ellos, (se suelta), ¡ahora si me disculpa!, voy a ayudar a mi marido con la sala. Con eso de que ha pasado mucho tiempo sin que ésta casa tenga visitas, todo está lleno de polvo, (sonríe), ¡pero no se preocupe!, en unos minutos dejaremos el lugar tan bello como antes... ¡Con su permiso!, (sale del cuarto).
Las cosas que dijeran los señores, habían dejado en Jennifer un sinfín de preguntas que por lo poco que Edward le contara de sus padres, sabía que aunque le rogara, él no se las respondería.
Como su prometido estaba tardando en volver, se dedica a mirar la habitación. El lugar era muy hermoso y su curiosidad la lleva a ir retirando las sábanas para poder apreciarlo mejor. Al quitar una del tocador, se encuentra con una foto de los padres de Edward, (ambos abrazados y recargados en un árbol). La toma y observa que tenían la misma expresión que en el cuadro de la escalera... La sonrisa del padre le parecía hecha para aparentar. Pero al ver la sonrisa de la madre, le dio la impresión de ser genuina... Incluso pensaba que la alegría que ella debió sentir en ese momento, le impidió notar que la de su esposo era casi inexistente. Sin embargo tanto en la foto como en la habitación, se respiraba un ambiente de paz y felicidad que la hicieron sentir que esas dos cosas no sólo provenían de ella. Y si ya de por sí tenía curiosidad por sus suegros, ahora ésta se hizo mayor debido a la fotografía y lo que ésta le trasmitía. Al escuchar que Edward estaba por entrar, se apresura a colocar el retrato en su lugar y lo cubre de nuevo con la sábana. Él no vio lo que ella hiciera y sonriente le pide que bajen a brindar.
Estados Unidos – Hotel:
Dany abrochaba sus zapatillas y se arreglaba el vestido, (Alejandro se encontraba vistiéndose en el baño). Mientras lo esperaba, evocaba la noche que habían pasado como marido y mujer. Cada parte de su cuerpo aún tenía la sensación de la pasión desmedida que su esposo despertara en ella; e incluso levantarse de la cama fue un sacrificio enorme para los dos, ya que al mirarse volvieron a surgir sus deseos, y se amaron con la misma intensidad; aunque con la ligera diferencia de que la ternura de Alejandro fue la que había tomado el control, y se dedicó a decirle cuanto la amaba una y otra vez. Escuchar tan hermosas palabras en un momento mágico como era el pertenecer a quién se ama, la llenaron de una gran felicidad que por más que intentaba disimular su sonrisa, simplemente no podía. Pero como nada es eterno, regresó a la realidad cuando recuerda que en unas horas volverían a San Gabriel. Alejandro sale del baño, (ya vestido), y la ve pensativa.
Alejandro: ¿En qué piensas Dany?
Dany: (¿?), ¿Qué?
Él sonríe por lo distraída que estaba su esposa; del sillón toma su corbata para anudarla en el cuello de su camisa. Dany no dejaba de recorrerlo con la mirada, y de nuevo sentía como si un imán la atrajera, así que se levanta para ir a abrazarlo, pero en ese momento el celular de Alejandro suena, haciendo que ella se mantenga en su lugar.
Alejandro: (contesta), ¡Sí diga!... ¡Ah Fabiola!... Ya leí todos los documentos que me diste, pero no me da tiempo de ir a verte, por eso te pido que esperes a que llegue a Tuxtla... Muy bien, yo te llamo... Nos vemos después.
Él cuelga y Dany permanece inmóvil. Su felicidad repentinamente cambió por miedo, pues en su interior aún existía la duda de hasta dónde había llegado la relación de su esposo y Fabiola. Alejandro termina con la corbata y se pone el saco. Después se acerca a su esposa y le da un beso tierno.
Alejandro: ¡Dany, mi vida!, ¡cómo quisiera quedarme aquí para siempre!... Anoche me diste otro regalo maravilloso, y sí ya te amaba, ahora te amo mucho más.
Dany: (sonríe), ¡Yo también te amo mucho más mi vida!
Alejandro vuelve a besarla y ella le corresponde. Como el beso estaba durando mucho tiempo, ambos comienzan a sumergirse nuevamente en el mundo de la pasión, y terminan cayendo en la cama. El celular suena, pero ninguno deseaba separarse y lo dejaron sonar varias veces. Dany es quién se obliga a detenerse y usando su cuerpo como palanca, logra que Alejandro se incorpore. Él la mira con frustración y ella le acaricia el rostro.
Dany: ¡Contesta mi vida!, puede ser urgente.
Alejandro: ¡Nada es más urgente que tú!
Dany: (se ríe), ¡Que yo!, ¿o tus impulsos?
Alejandro: (trata de volver a besarla), ¡Las dos cosas!
Dany se levanta y luego de ver de quien se trataba, lo contesta.
Dany: ¡Hola Ana Paula!
Hacienda del fuerte – Despacho:
AP: ¡Hola Dany!, ¡qué alegría escucharte amiga!
Dany: Te diría lo mismo Ana Paula, pero con ésta van dos veces que...
AP: (¿?), ¿Dos veces qué?
Dany: Nada... ¿Cómo están todos por allá?
AP: ¡Bien Dany!, pero tengo algo que quiero contarte cuando estés aquí... ¡Claro!, en caso de que regresen hoy.
Dany: (suspira), ¡Sí regresamos hoy!, inclusive tenemos el vuelo programado dentro de dos horas.
AP: ¡Qué bueno!... Oye Dany, ¿me puedes pasar a Alejandro por favor?
Dany: Por supuesto amiga, (le da el celular a su esposo).
Alejandro: ¡Hola Ana Paula!, me imagino que debes estar nerviosa por lo de la cita con el inversionista, pero ya no te angusties. Solicité un vuelo directo a Tuxtla para que de ahí nos vayamos lo más rápido posible al pueblo.
AP: ¿En serio?, ¡muchas gracias Alejandro!... Tenía miedo de que no llegaras a tiempo.
Alejandro: Nunca te dejaría sola con un proyecto que yo mismo te recomendé. Aunque como no soy empresario, sería bueno que Rogelio estuviera presente en esa cita.
AP: (seria), Rogelio no podrá estar con nosotros.
Alejandro: ¡No!... ¿y por qué Ana Paula?
AP: Se fue con Helena, (hace memoria), pero como tú no la conoces, te adelanto que es la ex de Edward.
Alejandro: ¡Ah ya!... te refieres a tu nueva asistente.
AP: Esa misma.
Alejandro: ¿Y a dónde se fueron?
AP: ¡Disculpa Alejandro!, pero no quiero habar de ese asunto.
Alejandro: ¡Comprendo!... Ana, te voy a colgar porque se nos hace tarde. En unas horas nos vemos por allá.
AP: Hasta más tarde Alejandro... ¡y cuida muy bien a mi amiga!, ¿te quedó claro?
Alejandro: (toma la mano de su esposa y la besa), Puedes estar segura de que la cuidaré más que a mí mismo, porque es mi vida entera.
AP: (¿?), ¡Qué amoroso saliste!, pero mejor no te quito el tiempo con mis comentarios, (sonríe), Regresen con mucho cuidado. Los dos son mis amigos y los aprecio.
Alejandro: Y nosotros a ti Ana... Hasta más tarde, (los dos cuelgan)
Alejandro se pone de pie, y le da un abrazo a su esposa. Después de separarse, miran por última vez aquella habitación donde fueran tan felices, y con renuencia salen rumbo al aeropuerto, (el otro hotel mandaría sus maletas). En el camino llaman a Laura para agradecerle su ayuda, y despedirse. También quisieron hablar con Henry, pero Laura les dijo que se había ido al aeropuerto pues tenía que viajar a Francia. El tono triste de Laura, le confirmaba a Dany que no era simple amistad lo que sentía por ese hombre; sólo esperaba que algún día se animara a aceptar sus sentimientos.
Oaxaca – Panteón Municipal:
A primera hora llegó la carroza que llevaría el ataúd al panteón. Toda la noche Helena se mantuvo lejos de Rogelio, (en parte porque no deseaba darle la oportunidad de seguir interrogándola). Por otro lado, él sí se había quedado dormido en dos ocasiones. Cada vez que abría los ojos, se encontraba con que Helena seguía despierta, y eso despejó por completo sus dudas sobre ella, pues nadie permanecería en vela tan sólo por una persona que no es de su familia, (ni siquiera por una mentira).
El entierro fue rápido y en cuanto el ataúd fue cubierto, todos comenzaron a dispersarse; a excepción de Helena y Rogelio. Ella no se movía para nada y su mirada la tenía fija en el montículo de tierra. Rogelio le dio el tiempo necesario y se mantuvo unos pasos atrás, hasta que escucha los sollozos provenientes de Helena. En ese momento él se acerca y pone una mano en su hombro.
R: Entiendo cómo debe sentirse Helena... No es fácil despedirse de las personas que amamos.
Helena: No estoy llorando por esa mujer.
R: (¿?), ¿No?... ¿y entonces por quién?, ¿o por qué?
Helena voltea y lo abraza son fuerza. Rogelio se quedó quieto y le permitió desahogarse.
Helena: ¡Mi bebé!... ¡Mi bebé está muerto!
R: ¿Cómo dijo?
Helena se deja caer de rodillas en el suelo a la vez que su llanto aumenta más. Rogelio no entendía nada, pero el sentimiento con el que lloraba, extrañamente le oprimía el corazón, y se agacha para a abrazarla. Helena siente sus brazos alrededor de los suyos, y se da cuenta del grave error que había cometido. Rápidamente se limpia las lágrimas y se pone de pie, (Rogelio lo hace también).
Helena: ¡Lo lamento señor Montero!... no fue mi intención incomodarlo con mis estupideces, (se tapa la boca), ¡discúlpeme de nuevo!, yo no...
R: No tiene nada de qué disculparse Helena, pero sí me gustaría saber ¿a qué se refería cuando habló de su bebé?... ¡Por supuesto!... ¡sí usted quiere!
Helena lo mira por varios segundos, y piensa que ya que había cometido la tontería de no controlarse frente a él, de alguna manera debía aprovechar las cosas para su beneficio.
Helena: ¿Qué tanto afecto le tiene a Edward Sanders?
R: (¿?), ¿Por qué comienza con esa pregunta?
Helena: ¡Sólo respóndame!, y después le diré la razón.
R: Tenemos casi un año de conocernos, aunque apenas serán cuatro los de mayor convivencia... ¡No estará diciendo que el bebé era de Edward!, ¿o sí?
Helena: No lo sé... Antes de conocer a Ed, yo tenía otra pareja. A ese hombre lo ame en el instante de conocerlo, y pensé que había conseguido a la persona con quien compartiría mi vida entera; sin embargo las cosas cambiaron en el momento en que Ed regresó a los Estados Unidos... Mi más grande error fue involucrarme con un caballero inglés que me hablaba tan bello que caí en la tentación... Fue así como terminé por no saber de quién era mi bebé... A Ed no le dije nada y le inventé un viaje que necesitaba hacer con urgencia, pero mi otra pareja sí sabía de mi estado... Al principio pareció estar contento con mi embarazo, (sonríe), los ocho meses que estuvimos juntos fueron los más hermosos de mi vida, (solloza), hasta que un día llegó agresivo y me exigió que le dijera si el bebé era suyo o de Ed... Yo no pude responderle y eso lo enfureció tanto que me pego... Su ira era tal que no midió las consecuencias y entonces...
Helena no puede terminar el relato porque las lágrimas y su desesperación al revivir el momento, la llevaron a un punto en que Rogelio pensó que se lastimaría si no la sujetaba.
Helena: ¡Nunca podrá imaginarse lo que es tener en sus brazos a su más grande anhelo sin vida en su cuerpo, y después llevarlo a un lugar frío y solitario como éste!... Tampoco se imagina lo mucho que he llegado a maldecir a Edward Sanders... A él no le bastó con jugar conmigo en ese tiempo, sino que también lo hizo por dos años más, y cuando íbamos a casarnos, lo único que dijo fue "que lo sentía, pero que no me amaba".
R: ¡Pero Edward ni siquiera supo que usted había estado embarazada!... Estoy seguro de que si se lo hubiera contado, él jamás la habría dejado sola.
Helena: (se suelta), ¡Sabía que lo defendería!, pero escúcheme bien... Le recomiendo que no le tenga tanta fe... En éste momento está divirtiéndose con la mujer que se le escapó hace quince años, pero cuando se canse de ella, la dejará igual que a mí... Espero por su bien, que después no ponga sus ojos, (se ríe), ¡perdón!, su ojo... en su esposa.
Rogelio prefirió mantenerse callado. Helena se volvió a recriminar por no controlar sus palabras. Las cosas que estaba diciendo no eran convenientes para los planes de James, debido a que las únicas personas que podían descubrirlo estaban juntas y a la espera de que los Montero los alcanzaran en Inglaterra.
Helena: Yo... yo lamento haber dicho esas cosas... Usted tiene razón; debí contárselo a Ed en lugar de quedarme con un hombre que no me ama.
R: (¿?), ¿Qué no la ama?
Helena: (se sobresalta), ¡Quise decir!, que no me amaba... Pero ya no importa si me amaba o si Edward se hubiera quedado conmigo por lástima, (vuelve a llorar), nada va a devolverle la vida a mi bebé.
R: Y supongo que denunció a ese miserable, ¿verdad?
Helena: Él no tuvo la culpa de lo que pasó.
R: (exaltado), ¡Cómo que no!... Estoy de acuerdo de que la relación con Edward no debió darse hasta que usted no terminara con ese tipo, pero eso no le daba el derecho de matar a un ser inocente.
Helena: Él se junto con gente indeseable y ese día le dieron unas sustancias que lo volvieron loco, pero jamás volvió a consumirlas porque se sintió terriblemente mal por lo que hizo... Señor Montero, sé que no me entenderá, pero lo vi sufrir igual o más que yo... Ese bebé era nuestro anhelo, y la oportunidad de convertirnos en buenas personas, (aumenta los sollozos), después de perderlo no nos quedó nada... Ni alma, ni amor.
Rogelio la veía llorar y aunque algunas cosas que le contara no le sonaron coherentes, el dolor que demostraba cada que hablaba de su bebé sí le pareció sincero, y como no había manera de consolarla, hace lo único que podía, (abrazarla). Ésta vez Helena correspondió al gesto de Rogelio. Tenerlo de esa manera la hicieron sentir una paz que en su vida había tenido. Sus brazos le daban confort, y aún sin decir nada le daba aquél consuelo que siempre deseo que le ofrecieran, pero una voz con tono molesto, la hace que termine el abrazo y se aleje de inmediato de él.
David: ¡Buenos días señor Montero!
R: ¡Buenas David!... Siento mucho que haya llegado tarde... Acaban de enterrar a su tía.
David: (mira el montículo de tierra), La muerte de un ser querido es el peor dolor que las personas pueden sentir, pero a veces la muerte no significa sufrimiento, sino libertad.
R: (¿?), ¿Libertad?, usted disculpará David, pero no creo que sea necesario que uno muera para conocer la libertad.
David: (lo mira), En ciertos momentos de la vida sí... Algún día estará de acuerdo conmigo señor Montero.
R: Pues difiero de su manera de pensar, y dudo mucho que ese día llegue... Bueno, los dejo solos para que se despidan de su tía, (camina hacia David), Su hermana necesita de su apoyo... Ésta pérdida ha sido demasiado dura para ella.
David asiente con la cabeza, y Rogelio se va. Helena sólo miraba a James y esperaba a que al menos fingiera que le preocupaba su estado emocional, pero él siguió parado frente a la tumba de su supuesta tía. Con algo de temor, Helena se le acerca y lo abraza, (él no le corresponde). Los minutos fueron pasando y jamás se movió. Ella no sabía cómo hacerlo reaccionar, aunque no tuvo que intentarlo. James corresponde por unos segundos a su abrazo; después se aleja y camina hacia la salida sin decir una sola palabra, (Helena va tras él).
Rogelio los esperaba de pie junto a la camioneta de David. Éste pasa de largo y sube a su vehículo. Helena se disculpa con Rogelio por la mala educación de su hermano. Él le dice que lo entiende y le abre la puerta para que suba. Cuando los tres están en el coche, David arranca y se van a la casa donde fue el velorio. Después de que David hablara con sus "familiares", (ni Rogelio ni Helena bajaron de la camioneta), salen rumbo a San Gabriel.
Londres – Hotel:
Después de terminado el brindis, Edward y los señores sorprendieron a Jennifer con una pequeña comida que su prometido tituló como "Familiar". Y aunque todo lo preparado eran bocadillos sencillos y sándwiches, Jennifer estuvo contenta porque Edward no dejó de sonreír en ningún momento, y su sonrisa se ampliaba con cada mención del gran amor que le tenía... Pero a pesar de la dicha que sentía de convivir con dos de las personas más importantes en la vida del hombre que ama, algo no la dejaba estar lo suficientemente feliz. Y eso fue que las veces que intentaba hablar de los padres de Edward, ninguno de los tres quería dar mayor detalle y preferían cambiar la conversación, (aparte de que Mateo la miraba como buscándole algún defecto)... La paciencia era una de sus más grandes virtudes y quedó demostrada en los quince años de guardar en su corazón, la esperanza de reencontrarse con el único hombre que despertaba en ella, amor sincero... Sin embargo esa paciencia comenzaba a desaparecer, conforme él se negaba a decirle lo que al parecer le lastimaba del recuerdo de sus padres... Dos horas más tarde, Edward se disculpó porque tendrían que regresar a la ciudad debido a que surgieron inconvenientes en unos de los stands del evento. Jennifer se ofreció a llevarlo hasta su oficina, pero él le dijo que fueran al hotel. Ella así lo hizo, y en cuanto llegaron, Edward le pide a Hugo que lo acompañe. Su acción provocó que Jennifer se molestara, (aunque se contuvo de expresar lo que estaba pensando)... Ricardo iba llegando de dar un paseo por el bosque del hotel, y la ve recargada en el barandal de la entrada, (con una expresión indescifrable).
Ricardo: (se coloca a su lado), ¡Hola!
Jennifer: (cortante), ¡Hi!
Ricardo: ¡Wau!, ¡Jennifer Smith está molesta!... ¿y puedo saber la razón?... se supone que ahora deberías ser la mujer más feliz del mundo, porque finalmente tienes a tu lado al hombre por el que babeabas a los diecisiete.
Jennifer: ¡Y sigo babeando!, pero eso no evita que me moleste su falta de confianza.
Ricardo: Edward te tiene mucha más confianza de la que puedes pedirle a cualquiera... Te aseguro que si le dices que se arroje a un barranco, ese tonto va y se tira porque tú se lo pediste.
Jennifer: Y si le pidiera que me hablara de mis suegros, ¿crees que también lo haría?
Ricardo tose repentinamente y se acomoda el cuello de la camisa. Jennifer lo veía nervioso, y eso la desespera más.
Jennifer: ¡Lo haría porque me ama!, ¿verdad?
Ricardo: Yo te puedo contar la parte que conozco, ¿eso te tranquilizaría?
Jennifer: ¡Depende!... En realidad me encantaría que fuera Edward quién me lo contara, pero tengo el problema de estar enamorada de un hombre misterioso, que jamás dirá que algo le lastima, así que me conformaré contigo... bien, ¡dime todo lo que sepas!
Ricardo: ¡Qué educación la tuya cuando pides un favor!... Bueno, como no conozco la historia completa, algunas cosas las he interpretado yo solo, pero de acuerdo a Edward, los señores Sanders no tuvieron la suerte de elegirse como pareja... A pesar de que todo pasó en los años sesenta, ambos pertenecían a familias nobles que decidieron arreglar su matrimonio... ¡Como verás!, ni en esa época pudieron imponerse.
Jennifer: Edward dijo que su papá se enamoró de su mamá en cuanto la vio.
Ricardo: ¡Pero ella no Jennifer!... eso a cualquier hijo le duele y más cuando se sabe que no fue concebido por el amor.
Jennifer: Yo siento que su mamá sí amaba a su papá, (más para sí misma), Esa sonrisa no era fingida... Ella se veía realmente feliz.
Ricardo: ¡Jennifer!, ¡te estás obsesionando con algo que pasó hace mucho tiempo!... Yo te recomendaría que vivieras tu presente y te olvides de tus suegros... De todas maneras ya nada puedes hacer para ayudarlos.
Jennifer: Esto no es sólo por mis suegros... Si Edward no quiere confiarme el dolor que siente por culpa del pasado de sus padres, ¿tú crees que me contará sus penas cuando ya no pueda ver?... Además el señor Mateo... a quién por cierto Edward aprecia con el alma, me mira con desconfianza... Es casi como si me estuviera comparando con la señora Sanders.
Ricardo: Ese señor no puede decidir tu futuro ni el de Edward... Él jamás permitiría que alguien hable mal de ti, porque la vida le ha enseñado a no dejarse manipular.
Jennifer: (acaricia el anillo), ¡Eso espero!, porque finalmente me siento feliz y plena en todos los sentidos, pero tengo miedo de que algo pase y me aleje de Edward... Después de lo que hemos vivido en estos días, ya no puedo imaginar mi vida sin él.
Ricardo: ¡Las mujeres son demasiado negativas!, siempre piensan en cosas malas o en el pasado... Yo también recuerdo mi pasado, pero desde que conocí a Vane lo dejé de lado para disfrutar mi presente, (serio), aunque no niego que a veces me pregunto si servirá el haber renunciado a hacer justicia, solamente por dedicarme a luchar por un sentimiento que quizás nunca será mío.
Jennifer: (¿?), ¿De qué hablas?
Ricardo: (sonríe), ¡Te despisté!... ¡Soy buenísimo para destantear a la gente!, (ve su reloj), ¡hora de comer!... Tengo desde el medio día esperando por comida, (camina hacia la puerta del hotel), ¿me acompañas?
Jennifer: (¿?), Prefiero esperar a Edward... También no voy a arriesgarme a que me dejes colgada con la cuenta, como hiciste con el guapo de Hugo.
Ricardo: ¡Ya le pagué!, ¿y cómo está eso "del guapo de Hugo"?... ¡No se supone que estás enamorada de Edward!
Jennifer: Hugo es guapo... Pero Edward es un hombre increíblemente guapo, atractivo, dulce, cariñoso, amoroso, besa delicioso y lo que más me gusta es que a veces le sale lo salvaje cuando estamos...
Ricardo: (tenso), ¡Oye!... ¡Ten un poco de pudor!
Jennifer: (se ríe), ¿Qué se siente que te destanteen?... ¡Conmigo no puedes Ricchi!... Aunque lo que te dije es verdad y no me da pena contarlo.
Ricardo: ¡Compórtate como una dama!... Aunque no me lo hayas dicho, ese anillo brilla demasiado y cualquiera lo nota. Por eso sé que ya pronto serás la señora Sanders, y me veo en la obligación de recordarte que Edward es un noble inglés, (sonríe), ¿qué te pareció mi revancha?
La sonrisa de Jennifer desaparece y su rostro demuestra preocupación, pero como Ricardo ya había dado la vuelta para entrar al hotel no se dio cuenta de que su comentario la afectó sobremanera.
Jennifer: ¡Señora Sanders!... En ninguno de mis tres sueños, me vi como tu esposa mi amor... (Suspira), ¿Será posible que algún día se cumpla mi tercer sueño?... Y si no pudiera ser, ¿tú me amarías igual?, (mira el anillo), ¡Hay Edward!, ¿estaré haciendo bien al aceptar casarme contigo en medio de ésta incertidumbre?... ¡My God!, sé que soy una egoísta, pero lo amo y aunque quiera, ya no puedo alejarme de su lado.
Jennifer se abraza a sí misma para reconfortarse y así evitar que sus lágrimas salgan, pero de pronto la imagen de los padres de Edward apareció en su mente, y por alguna extraña razón comenzó a tranquilizarse.
Centro Comercial de Tuxtla:
Luis entraba y salía de varias joyerías, pero en ninguna encontraba lo que buscaba. Estaba por rendirse cuando ve en un aparador un hermoso anillo de amatista. Una de las empleadas se le acerca y él de inmediato le pide que se lo muestre.
Empleada: Ese anillo es uno de los más bellos de todo el centro comercial; también tiene un significado muy bonito... Dicen que "genera los sentimientos de amor puro y absoluto, y que calma los miedos y las turbulencias emocionales".
Luis: ¡Sí!, ya había leído que eso representa.
Empleada: ¿De veras?, entonces debe tratarse de algún psicólogo o algo parecido.
Luis: No soy psicólogo, pero he pasado la mitad de mi vida escuchando el dolor de otros... Sus penas las hice mías, y por eso me dediqué a leer cuanto libro que me sirviera para ayudarlos.
Empleada: ¡Qué noble de su parte!, sé que su novia estará muy feliz cuando le pida matrimonio y le regale ese anillo; sobre todo por el primer significado que le dije.
Luis: (sonríe), ¡No le pediré que se case conmigo!, ella no me aceptaría como esposo... No soy el tipo de hombre que puede llegar a gustarle, pero al menos quisiera verla portar éste anillo, que para mí sí va a significar que me uniré a ella para siempre.
Empleada: ¡Qué lindo!... ¿Sabe señor?, no debería menospreciarse... ¡Dígale lo que siente!, mi intuición me dice que ella lo aceptaría encantada.
Luis: Lo mejor es que no señorita... Ella pronto será libre y me gustaría que hiciera su vida con alguien que en verdad ame.
Empleada: ¡Bueno!, no lo voy a seguir hostigando con mis comentarios... ¿le envuelvo el anillo?
Luis: (se lo entrega), ¡Sí por favor!, y ¡gracias!
La empleada hace lo dicho y minutos después, Luis sale del centro comercial. Al estar abriendo la puerta de su coche, se fija si los hombres que lo seguían a todas partes estaban cerca, y para su mala suerte así era. Pero de repente un coche se estrella con el de los sujetos; otro se detiene frente a él y el hombre del parque le pide que suba. El hombre estuvo conduciendo por un periodo de media hora, y finalmente se estaciona en un callejón.
Luis: ¿Qué fue todo eso Raúl?
Raúl: Necesitaba hablar con usted sin que esos tipos nos vieran... De otro modo seguro nos matan.
Luis: ¿Matar?... ¿qué está sucediendo?... Desde que te vi en ese parque, mi vida se convirtió en una carrera para librarme de esos tipos, y ahora te apareces para decirme que nos pueden matar... ¿No se supone que el blanco es mi cuñado?, además ¿qué beneficios obtendría con mi muerte?
Raúl: Su cuñado no es el blanco... Esos hombres solamente lo vigilan a usted y a esa mujer que tiene como su protegida... Ayer estuvieron con un hombre al que nunca le pudimos ver el rostro, pero algo me dice que ya no tenemos tiempo que perder, (le extiende unos documentos), Señor Mendoza, éstos son su pasaporte y su boleto de avión.
Luis: ¡Te dije que no me iría sin ella!
Raúl: No insista señor. Es prácticamente imposible sacarla del reclusorio.
Luis: Pero sí podrías ¿no?
Raúl: Pagando una fuerte suma de dinero, pero ni eso los salvaría de lo que les tienen preparado... Su cuñado me contrató para que siempre lo ayudara en todo lo que me pidiera, y que lo mantuviera con vida... Le guste o no señor, voy a cumplir con mi trabajo.
Luis: Pues prefiero la muerte a dejarla sola en ese infierno... Raúl, yo protegí la vida de mi hermana y me condené por eso. Gracias a mi destierro, mi cuñado es feliz y tiene todo lo que siempre quiso... Ahora soy yo el que quiere que lo ayuden a proteger lo que ama.
Raúl: ...
Luis: ¿Me ayudarás a sacarla de ese lugar?, o nos despedimos de una vez, y para siempre.
Raúl: Nosotros somos cinco, y ellos mínimo quince... Si esa mujer sale, uno de los dos quizás no lo logre.
Luis: Sólo necesito que la cuides a ella, con eso me pagan por la vida que perdí hace años.
Raúl: ¿Es lo que quiere?
Luis: ¡Sí!
Raúl: Muy bien... mañana en la noche iremos por ustedes.
Luis: ¿Por qué mañana?
Raúl: Porque esos tipos ya compraron a los guardias y mañana dos de ellos van a entrar al reclusorio... Si queremos sacarlos, hay que aprovechar su propio plan.
Luis: ¡Está bien!, ¡llévame de regreso al reclusorio!... Necesito prepararla para mañana.
Raúl hace lo que pide, aunque Luis no va de inmediato con Cynthia porque se dedica a observar a cada guardia que pasaba cerca de su consultorio y la celda. Por la tarde llama a la hacienda y pregunta por Rosaura, pero una de las muchachas del servicio le dice que llegaba hasta la noche y que sí gustaba dejar un mensaje, (él prefiere hablar después). Al poco rato va a la celda de Cynthia, pero la encuentra dormida; situación que se le hizo extraña, pues ella casi no dormía y menos a esa hora. Un guardia le pide que abandone la celda y que sus visitas se habían limitado quedando establecido que podía verla sólo en las mañanas, (él no objeta nada y se va). En todo lo que restaba del día, se sintió encerrado en una trampa de la cual les sería imposible librarse.
Rancho la Negra – Cinco de la tarde:
Paula y Consuelo se encontraban sentadas en un sillón de la sala del rancho, pero en el tiempo que llevaban ahí, (diez minutos), Paula se había levantado en cinco ocasiones y miraba hacia afuera.
Consuelo: ¡Patrona!, todavía faltan veinte minutos para que venga el inversionista... El Licenciado aún está a buen tiempo de llegar.
AP: ¡Ojalá Consuelo!, porque de todas las cosas que hago, las inversiones no son mi fuerte.
Consuelo: (se ríe), ¡Dirá que ni siquiera las conoce!... El rancho se ha dedicado únicamente a servirle de proveedor a la Hacienda y a cuatro socios independientes.
AP: ¿Tú crees que sea buena idea involucrarnos en eso de las inversiones?
Consuelo: El Licenciado le dijo que es una forma de prevenir alguna falta de ingresos tanto en la hacienda como en el rancho. Por eso yo creo que no es malo patrona.
AP: Rogelio dice que la hacienda está estable y que no necesitamos hacer nada de esto.
Consuelo: Con el respeto que me merece el patrón, una cosa es que él como empresario esté tranquilo con sus logros y otra que usted no intente conseguir los suyos sin depender de la hacienda... ¡A ver patrona dígame!, ¿no le gustaría demostrarse a sí misma, que puede ser igual de grandiosa que un hombre en los negocios?
AP: (sonríe), ¡La verdad sí Consuelo!, después de realizarme como mujer y madre, mi mayor deseo es también realizarme como empresaria.
Consuelo: ¡Entonces hágalo!
El claxon de un auto interrumpe la conversación de Paula y Consuelo. Ambas salen a ver quien había llegado y para su alivio eran Dany y Alejandro, (las amigas se dan un fuerte abrazo). Dany estaba muy contenta no sólo por volver a ver a su mejor amiga, sino porque tenía muchas ganas de contarle todas las cosas que vivió junto a su esposo, pero como Alejandro y Paula tenían que revisar unos documentos, tuvo que dejarlo para después. Mientras los esperaba se pone a platicar con Consuelo en la sala.
Consuelo: ¡Te ves muy contenta Dany!
Dany: ¡Contenta es poco Consuelo!, (emocionada), ¡Estoy feliz!... es que Alejandro es...
Jacinto: (entra corriendo), ¡Consuelo, acaba de llegar el inversionista que espera la patrona!
Consuelo: ¡Hazlo pasar Jacinto!, (a Dany), ¡perdón!, debo avisarle a la patrona.
Dany: No te preocupes Consuelo.
Consuelo se echa a correr al despacho y Dany se recargó en el sillón debido a que estaba muy cansada por el viaje. Jacinto lleva a la sala a un hombre bien vestido, de cabello negro, moreno, y un poco mayor que Alejandro. Al entrar ve a Dany con los ojos cerrados, y frunce el ceño por la falta de educación de la que él pensaba sería la dueña del rancho. Para hacerse notar, comienza a toser; Dany de inmediato abre los ojos y al verlo se pone de pie.
Dany: (apenada), ¡Discúlpeme señor!, no hubiera querido que se llevara una mala impresión de mí, pero acabo de llegar de un viaje muy pesado y...
Hombre: (calmado), ¡No tiene por qué disculparse conmigo señora Montero!... No voy a negarle que fue incómodo entrar y verla así, pero ahora que me explica sus motivos, debo decir que la entiendo... yo sé perfectamente lo pesados que son los viajes porque casi siempre estoy fuera de México.
Dany: ¡Gracias por su comprensión!, pero yo no soy la señora Montero.
Hombre: ¿No?... ¡perdóneme!, yo pensé que sí lo era. Entonces con quién tengo el gusto.
Dany: Yo soy...
Alejandro: ¡Buenas tardes Orlando!, veo que ya conociste a mi hermosa esposa, (le sonríe a Dany), Daniela Gutiérrez de Hernández.
Orlando: ¡Con que tu esposa!, (se ríe), ¡increíble!, con lo renuente que eras para comprometerte, jamás me imaginé que alguna de tus mujercitas pudiera echarte la soga al cuello.
Alejandro: (tenso), Lo haces ver como si hubiera tenido muchas y bien sabes que no fue así, (abraza a Dany), no me gustaría que mi esposa pensara mal de mí, y por eso...
Orlando: ¡Ya entendí!, (a Dany), ¡señora!, de nuevo le pido perdón... Nosotros fuimos a la misma Universidad pero en diferentes carreras, y yo ya estaba de salida; en realidad nunca lo vi de mujeriego... aparte tenemos años de no vernos, así que le suplico que olvide mis comentarios de mal gusto.
Dany: (seria), ¡No se preocupe!
Alejandro: ¡Orlando ve al despacho y espérame afuera!
Orlando: No sé dónde queda, (ve la cara molesta de Alejandro), aunque puedo buscarlo... Con permiso.
Orlando se va de la sala. Alejandro se coloca frente a Dany y toma su mentón con sus manos.
Alejandro: ¿Te encuentras bien Dany?
Dany: ¡Sí!... aunque si te refieres a mi cortante respuesta hacia el señor Orlando, permíteme recordarte que no dormí bien y que el viaje terminó por agotarme el doble.
Alejandro: Si quieres puedo pedirle a Ana Paula que te mande con Marcial a tu casa.
Dany: (¿?), ¿A mi casa?... (Irónica), yo creía que después de convertirme en tu esposa y tu mujer, me llevarías a vivir contigo, pero parece que tus planes son otros.
Alejandro: ¡Vas a vivir conmigo porque eres mi esposa y mi mujer!, pero si tu intención es descansar, lo recomendable sería que por hoy durmieras en tu casa, (sonríe), si te quedas conmigo, no te prometo dejarte siquiera cerrar los ojos.
Las palabras de Alejandro hacen que todo el cuerpo de Dany se estremezca y no le responde pues ¡ahí estaba de nuevo la otra personalidad de su esposo!... Aquella que también le fascinaba y la convertían en otra persona al igual que a él. Pero su silencio ocasionó que Alejandro pensara que había cometido un error.
Alejandro: ¡Discúlpame Dany!, no quise asustarte con mis impulsos tan locos de anoche... Seguramente te hice sentir incómoda y por eso te juro que intentaré controlarme.
Dany: (alza la voz), ¡No te controles!, (él la mira confundido)... ¡perdón!, me refería a que no hiciste nada malo, al contrario... Me hiciste sentir la mujer más dichosa del mundo.
Alejandro: Y tú me hiciste increíblemente feliz, (susurra en su oído), como jamás lo había sido.
Dany: ¿De verdad jamás lo habías sido?
Alejandro: (¿?), ¡No me quedó clara la pregunta!
Dany: ¡No me hagas caso!, son tonterías que digo cuando estoy cansada, (lo abraza), pero aún con éste cansancio, quiero quedarme contigo, (sensual), y por mí puedes tenerme despierta toda la noche.
Alejandro: (sonríe), Entonces voy a apurar la junta para que aprovechemos el resto de la tarde.
Dany le da un beso y luego lo empuja para que se apresure a terminar con su trabajo. Sin embargo la junta se extendió por varias horas debido a que Orlando explicaba con bastante calma cada apartado del contrato y los beneficios que el rancho obtendría si escogían bien el tipo de inversión.
Hacienda del Fuerte:
Rogelio y sus acompañantes llegaron a la hacienda; lo primero que hizo Rogelio fue subir a su recámara en busca de su esposa y sus hijos, pero solamente encontró a María cuidando de los gemelos y de Mary, (Margarito estaba en su cuarto). María le informa que Paula dejó dicho que regresaría muy tarde por lo de la junta con el inversionista. Rogelio seguía en desacuerdo con esa idea y se apresura a darse un baño porque pensaba ir a cerciorarse de que el hombre fuera de fiar.
En la sala:
David revisó la parte baja de la casa para poder hablar con Helena libremente, (aunque lo hicieron en voz baja).
David: (molesto) ¡Qué tipo tan más descortés!... tiene unos modales que lo hacen ver como todo, menos como un hombre de categoría.
Helena: Pero es un caballero y se preocupa de verdad por los demás.
David se enfurece y la jala del brazo.
David: ¡Lo mismo decías de Edward y al final el imbécil te boto!... Por tu bien espero que no te atrevas a fijarte también en éste idiota.
Helena: ¿Tendría algo de malo que me fijara en él?
David: (la aprieta más), ¡Ya no porque no podrías atarlo con nada!
Helena: ¿Y a quién se lo debo?... si hubieras controlado tu ira, habría podido darte otra esperanza.
David: ¡Nunca volvería a confiar en una mujerzuela como tú!, así que no te habría funcionado por segunda vez.
Helena extiende su brazo libre hacia la cara de James.
Helena: (acaricia su rostro), ¡Vámonos!, esto está empezando a cansarme... La verdad es que con lo que pasó en Oaxaca, siento que ya no puedo continuar con lo que quieres.
David: He de suponer que es por éste idiota ¿no?, (se ríe), ¡haz lo que quieras!, pero si decides traicionarme, me deshago de los dos.
Helena: Tú bien sabes que jamás podría traicionarte, pero no es porque me estés amenazando.
David: (la suelta), ¡Da igual por qué lo haces!, lo único que quiero es que obedezcas.
Valeria y Gerardo entran corriendo a la sala seguidos por Vanesa. Helena y David se alejan lo más que pueden, pero Vanesa ve su extraño comportamiento y se siente insegura con su presencia. David se acerca a ella y trata de tomar su mano, sin embargo Vanesa camina hacia atrás y lleva ambas manos a su vientre.
David: ¡Buenas noches señora Archer!... Ésta es la segunda vez que la hago enojar y por ese motivo me veo en la obligación de pedirle que me disculpe... sí es que la he ofendido de alguna manera.
Vanesa: ¿Segunda vez?... (¿?), ¡Yo a usted no lo había antes de que entrara a trabajar aquí!
David: ¡Sí lo hizo!, pero como estaba llorando cuando chocó conmigo, no se ha de haber fijado que soy la persona a la que le gritó, (ella seguía viéndolo extrañada)... Fue en la fonda del pueblo... Usted se encontraba hablando con otra mujer y luego se echó a correr.
Vanesa: ¡Ah sí!... siento haberle gritado... ¡en caso de que lo hubiera hecho!, (se acerca a los niños y los toma de la mano), ustedes disculparán, pero estamos cansados... con permiso.
David: ¡Hermosa dama!, antes de que se vaya quiero recordarle mi nombre... David Santana, caballerango de la hacienda, (sonríe), y estoy a sus órdenes para cualquier cosa que necesite.
Vanesa: (¿?), ¡Gracias!, y adiós señor Santana.
Vanesa se va con los niños lo más rápido que su abultado vientre le permite. David la ve alejarse sin quitar la sonrisa de su cara.
Helena: ¿Qué estás planeando?
David: ¡Nada!... Te prometí no hacerle daño por el momento y aunque no lo mereces, te lo voy a cumplir... Por supuesto que si me traicionas, tendré que reconsiderar la promesa.
Helena: Ya te dije que no te traicionaría jamás, pero esa actitud que tuviste con ella, no es justamente para lastimarla... esas palabras de "Hermosa dama", nunca las haz usado con nadie.
David: Una zorra siempre será zorra, y siendo así no tendré que matarla para despedazar a Ricardo. Simplemente la hago caer, ¿y qué mejor manera de hacerlo, que usando las palabras de conquistador de mi querido amigo?
Helena: (se ríe), No pierdas tu tiempo... Una zorra no tendría hijos de cualquiera porque acaban con la diversión, y si ella va para dos, solo hay un motivo y es que ama a su marido.
David: Sabes bien que para tener hijos no es necesario amar a la persona... ¡No vivas de estúpidos cuentos de hadas!
Rogelio y María bajan las escaleras hablando algo fuerte y eso previene a David.
María: ¡Hijo!, deberías esperar a que llegue... Con eso de que son varios caminos, se pueden cruzar y ni siquiera se van a ver.
R: ¡No insistas nana!, yo tengo que asegurarme de que ese tipo es de confianza.
María: ¡Pero Rogelio!... Paula tiene derecho a decidir qué hacer con su negocio, tal y como tú lo has hecho por años.
Rogelio no quiere responder y abre la puerta. David sale tras él y lo alcanza antes de que suba a su camioneta.
David: ¡Espere señor Montero!
R: ¿Qué carambas quieres David?
David: Yo puedo llevarlo.
R: ¡Y yo me puedo ir sólo!
David: Sí pero, si vamos los dos, tendrá mayor posibilidad de darse cuenta si la camioneta de su esposa se cruza con la suya.
R: (lo piensa un segundo), ¡Ta bueno!, ¡súbete!
Rogelio toma asiento frente al volante y David sube del lado del copiloto. Como Helena no quería quedarse con María, les pide que la lleven.
Londres – Hotel:
Después de comer, Ricardo se había ido a dormir un rato; el trabajo de los días pasados lo tenían muy agotado. Unas horas más tarde baja a cenar, pero al pasar por la entrada del hotel, ve que Jennifer aún estaba recargada en el barandal donde antes estuvieran conversando, y se le acerca con sigilo. Jennifer miraba hacia la entrada y con sus labios acariciaba el anillo que Edward le diera.
Ricardo: ¡Si no tienes cuidado terminarás por comerte ese anillo!
Jennifer: (voltea sorprendida), ¡Me asustaste!
Ricardo: ¡Así tendrás la consciencia!
Jennifer guarda silencio y regresa su vista hacia la puerta del hotel. Ricardo se recarga de nuevo en el lugar que ocupara hace apenas unas horas.
Ricardo: Al parecer el problema del set le está tomando mucho tiempo al pobre de Edward.
Jennifer: ¡Por eso le dije que lo acompañaba!, (molesta), ¡y todo por culpa de su falta de confianza!
Ricardo: ¿Comiste?
Jennifer: (¿?), ¿What?... ¡En serio Ricchi!, haces preguntas que nada tienen que ver con lo que estamos platicando.
Ricardo: Escucha Jennifer, comprendo que estés preocupada por él, pero esa no es excusa para que dejes de alimentarte... Además tienes que tranquilizarte porque cuando mi amigo llegue no quisiera ver su primera pelea de futuros esposos.
Jennifer: ¡Pelearme es poco!, ¡ésta vez sí me va a conocer!... ¡verás cómo no le quedan ganas de ignorar mis habilidades ejecutivas!
El auto de Edward entra al hotel. Cuando él desciende, Jennifer sonríe y baja corriendo las escaleras para ir a abrazarlo. Ricardo se quedó muy confundido porque pensaba que lo primero que haría sería reclamarle.
Jennifer: ¡Gracias a Dios regresaste con bien!.... ¡Con lo tarde que es me imaginé mil cosas!
Edward: ¡Discúlpame por preocuparte!... Es que los encargados de la seguridad no querían hacerse responsables del daño que sufrió el set, pero al final tanto Hugo como yo, logramos llegar a un acuerdo.
Hugo: Fue muy difícil porque ninguno de los dos conocemos las clausulas del contrato publicitario y la seguridad.
Ricardo: (se acerca), ¡Pero Jennifer sí!... Edward, creo que debiste llevarla para que todo se solucionara más rápido... ¡Por cierto!, ella quería decirte algo, ¿verdad Jennifer?
Edward: (¿?), ¿Ah sí?, (a Jennifer), ¿y qué es mi amor?
Jennifer le lanza a Ricardo una mirada furiosa, pero la cambia por una conciliadora cuando Edward toma su mentón para hacer que lo mire a él.
Edward: ¡Y bien futura señora Sanders!, ¿qué desea decirme?
Jennifer: ¡Yo sólo quería decirte que me muero de hambre!, pero he de suponer que ya cenaste ¿no es cierto?
Ricardo: ¿Y Huguito no te importa?... El pobre trabajo tanto que también merece un poco de atención ¿no te parece?
Hugo: ¡Déjalos en paz Ricardo!, y si me permiten responder, en realidad no hemos ni comido... En ese lugar de recepciones sólo tiene bocadillos.
Jennifer: (¿?), ¿Lugar de recepciones?... ¡No habrás querido decir!, ¿Centro de Convenciones?
Hugo: (nervioso), ¡Eso justamente!... ¿cómo me pude haber confundido con las palabras?
Edward retira sus brazos de alrededor de Jennifer y toma su mano para ingresar al hotel.
Jennifer: ¿A dónde vamos?
Edward: Dijiste que tienes hambre, por eso voy a llevarte al restaurante.
Jennifer: (sonríe), ¿Podemos cenar en la parte de afuera?
Edward: ¡Pero ya deben haber cerrado esa área!... ¡Es más!, seguramente ya cerraron el restaurante.
Ricardo: ¿De qué sirve ser de la nobleza si no obtienes beneficio de ello?... amigo, usa tu apellido para que te dejen cenar ahí.
Edward: ¿Me dejen, o nos dejen?
Ricardo: ¡Nos dejen!... ya es tarde y me toca cenar.
Jennifer mira a Edward y él se encoge de hombros.
Ricardo: (se ríe), ¡Cómo creen que voy a ser mal tercio!... Huguito y yo saldremos a buscar otro restaurante porque aquí no le varían al menú, (jala a Hugo), ¡Vámonos Hugo!
Hugo: (se resiste), ¡Pero sí ya casi es media noche!
Ricardo no le hace caso y se lo lleva en el carro de Edward. Los prometidos esperan a que se alejen para que tomados de la mano, se dirijan al verdadero sitio en el que deseaban estar.
Rancho la Negra:
Fue mucho tiempo el que Orlando estuvo esperando a que le indicaran el tipo de inversión que querían. Finalmente Paula, (con ayuda de Alejandro), se decidió por una inversión a corto plazo, que de acuerdo a Orlando era confiable y en caso de algún problema, la pérdida sería mínima. Como Paula estaba cansada, Alejandro y él continuaron revisando otros puntos del contrato que en unos días le enviarían para su firma de conformidad. Mientras ellos hacían esas gestiones, ella salió del despacho a estirar las piernas. Al llegar a la sala se encuentra a Dany recostada en el sillón con los ojos cerrados. Consuelo, (que llevaba una taza de café), se pone atrás de su patrona y con una seña le indica que entre, (ambas lo hacen). Consuelo deja en la mesa la taza y luego va a despertar a Dany con un leve movimiento en su hombro.
Dany: (sin abrir los ojos), ¿Ya terminaste con tu trabajo mi vida?
Consuelo: (se ríe), ¡No soy Alejandro, Dany!
Dany abre los ojos y se incorpora. Tardo algunos segundos en orientarse hasta que consigue fijar su vista en Paula, (que la miraba con una cara divertida).
AP: ¡Se nota que ese Alejandro no te deja dormir!... ¡bueno, eso sí es que no te le volviste a escapar!
Dany: ¡Tenías que recordármelo!
AP: Estoy segura de que Alejandro tampoco lo ha olvidado... Ese tipo de rechazos son un recuerdo permanente en la mente de los hombres.
Dany: ¿De veras?, (susurra), entonces eso explica que dudara esa noche.
AP: (¿?), ¿Qué dices Dany?
Dany: ¡Nada Paula!, (voltea a todos lados), ¿en dónde está mi esposo?
AP: Está terminando de revisar el contrato de la inversión... No te preocupes amiga, no deben tardar mucho... En lo que viene, puedes irnos adelantando todo lo que pasó en Estados Unidos.
Consuelo: ¡Hay sí Dany!... ¡cuéntanos qué tal te fue con el Licenciado!
Dany comienza con un resumen de todos los problemas que tuvieron antes de aquella maravillosa noche en que Alejandro y ella se convirtieran en uno. La sonrisa y el excesivo movimiento de sus manos, le demostraron a Paula la felicidad que su amiga sentía con tan sólo recordar ese momento, pero también se percató que omitía detalles de su experiencia íntima y eso era raro pues Dany no era tímida cuando hablaba con ella, sin embargo dejó de darle importancia conforme la emoción de su amiga aumentaba.
AP: ¡Me siento tan feliz por ti Dany!... Después de mucho tiempo, te veo contenta.
Consuelo: ¡Sí es cierto Dany!, tú sufriste bastante en el pasado y ya merecías ser feliz.
Dany: ¡Y yo agradezco con el alma el haber encontrado a Alejandro!... ¡Ésta felicidad que siento es tan grande que a veces me da miedo perderla!
En ese momento Rogelio, David y Helena entran a la sala. Paula se levanta rápidamente para darle un beso a su esposo.
AP: ¡Regresaste amor!
R: ¡Sí Paula!... En cuanto llegué a la hacienda y supe que estabas aquí, me vine de inmediato a buscarte porque ya no aguantaba las ganas de tenerte entre mis brazos.
AP: ¡Gracias!... (Sonríe), ¡Te amo tanto Rogelio!
Paula vuelve a besarlo con su acostumbrada pasión. David se sentía asqueado por tanta melosidad, y Helena no expresaba ninguna emoción. Unas voces se escuchan y Paula termina el beso. Alejandro y Orlando entran a la sala, pero en el instante en que David voltea a verlos, Alejandro se queda quieto mirándolo por un largo tiempo hasta que Paula comienza con las presentaciones.
AP: (señala a Orlando), ¡Amor!, éste es Orlando Cruz, nuestro asesor en inversiones... Señor Cruz, éste es mi esposo... Rogelio Montero.
Orlando: (extiende su mano a Rogelio), ¡Mucho gusto señor Montero!
R: (corresponde), ¡Igualmente señor Cruz!, (mira a Paula), ¡con que ya te decidiste por una inversión!
AP: ¡Sí!... el señor Cruz estuvo casi toda la tarde explicándonos la más segura que tenía.
R: (irónico), ¿En serio?... ¡oiga señor Cruz!, ¿de verdad existen inversiones seguras?
Orlando: Por supuesto que no señor Montero... En ésta vida nada es seguro... Es algo así como la rueda de la fortuna... primero se está arriba, y luego abajo.
R: (sarcástico), ¡No pues con esas palabras me deja más tranquilo!
AP: ¡Rogelio!, ¿podemos hablar de eso en otro momento?... El señor Cruz ya tiene que irse porque va a recorrer un largo camino.
Orlando: Es que regreso a Tuxtla a tomar un vuelo a Canadá, pero cuando quiera vengo y le explico a usted lo que le dije a su esposa. Sólo le pido que me avise con tiempo para agendar la cita... Ahora si me disculpan, hasta luego.
R: ¡Pásele!
AP: (voz baja), ¡Rogelio!
R: ¿Qué?
AP: (lo ignora), ¡Hasta luego señor Cruz!
Orlando se va y en la sala de repente se percibe un ambiente tenso entre dos personas. Alejandro no le quitaba la vista de encima a David, y éste se estaba incomodando por el escrutinio al que era sometido. Rogelio iba a decir algo, pero Dany se le adelanta acercándose a su esposo y con un pequeño beso atrae su atención en ella. Cuando se separan, Rogelio les pide a David y a Helena que se acerquen.
R: David, Helena, permítanme presentarles a mi abogado y amigo, el Licenciado Alejandro Hernández, y a su esposa Daniela Gutiérrez... Daniela, Alejandro, ellos son los hermanos Santana, Helena es la asistente de Paula, y David el caballerango de la hacienda.
Helena extiende su mano a Alejandro y él corresponde a su saludo.
Helena: (coqueta), ¡Es un placer Licenciado!
Alejandro: ¡Igualmente señorita!
Dany: (sarcástica), ¡También es un placer para mí señorita Santana!
Helena: ¡Disculpe señora!... encantada de conocerla.
David va con Dany y al igual que hacía con Paula, le toma la mano y le da un beso. Alejandro aleja a su esposa y se coloca frente a ella. David se ríe y le ofrece la mano.
David: Soy David Santana Carpio, ¡mucho gusto Licenciado!
Alejandro miró la mano pero no correspondió, y mejor dirigió su vista a la cara de David.
David: (¿?), ¿Sucede algo Licenciado?
R: ¿Qué te pasa Alejandro?
Alejandro: No me pasa nada, (corresponde al saludo, pero lo aprieta fuerte), ¡mucho gusto señor... ¿Santana?!
David: (¿?), ¡Sí!... ¡Santana!
Alejandro: (lo suelta), ¿Es usted mexicano?
David: (se soba la mano), ¡Sí!, pero viví unos años en Canadá... ¿por qué la pregunta?
Alejandro: ¿Dijo Canadá?, (David asiente), con razón su acento se escucha diferente al de los americanos.
David: Ellos tienen otra forma de hablar el inglés y su acentuación se marca aún hablando español, pero ¿qué es lo que le parece extraño Licenciado?
Alejandro: ¡Ya le dije que nada!, sólo estoy tratando de entablar una conversación, (serio), pero si le molesta le ofrezco una disculpa.
David: (responde igual), ¡No tiene por qué ofrecerla!, después de todo, sólo soy un empleado del señor Montero.
Alejandro: ¡Entonces haga de cuenta que nunca me disculpé!
Dany: (voz baja), ¡Tranquilízate mi vida!
R: ¡Cómo que ya se está haciendo tarde!... David, Helena, ¡ya pueden irse a descansar!, y no es necesario que se presenten mañana a su trabajo.... Con lo de su tía no deben tener ánimo de nada.
David: Nosotros siempre cumplimos con nuestro trabajo.
R: Sí pero mañana se inaugura la escuela y todos los empleados con hijos van a estar presentes. Por eso no los requiero en la hacienda.
David: Pero señor Montero...
Helena: (lo sujeta del brazo), ¡Vámonos hermano!... Señores Montero, muchas gracias por su apoyo en éste momento tan difícil para nosotros... Nos vemos pasado mañana.
AP: Helena, que no se le olvide que mi esposo y yo salimos mañana rumbo a Inglaterra.
Helena: Entonces hasta otro momento señora... ¡Les deseo un buen viaje!
Helena se despide de los demás, y sale del rancho junto con David. Rogelio espera un momento y cuando siente que pasó el tiempo pertinente, jala del brazo a Alejandro y lo aleja de Paula y Dany.
R: ¡Qué carambas fue eso!... ¡Si las miradas mataran, David estaría bien muerto!
Alejandro: ¿Desde cuándo tienes a ese sujeto trabajando contigo?
R: (hace memoria), Pues, desde hace casi un mes, ¿por qué?
Alejandro: No lo sé bien, pero me parece que lo he visto en algún lado.
R: ¿Y sólo por eso le hablaste así?... Tú no eres grosero, pero hoy te pasaste de la raya... Además el haberlo visto en otro lado, no es excusa para tu comportamiento.
Alejandro: Mi mundo gira en torno a personas que infringen la ley, y si te digo que me pareció verlo es porque tal vez lo vi en algún documento, (medita), aunque puedo estarlo confundiendo... ¿Sabes Rogelio?, creo que tienes razón. Casi no he tenido descanso y lo más probable es que mi intolerancia se deba a la falta de sueño, (se ríe), ya hasta me pongo a buscar en todo el mundo parecido con los delincuentes.
Rogelio ve a Paula acercándose a ellos y camina otro poco junto con Alejandro para evitarla.
R: Necesito hablar contigo sobre algunas cosas que me tienen muy preocupado, pero hoy no, ¿puedes venir mañana a la inauguración de la escuela?... Es a las doce.
Alejandro: (¿?), ¡Ahí estaré!, pero ¿no me puedes ir adelantando algo?
R: No porque aquí viene Paula.
Paula abraza a Rogelio y éste suelta a Alejandro para corresponderle.
AP: ¿Qué tanto hablan ustedes dos?
R: Le estaba diciendo a Alejandro que me da la impresión de que ya dejó de ser un niño.
AP: (¿?), ¿En serio?... Rogelio, nunca he entendido ¿por qué lo llamas niño?
R: Pues porque...
Alejandro: ¡Oye Rogelio!, yo nunca ando contando tus cosas.
R: ¡Cálmate hombre!, sólo iba a decirle que era un apodo que a partir de hoy ya no va a ser necesario que te lo siga diciendo.
Alejandro: (¿?), ¿Y cómo es que sabes que ya no lo necesito?
R: Por la forma en la que te comportas, aunque si te soy sincero, me da miedo que cambies tu manera de ser.
Alejandro: ¡No tendría por qué cambiar!
R: A veces sí cambiamos.
AP: ¡De verdad que no entiendo nada!, hablan como en código... ¿acaso es grave?... ¡Alejandro!, espero que no sea algo que le afecte a mi amiga.
Alejandro: ¡Claro que no Ana Paula!
R: ¡No es nada malo Paula!... incluso me atrevería a decir que Daniela se sentiría orgullosa.
AP: (fastidiada), ¿Orgullosa de qué?
R: Alejandro es quién debe decirlo, pero dejemos de hablar de estos temas y mejor vámonos a la hacienda... Alejandro, ¿ustedes se van al pueblo, o se quedan en la hacienda?
Dany: (llega y sujeta el brazo de su esposo), ¡Nos vamos al pueblo!, ¿verdad mi vida?
Alejandro: ¡Así es!, y no quisiera verme mal educado, pero nos adelantamos porque el camino es largo y ya oscureció... ¡Hasta mañana!
Alejandro comienza a caminar, pero Dany le dice que espere porque iba a despedirse de su amiga. Una vez hecho eso la pareja sale del rancho. El matrimonio se va minutos después, debido a que Paula tenía que dejar arreglados unos papeles.
R: (conduce), ¡Ya decía yo que ese ex niño cambiaría!
AP: No sé por qué lo dices, pero yo no lo vi tan diferente, (medita), bueno, quizás le sentó bien el clima de Estados Unidos porque se ve más guapo.
R: (alterado), ¡Dijiste guapo!, (detiene la camioneta), ¡esto no es posible!, yo extrañando a mi mujer y resulta que ella en lugar de estar feliz por mi regreso, se pone a elogiar al ex niño.
AP: ¿Verdad que no es agradable que el ser que amas, le preste más atención a otros?
R: (¿?), ¿Qué quieres decir Paula?
Paula pasa sus brazos alrededor del cuello de su esposo.
AP: No quiero entrar en detalles, (le susurra en el oído), ¡Anoche me hiciste mucha falta!
R: (abraza su cintura), ¡Y tú a mí!, sobretodo porque no pude sacar de mi cabeza la promesa que me hiciste antes de irme.
AP: ¿Cuál promesa?... yo no recuerdo haberte prometido nada.
R: Prometiste regalarme una noche completa de amor.
AP: (finge), ¡Fíjate que no recuerdo haber dicho tal cosa!, después de todo, el que gana es el del premio.
R: ¡A pues siendo así!
Rogelio se quita el cinturón de seguridad y baja el asiento de Paula para poder acomodarse sobre ella, y comienza a besar su cuello.
AP: (se ríe), ¿Qué haces?
R: ¡Premiar a la ganadora!
AP: ¿En éste lugar?
R: ¿Qué tiene de malo?, el camino no es transitado y aquí nadie nos va a molestar.
AP: Pero es incómodo, (lo hace que regrese a su asiento), mejor llegamos a la hacienda, les damos su beso de buenas noches a nuestros hijos y luego me premias todo lo que quieras, ¿te parece?
R: Pues no mucho porque ya estaba entrando en calor, pero si es lo que quieres...
AP: Es lo mejor amor. Aquí nos estorba todo.
R: ¡Ta bueno!, entonces vámonos con nuestros chamacos.
Rogelio vuelve a poner en marcha la camioneta, y aunque iba un poco serio, Paula no estaba preocupada, pues sabía muy bien como contentarlo.
Londres – Hotel:
Jennifer y Edward se encontraban en el mismo lugar donde se confesaran sus sentimientos. Aquella banca debajo del árbol, era para ambos el sitio donde su vida cobró sentido y siempre iba ahí a ver el hermoso brillo de la luna. Edward estaba sentado, (sin usar sus lentes) y Jennifer se había recostado en la banca con su cabeza sobre las piernas de su amado. Él acariciaba su cabello con tal delicadeza que ella cerró sus ojos para disfrutar de todas las sensaciones que ese sencillo gesto despertaba en su ser. Repentinamente se incorpora para darle un beso.
Edward: (¿?), ¿Y este beso a qué se lo debo?
Jennifer: ¿Acaso para besarte debo tener un motivo?
Edward: ¡Claro que no mi amor!, perdón por la pregunta, (la abraza).
Jennifer: (corresponde), Aunque sí lo hice por dos razones... Una es porque no tuve que esperar otros quince años para que me pidieras matrimonio, y la otra porque te amo.
Edward: (sonríe), No estaba seguro sí era buena idea pedirte matrimonio en el lugar a donde te lleve. Además ahora que lo pienso, debí organizar algo digno de ti.
Jennifer: El haberme llevado a la casa de tus padres y pedirme matrimonio en el sitio donde fueron felices, es para mí un momento que no voy a olvidar jamás porque fue como si ellos hubieran estado presentes.
Edward: De todos modos no dejo de pensar en que tú te merecías algo mucho más hermoso.
Jennifer: ¡Para mí fue maravilloso!, (lo besa)... ¡Mi amor!, ya que entramos en el tema de las casas, quiero preguntarte sí tienes pensado en dónde vamos a vivir.
Edward: Eso me gustaría que lo decidieras tú... Si deseas podemos comprar una casa en Estados Unidos, o en Francia para que vivas cerca de tus padres.
Jennifer: ¡Ah pues!, (medita), tengo una casa en mente, pero no sé si estarás de acuerdo.
Edward: Yo estaré de acuerdo con cualquier casa que elijas porque lo que te haga feliz a ti, me hará feliz a mí.
Jennifer: ¡Gracias mi amor!, (sonríe), la casa donde quiero que vivamos, es justamente en la que me pediste matrimonio.
Edward: (serio), ¿Hablas de la casa donde vivieron mis padres?
Jennifer: ¡Sí!... (¿?), ¿No te agrada la idea?
Edward: No creo que ese sea un buen lugar para nosotros... ¡No sí deseamos ser felices!
Jennifer: (¿?), ¡Edward!, desde que me mostraste esa casa dices cosas que me desconciertan... Yo no le veo nada de malo a ese lugar.
Edward: (guarda silencio).
Jennifer: ¡Edward!
Edward: ¿En verdad te gustaría vivir ahí?
Jennifer: (lo abraza más fuerte), En esa casa se siente mucha paz, y aunque se escuche absurdo también felicidad, sobre todo en la habitación que fue de tus padres... Mi amor, no sé qué te hace pensar lo contrario, pero creo que estás equivocado... Estoy segura de que no habrá ninguna casa mejor que esa para formar nuestro hogar, (lo besa)... ¡Yo siempre te amaré!, por eso no te preocupes... (Lo suelta), A menos de que tú no me ames como yo te amo a ti.
Él suspira y vuelve a abrazarla.
Edward: ¡Perdóname mi amor!... si tú piensas que en esa casa se encuentra nuestro hogar y nuestra felicidad, entonces yo también lo creeré de esa manera.
Jennifer: ¿Hablas en serio?, (se levanta contenta), entonces a partir de mañana vamos a ir a arreglarla... El cuarto de tus padres se puede quedar tal y como está... aunque quizás sus costumbres son otras.
Edward: La costumbre es que el nuevo matrimonio use esa recámara, pero no es obligatorio... al menos yo no voy a imponerte nada.
Jennifer: ¡Para mí está perfecta!, y no es por su belleza, sino por lo agradable que fue estar ahí.
Edward: Sí así lo quieres, esa será nuestra recámara. Lo que sí voy a hacer, es deshacerme de todos los muebles... Me sentiría más tranquilo si no hay nada de mis padres en esa habitación.
Jennifer: (¿?), ¿Por qué hablas así?, (se hinca frente a él y toma sus manos), hay algo que te duela de su recuerdo.
Edward: Sus muertes fueron dolorosas, aunque la de mi padre me dolió más porque vi como un hombre fuerte, se deterioró rápidamente por culpa del cáncer.
Jennifer: Y he de suponer que tu mamá no lo apoyo, (titubea), ¿es por eso que le guardas rencor?
Edward: ¡No le guardo rencor!... Sé que sí se hubiera enterado de su enfermedad, lo habría ayudado porque era una buena mujer, pero mi padre nunca quiso decírselo... Frente a ella siempre se mostro fuerte y alegre.
Jennifer: ¿Y por qué no quiso decirle?
Edward: (se pone de pie), ¡Eso ya no importa!... Han pasado tantos años, que no le veo el caso hablar de sus problemas.
Jennifer: ¡Está bien!, ya no te voy a seguir preguntando, pero me al menos dime, ¿de qué murió tu mamá?
Edward: El médico dijo que tal vez estaba enferma del corazón y que sin tratamientos era de esperarse que se presentara un paro cardiaco... Afortunadamente no sufrió... Sólo cerró sus ojos para jamás volver a abrirlos.
Jennifer: ¿Y no puedes pensar que tal vez no soportó perder a tu papá?
Edward: ¡Esa no es una posibilidad! (¿?), ¿Pero por qué te afecta tanto lo que pasó con mis padres?
Jennifer: Será por la forma en que te expresas de ellos... ¡Mi amor!, sé que hay algo más que te dolió, y por eso te niegas a recordarlos, (se acerca y lo abraza), Quisiera que nada te lastimara... ¡Te amo Edward!, y lo único que deseo es verte feliz.
Edward: ¡Ya soy feliz!... Tú compañía, tu forma de amar, tu dedicación y dulzura, son parte de lo que me hace sentir vivo... Teniéndote a ti, lo demás es lo que menos me interesa.
Jennifer: ¡Al igual que tú soy muy feliz si estás conmigo!, y quizás soy egoísta, pero en éste momento no quiero pensar en otra cosa, más que en el amor que te tengo.
Edward: ¡También soy egoísta Jennifer!, sin embargo necesito de este egoísmo para conocer la felicidad... Tal vez después me arrepienta por atarte a mis problemas, pero hoy sólo quiero disfrutar de lo que la vida me regala.
Jennifer: ¡Nunca te arrepientas, porque yo no me arrepentiré de amarte!
Jennifer se estira para alcanzar la boca de Edward, él la ayuda agachándose y unen sus labios por un largo tiempo. El lugar en el que estaban casi nunca era visitado y eso les da la oportunidad de amarse cubiertos sólo por el manto de la noche e iluminados por el brillo de la luna.
San Gabriel – Pensión:
David y Helena llegan a la pensión. En cuanto entran al cuarto, David avienta una silla. Helena se queda de pie frente a la puerta mirándolo descargar su ira. Él voltea y al verla recoge la silla para dejarla en su lugar.
Helena: ¿Qué te está pasando James?, siempre has sido ventajoso, pero ya no te ponías así desde hace mucho.
James: ¡Ese maldito Licenciado me trató cómo si fuera un delincuente!
Helena: Creo que lo mejor es que nos vayamos. Acabo de recordar que Consuelo dijo una vez que ese Licenciado estaba en Estados Unidos, y por la forma en que te interrogó, presiento que sospecha quién eres.
James: ¿Y cómo sabe de mí?
Helena: ¡No seas estúpido queridito!, es obvio que Ed y el tal Ricardo le dijeron a Rogelio todo lo que les hiciste... Es raro que nos hayamos encontrado a esos dos juntos y esperando abordar un vuelo a Estados Unidos, y que ese Licenciado también fuera para allá. El único motivo para tratarte así, es porque conoce a James Clayton Miller.
James: Es poco probable que me reconozcan y más porque me cambie algunas partes del rostro. También soy muy cuidadoso con eso de andar dejando mis huellas por todos lados... Así que no importa que sospeche de mí... el maldito abogado no tiene cómo comprobarme nada.
Helena: ¿Por qué ese afán de quedarte?... Cuando veías que el negocio era imposible de hacerse, nos íbamos a buscar a otro empresario que sí cayera, pero ahora estamos en la mira de muchas personas y eso puede hacer que terminemos presos.
James: Esos dos tienen lo que siempre quise, y no estaría tranquilo si permito que se burlen de mi.
Helena: (¿?), ¿Quién se está burlando?... podría jurar que ni Ed, ni Ricardo Archer se acuerdan de ti.
James: ¡Pues les voy a dar un motivo para que se acuerden!, y también se lo daré a Rogelio Montero.
Helena: ¿Y él que te hizo?
James: ¿Humillarme te parece poco?, (sonríe), además me estoy divirtiendo mucho con todo lo que se me ocurrió prepararle a ese presuntuoso ganadero... Con esto se le van a bajar los aires de grandeza.
Helena: Esa envidia que sientes por todo el mundo va a arruinarte la vida... James, tengo miedo de que enloquezcas, (lo abraza), ¡Por favor!, ¡vámonos!... Esto se está saliendo de control y en lugar de divertirme con tus planes, me aterras.
James: (la empuja), ¡No es locura lo que tengo!, ¡es odio!... Tú no padeciste la pobreza porque te he dado todo lo que has deseado. En cambio yo siempre estuve a la sombra de Edward y después de Ricardo. El tener dinero los hace creer que pueden humillar al que no lo tiene, así que tuve que quitarles lo que en verdad querían, y el idiota de Rogelio Montero hace lo mismo, por eso también perderá todo lo que ama.
Helena: ¿Aunque al final tú también pierdas lo que más te importa?
James: ¡Yo ya no tengo nada que me importe!
Helena: (contiene el llanto), ¡Pensé que sí!, pero si nada te importa, entonces no tiene caso que me hunda contigo.
Helena toma su bolsa y abre la puerta. Al ver que estaba decidida a irse, James se apresura a cerrar la puerta y la besa. La brutalidad que depositaba en el beso le provoca una herida en el labio, pero aún con eso, Helena le corresponde con amor. Él baja la intensidad del beso y lentamente la lleva a la cama, en donde ella termina por ceder a todo lo que le pide, pues ese era el único pago que necesitaba para hacer su voluntad.
San Gabriel – Casa de Alejandro:
El cansancio que Dany tenía la hizo quedarse dormida durante todo el camino. Alejandro condujo con un solo pensamiento y ese era recordar dónde había visto a David Santana. Cuando llega a su casa, voltea a ver a su esposa y la encuentra sumida en el mundo de los sueños. Él sonríe por la tierna imagen, pero a su mente llega la noche anterior y sin poder evitarlo su cuerpo reacciona al recuerdo de la belleza de su mujer. Con todas sus fuerzas trata de tranquilizarse... Luego desciende del coche para cargar a su esposa y llevarla a la que de ahora en adelante sería su hogar. El sueño de Dany era tan pesado que no sintió que Alejandro la depositó en la cama y la cubrió con las cobijas. Él se quedó varios minutos admirándola y después va a la cocina a buscar alguna bebida fría. Mientras tomaba un vaso de agua con hielo, se pone a revisar los documentos que Fabiola le diera. Las fotografías mostraban a dos hombres que sólo tenían en común el color de los ojos, (azul intenso), pues lo demás, (barbilla, pómulos, etc.), eran diferentes en un 80%. Por alguna razón incomprensible, se dedicó a buscar similitudes entre los dos hombres y David. Sin embargo los ojos de éste último eran de color café y ese mínimo detalle lo hacían ver demasiado diferente a los otros. Dany despierta y al verse sola se levanta a buscar a su esposo. Desde el muro de la cocina lo observa con detenimiento, y se dice que hasta serio se ve atractivo. Lentamente camina hasta él y pasa sus brazos alrededor de su torso. El contacto hace que Alejando vuelva a descontrolarse y deja caer el vaso sobre las fotos, aunque no le da importancia porque estaba más preocupado en evitar que su esposa viera lo que un gesto inocente le provocaba en cierta parte del cuerpo.
Dany: ¿Qué haces mi vida?
Alejandro: (nervioso), ¿Yo?... pues yo estaba... creo que estaba revisando unas cosas.
Dany: (¿?), ¿Crees?, (mira las fotos y las toma), aquí dice "Se busca", ¿estos sujetos quiénes son?
Alejandro: Es uno solo, y supuestamente es James Clayton.
Dany: ¿Uno solo?, ¡pero si no se parecen!
Alejandro: Ese tipo es como los camaleones, cualquier look que use, siempre lo hará verse diferente.
Dany deja las fotos y sujeta la mano de su esposo para hacer que se levante. Él lo hace y sin quitar la mirada en su esposa le sonríe.
Alejandro: ¿Qué me has hecho que ya no puedo ni controlar a mi cuerpo?
Dany: (¿?), No te entiendo.
Él la abraza y Dany se da cuenta de lo que quería decir.
Alejandro: Te dije que si te quedabas conmigo no iba a dejarte descansar, y creo que te lo voy a cumplir.
Dany: (sonríe), Ya descansé lo suficiente.
Alejandro: ¿De verdad no te incomodé anoche?... es que siento que me descontrolé demasiado, pero eso fue porque... (Ella lo calla con un beso).
Dany: ¡Mi vida!, ¡yo te amo!... Mi corazón te pertenece desde que acepté que estaba enamorada de ti, y ahora también soy tuya en cuerpo y alma... ¡Anoche fui tan feliz!... Nunca me sentí tan mujer en toda mi vida, y sólo tú me has llevado a tocar las puertas del cielo.
Alejandro: Yo contigo aprendí lo que es amar completamente.
Dany iba preguntar lo que quiso decir, pero Alejandro la besa tierna y delicadamente. Sus besos, sus caricias y las frases de amor, alejaron cualquier pregunta. Su esposo tenía dos formas de amarla, una estaba llena de fuego y pasión que la enloquecían hasta llegar al éxtasis. La otra era más tierna y la dejaba al último para demostrarle que no sólo deseaba su cuerpo, sino que la amaba con todas las fuerzas de su alma.
Hacienda del Fuerte:
Paula leía un cuento a la pequeña Mary, y Rogelio se había ido a ver a su hijo mayor. Cuando la princesa se queda dormida, ella va a su recámara en busca de su esposo pero él no estaba ahí. Sin embargo agradeció que no estuviera, pues debía ponerse hermosa para cuando regresara, y es que conociéndolo seguía molesto por lo sucedido en la camioneta. De uno de los cajones saca un camisón de seda blanco; después de cambiarse se pone un poco de perfume y va a cerciorarse que sus gemelos estén dormidos, pero el pequeño Rogelio empieza a llorar al momento de percibir a su madre. Paula lo carga para mecerlo en sus brazos y le canta una canción. Rogelio entra a la recámara y la ve arrullando a su hijo. La melodiosa voz y su belleza, disiparon cualquier enojo que pudiera tener, y se queda mirándola con una sonrisa. El pequeño finalmente se duerme y Paula lo devuelve a la cuna. Al girar ve a su esposo recargado en la puerta y de inmediato extiende sus brazos para hacer que se acerque a ella. Rogelio camina rápido y aprisiona en sus brazos el delicado cuerpo de su mujer.
R: ¡Cada vez te pones más hermosa!
AP: ¡Y tú mucho más irresistible!... No podrás imaginarte nunca lo que es para mí reprimir los deseos que siento por ti.
R: ¿Con eso piensas que voy a olvidar lo que me hiciste?, (la suelta y se sienta en la cama), ¡no señora Montero!, no soy tan tonto como para no darme cuenta de que es plan con maña.
Paula camina seductora y se sienta a su lado. Con su mano acaricia su pecho y lo recorre mientras empieza a besarle el cuello. Rogelio intentaba con todas sus fuerzas no caer como siempre lo hacía, y usando su autocontrol retira la mano de su mujer para después levantarse e ir a cambiarse de ropa. Paula no dice nada, pero presentía que contentarlo sería una proeza, así que decide usar otra estrategia. Rogelio ya tenía puesto el pantalón de su pijama, y estaba por colocarse la camisa cuando Paula se levanta de la cama y se la quita... Con vehemencia pasa sus manos nuevamente por su pecho. Al ver que no la rechaza, besa sus labios con una desesperante lentitud. Sus demostraciones amorosas llevaban consigo ternura y adoración, que producían en Rogelio un placer todavía más grande que sus fortuitos encuentros, y termina por complacer los deseos de su esposa con las mismas muestras de amor con la que estaba siendo tratado. Muy despacio la va guiando hasta la cama para que ambos estén cómodos. El amor que se transmitían con aquella hermosa y delicada entrega, fue tan inmenso que terminaron con una sonrisa y un sentimiento de felicidad que no desapareció ni aún con la llegada del nuevo día.
Por la mañana Paula despierta abrazada de Rogelio, y al levantar la vista hacia su esposo, lo encuentra observándola con una sonrisa en la cara, y como ya era costumbre no hay necesidad de decir nada para que los dos se agradezcan el bello momento que se habían regalado. Luego se bañan juntos, pero no pueden evitar volver a amarse, sumando ahora la pasión que dejarán pendiente. El tiempo no es su mejor aliado y una hora después ya están vestidos. Antes de salir de la recámara, Paula abraza a su esposo.
AP: ¡Perdóname amor!
R: (¿?), ¿Qué tendría que perdonarte, sí me haces sentir tan dichoso de tenerte a mi lado?
AP: Por lo que sucedió en el camino a la hacienda... Rogelio, yo..., (él coloca un dedo en sus labios).
R: No hay necesidad que te disculpes por ese motivo cuando soy yo el que debí hacerlo... Paula, no es lo mismo dejarnos llevar en un bosque, o en cualquier otro hermoso lugar a hacerlo en un camino rocoso y nada agradable... ¡Perdón Paula!, tú te mereces un paraíso.
AP: ¡Tú conviertes cualquier lugar en un paraíso!... Rogelio, contigo soy feliz en donde sea.
R: ¡Yo también amor!, pero ante todo debo respetarte, (la carga), además me tuviste tan desesperado que me fue muy bien con la disculpa.
AP: (sarcástica), ¡Pues yo creo que le faltó más pasión señor Montero!
R: (ofendido), ¿Qué dices?... ¡Caramba!, ¡sí me lucí!... bueno, lo que pude porque estamos compartiendo recámara con los dos chamacos, y ni modo de despertarlos.
AP: ¡Pretextos!... Cuando estemos de viaje, no podrás decir que es por nuestros hijos.
R: Allá tendré mucho trabajo... Ricardo hizo la mayor parte y también se echo encima el compromiso de enseñarle a Hugo la organización de eventos, así que ahora me toca a mí hacerme cargo de lo que falte.
AP: Eso lo entiendo, (acaricia su rostro), pero después de que termines con el trabajo, no olvides regalarme momentos hermosos en aquél país.
R: (sonríe), ¡Claro que no lo olvidaré amor!
Rogelio aproxima su rostro para besarla, sin embargo Paula hace que la baje. Él no comprende hasta que ella señala el reloj y enseguida los dos se convierten en los amorosos padres que sus hijos necesitan, y con un trabajo en conjunto, atienden a los gemelos, a Mary, y a su hijo mayor.
Una hora después, toda la familia, (María incluida), salen rumbo a la escuela.
San Gabriel – Pensión:
Helena seguía dormida y con una mano sujetaba la de James. Él tenía mucho de estar despierto y se había quedado sentado en la cama sin hacer el menor intento de soltarla. Una revolución en su cabeza era lo que estaba sintiendo y por eso no dejaba de mirarla. De pronto retira su mano y con cuidado se levanta. Cuando la indecisión que tenía finalmente desaparece, sale del cuarto a cumplir con lo que él creía le daría una enorme satisfacción.
Escuela de las tierras del Fuerte:
Vanesa, Mercedes y Consuelo habían llegado desde temprano para terminar de arreglar los salones. Dany llega acompañada de Alejandro y se une a ellas, (obligando a su esposo a fungir como acomodador de bancas). Rosaura y Macaria también llegan con la comida que días antes encargara Vanesa, y minutos más tarde arriba la familia Montero. Rogelio esperaba poder hablar con Alejandro, pero éste iba de aquí para allá junto con su esposa y le fue imposible encontrar el momento adecuado. Paula estaba con su hermana checando que los documentos de incorporación y la placa tuvieran los datos correctos. Ernesto es el último de los amigos en llegar y se para junto a un pilar en el que Rogelio se había recargado para observar a los demás. Gerardo ve a Mary y a Valeria jugando con un balón, seguidas muy de cerca por Margarito, y le pide a su padre que lo suelte para unírseles.
Ernesto: ¿Cómodo Rogelio?
R: Más o menos... Si tuviera un poco de vino quizás estaría más a gusto.
Ernesto: (se ríe), ¿Por qué no estás ayudando a Ana Paula?... tampoco has ayudado a Vanesa y tú dijiste que Ricardo te la encargó.
R: Vanesa me odia y ni sé por qué... Siempre que me ofrezco a ayudarla, me mira con desconfianza y me dice que no me necesita más que para cuando regrese su esposo.
Ernesto: ¿Para cuando regrese?... ¡Qué extraña!, pero supongo que así son los embarazos de las hijas de Federico Galván... ¡Ana Paula también hacía, y decía cada cosa!
Alejandro: (se acerca), ¡Buenos días!... ¿disfrutando el aire fresco?
R: (voz baja), Nada más crece y ya se siente el padre de todos.
Ernesto: (¿?), ¿Crece?, (mira a Alejandro), ¡No me digas que ya agarraste camino!
Alejandro: (se dirige molesto a Rogelio), En serio no entiendo, cómo pude ser tan idiota de andarle contando mis cosas a un hombre que desconoce lo que es guardar un secreto.
R: ¡Ni me dijiste nada!... ¡yo saqué mis conclusiones gracias a tus comentarios!
Ernesto: ¡Ya niños!, ¡de verás que de los dos no se hace ninguno!... ¡Alejandro!, no imites la inmadurez de Rogelio. Él con toda y su experiencia, sigue comportándose como un infante.
R: ¡Oye...(se contiene), ¡Ta bueno!, ya no voy a molestar al Licenciado Hernández.
Alejandro: (sarcástico), ¡Gracias señor Montero!
Ernesto: Ya que están de acuerdo, ¿podemos ir con nuestras mujeres?... todas están ocupadas y no falta mucho para que lleguen los invitados.
R: ¿Puedes adelantarte Ernesto?, es que necesito hablar con Alejandro de un asunto muy delicado... ¡Ah!, y no pienses que te tengo desconfianza, pero sé que él te lo contará más tarde y ellas necesitan ayuda.
Ernesto: ¡Qué buena excusa!, pero está bien, los dejo para que platiquen.
Ernesto va con su esposa a ayudarle a terminar de inflar los globos. Rogelio le pide a Alejandro que caminen para alejarse de la concurrencia.
R: ¿Ya estás más descansado?
Alejandro: No mucho, pero puedes decirme lo que sea.
R: ¡Alejandro, dime la verdad!, ¿Por qué te portaste así con David?
Alejandro: Ya te dije que lo confundí con un delincuente.
R: ¿Y es pura confusión, o estás dudando de que te estés equivocando?
Alejandro: Estuve analizándolo muchas veces, y aunque sigo teniendo mis dudas, no puedo asegurarte algo que no está comprobado... (¿?), ¿Pero por qué la pregunta?
R: Pues no sé si será el hecho de que me cae muy mal, o gracias a lo que viví con Bruno, desarrollé un sexto sentido que me dice que no debo confiar en ese tipo... Eso y que también es la copia barata de Edward.
Alejandro: Tienen muy poco parecido físico, pero la manera de comportarse es muy similar. Sin embargo no debería caerte mal porque en teoría, Edward te agrada.
R: Porque no tiene esa mala vibra que éste tipo me trasmite.
Alejandro: Si le tienes tanta desconfianza, ¿por qué permites que continúe en la hacienda?
R: Ni yo sé... quizás porque la hermana me causa un poco de pena. Ella se ve que ha sufrido y hay veces que siento que su hermano la controla.
Alejandro: Espero que no te esté gustando esa mujer... Rogelio, tienes una esposa muy guapa que cualquier hombre desearía para sí... Aunque no te niego que la señorita Santana es igual de hermosa.
R: (alterado), ¡Me lleva!... ¡Te dije que tenía miedo de que cambiaras!... Recuerda que Dany es tu esposa y le debes fidelidad y respeto.
Alejandro: Y la respetaré y le seré fiel, pero no sólo porque sea mi esposa, sino porque estoy enamorado de ella... No me pasé toda mi vida esperando encontrar una mujer dulce, tierna y que me despertará todo lo que Dany me hace sentir, como para venir y arruinar mi matrimonio por culpa de una aventura.
R: ¡Más te vale!, porque como dijo Ernesto, cuando agarras camino es muy difícil que te detengas, y las relaciones de peligro son tentadoras para cualquiera.
Alejandro: Te aseguro que ese no será mi caso, y mejor regresemos al tema que estábamos tratando... ¿qué es exactamente lo que quieres pedirme?, porque no me negarás que me cuentas todo esto para que te ayude ¿o me equivoco?
R: ¡Eres muy perceptivo!... ¡Sí voy a pedirte un favor!... Ésta tarde Paula y yo nos vamos a Inglaterra, y como David Santana se me hace un tipo extraño, quisiera que lo investigaras. Sé que lo que te pido es complicado y si mis sospechas son ciertas, hasta arriesgado, pero eres el único que conoce gente que puede sacarnos de dudas, y también, (coloca una mano en su hombro), Alejandro... eres mi brazo derecho y mi amigo, la confianza que te tengo es ciega, por eso me atrevo a poner en tus manos mis bienes para que en mi ausencia, te encargues de administrarlos.
Alejandro: ¡Te agradezco la confianza Rogelio!, y sobre David Santana te prometo como abogado que buscaré hasta por debajo de las piedras todo lo que necesites saber de él, y con respecto a tus bienes, como amigo te juro que velaré por el patrimonio de tu familia mientras regresas.
Rogelio le da un abrazo y una fuerte palmada en la espalda.
R: ¡Gracias Alejandro!, contigo aquí me voy tranquilo porque eres muy capaz en éste tipo de cuestiones. Sólo hay otra cosa que quiero pedirte.
Alejandro: ¡Lo que quieras Rogelio!
R: ¡Cuídate mucho!, más que nada por Daniela.
Alejandro: ¡Lo haré, no te preocupes!
R: Ya que terminamos con el asunto que tenía que tratar contigo, ¡vámonos a echarles una mano con los arreglos!, (comienza a caminar).
Alejandro: ¡Rogelio!
R: (voltea), ¿Sí?
Alejandro: (reconsidera), ¡Nada!, (se adelanta), ¡vamos a ayudarles!
Media hora más tarde, la escuela queda bellamente decorada. Los tres profesores ya estaban ahí, y en cuanto terminó de llegar la última familia de los peones, comenzó la inauguración. Paula agradeció el apoyo de su hermana, pero sobre todo a su esposo por haber iniciado un proyecto tan noble, con el que gran parte de los niños de la región saldría beneficiados. Luego cortaron el listón, (Paula y Rogelio), y se dispusieron a celebrar.
Por la tarde la familia Montero regresa a la hacienda. Las maletas ya estaban listas y sólo faltaba que ambos padres se despidieran de sus hijos. Aunque ese viaje era el sueño de Paula, dejarlos no era fácil. Sabía de ante mano que María los cuidaría, además Dany también se ofreció cuidarlos, pero eso no evitaba el sentimiento de vacío... Rogelio demostraba más fortaleza y con su acostumbrado carácter, deja cómo encargado a Margarito tanto de la hacienda, como de sus hermanos. El jovencito le promete que velará por ellos, y que ayudará a Alejandro en todo lo que le sea posible. Después de la difícil despedida, el matrimonio sube a la camioneta, (que sería manejada por Marcial). Vanesa se acerca muy deprisa y le entrega a Paula una caja de madera para que se la diera a Ricardo. Desde la entrada todos ven el vehículo alejarse. Paula mira a Rogelio y le sonríe, él corresponde; se toman de las manos y se prometen que a su regreso de Inglaterra, traerán consigo más recuerdos hermosos que servirán para que en sus corazones siga creciendo aquella dicha que hasta ahora han tenido gracias a su apoyo mutuo, y a su inmenso amor.
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