CAPÍTULO 45
Rancho la Negra:
Después de supervisar la mercancía, Paula se fue a sentar en un árbol que se encontraba en una pequeña colina donde pastaban los animales.
Estar en aquél lugar le daba aquella paz que necesitaba desde hace mucho, y poco a poco su enojo fue disminuyendo hasta el punto de no quedar más que un sentimiento de culpa.
Cerca de ahí, Rogelio cabalgaba en un caballo del rancho, (llevaba la canasta). Casi a punto de llegar al árbol, se baja y camina despacio. Al estar a unos pasos de su esposa, se queda un momento observándola... Paula se había dado cuenta de la llegada de su esposo, y esperaba a que se animara a acercarse, pero Rogelio continuaba alejado. Cansada de su falta de ánimo, lo llama con voz fuerte.
AP: ¿Piensas quedarte de pie todo el tiempo?
R: Estuve muchos años sentado en una silla de ruedas, por eso no me molesta hacer aquello que no podía.
Ella levanta su mirada y ésta se cruza con la de Rogelio, (por algunos minutos sólo se dedican a mirarse). Paula finalmente decide ser quién rompa con esa tensión y estira su mano para indicarle que se acerque. Él acepta la invitación y se acomoda a un lado de su mujer.
R: ¿Sigues molesta?
AP: Un poco... pero ya no es contigo.
R: (¿?), ¡Sí no es conmigo!, ¿entonces ahora con quién?
AP: Conmigo misma.
R: (¿?), ¿Y por qué estás molesta contigo?
Ella gira y pasa sus brazos alrededor del torso de su esposo. Rogelio la ayuda a encontrar una posición más cómoda y la hace que se siente en medio de sus piernas, para que de esa manera él pueda abrazarla también.
R: Paula, quiero pedirte que me perdones. Yo sé que Helena no es de tu agrado y aún así te he obligado a tolerarla... Además hoy se me ocurrió traerla sin avísate primero, y eso fue lo que provocó que malinterpretaras las cosas.
AP: (mira la canasta), ¿Esa canasta es la que traías cuando llegaste con esa mujer?
R: Sí... tenía planeado hacer un pequeño picnic contigo y mis chamacos.
AP: Y debido a mi escenita todo se echo a perder ¿verdad?
R: ¡No amor!, justamente por eso me traje la canasta... Si me perdonas podemos hacer que el plan siga en pie.
AP: Tal vez pueda seguir... pero ya no estaría incluidos nuestros hijos.
R: ¡Lo lamento Paula!... Quise traerlos, pero venir con dos bebés en un caballo no es seguro. Eso sin contar que ya es muy tarde.
Paula se suelta de los brazos de su esposo y se pone de pie. Rogelio hace lo mismo pero toma la canasta para irse del lugar.
AP: (voz suave), ¡No te vayas por favor!
R: (enojado), ¡Escucha Paula!, una cosa es que comprenda tus acciones, y otra que deba soportar que siempre termine siendo yo el que te pida perdón por algo que sólo está en tu imaginación.
AP: ¡Perdóname!
R: (¿?), ¿Qué dijiste?
Paula se acerca y toma sus manos.
AP: Te estoy pidiendo que me perdones... Sé que llevo meses comportándome como una celosa maniática, pero te juro que eso ya no va a volver a suceder.
R: No te estás comportando como una celosa maniática, porque en ese caso lo harías con cuanta mujer se me cruzara enfrente... Pero solamente estás dirigiendo tus celos hacia esa pobre mujer que no hace otra cosa más que hablar del idiota de Edward.
AP: (¿?), ¿De Edward?
R: ¡Así es Paula!... Helena estaba llorando porque dice que su relación con Edward se convirtió en un infierno, y por como habla, presiento que guarda la esperanza de regresar con él, (suelta sus manos), la pobre aún no comprende que es imposible forzar al amor.
AP: Lo dices como si fueras un experto en él tema.
R: ¡Soy un experto!, aunque para mi fortuna, ¡yo sí pude obtenerlo a pesar de no merecerlo!
AP: ¡Sí lo merecías porque eres el mejor hombre del mundo!... Y ahora con más razón debo pedirte que me perdones... Yo no me imaginaba que esa mujer en verdad estuviera sufriendo.
R: ¡Pues sí lo está!, pero no vine aquí por palabras de perdón.
AP: (contiene su llanto), Después de la manera tan absurda en que me he comportado, supongo que ya debes estar harto de mis arranques.
Rogelio se aproxima a su esposa y pasa su mano por su mejilla.
R: No saques conclusiones anticipadas... Sí dije que no quiero tus palabras de perdón, fue porque sólo necesito de tus besos para saber que todo estará bien.
Paula toma con sus manos su rostro y lo acerca al de ella.
AP: Antes de dártelos, necesito decirte que de ahora en adelante, tienes mi promesa de que no voy a volver a ponerme celosa de tu cercanía con Helena, o con cualquier otra mujer... Rogelio, ya no deseo continuar con estas situaciones que lo único que provocan es lastimar nuestra confianza.
R: ¿Hablas en serio Paula?
AP: ¡Por supuesto que sí!, porque confío en ti, y estoy segura de que jamás harías nada que me lastimara, ¿no es cierto amor?
R: (sonríe), ¡Jamás te lastimaría Paula!, y de mi parte te prometo entregarte la misma confianza que hoy me ofreces.
AP: Entonces vamos a sellar nuestras promesas con un beso, (acerca más su rostro), ¿te parece bien esa idea, o prefieres algo diferente?
R: La idea me parece más que estupenda.
Ambos unen sus labios en un beso conciliador. Un instante después de terminarlo, Rogelio saca de la canasta unos platos y unas botellas de plástico con agua, pero al buscar la manta y el vino, se da cuenta de que no los había llevado. Paula se ríe por la cara de incredulidad que tenía su esposo, aunque después le dice que no tiene importancia, y lo ayuda con una decoración improvisada de pequeñas flores.
Estados Unidos – Hospital:
Fabiola regresó al hospital, y tal como se lo advirtiera a Alejandro, fue a decirle a Dany que su esposo se rehusó a aceptar que el médico se retractara, y le habló de las consecuencias que traería su decisión. Pero aunque Dany hubiera querido ir a convencerlo de cambiar su manera de pensar, su cuerpo ya no le permitía ni un solo movimiento. Sin embargo trataba de mantenerse serena y le agradeció a Fabiola el haberles brindado su apoyo. Fabiola iba a decirle sus verdaderas intenciones, pero Laura le pidió que se fuera para que Dany descansara. Después de dos horas tratando de conciliar el sueño, Dany se levanta y sale al pasillo. Laura estaba en la sala de espera, y al verla caminar con dificultad, la hace que se siente en un sillón.
Laura: ¡No comprendo cómo es que ustedes no dejan de cometer error tras error!, (se toca la cabeza), ¿acaso pensabas ir a buscar a Alejandro?
Dany: No Laura, pero ya me cansé de estar acostada.
Laura: ¡Apenas y puedes caminar!, ¿cómo es que dices que ya te cansaste de estar acostada?
Dany: ¡Estoy bien Laura!, lo que sucede con mis movimientos es que llevo mucho tiempo sin usar mis músculos y por eso camino como si estuviera mareada.
Laura: ¡Te desmayaste!... ¿eso cómo lo explicas?
Dany: Salí muy rápido al sol, y es natural que mi cuerpo se descompensara.
Laura: Pero...
Alejandro: ¡Buenas tardes!
Alejandro se encontraba detrás de Dany, quién al oír la voz de su esposo, se levanta de inmediato. Él se acerca y la abraza, (Laura se retira discretamente). Dany quería mostrarse fuerte, pero el tenerlo con ella la hacía sentir una felicidad tan grande que sus lágrimas fueron inevitables.
Dany: ¡Gracias a Dios estás aquí, mi vida!... Fabiola me había dicho que no vendrías.
Alejandro: De haber permitido que mi orgullo ganará, no hubiera podido verte... ¡pero Dany!, no sé que me has hecho que ya no puedo controlar mis emociones, y mis sentimientos le están ganando a la razón.
Dany: Tú me has llevado a cometer un sinfín de locuras, pero al menos yo sí sé lo que me has hecho, (lo mira), me enamoras cada día, y con ese temple que te vi hoy, me hiciste amarte mil veces más.
Alejandro: ¿Mi temple?
Dany: Sí... A pesar del problema que tenías encima, nunca demostraste miedo, y trataste en todo momento de darme seguridad... ¿Sabes?, ¡ésta es la primera vez que me siento protegida!
Alejandro: ¡Yo siempre voy a protegerte, y también siempre te voy a amar!
Dany: (sonríe), ¡Igual yo mi vida!
Con sus manos, Alejandro acerca el rostro de su esposa y le da un beso tierno. Sin embargo, al pasar los segundos, comenzó a dárselo con aquella pasión que quedara reprimida en la que hubiera sido su primera noche como esposos. Aún con su debilidad, Dany lo abraza con fuerza, pues nunca había sentido tantos deseos de pertenecerle a alguien, (ni siquiera con el que fuera su primer esposo), pero la voz del médico termina con el encanto del momento.
Médico: (en inglés), Quizás yo me equivoqué al decir que la había maltratado, pero sí continúa alterando a la paciente, dudo mucho que salga rápido de aquí.
Dany: (enojada), ¡Espero que no esté molestando a mi esposo con sus teorías de maltrato, porque esta vez no se lo voy a permitir!
Alejandro: ¡Tranquila Dany!, el médico sólo está pidiéndome que no te altere porque tardarás más en salir.
Dany: (¿?), ¿Que no me alteres?... pero sí solamente nos estábamos besando.
Médico: (se ríe), ¡Señor!, lleve a su esposa a su cuarto, y como se me ordenó en la delegación, lo voy a dejar quedarse con ella, pero recuerde, ¡no la altere!, y usted sí sabe a lo que me estoy refiriendo.
Alejandro: (en inglés), No se preocupe... sabré comportarme.
Médico: Eso espero, y por hoy me retiro... vengo mañana temprano, (da la vuelta y camina hacia a su consultorio).
Dany: (¿?), ¿Qué tanto te decía?
Alejandro: (tenso), Dijo que debes dormir para que recuperes la fuerza... y ya que aún estás débil...
Alejandro la carga y la lleva de regreso al cuarto. Con mucho cuidado la acuesta en la cama y la cubre con la sábana... Dany aspiraba el rico aroma de la loción de su marido, y eso ponía en alerta todos sus sentidos. En un momento en que él se acerca para acomodarle la almohada, ella se impulsa hasta sujetar su cara y lo besa. Alejandro trataba de controlarse, pero después de tanto tiempo sumido en su soledad, el deseo que Dany le despertaba era tan grande, que por un minuto se olvidó que estaban en un hospital y con su mano baja un poco la bata de su esposa para poder besarle el cuello... Laura iba a despedirse de la pareja cuando al abrir la puerta se encuentra con una escena algo bochornosa. El ruido que hiciera al entrar, provoca que Alejandro se aleje de la cama de un solo golpe.
Alejandro: (agitado), ¡Disculpa Laura!, yo no quise que tú...
Laura: No tienes por qué disculparte, pero te recomiendo que vayas por algo frío, (se aproxima a Dany), yo me quedo con Dany mientras regresas.
Alejandro: (nervioso), Tienes razón... ahora vengo.
Alejandro sale del cuarto. Laura mira a Dany que no estaba en mejores condiciones que su esposo.
Laura: ¿Quieres agua?
Dany: (se cubre con la bata), No creo que el agua me ayude mucho.
Laura: Yo tampoco lo creo, aunque la ventaja que tenemos las mujeres, es que podemos disimular más nuestros deseos. Pero en el caso de los hombres es muy difícil que pase desapercibido el descontrol que tienen.
Dany: ¡Pobre Alejandro!, aunque debo confesar que me alegra ver que al menos lo descontrolo de esa manera.
Laura: Ojalá que no pienses que estaba atenta a tu esposo, pero te aseguro que fue muy grande el descontrol.
Dany y Laura se ríen por lo acontecido. Minutos después entra Alejandro y Laura se despide... Por largas horas se distrajeron con pláticas comunes, aunque al llegar la noche, y sabiendo que ninguna enfermera iría a molestarlos, Dany pensó que Alejandro volvería a retomar lo que hicieran por la tarde. Pero él se acomodó en una silla y se quedó dormido, así que ella no tuvo más remedio que intentar hacer lo mismo. Sin embargo ninguno de los dos pudo dormir, y en ocasiones se miraban de reojo imaginando que alguno se animaba a terminar con la ansiedad del otro.
Rancho la Negra:
Helena y Consuelo se pasaron gran parte de la tarde acomodando los libros contables. Para Helena esa clase de actividades le resultaban de lo más aburridas y constantemente se equivocaba en algún número. Consuelo era paciente, pero el exceso de errores comenzaba a sacarla de sus casillas.
Consuelo: ¡Ya llevas cuatro errores en una misma hoja!... ¿no se suponía que eras asistente contable?
Helena: ¡Lo lamento Consuelo!, no quisiera que se escuchara como excusa, pero no ha sido el mejor de mis días.
Consuelo: ¿Acaso crees que nosotros no tenemos días malos?
Helena: ¡Ya sé que también!, y por eso me siento peor contigo.
El matrimonio Montero entra a la casa riendo y demostrándose lo felices que estuvieron en el improvisado picnic. Para Consuelo era normal ver a sus patrones así de contentos y no les prestó mucha atención, pero Helena no podía quitar su vista de ellos. Los esposos parecían dos niños jugando. Rogelio tomaba de la cintura a su esposa y la giraba un par de veces para que ella no dejara de sujetarlo. Paula reía por las ocurrencias de su marido y lo llenaba de besos por toda la cara. Después de un rato se dan un beso largo y pasional provocando que Helena se sintiera extraña e incómoda.
AP: (termina el beso), ¡Gracias por el picnic, amor!
R: ¡No tiene nada que agradecer señora Montero!, sabe que por usted daría hasta la vida.
AP: (angustiada), ¡La vida no Rogelio!
R: (¿?), ¡Cálmate Paula!, yo espero que no sea necesario, pero sabes bien que por ti hago lo que sea.
Paula lo abraza con mucha fuerza. Helena no soportaba la escena y va con ellos.
Helena: ¡Señores Montero!
Paula suelta a Rogelio y los dos voltean a verla.
R: ¿Qué pasa Helena?
Helena: Siento mucho haberlos interrumpido, pero ya es tarde y el camino a San Gabriel es un poco largo. Por eso quisiera pedirles prestado algún vehículo. Les juro que desde mañana mi hermano me traerá y recogerá para ya no estarlos molestando.
R: No tiene de qué preocuparse Helena, (saca unas llaves de su pantalón y se las da), ¡llévese mi camioneta!
Helena: (las toma), ¡Muchas gracias señor Montero!, (a Paula), con su permiso señora, y hasta mañana.
AP: Hasta luego Helena.
Helena va con Consuelo para dejarle algunos documentos y luego sale de la casa. Al estar abriendo la puerta de la camioneta, Paula llega corriendo.
AP: ¡Espere Helena!
Helena: ¿Se me olvidó terminar algún escrito?
AP: No es eso... Consuelo me dice que ya quedó todo listo para la entrega de mañana. A lo que yo venía es a decirle que Rogelio y yo vamos a ir a dejarla al pueblo.
Helena: ¡No es necesario señora!, yo puedo irme sola. Usted debe estar cansada porque se fue a supervisar la mercancía.
AP: Estoy acostumbrada a este tipo de faenas. Además acabo de marcar a la casa para saber si mis hijos ya estaban allá... Mi tía dijo que sí, pero que hace rato llegó Benjamín y sólo llevó a mi sobrina porque mi hermana se quedó en el pueblo. Así que voy a recogerla.
Helena: (nerviosa), ¿Su hermana fue al pueblo?
AP: (¿?), Sí... ¿por qué?
Helena: Únicamente quería confirmar que no se desviarían por causa mía.
AP: Bueno, ya que sabe que no, le pido que nos espere unos minutos. Sólo voy por mis hijos y nos vamos.
Helena: ¡Claro!, yo los espero dentro de la camioneta.
Paula corre de nuevo a la casa. Helena sube a la parte de atrás y espera bastantes minutos. Rogelio y Paula salen con los gemelos y los acomodan en unas sillitas que pusieran al lado de Helena. Rogelio se coloca en el asiento del conductor y cuando Paula sube, se van primero a la hacienda a dejar a sus hijos, y luego irían al pueblo a dejar a Helena. Desde el retrovisor, Paula veía como ella jugaba con los gemelos, y eso la hizo sentirse la peor persona del mundo, pues parecía sincera en el cariño que les demostraba a sus pequeños hijos.
Londres – Hotel:
Ricardo y Hugo platicaban en el bar del hotel. El día fue muy productivo pues habían hecho acuerdos con dos empresarios ingleses, y estaban a nada de conseguir al tercero. Para celebrar su buena suerte, pidieron un vino suave, (no debían mal pasarse). Ricardo tomaba su copa cuando de repente siente una palmada en la espalda, y ve a Edward sentándose a un lado suyo.
Edward: ¡Buenas noches señores!
Hugo: ¡Buenas noches señor... perdón Edward!
Edward: Te agradezco que finalmente omitas el señor.
Hugo: Usted me lo pidió, y yo obedezco... pero me siento mal hablándole de "tú" a un señor de su clase social.
Edward: Nunca he hecho distinción en las personas por su clase social.
Ricardo: ¡Claro que no!, porque el señor tiene menos educación que nosotros Huguito, (se soba la espalda), ¿En dónde están los modales ingleses, amigo?
Edward: No recuerdo que los usara demasiado cuando era un simple jinete.
Ricardo: Con Jennifer sí lo hacías.
Edward: Porque es una dama, y a las damas se les respeta y se les trata delicadamente.
Ricardo: (serio), ¿No piensas que ser exageradamente caballeroso, puede hacer que se nos considere debiluchos?
Edward: (¿?), Nunca he pensado eso, pero ¿por qué lo dices?
Ricardo: Por nada, (se pone de pie), me van a disculpar caballeros, pero estoy muy cansado y mañana debemos levantarnos temprano para ver a otro probable cliente... Edward, dile a Jennifer que no se preocupe por la organización del evento. Hugo y yo dejamos indicaciones de cómo se deben acomodar los stands, y cuando terminemos con el cliente, iremos a supervisarlo, (sonríe), ustedes disfruten de su amor... Buenas noches.
Hugo y Edward le dan las buenas noches, y Ricardo sale del bar rápidamente.
Edward: ¡Qué raro se puso!... ¿tuvieron algún problema con los clientes?
Hugo: ¡Ninguno!... Aunque ahora que lo dice, se comportó diferente en las entrevistas... Nunca creí que lo vería manejarse de forma seria y autoritaria... ¡Casi podría jurar, que es otra persona cuando habla de negocios!
Edward: Para ustedes que solamente lo han conocido como el risueño Ricardo, debe ser muy extraña su seriedad, pero Jennifer y yo estamos acostumbrados a verlo así... Lo que se me hizo raro, fueron sus palabras.
Hugo: Seguramente dijo eso por lo de su esposa.
Edward: (¿?), ¿Y qué sucede con ella?... ¿volvió a ponerse mal?
Hugo: No puedo decirle, pero ya que es su amigo, debería preguntarle... Yo siento que usted podrá aconsejarlo más que yo.
Edward: Debe ser muy grave como para que tú te hayas dado cuenta de su mal estado emocional... Ricardo nunca se muestra triste con nadie.
Hugo: ¡Y no lo hizo!, pero estoy acostumbrado a tratar gente que cubre lo que siente... con decirle que conozco a una persona que lo hacía a base de fuetazos.
Edward: (¿?), ¿De fuetazos?... ¿Y quién lo hacía?
Hugo: (nervioso), No me haga caso, y mejor vaya con Ricardo.
Edward: No es conveniente molestarlo cuando está deprimido. En ese estado le sale lo agresivo y me puede ir muy mal si se enoja.
Hugo: (¿?), ¿Está hablando de Ricardo, o cambiamos de tema y ni me di cuenta?
Edward: ¡Con que tampoco lo conoces enojado!... ¡Verás Hugo!, Ricardo tiene un buen carácter y no se enoja con facilidad, pero no te recomiendo que estés cerca sí llega a hacerlo.
Hugo: (¿?)...
Edward: (se levanta), Disculpa, pero sólo venía a informarme del evento que se supone tiene que organizar Jennifer. Además ya es bastante tarde y yo también tengo unos asuntos de trabajo que necesito atender mañana, (deja un billete en la mesa), esto es por cuenta mía.
Hugo: ¡Cómo cree!, ¡yo puedo pagarlo!
Edward: No tienes por qué pagar lo de Ricardo, por eso toma su parte y luego me das el cambio... Ahora sí, ¡Buenas noches!
Edward se va. Hugo toma el billete para guardarlo en su pantalón, y saca otro de su camisa, (el cual deja en la mesa).
Cuarto de Jennifer:
Edward entra con sigilo y se acerca a la cama donde ve que Jennifer estaba dormida, (cubierta sólo con la sábana). Como no quería despertarla, decide dejarla descansar a gusto, y da la vuelta para salir, pero de repente Jennifer comienza a hablar dormida y se mueve con desesperación. Él regresa y alcanza a oír que mencionaba su nombre y le pedía que no la dejara otra vez. Edward se sienta a un lado, y la mueve despacio para que despierte. Jennifer abre los ojos y se incorpora.
Jennifer: ¿Qué pasa Edward?
Edward: ¡Eso mismo iba a preguntarte!... ¿Qué soñabas Jennifer?
Jennifer: (desvía la mirada), Nada en especial.
Edward: ¡Si no era nada!, ¿entonces por qué me llamabas y me pedías que no te dejara?
Jennifer lo mira y se desliza hasta poder abrazarlo.
Jennifer: ¡No te vuelvas a ir!... Sé que te estoy molestando con ésta petición, pero aún no supero mis traumas del pasado y tengo miedo de que nos volvamos a separar.
Edward acaricia su espalda y la acerca más a él.
Edward: No me molesta lo que pides, porque yo tampoco quiero que nos separemos. Así que tienes mi promesa de que nunca me voy a ir.
Jennifer: ¡Gracias! y discúlpame por comportarme de ésta manera, pero sí te perdiera otra vez no podría soportarlo y mil veces preferiría la muerte a vivir sin ti.
Edward: No hablemos de muerte cuando nuestro amor nos ha devuelto la vida, (la separa y acaricia su rostro), tampoco vuelvas a pensar en cosas malas, porque ya nada ni nadie volverá a separarnos.
Jennifer: ¡Dios quiera que así sea!
Edward: ¡Lo querrá mi amor!
Edward la suelta para poder quitarse los lentes y la ropa. Jennifer se hace a un lado y él se acomoda en la cama. Cuando se encuentran cubiertos por las sábanas, se abrazan con fuerza. El estar juntos era suficiente para sentirse en calma, y poco a poco ambos se van quedando dormidos.
San Gabriel – Pensión:
El matrimonio dejó a Helena frente a la fonda de Macaria, (iba a pasar a comprar la cena). Al entrar a su cuarto nuevamente ve a David sentado frente a la puerta, pero a diferencia de la primera vez que lo vio así, ya no se asusta y camina directo a dejar las cosas en la mesa.
Helena: ¿Conseguiste otro empleo?, ¿o sólo dijiste eso para ganarte la confianza del guapo señor Montero?
David: No me dio tiempo de buscarlo, porque me tope con una persona a la que no le queda mucho de vida.
Helena: (se sienta frente a él), ¡Ah sí!... ¿Y quién es el pobre desdichado que va a morir?
David: En realidad son dos... Una mujer muy guapa, y la última descendencia de los Archer.
Helena abre los ojos mostrando su miedo. David se levanta y la sujeta fuertemente del cuello.
David: No me gusta que me oculten las cosas... ¡ya lo sabías, pero aún así lo hiciste!
Helena: (trata de hablar), ¡Por favor suéltame!... me estás lastimando.
David la suelta y va a sentarse en la cama. Helena corre a hincarse frente él.
Helena: ¡Perdóname!... tú sabes todo lo que he hecho por ti... y sí en éste momento me pidieras que acabara con la vida de ese hombre al que tanto odias, te juro que lo haría porque te quiero.
David: Ricardo debe amar a esa mujer, y perderla sería el castigo más grande que pudiera tener ese maldito.
Helena: ¡Lo sé!, pero sí ella no estuviera embarazada, yo no te pediría esto... ¡Por favor James!, te lo suplico en nombre de nuestro...
James: (se levanta), ¡No lo nombres!
Helena: ¡Lo siento!, ¡te juré que no volvería a hacerlo!, pero te suplico que al menos escuches mi ofrecimiento.
James: ¡Habla!, pero hazlo rápido.
Helena: Deja a esa mujer fuera de tu venganza, y yo me encargo de Ricardo Archer.
James: Si tú lo matas no me sentiría satisfecho.
Helena: ¡Entonces hazlo tú mismo!, pero si alguna vez me quisiste, cúmpleme la única cosa que te he pedido en todos estos años... James, por favor, ¡no vuelvas a hacer eso!
Él se hinca frente a ella y toma su mentón. Lentamente acerca su rostro hasta dejar un mínimo espacio entre los dos.
James: Yo no te quise... mis sentimientos por ti nunca han sido de lujuria o de conveniencia, pero sí son enormes y ni muerto desaparecerán.
Helena: (¿?), Si no me quisiste nunca, al menos hazlo por todo lo que te he ayudado.
James: ...
Helena: James, ¡por favor!
James: ¡Eres la mujer más estúpida que conozco!, (se pone de pie), ¡está bien!... por el momento no le haré nada.
David sale del cuarto. Helena se deja caer en el piso y derrama las únicas lágrimas sinceras que sólo él podía provocarle.
Clínica de San Gabriel:
Después de lo sucedido en la tarde, Vanesa había llegado muy alterada y Ernesto tuvo que ponerle un tranquilizante, que la hizo dormir por más de cuatro horas. Mercedes entra al cuarto para despertarla y con tan sólo un leve movimiento, Vanesa se incorpora muy rápido pero un dolor en el vientre hace que se vuelva a acostar.
Mercedes: ¡Deja de comportarte de ésta manera!... tienes una vida dentro de ti, que está pagando sin merecerlo, los errores de sus padres.
Vanesa: ¡Tienes razón!... Si Ricardo decide irse algún día, por lo menos tendré el más hermoso recuerdo que pudo regalarme... mi hija Valeria, (acaricia su vientre), y mi pequeño Ricardito.
Mercedes: Él te ama Vanesa. Lo demostró cuando tuviste la amenaza de aborto... Sí hubieras visto su angustia, no dudarías de su amor.
Vanesa: Se preocupó por nuestro bebé... Aunque no me quiera, sé que ama a nuestros hijos, y siempre estará para ellos.
Mercedes: ¡Eres igual de necia que Ana Paula!, por eso mejor ni me desgasto, (extiende su mano), ¡Vamos!, ella te está esperando en el consultorio.
Vanesa: ¿Ella?, ¿hablas de Paula?
Mercedes: ¡Sí!
Vanesa exhala antes de tomar su mano. Lentamente se levanta y las dos se encaminan al consultorio.
En el Consultorio:
Paula y Rogelio estaban con Ernesto esperando a Vanesa, pero ya tenían más de quince minutos y no aparecía. Lo que más les extrañaba, era el nerviosismo que veían en su amigo, y la exagerada búsqueda de una conversación que los distrajera. Rogelio comenzaba a perder la paciencia y se levanta para salir.
Ernesto: (alza la voz), ¿A dónde vas?
R: ¡Voy a ver dónde carambas anda Vanesa!
AP: ¡Siéntate Rogelio!, Vanesa debe estar revisando algo importante con Mercedes.
Ernesto: ¡Así es Rogelio!, te dije que ya no tarda.
R: Hoy no pasamos mucho tiempo con nuestros chamacos y quiero al menos leerle un cuento a mi princesa.
AP: (se pone de pie), Entonces yo voy por Vanesa. Si algo referente a la escuela les está tomando tiempo, puedo ayudarles a resolverlo porque conozco todos los trámites.
R: ¡Ta bueno!, pero no te quedes platicando con ellas como es tu costumbre.
AP: (Ofendida), ¡No lo haré!, pero no habría nada de malo en tener una plática entre mujeres... Tú las tienes con Alejandro y Ernesto.
R: Hablando del niño, ¿ya te llamó por teléfono?
AP: (saca su celular), Con tantas cosas que han pasado, se me olvidó decirte que Laura me envió un mensaje avisándome que Dany ya está con su esposo. Aunque dice que tuvieron algunos problemas, pero no especificó cuáles.
R: ¡Pobre Daniela!... lo decepcionada que debe de estar por andarse fijando en un niñito, ¿verdad Ernesto?
Ernesto: ¡No lo critiques Rogelio!, porque cuando agarramos camino, ya nada nos detiene, y Alejandro no será la excepción.
AP: (¿?), ¿De qué hablan?
R: De cosas que sólo los hombres entendemos.
AP: ¡Ahora resulta que tienen sus códigos secretos!, (sonríe), pero yo sé muy bien cómo hacer que me los reveles.
Ernesto: ¡Ana Paula!, interrógalo en la hacienda. Hoy quiero terminar mi día sin imágenes incómodas.
AP: ¡Qué poco cortés!, (camina a la puerta), pero luego hablamos de eso... Voy por Vanesa.
Paula abre la puerta y en ese instante se topa con Vanesa.
AP: ¡Hay Vanesa!, ¡me asustaste!
Vanesa: Lo lamento Paula.
AP: (¿?), ¿Te ocurrió algo?
Vanesa: ¿Algo cómo qué?
AP: ¡No sé!... pero te ves triste.
Mercedes: Es que se puso...
Vanesa: Muy sentimental porque sigo extrañando a Ricardo... ¡Ya sabes!, por lo mismo de siempre... las hormonas, (camina hacia atrás), es tarde y deben estar esperándonos en la hacienda.
R: (se acerca), ¡Y vaya que es tarde!... ¡Caramba Vanesa!, al menos debiste llamar por teléfono para no tenernos preocupados. Eso de enviar sólo a Valeria y a Benjamín, no estuvo bien.
Vanesa: (enojada), ¡No soy una niñita como para estar reportando cada cosa que hago, y menos a ti!
R: ¡Pues no!, pero Ricardo nos pidió a Paula y a mí que te cuidáramos... ¡A ver!, ¿qué le vamos a decir cuando nos pregunte?
Vanesa: (voz quebrada), ¿Ricardo también te pidió a ti que me cuidaras?
R: (¿?), ¡Sí!, pero ¿por qué lo preguntas de esa forma?
Vanesa: Por... por nada, (comienza a caminar), ¡Vámonos por favor!, hoy no fue un buen día.
Rogelio mira a Paula, y ella veía a su hermana con preocupación. Todo el camino Vanesa trató de disimular sus lágrimas, sin embargo Paula pudo notar algunas cuando instintivamente volteaba a verla. En cuanto llegaron a la hacienda, Vanesa se fue a su cuarto sin cenar. Después de una hora, Paula lleva a Valeria con su mamá y la encuentra dormida con su celular a un lado de su cama. Ella acuesta a la niña junto a su madre, y ésta al sentir a su hija, la acerca a su pecho. Paula no entendía lo que pasaba con su hermana, pero sabía que estaba sufriendo porque lo reflejaba en su rostro y en sus palabras llenas de dolor. Aunque nada podía hacer, hasta que no se animara a contarle sus penas. Así que sale del cuarto y se dirige con su esposo que se había ido a contarle un cuento a la princesa Mary.
Minutos después, el celular de Vanesa comienza a sonar, y ella lo contesta enseguida.
Vanesa: ¿Eres tú Ricardo?
Ricardo: ¡Sí Vane!... perdóname por hablarte tan tarde, pero necesitaba escuchar tu voz... ¿sí te dije que hacerlo me hace sonreír?
Vanesa: (solloza), ¡Sí!... También escucharte me hace sonreír.
Ricardo: Vane... ¡Te amo!... tú y mis hijos son lo que más amo en ésta vida. Por eso te pido que me perdones si es que te he hecho sentir mal con mi frialdad.
Vanesa: No tengo nada de qué perdonarte. Tú solamente me has dado cosas hermosas y por eso te amo.
Ricardo: ¡Gracias Vane!, y ¡feliz aniversario!
Vanesa: (contenta), ¡Lo recordaste!
Ricardo: Nunca podría olvidarme del día en que me diste el sí, porque desde entonces soy el hombre más feliz de la tierra.
Vanesa: (aumenta los sollozos)...
Ricardo: ¿Sabes Vane?, dicen que el descanso es fundamental en el embarazo, así que debes dormir bien para que nuestro bebé salga tan guapo como su papá.
Vanesa: Entonces dormiré muchísimo para verte en mis sueños y transmitirle tu cara a nuestro pequeño Ricardito.
Ricardo: Pensándolo mejor, ¡no lo hagas!, yo prefiero que se parezca a ti.
Vanesa: ¡Pero yo quiero que sea idéntico a ti, y no discutas!
Ricardo: (sonríe), ¡Tú mandas!... Vane, te dejo descansar, les mando muchos besos a ti y a Valeria.
Vanesa: Y yo te mando mil besos y todo mi amor.
Ricardo: ¡Justo lo que necesito para poder dormir feliz!... ¡Buenas noches Vane!
Vanesa: ¡Buenas noches Ricardo!
Ricardo ya no dice nada y corta la comunicación. Vanesa había recuperado su sonrisa, y a pesar de que deseaba llamarlo de nuevo, declina la idea y mejor se acuesta abrazando a su hija, durmiéndose casi enseguida.
Cuarto de Mary:
Mary se encontraba acostada en su cama escuchando atentamente a su papá, (él estaba sentado a un lado). Paula llega, pero se detiene a mirarlos desde el marco de la puerta, y sonríe por la tierna escena de su esposo y su hija. Rogelio la ve y le extiende su mano. Ella de inmediato se acerca para colocarse junto a Mary, y de esa formar poder disfrutar del cuento y de la maravillosa voz de su esposo. La pequeña princesa adoraba esos momentos con sus padres, sin embargo a los pocos minutos no aguanta el sueño y se queda dormida. Paula le hace una seña a Rogelio para que la ayude a levantarse sin despertarla. Él acomoda a su hija y la cubre con la cobija, dándole a su esposa la oportunidad que le pidió. Luego de que ambos le dieran su beso, se retiran a su habitación.
Al estar ahí, se cambian de ropa y Paula, que termina primero, se sienta en el sillón. Rogelio se apresura a ponerse la camisa de la pijama, y toma asiento a su lado.
R: ¿Y ahora qué te sucede Paula?
AP: (¿?), ¿A qué te refieres?
R: Amor, llevábamos muchas semanas de pura tensión... Se podría decir que desde que conocimos personas nuevas, y reencontramos a otras, nuestra vida se ha convertido en un remolino que sólo gira en torno a los demás.
AP: Yo también me he sentido de esa manera, pero queramos o no, nuestra vida no se limita sólo a nuestros hijos y a nuestro amor... Todas esas personas influyen en nosotros de alguna manera, y a muchos les tenemos un gran cariño... ¿o acaso tú preferirías no tenerlos cerca?
R: Tienes razón... Ernesto es mi socio, al igual que Edward, y los dos poseen algo que me conviene, pues uno es el doctor que siempre nos atiende y el otro es un hombre rico que me va a prestar su casa en Inglaterra... Alejandro es uno de los mejores abogados penalistas, y me ha salido muy barato porque no cobra lo que vale su trabajo... Ricardo es mi cuñado, y para mi buena suerte, tiene los mismos conocimientos que yo en el manejo de la hacienda, y ahora está organizando todo el evento... (Se ríe), ¡Caramba!, ¡sí que tengo gente valiosa y productiva!
AP: (lo mira con reproche)...
R: (¿?), ¿Ahora qué dije?
AP: ¿Acaso es lo único que les ves de bueno?
R: (trata de besarla), ¡Sabes que no hablaba en serio Paula!
AP: (se aleja), ¡Todo te lo tomas a broma!... te voy a dejar de tarea, que pienses lo que harías sin ellos.
R: ¿Por qué de repente haces ese tipo de cuestionamientos?
AP: No sé bien... Es sólo que últimamente he tenido la idea de que las cosas van a cambiar, y ese cambio no traerá nada bueno.
R: (¿?), ¿Y qué clase de cambio?
Paula coloca sus manos en el pecho de Rogelio y le da un leve masaje.
AP: No le prestes atención a mis tonterías. Últimamente se me vienen unos nervios terribles, pero luego desaparecen, y he llegado a la conclusión de que es mi emoción porque pronto nos iremos a Inglaterra... (Susurra), Estando allá, debes darte un tiempo para que me muestres los lugares más bellos que tiene ese país... Además vamos a cumplir otro año de casados, y tenemos que celebrarlo.
R: ¿Apenas llevamos cuatro años?, (suspira), Esa cantidad me parece muy cortita, y deseo con el alma, que lo que sientes por mí, dure muchos años más.
AP: Nuestro amor durará toda la vida, y hoy más que nuca estoy segura de que sí es posible amar con la misma intensidad... Dos de nuestros amigos siguieron amándose después de quince años. Por eso confió que tú me amarás igual cuando pase el mismo tiempo, ¿verdad que sí, amor?
R: ¡Por supuesto que sí!... ¡Te amaré toda mi vida!
AP: ¡Yo también Rogelio!
Ambos se besan, y se dejan llevar por su amor durante toda la noche.
Después de esa vez.
Tres días pasaron de forma rápida. David tomó posesión del puesto de caballerango, y para sorpresa de Rogelio, él en verdad sabía a la perfección todo lo necesario en cuanto a la atención a los caballos. Lo malo era que algunas ocasiones, no podía evitar compararlo con Edward, y eso le impedía tenerle confianza.
Paula había decidido cambiar su actitud con Helena, al grado de comportarse amable y accesible con ella. Para Helena fue muy extraño el cambio, pero por órdenes de David, le seguía la corriente, y por el momento no estaba intentando acercarse a Rogelio.
Rosaura le pidió a Macaria que le permitiera trabajar con ella en la fonda, y desde su llegada la clientela aumentó, gracias a que el menú se amplió con las recetas aprendidas en el reclusorio.
Vanesa y Mercedes finalmente establecieron la fecha de inauguración de la escuela, (la cual sería en dos días). Los tres maestros ya estaban trabajando junto con ellas para iniciar con las inscripciones de los hijos de los peones, y por las tardes, Paula iba con los gemelos y Mary, a ayudarles con la decoración de los salones.
Dany fue dada de alta luego de casi cinco días. Alejandro permaneció con ella todo el tiempo cuidándola y consintiéndola. Cuando salieron del hospital, se encontraron con Fabiola que pedía hablar urgentemente con Alejandro sobre el caso de James Clayton, pero él se negó a hacerlo porque finalmente sus prioridades habían cambiado, y su esposa ahora era lo más importante.
Edward y Jennifer continuaban disfrutando de su amor, y para muchas personas eran recién casados, pues no había hora del día, en que no se demostraran lo felices que se encontraban. Sin embargo Edward tenía trabajo rezagado y al tercer día tuvo que ir a atender los pendientes, pero eso le permitió informarles a sus socios y empleados, que Jennifer era su prometida.
Ricardo obtuvo cinco contratos con clientes ingleses, y los dos últimos planeó dejarlos a cargo de Hugo, pero antes de enviarlo a lo que sería su prueba más difícil, (percepción de Hugo), se dedicó a darle un curso intensivo de inglés, que para el pobre señor Dueñas, fue un dolor de cabeza enorme, debido a que eran demasiadas palabras y modismos, los que tenía que aprender.
El matrimonio Montero organizó para sus hijos, el que sería su último paseo antes de su viaje a Inglaterra. Esos momentos fueron para Paula muy dichosos, y quiso plasmarlos en varias fotografías que tomo con la ayuda de Margarito.
Estados Unidos – Cafetería:
Alejandro llevó a Dany y a Laura, a una cafetería para celebrar la recuperación de su esposa. La pareja no dejaba de contar lo que deseaban hacer en su boda religiosa, pero Laura casi no les prestaba atención porque estaba más entretenida viendo su reloj y la puerta. El celular de Alejandro suena y éste se disculpa con ellas para salir a responder la llamada. Dany voltea a ver a Laura y sujeta la mano donde se encontraba el reloj y lo tapa.
Dany: ¿Tienes algún compromiso?, o ¿esperas a alguien?
Laura: (sonríe nerviosa), Es que estoy esperando a un buen amigo... Él había dejado de visitarme desde hace nueve años, pero con lo de Jennifer y el señor Sanders, volví a verlo y ahora cada que puede nos citamos aquí.
Dany: ¿Dijiste que es un buen amigo?, (se recarga en la mesa), ¿Y no te gustaría que fuera algo más que tu amigo?
Laura: (exaltada), ¡Cómo crees!... Yo aún amo a mi esposo, y él aún debe amar a su esposa.
Dany: ¿Esposa?... ¿Es casado o divorciado?
Laura: Es viudo... Samantha era su adoración, pero cuando su hijo cumplió un año, le detectaron cáncer y murió tres meses después... ¡Él sufrió muchísimo!... Yo lo conocí cuando habían pasado dos meses de ese terrible momento... (Tiste), me hubiera gustado haber estado a su lado para apoyarlo, como él lo hizo conmigo cuando murió mi esposo.
Dany: Si mis cálculos no me fallan, tu esposo murió aproximadamente hace doce años, y su esposa un poco antes ¿no es así?
Laura: (¿?), ¡Sí!, ¿pero eso qué tiene que ver?
Dany: Laura, ustedes ya sufrieron muchos años por esas pérdidas, ¿no sientes que ya es hora de olvidar el pasado, y permitirte encontrar una nueva ilusión?
Laura: ¡No puedo Dany!, ¡yo sigo amando a mi esposo, y sé que no podría amar a nadie más!
Dany: ¡No seas cerrada Laura!, yo también pensaba que no sería capaz de amar a nadie más, hasta que conocí a Alejandro... No te voy a negar que llegué a sentirme mal con el recuerdo de Miguel, porque mi corazón me grita que mi amor por Alejandro es mucho más grande, (se cubre la boca), ¡por favor, no le digas a Ana Paula lo que acabo de decirte!
Laura: No te preocupes, yo no le diré nada, pero no te sientas mal por no ser capaz de controlar a tu corazón... Escucha Dany, hace tiempo te hablé de los distintos tipos de amor, y creo que ya lograste diferenciar el que tuviste por Miguel, y el que ahora tienes por Alejandro.
Dany: ¡Sí lo hice!, aunque aceptarlo me costó demasiado. Pero ahora que sé lo que siento, ¡me encuentro más llena de vida que nunca!... Laura, ¿tú no crees que quizás te está pasando lo mismo?
Laura: No Dany... Sí mis sentimientos fueran de un gran cariño, me animaría a intentarlo, pero yo sólo le tengo afecto de amiga.
Dany: ¿Estás segura?
Laura: ¡Claro que sí!... él no es el indicado para mí.
Dany: Pues sí estás muy segura de lo que sientes, entonces olvida lo que te dije, (mira a todos lados), ¿dónde se metió Alejandro?
En un área al aire libre de la cafetería:
Alejandro: (habla por su celular), ¿Por qué no puedes simplemente decirme lo que pasa?... No creo que sea necesario ir a verte a la empresa de Edward.
Fabiola: Jamás te he dado información por teléfono... Además es importante que veas unos documentos.
Alejandro: (suspira) ¡Está bien!, voy para allá en dos horas.
Fabiola: (sarcástica), ¡Gracias abogado Hernández!, lo espero entonces, (cuelga).
Alejandro cuelga también y regresa adentro. Cuando iba a abrir la puerta, se topa con un hombre maduro y fornido que le permite pasar primero. Alejandro agradece y se va a sentar a la mesa. Laura se levanta apresurada y va a darle un abrazo al mismo hombre. Dany se sorprendió bastante, pues Laura siempre se comportaba algo fría con las personas, pero con él se mostró contenta. Al separarse, ella lo toma de la mano y se acercan a la mesa.
Laura: ¡Muchachos, les presento a Henry Smith!... Hermano mayor de Jennifer... ¡Y por favor!, ¡que no los asuste la apariencia de golpeador que tiene!
Henry: ¡Gracias por tu amable presentación Laura!, (extiende su mano a Dany), ¡Un placer señorita!
Dany: (¿?), ¡Igualmente!
Henry: (hace lo mismo con Alejandro), ¡Caballero!
Alejandro: (se pone de pie), ¡Mucho gusto señor Smith!
Henry: Sólo dime Henry... Ya de por sí es terrible ser un cincuentón, como para ahora ser llamado señor, por un joven que apenas rebasa los treinta.
Laura: ¡No digas eso Henry!, no te ves de cincuenta. Aparte los años te han favorecido, y cada vez te pones más guapo.
Alejandro: ¡Sinceramente nunca me pasó por la mente que usted tuviera esa edad!, (señala una silla), pero por favor, tome asiento.
Henry ayuda a Laura a sentarse, y él lo hace después. La plática de los cuatros, se basó en las presentaciones de cada uno. Dany no perdía detalle de Laura, pues desde que Henry llegara, ella se había convertido en una mujer diferente. Todo el tiempo le sonreía, le hacía bromas, y lo miraba con mucho cariño. Era verdad que parecía quererlo como amigo, pero algo le decía que ellos dos podían terminar con la soledad que se autoimpusieran al haber perdido a sus seres queridos.
Hacienda del Fuerte:
David cepillaba al poni de la pequeña Mary cuando recibe un mensaje de uno de sus hombres, en el que le avisa que Carlos ya contaba con la información que le solicitó días atrás. El problema que se le presentaba era que apenas había entrado a trabajar con los Montero, y pedir permiso no sería algo que les agradara a sus patrones. Estaba tan furioso por el inconveniente, que no se fijó en que Rogelio y Margarito se acercaban a él, y lo ven arrojando el cepillo.
R: ¿Problemas David?
David: (exaltado), ¡Usted disculpará señor Montero!... lo que sucede es que mi tía está enferma y eso me puso mal... Ella fue quién nos cuidó cuando nuestros padres murieron, y estoy muy preocupado porque está sola.
R: Entonces me imagino que la quiere como si fuera su madre.
David: ¡Sí señor!... pero por favor, no se preocupe. Yo siempre cumplo con mi trabajo y le prometo que esto no me va a desconcentrar.
Rogelio y Margarito intercambian miradas. David recoge el cepillo y continúa con su trabajo.
R: ¡Deje eso David!... si yo tuviera con vida a mi madre, lo único que querría es ir a ayudarla en su momento de enfermedad, y aunque en este caso es su tía, ustedes la quieren como a una madre.
David: ¿Eso significa que me deja ir con ella?
R: ¡Claro hombre!... ¡Vaya con su tía!, mi chamaco y yo terminamos de cepillar al poni... Además, por unos días no se nos van a caer las manos.
David: ¡Se lo agradezco mucho señor!, pero no me voy hasta terminar lo que estoy haciendo.
R: ¡Ta bueno!, (a Margarito), ¡Ves chamaco!, así son los hombres responsables.
Margarito no responde, pero no le quita la vista de encima a David, pues algo en él no le agradaba. David termina de cepillar al caballo y lo lleva de vuelta al establo. Luego regresa con ellos para despedirse de Rogelio.
Afuera de la hacienda:
Paula llegaba en su caballo cuando David iba saliendo en su camioneta. Él detiene el vehículo porque no podía quitarle la vista de encima, y se baja para saludarla.
David: ¡Buenas tardes señora Montero!
AP: (¿?), ¡Buenas tardes señor Santana!, (continúa su camino, sin darle mayor importancia).
David: ¡Señora Montero!, ¿me permite un momento?
Paula detiene al caballo, y aunque no entendía la repentina petición de David, baja del animal y se queda de pie, a la espera de lo que tenía que decirle... David se acerca y sin más le toma la mano para darle un beso. Paula se pone nerviosa y de inmediato la retira.
AP: ¿Qué es lo que quiere señor Santana?... Va a disculpar lo que voy a decirle, pero conmigo no tiene nada que tratar, porque mi esposo es quien lo contrató.
David: Eso lo tengo claro señora Montero. Pero sí quiero agradecerle a usted, el que aceptara a mi hermana como su empleada... De no ser por eso, ninguno de los dos tendríamos un medio de sustento.
AP: No tiene nada que agradecerme. La única manera de demostrarme sus palabras, es haciendo su trabajo lo mejor posible... Ahora si me disculpa, (trata de subir al caballo).
David se pone detrás de ella, y la sujeta de la cintura para ayudarla a subir. Paula estaba tan nerviosa que no se retiro, pero se sube al caballo lo más rápido que puede.
AP: (molesta), ¡Le voy a pedir que no vuelva a hacer eso!
David: (¿?), ¡Solamente quería ayudarla!
AP: Pues ahórrese su buena voluntad porque ante todo debe respetarme... ¡Entendió!
David: Entendí perfectamente señora, (hace una reverencia), ¡disculpe mi falta de respeto!
AP: Me alegra que entienda.
Paula hala a su caballo y se va a galope.
David: ¡Otra estúpida!, pero siempre hay maneras de hacerlas caer... (Sonríe), agradezca señora Montero, que tengo que encargarme de otros asuntos, antes de atenderlos a ustedes.
David sube a su camioneta, azota la puerta y sale de la hacienda. Paula llega a donde se encontraban Rogelio y Margarito, y los ve entretenidos cepillando al poni, (se compartían el cepillo). En cuanto Margarito la ve, corre para sujetar las riendas del caballo y Paula baja para darle un beso en la mejilla. Como Rogelio no dejaba de cepillar al poni, ella se acerca y lo abraza por la espalda.
AP: ¿Acaso ni un "hola" me vas a dar?
Rogelio tira el cepillo e intempestivamente voltea y la abraza.
R: ¡Estaba seguro de que te acercarías y de esa manera te tendría como quiero!
AP: ¡Ah sí!, pues déjeme decirle señor Montero, que no le voy a permitir que me ponga trampas, (trata de zafarse).
R: ¡Ya caíste y no te vas a librar de mis brazos y mis besos tan fácilmente!
Él la besa y aunque ella se resistía, finalmente terminó cediendo. María iba con Mary para que la niña tuviera sus clases de equitación, pero al ver a los esposos besándose con amor, se queda parada a un lado de Margarito.
María: ¡Estos muchachos nunca van a entender!... ¡Ya les dije que no anden haciendo eso delante de ustedes!
Margarito: Antes mi papá no era feliz, y ahora siempre tiene una sonrisa en su rostro. Por eso a mí me pone contento verlos tan enamorados.
María: ¡Tienes razón Margarito!, pero Mary viene con su papá para su clase, y esos dos le roban tiempo, (habla fuerte), ¿verdad Mary, que tus papás te están quitando tiempo de tus clases?
Al separarse, ambos padres corren hacia sus hijos. Rogelio carga en sus brazos a Mary, y Paula abraza a Margarito. Rogelio se acerca a María con la niña en brazos, y ésta le entrega dos frutas, (una manzana y una pera)
María: ¡Aquí tienes lo que me pediste hijo!, nada más que tengo una duda, ¿para quién es la pera?
R: ¡Pues para Black Thunder!, a él le gustan las peras... ¡Bueno!, eso dijo David.
AP: ¡Por cierto Rogelio!, acabo de ver al señor Santana saliendo de la hacienda... ¿lo mandaste algún lado?
Margarito: Mi papá le dio permiso de irse porque supuestamente su tía está enferma.
AP: ¿Cómo que supuestamente?
R: ¡Ese es mi chamaco!... ¡qué bueno que eres igual de observador que tu padre!
AP: ¡¿Quieren explicarme lo que están diciendo?!
R: ¡Es simple Paula!... La copia de Edward dice que su tía está enferma, y como yo no me meto con la salud de nadie, lo dejé irse. Pero eso no cambia el hecho de que sigue sin agradarme.
María: ¡No empieces de nuevo Rogelio!, ya viste que ese muchacho sí te dijo la verdad con respecto a su trabajo, (acaricia al poni), desde que se está haciendo cargo del cuidado de los caballos, estos lucen mucho más sanos y bonitos, ¿verdad Paula?
AP: (ausente),...
R: ¡Paula!... ¡Estás escuchándonos Paula!
AP: (¿?), ¿Qué dijiste?
R: ¿Por qué estabas tan lejana, si tú fuiste la primera en sacar el tema de David?
AP: ¡Perdón!, es que tengo algunos pendientes en el rancho que no he podido resolver.
R: ¡Ah pues yo sé cómo se te quitan de la cabeza!
Rogelio sube a su hija al poni y la asegura bien. Luego va junto con Margarito al establo y salen poco después con Black Thunder, y el caballo de su hijo, (ambos ensillados).
R: ¡Qué te parece un paseo familiar por los alrededores de la hacienda, y al terminar nos vamos al rancho a comer!
AP: ¿Otra vez quieres ir al rancho?... Rogelio, ¿no te parece que últimamente vas muy seguido?
R: (¿?), ¿Y qué tiene de malo?, (sonríe), ¡amor!, yo sólo quiero compartir tiempo con mi familia. Por eso ahora me la vivo siguiendo tus pasos, y si tienes muchos pendientes en el rancho, entonces voy a ir a ayudarte.
AP: (apenada), ¡Discúlpame Rogelio!, no te dije eso con intención de reclamarte... por favor, olvidemos el tema, (extiende sus brazos), ¿me ayudas a subir?
De inmediato Rogelio se acerca a ella y la sujeta de la cintura para impulsarla. Paula tarda un poco en colocarse sobre el animal, pues le gustaba sentir las manos de su esposo en su cuerpo, pero por un breve instante se le viene a la mente lo sucedido con David y se desestabiliza. Rogelio evita que caiga y la ayuda a terminar de acomodarse.
Como no fue tan grave lo que pasó, Rogelio no le da importancia y sube a su caballo al igual que Margarito, (que en una de sus manos tenía la rienda del poni para guiar a su hermana). Cuando todos están listos, se despiden de María y se van a trote.
Parque de Tuxtla:
El doctor Luis Mendoza, (el psiquiatra), se encontraba sentado en una banca del parque y conversaba con un hombre corpulento, vestido de una manera muy informal.
Hombre: Su cuñado manda decirle que se vaya lo más rápido que pueda del país... No se preocupe, nosotros ya estamos preparando todo para su nueva residencia.
Luis: Después de muchos años finalmente me llama, pero yo creí que sería por un asunto diferente, y resulta que lo quiere es que me vaya... ¿por qué?
Hombre: Un grupo rival está investigando su pasado... Usted sabe que a su cuñado no le conviene que se sepa nada de su parentesco... Señor Mendoza, recuerde que es por el bien de su hermana.
Luis:...
Hombre: ¿Sí me escuchó señor?
Luis: ¿Quién está investigándome?
Hombre: No lo sabemos, pero es un grupo grande... Cualquiera que haya solicitado sus servicios, debe estarles pagando muy bien, por eso nosotros suponemos que van en contra de su cuñado.
Luis: (sonríe irónico), ¡Claro que van por ese imbécil!... Yo no soy nada en comparación suya, pero tampoco estaría en ésta situación si él hubiera cuidado de mi hermana.
Hombre: Buscar culpables no cambiará lo que sucedió señor.
Luis: ¡Ya lo sé!, pero al menos me libero de éste rencor que le tengo.
Hombre: ¡Cómo quiera!... ahora dígame ¿cuándo quiere que vengamos por usted?
Luis: Dile a mi cuñado que no me voy a ir solo... Necesito que hagan lo mejor que puedan para que una de las internas se vaya conmigo. Pero si me dicen que no es posible, entonces mi cuñado tendrá que borrarme del mapa por su propia cuenta, porque de otro modo no me largo, (se levanta).
Hombre: ¡Señor Mendoza!, no es sencillo sacar a una reclusa, pero podemos llevarlo a usted a un lugar seguro y después pensamos en una forma de enviársela.
Luis: ¡No estamos hablando de un paquete!... ¡Es una mujer que necesita ayuda!, así que o nos vamos juntos, o nadie se va.
Luis da la vuelta y se aleja del hombre. Afuera del parque tenía estacionado su coche, y de inmediato se sube, pero al mirar por el espejo, se percata de que otro vehículo estaba a unos metros del suyo y tenía en su interior a dos sujetos. Al avanzar unas calles, observa que ese mismo coche lo seguía, y para terminar por confirmar sus sospechas, se detuvo en varios establecimientos. Sin embargo en todas esas ocasiones, aquél vehículo lo siguió hasta que llegó al reclusorio. Antes de entrar los ve de reojo, tratando de retener la imagen apenas visible de sus caras.
Estados Unidos – Empresa Agropecuaria Sanders:
Después de la comida, Henry y Laura se despidieron de la pareja, porque irían a una junta con los otros hermanos Smith. Por su parte, Alejandro y Dany fueron a la empresa de Edward, (pero él no le mencionó que irían a ver a Fabiola). Cuando llegan, Alejandro deja a Dany en una estancia afuera de la oficina, y le pide que lo espere unos minutos.
Al estar frente a la puerta, Alejandro toma aire y toca suavemente. Fabiola se levanta rápidamente para colocarse frente al escritorio, y luego da el paso. Él se aproxima, y sin pedirle permiso, se sienta en una de las sillas que estaban a un lado de ella.
Alejandro: ¿Y bien?... ¿qué es lo que tenías que decirme con tanta urgencia?
Fabiola: (toma un folder y se sienta frente a él), Primero debo aclararte, que esto no es una estrategia que estoy usando para obligarte a verme... Por sobre todas las cosas, soy una abogada con ética, y nunca me rebajaría.
Alejandro: ¡Eso espero Fabiola!, porque últimamente has hecho cosas que dejan mucho que desear en cuanto a tu ética.
Fabiola: Después de ver esto, cambiarás de opinión, (extiende el folder), esas son unas fotografías de las dos últimas apariencias de James Clayton Miller. Los agentes me llamaron para decirme que probablemente se esconde en Canadá o en México.
Alejandro toma el folder y lo ojea.
Alejandro: Ese tipo sabe cómo cambiar su look para que no se le pueda identificar con facilidad.
Fabiola: ¡Y por eso no ha sido posible capturarlo!, aunque me dicen que lo detuvieron tres veces hace cinco años, pero a pesar de recuperar el dinero, nunca le encontraban los documentos con los que hace las estafas, y sin pruebas no pudieron procesarlo... ¡Por cierto!, ¿a que no te imaginas, quién fue el que lo puso en la mira de las autoridades en esas tres ocasiones?
Alejandro: ¿Quién fue?
Fabiola: Fue el señor Archer... al parecer estuvo muy al pendiente de los pasos de James Clayton.
Alejandro: ¡No es para menos!... Ese tipo mató a su padre, y debe querer hacer justicia, (se levanta), ¡Gracias Fabiola!, yo reviso esto con calma y luego te llamo para decirte lo que vamos a hacer.
Alejandro camina a la puerta y la abre, pero Fabiola lo detiene del brazo.
Fabiola: ¡Escúchame un momento!
Alejandro: Si es algo referente con el caso de James Clayton, te escucho... pero si no, entonces te digo de una vez, que no hay nada más que tengamos pendiente.
Fabiola comienza a llorar y eso para Alejandro era un hecho imposible de creer, porque ella siempre se mostraba fuerte. Las lágrimas que derramaba y los sollozos, hicieron que él se sintiera mal, y la abraza para consolarla.
Afuera de la oficina.
Dany se había cansado de estar sentada, pues los días en el hospital entumieron todos sus músculos, así que se pone de pie y camina rumbo a la oficina. Gracias a la rendija que dejara Alejandro, pudo ver con claridad cómo su esposo abrazaba a Fabiola, y sin pensarlo demasiado, se coloca atrás de la puerta para escuchar lo que decían.
Alejandro: ¡Perdóname Fabiola!, no era mi intención tratarte mal. Pero desde que vinimos a Estados Unidos, te la pasaste humillando a mi esposa, y aunque te quiero mucho, no puedo permitir que sigas haciéndolo.
Fabiola: (levanta su rostro para mirarlo), ¿Por qué nunca te diste cuenta de que estaba enamorada de ti?... ¿Acaso no fui obvia con mis sentimientos?
Alejandro: Estás confundida Fabiola... Lo que tú sientes por mí, es sólo admiración y cariño fraternal.
Fabiola: Esos son tus sentimientos hacia mí, pero yo sí sé lo que mi corazón siente por ti, (acaricia su rostro), ¡Yo te amo Alejandro!... ¡Te amo con todo mi corazón, y lo he hecho desde que te conocí!
Alejandro: Yo no puedo... (Ella cubre su boca con una mano).
Fabiola: ¡Ya lo sé!... ¡tú no puedes amarme!
Alejandro: Fabiola, yo te quiero demasiado... Eres la única mujer a la que considero una amiga incondicional, y a la que le he entregado toda mi confianza... Tú lo sabes todo de mí, así como yo sé todo de ti, y te juro que de no haber conocido a Dany, me habría casado contigo sin dudarlo.
Fabiola: (lo suelta), ¡Acabas de humillarme más de lo que te imaginas!... Consideraste casarte conmigo sólo porque me tienes confianza y cariño de amigo, pero no lo habrías hecho por amor.
Alejandro: Estoy seguro de que mi cariño habría bastado en ese momento, y con el tiempo se pudo haber convertido en lo que tú quieres... Pero la conocí a ella, y mi corazón se llenó de un sentimiento que jamás había tenido por nadie... ¡Yo la amo!
Fabiola: Tú nunca tomaste en serio a ninguna mujer, porque te obsesionaste con ser un gran abogado para demostrarles a todos esos arrogantes que te humillaron, que un huérfano podía ser alguien en la vida... Por eso te pregunto, ¿estás completamente seguro de que la amas?, ¿o tal vez estás confundido?
Dany ya no puede seguir escuchando esa conversación y regresa a la sala.
Alejandro: Nunca había estado más seguro de algo en toda mi vida... ¡Amo a Dany con toda mi alma, y este amor no desaparecerá ni con la muerte!
Fabiola: Pero Alejandro...
Alejandro toma su rostro y le da un beso en la mejilla. El beso fue largo, y despertó en Fabiola un sinfín de sentimientos.
Alejandro: (se separa), Te quiero Fabiola, y es por eso que me siento tan mal por no corresponderte.
Fabiola: ¡No importa lo mucho que te esfuerces por hacerme sentir mejor!, eres demasiado sincero y en lugar de animarme, terminas por deprimirme.
Alejandro: ¡Lo siento!, (da la vuelta para salir, pero regresa), Antes de irme quiero preguntarte algo... ¿seguiremos siendo compañeros de equipo?, ¿o prefieres cancelar la sociedad?
Fabiola: Te dije que ante todo soy una abogada con ética, así que continuaremos como siempre.
Alejandro: Te lo agradezco Fabiola, y no sabes...
Fabiola: (le da la espalda), ¡Debe irse Licenciado!... Tiene muchos documentos que leer. Mañana se va de Estados Unidos, y me urge saber la estrategia a seguir en el caso de James Clayton.
Alejandro entiende la indirecta, y sale de la oficina a buscar a su esposa. Dany aún estaba sentada en la sala, pero no se dio cuenta de que su esposo ya se encontraba enfrente suyo. Él le sonríe y la toma de la mano. Dany se levanta y trata de corresponder a su sonrisa, pero las cosas que Alejandro le dijera a Fabiola, le provocaban un dolor en el pecho que ni con la supuesta afirmación de su amor por ella, lograron devolverle la tranquilidad en toda la tarde.
San Gabriel – Fonda de Macaria y Ulises:
Macaria entraba y salía a la cocina pues tenía tanta clientela que no se daba abasto con los pedidos. En un momento en que baja la gente, se sienta frente a Rosaura, (ella picaba lechuga).
Macaria: (toma aire), ¡Dios mío!, ¡hoy no he parado de correr!... Rosaura, debo felicitarla porque en el tiempo que estuvo en la cárcel aprendió el oficio de cocinera y eso nos está beneficiando... Aunque mejor le agradezco a la patrona por haberla traído de regreso... ¿Me creerá que yo dude que el patrón la volviera a recibir, después de tantas cosas que hizo?, (alterada), ¡Hay perdón!... ¡no me haga caso!... yo no...
Rosaura: No tengo nada que perdonarle... Yo sabía que las cosas que hice nunca van a ser olvidadas.
Macaria: (¿?), Ahora que lo noto, ¡usted ya no habla como antes!... Hasta parece que siempre está deprimida.
Rosaura: Cuando se está encerrada en un lugar tan horrible como la cárcel, sólo pueden pasar dos cosas... Morir por la mano de otros, o morirnos por la nuestra. Aunque de la última se derivan otras dos formas, y es el suicidio, o la muerte en vida.
Macaria: No se ofenda, pero me da escalofrío oírla hablar de esa manera.
Rosaura: Hay una persona que habla peor que yo, pero aún así, ella logró encontrar un motivo para no continuar cayendo en la oscuridad que nos brinda la cárcel.
Macaría: ¿Habla de la hermana del patrón?
Rosaura: ¡Así es!... El doctor Mendoza nos ayudó a soportar ese infierno. Y aunque él no lo sabe, Cynthia sonríe cada vez que sale del cuarto donde pasan horas conversando.
Macaría: (conmovida), ¡Hay que bonito!... Al menos ese hombre le está dando una ilusión.
Rosaura: Es lo mismo que yo pienso. Pero también estoy segura que si él le llegara a faltar, Cynthia sería capaz de lo que sea con tal de seguirlo.
Macaría: Entonces hay pedir porque ese hombre viva muchos años, y que nunca la abandone.
David entra a la fonda y Macaria se levanta para tomar la orden, (que consistió únicamente de un jugo de toronja). Después de que se lo da, él se retira, pero Rosaura no dejó de verlo en ningún momento desde que entrara, hasta que se fuera. Macaria la vio observándolo con insistencia, y le habla fuerte.
Macaria: ¿Qué le pasa Rosaura?
Rosaura: ¿Quién es ese hombre?
Macaria: Es uno de los hermanos Santana... ¿a poco no sabe quiénes son ellos?, ¡pero si los dos trabajan para los Montero!
Rosaura: Sólo conocí a la muchacha, pero a él es la primera vez que lo veo... Recuerde que yo me vengo desde temprano con usted, y eso debe provocar que no coincidamos.
Macaria: ¿Y por qué lo veía tan insistentemente?, (sonríe), ¡no me diga que le gustó!
Rosaura: No es por eso.
Macaria: (¿?), ¿Entonces?
Rosaura: Tiene la mirada muy dura, y me dio la impresión de que es una persona sin sentimientos.
Macaria: (¿?), ¿Y cómo puede saberlo con tan sólo una mirada?
Rosaura: ¡Sí verdad!... No me haga caso Macaria... Tal vez los años de encierro y mis propios delitos, me hacen pensar que todas las personas son malas.
Rosaura se enfoca en su trabajo, y Macaria sale a atender a unos clientes que recién habían llegado.
Rancho la Negra:
El paseo familiar terminó con una carrera entre los esposos para ver quién llegaba primero a la casa del rancho. Margarito se quedó con su hermana, pero no perdió detalle de la competencia, (que estaba siendo ganada por Paula). Helena y Jacinto regresaban de los corrales después de haber supervisado el nuevo pedido que en ésta ocasión sería enviado a la hacienda. Unos metros antes de llegar a la casa, Helena ve a la pareja dirigirse hacia allá. La felicidad que podía vislumbrarse en ambos la enfurecía demasiado, y se le vino a la cabeza la manera de echarles a perder su paseo, pero cuando iba a acercarse a ellos, su celular suena, (era David), y se aleja de Jacinto para contestar.
Helena: ¿Qué quieres?
David: ¡Estás molesta!... ¡No me digas!, los esposos Montero se están agasajando enfrente tuyo.
Helena: ¡Cállate!... ¡tú nunca entenderás lo que siento cada vez que los veo así!... ¿Hasta cuándo voy a tener que aguantarme las ganas de demostrarle a esa estúpida que no es la única que puede complacer a su marido?
David: Aún no puedo cumplirte la promesa de darte en bandeja de plata a Rogelio Montero. Pero hoy sí harás rabiar su esposa... ¡Claro!, siempre y cuando ese idiota se comporte como el caballero que dice que es.
Helena: (¿?), ¿Cómo caballero?
David: ¡Sí!
Helena: ¿Y qué tengo que hacer?
David: ¡Llorar como Magdalena!... sólo eso.
Helena: ¿Pero por qué voy a llorar?, y a todo esto, ¿en dónde estás?
David: Voy hacia la carretera de Tuxtla. Tengo un asunto que me urge atender en un lugar nada agradable... Sin embargo me di el tiempo de prepararte un acercamiento más íntimo con ese idiota. Así que pon mucha atención, porque no soy de los que repite indicaciones.
Helena escucha atentamente lo que David le decía. Rogelio y Paula finalmente llegan a su meta, (la casa), siendo Paula la ganadora absoluta. Rogelio baja de su caballo de un salto y corre hacia a su esposa para ayudarla. Ella estira los brazos y se deja caer en los de su esposo.
R: ¡Felicidades señora Montero!... acaba de ganarle al grandioso jinete Rogelio Montero, y eso ya es mucho.
AP: ¡No seas mentiroso Rogelio!... ¡tú me dejaste ganar!
R: ¿Te diste cuenta?
AP: Cualquiera se daría cuenta, ¿pero sabes qué?
R: ¿Qué?
AP: Que te voy a dar tu premio por ser el mejor esposo del mundo.
R: (sonríe), ¿Y qué me gane señora Montero?
AP: (susurra), Una noche completa de amor.
Los dos aproximan sus rostros para besarse, pero los gritos de Jacinto llamando a Rogelio los interrumpen.
R: (molesto), ¿Qué carambas quieres Jacinto?
Jacinto: ¡Patrón!, la señorita Santana se echó a correr al campo y yo la veo muy mal.
R: ¿Qué le pasó?
Jacinto: Parece que le avisaron que murió un familiar. Luego se puso a llorar y se fue al campo. Lo que me preocupa es que va derechito a donde pastan las reces.
R: ¡Y apenas lo dices!
Rogelio se sube a su caballo y galopa a toda velocidad. Paula veía la angustia en el rostro de su esposo, y aunque se decía mentalmente que él se preocuparía por cualquier persona en peligro, en su pecho tenía una opresión muy fuerte.
La velocidad a la que iba, le permitió a Rogelio alcanzar a Helena antes de que se acercara más al ganado, y sin mediar el peligro, salta del caballo en movimiento, y la detiene.
R: (exaltado), ¿Qué hace Helena?
Helena no le responde, pero lo abraza y coloca su cabeza en su pecho. Rogelio podía escuchar su llanto y sentía la humedad que sus lágrimas comenzaban a dejarle en su camisa. Para él era tan real su sufrimiento que corresponde a su abrazo. Paula llega y se baja de su caballo. Lentamente se acerca a ellos, y de sus ojos ya resbalaban diminutas gotas de agua, debido a sus celos. Sin embargo, reprimió su enojo y permaneció quieta observándolos. Helena dejó pasar el tiempo oportuno, y se separa de Rogelio.
Helena: ¡Siento mucho haberlo expuesto de ésta manera señor Montero!... Mi tía fue como una madre para mí, y perderla ha sido un fuerte golpe, (voltea y mira a Paula), usted sí me comprende porque también estuvo al cuidado de su tía, ¿verdad señora Montero?, (Paula asiente con la cabeza).
Helena camina hacia ella y toma sus manos.
Helena: Sé que no tengo cara para pedirle esto, pero no cuento con mucho dinero, y no hay nadie más que se pueda hacer cargo del funeral de mi tía... Mi hermano aún no llega y me dicen que no si no recojo el cuerpo hoy mismo, lo enviarán a la fosa común.
R: ¡Pierda cuidado Helena!... Nosotros la ayudamos con los gastos, y para que no tenga que hacer un viaje tan largo, le voy a solicitar el helicóptero.
Helena: (voltea a verlo), ¡No señor!... lo único que estaba pidiendo era un préstamo que les juro voy a pagar cuanto antes, y lo del helicóptero no es necesario. Yo puedo irme en coche o en camión.
AP: (zafa sus manos), ¡Hágale caso a mi esposo Helena!... de esa manera ésta pesadilla pasará más rápido para todos.
Helena: ¡Está bien señora!, sólo deseaba escuchar de su boca la aprobación... Su palabra para mí, es la única que importa, (da una media sonrisa), por supuesto que no demerito la de su esposo, pero usted es quién me contrató... ¡Muchas gracias!
AP: (¿?), ¡De nada Helena!
Helena pasa a su lado y camina hacia la casa. Al estar completamente fuera del alcance del matrimonio, limpia sus lágrimas y sonríe mientras llama a David.
David: (contesta), ¿Qué tal salió?
Helena: ¡Excelente!... Aunque la mujer no me armó una de sus acostumbradas escenas de celos.
David: Esa no era la idea. Ahora ingéniatelas para lo que sigue... Sí con eso no revienta, entonces se nos arruina la diversión.
Helena: (suspira)...
David: ¿Qué tienes?
Helena: Nada... sólo se me vino un recuerdo.
David: (¿?), ¿Cuál recuerdo?
Helena: Ninguno que tenga importancia ya... James, debo colgarte, necesito prepararme para lo que sigue, (cuelga).
David detiene el coche antes de entrar a la carretera, y mira el celular. Era extraño que Helena dijera su verdadero nombre cuando estaban lejos, pero aunque quisiera regresar para exigirle una explicación, continua con su camino.
En el campo:
Rogelio revisaba a su caballo para verificar que no se lastimara por forzarlo a correr tan rápido. Paula seguía inmóvil, pero con su vista clavada en su esposo.
R: (camina hacia ella), Pues parece que Ricardo tenía magníficos caballos, (sonríe), ¡Black Thunder está más que bien!... Se nota que es un caballo de carreras.
AP: ...
R: (¿?), ¿Qué te pasa amor?... otras vez estás ausente.
AP: Pensaba en la pérdida que acaba de sufrir Helena.
R: Ya que retomamos el asunto, Paula, debo decirte que tengo que ir con ella hasta Oaxaca.
AP: (¿?), ¿Y por qué tienes que ir con ella?... ¿Acaso no puedes mandar a Jacinto, o a Pancho?
R: No se trata de acompañarla solamente. Lo que pasa es que Alejandro no está, y él es quién tiene un poder que le permite disponer de mi dinero.
AP: ¡Entonces yo voy con ella!
R: Dijiste que tenías un pendiente en el rancho, pero sí Consuelo puede resolverlo, entonces nos vamos los dos, (sujeta sus hombros), no quiero dejarte sola con éste tipo de trámites.
AP: (hace memoria), ¡Se me había olvidado ese pendiente!... Rogelio, mañana viene un inversionista que hace tiempo Alejandro contactó... Según él necesitamos expandirnos en esa área para tener otro medio de subsistencia.
R: (¿?), ¿Otro medio de subsistencia?... ¡Ese niño no sabe ni hablar de negocios y ya anda metiéndote ideas en la cabeza!
AP: Pues no me pareció descabellado lo que dijo... Rogelio, el rancho no debe depender totalmente de la hacienda.
R: La hacienda está estable y a su vez el rancho... Paula, no le veo el caso a que ahora quieras entrar al mundo de las inversiones.
AP: Alejandro dijo que serían pequeñas, y que sí veíamos que no fructificaban entonces las cancelamos.
R: Cuando regrese ese niño lo voy a poner a que me explique lo que para él significan las inversiones pequeñas, (alterado), ¿Un abogado qué va a saber de éstas cosas?
AP: Alejandro debe regresar mañana para ver ese asunto... Espero que lo que Dany y él estén pasando, no les impida volver, pero no es el momento de hablar de mis problemas, (nerviosa), Rogelio, ¿es necesario que vayas con esa mujer?
R: ¡Sí Paula!... De haber estado Alejandro, lo mandaba con ella, pero dices que ni siquiera sabes sí podrá venir mañana.
AP: Y yo no puedo moverme de aquí porque tengo que atender esa cita.
Rogelio toma sus manos y las besa.
R: Te prometo que nada más dejo arreglado lo del funeral, y me regreso contigo, (preocupado), ¿o es que me tienes desconfianza?... ¡Paula!, ¡tú sabes que yo sólo te amo a ti!
AP: (acaricia su rostro), ¡Confió en ti Rogelio!, y es tan grande mi confianza, que voy a demostrártela... ¡Ve con Helena!, pero no te tardes porque sin ti me siento muy sola.
R: ¡Así lo haré Paula!
Rogelio la besa sellando con eso, su promesa de regresar lo más rápido que pueda.
Estados Unidos – Hotel:
Alejandro quiso regresar al hotel para revisar a detalle el expediente de James Clayton. Dany permaneció en silencio desde que salieran de la empresa de Edward. Sin embargo su esposo estaba más interesado en lo que contenía el folder, que no se dio por enterado de su cambio de ánimo... A pesar de la falta de interés de su marido, Dany tenía la esperanza de que las cosas fueran diferentes cuando estuvieran en el hotel. Pero al llegar a la puerta de su cuarto, Alejandro le dio un beso en la mejilla y le dijo que pasaría por ella a la hora de la cena. Dany no objetó nada y lo dejó retirarse a su habitación. Minutos más tarde, sale del hotel y pide un Taxi, que la deja en la Compañía Smith. Luego de perderse en los pisos del edificio, (no entendía las indicaciones), finalmente llega a la oficina de Laura... Toca y enseguida le dan el paso. Al entrar encuentra a Laura y a Henry sentados en un sillón, (ella toma asiento en una silla del escritorio).
Dany: (apenada), ¡Discúlpenme!, espero no haber interrumpido algo importante.
Henry: No se disculpe señorita... Ésta hermosa mujer y yo, únicamente estábamos conversando.
Laura: (sonríe), ¡Gracias por lo de hermosa, Henry!
Henry: De nada, (se pone de pie), ¡Ladys!, Yo me retiro para que platiquen a gusto.
Dany: No es necesario que se vaya señor Smith.
Henry: En realidad señorita, tengo unos asuntos que atender antes de regresar a Nueva York.
Laura: (seria), ¿Ta vas tan pronto?
Henry: Sí Laura... lo que sucede es que no me gusta dejar solo a Paul, y también tengo que, (medita)...
Laura: ¿También tienes qué...?
Henry: Más tarde te digo... Permiso Ladys, (sale de la oficina).
Dany mira a Laura, y la ve con su semblante serio de siempre.
Laura: ¿Ahora qué te hizo ese insensato de Alejandro?
Dany: Antes de eso, ¿tú estás bien?
Laura: (¿?), ¡Sí!... ¿por qué no habría de estarlo?
Dany: ¿No quieres que mejor platiquemos sobre el señor Smith?
Laura: (sonríe nerviosa), ¡Por supuesto que no Dany!... Lo que quiero, es que me cuentes lo que te tiene tan triste.
Dany: ¡No es tristeza!... ¡es incertidumbre!
Laura: (¿?), ¿Incertidumbre por qué?
Dany: Incertidumbre por no saber si Alejandro me desea porque me ama, o es su necesidad de hombre.
Laura: ¿Y a qué se debe que tengas esas dudas en este momento, cuando hace unos días estabas muy contenta porque descubriste lo mucho que descontrolas a tu esposo?
Dany: Porque escuché cuando Fabiola le decía que nunca ha tomado en serio a ninguna mujer, y que tal vez está confundido con lo que siente por mí... Después de escucharla, me dio mucho miedo de no estar a la altura de la mujer que Alejandro necesita.
Laura: ¡Por favor Dany!, ¡no empieces de nuevo con tus inseguridades!... Pareciera que a ustedes lo que les gusta es sufrir.
Dany: No es que nos guste, pero escucha mis motivos y luego me regañas.
Laura: Ok... ¡Cuéntame tus motivos!
Dany: Laura, yo sólo estuve con mi primer esposo, y no fueron muchas veces. Así que no soy una experta en ese tema. Pero Alejandro debió tener varias mujeres y alguna pudo llegar a ser especial... Hasta me atrevería a decir que esa es Fabiola.
Laura: ¿Y tú miedo es a no ser tan pasional como esa mujer?
Dany: ¿Me creerías sí te digo que eso no es lo que me da miedo?... Mira Laura, quizás no soy tan alocada como otras mujeres. Pero Alejandro me hace vibrar con tan sólo un beso, y sé que al estar con él, todo lo que he contenido saldrá con fuerza.
Laura: ¡Y entonces!, ¿cuál es el problema?
Dany: Tengo miedo a decepcionarlo por no cumplir con sus expectativas.
Laura: Dany, no eres la única mujer que va a preguntarse esas cosas, pero ese no es suficiente motivo para dejar de luchar por tu matrimonio... Recuerda que no todo se basa en las relaciones íntimas.
Dany: ¡Yo no dije que iba a dejar de luchar!... ¡Lo que quiero es demostrarle a Alejandro, que no se equivocó al elegirme como su esposa, y también que soy la única mujer que habrá de llenarlo por completo!
Laura: ¡Haz cambiado mucho!... hace un año no eras tan decidida, sin embargo me alegra que tengas esa actitud.
Dany: Es que Alejandro es un hombre de mundo, y aunque yo no lo sea, al menos trataré de estar a la altura de mi esposo... Pero mejor hablemos del verdadero motivo que me trajo aquí.... Laura, necesito que me ayudes.
Laura: (¿?), ¿Y a qué te voy a ayudar?
Dany le cuenta el plan que tenía en mente. Laura estuvo de acuerdo en todo, pero había algunos inconvenientes en el camino, y debido a eso, tuvieron que pedirle ayuda a Henry, (él contribuyó encantado, pues era un punto a favor con Laura).
Reclusorio Femenil de Tuxtla – Celda de Cynthia:
Cynthia estaba haciendo una rosa de papel. Días atrás, el psiquiatra le había enseñado esa nueva actividad para que cada vez que sintiera que su mente divagaba, la regresara por medio del trabajo manual. Luis tenía una hora de haber llegado al reclusorio, pero apenas se decidió a ir a verla. En cuanto entra a la celda, ella se levanta con la rosa en la mano y se la da.
Cynthia: Ya llevo tres horas en éste mundo, como tú lo llamas, (sonríe), ¿verdad que me quedó bien?
Luis: ¡Te quedó preciosa Cynthia!... No tienes idea de lo feliz que me siento de que estés hablando como cualquier persona normal, (serio), me hubiera gustado haber pensado en esto antes.
Cynthia: (¿?), ¿Qué tienes?
Luis: (le sonríe), Nada, no te preocupes... ¿Sabes?, estuve analizando y creo que sería bueno que volvieras a tener contacto con tu familia... Sobre todo con tu madre.
Cynthia: (regresa a sentarse), El que lleve días lúcida, no significa que cuando la vea no descargue mi frustración con ella... Aún me afecta recordarla.
Él se sienta frente a ella y coloca sus manos en la mesa.
Luis: Necesitas a tu madre, a tu hermano y a tu hija... Yo no estaré por siempre contigo, y no quisiera dejarte sola.
Cynthia se sobresalta y toma sus manos.
Cynthia: ¡Dijiste que estarías conmigo hasta el último día de tu vida!, (tiembla), ¿o es que ya te arrepentiste de tus palabras porque estoy loca?
Luis: (entrelaza los dedos de ambas manos), ¡Claro que no me arrepiento de lo que juré!, pero se suponía que tú no escuchaste lo que dije aquella vez.
Cynthia: El que parezca un zombi, no significa que sea uno... Yo puedo recordar todas las cosas que escucho, veo, (juguetea con ambas manos), y siento.
Los dos se miran y sonríen, pero él suelta sus manos y las deposita con suavidad en la mesa.
Luis: (serio), Muy pronto seremos libres, pero no será sencillo deshacernos de nuestro pasado. Así que voy a decirte algo que no volveré a repetir, porque daré por hecho de que lo recordarás siempre.
Cynthia: (¿?), ¿Por qué ahora tú eres el que se comporta tan raro?
Luis: ¡No me interrumpas!... Cynthia, cuando salgas de aquí, no mires atrás... Olvídate del odio, del dolor, y del rencor... Jamás busques en la venganza un camino a seguir, porque sí lo haces, nunca estaremos juntos, (vuelve a tomar sus manos), ¡Me lo prometes!, ¿verdad?
Cynthia: (las retira), ¡No!
Luis: (¿?), ¿Dijiste No?
Cynthia: ¡No puedo prometerte algo que no entiendo!... Lo que yo puedo prometer es que me quedaré contigo hasta el último día de mi vida.
Luis: No Cynthia, eso quizás no pueda ser, y por eso necesito asegurarme de que no recaerás.
Cynthia se queda callada y Luis se da cuenta de que regresó al estado en el que se aleja del mundo.
Luis: (se levanta), Tal vez no me lo jures, pero yo confiaré en que tú cumplirás mi deseo.
Él sale de la celda, y Cynthia regresa a su estado normal. Por una razón incomprensible, se pone a llorar como hace tanto no lo había hecho.
Rancho la Negra:
El helicóptero ya había llego y Helena se encontraba sentada a la espera de Rogelio, (que se aproximaba con su hija en brazos, seguido de Paula y Margarito). Rogelio le entrega a Paula a su hija para que le de unas indicaciones a Margarito.
R: ¡Chamaco!, ya sabes que debes cuidar a tu madre y hermana mientras yo no esté ¿verdad?
Margarito: ¿Y por qué tienes que irte con la secretaria?
R: (¿?), ¿Cómo qué por qué?... pues a la pobre se le acaba de morir un familiar y no tiene dinero para el funeral.
Margarito: (voz baja), ¡Oye papá!, Alejandro me explicó que en casos de emergencia, tenemos en la hacienda un fondo que pudiste usar para dárselo y así no tendrías que acompañarla.
R: (lo imita), No se trata sólo de dinero... Helena no está en condiciones de hacerse cargo de algo tan delicado, pero en cuanto David esté con ella, yo me regreso.
Margarito: Eso espero, y te lo digo por mi mamá, (la señala con su cabeza), ella está triste porque te vas con una mujer que no le agrada.
Rogelio voltea a ver a su esposa, y efectivamente ella estaba con un semblante triste. Él se siente mal y se despide de su hijo para ir a su lado. Mary ve a su papá acercándose, y mueve su mano, haciendo que su mamá lo vea también. Margarito se le adelanta a su padre y carga a su hermana. Los dos esposos se miran un momento y luego se abrazan.
AP: ¡Cuídate mucho!, y no te tardes Rogelio.
R: No me tardaré Paula... Mañana temprano me tienes de vuelta a tus brazos.
Él la retira un poco para darle un beso. Helena aprieta los puños mientras en su mente se preguntaba si era posible que existieran personas que no dejaran de demostrarse amor a cada momento. Paula termina el beso y le sonríe. Rogelio lo hace también y finalmente la suelta para subir al helicóptero, (que despega en cuanto se acomoda en el asiento). Paula trataba de evitar sus lágrimas y de pronto visualizó la misma escena que viviera su hermana hace unas semanas, y se dijo que iría a verla pues la necesitaba más que nunca.
Estados Unidos – Hotel:
Alejandro se había pasado toda la tarde examinando los documentos contenidos en el folder. Al mirar el reloj del cuarto, éste marcaba las ocho de la noche. A su mente se le viene la imagen de Dany, y rápidamente se pone su saco negro, para salir corriendo hacia su habitación, pero al llegar, encuentra a Laura recargada a un lado de la puerta.
Laura: ¿Ya terminaste con tú trabajo?, ¿o vienes a disculparte con tu esposa, por qué tampoco cenarás con ella?
Alejandro: ¡No me mal interpretes Laura!, ¡te juro que no quise dejarla plantada!... Lo que sucede es que tenemos más información de James Clayton, y es urgente que...
Laura: ¿Puedes olvidarte de ese caso tan sólo un momento?, (se acerca y toma su brazo), Dany nos espera para cenar.
Laura lo jala y aunque al principio le costó hacer que la siguiera, finalmente él se dejó guiar. Alejandro pensaba que la cena era en el mismo restaurante del hotel, sin embargo Laura le pidió que subiera a su coche y sin querer responder a su pregunta, salieron del lugar.
Después de un recorrido muy largo, Laura se dedica a dar vueltas alrededor de una calle. Alejandro se estaba desesperando, pero no le dijo nada. De repente algo lo hace a mirar por la ventana, y en una de las vueltas alza la vista encontrándose con una estructura impresionante.
Dicha estructura era una torre futurista y su forma se asemejaba a un platillo volador, (ovni), y gracias a que la noche ya cubría la ciudad, las luces magnificaban la hermosura del edificio. Laura sólo esperaba a que él se diera cuenta del sitio elegido por Dany, para detener el coche frente a la entrada. Alejandro voltea a verla, y ella le indica que baje. Él desciende del coche y camina hasta la entrada donde ve a Henry junto a otros dos hombres de traje oscuro, que con la mano, le indican que continué su camino. Enseguida se topa con un elevador, el cuál aborda. Luego de unos segundos el elevador se detiene y abre sus puertas. Alejandro sale y se encuentra con un pasillo largo y circular, de grandes ventanas, que tenían a su alrededor un barandal y unos telescopios. A esa altura se disfrutaba de una vista maravillosa. Sobre todo porque esa parte del edificio giraba, permitiendo de esa manera, apreciar la ciudad en todo su esplendor.
El lugar era hermoso, sin embargo Alejandro no pudo evitar compararlo con el sitio al que Dany le pidió ir una vez. En el instante que recuerda a su esposa, gira para ir a buscarla, pero Dany ya lo esperaba a unos metros, y él corre hacia ella... Dany traía puesto un vestido beige, con un escote al frente, y descubierto de la espalda, (que en cuanto Alejandro vio, le comenzó a quitar el aire).
Alejandro: ¡Dany!... ¡siento mucho no haberte acompañado a la hora de la comida, pero te juro que...
Dany: ¿Te gustó el lugar?
Alejandro: ¡Es muy hermoso!... aunque me recuerda un poco a una construcción que está en México.
Dany: (mira por la ventana), En aquél lugar deseaba decirte que te amaba y fue ahí que nuestra historia comenzó a escribirse... En el momento en que Laura me habló de éste edificio, quise traerte, (voltea a verlo), porque en éste sitio, deseo retomar lo que dejé pendiente en Tuxtla.
Alejandro: (¿?)...
Dany se aproxima y sujeta sus brazos para colocarlos alrededor de su cintura. Después lleva los suyos hasta el cuello de él y se dedica a mirar su rostro. Para él, tenerla tan cerca, hace que su cuerpo sienta de nuevo la necesidad por ella, y trata de besarla. Dany lo detiene, pero mantiene sus labios muy pegados.
Dany: ¿Por qué elegiste a una mujer como yo, teniendo a muchas mujeres detrás de ti?
Alejandro: (¿?), ¿A qué te refieres Dany?
Dany: A que yo no soy una mujer elegante, ni mucho menos exuberante como Fabiola... Mi apariencia comparada con la de ella, es la de una mujer simple, que para un hombre como tú debería pasar desapercibida... Sin embargo no sólo te fijaste en mí, sino que también te casaste conmigo.
Alejandro: ¡Tú eres hermosa tanto en el exterior, como en tu interior!... Tienes un alma pura, y un carácter dulce. Cualidades que jamás he conocido en otra mujer... Además, (roza sus labios), he permanecido solo gran parte de mi vida, y antes de ti no ha existido ninguna mujer con la que deseara estar completamente.
Dany: (¿?), ¿Qué es lo quisiste decir con eso?
La pregunta no es respondida, pues Alejandro la besa de una manera en que Dany ya no sabe ni dónde se encuentra. El edificio seguía girando y las luces iluminaban sus rostros, pero para ellos no había nada más a su alrededor. Uno de los meseros del restaurante los llama desde el elevador, y aunque terminan el beso, no se separan.
Alejandro: ¡Con que disfrutaremos de nuestra cena con ésta vista tan maravillosa!, (sonríe), ¡Muchas gracias Dany!... los momento más felices de mi vida, me los regalas muy cerca del cielo.
Alejandro la suelta y la toma del brazo para dirigirse hacia el mesero, pero Dany no se mueve de su lugar.
Alejandro: (¿?), ¿Qué sucede Dany?
Dany: ¿Tienes mucha hambre?
Alejandro: (¿?), ¡No mucha!, pero tú debes comer o si no vas a recaer.
Dany: Si no te tengo sí recaeré.
Él la mira aún más confundido. Dany lo jala hacia ella para volver a abrazarlo.
Dany: ¡Condúceme al cielo con tus besos, pero en ésta ocasión, llévame más alto!
Alejandro entiende sus palabras y la dirige al elevador, pero en vez de ir al restaurante, bajan para salir del edificio. Afuera se encontraba Laura y Henry, (en el coche). Ambos quedan sorprendidos porque la pareja se estaba retirando más pronto de lo planeado, y descienden para preguntarles la razón. Sin embargo ellos son más rápidos y en un instante ya se habían ido.
A pesar de lo tarde que era. Alejandro pudo rentar una habitación en un hotel que estaba enfrente, y para su buena suerte la consiguió en un piso alto, en el cual podía verse el edificio del que salieran hace apenas unos minutos... Al entrar, Dany se dispuso en la ventana para observar la variedad de luces que irradiaba la torre y la ciudad, (que antes no notó por estar más ocupada pensando en cómo agradar a su esposo). Mientras ella se entretenía con eso, Alejandro pidió que les llevaran la cena, pues aún con lo dicho por su esposa, él no quería que se mal pasara.
Dany: ¡Es muy hermosa ésta ciudad!... Para las personas que viven en éste tipo de lugares, debe ser muy difícil acostumbrarse a un pueblo tan pequeño como San Gabriel.
Alejandro: La ciudad es hermosa, pero de qué sirve vivir en lugar cómo éste, cuando estamos solos y rodeados de todo, menos de amor.
Alejandro se acerca y la abraza por la espalda. Dany corresponde entrelazando sus brazos con los de él. Ese momento estaba lleno de una mezcla de sentimientos diferentes en cada uno, (paz, felicidad, deseo, amor, miedos, descubrimientos, etc.), pero el que reinaba por ahora, era la necesidad de estar juntos.
Alejandro: Mientras estés conmigo, jamás voy a extrañar ésta vida, porque gracias a ti ya no me siento solo.
Dany: Yo siempre estaré contigo, pero tengo miedo de que tú...
El timbre suena y Alejandro suelta a Dany para ir a abrir. Un mesero entra y deja la cena sobre una mesita de centro, (incluyendo una botella de champaña). Al estar solos nuevamente, Alejandro quita la tapa de los platos y abre la botella, (en unas copas sirve un poco de champaña). Enseguida le pide a su esposa que se siente en el sillón y luego de que él también lo hace, le entrega su copa.
Dany: (mira la mesa), ¡Te dije que no tenía hambre!
Alejandro: Es necesario que comas algo... No quiero verte de nuevo en la situación que vivimos hace unos días.
Dany suspira antes de beberse de golpe el champaña. Luego le quita la copa a su esposo, y hace lo mismo. Alejandro se quedó muy sorprendido por la extraña acción de su esposa.
Dany: Pareciera que buscas un sinfín de excusas para evitar que pase lo que pensaba que ambos deseábamos, (se limpia una lágrima), debiste escoger una mujer que sí te atrajera en todos los aspectos.
Dany se levanta para encaminarse a la puerta. Alejandro se apresura a impedir que salga, y la toma de la mano para conducirla hacia la enorme cama. Sin embargo se quedó quieto únicamente mirando el lecho. Dany se siente peor que antes y trata de zafarse, pero él la jala levemente y la sienta en la orilla. Después se aleja unos pasos y comienza a quitarse el saco y la corbata. Una vez liberado de esas dos prendas, vuelve con su esposa y la sujeta de los brazos, invitándola a voltear, para así poder llenarla de besos, (que eran dados con una desesperante lentitud). Siempre que la besaba de esa manera, Dany sentía la imperiosa necesidad de pertenecerle. Su pasión gritaba por salir, y poco a poco le desabrocha la camisa, para después tocar aquél pecho cálido y bien formado que en su mente imaginó muchas veces.
Por su parte Alejandro había abandonado la boca de su esposa para regar más besos por su cuello y hombros, pero al momento en que siente que ella retiraba su cinturón, baja su mano y la detiene, haciendo que Dany quedara muy confundida.
Alejandro: ¡No me malinterpretes!... ¡Por favor!, permíteme ser el primero en descubrirte, (sonríe), quiero hacer de ésta noche la más larga de nuestras vidas, y si vamos muy rápido, no conseguiremos llegar hasta donde los dos deseamos.
La sonrisa y la forma en que pronunciara esas palabras, dejaron a Dany totalmente desarmada, que ni siquiera sintió que las tiras de su vestido ya no se encontraba en su sitio y que su esposo la había recostado en la cama, mientras volvía a besar su cuello y su hombro. Aunque regresó a la realidad en el instante en que él bajaba más y más. De pronto una lluvia de sensaciones apareció conforme los labios de Alejandro se deslizaban por su cuerpo, y eran tan electrizantes que la hicieron apretar la almohada con todas las fuerzas que tenía, en un intento por mantenerse consciente. Esa deliciosa tortura fue tan larga que llegó a pensar que moriría. Pero afortunadamente Alejandro regresó a su boca, para devolverle un poco de calma y delegarle su turno. Así que la gira sobre él y coloca sus manos en su pecho para motivarla a imitar lo que hiciera antes. Dany pensó que le sería imposible comportarse de la misma manera que su esposo, pero el deseo por él era tan grande que lo recorrió por completo, y conforme lo hacía, pensaba que finalmente estaba descubriendo aquél cuerpo que siempre estuvo cubierto por un traje que no le hacía justicia a lo que ahora veía y tocaba con fervor. Alejandro trataba de contenerse lo más que podía para cumplir con aquello que Dany le pidiera, pero los besos que su esposa esparcía por su cuerpo lo hicieron dejar escapar un gemino en el momento en que se deshacía del resto de la ropa, y eso lo descontroló tanto que ya no pudo esperar a que terminara de disfrutar su recorrido, pues la gira de nuevo para quedar sobre ella, y dar inicio a la más maravillosa entrega que jamás hubieran experimentado.
La petición que Dany había hecho estaba siendo cumplida. Alejandro la había llevado hasta el cielo, no sólo una, sino varias veces en gran parte de la noche. Para cuando regresaron de tan hermoso viaje, él se quedo dormido al instante, pero a pesar de que Dany estaba igual de exhausta, no podía dejar de mirarlo.
Ese hombre que ahora dormía junto a ella, no era el tímido Alejandro que conocía. Éste hombre era pasión pura, y un amante perfecto, que la llevó a descubrir una sensualidad en sí misma, que nunca creyó poseer... Mientras más lo veía, más lo deseaba y eso la preocupaba, pues ya no sabía cuál de las dos dualidades de su esposo amaba más. En eso pensaba cuando Alejandro, (aún dormido), estira su brazo y la acerca hacia él. Su abrazo fue tan protector y lleno de ternura que hicieron que Dany reconsiderara sus pensamientos, pero lo que acabó de cambiarlos completamente, fue la palabra "Te amo" que él pronunciara en su inconsciencia. Ella sonríe de felicidad, y se dice mentalmente que le sería muy fácil amarlos a los dos.
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