CAPÍTULO 42
Estados Unidos – Hotel:
Alejandro se pasó toda la noche pensando en las cosas que le había hecho a Dany desde que iniciaron su relación. Entre más excavaba en sus recuerdos, más se daba cuenta de lo injusto y egoísta que había sido con ella... Debido a tantos reproches mentales, no pudo dormir y mejor se levantó a las seis de la madrugada. Luego de alistarse, sale de su cuarto para buscar a su esposa y suplicarle que lo perdonara. Al estar frente a la puerta de la habitación de Dany, se pone nervioso y no se anima a tocar. La recamarera sale de uno de los cuartos y se acerca a él.
Recamarera: ¡Buenas días señor!
Alejandro: ¡Buenas días!... ¡qué bueno que la veo!, ¿podría hacerme el favor de preguntarle a mi esposa, sí me puede recibir?
Recamarera: ¡Hasta que lo escucho decirle de esa forma!... (Enojada), ¡Señor!, sé que sólo soy una empleada y que me puedo estar jugando mi trabajo si le digo esto, pero la pobre señora se pasó toda la noche llorando porque usted quiere divorciarse de ella, para correr a los brazos de esa mujer con la que siempre está.
Alejandro: ¿Qué?... ¿De dónde sacó esa conclusión tan absurda?
Recamarera: La señora lo vio anoche besando a esa mujer.
Alejandro: ¡No es posible!
Alejandro se acerca más a la recamarera y la toma de los hombros.
Alejandro: ¡Por favor!, necesito que me abra la puerta... Las cosas no son como ella está pensando, ¡se lo juro!
Recamarera: ¡No es a mí a quién le debe jurar!... Pero de nada sirve que le abra la puerta, porque la señora salió hace rato y no quiso decirme a dónde... aunque me prometió que regresaría más tarde.
Alejandro: (preocupado), ¿Dice que salió, a ésta hora?
Recamarera: ¡Sí!
Alejandro: ¡Cómo se atrevió a salir si no conoce ningún sitio de éste país, y en semejante horario!
De pronto una enorme angustia se apoderó de Alejandro y se echa a correr hacia la salida del hotel en busca de Dany. A pesar de no tener la mínima idea del lugar al que pudo irse, eso era mejor a quedarse sentado a esperar que algo malo le ocurriera.
Luego de que él se fuera, la recamarera saca sus llaves para abrir la puerta y entra... Dany estaba sentada en una cómoda cepillando su cabello. Traía puesto un vestido blanco de tirantes y unas zapatillas altas color perla.
Recamarera: Hoy se está esmerando mucho en su arreglo.
Dany: Lo hago porque estoy decidida a recuperar mi felicidad... Por cierto, ¿sabe si mi esposo aún sigue dormido?
Recamarera: Al parecer no pudo dormir porque ya está despierto y deseaba hablar con usted.
Dany: ¿En serio?... ¿y le dijo lo que le pedí?
Recamarera: Sí señora, pero ¿no cree que su plan fue algo drástico?... el señor salió de aquí muy angustiado... ¡Pobrecito!, hasta lástima me dio.
Dany: (contenta), ¡Eso quiere decir que aún le importo!
Recamarera: Pues yo creo que nunca ha dejado de importarle.
Dany: ¡Ojalá!... ¿Y le habló del beso?
Recamarera: Sí... y me dijo que las cosas no son como usted piensa.
Dany: ¡Ya sé que no!, (sonríe), Alejandro es como un niño y todo lo que siente lo refleja. Eso me permitió darme cuenta de que no correspondió el beso de esa mujer.
Recamarera: (¿?), Si usted sabía que él no hizo nada, ¿entonces por qué no lo quiso recibir?
Dany: Porque primero debo hablar con ella, (se pone de pie), no quiero que vuelva a tocarlo.
Recamarera: ¡Hay señora!, habla como si fuera a desgreñarla.
Dany: Tal vez no llegue a tanto, pero ahora comienzo a entender a mi amiga... Siempre creí que exageraba con los celos hacia su esposo... sin embargo... ayer que vi cómo esa mujer besaba al mío, sentí unas ganas enormes de gritarle que lo soltara porque yo soy la única mujer con el derecho de besarlo y de...
Recamarera: Y lo que le sigue... ¡ya lo entendí!, no necesita especificar.
Dany: (apenada), ¡Disculpe!, sinceramente no entiendo que me está pasando. Yo no me pongo así jamás, ni digo cosas como éstas, se lo aseguro.
Recamarera: No tiene nada por qué disculparse señora... Así somos las mujeres cuando estamos enamoradas.
La recamarera le acomoda el vestido y luego la hace que se siente de nuevo en la cómoda. Enseguida saca de un cajón una cajita de cosméticos y comienza a poner un poco de rubor en sus mejillas.
Dany: No ayuda mucho el atuendo ¿verdad?
Recamarera: No es eso... Usted se ve muy linda con ese vestido, pero se le nota en el rostro lo mal que se encuentra.
Dany: Todavía me tiemblan las piernas y me siento mareada... Antes de hablar con esa mujer, voy a comer algo.
Recamarera: Lo mejor es que vaya a ver a un médico... Ya tendrá otra oportunidad de aclarar las cosas con su esposo.
Dany: ¡No!... así me esté muriendo, voy a arreglar las tonterías que cometí.
Recamarera: Pero señora...
Dany: ¡Por favor entiéndame!... sólo él me puede ayudar, pero primero debe perdonarme.
La recamarera ya no dice nada y continúa cubriendo con maquillaje la prueba de que Dany no estaba en las mejores condiciones de salud.
Estados Unidos – Restaurante:
Laura y Henry quedaron de verse en el restaurante que estaba frente a la Compañía Smith para platicar sobre Jennifer y de las cosas que habían hecho durante la ausencia de Henry en Estados Unidos... Ellos se conocieron poco antes de que la familia de Laura muriera y el apoyo que él le brindara, fue lo que le permitió sobrellevar su dolor. Por ese motivo le tenía un gran cariño y cada vez que iba, no dejaba pasar la oportunidad de verlo.
Laura: ¿En serio le pediste eso al señor Sanders?... (Se ríe), Si Jennifer se entera, te mata.
Henry: ¡No me digas que eso no la haría muy feliz!... mi hermana ya no es una jovencita y debe pensar en tener hijos.
Laura: ¡Aún es joven!, (medita), aunque pensándolo bien... en poco tiempo llegará al límite de edad recomendada para las primerizas.
Henry: ¡Ya ves!... por eso Edward se debe poner las pilas... ¡ya nos urge una sobrinita!
Laura: Lo que tengan será bien recibido, aunque yo también quisiera que fuera una sobrinita.
Henry: Todos rezamos por eso, (ve su reloj), ¡Discúlpame Laura!, tengo una reunión y si no me voy ahora, llegaré tarde.
Laura: ¡Siempre me haces lo mismo!... deberías cambiar de residencia y quedarte aquí.
Henry: De ti depende que me decida.
Laura: (nerviosa), Ya es tarde ¿recuerdas?, (se levanta y extiende su mano), pero antes de que te vayas, me dejas en la Compañía.
Henry: (la toma), Con gusto "My Lady"... Además mi coche está allá.
Laura: ¿Y sólo por eso me acompañas?
Henry: (comienza a caminar), No sólo por eso.
Laura: (¿?)...
Ambos caminan tomados de la mano hasta la empresa. Laura trata de soltar su mano pero él no se lo permite.
Henry: Se me olvidaba decirte que regresaré a Nueva York después de la reunión, así que me despido de una vez como Dios manda.
Él se acerca y la abraza.
Laura: (corresponde su abrazo), No te tardes en volver, y tampoco olvides traer a Paul contigo.
Henry: Veré si es posible porque va a entrar a secundaría y no me gustaría distraerlo de su nueva aventura... Aunque te quiere mucho y seguro insistirá en pegarse como siempre.
Laura: Yo también lo quiero mucho... De no ser por ustedes y por Jennifer, hubiera perdido mis ganas de continuar.
Henry: Paul fue mi consuelo cuando perdí a Samantha... tú ayudaste a mi hermana y cada vez que nos encontrábamos, cuidabas de mi hijo como si fueras su madre, (se separa), por eso te quiero.
Laura: (tensa), Yo... yo quiero a Paul y a ti... a ti te aprecio.
Henry: (se ríe), Siempre me sacas la vuelta, pero soy muy terco y terminaré por convencerte, (besa su mejilla), ¡Hasta luego Laura!
Henry la suelta y sube a su coche. Laura se despide agitando su mano y al mismo tiempo le sonreía. Cuando el coche se pierde de vista, entra al edificio para comenzar con otro día de trabajo, pero toda la mañana se la pasó pensando en lo que Henry le dijera y eso absorbió completamente su atención.
Lagunas de Montebello:
Gracias a los pescados que llevaron Rogelio y Margarito, la familia Montero tuvo un desayuno realmente delicioso. Rogelio le presumió sus artes culinarias a su hijo y en tono de broma decía que su madre jamás le ganaría a cocinar. Paula lo escuchaba sin llevarle la contra porque hace mucho tiempo no había disfrutado de la compañía de su familia y no quería arruinar el momento con peleas innecesarias, (aunque se prometió bajarle los humos a su esposo en otra ocasión). Margarito y Mary les rogaron a sus papás que les permitieran ir a meter los pies en el lago mientras esperaban la hora de su partida a Tuxtla. Paula no estaba convencida de que fueran, pero Rogelio les dio permiso. Margarito cargó a su hermana en hombros y corrió con ella hasta el puente donde ambos se sentaron y se dedicaron a contemplar todo el paisaje. Después caminan hasta una orilla y se quitan los zapatos para meter sus pies y comienzan a chapotear. Paula veía desde lejos a sus dos hijos. Rogelio se acerca con los gemelos en brazos y la nota seria.
R: No debes preocuparte Paula... mi chamaco cuidará bien de Mary.
AP: Lo sé Rogelio, pero yo no estaba pensando en eso.
R: (¿?), ¿No?... ¿entonces en qué pensabas?
AP: Pensaba en que daría todo para que siempre estuviéramos así... (Lo mira), ¡juntos!... en éste hermoso paraíso.
R: ¿Otra vez tienes miedo?... Amor, deja de pensar en cosas que no tienen razón de ser.
Paula gira para cargar a su pequeño Rogelio y sin apartar la vista de su hijo, lo mece con cuidado.
AP: Prométeme que aunque te aleje de mi lado, tú no te irás nunca.
R: (¿?), ¿A quién le hablas Paula?
AP: A ti.
R: (¿?), ¿Y por qué no me ves a los ojos?... hasta pensé que se lo estabas pidiendo a mi chamaco.
AP: Sólo necesito escucharlo de tu boca... algo me dice que no debo confiar en lo que veo, sino en lo que siento.
R: (se ríe), ¡Paula por Dios!, ¿no estarás embarazada de nuevo y las hormonas te están descontrolando?
AP: No estoy embarazada... ¡Rogelio sólo prométeme lo que te pido!
Paula cierra sus ojos a la espera de lo que pidió. Rogelio la veía con una enorme angustia y no podía entender en qué momento su esposa había tenido ese cambio tan drástico de ánimo.
R: Si es tan importante que te lo prometa, entonces... Te prometo Paula, que aunque me alejes de tu lado yo nunca me iré... al contrario, lucharé por estar siempre junto a ti, porque te amo más que a mi propia vida.
Paula abre los ojos y se acerca a Rogelio para abrazarlo.
AP: (sonríe), ¡Gracias Rogelio!... aunque no lo creas, esto es lo único que necesitaba para tranquilizar a mi corazón.
R: (¿?), ¡Caramba!... en serio Paula, a veces me desconciertas demasiado... pero igual te amo.
Ella le sonríe más y lo toma de su barbilla para besarlo, pero el ruido del motor les arruina los planes.
Benjamín: (baja de la camioneta), ¡Buenos días patrones!, ya vine a recoger el remolque.
AP: (saca unas llaves y se las da), Ten Benjamín y ya puedes llevártelo. Nosotros nos vamos en media hora y no es necesario que nos esperes.
Benjamín: Como diga patrona, (ve a Rogelio), con permiso patrón.
R: ¡Pásale!
Benjamín sube al remolque y se aleja del lugar.
R: (bufa), ¡Me lleva!, ¿por qué siempre nos pasa lo mismo?
AP: Yo creo que es porque siempre nos estamos besando... Amor, ¿no sientes como si nosotros fuéramos los del problema?
R: ¿Y por qué nosotros?
AP: Porque deberíamos esperar a estar completamente solos para demostrarnos nuestro amor.
R: No lo puedo evitar Paula... eres muy tentadora.
AP: Tú también, pero mejor nos controlamos ¿sí?
R: ¡Ta bueno!, (hace puchero), ¿pero podemos comenzar cuando regresemos a la hacienda?
AP: ¡mmm!, ¡Bueno!... pero que conste que es porque tú lo quieres... yo únicamente te hago caso.
Los dos se ríen antes de caer en la tentación de los besos, pero Paula es la primera en terminarlo. Se retira lentamente y entra a la cabaña. Después de un momento de confusión, Rogelio entra también y la ve ordenando la ropa en la maleta. Con cuidado recuesta a su hijo en la cuna para así poder ayudar a su mujer con lo demás... Mientras acomodaban, de vez en cuando se lanzaban alguna prenda u objeto en un intento de juego infantil que terminó por convertirse en el pretexto perfecto para volver a besarse. Para cuando terminan su travesura, salen con las maletas; llaman a sus hijos mayores y se van rumbo a Tuxtla.
Reclusorio Femenil de Tuxtla – Celda.
Rosaura acomodaba en una bolsa de plástico sus artículos personales. Faltaban muy pocas horas para su liberación, pero en su rostro no se reflejaba ni un ápice de felicidad. Una de las guardias golpea la reja con un bastón y le avisa que el doctor Mendoza quería verla.
En un cuarto casi oscuro se encontraban Cynthia y su psiquiatra. Ambos estaban sentados frente a una pequeña mesa de metal, (ella mantenía la mirada fija en la nada). Rosaura toca y él le da el paso, enseguida entra y camina hasta sentarse a un lado de Cynthia.
Psiquiatra: ¡Hola Rosaura!... ¡Así que ya es el gran día!... Me imagino lo contenta que se encuentra ¿verdad?
Rosaura: No doctor, tengo mucho miedo... No creo ser capaz de vivir con tantos recuerdos... Allá afuera no podré evitar pensar en mi sobrino y el dolor que le provoqué a Ana Paula.
Al escuchar el nombre de Paula, Cynthia vuelve a la realidad y voltea a ver a Rosaura.
Cynthia: ¿Vienen Paula y mi hermano?
Rosaura: Conociendo a mi sobrina estoy segura que vendrá, y por lógica traerá a Rogelio... (¿?), ¿Por qué la pregunta Cynthia?
Cynthia: Quiero verla.
Rosaura: (¿?), ¿Para qué?
Cynthia: Para pedirle perdón y... para despedirme.
Rosaura: ¿Despedirte?... ¿Por qué te quieres despedir?
Cynthia regresa a su mundo y aparta la mirada de sus interlocutores.
Rosaura: ¡Respóndeme Cynthia!
Psiquiatra: Estos lapsos de ida y vuelta hacia un mundo y otro se están haciendo más seguidos, así que de nada sirve que insista en que le responda.
Rosaura: Pensé que poco a poco recuperaría la razón, pero cada día está peor.
Psiquiatra: Ella quiso terminar con cualquier contacto del exterior. De esa forma es imposible ayudarla porque la soledad le es insoportable y prefiere escapar de la realidad.
Rosaura: ¡Por eso no quería irme!... Siempre la odie porque significaba un obstáculo en mi obsesión por el dinero de su familia... pero ahora...
Psiquiatra: Ahora no puede evitar sentir pena por ella ¿no es cierto?... Rosaura, usted acaba de dar la respuesta a su pregunta.
Rosaura: (¿?), ¿Cuál pregunta?... yo no le pregunté nada.
Psiquiatra: Su pregunta es... ¿Por qué ya no la odia?... Pues déjeme decirle que cuando su obsesión terminó, también se acabó el odio. Es por eso que ya no la ve como un rival a vencer, sino como un ser humano que necesita ayuda.
Rosaura: Pero mañana se quedará sin esa ayuda y estará más sola que nunca.
Psiquiatra: No se preocupe... Yo me quedaré con ella hasta el último día de mi vida.
Rosaura: Doctor, ¿usted está...
Psiquiatra: Sí Rosaura, (mira a Cynthia), ese es el motivo que por el que sigo aquí, cuando debí irme desde hace años.
Rosaura: Doctor, la vida de Cynthia puede ser larga y usted sabe que jamás saldrá de éste lugar... ¿No debería pensar en continuar con su propia vida?
Psiquiatra: Ambos seremos liberados más pronto de lo que se imagina.
Rosaura: (¿?), No entiendo doctor... ¿por qué siempre habla de manera misteriosa?
Psiquiatra: Supongo que yo también tengo algo de la locura... (Sonríe), pero no se preocupe más por nosotros y viva su vida sin detenerse a mirar el pasado.
Rosaura: No será fácil vivir con éste remordimiento, (se levanta), pero ya no hay nada que hacer.
Rosaura camina hacia la puerta, pero en lugar de abrirla, se queda de pie mirando la manija.
Rosaura: Doctor, ¿tendría algo de malo si nos vemos antes de que me liberen?
Psiquiatra: No Rosaura, yo la busco para acompañarla en el comienzo de su segunda oportunidad.
Rosaura: ¡Muchas gracias!, (abre la puerta).
Cynthia: ¡Rosaura!
Rosaura: (voltea), Dime Cynthia.
Cynthia: Quisiera hablar un momento con Paula.
Rosaura: No creo que sea buena idea, (mira al psiquiatra), ¿o sí?
Psiquiatra: Pregúntele a su sobrina... Ella es la única que puede decir, si quiere verla o no.
Rosaura: ¡Está bien!... Cynthia ¿Sólo quieres hablar con ella o también con tu hermano?
Cynthia: Él será la última persona a la que voy a ver... pero no será hoy.
Rosaura se desconcierta por la manera en la que hablaba, aunque trató de convencerse de que era una nueva etapa en su locura y se retira. Después de unos minutos el psiquiatra se levanta para irse, pero al pasar junto a Cynthia, ella lo detiene de su muñeca... Él esperó pacientemente a que hablara, sin embargo al darse cuenta de que no diría nada, con cuidado retira su mano y se va. Cynthia lleva a su pecho la mano con la que lo sujetara y voltea hacia la puerta.
Cynthia: (susurra), Yo también estaré contigo hasta el último día de mi vida... ¡te lo juro!
Londres – Hotel:
Jennifer despierta después del medio día. Al abrir los ojos, se encuentra con que está sola. Rápidamente se levanta dejando caer el saco que la cubría, y busca con desesperación a Edward, sin embargo él ya se había ido. Del piso recoge el saco y lo abraza con cariño. Con todo y la decepción de no ver a quién ama, sentía una gran felicidad... Luego de un momento, se apresura a arreglarse lo mejor posible, y sale del cuarto.
Área al aire libre del restaurante:
Edward y Ricardo almorzaban. Ricardo ya había desayunado, pero como Edward recién se levantó, decidió acompañarlo, (pidiendo un platillo más lleno que el de su amigo). Ambos hablaban de lo acontecido la noche anterior y en el momento en que Edward llega a la parte de la pelea, su amigo deja caer el tenedor en el plato en clara muestra de disgusto.
Edward: (¿?), ¿Qué te pasa?
Ricardo: (serio), ¿Por qué no me avisaste que ibas a seguirla?... de haberme dicho, yo me encargaba de ese tipo.
Edward: ¡No soy un inútil Ricardo!... aún con mi problema, puedo defender a la mujer que amo.
Ricardo: ¡Ya sé que puedes!... pero no deberías porque eso adelanta el momento en que pierdas por completo la vista.
Edward: ¡No exageres!... no voy a perder la vista por pelearme con un idiota.
Ricardo: ¿Y qué tal está tu presión ocular en éste momento?, (señala una mesa), ¿me podrías decir lo que ves de aquí hasta esa mesa de enfrente?
Edward dirige su vista hacia la mesa que le señala Ricardo, pero a pesar de no estar muy lejos, el ojo le dolía y no podía enfocar muy bien, así que se quita los lentes en un intento de ver mejor. Ricardo le arrebata los lentes y vuelve a colocárselos.
Ricardo: Las indicaciones fueron que no permitas que la luz se refleje directamente en el ojo, y que la presión ocular se mantenga en niveles normales... Cosa que no sucede cuando te alteras o haces demasiados esfuerzos físicos, (sarcástico), similares a los de pelearse con idiotas.
Edward: (¿?), ¿Cómo sabes todo eso?
Ricardo: Recuerda que yo te lleve al hospital, y aunque no me permitiste verte, el médico me informó tu situación... También me dijo que con una operación se podía corregir tu problema, pero el coraje te hizo irte sin pensar en las consecuencias de no atenderte a su debido tiempo.
Edward: Es cierto... de haberme atendido en ese entonces, las cosas serían diferentes.
Hugo: (llegando), ¡Buenas tardes Ricardo y señor Sanders!, (muestra un celular), Ricardo, me están hablando en inglés y como sabes no entiendo nada de lo que dicen, pero parece que es de la aduana.
Ricardo toma el teléfono y se levanta para dirigirse a otro sitio.
Hugo: (se sienta), Perdón señor Sanders... supongo que interrumpí algo importante porque Ricardo tenía una cara muy seria, y él no es así.
Edward: Llámame Edward, y no te preocupes... ese tema que tanto le molesta, es algo que ya no tiene remedio.
Después de buscarlo por todos lados, Jennifer por fin llegó hasta donde se encontraba Edward. Desde una distancia mínima, lo observa y de repente sus piernas comienzan a temblar. La noche anterior había tenido más desenvolvimiento debido a que él pensaba que bebió y eso le daba el valor de hablarle, pero ahora todo ese supuesto valor, desapareció con tan sólo verlo. Aún con su nerviosismo, se acerca hasta ellos.
Jennifer: ¡Hello!
Hugo: ¡Buenas tardes!
Edward: (se pone de pie y hace una reverencia), ¡Buenas tardes Licenciada Smith!
Esas palabras no le agradaron a Jennifer, y en un impulso va con Hugo para darle un beso en la mejilla.
Jennifer: ¡Qué guapo amaneciste hoy Hugo!... ¿ya estás listo para ir a recoger el ganado de Rogelio?
Hugo: Me parece que Ricardo está verificando eso.
Jennifer: Ok, (toma asiento), espero que no se tarde porque tengo planeado llevarte a recorrer todo Londres.
Edward: ¿Usted conoce Londres?
Jennifer: No pero "preguntando se llega a Roma".
Edward: Excelente respuesta Licenciada Smith, (molesto), y como no me gusta ser mal tercio, los dejo para que platiquen de su paseo... Con su permiso.
Edward da la vuelta pero para su mala suerte el dolor en su ojo no le permitía ubicar bien las cosas y al colocar su mano en una silla, erra la posición y ésta cae al piso. Por la vergüenza de verse en esa situación, trata de tantear lo más rápido que puede el lugar donde calló la silla y la recoge bruscamente para luego irse sin mirar hacia atrás.
Jennifer se había quedado paralizada al ver lo que sucedió. Aunque sabía que Edward tenía un ojo de vidrio, pensaba que veía bien con el otro. Una vez repuesta de la impresión, se levanta para ir tras de él, pero Ricardo la detiene y la conduce de nuevo a la mesa.
Jennifer: ¿Qué te pasa?
Ricardo: ¿Qué pensabas hacer?
Jennifer: ¡Y preguntas!... ¡escucha Ricardo!, estoy enterada del ojo de vidrio, así que no necesito decirte lo que iba a hacer.
Ricardo: Lo que ibas a hacer es humillarlo y que tu siguiente reacción le hiciera pensar que sólo por lástima obtendría una muestra de cariño.
Jennifer: ¡Yo lo amo!... ¡y él ya lo sabe!
Ricardo: Pero le dijiste que nunca lo perdonarías por lo que hizo... Si vas y le dices que todo está olvidado, pensará que es por su problema.
Jennifer reconsidera y se sienta en la silla. Ricardo hace lo mismo y coloca una mano en su hombro.
Jennifer: ¿Qué le pasó?
Ricardo: ¿De verdad quieres que sea yo el que te lo diga?
Jennifer: Preferiría que fuera Edward, pero siento que va a omitir muchas cosas y ya estoy cansada de verdades a medias, (posa su mano en la de él), tú siempre fuiste como mi hermano y confió en que me dirás absolutamente todo.
Hugo se levanta y le dice a Ricardo que iba Edward para preparar los camiones que transportarían el ganado. Ricardo agradece el gesto de comprensión y vuelve su vista a la que consideraba su hermana.
Ricardo: Lo que voy a decirte tal vez te haga odiarme, pero es mejor a que sigas pensando que Edward quiso abandonarte, cuando la realidad siempre fue otra.
Después de un minuto de silencio, Ricardo empieza a contarle todas las cosas que sucedieron antes y después de su accidente; el acuerdo al que llegó con James para convencer a Edward del matrimonio, y finalmente sobre el día en que su amigo perdió el ojo, y él perdiera a su padre... Entre más escuchaba, un inmenso dolor y coraje comenzaba a aparecer en Jennifer... pero su coraje estaba dirigido al que fuera su esposo, ya que al convivir con él, sabía lo mentiroso, convenenciero y peligroso que era. Al término del relato, ella se levanta y sin decir nada, se va del lugar. Ricardo prefirió dejarla sola y mejor fue junto con Edward y Hugo, a encargarse del traslado del ganado de Rogelio.
Reclusorio Varonil de Tuxtla:
Carlos y David tenían rato conversando sobre los encargos que éste último le hiciera.
Carlos: (extiende un papel), Éste número pertenece a los tipos que te conseguí... Sólo recuerda que serán leales y comprometidos, siempre y cuando les pagues lo que prometiste.
David: (lo toma), No tengo problema para pagarles... Llevo años haciéndome de fortunas y mi capital es suficiente.
Carlos: Dijiste que no tenías dinero para sacarme de aquí, y ahora resulta que eres rico.
David: Me sirves más aquí dentro. Una vez que consiga el dinero de los Montero y me desquite de un idiota al que llevo años odiando, te prometo que te saco.
Carlos: ¿Qué te interesa más?... ¿Hacerte del dinero de Rogelio, o vengarte del tipo que mencionas?
David: ¡Vengarme del maldito que me arruinó muchos planes!, entre ellos, deshacerme del sujeto que me quitó lo único que en verdad deseaba en la vida... Y hablando de eso, Bruno Rey debe conocer a todos los integrantes de la familia Montero ¿no?
Carlos: Según él fue amigo de Rogelio durante mucho tiempo y conoce incluso sus gustos.
David: Esos gustos pueden ser útiles, dile que te informe de ellos. También quiero saber todo sobre la hermana de Ana Paula Montero.
Carlos: ¿Y por qué de ella?
David: No preguntes... sólo obedece, (se levanta). Me voy... tengo una cita en el reclusorio femenil.
David se va y Carlos se queda pensando en una extraña sensación que tenía, cada que veía los ojos de su ahora proveedor económico, y presentía que era peor que el mismo Bruno. Aunque en su manera de hablar aparentaba una tranquilidad que distaba mucho de su mirada. Sin embargo ya no podía negarse a ayudarlo, pues si lo hacía, estaba seguro que lo pagaría caro.
Hotel de Tuxtla:
En cuanto llegaron a Tuxtla, la familia Montero se instaló en el hotel y rentó dos habitaciones, (una para Margarito y la otra era para Mary, los gemelos y ellos). Ambos padres hablaron con su hijo mayor, debido a que el lugar al que irían, no era el indicado para sus hermanos y hermana. El jovencito les dijo que no se preocuparan ya que él los cuidaría bien. Paula y Rogelio se fueron más tranquilos por la convicción que percibieran de su hijo.
Al llegar al reclusorio se les hizo extraño no ver a Alejandro por ninguna parte. Rogelio se había pasado todo el camino llamándolo pero nunca le respondió. Después de una hora de espera, vuelve a intentar localizarlo y finalmente Alejandro contesta.
R: ¡Sigues en Estados Unidos!... si no fuera porque se me ocurrió marcarte con la clave de allá, jamás me hubiera enterado que no viniste.
Alejandro: ¡Discúlpame Rogelio!, pero en éste momento no tengo cabeza para nada, (desesperado), llevo toda la mañana buscando a Dany... incluso fui a levantar el acta de su desaparición porque en el hotel me dicen que no la han visto regresar.
R: ¿Qué demonios le hiciste para que se fuera?, (furioso), ¡más te vale que la encuentres!, porque si no lo haces... ¡te voy a hacer pagar tus estupideces!
AP: (¿?), ¿Qué pasa Rogelio?
Alejandro: ¡Voy a encontrarla Rogelio!... Pero no será por miedo a tus amenazas, sino porque si algo le sucede, nunca podría perdonármelo y la muerte sería poco castigo para mi... Ahora te dejo, no quiero seguir perdiendo tiempo valioso... y no te preocupes, voy a pedirle a uno de los socios del bufete que te asesore con lo de Rosaura... Su oficina se encuentra en Tuxtla y no tardará en llegar con ustedes, (cuelga).
R: ¡No te atrevas a colgarme!, (grita), ¡Alejandro!
AP: (pone sus manos en sus hombros), ¿Qué pasó Rogelio?
R: Daniela desapareció.
AP: (angustiada), ¿Pero por qué?
R: No lo sé Paula, pero Alejandro ya está buscándola y prometió encontrarla.
AP: ¿Y tú le creíste?... ¿hasta cuándo va a dejar de lastimar a mi amiga?, (comienza a llorar), ¡Ella no se lo merece Rogelio!
R: (la abraza), ¡Cálmate Paula!, en éste momento no importa la razón de su huída, sino el que Alejandro la encuentre... A pesar de lo que piensas, él la ama y sin ella se muere.
AP: ¡Dios quiera que Dany aparezca!, porque si le sucede algo, yo misma me encargo de hacer pagar a Alejandro por sus tonterías.
Rogelio se dedica a confortar a Paula, y cuando está más tranquila, la lleva a tomar un té mientras esperaban la llegada del abogado que Alejandro prometió enviarles.
Estados Unidos – Hotel:
Fabiola estaba por salir cuando Dany le pide hablar.
Fabiola: ¿Qué quieres pueblerina?, (la mira de arriba abajo en forma despectiva), si piensas que vistiéndote de esa forma, conseguirás que Alejandro te quiera, ¡estás muy equivocada!
Dany: ¿Y a ti sí te quiere?... porque a mí no me lo pareció, ayer que lo besaste.
Fabiola: ¡Con que nos estabas espiando!, bueno, no importa. Alejandro está muy decepcionado de ti, y eso al final terminará por acercarlo a mí.
Alejandro llega al hotel con los ánimos por los suelos. La policía de Estados Unidos, no era tan diferente que la del D. F., y por más que suplicó que encontraran a su esposa, éstos le pidieron paciencia y que se fuera a descansar. Cuando entra, escucha la voz de Fabiola que parecía discutir con alguien, y al ver con quién lo hacía, sintió que el alma le regresaba al cuerpo. Camino aprisa hacia ellas, aunque cambió de opinión y disminuyó la velocidad para escuchar lo que hablaban. Gracias a que Fabiola le daba la espalda y al mismo tiempo cubría a Dany, ninguna de las dos noto su presencia.
Dany: Yo seguiré intentando que me perdone, y estoy segura que lo hará porque siente lo mismo por mí.
Fabiola: ¡Tal vez sí te quiera!, pero tú a él no. ¿O acaso vas a negarme, que ayer hablabas del inmenso amor que le tienes a tu esposo?
Dany: ¡No te lo niego porque es cierto!... amo tanto a mi esposo, que si no me perdonara todas mis estupideces, preferiría morirme porque sin él, mi vida ya no tendría sentido.
Fabiola: ¡Y lo dices con ese descaro!
Fabiola se acerca y jala el brazo de Dany, pero ella alcanza a zafarse.
Fabiola: ¡Quiero que te vayas y dejes a Alejandro en paz!... yo seré la única mujer a la que llevará al altar, ¡porque soy mil veces mejor que tú!
Dany: ¡Pero yo lo amo mucho más que tú y que cualquier otra mujer!
Fabiola: ¡Ya me tienes harta pueblerina!
Fabiola cachetea a Dany, pero al intentar darle otra, Alejandro la jala hacia atrás y sin medir su fuerza la empuja alejándola de su esposa. Fabiola estaba muy desconcertada por la reacción tan brusca que tuvo con ella, y lo peor fue que al dirigir su mirada hacia él, vio cómo Alejandro acariciaba con delicadeza la mejilla de Dany.
Alejandro: ¿Te encuentras bien?
Dany: ¡Ahora puedo decirte que sí!, (lo abraza), ¡lo siento tanto mi vida!... ¡por favor perdóname!
Alejandro: (la abraza más fuerte), ¡Yo no tengo nada que perdonarte!... al contrario, te suplico que tú me perdones por todas las cosas que te he hecho.
Fabiola: ¿Cómo puedes ser tan considerado con ella?... ¡esa tipa es una mujerzuela porque desea andar contigo, pero ama a su esposo!
Alejandro suelta a Dany para tomarla de la mano y juntos caminan hacia Fabiola.
Alejandro: (alza la voz), ¡Te voy a exigir que no vuelvas a expresarte de esa manera de mi esposa!
Fabiola: ¿Dijiste esposa?... ¡eso no es cierto!, tú nunca lo mencionaste antes.
Alejandro: No lo hice porque era un acuerdo que teníamos. Pero ya que lo sabes, quiero que le pidas una disculpa.
Fabiola: ¡Nunca!
Como Fabiola no quería demostrar que le dolió la revelación, da la vuelta para salir del hotel. Dany se encontraba en shock, pues el escucharlo llamarla "esposa", fue la sensación más hermosa que jamás haya tenido. Lentamente hace que Alejandro gire para poder abrazarlo nuevamente.
Dany: ¡Gracias!... tus palabras acaban de devolverme la felicidad que sólo conozco cuando estás conmigo.
Alejandro: Y tú también me la devolviste al decirle a Fabiola lo que sientes por mí.
Alejandro toma el mentón de Dany para sellar con un beso el momento tan bello que estaban viviendo. Ella se deja guiar y cuando sus labios se unen, ambos sienten como crecía en su corazón aquella felicidad de la que hablaban. De pronto el cuerpo de Dany se hace más pesado. Alejandro abre los ojos dándose cuenta que se había desmayado y desesperado comienza a pedir ayuda. La recamarera llama una ambulancia y los encargados del hotel traen alcohol para intentar reanimarla, pero todo su esfuerzo era inútil. Minutos después llega la ambulancia que se lleva consigo a la pareja... Alejandro sostenía su mano y no dejaba de suplicarle que reaccionara... Cuando arriban al hospital y los médicos tratan de ingresarla a urgencias, Alejandro se negaba a soltarla. Por un momento Dany abre sus ojos y lo ve llorando mientras gritaba que salvaran a su esposa. Dos enfermeros tuvieron que sujetarlo permitiendo así, que los médicos se la llevaran, pero antes de que Dany lo perdiera de vista, estira su mano y él hace lo mismo. Al cerrarse la puerta, los enfermeros lo sueltan y al instante Alejandro se deja caer de rodillas en el piso... Se encontraba completamente deshecho pues sabía que el único culpable de lo que le pasaba a Dany, era él, y rogaba con todas sus fuerzas, que Dios le permitiera redimir el dolor que por inseguro le causó al amor de su vida.
Reclusorio Femenil de Tuxtla:
Luego de treinta minutos, Rogelio recibió la llamada de la persona que esperaban. El matrimonio regresa al reclusorio en donde ven a un hombre de más de sesenta años, corpulento y de traje, que se presenta como el abogado de la firma Ramos. Una vez revisados los documentos, los tres ingresan para que Rosaura sea liberada, sin embargo el tiempo pasaba y nada de que saliera. Paula se acerca a un guardia a preguntar el motivo de la tardanza, pero en ese momento, otro llega y le dice que su tía la esperaba en la oficina de su psiquiatra. Ella voltea a mirar a su esposo, quién con un movimiento de cabeza, le indica que vaya. Paula camina detrás del guardia y éste abre una puerta en la que detrás se encuentra su tía y el psiquiatra. Rosaura se levanta para abrazar a su sobrina, y aunque Paula estaba confundida, corresponde efusivamente.
Rosaura: (termina el abrazo), ¡Hija!, ¡Gracias!... sé lo que te debe estar costando el venir por la mujer que te hizo tanto daño, y...
AP: ¡No digas nada más tía!... Hace años te dije que Rogelio y yo te esperaríamos, (llorando), ¡no sabes cuanta felicidad siento porque al fin saldrás de aquí!
Paula vuelve a abrazar a su tía con mayor fuerza. En verdad estaba muy contenta porque en los años de visitarla, se dio cuenta del enorme cambio que tuvo, y aunque se podría considerar que fue para bien, ella sabía que una parte de su tía, murió el día en que la encarcelaron. Por eso su deseo era que la mujer que saliera ese día, dejara atrás toda su tristeza y comenzara a vivir de nuevo, (de preferencia al lado de su familia). Por su parte Rosaura cada vez sentía más culpa y pensaba que no era digna de una sobrina tan buena como Paula. Eso le confirmó que lo mejor era alejarse completamente de ella y con mucho dolor la separa. Paula observa extrañada a su tía, pero de repente se percata de la presencia del psiquiatra. Él se levanta de su silla y se acerca a ellas.
Psiquiatra: ¡Buenas tardes señora Montero!, es un placer el por fin conocerla.
AP: (¿?), ¿Usted es?...
Psiquiatra: Luis Mendoza, psiquiatra contratado por el señor Montero para apoyar a su tía y su cuñada, en su depresión.
AP: ¡Ah sí!... Rogelio me ha hablado de usted, pero hasta hoy tuve el gusto de conocerlo... ¡Muchas gracias por haber ayudado a mi tía!
Psiquiatra: No me lo agradezca, porque desafortunadamente no fui de gran ayuda.
AP: A mí no me parece que no haya sido de ayuda... mi tía solamente esperaba la muerte, pero usted le quitó todas esas ideas, y la convenció de hacer algo útil en el tiempo que permaneció aquí.
Psiquiatra: Es bueno escucharle decir eso... Ahora el agradecido soy yo, (mira a Rosaura), será mejor que le pregunte lo que pidieron. Yo esperaré afuera del cuarto donde está.
El psiquiatra sale sin despedirse y Rosaura se aleja un poco de Paula.
AP: ¿Qué me tienes que preguntar tía?
Rosaura: Antes de decirte, quisiera saber si aún odias a Cynthia.
A Paula le sorprendió la pregunta y al momento no pudo responder debido a que trataba de encontrar en su interior, la respuesta a algo en lo que no se había detenido a pensar en muchos años.
Rosaura: Supongo que eso es un sí, (camina a la puerta), ¡vamos hija!, ya podemos salir de éste infierno.
AP: ¿Por qué me preguntaste sobre Cynthia?
Rosaura: Por nada en especial.
AP: ¡Eso no es cierto tía!... el doctor Mendoza dijo que tenías que preguntarme lo que te pidieron... ¿Qué te pidieron, y quién?
Rosaura: Cynthia quiere verte, pero no sé para qué. Aunque sí puedo asegurarte, que esa mujer tampoco es la misma persona a la que conociste en el pasado, y sí pide verte, es por algo muy importante.
AP: ...
Rosaura: Sé que verla sería muy duro hija... por eso es mejor que nos vayamos.
AP: No tía... tú ve a cambiarte mientras yo veo a Cynthia.
Rosaura: Pero Ana Paula...
AP: Yo también necesito saber lo que siento ahora por ella... Es la hermana de mi esposo y para tener la felicidad completa, debo terminar con todo el rencor.
Rosaura asiente y guía a Paula al lugar donde la esperaba el psiquiatra, (que era el cuarto oscuro al que siempre llevaban a Cynthia).
Psiquiatra: ¡Estaba seguro de que vendría!, (abre la puerta), pase... ella la espera.
Paula entra y lo primero que busca es a su cuñada. Al cerrar la puerta, un enorme miedo se apodera de Paula, pues ve a Cynthia sentada frente una pequeña mesa metálica con la mirada hacia el piso, pero sin observar nada específico. Las ganas de huir de semejante cuadro la hicieron dar unos pasos hacia atrás. Cynthia levanta la cara y finalmente aclara su mirada posándola en ella. En ese momento, Paula creyó estar viendo a la mujer que conociera cuando llegó por primera vez a la hacienda, (aunque con una cicatriz de quemadura en el rostro).
Cynthia: Me alegra que aceptaras verme.
AP: ...
Con su mano, Cynthia le pide que se siente. Paula camina y dudosa hace lo solicitado.
Cynthia: ¿Rogelio vino contigo?
AP: Sí.
Cynthia: ¿Son felices?
AP: (¿?), ¿A qué vienen esas preguntas?
Cynthia: Si eres feliz, entonces significa que has perdonado su error.
AP: A él lo perdoné y soy muy feliz a su lado, pero a ti...
Cynthia: Pedir no es igual a dar... y yo sólo quiero pedirte perdón.
AP: Disculpa mi franqueza, pero no se escuchó muy sincero.
Cynthia: Tal vez porque una parte de mí, no lo siente en verdad.
AP: (irónica), ¡Qué bueno que para decírmelo pediste verme!
Paula se levanta y se maldice por ser tan tonta. Cynthia se apresura a darle alcance antes de que abra la puerta y Paula retrocede alejándose lo más posible de ella.
AP: ¡Debí suponer que no planeabas nada bueno!
Cynthia: Sería hipócrita de mi parte decirte que siento lo que hice porque en aquél momento, sí estaba consciente, (se acerca), de lo único que me arrepiento, es de haber destruido la vida de mi hermano, la de mi madre y la mía.
AP: ¿Y Mary?
Cynthia: Esa niña no puede ser mi hija, (se toca la cabeza), ¡más bien!, nunca debió serlo.
AP: ¡Pero nació de ti!
Cynthia: Ella es tú hija, y después de mi muerte, seguirá siendo así.
AP: (¿?), ¿De qué hablas?
Cynthia: No voy a pedirte que la quieras porque sé que la amas... Yo sólo quise verte para que me digas la mentira más grande de tu vida.
AP: ¡Cynthia por favor!... ¡habla claro!
Cynthia: Aunque no lo sientas... di que me perdonas.
AP: ¿Cómo puedo decir que te perdono si no lo siento en verdad?
Cynthia: ¡Haz el intento!
Por más que trataba de entender la repentina insistencia de Cynthia por su perdón, Paula no encontraba ningún motivo valido para solicitar algo así. Aunque tampoco veía el por qué negárselo, pues al momento de verla, supo que no era odio ni rencor, lo que ahora sentía por ella.
AP: ¡Te perdono todo Cynthia!
Al escuchar esas palabras, Cynthia regresó al estado en el que Paula la encontrara, y como si se tratara de un zombi, camina de regreso a sentarse frente a la mesa. Paula no dejaba de mirarla a la espera de alguna señal que le indicara que la mente de su cuñada aún estaba en ese lugar. La puerta se abre dejando pasar al psiquiatra. Éste toma el brazo de Paula y la conduce a la salida del cuarto.
Cynthia: ¡Paula!, (ella voltea), ¡cuida a tu familia!, ¡y cuídalo a él!
Paula quiso responderle, pero el psiquiatra la sacó rápido.
AP: (desesperada), ¿Qué fue todo eso?... ¡No comprendo lo que sucedió!, pero cuando le dije a Cynthia que la perdonaba, fue como si me liberara de algo muy pesado.
Psiquiatra: ¡Eso fue lo que hizo señora Montero!... Cynthia y usted finalmente estarán en paz.
AP: ¿Pero por qué me dijo todas esas cosas?... ¡por favor!, déjeme hablar nuevamente con ella.
Psiquiatra: Ya no se preocupe señora Montero. Cynthia acaba de abrir la última puerta para que usted consiga la felicidad completa... Ahora sólo preocúpese de no errar el camino.
El psiquiatra ya no permite que Paula diga otra cosa, y la conduce afuera de las celdas, en donde Rogelio, Rosaura y el abogado, la esperaban.
Afuera del reclusorio había una camioneta negra con tres ocupantes. Un cuarto aparece y se sube en ella.
David: ¿Conseguiste la información?
Hombre 4: ¡Sí!... vinieron los señores Montero...
David: (molesto), ¡Eso ya lo sé idiota!... lo que quiero que me digas es quienes vienen con ellos.
Hombre 4: Pues... no vino el abogado que llevo el caso de la tía de la señora Montero, (hace memoria), me parece que es del bufete jurídico Ramos, pero en su lugar dejó a un señor ya grande que también pertenece a esa oficina... También está el psiquiatra que trato a la cuñada y a la tía... y nada más.
Hombre 1: Yo creo que sólo perdió el tiempo... Ninguna de esas personas es de cuidado.
Hombre 2: ¡Mejor nos vamos ¿no señor?!
David: ¡Aún no!... quiero cerciorarme que lo dicen es cierto.
Del reclusorio salen los cinco y Rosaura le pide a su sobrina un momento para despedirse del psiquiatra. Paula acepta y junto con Rogelio y el abogado, se retiran hacia la camioneta que rentara el matrimonio. David los observa detenidamente y piensa que era verdad que ninguno parecía peligroso, aunque al fijar mejor la vista en el psiquiatra, se dice que no es tan grande de edad y además se ve refinado.
David: (señala al psiquiatra), ¿Quién es ese hombre?
Hombre 4: El psiquiatra.
David: ¿Y qué saben de él?
Hombre 2: (sorprendido), ¡Creo que ya encontró a quién buscaba!
David: ¿Qué quieres decir?
Hombre 2: Ese tipo es pariente de un político muy importante... Tengo entendido que su familia tiene o tenía dinero y financió su campaña.
David: Y se podría decir que cuenta con el respaldo de ese político ¿verdad?
Hombre2: ¡Así es!... aunque estoy seguro que hay otra cosa que esconde y por eso terminó enclaustrándose aquí... ¡nada más que no recuerdo qué!
David: ¿Y puedes averiguarlo?
Hombre 2: ¡Por supuesto!... ¡claro!, con el debido adelanto.
David: ¡Cuenta con él!... y ya que tenemos ubicado a nuestro blanco, es hora de irnos.
La camioneta se retira del lugar y una vez que Rosaura termina de pedirle al psiquiatra que cuide bien de Cynthia, sube al coche y junto con sus sobrinos se va rumbo al hotel, prometiéndose durante el camino, que sería el único momento que viviría con su familia.
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