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CAPÍTULO 40

Casi una semana había pasado desde que Ricardo y Hugo salieran rumbo a Europa. Durante ese tiempo, Rogelio fue recuperando la fuerza en sus músculos, (aunque Ernesto no quiso darlo de alta ya que necesitaba asegurarse de que estuviera en óptimas condiciones). Paula, María, Mary y Margarito lo visitaron durante toda su estadía en la clínica. Finalmente un día, Ernesto llamó a Paula para informarle que su esposo sería dado de alta. Ella le pidió que no le dijera a Rogelio, pues quería ser quién le diera la noticia.

Hacienda del Fuerte:

Paula subía y bajaba las escaleras llevando distintas cosas a su recámara. Margarito y Mary estaban en la sala junto con los gemelos, viendo a su mamá corriendo de un lado a otro. María se la encuentra en el pasillo con un ramo de flores.

María: ¿Desde cuándo la mujer le regala flores al hombre?

AP: (sonríe), Es que Rogelio siempre me las regala, y yo también quiero tener estos detalles con mi esposo. Además, no hay una regla que diga que sólo los hombres pueden regalar flores.

María: Tienes razón hija y qué bueno que consientas a Rogelio.

AP: ¡Gracias María!... Por cierto, ¿sabe en dónde está Vanesa?... no la he visto desde la mañana.

María: (suspira), ¡Hay Paula!, la pobre está donde siempre... en la terraza. Desde que se fue su marido, ni un día deja de estar triste.

AP: Voy con ella.

Paula deja el ramo en la recámara y se va a la terraza donde ve a Vanesa sentada en el sillón mirando a Valeria jugar con su muñeca.

AP: (se sienta a su lado), ¿Otra vez aquí Vanesa?... si continúas deprimida, tendré que llevarte con Ernesto.

Vanesa: No estoy deprimida... sólo pensaba en que la vida es extraña ¿no te parece?

AP: (¿?), ¿Extraña?

Vanesa: ¡Jamás me hubiera imaginado que me enamoraría de un hombre como Ricardo!... no tiene mucho dinero, se la vive sonriéndole a todo el mundo, hace bromas tontas, y si lo ofenden no es bueno para responderles, mucho menos para pelearse, (solloza), ¡nunca debí poner mis ojos en alguien así!

AP: Vanesa, Ricardo es un buen hombre y merece que lo amen como tú lo amas, (la abraza), anímate ¿sí?... ¿no me digas que a él le gusta verte deprimida?

Vanesa: No... si me viera así, ya estaría haciendo mil cosas para sacarme una sonrisa.

AP: (pensativa), ¿Sabes que vamos a hacer?

Vanesa: (¿?), ¿Qué?

AP: (se levanta), espérame aquí.

Paula entra a la casa y minutos después regresa con una caja de madera. Al abrirla saca unas agujas para tejer y un estambre.

AP: ¿Alguna vez has hecho esto?

Vanesa: Lo intenté cuando esperaba a Valeria, pero quedó muy mal porque no tenía quién me enseñara.

AP: ¡Pues ahora tienes a tu hermana que te va a enseñar!

Paula le pide que extienda sus manos y poco a poco le enreda el estambre. Enseguida toma las agujas y con un par de vueltas, le enseña una puntada sencilla. Luego se las entrega a Vanesa para que continúe con lo demás. Mientras tejía, ambas platicaban y fueron tantas cosas de las que hablaron, que Paula creyó sentir que el abismo que las separaba, lentamente comenzaba a cerrarse.

Estados Unidos – Empresa agropecuaria Sanders.

Como todos los días, Alejandro fue a ver a Edward para informarle sobre el caso de James, (Fabiola se quedó en el hotel).

Edward iba llegando y lo ve sentado mirando hacia la nada.

Edward: ¡Puntual como siempre Licenciado!

Alejandro: (¿?), Lo siento señor Sanders... no escuché cuando llego.

Edward: Eso siempre me pasa, (abre la puerta), por favor Licenciado.

Alejandro entra a la oficina y toma asiento frente a Edward.

Edward: Me imagino que aún no saben nada de ese tipo.

Alejandro: No... la policía piensa que tal vez ya no esté en Estados Unidos y si así fuera, localizarlo es más difícil.

Edward: Entonces Licenciado, no quisiera retenerlo más tiempo aquí... supongo que ya está ansioso por regresar al lado de su novia.

Alejandro: (sarcástico), Mi novia... Daniela ya no es mi novia.

Edward: ¿Ya no?... es una lástima, la señorita Gutiérrez se veía muy enamorada de usted.

Alejandro: Espero no ofenderlo, pero si no ve bien, ¿entonces cómo pudo darse cuenta de eso?

Edward: Si me quitara los lentes vería un poco mejor. Sin embargo no se trata de lo que se ve a simple vista, sino de lo que se trasmite, (sonríe), aunque no me haga caso... no fui capaz de ver mis propios errores y eso me convierte en la persona menos indicada para decirle semejantes tonterías.

Alejandro: No tiene nada de malo, pero ¿por qué dijo que era una lástima señor Sanders?

Edward: Porque ella se veía mucho más enamorada, así que me imagino que el que terminó la relación, fue usted.

Alejandro: (¿?), ¿Qué ella se veía más enamorada?... ¿no se habrá confundido?... el que más deseaba que la relación funcionara era yo.

Edward: Usted sabe que tengo vista limitada, sin embargo, las pocas veces que llegué a verlos juntos, ella lo miraba de una forma más... "pura"... por así decirlo y eso significa que es sincera cuando expresa sus sentimientos. A usted lo notaba un poco más lejano, pero le repito que no me haga caso... supongo que ya estoy a un paso de la ceguera y veo cosas que no existen.

Alejandro: ...

Edward: Ya que no hay ningún avance con el caso de James, le comunico que voy a salir de Estados Unidos por lo menos dos semanas... ¿Usted permanecerá aquí o regresará a México?

Alejandro: (¿?), Disculpe, ¿qué decía?

Edward: Que saldré de Estados Unidos, y le pregunté si usted se quedará aquí o volverá a Tuxtla.

Alejandro: Me voy a Tuxtla dentro de tres días... tengo un pendiente que atender. Fabiola se quedará en Estados Unidos para mantenernos informados sobre algún avance en las investigaciones.

Edward: Entonces a ella también le dejo mi número de celular para cualquier cosa.

Alejandro: (se pone de pie), Muy bien, y si ya no hay otro asunto que atender, me retiro.

Edward: Sólo una cosa más.

Alejandro: ¿Cuál?

Edward: Como somos padrinos de los hijos de Rogelio, yo creo que lo mejor es dejar de hablarnos de usted, ¿no te parece?

Alejandro: Tienes razón.

Edward: Ahora sí, que tengas buen viaje Alejandro.

Alejandro: Hasta otro momento Edward.

Ambos hacen una reverencia a manera de despedida. Alejandro sale de la empresa pensando en las cosas que Edward le dijera, y como aún no quería ver a Dany, decide dar una vuelta para hacer tiempo.

Reclusorio Varonil de Tuxtla:

David tenía varios días de haber llegado a Tuxtla, pero la persona que iba a ver estaba tardando mucho en conseguirle la información que necesitaba, aunque le aseguro que ese día le tendría una respuesta.

Un guardia abre la puerta de la que sale Carlos Castillo, (con un collarín en el cuello) y va a sentarse con él.

David: ¿Peleándote de nuevo?

Carlos: Aquí te defiendes o te matan.

David: ¡Eso te pasa por ser tan imbécil!... si no te hubieras obsesionado con la esposa de Montero, ahora tú serías el socio de Edward, (azota la mesa), y con lo mucho que me costó que tu amiguita se convirtiera en su prometida.

Carlos: ¿Vas a seguir echándome en cara lo que pasó?

David: Lo hago porque desde que Edward se convirtió en el socio de Rogelio Montero, todos los planes que tenía se vinieron abajo.

Carlos: ¡Bueno ya!... no todo está perdido. Hace poco conseguí que Bruno Rey hablara, (se ríe), el pobre tipo casi no puede ni abrir la boca.

David: ¿Bruno Rey?... bueno no importa quién es, sino lo que te dijo.

Carlos: No hablo mucho... a decir verdad, es lo mismo que yo te dije. La única debilidad de Rogelio Montero es su mujer... si quieres agarrarlo desprevenido tienes que distraer su atención, usando a su esposa.

David: (furioso), ¿Y para decirme eso me hiciste esperar una semana?

Carlos: No... te hice esperar para confirmarte que manipular a Rogelio no es nada fácil. De acuerdo a Bruno, ellos tuvieron muchos problemas desde que se casaron. Según le entendí, hasta se pusieron el cuerno y aún así están juntos. Él le perdona todo, aunque ella es más impulsiva y casi nunca deja que le expliquen las cosas.

David: (sonríe), ¡Eso sí me sirve!

David se levanta y camina rumbo a la salida.

Carlos: ¡Espera!

David: ¿Qué quieres?

Carlos: Necesito que me ayudes... ya no quiero estar en este infierno.

David: No tengo demasiado dinero como para sacarte, aunque...

Saca de su camisa unos dólares y regresa para ponerlos en la mesa.

David: Me imagino que esto te ayudará por unos meses.

Carlos: Si me consiguieras otro fajo igual, podría desquitarme de la mujer que me puso aquí.

David: (¿?), ¿Qué no estás aquí por culpa de Rogelio Montero?

Carlos: Cynthia Montero también está en la cárcel... la maldita está loca, pero lo peor es que tiene un contacto que consiguió información de mis malos manejos. Eso fue lo que le permitió al abogado de Rogelio mantenerme en la cárcel sin derecho a fianza... por cierto, te recomiendo que te cuides de ella, si se entera que alguien trata de lastimar a su hermano, le hará lo mismo.

David: Dijiste que sí te consigo otro fajo igual, podrías desquitarte. Entonces supongo que ya has intentado hacer un trato ¿verdad?

Carlos: Sí... pero para que no se rajen en el último momento, debo ofrecerles una cantidad bastante grande.

David: (enojado), ¿Por qué estoy rodeado de estúpidos?

Carlos: (¿?), ¿Qué?

David: Vas a dejar el asunto de la hermana por la paz.

Carlos: ¡Ni loco!... por culpa de ella, me ha ido muy mal aquí dentro.

David: ¡No seas idiota!... primero acaba con el contacto para que ella quede desprotegida. Mientras el otro siga cerca, te van a voltear tus planes.

Carlos: (sarcástico), ¿Y cómo voy a saber quién es su contacto, si estoy aquí encerrado?

David: Yo lo averiguo... además, si un plan falla, se me acaba de ocurrir otro que distraerá a Montero.

Carlos: (¿?), ¿Qué otro plan?

David: Por el bien de la hermana, será mejor que el primero funcione, si no, de todas maneras obtienes tu venganza... ¡ves!, con cualquiera de los dos sales ganando, pero para estar seguros, usa bien ese dinero y trata de conseguir gente de afuera.

Carlos: Veré si se puede... (¿?), ¿Pero para qué necesitas gente de afuera, si la hermana está en la cárcel?

David: Es para otro estorbo que ya me colmó la paciencia... Por el momento no voy a requerirlos, aunque es mejor tenerlos a la mano... ahora te dejo porque hay otros asuntos que atender.

David hace una seña para que le abran la puerta y de inmediato el guardia entra para llevar a Carlos de regreso a su celda.

Hacienda del Fuerte:

La plática con Vanesa duró un largo rato, pero extrañamente Paula no resintió el tiempo. Después de que su hermana terminara de tejer una pieza pequeña, ambas se prometieron que otro día continuarían con las lecciones y cada una se retiró a hacer distintas cosas, (Vanesa y su hija a descansar y Paula salió al patio). María tenía curiosidad de saber de qué tanto hablaron y fue a buscarla para preguntarle, (iba corriendo detrás de ella).

María: ¡Paula!

AP: (se detiene), ¿Pasa algo María?

María: No hija... sólo vine a ver como estabas.

AP: (¿?), Estoy bien, ¿por qué tenía duda?

María: Porque nunca habías durado tanto tiempo hablando con Vanesa.

AP: ¡Ah!... bueno María, no sabría explicarlo, pero es la primera vez que hablamos sin que sienta esa desconfianza tan grande.

María: Y eso se debe a que Vanesa ya no ve a Rogelio como hombre, sino como su cuñado, ¿no es cierto?

AP: (seria), Cuando se fue hace cuatro años, sentí un poco de lástima porque en ese entonces ella amaba a Rogelio y sé que debió dolerle que yo me casara con él.

María: Pues yo pienso que era más una obsesión que amor. Y la prueba no son las palabras que dice, sino su comportamiento... con ese muchacho se ve feliz.

AP: Es cierto y desde que se fue a Inglaterra no deja de llorar. Eso ya no lo veo normal, ¿y usted?

María: Así son los embarazos... algunos pueden ser de lo más tranquilos y otros como el de ustedes, (voz baja), al menos Vanesa no me saca de canas verdes.

AP: (ofendida), ¿Acaso insinúa que yo sí se las saqué?

María: Tu carácter no era dócil. Cuando Rogelio se iba te ponías de un humor que no había quién te lo aguantara.

Paula se ríe y María le da un abrazo que es interrumpido por el ruido de la puerta de la hacienda. Ambas voltean a ver quién había llegado y de pronto el semblante de Paula cambió por uno de fastidio.

Helena: ¡Buenas tardes señora Montero!

AP: ...

María: (a Paula), Bueno hija, yo voy a ver que anda haciendo Juanita... después nos vemos.

María entra a la casa y Helena se acerca más a Paula.

Helena: Espero no incomodarla con mi repentina aparición, pero vine porque me urge mucho hablar con usted.

AP: Pues para serle sincera, hubiera preferido que llamara antes de venir, pero ya que está aquí, (camina hacia la casa), acompáñeme.

Ambas van al despacho. Paula se sienta y Helena se queda de pie esperando el permiso para sentarse también.

AP: Ya platiqué con mi esposo y me dice que se le va a contratar por un periodo de treinta días, que quizás se extienda a seis semanas por lo de la convención.

Helena: ¿De verdad señora?, ¡muchas gracias!... le aseguro que no se van a arrepentir... soy muy buena en los asuntos que tienen que ver con haciendas y podré hacerme cargo de todo mientras ustedes se encuentran en la convención.

AP: Usted no va quedarse como encargada, sino como ayudante de nuestra administradora, la señora Consuelo Herrera de Dueñas.

Helena: Pero...

AP: ¿No le parece el puesto señorita Santana?

Helena: No es eso señora... ¡claro que me parece bien!

AP: Bien... pues si no tiene dudas, sólo me restaría decirle que venga mañana muy temprano.

Helena: Como usted diga señora Montero... con su permiso.

Helena sale del despacho conteniendo sus ganas de cerrar la puerta de un golpe y Paula se recarga en el escritorio con sus manos alrededor de su cabeza.

AP: ¿Qué tiene ésta mujer que me hace enojar con tan sólo verla?

El sonido del teléfono la sorprende, pero responde tranquila.

AP: Bueno.

Laura: Hola Ana Paula, ¿Cómo has estado?

AP: Omitiendo los cinco minutos de hace rato, se podría decir que bien... ¿y tú?

Laura: (¿?), Bien gracias... pero por qué dijiste eso, ¿acaso tuviste algún problema?

AP: No me hagas caso Laura y mejor dime, ¿en qué te puedo ayudar?... si hablas para saber cuando llega el barco, me parece que aún le faltan cuatro días de viaje.

Laura: No llamo por eso. En realidad tenía varios días queriendo llamarles, pero por una u otra razón no me animaba.

AP: (¿?), ¿Pasa algo Laura?

Laura: Ana Paula, ¿por qué le ocultaron a Jennifer el problema del señor Sanders?

AP: Entonces ya lo sabe... discúlpanos Laura, pero Edward no quería que nadie se enterara. Aunque si lo analizas, su problema sí era notorio. Recuerda que siempre trae puestos los lentes... yo creo que no es nada bonito que la gente te mire con morbo.

Laura: (¿?), De todos modos, debieron decírselo a Jennifer.

AP: Si le hubiéramos dicho, ella lo habría perdonado sólo por el hecho de que se está quedando ciego y Edward no quiere que lo perdone por lástima.

Laura: ¿Ciego?... ¿a eso se refería Henry?

AP: (¿?), ¿No sabías que se estaba quedando ciego?

Laura: Discúlpame Ana Paula, pero Henry me pidió que averiguara qué tipo de problema tiene el señor Sanders. A decir verdad, ninguno sabía que ése era y por lo que acabas de decirme, ustedes no iban a contarnos porque no quieren que Jennifer le tenga lástima.

AP: Por favor Laura, no se lo cuentes a Jen. Edward es el único con ese derecho.

Laura: Te prometo que Jennifer no lo sabrá. Pero esto sí lo tiene que saber Henry.

AP: ¿Para qué?... no creo que al saber que Edward está casi ciego, lo ayuden a conseguir el perdón de Jen.

Laura: Tal vez no, pero ya no interferirán y de eso me encargo yo.

AP: ¡Por lástima!, y es justamente lo que él quería evitar.

Laura: No es por lástima, sino que aún tiene que enmendar sus errores, pero quiero que lo haga dándole a Jennifer la felicidad que una vez le negó.

AP: Tienes razón Laura, y hablando de Jen, ¿en dónde está?

Laura: Fue a trabajar a un lugar que siempre quiso conocer, pero de eso hablamos en otro momento ¿te parece?

AP: ¡Qué hábil!... tú si me sacas información, pero a mí no quieres contarme a donde se fue Jen... Está bien Laura, no insistiré por ahora.

Laura: Gracias Ana y aprovechando la llamada, te informo que nuestro empleado ya se encuentra en Inglaterra a la espera de tu encargado... del cual aún no me dices el nombre.

AP: Es... Hugo... nuestro administrador va para allá junto con el encargado.

Laura: Hugo... ok, yo le viso a nuestro empleado. Hasta luego Ana Paula, yo llamo de nuevo antes de que se vayan a la convención.

AP: Hasta luego Laura.

Al momento de colgar, Margarito toca la puerta y al recibir el paso, entra cargando a Rafael, y detrás venía Mary y María, (que traía a Federico), pues todos irían a recoger a Rogelio a la Clínica.

Estados Unidos – Hotel:

Dany bajaba varias veces al lobby esperando la llegada de su esposo. Estaba decidida a abordarlo antes de que Fabiola lo hiciera, pero ya casi daban las cinco de la tarde y él no se aparecía. Por mala suerte, la abogada iba llegando cuando ella acababa de sentarse en la sala.

Fabiola: ¿Esperando a Alejandro señorita Gutiérrez?

Dany: Así es señorita Sánchez.

Fabiola: Entonces agradezco el encontrarla primero.

Dany: (¿?), ¿Y por qué?

Fabiola: (toma asiento enfrente), porque desde hace unos días quería decirle que no pierda su tiempo con Alejandro. Él nunca le ha dado prioridad a una mujer y menos si es tan... ¿cómo decirlo sin ofenderla?... tan común y corriente.

Dany: ¿Común y corriente?

Fabiola: ¡Exacto!... ¿acaso no se ha fijado en el porte de Alejandro y el de usted?... él es un hombre elegante y sinceramente verlos juntos me parece un poco fuera de lugar. Supongo que por eso la evita, (sonríe), al pobre nunca le ha gustado desairar a las mujeres que están detrás de él, y aunque no anda con ellas, jamás les diría que se vayan.

Dany: (conteniendo las lágrimas), Yo no soy cómo cualquiera de esas mujeres... yo soy su...

Alejandro: Buenas tardes Fabiola.

Fabiola se levanta para darle un abrazo y un beso en la mejilla.

Fabiola: ¡Alejandro, tengo que reclamarte el que no me llevaras contigo!... Sabes que el señor Sanders me contrató como uno de sus abogados y es mi deber estar donde mi cliente me requiera.

Alejandro: (se retira), perdóname, pero no fui a verlo para un asunto legal. Únicamente le avisé que me regreso a México y que tú te quedas aquí para lo que se ofrezca, (mira a Dany), Daniela, necesito ver con Fabiola algunas cosas del caso de James, pero te pido de favor que dentro de una hora me veas en la cafetería del hotel.

Dany no contestaba porque se encontraba más atenta a la imagen que los dos mostraban y en su mente tenía que admitir que se veían muy bien juntos, sobre todo por el porte del que le hablara Fabiola.

Alejandro: Daniela... Daniela... ¿qué te pasa Dany?

Dany: (¿?), ¿Qué dijiste?

Alejandro: Que dentro de una hora te espero en la cafetería del hotel.

Dany: ¡Ah sí!, nos vemos ahí.

Alejandro: Vámonos Fabiola.

Alejandro se encamina a la salida seguido por Fabiola.

Dany: ¡Espera Alejandro!... ¿a dónde vas?

Alejandro: Te dije que tengo que revisar unas cosas con Fabiola.

Dany: (alza la voz), ¿Y para eso tienes que salir del hotel?

Alejandro: Es porque aquí no abren el restaurante sino hasta las seis, (molesto), ¿o acaso prefieres que la lleve a mi cuarto?

Dany: ¡Por supuesto que no!, pero puedes sentarte en ésta sala.

Alejandro: ¿Aquí?... toda la gente que entra y sale del hotel nos va a escuchar.

Dany: No vas a decir nada malo ¿o sí?

Fabiola: Disculpen pero podrían bajar la voz... todos nos están mirando.

Alejandro: Lo siento... ¡muy bien Daniela, tú ganas!... ten Fabiola, (le entrega su portafolio), ve sacando los documentos mientras yo voy por un vaso con agua.

Fabiola: ¿Nos vamos a quedar aquí?

Alejandro: Sí... es lo mejor.

Alejandro se retira y Dany voltea a ver a Fabiola, (que no podía creer que una mujer común y corriente le hubiera ganado a un abogado en una pelea que parecía más de esposos).

Fabiola: ¡No creas que ganaste pueblerina!... El día que Alejandro se case, lo hará con una mujer que esté a su altura, ¿o piensas que se atreverá a llevarte a las reuniones de sus clientes?

Dany: No entiendo por qué me dices todo esto. Alejandro no te ama... de quererte como mujer, desde hace mucho se habría casado contigo.

Fabiola: Te recuerdo, que no soy yo a la que no ha tomado en cuenta en el tiempo que llevamos aquí... A mí me parece que está molesto contigo y si es así, te aseguro que la oportunidad que tuviste, se fue a la basura con lo que le hayas hecho... Alejandro no es de los que olvida.

Dany: Yo conseguiré que lo haga.

Fabiola: No veo como, pero sigue intentando. Cuando te des cuenta de que sólo perdiste el tiempo, tú misma te alejarás de él.

Fabiola se sienta en el sillón y comienza a sacar unos documentos. Dany se quedó parada mirando hacia donde se había metido Alejandro y lo ve regresar con dos vasos, (uno de agua simple y el otro con jugo de naranja). El primero se lo da a Fabiola y luego va con ella para que tome el otro.

Alejandro: Ve a tu cuarto. No tiene caso que te quedes escuchando asuntos legales que terminarán por aburrirte. Cuando terminemos te llamo al celular para que bajes a la cafetería.

Como ya no quería volver a discutir, Dany hace lo que le pidiera. Al entrar en su cuarto, deja caer el vaso con el jugo y se tira en la cama a llorar porque las palabras de Fabiola habían acertado en su más grande temor.

Estados Unidos – Empresa agropecuaria Sanders:

Edward se pasó toda la mañana y parte de la tarde dejando listos los pendientes más urgentes. Cuando está cerrando la puerta de su oficina, dos personas llegan en el elevador, (uno de ellos era dos años más joven que él, misma altura, cabello castaño rubio, de ojos azules, piel blanca, e iba vestido de sport). Como él pensó que se trataba del empleado de limpieza, no enfocó su vista en los recién llegados y caminó del otro lado para bajar en el elevador contiguo.

Henry: ¡Entonces es cierto!

Edward se detiene y los dos hombres se aproximan a él.

Hombre: Estaba seguro que sólo eran inventos tuyos para que mi hermana te perdone.

Edward: ¡Henry y Matthew!, ¿a qué debo el honor de su visita?, (¿?), y ¿de qué invento hablan?

Matthew: ¡Vaya!, entonces me reconociste, (sarcástico), a lo mejor sí puedes verme.

Henry: ¡Ya basta Matt!, no venimos a discutir con él.

Edward: A lo que hayan venido, sino es para decirme que Jennifer vino con ustedes, no hay nada de qué hablar señores.

Matthew: ¡Mira cuñado!, yo no estoy aquí para atacarte... ¡es más!, cuando mis hermanos acordaron partirte la cara y mandar a Jenny al otro lado del mundo con tal de alejarte de ella, yo me negué porque creo que el asunto es de ustedes dos. Pero recuerda que somos democráticos y tres votaron en contra tuya, así que ni modo.

Edward: ¿Tres?, ¿y los señores Smith no votaron?

Henry: Tienes suerte de que ellos piensen que mi hermana es la única que puede decidir si te perdona o no, sin embargo, no interfieren con nuestra política. En cuanto a Matthew, has de saber que desde que te conoció, te considera su cuñado.

Matthew: Todos hermano... que no se te olvide.

Henry: Hablas de hace años Matt, pero no estamos aquí por eso. La razón para venir es sencilla Edward... Dime, ¿Qué estarías dispuesto hacer, con tal de que te deje ver a mi hermana?

Edward: Lo que sea.

Henry: ¿De verdad?

Edward: Todo lo que me pidas, excepto renunciar a ella.

Henry: Muy bien... entonces haz el favor de quitarte los lentes y te prometo que te diré en dónde está y también te aseguro que los dos hermanos que faltan, no harán nada para evitarte verla.

Edward: (nervioso), ¿por qué me pides algo así?

Matthew: No te pedimos nada imposible... ¿o acaso es más importante para ti, lo que escondes detrás de los lentes que mi hermana?

Edward: Jennifer está en Asia con sus otros hermanos... para ser más específicos en Beijing, ¿no es cierto?

Matthew: (se ríe), Chris y Michael eran los únicos allá y regresaron a Estados Unidos ésta mañana. No te niego que estuvieron dos años en ese continente, pero al saber que eres un desalmado y estabas buscando a Jenny, decidieron volver para desquitarse... y de paso quedarse a vivir en los Ángeles.

Henry: Si quieres puedes esperarlos... yo cálculo que estarán llegando en la madrugada.

Matthew: Entonces nos retiramos y mañana regresamos con ellos... aunque la oferta se pierde.

Ambos hombres comienzan a caminar rumbo al elevador. Edward se quedó reconsiderando lo que le pidiera Henry. De todas las cosas que pudo pedirle, se le tenía que ocurrir lo que menos deseaba hacer, pero si los dejaba irse, quizás nunca tendría otra oportunidad, así que...

Edward: ¡Esperen!

Henry: (voltea), ¡Sí!

Edward: Me juras que si me quito los lentes, ¿me dirás el lugar exacto en donde se encuentra tu hermana?, aparte de que prometerás por tu honor que ninguno de ustedes se interpondrá.

Henry: No soy inglés como para jurar por mi honor, pero te prometo que cumpliré con las dos cosas que ofrecí.

Edward titubeó un momento, pero finalmente se quita los lentes. Para los dos hombres que esperaban ver sólo una tela en alguno de los ojos, fue demasiado fuerte darse cuenta que en el lugar donde debería estar su ojo derecho, había uno de vidrio, y por varios segundos no dijeron nada, provocando que Edward se sintiera incómodo y se volviera a poner los lentes.

Edward: ¿Ya están satisfechos?... ahora díganme, ¿creen que en estas condiciones voy a poder obtener el perdón de su hermana?

Henry: Se nota que no nos conoces Edward... si obtienes el perdón de Jennifer, no será porque estés así.

Matthew: Mi hermana no sabrá por nosotros lo de tu condición... eso te corresponde a ti decírselo.

Ambos retoman su camino a los elevadores.

Edward: ¡Oigan!... prometieron decirme en dónde está Jennifer.

Henry: Y cumpliremos, pero antes hay que convencer a Christopher y Michael de no venir a cobrarte las idioteces que hiciste.

Matthew: Quizás mañana puedas tener una respuesta.

El elevador se abre y los dos hermanos entran de inmediato.

Edward: ¿No van a preguntarme por qué estoy así?

Henry: Cuando mi hermana te perdone... ¡sí es que lo hace!... no habrá de importarnos el por qué, sino el cómo resolverlo.

Edward: (¿?), ¿Qué quieres decir?

Matthew: Después te lo explicamos, primero habla con Jenny.

El elevador se cierra. Edward regresa a sentarse en la recepción mientras digería las cosas que acababan de suceder y cuando se tranquiliza, regresa a su casa con la esperanza de que pronto iba a reencontrarse con la persona en la que pensaba día y noche.

Clínica de San Gabriel:

Después de muchos días de mantenerse acostado en una cama, la desesperación por levantarse e irse de ahí, se hacía cada vez más fuerte en Rogelio, por lo que se apresura a vestirse con la firme idea de escaparse. Le faltaba ponerse la camisa cuando Paula entra al cuarto y como él estaba de espalda, no vio, ni escuchó que hubieran entrado.

AP: ¿Qué haces Rogelio?

R: (voltea rápido sin terminar de abotonarse), ¡Caramba!... ¡qué susto me metiste!... creí que era Ernesto.

Paula se acerca y comienza a abrocharle la camisa.

AP: ¿Pues qué te hará Ernesto que le tienes tanto miedo?

R: Es que viene tres veces al día para supervisar que me pongan unas inyecciones que duelen como si tú me hubieras golpeado, (sonríe), lo bueno es que la enfermera que lo hace es tan amable, que se me olvida el dolor con sólo mirarla.

AP: (suelta la camisa con coraje), ¡Ah sí!, pues entonces dile a esa tipa que te lleve a su casa, porque como hoy sales, ni pienses que te voy a llevar conmigo a la hacienda.

Paula da la vuelta, pero antes de poder abrir la puerta, Rogelio se apresura a abrazarla por la cintura.

R: No te enojes Paula, sabes bien que es mentira y que te la digo porque me encanta ver cuando te enojas por celos, (besa su cuello), eso demuestra que te importo.

Paula da la vuelta para abrazarlo.

AP: No es necesario que me ponga celosa para demostrarte cuanto me importas... tan sólo siente mis besos para que te des cuenta.

Paula se acerca para besarlo pero nuevamente son interrumpidos, (por Ernesto).

Ernesto: ¡Ustedes nunca pierden el tiempo!... Rogelio, ¿te cuesta mucho esperar a estar en tu casa?

R: ¡La verdad sí!... no tienes idea de lo que es estar solo en las noches, (sarcástico), pensándolo bien... tú sí porque Mercedes prefiere cuidar a su hijo que a ti.

Ernesto: ¡Óyeme eso no es cierto!... (Se ríe), ¿Por qué crees que no estuve ayer vigilando que no anduvieras de coqueto con la enfermera?... yo también tengo necesidades.

AP: (lo pellizca), ¡dijiste que eran mentiras!

R: ¡Y lo son!... pero cómo se quiere desquitar, anda inventando.

Ernesto: ¿En quién de los dos confías Ana Paula?... ¿verdad que me crees más a mí?

AP: ¡Por supuesto!, (se suelta del abrazo), y siendo así Ernesto, te encargo a Rogelio. Ya que los dos son amigos, no te importará recibirlo en tu casa.

Ernesto: ¡Espérate Ana Paula!, lo que dije era broma. Rogelio es un santo y jamás anda coqueteando con nadie... ya sabes que primero muerto antes de poner sus ojos en otra mujer que no seas tú.

AP: Eso no fue lo que dijiste hace un minuto.

Ernesto: La enfermera es una señora de más de sesenta años Ana, y si no me crees, ahora mismo voy y te la presento.

AP: Pues ve por ella, de todas maneras aún me falta firmar los papeles del alta, (abre la puerta), ahora vuelvo.

Paula sale y de inmediato Rogelio golpea a Ernesto en el brazo.

R: ¡Serás tarugo!, ahora no la vas a tener tranquila hasta que no vea a la enfermera.

Ernesto: Tienes suerte de que sí sea una señora grande la que te pone la dosis de la mañana, porque sí fuera la de la noche, te mata.

R: Pero ni siquiera le prestó atención.

Ernesto: No pero es muy guapa y Ana pensará otra cosa, (se encamina a la puerta), voy por la enfermera. Si quieres ya puedes ir saliendo, te esperamos afuera de la clínica.

R: ¡Ta bueno!, nada más me termino de abrochar la camisa y voy con ustedes.

Ernesto se va y a los pocos minutos Rogelio sale a reunirse con sus hijos, (que lo recibieron con grandes muestras de cariño). María lloraba de emoción al verlo tan fuerte como siempre y mientras todos reían y se abrazaban, Paula se quedó parada en la entrada, mirando la felicidad de su familia. Luego, sin esperar a conocer a la enfermera, se aproxima a su esposo para demostrar con un beso, que ella también estaba feliz de que se hubiera recuperado. Al separarse, todos regresan a la hacienda, en donde los trabajadores esperaban la llegada de su patrón, pues le habían preparado una gran bienvenida.

Estados Unidos – Hotel:

Después de mucho llorar, Dany se había quedado dormida más tiempo del que su esposo le dio como plazo para bajar a la cafetería. Asustada por la oscuridad de su cuarto, se levanta y ve que pasaban de las siete de la noche. Con temor de que Alejandro ya no estuviera en el hotel, sale corriendo lo más rápido que sus piernas le permiten. Afortunadamente él seguía esperándola en la cafetería, (aunque en su rostro reflejaba algo de molestia).

Dany: (agitada), ¡Perdón por el retraso!, me quedé dormida y ya no...

Alejandro: No importa. Recién terminé los asuntos que tenía que ver con Fabiola.

Dany toma asiento a un lado de él y con un poco de nerviosismo toma su mano.

Dany: No tienes idea de cuánto tiempo he esperado para que volviéramos a estar juntos... Alejandro, necesito explicarte lo que sucedió aquella vez. Yo quise...

Alejandro: (retira su mano), No tienes que explicarme nada. Si te pedí que habláramos es porque quiero informarte que en tres días regresamos a Tuxtla. Yo tengo que ver lo de la liberación de Rosaura así que me quedaré a esperar a Ana Paula y Rogelio. Mientras atiendo ese asunto, tú irás al registro civil de San Gabriel a solicitar el divorcio necesario... Puedes argumentar lo que mejor te parezca, aunque lo que puede agilizar el proceso, sería que dijeras que estabas pasando por un momento de debilidad emocional y que por eso no sabías lo que hacías... Te aseguro que en menos de un mes habremos conseguido la disolución del matrimonio.

Dany: (comienza a llorar), yo no quiero divorciarme... yo te amo y si te pierdo me muero.

Alejandro: ¡Por favor Daniela!, tienes que comenzar a aceptar la realidad. ¡Tú no me amas!, lo que pasa es que te aferras a esa idea para que el dolor que aún guardas por la pérdida de tu esposo sea menos. Pero lo que estás consiguiendo es lastimarte a ti y a mí.

Dany: ¡No es verdad!... Por qué no comprendes que Miguel está muerto y que aunque no niego que lo quise, lo que siento por ti no se compara, porque es más grande.

Alejandro: En mí tratas de encontrar al que fue tu gran amor, pero cuando te toco o te beso, seguramente te das cuenta de que no soy esa persona, y por eso me rechazaste aquella noche.

Dany: Y las veces que tú me rechazaste, ¿por qué lo hiciste?... no me vayas a decir que no te diste cuenta de que mis besos y mis caricias eran para motivarte a que me hicieras tuya.

Alejandro: Si no te respondí es exactamente por lo mismo que te estoy diciendo... Yo no iba a aprovecharme de tu confusión... No hubiera soportado que al día siguiente que te dieras cuenta de que no era Miguel, te arrepintieras de haber sido mía.

Dany: ¡Jamás podría arrepentirme de ser tuya!... mi vida, te suplico que entiendas que Miguel es un recuerdo, más doloroso que bonito... Cuando te conocí ese recuerdo comenzó a diluirse y si dejaras de mencionarlo cada día, estoy segura que terminaría por sepultarse en el lugar más recóndito de mi corazón.

Alejandro: Si sólo fuera un recuerdo no tendrías problema en que lo mencione. Pero como te duele su ausencia, tratas de cubrirla conmigo.

Dany: Tus dudas son las que lastiman mi corazón, no el recuerdo de un hombre que está muerto.

Alejandro: (se levanta), pues para no continuar lastimándote, lo mejor es que me aleje de ti para siempre. Quizás no lo entiendas en este momento, pero cuando pase el tiempo y analices las cosas, me agradecerás lo que hoy hago por los dos.

Alejandro deja un billete en la mesa y se va del lugar dejando a Dany hecha un mar de lágrimas. La gente que la veía, sentía una enorme lástima por tan desgarradora imagen y varias mujeres se acercaban a ella tratando de consolarla, pero después de un momento, se levanta y sale como sonámbula rumbo a su habitación, dónde se pasa toda la noche llorando y maldiciendo el recuerdo del que fuera su primer esposo.

Hacienda del Fuerte – Recámara del matrimonio Montero:

Luego de la convivencia con los empleados, el matrimonio Montero se retiró a descansar. Primero llevaron a Mary a su cuarto en donde estuvieron media hora contándole un cuento, (Margarito se fue a su recámara). Después van a su habitación a dormir a los gemelos. En el instante en que Rogelio abre la puerta queda sorprendido por el hermoso arreglo de flores que estaba al lado de su cama. Paula recuesta a Federico y enseguida toma a Rafael (de los brazos de Rogelio).

AP: ¿Te gustaron?

R: ¡Sí!... son muy hermosas.

AP: Me fascinaron las rosas blancas y los tulipanes. También le incluí girasoles porque se dice que pertenecen al sol... y tú eres para mí, el sol que ilumina mi vida.

Rogelio la abraza, (cuidando de no lastimar a su hijo).

R: Al contrario Paula... Tú eres la luz que terminó con la oscuridad que habitaba en mi corazón.

Ambos se besan, pero Rafael comienza a llorar y su mamá se apresura a mecerlo para tranquilizarlo. Mientras ella atiende a sus hijos, él se cambia de ropa y después se recuesta en la cama, desde donde veía a su esposa arrullar a su hijo, (que estaba empeñado en quedarse despierto acompañando a sus padres).

R: ¡Discúlpame Paula!

AP: (¿?), ¿Qué debo disculpar?

R: Hace mucho que no paso tiempo con nuestros chamacos, ni contigo... Apenas me doy cuenta de que Rafael y Federico crecieron mucho en este mes. Tampoco he continuado las lecciones de montar con Margaro, ni he ayudado a Mary a aprender a leer.

AP: Haz trabajo mucho amor. No puedes dividirte en varios Rogelios para poder hacerlo todo.

R: Tal vez no puedo hacerlo, pero debí darle prioridad a lo que en verdad importa... y lo que importa es mi familia... Ricardo me dijo una vez, que de nada sirve acrecentar mi negocio, si el día de mañana no estaré con mis hijos para enseñarlos a trabajar ésta tierra, ¿y sabes?, tiene razón. Ya no quiero seguir perdiéndome trozos de su vida, y tampoco quiero que tú te sientas sola.

Paula recuesta al pequeño Rogelio, (que acababa de dormirse), y después se acuesta en la cama al lado de su esposo.

AP: (toma su mano), Me encantaría decirte que no hay problema porque soy capaz de soportar el no tenerte en las noches como mi esposo y que nuestros hijos pueden soportar el no tener a su padre durante el día... Pero la realidad es que ellos te extrañan. Sobre todo Margarito y Mary que se dan cuenta de la ausencia de su papá, y en mi caso, yo te extraño como mi pareja, (sonríe), y aunque eres bueno con los dobles sentidos y los besos apasionados, a veces eso no me es suficiente.

Rogelio gira para poder abrazarla y entrelaza sus piernas con las de ella.

R: Desde mañana todo será como antes, te lo juro.

AP: Y lo será porque ya me estoy encargando de que cumplas.

R: (¿?), ¿En serio?, ¿y cómo?

AP: Primero te aviso que yo estaré a cargo de la hacienda en tú lugar; segundo, mañana toda la familia nos vamos a las lagunas por dos días y de ahí viajamos a Tuxtla para recibir a mi tía Rosaura que sale en libertad.

R: ¡Caramba!, no recordaba que Rosaura salía libre ésta semana. Debemos arreglarle un cuarto enseguida.

AP: No va a ser necesario, mi tía no quiere venir a la hacienda. Al parecer va a comprar una casa en Tuxtla.

R: Me lo hubieras dicho antes para comprársela... pero no te preocupes. Mañana mismo resuelvo eso y de paso veo lo de la casa que Vanesa va a comprar.

AP: No amor, yo misma me encargaré de mi tía. Aunque sí quieres puedes ayudar a Vanesa con lo de su casa... la pobre necesita distraerse y qué mejor manera que esa, (acaricia su cara), pero ya no hablemos de los pendientes, ahora lo que tienes que hacer, es pensar en los maravillosos días que nos esperan en las lagunas.

R: (sonríe), ¡Eres increíble!, siempre buscas la manera de apoyarme cuando más lo necesito.

AP: Por supuesto, porque ya no quiero que te presiones, (le da un beso corto), en ese paraíso vas a sentirte mejor y además, podrás convivir con nuestros hijos.

R: También a ti te voy a compensar por todas las noches que me quedaba dormido.

AP: ¡Claro que eso también!, ¿acaso pensabas que no te lo exigiría?

R: Pues no sé sí se pueda... acabo de recordar que Ernesto dijo que nada de esfuerzos físicos... a lo mucho sólo podré jugar con mis dos chamacos mayores y arrullar a los dos pequeñitos, (hace muecas), lo siento señora Montero, pero ante todo mi salud.

AP: (fingiendo enojo), ¡Bueno!... siendo así, entonces de ahora en adelante viviremos en abstinencia para que jamás vuelvas a enfermarte.

Paula le da la espalda y apaga la luz de su lámpara. Rogelio se ríe por el capricho de su mujer y para contentarla, comienza a acariciar su espalda y a besar su cuello. Ella trataba de mantenerse firme y no ceder a las ansias que él le estaba despertando, pero al cabo de unos minutos no pudo más y gira permitiéndole a su esposo continuar con las carias en el resto de su cuerpo, pero cuando más motivada se encontraba, Rogelio se detiene.

AP: (¿?), ¿Qué sucede?

R: Nada... sólo me acordé de algo que me hiciste en la clínica y que por cierto, me dejó muy mal porque son cosas que no se le hacen a un hombre.

AP: ¿Qué te hice?

R: Me torturaste con un beso sabiendo que no podía moverme.

AP: Tenía derecho a desquitarme.

R: ¡Ta bueno!, digamos que estamos a mano ¿te parece?

Rogelio le da un beso fugaz y se voltea para acomodarse en la cama. Después apaga la lámpara, y se queda dormido de inmediato. Paula permaneció despierta un rato más, pensando en que cayó muy fácil en la trampa de su esposo, y se promete que la próxima vez no la volvería a embaucar con unos cuantos besos.

A la mañana siguiente, Rogelio despierta y con su mano busca el cuerpo de su mujer, pero por más que intentó, no pudo encontrarla, así que abre los ojos y se da cuenta de que ya no estaba en la cama. Con rapidez se baña y se alista para ir a su encuentro, (los gemelos tampoco estaban).

Helena llegó a la hacienda y cuando iba caminando hacia la casa, ve a Rogelio desde lejos. Ella se queda parada observándolo detenidamente. En su mente se dice que es un hombre muy atractivo, y casi de la misma fisonomía que Edward.

Rogelio sigue caminando sin darse cuenta de la presencia de Helena hasta que levanta la vista encontrándose con la insistente mirada de la mujer. Ella le sonríe y él corresponde, siendo ese gesto suficiente aliciente para que Helena se animara a acercarse.

Helena: ¡Buenos días!

R: ¡Buenos días señorita!, ¿en qué puedo servirle?

Helena: Es que vine a ver a la señora Montero. Ayer me contrató como asistente y me pidió venir hoy muy temprano.

R: Entonces usted debe ser la ex prometida de Edward, ¿no es así?

Helena: (¿?), Sí... así es, ¿pero usted cómo lo sabe?

R: Lo sé porque yo soy su socio... Rogelio Montero.

Helena: ¿Usted es el señor Montero?

R: Sí.

Helena: ¡Esto es increíble!

R: ¿Por qué lo dice señorita?

Helena: Porque me lo imagina de otra forma. Pero es todo lo contrario a lo que pensaba... es usted muy bien parecido.

R: ¡Caramba!, pues le agradezco el cumplido. Aunque sí se imaginaba otra cosa, ha de haber sido por culpa de Edward.

Helena: (melancólica), En realidad Ed no lo describió... Para mí él siempre ha sido el hombre más atractivo de todos los ganaderos... En cada evento social al que me llevaba, los empresarios que asistían eran bajitos, viejos, gordos y prepotentes. Sin embargo Ed no aparenta la edad que tiene, es muy guapo, educado, amable y cariñoso.

R: Y debido a esas cualidades pensaba que era el único pasable entre los ganaderos, (se ríe), ¡pues ya ve que no todos somos tan feos como los imaginaba!

Helena: Tiene razón... bueno señor Montero, ya no le quito su tiempo, tampoco quisiera llegar tarde con su esposa, así que con su permiso.

Helena da unos pasos pero Rogelio le pide que espere.

R: Mi esposa no anda por aquí... si gusta la esperamos en el despacho mientras mando a uno de los peones a buscarla.

Helena: Como usted quiera señor Montero.

Rogelio llama a Benjamín y le pide que busque a Paula. Mientras él joven peón hace lo que le ordenaron, Rogelio y Helena entran a la casa.

Terraza de la hacienda:

Paula había ido a la terraza a platicar con Vanesa, (que desayunaba junto con las niñas).

AP: (enojada), ¡Pero qué se piensa!... sí cree que puede burlarse de mí cada que quiera está muy equivocado.

Vanesa: Tranquilízate Paula, yo creo que...

AP: ¡Ah! pero esto no se queda así, porque me las voy a cobrar todas durante el paseo.

Vanesa: Paula, primero tienes que...

AP: Sí vas a decirme que lo escuche pierdes tu tiempo... esas no son formas de tratar a su mujer.

Vanesa: No iba a decirte eso.

AP: ¿Entonces qué ibas a decir?

Vanesa: Sólo iba a decirte que hace un momento vi que llegó una mujer y ahora debe estar en la casa platicando con tu esposo.

AP: ¿Una mujer?... sería Consuelo ¿no?

Vanesa: No... era una pelirroja que nunca en mi vida había visto.

AP: (se levanta), ¡No puede ser!... seguro es esa mujer tan odiosa.

Paula le encarga al pequeño Federico, (Rafael estaba en su carriola), y se apresura a llegar al despacho. En cuanto llega abre la puerta de golpe y ve únicamente a Helena sentada frente al escritorio.

Helena: (se pone de pie), ¡Buenos días señora Montero!

AP: ¿En dónde está mi esposo?

Helena: Me dijo que iba a buscarla y me pidió que yo me quedara aquí por si usted venía.

R: (entrando), me va a disculpar señorita Santana pero por más vueltas que le doy a la casa, no más no encuentro a mí... ¡Paula mi amor, estabas aquí!

Rogelio abraza a Paula y deposita un beso en sus labios.

R: ¿Cómo amaneció la mujer más hermosa del mundo?

AP: (acaricia con su boca los labios de su esposo), ahora sí puedo decirte que muy bien, porque estás conmigo.

R: Siempre voy a estar contigo... pero en este momento te dejo para que atiendas a tu nueva asistente, (besa su mejilla), voy a ver a mis chamacos... que por cierto no sé dónde están.

AP: Están en la terraza con su tía Vanesa... te alcanzo ahí después de que le dé instrucciones a la señorita Santana.

R: ¡Ta bueno!, nada más que no tardes.

AP: Claro que no.

Rogelio vuelve a besarla y al separarse se despide de Helena. Al estar solas, Paula va a sentarse a su silla.

AP: En realidad yo no soy quién va a darle instrucciones. En unos minutos estará aquí la señora Dueñas y será ella la que va a instruirla en todo lo que tenga que ver con las funciones que desempeñará tanto en la hacienda, como en el rancho.

Helena: Como diga señora... ¿prefiere que la espere fuera de la casa?

AP: No es necesario. Voy a aprovechar para decirle que hoy saldré con mi familia y no estaremos por lo menos durante cinco días. Así que le pido que siga al pie de la letra las órdenes que le dé Consuelo, ¿entendió?

Helena: Entendí perfectamente señora Montero y le aseguro que no tendrá ninguna queja sobre mí.

AP: ¡Ojalá señorita!, porque no estoy dispuesta a permitir ningún tipo de problema, (mira el reloj), bueno, mientras Consuelo viene, le iré explicando algunas cosas.

Paula se pone a platicarle las funciones que tenía que desempeñar y aunque a Helena poco le interesaba el trabajo, fingía que le prestaba atención.

Terraza de la hacienda:

Rogelio le pidió a Juanita que le llevara el desayuno a la terraza para acompañar a Vanesa, (las niñas se fueron a jugar), pero al cabo de un rato, se percató que ella se dedicaba a darle el biberón a los gemelos, en lugar de probar lo que tenía en el plato.

R: ¿No te gusta lo que preparó Juanita?

Vanesa: Sí pero no tengo hambre.

R: Es que no se trata de que tú tengas hambre, sino que debes comer, por el bien del hijo que esperas.

Vanesa: Mi bebé resintió la ausencia de su padre... cuando Ricardo está cerca, tengo mucha hambre, pero desde hace unos días, no se me antoja nada.

R: Ya que mencionas a tu esposo, te comento que me dejó encargado ayudarte con la compra de una casa, así que en cuanto regrese del paseo con mi familia, tú y yo nos dedicamos a buscar un lugar bonito.

Vanesa: Te agradezco mucho tu buena voluntad, pero una casa no se escoge con cualquiera... Mi deseo es que Ricardo vaya conmigo para que juntos elijamos nuestro hogar.

R: ¡Caramba!, ¿desde cuándo me convertí en cualquiera?

Vanesa: Perdona, no fue mi intención llamarte "cualquiera", pero ahora te veo únicamente como mi cuñado y sé que no podría sentirme cómoda buscando casa contigo como compañero... (Triste), además, antes de venir aquí, platicaba con Ricardo sobre las cualidades que debería tener nuestro hogar y por eso quiero esperarlo... aunque si te incomoda mi presencia puedo irme a la pensión.

R: ¡Cómo crees que te voy a mandar a la pensión en tu estado!... si te dije eso, fue porque Ricardo me lo pidió, y también dijo que te ayudara en lo que se te ofreciera.

Vanesa: Sí llego a necesitar algo te prometo avisarte.

R: ¡Ta bueno!, pero como tu marido me dejó el encargo de cuidarte, te pido que te acabes todo el desayuno.

Vanesa: (se levanta), Te repito que no tengo hambre, así que no insistas, y si me disculpas, voy a jugar con las niñas mientras ustedes preparan todo para irse a las lagunas.

Vanesa (con Federico en brazos), empuja la carriola donde dormía Rafael y se va a buscar a las niñas. María iba llegando y se sienta a un lado de Rogelio.

María: La pobre sigue deprimida. Tiene días sin alimentarse adecuadamente... supongo que el no tener a su lado a la persona que ama, le quita el apetito.

R: No puedo creer que se ponga así... ¿Qué le habrá visto a ese sujeto?

María: Será que no es tan presumido como tú, la trata como una dama, la consiente, es divertido, amable, cariñoso, honesto a más no poder, es un buen padre, buen marido aunque no estén casados legalmente, y un largo etc.

R: (sarcástico), ¡Qué bueno que me quieres!, porque si no, tus indirectas serían más crueles.

María: No te ofendas, sabes que te considero igual de bueno que el señor Archer. Incluso fue por eso que le dije a Paula que ustedes dos podrían ser como hermanos, (sonríe), aunque conociéndote, te negarías rotundamente a verlo de esa manera.

R: ...

María: (¿?), ¿Qué sucede?, ¿dije algo malo?

R: No María. Lo que pasa es que no estás tan equivocada... Ricardo podría ser el hermano que una vez llegué a pensar que sería Gustavo.

María: Pero éste muchacho sí se acerca más a la figura de hermano. Gustavo y tú eran muy distintos.

R: ¡Eso sí!, en estos momentos me está apoyando con lo de la convención y debido a que también era hacendado, podríamos ser un gran equipo en el futuro... (Pensativo), ¿Sabes qué María?

María: ¿Qué?

R: Cuando regrese le voy a pedir que acepte ser socio de ésta hacienda... ¿qué te parece?

María: Que es una magnífica idea... Si tienes el apoyo del señor Archer, no sólo la hacienda saldrá beneficiada, sino que podrán darles tiempo de calidad a sus familias.

R: Así es María, además es honesto y trabajador... Edward dijo que el dinero que le entregó era demasiado como para ser de quince años.

María: Entonces mejor socio no podrás tener.

Rogelio afirma con la cabeza, pero de pronto se queda quieto pues siente en su pecho unas manos que lo acarician.

AP: (besa su cuello), espero que el entusiasmo que muestras, sea porque estabas hablando de mí.

R: Lamento decirte que no.

AP: (celosa), sino es por mí, será entonces por esa tipa.

R: (¿?), ¿Cuál tipa?, (hace memoria), ¿hablas de la señorita Santana?

AP: ¿De quién más?

María: Paula no seas mal pensada... Rogelio hablaba de Ricardo.

AP: ¿De Ricardo?

María: Sí... Rogelio me estaba diciendo que cuando regrese, le va a pedir que acepte ser socio de la hacienda, ¿qué te parece?

AP: (sonríe), Me parece una excelente idea... Ricardo me da más confianza que Rogelio.

R: ¿Qué dices?... (Ofendido), ¡ahora resulta que el debilucho es mejor que yo!

AP: El que no se pelee con la gente no significa que sea un debilucho.

R: (no le presta atención), Apuesto que podría ganarle en una pelea.

María: Creo que ya lo perdimos... ¡Hay hija!, le tocaste su orgullo de macho.

AP: No hay problema María, yo voy a ayudarle a olvidarse de ese orgullo.

Paula le da un beso en la mejilla y con su mano recorre su pierna, (María no alcanzó a verla). El cuerpo de Rogelio se tensa al instante y gira su rostro para besar a su mujer, pero al momento de profundizarlo, una persona los interrumpe.

Helena: ¡Disculpen!, (les muestra una carpeta), Consuelo me pidió que les trajera estos documentos... dice que es indispensable tenerlos firmados porque con ellos podrán solicitar la nueva maquinaria de la procesadora de Sinaloa.

AP: (fastidiada), Escuche señorita Santana...

R: Démelos a mí... Los asuntos de la procesadora los atiendo yo.

Helena le da la carpeta. Rogelio lee los documentos, firma la última hoja y se la devuelve.

R: ¿Algo más que necesite?

Helena: No señor, (le sonríe), ¡muchas gracias!... con su permiso.

Cuando Helena se va, Rogelio trata de retomar el beso que interrumpieran, pero ve que Paula tenía una expresión molesta en el rostro.

R: (¿?), ¿Qué tienes Paula?

AP: Nada.

R: ¡Cómo que nada!... ¿y entonces por qué tienes esa cara de enojada?

María: Hija no seas celosa... la señorita sólo vino por trabajo.

AP: ¡Es que en serio no debí contratarla!... no sé cómo explicarlo, pero cada vez que la veo me crispa los nervios... ni siquiera con Jen sentía tanto recelo.

R: ¡Paula!, esa pobre mujer sigue sufriendo por Edward.

AP: Yo no la veo tan triste.

R: Sí lo está... Cuando llegó, lo primero que hizo fue decirme las cualidades de Edward... si la escucharas te darías cuenta de que aún lo ama... Paula, ella no tiene la culpa de haber sido prometida de Edward.

María: Así es hija... Aunque entendemos que tenerla aquí no es buena idea porque el día que la señorita Smith llegara a venir, sería incómodo encontrarse con la mujer que estuvo a punto de casarse con el hombre que ama.

AP: No solamente estuvieron a punto de casarse... también vivieron juntos y eso quiere decir que tu amiguito tuvo de todo con ella.

R: Bueno amor, dicen por ahí que "lo que no fue en tu año, no te hace daño"... Jennifer no tendría motivos para sentirse mal. Edward estaba en su derecho de rehacer su vida, al igual que ella lo hizo cuando eligió casarse con el mejor amigo del hombre que amaba.

AP: (se pone de pie), ¡Clásico!... los hombres siempre se disculpan entre sí, pero sí esa mujer sabe que Jen es nuestra socia al igual que Edward y aún así vino hasta aquí, estoy segura que no es para nada bueno... pero como es atractiva no piensas con la cabeza, sino con lo demás.

R: No se trata de sí es atractiva o no... por favor amor...

AP: ¡Mira Rogelio!, no quiero seguir hablando de esa mujer... Mejor me voy a preparar las maletas para nuestro viaje.

Paula da la media vuelta para regresar a la casa. Rogelio y María se quedan desconcertados por su actitud tan poco tolerante, pero por recomendación de María, Rogelio se aguanta las ganas de ir tras ella.

Habitación de Mary:

Vanesa y las niñas jugaban lotería, (los gemelos dormían en la cama), pero un fuerte golpe en la puerta espanta a los gemelos y comienzan a llorar. Vanesa se apresura a cargar al pequeño Rogelio pues era el que lloraba más fuerte y luego de tranquilizarlo, levanta la vista y se encuentra con una Paula bastante furiosa.

Vanesa: ¿Qué te ocurrió Paula?... ¡no me digas que te enojaste con Rogelio!

AP: Necesito ver a un psicólogo. Siempre me molesto y luego de pensarlo no comprendo el por qué me enojé.

Vanesa: Es que tienes un carácter complicado, pero reconozco que la mayoría de las veces que te enojas es debido a alguna injusticia o por las tonterías que hace Rogelio.

AP: Él no hizo nada. Simplemente me enojé por culpa de la tal Helena.

Vanesa: ¿Te refieres a la mujer que estaba en el patio con Rogelio?

AP: ¡Sí!

Vanesa: ¿Y te ofendió?

AP: No y por eso digo que necesito un psicólogo. ¡Hay Vanesa!, no puedo seguir molestándome por tonterías.

Vanesa: Quizás no sean tonterías... Paula, te conozco y sé que si esa mujer no te agrada es porque sientes que no es buena, ¿verdad?

AP: Estoy confundida... Antes me molestaba porque pensaba que Jen estaba interesada en Rogelio, pero resultó que ella ama con locura a Edward... A lo mejor estoy equivocándome otra vez.

Vanesa: Viéndolo de esa forma, tal vez sí necesitas terapia... aunque...

AP: (¿?), ¿Aunque qué?

Vanesa: No me hagas caso, no era nada importante.

AP: Vanesa, tú y yo estamos tratando de vernos como hermanas, y para conseguirlo necesitamos que haya confianza, así que te pido que me digas qué es lo que se te vino a la mente.

Vanesa: Es que cuando esa mujer hablaba con Rogelio, me pareció que lo veía de una forma muy insistente, casi como sí lo devorara con la mirada... aunque la distancia pudo haberme hecho ver cosas que no eran.

AP: ...

Vanesa se acerca y coloca una mano en su hombro.

Vanesa: Paula, yo te recomiendo que no te enojes con Rogelio. Él te adora y jamás tendrá ojos para nadie más que tú.

AP: Quisiera creer que siempre será así, pero hay algo que me dice que tenga cuidado con esa mujer.

Vanesa: Si le tenías desconfianza, ¿por qué la contrataste?

AP: Porque Rogelio dice que Consuelo necesita ayuda mientras nosotros estamos en Inglaterra, y por eso estará aquí un mes completo.

Vanesa: Mira Paula, te propongo que entre María y yo la vamos a estar vigilando. Tú sólo piensa en disfrutar de tu familia, ¿sí?

AP: (sonríe), ¡gracias Vanesa!, es extraño escucharte hablar así, pero a la vez siento como si poco a poco estuviéramos acercándonos más como hermanas.

Vanesa: De mi parte ya te considero mi hermana, (melancólica), Ricardo sabía que yo sería la primera en verte de esa manera porque al enamorarme de él, vería a Rogelio como un simple cuñado, (solloza), Es muy presumido... pero tenía razón.

AP: (frota su brazo), Vanesa, trata de animarte. Comprendo que cuando estamos embarazadas nuestras hormonas nos hacen más sensibles, pero lo tuyo está sobrepasando los niveles normales.

Vanesa: Lo siento Paula, tienes razón, (limpia sus lágrimas), desde mañana te prometo que voy a dejar de llorar.

AP: ¿Y por qué no desde hoy?

Vanesa: Porque hoy me dedicaré a hacerme a la idea de que sólo es un mes el que viviremos lejos el uno del otro, (sonríe), pero por favor Paula, no arruines tu paseo por culpa de mis hormonas y mejor vamos a preparar lo que te vas a llevar.

Vanesa saca del closet una pequeña maleta y comienza a meter la muda de Mary.

Vanesa: Yo preparo lo de mi sobrina mientras tú arreglas lo tuyo, ¿estás de acuerdo?

AP: ¡Claro que sí!... voy a mi recámara a hacer la maleta de los gemelos.

Vanesa asiente y Paula va a su cuarto. Después de que todo está listo, ambas bajan a la sala a encontrarse con los demás, (Margarito y su papá ya las esperaban). Rogelio le da una larga lista de instrucciones a su nana y cuando iba a darle otras a Juanita, ésta le pide permiso de ausentarse unos días porque quería ir a ver a su familia que vive en Oaxaca. Rogelio iba a decirle que no era pertinente, pero Paula interviene y lo convence de darle el permiso, (un beso bastó para sensibilizarlo). Luego de terminar con las instrucciones de la casa, pasan al despacho a despedirse de Consuelo. Helena no perdía de vista a Rogelio y a la forma en la que se dirigía a su esposa, (que para ella era demasiado amorosa y cursi). Finalmente la familia Montero se va rumbo a las lagunas llevándose también el remolque donde Ricardo trajo al poni y el caballo que les regalara Rogelio y Mary, (que era conducido por Benjamín, pues Pancho se quedó a supervisar la hacienda). Pasadas las seis de la tarde, llegan a su destino. Margarito baja de inmediato junto con su hermana para alcanzar a ver la puesta de sol que para esa hora ya estaba en su máximo esplendor. Rogelio y Paula los alcanzan llevando en sus brazos a los gemelos y todos permanecen un rato mirando los últimos rayos solares que cubrían gran parte del lago. Una vez que la luz escasea, entran a la cabaña a acomodar sus cosas en las respectivas habitaciones.

Estados Unidos – Restaurante:

Edward recibió una llamada de Henry en la que le pidió que fuera al restaurante que estaba frente a las oficinas de la Compañía Smith, pero aunque llegó puntual, ninguno de los hermanos de Jennifer se había aparecido por el lugar, (tenía más de cuarenta minutos esperando).

Mesera: Disculpe señor, ¿finalmente va a ordenar algo o seguirá esperando?

Edward: De nada me sirve ordenar... Supongo que me dejaron plantado, así que por favor tráigame la cuenta del café y el pan.

Mesera: (coqueta), ¡es increíble que haya alguien que se atreva a dejar plantado a un hombre tan guapo!

Edward: (sonríe), ¡Sí verdad!, yo tampoco me lo creo.

Mesera: ¿Y a quién esperaba?

Henry: A nosotros señorita.

La mesera da la vuelta y se topa con cuatro hombres altos y en apariencia muy rudos, (por la mirada de reproche con la que la veían). Edward prefirió no voltear y mejor esperó a que todos tomaran asiento.

Christopher, (el segundo hermano mayor), era un hombre de la misma compleción que Henry, (fornido), cabello castaño oscuro, ojos color verde, piel bronceada, y vestido con un traje muy caro. Michael, (tercer hermano), era delgado, más alto que los otros tres, ojos color verde oscuro, cabello castaño claro, piel bronceada y vestimenta sport.

Matthew: Señorita, ¿Nos puede traer cuatro tazas de café negro?

Mesera: ¡Claro que sí!, en un momento se las traigo, (se retira).

Christopher: Escucha Henry, nosotros aceptamos no interferir en los problemas de Edward y mi hermana. Pero eso no significa que tengamos que soportar que este tipo siga con sus costumbres indecentes.

Michael: Es cierto Henry... mi hermana ya pasó por un maltrato en su matrimonio y ahora no quisiera que también le pongan el cuerno.

Matthew: Brothers, no sean injustos. La muchacha fue la que se le aventó a él... bueno, eso me pareció.

Henry: (mira a Edward), ¿Y tú no dirás nada?

Edward: ¿Qué podría decir que fuera suficiente excusa para ustedes?

Henry: Una explicación de tus manías no estaría de más.

Edward: Lo único que puedo decir es que no soy un mujeriego. Esos son chismes que la gente sin oficio se dedica a inventar... Aunque en estos quince años tampoco me dedique a practicar el celibato... Lo siento.

Christopher: ¿Por qué lo sientes?

Edward: Porque no le fui fiel a la mujer que amo... Necesitan saber que tuve una relación de dos años que casi termina en boda, pero ya no pude cumplir con mi palabra, debido a que Jennifer es la mujer de mi vida.

Michael: Pensaba que los ingleses tenían un gran honor y que eso los hace cumplir con lo que prometen, aunque no quieran.

Edward: Y por esa promesa decidí romper mi compromiso... Yo ya había jurado que cuidaría de Jennifer hasta el último día de mi vida... ¿no es así Henry?

Henry: En ese tiempo te creí, pero lo que hiciste fue casarla con otro y luego te largaste sin avisarme... Mi hermana casi se mata por la depresión en la que cayó después de su divorcio... Yo te busque para que le devolvieras la esperanza. Sin embargo jamás volví a saber de ti, hasta ese día que fuiste a la oficina.

Matthew: Sería bueno que te aclaremos que Jenny no iba a suicidarse por su ex, sino porque él muy infeliz le dijo que ningún hombre amaría a una inválida y mucho menos del que estaba enamorada, (pensativo), que al parecer sabía que eras tú.

Edward: Eso no es posible... yo dejé de verla cinco años antes de que se casara con él, ¿cómo podría haberme recordado después de tanto tiempo?

Michael: Más bien deberías de preguntarte, ¿por qué te seguía queriendo si ya ni siquiera estabas presente en su vida?

Edward: Yo no sabía nada de esto... A mí me contaron cosas completamente diferentes.

Henry: Seguramente tu amigo te ocultó la verdad para su propio beneficio.

Christopher: Escucha Edward, a mí no me importa el pasado, sino el futuro de mi hermana, así que contéstame, ¿de qué forma piensas reparar el daño que le causaste?

Matthew: Piensa bien lo que vas a decir cuñado, porque si no logras convencernos, tendrás que olvidarte de ella para siempre.

Edward miraba a cada uno de los hermanos y recordaba que hace mucho, todos le ofrecieron una amistad sincera que desperdició por culpa de sus prejuicios. Los conocía demasiado como para saber que sí la respuesta que diera no los satisfacía, se podía ir olvidando de Jennifer.

Edward: (toma aire), Todo lo que puedo hacer es ofrecer mi vida entera a la mujer que siempre he amado, y que cada día lucharé por darle la felicidad que debimos tener en aquél entonces... Les juro por el honor de mi familia y por mi vida, que no descansaré hasta curar sus heridas completamente.

Michael: Palabras de ingles... con razón a las mujeres les encantan los británicos.

Christopher: Casi me convence, pero le faltó una cosa.

Henry: Tal vez la edad ya no le permite cumplir con eso.

Edward: (¿?), No los entiendo... ¿acaso no les pareció lo que les dije?

Matthew: (se ríe), te oíste muy cursi cuñado, pero si le hablas de esa manera a Jenny, seguro que te perdona... En realidad lo que nosotros queremos es que nos den un sobrino... si es niña mejor... Recuerda que la mayoría de los hermanos somos hombres y con eso de que Chris tiene dos niños, Michael tres niños, Henry uno y yo tengo dos, la familia Smith ya es conocida por dar únicamente varones.

Michael: Mi madre pide a gritos una nieta, así que si quieres el perdón de la matriarca de los Smith, tendrás que darle una.

Edward: (¿?), ¿Ustedes sólo querían que les prometiera eso?

Henry: Así es... El hostigamiento que te dimos era para ver si salías corriendo, pero no lo hiciste y eso quiere decir que ésta vez sí estas dispuesto a luchar por ella.

Edward: ¿Pero en dónde está Jennifer?

Christopher: Está en el lugar que una vez te dijo que deseaba conocer... más específicamente, que tú la llevaras a ver.

Edward: ¡Entonces sí fue para allá!, (se pone de pie), ¡Gracias!

Edward camina lo más rápido que puede y como siempre se guiaba con las sillas de las mesas. Los cuatro hermanos lo observaban con un poco de pena.

Michael: ¿No crees que sería mejor decirle a Jennifer que Edward no ve bien?

Henry: Él no quiere que su problema influya en ella para que le dé su perdón.

Christopher: ¿Y cuando piensas ayudarlo?

Henry: Primero quiero ver si mi hermana lo acepta, pero en caso de que no, igual lo ayudo.

Matthew: (voltea a todos lados), Como que la señorita prefirió no aparecerse por aquí y de paso nos dejó esperando el café.

Los tres mayores se levantan y caminan hacia la salida.

Matthew: (¿?), ¿Ya nos vamos?

Michael: Christopher y yo tenemos que rendir cuentas.

Henry: Yo tengo que recoger a Paul y con todo lo que pasó, voy retrasado.

Christopher: ¿Y tú?, no se supone que Jacqueline te ha dicho que no llegues tarde.

Matthew: (suspira), ¡está bien!, vámonos porque se me olvidaba que tengo que pasar al Supermarket.

Los cuatro salen del restaurante y suben a sus respectivos coches para dirigirse a sus hogares.

Lagunas de Montebello:

Después de acomodar sus cosas, la familia Montero cenó la comida que Juanita les preparó. Mary y Margarito estaban emocionados porque sus papás les prometieron que en la mañana irían al poblado que se encontraba al otro lado del lago, pero la condición que pusiera Rogelio para complacerlos, había sido que se durmieran temprano y se acabaran toda la comida, (en su mayoría verduras). Una vez que los platos estuvieron limpios, los dos corren a su cuarto a dormir, (aunque no pudieran). Paula se pone a lavar los trastes y le pide a Rogelio que vaya con los gemelos para tratar de dormirlos. Él entra a su cuarto con los dos bebés en sus brazos y con delicadeza los deposita en la cama, y luego se recuesta junto a ellos. Los dos pequeños lo veían con esa mirada tierna que poseían. Rogelio por su parte, también los miraba y con su mano acariciaba su carita.

R: ¡No pues sí!... mis dos chamacos están cada vez más grandes. No saben chamacos lo ansioso que estoy de verlos convertidos en hombres fuertes y valientes, para que junto con su hermano mayor, cuiden de lo único valioso que podré dejarles... la hacienda que con mucho sacrificio he sacado adelante, (sonríe), aunque eso no hubiera sido posible sin la ayuda y el amor de su madre.

AP: La hacienda no es lo más valioso que tienes.

Rogelio voltea hacia la puerta y ve a Paula parada en el marco con sus brazos cruzados y mirándolo con una sonrisa en el rostro.

R: ¿Ah no?... y entonces ¿qué otra cosa de valor tengo?... aparte de todos ustedes.

Paula se acerca y se acomoda al otro lado de la cama. Con su mano acaricia el rostro de sus hijos, tal como lo hiciera Rogelio.

AP: Tienes una esencia maravillosa que le has trasmitido a nuestros hijos, (fija su mirada en él), el amor que nos regalas también es una herencia que ellos entregaran a la familia que formen en el futuro.

R: Paula... no tienes idea de lo significan para mí tus palabras.

Se acomoda para poder darle un beso, pero Paula lo detiene con suavidad. Él se desconcierta, sin embargo eso no dura mucho porque inmediatamente comprende la razón por la que ella lo detuvo. Paula se levanta para cargar a los gemelos y los lleva a una cuna que mandara pedir días antes de que fuera dado de alta. Los arrulla un momento y al ver que ambos duermen, regresa con su esposo.

AP: ¡Te amo!

R: Yo también Paula.

Rogelio vuelve a intentar besarla pero nota un halo de tristeza en el rostro de su mujer.

R: ¿Qué tienes amor?... espero que no sea culpa mía esa carita triste que pusiste.

AP: No es tu culpa Rogelio, es mía.

R: (¿?), ¿Cómo?

AP: Hace unos días quería pedirte perdón. Rogelio, discúlpame por no haberme dado cuenta de que estabas enfermo... ¿qué clase de enfermera soy? (solloza), mi amor, estuve a punto de perderte y todo por mi ineptitud.

R: ¡Cálmate mi amor!, lo que sucedió no fue culpa tuya. En todo caso es mía por ser tan irresponsable con mi salud aún sabiendo que ustedes me necesitan.

AP: Sí pero...

Él la calla colocando un dedo en sus labios.

R: ¡Shh! No digas nada, si en verdad lo sientes y quieres reparar tu falta de atención hacia a mí. Entonces cámbiate mientras yo voy a preparar lo necesario para que me regreses las fuerzas que perdí en estos días.

AP: (¿?), ¿Qué vas a hacer?

R: ¡Qué no vamos hacer señora Montero!, pero antes de decirte, ponte más hermosa de lo que eres para que me des más ánimos de los que ya tengo.

AP: No me imagino qué es lo que está pasando por esa mente maquiavélica que tienes, pero voy a hacer lo que me pides.

R: ¡Ta bueno!, (se levanta), ahora regresó.

Rogelio sale del cuarto y Paula se apresura a sacar del closet una bolsa con un camisón que se pone rápidamente. Al terminar de arreglarse se sienta en la orilla de la cama a esperar a su esposo, pero pasaban los minutos y él estaba tardando mucho, así que decide ir a ver qué era lo que hacía. Aunque su plan se estropea al instante en que Rogelio entra al cuarto.

R: ¿Huyendo de mí señora Montero?

AP: Nunca huiría del hombre que amo. Además, ya sabes que deposito en ti no solo mi amor, sino toda mi confianza.

R: Siendo así, voy a pedirte que te pongas esto, (saca de su pantalón una pañoleta).

AP: (¿?), ¿Para qué quieres que me ponga eso?

R: Dijiste que confiabas en mi.

Paula titubea, pero toma la pañoleta. Antes de ponérsela mira a su esposo.

AP: Siempre confiaré en ti mi amor.

Dicho eso se pone la pañoleta. Rogelio la toma de la cintura y con cuidado la conduce hasta salir del cuarto para luego entrar a otro que estaba al lado. Paula estaba ansiosa por quitarse la pañoleta, pero Rogelio evitaba que lo hiciera. Momentos después, él la hace que se siente en algo que parecía una colchoneta y la deja ahí. De repente ya no podía oír a su marido y comienza a llamarlo sin obtener respuesta. Casi a punto de quitarse la pañoleta, siente en sus hombros unas manos que los recorren.

R: (susurra), No te muevas, sólo siente y por mucho que lo desees, te pido que no te quites la pañoleta.

AP: ¿Por qué no Rogelio?... ¿qué es lo que pla...

Las caricias que le estaba proporcionando en su cuello, eran tan placenteras que le impedían continuar hablando pues tenía la imperiosa necesidad de dejar escapar un gemido que por orgullo reprimía. Cuando las manos de Rogelio comienzan a bajar y las caricias del cuello fueron reemplazadas por besos, ella ya no puede evitar que de su boca salga el sonido que él tanto esperaba. La abraza y lentamente la gira para darle un beso tan pasional como las caricias que depositaba en cada parte de su cuerpo. Al separarse le quita la pañoleta y la hace que voltee.

El jacuzzi no era un lugar desconocido, tampoco las hermosas rosas rojas que cubrían el camino hacia la tina. Lo que la maravillo, fue que dentro del agua se podía leer un "Te amo" formado con las rosas que le gustaban.

R: ¿Te gustó mi mensaje?

AP: ¡Me encantó!, pero ¿cómo le hiciste para que los pétalos quedaran quietos bajo el agua?

R: ¡Ah!, ¡pues los pegué!

AP: ¿Los pegaste?... ¿fue por eso que te tardaste?

R: Sí... aunque pronto tendremos que olvidarnos de la bonita decoración porque no van a durar mucho así.

AP: (Coloca su mano en el pecho de su esposo), lo que importa es que permanezca aquí en nuestro corazón y por toda la eternidad.

R: Mi amor por ti siempre estará en mi corazón y en mi alma.

Paula le sonríe antes de volver a apoderarse de sus labios y usando toda su fuerza, lo jala hasta que ambos están en el agua. Las ansias de los dos hacen que los pétalos se separen y se esparzan por todo el jacuzzi.

El amor por sus hijos es enorme, pero los momentos cuando eran un solo ser, les brindaban a su alma una alegría infinita.

Esa noche una de las lunas más hermosas resplandecía por todo el lago, y con su luz alumbraba el pequeño cuarto en dónde dos amantes se entregaban con pasión y con el amor más puro que nunca se imaginaron sentirían, el día que sus caminos se cruzaron.

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