CAPÍTULO 4
Seis días maravillosos eran los que llevaban ya de luna de miel Paula y Rogelio, y a pesar de que no podían ir a algunos lugares por la condición de él, eso no fue impedimento para que encontraran la manera de disfrutar su viaje.
Paula debía admitir que su esposo era un estuche de monerías, no solo cocinaba como uno de los más afamados chefs (percepción de una mujer enamorada), lavaba trastes, era un boy scout consolidado pues una de las cosas que hicieron fue acampar en el pequeño bosque (claro muy cerca de la casita de madera, por cualquier emergencia), donde tuvieron una entrega de amor muy excitante gracias al hermoso paisaje que tenían alrededor. Otra virtud de su marido era que contaba muchas historias de sus viajes, obras literarias, científicos, y demás temas que él insistía mejor no platicarlos, porque creía que la aburría cuando se apasionaba con un tema en específico a pesar de que ella le decía que le encantaba oírlo hablar con ese fervor de cualquier cosa. También estuvieron pescando (hobbie que Rogelio disfrutaba igual como cuando montaba antes de su accidente).
AP: (desesperada), No puedo pescar nada Rogelio, ya llevó más de una hora y los peces parece que se los tragó el lago.
R: (riéndose casi a carcajadas). Cálmate Paula, estas no son enchiladas, pescar tiene su chiste y lo más importante es ser paciente.
AP: Oye amor, ¿no crees que si vamos en bote al centro del lago podemos pescar más fácilmente?
R: No, este también es un buen lugar para hacerlo.
AP: (segundo plan), pero he visto en programas de televisión que los peces siempre se encuentran en la parte central de los lagos porque ahí es más profundo que en las orillas.
R: Mientras tengas una buena carnada y mucha paciencia no hay necesidad de ir al centro del lago.
AP: De carnadas tengo muchas, pero la paciencia no se me ha dado nunca.
R: Pues es un buen momento para que comiences a tenerla, eso es algo que yo he tenido que hacer desde hace mucho tiempo (lo dice sin ver a Paula, pero mirando con melancolía al lago).
AP: (que estaba más concentrada en su caña de pesca que en lo último que dijo Rogelio), Oye creo que ya pesqué algo, y ha de ser grande porque me está jalando.
R: (tratando de sostener fuerte a su esposa), Paula incorpórate y empújate fuerte hacia atrás, y trata de darme la caña y en cuanto yo la agarre, tú me jalas.
AP: (haciendo lo que le dijo Rogelio), toma, no la sueltes amor, ahora te jalo.
Con muchísimo esfuerzo, por fin logran sacar al pez que aunque no era muy grande, para ser el primero era un buen espécimen digno de una principiante.
R: lo ves!, te dije que solo necesitabas ser paciente, te felicito, ahora solo faltan tres peces más porque sabes que soy de buen comer y ese no nos va a alcanzar para los dos (le da la caña y le indica el asiento donde estuvo toda una hora).
AP: (mirándolo incrédula), ¿Pero es que estás diciendo que pesque de nuevo?, ¿si ese me tomó mucho tiempo?
R: Vamos Paula, tu puedes, además recuerda que me insististe en que te enseñara a pescar, y ahora no te vas a echar para atrás ¿o sí?
AP: Te lo dije para ver si me llevabas en el bote, pero no me imaginé que iba a ser tan difícil.
R: Está bien, qué te parece si te sientas en mis piernas y yo te ayudo a mover la caña pa que veas cómo se le hace para no espantar a los peces.
AP: Bueno, no es mala idea.
Paula se le sienta a Rogelio y él toma sus manos para ayudarla a lanzar la caña (con su previa carnada puesta), y en cuanto ésta entra al agua, comienza a movérselas lentamente, los sentidos de Paula distaban bastante de la caña, solo sentía los brazos fuertes de su esposo y su aroma la embriagaba como siempre lo hacía, por eso no sintió cuando la caña se jalaba indicando que había picado algo.
R: Ves! si lo haces de este modo, es más rápido que piquen los peces.
AP: (volviendo a la realidad) ¿qué dices?
R: que me ayudes de nuevo para sacar el pez que pico el anzuelo, ¿Paula, pos en qué estabas pensando?
AP: Perdóname ahora mismo te ayudo.
Otra vez, Paula ayudó a Rogelio y para su fortuna habían atrapado a dos peces más pequeños que el primero, pero Rogelio dijo que con eso era suficiente. Así que regresaron a la cabaña para preparar la comida.
R: Bueno mi hermosa esposa, si quieres puedes irte a descansar mientras preparo la comida.
AP: Pues siento mucho negarme mi guapo esposo, pero yo también cocino muy rico y ahora quiero prepararla esta vez.
R: ¿Tan mal cocino?, pero si hasta ahora no te ha hecho daño lo que he preparado.
AP: Me encanta tu comida Rogelio, pero no crees que en todo el viaje solo tú me has atendido. Hasta me siento una inútil que no ha podido hacer algo por ti.
R: (besando su mano), ya lo haces todos los días al estar conmigo Paula, no hay nada más que quiera de ti que tu compañía.
AP: Y mi amor.
R: (él no dice nada)
AP: (hincándose frente a él), Al igual que yo pido lo mismo de ti, sólo tu amor y tu compañía.
R: Todo eso y más lo tendrás siempre, puedes estar segura.
AP: Gracias amor, (meditando), Ya sé!, ¿por qué no cocinamos los dos? y así quedamos contentos ¿te parece?
R: (sonriéndole), Muy buena idea, cocinamos los dos.
Dividiéndose las funciones, ambos comienzan a preparar la comida. Al poco rato todo está listo y se sientan en el comedor; platican de las cosas que han hecho durante el viaje y de lo que harán los días que les faltan, cuando terminan de comer, Paula saca un libro de su maleta (que le regaló su tía cuando se casaron la primera vez) y le pide a Rogelio que él se lo lea, coloca una manta en el piso cerca de la chimenea mientras él la enciende, después lo ayuda a sentarse en el piso recargándolo en la parte baja del sillón y enseguida ella hace lo mismo a su lado y lo abraza recostando su cabeza en su hombro. Por su parte Rogelio comienza a leer y aunque no entiende por qué justamente Paula eligió ese libro, no hace el intento por preguntarle y continúa leyéndolo, luego de un rato comienza a sentirse cansado y voltea a ver a Paula y la encuentra dormida, por lo que acomodándose mejor cierra los ojos durmiéndose también.
Los dos días que faltaban pasaron muy rápido. Paula nunca pudo convencer a Rogelio de llevarla a pasear en bote. El penúltimo día fueron a un pueblito que estaba cerca de las lagunas, Rogelio había previsto antes de partir al viaje, que unas personas de ese lugar pasaran a recogerlos, es precisamente en ese pueblo que pudieron comprar los obsequios para María, Margarito, Mary, Consuelo, Hugo, Marcial y su esposa, Pancho, Mercedes y Ernesto, su tía Rosaura y demás empleados de la Hacienda (a Vanesa no le compraron porque ya se había ido de viaje). Finalmente el último día estaban preparándose para cuando llegara Hugo por ellos.
R: Paula, ¿quiero saber si estuviste contenta en estos días?, ¿no te aburriste?
AP: Por qué habría de aburrirme Rogelio, si todo lo que me mostraste de este lugar es muy bello, es como si fuera un pequeño paraíso pintado sólo para nosotros.
R: Pero no pude llevarte a las colinas más altas para que disfrutaras de toda la región, y a veces no podíamos pasar porque la silla se atoraba en los bordes de las ramas de los árboles y las piedras.
AP: Eso no importa amor, tú compensas esas cosas con otras de más valor, (haciendo conteo con los dedos), Cocinaste la mayor parte del tiempo ¡Claro, no como yo lo haría! (Rogelio sonríe), también hiciste algunas tareas domésticas, amenizaste nuestros paseos y comidas, (hablándole al oído al momento de ponerse roja), cumpliste bastante bien en lo que tú sabes, me enseñaste a pescar...
R: (imitándola), Te soporté tus berrinches cuando no podías, tus constantes movimientos en la cama por el calor y vaya que me diste muchos codazos en el estómago cuando te ponías inquieta, te serví de nana leyéndote tu libro, y...
AP: Rogelio, ¿quieres que me enoje antes de volver a la Hacienda? (diciéndolo de forma divertida), Y yo que te iba a decir que tus comentarios sarcásticos también fueron de lo mejor del viaje.
R: (riéndose), Lo siento Paula sabes que es una mala costumbre, pero te prometo que la voy a corregir.
AP: La verdad Rogelio, me diviertes con tus sarcasmos, así que no tienes por qué dejar de decirlos.
R: ¿Segura?, luego no me vayas a golpear porque me paso.
AP: Depende de qué sea lo que me digas, (se aleja para continuar acomodando las cosas), Pero ahora que lo pienso, si hay algo que tengo que reclamarte del viaje.
R: (intrigado), ¿y qué es?
AP: Que no fuimos de paseo en el bote.
R: ¿por qué insistes en eso?, ya te di muchas veces mis razones para no ir.
AP: Porque quiero demostrarte que no tienes de qué temer, nada malo me va a pasar porque tú me cuidarás a mí, así como yo cuidaré de ti.
R: (alejándose de ella), Como la última vez ¿no?
Paula iba a decir algo, pero el sonido del clac son hizo a Rogelio salir para recibir a Hugo.
Hugo: Buenas tardes patrón, ¿ya están listos para regresar a la Hacienda?
R: Sí Hugo, ya tenemos las cosas listas, por favor ayuda a mi mujer a subirlas a la camioneta.
Hugo: Enseguida Patrón.
Hugo entra a la cabaña, saluda a Paula y le pide le indique lo que se va a llevar al vehículo, ella le muestra las maletas y él se las lleva, mientras Paula mira toda la cabaña sintiendo mucha nostalgia por tener que irse tan pronto. Rogelio entra porque se estaba tardando en salir y la ve parada en el centro de la salita.
R: Paula, ¿qué pasa?, Hugo ya subió el equipaje y solo nos está esperando.
AP: Perdóname Rogelio es que quería ver de nuevo todo este lugar para grabármelo muy bien en mi memoria, todos estos días han sido los más bonitos de mi vida que no quería que se acabaran tan pronto.
R: Te entiendo porque yo me siento de la misma forma. Pero te prometo que te traeré de nuevo algún día si seguimos juntos.
AP: (sorprendida), ¿si seguimos juntos?
R: Disculpa iba a decir que vendremos juntos y de paso traemos a Margaro y Mary.
Paula estaba muy desconcertada por las palabras de Rogelio y él tratando de distraerla le dice lo que podría tranquilizarla.
R: También cuando vengamos iremos de paseo en el bote, sólo tú y yo (la atrae para besarla), ¿estás de acuerdo?
AP: (terminando el beso), Estoy de acuerdo, pero si quieres que me quede tranquila deberás jurármelo.
R: (resignado), Te lo juro Paula y sabes que siempre cumplo.
AP: (suspira de alivio), Está bien, con eso me quedo más tranquila porque me consta de que si sabes cumplir con lo que prometes.
R: ¿Ah sí?, ¿y qué te he prometido antes?, no recuerdo todos los detalles.
AP: Que me enamoraría de ti y que sería muy feliz a tu lado, ¿acaso no es lo que me prometiste?
R: (risa irónica), pues si tú lo dices!
AP: No es que porque yo lo diga, sino que así es (ella lo besa, y aunque un poco renuente de tener que terminar el beso, se separa y camina hacia la puerta ya más animada), bueno es hora de volver a nuestro hogar junto a nuestros hijos. (Antes de salir vuelve a mirarlo), ¿Sabes?, después de besarte me di cuenta que no fue el lugar lo que me hizo estar contenta. Sino tú, por eso te agradezco mucho que estés a mi lado (le extiende su mano), ¿nos vamos?
R: (tomándosela), Sí.
Los dos suben a la camioneta (a Rogelio lo ayuda Hugo), y se van rumbo a la Hacienda. Gracias a que salieron temprano de las lagunas fueron llegando por la tarde y desde que Margarito visualizó el coche bajo corriendo y gritando que sus papás ya habían regresado.
Margarito: Abuelita, Abuelita, ya llegaron mis papás.
María: (exaltada), pero muchacho que son esos gritos.
Consuelo entra corriendo a la cocina y deja caer sobre la mesa lo que ese día cocinarían para festejar a los patrones.
Consuelo: Madrina, los patrones acaban de llegar.
Margarito: Sí abuelita, vamos a recibirlos (ya casi cerca de la puerta se regresa), pero hay que traer a Mary para que también los reciba.
María: Mira Margarito, tú ve a llamar a todos para que les den la bienvenida y yo por lo mientras traigo a Mary.
Margarito: Sí ahorita mismo voy.
Margarito les avisa a todos que los patrones regresaron. La camioneta llega hasta la entrada principal de la Hacienda. Paula baja y enseguida Hugo va por Rogelio que en cuanto está en su silla, todos con voz fuerte les dan la bienvenida. Margarito abraza a Paula y ésta le corresponde con un beso en la mejilla y luego el niño mira a su papá y va abrazarlo también. María sale con Mary en sus brazos y Paula corre a cargarla.
María: Hijos que bueno que ya están de regreso, ¿cómo se la pasaron?
Paula: (emocionada), Muy bien María, fue todo tan hermoso que aunque suene un poco egoísta yo no quería que se terminara.
María: Me alegra Paula (la abraza y le susurra), viste como yo tenía razón, y de ahora en adelante, mientras estén juntos todo será felicidad.
Paula: Gracias María.
Mary casi llora por el leve apretón que recibió cuando María dio el abrazo, que hace que Paula se aleje un poco para arrullarla. María por su parte se dirige a Rogelio que se encuentra abrazando a Margarito y recibiendo las felicitaciones de los demás.
María: Hijo, aunque el día de la boda te felicité, otra vez quiero repetirlo (agachándose para abrazarlo), ¡Muchas felicidades!, ¿estás contento?
R: (sonriente). Por supuesto Nana, si gracias a la bondad de Paula soy muy feliz.
María: Gracias a su amor dirás ¿no?
R: Sí, eso es lo que traté de decir Nana y perdona pero estoy muy cansado, me adelanto para poder descansar antes de la comida.
Rogelio estaba por entrar a la casa, pero Paula lo ve y lo alcanza.
AP: ¿A dónde va señor?, ¿acaso tan harto te tenía que ya quieres deshacerte de mí?
R: (le pide a Mary y cuando Paula se la deja en los brazos, toma su mano), es más probable que yo llegue a hartarte, pero puedo asegurarte que por mi parte nunca me cansaré de ti.
AP: Si te soporté cuando eras un gruñón, ahora que te amo más que a nada, dudo que me canse de tu presencia (besando su mano), ¡mi amor!, eso nunca pasará.
Mary se inquieta y quiere alcanzar el rostro de Rogelio.
R: Mira a esta chamaca, se me hace que somos nosotros quienes la aburrimos con nuestras pláticas, mejor la llevo a su cuarto para que duerma y en cuanto esté en su cunita te alcanzo en la recámara, porque me imagino que tu también estás cansada.
AP: Pues vieras que no. Qué tal si mejor vamos los dos con Mary para dormirla, yo le canto y tú la arrullas ¿te parece buena idea?
R: Por supuesto Paula. Vamos a dormir a esta hermosa princesita (le hace gestos graciosos a Mary que la hacen reír). Caray ¿qué tan graciosa tengo la cara?
AP: Pues la verdad sí amor, haces unos gestos que a veces hacen reír.
R: (sarcásticamente), Gracias!, ahora resulta que tengo cara de payaso.
AP: No dije que de payaso, tal vez cowboy mal geniudo.
Rogelio suelta la carcajada y Paula se ríe con él, cuando se calman, se van al cuarto de Mary para dormirla.
En ese momento Ernesto y Dany vienen llegando a la Hacienda. Él sabía que ese día el matrimonio Montero regresaría de su luna de miel y cómo no quería seguir retrasando su plática con Rogelio salió temprano de la clínica para poder finalmente decirle lo de sus estudios.
Ernesto y Dany: (en las rejas de la Hacienda), Buenas tardes.
Marcial: Buenas seño Dany. Buenas doctor Ernesto, ¿viene a darles la bienvenida a los patrones? (Dany ayudaba en la clínica y se estaba quedando en la Hacienda).
Ernesto: Pues ese es uno de los motivos. Y me imagino que ya están aquí porque todos se encuentran reunidos en la entrada.
Marcial: Sí, justo hace unos minutos acabaron de llegar (abriendo la puerta para darle paso al coche), pásele, María entró a la cocina, dígale que viene a ver a los patrones porque me parece que ellos se fueron a descansar un rato.
Ernesto: Muchas gracias, con permiso.
Dany: Gracias Marcial, nos vemos al rato.
Marcial: De nada y hasta el luego.
Dany va directo a la cocina para saber si es posible ver a los recién casados.
Dany: María, buenas tardes.
María: (dejando el cucharón), Dany ¿tan temprano de regreso?, si casi siempre llegas cuando vamos a cenar. ¿No me digas que se te quemaban las habas por saber cómo les fue a los dos tortolitos?
Dany: Pues yo no soy la única a la que se le quemaban.
María: ¿no?, pues, ¿a quién más?
Ernesto: Pues yo María (que venía de estacionar el coche).
María: Ernesto, ¡qué gusto me da que tú también vinieras! Entre más seamos los presentes en la mesa para celebrarles a mis niños mejor.
Ernesto: Hablando de ellos María, ¿sabes si podría hablar con Rogelio?
María: Pues no sé, hace rato dijo que quería descansar antes de comer, pero luego vi que se dirigía con Paula a la habitación de Mary, (cara de preocupación), ¿es muy urgente lo que quieres hablar con él?
Ernesto: Un poco María, pero no se angustie no es nada grave, son cosas de la clínica.
María: Qué alivio!, es que me quedé ciscada con muchas cosas.
Dany: No es para menos María. Hasta yo pensé que era malo cuando Ernesto se ofreció a traerme porque necesitaba decirle algo importante a Rogelio.
Ernesto: Siento haberlas asustado, pero como les dije no es nada grave, es más, quizá sea muy bueno para él y Ana.
María: Pues ¿qué es lo que vas a decirle de la clínica que sea bueno para los dos?
Ernesto: Eso lo sabrán más tarde. Ahora María por favor ¿podría ver si puede recibirme?
María: Claro!, en un momentito regreso (sale casi corriendo a buscarlo).
Ernesto: Espere María!, solo le pido que Ana no sepa que soy yo el que quiere hablar con Rogelio.
María: (dudosa), si, como quieras.
Dany: Pues creo que yo voy tras María porque a mí me urge ver a mi amiga. Con permiso Ernesto, nos vemos más tarde.
Ernesto: Pásale Dany, nos vemos (pensando), qué bueno!, así podrá distraer a Ana.
En la recámara de Mary (la que era de Cynthia y en la que ahora dormía María), Rogelio la estaba arrullando mientras Paula que estaba hincada junto a la silla de su esposo le cantaba una canción de cuna, pero por más que hacían la niña no quería cerrar los ojos, únicamente pasaba la vista de Rogelio a Paula y de Paula a Rogelio.
R: (sin dejar de mirar el rostro de la niña). Parece que esta princesita tiene más pila que nosotros. Nada de que quiera dormirse.
AP: Eso es normal en algunos bebes, otros se la pasan durmiendo todo el día (se levanta y se sienta en la cama). ¿Quieres que yo la cargue amor?, te veo cansado.
No le responde pues estaba viendo cada rasgo de la pequeña niña, al mismo tiempo sentía en su pecho una especie de alegría al tener en sus brazos un ser tan frágil y hermoso, aunque no era la primera ocasión que la cargaba sabía que esta era especial porque después de tantos malos momentos del pasado necesitaba de toda la paz que fuera posible y la niña se la estaba brindando.
AP: Rogelio, ¿me estás escuchando? (sin recibir respuesta), Rogelio, (se levanta y toma su rostro haciendo que la mire).
R: ¿sucede algo Paula?
AP: Eso quería saber Rogelio. Te estaba hablando y te quedaste como ido, ¿te sientes mal?
R: (retirando la mano de su cara), Estoy bien Paula. Solo estaba pensando en que los bebes pueden sacar todos los buenos sentimientos de las personas.
AP: Si, los bebes tienen esa habilidad (Mira a la niña con mucho cariño y le acaricia su carita), por eso es tan bonito cuando tenemos la fortuna de estar con ellos, pues nos dan amor, valor y fuerza que se supone los adultos debemos proporcionarles.
R: Es verdad.
AP: Pero parece que a esta personita (señalando a Mary que estaba profundamente dormida), lo que la duerme es la plática educativa.
R: Caramba! para la próxima le traigo unos documentales pa que se duerma más rápido.
AP: Pues yo te vi muy feliz arrullándola. ¿Sabes?, es bonito verte en esta faceta de papá amoroso.
R: Cuando Margaro llegó a la Hacienda a veces lo cargaba y ahora entiendo por qué cuando lo hacía me sentía contento, ¡si era mi chamaco!
En eso se escucha la voz de María preguntando por Rogelio.
María: Rogelio, puedes venir a la cocina un momento.
R: Sí claro Nana (dándole a Paula la niña), perdona amor, voy con María, tu por lo mientras ve a descansar yo te alcanzo después.
AP: (dejándola en su cuna), Está bien Rogelio.
Dany que iba entrando a la habitación casi choca con Rogelio.
Dany: Don Rogelio, perdón por entrar como loca, pero es que estaba muy ansiosa de verlos.
R: No te preocupes Dany, te pido me disculpes pero voy con María, nos vemos en la comida.
Dany: Sí Don Rogelio.
En cuanto Dany y Paula se ven, se abrazan de lo contentas que estaban de verse de nuevo.
Dany: Amiga, que bueno que ya están de vuelta (jalándola del brazo), me tienes que contar como les fue.
AP: Dany, ¿cómo crees que me fue?, (saltando como niña), pues muy muy pero muy bien.
Dany: De verdad amiga, pero sé un poco más explícita.
Cuando Paula iba a continuar Mary se pone a llorar de nuevo y tiene que volver a tratar de dormirla, mientras en la cocina María y Rogelio van llegando.
R: (aún sin ver a Ernesto), Nana ¿para que querías que viniera hasta acá?, porque a mí no me engañas, no creo que sea algo relacionado con la comida, ¿verdad?
María iba a contestarle, cuando Ernesto lo hace primero.
Ernesto: Es verdad Rogelio, le pedí a María que no dijera que yo te estaba buscando, tú sabes!, por lo de la clínica, ¿recuerdas?
R: (entendiendo la indirecta), Sí, ya recuerdo, acompáñame al despacho, María ahorita venimos y por favor que nadie nos moleste. ¿Vamos Ernesto?
Ernesto: Si, vamos Rogelio, con permiso María.
María: Pasen.
Ernesto está seguro que lo que va a comentarle a Rogelio será el inicio de algo muy bueno para dos de las personas que ha aprendido a estimar y sufrieron mucho en el pasado, por lo que merecen ser completamente felices como él cree serlo con su esposa. Por otra parte Rogelio sabe lo que Ernesto viene a decirle, pero no está seguro si lo que él contestará será suficiente para poder olvidar e intentar continuar como si nunca hubiera escuchado algo ese día en que sus ojos se abrieron entendiendo todo el mal que hizo a la gente que más quiere y aprecia.
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