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CAPÍTULO 37

Mary tuvo un cumpleaños muy divertido, gracias a que su tío Ricardo se encargó de amenizar la celebración con un sinfín de ocurrencias; como contar chistes, organizar juegos de concurso, (en los cuales Rogelio fue el blanco preferido de tío y sobrina para llevarlos a cabo), buscaba temas de interés entre los invitados, y hacía cuanta cosa se le venía a la mente. Al principio el matrimonio Montero estaba renuente a seguirle la corriente, porque dudaban de su buena voluntad, pero al final terminaron olvidándose de eso y disfrutaron del cumpleaños de su hija, (que acabó entrada la noche).

Al otro día, Rogelio salió temprano a supervisar a los peones, (Pancho aún no regresaba y Hugo llegaría más tarde). Aunque Paula decidió no ir al Rancho, se levantó a la misma hora que su esposo para ayudar a María y Juanita con el desayuno, pero cuando entró a la cocina, se llevó la sorpresa más grande de su vida, pues Vanesa se había encargado de hacerlo, (Margarito, Mary y Valeria ya lo degustaban). Como se quedó inmóvil por la impresión, su hermana se acerca hasta ella y en ese momento María también entraba a la cocina.

Vanes: ¡Buenos días Paula!

AP: ...

María: (la mueve), Paula, te están hablando.

AP: (¿?), Sí gracias.

Vanesa: (¿?), ¿Gracias, por qué Paula?

AP: Perdón, ¿qué fue lo que dijeron?

María: (riendo), No se te puede culpar por no salir de la impresión... yo tampoco me hubiera imaginado que Vanesa supiera cocinar.

Vanesa: ¡Ah!... ¡Con que era eso!, (se dirige a sentarse con los niños), poco antes de que Valeria naciera, fui con un chef para aprender a cocinar. Lo malo es que tarde bastante y el pobre de Ricardo terminaba con dolor de estómago casi todo el tiempo.

AP: (mira a todos lados), Ya que mencionas a tu esposo, ¿en dónde está?

Vanesa: Se fue a Tuxtla... me dijo que tenía que recoger una cosa.

María: ¿Qué cosa?

Vanesa: No sé... si él no me lo dice, yo no le pregunto.

AP: Le tienes demasiada confianza.

Vanesa: Se la ha ganado... cuando esté de regreso sabré que iba a recoger.

María: Dejen eso para después y mejor probemos lo que preparó Vanesa.

Margarito: ¡Está muy rico abuelita!, (se levanta), pero ya se me hizo tarde para ir a la escuela, así que me lo termino cuando vuelva.

Margarito se acerca a su mamá y le da un beso, enseguida sale corriendo a buscar a Marcial, (que lo esperaba arriba de la camioneta). Paula y María se disponen a desayunar y comprueban que el jovencito tenía razón. Al terminar, María le pide a Paula que conviva con Vanesa para que de esa forma fueran viéndose como hermanas. Toda la mañana estuvieron con sus hijos y entre platica, Paula intentaba saber más sobre su cuñando, pero Vanesa únicamente decía cosas triviales.

Ciudad de México – Bufete de abogados Ramos

Alejandro llegó puntual a la cita. Después de tener una de las mejores veladas de su vida, hubiera preferido quedarse con su futura esposa, pero fue la misma Dany quién le pidió que se presentara.

Tenía poco de haberse sentado en el sillón de la recepción, cuando una mujer castaña elegantemente vestida, lo llama.

Alejandro: ¡Fabiola!, ¡qué gusto volver a verte!

Fabiola: Igualmente Alejandro... ¡no tienes idea de cuánto extrañé mi país!

Alejandro: ¡Es que ahora sí tardaste en volver!... incluso pensé que te quedarías en Estados Unidos por el resto de tu vida.

Fabiola: Regresé porque mi permiso expiró... lamentablemente no terminé de resolver un caso, pero mejor entremos a la oficina, ahí está el cliente y me gustaría que te explique su situación.

Alejandro asiente y juntos entran a la oficina dónde los esperaba un señor de aproximadamente setenta años. Luego de las presentaciones, el señor le contó el problema que tenía.

De acuerdo a su relato, estuvo haciendo negocios con un hombre estadounidense, (inversiones). Todo parecía marchar bien, hasta que se dio cuenta que estaba sufriendo pérdidas en su capital y decidió enfrentar a su socio. Pero cuando iba a hacerlo, el hombre ya se había ido con una fuerte suma de dinero. Aunque interpuso una demanda, le sería imposible recuperar lo que le robo debido a que no tenía manera de comprobar la sociedad, pues el sujeto usó un nombre falso.

Alejandro: Es extraño que las autoridades estadounidenses no estén investigando.

Señor: Me supongo que es porque no soy ciudadano norteamericano. Además, el sujeto que me timó se encargó de realizar todos los trámites del negocio y no me dejo nada que sirva en la demanda.

Fabiola: Así es Alejandro... desafortunadamente no hay mucho que podamos hacer... el banco tampoco quiere hacerse responsable.

Alejandro: Es una pena, pero no comprendo que es lo que necesitan de mi... Fabiola, recuerda que no soy especialista en leyes norteamericanas, y en este momento el señor requiere de un abogado que sí lo sea.

Fabiola: ¡Lo sé!... (Muestra un folder), ¡mira!, hice una investigación y me enteré que hace años, una persona interpuso una demanda en contra de ese tipo, pero no procedió porque el testigo principal jamás fue a declarar... Lo único que quiero es que vayas a Estados Unidos y convenzas a la persona que entablo la demanda de retomar el caso.

Alejandro: ¿Quieres que vaya a Estados Unidos?... ¡Fabiola!, tú acabas de venir de allá, ¿por qué no lo buscaste?

Fabiola: ¡Sí lo hice!... fui a su antigua residencia pero ya ni siquiera existe, también fui a su lugar de trabajo pero me informan que renunció y nadie sabe en dónde está... Alejandro, te juro que si pudiera lo seguía buscando, pero como dije, ya no me es posible permanecer allá, (toma su mano), pensé en ti porque tienes un permiso que puedes usar al menos hasta que lo localices.

Alejandro: ...

Señor: Licenciado, estoy consciente de que nunca recuperaré mi dinero... Pero si continúo en esta lucha es porque no quiero que ese tipo siga burlándose de la gente, (sonrisa irónica), al menos a mí no fue tan mal como al otro... sé que si usted le habla de la posibilidad de obtener justicia, esa persona no se negará a ayudarnos.

Alejandro: ¿Y cómo dieron con la persona que puso la demanda anterior?... de acuerdo a lo que me dicen, el timador usa nombres falsos y así es más difícil ubicar cualquier cosa que tenga que ver con él.

Fabiola: En realidad no fue tan difícil. Mi cliente me dio una fotografía de hace mucho tiempo, y aunque el sujeto cambia de look constantemente, pude encontrar la demanda en la base de datos de la policía estadounidense porque coincidentemente, la foto es la misma que tenían almacenada.

Alejandro: ¿Me puedes permitir tu investigación?... quiero evaluarla.

Fabiola: (le da un beso en la mejilla), ¡Muchas gracias Alejandro!, ¡sabía que podía contar contigo!

Alejandro: (se levanta), dije que la evaluaría, más no que aceptaba hacerme cargo.

Fabiola: (le extiende un folder), Esto ya es ganancia para mí... sé que al final terminarás aceptando.

Alejandro: Yo no lo creo Fabiola.

Alejandro toma el folder y lo abre para comenzar a leer los documentos. En varios minutos no demostró ningún interés en el contenido, hasta que se detiene en una hoja y se deja caer en la silla.

Alejandro: ¡Es realmente increíble!

Fabiola: (¿?), ¿Qué es lo increíble?

Alejandro se levanta y se dirige a la puerta.

Fabiola: ¿A dónde vas Alejandro?

Alejandro: Voy a hacer lo que me pediste... y como me urge saber más sobre el caso anterior, salgo hoy mismo a Estados Unidos..., hasta otro momento Fabiola, me comunicaré en cuanto pueda.

Alejandro sale del bufete y se va a su departamento.

Fabiola: (¿?), ¿Qué le habrá pasado?

Señor: Por la cara que puso, pienso que algo en esas hojas no le era desconocido.

Hacienda del Fuerte:

Rogelio regresó a la casa pasado al medio día. Con tantas cosas que tenía que hacer, nuevamente había dejado de lado su alimentación y se sentía algo mareado. Antes de que entrara, el portón de la Hacienda se abre dejando pasar un remolque equino y detrás de éste venía el auto de Ricardo. Rogelio mantuvo su mirada fija en el remolque hasta que ambos coches se detuvieron frente a la casa, (su concuño baja).

Ricardo: ¡Hola Rogelio!

R: (señala el remolque), ¿Me puedes decir que rayos traes ahí?

Ricardo: Es el regalo de mi sobrina Mary. Lamento el retraso, pero como se nos atravesó el fin de semana, no me lo pudieron enviar antes.

R: (¿?), ¿El regalo de mi princesa?, ¿y qué es lo que se te ocurrió darle?... ese remolque es muy grande como para un perro o un gato.

Ricardo: (se ríe), No es ninguno de los dos, y aunque me muero de ganas por mostrártelo, me gustaría que fuera Mary quién lo viera primero.

R: ¡Ta bueno!, voy por mi princesa.

Rogelio va por su hija, (que se encontraba en la recámara con su mamá y su tía cuidando de sus hermanos), y como le dijo que la llevaría a ver el regalo de su tío, las dos mujeres se le unieron junto con los gemelos. De paso María, Juanita, Hugo y algunos peones se reunieron en el patio motivados por la curiosidad.

Al ver que Rogelio se acercaba con la niña, Ricardo abre la puerta del remolque para que el regalo de la princesa salga, (un poni color café con pelo blanco). Cuando Mary vio al poni, se zafó del abrazo de su padre y corrió a acariciarlo.

Ricardo: ¡Oye Mary!, ¿y para tu tío no hay al menos un besito en su cachete?

La niña le da un beso fugaz y devuelve su atención al poni. Rogelio toma del brazo a Ricardo y lo lleva lejos su hija.

R: (alterado), ¡Cómo carambas se te ocurre darle un poni a mi princesa!

Ricardo: (¿?), ¿No te gustó el regalo?

R: ¡Tenías que haberme preguntado si estaba de acuerdo en que le dieras eso!

Ricardo: ¿Y por qué no ibas a estar de acuerdo?

R: ¡Porque mi hija no está preparada, para andarse subiendo en semejante animal!

María: ¡Rogelio por favor!, ¡tu padre te enseñó a montar justamente a la edad de Mary!

R: ¡Pos sí!, ¡pero yo soy hombre!

AP: ¿Y eso qué tiene que ver Rogelio?... espero que ese comentario no sea porque te está saliendo lo machista.

R: ¡No me digas que estás a favor de que nuestra hija ande montando un caballo!

Ricardo: ¡Es un poni!

R: ¡Lo que sea!

AP: Rogelio, ese poni puede ser la mejor manera de que nuestra hija aprenda a montar, (lo abraza), además, confío en que tú cuidarás de que nada malo le pase.

Ricardo: ¡Esa es mi cuñada!, (palmea la espalda de Rogelio), ¡ya ves hermanito!, siempre es bueno tener una mujer que use las neuronas cuando a nosotros nos fallan.

R: (¿?), ¡¿Hermanito?!

Ricardo: ¡Perdón!, es una mala costumbre que tengo desde niño... y para que termines de perdonarme, ahora te mostraré el regalo que traje para ti.

Ricardo vuelve al remolque y sube para sacar la otra sorpresa. Rogelio se aleja un poco de Paula, en un intento por ver que era aquello que su extraño concuño le había llevado. De pronto se escucho un relincho y del remolque baja Ricardo junto con un caballo negro.

Ricardo: (extiende la rienda), Éste es descendiente de uno de los caballos que pertenecían a mi hacienda... espero que te guste.

Del asombro y la maravilla por tan hermoso espécimen, Rogelio sólo pudo tomar la rienda mientras con su mirada recorría al animal.

AP: ¡Es realmente muy bello!, y se ve que es bastante fino.

Ricardo: (orgulloso), ¡Es un pura sangre, descendiente de una de las mejores castas de Europa!

AP: ¿Y por qué se lo estás regalando a Rogelio?... te lo pregunto porque hablas del caballo con mucho cariño y si es así no deberías deshacerte de él.

Ricardo: Ya no puedo tenerlo conmigo,... (Serio), mi padre adoraba a sus caballos, cuidó de cada uno hasta el último día de su vida, por eso estoy seguro que Rogelio cuidará bien de él.

Vanesa: (toma su brazo), Ricardo, ve con Rogelio y sácalo de ese trance en que se quedó.

Ricardo: Sí Vane, (a Paula), con permiso.

Vanesa no le quitó la vista a Ricardo y eso, aunado a la extraña actitud de su cuñado, hicieron que Paula se intrigara más.

AP: ¿Sucede algo malo Vanesa?

Vanesa: No Paula... esto siempre pasa cuando Ricardo habla de su padre.

AP: Me imagino que es reciente su muerte ¿no?

Vanesa: El señor murió hace quince años, pero Ricardo no deja de culparse porque dice que aún estaría vivo sí no hubiera sido tan ingenuo.

AP: (¿?), ¿Y por qué "Ingenuo"?

Vanesa: Es algo que nunca voy a saber, Ricardo no quiere hablar de ese tema.

Paula mira hacia donde estaba Ricardo con Rogelio. Entre más cosas sabía, menos entendía a su cuñado. Pero tenía que admitir que le era agradable como persona y que su esposo se veía divertido con tanta ocurrencia, (aunque demostrara lo contrario).

Vanesa: ¡Oye Paula!, ¿recuerdas que cuando vinimos la primera vez, tú apostaste que Rogelio podía ganarle a Ricardo en una competencia?

AP: (¿?), ¿Yo hice eso?

Vanesa: ¡Claro que sí!, ¿no me digas que se te olvidó?

AP: Tal vez la revolución de hormonas me hizo decir tonterías.

Vanesa: Espero que eso no signifique que te echas para atrás... aunque es natural que te de miedo.

AP: ¿Miedo por qué?

Vanesa: ¡Discúlpame por favor Paula!, por culpa de estas hormonas también digo tonterías.

AP: ¡Ah no!, ¡ya lo dijiste y ahora te cumplo!... pero luego no te quejes cuando Rogelio le gane a tu marido.

Vanesa: (nerviosa), ¡Mejor déjalo así Paula!... Ricardo no va a querer competir si no le damos un buen motivo.

AP: ¡Eso déjamelo a mí!

Paula se acerca a los dos hombres, (que platicaban sobre el caballo).

AP: ¡Amor!, ¿por qué no montas el caballo?, necesitas hacer que se acostumbre a ti.

R: ¡Sí verdad!, eso mismo estábamos hablando Ricardo y yo.

AP: ¿En serio?... ¡Ricardo!, ¿podrías ayudar a Rogelio?, después de todo era tu caballo.

Ricardo: Rogelio no necesita que lo ayuden... él también es un experto.

AP: ¡Has de cuenta que es una competencia!... a Rogelio le gustan los retos, ¿no es así amor?

R: (¿?), Sí... ¿pero para qué quiero competir con Ricardo?

AP: (en su oído), para cuando necesites exigir el pago.

R: ¡Tienes razón!... ¡Ricardo!, ¿me ayudas a que el caballo se acostumbre a su nuevo dueño?... una buena competencia segurito lo hace que agarre confianza.

Ricardo: ¡Por supuesto!, sólo que voy a necesitar que me prestes un caballo que pueda correr a la par de éste.

R: "Río" es manso pero muy veloz... ¡Benjamín!, por favor trae al caballo y una silla para éste otro.

Benjamín: ¡Sí patrón!

Benjamín va corriendo hasta los establos y a los pocos minutos regresa con "Río". Enseguida le entrega la silla a su patrón y se lleva al poni de la princesa, (ordenes de su patrón). Mientras Rogelio le colocaba la silla al nuevo caballo, Ricardo ajustaba las riendas del otro. Para cuando terminan de verificar que todo esté en orden, ambos montan su respectivo caballo.

R: Dando la vuelta a la casa hay un claro y más adelante un árbol... ahí será la meta, ¿estás de acuerdo?

Ricardo: ¡Sí!... cuando lo indiques comenzamos.

Los dos se alinean y Rogelio levanta el brazo. Al momento de bajarlo, la carrera comienza. La velocidad con la que salieron, fue impresionante para Paula, pues era la primera vez que veía a Rogelio cabalgando de esa forma. Vanesa se encontraba muy nerviosa porque aunque su marido era jinete de carreras, temía que algo malo le pasara, (cuestión hormonal). La camioneta donde venía Margarito entró justo cuando giraban hacia la parte trasera de la casa. El niño se bajó admirado por la rapidez con la que iban, pero tuvo que aguantarse las ganas de seguirlos ya que ni corriendo con todas sus fuerzas le sería posible alcanzarlos.

Ricardo estaba muy sorprendido porque pensó que Rogelio no podría mantenerle el paso, pero entre más aumentaba la velocidad, él también lo hacía y no conseguía despegarse lo suficiente para tener ventaja. A unos metros de la meta, Rogelio sintió un fuerte dolor en la cabeza y sin querer, halo mal la cuerda, provocando que su caballo se inquietara, (Ricardo volteo percatándose de lo sucedido). Con todo y el mareo, Rogelio pudo retomar el control y continuar cabalgando. Por increíble que pareciera ambos llegaron al mismo tiempo.

Ricardo: (emocionado), ¡Impresionante hermanito!, en serio no creí que pudieras correr como si fueras un jinete de carreras.

R: (molesto), ¡Y yo nunca creí que te atrevieras a dejarme ganar!

Ricardo: (¿?), No comprendo, yo nunca haría algo así.

R: No seré un jinete de carreras, pero se reconocer perfectamente cuando disminuyen la velocidad, (exaltado), ¡y tú lo hiciste!

Ricardo: Te pediría perdón si en verdad hubiera hecho lo que dices, pero lo único que hice fue devolverte la ventaja que tu mal estado de salud me dio.

R: ¿Mi mal estado de salud?, ¿de qué demonios hablas?

Ricardo: Llevo dos días aquí, y en ese tiempo he visto que te levantas temprano y te pasas el día entero supervisando el trabajo... pero de todo lo que haces en exceso, la alimentación y el descanso es lo que ni por error te veo hacer.

R: ¡La Hacienda no se lleva sola!, necesito estar al pendiente de que todo esté en orden... estas tierras son la única herencia que les dejaré a mis chamacos.

Ricardo: Puede ser, ¿pero de que les va a servir a tus hijos un montón de tierra, si al final no van a tener a su padre para enseñarles a trabajarla?

R: ...

Como Rogelio no contestó y se había quedado pensativo, Ricardo acerca su caballo y coloca una mano en su hombro.

Ricardo: ¡Te pido que me perdones!, no debí decirte eso... tú eres el único que sabe cómo llevar la hacienda, yo sólo soy un extraño que tiene que aprender a mantenerse al margen de los asuntos que no le conciernen.

R: ¡Caramba!, ¿me estás pidiendo perdón?, (se ríe), ¡Mira!, la mera verdad me ofusqué por idioteces y te grité sin razón, también lo que acabas de decirme tiene mucho sentido, entonces yo soy el...

Ricardo: (sonriente), no hace falta que me des explicaciones... mejor hablemos de mi pago por ganar la carrera.

R: ¡Ah caramba!, ¡ahora resulta que yo te tengo que pagar!... ¿qué no habíamos llegado al mismo tiempo?

Ricardo: ¡Según tú, no!, además, ya obtuviste la confianza del caballo y ese servicio merece una recompensa, así que me vas a acompañar al pueblo.

R: ¡Ta bueno!... te acompaño, pero te advierto que sólo iremos a un lugar.

Ricardo: No hay problema... sé perfectamente a qué lugar quiero ir.

Ricardo guía a su caballo de vuelta al punto de donde partieron y Rogelio iba detrás pensando en que en verdad su concuño era muy raro.

A lo lejos se comienza a escuchar un gran alboroto porque una parte del ganado se había desviado y los peones intentaban regresarlos al resto de la manada. Rogelio y Ricardo se detienen a mirarlos y notan como les costaba arrearlos e inclusive varios se estaban alejando rumbo al río.

R: ¡Me lleva!, ¡otra vez dejaron que se les escaparan las reces!... vas a tener que regresarte solo Ricardo.

Ricardo: ¿No crees que necesitas ayuda?... ni los cuatro peones que van detrás de los animales, pueden con ellos.

R: Desde que volví a caminar he estado haciendo este trabajo sin ayuda de nadie, así que no te preocupes y regrésate a la casa.

Rogelio lleva a su caballo hasta uno de los animales y lo provoca para que dé la vuelta hacia la manada. Cuando ve que está junto con los demás, cabalga nuevamente en busca de otro. Ricardo seguía en el mismo lugar, mirando cómo su concuño se aferraba a realizar tareas tan pesadas sin ningún tipo de apoyo.

Con mucho trabajo Rogelio consiguió devolver a casi todos los animales, sin embargo uno se le escapó hasta el río y fue a alcanzarlo a pesar de que el dolor en su cabeza se hacía mayor entre más rápido cabalgaba. En un breve instante, el animal se baja al río y como la corriente era fuerte, comenzó a empujarlo. Rogelio sabía que de no hacer algo, el animal terminaría muerto. Por eso sin importarle nada, lo sujeta con una cuerda... pero la corriente lo estaba jalando también y de no ser porque otra cuerda afianza al animal, ambos hubieran sido arrastrados. Una vez que regresaron a la orilla, pudo ver a la persona que lo ayudó.

Ricardo: ¡Te dije que necesitabas ayuda!

R: (¿?), ¿Tú lanzaste la cuerda?

Ricardo: ¡Sí!, recuerda que dije que tenía una Hacienda y estas faenas eran parte de mi vida diaria.

R: ¡Tenías!, ¿entonces ya no la tienes?

Ricardo: (serio), No.

R: ¿Por qué?... no creo que haya alguien que se deshaga de una propiedad como esa nada más porque sí, a menos que ya no pudieras trabajarla.

Ricardo: La Hacienda era muy productiva, mi padre me enseñó todo lo necesario para sacarla adelante. Pero después de su muerte, tuve que venderla por una cuestión muy distinta a la falta de capacidad.

R: ¿Qué tipo de cuestión?

Ricardo: Espero que no me lo tomes a mal, pero no quiero hablar del pasado. Lo hecho, hecho está y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo, (trata de sonreír), vamos a regresar, acuérdate que prometiste acompañarme al pueblo.

R: (¿?), ¡Ta bueno!

Los dos llevan al animal junto con la manada y luego trotan rumbo a los establos. Cuando dejan a los caballos, suben al auto de Ricardo para irse a San Gabriel. En la casa, Paula y Vanesa estaban molestas por la falta de atención de sus esposos, pero iban a tener que esperar a que volvieran para desquitarse.

Aeropuerto del D. F.

Alejandro acababa de subir al avión. Desde un ventanal Dany observaba la pista a la espera de verlo despegar. Apenas habían decidido compartir sus vidas y ya se tenían que separar, (aunque era por trabajo).

Alma: No esté triste señorita... el Licenciado dijo que sólo iría por un día y enseguidita se regresa.

Dany: ¿Qué pudo pasar para que decidiera irse así tan de repente?

Alma: ¿No le dijo nada?

Dany: Sólo que tenía la oportunidad de aclarar lo que tanto le preocupaba a Rogelio.

Alma: ¿Nada más eso?... el Licenciado se está volviendo muy misterioso.

Dany: Al menos me prometió que sería la primera en saber de qué se trataba el asunto.

Alma: ¡Es lógico!, usted será su esposa y merece ese privilegio.

Dany: (más animada), en este momento esa ilusión es lo que me ayuda a soportar que se vaya.

El avión despega y las dos mujeres interrumpen su plática para verlo. Luego de que se aleja de su vista, regresan al penthouse para adelantar algunas cosas de la boda.

Clínica de San Gabriel – Consultorio de Ernesto:

Ricardo llevó a Rogelio para que Ernesto lo revisara, y como era de esperarse, éste último no dejó de quejarse por la poca importancia que su amigo le daba a su salud y para saber que tan mal estaba, solicitó unos análisis urgentes. Al ver que se tardarían, Ricardo dijo que se iba al pueblo a dar una vuelta mientras Rogelio esperaba en el consultorio.

Ernesto: (entrando), Siento mucho que hayas tenido que esperar casi tres horas, pero el trabajo de la clínica sigue aumentando.

R: Si no fuera porque soy hombre de palabra, ¡te juro que desde hace rato me largaba de aquí!

Ernesto: Pues qué bueno que no lo hiciste, (le enseña los resultados), tu anemia empeoró.

R: ¿Qué?, ¡pero si me estoy tomando los medicamentos!

Ernesto: El descanso y la alimentación son los que te ayudan, no los medicamentos. Rogelio, tu concuño me dijo que hoy saliste de la casa sin tomar tu desayuno y que cuando hicieron la competencia le pareció ver que te agarraste la cabeza y supuso que fue por un dolor.

R: ¡Ese chismoso y exagerado!, ¡con razón Edward dijo que era una serpiente!

Ernesto: De ser una serpiente ni siquiera se habría tomado la molestia de traerte. Además, nunca salió de la clínica, todo el tiempo ha estado afuera del consultorio... cuando le dije que entrara para hacerte compañía, me respondió que lo mejor era que descansaras... Amigo, yo creo que no debes juzgarlo sin conocerlo, el señor Sanders se pudo equivocar.

R: ¿Ah sí?, y entonces por qué cuando le hago preguntas las evade. Si no tuviera un pasado oscuro, no tendría problema para responderme.

Ernesto: No tengo idea, pero mejor hablemos de tu salud... Voy a pedirte que ahora sí descanses y comas como Dios manda, porque de continuar así, hasta puedes tener un ataque cardiaco debido a toda la actividad física que haces.

R: ¡Trataré!, aunque no prometo mucho... en la Hacienda hay demasiado trabajo y por desgracia sólo cuento con Pancho para las labores pesadas... Consuelo y Hugo se han especializado en lo administrativo.

Ernesto: Sí ese es el problema, entonces contrata a otra persona.

R: ¿Y a quién?... no sólo tendría que ser una persona que sepa del negocio, sino que sea de mi total confianza y los únicos que podrían necesitan al menos unos meses de capacitación... ¡meses que no tengo porque el trabajo urge!

Ernesto: Comprendo lo que dices, y sé que con las malas experiencias que has tenido, quieres estar seguro de la persona que va a manejar el negocio, pero también entiende que algún día tendrás que delegar responsabilidades sí deseas disfrutar de tu familia.

R: Ese día llegará cuando encuentre a alguien muy honesto.

Ernesto: ¡Pues ojalá sea pronto!... bueno y volviendo a tu salud, voy a tener que darte el tratamiento de las inyecciones, sólo que esta vez con una dosis más fuerte.

R: (preocupado), ¿Eso significa que el dolor también será más fuerte?,... ¡oye!, ¡ya de por sí me costó soportar las primeras que me diste!, ¿y ahora quieres darme unas peores?

Ernesto: Si hubieras hecho lo que te dije, no sería necesario llegar a este punto, (le da una receta), ¡ahora te toca aguantarte como todo un hombre!

Rogelio se ríe y ambos salen del consultorio. Ricardo se levanta de la silla y se acerca a preguntar sí todo estaba bien, a lo que Ernesto le informa lo que ya antes le dijera a su amigo de salud.

Hacienda del Fuerte:

Paula entra al despacho a llamar a Consuelo para saber sí no se le presentaron problemas con el Rancho. Al colgar, se recarga en la silla y enfoca su vista en el retrato de su boda religiosa, (Rogelio la tenía en el escritorio). María toca y Paula le da el paso.

María: ¿Qué haces aquí Paula?, pensé que estabas en tu recámara acompañando a Vanesa.

AP: Vanesa se fue descansar con Valeria, los gemelos están durmiendo como siempre, y mis otros dos hijos se fueron a jugar un partido de futbol al Rancho.

María: ¿Al Rancho?

AP: Marcial iba para allá y Margarito le pidió que los llevara porque ahí está Jacinto... ya sabes que él siempre juega con los niños.

María: Entonces me imagino que se van a quedar en el Rancho.

AP: (ve su reloj), por la hora es lo más conveniente... afortunadamente Consuelo los cuida bien.

María: ¡Hay sí!, a veces siento que se le está despertando el deseo de ser mamá. Espero que mi ahijada no se tarde, (ilusionada), sería bonito que todos los niños crecieran juntos.

AP: Sí María,... las risas de los niños son las que llenan de vida esta Hacienda, (sonríe), la de Rogelio se puede comparar con la de ellos.

María: Ayer se divirtió mucho en la fiesta de Mary,... ¡hasta parecía que él era el festejado!

AP: Es gracias a las cosas que se le ocurrían al esposo Vanesa.

María: Tu cuñado tiene un carácter bastante agradable... ¿Sabes Paula?, en este tiempo Rogelio ha conseguido dos amigos y uno que está por serlo... pero el señor Archer, podría ser como el hermano que nunca tuvo.

AP: No lo creo María... Ricardo esconde muchos secretos y alguien que no es sincero, jamás será digno de obtener la confianza de nadie.

María: En esta vida todos llegamos a tener secretos,... más cuando son dolorosos, y lo que muchos hacen, es enterrarlos en el fondo de la memoria para que nunca vuelvan a lastimarlos.

AP: Pues eso quiere decir que Ricardo no tiene esa clase de problema... ¡Siempre está alegre!

María: Él tiene la misma actitud que la señorita Smith, y algo me dice que es ella quién lo imita.

AP: (¿?), ¿Lo imita?

María: Ella se derrumbó con tan sólo reencontrarse con su pasado... cuando él lo haga, verás quién de los dos era el que vivía imitando al otro.

AP: ...

Juanita: (entra corriendo), ¡Patrona!, ¿a que no sabe quién acaba de llegar?

AP: (¿?), ¿Quién Juanita?

Juanita: ¡Mejor véalo por usted misma!

María: ¡Muchacha!, ¿qué no puedes decirnos de una vez de quién se trata?

Juanita: No doña María, él me dijo que no lo hiciera.

AP: (¿?), ¿Él?, (se levanta), ¡está bien Juanita, voy a ver!

Paula y María salen al patio encontrándose con la persona menos esperada. Minutos más tarde, el auto de Ricardo entra a la Hacienda, casi cerca de la casa ven que otro coche estaba estacionado, así que se detienen atrás de éste. Rogelio se baja rápidamente y se acerca al coche, (su concuño lo sigue).

Ricardo: ¡Parece que tienes visita!

R: ¡Sí, eso parece!,... pero se trata de alguien que creí no volver a ver en mucho tiempo.

Ricardo: ¿Y quién es?

Edward: ¡Buenas tardes!

Al escuchar la voz de Edward, Ricardo gira lentamente al tiempo que abre la boca y su cuerpo se tensa.

Edward: (se quita los lentes), apenas y puedo apreciar la sorpresa en tu rostro, Ricardo.

Ricardo: ...

Edward: ¡Claro!, ¿qué podía esperar de uno de los culpables de mi situación?

R: ¿Qué haces aquí Edward?, (mira a todos lados), ¿viniste sin tu esposa?, ¡no me digas que recién casado y ya te dejan solo!

Edward: No me casé Rogelio.

R: ¡Caramba!, ¿y por qué no?

Edward: Por lo que dijiste antes de que me fuera, y esto contestará tu primer pregunta... "para luchar por mi futuro, primero necesito acabar con los demonios de mi pasado".

Ricardo: Y yo soy uno de ellos, ¿no es cierto?

Edward: ¡En efecto!... hace quince años debí terminar con esto, pero la decepción pesó más, y preferí enterrar los recuerdos en el fondo de mi mente.

Ricardo: Los tres lo hicimos amigo.

Edward camina hacia Ricardo y agarrando el cuello de su camisa lo jala con fuerza.

Edward: ¡No vuelvas a llamarme amigo!, (exaltado), ¿acaso un verdadero amigo le hace esto que ves, a quién aprecia?

Ricardo: Ya sé que no, y por éste error te pido que me perdones.

Edward: ¡Hipócrita!, ¡con pedir perdón no arreglas nada!, (lo suelta), lo único que quiero de ti, es que me digas la verdad... quiero saber ¿por qué me traicionaste?, ¿y por qué hiciste todo para que me alejara de Jennifer?

Ricardo: ¿Jennifer?... entiendo, también te pidió que la llamaras así... Bueno, el motivo es obvio Edward, Jennifer es una persona muy importante para mí.

Paula sale porque el último tono que usó Edward la asustó y alcanza a oír lo que dijo Ricardo.

AP: (se acerca a su esposo), ¡Rogelio!, por favor dile a Edward que arregle sus asuntos en otro lado.

R: ¿Y eso por qué Paula?

AP: Su voz se escucha dentro de la casa y no quiero que Vanesa lo oiga... ya de por sí es demasiado revelador lo que su marido está diciendo y sí continúa, puede expresar algo que en su estado sería terrible.

R: Está bien... ¿Pero qué puede ser peor que lo que ya dijo?

Rogelio intenta aproximarse a los dos hombres, pero Edward vuelve a jalar a Ricardo haciendo que ninguno le preste atención.

Edward: ¡Sí también la amabas!, ¿por qué estuviste de acuerdo en enviarle al miserable que la lastimó?

Ricardo: Es que yo...

Vanesa: (grita), ¿Qué le está haciendo a mi esposo?

Edward vuelve a soltar a Ricardo y gira hacia el lugar donde escuchó la voz, pero al hacerlo recibe una cachetada.

Vanesa: ¿Quién se cree para venir a molestar a mi esposo?

Edward: (soba su cachete), Señora, en otras circunstancias me disculparía por mi falta de educación, pero éste hombre no se merece ningún tipo de consideración de su parte.

Vanesa: ¿Y por qué no?... ¡dígame!, ¿qué le hizo Ricardo, como para que haya venido a molestarlo?

Ricardo: Vane por favor, deja que se desahogue... después de todo tiene derecho.

Vanesa: ¿Derecho?, (acaricia su vientre), ¿quieres explicarme qué sucede?

Edward: (sarcástico), ¡Sí Ricardo!, dile a tu mujer el motivo por el que te estaba "molestando"... dile también lo traidor, manipulador y convenenciero que eres.

Ricardo: Edward, te suplico que moderes tus comentarios... Vanesa está embarazada y no quiero que se altere por cosas en las que no tiene nada que ver.

Edward: ¡Qué considerado!... amas a una pero embarazas a otra, y luego finges una preocupación que dudo mucho que sientas... supongo que la señora es millonaria ¿no?, ¡qué poco hombre resultaste ser!

AP: ¡Edward por Dios!... ten algo sensatez, Vanesa no merece oír esas cosas.

Vanesa se acerca a Ricardo con lágrimas a punto de salir de sus ojos.

Vanesa: Ricardo, ¿qué quiso decir éste hombre, con eso de que amas a otra?

Ricardo: (la abraza), Vane, ¡te juro por nuestros hijos que sólo es una confusión que tiene Edward!... aunque lo demás que me reclama sí es verdad... ¡yo lo traicioné!

R: Finalmente confirmas lo que tanto temíamos... con esto queda demostrado que eres un miserable estafador.

Vanesa se zafa de los brazos de Ricardo y se dirige a Rogelio.

Vanesa: ¿Ustedes sí sabían que estaba pasando?

R: ¡Sí Vanesa!... en serio hubiera preferido que no te enteraras de éste modo.

Vanesa: ¡Deja de darle tantas vueltas al asunto y de una vez dime qué pasa!

R: ¡Como quieras!, (suspira), tu marido se alió con un estafador para quitarle el Hipódromo a Edward, pero como él se negó a dárselo, el otro tipo intentó matarlo... Si miras bien, te darás cuenta de lo que quedó de ese ataque.

Vanesa mira a Edward y ve el ojo de vidrio que no había notado por el miedo a que le hicieran daño a su esposo... luego dirige su mirada hacia Ricardo encontrándolo con la cabeza agachada.

AP: Vanesa, si no te lo dijimos antes, fue porque no teníamos la certeza de que tu esposo estuviera involucrado con lo que le pasó a Edward y...

Vanesa: (molesta), ¡Ya escuché demasiado!... (Se pone frente a Paula), pensé que intentabas verme como hermana y por eso estabas conmigo todo el tiempo, pero la realidad es que buscabas sacarme información sobre Ricardo.

Vanesa camina hacia la casa y Paula corre para tranquilizarla.

AP: ¡Espera Vanesa!

Vanesa: ¿Para qué?... ¡en realidad jamás me perdonaste lo que te hice!, pero no te preocupes, me voy de tu vida y ésta vez nunca volverás a verme, ¡te lo prometo!

AP: Vanesa, ¡ya te dije que sí te perdoné!... lo que sucedió ahora es que no queríamos afirmar nada sin pruebas, además, ¿no te parece que estás siendo injusta con nosotros?... aunque suene terrible lo que voy a decirte, es necesario que entiendas que el hombre que amas, es en realidad un estafador que lo único que quiere es despojarte de tu fortuna.

Vanesa: (se ríe), ¿un estafador?

AP: Sí... es un estafador que al saber que cuentas con un gran capital, seguramente ideo una forma de quitártelo, al igual que lo hizo con Edward.

Vanesa: ¿Sabes Paula?, si ustedes tenían desconfianza de Ricardo, pudieron preguntarme directamente sus dudas... y aunque no debería voy a despejarlas,... primero que nada, te informo que ni siquiera es mi esposo legalmente, sin embargo me amparó para que pudiera quedarme en Estados Unidos.

AP: (¿?), ¿Qué dices?

Vanesa: Lo que oyes Paula... Ricardo no quiso que nos casáramos porque piensa que mi amor es de Rogelio y que me conformé con él para no quedarme sola, (empieza a llorar), a pesar de que le he dicho cuanto lo amo, nunca va a creerme por lo idiota que fui en aquél entonces... desde que vivimos juntos, él se ha hecho cargo de todos los gastos de la casa, la niña y los míos... ni una vez me ha permitido dar un centavo de mi fortuna... otra cosa, ¿te dije la razón por la que aprendí a cocinar?, bueno, ¿tú por qué te imaginas que lo hice?

AP: Me imagino que fue para darle una sorpresa en su aniversario o algo por el estilo.

Vanesa: No Paula... aprendí porque de mi lujosa vida sólo queda el recuerdo. Ricardo me preguntó sí estaba dispuesta a renunciar a las comodidades ya que no era un hombre rico, y por amor acepté... Como un administrador, cuenta con un ingreso mensual inferior al del dueño del Hipódromo, pero a pesar de no ser mucho, hemos podido vivir bien, gracias a que él trabaja duro para darnos lo necesario... Ricardo no me dará una vida llena de lujos, pero cada día me entrega sus risas, y su cariño, ¡eso es lo que nos convierte en la familia más rica del mundo!... ¿a ese tipo de hombre, le puedes llamar estafador?

AP: No lo sé Vanesa... hay muchas formas de ganarse la confianza de las personas para que no se den cuenta de sus verdaderas intenciones.

Vanesa: Veo que no te convencí, (suspira), bien, voy a decirte lo que falta... Antes de vivir juntos, Ricardo me pidió llamar a mi abogado para solicitar un documento donde se especifica, que renuncia a la posibilidad de reclamar mi dinero en caso de que falte o no pueda continuar haciéndome cargo del negocio... si cualquiera de las dos cosas llegara a suceder, los bienes pasarían a mis hijos y serían administrados por un tutor hasta su mayoría de edad... ¡ese tutor, eres tú!... Hasta la fecha no comprendo el por qué me pidió algo tan extraño.

AP: ...

Vanesa aprovecha la confusión de Paula y se va al cuarto a preparar su maleta.

En el patio, Edward continuaba interrogando a Ricardo sobre su traición, pero éste no decía nada ni para bien ni para mal.

R: ¡Mejor déjalo así Edward!, te podrás pasar horas exigiéndole respuestas, pero este tipo no va darte ninguna.

Edward: Tienes razón... después de tantos años esperaba que al menos tuviera el valor de decirme la verdad.

Ricardo: No es que no quiera responderte, lo que pasa es que en este momento te encuentras lleno de ira y no comprenderás lo que quiero decirte, por eso te pido un día más.

Edward: ¡No voy a darte ni un segundo, infeliz!... el verte de nuevo me hizo entender que sí llegué a odiarte por lo que tu amigo y tú me hicieron.

Ricardo: Ese sujeto nunca fue mi amigo, aunque admito que estuve de acuerdo con él en muchas cosas... entre ellas, que Jennifer necesitaba a alguien que no viviera de prejuicios.

Edward: ¿Me estás diciendo que como soy un prejuicioso, decidiste que no era el hombre indicado para ella?

Ricardo: Un hombre que acepta lo que otros le dicen y que duda del amor de una mujer solamente porque es más joven, jamás podría hacerla feliz... lo que te dije en aquél entonces, era para saber que tanto estabas dispuesto a luchar por ella, pero tu decisión fue la de una persona mucho más inmadura que la misma Jennifer.

Edward: ¡Y cómo no iba a reaccionar así!... siempre te consideré una persona honesta y en la que podía confiar porque tus palabras me ayudaron en incontables ocasiones... hasta llegué a apreciarte más que al que era mi mejor amigo... pero el verdadero motivo para alejarme de Jennifer, fue que la amabas... sólo que no contaste con que el otro se ganaría su corazón.

Ricardo: El decir que una persona es muy importante en nuestra vida, no significa que el sentimiento sea un amor de pareja... Jennifer es como una hermana para mí, pero perdí su cariño el día que sufrió su accidente.

Edward: ¡Ah sí!, ¿y qué le hiciste como para que se enojara contigo?

R: ¡No hubieras preguntado eso!

Edward: (¿?), ¿Por qué no?

Rogelio no responde pero se queda mirando a Ricardo en espera de su respuesta.

Ricardo: Le dije algo que la puso muy mal... a mi favor diré que no estaba enterado que competiría. Tú siempre decías que la concentración era lo único que no teníamos que perder en una carrera, pero esa vez, yo fui el culpable de que no pudiera mantenerse tranquila.

Edward trató de abalanzarse a Ricardo, pero Rogelio lo detuvo agarrándolo de los brazos.

Edward: ¡Eres un desgraciado!, ¡hasta a ella le hiciste daño!

R: Estoy de acuerdo en que es un desgraciado, pero en el accidente de Jennifer no fue el único culpable.

Edward: ¿Qué no lo oíste?, él muy maldito la sacó de concentración.

R: Sí pero fue porque tú...

Ricardo: ¡Rogelio!, el que le dijo las cosas fui yo... de haber sabido que saldría a competir, no lo hubiera hecho, pero eso no quita que el error fuera totalmente mío.

R: ¡Es cierto!, pero hay que ser parejos, una cosa es que te juzguen por tus errores y otra es cargar con los ajenos.

Edward: No deberías defenderlo, ¿no te has preguntado sobre el extraño parentesco que tiene contigo?... el negocio de tu cuñada es conocido entre los ganaderos de Estados Unidos, es por eso que se sabe que tiene mucho dinero, ¿no me vayas a decir que es por casualidad el que se haya convertido en su esposo y que además insista en convivir con los Montero?

R: (lo suelta), ¡Ricardo, por una maldita vez en tu vida, sé sincero!... ¿estás usando a Vanesa para conseguir dinero? O ¿quieres usarnos a nosotros?

Ricardo: A Vane nunca la utilizaría, pero si quieres que sea sincero, entonces debo decirte que sí planeaba utilizarte a ti.

Rogelio hizo lo que minutos antes trató de hacer Edward, (lo tomó de ambos lados de la camisa).

R: ¡Nadie,... escúchalo bien,... nadie utiliza a Rogelio Montero!

Vanesa sale de la casa junto con su hija, (Paula y María detrás), y al ver que Rogelio tenía sujetado a Ricardo, fue corriendo y de un jalón hizo que lo soltara.

Vanesa: ¿Por qué se aprovechan de una persona que no responde a las agresiones?,... agradece Rogelio que Ricardo nunca se atrevería a golpearte, porque aunque puede, se niega.

R: ¿Y tú crees que yo me quedaría sin hacer nada?

Vanesa: ¡Con lo salvaje que eres estoy segura que no lo harías!

Ricardo: Vane, te pedí que los dejaras desahogarse... además en tu estado no es bueno que te enojes.

Vanesa: Es verdad, (soba su vientre), por favor Ricardo, ¡vamos de aquí!

AP: Al menos quédate esta noche Vanesa, ¡te veo muy pálida!

Vanesa: ¿Para qué me quedo?,... ¿quieres acaso que estos dos salvajes terminen lastimando a Ricardo?... ¡no hermanita!, no les voy a dar ese gusto.

Ricardo: Vane, tu hermana tiene razón, no te ves muy bien. Si el problema soy yo, entonces me voy a la pensión y regreso por ustedes mañana temprano.

Vanesa: ¡No Ricardo!, ¡Tú, Valeria y éste bebé son mi única familia!, ¡y nunca voy a dejarte solo!

AP: Reconsidera las cosas Vanesa, nosotros sólo queremos tu bienestar.

Ricardo lleva a Vanesa al auto, luego va por su hija y las maletas. Antes de subir, regresa con los demás.

Ricardo: Mañana al medio día los espero en la fonda que está en el pueblo.

Edward: ¿Y para qué quieres que vayamos?

Ricardo: Para decirte todo lo que querías saber, (mira a Rogelio), y el por qué dije que planeaba utilizarte, (va con Paula y toma su mano), te prometo que Vane entenderá lo mucho que te preocupas por ella... ahora estoy tranquilo al ver que el rencor que pudiste sentir ya no existe, y que finalmente serán las hermanas que tanto les pidió su padre que fueran.

AP: (¿?), ¿Entonces tú...

Ricardo da la vuelta para subir a su coche. Al salir de la Hacienda, los tres permanecieron un instante sin decir palabra alguna hasta que María les recomendó irse a descansar, pero sobre todo, a pensar.

Recámara del matrimonio Montero:

Paula estaba sentada en el sillón y Rogelio no dejaba de dar vueltas por toda la habitación.

R: (molesto), ¡Ese infeliz dijo que iba a utilizarme!... ¡y pensar que estaba comenzando a caerme bien!

AP: ...

R: ¿Qué tienes Paula?

AP: Pensaba en las palabras de Ricardo.

R: ¡Qué bueno es el infeliz cuando se trata de desconcertar a la gente!... en ningún momento perdió la calma... ni los gritos, los insultos, o los jaloneos, pudieron hacer que demostrara su verdadera naturaleza.

AP: ¿No será más bien, que esa es su verdadera naturaleza?

R: (¿?), ¿A qué te refieres?

AP: Lo que hable con Vanesa me está haciendo reflexionar... Amor, ellos tienen mucho tiempo juntos y Ricardo hasta ahora no le ha quitado nada... en menos de un mes un estafador ya le hubiera pedido firmarle un poder. Pero según ella, el único documento que firmó, es una renuncia de bienes de parte de él. Además, se me había olvidado decirte que tampoco es el dueño del Hipódromo.

R: ¿No es dueño?, pero Edward dijo que se lo vendió.

AP: Vanesa dice que es de un antiguo amigo.

Paula le pide a Rogelio que se acerque para tomar sus manos.

AP: Sería bueno que no faltes mañana a la cita... algo me dice que estamos siendo injustos.

R: ¡Ta bueno!, mañana me llevo al idiota de Edward aunque sea arrastras.

AP: Espero que no tengas la necesidad de hacerlo.

Rogelio se sienta a su lado y la besa.

Clínica de San Gabriel:

La familia Archer se había acomodado en un pequeño cuarto de la pensión. Desde que Vanesa se recostó en la cama no dejó de quejarse por un fuerte dolor en el vientre. Ricardo quiso ir por un médico, pero ella se negó argumentando que pronto se la pasaría, (cosa que no sucedió). Entrada la media noche, se levantó porque se dio cuenta que estaba sangrando. En ese momento, Ricardo la tomo en sus brazos y salió del cuarto con la niña para llevarla a la clínica.

Ernesto se había quedado de guardia y atendió la emergencia mientras llegaba el ginecólogo. Toda la noche Vanesa se mantuvo en estado crítico porque estaba en peligro de aborto. Cuando el médico le preguntó al padre lo que debía hacer en caso de que tuviera que decidir entre uno de ellos, él sin dudarlo pidió que hiciera hasta lo imposible por salvar a su esposa. La angustia y la desesperación que Ernesto vio en Ricardo fueron tan genuinas para él, que sin importarle las dudas de los demás, le brindó su apoyo moral y no lo dejó solo hasta el día siguiente en que lograron estabilizar a Vanesa.

Fonda de Macaria y Ulises:

Rogelio y Edward ya se encontraban en la fonda. Tenían aproximadamente una hora esperando y comenzaban a pensar que habían sido engañados por Ricardo.

Edward: ¿Quieres continuar esperándolo, o mejor nos vamos?

R: (mira la hora), ¡Ese infeliz ya no viene!,... Paula se equivocó en esta ocasión.

Edward: ¿Se equivocó?

R: ¡Sí!... ella pensó que tal vez estábamos siendo injustos con Ricardo.

Edward: Anoche cuando me calme y recordé lo sucedido, también llegué a pensar en esa posibilidad... pero nuevamente me decepcionó.

Ernesto: ¡Hola!, ¿me puedo sentar?

R: ¡Claro!, siéntate porque te ves muy mal... lo digo por las ojeras.

Ernesto: No es para menos, en la madrugada llegó tu concuño y traía a Vanesa con peligro de aborto.

R: ¿Qué carambas dices?

Ernesto: Dije que Vanesa estuvo a punto de perder a su bebé.

Edward: ¡No es posible!... entonces nosotros...

Ernesto: No se preocupen, el ginecólogo pudo salvar la vida de los dos. Ahora Vanesa está dormida, y en unas horas podrá recibir visitas, (se levanta), Rogelio, te encargo que se lo digas a Ana Paula.

R: ¿Te vas?

Ernesto: ¡Sí porque me estoy cayendo de sueño!, pero vine porque tu concuño me pidió que les avisara que llegaría en cuanto se asegure que su esposa está a salvo... bueno, hasta luego, (baja la escalera y se va).

Edward: No sé por qué, pero comienzo a sentirme un completo idiota.

R: ¡Hasta que te das cuenta!... aunque yo también me siento así, (su celular suena y lo contesta), ¡vaya!, después de tres días vuelvo a saber de ti.

Alejandro: (En carretera), Luego me dices todo lo quieras, ahora lo que me urge es verte... ¿en dónde estás?

R: Estoy en la fonda a la espera de que mi concuño nos dé unas cuantas explicaciones.

Alejandro: ¿Entonces no aún no te dice nada?... Rogelio, antes de que vayas a hacer una tontería como las que acostumbras, necesitas saber que el señor Archer no es lo que Sanders piensa.

R: (¿?), ¿Cómo que no es lo que piensa?

Alejandro: No quiero decírtelo por teléfono, así que espérame ahí... llego en media hora, (cuelga).

R: (¿?)...

Edward: ¿Qué sucede?

R: Alejandro acaba de decirme que Ricardo no es lo que piensas.

Edward: Ojalá que no sea peor.

R: Mira, mejor dejemos de crear historias y esperemos a que Alejandro nos aclare lo que dijo.

Edward: Está bien, esperaremos.

La media hora se sintió como si hubiera sido una. Al llegar, Alejandro estacionó su coche frente a la fonda, (Dany venía con él pero quiso esperar en el auto), con prisa subió los escalones para sentarse a un lado de ellos y en la mesa coloca una carpeta negra.

Alejandro: ¡Hola Rogelio!, ¡Buenas tardes señor Sanders!, me alegra que también esté presente.

Edward: (¿?), ¡Buenas tardes!

R: Alejandro, ¿Puedes ir directo al grano?, me dejaste muy intrigado con lo que dijiste.

Alejandro: ¡Qué impaciente!... pues verán, viajé a Estados Unidos porque un cliente tuvo la mala suerte de toparse con el mismo sujeto que lo dejó casi ciego señor Sanders y gracias a eso pude comprobar que el señor Archer no es el estafador que creen. Ni siquiera fue un aliado de James Clayton Miller, o sea, el ex esposo de Jennifer.

R: ¿Con que James?, tanto tiempo y apenas me entero de cómo se llamaba el miserable.

Alejandro: Será porque el tipejo cambia de nombre en cada uno de sus fraudes, y es algo que el señor Sanders y tu concuño saben mejor que nadie.

Edward: (susurra), Siempre has tenido razón, "el mundo está lleno de coincidencias"... dígame Licenciado, ¿por qué afirma que Ricardo no fue parte de lo que me hizo ese maldito?

Alejandro: Muy sencillo, (abre la carpeta), porque ese "maldito" como bien lo llama, es el probable asesino del padre del señor Archer.

R: ¿Asesino?

Alejandro: Exactamente... al parecer, el día que James lo citara para exigirle el Hipódromo y sucediera lo del intento de homicidio, el señor Archer sin pensar en otra cosa lo llevo al Hospital dejando al tipejo en los terrenos de la Hacienda. Desafortunadamente ese fue su error, porque según comenta en su declaración, al volver encontró a su padre tirado al pie de la escalera sin vida y tampoco tenía el dije que siempre usaba del emblema familiar, además en la caja fuerte faltaba una cantidad considerable de dinero.

R: ¿Pero eso cómo comprueba que fue el tal James?

Alejandro: Porque días antes le permitieron quedarse en la casa y como el señor Archer le tenía confianza, le facilitó la combinación de la caja fuerte... Nadie más en toda la Hacienda, excepto ellos tres, conocía el lugar en dónde estaba la caja. También algunos peones declararon que después de que salió su patrón Ricardo, James llegó diciendo que se había herido la mano y al ver que traía sangre le creyeron y lo dejaron pasar, pero nunca lo vieron irse.

R: ¿Tú estabas enterado de esto Edward?

Edward: (desconcertado), No... cuando salí del hospital me fui a Inglaterra y dejé que mi abogado se hiciera cargo de todos mis bienes.

Alejandro: Rogelio me platicó que el señor Archer lo buscó en el hospital, ¿quiere saber el por qué?

Edward: (agarra su cabeza), Acaba de decirme el por qué Licenciado.

Alejandro: Todavía no terminaba... Señor Sanders, él fue a pedirle que corroborara lo dicho en el acta de su declaración. De haber ido, ese hombre no estaría libre y los dos hubieran obtenido justicia. Aquí es donde se me hace extraño que su abogado no le informara que estaba siendo requerido por la policía y que además le ocultara que también le robaron bastante dinero. Dinero que por cierto, le fue devuelto con el pago que dio el señor Archer por el Hipódromo.

Edward: A eso no se le llama devolverme el dinero, porque yo le vendí el Hipódromo.

Alejandro: Entonces explíqueme ¿por qué sigue estando a su nombre y tiene una cuenta bancaria con los ingresos de estos quince años?... bueno, quizás esto último no lo sabía debido a que apenas se está haciendo el traspaso a su banco.

Edward: (¿?), ¿Eso no es posible?... mi abogado dijo que se firmaron los papeles de cambio de propietario.

Alejandro: Jamás se hizo ningún tipo de sucesión o cambio propietario, lo que usted firmó fue un poder legal que le permitió al señor Archer administrar el Hipódromo en su lugar. Probablemente su abogado estuvo de acuerdo con él para no decirle la verdad.

Edward: (se levanta), No... si esto que dice es cierto, ¿significa que me pasé quince años pensando que Ricardo me traicionó, cuando fui yo quien realmente lo hizo?

Alejandro: Usted no tiene la culpa de que el señor Archer prefiriera ocultarle lo que pasó.

R: Seguramente quiso esperar a que todo el odio que llegaste a sentir por él desapareciera,... conociéndote como te conoce, ibas a pensar que te estaba engañando.

Edward: ¡No puede ser cierto!

Edward dio la vuelta y bajo como pudo las escaleras, yéndose sin rumbo a despejar su mente.

R: Se puso bastante mal y no es para menos.

Alejandro: Y eso que no le dije cómo obtuvo el señor Archer el dinero de la supuesta venta.

R: ¿Cómo lo obtuvo?

Alejandro: Malbaratando su Hacienda... el sentimiento de culpa debió ser muy grande que lo llevo a deshacerse de lo único que le quedaba de su familia. De esa manera expió sus errores.

R: ¿Investigaste todo eso en un día?

Alejandro: Únicamente lo que pasó después de la demanda... una colega me entregó el historial del señor Archer. ¿Sabías que ese hombre ha tenido muchas desgracias en su vida?

R: No, ¿Cuáles desgracias ha tenido?

Alejandro: Su madre murió cuando tenía siete meses de embarazo y en consecuencia su futuro hermano también, un hombre lleno de ambición mata a su padre y ni siquiera pudo conseguir que se hiciera justicia, luego se deshace del patrimonio familiar para pagar una deuda moral y pasa de ser un hombre rico a uno con muchas limitaciones económicas.

R: ¿Cómo puede parecer tan feliz llevando a cuestas ese pasado?... con razón no dejaba de llamarme hermano.

Alejandro: Eres un hacendado tal y como él lo fue, por eso te llama así, (serio), personalmente, cuando supe todo lo que te dije, no pude evitar verme reflejado en su espejo... la diferencia es que él jamás permitió que su ánimo decayera e inclusive no tuvo miedo de buscar su felicidad.

Ricardo: (llega corriendo), ¡Disculpa el retraso Rogelio!, ¡oye!, ¿en dónde está Edward?... ¿no me digas que no quiso venir?

R: Acaba de irse... se enteró de algo que le demostró lo idiota que es.

Ricardo: (¿?), ¿Ah, sí?, ¿pero no tarda verdad?... es que no tengo mucho tiempo, (mira a Alejandro), ¡Hola Alex!, perdón por no saludarte pero no me fije que eras tú.

Alejandro: ¡Hola señor Archer!

Ricardo: Te pedí que no me llames señor... mi nombre es Ricardo, (llama a Macaria), linda damisela, ¿me puede traer un vaso de frutas y una ensalada por favor?

Macaria: ¡Hay que galante!, ni Ulises me dice damisela, ahorita te traigo lo que pediste, (coqueta), mi amable caballero.

Ricardo: (sonriente), ¡Amable usted, linda dama!

Macaria le guiñe el ojo y se va a servir lo que pidió. Rogelio y Alejandro miraban a Ricardo cómo si fuera algo muy interesante.

Ricardo: (¿?), ¿Tengo algo raro en la cara?

R: No... es que estábamos pensando en cómo nos equivocamos al juzgar a las personas.

Ricardo: (¿?), Esas cosas siempre suceden.

R: Dime Ricardo, ¿qué fue lo que en realidad pasó entre Edward y tú?

Ricardo: Sucedió que confié en quién no debía y por ese error, le destruí la vida a Jennifer y a Edward.

R: ¿Y de paso la tuya verdad?

Ricardo: Esa es una parte de la historia que no tiene importancia... Rogelio, ayer dije que planeaba utilizarte y fue porque vine a que me ayudes para que Edward firme unos documentos en donde le devuelvo el Hipódromo y el dinero que gané mientras estuve a cargo del negocio... no te preocupes, si tienes dudas de que sean para eso, Alex puede revisarlos.

Alejandro: Esos documentos son para informar que dejas el puesto como encargado de los asuntos legales y de finanzas del Hipódromo... no una sucesión de propiedad como le hiciste creer hace años.

Ricardo: (¿?), ¿Me estuviste investigando?

Alejandro: Fue circunstancial, un cliente me pidió buscarte porque un tal Jonathan Ortiz, a quién conoces como James Clayton Miller, le robó su dinero y necesita tu ayuda para que la policía estadounidense lo detenga. Como él no es norteamericano, no lo toman en serio, pero tú si lo eres y con la nueva demanda, te será más fácil solicitar que se reabra el caso.

Ricardo: ¡Entonces ya lo saben!, ¿también se enteró Edward?

R: También él... y no te imaginas lo mal que nos sentimos por haberte juzgado sin razón. De mi parte quiero ofrecerte mis más sinceras disculpas.

Ricardo: No tienes por qué disculparte, todo lo que pasó es culpa mía. Aunque no lo creas, comprendo tu reacción... lo que hiciste fue velar por el bienestar de tu familia, entre ellos el de Vane y mis hijos.

R: Todos hemos cometido errores, pero eres la única persona que conozco, que incluso se quedó sin su patrimonio para enmendarlos.

Ricardo: Eso forma parte de mi pasado y ya no quiero volver a recordarlo... Alex, lamento decirte que no puedo ayudar a tu cliente porque para la policía no yo soy de fiar... si investigaste el caso, sabrás que estuve preso dos días por difamación en contra de James.

R: ¿Qué?, ¡eso no lo mencionaste Alejandro!

Alejandro: No lo hice porque ese delito es menor y aún puede limpiar su nombre reabriendo el caso.

Ricardo: Tú sabes perfectamente que para eso necesitaría del testigo principal y por desgracia, él me odia.

Edward: No te odio.

Ricardo: (nervioso), ¡Edward, no llegues así de repente!, con eso de que caminas lento ni te escuché.

R: (se levanta), ¡Vámonos Alejandro!, este asunto sólo les concierne a ellos.

Rogelio y Alejandro suben al coche para regresar a la Hacienda.

Edward: ¿Cómo sabías que caminaba lento?

Ricardo: El que no te haya buscado en quince años, no significa que no te hubiera visto, (agacha la mirada), Edward, nuevamente te pido que me perdones, por mi culpa perdiste tu ojo derecho y estás a nada de quedarte ciego... Si hubiera llegado antes, todo sería tan diferente.

Edward: Lo importante es que llegaste y gracias a eso estoy con vida.

Edward se sienta en frente de él y si mirarlo comienza a hablar.

Edward: ¡Lo siento tanto Ricardo!, ¡te pido que me perdones por todos mis errores!... tú me ayudaste y yo no correspondí de la misma manera.

Ricardo: Nunca te he culpado Edward, porque sí te traicioné... la decisión de aceptarte no dependía de mí, sino de Jennifer... aún así me dejé convencer de que a tu lado jamás estaría bien, y ayudé a ese miserable para que se casaran... pero más allá de la discapacidad que ella tenía, el no amarlo la hizo no poder corresponderle en ningún aspecto... eso lo enfureció al grado de maltratarla como un medio de venganza en tu contra.

Edward: ¡Maldito sea!... Entre más cosas sé, más me odio.

Ricardo: Los dos nos equivocamos con ese sujeto, pero ella ni siquiera sabe los errores que cometimos y que le costaron muy caro sin deberla.

Edward: Cuando lo sepa va a odiarnos... Ricardo, tal vez no pueda cambiar el pasado, pero estoy dispuesto a hacer hasta lo imposible por sanar las heridas de los seres que amo y aprecio... así que voy a comenzar yendo a Estados Unidos a solicitar que se reabra el caso de la muerte de tu padre, y si no quieren hacerlo, entonces pondré una nueva demanda y usaré todos mis recursos para que se haga justicia.

Ricardo: No lo hagas por mí amigo, hazlo por ti... y lo primero que deberías hacer, es buscar a Jennifer que te ha esperado por mucho tiempo... Aunque no creo que esté en Estados Unidos... Hace unos días fui a despedirme de ella, pero una de las secretarias me dijo que tienen semanas de no saber nada de su paradero y eso me dejó muy preocupado.

Edward: ¿Cómo?, ¿pero a dónde pudo irse?

Ricardo: No supieron decirme, pero tengo entendido que la familia Smith no está concentrada en Estados Unidos... los padres están en Francia, dos de los hermanos se encuentran en Asia, el mayor en Nueva York y el menor en Canadá. Así que la vas a tener difícil para encontrarla.

Edward: ¡No debí dejar que se fuera!... tenía que haberle dicho que yo también la amaba, pero mi maldito prejuicio volvió a ganar.

Ricardo: Lo bueno es que ese prejuicio ya no va a ser un impedimento para que la busques y la hagas feliz, ¿verdad?

Edward: Me sorprendes... tú has padecido muchas cosas, y aquellos a los que creíste amigos te dieron la espalda, pero aún así, me das ánimo siendo que deberías odiarme.

Ricardo: No soy tan bueno amigo... hay una persona en este mundo a quién sí odio. Pero sí por alguna razón, no recibiera su castigo en esta vida, no voy a atormentarme pues hay un juicio del que no se escapará.

Edward: Pues yo no voy a detenerme hasta que pague aquí por sus crímenes... así que en cuanto tu esposa esté bien, te pido que me acompañes a Estados Unidos, ¡claro, si tú quieres!

Ricardo: Sí quiero amigo, y lo haré más que nada para volver a cerrarle las puertas de sus negocios fraudulentos.

Edward: (¿?), ¿Volver a cerrarle las puertas?, ¿qué quisiste decir?

Ricardo: Es una historia muy larga y aburrida, que en este momento no tengo tiempo de contarte, pero cuando vayamos a Estados Unidos te la platico, (se levanta), ahora te pido me disculpes... voy a ver mi esposa.

Edward: Pasa... y por favor, dile a tu esposa que lamento mucho haberla alterado.

Ricardo: A Vane no le va a gustar que haya venido a verte, si se entera a mí es al que le irá mal.

Edward: Entonces cuando salga de la clínica yo mismo voy a pedirle perdón.

Ricardo: Eso está mejor, (susurra), aunque te va a volver a golpear... nos vemos Edward.

Edward: Hasta pronto Ricardo.

Ricardo corre de regreso a la clínica. Macaria, (que no quiso acercarse antes), va con Edward y le deja lo que pidiera su amigo. Aunque no quería, terminó por comérselo porque de todas formas lo iba a pagar.

Sala de la Hacienda del Fuerte:

En cuanto llegó, Rogelio se puso a contarles a Paula y María las cosas de las que se enteró Alejandro. Estaba tan alterado, que el deseo de los novios por dar la noticia de su boda, tuvo que ser dejado para otro momento. Paula veía a su marido ir y venir de un lado a otro mientras en su mente se decía que esa escena parecía un deja bu del día anterior.

María: Por eso dicen que "más sabe el Diablo por viejo, que por Diablo",... estaba segura que ese muchacho tenía un secreto doloroso.

AP: Y como siempre Rogelio de mal pensado.

R: ¡¿Qué?!, ¡óyeme!, ¡tú también le tenías desconfianza!

AP: Pero porque tú me influenciaste... a mí me cayó bien desde que vino a la Hacienda la primera vez.

R: ¡Ahora resulta que yo soy el culpable!

Dany: ¡Ya muchachos!, en lugar de estarse echando la culpa, mejor piensen en cómo disculparse con Vanesa y su marido... que no se les olvide que por alterarla casi pierde a su bebé.

AP: Dany tiene razón Rogelio, vamos a la clínica para saber si está bien y de paso le pido perdón a Ricardo.

R: ¡Ta bueno!, María, no creo que regresemos, por favor...

María: Ya sé, y no te preocupes Rogelio, Juanita y yo, cuidaremos muy bien de mis nietos.

Dany: Si gusta María, yo puedo quedarme con los gemelos, (roja), tengo que irme acostumbrando a cuidar de los bebés, quién quita y me animo a tener uno.

AP: (¿?), ¿Dijiste a tener uno?

R: ¡Déjala Paula!, no tiene nada de malo que piense en formar una familia... pero que lo haga bien lejos del niñito de Alejandro.

Alejandro: ¿Y por qué habría de ser lejos de mí?

R: Porque no creo que sepas ni como se hacen.

Alejandro: ¡Oye!...

Rogelio toma la mano de Paula y se apresura a irse a la clínica.

Alejandro: Siempre me deja con el coraje,... ¿por qué no puedo conseguir su respeto?

María: Rogelio ahora es más alegre y todo es gracias a Paula... además, ha ido encontrando personas a quiénes llama amigos... con todo lo que pasó con Bruno, pensé que nunca volvería a creer en alguien que no fuera su esposa.

Dany: ¿Ya entendiste Alejandro?, eres de los pocos afortunados a los que Rogelio considera amigo.

Alejandro: ...

Dany: (lo jala), María vaya a descansar, Alejandro y yo nos quedamos con los gemelos.

María no tiene tiempo de responder, pues la pareja subió corriendo a la recámara. Como se quedó sola, decidió hacerle caso a Dany.

Tuvieron que pasar dos días para que Vanesa fuera dada de alta. El matrimonio prefirió esperar a ofrecer disculpas porque no querían que se volviera alterar. Y aunque les costó mucho que los perdonara, con ayuda de Ricardo pudieron convencerla de que todo se debió a un mal entendido. Una semana después, Ricardo les preguntó si podían recibir a su familia mientras él iba a Estados Unidos a resolver un asunto pendiente. Ambos le dijeron que no había problema y Paula le prometió que la cuidaría bien.

Al cabo de unos días, Edward y Ricardo se fueron al D. F. para tomar un avión a Estados Unidos.

Aeropuerto del D. F.

Un hombre alto, cabello ondulado negro, piel clara, complexión delgada, lentes oscuros y ropa formal, está sentado en una mesa esperando a su acompañante; una mujer de estatura similar a la de Paula, cabello pelirrojo largo y suelto en caireles, piel blanca, ojos verdes, y un vestido escotado, llega a sentarse mientras enciende un cigarro.

Hombre: Ya te he dicho que detesto tu manía de fumadora.

Mujer: A mí me molestan más cosas de ti, pero no eres bueno de cambiarlas.

Hombre: (se ríe), ahora comprendo por qué Edward terminó contigo.

Mujer: (alterada), ¡No te atrevas a hablar de ese maldito!, además, el muy estúpido es el que salió perdiendo.

Hombre: Tanto tiempo preparándote el camino para ser la señora Sanders y resulta que a unos días de la boda, te tira como la basura que eres... ¡Helena!

Helena: ¡Cállate!, ¡aquí la única basura eres tú!... y de qué te admiras, a pesar de tus malditos intentos para que la lisiada te amara, jamás pudiste conseguirlo porque no eres el amante que Edward sí es, (sarcástica), ni siquiera sirves para eso, mi querido James... o debo decir... David.

David: (aprieta su mano), ¡Mira mujerzuela!, sabes que no es recomendable sacarme de mis casillas, así que por tu bien, no vuelvas a mencionarme a esa mujer.

De repente David la suelta y se levanta mirando insistentemente hacia una parte de la sala de espera. Desconcertada, Helena voltea sorprendiéndose porque vio a Edward y a Ricardo sentándose en una de las bancas.

David: ¿Qué demonios hacen esos dos juntos?

Helena: Ni idea, se supone que Ed detestaba al tal Archer.

David: (la levanta bruscamente), En este momento vas y le sacas la información a tu amado Ed.

Helena: ¿Quieres que deje mi dignidad tirada en el suelo?

David: No sería la primera vez... ¡Ah!, de paso le pides que te consiga un empleo aquí en México, y de ser posible, con el socio de Tuxtla, ese tipo tiene mucho dinero y yo necesito capital para largarme a Europa.

Helena: ¡Largarnos cariñito!,... que no se te olvide que somos socios.

David: (la suelta), ¡deja de perder el tiempo y ve con ese estúpido!, si te tardas se nos va a ir.

A regañadientes, Helena se dirige hasta donde estaban Edward y Ricardo.

Helena: ¡Hola Ed!

Edward levanta el rostro y para enfocar bien, se quita los lentes.

Edward: (se pone de pie), ¡Helena!

Ricardo: ¡Hola señorita!

Helena: ¡Hay discúlpame!, pensé que Ed venía solo.

Ricardo: Pues yo lo acompaño, aunque siento que salgo sobrando y por eso me voy a dar una vuelta por los baños, (se para), con permiso.

Helena: Propio.

Cuando Ricardo se va, Helena se abalanza al cuello de Edward.

Helena: ¡Te extrañé mucho mi amor!... ¿Tú me extrañaste a mí?

Edward: (se aleja), Perdóname Helena, pero tú sabes que no.

Helena: Ok... sigues con la tonta idea de ir tras esa mujer... no pierdas tu tiempo, cuando sepa el negocio que hiciste con ella, te va a odiar... pero sí aún sabiendo eso insistes, sólo te diré que yo esperaré a que vuelvas a mí, porque es un hecho que no conseguirás su perdón.

Edward: Sí nada más viniste a decirme esto, me retiro.

Edward toma su portafolio, pero Helena lo detiene.

Helena: ¡Discúlpame!, pero comprende que no es fácil aceptar que el amor que nos teníamos, se haya acabado en el momento de volver a verla.

Edward: ¿Qué amor Helena?, yo nunca te mentí, jamás te dije que...

Helena: ¡No lo digas!, mejor hablemos de otra cosa... Ed, por la depresión en la que me dejaste, falte dos semanas al trabajo y me despidieron. Sé que me estoy humillando al pedirte esto, pero quisiera ver si puedes recomendarme con alguno de tus socios, y abusando de tu caballerosidad, que sea cerca de Oaxaca.

Edward: Lo siento, pero no tengo ningún socio cerca de ese estado.

Helena: Chiapas está a un lado y según recuerdo, tu nuevo socio es de Tuxtla ¿no?

Edward: Sí pero no creo que él necesite una asistente.

Helena: Al menos prométeme que le hablarás de mi necesidad. Como socio, dudo que te niegue un favor.

Edward: Te prometo preguntarle, aunque como dije, dudo que te contrate.

Helena: ¡Gracias Ed!, (intenta abrazarlo, pero vuelve a alejarse), a veces tienes buena vista, espero que tu amada te acepte con todo y tu problema... te llamo luego para saber que te dijo tu socio.

Helena regresa con David y Ricardo se acerca a Edward.

Ricardo: No es por intrigar amigo, pero esa mujer me erizó la piel... como que tiene un aura extraña.

Edward: ¿Desde cuando te volviste receptor de auras?

Ricardo: Desde hace quince años... es la segunda vez que alguien me inspira temor.

Por la bocina se les indica a los pasajeros que aborden el vuelo a Estados Unidos.

Edward: Honestamente a mí también llegó a inspirarme eso... pero es mejor que lo olvides y agarres tu maleta porque es hora de irnos.

Ricardo hace lo que le dijeran y ambos van a la puerta en donde entran para abordar el avión.

En la mesa, David no dejaba de mirarlos, y con su mano apretaba un vaso.

Helena: (se sienta), el estúpido sólo me prometió preguntar si me puede contratar su socio.

David: ...

Helena: ¡James Clayton Miller!, ¿estás escuchándome?

David: (furioso), ¡No me llames así estúpida!, ¿se te olvida que me buscan en Estados Unidos?

Helena: Te buscan como Jonathan Ortiz... no como James.

David: Por culpa de Archer estoy fichado... ese maldito me tiró varios negocios y tampoco pude moverme de los Ángeles en años.

Helena: ¿Ese hombre que se ve que no rompe ni un plato, fue capaz de hacerte la vida miserable?

David: ¿Increíble verdad?, pero antes de irme a Europa, le voy a devolver el favor... ya es hora de que el apellido Archer se acabe con él.

Helena: Primero consigue el dinero y luego haces planes para deshacerte de ese tipo.

David: Entonces reza para que el socio de Edward te reciba, y ve aprendiendo mejores tácticas de seducción, ya que el último hombre que intentaste atrapar, prefirió a una mujer decente en vez de una golfa.

Helena: (intenta darle una cachetada), ¡Eres un maldito!

David: (empuja su mano), no sigas provocándome o tendré que cambiar el orden de los estorbos a desaparecer... (Se levanta), voy a comprar boletos para Tuxtla, iremos a esperar la llamada de mi ex mejor amigo allá... por cierto, ¿cómo se llama el lugar en dónde tiene su negocio el socio de Edward?

Helena: Me parece que San Gabriel... pasando un pueblucho se encuentra la Hacienda del Fuerte.

David: ¡Un pueblucho!... si no fuera porque tiene un capital similar al de Edward, jamás iría a un mugroso pueblo, (sonríe), Bueno, pues vamos a conocer a nuestro nuevo jefe.

David va hacia el módulo y compra los boletos a Tuxtla... una hora más tarde, él y Helena abordan el avión para ir al encuentro de los Montero.

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