CAPÍTULO 26
Paula regresó a la Hacienda desde hace unas horas. María estaba muy intrigada porque inmediatamente se fue a la capilla a meter unas cosas que Marcial le ayudó a traer. Cuando quiso ver que estaba haciendo se encontró con la puerta cerrada. Casi cerca de las seis, sale para dirigirse a la cocina a preparar los platillos que le gustan a Rogelio, así como su postre favorito. María solo la miraba sin preguntarle nada, hasta que la curiosidad la termina por vencer.
María: Paula, ¿qué tanto estás haciendo?, el día del aniversario es mañana y tú estás preparando todo desde ahorita.
AP: Rogelio llega hoy, por eso vamos a celebrarlo acompañados por nuestra familia y las personas a las que más apreciamos. Y como voy a raptar a mi esposo por algunos días, quiero llevar comida suficiente.
María: Hija, Rogelio no ha llamado para decir que viene en camino.
AP: Hace unas horas hablé con él y me prometió que haría todo lo posible por venir. ¡Rogelio siempre cumple sus promesas!, por eso necesito apurarme.
María: ¿Entonces ya te dijo cómo le fue con el negocio?
AP: (meditando), Ni siquiera se me ocurrió preguntarle.
María: ¡Cómo que no!, ¿no se supone que ese asunto era muy importante para ustedes?
AP: ¡Sí María, pero en este momento no hay nada más importante para mí, que celebrar el día en que me convertí en la mujer más feliz del mundo!
María: ¡Hay muchacha!, hasta pareciera que apenas te vas a casar con Rogelio siendo que únicamente cumplen un año más de matrimonio.
AP: (sonriendo), ¡No solo es un año más María!, son tantos momentos hermosos que es lógico que me emocione. Y quizás no será la primera vez que nos casamos, pero no hay una regla que diga que no podemos volver a hacerlo.
María: (¿?), No te entendí nada Paula.
AP: En cuanto llegue Rogelio lo comprenderás.
Paula continuó cocinando sin decir otra palabra dejando a María peor que antes de preguntar. Aproximadamente a las nueve de la noche terminó de preparar toda la comida. De inmediato subió a su recámara en donde se encerró a piedra y lodo. Más tarde llegaron a la Hacienda Ernesto, Mercedes, Gerardo, y Dany.
María recordaba que en los dos aniversarios previos, Rogelio los celebró a solas con su esposa en Tuxtla. Por eso en cuanto vio a los invitados, menos comprendía las extrañas ideas que pasaban por la cabeza de Paula.
María: Muchachos, espero que no piensen que soy grosera, ¿pero a qué debemos la visita?
Ernesto: Ana nos avisó en la mañana, que ella y Rogelio celebrarían su aniversario y querían que sus amigos estuvieran también.
Dany: A mí me avisó por la tarde.
María: ¡Esa Paula!, con el embarazo se ha puesto hacer cosas tan raras, (preocupada), lo más triste sería que mi niño no venga hoy.
Consuelo: (entra a la sala), Madrina, ¿has visto a Hugo?
María: No Consuelito, se fue desde las ocho. Creí que había ido para el Rancho.
Consuelo: Pues no llegó. Y yo vine porque la patrona me pidió estar para su aniversario.
Juanita llega con Mary venía con un vestido rosa pálido, (como de una princesa de cuento), y una diadema de rosas blancas en el cabello.
María: ¿Paula la arregló así Juanita?
Juanita: Sí. ¡Quedó muy bonita ¿verdad?!
Mercedes: Está muy linda, ¿a ti te gusta Gerardo?
El niño hace gestos de negación, provocando que todos se rían.
Juanita: Consuelo, seño Daniela, la patrona les manda a pedir de favor que suban a la recámara.
Dany: Claro Juanita.
Dany y Consuelo suben con Paula. Gerardo y Mary se van a jugar al patio.
María: Juanita, ¿sabes en dónde está Margarito?
Juanita: Salió con Hugo hace un buen rato.
María: ¿Y a dónde?
Juanita: La mera verdad no sé. Hugo solo dijo que no tardaban.
María: Gracias Juanita, ya puedes irte.
Mercedes: María, ¿por qué la cara de preocupación?
María: Es que Margarito ni siquiera me avisó que se iría con Hugo, Paula anda misteriosa, y Rogelio no ha llamado.
Ernesto: No debería sorprenderse. Los Montero son así de impredecibles.
María: Tienes razón. Y ahora que me acuerdo, hay uno de ustedes que falta por venir, ¿a qué hora llega Alejandro?
Mercedes y Ernesto se miran.
María: (¿?), ¿Pasó algo malo?
Mercedes: Alejandro le mandó un mensaje a Dany diciéndole que probablemente hoy se quedaría en Santa Catalina, (sarcástica), ¡Según él, porque no ha terminado de revisar un caso urgente!
Ernesto: No se dice, "según él" Mercedes, Alejandro es un abogado y tiene trabajo que cumplir, así como Rogelio y yo.
Mercedes: ¡Ya sé que los tres son hombres muy ocupados!, pero eso no les impide que hablen por teléfono en lugar de mandar mensajes.
Ernesto: Tal vez...
Mercedes: ¡Mira Ernesto!, entre hombres siempre se van a disculpar. María, voy a ver sí puedo ayudarle en algo a Ana Paula, con permiso.
Mercedes se retira sin esperar respuesta de parte de María.
María: (¿?), ¿Y ahora que le pasa a Mercedes?
Ernesto: Se puso así porque Dany trató de comunicarse con Alejandro durante toda la tarde. Pero en vez de contestar la llamada, le mandó un mensaje, ¡Ya se imaginará como reaccionó Daniela!, y para rematar, a mí se me ocurrió decirles que al menos él respondió, no que Rogelio y yo jamás nos acordamos de hablarles por teléfono.
María: Te echaste la soga al cuello. Con razón Mercedes te hablo de esa forma y Dany se veía seria.
Ernesto: Lo dije sin pensar. Créame María, de haber sabido que se ofenderían, mejor me quedaba callado.
María: (suspira), Espero que Alejandro venga a acompañar a Dany. Estoy segura que de esa forma se le pasa la angustia que tiene. Lo difícil será contentar a Mercedes.
Ernesto: ¡Ya ni me diga María!, Por mi bien debo pensar en algo para que se le pase el coraje.
María: Pues no te tardes mucho, porque Mercedes es de un carácter complicado.
Los dos continúan platicando mientras esperan a los demás.
San Gabriel.
La camioneta de la Hacienda entra al pueblo. Pancho conducía lo más despacio que podía porque su patrón estaba dormido y no quería despertarlo, (Últimamente lo veía más cansado de lo normal y no estaba comiendo a sus horas). Al pasar por la fonda de Macaria y Ulises, ve sentados en la escalera a Margarito, Hugo y Marcial. Hugo le pide que baje del auto.
Pancho: ¿Qué están haciendo aquí Hugo?, ¡además vienen con Margarito!
Hugo: La patrona me mandó a traerle una cosa al patrón.
Marcial: También quiere que le llevemos una pulsera que el patrón tiene en la mano izquierda, pero sin que se dé cuenta
Hugo: ¡Eso sí va a estar muy difícil de conseguir!
Pancho: ¡Pues el patrón está bien dormido!, así que Hugo, es tu oportunidad de hacerlo.
Hugo: Yo no soy bueno para esas cosas. Por eso ¡tú eres el indicado!, nada más que apúrate porque en la Hacienda lo están esperando.
Pancho: Marcial trabaja para la patrona, por eso él tiene que hacerlo.
Marcial: Tú eres el asistente del patrón, la tienes más fácil.
Pancho: ¡Ni lo pienses!, Con el carácter que se carga, capaz que me corre por andarle quitando sus cosas. Mejor te veo desde aquí.
Pancho se sienta en junto a Hugo. Marcial con algo de miedo, se aproxima a tratar de conseguir lo que su patrona pidió, pero en cuanto ponía los dedos sobre la pulsera, Rogelio movía la mano. Lo intentó tres veces y en la última se dio por vencido pues casi se despertaba. Así que regreso con los demás.
Marcial: Lo mejor será decirle a la patrona que no hubo manera de quitársela.
Pancho: Yo pienso igual.
Hugo: Pues entonces hay que despertarlo para darle lo que le mandaron.
Margarito que hasta ahora solo observaba, se golpea la cabeza con el puño y se levanta.
Margarito: ¡Que miedosos!, yo voy a quitársela y a despertarlo.
Margarito se acerca a su papá y como sin nada zafa la pulsera. Rogelio siente el movimiento y se despierta.
R: (se frota los ojos), ¿ya llegamos a la Hacienda?
Margarito: No papá, estamos en el pueblo.
R: ¡Margaro, ¿qué haces aquí?!
Margarito: Paula me pidió que te trajera algo. Está en el cuarto de la pensión donde ella se quedó hace unos años.
R: ¿Y es tan importante que no pudo esperar a que llegara a la Hacienda?
Margarito: Dijo que es un deseo que tiene y te suplica que se lo cumplas.
R: (¿?), ¿Y qué es?
Margarito: Mejor ve a verlo por ti mismo. Y apúrate porque se nos va a hacer tarde.
R: ¡Ta bueno!, ¡pero qué cosas tan extrañas se le ocurren a tu madre!
Rogelio baja de la camioneta y se va hacia la pensión. Hugo manda a Marcial de regreso a la Hacienda para llevarle la pulsera a su patrona. Él, Pancho y Margarito se quedan a esperar a Rogelio sentados en las escaleras de la fonda.
Hacienda del fuerte:
Alejandro llega en una de las camionetas de la Hacienda, (Simón venía con él). Aunque le dijo a Dany que no iría, el no verla durante horas lo hizo apurarse con sus asuntos en Santa Catalina y así poder acompañarla en la reunión (sin importar que tuvieran que viajar tan noche). Baja muy ansioso e inmediatamente se va a la sala, en donde seguían platicando Ernesto y María.
María: ¡Qué tarde es!, ya no falta mucho para las diez.
Ernesto: Ana Paula fue muy amable en invitarnos, pero yo me acuerdo que en sus otros aniversarios, Rogelio se la llevo a Tuxtla a no sé qué lugar. Él no es muy dado a compartir momentos íntimos con nadie. Espero que no se moleste al vernos aquí.
María: Yo también pensaba eso, pero como es idea de Paula y desde el embarazo la consiente mucho más que nunca, creo que no habrá problema en que acepte estar un rato con nosotros.
Ernesto: Hace mucho tiempo que su carácter es más tranquilo, pero con el embarazo de Ana se volvió muy amable y condescendiente. Esa actitud hay que aprovecharla mientras nos dure.
María: (riéndose), ¡Tienes razón!, A ver que se me ocurre pedirle.
Alejandro: ¡Buenas noches!
Ernesto: (molesto), Alejandro, ¿me puedes decir cuándo te di de alta?
Alejandro: (¿?), ¡Discúlpame Ernesto, pero tengo trabajo pendiente!, Además no soy de los que soporta estar mucho tiempo inactivo.
Ernesto: Tienes una férula en el brazo y un collarín, también recuerdo que tu coche quedó muy mal después del accidente, ¿cómo es que te fuiste hasta Santa Catalina?
Alejandro: Rogelio le pidió a Simón que mientras esté con esto y pueda ir a comprar un coche nuevo, él me lleve y traiga a donde tenga que presentarme por trabajo.
Ernesto: El problema no es quién te lleve, sino que tanto esfuerzo físico haces. Lo que te pasó no es para que no le prestes atención.
Alejandro: Te vuelvo a pedir que me disculpes y te prometo que me cuidaré más.
Ernesto: A mí no me tienes que pedir disculpas, sino a Dany. Realmente se angustió al saber que te fuiste sin solicitar una opinión médica.
María: Muchacho, comprendo que estés acostumbrado a trabajar sin descanso. Pero tu salud es mucho más importante que eso. Además, ahora tienes a tu lado a una persona a quién debes darle un poco de tu tiempo y que tiene derecho a opinar cuando sea necesario.
Alejandro: ¿Dany está molesta porque no le consulte sobre mi salida a Santa Catalina?
María: Dany no es de las que se enoja. Más bien la preocupaste.
Alejandro: Voy a hablar con ella, ¿saben en dónde está?
María: Está con Ana Paula. Lo mejor es que esperes a que bajen.
Alejandro: Como diga María y en serio lo lamento.
Mientras esperaban, pusieron al tanto a Alejandro de lo que platicaban antes de que entrara a la sala. Al poco rato Dany, Consuelo, Mercedes y los niños llegan junto a ellos. Alejandro intentó hablar sobre lo sucedido con su novia, pero Dany le pidió que lo hiciera más tarde y a solas.
María: Muchachas, ¿en dónde está Ana Paula?
Dany: Se quedó en su recámara. Dijo que en unos minutos baja.
María: ¿Y por qué se tardaron tanto?
Consuelo: ¡Madrina no sea curiosa!, solo le diremos que la patrona se puso tan bonita como cuando se casó con el patrón.
Dany: María, Ana Paula le manda decir que dejó un vestido en su cama y que espera que sea de su agrado.
María: (suspira), ¡Ya mejor ni pregunto nada!, este día ha sido el más cansado de mi vida. Me voy a cambiar.
María sube a su cuarto a arreglarse.
Recámara de los Montero.
Paula se encontraba mirándose en el espejo y pasaba sus manos por su vientre. Tenía puesto el vestido que usara el día de su boda religiosa. Como era algo ajustado, les pidió a Consuelo y Dany que la ayudaran a arreglarlo para hacerlo más holgado. Mercedes la peino con una media cola y le puso un tocado de rosas blancas iguales a las de Mary.
AP: Hijito, tu papá se va a sorprender cuando vea que creciste mucho en tan solo un día, ni yo me di cuenta hasta que me puse este vestido, ¡Rogelio mi amor no te tardes!, estoy muy ansiosa por saber si te gustará lo que te preparé.
Del buró saca un cuaderno y una pluma y va a sentarse en el sillón.
AP: ¡Bueno bebé!, ahora tu mamá va a inspirarse para darle a tu papi algo bonito.
Paula comienza a escribir con una sonrisa en su rostro.
Marcial finalmente llega con el encargo de su patrona. De la prisa con la que iba, pasa sin detenerse a saludar a María que estaba bajando para unirse a los demás en la sala. Al estar frente de la recámara toca con mucha insistencia. Paula se levanta a abrirle.
Marcial: Perdón patrona, le traje la pulsera que pidió.
AP: ¡Muchas gracias Marcial!, pero ¿no se dio cuenta verdad?
Marcial: No patrona. Estaba bien dormido y Margarito aprovechó para quitársela.
AP: ¡Qué bueno!, Marcial te voy a pedir una última cosa.
Marcial: Lo que quiera patrona.
Paula regresa al buró y toma una caja pequeña de la que saca una esclava de oro y se la da a Marcial.
AP: ¿Crees que se pueda poner el dije en esta esclava?
Marcial: (inspeccionándola), Yo creo que sí patrona, el diseño de hendiduras nos permiten meterlo en alguna. Nada más que necesito ir por unas pinzas para fijarlo bien.
AP: ¿Es tardado?, te lo pregunto porque quisiera tenerla lista antes de que Rogelio venga.
Marcial: No patrona, en unos minutitos se la traigo.
AP: Entonces ve Marcial.
Marcial va lo más rápido posible a cumplir con la petición de su patrona. En cuanto está todo listo, Paula manda a Juanita a avisar que se reúnan en la capilla de la Hacienda. Después de que todos se sientan, entra y se dirige al altar quedándose de pie frente a ella. Todos a acepción de los que la habían visto antes, estaban intrigados de lo que tenía planeado; sobre todo porque vestía de novia.
Minutos más tarde, la camioneta entra a la Hacienda. Rogelio estaba vestido con el traje que uso el día de su boda y se peleaba con el moño ya que por más que intentaba, no lograba dejarlo derecho.
R: (estresado), ¡Me lleva!, ¡cómo se le ocurre a Paula pedirme que me ponga el traje que use cuando nos casamos!
Hugo: ¿Le ayudo patrón?
R: ¿Cómo te imaginas que nos vamos a ver si tú me lo acomodas?
Hugo: Muchos hombres se ayudan a ponerse la corbata.
R: ¿Y qué piensan de ellos?
Pancho: ¡Que se ven ridículos!, entre otras cosas.
R: ¡Lo sabía!
Hugo hace una cara molesta por el comentario de Pancho.
Hugo: ¡Entonces ya déjeselo así!, (cansado), ¡Patrón lo están esperando!
R: ¿Quiénes?
Hugo: Ahorita lo ve. No me ponga las cosas más difíciles con la patrona.
R: (alterado), ¿Y cómo quieres que me presente sin el moño en su lugar?
Margarito: ¡A ver yo te lo pongo!
Margarito le acomoda el moño sin tardarse demasiado en eso.
R: ¡Sabes chamaco!, cada día me sorprendes más. Hablas y te comportas como adulto y ahora hasta pones moños.
Margarito: Algo te tenía que aprender. Y lo del moño, Paula me dijo como iba. Te conoce tan bien, que por eso me mando a ayudarte.
R: ¡Caramba!, ¿pues qué es lo que Paula preparó que necesita que venga vestido así?
Margarito: Tu regalo de aniversario, mi mamá te está esperando en la capilla, papá, también me pidió que te dijera que por favor, sin importar a quienes veas ahí, vayas con ella y que hicieras como que no existe nadie más que ustedes dos.
R: ¿Hay mucha gente?
Margarito: No mucha.
R: (suspira), ¡Ta bueno!, vamos a ver lo que me preparó.
Los cuatro se bajan para ir a la capilla. Margarito le dice a su papá que deje que se metan y después lo haga él. Rogelio espera unos minutos y como no oye nada decide entrar y al hacerlo observa toda la capilla decorada con rosas blancas y velas. Mira a los invitados con un poco de asombro que crece más al posar sus ojos en su esposa vestida de novia. Él recordaba el vestido perfectamente, pero le parecía que su esposa estaba mucho más hermosa que aquella vez. Paula se encontraba muy contenta de que Rogelio pudiera volver y aunque no había música porque conociendo a su esposo, se negaría a caminar hasta ella por la vergüenza, en su mente se imaginaba que sí la escuchaba.
Rogelio se sentía entre apenado y contento. De todas las cosas que hacía por su esposa, ésta era la más cursi y la que seguramente terminaría por arruinar su reputación ante los demás, (aunque luego se encargaría de amenazarlos para que no dijeran nada a otras personas). La sensación de incomodidad estaba pasando a segundo plano conforme se acercaba a ella. Al estar frente a frente, Paula extiende sus manos para que él las tome.
R: ¿Era necesario que hubiera invitados?
AP: (sonriendo), ¡Así es más romántico!, Esto demuestra lo que eres capaz de hacer por mí, aunque también lo quise de este modo porque me gusta compartir mi felicidad con las personas que quiero.
R: ¡Pero no me negarás que es penoso!
AP: ¡Para mí no!
R: ¿Y luego que sigue?, porque no creo que vayamos a hacer los votos de nuevo, ¿o sí?
AP: ¿Cómo adivinaste?, (se ríe), pero no te preocupes, dímelo en el oído si tanta pena te da hacerlo en voz alta.
Rogelio se acerca a abrazarla.
R: Tú mereces que lo diga en voz alta, ¡Te voy a amar por siempre!, no hay nada más importante para mí que tu felicidad y la de mis hijos y voy a velar por ella hasta el último día de mi vida.
AP: ¡Yo te amo con toda mi alma!, y no me cansaré de dar gracias a Dios por darme la oportunidad de haberte encontrado en mi camino. Me dio la felicidad más grande que una mujer puede sentir, porque tú y mis hijos me la regalan día a día con sus detalles y su amor.
María, Dany, Consuelo y Mercedes no paraban de llorar por tan hermosas palabras de ambos. Los hombres estaban con cara de incredulidad por la forma tan melosa con la que Rogelio se atrevió a hablar en público.
Alejandro: (susurrando), Ernesto, no sabía que Rogelio tenía su lado cursi. Yo pensaba que solo ponía cara de embobado cuando hablaba con su esposa, pero esto es demasiado.
Ernesto: Por tu bien será mejor que no te escuche. Una cosa es Ana Paula y otra tú.
Mercedes: ¡Ustedes dos, se pueden callar!, no creo que les convenga que Rogelio los oiga.
Ernesto: Perdón Mercedes.
Alejandro y Ernesto se quedan callados, pero se dirigía miradas con los otros caballeros presentes.
En el altar, Rogelio atrae a su esposa para besarla, pero Paula lo detiene provocando que se desconcierte por su actitud. Ella le sonríe en señal de que todo estaba bien. Margarito y Mary se acercan con un estuche de terciopelo. Paula le da las gracias a sus hijos y abre la caja donde Rogelio ve su dije colocado en una esclava de oro y el de su esposa en una cadena. Ella toma su mano izquierda y le pone la esclava.
AP: El día que nos casamos tú me ibas a dar este símbolo tan bello para bendecirlo junto con nuestra unión, pero por circunstancias ajenas a nosotros no lo hiciste. Sin embargo, nunca es tarde para cumplir con aquellos anhelos que tenemos pendientes.
R: (¿?), Paula, ¿cómo es que tienes mi dije, si yo...
AP: Luego te digo. Ahora quiero que me pongas el collar.
R: Creí que no te gustaba traer este tipo de cosas porque la gente puede pensar que eres propiedad de alguien.
AP: Eso es distinto. Este detalle proviene de tu corazón, portarlo me llenaría de orgullo porque representa todo el amor que nos tenemos.
Rogelio pone el collar en sus manos y lo mira por un lapso corto de tiempo. Después dirige su vista a su esposa mientras pasa sus manos alrededor de su cuello para colocarle la cadena con el dije de corazón.
R: ¡Te queda perfecto!, así me imaginé que sería el día de nuestra boda, (besa sus manos), ¡Gracias Paula!
AP: Todavía no me lo agradezcas, porque nos falta cumplir otro deseo que tenías antes de este, ¿lo recuerdas?
R: ¡Pero ya me lo cumpliste amor!
AP: Ese no Rogelio, cualquiera que hayas pensado. Hablo de salir caminando de la capilla como esposos.
R: Esa es mi sorpresa para ti, porque vamos a hacerlo completamente.
AP: (¿?), ¿Completamente?
Rogelio se quita las muletas dejándolas a un lado suyo. Paula no entendía lo que su esposo intentaba hacer.
AP: ¡Rogelio, todavía es muy pronto para que dejes las muletas!
R: Estaba guardando esto para una fecha especial y es justamente este momento. Las muletas ya no son necesarias.
AP: (¿?), ¿Cómo que ya no son necesarias?
Rogelio hace que Paula lo tome del brazo y comienza a caminar junto con ella para salir de la capilla. Todos los invitados lo veían asombrados, porque se suponía que no podía caminar sin muletas. Cuando están afuera, la carga para llevarla adentro de la casa, (los demás iban detrás de él). Paula que había querido sorprender a su esposo, terminó siendo la sorprendida. Aún no podía creer que estuviera en brazos de Rogelio y que él estuviera cargándola como si no le pesara. Al estar en la sala él intenta ponerla en el piso, pero antes de que la bajara Paula lo detiene para tomar su rostro con ambas manos y lo besa. Fue un beso bastante largo que se interrumpió debido a los aplausos.
R: (hablando en su oído), ¡Ves porque nunca invito a nadie!
AP: ¡Ya me di cuenta!, la idea era revivir el día de nuestra boda, por eso les pedí que vinieran, (besa su cuello), pero la mejor parte de mi plan no los incluye.
Rogelio iba a decirle algo cuando María se acerca para felicitarlos.
María: Rogelio, creo que deberías bajar a Paula para que podamos darles su abrazo.
R: ¡Perdón Nana!, (baja a su esposa), ¡aquí la tienes!
María: Hija, ¡nunca me pensé que superarías a Rogelio en cuanto a sorpresas!, todo fue muy hermoso.
AP: Gracias María y recuerda que el alumno supera al maestro.
María: Es verdad.
María se aproxima a Rogelio y comienza a llorar.
R: ¿Qué pasa Nana?, ¡esto es una celebración!, ¿por qué lloras?
María: Es que el verte caminar como antes me llena de una inmensa alegría. No te imaginas cuanto dese que llegara este día.
Las lágrimas de María se hacen más abundantes. Rogelio la abraza para tranquilizarla, Paula, y los demás se limitan a observarlos.
R: Nana esto no es para llorar, sino para estar contentos. Desde hace mucho la felicidad que me brinda mi familia, es todo lo que en verdad quiero. El caminar de nuevo es un extra.
María: (limpiando sus lágrimas), Lo siento hijo. Perdóname por ser una vieja tan sentimental.
AP: Bueno pues, ¿qué les parece si mejor pasamos al comedor y brindamos por tan increíble momento?
Todos se dirigen al comedor. Ernesto es el encargado de decir las palabras para el brindis, aunque al final el que termina por hacerlo es Rogelio porque la emoción de ver a su amigo caminando, le provocaba un nudo en la garganta. Después de cenar, Pancho y Marcial se retiraron a su casa con sus esposas, Margarito llevo a los niños a dormir y de paso aprovechó para hacer lo mismo, con tanta sorpresa María también se fue a descansar, los demás se dividieron en dos grupos, (hombres y mujeres).
Dany: Amiga, muchas felicidades. Con tantos obstáculos que tuvieron que pasar, el verlos tan unidos como familia, me hace sentirme contenta porque el voto de confianza que le di a Rogelio no estuvo errado.
AP: ¡Gracias Dany!, no te imaginas cuan dichosa he sido al lado de Rogelio.
Consuelo: ¡Hay patrona le tengo envidia!, ¡pero de la buena!, Ojalá en unos años, mi Hugo y yo nos veamos así de felices.
Mercedes: Ana, de nuevo te ofrezco una disculpa porque por mis tonterías puse en juego tu felicidad.
AP: Olvida eso Mercedes. Rogelio jamás te ha reclamado nada y yo tampoco voy a hacerlo. De alguna manera yo también tuve la culpa por no hablar con él cuando era necesario. ¡Pero basta de recordar el pasado!, Muchachas, las dejo porque me llevo a mi esposo.
Dany: (¿?), ¿Ya se van?, pero la fiesta no lleva ni una hora de haber comenzado.
AP: Lo siento Dany, ustedes se pueden quedar más tiempo. Nosotros ya no, porque el lugar a donde vamos está un poco lejos de la Hacienda.
Mercedes: Y si está lejos, ¿por qué no se esperan hasta mañana?
AP: ¡Claro que no!, es imprescindible que estemos hoy mismo. Con tanto trabajo en la Hacienda y con eso de que mi hijo crece por día, necesito aprovechar todo el tiempo de intimidad que pueda con mi esposo.
Consuelo: ¡Patrona, acuérdese que ni Dany ni Mercedes están acostumbradas a hablar de esos temas!
AP: ¡Por favor!, eso no es para avergonzarse, sino para disfrutarse, y además, las dos son enfermeras.
Dany: Ana Paula, creo que el tiempo se te viene encima. Mejor ve por Rogelio y vayan al lugar ese que planeaste.
AP: ¡Está bien, entendí la indirecta!
Paula se levanta y ve que su esposo está muy a gusto platicando con los demás. Así que decide darle un poco de espacio para que conviva.
R: (riéndose), Alejandro, ¡tú como que vas de mal en peor!
Alejandro: Y según tú, ¿por qué?
R: ¡Cómo se te ocurre irte sin tomar en cuenta a Daniela!, mira Alejandro, quizás ella y Paula sean diferentes en cuanto al carácter. Pero en la forma de pensar sobre una relación de pareja son similares. Por eso no te recomiendo que la excluyas de tus cosas.
Ernesto: Te lo dice por experiencia propia. Cuando Rogelio sale de viaje, le avisa a Ana Paula, pero estando allá, pasan días sin que la llame.
R: ¡Hombre no exageres!, solo me retraso unas cuantas horas. Ustedes saben que no se puede estar en todo. Pero eso no significa que no piense en ella, además, a ti te pasa igual o ¿acaso no es común que cuando tienes que ir a Tuxtla a las juntas de avances médicos, jamás le llamas a Mercedes?
Ernesto: ¡Bueno sí!, pero siempre la compenso con un día completo para los dos.
R: Por eso Gerardo está tan acostumbrado a nosotros. Hubo un tiempo que tenía juntas a más no poder y nos dejaba al chamaco mientras él hacía méritos con su mujer.
Hugo: Perdón por la intromisión, pero quiero aclarar que a mí no me ha pasado nada de eso. Consuelo y yo siempre estamos en contacto todo el día.
R: ¿Será porque los dos son los encargados de la Hacienda y el Rancho?, espera a que te mande a otro lugar y ya veremos.
Alejandro: ¡Ahora recuerdo por qué le huyo al compromiso!, Ustedes son el mejor ejemplo de lo difícil que es el matrimonio.
Hugo: Andamos igual Licenciado, yo recién lo estoy viviendo.
R: Pos sí es difícil, pero también es la única cosa que los hará realmente felices, ¡claro!, siempre y cuando la pareja luche día a día para sobre llevar los problemas que se les presenten.
Ernesto: Estoy de acuerdo.
AP: (abrazando a su esposo), ¡Hazle caso Alejandro!, Rogelio es experto en no rendirse nunca ante los problemas. Y les pido disculpas, pero me voy a llevar a mi marido, ¿no les molesta, verdad?
Alejandro: Por supuesto que no Ana Paula.
Ernesto: No te preocupes Ana.
Hugo: A mí me da igual patrona.
R: ¿Cómo que te da igual?
Hugo: Quiero decir, no hay problema en que se vaya patrón.
AP: (riendo), Siendo así, hasta dentro de tres días.
R: ¿Tres días?, Paula, con tanto trabajo no es posible tomarnos ese tiempo.
Hugo: No se inquiete patrón. Ayer que no estuvo, mandamos casi todos los embarques de carne que teníamos pendientes. La patrona ya dejó listos los de mañana y de los demás entre Consuelo, Pancho, los peones y yo, los sacamos a tiempo.
R: ¡Ta bueno!, voy a confiar en ti Hugo.
AP: ¿Ya nos podemos ir Rogelio?, se nos va a hacer tarde.
R: Sí, deja le hablo a Pancho para que nos lleve.
AP: Amor, ya no hay necesidad de llevar a Pancho. Yo sé conducir y me parece que tú también ¿o es que nunca lo hiciste?
R: Por supuesto que sí, ¿Quién crees que le enseñó a Hugo?
AP: ¿Entonces nos vamos solos?
R: Sí.
Ernesto: Rogelio, nada más ve con calma, porque una cosa es que sepas manejar y otra que recuperes la costumbre.
R: Lo sé no te preocupes. Nos iremos con mucha precaución.
Rogelio y Paula salen de la Hacienda. Previamente ella puso todo lo necesario para el lugar al que iban y como la maleta de Rogelio estaba igual que cuando se fue, solo subieron la de Paula.
El tiempo que tenía de no manejar se evidenciaba en Rogelio, puesto que en ocasiones se equivocaba de pedal o velocidades, pero por fortuna eso no duro mucho, ya que poco después le tomo más confianza, aunque para seguridad de Paula, prefirió ir a una velocidad moderada.
R: Paula, ya estamos saliendo del pueblo, ahora sí me tienes que decir para dónde vamos.
AP: Vamos al único lugar en el que podría cumplir los sueños pendientes.
R: No recuerdo un sueño más importante que el que vivo día a día contigo, ¿acaso hay otra cosa que pueda desear?
AP: A lo mejor ya no es tu sueño, pero el mío sí desde que me lo contaste y es en un sitio que adoras desde niño.
R: ¿Hablas de las Lagunas?, pensé que te gustaría ir a un lugar diferente, porque ahí ya vivimos nuestra segunda luna de miel.
AP: Aquella vez tuvimos que irnos antes de terminar con lo pendiente, además, con el embarazo no podemos ir más lejos y ese sitio es y será por siempre mi favorito para celebrar este día.
R: ¡Sabes que tus deseos son órdenes para mí!, así que señora Montero, voy a llevarla hasta las Lagunas, pero no se desespere porque iremos un poco lento.
AP: Entonces mejor conduzco yo. De ese modo llegamos más rápido.
R: ¿Serías capaz de quitarme el gusto de conducir de nuevo?
Paula se acerca hasta su cuello y comienza a darle besos. Debido a las sensaciones, Rogelio disminuye más la velocidad.
AP: Es que quisiera aprovechar la noche, ¿tú no?
R: (inquieto), Si dejas que me concentre, te prometo que llegaremos muy rápido.
AP: ¡Muy bien!, entonces me voy a quedar quieta hasta que estemos ahí, es una promesa.
El resto del camino Paula se dedicó únicamente a mirar a su esposo. Era extraño verlo haciendo cosas que jamás pensó que podría debido a su discapacidad. Eso la llevo a preguntarse si en la intimidad continuaría igual de exquisito o sería mucho mejor. Por ese pensamiento, su necesidad como mujer se incrementó tanto que tuvo que abrir la ventana para que se le bajara el calor.
Al cabo de un rato ya se encontraban frente a la cabaña. Como todo un caballero, Rogelio bajo primero para abrirle la puerta a su esposa que recibía cada gesto de él con una sonrisa. Cuando estaban por entrar, Rogelio volvió a cargarla.
R: Esto también te lo debía.
AP: Esto y mucho más, pero me voy a encargar de que me cumplas todo.
R: ¡Caramba!, hasta comienzo a creer que son muchas, la verdad no me acuerdo de todo lo que supuestamente debo.
AP: Lo irás descubriendo poco a poco.
Rogelio entra con su esposa en brazos hasta la sala, luego la sienta en el sillón para ir a cerrar la puerta. Cuando da la vuelta, se fija que toda la casa estaba repleta de flores de distinto tipo, desde rosas hasta girasoles.
R: ¿Y todo esto Paula?
AP: Es para ti. Cada arreglo que veas, lo preparé especialmente para el hombre de mi vida.
Rogelio vuelve a su lado y la besa con infinita ternura. Paula sentía como su cuerpo temblaba de amor y deseo por su esposo, pero tenía que controlarse porque antes quería darle algo importante, así que lentamente se separa de él.
R: ¿Sucede algo Paula?
Paula se levanta y de su maleta saca un sobre que le extiende a Rogelio. Él con un poco de duda lo recibe.
AP: Amor, antes que cualquier cosa, me gustaría que leyeras esto que escribí. Cada palabra te mostrará todo lo que mi alma siente por ti.
Rogelio no entendía a qué se debía tanto misterio, pero hace lo que su esposa le pidiera, (más por curiosidad que por nada). Así que comienza a leerla.
Para el amor de mi vida con todo mi corazón:
Un día como hoy, hace 3 años me pediste nuevamente que fuera tu esposa. Desde ese momento mi vida cambió y mi corazón empezó a llenarse de amor. Te fui conociendo poco a poco y me di cuenta de que eres una persona excepcional y diferente a las demás. Descubriste lo hermoso que es mi corazón y yo descubrí lo maravilloso que es amar y ser correspondido. Un año más se cumple hoy y a pesar de nuestras diferencias, el amor siempre ha prevalecido. En nuestra relación he aprendido mucho y me has enseñado a ver claramente mis defectos y cómo y porqué debo mejorarlos. Conocerte, amarte y desearte son cosas que están presentes en mí todos los días. No puedo y jamás podré apartarte de mi mente y mi corazón que cada día me recuerda lo mucho que TE AMO.
El tiempo ha sido mudo testigo de nuestro amor, este amor que comenzó de una manera muy extraña, pero fue como una pequeña chispa de ilusión, que poco a poco fue creciendo como un volcán en erupción.
Qué difícil resulta tratar de expresar en unas cuantas líneas lo que hemos vivido, sufrido y disfrutado. Qué ilusa sería si tratara de resumir en una carta tanto amor a tu lado, cuantos momentos junto a ti, momentos que han ido escribiendo nuestra historia.
Por eso sólo puedo decirte "gracias amor" por estos 3 años de felicidad, por tantos momentos también de dolor y sufrimiento porque ellos nos ayudaron para hacer fuerte nuestro amor y que pudiera soportar las embestidas que la vida a veces da.
Nadie ha dicho que el amar es fácil, cada día se deben de superar pruebas, obstáculos que se encuentran a lo largo del camino, pero que si vamos juntos, serán más fáciles de sobre llevar.
Mi Rogelio adorado, pienso mucho en el momento que estemos juntos, en que la pasión junto con el amor se unan, no hay nada más lindo en el mundo que cuando dos personas que se quieren y se desean hacen el amor, entregándose uno a otro con todo el amor que existe en su ser.
Gracias por ser el padre de mis hijos y sobre todo por esta pequeña personita que llevo dentro de mi vientre que me llena de dicha y es el fruto de nuestro amor, es una parte de ti y no sabes lo feliz que me hiciste con este regalo tan maravilloso.
Siempre te lo digo y no me cansaré de repetírtelo, pase lo que pase no te dejaré de amar jamás, porque eres tú el que llena toda mi alma y la persona ideal para mí. Eres tú el que me hace sentir millones de cosas con tan solo un beso.
Mi amor gracias por tu paciencia y comprensión; se que no soy fácil pero gracias a Dios siempre has mantenido la calma. Son muchas las cosas que me hacen estar segura de que tú eres lo que quiero. No sé si te das cuenta de que eres el amor de mi vida y de que te amo como jamás pensé que podía llegar amar a alguien. Quisiera decirte tantas cosas, de mil formas distintas para que te des cuenta de lo mucho que te amo, pero no sé cómo hacerlo.
Ahora mismo siento una gran emoción que abarca todo mi ser, simple y sencillamente por el hecho de que estoy justo frente a la persona que AMO y que cada vez ese amor se hace más grande e infinito con el tiempo. Espero que nuestro amor perdure y que con el paso de los años se fortalezca mas.
TE AMO ROGELIO MONTERO HOY Y POR SIEMPRE.
Al terminar de leerla, Rogelio no puede evitar que unas casi imperceptibles lágrimas aparezcan. Cuando se casó con Paula por un contrato y al comenzar a enamorarse de ella, deseo algún día escucharla hablar con tanta pasión sobre él, tal y como lo hiciera de su primer amor. Pero esto superaba todo lo que pudiera haberse imaginado. Nunca esperó que le hubiese despertado tan hermosos sentimientos a la mujer que más ama.
Paula estaba ansiosa de saber que pensaba su esposo sobre la carta. Los nervios se hacían más grandes porque Rogelio parecía no tener la intención de decir una sola palabra.
AP: Rogelio, si no te gustó no hay problema, (nerviosa), Creo que aún no se me quita lo romántica, pero es que...
Rogelio se apresura a besarla para evitar que pensara cosas que no eran. Al abrazarla siente como el cuerpo de su esposa temblaba, así que para transmitirle confianza permite el paso de sus lágrimas.
R: Gracias Paula, la carta es el detalle más hermoso que he recibido en toda mi vida, por eso no supe cómo reaccionar. El sentimiento que me invade ahora es tan grande que no me permite pensar en nada más que en lo afortunado que soy porque tú me amas de esa forma, aunque no me lo merezca.
Con su mano, Paula quita las lágrimas del rostro de su esposo.
AP: ¿Por qué no habrías de merecerlo?, Rogelio, eres bondadoso, amoroso, comprensivo, valiente, (sonríe), sexy, y todo eso te convierte en el hombre más maravilloso del mundo.
R: Que lleva a cuestas los errores más grandes de su vida. Comenzando con los que cometí contra ti.
AP: Yo ya he olvidado tus errores porque has sabido compensarlos con todo el amor que me das. Pero como veo que tus heridas no han sanado por completo, en este día te juro que voy dedicar mi vida entera a curarlos como debí hacerlo hace tres años.
R: Perdóname Paula, estoy arruinando el momento.
AP: ¡Más bien pienso que quieres escaparte de mí!, por eso me estás distrayendo con el pasado. Pero señor Montero, no crea que le será sencillo huir de sus obligaciones.
R: (sonríe), Sabes que nunca lo haría, aunque recuerdo que tú fuiste la que me tuvo en abstinencia durante cinco días, ¿por qué tendría que ceder a su petición señora Montero?
AP: Porque lo disfrutas tanto como yo, (habla en sus labios), ¿o acaso no es verdad?
Rogelio sonríe más y esta vez la carga con suma delicadeza para ir con ella al cuarto. Pero de nuevo Paula lo detiene.
AP: No vamos al cuarto señor Montero. ¿Recuerdas que tenemos un pequeño jacuzzi?, hay que aprovecharlo, y más porque fue ahí en donde me diste el mejor regalo del mundo.
R: Es que se tarda en llenar, y yo ya no aguanto la necesidad de estar contigo.
AP: Pues hay muchas cosas que podemos hacer mientras esperamos a que se llene la tina, ¿o es que no tienes imaginación?
R: (seductoramente), Tengo demasiada, pero te espantarías de lo que se me ocurrió.
AP: ¿Se te olvida que te la pasas ideando tantas cosas nuevas, que ya me acostumbré a tu pervertida imaginación?
R: Está bien, ¡Yo te lo advertí, luego no te quejes!
Entran al cuarto del jacuzzi, Rogelio se arremanga la camisa para preparar la tina. Paula se va a sentar en una banca de azulejo que pidiera poner su esposo; comienza a quitarse el tocado de flores, (para soltar su cabello) y las zapatillas. Rogelio había dejado correr el agua y mientras esperaba que se llenara la tina, veía el ritual que hacía su esposa. Ella al darse cuenta de su mirada, se levanta.
AP: El cierre no baja, ¿me ayudas?
R: ¡Encantado señora Montero!, date vuelta.
Paula obedece y Rogelio baja el cierre con lentitud, y de paso la ayuda a quitarse el vestido encontrándose con una lencería blanca muy provocativa, tanto que no puede evitar acercarse a besar su cuello y pasa sus manos desde sus hombros hasta su vientre, que al momento de sentirlo, hace que su esposa gire para verla de frente. Paula se puso un poco tensa, porque aunque su esposo le dijera que le gustaba mirarla así, todavía sentía un poco de pena.
R: (emocionado), Ayer en la mañana seguía igual que hace dos semanas y ¡mira ahora!, creció mucho en tan pocas horas.
AP: ¿Acaso no lo notaste cuando tenía puesto el vestido?, si me tuvieron que ayudar para que me cerrara.
R: Supongo que como estaba nervioso no reparé en eso. Pero amor, ¡estás hermosa!
AP: ¿En verdad lo crees?
R: ¡Por supuesto que sí!
Rogelio la toma en sus brazos y la besa con mucha pasión. Cada vez que recibía los besos de su esposo, todo a su alrededor desaparecía, lo único real, era el deseo de pertenecerle al hombre de su vida. Así que lentamente dirige sus manos hasta el moño que le dio tanto problema a esposo y con suma facilidad se lo quita tirándolo a un lado de ellos, después desabrocha uno a uno los botones de su camisa para darse el lujo de tocar su amplio pecho. Por su parte, Rogelio acaricia su cuerpo encontrándose nuevamente con la lencería que en otro momento le parecía muy bonita, pero que ahora le estaba impidiendo sentir por completo la suave piel de su mujer, por eso, retira los tirantes y el broche del sostén que por efecto de la gravedad caen al suelo. Al momento de estar descubiertos intensifican el abrazo porque necesitan sentirse plenamente. El ruido del agua tirándose hace a Rogelio detenerse para ir a cerrar las llaves. Paula se acerca y lo abraza por la espalda.
AP: ¿Qué tal está el agua?
R: ¡Tan deliciosa como tú!, ¿quieres probarla?
AP: Es la idea, pero vas a tener que quitarte el pantalón porque no quiero que se arruine.
Para apresurarlo, Paula entra y se sumerge en la tina. Toma un poco de espuma que distribuye por su cuerpo. Él se quita lo que le faltaba e inmediatamente se une al juego de su esposa, porque en lugar de ir directamente a su lado, remoja una esponja y con ella frota su pecho.
AP: ¿Qué haces Rogelio?
R: Recordé que me bañé ayer en la mañana y que no sería correcto estar contigo todo sucio.
AP: ¿Ah sí?, pues me lo hubieras dicho antes.
Paula se acerca y le quita la esponja. Le pone un poco más de espuma y lo pasa primero por el cuello de su marido, dirigiéndolo después a su pecho y descendiendo conforme terminaba con una parte. Por tantas sensaciones de placer que le provocaban las caricias de su esposa, cierra los ojos y en un momento de éxtasis deja salir un pequeño gemido que eleva el ego de Paula.
AP: ¡Creo que encontré otro punto débil del fuerte señor Montero y es mucho mejor que la oreja!
R: ¿Y cómo quieres que reaccione si me acaricias lugares que no debes?
AP: ¡Todo tú me pertenece!, ¿no es eso lo que me dijiste desde que nos casamos la primera vez?
R: Tanto como tú me perteneces a mí.
Rogelio retoma los besos y poco a poco aumenta la intensidad en ellos. Cuando Paula se encuentra completamente desconectada del mundo por la pasión que sentía. Él aprovecha para acariciarla de la misma forma que ella lo hiciera, consiguiendo con eso que el sonido que él dejo escapar hace un momento, ahora saliera de la boca de su esposa.
R: ¡Pues parece que tenemos el mismo punto débil señora Montero!
AP: ¡Eso no es jugar limpio!
R: Tal vez no, pero lo disfrute tanto como tú.
AP: ¡Te voy a demostrar que puedo darte el mismo placer que me das a mí!
R: Lo que yo más quiero es tu amor, Si no ¿cómo te explicas que haga todo lo que me pides sin importar que mi reputación se arruine?
AP: ¡Lo sé!, pero hoy quiero que te dejes querer.
R: ¡Ta bueno!, nada más que no prometo quedarme quieto, porque con solo una caricia me vuelves loco.
Paula pasa sus labios por los de él. En el instante que lo ve cerrar los ojos, lo besa con pasión y con sus manos le proporciona suaves caricias. Lentamente comienza a dirigir sus besos por todo su rostro siguiendo a su oído, cuello y deteniéndose por un largo tiempo en su pecho. Rogelio disfrutaba el trato que le daba el amor de su vida, pero como hombre le era difícil contenerse a responder con la pasión que necesitaba liberar. Sin embargo entendía el deseo de su esposa. Él siempre llevaba la batuta y no sería justo que a ella le reprimiera el anhelo que tenía de ser quién otorgara el placer del momento.
Al oír la respiración agitada y sentir la evidencia palpable de que su esposo se encontraba demasiado descontrolado por el trato que le daba, Paula sabía que el momento de su entrega se acercaba y para evitar que él termine antes de comenzar, se pone encima permitiéndole tocarla de la misma manera que ella lo hacía. Rogelio agradece su gesto depositando besos por las partes del cuerpo que tenía a la mano. El deseo que siempre sentían al tocarse y besarse, los lleva al momento indicado para pertenecerse por completo.
Como esta vez Paula tenía el control de sus movimientos, Rogelio comenzaba a entender la desesperación que ella sentía cuando sus cuerpos eran uno, porque la pasión de su mujer era tan grande que lo incitaba al grado de no poder evitar los sonidos de placer que seguían escapando de su boca, así como no fue capaz de controlar la fuerza con la que la abrazó al instante de culminar su entrega.
Los dos estaban muy agitados y cansados, pero al mismo tiempo felices, porque sin importar cuantas veces vivan la experiencia, ésta continuaba superando a la anterior.
AP: ¿Y qué opina de mi desempeño señor Montero?
R: Solo puedo decirte, que este momento es la que más he disfrutado, porque a diferencia mía, tú entregaste pasión con ternura y me transmitiste un deseo tan inmenso que aún me mantiene ansioso de ti.
AP: ¡Rogelio no te burles!
Rogelio la atrae más para poder besarla. Al separarse acaricia su rostro.
R: ¿Ahora qué opinas?, ¿Crees que me estoy burlando?
AP: No. Ese beso me demostró que dices la verdad, y para tranquilizarte, te voy a ayudar a bañarte.
Paula toma la esponja y cuando estaba a punto de enjabonar a su esposo, él de inmediato se la quita.
R: ¡Mejor lo hago yo!, si me ayudas me vas a poner peor y la idea es que me tranquilice.
AP: (riendo), Es que no quiero que te calmes sino todo lo contrario.
Ella le pide la esponja y él se le da mientras corresponde a su risa. Al tomarla, le dice que cierre los ojos para que pueda sentir sus caricias. El baño duró más de la cuenta porque aunque la intención era relajarlo, ambos terminaron haciendo el amor nuevamente. Para su fortuna, el calor de sus cuerpos mantuvo el agua en un estado agradable hasta que se retiraron a descansar al otro cuarto.
Al día siguiente Paula se levantó temprano a poner el desayuno en la mesa. Rogelio despertó muy tarde y al no verla se apuró a sacar de su maleta unos pantalones negros y una camisa azul cielo. Cuando está listo, sale a buscarla. La imagen que vio era realmente dulce. Paula tenía puesto un vestido largo color blanco con un poco de escote en el busto, por su forma, estaba seguro que era especialmente para embarazadas, su cabello lo traía suelto, sostenido únicamente de un lado con un pasador de piedras tipo diamante. En la figura de Paula se podía apreciar un vientre ya más pronunciado y por eso se preguntaba ¿cómo es que no lo había notado desde el instante en que estuvieron en la capilla?, de pronto una preocupación se hizo presente e inmediatamente se acerca hasta ella. Paula voltea y le sonríe, pero se pone nerviosa por la cara de su esposo.
R: ¡Paula perdóname!, nuestro hijo ya está más grande y yo de imbécil cargándote sin ninguna precaución.
AP: (tocándose el pecho), ¿Por eso venías con esa cara de angustia?, ¡Hay Rogelio, no me asustes así!, no hay nada malo en que me cargues, bueno, al menos por ahora, pero sí te aconsejo que me avises cuando vayas a hacerlo, al menos de esa forma puedo ayudar a que el bebé no sienta la presión.
R: Lo mejor es no arriesgarnos, capaz que hago un movimiento brusco y te lastimo.
Sin responder, Paula le da un abrazo y luego lo guía afuera para que desayunen. Sirve uno de los platillos favoritos de su esposo, (enchiladas), y ella se limita a comer pollo en su jugo.
AP: Sobre lo de no cargarme, te diré que voy a querer que lo hagas al menos una vez más.
R: Pensé que el tema estaba terminado. Paula, es cierto que yo soy el que carga, pero al momento de ponerte en mis brazos, seguramente tú sientes la presión en el vientre.
AP: ¡Si la siento!, pero como te dije, todavía puedes hacerlo. Además, el inconveniente no es por lo que dices, más bien es porque cuando esté más grande, dudo que me aguantes.
R: ¡Ah caray!, ¿pues quién crees que soy?, ¡yo te aguantaría con todo y los nueve meses encima!
AP: ¡Está bien!, perdón por mi falta de fe. Y cambiando el tema, quisiera que te apures porque vamos a ir a que cumplas la otra promesa pendiente.
R: ¿Cuál?, la mera verdad, no me acuerdo de otra promesa.
AP: (seria), Una que te pedí en nuestra primera luna de miel y aunque lo intentes, ya no podrás evadir.
R: (¿?) Si quieres vámonos de una vez. Es que no tengo hambre y la mañana está preciosa.
AP: ¿Rogelio Montero no tiene hambre?, ¡ese sí es un acontecimiento!, siempre terminas primero que todos y te das el lujo de repetir platillo y ahora resulta que estás inapetente.
R: (sonriendo), ¿Me vas a criticar o mejor nos vamos al lugar que quieres ver?
AP: Perdona, ¡vamos entonces!
Paula se levanta a dejar los platos en la cocina. Rogelio se va a esperarla en la camioneta.
AP: ¿Qué haces parado junto al auto?
R: Esperando a que vengas para irnos.
AP: El lugar está aquí mismo, (extiende su mano), ¡ven!
Rogelio toma su mano y la sigue hasta el embarcadero en donde ve el bote que usaron cuando visitaron las lagunas por primera vez. Al parecer Paula tenía pensado volver a subirse porque lo decoró con un enorme moño de seda color oro y alrededor un listón del mismo tipo.
R: En verdad espero que no hayas planeado lo que estoy pensando.
AP: ¡Si hay un bote muy bien decorado!, ¿tú qué crees?
R: ¿Por qué tienes esa obsesión?, me parece que tú fuiste la que quedó ciscada por lo que pasó ese día.
AP: No estoy ciscada, pero sé que hay cosas que necesitas superar. Entre ellas, el temor de que algo malo me pase si subimos a ese bote, (lo besa), por favor Rogelio, ¡compláceme!
R: (suspira), ¡Con una condición!
AP: ¿Cuál?
R: No vayas a meter los pies en el agua.
AP: (ofendida), ¡Eres un grosero!
Para no recibir el golpe que seguramente le darían, se apresura a desatar el bote y le pide a su esposa que tome con fuerza su mano para que la ayude a subirse. Una vez que está sentada él también sube y suelta la cuerda para tomar los remos. Al estar un poco lejos de la orilla, de pronto y sin importar que su esposo se enojara, se levanta para sentarse junto a él afianzándose de su brazo y colocando su cabeza en su hombro, estaba tan contenta porque desde su boda le pidió muchas veces que la llevara de nuevo a pasear por el lago.
El paseo fue tranquilo y reconfortante para Rogelio, porque lo que planeara aquella primera ocasión, finalmente se hacía realidad. Al llegar en medio del lago, detuvo el bote para que pudieran llenarse de la paz que el lugar les transmitía. Paula aprovechó en hacer que su esposo la abrazara completamente y con un poco de empuje por el bello paraíso que tenían enfrente, acerca su rostro al de él y lo besa. Rogelio no correspondió de inmediato porque estaba muy concentrado en el paisaje, pero cuando sintió la humedad de los labios de su esposa, no tardó en profundizarlo. Lo que él no sabía del verdadero sueño de Paula, era que anhelaba que la hiciera suya en ese hermoso lago. Por eso sus caricias y besos los daba con desesperación, para que él entendiera el mensaje que su cuerpo le transmitía. Y como si pudieran comunicarse sin necesidad de hablar, él cumple ese maravilloso deseo que ella guardara durante tres años.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro