CAPÍTULO 25
Cuatro días eran los que habían pasado desde que Rogelio saliera de la clínica. Margarito estaba muy orgulloso de su papá porque era la primera vez que lo veía peleando de esa manera; sobre todo por haberse enfrentado a dos personas que teniendo ventaja no pudieron ganarle. Paula no se encontraba muy feliz de que su hijo pensara de esa forma, ya que lo más seguro sería que deseara imitar a su padre. Así que le pide a su esposo que hable con él. Rogelio y Margarito platicaron largas horas en el despacho de que no se debe pelar, a menos claro, que sea por defender a sus seres queridos.
Al haber adquirido más contratos, el trabajo en la Hacienda y el Rancho se duplicó al grado de impedirle a Rogelio prepararle una sorpresa a su esposa. Esto lo desesperaba ya que únicamente faltaban escasos tres días para su aniversario.
Desde temprano salió con Hugo a San Gabriel a visitar a Alejandro. Paula se quedó en la Hacienda revisando unas cuentas en el despacho de su esposo. Cuando estaba a punto de irse a ver a su hija, el teléfono suena.
AP: ¡Bueno!
Jennifer: ¡Hi Ana!, hace mucho que no te oía.
AP: ¿Jen?
Jennifer: ¿Quién más podría ser?
AP: Con eso de que no supimos nada de ustedes en varios días. La verdad es que ya ni las recordábamos.
Jennifer: ¡Qué grosera!, pero te perdono si me pasas al guapo de Rogelio. ¡No sabes las ganas que tengo de escucharlo!
AP: (celosa), mi esposo no se encuentra, además, todo lo que tengas que decirle a él, me lo puedes decir a mí.
Jennifer: (se ríe), no creo que te sea agradable oír todo lo que me dan ganas de decirle. Por eso mejor pasamos a la siguiente pregunta. ¿Cómo está mi ahijado?
AP: ¿Ahijado?, Margarito no es tu ahijado.
Jennifer: No me refería al otro guapo Montero. Hablo del que estás esperando. Rogelio se lo contó a Laura, ¡así que no me lo niegues!, acuérdate que estás en deuda por perder contra mí en la carrera, ¿o es que no tienes palabra?
AP: (ofendida), ¡yo siempre cumplo lo que prometo!
Jennifer: Eso me tranquiliza. Y para que veas lo conveniente que es tenerme de madrina. Te tengo una sorpresa.
AP: ¿Qué sorpresa?
Jennifer: Una que estuvieron esperando desde hace seis días.
AP: No creo que estés hablando de la cita con el empresario estadounidense, ¡Jen!, ¿acaso la conseguiste?
Jennifer: ¡Así es!, no tienes idea lo que me costó que aceptara ver a Rogelio. Pero como ya no quiero revivir la mala experiencia, solo voy a decir que, (grita de emoción), ¡lo conseguimos!
AP: (contenta), ¡Gracias Jen!, ¡no sabes cuánto ansiaba Rogelio obtener esa cita!, pero dime, ¿para cuándo es?
Jennifer: ¡Ahí está el problema!, me urge que le digas a Rogelio que es fundamental que se venga para acá desde hoy porque la cita me la dio para mañana después de la una de la tarde.
AP: ¡Y apenas estás llamando!, Jen, ¿tienes idea de cuántas horas son de aquí a Estados Unidos?
Jennifer: ¡Qué carácter!, yo no tengo la culpa de que ese amargado prepotente quiera ponerle un reto a la Hacienda del Fuerte.
AP: ¿Cómo que un reto?
Jennifer: Me tuvo dando muchas vueltas a su empresa. ¡Enserio Ana, sino fuera porque les tengo aprecio, hubiera mando a ese presumido al demonio!, hoy finalmente me dio una respuesta y salió con esta grandiosa idea de verificar que tan responsable es el dueño del Fuerte, ¡o sea Rogelio!
AP: ¿Lo hizo a propósito?
Jennifer: ¿Tú qué crees?, Es un hombre con mucho dinero que siente que puede humillar a las personas.
AP: ¿Y por qué es así?
Jennifer: No sé ni me importa. Ahora lo que nos atañe es que Rogelio llegue hoy mismo o a más tardar mañana temprano.
AP: Espero que pueda conseguir un vuelo que para hoy. Jen, ¿no hay forma de que la aplace?
Jennifer: Dijo que si no es mañana, entonces que se olvide del negocio.
AP: Vamos a ver que dice Rogelio, porque si es tan prepotente, no creo que nos convenga hacer tratos con alguien así.
Jennifer: Ana, entiendo lo que sientes, pero estos son negocios y no hay que darnos el lujo de despreciarlos solo porque nuestro socio es un higadito.
AP: Tienes razón, (suspira), En verdad deseo que todo este esfuerzo tenga el resultado que esperamos.
Jennifer: ¡Bien!, pues ya cumplí con avisarles, Laura está coordinando lo necesario para el encuentro de mañana. Solo falta que Rogelio llegue a tiempo. Estamos en contacto Ana.
AP: Si Jen, cualquier cosa te hablamos.
Jennifer cuelga e inmediatamente Paula trata de localizar por teléfono a su esposo.
Fonda de Macaria y Ulises.
Rogelio, Alejandro y Hugo, platicaban sobre el asunto de Carlos. Alejandro les dijo que como no contaban con los elementos necesarios para que permaneciera en la cárcel y por mala suerte su escolta se achacó los delitos. Carlos consiguió salir bajo fianza, aunque tenía prohibido entrar nuevamente al pueblo de San Gabriel. Una vez visto ese tema, estaban por hablar de negocios cuando Rogelio recibe la llamada de Paula, quien le comunica lo hablado con Jennifer y lo urgente que era que partiera a Estados Unidos. Él le pide que mientras regresa a la Hacienda, solicite los boletos de avión lo más temprano que pudiera.
Con ayuda de Consuelo, Paula logra apartar los vuelos de Tuxtla a México a una buena hora, pero el de México a Estados Unidos era en la noche. Para cuando Rogelio llega, ya está su maleta y las confirmaciones de los vuelos. Únicamente le faltaban unos documentos que demostraban lo productivos que son la Hacienda y el Rancho. Paula observaba a su esposo acomodando las cosas en un maletín. Una parte de ella se encontraba contenta de que se le presentara esta oportunidad de lograr un negocio bastante lucrativo. Pero la otra parte, estaba triste por el sacrificio de esta imprevista partida. Rogelio al notarla pensativa se acerca a darle un beso en la frente.
R: ¿Qué tienes Paula?
AP: Rogelio, te juro que estoy muy contenta por esta cita tan importante. Aunque lo único que lamento es que no estarás para nuestro aniversario.
R: (apenado), ¡Perdóname Paula!, la verdad es que cuando me dijiste lo de la cita. Olvide por completo ese detalle.
AP: No te sientas mal Rogelio. Comprendo tu emoción y por eso, te pido que hagas todo lo posible por obtener el contrato, (comienza a llorar), has que valga la pena tu ausencia en el día más importante para mí.
R: Para los dos Paula. Por eso sí tú quieres me quedo contigo.
AP: (se limpia las lágrimas), ¡Claro que no!, ¡ni se te ocurra hacer algo así!, no solo es tu sacrificio, Jennifer y Laura han hecho hasta lo imposible por ayudarnos y no vamos a fallarles.
R: ¡Si es lo que tú quieres!, te prometo que no descansaré hasta no hacerme de ese contrato. De todas formas, voy a intentar estar de vuelta para celebrar juntos ese día.
AP: (sonriente), ¡Es justamente lo que quería escuchar!, estoy segura que lo conseguirás y que estarás conmigo muy pronto.
Rogelio la besa por un largo tiempo aunque no podía evitar demostrarle lo mucho que la iba a extrañar. Al separarse se miran y ella le da la aprobación para que se vaya. Pancho sube por la maleta. En la entrada, Margarito, Mary, María, Consuelo y Hugo lo esperan para despedirlo y desearle buen viaje.
María: (abrazándolo), ¡Hijo cuídate mucho!
R: Eso haré Nana. Por favor, te pido que cuides de mi familia. Cualquier cosa no dudes en llamarme.
María: Como digas Rogelio.
R: Hugo, Consuelo, les encargo que apoyen mucho a Paula. Siento dejarlos con todo el trabajo.
Hugo: No se fije patrón. Usted y la patrona son los que más se han esforzado, por eso tenemos casi todo listo para cumplir con los clientes.
R: Al menos por esa parte estoy tranquilo. Solo que de conseguir el negocio con este cliente, el trabajo será todavía más.
Consuelo: Usted lo va a lograr patrón, ¿verdad patrona?
AP: Por supuesto que sí Consuelo.
Margarito: Papá, ¿me dejas acompañarte?
R: ¡Qué más quisiera Margaro!, lo malo es que estoy corto de tiempo, pero te prometo que para el próximo negocio, serás el primero al que voy a llevar.
Mary se acerca a su padre con los brazos abiertos. Rogelio la carga y le da muchos besos. La niña se pone a reír mientras le dice cuanto lo quiere. Rogelio la hace prometer que no deje sola a su mamá por nada del mundo. Finalmente se aproxima a su esposa, (sin soltar a su hija) y la vuelve a besar. Se separa y le entrega a la niña para que él pueda subir a la camioneta, (Pancho ya estaba ahí), que al instante sale del Fuerte. Al poco tiempo, el auto se pierde de vista. María voltea instintivamente porque pensaba que encontraría a Paula llorando a mares, pero grande fue su sorpresa al verla serena. Ella al sentir que la miraba voltea y le sonríe.
AP: ¿Hay algo malo María?
María: Es que pensé...
AP: ¿Pensaste que me pondría a llorar?
María: Pues sí.
AP: Y es lo que quiero. Pero soy la esposa de Rogelio Montero, y debo estar a la altura de mi marido. Además, estoy segura que le irá muy bien.
María: ¡Qué bueno hija!, cada día descubro a una Paula diferente, y al mismo tiempo igual de amorosa.
AP: Mejor regresemos a nuestras labores, porque si continuamos, no te prometo que pueda aguantarme las ganas de llorar.
María: (la toma del brazo), Siendo así, ¡volvamos adentro enseguida!
Todos regresan a la casa para continuar con su trabajo.
Durante el trayecto a Tuxtla. Rogelio se comunicó con Alejandro para ponerse de acuerdo en caso de necesitar su asesoría, (con eso de que el médico todavía no lo daba de alta. Alejandro tuvo que quedarse en San Gabriel). También llama a Laura para avisarle que estaría por allá cerca de las once de la noche. Después de unas horas, llegan a Tuxtla, pero como el vuelo para Estados Unidos sería a las 8:00 de la noche, hicieron tiempo platicando en el área de comida de la aerolínea. La espera fue pesada, aunque a Rogelio se le hizo más cuando estaban en el avión porque no podía alejar de su mente a su familia y lo triste que sería su aniversario de no poder regresar a tiempo.
Luego de más de dos horas, arriban a Estados Unidos. Afuera del aeropuerto se encontraba un auto de la Compañía Smith y tres personas, (vestidos de traje), que los condujeron hasta un hotel muy elegante para que pasaran la noche.
Por más que Rogelio intentaba conciliar el sueño, simplemente no podía hacerlo, también controlaba sus ansias de llamar a la Hacienda, porque sabía que no eran horas apropiadas y no quería despertar a su mujer que necesitaba descansar por tanto trabajo.
En la Hacienda, Paula tampoco podía dormirse. Recostada en la cama no hacía más que mirar el lugar vacío y las lágrimas contenidas en la tarde, salían sin que pudiera evitarlo. Por eso decide levantarse para dar una vuelta por los alrededores de la casa. Primero pasa por el cuarto de Mary (que ya dormía sola, María se quedaba en el cuarto de al lado), entra y mira con ternura a su hija perdida en el quinto sueño. Por la soledad que la embargaba, se recuesta al lado de la niña y con un poco de paz espiritual que le transmitía ese pequeño ángel en combinación con el que le proporcionaba el hijo de su vientre, logra dormirse.
Con todo y la desvelada, Rogelio se levanta muy temprano alistándose para ir ver a Jennifer y Laura. Antes de bajar le llama a su esposa pero no le contesta. Recuerda que con tanto trabajo que tenía en la Hacienda, lo más probable era que estuviera ocupada, así que cuelga y sale del cuarto. Los encargados de la Compañía lo esperaban en el lobby junto con Pacho para llevarlos a las oficinas. Estados Unidos no era un lugar nuevo para él, por eso no prestaba atención a los alrededores, al menos no, hasta que una de las personas que los acompañaban le indica que llegaron a la Compañía.
El edificio era de más de treinta pisos y de fachada de vidrio; todo lo que había por dentro desde la recepción hasta las oficinas eran amplios y elegantes. Eso sí le llamó la atención, pues pensaba que la empresa del padre de Jennifer, sería mediana. El personal los lleva al piso veinticinco y los dejan sentados en una pequeña sala mientras van a avisar que estaban ahí.
Pancho: ¡Qué bonito lugar! ¿no cree patrón?, hasta una sala acolchonadita.
R: La verdad es que no me imaginaba que la Compañía Smith sería tan grande. Laura solo me contó que se dedicaban a las Relaciones Públicas, nunca pensé que era una empresa con tanto lujo.
Una mujer pelirroja, vestida de traje con falda color azul marino y pañoleta blanca se les acerca.
Secretaria: Good Mornig!!, Please...
Jennifer: (desde lejos), ¡Ellen!, te pedí de favor que les hablaras en español.
Secretaria: ¡I'm sorry!, digo, lo siento Licenciada.
Jennifer: No te preocupes y mejor tráenos unos cafés a la oficina.
Secretaria: Ok, ¡excuse me!
La secretaria se retira. Rogelio y Pancho se ponen de pie e inmediatamente Jennifer les da un beso a ambos en la mejilla, (Pancho estaba sorprendido, porque él solo era un empleado).
Jennifer: Con tantos meses no han cambiado nada, están igual de guapos.
R: Lo mismo digo, estás igual que cuando te conocí. Aunque es extraño que no me preguntes nada del por qué estoy de pie. Ni siquiera te notas sorprendida.
Jennifer: Ya me lo esperaba. Además, no tengo la costumbre de preguntar lo obvio. Pero de eso hablamos en otro momento. Ahora acompáñame a la oficina para que te ponga al tanto de unas cosas de tu probable socio.
Pancho: Yo me quedo aquí patrón.
Jennifer: ¡Ah no!, tú te vienes con nosotros. Nos vamos a tardar y seguramente te vas a aburrir. Así que mejor abúrrete acompañado.
Pancho: Pero señorita...
R: Ya no discutas Pancho. Acuérdate que Jennifer es muy necia y no te va a dejar de molestar hasta que no la obedezcas.
Jennifer: ¿Por qué todos me tienen en un mal concepto?
R: Yo no. Tú me abriste los ojos cuando pensaba que no me amaban y por eso te viviré agradecido. El problema es que eres algo especial cuando tratas a las personas, te excedes con las cosas que dices.
Jennifer: Pues hoy vas a conocer a alguien mucho peor que tú y yo juntos.
R: ¡Peor que yo cuando era amargado no creo que sea posible!
Jennifer: No hablo de amargura. Ese hombre juega con las personas sin llegar a tratarlas mal. Ya te darás cuenta de eso. Te lo explico más a detalle en la oficina, Laura está ahí.
Rogelio y Pancho se miran intrigados. Jennifer los conduce a una de las dos oficinas que se encontraban en ese piso. Al verlos, Laura deja de leer los papeles que tenía para ir a darle un abrazo a Rogelio y un buenos días a Pancho.
Laura: Finalmente los ejercicios dieron resultados, ¡Estoy realmente sorprendida de verte de pie!
R: ¡Al menos tú te sorprendes!
Jennifer: ¿Acaso no vas a dejar de quejarte porque no me desmaye de la impresión?, ¡qué sensible me saliste!
Laura: Bueno, dejemos ese tema o terminarán peleándose. Recuerden que no tenemos todo el día para ponernos de acuerdo. Por favor Rogelio, Pancho tomen asiento.
Los dos se sientan enfrente de una mesa redonda que estaba en medio de la oficina. Laura y Jennifer lo hacen frente a ellos. La secretaria entra y les sirve un café a cada uno de los presentes. En cuanto se retira, Laura comienza a explicarles los sectores que podrían ser de mayor interés para el cliente. Jennifer se encargo de ponerlo al tanto del carácter prepotente y que tuviera cuidado de no dejarse llevar por la ira que sentiría por sus comentarios tan poco delicados. Rogelio pensaba que exageraba con tantas recomendaciones, porque no creía que pudiera existir alguien mucho peor que el Rogelio Montero de hace años.
En la Hacienda del Fuerte.
María y Mary preparaban el almuerzo para cuando regresara Margarito (unos sándwich). Dany llegó a visitar a su amiga encontrándose a Consuelo. Las dos entran por la puerta de la cocina que daba al patio.
Consuelo: ¡Buenos tardes Madrina!
Dany: ¡Buenos tardes María!
María: ¡Dany, Consuelito! ¿Qué las trae por aquí?, Consuelo, a esta hora estás en el Rancho supervisando junto con Paula que todo esté en orden y tú Dany estás en la clínica.
Dany: Hoy es mi día libre y como Alejandro está ocupado con un caso que le acaban de enviar, no me presta atención.
María: Bueno Dany, debes que entender que al igual que tú, Alejandro tiene un trabajo que no perdona ni los días libres.
Dany: Yo lo entiendo María. Por eso me vine a pasar el rato con Ana Paula.
Consuelo: Pues yo también vine a buscar a la patrona porque no fue hoy al Rancho y necesito que me firme unos papeles.
María: Paula no está aquí, pensé que estaba en el Rancho. Desde muy temprano salió de la Hacienda junto con Marcial.
Consuelo: ¿Marcial?, ¿y por qué le pidió venir por ella?, la patrona siempre anda sola por estos rumbos, Marcial solo la acompaña cuando sale fuera de los territorios cercanos a la Hacienda o del pueblo.
María: ¡Hay Consuelo no me asustes!, Rogelio me la encargó mucho y ahora resulta que se me pierde.
Dany: No se angustie María, seguramente está por el pueblo esperando que sea la hora de salida de Margarito.
Consuelo: Es cierto madrina, lo mejor es no hacer conjeturas. Voy a hablarle al celular para preguntarle.
Consuelo saca su teléfono para marcarle a su patrona, que tarda un poco pero le responde.
AP: ¡Hola Consuelo!, ¿Qué sucede?
Consuelo: ¿Dónde anda patrona?, mi madrina está preocupada porque se fue temprano, y nunca se apareció por el Rancho.
AP: Lo único que te puedo decir es que no estoy en San Gabriel.
Consuelo: Eso es obvio porque se llevó a Marcial. Por eso le llamo, para que me diga a donde fue.
AP: Está bien. Te voy a platicar una parte. Ya que mi esposo está presionado con tanto trabajo, y lo más probable sea que no ha arreglado nada de nuestro aniversario. Decidí prepararlo yo misma para darle una sorpresa.
Consuelo: ¿Pero en dónde patrona?
AP: ¡No seas curiosa!
Consuelo: No es curiosidad. Es preocupación.
AP: Preocupación sin motivo. Marcial me está ayudando. Consuelo, tengo que colgar, nos vemos en la tarde.
Consuelo: Patrona espe...
María: Me imagino que te colgó. ¡Esa Paula es muy atrabancada!, igualita a Rogelio, solo que ella es peor.
Consuelo: (sonriendo), por esos detalles que se tienen, es por lo que disfrutan al máximo su matrimonio, (suspira), creo que yo también debo seguir su ejemplo y dejarme de penas innecesarias.
Dany: ¿Tú piensas que si dejas atrás la pena, la relación con Hugo será mejor?
Consuelo: Yo creo que sí, ¡Y qué mejor ejemplo que los patrones!
Dany: (seria), Tal vez sea cierto, pero es muy difícil dejar de sentir pena de un día para otro.
María: No te presiones Dany, eso se te va quitando poco a poco. Sino pregúntaselo a Paula, ella es la indicada para aclarar la incertidumbre que tienes.
Dany: Sí María, voy a preguntarle en cuanto la vea.
Consuelo: Bueno, pues yo me regreso al Rancho. Por suerte no me urge la firma. ¡Nos vemos Dany!, madrina se cuida mucho.
Dany: Hasta luego Consuelo.
María: Ve con cuidado Consuelito.
Consuelo se va rumbo al Rancho. María aprovecha para pedirle a Dany una ayudada con el almuerzo porque Mary estaba tirando todos los ingredientes al suelo.
Compañía Smith.
Cerca de las doce, Laura interrumpe la junta para pedirle a Rogelio y Jennifer que se vayan al lugar donde se llevaría a cabo la reunión.
R: ¿Por qué tan temprano Laura?, ¿estamos muy lejos del lugar?
Laura: Estás a media hora. Pero ese hombre es muy exagerado con los horarios. Todos tienen que estar antes de que él llegue.
Jennifer: Ni me lo recuerdes. El primer día que lo busqué, tenía la cita a las doce y llegué a las once cuarenta y cinco, por eso no me recibió.
R: ¡Cómo que no, si llegaste quince minutos antes!
Jennifer: Tienes que estar media hora antes, (enojada), ¡así o más idiota!
R: Lo de idiota se lo dices a él ¿verdad?
Jennifer: Sí.
Laura: Jennifer, ve a arreglarte, recuerda que no le gusta que te vistas así.
Jennifer: (poniéndose de pie), ¡Es increíble!, ni mi padre me impide usar esta ropa. ¡Agradecido debería de estar porque le brindo una buena vista!
Laura: ¡Jennifer!
Jennifer: ¿Qué?, no hay nada malo en decirlo.
Laura: Si te sigues tardando, van a llegar tarde.
Jennifer sale diciendo palabras muy floridas en ingles que todos entendían, menos Pancho, (para su fortuna).
R: Laura, ¿no me digas que le prohibió que se vistiera con minifalda?
Laura: Aunque no lo creas. Ese día Jennifer le dijo las mismas groserías que acabas de escuchar y salió de la empresa de ese hombre. Pensamos que habíamos perdido al cliente, pero al día siguiente la llamó para que fuera de nuevo con la condición de que respetara su petición de no ir con ese tipo de faldas, además de que debía estar treinta minutos antes.
R: ¡Caramba!, ni yo me comportaba tan altanero.
Pancho: ¡Según Hugo sí!
R: ¿Cómo?
Pancho: Nada patrón, no me haga caso.
Jennifer vuelve a los pocos minutos con un traje blanco sastre de pantalón. Rogelio y ella se van a la cita. Pancho se queda con Laura a esperarlo. Todo el camino, Jennifer no dejó de quejarse por tener que complacer a un hombre prepotente. Rogelio no perdía detalle de su comportamiento que le comenzaban a recordar cuando Paula se quejaba de él, la diferencia era que su esposa jamás dijo groserías tan fuertes (no que él supiera).
El lugar de la cita era un restaurante y por el diseño que tenía, Rogelio estaba seguro que no era nocturno. Por eso le pareció raro que no hubiera nada de gente a esa hora. Antes de entrar Jennifer le pide dejar el sombrero. Un mesero los lleva a la mesa que se encontraba en medio.
R: Jennifer, ¿por qué no hay clientes en este restaurante?
Jennifer: Petición número tres, (imitando un acento británico), "quiero un sitio tranquilo y sin nadie a mi alrededor", ¡qué tipo tan chocante, ni que fuera tan feo!
R: ¿Entonces te parece atractivo?
Jennifer: (enojada), ¡Por supuesto que no!, solo es un decir.
R: La seriedad y el enojo son dos actitudes nada comunes en ti.
Jennifer: Detesto que me psicoanalicen. Así que más te vale que no lo hagas.
R: ¿Por qué de repente te pones agresiva?
Jennifer: Porque ahí viene el "Rey de Inglaterra".
Rogelio voltea hacia el lugar donde Jennifer le indico con la cabeza y ve a un hombre un poco mayor que él, (probablemente cinco años más grande, pero mejor conservado de lo quisiera admitir), alto, cabello castaño oscuro que ya mostraban unas pocas canas, piel trigueña, vestido muy elegante y traía puestos unos lentes oscuros.
Algo que le pareció extraño fue que caminaba despacio y constantemente ponía las manos en el respaldo de las sillas por donde pasaba. El mesero se acerca y hablan en un tono muy bajo, después el mesero lo conduce a la mesa. Al quedar frente a ellos, el hombre toma asiento con la misma lentitud con la que caminaba.
Hombre: ¡Good...
Jennifer: ¿Le molestaría que habláramos en español señor Sanders?, ¡o quizás no sabe hablarlo!
R: Por mí no hay problema Jennifer. Entiendo el inglés.
Hombre: Al menos es razonable señor Montero. A diferencia de la señorita que tiene al lado.
Jennifer: Mire señor...
R: (interrumpiéndola), En su país, mi deber como visitante es respetar sus costumbres. Solo que el respeto a las mujeres es primero, por eso le pido que no se le olvide que la señorita Smith es una dama.
Hombre: (riéndose), ¡Buen punto señor Montero!, aunque no muy acertado en momentos como este, y pasando a las costumbres, voy a presentarme mi nombre es Edward Sanders.
R: Rogelio Montero Baez.
Edward: Señorita Smith, ya puede dejarme a solas con el señor Montero. Los asuntos que vamos a tratar por el momento únicamente nos conciernen a los dos.
Jennifer: Con gusto me voy señor Sanders. Pero acuérdese que la Hacienda y mi Compañía son socios.
Jennifer se levanta y bastante furiosa arrastra la silla. El señor Sanders se sonríe de nuevo, intrigando más a Rogelio.
Edward: Señorita Smith, no se le ocurra irse muy lejos, porque como socia del señor Montero, tendrá que dar su aprobación en caso de que lleguemos a un acuerdo. Espero no se olvide que solo por hoy acepté recibirlos.
Jennifer: Pierda cuidado.
El mesero va por Jennifer para indicarle el sitio donde esperaría a que terminara la reunión, mientras otro les lleva un café negro. Rogelio veía cada movimiento que hacía su probable socio, desde que tomaba la taza hasta que le daba un sorbo al café, dándose cuenta de una cosa muy importante.
Edward: ¡Y bien señor Montero!, ¿qué es lo que su Hacienda espera obtener de mi en caso de aceptar tener tratos con ustedes? No sé si sepa, pero mis negocios son los mismos que los suyos. Eso nos haría rivales, solo que como me estoy excediendo en los contratos extranjeros, me cuesta un poco surtir las cantidades que me demandan, por eso busco a un socio que esté interesado en hacerse de mucho dinero con un proyecto que duraría mínimo diez años.
R: El dinero es importante señor Sanders, aunque no es por eso que estoy interesado en un contrato con usted.
Edward: ¿Y entonces en qué está interesado?
R: Mi familia se ha dedicado a la ganadería por años. Mi padre me heredó el negocio y yo quiero dejárselo a mi hijo. Le tengo mucho amor a lo que hago, por eso estoy aquí.
Edward: Las personas que me han buscado para los negocios siempre me preguntan cuánto dinero es el que obtendrán. Pero con eso de que usan ropas muy finas, jamás he creído que realmente amen lo que hacen. Me imagino que usted es igual, aunque lo sabe negar muy bien.
R: ¿A qué viene eso señor Sanders?, usted solo quiere un socio que le proporcione lo necesario para cumplirle a sus clientes, ¿de cuándo acá es importante la ropa que usan?
Edward: Usted no entendería señor Montero. Y me va a disculpar, pero creo que no podemos hacer ningún trato. Lo que acaba de decime me confirma lo que pensaba de su interés hacia el negocio. Un hombre rico y bien vestido, solo desea encontrar una mina de oro y yo no puedo darle mi confianza a personas así.
R: ¡Por la traición!
Edward: ¿Disculpe?
R: Porque lo traicionaron señor Sanders. Por eso primero quiere saber los motivos que tienen las personas que lo buscan y de acuerdo a lo que le contesten, toma una decisión.
Edward: (riéndose), Un hombre con argumentos a conveniencia. La razón por no querer un trato con usted, es porque no tiene la suficiente clase para manejarse en un mundo como el mío. Desde el momento que supe del lugar donde venía, pensé decirle que no soñara que podría tomar ventaja de mi negocio.
R: ¿Y para decirme todo esto me hizo venir hasta aquí?
Edward: Usted vino por el interés de ver que obtenía.
Rogelio comienza a reírse desconcertando a Edward. Luego se levanta y se pone las muletas. Antes de retirarse mira con más detenimiento a su interlocutor.
R: ¡Sabe señor Sanders!, me alegra no haber firmado nada hoy, porque no siento que pueda hacerse cargo de su negocio por más tiempo.
Edward: ¿A qué se refiere?, yo he sido la cabeza de mi empresa por varios años y he conseguido todo lo que usted jamás tendrá.
R: ¡Supongo!, pero ha perdido otras y la prueba está en que no sabe ni como vengo vestido.
Rogelio se va sin prestar más atención a Edward, que no creía que se hubieran dado cuenta de su problema.
En la entrada del restaurante, Jennifer leía una revista de sociales que avienta al suelo fastidiada y sin fijarse que por poco le pega a Rogelio.
R: Un poco más arriba y me golpeas en la pierna.
Jennifer: Terminaste muy rápido. Eso significa que no aceptó tus argumentos.
R: No me dio oportunidad de darle uno.
Jennifer: (enojada), ¿Y lo dices tan tranquilo después de hacerte venir desde Tuxtla?
R: Ni modo que me ponga a llorar por un contrato que no consigo. Ahora lo único que me importa es regresar con mi familia. Mañana es mi aniversario de boda y quisiera al menos comprarle unas flores a Paula.
Jennifer: Rogelio, ¿por qué no me dijiste eso antes?, ¡es más!, ni Ana me habló de sus planes ayer que le llamé.
R: ¿Y qué podías hacer?
Jennifer: Cancelar la cita. De todas formas de nada sirvió tanto esfuerzo y humillaciones.
R: Para mí sí fue ilustrativo.
Jennifer: ¿Cómo ilustrativo?
R: Cuando tenemos una discapacidad, lo primero que hacemos es alejarnos de todos los que pensamos nos miran con lástima, pero también de los que creemos que solo están a nuestro lado por interés.
Jennifer: ¿Qué tiene que ver eso con este hombre tan prepotente?
R: Nada Jennifer, solo es un decir.
Rogelio se adelanta a la puerta y está a punto de salir cuando Edward llega con ellos.
Edward: ¡Espere señor Montero!, por favor, necesito preguntarle algo más.
R: Jennifer, adelántate a tu coche, yo te alcanzo en un minuto.
Jennifer: Ok
Jennifer sale del restaurante y sube a su auto sin quitarle la vista al lugar.
Edward: ¿Cómo se dio cuenta de lo que tengo?, ni Allison lo notó.
R: ¿Allison?
Edward: Allison Jennifer Smith Collins, ex esposa de mi supuesto mejor amigo. Al parecer nunca fui una persona importante porque ni siquiera me recuerda.
R: ¿Usted era amigo del esposo de Jennifer, eso significa que sabe todo de ella?
Edward: Todo señor Montero. El motivo para aceptar una entrevista con usted, fue justamente ella. Incluso me negué a recibir a otro sujeto que quería venir. Pero no es eso de lo que estábamos hablando. Quiero saber ¿cómo supo que no puedo ver bien?
R: Si dice ver bien, significa que ve un poco ¿no?, bueno, pues me di cuenta desde que se acercaba a la mesa. Lo que hacía con el respaldo de las sillas era guiarse y luego al tomar su café lo hizo con ambas manos, pero lo que me confirmó todo, fue que dijo que yo era un hombre bien vestido siendo que mi atuendo es campirano.
Edward se quita los lentes dejando ver a Rogelio un ojo de vidrio.
Edward: Ahora veo mi error. El usar lentes oscuros no me ayuda mucho en lugares cerrados.
R: ¿Para qué usa los lentes si sólo tiene problema en un ojo?
Edward: Perdí la visión total de mi ojo derecho, pero el izquierdo no tiene buena recepción de las imágenes, y como el sol daña mi retina tengo que usar lentes oscuros, (se pone los lentes), ¡lamentablemente hay cosas que el dinero nunca podrá comprar!
R: Tiene suerte de ver con el otro ojo, hay gente que no ve con ninguno. Y ahora que respondí a su pregunta, me retiro. Debo volver a México.
Edward: Señor Montero, si vine a buscarlo es para decirle que su argumento me convenció.
R: ¡Así!, ¿y cuál?
Edward: Usted es el único que me dice que es por amor a su trabajo y el deseo de heredarle a su hijo el negocio de la familia por lo que vino hasta aquí y no por la cantidad de dinero que ganaría con esto.
R: Eso se lo iba a preguntar después. Yo no trabajo solo por amor al arte señor Sanders.
Edward: Nadie lo hace, pero no fue lo primero que mencionó y eso me da una idea de sus prioridades.
R: ¿Entonces en qué queda todo señor Sanders?
Edward: Usted será un buen socio. Y como sé que no tiene tiempo para permanecer más días, le propongo preparar el contrato y darle a Allison lo necesario para que se lo mande en cuanto esté listo. ¿Está de acuerdo con eso señor Montero?
R: Muy de acuerdo.
Edward: Si ya no hay otra cosa más por decirnos, le deseo un buen viaje.
R: ¡Señor Sanders, hay una cosa que quiero recomendarle!
Edward: ¿Cuál?
R: Dígale a Jennifer quién es usted. Estoy seguro que la relación será más liviana si ella sabe eso.
Edward: Se nota que no la conoce. Si se me ocurre decírselo, querrá alejarse por completo. Al menos ahora me habla un poco.
R: Tal vez algún día pueda comprenderlo señor Sanders.
Edward: Algún día señor Montero. Con permiso.
Edward sale del lugar, sube a su auto y le pide al chofer que se vayan. Rogelio sale poco después y hace lo mismo. A penas se termina de acomodar en el asiento cuando Jennifer ya había puesto a andar el coche.
Jennifer: ¿Qué quería el "Rey de Inglaterra"?
R: Decirme que aceptaba la sociedad entre su negocio y la Hacienda.
Jennifer: ¡Has de haber sido muy convincente, eres su primer socio!
R: Jennifer, espero no incomodarte con mi pregunta, pero ¿en qué trabajaba tu ex esposo?
Jennifer: Es un tema que nada tiene que ver con lo que estamos hablando Rogelio.
R: Ya lo sé, pero tengo curiosidad.
Jennifer: Pues te la aguantas porque no pienso decirte nada de ese hombre. Lo que sí te diré es que mientras estabas hablando con el prepotente, saque los boletos para México. Bueno, fue Laura, pero es mi idea. Como sale en quince minutos debemos apurarnos, Laura llevará al aeropuerto a tu asistente junto con tu maleta.
R: ¡Eres muy eficiente!
Jennifer: ¡Claro que sí!, nada más que se lo dejas bien especificado a Ana porque ya con esto me debe tres favores.
R: Llegado el momento ambos te pagaremos tu ayuda.
Jennifer: Según mis cuentas, tendrán su oportunidad dentro de cinco meses.
R: ¿Y por qué en ese tiempo?
Jennifer: Ana ya sabe, solo dile que no olvide mi pago.
El coche se detiene frente al aeropuerto. Jennifer se baja y camina rápido sin esperar a Rogelio, obligándolo a intentar alcanzarla. Al acercarse la ve sentada en la sala de espera. Detrás de él llegan Laura y Pancho.
Laura: Rogelio, ¿por qué no te sientas?, el vuelo sale en media hora.
R: ¿Qué no era en quince minutos?
Jennifer: Solo quería verificar una duda que tenía y ya lo hice.
Laura: Jennifer, ya deja de molestar a Rogelio, ¿qué no te das cuenta de lo difícil que es caminar con muletas?
Jennifer: Estoy muy consciente, pero Rogelio no las necesita.
Pancho: ¡Cómo de que no señorita!, el pobre del patrón todavía no puede andar solo porque usa muletas.
Jennifer: ¡Sí cómo no!
R: No importa si puedo o no. Lo que me urge es regresar cuanto antes.
Laura: Ya no falta mucho, ¿si gustas ve acercándote a la puerta?
R: Tienes razón. Nos vemos en otro momento Laura.
Laura: En cuanto nazca tu hijo, Jennifer y yo nos vamos a San Gabriel.
R: Las espero entonces.
Jennifer: Las despedidas no me gustan, mejor solo te deseo un buen viaje, (sarcástica), y que disfrutes mucho tu aniversario.
R: Gracias Jennifer. Y así como tú disfrutas hablándome con indirectas, yo te dejo una de tarea. Eres muy lista para darte cuenta de las cosas que no te afectan, pero aquellas que tienen que ver contigo, ni las notas. No sé si es porque no quieres o porque realmente no las ves.
Jennifer: (¿?), ¿De qué me hablas?
R: Te dije que era de tarea, te toca a ti resolverla. Otra cosa más, el señor Sanders quedó de ver contigo lo del contrato. Te voy a agradecer que cheques que todo esté en orden y en cuanto lo tengas se lo mandes a Alejandro.
Jennifer: Laura da su visto bueno en cuanto a contratos.
R: Pero a ti es a quién va a recibir.
Jennifer: (hace mueca), ¡Si no hay remedio!
Pancho: Patrón, parece que ya hay que ir a la puerta.
R: Nos vemos en otro momento, Laura, Jennifer.
Laura: Antes de que te vayas, en la maleta puse un regalo que sé que Ana Paula va a necesitar. Espero que le guste.
R: Gracias Laura. Cuídense mucho.
Jennifer: Bye Rogelio.
Rogelio y Pancho suben al avión que los regresaría a México. Antes de que despegue, Rogelio llama a Paula.
Camino rumbo al Rancho la Negra.
AP: (contestando el celular), ¡Por fin Rogelio!, ¡no tienes idea de cuánto esperé por esta llamada!
R: Perdón amor, te marque en la mañana antes de ir a la Compañía de Laura y Jennifer, pero no contéstate.
AP: Debe haber sido cuando...
R: ¿Cuándo qué Paula?
AP: Te lo digo cuando estés aquí. ¿Llegas hoy?
R: No creo, tal vez llegue a Tuxtla a las seis, pero al pueblo iría llegando a las diez u once de la noche.
AP: No importa a qué hora vengas. Yo te esperaré porque necesito darte algo hoy mismo.
R: (sonriente), Paula, no creas que no estoy en la misma condición, ¡con eso de que me tuviste en abstinencia estos días!
AP: ¡Señor Montero!, ¿cuándo aprenderá a esperar a que se le diga de qué se está hablando?
R: ¿No es sobre la abstinencia?
AP: ¡Por supuesto que no! Lo que voy a darte es de mayor valor, aunque no niego que después te voy a pedir que cumplas como mi esposo.
R: Como ya me dejaste con la duda, te prometo que haré todo lo posible por estar contigo hoy mismo.
AP: Te espero entonces. Recuerda que te amo.
R: Yo te amo mucho más Paula.
Los dos cuelgan y se quedan viendo a su teléfono. Pancho veía la cara de embobado de su patrón.
Pancho: Patrón, ¿Cuánto tiempo más va a quedársele viendo a su celular?
R: ¡Eso no se le pregunta a tu patrón!
Pancho: No lo digo por maldad, pero como ya estamos por despegar, se supone que no pude usarlo hasta que estemos arriba.
R: ¡¿Me estás dando clases de vuelo?!
Pancho: Clases no, pero recomendación sí.
Rogelio se recuesta en el respaldo del asiento y cierra los ojos.
R: ¡Ta bueno!, te voy a pasar las tarugadas que me estás diciendo, siempre y cuando no se te ocurra despertarme hasta que no lleguemos a la Hacienda.
Pancho no le pregunta más para evitar cualquier disgusto de su patrón, aunque se queda con una duda sobre cómo va a poder cumplir la petición que le hiciera.
Rancho la Negra:
Paula regresó después de dejar todo listo para su aniversario. Solo esperaba que a Rogelio le gustara porque él era quién siempre la sorprendía. Todavía faltaba un lugar por arreglar, pero por lo cansado del día, se va a una de las recámaras del Rancho a recostarse mientras esperaba la hora de volver a la Hacienda. La sorpresa que estaba preparando, la tenía un poco nerviosa, pues Rogelio era conocido por ser un hombre de carácter fuerte y eso infundía respeto. Sin embargo con su idea, él podía reaccionar de dos formas, o muy feliz o simplemente se negaría, (Ella deseaba que fuera la primera). Finalmente después de imaginarse tantas cosas, se levanta porque recordó que no le avisó a Dany ni Alejandro que los esperaba en la Hacienda.
San Gabriel - Fonda de Macaria y Ulises.
Después de ayudar a María con el almuerzo Dany regresó al pueblo para ver si Alejandro se había desocupado, pero no lo encontró en su despacho. Al poco rato recibió un mensaje de él, diciéndole que se fue a Santa Catalina, por eso decidió ir a la fonda a comer algo mientras lo esperaba. Estaba aburrida y preocupada porque su novio se había ido sin hablar con ella primero. De repente ve a Paula descender de una de las camionetas del Rancho la Negra. Al mirarla detenidamente se pregunta si sería posible que pudiera cambiar como su amiga lo hiciera. La Ana Paula que conocía había desaparecido dejando en su lugar una mujer mucho más segura de sí misma, (a diferencia de ella que seguía siendo tímida).
Paula ve a Dany y va a su encuentro.
AP: Dany, ¡por fortuna te encontré aquí!
Dany: ¿Y por qué me buscabas?
AP: Quiero pedirte que vengas ésta noche a la Hacienda, bueno, si no tienes otro compromiso.
Dany: No tengo ninguno, (molesta), ¡con eso de que mi novio se va sin decirme nada a Santa Catalina, no tengo ánimo para verlo hoy!
AP: ¿Se disgustaron?
Dany: No.
AP: ¿Entonces?
Dany: Ana Paula, ¿te puedo preguntar algo?
AP: (sentándose), Por supuesto que sí Dany, pregunta con confianza.
Dany: Sé que siempre has sido una mujer que no permite las injusticias y que habla con la verdad sobre lo que piensa. Pero, nunca te escuché hablar tan emocionada de Gustavo, como lo haces de Rogelio.
AP: ¿Por qué la comparación Dany?, pensé que te había quedado claro lo que sentía por Gustavo.
Dany: Creo que no hice bien la pregunta. Me refería a que todo lo que hablas de Rogelio lo haces con mucha emoción y sin pena. Tan es así, que no te limitas en los comentarios.
AP: ¿Y te incomodo con mi comportamiento?
Dany: ¡No! Es solo que dejaste de ser enfermera para convertirte en empresaria, aprendiste a montar y a manejar. Todo eso jamás esperé verlo en ti. Y me preguntaba ¿qué es lo que te da el valor de intentar cosas que nunca pensaste hacer?
AP: Mi amor por Rogelio.
Dany: ¡Hasta eso me lo dices como si fuera lo más obvio del mundo!
AP: No puede ser de otra manera Dany. Si amas eres capaz de hacer eso y mucho más, (pone su mano en su hombro), amiga, no tienes motivo para sentir vergüenza de expresar lo que sientes por Alejandro, el hecho de decirlo, no va a dañar el recuerdo de Miguel.
Dany: ¿Cómo?
AP: Alejandro te hace sentir cosas que no sentías con mi hermano, ¿o me equivoco?
Dany: Ana Paula, ¿cómo se te ocurre decir algo tan...
AP: ¿Tan cierto?, ¡Hay Dany!, lo digo porque lo veo. Te deshaces cuando se te acerca, por eso casi no lo dejas que te abrace porque seguramente tienes miedo de ceder a tu necesidad de mujer. Y de los besos mejor ni hablamos, Rogelio ya me contó lo que vio en la clínica de Santa Catalina.
Dany: (roja), ¿Se me nota?
AP: A miles de kilómetros. Dany, Alejandro no va hacer algo que tú no quieras que haga. El problema es que tú si quieres que lo intente, pero la vergüenza pone una barrera que aunque él te ame, no podrá romper. Te lo digo por experiencia, solo que en mi caso, Rogelio sí tiro la barrera.
Dany: ¡No puedo Ana, he tratado, pero me gana la pena!
AP: Pues entonces, espérate hasta que Alejandro aprenda de Rogelio el arte de la conquista. Porque de continuar así, me vas a hacer tía cuando esté muy vieja. Recuerda que el tiempo se va como agua.
Dany no le responde.
AP: Dany, siento dejarte con tantas cosas en la cabeza, pero tengo que ir a comprar algo que necesito para la noche.
Dany: ¡Ve Ana!, y gracias por tu consejo, ojalá me anime a llevarlo a cabo.
AP: Terminarás por hacerlo.
Paula se va a la tienda de Ulises para hacer sus compras. Al salir Dany se había ido (lo más probable a la clínica). Recuerda que su amiga le dijo que Alejandro se fue a Santa Catalina, por lo que decide mandarle un mensaje a su celular para invitarlo también. Después llama a Marcial para que vaya a la Hacienda del Fuerte a ayudarla a terminar de arreglar lo que faltaba. Cuando comienza a conducir analiza lo que platicara con Dany, dándose cuenta que la vida siempre la guió a Rogelio desde el primer momento en que lo conoció y que gracias a él, se convirtió en la mujer que era ahora.
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