CAPÍTULO 23
Después de recoger a su hijo, los Montero regresan a la Hacienda del Fuerte. Inmediatamente los tres suben al cuarto de Mary para enseñarle la foto de su hermanito. María se encontraba jugando con ella cuando entran. Paula carga a su hija para sentarse en la cama, Margarito a un lado y Rogelio hace que su Nana ocupe el otro lugar junto a su esposa. Aunque la niña no entendía que era exactamente lo que le mostraban, no dejaba de ver la imagen con mucha atención.
Margarito: ¡No sé ve nada!
R: ¡Cómo que no chamaco!, ahí se ve clarito tu hermano o hermana.
Margarito: ¡Pues yo no veo nada!
AP: Al parecer tu hermanita sí lo ve. Mira como no le quita la vista de encima a la foto.
Margarito: ¡Justamente!, Como no se ve, intenta descubrir que hay en esa foto.
María: Eso es porque está muy pequeño.
R: Así es chamaco, es lógico que ahora no se distinga porque apenas tiene tres meses.
Margarito: ¿Y entonces cuándo podremos ver su cara?
AP: Me imagino que hasta que cumpla seis meses, si Dios quiere.
Margarito: ¡¿Tanto tiempo hay que esperar?!
María: No te desesperes Margarito, los meses se irán en un abrir y cerrar de ojos. Al menos en estos tiempos tienen la oportunidad de verlo desde que se está desarrollando.
Paula se levanta para acercarse a Rogelio. Retira un poco las muletas, toma sus brazos y se voltea haciendo que la abrace mientras coloca sus manos en su vientre.
AP: Afortunadamente podemos verlo, pero lo que en verdad me emociona, es que compartimos estos momentos juntos, (Rogelio le sonríe).
Margarito: Es cierto, lamento ser tan impaciente, pero ya me urge que nazca mi hermano o hermana.
R: No eres el único Margaro.
Los cuatro se dedican a contar anécdotas de sus casi tres años. Luego de un rato, Margarito se disculpa porque necesitaba ir a hacer su tarea. Su hermana se levanta para irse con él. Paula y Rogelio se sientan en la cama para continuar viendo la foto de su hijo.
María: ¡Se les nota lo contentos que están!
R: ¡Claro Nana!, no es para menos. ¿Cuándo me iba a imaginar que estaría viendo un chamaco mío de esta manera?
AP: Yo tampoco lo creía. Pero todo es gracias a Rogelio.
R: (seductoramente), Es que soy muy bueno ¡verdad!
AP: No me refería a sus habilidades señor Montero. Hablaba de que gracias a tu fuerza de voluntad, pudiste volver a caminar, lo demás vino a partir de ese milagro.
María: ¡Hay muchachos!, agradezcan que soy de mentalidad abierta. Porque si no, ya me hubiera ofendido con sus indirectas.
AP: Lo siento María, pero eso de convivir con un hombre sin la más mínima gota de vergüenza, me ha mal influenciado.
R: ¡Caramba!, ¡ahora resulta que yo soy el impúdico y tú la santa!
AP: ¡Yo no era así! Tú me volviste de esta manera.
R: (acerca su rostro al de ella), ¿no me digas que no disfrutas el poder expresarte sin reprimirte?
AP: (coloca sus brazos en su cuello), lo disfruto mucho, ¡me siento tan bien cuando me hablas de ese modo y más el que pueda hablarte de mis deseos!
María: (se levanta), Mejor vuelvo a la cocina, ahí hace menos calor que en este cuarto.
Rogelio y Paula regresan a la realidad.
R: ¡Espera Nana, no te vayas!, Yo me voy a ver un asunto con Hugo y Pancho.
AP: Yo iba a salir rumbo al Rancho la Negra para ver unas cosas con Consuelo.
R: Consuelo va a venir aquí, por eso no hay necesidad de que llegues al Rancho. En cuanto venga, hacemos una junta para que te informemos los nuevos proyectos.
Rogelio se levanta y antes de salir le da un beso en la frente a su esposa.
R: Te aviso en cuanto esté todo listo.
AP: Está bien amor.
R: Con permiso Nana.
María: Pásale hijo.
Rogelio sale del cuarto. María se sienta de nuevo en la cama para retomar la plática que se desvió por las ocurrencias de los esposos.
En la sala:
Rogelio esperaba a que sus dos hombres de confianza llegaran para ir viendo los asuntos pendientes de los contratos, (Juanita había ido a avisarles). La espera no fue larga pues ambos estaban en la cocina.
Hugo: ¡Patrón!, ya vimos lo que pidió ayer.
R: ¿Y?, ¿Tendremos posibilidades de competir contra el imbécil de Carlos?
Pancho: ¡Hasta nos sobra tiempo patrón!
Hugo: Es que esos negocios realmente carecen de competencia en el mercado que usted maneja. Pero hay uno que puede ser muy importante.
R: ¿Cuál?
Hugo: El que le mandó a verificar al Licenciado.
R: ¿El de Estados Unidos?
Hugo: Ese mismo patrón.
R: Espero que ya le haya enviado el mensaje con los datos a Laura para que los corrobore con su compañía, (se sienta en el sillón), Recuérdenme que mande a poner una antena satelital. Así perdemos tiempo muy valioso.
Hugo: Pues el Licenciado salió muy temprano a Santa Catalina. Hace una hora me llamó para avisar que estaba por llegar al poblado.
R: Entonces solo nos queda esperar.
El celular de Rogelio suena.
R: ¡Bueno!... ¿De dónde dice que llama?... ¿De la clínica de Santa Catalina?... ¿Y qué se le ofrece?
Enfermero: ¿Usted conoce al señor Alejandro Hernández Ramos?
R: Sí. Es mi abogado, ¿por qué la pregunta?
Enfermero: Hace unos minutos acabamos de traerlo porque tuvo un accidente pocos kilómetros antes de la entrada al pueblo.
R: ¿Qué dice?, ¿y como está?
Enfermero: El accidente no fue aparatoso. Sin embargo tuvimos que ponerle un collarín por la torcedura del cuello y una férula en el brazo izquierdo por una luxación.
R: ¿Está consciente?
Enfermero: No señor, tiene un golpe en la frente que lo mantiene inconsciente. Esperamos que despierte en unas horas.
R: Necesito que estén muy pendientes de él, ¡Voy para allá!
Enfermero: Un minuto señor, me podría dar su nombre.
R: Rogelio Montero.
Enfermero: ¿Dueño de la Hacienda del Fuerte?
R: Sí, ¿por qué?
Enfermero: Por nada importante, solo que su nombre se oye mucho por aquí.
R: Dejémonos de platicas, ahora lo importante es que vaya para allá.
Enfermero: Perdón señor, (Rogelio cuelga).
Hugo: ¿El Licenciado está bien?
R: Parece que sí. ¡Pancho!, prepara la camioneta. Hugo, tú continúa viendo el asunto de los contratos. Yo voy con Paula para que le avise a Daniela.
Rogelio sube de nuevo al cuarto. María y Paula continuaban platicando, aunque al momento en que lo vieron con una cara de preocupación. Paula se levantó para acercarse a él.
AP: ¿Ya llego Consuelo?
R: No Paula, vine a pedirte que vayas a la Clínica de San Gabriel.
AP: ¿Otra vez?
R: Necesito que le informes a Daniela que Alejandro está en la clínica de Santa Catalina.
AP: ¿Y qué está haciendo en ese lugar?
María: ¿No me digas que le ocurrió algo malo?
R: Tuvo un accidente en la carretera que va a Santa Catalina. Según me dicen no fue grave, pero está inconsciente.
AP: ¡Dios Mío!, Dany se va a poner muy mal.
R: Por eso quiero que vayas a decírselo. Te va a necesitar.
María: ¿No van a llevarla?
R: No lo creo conveniente. Yo espero que lo den de alta para mañana.
AP: Rogelio, no puedes simplemente decidir por ella. Dany necesita estar con él en este momento.
R: Lo sé, pero conozco a Alejandro. Estoy seguro que lo que menos quiere es que lo vea así.
AP: (enojada), ¿Acaso no importa lo que Dany sienta?
María: Hijo, yo también creo que Daniela tiene derecho a decidir si va o no.
R: Si veo que es algo de cuidado, mando por ella. Por ahora no lo considero conveniente. Por favor comprendan.
AP: Pero...
María: (la abraza), Lo que quieres es que no la vea alterada ¿no es así Rogelio?
R: Sí Nana. Cuando esté bien informado y Daniela más tranquila, pido que la lleven en caso de que Alejandro no sea dado de alta mañana, (mira a Paula), ¡lo prometo!
AP: Si piensas que eso es lo mejor. Respeto tu decisión, aunque no estoy de acuerdo.
R: (besa su mano), ¡Gracias amor!
Pancho: ¡Patrón!, la camioneta está lista.
R: Nana, necesito que le avises a Marcial que recoja a Paula en la clínica por favor.
María: Muy bien Rogelio. Cuídense mucho y cualquier cosa hablan.
R: Claro que sí.
AP: Nos vemos más tarde María.
María: Sí hija.
Los tres salen rumbo a la clínica. Al llegar, Rogelio espera a que Paula se baje, pero ella parecía no querer hacerlo.
R: Paula, sé que piensas que no estoy tomando una buena decisión, y tal vez tengas razón. Por eso te pido que confíes en mí.
AP: No es por eso que estoy así.
R: ¿Entonces?
Paula lo abraza con fuerza.
AP: ¡Por favor, cuídate mucho!
R: Por supuesto que lo haré. Pancho viene conmigo y es un excelente conductor.
Pancho: No se preocupe patrona. Le juro que le regreso al patrón sano y salvo.
AP: ¡Gracias Pancho!, tú también cuídate mucho. Y si ves que mi esposo hace otra cosa que no sea cuidar a Alejandro, te permito que lo pongas en cintura.
R: ¡Caray!, que cambio tan drástico en la conversación. ¿Qué otra cosa puedo hacer en Santa Catalina?, (meditando), Aunque recuerdo que hay mujeres muy hermosas por allá.
AP: (le jala una oreja), A eso me refiero Pancho. Si lo ves de coqueto me avisas.
Pancho: Delo por hecho patrona.
Rogelio se soba la oreja. Paula quita su mano para darle un beso en el oído.
AP: ¡Perdón Rogelio!, necesitaba tranquilizarme.
R: Te entiendo Paula. Ahora te pido que vayas con tu amiga y te quedes hasta que también se tranquilice.
AP: Eso haré, (lo besa), nos vemos después y llama si pasa algo más.
R: Por supuesto amor.
Ella baja de la camioneta y enseguida se van hacia Santa Catalina. Paula entra a la clínica y se dirige al consultorio. Desde afuera se podía ver que no había nadie adentro, porque no tenía ninguna luz encendida, (de todas formas toca para cerciorarse). Así que decide buscar a Ernesto para que le diga en donde puede encontrar a Dany. En su camino a la que ve es a Mercedes.
Mercedes: ¡Ana!, ¿de nuevo por aquí?, pensé que ya estabas en la Hacienda, ¿o acaso vienes por nosotros para ir a comer?
AP: Ninguna de las dos cosas Mercedes y lamento tener que cancelar la invitación que te hizo Rogelio, pero sucedió algo delicado. Por eso vine a buscar a Dany, ¿sabes en dónde está?
Mercedes: A menos que haya alguna emergencia, a esta hora siempre se va a medicina preventiva. Es un consultorio pequeño al lado de vacunación.
AP: Sí ya lo he visto. Gracias Mercedes y con permiso.
Mercedes: ¡Ana!, ¿qué es eso delicado que pasó?
AP: Mejor acompáñame. De esta manera ahorro tiempo.
Las dos llegan al consultorio. Dany estaba atendiendo a las personas que requerían alguna vacuna o exploración (en el caso de las mujeres). Como había mucha gente, Mercedes se ofreció para continuar con lo que ella hacía, mientras Paula le daba la noticia.
Dany: (intrigada), ¿Qué pasa Ana Paula?
AP: Dany, es algo un poco delicado, ¡pero te juro que nada por qué angustiarse!
Dany: Si no es de angustiarse, ¿por qué dices que es delicado?, (se toca el pecho), ¿es sobre Alejandro?
Dany comienza a dar vueltas y su rostro se veía desencajado.
AP: ¡Dany!, necesito que me escuches lo más calmada que puedas, (hace una pausa larga), Alejandro tuvo un accidente en la carretera a Santa Catalina. Pero está bien. Rogelio ya se fue para allá.
Dany: ¿Rogelio fue para allá?, ¿y por qué no me preguntó si quería ir también?
AP: Rogelio considera que lo mejor para Alejandro es no verte alterada.
Dany: ¡No me parece justo Ana Paula!, ¡soy yo quién decide si voy o no!
AP: Te entiendo Dany, pero te pido que comprendas a Rogelio. Es por el bien de Alejandro y tuyo también.
Dany: (llorando), ¿Tú te quedarías tranquila sabiendo que el hombre de tu vida está mal?
Paula se queda callada.
Dany: ¡Perdóname Ana!, pero entiéndeme, acabo de aceptar que amo a Alejandro y ahora sucede esto. Siento que tal vez la felicidad no es para mí.
AP: (la abraza), No tienes de que disculparte amiga. Te entiendo más de lo que crees. Por eso voy a ayudarte a que estés con el hombre que amas.
Dany: ¿Y cómo?
AP: No preguntes y mejor ve por tus cosas.
Dany hace lo que le dijera su amiga. Regresa al consultorio donde dejó a Mercedes y le pide que la disculpe pero debe salir de emergencia. Ella le dice que no se preocupe y que se vaya tranquila. Luego va al otro consultorio a recoger su bolsa para salir de la clínica junto con Paula. Afuera Marcial estaba esperando a su patrona en una de las camionetas del Rancho la Negra.
AP: Marcial, por favor lleva a Dany a la clínica de Santa Catalina.
Marcial: El patrón me llamó hace unos minutos y pidió que a usted la llevara directito a la Hacienda.
AP: No te preocupes Marcial, yo le llamo a Jacinto y le pido que me recoja. Ahora lo que quiero es que lleves a Dany a donde te dije.
Marcial: Pero patrona, el patrón me...
AP: Marcial, ¿desde cuándo estás conmigo?
Marcial: Desde que el patrón me asigno a trabajar para usted, ¿por qué?
AP: Porque si él te puso a mi cargo. Eso quiere decir que solo mis órdenes son las que cuentan, ¿no crees?
Marcial: Viéndolo así, usted está en lo correcto. ¡Entonces me llevo a la seño Daniela a la clínica de Santa Catalina!
AP: Muchas gracias Marcial.
Dany: Gracias Marcial, y gracias a ti amiga.
AP: Cuídate Dany. Marcial, te la encargo mucho.
Marcial: Pierda cuidado patrona.
La camioneta arranca. Paula decide ir a la fonda de Macaria y Ulises para hablar desde ahí con Jacinto.
Macaria: ¡Señora Paula, que milagro!, (voltea a todos lados), ¿dónde está el patrón?
AP: Fue a Santa Catalina, (se sienta en la silla), Macaria ¿me podrías traer un vaso con agua?
Macaría: En un momentito se lo traigo.
Paula le llama a Jacinto y le pide que vaya por ella. Mientras hablaba, un hombre se le acerca por detrás. Espera hasta que cuelga para sentarse enfrente.
Carlos: Este pueblucho no es lugar para una mujer tan hermosa como tú Paula.
AP: (alterada), ¿Qué haces aquí?, ¿nos seguiste?
Carlos: Conozco a tu marido desde mucho antes que tú. También he visto la Hacienda del Fuerte.
Paula lo mira fijamente. Tenía su cara llena de moretones, la boca hinchada, uno de los ojos prácticamente cerrado y la ceja cortada.
AP: Te recomiendo que te vayas o mi esposo te va a dejar peor de lo que ya estás.
Carlos: (intenta reírse), Paula, Rogelio no está aquí. Tengo rato en este lugar, y vi cuando se fue. Lo que no entiendo es cómo deja solita en este pueblucho, a una mujer tan bella.
Paula se levanta para irse. Carlos se le adelanta, aunque al hacerlo se queja por las costillas rotas que tenía.
Carlos: ¿Pero por qué te vas?, únicamente quiero platicar contigo.
AP: ¡Deja de molestarme!, al menos respeta mi embarazo.
Carlos: ¿Y de quién es tu hijo?, porque dudo que el lisiado de Rogelio te hiciera el favor.
Paula imprime toda la fuerza que tienen en la cachetada que le da a Carlos. Éste casi se cae por el impacto, pero logra mantenerse en pie.
AP: ¡Eres uno de los hombres más asquerosos que he conocido!, ¡Te exijo que te vayas o no será Rogelio el que haga que te arrepientas por todas las cosas que has hecho, sino yo!
Paula estaba por irse cuando Carlos en un movimiento rápido logra tomar sus brazos para acercarla y besarla. Macaria pasa cerca de un hombre que se encontraba en la entrada de la fonda con una cámara. Ve el momento en que Carlos jala a Paula y también al hombre tomándoles una fotografía (que por la posición no se aprecia que la estuviera obligando). El agarre no dura mucho, pues Paula golpea la entrepierna de Carlos provocando que éste se tire al suelo retorciéndose del dolor. Ella aprovecha para entrar a la fonda y comienza a limpiarse la boca. Él otro sujeto guarda la cámara y sale del lugar sin detenerse con el hombre adolorido.
Macaria: ¡Paula!, ¿te encuentras bien?
AP: No Macaria. Por favor ayúdame a sacar a este idiota de aquí.
Macaria: ¡Dalo por hecho!
Macaria comienza a gritarle a las personas del pueblo para que la ayuden a correr a un hombre que se atrevió a molestar a la esposa de Rogelio Montero. Ulises sale de la tienda y toma de la solapa del saco a Carlos para llevarlo abajo y entregárselo a la gente que lo recibe con insultos, golpes, y escupitajos. Todos lo encaminan hasta su coche sin dejar de golpearlo. Como puede, Carlos sube para huir del lugar, pero antes de que se vaya, le avientan una piedra a su vidrio que hace que se rompa. Le advierten que nunca más se le ocurra volver o si no le podría ir mucho peor. Finalmente el auto logra salir de la muchedumbre para irse del pueblo.
Paula no se dio cuenta de todo el alboroto porque había ido al baño a lavarse la boca. Cuando sale Macaria y Ulises estaban en una de las mesas esperándola con un té de tila.
Macaria: ¡Tómese este té!, en su estado no es bueno que tenga emociones fuertes.
AP: Gracias Macaria.
Ulises: ¿Quién era ese hombre patrona?
AP: Un idiota que nos encontramos en el D. F., (toma un poco de té), la envidia que le tiene a Rogelio es tanta, que no ha dejado de molestarme desde entonces.
Macaria: Se le nota lo malandrín. Cuando iba a la mesa a llevarle su vaso, vi como la jaló para darle el beso.
Ulises: ¡Qué bueno que no se lo encontró en un lugar apartado!, porque sí aquí le hizo esto, no quiero imaginarme lo que pudo hacerle en otro lugar.
AP: Pero por fortuna no paso nada más que el mal y asqueroso momento.
Jacinto: (entrando a la fonda), ¡Patrona!, ¿nos vamos a la Hacienda o se queda a comer aquí?
AP: No Jacinto, nos regresamos, (se levanta), de nuevo gracias por su ayuda.
Ulises: No hay de qué patrona.
Macaria: Le recomiendo que en cuánto llegue a la Hacienda, le cuente todo al patrón para que le dé su merecido a ese tipo.
AP: Rogelio sabe lo que me ha hecho ese idiota, por eso tenía la cara lastimada. Ojalá Alejandro lo hubiera mantenido más tiempo en la cárcel. Pero ¡Bueno! ya debo regresar a la Hacienda.
Ulises: Vaya con Dios patrona.
Paula y Jacinto se van a la Hacienda. En la fonda Macaria estaba sorprendida por lo que dijera Paula.
Ulises: ¿Y a ti que te pasa?
Macaria: Ese tipo estaba molido.
Ulises: ¿Y eso qué?
Macaria: El patrón está usando muletas, ¿cómo pudo dejarlo tan mal?
Ulises: ¿Qué no te acuerdas los motivos por los que le temen al patrón?
Macaria: Sí me acuerdo. Solo que no pensaba que fuera tan fuerte con esas limitaciones.
Ulises: Ni siquiera cuando estaba en la silla de ruedas, la gente se atrevía a molestarlo por la fuerza que tiene cuando golpea. ¡Pero mejor ponte a trabajar en lugar de estar intentando descubrir que tan fuerte es el patrón!
Ulises regresa a la tienda dejando a Macaria con su análisis de fuerza. De pronto recuerda al tipo de la cámara. Se le hizo extraño que justamente tomara la foto en el momento en que el otro besó a Paula. Pero como empezaron a llegar comensales, se le fue olvidando el asunto.
En la Hacienda.
Paula entra para ir a su cuarto. María pasa cerca suyo, pero ésta se sigue de frente. Como iba muy molesta María va tras ella para preguntarle que le pasaba.
María: ¡Hija!, ¡Paula!
AP: ¡María no te aparezcas así de repente!
María: Casi nos topamos en el pasillo, pero como andas de un humor, ni te fijaste.
AP: Lo siento María, no era mi intención ser grosera.
María: Ya no importa. ¿Puedes decirme que te pasa?
AP: El hombre del que le platiqué ayer estaba en el pueblo, y el muy asqueroso se atrevió a besarme.
María: ¿Te besó?, ¿y te lastimó otra vez?, (angustiada), si lo hizo, ¡Rogelio ahora sí lo mata!
AP: El beso fue mucho peor que lo de la muñeca. Por fortuna Macaria y Ulises lo corrieron, así que no creo que le queden ganas de volver.
María: Eso espero.
AP: María, ¿Consuelo ya llegó?
María: ¡Hay sí!, se me olvidaba que te esperan en el despacho para revisar unas cosas que Rogelio quiere hacer.
AP: Entonces me voy al despacho, si llama Rogelio me lo pasas por favor.
María: Claro hija.
Paula se va al despacho en donde Consuelo y Hugo la esperaban.
Unas horas más tarde.
Rogelio llega a la Clínica de Santa Catalina. Pregunta en recepción por Alejandro y una enfermera lo conduce a su cuarto. Al entrar un médico estaba terminando de revisarlo.
R: Doctor, ¿cómo está?
Doctor: Bien, hace rato estuvo despierto.
R: ¿Ya le dijo que sucedió?
Doctor: No habló mucho. Al parecer el golpe en la frente fue un poco duro, porque enseguida se quedó dormido. Yo me tengo que ir, pero usted puede quedarse, con permiso.
El médico sale de la habitación. Rogelio se acerca a la cama y ve a su amigo con un vendaje en la frente, un collarín y una férula en su brazo izquierdo. Antes de que pudiera hablarle, entra Dany muy alterada. Corre hacia la cama llamando a Alejandro. Él a oírla abre los ojos.
Alejandro: Dany, ¿qué haces aquí?
Dany: ¡Eso es obvio Alejandro!, ¿te encuentras bien?
Alejandro: Solamente tengo un dolor de cabeza terrible.
Dany: (sarcástica), También el cuello torcido, además de un brazo luxado, ¡casi nada!
Alejandro: ¡Tal vez sí estoy un poco mal!, (acaricia su rostro), lo que menos quería era que me vieras así, por eso pedí que le llamaran a Rogelio. Pensé que el señor Montero usaría su cerebro para impedir que pasaras un mal momento, (se ríe), pero creo que no es muy listo.
R: (sarcástico), ¿Vas a continuar hablando de mis virtudes Alejandro?
Alejandro y Dany voltean a verlo un poco desconcertados.
Dany: ¡Rogelio!, ¿cuándo llegaste?
Alejandro: Recuerdo que ayer me preguntaste que si no sabía tocar la puerta y ahora tú haces lo mismo.
R: Yo no soy quién acaba de llegar. Tengo unos minutos más que Daniela, así que pude ver y escuchar perfectamente todo lo que decían.
Alejandro: ¡No dije nada que no fuera cierto!
Dany: Alejandro, Rogelio vino hasta aquí para verte, sé un poco más amable.
Alejandro: Él sabe bien cuando estoy bromeando, ¿verdad Rogelio?
R: ¡Claro Daniela!, no es enserio. Sólo tengo curiosidad de saber, ¿cómo llegaste hasta aquí?
Alejandro: ¿Tú no la trajiste?
R: No.
Dany: (nerviosa), Marcial me trajo.
R: ¿Marcial?, y ¿Paula dónde está?
Dany: Se quedó en San Gabriel. Dijo que le llamaría a Jacinto para que pasara por ella. Rogelio, ¿estás molesto?
R: No Daniela. Es algo que esperaba que hicieran. Alejandro, me da gusto que estés bien. Si me disculpan voy a hablarle a Paula para avisarle.
Alejandro: Muchas gracias por venir Rogelio.
R: No me agradezcas, una cosa más Alejandro, ¿cómo te accidentaste?
Alejandro: En realidad no tengo la más mínima idea. Recuerdo muy poco, solo sé que sentí un fuerte empujón que me hizo salirme de la carretera y luego todo se volvió oscuro.
R: ¿Crees que otro auto pudo chocar con el tuyo?
Alejandro: Tal vez, pero no puedo afirmar nada.
Dany: No es por ser grosera Rogelio, pero no es recomendable que Alejandro se esfuerce. Sus recuerdos vendrán poco a poco.
R: Lo siento Daniela, entonces los dejo.
Alejandro: Rogelio por favor pasa más tarde. Te quiero dar los documentos que me pediste enviarle a Laura. Con eso de que no sé cuánto estaré aquí, tendrás que mandarlos tú.
R: Regreso luego, no te preocupes.
Rogelio se va a la cafetería de la clínica para hablar a la Hacienda, pero como era común, la llamada no entraba. Enfrente había una mujer alta, rubia, con lentes oscuros, viéndolo con insistencia. De repente se levanta y se acerca hasta su mesa.
Mujer: Buenas tardes, perdone la interrupción, pero es que no tengo crédito y me urge llamar a mi esposo. Por eso me atrevo a preguntarle, si podría prestarme el suyo. ¡Le juro que no me tardo, además de que le pagaré los minutos!
Rogelio la mira muy afligida y le extiende el aparato.
R: ¡Aquí tiene!
Mujer: En verdad se lo agradezco mucho.
La mujer toma el celular y se aleja un poco. Fue muy breve el instante que duró con el teléfono. Al colgar regresa a la mesa y le devuelve el aparato.
Mujer: Tome.
R: ¡Tan pronto le respondieron!, ¡no se tardó casi nada!
Mujer: No está en la casa. Perdón, hay otra cosa que quisiera pedirle.
R: ¡Dígame!
Mujer: ¿Puedo sentarme un momento?
R: ¡Sí!, de todas formas yo no tardo en irme.
La mujer le agradece y se sienta. Rogelio continúa llamando a la Hacienda sin buenos resultados.
Mujer: Debe ser muy importante el lugar al que está llamando.
R: Así es. Lo más seguro es que mi esposa esté preocupada porque no le hable hace rato.
Mujer: (pone su mano sobre la de él), ¡Y quién no!, Si yo fuera su esposa, no lo dejaba solo ni un momento.
R: (retirándola), ¡Qué amable!, (se levanta), me disculpo, ya es hora de irme.
Mientras Rogelio se acomodaba las muletas, la mujer se levanta y toma su rostro para besarlo. Dany iba llegando a la cafetería porque el médico le pidió que dejara descansar a Alejandro. Pasa cerca de un hombre que se encontraba tomando una fotografía con su celular. Como ella estaba en una posición en que la pantalla, Rogelio y la mujer se veían claramente, pudo darse cuenta de lo que había pasado. El hombre se puso de pie y con su hombro la empuja por la velocidad con la que salió de la cafetería. Dany regresa su mirada hacia Rogelio y ve como quita las manos de la mujer de su cara y con fuerza modera hace que deje de besarlo.
R: Señora, no comprendo a qué juego está jugando. Solo voy a dejarle en claro que no soy de los que buscan tener aventuras con mujeres que acabo de conocer y mucho menos si no me atraen.
Mujer: ¡No me ofendas porque te va a salir muy caro!
R: (se ríe), Entonces váyase y déjeme en paz.
Mujer: ¡Te juro que vas a pagar la ofensa que me acabas de hacer!
La mujer se va hecha una fiera, Dany casi tuvo que saltar para que no terminara empujándola como el otro tipo.
R: (se acerca a ella), ¡Daniela!, espero que no vayas a pensar cosas que no son.
Dany: Vi desde que la mujer se levantó. Por eso no tienes que dame explicaciones. Sólo hay algo que se me hace muy raro.
R: ¿Qué?
Dany: Había un hombre que te tomó una foto con un celular en el preciso momento en que la mujer te estaba besando.
R: ¿Cómo?
Dany: También hay algo extraño que me dijo Alejandro. Él dice que antes de perder el conocimiento, le pareció ver una silueta de un hombre vestido de negro.
R: Sería el hombre que lo trajo aquí.
Dany: Pues según el médico, la persona que trajo a Alejandro, fue un enfermero de esta clínica que regresaba de atender a un señor que vive a las afueras de Santa Catalina.
R: ¡Eso quiere decir que vio el accidente!
Dany: Lo más probable.
R: ¿Y sabes en dónde está?
Dany: Fue a comer. Regresa en unos minutos.
R: Voy a la entrada para que cuando vea a los enfermeros, les pregunte quien es.
Dany: Yo voy a regresar con Alejandro.
R: Si.
Rogelio se sienta en una improvisada sala de espera. Pasó al menos media hora para que los trabajadores de la clínica regresaran. Solo uno tenía el traje de enfermero (todas eran mujeres).
R: ¡Oiga!, ¿podría permitirme un minuto?
Enfermero: Su voz se me hace conocida, ¿es usted el señor Montero?
R: (¿?), Sí, ¿cómo lo sabe?
Enfermero: Yo soy la persona que le avisó que su abogado estaba en esta clínica.
R: Entonces le debo mi más sincero agradecimiento por traerlo.
Enfermero: No tiene porque dármelo, ¡es mi deber!, ¿y de qué quiere hablarme?
R: Tengo entendido que usted venía en la carretera cuando sucedió el accidente de mi abogado.
Enfermero: El accidente provocado ¡dirá!
R: ¿Provocado?
Enfermero: Yo vi claramente como un auto negro empujó al de su abogado, y no conforme con hacerlo, todavía el tipejo se bajo a cerciorarse que hizo bien su trabajo.
R: ¿Un auto negro?, ¿me podría describir al tipo?
Enfermero: No vi muy bien su rostro, pero iba vestido con un traje negro, lente oscuro y muy fornido. Hasta llegué a pensar que era luchador. Lo que sí alcancé a apuntar fue el número de placa, (le extiende una hoja), espero que le sirva.
R: ¡Esto me sirve mucho!, ¡Gracias!
Enfermero: De nada, con su permiso señor.
Rogelio va con Alejandro y le cuenta lo que le dijera el enfermero.
Dany: ¿Pero quién querría lastimar a Alejandro?
Alejandro: Siendo un abogado, cualquier persona.
R: Con el número de placa sabremos quién fue.
Alejandro: Eso será muy tardado. Yo no puedo salir de aquí hasta que no me den de alta.
R: Dame el número de uno de tus contactos y ya.
Dany: Sí Alejandro. No podemos esperar hasta que te den de alta.
Una melodía comienza a escucharse. Alejandro y Dany voltean a ver a Rogelio.
R: (sacando el celular), Disculpen, es un mensaje.
Al revisarlo, ve una foto de Paula besando a Carlos. Rogelio no entendía que estaba pasando porque en la imagen, ella no parecía que se resistiera. Dany y Alejandro se miran el uno al otro intrigados por la cara que ponía, pues parecía bastante enojado.
Alejandro: ¿Pasa algo Rogelio?
R: (furioso), ¡Espero que no!, porque de ser así...
Dany: (asustada), ¿De ser así qué Rogelio?
Rogelio le extiende el aparato para que ella misma vea lo que hay. Dany cubre su boca por la impresión.
Dany: ¡No vas a decirme que crees esto!
R: ¿Y qué quieres que piense, si mi esposa está besándose con un imbécil que supuestamente la molestó?
Dany: ¡No fue supuestamente!, yo estaba ahí cuando él se nos acercó y comenzó a molestarla. De haber sido de otra forma, ¿no te parece que no la habría lastimado de la muñeca?, ¿y qué me dices del golpe que ella le dio con el vaso?, ¿acaso fue una muestra amor?
R: (señalando el celular), ¡Entonces explícame eso!
Alejandro: Rogelio, no puedes pensar tonterías como esa. Primero debes preguntarle a Ana Paula lo que en verdad sucedió.
R: (se ríe), Ella le dio pie enfrente de mí ¿y quieres que no piense cosas malas?
Rogelio da la vuelta para salir de la habitación. Al cerrar la puerta lo hace tan fuerte que ésta se azota. Alejandro le gritaba para que regrese. Dany estaba sumida en sus pensamientos, hasta que de pronto sale corriendo dejando a un Alejandro muy confundido. Casi a punto de subir a la camioneta, Dany llega muy agitada.
Dany: ¡Espérate Rogelio!
R: ¡¿Vienes a decirme que no es lo que parece?!
Dany: ¡Exactamente!, piensa por un segundo y dime si recuerdas a la mujer de la cafetería.
R: ¡Ahora vas a decir que yo hice lo mismo!, ¡Busca otro argumento Daniela!, ese no te sirve.
Dany: ¡Sí tengo otro!, Te dije hace rato que un tipo te tomo una fotografía cuando esa mujer te beso, ¡Ahora!, ¿dime a quién le podrían mostrar esa foto?
R: ¿A quién?, pues a...
Dany: ¿Ya entendiste Rogelio?, quizás en este momento a mi amiga le esté llegando esa foto. Tal y como a ti te llego la que viste.
R: ¡Seguramente fue ese maldito de Carlos!, ¡voy a partirle de nuevo su estúpida cara!
Dany: Eso puedes hacerlo después. Lo que urge es que le llames a Ana Paula, porque conociéndola, capaz que comete una tontería, así como estuviste a punto de cometerla tú.
R: Tienes razón.
Rogelio comienza a marca a la Hacienda, pero no había señal y para su mala suerte la batería de su teléfono estaba al límite.
Hacienda del Fuerte.
Hugo sale del despacho luego de unas largas horas de coordinación para ver de qué forma el Rancho apoyaría a la Hacienda con los nuevos proyectos. Consuelo se queda porque Paula estaba contándole todas las cosas que vivieron en la capital.
Consuelo: Me imagino al tal Carlos todo morado por los golpes del patrón.
AP: ¿No te sorprendes de que Rogelio pudiera partirle la cara?
Consuelo: No porque el patrón tiene fama. No hay alguien en todo San Gabriel que no sepa que es muy fuerte, ¿por qué cree que le tenían miedo?, ¡No era de a gratis!
AP: Con eso me haces sentir muy orgullosa. Tengo a un hombre que no solo es maravilloso, sino también muy fuerte, (suspira), el sueño de cualquier mujer.
Consuelo: ¡Muy cierto!, ¡a mí me encantaba!
Paula la mira seria.
Consuelo: (nerviosa), ¡Dije me encantaba patrona!, pero era admiración de jovencita.
AP: (le sonríe), Lo sé Consuelo, no te preocupes.
Consuelo: Pues yo me regreso al Rancho para ir haciendo lo que usted decidió para apoyar a la Hacienda.
AP: Ve Consuelo. Necesito que todo esté listo para cuando Rogelio regrese de Santa Catalina.
Cuando las dos estaban por salir del despacho. A Paula le llega un mensaje que abre casi al instante. Consuelo ve como la cara de su patrona se pone pálida y de no haber reaccionado a tiempo, ésta se caía por el desmayo que tuvo. A penas y podía sostenerla, por eso comienza a gritar para que la ayuden. Inmediatamente llega Hugo, carga a Paula y la sube a su recámara. Consuelo llama a Ernesto diciéndole lo que había pasado. Después de unos minutos que parecieron horas, el ginecólogo acompañado de Ernesto, Mercedes y Gerardo, arriban a la Hacienda.
Afuera de la recámara, María se encontraba muy nerviosa y rogaba porque lo que Paula tuviera no fuera grave. El ginecólogo sale y María corre a preguntarle por la salud de la que consideraba su hija.
María: Doctor, ¡dígame que no es algo de gravedad!
Doctor: No es grave. El desmayo se debió a una fuerte impresión. Ya revisé los signos vitales de los dos y no hay nada que pueda considerar peligroso. De todas formas voy a pedirle que la señora se presente a la clínica para descartar cualquier problema.
María: ¡Gracias a Dios!, ¿y está despierta doctor?
Doctor: Sigue dormida, y le recomiendo que la deje así hasta mañana. Yo me retiro, pero recuerde que puede llamarme en caso de que ocurra otra cosa.
María: Lo acompaño doctor.
En la sala estaban los demás. Ernesto se levanta al momento de ver a su colega. Platican un poco y después el ginecólogo se va.
Mercedes: ¿Saben por qué Ana se desmayó?
Consuelo: No. Solo sé que fue después de ver un mensaje que le llegó. Traté de verlo, pero el celular tiene protector de pantalla con contraseña.
Ernesto: (se acerca al grupo), ¿Ya le avisaron a Rogelio?
Hugo: No doctor. Le estuve marcando en cuanto sucedió todo, pero me manda al buzón.
María: ¡Por favor Ernesto!, quédate hoy aquí. No quisiera que si se presenta otra cosa, no podamos contar con un médico para atender a Paula.
Ernesto: Por supuesto que me quedo María. Ya lo tenía planeado, por eso me traje a Gerardo y Mercedes.
Mercedes: No te preocupes María. Verás cómo mañana, Ana amanece mejor.
María: ¡Dios te oiga Mercedes!
Las horas pasaron muy aprisa. Casi a las diez todos se retiraron a su cuarto a dormir. Debido a la preocupación, María se quedó en la recámara de Paula, acostando a Mary al lado de su madre. En momentos la oía llamar a Rogelio y aunque quería permanecer despierta, terminó rindiéndose al sueño.
En la mañana, Paula abre los ojos y voltea encontrándose con su hija a su lado. Se le acerca para darle un beso, luego se levanta y mira a María en el sillón cubierta por una manta. Con mucho sigilo sale de la recámara y baja para salir al patio. A lo lejos escucha el ruido de un carro. Enfoca bien su vista y permanece inmóvil esperando a que se acerque. Al detenerse enfrente de ella, la persona a quién llamaba en la noche desciende de la camioneta.
Los dos se miran fijamente. Sin mediar palabra alguna, se abrazan y besan con desesperación.
R: ¡Paula!, necesito decirte algo sobre una foto. Amor te juro que...
AP: (pone un dedo en sus labios), No me digas nada Rogelio. Sé que tú nunca harías algo que pudiera lastimarme.
R: Yo también lo sé. Aunque no te niego que a veces mis celos son más fuertes y me hacen pensar en tonterías.
AP: Entonces yo voy a borrar cualquier duda que tengas.
R: (seductoramente), ¿Por qué no vamos para que comiences?
AP: Creo que eso te lo debo. Nuestra hija y María están durmiendo en la recámara. Mejor te preparo un café bastante cargado para que se te quite el sueño que traes.
R: ¿Se me nota?, es que le pedí a Pancho que me trajera de regreso. Estuvo conduciendo toda la madrugada y yo no podía dormirme porque tenía que mantenerlo atento al volante.
AP: No tenían por qué exponerse. Yo confío en ti. Así como tú siempre has confiado en mí.
R: Paula, ayer no demostré esa confianza.
AP: Hablamos de eso después, ahora lo único que quiero es que recuperes tus fuerzas.
R: (le sonríe), ¡Ta bueno!
Los dos regresan a la casa, (olvidándose de Pancho que se va con la camioneta). Paula deja a Rogelio en el sillón de la sala mientras se dirige a la cocina a prepararle el café que le prometió. Al volver, lo encuentra dormido. Pone el café en la mesita y se sienta a su lado recargando la cabeza en su pecho.
María baja muy alarmada porque no encontró a Paula en la cama. El último lugar al que va es a la sala. Ahí encuentra a sus dos hijos abrazados y suspira de alivio. Aunque eso pasa muy rápido, porque si Rogelio estaba tranquilo significaba que no sabía lo que le ocurrió a Paula. No podía creer que las cosas estuvieran poniéndose tan difíciles para ellos. Pero en medio de tantos problemas, había una luz que les permitiría superarlo todo.
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