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CAPÍTULO 20

Pasadas las nueve de la mañana, Rogelio despierta un poco confundido por el lugar donde se encuentra. Lo último que recordaba, era que había ido a buscar a Alejandro al bar y mientras le platicaba el horrible día que paso, tomaba un poco de vino para tranquilizarse. Cuando intenta levantarse, un fuertísimo dolor en la cabeza comienza a aquejarlo. Margarito entra justo en el momento en que se estaba sobando la sien.

R: ¡Caray!, ¡desde hace mucho que no tenía una cruda!

Margarito: (¿?), ¿Cruda?, ¿te emborrachaste?

R: ¡Cómo crees mijo!, Un Montero nunca se emborracha.

Margarito: Pues te veo un poco mal, y hueles a alcohol.

R: ¡Ese Alejandro!, seguro que pidió otra cosa más fuerte, pero no se preocupe mi chamaco, en unas dos horas se me pasa el malestar.

Margarito: Ojalá, porque no creo que a mi mamá le parezca verte así.

R: Hablando de tu madre, ¿la has visto?

Margarito: Se levantó muy temprano a preparar el desayuno.

R: (incrédulo), ¿Estás seguro?, ¡eso es algo que tengo que ver!

Margarito: Pues apúrate porque que solo faltas tú, mi tía Dany y Alejandro.

R: (mira su reloj), ¡Caramba, ya es tarde!, ¿por qué no me hablaron más temprano?

Margarito: Porque has estado muy cansado y mi mamá quiere que te recuperes, (se acerca para sentarse en la cama), papá, no te lo había dicho, pero te admiro mucho.

R: ¿A mí?, ¿y por qué?

Margarito: Aunque te sientes cansado, siempre ves la forma de consentirnos a mi mamá, Mary y a mí.

Rogelio abraza a su hijo y le da un beso en la cabeza. Margarito corresponde a su gesto abrazándolo muy fuerte.

R: Mi más grande anhelo, era tener una familia. Por eso no existe cansancio que me impida disfrutar de ustedes, que son lo más hermoso que tengo, (lo separa suavemente), nada más no se lo digas a nadie, porque hay una reputación que debo mantener, ¿te parece que sea nuestro secreto?

Margarito: (sonriente), ¡Claro que sí papá!

R: Ahora ve a ayudar a tu madre mientras yo me quito el olor a alcohol, sino, capaz que Paula se enoja más de lo que ya debe estarlo.

Margarito: Yo la veo contenta. Hasta estaba cantando una canción mientras hacía el desayuno.

R: (¿?), Con eso ya me dejaste muy preocupado. Seguramente quiere desquitarse porque llegué así, ¡qué bueno que me avisas para estar alerta!

Margarito: No creo que quiera desquitarse, en verdad me pareció muy feliz. Pero eso es asunto de ustedes. Voy a cuidar a mi hermana como te prometí, y tú cuida bien de mi mamá.

Rogelio no le contesta porque estaba pensando en la clase de idea que se le pudo haber metido en la cabeza a su esposa. Margarito al verlo tan lejano decide retirarse. Al paso de unos minutos se levanta para bañarse, porque de nada valía intentar comprender los extraños cambios de humor de Paula.

En la habitación donde se encontraban Dany y Alejandro. Éste último comienza a despertarse con el mismo dolor de cabeza que el de su compañero de parranda (solo que las nauseas eran un adicional). Se trata de mover, pero un peso en su hombro le impedía hacerlo, por eso se impulsa lo más fuerte que puede para liberarse, haciendo que Dany se despierte con el fuerte movimiento.

Dany: ¡Alejandro!, ¡qué formas tienes de despertar a la gente!

Alejandro: (sorprendido), ¡¿Dany, qué haces aquí?!

Dany: Éste es el cuarto que me asignaste, ¿ya lo olvidaste?

Alejandro recorre con la vista el lugar, y después mira a Dany que tenía una sonrisa en su rostro.

Alejandro: ¡Perdón Daniela!, no era mi intención entrar a tu cuarto, (baja su voz), ¡Malditas borracheras!

Dany se levanta y lo toma del brazo para que siente de nuevo en la cama. Poco a poco acerca su rostro al de él.

Dany: ¡Llámame Dany ¡¿sí?, también quiero que sepas que te ves muy guapo con este estilo despreocupado, pero no quisiera que fuera porque tomas. Tú siempre has sido muy propio en tu comportamiento y eso es lo que más me gusta de ti.

Alejandro: (la separa un poco), ¿En dónde está Rogelio?

Dany: ¿Qué tiene que ver Rogelio con lo que te estoy diciendo?

Alejandro: Es que estábamos juntos en el bar y estoy preocupado porque tomó mucho.

Dany: Rogelio es un hombre adulto, además tiene a mi amiga para que lo cuide, (vuelve a acercarse), de la misma forma en que yo puedo cuidar de ti.

Alejandro se levanta para ir al baño (el mareo era insoportable), dejando a Dany con el recuerdo de lo que dijera Rogelio el día anterior "obtendría más a un hijo que a un hombre", pero ese carácter fue justamente el que la enamoró, porque aún siendo un abogado respetado y seguro de sí mismo en ese ámbito, no perdía el alma de niño.

Como tardó, se adelanta para prepararle el desayuno. Al bajar, ve a Paula sentada en la mesa escribiendo en un cuaderno, (muy concentrada). Se acerca pero su amiga continúa con su trabajo.

Dany: Ana Paula, ¿qué tanto escribes?

AP: Un itinerario.

Dany: ¿itinerario?, ¿qué no se usan en los viajes?

AP: No necesariamente, lo quiero como referencia.

Dany: ¿Referencia de qué?

AP: Te lo voy a decir en el camino al centro comercial.

Dany ya no quiso seguir preguntándole porque en ningún momento había dejado de anotar en el cuaderno. Mejor se sienta a esperar que termine. Finalmente su amiga acaba con sus apuntes y muestra un gesto de aprobación al volverlo a leer.

Dany: ¡Se ve que te gusta mucho lo que pusiste!, ¿ya me vas a decir que es?

AP: Te dije que en el camino. Solo te adelanto, que ahora entiendo a Rogelio cuando hace esto mismo.

Dany: Me dejaste peor. Ojalá que el tiempo pase rápido, para que me aclares esta duda.

AP: No seas impaciente. Por cierto Dany, ¿ya hablaste con Alejandro?

Dany: Le insinué algo de mis sentimientos, pero no se me da bien eso de declararme.

AP: Dany, lo mejor es que dejes la pena a un lado, porque dudo que Alejandro vuelva a hablarte de sus sentimientos. Recuerda que para él, ¡tú lo rechazaste!

Dany: ¡Tenías que decirlo tan feo!, el día de hoy amaneciste más directa que nunca.

AP: Lo lamento, pero eso es lo que piensa.

Alejandro llega al comedor con una cara que denotaba mucho malestar. Ambas amigas lo miran sorprendidas, porque nunca lo habían visto así.

Alejandro: Buenos días Ana Paula.

AP: ¡Hola Alejandro!, ¿cómo estuvo la noche?

Alejandro: ¡Terrible!, ¡Ana!, no quisiera verme mal educado, pero con este dolor de cabeza, lo único que quiero es llenar mi estómago e irme a dormir de nuevo.

Dany: (se levanta), Voy a prepararte algo.

Paula la alcanza para mostrarle que ya había hecho el desayuno. Dany lo sirve en un plato y se lo da a Alejandro. Él comienza a comer evitando hablar con ella sobre lo que sucedió.

En la cocina, Paula preparara una charola con comida para llevársela a Rogelio. Sale con algo de dificultad de la cocina, Alejandro se ofrece a ayudarla, pero se niega porque necesitaba hacerlo ella misma. Cuando se acomoda bien las cosas, sube al cuarto donde está su esposo.

Rogelio estaba terminando de abrocharse la camisa. Al momento de dirigirse a la puerta para salir, Paula entra con la charola, (que casi se le caía). Él inmediatamente la ayuda a ponerla en la cama. Observa el contenido que realmente era mucho; un caldo de pollo con acelgas, un plátano, jugo de tomate, agua simple y un pedazo de su pastel favorito.

R: ¿Todavía no desayunas Paula?

AP: Ya tome mis alimentos hace rato. Éste es para ti, ¿no te agrada?, te va hacer bien.

R: No es eso, ¡pero como que es mucho para una sola persona!, es solo un plato, pero muy lleno y el pedazo de pastel está algo grande ¿no te parece?

Paula lo hace que se siente en medio de la cama, mientras ella se acomoda a su lado. Toma el plato del caldo y le acerca una cucharada. Él la mira desconfiado porque pensaba que lo primero que iba a hacer, sería reclamarle por emborracharse, pero Paula lo veía como si nada, y muy sonriente.

AP: ¿No lo quieres?, ¿si gustas puedo dártelo de otra forma?, (se acerca a sus labios y lo besa), tú dime si así, y yo encantada.

R: (agarra la cuchara), Paula, no hay necesidad de que me des de comer en la boca, te he dicho que no soy un inútil.

AP: No seas remilgoso, no lo hago por eso, sino porque quiero mimar a mi marido.

R: ¡Gracias!, pero en serio, yo puedo comer solo.

AP: (triste), ¿Sigues molesto conmigo?

R: No Paula, ¿de dónde sacas eso?

AP: Por la forma en la que me hablas. Tú nunca me tratas tan serio, o me impides demostrarte mi amor. Ni siquiera me correspondiste el beso.

R: No me siento bien. Tengo un dolor de cabeza que no me da para pensar en otra cosa.

Paula se queda callada mirando al frente. Rogelio empieza a comer lo que le preparó. Todo estaba muy rico y quería decírselo, pero aún estaba algo molesto por las cosas que pasaron en el día anterior. Ella esperaba que al menos elogiara su comida, sin embargo lo vio terminarse casi todo sin pronunciar una sola palabra. El pastel no lo tocó argumentando que se encontraba muy lleno.

R: Gracias por el desayuno, ahora quisiera intentar dormir un poco para que se me vaya pasando el dolor de cabeza, espero me comprendas.

AP: Sí. ¡Lo entiendo!

Retira la charola para ir a dejarla a la cocina. Antes de salir mira a Rogelio que está acomodándose en la cama.

AP: Rogelio, mientras duermes voy con Dany al centro comercial a comprar algunas cosas. Margarito y Mary se quedan porque nuestro hijo necesita adelantar unas tareas, aparte de que le aburren las tiendas. Tú puedes descansar lo que necesites. Alma viene más tarde, así que ellos no estarán solos mucho tiempo.

R: ¿Dices que con Daniela?

AP: Sí

R: (con voz baja), eso espero.

AP: ¿Dijiste algo?

R: Solo que no te tardes, acuérdate que mañana nos regresamos a la Hacienda y debemos prepararlo todo.

AP: Lo intentare, (antes de salir), Rogelio!!

R: ¿Qué?

AP: Te amo.

R: Yo Igual. Vete con cuidado.

Rogelio se voltea y en poco tiempo se queda dormido. Paula esperó para ver si él decía algo que le demostrara que las cosas estaban bien. Pero al no oír nada, se fue a dejar todo limpio antes de irse.

En el comedor: Dany le platicaba a Alejandro, sobre la extraña forma en que Paula se dio cuenta del verdadero amor que le tiene a Rogelio. Al mismo tiempo ella mencionaba constantemente que ahora más que nunca estaba segura que existían dos maneras de sentirlo; una por cariño y la otra que se basaba en la admiración y el deseo tanto físico como espiritual. Por su parte Alejandro pensaba que era un bonito modo de dejarle en claro el cariño que le tenían.

Dany: Alejandro, por todo esto que te platico, espero que entiendas lo que quiero decirte.

Alejandro: Ya te entendí, no te preocupes.

Dany: (se acerca más), ¡De verdad!, tenía miedo de que no lo hicieras. Entonces ahora somos oficialmente...

Alejandro: Los mejores amigos del mundo, (le sonríe), ayer que me encontré solo, recordé todas las idioteces que te dije y sinceramente no entiendo como pude siquiera considerarlo. Los dos somos muy distintos, tenemos costumbres diferentes y además no creo que hubiera funcionado. Por eso me alegra que me abrieras los ojos esa noche, no deseo perder a una amiga como tú solo por experimentos amorosos.

Para Dany esas palabras fueron uno de los dolores que nunca creyó poder sentir. La forma tan poco delicada de hablar de Alejandro, la dejaron sin posibilidades de pensar con mayor claridad. Él le pone una mano en el hombro, y se levanta para irse.

Alejandro: Ya no te preocupes Daniela. Son cosas que pasan, yo no voy a ser el primero ni el último que venga a pedirte una oportunidad de ese tipo. Por eso olvídalo y espero que podamos continuar como antes, (quita su mano), ¡Bueno!, yo me voy a intentar dormir, este malestar es nuevo para mí y me está afectando más de lo que pensaba. Nos vemos al rato.

Alejandro sube al cuarto donde se quedaba Dany, en el camino se encuentra con Paula. Ella le avisa que va a salir con su amiga y que por favor cualquier problema que se presentara no dudara en llamarla al celular. Cuando pasa por el comedor, ve que Dany estaba con una expresión molesta en su cara. Como traía la charola, no se detiene en el momento, sino que va a la cocina, lava los trastes y regresa para alistarse, pero su amiga continuaba en el mismo lugar.

AP: ¿Sucede algo Dany?

Dany: (enojada), ¿Por qué los hombres son tan tontos?

AP: ¿Eres Daniela?, nunca creí que pudiera verte tan molesta y menos con el hombre que amas.

Dany: ¡Cuando se ama, todo te hiere!

AP: Dímelo a mí. ¿Pero tú por qué lo dices?, creí que le aclaraste a Alejandro la razón para irte dejándolo solo en el salón.

Dany: Le conté tu historia con Rogelio. Le dije la diferencia entre el cariño y el amor con deseo. Y me contestó que somos los mejores amigos del mundo.

AP: (se ríe), ¡Hay Dany!, "no eres profeta en tu propia tierra". Todos los consejos que me das, tú no los usas.

Dany: No te entiendo.

AP: Que debiste decirle que lo amas, en lugar de darle una clase de las distintas formas que existen.

Dany lo piensa más a detalle y se da cuenta que no fue directa en su comentario. Con esto estaba segura que las cosas malas se pegan.

Dany: Tienes razón. Tenía que ser más específica, ¡pero Ana Paula!, juntarme contigo no me ayuda, cometo tus mismos errores.

AP: No me critiques, mejor acompáñame a donde te dije, y te ayudo a pensar cómo puedes declararle tus sentimientos.

Dany: No me das mucha confianza. El pobre de Rogelio hizo todo el trabajo durante el proceso de conquista.

AP: Pues justamente yo tengo que lograr que se le quite el enojo de ayer. ¿Acaso crees que va a ser sencillo?, (suspira), ¡nunca debí dejarme llevar por los celos!

Dany: ¿De qué te preocupas?, te apuesto que para la noche se le habrá olvidado. Él no es tan inmaduro como tú.

AP: Precisamente esa es la idea. Que se le olvide esta noche, por eso me tengo que apurar.

Dany: (¿?), ¿Y no me piensas contar?

AP: Te irás dando cuenta de todo mientras lo hago, por eso no hay necesidad de platicártelo.

Justo en ese momento llegan Pancho y Alma que venían a trabajar. Paula le pregunta a Dany si está lista, a lo que le contesta que solo va por su bolsa. Mientras baja, Paula le pide de favor a Alma que de vez en cuando vea a sus hijos (también pide otro favor muy importante para la noche), la señora le contesta que no se preocupe. Al bajar su amiga, los tres salen rumbo al centro comercial.

El primer lugar que visitaron, fue una tienda de vestidos y trajes de noche. Dany estaba muy confundida por el entusiasmo de su amiga, porque se suponía que se disgustó con su esposo y se imaginaba que eso la tendría deprimida (sobre todo por el embarazo), pero era completamente lo opuesto. El siguiente lugar era una florería, después salieron del centro comercial para dirigirse a un restaurante que ofrecía servicios privados. La mayor parte del día la tuvo recorriendo edificios y tiendas pequeñas de diversas cosas, hasta que por fin se detuvieron en una cafetería. Paula solamente pidió un té, porque según ella, más tarde comería lo necesario para su bebé.

Dany: Ana, en verdad me sorprenden todas las cosas que preparaste, pero solo hay una que siento que está fuera de lugar, te recomiendo que lo reconsideres.

AP: Esa es la más importante para mí. Con eso quiero dejarle en claro a Rogelio lo que realmente pensé en ese momento. Tal vez me arriesgo a que se ofenda, pero necesito que me entienda.

Dany: Como quieras. ¡Ana Paula!, espero no sonar indiferente con tu situación, pero me dirías, ¿de qué manera puedo declararme a Alejandro?

AP: Hay muchas formas, pero creo que una puede ayudarte más. Llévalo a este mirador para decirle que lo amas, (le extiende un folleto), tiene una de las mejores vistas de la ciudad y cuenta con cafetería, ese tipo de ambiente es ideal.

Dany lo ve, pero no siente que sea un lugar muy romántico. Aunque si lo mira desde otra perspectiva, era algo diferente.

AP: De lo demás sí te encargas tú sola, porque cada pareja tiene distintas maneras de pasar el tiempo.

Dany: Con esto me basta amiga. Solo espero que no se me ponga difícil.

Las dos continúan hablando. Pero, para mala suerte de Paula, el hombre que le provocó el problema con su esposo, parecía seguirla a todas partes. Carlos se acerca hasta la mesa, (pidiendo antes al mesero, una silla).

Carlos: ¡Hola Paula!, que alegría verte de nuevo, y estás acompañada por una mujer muy bonita.

AP: (sin mirarlo), Soy la señora Montero, y créame que para mí no es nada grato verlo otra vez.

Carlos: Ayer me permitiste hablarte de tú. No eres muy coherente en tus acciones.

AP: No me importa su opinión. Por eso le voy pedir que se vaya.

El mesero trae la silla e inmediatamente Carlos se sienta a lado de Dany para quedar frente a Paula.

Carlos: Si estamos en pláticas para una sociedad entre nuestras empresas, es obvio que tenemos que llevarnos bien.

AP: Sobre eso, lo mejor es que lo olvide. No me interesa ningún trato con usted.

Carlos: Escucha Paula, sé que te enojaste por lo de Rogelio. Pero entiéndeme, con eso de que ya camina, no reparé en el hecho de que aún es un minusválido incapaz de complacerte cómo quisieras, (sonriente), me refiero al baile.

AP: (se pone de pie), Dany, ¡vámonos!, al parecer el señor Castillo es idiota porque no entiende.

Carlos: ¡No te vayas Paula!

AP: Te dije que soy la señora Montero, ¡que no se te olvide!, además ¿crees que no me di cuenta de que lo querías era molestar a Rogelio?

Carlos: Si lo sabías ¿por qué iniciaste el juego?

AP: No tengo porque decírtelo. Solo te advierto que ni pienses que voy a hacer un negocio con tu rascuache empresa. Y por tu bien será mejor que me dejes en paz.

Paula estaba por irse, cuando Carlos se levanta y la jala su mano bruscamente.

Carlos: ¡No inicies un juego que no vas a terminar!, ¡tú me diste pie y ahora cumples!

Dany: ¡Oiga, no se atreva a lastimarla!

Carlos: No la estoy lastimando, solo quiero demostrarle lo que es tener a un hombre de verdad y no a un inválido como Rogelio.

AP: ¡Ahora comprendo!

Carlos: (¿?), ¿De qué hablas?

AP: Le tienes envidia a Rogelio porque le atrae a las mujeres, es exitoso, y amado, (lo mira despectiva), algo que jamás podrás conseguir, ¡porque das asco!

Carlos: (apretándola más fuerte), ¡Mira mujercita! Nuca más...

Carlos no termina de hablar, porque Paula lo golpea con un vaso de vidrio, haciendo que unos empleados se acerquen a preguntar lo que pasó.

AP: (sobando su mano), ¡Pero qué inútiles son!, este tipo se atrevió a maltratar a una mujer embarazada y ustedes vienen hasta que lo ven herido.

Encargado: Lo lamentamos señora, ¿desea levantar una denuncia contra este hombre?

AP: No. Pero en caso de que se atreva a volver a molestarme, necesito que me sirvan de testigos.

Encargado: Por supuesto señora. ¿Gusta que la llevemos a revisar?

AP: ¡Estoy bien!, Solo quiero que lo detengan aquí hasta que me haya ido, no me gustaría que me volviera a seguir.

Carlos estaba furioso por la humillación, mucha gente que lo vio, eran conocidos. Lo peor fue enterarse de que ella estaba esperando un hijo de Rogelio. Eso lo dejaba a un más abajo de su rival, porque, como se lo dijera Paula, él tenía éxito en todos los aspectos.

Los empleados de la cafetería, lo condujeron a un cuarto porque aunque Paula no lo haría, ellos sí dejarían especificado lo sucedido, para que les pagara los daños (que no eran muchos) y asentar que no volviera nunca por ese lugar.

En el coche

Paula trataba de que la marca en su mano se fuera quitando. Dany buscaba entre sus cosas una crema para la inflamación.

Dany: ¡Hay Ana Paula!, en los problemas que te metes, Si esto no se te quita, no me quiero imaginar a Rogelio cuando se dé cuenta.

Pancho: Patrona, lo mejor es decírselo al patrón. Ese tipo puede intentar molestarla de nuevo y en su estado es peligroso.

AP: No Pancho, no quiero que nada afecte mis planes. Si vuelve a acercarse, te prometo que se lo digo.

Dany: ¿Y qué le vas a decir si te ve la marca?

AP: Ya se me ocurrirá algo, por el momento vamos a tratar de que se quite.

En el departamento.

Después de unas horas de descanso, Alejandro baja a la sala. Margarito estaba sentado en la mesa del comedor haciendo su tarea, Mary coloreaba un libro y Alma preparaba la comida de los niños.

Alejandro: (entra a la cocina), ¿Aún te falta mucho Alma?, es que hoy tengo un hambre atroz.

Alma: ¡Por la cruda!, (él la mira sorprendido), no me vea así, me lo contó el jovencito. Y de la comida, lamento informarle que solo hice para los niños. La señorita Dany me habló hace rato para pedirle que se arregle porque van comer en otro lado.

Alejandro: ¿Dany te dijo eso?

Alma: Si.

Alejandro: ¿Y qué más?

Alma: ¡Licenciado!, son pláticas de mujeres. Pero si quiere saber, le recomiendo que le pregunte a ella.

Alma se va a servirles la comida a los niños. Alejandro se encontraba muy desconcertado por lo que Dany quería hacer. Se va a sentar al sillón mirando a los niños comiendo y rogaba porque Dany viniera pronto, pues en verdad tenía hambre. Rogelio baja y lo ve distraído, voltea tratando de identificar que tanto observaba. Luego, los dos se miran buscando los indicios de la noche de copas.

R: ¡Qué mal te ves!, es lo malo de no saber tomar.

Alejandro: Quisiera decirte lo mismo, pero no se te nota mucho. ¿Cómo le haces para verte como sin nada?, ¿o es acaso que ya se te hizo costumbre?

R: (se ríe), Pos no, pero como soy un poco mayor que tú. Tengo más experiencia en tomar sin que termine como un borracho cualquiera.

Alejandro: ¡Gracias por otra comparación agradable!, primero soy un niño, ahora un borracho cualquiera.

Rogelio se sienta, porque aunque trataba de aparentar que no estaba mal. El dolor de cabeza era muy persistente. El timbre suena, y Alma va a abrir. Enseguida entra y pone en la mesa de centro, un arreglo de flores. Rogelio y Alejandro no le quitan la vista de encima, preguntándose mentalmente a quién pudieron mandárselo. Margarito se levanta feliz a verlo también.

Margarito: ¡Que hermoso arreglo!, tiene una tarjeta. Papá ¿por qué no la abres?

R: Alma, ¿le dijeron para quién era esto?

Alma: Solo pude oír el nombre de la señora Montero, la verdad es que no le presté mucha atención por la impresión.

R: (celoso), ¡Me lleva!, seguramente es del infeliz de Carlos Castillo. ¡Claro!, si mi mujer le brinda la confianza, cómo no se va sentir con derecho de enviar estupideces como ésta.

Alejandro: ¿Por qué no mejor abres la tarjeta y sales de dudas?

Rogelio no responde, solo se levanta para regresar a su cuarto. En ese momento el celular de Alejandro comienza a sonar.

Alejandro: ¡Diga!, ¡hola Dany!

Dany: Alejandro, ¿podrías verme en la cafetería de la Torre Latino?

Alejandro: ¿Ahí es donde planeas que comamos?

Dany: Sí. ¿Te resulta incómodo este lugar?

Alejandro: No. Solamente me pareció extraño. Como hay muchos restaurantes por esta zona, pensé que sería en algunos de ellos.

Dany: Lo siento, ¿si gustas podemos cambiar de sitio?

Alejandro: ¡Por supuesto que no!, espérame ahí. Llego en una media hora o cuarenta minutos.

Al colgar, la cara de Alejandro mostraba una enorme sonrisa. Alma lo despierta y le dice que si no se apura llegaría tarde a la cita. Él sube corriendo a cambiarse, (aunque se arrepiente de haberlo hecho porque el dolor todavía no se le quitaba). Minutos después baja muy bien arreglado con un traje gris y se va en un taxi (su coche aún no llegaba). Estaba tan nervioso que no se dio cuenta que ya se encontraba frente al edificio en donde sería la cita con Dany, por eso el chofer tuvo que hablarle bastante fuerte.

A pesar de ser del D. F. jamás en toda su vida, había entrado a ese edificio ni por error. La cafetería estaba en el piso treinta y siete, no era un espacio muy grande o elegante, pero la vista estaba hermosa, porque se podía observar gran parte de la ciudad y como era de noche, la escena que se reflejaba le daba un toque aún más bello y romántico. Desde una mesa, Dany, le hace señas para que se acerque.

Dany: Llegaste muy rápido y eso que no viniste en ese coche tan ostentoso.

Alejandro: Es un modelo viejo, pero lo he cuidado mucho porque fue el primero que compre cuando comencé a ganar bien.

Dany: Me da gusto que hayas podido superarte. Rogelio nos contó más detalladamente tus inicios.

Alejandro: Entonces Rogelio es un poco chismoso, yo nunca ando divulgando sus cosas.

Dany: No deberías callar tu esfuerzo. La tenacidad es algo que admiro de la gente.

Alejandro: (serio), La admiración no es el sentimiento que deseaba inspirarte.

Por un momento hubo un silencio incómodo. Alejandro se reprochaba el no haber podido callar lo que estaba pensando en ese momento. Se suponía que todo se había aclarado entre los dos y que únicamente serían amigos. Lo malo es que el corazón es necio y jamás entenderá de razones.

Alejandro: ¿Qué te parece si pedimos algo de comer?, ¡no tienes idea del hambre que tengo!

Dany: ¿podríamos hacerlo luego?, es que hay algo que tienes que saber.

Alejandro: Ya habrá tiempo, ahora quisiera alimentarme, porque si no, este dolor de cabeza no se irá nunca.

Alejandro pide un café negro y un pan, Dany únicamente un capuchino porque con los nervios no tenía apetito. El tiempo pasaba y no se veía que Alejandro quisiera apurarse a terminar de comer. Ella empezaba a entender que lo hacía a propósito y en un momento de valor, le pide al mesero la cuenta para pagarla y tomar de la mano al hombre que quiere. Alejandro le preguntaba ¿a dónde iban?, pero Dany nunca le respondió. Bajaron un piso en el elevador y continuaron caminando. Se detuvo hasta llegar a una parte en donde casi no había gente, él intentó preguntar de nuevo, pero ella no se lo permitió.

Dany: Siempre creí que primero debía tenerle cariño a la persona de la que me enamorara, pero una amiga me dijo que el amor comienza por la admiración a tu pareja, y yo te admiro muchísimo.

Alejandro: Dany, no es necesario que me digas nada yo...

Dany: ¿Quieres dejar que termine de hablar?

Alejandro: ¡Perdona!, puedes decir todo lo que necesites para liberarte.

Dany: No tengo mucho que decir, (se acerca y toma su rostro), solo que te amo.

Dany lo besa tímidamente. Alejandro no entendía lo que pasaba, pero al sentir todas las emociones que le despertaba el beso de la mujer que amaba, no pudo evitar profundizarlo. Ella se asustó un poco al sentirlo responder de esa manera. Abrió sus ojos tratando de asimilar la situación, aunque no duro demasiado, porque era mucho más placentero lo que él le proporcionaba que cualquier miedo. Ambos terminan dejándose llevar por sus deseos, hasta que se fueron separando lentamente.

Alejandro: ¡Gracias Dany!, ¡no tienes idea de lo que me acabas de regalar!

Dany: (roja), Todavía quiero darte otra cosa, pero no me gustaría que pienses que soy una loca, (se acerca para hablarle al oído), ¿podemos estar juntos?

Alejandro se desequilibró más con esas palabras. Pensando que tal vez entendió mal, prefirió aceptar la propuesta para no ofenderla con sus pensamientos insanos. Así, ambos salen del edificio rumbo al sitio que Dany escogió, pero que aún era desconocido para él.

En el departamento:

Rogelio estaba furioso porque pensaba que ese arreglo era para su esposa y como ella solamente había conocido a un hombre en el D. F. todo apuntaba a que el muy maldito de Carlos fue el que se lo envió. Margarito dejó pasar dos horas para que su papá se calmara, y con algo de resistencia toca la puerta. Su padre grita preguntando, ¿quién era?, haciendo que el niño temblara más.

Margarito: Soy yo papá, ¿puedo pasar?

R: (tratando de controlarse), Pasa Margaro.

Margarito: Papá, sé que no debería preguntar lo obvio, pero ¿qué es lo que te molestó tanto del arreglo?

R: Mira hijo, hay cosas que un niño no comprendería.

Margarito: Paula te ama, y nunca le haría caso a un hombre tonto como ese tal Carlos.

R: (¿?), ¿Cómo sabes sobre el tipejo ese?

Margarito: Mi mamá me platicó en la mañana que se enojaron por culpa de ese hombre. Deberías hablar con él para que la deje en paz, porque le dijo algo muy desagradable.

R: ¿Qué le dijo?

Margarito: No le entendí bien. Pero parece que habló cosas muy feas de ti, que la hicieron sentirse mal.

R: (voz baja), ¡Miserable!, ¡más te vale que no me entere que te atreviste a decirle algo hiriente, porque no te va a alcanzar la vida para arrepentirte!

Margarito: ¿Habla más fuerte que no te oí?

R: No era nada importante Margaro. ¿Tu madre no ha llamado?

Margarito: No, pero, (lo agarra de la mano), ahora quiero que me acompañes a ver el arreglo de flores.

R: ¡Qué necio!, ya te dije que no quiero, (medita un poco), aunque creo que no es mala idea revisarlo, capaz que le puso otra cosa de esas y no me gustaría que Paula se incomode por tonterías.

Padre e hijo bajan a la sala. Mary estaba jugando con el arreglo, pero al ver a su papá corre a abrazarlo. Margarito le quita a la niña, y lo conduce a su objetivo. Rogelio no quería ver las idioteces que seguramente estaban escritas en la tarjeta, por lo que la arruga y la avienta al piso. Margarito se apresura a desdoblarla para dársela a que la lea.

R: ¿Pero cuánta insistencia?, ni que me interesara saber que estupideces tiene la mugrosa tarjeta.

Margarito: ¡Léela!, al menos para que salgas de dudas.

R: (la toma sin muchas ganas), Ta bueno, ¡vamos a ver que dice!

Para mi amado esposo Rogelio.

Está es tu primera sorpresa. Ojalá te guste. Sin embargo aún faltan tres sorpresas más. Espera la segunda que no tarda en llegar.

De la mujer que te ama con el alma.

Paula de Montero

Rogelio no podía creer que su esposa hiciera algo así, cuando él es quién la sorprende con detalles como esos. El timbre suena de nuevo, y un botones deja dos cajas de cartón con otra tarjeta, que al instante lee.

Sorpresa dos.

No te tardes, que la carroza espera a mi rey encantado.

De tú amada reina.

Paula de Montero

Margarito no deja que abra las cajas, porque sube con ellas lo más rápido que puede, (seguido muy atrás por su padre). En el cuarto el jovencito le muestra que lo que había era un smoking negro muy elegante, camisa blanca con moño negro y unos zapatos de charol del mismo color y para que su padre esté listo lo más pronto posible, Margarito lo ayuda a cambiarse. Por fortuna los hombres no se tardan tanto y en pocos instantes está vestido. Su hijo lo ayuda a salir. En la entrada del edificio está una limusina oscura, (Pancho se encontraba dentro del vehículo). Antes de cerrar la puerta Rogelio le da indicaciones a Margarito de que cuide a su hermana, él lo tranquiliza prometiéndole que siempre lo haría. La limusina se va rumbo a la tercera sorpresa.

R: Pancho, ¿en dónde está Paula?

Pancho: (riéndose), ¿Sabe patrón?, esta escena ya la viví hace muchos años, pero en lugar de usted, estaba la patrona, por eso quisiera que me diga, ¿recuerda lo que me pidió que le contestara en caso de que preguntara eso?

R: No es igual Pancho, yo soy tu jefe.

Pancho: Pero la patrona es quién manda en la casa, además, ¿acaso no le gustan las sorpresas?

R: Me gusta darlas, más no que me tengan con la incertidumbre a mí, ¡pero está bien!, si no me agrada te corro.

Pancho se pone nervioso, porque la tercera sorpresa, no estaba asegurada como agradable para su patrón (ideas raras de su patrona), por eso lo mejor sería ir buscando otro empleo. Después de media hora, la limusina se detiene en algo parecido entre bar y restaurante, con la particularidad de que no se observaba movimiento de clientela.

Rogelio entra recorriendo con la vista el lugar, que era iluminado por una luz tenue. Al mirar con más detenimiento, se da cuenta que hay una parte idéntica a las pistas de baile y detrás de ella un escenario donde seguramente se presentaban los animadores, (Solo esperaba que su esposa no hiciera con esa pista lo que parecía). Conforme seguía avanzando, las luces se apagaban excepto donde estaba un enorme sofá color rojo. Como el usar las muletas lo cansaba de los brazos, se sienta a esperar a su esposa.

Al momento de que termina de acomodarse, se comienza a oír una melodía y una voz que cantaba una hermosa canción de amor. Al voltear al escenario, ve que era Paula quien lo hacía. Ella tenía puesto un hermoso vestido largo color marrón un poco flojo del vientre pero ceñido en la cintura y el pecho. Con un escote que no dejaba mucho a la imaginación. Su cabello lo tenía recogido en un chongo con algunos cabellos sueltos.

Paula había compuesto una canción especialmente para él. En la que describía todo lo que la hacía sentir, así como las pruebas que estaba dispuesta a superar con tal de estar juntos. Comienza a acercase sin dejar de cantar, al estar enfrente suyo, le extiende la mano para que se levante. El por inercia lo hace, ya que estaba completamente hipnotizado por la belleza de su esposa y su hermosa voz. Tan sumido se encontraba en ese embrujo, que no se dio cuenta que ella lo conducía a la pista de baile, donde se detiene y con precaución le quita las muletas. En ese momento él se percata de su plan y quiere negarse, pero Paula lo besa para infundirle confianza.

AP: ¡Por favor Rogelio!, ¡confía en mí!

R: Paula, sabes que yo no... (Ella le pone un dedo en sus labios para callarlo).

AP: No es lo que piensas, solo quiero que cierres los ojos y me abraces.

Con cierta resistencia, él la obedece. Ella le quita completamente las muletas y se las da a uno de los empleados del lugar. Después le coloca sus brazos alrededor de su cintura, y mientras lo abraza, se mueve provocando que él lo haga también. En ningún momento se movieron del lugar donde estaban parados, pero Rogelio sentía perfectamente la sensación de estar bailando con la mujer que ama. Así como Paula cumplía con el pequeño sueño que tuvo la tarde del día anterior.

La melodía continuaba junto con la canción, que ahora era cantada en el oído de él. Al terminar de expresarle sus sentimientos, Paula lo besa de manera dulce, (más para evitar que su deseo sea haga mayor y se olvide que hay gente mirando). Sin embargo no lograba controlarse, porque se vuelve imperante la necesidad de entregarse a su esposo.

AP: (separándose), Rogelio, tenía pensado permanecer más tiempo aquí, pero te necesito tanto, que te pido que vayamos a que te de tu cuarta sorpresa. ¿No te molesta?

R: ¿Tú crees que me molesta?, ¡si es lo que estoy esperando desde hace mucho!

Ambos se sonríen, y antes de retirarse de la pista, vuelven a besarse. Una vez en la limusina, no pueden evitar darse demostraciones de amor, poniendo un poco incómodo a Pancho, que aceleraba para no llevarse un bochornoso recuerdo de la capital.

Finalmente llegan a la cuarta sorpresa. Ésta sería entregada en un departamento. No había mucha diferencia entre el penthouse y ese lugar, (al menos a simple vista), solo que ahí vivían familias y no solteros. Paula le muestra todo hasta llegar a un departamento pequeño muy bien amueblado. En la mesa del comedor, ya se encontraban los platos y copas. Ella le pide que siente mientras va por lo que preparara para él. Rogelio estaba muy contento por las cosas que hizo Paula para arreglar su situación. Aunque él no podía durar mucho tiempo enojado, ya que en menos de veinticuatro horas, daría su brazo a torcer, y hubiera sido capaz hasta de rogar que lo perdonara. Su esposa vuelve con un pastel de chocolate.

AP: ¡Éste lo preparé aquí!, por eso no te preocupes. El otro ya te obligaré a comértelo mañana.

R: Depende que tan feliz amanezca.

AP: (besa su mano), Te aseguro que amanecerás tan feliz, que no querrás irte.

Rogelio solo puede sonreír, porque ella con tan solo una palabra, lograba hacer de él lo que deseara.

Paula sirve un pedazo del rico pastel en un solo plato.

AP: ¿No te molesta si lo compartimos?

R: ¡Claro que no!, si de ese modo se disfruta más.

AP: Solo que no se te olvide que tienes que darme prioridad, porque tu hijo debe alimentarse bien.

Él comienza a darle probadas de pastel, que ella se termina con rapidez por el apetito tan grande que tenía. Continúan así, hasta que Paula decide que es hora de degustar de una forma más excitante el postre, poniéndose la mitad de la pieza en la boca y ofreciéndosela para que la tome como más le plazca. El juego era bastante delicioso y muy provocador, porque con el roce de sus labios, la necesidad crecía mucho más.

Sin poder evitar su enorme deseo por su esposo. Paula se levanta para entrar al cuarto, él la sigue y cuando están lo suficiente cerca de la cama, se dan el último empujón con un beso tan embriagador que se dejan caer sobre ella, mientras se acarician desesperadamente. Cuando Rogelio está por comenzar a quitarle el vestido, se detiene a mirarla, haciendo que Paula se desconcierte.

AP: ¿Qué te pasa Rogelio?

R: Es que no sé si quieras ir a cambiarte de ropa, ¡digo!, para que estés más cómoda.

AP: No quiero. Pero entiendo lo que debiste pasar por mi inseguridad. Amor, no hay nada que me guste más que tú me vayas descubriendo lentamente con tus manos. Solo que con eso de que mi cuerpo ha cambiado por el embarazo, sentía algo de pena de que me vieras.

R: Yo no sé de eso, solo sé que me encantas, porque cada vez que te cambias pensando que no te veo, quedo maravillado con la figura tan hermosa que tienes. Y me lleno de impaciencia de que los meses pasen más aprisa para poder ver tu vientre en todo su esplendor.

AP: (llorando), ¿De verdad?, ¿eso es lo que sientes?

R: Por supuesto. Pero si te sientes incómoda, yo respeto tu decisión.

Paula lo besa y hace que se gire para que ella quede encima. Debido a la pasión que le proporcionaba con ese gesto, Rogelio se olvida de lo que estaban hablando y comienza a bajar el cierre del vestido, aunque como se encontraba debajo no conseguía quitárselo. Viendo la desesperación de su esposo, Paula lo ayuda con su labor, no sin antes desabrochar el saco y la camisa para acariciar su pecho. No tardan demasiado en estar completamente liberados de la ropa.

Rogelio intenta por todos los medios tomar el control de la entrega, pero Paula quiere ir más lento para compensar a su cuerpo, por tantos días de no sentir las caricias de su esposo. Como ve que no había manera de que lo dejara terminar con su impaciencia de hacerla suya. Coloca sus manos en su vientre, acariciándolo con suavidad. Ella al sentir el contacto, le permite ponerse sobre ella. Él continúa esparciendo besos por todo el cuerpo de su mujer, deteniéndose en su vientre para proporcionarle todas las caricias y besos que desde hace mucho quería darle. Paula abre los ojos, al sentir tan placentera muestra de amor, que con sus manos le devuelve el gesto al cabello de su esposo. El tiempo que tarda en acariciar y besar su vientre le pareció tan corto, que se quejo en cuanto él regreso a besar sus labios.

AP: Señor Montero, no es justo que me deje así.

R: ¿Qué se siente?, eso le pasa por no sincerarse antes y desperdiciar un mes entero.

AP: Tú tampoco me hablaste de tus inseguridades, por eso estamos a mano.

Rogelio se ríe, y para tranquilizarla, besa de nuevo su vientre, mientras trata de controlar su necesidad de ser un solo cuerpo con ella. En el instante en que el éxtasis de su deseo se hace mayor, él la hace suya. Paula se encuentra tan llena de sensaciones exquisitas, que aunadas con la falta que le hiciera su marido, no puede evitar dejar salir los gemidos de placer que había contenido y lo abraza con una fuerza superior a las que normalmente tiene.

En ese momento, ambos parecen bailar, y sienten que escuchan melodías de amor. El vaivén de sus cuerpos aumenta para disfrutarse más. Por fortuna Rogelio al comenzar a caminar, extendía bastante el tiempo de placer que requería su mujer para obtener un clímax enloquecedor. Paula no quería que acabara, pero su esposo cumplía tan bien con su función que no podía evitar dar su último gemido de enorme placer, que hace que los dos se dejen caer por el cansancio, aunque muy contentos de volver a pertenecerse.

AP: Rogelio, muchas gracias.

R: Las gracias te las doy a ti por tan hermosa noche y por los detalles que tuviste conmigo.

AP: No solo te agradezco este momento tan bello, sino todas las cosas que haces por nuestros hijos y por mí cada día.

R: Tú me has dado mucho más desde el momento en que me aceptaste. La única queja que tengo, es que me copeen mis ideas.

AP: ¿Tus ideas?

R: Todo lo que planeaste, desde el arreglo floral hasta este lugar, yo ya lo había hecho en Tuxtla.

AP: Pero no me cantaste una canción compuesta por ti. Eso es obra mía.

R: Ta bueno, vamos a dejarlo en que tuviste la mitad de la idea.

AP: (le besa el cuello), Rogelio, ¿cuánto tardas en esto?

R: (riéndose), no sé, pero es bastante, ¿por qué?

AP: Porque me debes un mes y si lo multiplicas por los minutos, creo que te faltarían horas de la noche para pagar la deuda.

Rogelio se voltea fingiendo dormir.

AP: ¡Oye!, ¿acaso no quieres?

R: Sí, pero aún no se me pasa la cruda. Mejor mañana seguimos.

AP: (indignada), ¡Está bien!, pero entonces voy a reconsiderar aceptar.

Rogelio voltea rápido para abrazarla y besarla. Aunque al principio ella se niega, no puede evitar rendirse a los besos del hombre que ama. Por eso Rogelio se mentaliza de lo larga, pero grandiosa noche que tienen por delante.

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