CAPÍTULO 15
Tan solo tenía unas horas de no verlo, pero se sentía triste. Desde hace mucho tiempo que no derramaba una sola lágrima y ahora parecía una magdalena, aunque ni siquiera estaba segura de la razón de encontrarse en semejante estado. María y Dany habían preferido dejarla sola para que se tranquilizara.
Mientras eso pasaba, fueron a la cocina a preparar un postre.
Dany: ¿Qué le estará pasando a Ana Paula?, o ¿acaso así se pone siempre cuando Rogelio sale de viaje?
María: No Dany, ésta es la primera vez que la veo comportarse de ese modo. Rogelio varias veces se ha ido con Pancho para atender a algunos clientes y tarda unos días más de lo que dijo en esta ocasión. No te niego que si se pone un poco triste, pero nunca a este nivel.
Dany: Pues ahora entiendo menos su actitud.
María: Yo únicamente me puse así cuando me embarace de Cynthia. Pero en el caso de Paula, eso es imposible, por lo de Rogelio.
Dany recordó lo que una vez le dijera Ernesto sobre Rogelio. En aquella ocasión le pidió que le ayudara con unos medicamentos para un tratamiento especial, pero se suspendió cuando no vieron resultados, por eso sería muy difícil que hubieran funcionado con el pasar del tiempo, ¿o no?
Dany: María, el pastel está listo, voy con Ana Paula para que baje.
María: Espero que quiera, porque con eso de que no tiene apetito, lo dudo.
Dany: Yo la convenzo María. Usted puede ir decorándolo mientras la traigo.
María: Con gusto Dany.
Dany sube al cuarto del matrimonio. Tocó la puerta dos veces pero no le contestaban, así que entró un poco preocupada porque con esos cambios de humor de su amiga, fuera hacer una tontería. Cuando la ve acostada en la cama abrazada de una camisa que seguro era de Rogelio, siente alivio. Se le acerca y la mueve para despertarla.
AP: (exaltada), ¿Rogelio?
Dany: No Ana Paula, soy Dany.
AP: Perdóname Dany, ¿Rogelio ya se comunicó?
Dany: ¡Amiga! tan solo tienen tres horas de que se fueron. Lo más probable es que llame en cuanto llegue al Hotel.
AP: Quedó de hablarme cada tres horas, así que espero que lo cumpla.
Dany: ¡Pero Ana Paula!, ¿no crees que estás exagerando?, con tan solo una llamada cuando llegue y otra antes de dormir, para mí sería más que suficiente.
AP: ¡Para ti!, pero no para mí.
Dany: Bueno, no quiero discutir contigo, (la toma del brazo para que se levante), mejor acompáñame, porque te preparamos un postre que sé te va a gustar mucho.
AP: No quiero Dany, pero gracias.
Dany: (perdiendo un poco la paciencia), No te pregunté si querías, te estoy diciendo que vengas y no admito un ¡no! por respuesta.
AP: (fastidiada), ¡Está bien Dany!, pero que conste que te advertí que no quería comer nada.
Ambas van a la cocina y se sientan en la mesa. María les sirve su porción a cada una y Dany comienza a platicar de todo lo que hizo en la clínica. Paula por su parte la escuchaba sin dejar de comer el pastel que en verdad estaba delicioso, era tan rico el sabor que tomo otra pieza más grande. María y Dany la miraban un poco confundidas, pues estaba dándole mucha más atención al pastel que a ellas.
AP: (dejando de comer), ¡¿Qué?! ¿Me preguntaste algo Dany?
Dany: No Ana, pero es que llevas casi la mitad del pastel y me sorprendió porque según tú no tienes hambre.
AP: No dije que no tuviera hambre, pero sé que en unos minutos me arrepentiré de haberme comido el pastel.
María: ¿Y por qué Paula?
No le dio tiempo de contestar, porque salió lo más rápido que pudo de la cocina.
Dany: (sorprendida), ¡Hay por Dios!, ¡entonces sí funcionaron!
María: (¿?), ¿Funcionaron?, ¿qué fue lo que funcionó Dany?
Dany: Discúlpeme María, ahorita regreso.
Dany subió corriendo detrás de Paula, que enseguida de llegar a su recámara, entra al cuarto de baño. Dany se sienta en el sillón a esperarla. Luego de unos minutos, Paula sale un poco pálida y se sienta junto a su amiga, que no le quitaba la vista de encima.
Dany: Tú no estás enferma, pero eso lo sabes bien.
AP: Sé lo que te estás imaginando, y no te niego que al principio yo también lo pensé, pero no creo que la mejora de Rogelio sea tanta como para permitirle regalarme esa dicha.
Dany: (toma sus manos), Ana Paula, yo sí creo que sea posible, porque en todo este tiempo, Ernesto procuró que Rogelio se mantuviera en condiciones por medio de un tratamiento que tú aceptaste.
AP: ¿Cuándo acepté algo así Dany?
Dany: Eso no es lo que importa Ana Paula. Lo que debes hacer es confirmarlo.
AP: Tengo miedo. Sería muy duro que me haga ilusiones y luego resulte que únicamente era el estrés.
Dany: No pierdes nada amiga, o es que ¿acaso dejarás de ser la mujer feliz que has sido hasta ahora, si resulta que no era lo que pensabas?
AP: ¡Por supuesto que no! Si Rogelio y mis hijos son mi felicidad.
Dany: Entonces, ¿cuándo vamos a hacerte los análisis?
AP: Ernesto no se encuentra, así que será hasta que regrese, (pensando), aunque, creo que podrá ser mañana.
Dany: ¿Mañana?, pero ellos regresan dentro de tres días.
AP: Si Rogelio no cumple con lo que me prometió, entonces te juro que será mañana.
Aunque quería, Dany simplemente no podía comprenderla. Lo que sí sabía, era que esos síntomas, significaban mucho más que estrés. Paula comienza a bostezar y se disculpa, porque a pesar de que lo intenta, el sueño es mucho más fuerte que ella. Cuando Dany la deja sola, se levanta y toma su celular para ver si hay alguna llamada registrada, pero como no hay ninguna, nuevamente se pone a llorar. Con esa desolación se acuesta abrazándose a sí misma para intentar reconfortarse, por instinto acaricia su vientre y cierra lentamente sus ojos húmedos por las lágrimas, para darle paso al sueño que le permite divisar la imagen de la persona que más la hace feliz.
Hotel de Tuxtla-pasadas las seis de la tarde.
La camioneta y el jetta negro se estacionan enfrente del hotel. Pancho como siempre, se baja aprisa para ayudar a su patrón. Jennifer lo espera y Ernesto se adelanta junto con Laura para pedir los cuartos. Cuando Rogelio está en su silla, manda a Pancho para que pague. Pancho estaba muy nervioso por lo que le diría a su patrón, pero tenía órdenes de mayor peso.
Pancho: ¡Patrón!, ¿no se le está olvidando algo?
R: ¿Cómo qué?
Pancho: Es algo que solo usted debe recordar. ¡Acuérdese!, es muy importante.
R: (golpeándose la cabeza), ¡Me lleva!, ¡perdón Jennifer!, me imagino que por andarnos esperando se les hizo tarde para su vuelo.
Jennifer: What?, ¡Rogelio!, tu empleado tiene razón, se te olvida algo, aunque yo creo que se te olvida todo, porque nosotras nos vamos en cuatro días. Te lo dijimos desde la semana pasada.
R: ¡Es cierto!, ¡que bárbaro!, hacía tiempo que nada se me olvidaba. Tengo días de andar un poco distraído, supongo que el golpe que me di en el accidente me afecto más de lo que creía.
Jennifer: (riéndose), ¡Ahora se le llama accidente!
R: (¿?), ¿De qué hablas Jennifer?
Jennifer: Qué tu estado distraído está ligado a lo que le está pasando a tu esposa.
R: ¿Qué tiene que ver lo que le pasa a ella, con lo que me pasa a mí?, (comienza a recordar), ¡Caramba! Ya me acordé, permiso debo hacer una llamada.
Jennifer: ¡Pobre hombre!, y lo que le falta.
Pancho: (aliviado), ¡Qué bueno que se acordó!, voy a alcanzar al doctor Ernesto, dispénseme señorita.
Jennifer: ¡Oye!, no se te ocurra dejarme sola. (Lo jala del brazo), No eres lo que esperaría de un acompañante, pero me conformo, así que vamos los dos juntos.
Ambos entran al Hotel. Un poco más alejado de la entrada, Rogelio se comunica a la Hacienda, y le contesta Hugo.
R: Hugo, por favor comunícame con Paula.
Hugo: Parece que está dormida porque María se lo dijo a Consuelo cuando llamó hace rato. ¿Quiere que mande a que la despierten?
R: No Hugo, si se levanta antes de que te vayas al Rancho, le avisas que le llamé.
Hugo: Yo le digo patrón.
R: Gracias.
Rogelio cuelga y se va a dormir, porque últimamente se encontraba cansado, aunque a diferencia de Paula, él trataba de mantenerse lo más activo que su cuerpo le permitía.
En la Hacienda, la hora en que Hugo se fuera al Rancho estaba a escasos minutos, (él junto con Consuelo vivían en la casa del Rancho la Negra). Esperó otro poco para ver a su patrona, pero nunca bajo. Como se entretuvo haciendo otras cosas, se le hizo tarde y se retiró tan rápido que se le olvidó dejar el recado.
A la mañana siguiente Paula se levanta con la ropa del día anterior. Desde que cerró los ojos no volvió abrirlos hasta ese momento. Inmediatamente verifica si su celular tiene alguna llamada, pero como ayer, éste seguía sin una sola. Decide que el plazo que se impuso para esperarlo se acabó, y comienza a mandar un mensaje.
Restaurante del Hotel de Tuxtla.
Los cuatro se encontraban tomando su desayuno.
Laura: Les agradezco mucho que nos acompañaran hasta acá, pero Rogelio, ¿recuerdas que te dije que vendríamos por negocio con un residente de esta localidad?, por eso estaremos fuera del Hotel lo que resta del día, así como los que sigan.
R: ¿Me lo dijiste?, lo siento Laura, se me debió haber pasado. De todas formas no te preocupes que Ernesto y yo también tenemos un asunto que atender aquí.
Ernesto: Así es Rogelio, por eso me temo que debemos irnos porque concerté una cita que es dentro de una hora, pero me gustaría llegar antes para hablar con el director sobre lo que necesitas para iniciar con los ejercicios.
Jennifer: Pues si Rogelio continúa comiendo así, dudo que resista las rutinas de ejercicios, por eso te deseo suerte Doc.
R: Pos si no fue mucho lo que pedí, escasos tres platillos nada más.
Jennifer: Una pierde el apetito y el otro lo gana.
R: ¿Sabes Jennifer?, desde ayer me estás diciendo cosas muy raras.
Laura: Rogelio, aunque es poco el tiempo que la conoces, no te deberías de sorprender. Jennifer es de las que gusta de sacar de contexto a todo el mundo ¿verdad?
Jennifer: Demostrar que pienso más que cualquiera es una de mis metas en la vida. Pero pensándolo bien, mejor dejo que lo descubras solo.
R: ¿Descubrir qué?, ¡Jennifer!, te juro que trato pero no más no te entiendo.
Pancho se acerca a la mesa, interrumpiendo la conversación.
Pancho: ¡Patrón!, ¿me permite un momento?
R: Sí Pancho. Ernesto me adelanto a la camioneta, te espero allá. Laura, Jennifer, nos vemos en la noche.
Rogelio se va con Pancho, mientras en la mesa, dos quieren salir de unas dudas que se les formaron durante la plática. Pero como dijera Jennifer, lo mejor era que las cosas se dieran por sí solas. Además no quería arruinar la sorpresa.
En la Hacienda del Fuerte.
Consuelo llegó junto con Hugo porque su patrona no había ido ayer al Rancho y parecía que tampoco tenía pensado presentarse ese día. María fue a buscar a Paula, pero no la encontró dentro de la casa. Comenzaba a preocuparse cuando la vio bajar de una de las camionetas de la Hacienda. A pesar de que le grito para que volteara, parecía que Paula estaba más enfocada en otras cosas. La siguió hasta su recámara, donde la encontró sacando una maleta del clóset.
María: ¿A dónde vas Paula?
AP: Con mi marido.
María: ¡Pero hija!, Rogelio te dejó aquí porque no quería que te pusieras mal al ver de nuevo el sitio donde cayó el coche.
AP: Rogelio piensa por otros María. Pero el verdadero culpable de mis cambios de humor es él. Por eso se lo voy a ir a decir, para que aprenda a no huir de sus responsabilidades.
María: ¿Y quién te va a llevar?
AP: Me voy en la camioneta hasta la mitad del camino. Después van a pasar por mí para continuar con el resto.
María: Hay Paula, al menos dime ¿quién va a ir contigo?
AP: Si te lo digo capaz que le avisas a Rogelio y me frustra el plan.
María: ¡No seas inconsciente Paula!, espera al menos a que mi niño llame, o mejor llámale tú.
AP: Ya lo esperé mucho tiempo, además, necesito saber algo y qué mejor que el Hospital de Tuxtla para que me saquen de dudas hoy mismo.
María intentaba persuadirla, pero de por sí Paula es terca, ahora estaba peor. Sin más tomó su maleta y se fue dejando a María con medias palabras en la boca. Antes de subir a la camioneta, le dio unas indicaciones a Consuelo. Hugo se ofreció a llevarla, pero ella se negó porque quería despejar su mente. Como última orden les pidió que si Rogelio hablaba le dijeran que estaba dormida. Enseguida salió de la Hacienda con la esperanza de que aquello que pensaba fuera cierto para compartir esa alegría con él.
Hospital de Tuxtla.
Finalmente después de unas horas de visita a un centro especial para tratamiento de padecimientos motrices. Rogelio y Ernesto fuero al Hospital para solicitar unos estudios que necesita para comenzar con los ejercicios. Como Pancho le pidió permiso a su patrón para resolver un asunto personal, Ernesto era el que estaba ayudándolo a bajar de la camioneta. Rogelio entró solo a un área donde le realizarían unas pruebas (Ernesto no pudo entrar, porque tenía mucho tiempo de haberse dado de baja en ese lugar). Mientras lo esperaba se puso a leer unas revistas médicas, de pronto ve que una persona se pone enfrente de él. Con tan solo ver las botas negras comenzaba a imaginar de quién podría tratarse, y al levantar la vista se da cuenta que no estaba equivocado.
AP: ¡Buenas tardes Ernesto!, ¿me podrías decir dónde está Rogelio?
Ernesto: ¡Paula!, ¿Qué estás haciendo aquí?
AP: Vine a buscar a mi esposo y a ver si podían hacerme unos análisis urgentes. Pero contéstame lo que te pregunte.
Ernesto: (nervioso), ¿Rogelio?, pues es que no lo he visto, vinimos juntos pero él tuvo que irse con Pancho y no han regresado.
AP: (sarcástica), ¿Con Pancho?, ¡oye Ernesto!, no sabía que hubiera otro Pancho aparte del que viene para acá y quien por cierto me trajo hasta aquí.
Ernesto ve detrás de Paula y efectivamente Pancho se dirigía a ellos.
AP: ¡Mira Ernesto!, ya no te voy a insistir para que me digas en donde está Rogelio, porque en parte me conviene que no ande por este lugar. Lo que sí quisiera es que me ayudes a que me hagan unos análisis urgentes.
Ernesto: ¿Qué clase de análisis?
AP: (bajando la voz), de embarazo.
Ernesto: ¡Ana Paula!, ¿entonces tú crees que puedes estar esperando un hijo?
AP: No estoy segura, por eso quise venir aquí, pues en la clínica tardarían unos días en entregar los resultados y tampoco me animé a comprar una prueba casera.
Ernesto: Muy bien Ana, deja voy a hablar con un amigo que es ginecólogo, para que te extienda la orden.
AP: Muchas gracias Ernesto.
Ernesto se va con su amigo, y Paula se sienta un momento porque desde antes de llegar a Tuxtla, se comenzó a marear. Aunque había dicho que le convenía que Rogelio no estuviera, en esos momentos deseaba más que nada tenerlo a su lado. Ernesto regresa con un hombre mayor que era el ginecólogo, éste le dice que lo acompañe para que se le realicen los análisis. Antes de ir con él, Paula le pide a Ernesto que si Rogelio vuelve, por nada del mundo le diga que ella estaba ahí y mucho menos la razón por la que fue.
Pasado un tiempo, Rogelio salió de las pruebas. El médico encargado puso al tanto a Ernesto de lo que se observó durante los estudios. Por la cara que ponía su amigo, Rogelio estaba seguro que todo estaba bien y que si se esforzaba conseguiría ser el mismo hombre de antes.
Ernesto: (acercándose), Todo parece indicar que tal vez no sea en un año, sino un poco antes, ¡Claro que va a depender de tu fuerza de voluntad!
R: Esa no me va a faltar Ernesto, ¡te lo puedo asegurar!, lo que deseo es que un día no muy lejano Paula vea que valió la pena todo su esfuerzo.
Ernesto: Pues es cuestión de tiempo para que puedas demostrárselo.
R: Ta bueno, ¡vámonos! porque se me pasó llamar a Paula y de seguro que ha de estar rompiendo todo lo que pueda de mis cosas por andar de incumplido.
Ernesto: ¡Este!, Rogelio, adelántate, es que yo quedé de verificar unas cosas con un colega, pero en cuanto me desocupe te alcanzo en el Hotel, y por ayuda no te preocupes, Pancho ya llegó y te está esperando afuera.
R: ¡Qué bueno!, pensé que iba a tener que tomar Taxi. Entonces nos vemos allá Ernesto.
Ernesto: ¡Claro Rogelio!
En cuanto se va, Ernesto se deja caer en el sillón fatigado por tantas presiones de sus dos amigos. Realmente no entendía ese afán de ocultarse las cosas, pero como amigo, su deber era apoyarlos aunque no estuviera de acuerdo con ellos.
Los minutos pasaban y nada que Paula se apareciera. Se suponía que solo era una toma para el análisis, pero no pensaba que se llevaría mucho tiempo. Al levantarse para investigar por qué se tardaba tanto, la ve venir. Cuando llega con él Paula lo abraza mientras lloraba de una forma que no se sabía si era de felicidad o decepción.
Ernesto: Ana, ¿qué te dijeron?
AP: (calmándose), Ernesto, necesito pedirte otro favor.
Ernesto: El que quieras Ana. Siempre y cuando esté en mis manos.
Paula le explica lo que necesitaba y después salen del Hospital. Él toma un Taxi, mientras ella se queda un momento más, tratando de asimilar todo lo que estaba pasando. Cuando se siente un poco mejor, sube a la camioneta para dirigirse a un lugar que en ese instante necesitaba más que nunca.
Hotel de Tuxtla
Ernesto llega muy deprisa porque necesita hacer lo que Paula le pidiera. El primer lugar al que va es al cuarto de Rogelio, pero antes de tocar una recamarera le dice que lo vio en el comedor, por lo que se dirige ahí.
Rogelio estaba tratando de comunicarse con Paula. En la Hacienda le informaron que estaba dormida, pidió entonces que la despertaran, pero Consuelo le dijo que no podía porque así se lo ordenaron. Eso le comenzaba a parecer extraño, porque en primer lugar, ¿desde cuándo dejó de tener autoridad en su propia Hacienda?, segundo ¿qué hacía Consuelo a esas horas ahí, si ella se encargaba del Rancho?, tercero, ¿por qué Paula no le contestaba el celular?, todas estas preguntas lo estaban desesperando, que lo único que se le ocurrió fue regresar para verificar que su esposa estuviera bien. Haciendo una seña, le indica a Pancho que se acerque y le pide que prepare la camioneta porque van a volver a la Hacienda.
Antes de que pudiera subirse, Ernesto lo alcanza.
Ernesto: ¿A dónde vas Rogelio?
R: Me regreso a la Hacienda porque Paula no ha querido tomarme ninguna llamada y eso me inquieta.
Ernesto: Rogelio, yo puedo decirte en dónde está tu esposa.
R: ¿Cómo que en donde?, Paula está en la Hacienda.
Ernesto: En realidad Rogelio, Ana Paula está en Tuxtla "en el lugar donde depositan los recuerdos más bonitos e importantes de su vida".
R: Esas palabras son las que le dije a Paula hace mucho tiempo. ¡Eso quiere decir que has hablado con ella!
Ernesto: Así es Rogelio y me pidió que te avisara donde está, porque desea verte.
R: ¿Y por qué te lo dijo a ti, en lugar de llamarme a mí para que la buscara?
Ernesto: No es el momento de que hagas preguntas, sino de ir con tu esposa. Ella te necesita a su lado.
R: Tienes razón, perdóname Ernesto, ¡Pancho!, llévame con Paula, tú sabes a donde.
Pancho: Enseguida patrón.
La camioneta se aleja muy rápido. Ernesto la mira hasta que se pierde de su vista y se da la vuelta para entrar al Hotel.
Todo el camino Rogelio trataba de descifrar ¿que pudo suceder? para que Paula viniera a Tuxtla. Más específicamente en ese sitio tan sagrado para los dos. Al llegar le indica a Pancho que lo dejara afuera de la casa y que regresara al Hotel. Rogelio entra y observa lo hermoso del lugar. Recuerda que cuando la llevó, ese terreno no tenía ninguna planta en el enorme jardín que rodeaba la casa, así que le pidió que le ayudara a plantar unas rosas blancas cerca de la ventana del único cuarto que tenía y donde ahora se apreciaba una enredadera de esa flor por todo el marco del ventanal. En el resto del jardín, un gran número de plantas y flores de distintos tipos. Al mirar la casa, le parece raro que no haya ninguna luz encendida, y como estaba anocheciendo le costó un poco encontrar el apagador. Al encenderlas visualiza la estancia principal completamente alfombrada y conformada por una pequeña mesa con dos sillas, un sillón, un librero al que se acerca para mirar las fotos de los eventos más importantes; la primera comunión de Margarito, los cumpleaños de sus hijos, sus dos aniversarios, la graduación de Hugo y Consuelo (también de la boda de la que fueron padrinos), las reuniones con los empleados de las dos propiedades, sus visitas al D. F. y demás estados. Mientras las veía se remontara al instante de cada uno de los acontecimientos y para tener una visión más nítida, cierra sus ojos para apreciarlos mejor.
De pronto unos brazos lo rodean y comienza a sentir como le besaban el cuello.
AP: Te esperaba mi amor.
Él se da vuelta y mira a la mujer más hermosa que jamás haya conocido. Paula usaba un vestido azul entallado, largo con escote de corazón (sin tirantes) debajo del pecho un adorno que rodeaba todo el torso de color plata. Su peinado era una diadema de trenza que dejaba libre el cabello sobre sus hombros.
Rogelio la mira con mucha atención y se da cuenta que sus ojos brillan de una forma tan deslumbrante que le transmiten una extraña felicidad, además de que había algo que la hacía verse aún más bella de lo que ya era.
R: (extasiado), Paula, realmente hoy te ves mucho más hermosa que nunca.
Paula no dice nada, aunque su sonrisa crece con lo que le acaba de decir. Se acomoda el vestido y se sienta en sus piernas.
AP: (acariciando su cara), ¿No vas a preguntarme por qué vine a Tuxtla? O ¿para qué te pedí que vinieras aquí?
R: ¿sabes?, antes de verte tenía planeado regañarte por tus actos tan alocados de venir sin consultármelo, además de la manera en la que me preocupaste desde ayer que no me contestaste las llamadas.
AP: Yo iba a hacer lo mismo en cuanto te viera. Pero ahora hay un motivo más importante que me hizo olvidar la desesperación en la que me dejaste.
R: (hablando de forma seductora), ¿Así?, y me imagino que el motivo es que me necesitas tanto, como en este instante te necesito yo.
AP: En esta ocasión señor Montero, no es por eso. Pero antes de que te diga que es, primero quiero decirte que tú has sido y serás el único hombre en mi vida, (le da un beso corto), Mi amor, jamás te podrías imaginar, aunque creas que sí, el inmenso amor que te tengo. Por eso te agradezco con toda mi alma y corazón, el regalo más bello que me has dado.
R: (¿?), ¿Regalo?, pero Paula, en estos días no te he dado nada.
Paula cierra los ojos, y tomando la mano de Rogelio la besa, mientras las lágrimas volvían a cubrir su rostro. Rogelio no entendía su actitud, pues aunque estaba llorando, se veía feliz. Ella abre sus ojos para mirarlo y dirige la mano de su esposo a su vientre haciendo que lo acaricie.
AP: Una vez me dijiste que querías hacer de este lugar, un sitio donde todas las cosas hermosas de nuestra vida las compartiéramos aquí. Por eso con el paso de los años hemos traído esas fotos de nuestros hijos, y amigos. Pero si Dios lo permite, en esas fotos pronto habrá un miembro más de nuestra familia, venido de ti y de mí.
Rogelio no comprendía nada o al menos una parte de él aún no asimilaba las palabras de Paula. Pero al mirar hacia la mano que acariciaba el vientre de su esposa, comenzaba a tener una sensación extraña, aunque similar a la que tenía cuando arropaba a Margaro o cargaba a Mary.
R: (temblando), Paula, ¡necesito que me digas por qué siento esto!
AP: Porque es una parte de ti la que se encuentra dentro de mi vientre Rogelio.
El tiempo se detuvo para Rogelio. Aunque quería decir muchas cosas, nada salía de su boca, únicamente su cuerpo tenía ese insistente temblor. Paula al ver que se encontraba totalmente desconectado, hace lo primero que se le ocurrió para tratar de devolverlo a la realidad (besarlo).
Tardó algunos minutos en corresponder al beso que Paula le estaba dando, pero cuando lo hizo, muchas de las emociones que tenía, las comenzó a liberar a través de ese sencillo gesto.
Cuando se separaron, la imagen que Paula vio de Rogelio, nunca sería borrada de su memoria. Él gran Rogelio Montero, hombre de carácter fuerte, seguro, e inquebrantable, estaba llorando de una forma en la que no recordaba que lo hiciera en el pasado, porque las pocas veces que lo vio así, apenas y eran perceptibles sus lágrimas, a diferencia de las que resbalan por su cara en ese momento.
AP: ¡Rogelio!, por favor tranquilízate, no debí decir las cosas de esa manera, perdóname.
Rogelio la abraza con fuerza moderada.
R: Paula, no habría forma de evitar esta reacción de mi parte, porque aunque amo y amaré a Margaro y Mary toda la vida, éste es la primera vez que me dicen que hay una vida que yo ayudé a crear creciendo dentro de la mujer que más amo en el mundo. Por eso déjame liberar toda la dicha que siente mi corazón.
Paula comprende y coloca la cabeza de Rogelio en su pecho mientras él continúa derramando lágrimas que al poco tiempo le contagia a ella. Poco a poco se comienzan a calmar y sin dejar de abrazarse se confortan por medio de caricias.
R: (se ríe), Paula, ya sé por qué tenías esos cambios de humor tan drásticos, por eso espero que regreses a la normalidad, ahora que sabemos el hermoso motivo para que te comportaras así.
AP: Pues te tengo una mala noticia dentro de toda esta felicidad.
R: ¿Cuál mala noticia?
AP: (se levanta), Qué lo más probable sea que siga así por algunos meses más, debido a que mis hormonas están algo descontroladas por el embarazo.
R: ¿Qué?, pero Paula, me parece que puedes controlarlas con medicamento ¿no?
AP: Cuando se está gestando no se recomienda tomar nada más que las vitaminas necesarias para el correcto desarrollo del bebé.
R: ¿Y cómo de cuántos meses estamos hablando que te dure ese descontrol?
AP: Pues como unos cinco o seis meses, ¡si bien nos va!
R: Querrás decir, ¡si bien me va a mí!
AP: (pone su cara de puchero), ¿Entonces me estás dando a entender que no serás capaz de soportar a tu pobre mujer que lleva a tu hijo en sus entrañas? ¡Claro!, como no eres tú quién tiene los malestares.
Rogelio se acerca y la sienta de nuevo en sus piernas.
R: No quise decirlo así Paula. Tienes razón, yo debo ayudarte como padre del chamaco, y si eso significa aguantar los gritos y posibles golpes, lo haré como el macho que soy.
Paula se ríe en sus adentros, pues tendrá la oportunidad de hacer con su amado esposo lo que quiera, aunque pensándolo bien, Rogelio siempre la complace en todo lo que le pide. Pero no estaba de más comprobar que tanto podía influir en él.
AP: Hablando de ayudar Rogelio, hay algo que quiero pedirte.
R: ¿Qué es?
AP: Pues con todo el alboroto de hormonas, necesito que me des esas atenciones tuyas tan agradables.
Rogelio la hace que se levante casi como si necesitara huir de ella.
R: Paula, tú sabes que yo encantado, pero ¿no crees que en tu estado esa no sea una buena idea?
AP: No exageres Rogelio, solo tengo cuatro semanas. Además no hay impedimento para que siga haciendo mi vida de pareja, (fingiendo llorar), pero si así ya no te despierto nada, no quiero imaginarme cuando mi vientre crezca. Por eso lo mejor es que regrese a la Hacienda, ya nada tengo que hacer aquí.
Paula se dirige a la puerta para salir de la casa, pero antes de que la abra Rogelio la toma del brazo y sin decirle nada la jala un poco para que lo siga hasta el cuarto. Ella se pone contenta, porque veía que en verdad su esposo velaba porque estuviera bien y muy feliz.
Al entrar al cuarto Paula se adelanta a sentarse en la cama, pero le parece extraño que Rogelio se quedara a centímetros de ella, mirando al piso. Comenzaba a pensar que se había arrepentido y que se disculparía por no poder hacer lo que le pidió.
R: Paula, había decidido ocultarte esto hasta el momento que fuera un hecho, sin embargo con esta felicidad que me has dado, sé que no sería prudente callarlo, sobre todo porque habrá ocasiones que tenga que dejarte sola y no quiero que pienses que es porque no te amo o que no me interesa mi chamaco.
AP: ¿De qué hablas Rogelio?
Él no dice nada, solo empieza a bajar sus pies del soporte de la silla, y sin dejar de mirarla, se impulsa para ponerse de pie. Con dificultad da dos pasos para detenerse en las columnas de madera de la cama. Paula estaba en shock, pero aún así se levantó para quedar frente a Rogelio.
R: (sonriéndole), Creo que no necesito explicar más. Ahora Paula dime ¿qué te parece?
Ella se movía pero de una forma casi mecánica, quiso tocar el rostro de él pero se desmayó. Rogelio que estaba al pendiente de sus movimientos, abandona las columnas de la cama y la toma en sus brazos antes de que caiga, pero como él todavía no tiene mucha fuerza para mantenerse de pie, se tira sobre la cama con ella encima.
R: (moviéndola), ¡Paula!, amor, despierta. ¡Pero qué idiota soy!, como se me ocurre salirle con esto sabiendo que está muy sensible.
La revisa para cerciorarse que solo se trate de un desmayo. Como parece que sí, se arrastra por la cama junto con ella para colocarla sobre la almohada. Casi toda la noche estuvo a su lado contemplándola (y recriminándose por arruinar tan maravilloso momento), pasaba su mano por el vientre de Paula, y antes de que el sueño lo venciera, se baja un poco para colocar su cabeza sobre la protectora capa que tenía a su hijo.
Los rayos del nuevo día como siempre vienen a despertarla. Paula se mueve tratando de quitar un peso de su cintura, baja su mano y siente cabello. Se incorpora y observa a Rogelio plácidamente dormido sobre su vientre, como lo vio tan tranquilo decidió recostarse y esperar a que se despertara (mientras acariciaba su cabeza). No tuvo que esperar mucho tiempo, pues él al sentir su mano abre los ojos y se sienta para verla.
AP: ¡Buenos días!, ¿estuviste cómodo amor?
R: (preocupado), Paula, perdóname, no quise asustarte de esa manera, (se golpea la cabeza con el puño), pero que imbécil, tenía que haber esperado a qué estuvieras mejor.
Paula se sienta y jalándolo, lo lleva hasta la cabecera de la cama.
AP: Rogelio, yo no estoy enferma, estoy embarazada, y esto que sucedió hubiera pasado con o sin un bebé de por medio.
R: Pero no era el momento, además todavía ni siquiera puedo caminar, solo puedo dar unos cuantos pasos.
Paula lo besa para que se calme.
AP: Eso es más de lo que crees Rogelio, (sonriendo), amor, no sabes lo feliz que me siento, me has dado dos alegrías, aunque si te soy sincera, yo te amo así como te conocí. (Se pone seria), Ahora la voy a tener más difícil, porque sí con todo y la silla tenías a varias mujeres sobre ti, que me espero cuando camines, capaz que se te abalanzan y conociendo el ojo alegre que eres, vas a dejar de amarme.
Rogelio toma su rostro y la besa un poco más pasional de lo que ella lo hiciera, tratando de quitar de su mente esos pensamientos que sabía eran provocados por su descontrol hormonal.
R: (terminado el beso), Nunca habrá ninguna mujer que pueda hacer que deje de quererte, porque tú eres mi vida.
AP: ¡Pues más le vale señor Montero!, porque no me has visto realmente enojada.
R: ¡Ah no!, pensé que ese era tu estado natural.
AP: Rogelio Montero, ¿cómo...
De nuevo la besa, y con esto se dio cuenta de la forma en que la podría tener calmada cuando le den sus arranques de histeria, además no es ningún sacrificio para él.
De repente recordó algo importante y se levanta lo más rápido que sus piernas le permiten. Se sienta en su silla y busca en los cajones del closet aquello que quería darle a Paula desde hace mucho. Ella lo miraba sin entender que podría estar buscando con tanta insistencia.
Finalmente encuentra una caja de terciopelo blanco y regresa con Paula.
R: Esto es lo que quería darte el día de nuestra boda.
Abre la cajita y le muestra a Paula un pequeño dije de corazón con el centro de diamante y contorno de plata, separa ambas piezas y tomando su mano izquierda le coloca la que tiene el diamante, mientras que la otra se la pone él.
Paula no deja de mirar tan hermosa pieza, levanta su mano para verla mejor y al hacerlo está muestra los colores del arcoíris.
AP: Rogelio, ¡qué hermoso dije!, pero ¿por qué esperaste tantos años para dármela?
Rogelio la abraza y pone sus manos en el vientre de Paula. Ella por su parte coloca las suyas sobre las de él
R: Eso ya no importa Paula. Lo único que debe importarnos es ese pequeño o pequeña que viene en camino.
Paula entendía lo que él dijo, pero eso no quitaba que sintiera curiosidad de saber el motivo de guardar ese regalo por tanto tiempo. Rogelio al sentirla ausente, comienza a besar su cuello.
R: Creo que usted me pidió algo anoche señora Montero.
AP: (sonriendo), Sí. Y para salvarte me desmayaste, (se voltea), por eso ahora tendrá que trabajar toda la tarde.
R: ¡Caramba!, eso sí no creo poder hacerlo, soy bueno, pero tengo limitaciones.
AP: No seas mentiroso Rogelio, si con todo y esas limitaciones, te lucías, mucho más ahora que estas más fuerte de todos lados.
Rogelio se ríe, la toma en sus brazos para recostarla en la cama y cumplir como había prometido. Toda la mañana estuvieron amándose (con sus respectivos descansos), y al medio día volvieron a caer presos de Morfeo. Él se quedó dormido al instante, pero Paula tardó un poco más pues aún estaba admirando el regalo que Rogelio le diera. Piensa que habría sido bonito que se lo hubiera dado el día que se casaron, pero siente que tal vez estaba esperando un momento más importante, como ese que estaban viviendo. Cuando estaba a punto de ceder al sueño agradece a su esposo por hacerla inmensamente feliz.
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