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I - Tyrion Lannister

El tiempo había pasado en Desembarco, la muerte de Ned seguía pesando en todo el Norte y su hijo seguía intentado vengarle. En ese periodo, Mayleen Lannister cambió, se volvió más callada, mística y recelosa. Procuró volver a tener la confianza de su madre y mantener una paz con Joffrey, por lo que la vida en la Fortaleza era bastante tranquila.
La joven se encontraba junto a su ventana, una vez más contemplando los confines de la ciudad mientras que leía una carta. Llegaba del Norte con un lacre color gris y un lobo estampado. Robb era el mismísimo emisor. Se trataba se una carta para pactar una paz o una especie de tregua. El chico explicaba que de las tres batallas, los Lannister no habían ganado ninguna, que la bajas por parte de los leones era numerosas y bastante valiosas, Jaime y otros primos de Cersei entre otros.

Básicamente lo que el Rey en el Norte pedía era un intercambio de rehenes: sus hermanas y el cuerpo de su padre a cambio de los Lannister perdidos. Nadie sabía cuál era el paradero de Arya Stark, desapareció del mundo a la vez que su padre, aunque eso no tenía por qué saberlo. Por otro lado, pedía también la emancipación del Norte, como muchos años antes. Mayleen estaba segura de que ante esas condiciones su madre las rechazaría sin dudas.
Abrió la otra carta, esta tenía un sello negro e inconfundible: la Guardia de la Noche. El redactor en este caso era un tal Samwell Tarly y al leer el nombre la joven quedó extrañada. La familia Tarly era vasalla de los Lannister, ¿por qué el hijo heredero de Colinacuerno estaba en el Muro? O mejor dicho, tras el Muro. Continuó leyendo las palabras y sintió un frío recorrerle la espalda al leer ‘los muertos caminan’, pero fue el nombre Jon Nieve el que la hizo pensar.

—Así que has sobrevivido, pequeño bastardo—. Susurró para ella misma a la vez que sonreía. Jeor Mormont le tenía siempre junto a él según el mensaje. En ese momento la puerta crujió y Mayleen se volvió a mirar en un gesto lento y relajado.

—¿Cuándo habéis crecido tanto, sobrina?—. Tyrion sonrió al verla y caminó para llegar a abrazarla.

—Yo también me alegro de veros. No han sido unos buenos meses —la chica recibió a su tío que le besó las dos mejillas—, ¿cómo salísteis del Nido de Águilas con vida?

—Una larga historia, ¿qué ha sido de vuestra vitalidad? No parecéis la misma. ¿Estáis enferma?—. Era cierto, la rubia estaba muy distinta a cuando Tyrion la dejó en Invernalia. Demasiadas emociones, aventuras, descubrimientos…

—Quizás sea porque estoy en los días que florezco. Debería ir a ver las justas que han preparado por el nombramiento de Joffrey. Deberíais buscar a Cersei. Querrá veros—. En el mismo tono monótono y apático, la chica se puso su máscara para hacerse fuerte y continuó su camino.
El hermano de Cersei, sin embargo, se quedó observándola marchar. Conocía a su sobrina y nunca antes la había visto de esa forma, tan ausente y destrozada anémicamente.

—Buenos días lady Mayleen.

—Buenos día lord Stokeworth—. Aquel hombre era el padre de Lollys Stokeworth, una chiquilla adulta sin aún emparejar que vivía en el castillo. Lollys era rubia y bastante mema a decir verdad, no le gustaba pasar demasiado tiempo con ella. Siempre que podía, May la evitaba. Desde el jardín May era capaz de escuchar los golpes de las lanzas descabalgado a los caballeros. En esta ocasión, la celebración tuvo que ser dentro de los muros debido a que la población andaba bastante revuelta por los rumores del Niño rey que era en realidad un bastardo, al igual que el resto de la prole "Baratheon".
La hermana de Joffrey echó un vistazo a todos lados cuando por fin descubrió la cabeza de Sandor entre las personas. Sin prisa se acercó.

—Buenos días, ser Clegane—. El hombre gruñó, sabía que no le gustaba que le llamaran ser.

—¡No soy caballero!

—Lo que digáis—. Tommen corrió al encuentro de su hermana mayor y la estrechó entre sus bracitos. El crío era ajeno a las noticias que circulaban. No era lo suficientemente mayor.

—¡Madre me ha dado permiso para participar! ¡Iré a por mi poni!—. La chica sonrío y le acarició la cabeza, se reunió con Myrcella y se sentó bajo un arco a la sombra.

—Hace una preciosa tarde, hermana ¿por qué no hacéis algo más entretenido?—. Preguntó la mayor agarrando varios mechones del pelo de Myrcella y colocándoselos de nuevo.

—Tommen me pidió que le viera y… Sansa parece triste y vos... también ¿qué es lo que realmente os trae tan distante?

—No es fácil ni de entender ni de explicar. Mirad, en estos meses he descubierto que madre hace lo que sea por mantener a sus hijos a salvo, pero… —se atragantó con sus propias palabras— yo no soy…

—¿Hija suya?—. Respondió en broma la chica para liberar la tensión del ambiente.

—¡Claro que lo soy! No soy lo que ella esperaba. Sabéis que he cambiado desde…

—Desde que Eddard Stark bajó al sur, lo sé. Conozco las historias y supe de vuestra amistad.

—Exacto. ¡No conocía esa forma vuestra del espionaje! —Myrcella dejó escapar una risa— Estoy segura de que habéis oído hablar de la mentira sobre madre y Jaime—. La oír aquellas palabras, el gasto de la pequeña Lannister se ensombreció.

—¿Son reales?

—Stannis quiere el Trono y debía inventar una buena excusa.

—Pues la ha conseguido—. Mayleen forzó una sonrisa tranquilizadora, pero en su cabeza no podía dejar de reproducir la escena con Renly cuando le confesó que sabía la verdad. El asco y desprecio que desprendía su voz aquella noche. No podía olvidar la cara de horror que le puso Eddard cuando descubrió la verdad. Era cierto, los hijos de Cersei eran abobinaciones creadas por el incesto.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el chillido de Sansa rogando piedad le atravesó los oídos. Por lo visto un criado o lo que fuera, un posible caballero borracho, tenía gran cantidad de vino en el suelo, había vomitado.

—¡Dejadle vivir! ¡No puedes matar a nadie en el Día del Nombre, mi Rey!—. Dijo como última esperanza la rehén Stark.

—¡Ridiculeces! ¡Cortadle en dos!—. Pero fue interrumpido por el Perro.

—La chica tiene razón, Alteza. Dicen que lo que uno siembra en el Día del Nombre es lo que se cosechará durante el reinado—. Tras acabar de decir esto, el hombre volvió a su sitio en la fila y Joffrey pareció tener otra idea.

—En ese caso, ¡traedme un barril de vino de inmediato! —unos cuantos guardias salieron obedeciendo sus órdenes y Mayleen tomó la delantera.

—¿Cómo os llamáis mi señor?

—Ser Dontos, princesa. Es para mí todo un honor conocerla y, lady Sansa, me habéis salvado la vida ¡muchísimas gracias! Estoy en deuda con vos—. El borracho caballero se acercó a ella dando pasos poco seguros. La rubia se interpuso en su camino.

—Mi señor, no deberíais acercaros más. No os encontráis en un estado correcto.

Fue en ese instante cuando los guardias llegaron con un gran tonel de vino. Dos hombre más sostuvieron al moribundo caballero y le colocaron la cabeza hacia arriba. Los que tenían el vino comenzaron a vertirlo sobre su boca.

—¡Bebedlo todo y seréis recompensado!—. Rugió Joffrey con cierto tono de alegría en la voz. Mayleen contemplaba indiferente la escena hasta que vio a Dontos vomitar de nuevo.

—Parad. —nadie hizo caso a sus palabras— He ordenado que paréis. Acaso no tienen oídos. Parad ya, es obvio que no lo va a terminar, idiotas—. En esta ocasión los Capas Doradas la miraron y acataron la orden.

—¡Yo soy el Rey, no vos! ¡Os dije que bebiérais el vino, no lo habéis hecho y a partir de ahora seréis despojado de todos vuestros títulos. ¡Seréis mi nuevo bufón!—. Los guardias se llevaron al hombre y al poco tiempo todo se reanudó.

Tommen apareció de nuevo con un poni y como no había rival para él, colocaron un muñeco de paja en otro caballo de pequeño tamaño. El hermano pequeño de los chicos cargó por primera vez y falló, fue él quien cayó de la montura y sus dos hermanas se acercaron a ver cómo se encontraba. Joffrey se echó a reír.

—¡No tiene oponente y aún así se cae!

—¿Qué os hace tanta gracia? Yo también quiero reirme, sobrino—. Tyrion acababa de llegar y los dos hermanos pequeños de Mayleen fueron a saludarle. Ella y Joffrey continuaron en sus lugares: Joffrey porque odiaba a su tío el Gnomo y May porque debía disimular, otra vez.

—¿Qué hacéis en Desembarco?

—Vengo con noticias, Joff. Y puede que no os gusten.

Buenas noches queridos lectores
sé que he tardado en publicar
pero estoy tan ansiosa
por recibiros
que no puedo esperar
más a compartir con vosotros
el primer capítulo de la temporada
Como todo, lo mejor siempre
se debe aparecer poco
A poco. Sé que
no os decepcionará así
que espero que disfrutéis y,
prometo que esto irá en crescendo

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