1.06 Todo funciona un paso a la vez
ㅤㅤㅤAbrir los ojos después de ser golpeado en el rostro hasta el cansancio era una tarea mucho más difícil de lo que una persona realmente esperaría, Sigulf podía dar fé de eso.
Decidido a no quedarse dormido cómo le habían instruido, estuvo al rededor de cincuenta minutos forzando a su única mano sana a moverse.
Tarea más difícil de lo que habría creído, ya que una vez que la mantuvo quieta el tiempo suficiente sobre su pecho, fue difícil volver a moverla después de horas en un mismo lugar.
Pero una vez que lo logró, decidió intentar abrir alguno de sus ojos a la fuerza, ya que la pura ilusión de que se abran por arte de magia no estaba teniendo ningún resultado inmediato.
El tintineo de la esposa de metal que seguía en su muñeca derecha llamó su atención, por supuesto habían logrado quitársela de una sola mano, y quebrándosela por lo que Glenn le había dicho, entonces después de pensarlo durante un momento, concluyó en que tenía sentido que su otra muñeca siga con el par de esposas.
Siguiendo con su terrible plan, la idea de abrir sus ojos a la fuerza no parecía un buena idea por ningún ángulo, pero decidió que no tenía nada mejor que hacer hasta el momento, cuándo intentar ponerse de pie se veía cómo un obstáculo bastante exigente al que todavía no se encontró preparado.
Ciertamente dudaba de que aquél plan ayude en algo a su pronta recuperación, pero aún así, no tenía otra cosa que hacer y, en la bruma de su mente confusa, aquella parecía la mejor opción.
Sentía su mano húmeda por la sangre que había quedado impregnada en la venda, allí en dónde Sigulf había estado sosteniendo su otra mano herida, pero aquello no lo detuvo y con movimientos temblorosos llevó su mano izquierda hasta su rostro, tanteando con las llemas de los dedos cómo se encontraba exactamente, sintiendo el frío metal de la esposa chocando suavemente contra su piel con cada movimiento de su muñeca.
La perspectiva no parecía alentadora, decidió después de recorrer el lado derecho con su mano temblorosa.
Sintió la sangre seca allí en dónde tenía un corte bastante profundo en la ceja, pero, el lado positivo fue que lo único que parecía detener su ojo derecho de abrirse fue la sangre seca que se había acumulado en sus pestañas, y no realmente una hinchazón que haría imposible la tarea de intentar usar la fuerza.
Sabía de primera mano que su otro ojo no había tenido la misma suerte, y cuándo se encontró llegando a su nariz, que por suerte no se sentía quebrada, justo en dónde el puente de su nariz comenzaba, la piel inflamada de sus párpados estaba casi a la misma altura, y el simple desliz efímero de la llema de sus dedos lo hizo sisear de dolor.
Apartando con rapidez la mano de aquél ojo para dirigirla más abajo, allí en dónde su pómulo ardía por un corte que no parecía tener mucha profundidad pero que aún así también estaba rodeado de sangre seca.
Sigulf decidió que no debía verse exactamente encantador ante los ojos de nadie, intentó no imaginarse la manera en la que Kristoff lo habría encontrado una vez que lo rescató.
Ya que, según lo que Glenn había dicho, Kristoff había llegado para liberarlos a ambos.
La mirada aterrada y descompuesta de Kristoff se aferró a los pensamientos de Sigulf mientras intentaba con todas sus fuerzas hacer que su mano izquierda deje de temblar para poder separar sus pestañas del ojo derecho y al menos poder ver en dónde exactamente se encontraba.
La apaciguada respiración de Glenn sobre él le recordó que debía intentar no hacer demasiado ruido, después de todo, Glenn lo había ayudado demasiado y lo único que hasta ahora podría hacer Sigulf en retribución era intentar no moverse demasiado para que Glenn pueda descansar al menos unos momentos en los que Kristoff y su grupo llegaban a la carretera.
Probablemente Michonne también estaría durmiendo, no podía saberlo con seguridad ya que, nuevamente, no podía ver nada.
Aunque de todos modos, Sigulf decidió que no le sorprendería saber que la mujer se encontraba completamente despierta y haciendo guardia.
No la había visto aún, pero por lo que escuchó de ella, parecería la clase de persona que aún herida se quedaría inmóvil en su lugar, revisando el perímetro todo el tiempo que sea necesario.
Después de unos minutos de lucha, en dónde humedeció sus dedos ensangrentados con su lengua y con paciencia comenzó a deshacer la sangre seca de sus pestañas, finalmente pudo abrir su ojo derecho, y después de un pesado suspiro, decidió dejar caer su mano nuevamente hasta su pecho.
Con uno de sus ojos observó lo que hasta el momento sólo había intuido, allí estaba, realmente se encontró fuera de Woodbury.
El cielo se alzaba sobre él en nubes oscuras y estrellas brillantes y no pudo evitar la sonrisa dolorosa que se formó en su rostro, sentía como sus mejillas ardían ante el movimiento pero aún así, finalmente, había escapado.
Decidió repasar con velocidad todo lo que había sucedido en ese invierno, aquél en el que creyó que Woodbury realmente sería el fin de su historia, que aunque intentaba creer no había manera de que escape, y ahora, allí se encontraba, finalmente libre, respirando aire fresco y observando cómo las copas de los árboles danzaban suavemente en el aire cada vez que una fría brisa las movía.
Pronto, aquella idea de no querer ponerse de pie se apartó de su mente a solo un recuerdo lejano aunque tal vez no habrían pasado más de dos horas en dónde había decidido que no era una buena idea moverse.
Mientras observaba hacía arriba su rostro se encontro también con el rostro de Glenn, golpeado y abatido, había decidido descansar durante un rato después de asegurarse de que Sigulf no volvería a dormirse.
Solo soy una persona que le prometió a Kristoff que te mantendría a salvo.
Esa frase resurgió de sus recuerdos, y observó completamente agradecido a Glenn, por todo lo que había hecho por él hasta ahora, aún cuándo tal vez no llevaban más que un par de días de conocerse o menos.
La desconfianza que Sigulf quería tener por todo nuevo sobreviviente que se encontraba en el nuevo mundo, simplemente pareció haberse desvanecido al conocer a Glenn.
Sabía que confíar era ahora una palabra fuerte y que más pocos que muchos realmente se merecían aquello, pero hasta ahora Glenn no había hecho más que demostrarle a Sigulf qué tan confiable fue.
Sigulf tuvo que admitirse primero a sí mismo, y sabiendo que tal vez era un error, que no creía que realmente Glenn sea una persona en la que deba desconfiar.
Después de todo, y en su corta conversación, Glenn ya le había mencionado en dónde se estaban refugiando -esa prisión- y que habían estado haciendo durante todo el invierno, además de cuántos eran en total en su grupo -ahora diez- y otros tantos detalles en los que Sigulf no podía concentrarse porque demasiadas ideas se encontraban en esos momentos atascadas en su mente.
Pero una resurgió con una vibrante energia, y esa fue ponerse de pie.
Y si abrir uno de sus ojos fue una tarea difícil, ponerse de pie no podía ni comenzaba a compararse con ello.
Sigulf creyó que no encontraría una buena palabra para describir el incesante ardor y dolor, casi rozando la insoportable agonía, que fue doblar sus rodillas e intentar impulsarse hacía arriba con su única mano disponible por el momento.
Sus piernas se encontraban casi o más adormecidas, pero después de unos intentos finalmente había logrado flexionarlas, la parte difícil fue decirle al resto de su cuerpo que era lo que seguía a continuación. Sus pies finalmente se encontraron firmes contra el pavimento, y su mano izquierda en un puño hacía palanca hacía arriba.
Por poco logró esquivar el rostro de Glenn, y con más dificultad de la que admitirá ante nadie, logró finalmente ponerse de pie, no sin antes trastabillar un par de veces primero, colocando su única mano hacia adelante por si terminaba tropezando, para que todo el impacto no le de en el rostro, por suerte no hizo falta usar su mano ya que en el último momento logró estabilizarse.
—Ver tanta persistencia en estos días parece irreal. —un murmuro bajo se escuchó a lo lejos, lo suficiente claro como para que Sigulf pueda oírlo a esa distancia.
Pronto descubrió que se trataba de Michonne, la mujer se encontraba recostada contra un auto gris, una de sus manos en una herida bastante fea -por lo poco que logró vislumbrar Sigulf en la oscuridad- en uno de sus muslos y su otra mano firmemente apretada en el mango de lo que parecía una espada.
—¿Persistencia? —repitió confundido Sigulf, sintiendo el sabor amargo de su sangre en su paladar, de todas las vaces que lamió sus dedos para poder abrir su ojo. El sabor a cobre siempre le parecería desagradable pero aún así familiar.
—Estabas allí acostado, sin poder ver nada pero sabiendo que estaríamos vigilando por tí. Podrías haber permanecido allí pero en cambio decidiste ponerte de pie, aún cuándo es comprensible que no quieras hacerlo. Tenías tus excusas para mantenerte dependiente pero preferiste levantarte por tu cuenta. —dijo Michonne, no lo estaba mirando en ese momento pero Sigulf sabía que ella había observado todo su proceso y su camino a ponerse de pie.
—Uh, bueno sí. No estoy particularmente encantado por ser rescatado y dejar que otros se responsabilicen por mí. —admitió Sigulf, encogiéndose de hombros y sintiendo un fuerte pinchazo en uno de ellos con aquél simple movimiento.
—Como dije, parece irreal. También tu obstinada confianza hacía él aunque no lo conozcas. —Michonne hizo un movimiento con su mandíbula en dirección a Glenn, y hasta encontonces Sigulf no había intentado fijarse en el hombre que lo había salvado.
Glenn se encontraba recostado contra la rueda de una camioneta bordó, parecía estar en una posición bastante incómoda ya que su cabeza estaba doblada y cayendo contra su hombro.
Las pequeñas luces de la luna que se reflejaban en el rostro de Glenn le mostraron los mismos oscuros moretones que Sigulf había visto en Glenn aquella vez que ambos se encontraron encerrados junto con Merle.
Ahora de todos modos, Sigulf finalmente había logrado ver su rostro completo y no sólo su perfíl cómo antes. Observó las pestañas de Glenn descansar contra su piel que desde esa buena distancia se veía muy suave allí en donde los puños de Merle no lo habían marcado.
Era joven, decidió Sigulf rápidamente. Antes se habría imaginado que lo era por su voz pero ahora finalmente pudo concluir, parecía de la misma edad que Sigulf, tal vez hasta un poco más chico.
Después de revisarlo durante unos minutos finalmente volvió a mirar a Michonne, sabiendo que ella le había comentado lo extraño que era que Sigulf confíe tan rápidamente en Glenn.
—Puede que no lo conozca, es verdad. —comenzó Sigulf, asintiendo—. Pero aún así me ha ayudado más de muchas de las personas que he conocido desde que el mundo se hizo pedazos, entonces, me entenderás si decido confiar en él.
—Lo entiendo, pero aún así me sorprende. He estado poco tiempo con ellos, parecen buena gente. Pero Woodbury también parecía buena gente.
—No a mis ojos al menos. Y no a los ojos de Kristoff, desde que llegamos sabíamos que algo había mal en el gobernador, simplemente decidimos confíar en un viejo aliado. Merle.
—Tampoco a mis ojos, yo también sospeché desde el inicio, déjame decirte que había algo raro en la forma en que seguían prometiendo una civilización cómo antes, parecían sólo…
Michonne se detuvo durante unos segundos, algo le impedía seguir hablando y Sigulf sólo pudo suponer que se trataba de su otra amiga, aquella que Merle le había contado a Sigulf antes, que llegó a Woodbury acompañada de Michonne.
—Mentiras, eso parecían porqué eso eran. —concluyó Sigulf, observando el firme asentimiento de la mujer.
Ambos se quedaron en silencio un buen rato, simplemente vigilando todo a su alrededor.
Sigulf caminó un par de pasos, acostumbrandose nuevamente a estar de pie, después de tantos meses sentado en una silla, el único momento en dónde lograba estar de pie fue cuando intentaban escaparse y lo único que tenía Sigulf de recuerdo eran las palizas, el castigo posterior.
Entonces se movió y caminó cerca del perimetro que eran aquellos dos transportes, dió toda una vuelta a la camioneta bordó, esquivando a Glenn cuándo pasó cerca, y se movió esta vez hasta el auto gris, sintiendo en cada momento cómo sus musculos comenzaban a acostumbrarse a la idea de caminar y sus huesos tronaban con cada nuevo movimiento.
En un momento, se detuvo en seco y recordó su mano derecha aquella que no podía mover.
Consciente de que ahora al menos podía ver, decidió bajar la vista para observar la mano que seguía apretada contra su pecho.
Mientras que su izquierda se mantuvo en un constante balanceo siguiendo sus pasos haciendo que la esposa de metal choque contra su muslo, la derecha se mantenía firmemente apretada en su torso.
Una descuidada tela cubría su brazo, aquella tela seguramente fue blanca en algún momento pero ahora en su mayoria se encontró teñida por la sangre de Sigulf. Tal vez en algún momento fue parte de una remera.
Aunque Glenn le había comentado que era una fractura expuesta, Sigulf no logró vislumbrar ningún hueso sobresaliente, lo cuál, sea dicho de paso agradeció en silencio, tal vez aquella visión sería aún más aterradora de lo que él mismo ya la había imaginado cuando Glenn se lo contó.
—Dijiste que Merle Dixon fue un viejo aliado tuyo. ¿Lo conociste antes de todo esto?
La voz de Michonne lo sacó de sus pensamientos y su observación, levantó la vista para encontrarse una vez más con el rostro de Michonne de perfíl, ella seguía vigilando.
—No, durante.
Sigulf se detuvo durante unos segundos antes de dar más información, sabiendo que si bien había confiado en Glenn, esta mujer no fue parte del grupo de Glenn y hasta ahora no había dicho demasiado de ella misma además de lo mucho que parecía odiar a Merle.
Tal vez aquél fuerte odio y probablemente con razones a Merle Dixon, logró que finalmente Sigulf continúe.
—Con mi mejor amigo, Kristoff. Estuvimos mucho tiempo escondidos en un hotel abandonado cerca de nuestro campus universitario, cuándo las provisiones del hotel se acabaron, y realmente no eran muchas, debimos seguir camino. En el camino nos encontramos a los hermanos Dixon, justo cuándo estábamos escapando de unos maniáticos ladrones piromanos. Habían incendiado gran parte de un bosque, allí comenzamos a correr los cuatro juntos. Hasta que nos separamos.
Habían faltado demasiados detalles por contar, como aquella vez que los piromanos se acercaron tanto que habían dejado una agresiva cicatriz en la espalda de Kristoff cuándo se detuvo a ayudar a Sigulf que había tropezado en el camino y los Dixon habían estado dispuestos a abandonarlo, o aquella vez que Sigulf había improvisado una bala con un poco de pólvora, un casquillo y un par de mierdas químicas que había guardado en su mochila de su última parada.
Todas esas partes no eran necesarias que Michonne las sepa, después de todo, las únicas personas que sabían ya le habían demostrado que usarían aquella información en su contra.
—Entonces cuando lo viste, no creíste que el lugar pueda ser tan malo. —intentó comprender Michonne.
—No en realidad. Cuándo lo ví con esa sonrisa arrogante, parado justo al lado del líder, terminé de comprender en dónde nos había metido a mí y a Kristoff, pero para ese entonces ya fue demasiado tarde.
Michonne murmuró en comprensión, y el lugar volvió a quedarse en silencio un momento más hasta que las palabras de la mujer resonaron—. Debes saber, de todos modos. Que no le debes nada a ese cretino. Aún cuándo realmente haya querido ayudarlos, no le debes un pensamiento más a un tipo como Merle.
Sigulf pensó durante un tiempo en su respuesta, sabiendo que Michonne no diría más durante un tiempo.
Reflexionó lo que ella había dicho, y se sorprendió al descubrir que la mujer realmente había visto más en Sigulf de lo que aparentó, la creciente disputa mental en dónde Sigulf no sabía si Merle era realmente un enemigo o un aliado.
Pero allí estaba, Michonne tenía razón, sea o no verdad, sea honesto o no. Sigulf no le debía absolutamente nada a Merle.
Con un suspiro asintió para sí mismo, mirando cómo el cielo comenzaba a aclararse lentamente con los colores del amanecer, pronto la perspectiva de un nuevo día terminarían aclarandole muchos pensamientos confusos.
Sigulf la miró y Michonne esta vez si se encontró observándolo. Sigulf le dió un asentimiento, un agradecimiento silencioso por sus palabras, y ella asistió en respuesta.
Puede que Sigulf no confiaría en Michonne tan rápido cómo confío en Glenn, pero parecían ir por buen camino.
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