1.04 Muy noble para su propio bien
ㅤㅤㅤㅤSus ojos se abrieron abruptamente, la escasa iluminación que había en la habitación lo cegó al instante pero aún así sus ojos no podían cerrarse, completamente perplejo por lo que estaba observando.
Estaba allí, en esa maldita habitación una vez más.
Siente como sus sentidos se despiertan gradualmente, y pronto el zumbido que persisitía en su cabeza se desvance y su audición regresa para escuchar los fuertes gritos en la habitación de una persona que aún su vista no logra localizar.
Rápidamente los gritos logran marearlo, la perspectiva de estar despierto y los dolores en distintas partes de su cuerpo le dicen que antes o incluso después de caer inconsciente había seguido recibiendo golpes.
Siente conscientemente cómo sus pulmones se llenan de aire con dificultad, y cree que tal vez podría tener una costilla rota o como mínimo magullada.
Al observar la habitación descubre también que se encuentra sentado justo en dónde todas aquellas semanas había estado Kristoff encadenado al poste.
Siente sus hombros adoloridos por la posición incómoda en la que están sus brazos hacía atrás, sus muñecas atadas con esposas frías de metal que contrarresta con su calida piel que puede o no ser debido a una fiebre.
Inútilmente intenta buscar si tiene una herida de draugr, pero sus ojos siguen sin acostumbrarse a la luz y sólo en sus otros sentidos puede apoyarse.
—¡Tengo que felicitarte! Eres mucho más duro de lo que recordaba. Con razón sobreviviste hasta ahora. Como mi amigo el sheriff abandona a la gente, creí que también te habría dejado atrás hace un tiempo. Pero no fue así, ¿Cierto? Así que dime: ¿Dónde han estado?
Reconoció el tono arrogante y despotista que podía provenir sólo de Merle Dixon. Ese tipo que parecía llevar la insolencia impresa en su voz.
Y aún así, tan rápido cómo logró identificar su voz, recordó también cómo las últimas palabras que había escuchado fueron una confirmación de que éste mismo idiota, que a los ojos de Sigulf siempre había parecido sólo un seguidor más, en realidad había intentado ayudarlos.
La rigidez en su cuerpo puede indicarle a Sigulf que lleva bastante tiempo en esa posición incómoda, pero no puede saber con precisión cuánto ha pasado.
Todo indicaba que Merle aún no se había dado cuenta que estaba despierto y prefirió mantenerlo así mientras Sigulf terminaba de recuperarse y despertarse.
—Es sólo cuestión de tiempo hasta que lleguen aquí a buscarnos. —una voz desconocida resonó en la habitación, aquél a quién Merle le estaba hablando.
La manera en la que Merle había hablado antes de ese sheriff, cómo si el contrario lo conociera, le indicaron a Sigulf que tal vez su nuevo invitado se trataba de alguien que estuvo con Merle en el campamento de Atlanta.
Intentó recordar nombres pero ninguno llegaba a su mente ya que Dixon siempre se aseguraba de darles apodos ridículos.
Pero, sea quién sea el tipo, tal vez podría ayudarlos a él y a…
Mierda, ¿Dónde estaba Kristoff?
Parpadeó un par de veces, su cabeza moviéndose de un lado al otro en busca de su amigo, tal vez él también podría estar desmayado en la habitación.
Recordó la última vez que lo vió, la mirada desafiante que Kristoff le había dedicado al gobernador mientras sentía cómo Merle lo arrastraba de nuevo a la habitación, pero Kristoff jamás los siguió.
No parecía tampoco estar en la habitación, aún cuándo no podía ver correctamente, suponía que Merle o alguien más lo habría golpeado en el rostro ya que una mancha negra decidió instalarse en su ojo derecho sin motivo aparente.
No es cómo si tampoco pudiera intentar verificarlo, tocandolo con sus manos las cuáles se encontraban atadas. Pensó nuevamente en la idea de pedirle un espejo a Merle y terminó volviendo a descartarla.
—Prepararé un pastel y lo decoraré de rosa. ¿Crees que les gustará? Oh por favor, no vendrá nadie. —se burló Merle, su tono lleno de desprecio, cómo fue típico de él.
Sigulf aún tenía sus serias dudas sobre este tipo ayudándolos.
—Rick sí vendrá. Y cuando llegue…
—No hará nada, no si desea recuperarlos a ti y a Bo Peep. ¿Crees que estoy en esto solo?
Esa pregunta desencadenó nuevamente la preocupación de Sigulf por su amigo.
Por supuesto que Merle no estaba solo, el maldito gobernador seguía suelto y vaya a saber Odin que carajos le estaba haciendo a su mejor amigo.
—No pueden contra todos nosotros, somos demasiados. —el desconocido volvió a hablar, su voz sonando desafiante, por supuesto que no sabía al verdadero peligro al que se estaban enfrentando, pero Sigulf no tenía tiempo para explicarle a un extraño cómo él también estaba metiéndose en la boca del lobo feroz sin saberlo.
Sigulf gruñó entre dientes, sintiendo su garganta demasiado seca cómo para hablar pero aún así logró gritar lo suficiente alto el nombre de Merle como para que llamar la atención del contrario.
—¡Oh! Ya despertaste, bien por tí. Después de que te hayan golpeado como un saco de boxeo tenía mis ciertas dudas. —sentía como la voz de Merle se acercaba desde atrás.
Sigulf finalmente cayó en cuenta que efectivamente ellos se encontraban en la misma habitación, por más que no pueda verlos, tampoco sentía sus ojos funcionando demasiado bien y dado que había un poste al que estaba esposado tampoco tenía un gran campo periférico.
—¿Dónde está Kristoff? —fue lo primero que Sigulf logró gruñir, observando como Merle se arrodillaba justo frente a él.
—Tendrás que esperar tu turno para hablar Siggy, ahora estoy teniendo una conversación muy importante con un viejo amigo. —las palabras de Merle sonaron con tal grado de falsa dulzura que sí Sigulf hubiese desayunado algo probablemente tendría que vomitarlo, pero no era el caso.
—No me interesa… Dime. —aspiró una bocanada de aire, intentando que su voz deje de entrecortarse aunque sabía que era difícil, una combinación de falta de hidratación y falta de hablar no lo estaba ayudando—. Donde está Kristoff.
—¿De qué te sirve saberlo de todos modos? —preguntó Merle después de unos segundos mirando el rostro de Sigulf, probablemente no se veía bien ya que Merle sonrió cuando observó algún punto en su rostro.
»—No podrás verlo nunca más. Tal vez está con el gobernador o está encerrado en la habitación de al lado o se lo comieron los muertos o está en el pozo de los lamentos. ¿Qué carajos importa? Ya perdieron su oportunidad chico, tal vez no vuelvas a ver a tu amigo y eso quedará en tu consciencia para siempre. —el afilado cuchillo que la prótesis de Merle sostenía se clavó contra la sien de Sigulf, quién soltó un gruñido y movió la cabeza para que el cuchillo no se clave contra su piel.
Merle apartó el cuchillo y lo miró con atención mientras se mordía el labio inferior, parecía que había algo más que tenía que decirle a Sigulf, algo que estaba dando vueltas en su mente.
Sigulf esperó, pero finalmente Merle apartó la vista, mirando algo detrás de Sigulf y volviendo a poner su rostro duro y serio.
Supuso, que el viejo amigo de Merle se encontraba allí atado en la silla que faltaba en el escritorio en dónde Sigulf siempre estaba sentado.
—Kristoff ya no importa, tienes suerte de que tú aún vales algo. —gruñó Merle antes de volver a levantarse, dejando a un pensativo Sigulf que seguía dando vueltas en las posibilidades.
No tenía sentido discutir contra Merle, sabía que no lograría nada y su posición nuevamente no volvió a beneficiarlo.
Sigulf estaba cansado de parecer débil. Él era fuerte, tal vez más fuerte que la mayoría de hombres aquí en Woodbury, podría combatir un mano a mano casi tan bien como Kristoff.
Sabía que su mejor amigo siempre sería mejor él también sabía que no era malo peleando, simplemente nunca le gustó hacerlo. Sigulf era ingenioso, nunca debía recurrir a los golpes ya que sus palabras fueron ataque y defensa suficiente.
Ahora sus palabras ya no dieron resultado y tampoco tenía posibilidad alguna de pelear, no cuando Woodbury sostenía las armas.
Y Sigulf, oh Sigulf estaba cansado de no ser él quién sostenga las armas, aún cuando meses antes había estado decidido a jamás sostenerlas contra otros sobrevivientes.
Escuchó cómo una vez más Merle volvió a dirigirse hacía el tipo nuevo y comenzaban a discutir, ignorando completamente que él se encontraba allí.
Seguían discutiendo, que si Rick vendría o que si no. ¿Quién carajos era ese tal Rick de todos modos? Sigulf no necesitaba a nadie para salir de aquí y la insinuación de que el tal Rick vendría a ayudarlos no logró aplacar su enojo.
—¡Dime, en dónde está mi hermanito! —gritó Merle, y un estruendo de algo que probablemente habría golpeado, pero Sigulf no podría estar seguro.
—¡Oye, Merle! —volvió a llamar Sigulf, una impulsiva y probablemente mala idea comenzando a formarse en su mente.
Sigulf era bueno peleando tanto verbal cómo físicamente y Merle ya había demostrado una vez que tenía intenciones de ayudarlo así que no alzaría su arma contra Sigulf, no cuándo sabía lo importante que él era.
Vamos a ver que tanto podemos provocar al sabueso del gobernador.
—¡¿Qué quieres?! Pensé que te había dicho que no volverás a ver a tu amigo. —gritó Merle en su dirección, caminando con pasos pesados una vez más de vuelta con él.
—Lo sé, sí te escuché la primera vez. ¿Entonces nunca volveré a ver a Kristoff, así cómo tú nunca volverás a ver a tu hermano?
Sigulf sabía perfectamente lo voluble que Dixon era y no haría falta más que una chispa para que el fuego en su interior lo haga explotar y lo vuelva loco.
Merle gruñó y gritó, se movió por la habitación y tiró al suelo todo lo que había sobre la mesa en dónde Sigulf solía trabajar. Se acercó hasta Sigulf nuevamente, apuntandolo con aquél cuchillo pero sin acercarse, sin agacharse para estar a su altura, simplemente dando vueltas a su alrededor, observando.
—Pequeño hijo de perra. Después de lo que hice por tí... —Una risa sin gracia se escapó de los labios de Merle—. Por tí y por el otro idiota, arriesgué mi trasero por ustedes dos y ¿¡Lo único que harás en agradecimiento es meterte con mi hermano!?.
Tal como Sigulf había previsto, se acercó unos pasos a él y le dió la oportunidad perfecta para derribarlo. Sigulf movió sus piernas estiradas y Merle tropezó, cayendo al suelo con un fuerte golpe en seco.
—¡Bien hecho! —animó el extraño detrás de él.
Pronto Sigulf escuchó el ruido de la madera chirriando contra el pavimento, sabiendo que probablemente el tipo estaría intentando liberarse de sus propias cadenas.
Observó con una sonrisa como Merle se levantaba con una mirada de desconcierto hacía él, cómo si jamás hubiese creído que Sigulf usaría una táctica así, dándose cuenta también que realmente no conocía en lo absoluto a Sigulf, sólo lo que él había querido mostrarle hasta ahora.
Sigulf movió sus piernas temblorosas y con dificultad y recargandose contra el poste de su espalda logró ponerse de pie, estando ahora a la misma altura que Merle.
—¿Qué estás tramando chico? ¿Te crees más inteligente que yo? ¡¿Es eso?! ¿Crees que podrás escapar de aquí? —Merle le gritó justo en la cara, y Sigulf ladeó la cabeza para no ser escupido por el perro rabioso que respiraba con dificultad encima de él.
A su espalda, escuchó el ruido de la silla de madera quebrándose y la mirada de Merle se desvío al tipo, observando con impaciencia algo que Sigulf no llegaba a ver.
Lo que sí pudo ver, fueron las herramientas que Merle había arrojado y cómo habían unas que estaban lo suficiente cerca.
—Tal vez no hace falta que Rick llegue para que nos larguemos de aquí. —aquella voz ya no resultó lejana y cuando Sigulf volteó su rostro todo lo que su posición le permitió, observó cómo seguía acercándose el desconocido, quién también estaba ensangrentado y todavía tenía en sus brazos parte de la silla que habría destruido.
Sigulf sonrió con arrogancia, observando como Merle ahora apuntó al recién llegado con el cuchillo de su prótesis, mientras su única mano se dirigía a su espalda, y pronto la sonrisa de Sigulf se borró, descifrando que Merle sí que llevaba un arma con él.
—¡Quédate quieto muchacho! —gritó Merle en dirección al desconocido, quién se paró justo al lado de Sigulf, que ahora pudo observarlo mejor.
El desconocido estaba enfurecido, en el mejor de los casos. Por el costado de su cuello caía sangre de una herida que Sigulf no podía ver, uno de sus ojos se encontraba hinchado por un golpe que debió ser particularmente feo. De su nariz también corría sangre y Sigulf desde esa distancia no podía saber si se la habían quebrado.
Sus labios se encontraron escarlatas por la sangre que probablemente habría escupido, sugiriendo que también había tenido fuertes golpes en su pecho.
En sus ojos se veía una decisión aterradora, en esos momentos Sigulf recordó que Merle había mencionado una mujer Bo Peep, siendo también encerrada, tal vez todo el enojo no venía sólo de ser maltratado sino que cómo Sigulf, él también tenía a alguien más que deseaba proteger.
Sus manos se agarraban firmemente a la madera que seguía atada a sus antebrazos con cinta y su postura inestable le daba una sensación de familiaridad a Sigulf quién sólo podía mantenerse de pie por el simple hecho de que se recargaba en el poste.
Merle levantó el arma en dirección al chico pero este dió un paso más, sin importarle.
Recordó los apodos que Merle les había dado y la vaga descripción de ellos. Un niño asiático, es escurridizo, no parece preocuparse por sí mismo, demasiado noble para su propio bien. Sigulf creyó que se trataba de él.
—Vamos Merle, no vas a matarme. ¿Cómo sabrás dónde está Daryl si me matas? —preguntó el chico, su voz cargada de ironía mientras se acercaba un paso más a Merle.
El arma se acomodó justo en la frente pero el tipo no retrocedió.
O tenía un plan entre manos o era demasiado ingenuo cómo para confiar en un tipo como Merle Dixon.
Según la descripción que Merle le otorgó, Sigulf realmente dudaba acerca del posible plan.
—Tienes razón... No tengo que matarte, tú eres de los que salvan. —recordó Merle, desviando su arma de él a Sigulf, apuntandole directamente en la cabeza.
Okay, esto no estaba resultando como Sigulf lo imaginó.
—¿Me dejarás matarlo, eh? —murmuró Merle, no estaba mirando a Sigulf, toda su atención dirigida a su viejo amigo como antes lo había llamado. Sigulf dudaba que sean realmente viejos amigos—. Está bien, cómo deseés.
Sigulf observó a Merle con incredulidad, él no haría algo cómo matarlo, ¿Verdad? ¿Qué Merle no había dicho que Sigulf todavía era necesario?
—¡Qué carajos! —gruñó Sigulf entre dientes.
Intentó mirar a Merle, pero este seguía observando atentamente las reacciones de su viejo conocido.
—Lo siento Siggy, pensé que él era de los que salvaban. —se encogió de hombros Merle.
Sigulf soltó un bufido, intentó ser una risa pero no lo logró. Merle finalmente se dignó a mirarlo y lo único que vió en sus ojos fue completa decisión, y Sigulf lo supo: Lo matarían, iba a morir a manos del imbécil de Merle Dixon.
El ruido de una recámara siendo cargada, el revólver con el que Merle le estaba apuntando.
Sigulf pensó en su padre, en cómo al final nunca lo encontraría cómo también a su madre y su hermano.
Pensó en Kristoff, su mejor amigo, su alma gemela de un modo tan único y especial que los mantendría por siempre unidos aún cuando uno no sobreviva, sabía que Kristoff estaba vivo, no había ni una pizca de duda en su interior, tenía que estarlo, Kristoff estaba listo para este mundo y tal vez Sigulf jamás lo estuvo.
Pensó en los dioses, en cómo siempre habían estado a su lado en los tiempos más difíciles. Y no dudó en que también lo estarían ahora.
No podía verlas, pero allí estaban. Las valquirias esperando en el rincón para llevarlo al Vallhala a esperar el Ragnarok de los Dioses, sabiendo que sobrevivió todo lo que pudo al Helheim que les habían traído a los mortales, que al menos lo intentó pero no logró superar la prueba.
Sus ojos se cerraron con fuerza al sentir como Merle daba un paso más adelante y el arma se clavaba justo en su frente cómo momentos antes con el contrario.
Sigulf aspiró una fuerte bocanada de aire y no dejó que el temor lo consumiera, sabiendo que Odin no dejaría que su muerte salga sin consecuencias para el resto de los mortales y que Merle Dixon pagaría caro por su muerte.
Tal vez Kristoff sería quién mate a Merle para honrar su muerte. Sigulf se sintió culpable de no poder cumplir antes la promesa de honrar a su mejor amigo por todo lo que les habían hecho pasar.
La habitación se encontraba en un tenso silencio siendo sólo seguido de tres pares de respiraciones desiguales.
Sigulf no sentía ningún tipo de pesadez, cómo creyó que la tendría en su asesinato a sangre fría. Antes habría creído que estaría asustado, desesperado por encontrar la forma de evitarlo, pero una inconfundible e inevitable paz lo recorrió por completo al saberse tan cercano con la muerte. Por alguna extraña razón, no encontró motivo lo suficiente importante como para preocuparse, todo acabaría.
Pero entonces, cuándo sintió cómo Merle aseguraba su agarre en el arma, escuchó un fuerte grito—. ¡Espera! Está bien, está bien.
—¿Sí, qué quieres? —murmuró Merle, alargando la pregunta y dejando que flote en el aire.
—Por favor no lo mates. —respondió una voz en el mismo tono bajo que Merle, pesada pero decidida.
Después de unos segundos de silenciosa contemplación finalmente el brazo que sostenía el arma cayó.
Sigulf abrió los ojos con sorpresa, mirando con genuino desconcierto al desconocido que tenía su vista fija en él.
¿Quién demonios era este tipo?
¿Por qué había preferido salvarlo en vez de huir mientras Merle estaba ocupado en Sigulf?
—¿Qué haces todavía aquí? —preguntó Sigulf sin comprender, mirando de entre Merle al desconocido, intentando comprender si era alguna clase de absurda y sádica broma que tendrían entre ellos o sí realmente Merle habría querido matarlo.
Merle sonrió con arrogancia, poniéndole seguro al revolver y guardando el arma en la parte posterior de su cinturón, acercándose rápidamente al desconocido para darle un fuerte puñetazo con su única mano.
El tipo se desplomó y Merle encima de él, su puño seguía impactando sobre el cuerpo del asiático y Sigulf no pudo evitar la replica que se escapó de sus labios.
—¡Oye imbécil, ya suéltalo! —gritó hacía Merle, notando cómo sus gritos fueron escuchados ya que Merle se apartó y lo miró con atención.
—¿Qué? Se liberó de la silla, ya sabés lo que sucede cuándo uno se libera. —respondió Merle cómo si estuvieran hablando de una ecuación que sólo podría tener una única solución—. Además, él ya tomó su decisión. Te salvó a ti, entonces recibirá todo el castigo por intentar escaparse.
—Cretino. —replicó Sigulf entre dientes, negando con la cabeza completamente desilusionado de las estupideces que debía escuchar y de que realmente Merle sea así de estúpido—. Y realmente pensé que nos habías ayudado, puras mierdas del tirano mentiroso.
—¿Qué dijiste, imbécil? —Merle se levantó del cuerpo del asiático, Sigulf observó cómo el otro con dificultad lograba sentarse.
Dixon se acercó a él, y antes de que Sigulf pueda reaccionar para volver taclearlo o cómo mínimo responder a la pregunta, sintió cómo un fuerte puño conectaba contra su rostro.
El impacto fue tan intenso que hizo que su cabeza girara bruscamente hacia un lado, la parte posterior de su cabeza chocando con fuerza contra el poste en su espalda, desorientándolo por un instante.
—¿Realmente pensaste que iba a creerte después de todas las mierdas que nos hiciste pasar? ¿Qué después de todo encontrarías bondad en tu podrido corazón y nos darías pistas para escapar? Vamos Merle, sabes que no soy tan imbécil cómo tú, tal vez creíste que de esa forma estaríamos de tu lado. Tal vez te diste cuenta que podríamos ser unos buenos reclutas si lograbas dominarnos y controlarnos con la falsa esperanza de escape. ¡Por favor! Sólo piensas en tí mismo y en tu maldito hermano que debe estar probablemente muerto. —Sigulf escupió cada palabra, vocalizando todos los pensamientos que no logró retener.
Todas aquellas tardes que se quedaba en silencio escuchando las malditas historias de Merle acerca de él y su hermano, todo lo que tuvo que soportar por parte de Merle y los otros secuaces del gobernador. Todo lo que Kristoff había tenido que soportar...
Sigulf no se arrepintió cuándo empujó con fuerza su rodilla en los testículos de un desprevenido Merle que no pudo hacer más que retener el grito sorprendido que intentó escaparse de su garganta.
Su cuerpo se dobló durante algunos segundos mientras intentaba recuperarse, no solo del golpe sino de las palabras.
Por supuesto, Sigulf sabía que las palabras duelen. Pero más dolieron los golpes que Merle le dió después de eso, sin preámbulos, sin descansos, sólo su puño impactando imparables veces sobre el cuerpo de Sigulf.
Sigulf aturdido finalmente volvió a perder el equilibrio y sus rodillas débiles se rindieron y volvió a deslizarse hasta el suelo, pero eso no detuvo a Merle, quién se agachó para seguir dándole una racha de furiosos golpes.
Las manos de Sigulf se movían contra las esposas pero lo único que logró con eso fue que el metal tintinée con el poste.
Desde la espalda de Merle, el asiático herido se levantó dispuesto a detener a Dixon pero este fue más rápido, apuntandole nuevamente con el revolver a Sigulf y viendo cómo el desconocido detenía sus pasos y ponía sus manos a la vista de Merle.
Dixon fue implacable. Sigulf podía escuchar cómo Merle le gruñía entre dientes acerca de que él realmente había querido ayudarlos, más insultos a Sigulf y cómo pensaría en realmente matarlo si seguía hablando así de su hermano, pero no pudo importarle menos a Sigulf.
Los golpes pronto comenzaron a debilitarlo gradualmente y Sigulf sentía cómo su único ojo abierto comenzaba a cerrarse sin su permiso, su visión cada vez más borrosa con un nuevo parpadeo inestable.
—Corre... —La voz de Sigulf intentó gritarle al desconocido que le salvó la vida, pero en cambio sólo fue un murmuro que Merle logró opacar con sus propios gritos.
Lo último que Sigulf logró ver antes de perder la consciencia fue cómo Merle se levantaba del suelo frente a él y caminaba hasta dónde el asiático se encontraba.
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