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Capítulo 3: Todo cambió ᰔ

El grito que Jungkook soltó cuando Taehyung le habló por primera vez debió escucharse en toda la zona, pero eso fue lo de menos. El híbrido se asustó gracias a la efusiva reacción ajena, provocando que sus orejas y cola brotaran a la vista del veterinario, quien no daba crédito de lo que veía.

Era surrealista.

Necesita que alguien lo pellizcara para salir de su impresión.

O que lo abofetearan hasta comprender lo que estaba viviendo.

No obstante, a lo único que atinó hacer, fue a levantarse y alejarse lo suficiente del bonito desconocido, que aparentemente era su gato. Porque sí, tampoco era tan despistado, mucho menos ciego como para no conectar los puntos. Además, acababa de ser testigo de la forma en la que esas características gatunas se asentaban en la apariencia física de su acompañante y eso no podía ser un engaño visual, ¿cierto?

—¿Qué carajos? —murmuró, llevándose las manos a la cabeza—. Tú eres...

—Sí, es justo lo que estás pensando —se apresuró a responder, cubriendo su cuerpo con la sábana de la cama, porque no demoró en caer en cuenta de que se encontraba desnudo—. Te lo puedo explicar todo, por favor, no me delates con nadie.

—Jamás haría eso—aclaró, negando con la cabeza. Él no era ese tipo de persona, lo único que deseaba eran respuestas coherentes para esta situación tan loca y así poder tranquilizarse de una vez por todas—. Estoy asustado e impresionado, pero nunca sería capaz de infligirte algún daño.

—Me parece bien, gracias por querer escucharme. Me llamo Taehyung —confesó en voz alta, sin desviar la mirada, a pesar de que se hallara un tanto avergonzado por el escrutinio de su salvador.

Al fin podría llamarlo por su verdadero nombre.

Jungkook asintió despacio, pensando de manera fugaz que ese nombre le quedaba muy bien.

—De acuerdo, Taehyung—justo después de mencionar su nombre, Jungkook notó ese detalle tan relevante que había estado dejando pasar por su estado de shock.

Taehyung estaba sin una pieza de ropa encima.

Debía de ayudarlo. No era un buen plan que siguieran conversando cuando el susodicho se encontraba en ese estado, porque la situación se tornaría mil veces más extraña e incómoda. La cara empezó a quemarle gracias al intenso rubor que se desencadenó por la estampa que tenía frente a él, pero se esforzaría para no parecer demasiado ansioso y dejar una mala imagen ante los ojos impropios. Jungkook mi siquiera comprendía la razón por la que eso le importaba, pues existían cosas más importantes a las que tendría que estarle prestando atención, sin embargo, le parecía vital hacer las cosas bien con Taehyung.

—Muchas gracias...

—Te prestaré ropa —informó, encaminándose hacia su armario para sacar un hoodie, un pantalón de chándal y unos bóxers nuevos—. Estoy seguro de que te quedará muy bien, así que no te preocupes por eso.

—Lo aprecio demasiado.

—No es nada—respondió y el híbrido espero a que el veterinario le entregara lo dicho.

Cuando Taehyung tuvo la ropa entre sus manos, ingresó al baño—teniendo cuidado de que Jungkook no viera nada indebido— y se cambió con rapidez para poder enfrentarlo. Mentiría si dijera que no estaba nervioso, pero ya no había vuelta atrás.

Solo debía ser sincero, confesarle cómo es que llegó a ese parque en el que se dio su primer encuentro y contarle que en estos pocos días que estuvo a su lado, se sintió tan feliz como nunca antes. No existía razón válida para negar ese hecho, porque ni en su comunidad llegó a experimentar algo parecido. Nunca encajó por completo con los suyos, pero desde que Jungkook apareció, Taehyung creía que este era el lugar seguro que tantas veces sus padres le mencionaron.

"Cuando encuentres el lugar o a la persona, sea híbrido o humano, tú querrás quedarte y eso será porque lo verás como tu verdadero hogar, el lugar seguro que jamás desearás abandonar".

Sí, a eso debían referirse, no le cabía duda de ello. Así que lo expresaría con sinceridad, esperando que fuera lo que su salvador necesitaba escuchar para poder permitirle seguir compartiendo más momentos juntos.

Minutos más tarde, Jungkook y Taehyung se encontraban sentados al borde de la cama, con Bam a los pies de su dueño, ya más tranquilo luego de que este pegara el susto de su vida, pues el pobre can había salido corriendo cuando el fuerte ruido atacó sus sensibles oídos. Podrían considerarlo un cobarde, pero en su defensa, el cambiaformas no le parecía una amenaza tan grave como para tener que cuidar y proteger al humano que más amaba en el mundo.

—Te escucho... Sé honesto conmigo, por favor. Solo eso te pido. Soy fiel partidario de que cualquier relación sana, nace, se desarrolla y logra perdurar en el tiempo si los dos lados son sinceros y existe una buena comunicación. No te voy a juzgar, porque puedo ponerme en tus zapatos y comprender la razón por la que no me lo dijiste desde que nos conocimos, pero a partir de ahora, si quisiera estar al tanto de lo que sea que te atormente, ¿bien?

—Sí, he entendido tu punto. Esto fue apresurado, pero te juro que sí tenía la intención de confesarte mi secreto. Desde el momento uno me demostraste que eras un humano de corazón noble, y por eso me aferré a la idea de que encontraría el momento adecuado para revelarte esto sin que te resultara demasiado difícil de procesar, aunque pensándolo bien, creo que estaba pidiendo demasiado...

—Creo que la reacción de hace unos minutos es lo más tranquilo que podrías conseguir dada la situación, así que, si te sirve de consuelo, conseguiste mucho sin hacer demasiado esfuerzo. Taehyung.

Una suave risita brotó de los labios rojizos del felino, quien se dejó contagiar por lo divertido que el veterinario trataba de mostrarse ante él con ese simple comentario. Era obvio que quería relajar el ambiente, y también lo estaba consiguiendo con muy poco.

¿Había algo que Jungkook no pudiera hacer bien? A estas instancias, Taehyung ya estaba muy seguro de la respuesta.

—Es bueno saberlo, Jungkook.

—Perfecto, soy todo oídos...

Taehyung tomó una bocanada de aire antes de iniciar su relato, Jungkook le escuchaba con completa atención, analizando cada una de sus palabras. Hace mucho tiempo, escuchó de alguien que supuestamente conoció a un híbrido de águila, pero le resultaba tan fantasioso, que le pareció más sencillo descartar la posibilidad de que se tratara de una auténtica verdad.

Ah, ojalá se hubiera permitido escuchar más de esa historia.

Pero lo hecho, hecho estaba, y el universo le regaló una nueva oportunidad para conocer a Taehyung, quien a su concepto era único y especial como una joya preciosa.

—Es fascinante todo lo que me cuentas. Saber que existe una comunidad oculta y que hay más especies aparte de la gatuna, es tan increíble que no tengo palabras para expresar cada uno de mis pensamientos justo ahora.

—Me alegra que te parezca tan interesante, pero como te dije, cada comunidad tiene sus propias reglas y no todos son tan amables como nosotros, sobre todos los que descienden de animales salvajes. Así que lo mejor es que los humanos no tengan mucha información al respecto, lo digo por su propio bien.

—Sí, me imagino. Tu especie es más abierta por la leyenda que mencionaste, ¿verdad?

—Exactamente, ellos no te juzgan si deseas ser parte de los humanos, porque saben que la conexión que se puede desarrollar es igual de fuerte que la que podría nacer entre seres de una misma especie.

—Ya veo... ¿Estaría mal si te pido que me la cuentes?

—¿Por qué lo estaría? —inquirió curioso—. A mí me encanta relatarla, pero no te negaré que, en estas últimas décadas dentro de mi comunidad, se siente como un tabú mencionarla a las generaciones más jóvenes. Si yo sé de esto, es por mis padres...

Jungkook se fijó en cómo la mirada de Taehyung se entristeció al mencionar a sus progenitores. No tenía que ser genio ni adivino para imaginar que había sucedido con ellos.

—Lamento lo de tu familia.

—¿Eh? ¿Cómo...?

—Bueno, desde que te conozco, me quedé encantado con el brillo natural que hay en tu mirada, pero cuando los mencionas, este desaparece, así que arriesgué a sacar esa conclusión.

—Vaya, eres muy atento con los detalles.

—Te sorprenderías—aseveró, sonando tan convencido y un poco... ¿coqueto?

Tal vez estaba desvariando, pero Jungkook le dio esa impresión a Taehyung. Y para ser honesto, le gustó más de lo que debería.

Habría que estar ciego como para no apreciar la belleza del veterinario, aunque si lo estuviera, igual podría disfrutar de la hermosura de su interior.

Era un genuino encanto. Sin contar que le inspiraba tanta seguridad que ya se veía a sí mismo contándole lo que fuera, mientras este ponía su absoluta concentración en cada una de las palabras que salieran de su boca. A Taehyung le encantaba ser escuchado, motivo por el cual, en su forma de gato, adoraba maullar ante lo mínimo, pues de ese modo sentía que su voz era tomada en cuenta por la otra persona; en este caso, Jungkook y rogaba para sus adentros que eso continuara así por mucho tiempo más.

—Te voy a contar de la leyenda —cambió de tema enseguida, porque no quería seguir dándole vueltas al asunto de Jungkook, siendo un poco atrevido con él. Para Taehyung estaban siendo muchas cosas que procesar en poco tiempo, así que mejor ir lento.

De todos modos, se prometió no ilusionarse tanto con el tipo de relación que pudieran llegar a tener a futuro; quería ser realista y si el destino tenía planeado convertirlos en muy buenos amigos, se conformaría con eso. Anhelaba estar cerca del joven de cabellos oscuros y orbes chocolate, ser parte de su cotidianidad y acompañarlo en sus momentos malos y buenos, esperando ser quien lo consolara o le brindara alegría para enfrentarse a su día a día.

—Ohh, está bien—no negaría que le causó intriga que el híbrido le mencionara aquello cuando se suponía estaban tratando otro tema, pero lo dejó ser—. Me entusiasma escucharla.

Dicho y hecho, Taehyung explicó con lujo de detalles la historia que tanto marcó a su comunidad y Jungkook solo pudo quedar más fascinado por lo afortunado que era de vivir algo que parecía sacado de un cuento de hadas.

Hace mucho, mucho tiempo atrás, un gato fue rescatado por un joven que la adoró desde el primer instante en que la vio. Los años fueron pasando y con ello, el cariño entre ambos involucrados se fortaleció de una forma inimaginable. Se la pasaban juntos desde que amanecía hasta que anochecía, comían lo mismo, paseaban por los lugares favoritos del humano y el gato gozaba de dormir junto con él. Ambos eran la familia del otro y sentían que no necesitaban a nadie más para ser felices. Sin embargo, cuando más contentos estaban, el joven tuvo que tomar una decisión muy importante, pues su madre y hermanos pequeños dependían de él desde que su padre falleció años atrás y si no conseguía dinero, podrían llegar a perderlo todo.

Su padre le había dejado una solución de emergencia, y quizá podría parecer descabellada, pero en esa época, todo era válido cuando se trataba de salir de deudas. Su madre, sintiéndose tan avergonzada por pedirle algo así, le contó que su progenitor tenía un muy buen amigo que alguna vez le comentó que si su primogénito todavía no encontraba a nadie cuando tuviera la edad suficiente para casarse, que podría contar con alguna de sus tantas hijas o hijos donceles. Y cómo recompensa le daría una dote con un alto valor monetario. A su padre esto llegó a parecerle muy extraño, porque tomando en cuenta la generosidad de su amigo, no dudaba que las hijas e hijos de este tuvieran pretendientes a montones como para decir que temía porque cualquiera de ellas no lograra ser desposada antes de ser considera como una "solterona".

El hombre le reveló que el motivo detrás de esto era que quería una buena persona para sus tesoros, por lo que dicha oferta solo aplicaba para los hijos de queridos amigos, a quienes consideraba como las personas más nobles, respetuosas, responsables y de hermosos sentimientos que, alguna vez pudo haber conocido. Por esa razón, gran parte de sus retoños seguían sin casarse a día de hoy, dejando abierta la posibilidad para que la persona correcta que eligieran por su cuenta llegara —luego de ser aprobados por él— o en últimas instancias, algún hijo de un preciado amigo apareciera a tiempo como para que dieran el siguiente paso.

El joven se lo pensó por una noche completa y concluyó que no le quedaba de otra más que aceptar esa oferta; para su suerte, tenía el conocimiento de que seguía estando en pie gracias a que en la última carta que este viejo amigo le enviaba a su familia cada seis meses, le mencionaba a su madre que todavía existían candidatos y candidatas dispuestos a presentarse al altar si eran escogidos por él para tan importante decisión.

En una época donde los matrimonios arreglados eran el pan de cada día, al joven no le extrañaba en absoluto que ese hombre hablara de sus hijas e hijos como objetos, pero no podría decir que estuviera de acuerdo con ello. Si él estuviera en su lugar, siempre permitiría que decidieran sin importar qué—aun si no eran de su agrado y si se equivocaban, los apoyaría y no los juzgaría— y si esa decisión también involucraba no juntarse con nadie, estaba más que perfecto. También era un fiel partidario de que casarse debía ser por amor y no solo por compromiso, pero no le quedaban otras opciones que pudieran salvar de la ruina a él y su familia. Con el dolor en el alma, le tocó despedirse de su madre, hermanos y de su amado gato de orbes grisáceos.

El minino no entendía muy bien que pasaba, por lo que no se preocupó tanto y solo se concentró en hacer sentir mejor a su humano con muchos ronroneos, mientras se restregaba en su pecho, marcándolo con su aroma. Sin embargo, nunca olvidaría la rara sensación que le causó verlo llorar con tanta pena, así que esperaba que todo se resolviera y muy pronto volviera a él.

Algo que nunca sucedió, o al menos no de la forma que imaginó.

El joven debía viajar por tres semanas en barco para arribar a su destino, así que preparó una buena cantidad de ropa para tan larga travesía y las pocas monedas que tenía por su trabajo de sastre. Se marchó en plena madrugada de un día de otoño, justo después de dejar al felino en brazos de su madre, quien lamentaba tanto estar orillando a su primogénito a algo así; ojalá algún día la perdonara, pero por más crudo que se escuchara, también debía asegurarse del futuro de sus otros hijos, se lo había prometido a su esposo y lo cumpliría sin importar qué.

Una semana completa pasó y el gatito comenzó a sentir ansiedad, pero recibir las constantes atenciones de la madre de su humano y sus hermanos eran lo suficiente tranquilizadoras como para dejar de pensar en ello. No obstante, cuando cuatro semanas se cumplieron y la mujer por primera vez se mostró angustiada al no recibir noticias de su hijo, el felino no tardó en impacientarse.

¿Por qué estaba sucediendo esto? ¿Por qué tuvo que viajar? ¿Tan importante era como para dejarlo atrás? No lo sabía.

Al principio pensó que él volvería, pero tal parecía que ahora nadie sabía nada de nada.

Su lado más pesimista lo incitaba a pensar en lo peor, pero quiso mantener la esperanza de que se trataba de un malentendido.

Una semana más bastó para que la cordura en el felino desapareciera, cuando en una tarde que parecía ser como cualquier otra, una carta con una verdad desastrosa fue leída en voz alta por la madre de su persona favorita: el barco en el que iba sufrió un accidente y cada uno de sus tripulantes fue declarado muerto luego de dos semanas de búsqueda.

No podía ser cierto, se negaba. Esto tenía que ser un mal sueño, no pudo haberlo dejado solo.

Su corazón le decía que seguía vivo y así tuviera que pasar por cosas horribles hasta encontrarlo, lo haría sin dudar.

Y así fue, en medio del desconsuelo de esa pequeña familia, el gato fue en búsqueda de su humano.

Lo único bueno de esto era que ya sabía cuál era el camino que debía recorrer—la mujer lo reveló a sus vecinos durante un ataque de desesperación—, además, en su tiempo como gato callejero, aprendió varias cosas que le servirían justo ahora, así que se esforzaría en no desviarse de este. Su especie tenía un sentido de la orientación, por lo que se confiaría en que sería suficiente para lograr su cometido.

Cuando estuvo cerca de un pueblo costero, notó que la única forma de llegar a su destino final sería cruzando un amplio mar. Ya no tenía nada que perder, así que se lanzó al agua y nadó hasta que sus piernas no pudieron más. Sin embargo, cuando creyó que todo estaba perdido, una dulce voz le preguntó: ¿A quién buscas con tanto ahínco como para desperdiciar una de tus vidas?

El gato le respondió desde lo más profundo de su alma, pues no necesitaba hablar para exteriorizar sus genuinos sentimientos.

—A la persona que más amo en el mundo, porque si él ya no está, nada tiene sentido para mí, pero yo sé que está vivo en algún lugar y no me detendré a menos que muera. No me importaría negociar seis de mis siete vidas si al menos en una de ellas puedo estar más tiempo con él.

La sinceridad y amor puro que el minino profesaba, lograron ablandar al mismísimo espíritu protector del mar, quien sintió el deseo imperioso de darle un regalo al minino.

—Es maravilloso saber que amas tanto a alguien como para dejarlo todo, así que permíteme llevarte con él y darles la solución a todos sus problemas...

Era una deidad, todo lo sabía, así que esto no sería la gran cosa.

El gato no tuvo tiempo ni de reaccionar cuando, de un momento a otro, el mar lo envolvió y perdió el conocimiento. Cuando abrió los ojos, su humano estaba frente a él, mirándole con ternura y con las mejillas empapadas de sus lágrimas de felicidad. No estaba entiendo nada, ¿acaso murió y esto era el cielo?

No, claro que no. Se sentía tan real. Su aroma, su voz, su tacto, era él.

Su humano había sobrevivido al terrible accidente, pero como consecuencia, sus recuerdos se esfumaron de su mente. Una amable pareja de ancianos lo acogió en su hogar, esperando que su juventud fuera útil para recuperar esa parte perdida de su memoria. Sin embargo, la verdadera clave fue el recuentro con su amado gato.

Esos orbes grisáceos podría reconocerlos en cualquier sitio, muy a pesar de que su pelaje ya no fuera negro por completo, pues ahora tenía varias manchas blancas como un precioso recordatorio de lo que el mar hizo por ellos. Sin contar, el precioso collar de perlas que colgaba en su cuello y una sorpresa que, más pronto que tarde, ambos descubrirían.

El joven se encontraba pescando cuando vio al minino quedar varado en la arena, por lo que se acercó a ayudarlo, pero ni bien puso sus manos sobre él, una ola de recuerdos lo embargó y todo comenzó a cobrar sentido; aunque lo que terminó por sacarlo de dudas fueron esos ojos que le comunicaban tanto sin necesidad de palabras.

Tras ese mágico reencuentro, el humano y su gato decidieron pasar tiempo de calidad juntos, sin preocuparse por nada ni nadie. Y cuando la noche cayó, el último regalo del mar se presentó cuando los dos estaban profundamente dormidos.

Aquella deidad convirtió al gato en un híbrido, un hermoso doncel, y en medio de su sueño, le dijo que tenía su permiso para vender ese collar de perlas, porque valía lo suficiente para que el humano no tuviera que seguir con el plan que casi le cuesta la vida. Al día siguiente, el joven no podía creerse lo que veía, pero decidió confiar y aceptó la propuesta que el mar determinó para resolver cada uno de sus problemas. Vendieron la hermosa joya al mejor postor y retornaron a la ciudad que esperaba por ambos.

Su familia no podía creerse que estuviera vivo y que había conseguido el dinero para evitar caer en manos de los acreedores, pero les alegraba en demasía tenerlo de vuelta. El joven no entró en muchos detalles de cómo esto fue posible, pero el crédito siempre se lo dio a su "nuevo amigo", quien, años después, acabaría siendo su pareja y el padre de sus hijos.

Unos preciosos niños que tendrían la capacidad de transformarse en felinos, justo como su padre doncel hacía cuando quería recordar viejos tiempos, en los que, siendo un simple minino, logró ganarse el favor de una poderosa deidad para salvar a su amador.

El amor siempre estuvo presente entre los dos, pero solo el pasar de los días, lo hizo evolucionar al sentimiento que ahora marcaba el corazón de la pareja. Y eso era más que suficiente para ellos y sus dulces retoños, quienes también encontrarían a sus otras mitades en humanos que los complementaran como la pieza que siempre les hizo falta.

Y ese es el final de la leyenda. ¿Ya ves por qué es tan importante los vínculos que podemos llegar a formar con los humanos?

—Me ha quedado bastante claro y es muy enternecedor si te soy honesto. No importa si es una leyenda o no, me puedo creer lo que sucedió, porque por amor, uno hace tantas cosas.

—Sí, tú eres el mejor ejemplo de ello —expresó, ganándose una expresión intrigada por parte de su acompañante—. Lo digo porque he sido testigo del gran amor que tienes hacia los animales, no solo conmigo, con cada uno al que le has brindado ayuda. Estoy seguro de que muy pocas personas hacen una labor como la que tú realizas junto a tu equipo día a día y eso es de admirar.

—Gracias, me llena el corazón saber qué piensas de ese modo. Mucha gente cree que es un trabajo sencillo, pero en definitiva no lo es.

Tantas veces escuchó comentarios desmeritando lo que hacía y no negaría que en su momento hasta le hicieron replantearse lo que hacía, pero decidió no hacerles caso y continuar con su trabajo para garantizarle una mejor vida a los animalitos que lo necesitaran.

—Prométeme que nunca les harás caso—pidió, colocando su mano sobre la ajena—. De no ser por ti, quizá ni estuviera aquí contigo.

—No digas eso ni de broma. Estoy seguro de que nuestro encuentro no fue una casualidad, yo debía de pasar por ahí para ayudarte.

—Es una posibilidad...—murmuró, avergonzándose por lo cerca que sus rostros quedaron tras la declaración ajena—. Así que ahora que tengo el valor, déjame pedirte que me permitas estar a tu lado.

—Taehyung...

—Yo sé que me dijiste que buscarías un nuevo hogar para mí, pero no quiero irme. Deseo estar a tu lado, estos últimos días contigo han sido tan bonitos y creo que nunca encontraré algo igual.

—Pero tu comunidad...

—Ellos no me buscarán, porque solo tienen dos posibilidades para dar respuesta a mi desaparición, una es estar muerto y la otra, haber encontrado a un humano del que no quiero separarme y ese eres tú. Nosotros sabemos que no todos los de tu especie son buenos, por eso muy pocos saben de nuestra existencia, pero yo sé que tú eres alguien en quien puedo confiar. Quizá me dejé llevar por el pánico al inicio, sin embargo, sé que no me harías daño nunca. Así que, por favor, no me alejes cuando quiero acompañarte para siempre.

—Está bien, no tienes que pedir quedarte, porque yo ya no tenía intención de dejarte ir.

—¿Qué?

¿Acaso escuchó mal?

—Justo lo que escuchaste, no quiero que te vayas. Esta vez, déjame ser quien te pida que te quedes conmigo.

—No tienes que hacerlo.

—Pero deseo hacerlo—aclaró, dejando una suave caricia en el dorso de la mano del híbrido—. No pude ni dormir al pensar que te irías. Me acostumbré a tu presencia y ni qué decirte de cuanto he aprendido a quererte en estos días. Alejarte sería la peor decisión de mi vida.

—Entonces...

—Sí, quédate, Tae— su mano libre fue hacia el rostro ajeno, acunándolo con delicadeza—. Sigue siendo mi bella compañía, porque todo cambió desde que apareciste aquella noche y ahora no es una opción perderte.

—Jamás lo harás, Koo—prometió, juntando su frente con la impropia, mientras le regalaba una bella sonrisa—. Porque iría hasta el fin del mundo para encontrarte.

—Y yo me mantendría con vida hasta que lo consiguieras.

La pareja estuvo así por un largo rato, siendo admirados con cariño por el can que se dejaba envolver, por la maravillosa atmósfera que rodeaba a ambos; una que destilaba adoración, lealtad y un floreciente amor.

No sabían lo que el destino les tenía preparado, pero justo como el humano y el gato de la leyenda, confiarían en el proceso y en sus respectivos tiempos. Porque si ellos pudieron lograr enfrentarse a las peores adversidades, en esta nueva vida, eso les resultaría mucho más fácil.

🍃

—Jungkookie, no seas así, vamos a pasear—pidió con un puchero en sus labios, tras subirse a la mesa, al igual que cuando estaba transformado en gato—. El clima parece tan agradable para ello, por fis.

El veterinario exhaló por la boca, dejando a un lado su tostada con mantequilla para encarar al chico de cabellera anaranjada. Su pareja llevaba insistiendo de ese modo desde hace diez minutos aproximadamente, y parecía no querer escuchar razones; aunque lo cierto era que esta situación ya se había convertido en una tradición desde hace tres años, con la única diferencia de que el tema en discusión variaba dependiendo de la ocasión.

Así que se podría decir que ya estaba acostumbrado y muy en el fondo, ansiaba que nunca cambiara, porque le resultaba muy gracioso ver los berrinches del amor de su vida.

—Primero baja de la mesa, Tae. No seas maleducado y caprichoso.

Ese travieso mínimo estaba pronto a sacarle canas verdes.

—Es tu culpa por volverme tan mimado, me malacostumbraste—reprochó, jugando con el cascabel púrpura de su collar verde.

El primer regalo que le hizo y que seguía conservando con tanto cariño a día de hoy, tenía uno para usar siendo humano y otro para cuando estaba en su forma gatuna.

—Yo me dediqué a engreír a un gatito muy lindo, no a un híbrido malcriado—lo molestó con un deje de diversión en la comisura de sus labios, suponiendo cuál sería la reacción que obtendría, pues el híbrido era como un libro abierto la mayoría de las ocasiones.

—¿Disculpa? —cuestionó con indignación, bajándose de la superficie de caoba en menos de un segundo. Las orejitas en su cabeza estaban para atrás y su cola esponjada estaba erizada por el coraje. Los gatos eran temperamentales por naturaleza, así que nadie lo podría juzgar por ser tan abierto con sus emociones—. No puedo creer que me estés llamando de ese modo solo porque no estoy en mi forma animal, eres muy injusto.

—Se supone que este es tu lado racional, cariño. Siendo un gato, te puedo perdonar todo, porque técnicamente actúas siguiendo tu instinto... Aunque pensándolo bien, eso no aplica contigo desde el inicio, así que el injusto eres tú.

—Eres cruel—se cruzó de brazos, desviando la mirada, mientras seguía refunfuñando—. Ya no quiero nada de nada.

—De todos modos, ya bajaste de la mesa —comentó y apenas Taehyung fue consciente de que hizo justo lo que Jungkook le pidió. ¿Esto también aplicaba como psicología inversa? Una vez Jimin le comentó que se la aplicaba seguido a Yoongi porque funcionaba a la perfección; ya lo comprobó por cuenta propia y quizá, solo quizá, no era la primera vez, al menos no estando consciente de lo que era. Los humanos y sus técnicas seguían resultando lo más increíble—. Así que, si no es mucho pedir, quiero que te sientes, comas algo y luego iremos a donde quieras, Taehyungie.

—Te aprovechas porque soy fácil de convencer, ¿verdad?

El híbrido lo cuestionó con una ceja alzada, girando su rostro para encarar al humano.

—En absoluto, pero siempre encuentro la forma de recompensártelo con creces, ¿o no?

—Tienes suerte de que no pueda decirte que no porque desde el inicio me has hecho feliz con mimos, buena comida y un cálido hogar.

No se estaba quejando realmente, porque él valoraba en demasía cada acción de Jungkook hacia su persona desde el primer instante en el que sus caminos se volvieron uno solo, pero eso no quitaba el hecho de que seguía siendo el mismo gato mimado que odiaba perder en estas discusiones sin sentido.

—Tú también has llenado de alegría cada uno de mis días, en ese aspecto estamos en igualdad de condiciones—se incorporó, quedando frente al chico, para hacerle la confesión más bonita y espontánea que se le pudo haber ocurrido—. Yo no te encontré a ti, tú fuiste el que lo hizo y esa siempre será la casualidad más bonita en mi vida.

Los ojos grises de Taehyung se cubrieron de una fina capa de lágrimas, tan conmovido por lo escuchado. Sus orejitas marrones se levantaron y su colita se enroscó formando un corazón con la punta antes de lanzarse a los brazos de Jungkook. El veterinario recibió a su novio híbrido con los brazos abiertos, disfrutando de su calor corporal y de la manera en la que sus muslos se enredaron en su cintura cuál cinturón. Los tiernos ronroneos brotaban con naturalidad de la garganta del joven, quien no se lo pensó dos veces para restregar su mejilla contra la ajena, impregnando a su pareja con sus feromonas.

—Te amo, Koo, lamento ser un caprichoso—se disculpó, levantando su rostro para acariciar la mandíbula marcada del joven, que lo sostenía con firmeza y que con una sola mirada lo hacía sentir lo mismo que la hierba felina, es decir, pura y adictiva relajación.

—Pero eres mi caprichoso, Tae—dejó un corto beso en la nariz ajena, dejándose cautivar por esos orbes brillantes que ahora le miraban con adoración. Nunca olvides que te amo sin importar cuáles sean tus defectos y cualidades.

—Debí hacer algo muy bueno en otra vida como para ahora estar contigo, soy un gato afortunado.

—Corrección, esa debería ser mi frase—confesó con diversión—. Por algo dicen que los gatos traen suerte, ¿no lo crees?

—Me dejaste sin argumentos.

—Bien, ahora dame un beso y sigamos mi plan, ¿de acuerdo?

—También me gusta ser un buen chico para ti, así que acepto.

—Ese es mi bebé.

Un sonrojo cubrió los pómulos del híbrido, quien estuvo de acuerdo con lo dicho, al mismo tiempo en que trataba de controlar el fuerte latido de su corazón y las mariposas que revoloteaban en su vientre como consecuencia del dulce apodo. Luego, acercó su rostro al ajeno y plantó un beso en los labios ajenos, mientras recibía caricias en su espalda. Ese contacto se había vuelto tan adictivo para ambos, así que lo disfrutaban de principio a fin como el par de tontos enamorados que eran.

Segundos más tarde, Taehyung se bajaba del cuerpo de Jungkook para cumplir con su parte del trato. El humano no perdió la oportunidad para seguir llenando de halagos a su novio, mientras el mencionado se ubicaba en su propio asiento.

Jungkook esbozó una sonrisa, sentándose en la mesa para seguir devorando su rico desayuno en compañía de su adorado Taehyung, como llevaba haciendo desde hace años. El tiempo se le pasaba volando, pero desde que se encontraron el uno al otro, Jungkook se sentía más completo, porque Taehyung era su otra mitad y estaba tan agradecido de tenerlo consigo.

Ellos eran tan felices juntos, ninguno dudo de que ese sentimiento seguiría en aumento conforme los días siguieran pasando y quién sabe, tal vez para ese entonces, su hermosa familia ya tendría más integrantes aparte de ellos.

A fin de cuentas, tanto Jungkook como Taehyung amaban la idea de escuchar pequeños pasitos dentro de su acogedora casa.

Fin 🍃

Y llegamos al fin de esta historia, pero no se vayan todavía, porque el epílogo será el verdadero cierre con detalles extras que no se vieron aquí. Es muy bonito, lo amarán tanto como yo. 

¿Qué les pareció la leyenda? Me basé en una antigua historia sobre el vínculo de los humanos con los gatos, pero lo adapté a mi manera y me tomé muchas libertades creativas como lo del tema de los donceles, así que fue muy gratificante ver el resultado final. Sobre todo, porque se trataba de una vida anterior de Tae y Koo.

Gracias por acompañarme en esta corta aventura, y no olviden recomendar el fic, los adoro, mis corazones. 

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