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Capítulo 1: Llegaste a mí ღ

Jungkook sonrió al ver las compras que hizo en aquella bolsa de plástico que el chico de la pequeña tienda de conveniencia le dio. Su estómago rugía con suavidad al imaginar las posibilidades referentes a la que sería su cena. Preparar bibimbap o bulgogi como el principal protagonista en un plato de arroz con kimchi, parecían las opciones más tentadoras para él. No era muy fan de la comida rápida, así que prefería mil veces comprar alimentos para tratarlos por cuenta propia hasta conseguir un delicioso platillo en lugar de llamar a un restaurante para pedir lo primero que le ofrecieran para satisfacer esa necesidad tan básica. Además, le fascinaba cocinar, tanto así que, si no hubiera seguido veterinaria, a día de hoy tendría su propio restaurante y no un refugio de animales.

Ese día justamente no pudo comer nada porque junto a Jimin y Yoongi, sus mejores amigos de la infancia hasta la actualidad, que también eran pareja desde hace unos diez años atrás, se encargaron de ir a dejar en sus nuevos hogares a los últimos perritos que rescataron de una situación de maltrato. Eran una camada de siete cachorros de no más de cinco meses, a los cuales un hombre estuvo violentando porque le fastidiaban, ya que, según él, jamás imaginó que su perra —a la cual dejaba salir a la calle sola y que obvio no estaba esterilizada—tendría tantos. La gota que derramó el vaso fue cuando terminó con la vida de la pobre Golden retriever y uno de sus vecinos se animó a denunciarlo antes de que esos perritos corrieran con la misma suerte.

El proceso de recuperación de los caninos fue duro porque seguían teniendo poco tiempo de vida, pero con los cuidados brindados por el doctor Jeon y sus ayudantes que recibieron durante el último mes, sus esperanzas de vivir dignamente aumentaron en su totalidad.

Esos tres jóvenes eran conocidos como los ángeles de los animales de Busan, una ciudad bonita del moderno país de Corea del Sur, pero con bastantes sectores rurales—justo como en el que ellos se encontraban en la actualidad—, en la que casos de abandono y maltrato seguían siendo el pan de cada día, a diferencia de lo que sucedía en la capital, Seúl, en la que la gente era mucho más consciente del trato respetuoso que estos seres vivos merecían.

El trío de amigos también se encargaba de los procesos legales respectivos con ayuda del bufete de abogados Kim, liderado por la pareja de esposos, Seokjin y Namjoon. En este caso, el hombre se ganó una multa por más de 846087 wons y pasar seis meses en la cárcel para reflexionar sobre sus terribles acciones. Jungkook en serio esperaba que ese castigo lo hiciera recapacitar y que cuando saliera en libertad, este haya aprendido la lección de que cada acción tiene una consecuencia.

Con el dinero que se recolectaba de gente que aportaba generosamente o que la misma policía les entregaba cuando detenían a estos agresores, el refugio "Stay Alive" podía seguir manteniéndose en pie; así era desde hace cinco años, en los que la labor de estos amigos no se detuvo desde el preciso instante en el que todos sacaron un título que les facilitara su labor de cuidado animal, dedicado especialmente a perros y gatos, pues eran los más afectados en comparación a otras especies, pero si la situación se presentaba, también brindaban una mano amiga a quienes lo necesitaran. Porque si algo compartían desde que eran pequeños, era su intenso amor por estos seres que dan tanto amor sin esperar nada a cambio.

Y dudaban sobre que eso pudiera cambiar algún día.

Sin embargo, Jungkook tenía una única ley que se obligaba a aplicar cada vez que su equipo y él rescataban a un animal en apuros. Esta se basaba en nunca encariñarse por más ganas que le dieran de adoptar al pequeño peludo en cuestión. Los animales no eran ningún juguete, si tú acogías a alguno debías estar dispuesto a darle atención, amor y cuidados. Ellos también se enferman, necesitan de una alimentación sana y muchos juguetes o entretenimiento en general para no aburrirse y, por ende, no deprimirse.

Jungkook ya no recordaba cuantos gatos y perros han pasado por su refugio, pero en su corazón seguía grabado el sentimiento de satisfacción que lo embargó cuando pudo ayudarles y buscarles un dueño responsable. Asimismo, con varios de ellos, sintió una inmensa conexión que lo incentivó a quedarse con ellos, pero bien sabía que no podía hacerse cargo de un animalito más—exceptuando a Bam, quien siempre lo acompañaba en su trabajo—, cuando tenía tantas obligaciones que atender día a día. Por eso, los primeros años de su labor, a Jeon se le partía el alma pasar más de una semana con ellos y luego saber que se marcharían de su lado; aunque en el fondo supiera que estarían en el lugar que se merecían.

Tampoco es que tuviera que sentirse inseguro sobre el trabajo que Hoseok desempeñaba sin retribución alguna; porque su desempeño era excelente. Desde que Jungkook se mudó al mismo barrio que Jung, y le contó acerca de los planes que tenía con Stay Alive, el bailarín profesional le dijo que podía ayudarlos con el manejo de redes por la experiencia que ya adquirió al hacer crecer sus cuentas personales. Esto con el objetivo de tener la influencia necesaria para llegar a un amplio número de personas para seleccionar con cuidado al indicado o indicado para ser el dueño del animalito al que estuvieran buscándole un hogar.

Lo suyo también era una tarea muy dura, porque a veces no había nadie interesado, pero a pesar de todo Hoseok lograba encontrar a alguien. Y cuando eso sucedía, presentaba al candidato o candidatos y ellos como equipo decidían a quien más se ajustará a las necesidades del felino o canino. A día de hoy, nunca han tenido un caso en el que la persona luego se desligara tan pronto de querer cuidar a su nueva mascota, pues eran lo suficientemente cuidadosos como para analizar hasta el más mínimo detalle y continuar monitoreando la situación del animal durante varios meses o en ciertos casos, hasta que se cumpliera el primer año desde su salida del refugio, garantizando haber dado en el clavo con el objetivo principal que tenían como equipo.

—¡Gracias! —exclamó con entusiasmo, recibiendo una leve sonrisa del dependiente.

—Gracias a usted por su compra, vaya con cuidado.

Tras esa cordial despedida, Jungkook se despidió con la mano y se fue caminando por otro tramo distinto con la intención de llegar más pronto a su hogar. El veterinario debía de pasar de cerca de un parque, el cual a estas horas debería estar totalmente desolado. Eran las ocho de la noche, así que sería extraño encontrar a muchas personas en un sitio como ese, a menos que se tratara de parejas enamoradas buscando pasear y tener un momento a solas; eso era lo más típico de presenciar. Además, este parque se caracterizaba por estar conectado con una reserva natural, que durante el día solía ser muy transitada por la gente que disfrutaba del senderismo desde temprano en la mañana—teniendo cuidado de no traspasar los límites impuestos por los encargados del parque debido a los animales salvajes que solían pasearse por el lugar—, por lo que no tendría nada de sentido que alguien se animara a hacer ejercicio o recorrer una zona como esa en plena oscuridad.

O eso era lo que Jungkook pensaba.

Su casa era una vivienda de un piso, acogedora, con pocos muebles y electrodomésticos, pues todo el dinero que estuvo ahorrando desde adolescente, prefirió utilizarlo en el refugio y en la veterinaria que esta poseía. Stay Alive estaba relativamente cerca de su hogar, a no más de diez metros, porque de ese modo no perdería tiempo transportándose si le tocaba atender una emergencia de último minuto. Justo ese mismo día, aquella residencia se sintió tan solitaria tras la partida de los pequeños retriever y quizá estaría así por unos días más hasta que los chicos o él encontraran nuevos animalitos para mantener a salvo.

Después del momento tan conmovedor que tuvieron tras entregar a los perritos a sus nuevos dueños, Jungkook se había despedido de Jimin y Yoongi, deseándoles buenas noches para luego salir del pintoresco edificio en compañía de Bam. A los diez minutos, dueño y mascota se encontraban en la comodidad de su hogar, dispuestos a disfrutar de un poco de tranquilidad tras un día tan agitado. Jungkook encendió la radio, poniendo la emisora que más le gustaba porque en ella era donde más música actual reproducían, mientras se dedicaba a servirle comida y agua al obediente dóberman con el que convivía desde antes de graduarse.

El imponente animal fue un regalo de sus padres por su cumpleaños número veintiuno, los señores Jeon vivían en la zona más céntrica de la ciudad a comparación suya, pero eso no evitaba que se vieran cada fin de semana por más ocupado que su hijo pudiera encontrarse. Su relación era demasiado buena, así que siempre hallaban el momento ideal para juntarse durante unas horas para compartir como si todos siguieran viviendo bajo el mismo techo; porque a pesar de que Jungkook ya se hubiese independizado, seguía siendo el tesoro de los señores Jeon.

También vale aclarar que cuando Jungkook requería de niñeros para su mascota, ellos con gusto ofrecían su ayuda, pues Bam era la adoración de la pareja desde el primer instante en que lo vieron y decidieron adoptarlo para regalárselo a su primogénito. Y desde ese momento, el dóberman fue la mejor compañía que el veterinario y rescatista pudo tener en su vida.

Nunca antes tuvo animales por más que le encantaran desde que era un niño, porque bien sabía que eran una gran responsabilidad, así que ahora que contaba con los medios necesarios para darle la mejor vida al can, estaba feliz de haber esperado tanto tiempo para la realización de ese sueño de infancia. Sin embargo, desconocía que más pronto que tarde, el destino le traería una gran sorpresa con dos orejitas, bigotes, una larga cola y mucho pelo.

—Maldición, debí traer algo con que cubrirme...—se quejó cuando una fuerte ráfaga de viento impactó contra su cuerpo—. Debería apresurarme o acabaré con un horroroso resfriado.

Apresuró el paso, atravesando unos cuantos arbustos, pero teniendo cuidado de no dañarlos en el proceso. En otras circunstancias, jamás haría eso, pero en serio le preocupaba acabar en cama y ese era el único camino disponible para acortar más su travesía en el solitario parque. Jungkook se hallaba tan perdido en su propio mundo hasta que escuchó un suave quejido que lo hizo detenerse en seco.

Por unos segundos, creyó que fue parte de su imaginación o tal vez que se trataba de una alucinación por la terrible hambre que aquejaba a su estómago; pero volvió a escucharlo un poco más alto, así que, por puro instinto, su cuerpo se puso en total alerta para encontrar al animal que necesitaba de su ayuda.

Lo más probable era que se tratara de una ardilla, porque eran los roedores que con mayor facilidad se encontraban en este tipo de lugares, pero no descartaría que se tratara de un conejo o hasta de un zorro, pues ya había atendido casos que involucraban a esta clase de animales en este mismo parque; porque algunos se escapaban de la reserva y acababan varados en los alrededores del mismo.

Se puso de cuclillas por si de ese modo le era más fácil ver al causante de su inesperada preocupación, sus ojos recorrieron cada uno de los arbustos hasta que consiguió captar el movimiento suave de una cola atigrada.

De acuerdo, eso descartaba la posibilidad de que fuera un zorro, así que era un gato.

Ojalá no fuera arisco, o estaría difícil brindarle la respectiva ayuda.

Soltó un suave suspiro y dejó la bolsa de plástico con su comida para acercarse al felino con sigilo, porque un ruido estridente de su parte podría llegar a complicarle las cosas por lo susceptibles que eran los de su especie. Debía demostrarle que su presencia no significaba un peligro y que podía confiar en él. Era sencillo pensarlo, pero difícil ponerlo en práctica y la razón se resumía en que cada gato era un mundo. Cada uno tenía una personalidad distinta y eran tan impredecibles, por lo que nunca podrías prever como sería la forma en la que podrían reaccionar.

Gracias a su trabajo como rescatista y veterinario a tiempo completo, Jungkook tuvo incontables oportunidades para tratar con gatos. Algunos más cariñosos que otros, pero si había algo en común entre todos ellos era que ninguno se salvaba de ser desconfiado, mucho más si una persona se sumaba a esa ecuación. De una u otra forma, debías ganártelos y Jeon siempre optaba por una de sus dos técnicas infalibles: el juego o la comida.

Justo ahora no contaba con nada para ofrecerle al minino, así que optaría por usar uno de los cordones de sus converse para demostrarle que venía en son de paz. El animalito debía estar herido, por lo que escapar de él no era una opción, sin embargo, llevárselo a la fuerza tampoco lo era y por esa razón se esforzaría en convencerlo de ir a su hogar.

La comida podía esperar, esto era mil veces más importante.

—Gatito—llamó en voz baja, acortando la distancia de a poco hasta obtener una vista completa del cuerpo peludo—. Déjame verte, por favor... Ohh, qué bonito eres.

El pelo del gato era largo, en tonos anaranjados con algunas líneas en color marrón que le daban ese aspecto atigrado, mientras que una mancha blanca se adueñaba de la parte superior de su pecho hasta la parte donde crecían sus largos bigotes y su nariz rojiza, su cola era muy felpuda cuál peluche y sus ojos grises podrían robarle el aliento a cualquiera, pues parecían dos brillantes diamantes que destacaban entre la densa oscuridad. Jungkook vio el atisbo de angustia en los orbes del gato, presintiendo que quería moverse para escapar rápidamente de ahí, pero tal como imaginó, el minino tenía algo que le impedía hacerlo. Por eso, la única respuesta que consiguió de su parte fue un gruñido y como su pelo se levantaba por el miedo.

—Tranquilo, no quiero dañarte—aclaró, y acto seguido, le enseñó la pequeña cuerda—. Mira, un juguete.

El minino dejó de estar tan erizado en cuestión de segundos y movió una de sus patas delanteras, las cuales poseían un tono blanco en la punta cuál guante con la intención de agarrar a su "presa". Estos juegos no eran simple entretenimiento para los felinos, porque también activaba sus instintos cazadores que continuaban arraigados a ellos a pesar de que a día de hoy se consideren animales domésticos.

¡Bingo! Esta era la muestra que necesitaba para confiar en que el gatito bajaría la guardia... Tarde o temprano, pero lo haría. Él tenía la paciencia suficiente para esperarlo.

Y así fue, media hora más tarde, Jungkook consiguió un fuerte y constante ronroneo debido a que el gatito siguiera tratando de cazar el juguete que le ofreció sin moverse de su lugar. Le causaba una inmensa tranquilidad, el verlo relajado y divirtiéndose como si no tuviese ninguna otra preocupación más que entretenerse. Aprovechando el momento, el chico fue acercando su mano al gato para que este pudiera olfatearlo. Al ver que el felino no se ponía nervioso—como para sacarle las garras o mostrarle los colmillos— debido a ese intento de acercamiento tan directo, una sonrisa de auténtica felicidad se formó en su rostro. Este era el método más factible para darle seguridad a un gato desconfiado luego de habértelo ganado con comida o con algún juguete, pues si no se alejaba, no gruñía, no amagaba arañarte o intentaba morder, ya podías dar por hecho que el animal se estaba abriendo a ti a tal punto de invadir su espacio en su totalidad.

El gato olisqueó su mano y casi de inmediato bajó la cabeza para recibir una caricia.

—Eso es, buen chico—lo felicitó, rascando detrás de sus orejas—. ¿Qué te sucedió, bonito? —quizá muchos creerían que era una pérdida de tiempo hablar con un animal como si fueras a obtener una respuesta, pero el veterinario era de las cosas que más le encantaba hacer, porque le daba la sensación de que su relación se estrechaba más—. Déjame ayudarte, ¿sí?

Un maullido y más ronroneos fueron el detonante para que Jungkook descendiera sus mimos hacia la espalda del animal. Debía tantear el terreno y si continuaba aceptándolo como hasta ahora, podría colocar sus dos manos encima del gato y cargarlo entre sus manos. Al principio, el minino se incomodó un poco, porque su pelaje se erizó levemente, pero se calmó en el preciso instante en el que Jeon siguió regalándole palabras cariñosas.

—Permíteme llevarte conmigo y revisar que te sucede —exteriorizó y el gato comenzó a restregar su cabeza contra uno de sus brazos—. Voy a tomar eso como un sí, así que no te asustes, cariño.

Dicho y hecho, Jungkook agarró con delicadeza al gatito anaranjado, teniendo especial cuidado en sus patas traseras tras escuchar un sonido lastimero cuando lo levantó del césped. El pobre animal se acurrucó contra el pecho del humano, reafirmándole con ese gesto que contaba con el permiso de ayudarlo para mejorar su condición, a la par que entre suaves ronroneos le expresaba que lo hacía sentir cómodo y protegido. El rescatista no podía estar más complacido con ello, porque ganarte la confianza de un gato temeroso era una experiencia única y solo personas pacientes que se han dado el tiempo de ayudar a felinos en apuros son capaces de afirmar esto.

—Gracias, no te vas a arrepentir de esta decisión—dijo, mirando fijamente los orbes grisáceos del minino, quien le regalaba una mirada de pura admiración como si de verdad estuviera entendiendo sus palabras—. Te curaré y te cuidaré hasta que mejores, no debes preocuparte.

Otro maullido de respuesta fue suficiente para que Jungkook tomara su bolsa llena de comida y se pusiera en marcha con dirección a su hogar, donde atendería al gatito mimoso; porque sí, desde que el minino estuvo en los brazos de su humano, no dejó de ronronear y restregarse contra su cuerpo.

Jungkook no lo sabía, pero Taehyung había hecho clic con él. Los cambiaformas o híbridos tenían la capacidad de conectarse de una forma intensa con otras personas, fueran o no de su especie, y ese era un lazo que nada ni nadie podría romper. Ni siquiera el tiempo, mucho menos alguien más. Pero, lastimosamente, no todos ellos lograban ser correspondidos por pertenecer a mundos tan distintos.

Taehyung en serio esperaba que no fuera su caso; porque no importaba cuál fuera su relación con este amable humano, a partir de ahora, separarse de él no sería una opción y si tenía que fingir ser un gato hasta el último de sus días, lo haría con mucho gusto, pues, a fin de cuentas, ya estaba acostumbrado. Personas tan bondadosas y de corazón noble eran escasas como los oasis que se encuentran rara vez en desiertos, así que, si el universo le estaba dando esta maravillosa oportunidad, se aferraría con todas sus fuerzas.

Solo esperaba que no lo alejara, lo comprendiera y quisiera mantenerlo cerca.

No era mucho pedir, ¿verdad?

Pobre minino que desconocía lo difícil que sería convencer a un humano que siempre se ha mantenido fuerte ante la tentación de encariñarse con cada animalito que rescata.

Aunque quizá, solo quizá, esta vez sería diferente.

Porque no todos los días una hermosa casualidad llega a tu vida.

🍃

Para un gato, estar en brazos de un humano podía ser tan bueno como malo, muchas veces se sentían atrapados cuando los sostenían de ese modo por un tiempo considerable, pero Taehyung sería capaz de asegurar que era el paraíso. O tal vez era por la persona, quien le brindaba tanta comodidad, le inspiraba confianza y se le notaba lo cuidadoso que estaba siendo con sus extremidades adoloridas.

El híbrido vivía en los adentros de esa amplia reserva natural junto a otros cambiaformas de su especie, ellos no eran muchos, porque la mayoría había dejado ese estilo de vida atrás al desear camuflarse entre otros humanos, pero eran bastante unidos como si fueran una verdadera familia. Taehyung los apreciaba con todo su corazón, sin embargo, no conseguía adaptarse a ellos como uno más. Hace unos diez años, perdió a sus padres cuando estos salieron a cazar—porque sus instintos eran como los de sus antepasados, donde buscaban comida para sobrevivir y proveer a sus crías—, y se quedó solo a sus tempranos quince años, pues desde ese instante, tuvo que madurar a la fuerza.

Aquel proceso no fue tan duro porque contó con el apoyo de gente cercana, pero independizarse de esa forma tan abrupta y con el tormento de haberte quedado huérfano, era algo que no se lo desearía ni a su peor enemigo. Sin contar que tuvo que aprender ciertas cosas en tiempo récord para sobrevivir, porque nadie llevaría comida hasta su hogar. Mucho menos le preguntarían si estaba bien o si necesitaba ayuda con algo en particular.

Casi todos los gatos de su entorno eran fríos como témpanos de hielo, así que tampoco le sorprendía que pasaran de página con tanta rapidez a diferencia de él, quien a día de hoy seguía melancólico por la partida inesperada de su amada familia. Siendo sincero, tampoco los culpaba por su falta de empatía, ya que, a pesar de ese rudo comportamiento, nunca lo hicieron sentir excluido del grupo. Viéndolo en retrospectiva, él tuvo la suerte suficiente como para que no lo vieran como un estorbo por no saber nada cuando lo perdió todo.

En otras circunstancias, lo hubieran hecho sentir como un inútil, pero varios le enseñaron a valerse por cuenta propia como según ellos un buen gato debía de hacer, porque tenía presente que sus progenitores fueron muy consentidores y sobre protectores con él en comparación a los demás padres; quienes desde los diez años empezaban a lanzar a sus hijos a situaciones en las que pudieran desarrollar sus instintos felinos al incitarles a pasar más tiempo en su transformación completa.

Al principio, cazar le resultaba muy dificultoso, y librarse de depredadores lo era el triple; incontables veces fueron en las que casi acababa en boca de los lobos que bajaban desde las montañas cuando no encontraban qué comer en la zona más profunda de la reserva. En la actualidad, se consideraba un gran escapista del peligro, pero tal vez en esa ocasión se confió demasiado y por eso fue que acabó en ese estado.

Si alguien le hubiera dicho al iniciar el día que esa misma noche estaría en esa situación tan complicada, Taehyung se reiría a carcajadas. El pasar de los años influyó en que cada una de sus habilidades mejorara, pero tal parecía que ni los expertos se salvaban de cometer errores o tal vez, él fue tan idiota como para no analizar las posibilidades a las que podría enfrentarse desde que tomó la decisión de alejarse de la zona que delimitaba con su hogar. Era eso, o seguir el mismo destino de su familia, porque se juró que nunca sería cazado por un depredador.

En su defensa, no se dio cuenta de ese detalle por estar escapando de un lobo que le estaba pisando los talones, por lo que no le quedó de otra que correr con fuerza hasta no poder más. Lo único malo fue cuando se tropezó, rodando cuesta abajo, hasta que una de sus patas traseras acabó sufriendo las terribles consecuencias de su descuido. El dolor lo dejó inmóvil por un largo rato, pero al menos no fue la cena de aquel lobo. Cuando fijó su vista en los árboles que le rodeaban, se percató de que ninguno le resultaba familiar, pero lo que logró que cada uno de sus sentidos se activara, fue escuchar el bullicio que provenía cerca de ahí.

No tenía que ser tonto para deducir que esos ruidos eran causados por los humanos. Algunas veces pudo verlos desde la lejanía, no obstante, jamás sintió el impulso de acercárseles demasiado. Sabía lo básico de ellos, de las cosas que hacían para sobrevivir y como se manejaban en sociedad, por lo que no era tan ingenuo, pero nunca le llamó la atención involucrarse como otros de los suyos sí hicieron. De hecho, él tenía bastante presente que varios de ellos fueron motivados por el "amor" que lograron desarrollar con sus humanos y aunque le parecía muy curioso, no se veía a sí mismo siendo capaz de dejar todo atrás por algo así.

Taehyung pronto aprendería que el dicho de nunca digas nunca era la más pura verdad.

Hasta una leyenda al respecto existía, pero el gatito anaranjado a veces creía que eran puros inventos y como los híbridos que quedaban, trataban de no hablar mucho de ello para no incentivar a los más jóvenes en ir en búsqueda de potenciales parejas, el tema era como un tabú en su comunidad. A fin de cuentas, a los felinos de mayor edad no les convenía quedarse sin jóvenes en el lugar. No obstante, tampoco los juzgaban si decidían tomar un camino distinto, pero ya habían pasado como siete años desde que varios salieron de ahí en busca de un nuevo comienzo.

Si él conocía detalles muy específicos sobre el tema de amor entre híbrido y humano era por su madre, quien le contó que su hermana decidió vivir como humana tras enamorarse de un chico que solía frecuentar la zona a causa de su trabajo como biólogo. Nunca más supieron de ella, pero su mamá le decía que confiaba en que se encontraba bien, porque cuando conoció al susodicho, este se notaba igual de enamorado que su hermana; así que la dejó ir con la esperanza de que fuera muy feliz, aunque nunca más la volviera a ver.

Él se hallaba en la misma edad que su tía cuando se fue. Sus veintiocho primaveras recién cumplidas y continuaba sin pareja, peor aún un digno pretendiente, por el simple hecho de que no lograba conectar con nadie cuando debería de ya ir por su segundo hijo. Porque sí, además de ser un cambiaformas, era un doncel, así que tenía la magnífica capacidad de concebir. Amaba a los niños y deseaba tener toda una camada de ser posible. Una lástima que ningún gato le gustara lo suficiente como para regalarle la dicha de tener a sus crías.

Mal momento para ser tan jodidamente selectivo, pero nadie podía culparlo cuando creció viendo a su padre ser un amor con su progenitora.

Si no tenía algo así, no quería nada y estaría contento de quedarse como estaba.

Mejor solo que mal acompañado decían por ahí.

Aguantándose no quejarse tanto como para alertar a alguien, el gato logró movilizarse hasta unos arbustos cuando apenas la tarde estaba desvaneciéndose para dar paso a la noche. Su plan era descansar ahí por una noche—rogando que la inflamación en su pata bajara por completo como para correr lo justo y necesario antes de desmayarse por el dolor—, y después concentrarse en regresar a su hogar o al menos arribar a la frontera con este, donde tenía más posibilidades de ser descubierto por alguien de su comunidad.

Ni en sus sueños más locos se hubiera imaginado que un humano aparecería para darle la mano. Su primera reacción fue de miedo al no saber qué esperar, pero al ver cómo ese bonito chico de cabellos castaños y ojos grandes le invitaba a unirse a una ronda de "caza", no pudo evitar darle un voto de confianza. No parecía peligroso, le hablaba con suavidad y le decía apodos lindos; sería tonto verlo como una amenaza o quizá estaba pecando de confiado.

Realmente no sabía por qué actuaba así, pero quería ser cuidado por ese joven. No por un único día, si no para siempre.

¿Estaba mal desear con tanta vehemencia que ese fugaz anhelo se hiciera realidad?

Si era recíproco, podría estar contento de admitir que se equivocó como para gritarles a los suyos que dejaba su pasado enterrado para mantenerse junto a su salvador. No le importaba si se quedaba como su gato o si se animaba a revelarle su verdadera identidad, porque él presentía que igual se mantendría cerca. No estaba enamorado, pero su instinto le decía que este humano era su lugar seguro y eso ya significaba tanto para él.

Los sentimientos se desarrollan con el tiempo, pero el vínculo se crea desde el minuto uno y Taehyung sabía que era su caso por más irreal que fuera.

Continuará...

¿Qué les pareció? En este capítulo quise profundizar bastante sobre la labor de Jungkook y como esto influirá con su relación con Tae. Asimismo, revelé algunos detalles interesantes de nuestro lindo gatito, los cuales sentarán las bases para que la relación con su humano sea mucho más interesantes en los próximos capítulos. Y aprovechando que esta historia es pura ficción, también tendrá una leve mención al m-preg,  aviso para que no se sorprendan más adelante, a pesar de que ya lo mencioné en esta actualización de una forma sutil.

Algo que me ha encantado de redactar esto, es la información que puedo dar acerca de los gatos, porque son mis animales favoritos, y por el simple hecho de que tengo tres de ellos (mis bebés, son mí adoración) a mi cargo en la actualidad (cada uno fue rescatado de la calle). Por eso, yo les puedo asegurar que adoptar es una experiencia preciosa y que si tienen la oportunidad de hacerlo, no se lo piensen dos veces, porque estos peluditos (ya sean perros o gatos) tienen mucho amor para dar y les agradecerán eternamente que les ofrezcan un espacio en su hogar (siempre con responsabilidad, pues no son ningún juguete y tienen necesidades que atender, así que ojo con eso). 

Los estaré leyendo y quien más se haga notar, lo tomaré en cuenta para regalarles una dedicatoria. 

Gracias por estar al pendiente y por su enorme paciencia con mis tiempos de actualización, los adoro como no tienen idea. 

Aquí les dejo la foto de la forma de nuestro Tae gatito hecha por la IA, es bellísima. 

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