04
LEI MIRABA ANSIOSO SU VIOLÍN EN LA SALA DEL CLUB DE MÚSICA. ESPERABA LA LLEGADA DE LEE LUEGO DE HABERLA citado al pedirle a uno de sus compañeras que le avisara, aunque al parecer, no hacía ningún amago de venir.
—¿Y por qué no me envía nada?—miró su teléfono, abrumado.
Y la vio luego entrar, acomodando su cabello y su respiración estaba agitada, había corrido para verlo.
—¿No se te ocurrió avisarme que demorarías?
—Lo siento pero aún no desarrollo la telepatía, Lei
—Hablaba de un mensaje por Line, los dedos no pesan, ¿sabías?
—No tengo tu número, por eso digo lo de la telepatía—soltó una risita.
El de cabello ondulado hizo una mueca, avergonzado por el reclamo que acababa de soltar, pero sobre todo, la poca importancia que la contraria le había dado a la situación.
—¿Para qué me llamabas?—se sentó en el banquito frente al piano, pero, sin intención de tocarla.
—Oh bueno...—perdió la mirada en su violín— quería disculparme contigo
—¿Me hiciste algo malo?
—No
—Entonces, no hay razón para pedir perdón—sonrió dulce la chica.
—Pero yo no te creí...
—Da igual, siempre hay opción para creer o no—se encogió de hombros— aveces, el inconsciente elige creer cosas, aveces no, todo para protegernos de algo o siquiera, de la nula lógica que podamos encontrar en aquello
Sin embargo, Lei hizo una mueca.
—Al final, si llovió y muy fuerte
—Bueno, seguramente ese dragón estaba enojado—se encogió de hombros— o muy triste
—¿Cómo lo sabes?
—Por la intensidad de la lluvia, ¿nunca te has puesto a escucharla?
—Solo son gotas cayendo, ¿qué más puedes escuchar?
La chica soltó una risita, negando con su cabeza mientras que jugueteaba con sus dedos.
—Es mucho más que gotas cayendo sobre cosas, incluso, el ruido se produce cuando las gotas tocan algo, sino, no suenan
—Lo sé—hizo una mueca— pero que es lo que hay que oír
—Bueno, si esperas a que te digan "Hola Lei, ¿cómo estás?", déjame decirte que estás equivocado—se encogió de hombros— la naturaleza cuando nos habla, no nos da palabras, sino, ruidos y monosílabos que alimentan el alma
—¿Y cómo estás tan segura de eso?
—Bueno, llevo años escuchando a mi al rededor—hizo una seña para que se acercara— ven aquí, te diré un secreto
Caminó vacilante, sentándose a su lado sin antes dudarlo un par de segundos, pero tampoco desconfiaba, Anne se veía demasiado inofensiva como para si quiera hacerle daño.
—El mundo que nos rodea está lleno de maravillas que se esconden a simple vista— sonrió en grande— mi soledad me ayudó a comprender otras cosas que otros no
—¿Cosas cómo qué?
—Bueno, primero, a gente como tu—sonrió, jugando con sus manos— y también, que no necesito estar rodeada de personas para sentirme bien conmigo misma, incluso, yo soy mi propia mejor amiga
—Eso es imposible, siempre tenemos con quién hablar
—Tienes razón, spikes me escucha siempre—sonrió ella— es un erizo de tierra, es muy agradable y bonito
—¿Y humanos?
—Bueno, diría que también es una persona, es más civilizado que la gran parte de la humanidad—se encogió de hombros.
—¿Y por qué me das lecciones de vida?, no las necesito...
—Bueno—se giró a él— no son lecciones, solo creí que te hace falta ver la vida desde otras matices, nada es blanco o negro o gris, todo tiene una gama de colores preciosos
—¿Y cómo estás tan segura de eso?
—Bueno, no se si has estudiado física, pero al momento en que la luz impacta en algo, todos los colores se reflejan, quedando solo el que vemos—sonrió ampliamente— ¿y lo más genial?, que todos vemos colores diferentes, incluso, los daltónicos
Lei suspiro, de cierta manera, Anne significaba un mundo nuevo que le daba pánico descubrir, como si hacerle caso significará perderse y encontrarse a si mismo en un proceso que no le veía ni pies ni cabeza.
—¿Y hay algo interesante que decir?
—Bueno, mi consejo es que seas tu propio sol—sonrió, levantándose del banco— los girasoles suelen mirarse entre ellos cuando el sol no está
Y abandonó el aula, dejando a Lei pensar en la "nueva mirada" del mundo, sobre todo, cuando notó en el suelo un pequeño llavero de puerco espín, el cuál, tomó entre sus manos y sonrió, guardándolo en su bolsillo.
—Me estás volviendo loco en tan poco tiempo, Anne—suspiró, levantándose pars guardar su violín, colocando el llavero en el cierre del estuche y abandonar aquel aula.
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