02
LOS PASILLOS COMENZABAN A LLENARSE DE ALUMNOS INDICANDO EL TERMINO DE LA JORNADA DIURNA y darle horas más tarde a los estudiantes vespertinos. Lei miraba la nota dudando en ir a la azotea o simplemente irse a casa, desconfiando fielmente de aquella caligrafía, la mera idea de que eso fuera una broma le provocaba un malestar inmenso.
Decidió ir, demorándose todo el tiempo del mundo e incluso, paseando un poco para no ser tan rápido ni mostrarse muy interesado, hasta que finalmente llegó al esperado lugar, viendo a una castaña de espaldas apoyada en una de las barandas observando a los estudiantes ir y venir.
—Creo que es hora de volver a casa...—la escuchó hablar, sintiendo escalofríos.
Aquella voz sonaba tan similar a la de la sala de música e incluso, su silueta era la misma.... Si se suponía que ella no sabía quién era él, ¿no?.
La vio voltear y trastabillar con sus pies apenas lo vio, haciéndole reír por lo torpe que había sido.
—Lo siento, me asustaste...—llevó una mano a su pecho del susto.
—Creo que es una falta de respeto invitar y luego irte cuando aparecen tus invitados, ¿no lo crees?—preguntó alzando una ceja con diversión.
—En mi defensa, no llegabas...—se excusó.
—Bueno, cualquiera puede tener inconvenientes, hay variables que no podemos manejar
—Técnicamente, pero... de igual forma....—trató de defenderse.
—Bueno, ¿vas a decirme para qué me llamaste o simplemente vas a hacerme perder el tiempo?, mira, no te conozco y no me gustas...
Y la escuchó reír, una risa melodiosa y contagiosa que lo hizo querer hacer lo mismo, pero se controló. Se sintió un poco culpable por haber sido un poco tosco al soltar aquellas palabras, pero tampoco gustaba darle falsas esperanzas, no cuando lo había vivido de primera fuente.
—Realmente nunca pensé que siendo el más callado de los F4 ibas a tener semejante ego, pero tranquilo, no me gustas—comentó acercándose para sonreírle — solo pensé que podríamos ser amigos, ya sabes, te ves bastante solo...
—¿Qué te hace pensar eso?
—Porque los ojos no mienten, son las ventanas del alma...—se encogió de hombros.
LEI Y ANNE ESTABAN EN AQUELLA AZOTEA COMIENDO UNOS SÁNDWICHES DEL SUBWAY que ella había perdido para hacer el tiempo menos ameno y también, buscar una excusa para quedarse más tiempo.
—Entonces, Lei... cuéntame de ti
Y no escuchó respuesta, haciéndola suspirar y buscar algún método que le habían enseñado en clases para comunicarse con niños pequeños que no querían hablar, sabía que el chico frente a él no era un niño, pero no podía hacer nada mejor.
—Soy Anne, tengo veinticuatro años, me gustan los animales y estudio pediatría—habló como cuando iba a hacer internado— me gustan los dulces, sobre todo las paletas de fresa
Lei simplemente la miró, curioso del método que estaba utilizando para hablar con él.
—Soy Lei, me gusta la música—respondió sin dar muchos detalles.
—Lei, ¿te gustan los perritos?, ¿los gatos?—preguntó, tomando del vaso plástico que contenía un refresco de naranja.
—Los gatos...—respondió mirándola— ¿por qué?
—Conozco cafeterías y hogares de gatos que podrían gustarte—sonrió dándole confianza— ¿crees poder venir conmigo algún día?
Y recordó las palabras de Meizuo y sobre todo, las que ella misma le había dicho. Nunca antes había querido acercarse a él ni mucho menos de una forma tan extraña como invitarlo a la azotea.
—¿Qué... qué quieres de mi?—preguntó sin rodeos.
A pesar de que aquello le haya hecho feliz de alguna manera y que su niño interior estuviera a gusto con la chica frente a él, desconfiaba un poco y prefería sacar sus dudas.
—Quiero que seamos amigos y que estés más feliz—admitió— tus ojitos brillan tristes
—¿Y cómo lo sabes?—se sintió desprotegido.
—Porque los míos brillan igual—reconoció, mirando el cielo— ¿sabías que dicen que va a llover cuando algunas nubes tienen forma de dragones?, dicen las malas lenguas que son dragones de agua—trató de cambiar el tema.
Huaze lo agradeció plenamente, no quería entrar en detalles y suspuso que ella tampoco, por lo que, miró hacía el cielo deteniéndose en aquella nube.
—¿Y cómo se está seguro de eso?
—Bueno, antiguamente cuando en el mundo cuando estaban los emperadores y todo ese tipo de reinos, los dragones decidieron irse a sus lugares cuando una noble samurai los liberó—sonrió, recordando las historias que su madre le contaba antes de dormir— por eso, dicen que cuando hay erupciones volcánicas y ves bien el humo que desprende, puedes ver un dragón salir de ahí luego de despertar
—Eso es sumamente ridículo—el de cabellos ondulados recriminó—solo es humo y esas son solo nubes, llueve por los ciclos del agua y los volcanes erupcionan porque simplemente lo hacen
Ella soltó una risita— Bueno, aveces debemos ver las cosas de otra perspectiva para hacer nuestra vida más interesante, ¿no lo crees?
Y se quedó callado, analizando sus palabras y volvió a mirar las nubes, mirándola de reojo.
—¿Y en cuánto tiempo debería llover luego de verlo?
—Esta noche
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