Epílogo.
La imagen frente a mí, me causaba asco.
No podía creer como hubo un tiempo en el que veía a ese sujeto como mi héroe.
Ahí, al fondo de la habitación estaba mi tío, sujetado con cadenas azules en cada una de sus extremidades en lo alto del muro, parecía inconsciente.
Chasquee los dedos y un balde de agua se manifestó arriba de él, el balde se giró, mojándolo por completo y haciendo que despertara, él aturdido miró a su alrededor, buscando quien le había hecho aquello.
—Basta de juegos, Cipher —dijo mirando hacia mi dirección, pero una gran sombra me cubría por completo.
Solté una carcajada.
—¿Hasta cuándo vas a seguir subestimándome, querido tío? —dije, saliendo de mi escondite con una cínica sonrisa.
La expresión en su rostro se volvió amarga, lo cual me lleno de satisfacción.
—¿Qué haces aquí? —me dijo, entre odio y decepción, en otros tiempos eso me hubiera hecho llorar toda la tarde o hasta que Bill hubiera llegado a hacerme sentir mejor, pero en esos momentos, no me importaba en absoluto... hasta encontraba cierto placer en ello.
—Me vine a despedir —solté finalmente después de un corto silencio.
Su expresión cambio por completo, reflejando todo tipo de emociones, pero definitivamente la que más resaltaba era una: miedo.
Sin embargo, no dijo nada al respecto de mi comentario, al contrario, decidió cambiar de tema.
—Espero que estés satisfecho —dijo intentando ocultar el miedo en su mirada con un tono de rabia pura.
No le funcionaba.
—Mucho —le contesté sonrisa de satisfacción—, últimamente he hecho un par de cosas de las que estoy plenamente satisfecho... una de ellas fue encontrar la ecuación en tu oficina y otra... bueno, fue como Bill y yo celebramos sobre tu escritorio.
Parecía que iba a vomitar.
—Pero no vine aquí a contarte de mi relación con Bill, creo que eso ya estás que informado... supongo que nunca le agradecí a mi hermana por ello y supongo que ahora nunca podre —me encogí de hombros como si fuera lo más insignificante del mundo el no poder hablar con ella otra vez y, en cierto modo, lo era—. Como dije antes vine a despedirme y no puedo despedirme apropiadamente sin antes agradecerte, entenderás que aprendí esa lección con los demás.
El rostro de Ford sólo mostraba confusión.
—Verás querido Tío, quisiera poder darle todo el crédito a Bill de esto, de nuestro reinado, de quién soy ahora, de lo que hemos logrado, pero eso sería mentir, tú, tu hermano y la odiosa de mi hermana contribuyeron muchísimo, creo que Bill ya se los había dicho, sin embargo, quería hacerlo yo también, como un cierre.
Ford no me respondió.
—A veces me pongo a pensar en ustedes ¿sabes? Y me preguntó: si me hubieran tratado diferente, es decir, si me hubieran respetado y querido, aunque sea un poco... ¿las cosas hubieran sido distintas? Quién sabe, querido tío Ford a lo mejor en otra realidad ustedes me quisieron, a lo mejor en esa realidad, Bill y yo nunca nos aliamos... a lo mejor en esa realidad detuvimos el Weirdmageddon y a lo mejor, yo me quedé como tu aprendiz.
—A lo mejor —habló por primera vez en un rato, con tristeza.
Le sonreí dulcemente.
—Pero ese no es el caso —continué con mi discurso—, a veces me gustaría no haberme deshecho de Mabel y Stan, para que pudieran ver todo lo que logré, como tú.
—Sabía que todos los homosexuales eran unos degenerados —escupió mi tío, llenándose de rabia nuevamente—, especialmente tú.
—Puede ser —contesté con una sonrisa—, pero Bill me ha enseñado que las cosas fuera de lo común son las mejores.
No contestó, simplemente cerró los ojos y tomar un respiro.
—Estoy listo para reunirme con mi familia —dijo con resignación, antes de mirarme por primera vez a los ojos—, mi verdadera familia.
—¿Reunirte en dónde? —me burlé fríamente—, ¿piensas que vine a matarte? —Pregunté con sorna—. No tío, creo que estás confundido, no morirás hoy... y dudo que mueras en algún tiempo cercano, honestamente. Cometí un error al deshacerme de Stan y Mabel tan rápido, no pudieron apreciar nada de... —hice una pausa y sonreí—, bueno, ya lo verás por ellos.
—¿De qué estás hablando?
—Quiero que veas lo que Bill y yo hemos hecho con el mundo y luego tal vez... nos deshagamos de ti, no lo sé, aún no hemos decidido qué haremos contigo, pero te lo haremos saber cuándo llegué el momento.
—¿Y la despedida? —Me preguntó.
—No te volveré a ver, incluso aunque no mueras hoy, te voy a reubicar, quiero que veas todo en primera fila, y vine a traerte la noticia de que ya no nos veremos, después de terminar de conquistar esta realidad iremos a otra, Bill y yo ya casi terminamos de reconstruir tu viejo portal, con algunas mejoras por supuesto y no creo que volvamos en un tiempo, sino ordenamos matarte, morirás de vejez antes de que volvamos.
Sonreí al notar su expresión, lo sabía, estaba derrotado.
Chasquee mis dedos nuevamente y una de las paredes se abrió, el piso debajo de mí y el muro que sostenía a Ford se movieron hacia adelante y hacia afuera, ahora sólo era un muro en medio del espacio.
Ford se quedó perplejo, todo el planeta...
—Raro, lo sé —dije sonriendo nuevamente y disfrutando cada segundo de eso—, justo como nos gusta.
Un par de lagrimas salieron de su rostro y me sentí aún mejor.
—Espero que disfrutes el espectáculo, quiero que observes al planeta que no pudiste proteger de mí... de tu propio sobrino —pause un minuto y me acerqué para susurrarle—, perdiste.
Me di la vuelta dispuesto a irme.
—No entiendo porque te despediste, te hubieras ido y ya.
—Oh querido tío Ford —le sonreí antes de regresar a la pirámide—, porque después de todo, somos familia.
[...]
Una vez que me había alejado de Ford, una sonrisa de satisfacción se extendió en mi rostro.
Lo había logrado, ya no necesitaba su aprobación, no necesitaba a nadie más que a Bill.
Caminé hasta el trono que compartía con él, que desde hacía unos días había sido reubicado del centro de la pirámide a una de las orillas, puesto a que al demonio le gustaba ver el desastre que sus bestias causaban mientras estábamos juntos.
Toque el reposabrazos con un dedo, ese lugar era mío.
Todo ahí, la pirámide era mía, los sirvientes eran míos, Ford era mi prisionero, el mundo en llamas, la gente aterrazada... todo era mío.
Porque después de todo, todo lo de Bill era mío y lo mío era suyo.
Incluso nosotros mismos, nos pertenecíamos el uno al otro...
Él era mío y yo era suyo.
Aunque yo no tenía mucho que otorgarle últimamente, puesto que ya tenía todo lo que quisiera a su alcance, pero sabía que aun habían cosas que podía hacer por él.
—¿Otra vez con la mente llena de preocupaciones? —lo escuché decir detrás de mí.
—Algunas.
—Siempre quiero más —dijo respondiendo a mi pensamiento—, y siempre necesitare algo de ti —su mano rodeo mi cintura—. Incluso si es sólo tu compañía, Pino.
—Sabes que no me gusta que leas mis pensamientos sin permiso.
—Creía que lo tuyo era mío, incluidos los pensamientos.
—A veces puedes ser un imbécil.
Bill rió, acercándome a él.
—En unos días más estará listo el portal Pino y te necesitare a ti y a tu cabeza más que nunca, necesitaremos planear como volveremos rara la siguiente dimensión —Bill me besó—, y la siguiente —otro beso y me subió al reposabrazos del trono—, y la siguiente.
Sentía que me faltaba el aire.
—Ya lo resolveremos —le dije rodeando su cuello con los brazos.
Bill deslizo su cara hasta mi barbilla y luego descanso su cabeza en mi cuello, podía sentir su respiración contra mi piel, se sentía cálido.
Enrede mis dedos en su cabello mientras lo acariciaba suavemente.
Lo amaba.
Realmente lo hacía.
Bill sonrió contra mi cuello.
—Yo también —contestó a mi pensamiento y me sonroje ligeramente.
—Te dije que te detuvieras —le dije rodando los ojos.
—De acuerdo —dijo y me soltó por completo.
—No eso.
—Lo sé.
—Eres de lo peor.
—No dirás eso cuando veas la sorpresa que te tengo preparada —habló, tomándome del brazo guiándome hasta la orilla de la pirámide.
Lo miré confundido.
—¿Otra sorpresa?
—Te mereces muchísimas más, tal vez te deje incluso nombrar a una de las dimensiones.
—Que considerado —bromeé.
—Me sorprende que aún no la hayas visto, pero es mejor así —Bill se colocó detrás de mí y me empujo ligeramente a la ventana cubriéndome los ojos.
Sonreí, esto realmente me hacía feliz.
Bill me hacía muy feliz.
Quitó sus manos de mí y miré por el hueco en la pared, podía ver el muro a lo lejos donde mi tío debía estar, pero lo que realmente llamó mi atención era la tierra,
Seguía en llamas con burbujas de locura y gritos por todos lados, pero lo único que me importo fue eso.
Se podía apreciar a la perfección, justo sobre lo que solía ser Estados Unidos un: △ + 🌲 = ♡.
—¿Te gusta? —Me preguntó.
—Me encanta... me encantas tú.
—Me alegro.
Realmente me hacía feliz estar con Bill.
Era feliz amando al demonio.
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