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9.

Dipper besaba sus labios con delirio, mientras Bill acariciaba suavemente el pecho del menor desde la imponencia de su trono, no les importaba que todo mundo los viera, al contrario, que los vean.

Las luces de la fiesta los alumbraban tenuemente mientras los demás bailaban, pero ambos omitían la presencia de los demás, ellos sólo se enfocaban en su pareja.

El menor pasó de los labios al cuello del demonio dejando que la lujuria tomará control de su sistema, besando cada centímetro del espacio entre los brazos y cabeza del rubio.

Cuando el castaño mordió su piel supo que era suficiente, necesitaba desesperadamente estar a solas con Dipper, para poder hacer todas las cosas que quería en esos momentos, por eso en un chasqueó de dedos teletransportó a ambos a la habitación.

A pesar de no necesitar privacidad, Bill la quería, deseaba tener al menor sólo con él, sólo para él.

Dipper soltó una pequeña risa al notar dónde se encontraban ahora, pero un escalofrío recorrió su cuerpo al momento en el que Bill lo arrinconó contra la cama, obligándolo a sentarse, sus manos en sus hombros del menor y una sonrisa de oreja a oreja acompañaban al rubio.

—Bill... —soltó el castaño en un suspiro.

Fue entonces que el demonio se acomodó sobre el menor deshaciéndose de su playera entre besos llenos de deseo. El mayor sonrió separándose cuidadosamente del contacto entre sus labios.

—Me fascinas, Pino —soltó el rubio sin pensar.

Y vaya que lo hacía.

[...]

Bill yacía sentado en la cama, observando con dedicación las facciones del castaño, mientras este dormía, notando cada una de las marcas que le había dejado la noche anterior.

Usualmente se las sanaría, pero en ese momento Bill quería dejárselas, quería que cualquiera que posara sus ojos sobre Dipper supiera que era suyo, que le pertenecía.

Que se pertenecían.

El demonio acariciaba con cuidado los enredados cabellos del menor, mientras pensaba en lo confundido que se sentía.

Nuevamente un nudo se formó en su estómago, sintiendo algo de ansiedad. Había algo en Dipper que lo hacía sentir adicto él, a su compañía, a su manera de actuar, a su manera de pensar, a su curiosa sonrisa y a lo cautivante que eran sus ojos cuando se clavaban en él... la manera en la que lo veía.

Todos lo miraban con respeto, envidia, incluso algo de admiración, pero lo que siempre predominada era el miedo... Dipper no, el veía a Bill como si fuera lo mejor que le hubiera pasado, con admiración, deseo y sobre todo afecto, cariño... amor.

El demonio estaba obsesionado con ser mirado de esa manera por el castaño.

No entendía que había pasado, en qué momento sucedió... ¿cuándo se volvió tan débil por un humano? ¿Cuándo se encariñó tanto por un ser mortal? ¿Cuándo dejó de pensar con claridad?

Odiaba todo eso y odiaba no entenderlo.

Odiaba tanto no haberlo abandonado cuando tuvo la oportunidad, cuando debió, odiaba tanto saber que Pyronica tenía razón cuando decía que gracias a Dipper había desviado su verdadero plan, odiaba sentir culpa por planear usarlo y botarlo en un principio, odiaba saber que ahora dependía de pasar el rato con el castaño para sentirse satisfecho, odiaba sentir la necesidad de hacerlo feliz y complacerlo, odiaba como no podía deshacerse de las palabras de William que rondaban en su cabeza.

No paraba de pensar en la oración que incluía a Dipper, en la palabra perjudicar que la acompañaba... a pesar de sus intenciones iniciales ahora era incapaz de hacer sentir mal al menor.

El quería quitarle cualquier rastro de dolor de su ser... con ese pensamiento, decidió curarle las marcas a Dipper, no quería que le dolerían al despertar, y todos modos, todos sabían que estaba con él, lo había dejado en claro en más de una ocasión.

Por eso mismo detestaba recordar la manera en la que su familia solía ser con el castaño antes del Weirdmaggedon, detestaba de una manera inimaginable a su hermana por hacer sentir mal a su Pino, detestaba no poder romper su promesa con el menor de no lastimar a Mabel. Él quería escuchar cada grito que emanara de su garganta, deseaba escuchar el sonido de sus huesos rompiéndose, anhelaba desesperadamente multiplicar todo dolor que en algún momento pudo causarle a Dipper.

Y es por eso que ahora las palabras de William no abandonaban su cabeza, el no entendía en qué contexto él podría perjudicar al menor si su único objetivo era darle todo, su única motivación era hacerle sentir la persona más afortunada y adorada, era protegerlo... ¿cómo él podría hacerle daño?

Su rostro calmado se convirtió en otro cuando su ceño se frunció y miró al castaño frustrado, soltando el cabello del menor maldijo por lo bajo, evitando despertar al menor.

Aborrecía ese sentimiento, aborrecía ese sentimiento de culpa, aborrecía saber que la felicidad de Dipper corría peligro por sus acciones.

Apretando con fuerza su rostro calló cada impulso de gritar.

No.

No se permitiría nada de eso, no permitiría que nada ni nadie destruyera lo que él tenía con el castaño, no aceptaría que algo o alguien arruinara la felicidad del menor.

Él le daría todo a Dipper, todo lo que sea necesario, todo lo que éste quisiera.

Ya no le importaba verse débil o estúpido por caer por un humano, porque sabía que junto a ese humano, podían hacer lo que sea.

Sin poder evitarlo miró el calmado rostro del menor, viendo como su pálida piel observaba a la perfección cada marca desaparecer lentamente con sus caricias. Escuchaba su lenta y relajada respiración y pronto su tranquilidad fue compartida al demonio.

Un suspiro escapó de sus labios, sabiendo que a pesar de todos esos sentimientos amargos agradecía cada uno de ellos por permitirle tener tan agradable compañía en aquellos momentos.

Una pequeña sonrisa brotó en sus labios cuando notó al menor revolverse en las sábanas, lentamente besó su frente e intentó levantarse de la cama cuando sintió al menor tomar con lentitud su mano.

—¿Te vas? —preguntó suavemente—, ¿otra vez?

Bill suspiró de nueva cuenta antes de sonreírle al chico.

—Tengo que hacer algo importante —afirmó el mayor depositando un tierno beso en la mano que lo había detenido—, prometo no tardarme.

—¿De verdad? —repitió algo dudoso.

—Sí, Pino —le dijo antes de besarlo lentamente en los labios—, ahora regresa a dormir, lo necesitas, estaré de vuelta antes de que despiertes de nuevo.

Una tímida sonrisa enmarcó el rostro del castaño ante el curioso tacto de Bill.

—Okay, despiértame cuando regreses —murmuró arrastrando un poco las palabras por el sueño.

El mayor lo miró algo enternecido antes de negar con la cabeza, no podía distraerse con el menor, necesitaba encargarse de uno de los problemas que dominaban su cabeza.

[...]

«Viajaba por la mente del anciano, buscando pistas para descubrir el código que necesitaba Gideon como nuestro trato había establecido, él no lo sabía, pero que consiguiera que la Cabaña del Misterio implicaba que conseguiría acceso al portal.

Flotaba suavemente pasando por un montón de puertas en busca de alguna que diera indicios de donde se podría encontrar el recuerdo que necesitaba, varías llamaban mi atención, pero ninguna tenía aquello que tanto necesitaba.

Buscar en cada una de las puertas de la aburrida mente de Stanley, me estaba matando, aunque hubo una puerta que llamó toda mi atención, era uno de los recuerdos que Stanley que compartía con los mellizos.

Y mientras veía aquel recuerdo y una grandiosa idea se cruzó por mi cabeza.

Tal vez podría engañar a alguno de los Pines para que alguno me ayudará, pero para eso necesitaba escoger a uno al que le fuera más fácil engañar y algo le decía que esa sería la melliza mayor.

Tras revisar rápidamente varios de los recuerdos del anciano, llegué a la conclusión que había estado equivocado con mi primera opción, ya que el menor de los Pines era una presa más fácil.

Dipper Pines... interesante.

Gideon no era nada comparado con tener a Pinetree de aliado.

Después de ver la mayoría de recuerdos que pude, me di cuenta de que si utilizaba a Shooting Star, está tendría el apoyo de Stanley y de Dipper haciéndola entrar en razón rápidamente, pero... si utilizaba al castaño, Mabel seguiría cegada por sus propios y egoístas problemas mientras que Stanley seguiría manteniendo su evidente preferencia hacía la castaña, concentrándose sólo en los problemas de la chica, ignorando por completo los problemas de Dipper.

Dipper necesitaba un amigo y yo necesitaba una marioneta.

Estábamos destinados.

Sin contar que tener a Dipper de mi parte me daba notables ventajas, después de todo, tenía una capacidad mental más avanzada que la de su hermana y tío... además podía deshacerme de la amenaza que la profecía si lo tenía de mi lado.

Todo era perfecto.

Con lo que había indagado podía tener una idea de cuál sería la manera perfecta en la que podría usar al castaño, ahora sólo necesitaba usar eso para ganarme su confianza.

Era hora de conocer a profundidad a Pine tree.

Con una risa emanando de mí, decidí abandonar aquella forma de triángulo, tomando una similar a la mortal, la cual esperaba que le gustará al castaño.

A lo lejos notó a su objetivo principal entrar a uno de los recuerdos de su tío.

Perfecto, ahora sólo tenía que esperar que Stanley se terminará de arruinarse por sí mismo, y él sería el salvador que Dipper necesitaba.

[...]

—¿Y bien? ¿Dónde está el código, Cipher? —preguntó el chico de cabello blanco.

—Se cancela el trato —contestó Bill con una sonrisa.

—¿Qué? ¿Por qué? —cuestionó sorprendido el albino.

—Encontré un cliente mejor —respondió antes de desaparecer.»

[...]

Al salir el demonio se encontró con Pyronica, que lo miraba expectante.

—¿Qué quieres? —preguntó con aburrimiento.

Bill quería volver a su habitación con Dipper, pero al sentir la presencia de Pyronica fuera de su habitación, decidió encargarse de una vez por todas de ella.

—Quería hablar sobre el señor Pines y... nuestro nulo avance con la dominación universal —murmuró tragándose su orgullo—, ¿ya planeas continuar con el plan original?

Una mueca se extendió por el rostro del demonio, recordando aquel plan.

—No, ese plan ya no existe —contestó con seriedad—, se ha modificado dadas ciertas circunstancias.

—E imagino que esas circunstancias incluyen a ese tonto humano —Bill la fulminó con la mirada—, digo, el señor Pines.

—No te incumbe saber los motivos de las modificaciones —respondió el demonio—, yo daré las ordenes cuando sean necesarias.

Sin más el mayor desapareció rumbo a su habitación, a sabiendas que la nula respuesta, haría que la rosada chica empezará a armar su complot...

Pyronica frunció el ceño harta de ese comportamiento, después de todo sí tendría que recurrir a esa opción.

[...]

Mabel se sentía miserable acostada en el suelo mientras sus tíos la abrazaban. Las palabras de Bill le habían dejado más marcada de lo que quería admitir, no había dormido, ni comido, ni hecho nada más que llorar desde lo que había pasado.

Se sentía estúpida y ciega por caer en la trampa de Bill, por pensar que tal vez él tenía razón, se sentía como la peor hermana y amiga del mundo, tan miserable.

Un ruido llamó su atención, así que rápidamente recompuso su postura, con miedo de encontrarse con el demonio de nueva cuenta, pero en su lugar estaba una de las amigas de Bill.

Ese debía ser su fin, Bill finalmente había decidido matarla y había mandado a uno de sus amigos para hacerlo.

Así que simplemente cerró los ojos con resignación, esperando por un final que nunca llegó.

—Vengo a ofrecerte un trato, Mabel Pines —le dijo con una mueca.

La chica le miró confundida, sin saber cuáles eran las verdaderas intenciones de Pyronica.

—¿Qué quieres? —preguntó sorprendida.

—Lo mismo que tú —contestó aburrida.

—¿Cómo podemos saber que eres de confianza? —interrumpió Ford—, no pienses que confiaremos en ti tan fácil.

—No vine a hablar con ninguno de ustedes, vine por Mabel —respondió a la defensiva.

Mabel vaciló un poco antes de responder.

—¿A qué te refieres con "lo mismo que yo"? —cuestionó dudosa.

Pyronica rodó los ojos.

—Te repetiré —dijo cansada de la situación—, vengo a ofrecerte un trato... para separar a Bill y a tu hermano de una vez por todas.

Mabel abrió los ojos al escuchar aquello.

—¿Cómo sé que no pasará lo mismo que con Gideon? —le preguntó.

—Mira, no soporto a tu hermano y no soporto que éste con Bill, quiero la dominación de esta dimensión y tu quieres detener eso, pero ninguna podrá lograr lo que quiere mientras estén juntos —decidió contestar—, puedes confiar en mí y hacer lo que te digo o puedes morirte acá pensando en lo miserable que eres por arrastrar a tu hermano y a tu familia a esto.

La castaña la miró con miedo mientras Pyronica le sonreía con burla.

—¿Tenemos un trato o no? —le dijo, extendiéndole su rosada mano.

La chica bajó la mirada pensando en sus inexistentes opciones.

—Mabel no —sus tíos se vieron interrumpidos cuando Pyronica habló.

—No tengo tiempo para perder, decídete ahora o-

—Trato —finalizó temerosa.

Pyronica extendió su sonrisa, dispuesta a contarle su plan a la chica. Éste sería el final para el estúpido humano que se metía en sus planes.

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