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6.

«Me sentía medio muerto y agotado.

Lo único que me había hecho sentir mejor habían sido los ratos que compartía con el rubio, el cual me había ayudado a mantenerme cuerdo durante la decisión sobre si debía confiar en mi tío o no.

No hacía mucho que el verdadero Stanford Pines había salido del portal, revelándonos que no sólo era el autor de los diarios sino también el hermano gemelo de mi tío quien resultaba ser en realidad Stanley, Bill me había dicho que confiara en él y que no me tomará tan a pecho ciertos comentarios que podría hacer.

No entendí a qué se refería, pero confiaba en él así que decidí confiar en mi tío como me había dicho.

Y hablando del rey de Roma, Bill apareció en mi habitación con una gran sonrisa y sin duda se la devolví gratamente, levantándome de mi lugar en la cama.

—¿Y, cómo te va con tu nuevo tío? —me preguntó con sus ojos calvados en mí.

—A decir verdad... no hemos hablado mucho, se la ha pasado encerrado todo el tiempo en el sótano —murmuré algo decepcionado.

—Qué mal —dijo mientras se acercaba a mí—, hubiera jurado que se llevarían bien —el rubio se sentó a mi lado—. Al menos ya sabes quién es el autor de los Diarios, ¿no es así?

Asentí varias veces mientras Bill recostaba su cabeza en mi hombro y sentí como mi corazón comenzaba a latir con fuerza, pero decidí ignorar este hecho y disimular el calor de mis mejillas haciéndome el ofendido.

—Y me parece bastante cruel de tu parte que no me dijeras quien era, sí perfectamente lo sabías quién era el autor —le dije con fingida severidad.

El demonio soltó una carcajada separándose ligeramente de mí y voltee para verlo fijamente a los ojos.

—Nunca me preguntaste —el rubio se encogió de hombros ante mi comentario—. Pensé que sería lo primero que me preguntarías en nuestra cita, pero te veías más interesado en otras cosas.

Sentí mi rostro llenarse de calor y no sólo por la cercanía del rubio, sino también por la sonrisa pícara que llevaba en el rostro, insinuando como me había olvidado por completo del diario y de sus advertencias cuando el mayor había empezado con las fuertes indirectas de la primera vez que habíamos salido.

Sonreí inconscientemente sin poder evitar que el rubor subiera a mi rostro.

—Especialmente considerando lo que dice el diario sobre mí —soltó Bill y no pude evitar hacer una mueca, sin querer pensar mucho en eso.

—Por el momento prefiero ignorar lo que dice —respondí mientras se acercaba lentamente a mi rostro, recuperando la cercanía que tenía previamente—, y esperar a que me des una explicación a lo que dice.

—Lo haré —me dijo acercándose cada vez más, hasta sentir su aliento contra mis labios—, pero ahora prefiero hacer otro tipo de cosas... unas más divertidas.

Nuevamente sonreí, pero está vez de una manera más tonta y a diferencia de las otras veces en las que sólo nos besábamos, está vez me había empujado hacia atrás colocándose sobre de mi en el proceso, sólo alcancé a ver su sonrisa de satisfacción al lograr la expresión en mi rostro que quería ver y esa era nerviosismo.

No pude evitar soltar un suspiro ansioso con las mejillas rojas, sus labios estaban prácticamente sobre los míos y justo cuando creí que finalmente los sentiría de nuevo Bill desvío su mirada al piso del cuarto, viendo el montón de papeles regados que tenía en él.

—¿Eso es Calabozos, Calabozos y Más Calabozos? —preguntó con curiosidad.

Aunque estaba casi seguro de que él ya sabía la respuesta a eso y sólo lo hacía para dejarme deseando más.

Lo había logrado.

—Sí, supongo que... ¿no quieres jugar conmigo? —Le pregunté con un poco de duda en mi voz, esperando tal vez demasiado.

Probablemente sólo preguntaba por cortesía.

—Por supuesto, Pino —respondió Bill levantándose de su lugar y caminando hasta mí—. Será interesante jugar contigo.

Fue entonces cuando empuje un poco a Bill levantándome, con la emoción disparándose por mi ser.

—No sabía que te gustaba este juego —le dije sorprendido—, o que lo conocieras... aunque tiene sentido si consideras que eres un ser de conocimientos infinitos y todo eso, ¿cuál es el límite de ellos a todo esto? ¿Realmente son infinitos o tienes un límite? ¿Sabes cosas como qué desayuno la reina de Inglaterra hace dos años o no son esa clase de infinitos?

Bill soltó una carcajada.

—Creo que hablé de más —dije sonrojándome aun más que hacía unos segundos cuando Bill estaba sobre de mí—, volviendo al punto... no sabía que lo conocieras.

—Pues ahora lo sabes —contestó con una sonrisa mientras flotaba y se acercaba a mí—, y si no me equivoco fue una taza de té Earl Grey y unos cuantos panecillos Marie, que por cierto llevan el nombre de la Gran Duquesa María de Rusia, la esposa del Príncipe Alfredo, el cuarto hijo de la Reina Victoria, volviendo al desayuno... luego del té, leyó el periódico con unas tostadas blancas con mermelada de durazno.

Me sorprendí ampliamente ante sus conocimientos y reí ligeramente, no esperaba que me contestará a eso.

—Aunque para serte totalmente honesto... prefiero el ajedrez —comentó como si me estuviera confiando uno de sus secretos más íntimos.

Y, se sintió bien creer que confiaba en mí lo suficiente para contarme algo así... incluso sino era algo grande, pero me hacía sentir cerca a él, de cierto modo.

—Entonces supongo que tendremos que jugarlo alguna vez —dije con una sonrisa, en un intento coquetear con el mayor.

Bill me miró y no pude evitar sentir un cosquilleo en el estómago.

—Tenemos un trato, Pino —dijo dándome un rápido beso, tomando por sorpresa.

Bill entonces se sentó frente a mí en el suelo, dejando un espacio para el tablero y sin más, me senté en mi lugar.

Ahora ambos estábamos en el piso del ático —el cual era mi habitación— y habíamos empezado a jugar.

No podía creerme lo mucho que disfrutaba pasar el rato con Bill. Lo estaba disfrutando más de lo que alguna vez lo disfrutaría con alguien, especialmente porque era el momento perfecto para dejar impresionado a Bill con los calabozos que había creado, así tal vez no me vería como todos lo hacían: un inútil chico.

Quería que supiera que Dipper Pines podía estar a su altura.

Era difícil de asimilar lo mucho que estaba disfrutando estar con alguien más y quería creer que el rubio se lo pasaba igual bien a mi lado, después de todo estábamos pasando más tiempo juntos del usual.

Pero todo eso se acabó en un abrir y cerrar de ojos, como de costumbre.

—Pino —me llamó el rubio—. Me gustaría quedarme a seguir jugando contigo, pero tengo asuntos verdaderamente importantes que atender, no puedo quedarme tanto tiempo en la Mindscape.

Una mueca apareció en mi rostro sin aviso alguno, no quería que se vaya...

—Supongo que está bien... siempre podemos vernos luego —murmuré algo desanimado, con una sonrisa algo forzada—. ¿No?

—Oh, no es necesario que te pongas así —me dijo acercándose nuevamente a mí—. Estaré aquí más pronto de lo que crees, te lo prometo.

No pude evitar sonreírle débilmente como respuesta.

—Aparte no planeo dejarte solo, sin darte nada a cambio —el demonio continúo con una picara sonrisa.

Lo miré bastante confundido, antes de notar como el rubio se encontraba justo frente a él.

—Tengo que darte una despedida suficientemente adecuada para ti —agregó antes de besarme con avidez, un beso un poco más largo de lo habitual—. Además tenía que agradecerte por hacerme pasar un gran rato a tu lado, creo que jamás había disfrutado tanto pasar mi tiempo con un humano.

—Me alegra... —murmuré sonriendo tontamente como de costumbre—, escuchar eso.

Bill me sonrió antes de desaparecer por completo.

Escuché una voz llamando la puerta y fue cuando me desperté.

—Adelante —murmuré adormilado.

—¿Te desperté? —preguntó uno de mis tíos mientras abría la puerta—, no era mi intención, tu hermana y Stanley dicen que bajes a cenar.

—Gracias —respondí adormilado... ahora entendía porque Bill se había ido—, en un momento bajo.

—¿Eso es un dado de 38 caras de Calabozos, calabozos y más calabozos? —Preguntó el mayor entrando a mi habitación para tomarlo.

—Sí... ¿conoces el juego? —Pregunté algo sorprendido.

—Es mi juego favorito en todo el multiverso —dijo con una sonrisa.

Tal vez la suerte apuntaba a mi favor ese día, porque a pesar de que Bill me había dejado, había encontrado a alguien con quien también podía jugar Calabozos, Calabozos y Más Calabozos.

Mi tío Ford y yo llevábamos horas jugando e incluso habíamos cenado en el sótano mientras jugábamos.

Resultaba que teníamos muchos gustos en común, dejando notar que no era el único nerd en la familia.

Y a pesar de la emoción que me había provocado ver su dado con caras infinitas o que Ford me hubiera hablado sobre el portar que intentaba desmantelar... había algo que lo arruino todo.

Y eso era la manera en la que se refería a las personas como yo... no estaba seguro como habíamos llegado a ese tema, pero no podía evitar sentirse mal cada vez que Ford hacía aquellos comentarios.

Saber que si supiera, me diría "abominación" o "error de la naturaleza" también... ese sentimiento de rechazo se incrementaba de manera incómoda cada segundo que pasaban juntos.

Unas nauseas incontrolables se apoderaron de mi para el final de la velada... ¿realmente estaba tan mal?

Cuando llegué a mi cama quise llorar, escuchar a mi héroe hablar de esa manera me partía el corazón.

Jugar con el autor de los diarios había sido todo lo contrario a como me lo imaginé.

En definitiva no había nadie con quien pudiera comparar el sentimiento que tuve cuando jugué Bill.

Nadie era capaz de igualar ese sentimiento de calidez y aceptación que me brindaba Bill.

A veces sentía como si él fuera el único que iba a quererme como soy...

Un suspiró salió de mis labios de tan sólo pensar en el rubio.

Bill Cipher, era el demonio de la que ahora dependía gran parte de mi felicidad y yo... sólo esperaba que ese sentimiento fuera mutuo.»

[...]

Bill se encontraba en la parte más alta de su pirámide sentado en el sofá junto a la fogata, teniendo de frente la cama para poder mirar de reojo al castaño, mientras leía uno de sus infinitos libros acerca de la cultura humana con una pequeña y casi imperceptible sonrisa.

Dipper yacía acostado sobre su cama —la cuál Bill le había proporcionado para que descansara, la mayor parte del tiempo con él—, pensando, sin saber con exactitud qué hacer.

Al castaño le costaba creer el lugar donde vivía ahora, puesto que se encontraba en la punta de la pirámide de Bill, en la habitación más grande y elegante que alguna vez vio en su vida, la cama era enorme y extremadamente cómoda, al final de la sala estaba el piano que Bill solía tocar exclusivamente para él, tenía infinitos estantes repletos de libros alrededor de toda la habitación, también había una fogata, en general tenía demasiadas cosas a su alcance, el mayor se había dedicado a darle todas las comodidades que quisiera y necesitara... pero se sentía extraño.

Después de que su cumpleaños había pasado y después de que Bill se enfrentará a sus sirvientes... el demonio había estado un poco más distante de lo usual, cuando venció al Bebé Tiempo y se enteraron de que Mabel había escapado, pensó que tal vez podrían pasar más tiempo juntos, pero no había sido así, el castaño no había visto al rubio por horas y al día siguiente fue como si Dipper no existiera para Bill... no fue hasta que finalmente lo vio justo antes de irse a dormir la noche anterior que supo que el demonio estaba a salvo y pudo conciliar algo de sueño.

Tal vez por eso estaba tan inquieto.

Lo peor de todo es que cuando el castaño le había preguntó porqué había desaparecido por tanto tiempo, el rubio sólo le había dicho que estaba encargándose de algo.

Dipper quería saber que era ese algo, quería poder ayudarlo y sentirse útil de nuevo.

Pero no podía evitar sentirse miserable... ¿había hecho algo mal y por eso ya no quería pasar tiempo con él? ¿Bill ya no lo quería como solía hacerlo?

—No me vas a negar que este "ático" —el mayor dejó su libro en la mesa frente a él mientras se acercaba a la cama—, es mejor que el que tenías.

Dipper abrió los ojos sorprendido, sentándose de golpe notando la presencia del rubio junto a él, tratando de empujar el sentimiento de inseguridad dentro de él.

—Sería imposible —le contestó con una sonrisa, antes de verlo acercarse más a él.

—Entonces... ¿es cierto que estás aburrido? —le preguntó tomándolo del rostro—, ¿te pasa algo?

—Oh... eso —el chico hizo una pequeña mueca evitando la mirada de Bill, dirigiendo su vista a las sabanas—, es sólo que me siento algo solo acá arriba.

—Pero tienes a nuestros hijos —le dijo Bill refiriéndose a los tigres que dormían en una esquina de la habitación, mientras lo soltaba—, y también a los Eye-Bats.

Agregó hablando de las criaturas que solían vigilar al castaño cuando él no estaba.

—No es lo mismo... —murmuró el menor desviando la mirada hacia el otro lado de la cama—, no es la clase de compañía que quiero.

El rubio sonrió mientras lo observaba.

—Ah, ¿sí? —le preguntó divertido sin esperar una verdadera respuesta—, me apena tener que dejarte tanto tiempo, pero ya sabes, la dominación mundial ocupa mucho tiempo.

—Ya sé —dijo mirando por lo bajo, jugando con las sábanas.

Bill hizo una mueca al ver al chico así, sin saber que pensar, sin saber que sentir o que decirle para hacerlo sentir mejor.

—Tengo algo de tiempo libre ahora—le informó el demonio en un intento de calmarlo con una amplia sonrisa—, podemos hacer algo que quieras.

—¿En serio? —preguntó ilusionado con algo de brillo en su mirada.

—Claro... —contestó el rubio acercándose a él—, ¿qué te gustaría hacer?

Dipper pareció pensarse su respuesta, buscando una opción en la que ambos pasarán un buen rato.

—Dijiste que te gusta el ajedrez... podríamos jugar una partida —le sugirió con una sonrisa.

Bill le lanzó una sonrisa apareciendo una mesa de ajedrez frente a ellos.

—¿Qué estamos esperando, Pino?

[...]

Dipper se veía realmente concentrado, analizando todo para poder realizar su siguiente movimiento causando un extraño sentimiento de intriga en el rubio.

Finalmente habían cumplido la promesa que tenían y ambos se encontraban jugando ajedrez, claro, mientras el mundo debajo de la pirámide era lentamente destruido por los amigos de Bill.

Amigos que como de costumbre decidieron interrumpir el momento que ambos compartían.

—Lo siento Pino —le dijo levantándose de la silla dispuesto a abandonar la habitación—, debe ser importante, les dije específicamente que no me molestaran.

Dipper tomó el brazo del demonio, deteniéndolo.

—Bill...

—Prometo no tardar —comentó al ver la expresión en el rostro del castaño.

—Um... suerte con lo que sea que tengas que hacer —le sonrió débilmente.

El demonio sonrió besando rápidamente al chico, antes de abandonar la habitación y fruncir el ceño viendo a la criatura frente a él.

—¿Qué necesitas que es tan urgente para interrumpirme? —cuestionó molesto.

—¿Interrumpir tu ritual de apareamiento con el humano? —inquirió molesta como de costumbre, irritando al rubio—, ¿no crees que tenemos cosas más importantes que hacer? Ya te lo había dicho, Bill.

—Y yo te había dicho que aún no es el momento y sabes que odio repetir las cosas —respondió serio—, todavía tenemos muchas cosas que hacer en Gravity Falls.

—¿Cómo cuáles? ¡Estás dejando de lado tus verdaderas intenciones! Como abandonar al humano a penas consiguieras la grieta —exclamó irritada—, parece que no te importa nada de lo que has logrado, pareciera que sólo te importa el chico.

Bill desvió la mirada.

—No entenderías porque no estás en mi posición, no puedes ver las cosas como son —contestó tratando de enojarse mucho, quería volver de buen humor con el castaño, pero Pyronica no se lo ponía nada fácil—, cuando lo estés decidirás si he hecho bien o no... lo cual nunca va a pasar.

Ella frunció el ceño sintiéndose impotente.

—Simplemente digo que no deberías dejar que un estúpido humano nuble tu juicio —respondió intentando calmarse—, ni siquiera entiendo porque lo mantienes aquí si es inútil para todo esto, deberías de deshacerte de él como teníamos planeado y continuar con la verdadera meta.

—No cuestiones mis decisiones —le dijo fríamente—, el chico es una pieza importante en todo esto y el mantenerlo aquí es vital para el plan, así que será mejor para ti no meterte en eso y ya te dije que no te dirijas a él de ese modo.

—Pensé que lo habías hecho para quedar bien con él —le contestó sorprendida—, no me digas que realmente te importa esa cosa.

—Claro que no, pero es importante para mí plan —explicó el rubio a la defensiva—, así que deja de referirte a Pino de esas formas.

—No veo en algo en lo que ayudaría ese niño al plan.

—Y es por eso por lo que no eres tú la que está a cargo —le contestó con severidad.

Ella quiso advertirle de algo cuando él demonio continuó.

—Si no cambias esa actitud, serás tú la inútil de la cual tenga que deshacerme —advirtió irritado—, no quiero escuchar una sola palabra más al respect-

—Señor, no es por interrumpirlo pero... —Pyronica señaló algo detrás de Bill.

Bill le lanzó una de sus peores miradas, pero miró hacia lo que apuntaba.

—Largo —le dijo mientras veía porqué lo había interrumpido.

Pyronica se dio la vuelta, tenía que deshacerse de la bolsa de carne esa y lo mejor es que ya tenía un plan en mente.

Bill de reojo notó a cierto castaño viéndolo fijamente.

¿Por qué es qué había bajado?



¡Disfruten JAJAJA!

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