Capítulo 4: The Outside
P.O.V____
Brent Valley, Colorado
2017
15 años
–Y con todo eso, podemos llegar a deducir que con la misma cantidad de carbohidratos el cuerpo...–.
Carbohidratos, cuerpo, proteína, glucosa, palabras sin sentido para mí que entraban por un oído y salían por el otro, no entendía de que exactamente hablaba, y es que si había una clase en la que podía quedarme dormida o no prestar atención a nada de lo que dijeran, era biología, nunca había odiado tanto una materia como lo hago con esta.
En lugar de estar poniendo atención a lo que fuera que estuvieran explicando, mis ojos se dirigían al vidrio al lado derecho de mí; miraba a través de la ventana que daba al patio principal de la escuela.
Desde mi primer día en Brentwood tuve una idea en mi cabeza que no logra salir, siempre dije que una de las ventajas de esta escuela, era tomar clases en el segundo piso, la comodidad de eso era fascinante, y más si te sentabas en las butacas de la ventana. Al no prestar atención y ver todo lo que sucedía fuera del salón de clases, era la mejor forma de distracción y hacer la clase sorda para uno, era mejor que dormirse y meterse en problemas.
Ahí estaban todos los alumnos de los últimos dos años, en su periodo libre, una hora antes de salir de la escuela, sentados en las bancas de los patios, riéndose de la vida. Envidiaba a esos chicos por tener la libertad que tienen ahora, no obstante, sabía que en algún momento ellos pasaron por lo mismo que yo. Algún día llegaría mi día.
Mis ojos posados sobre el vidrio admirando una vida que no era la mía me hacia desenfocarme de la clase, viendo hacia afuera, con la cabeza entre mis brazos, recargada en sobre la mesa, a tan solo dos parpadeos de quedarme dormida.
–¡____!– si no hubieran gritado mi nombre.
Di un sobresalto en mi asiento regresando a mi posición original. Sentí la mirada de todos los alumnos a mi alrededor sobre mí, algunos riéndose, otros manteniendo la mirada nula, y otros susurrando entre ellos mientras me veían, idiotas, pero sobretodo él profesor, fulminándome con la mirada que indicaba que se había dado cuenta que no le había prestado atención.
–¿Estás con nosotros?–.
Alcé las cejas –¿perdón?–.
–¿Estás con nosotros?– volvió a preguntar.
–Sí– le contesté titubeando –aquí estoy–.
Él profesor entrecerró los ojos, caminó alrededor de su escritorio, sin despegar la vista del suelo, imponente a comparación del de química. Dio una segunda vuelta, y al momento de llegar a una esquina, se sentó en esta.
–De acuerdo– cruzó los brazos –dime cómo funciona la síntesis de proteína–.
Ah mierda. Mis manos comenzaron a sudar, y mi ritmo cardiaco se aceleraba, síntomas de cuando no tenía ni la más mínima idea de lo que me estaba preguntando, pero si me preguntaba sobre como Stacey O'Conner engañaba a su novio en ese patio le daría la información completa. Comencé a abrir la boca para poder articular alguna frase referente a la clase.
–Ummm...– empecé a tratar de formular algo.
–No digas nada– lo miré confundida –está claro que no tienes idea de que te hablo–.
No había dicho algo que no fuera una mentira, en realidad, pudo haberlo dicho de una manera más discreta que no causara aún más risas hacia mí por parte de los demás, a pesar de todo aún seguía teniendo sentimientos.
Como era de esperarse, tal y como lo predije, todos empezaron a reírse como si fueran un grupo de niños de secundaria, no los culpo llevábamos solo meses afuera de esta. Rodeé los ojos con fastidio e hice una mueca de asco mientras recargaba mi cabeza sobre la mesa cansada de esta situación.
–¿Quieres explicar lo qué te pedí, Fitzgerald?–.
Me quedé callada durante unos segundos, no había nada que hacer, no podía aparentar ser inteligente, no había ningún caso. Encogí mis hombros durante varios segundos hasta que simplemente negué lento con mi cabeza, dando a entender que esa era mi respuesta final.
–La verdad, me muero de ganas por contestar ese increíble tema que ha explicado hoy que estoy segura a todos nos interesa– dije sarcástica.
Él profesor soltó una risa burlona, se bajó del escritorio y fue hasta la silla para comenzar a guardar sus cosas.
–Detención– soltó de la nada.
–¿Es en serio?– cuestioné extrañada –¿por qué?–.
–Sencillo, ____– habló él con cierto tono de ironía –por no prestar atención a la clase, por casi quedarte dormida y por hacerte la graciosa con tus comentarios sarcásticos–.
Abrí mi boca sorprendida ante la decisión del profesor, las miradas volvieron a mi en cuestión de segundos al igual que las risas, las cuales no duraron mucho tiempo gracias a que él hombre que me acababa de dar detención amenazó a darles a ellos igual si se seguían riendo.
–No voy a ir a detención– dije con voz firme, tragué en seco para alzarme de mi asiento –es mi cumpleaños–.
–Feliz cumpleaños, ____, es el regalo de mí para ti–.
En ese preciso momento, el timbre indicando que las clases habían terminado sonó por todo el salón, causando que todos los presentes en las clases comenzaran a guardar sus cosas dentro de sus mochilas y salieran por la puerta principal como los animales desesperados que eran.
Todos corrían sin rumbo dispuestos a irse, a excepción de mí. Tomé mi mochila del suelo, la puse sobre mi espalda y caminé hasta donde estaba el escritorio del profesor, que tardaba más en guardar todo lo que "había usado". Lo miré por unos segundos tratando de hacerlo cambiar de opinión, lo que no funcionó en lo absoluto, ya que lo único que hizo fue chiflar y pasar a mi lado como si no existiera.
–Que tontería– dije entre dientes –detención por quedarme dormida, que estúpido–.
–¡Te escuché!– gritó detrás de mí –te has ganado otra tarde de castigo–.
Lo miré con cara de "¿es en serio?", mientras alzaba los brazos en el aire.
–¡Eso no se vale!– pasó a mi lado –eso es malo ¡injusto!–.
–¡La vida es injusta, ____! ¡Diviértete en la biblioteca!–.
Genial, primero casi me va mal en el examen en el que pase estudiando toda la noche, y ahora tendría que pasar 1 hora y media en la biblioteca con crimínales escolares, a los que debo admitir me daba un poco de miedo convivir, Brent Valley era una ciudad tranquila, y al saber que había personas que no se comportaban bien aquí me ponía la piel de gallina.
Otro grandioso cumpleaños.
...
–Sí mamá, no, digo... tuve que ir con Dash a algo sobre el... el club de el anuario, somos los novatos ya sabes–.
–¿No puedes tomarte el día? No me dijiste que hoy tendrías reunión– contestó ella, no sonaba convencida.
Suspiré –traté mamá, pero ya sabes cómo son– vi la hora en mi teléfono faltaban dos minutos para que empezara –y fue de emergencia–.
–Entonces, le diré a Sam que pase por ti cuando termine–.
–No es necesario puedo irme...–.
–Es tu cumpleaños ____, no dejaré que te vengas sola así nada más–.
–Vivimos literalmente a unas calles de aquí–.
–Calles que te tomará tiempo llegar, queremos pasar tiempo contigo, y tampoco quiero llegues después del tiempo de la cena–.
Cerré los ojos y di un gran suspiro, el hablar con mi mamá era como tratar de convencer a los gobernantes de algunos de los países que no practicaran la corrupción, como diría mi hermano y mi padre, mamá era una persona segura de sus palabras, y no había nada que pudiera hacerla cambiar de opinión, además, sabía que si continuaba contradiciéndola ella iba a saber de inmediato que le estaba mintiendo y que no era nada sobre el club.
Había llegado a la biblioteca donde sería el castigo, debía de entrar de inmediato si no quería ganarme otro, fue cuando me di cuenta que no tenía ninguna otra alternativa para terminar con eso.
–De acuerdo– terminé accediendo –ya estoy por entrar nos vemos al rato–.
–Muy bien, te quiero y suerte–.
–Yo igual, adiós–.
Antes de que me pudiera contestar, o decir algo más, colgué el teléfono din decir ni una sola palabra, lo guardé en mi pantalón y tomé una gran cantidad de aire antes de entrar. Me crecería la nariz como a Pinocho si seguía mintiendo de esa manera, pero que más da, si le decía que iba a detención me iba a castigar de verdad.
Empujé la clase de perilla que estaba en la puerta para poder abrirla, encontrándome con la gran biblioteca de Brentwood High.
Un enorme cuarto en todo el terreno de la escuela donde mi mejor amigo y yo pasábamos casi la mayor del tiempo cuando entramos a la preparatoria; había estantes y estantes llenos de libros, una enorme estatua en el centro, un cuarto obscuro para revelar fotografías, otro con películas en DVD, CDs, y la mejor parte, un tocadiscos antiguo con miles de vinilos para reproducir.
No es por nada pero me gustaba en serio, era tan grande que por obvias razones no era una biblioteca común, el jefe del distrito que quizo construiría era fan de la película de los 80s: The Breakfast Club, y eso había sido su inspiración para esto.
Al entrar a la habitación me había dado cuenta que ahí ya habían dos alumnos más, uno de mi grado que conocía ya que íbamos juntos en Geografía, Levi Jeffrey, y él otro que era amigo de Dash un año arriba que nosotros, desconocía su nombre.
Caminé hasta una de las mesas que estaban en medio de la fila, y me senté en la silla dejando mi mochila sobre la mesa .
–¿Ahora qué hiciste, ____?– Levi se sentó detrás de mí.
Arqueé mis cejas –esa es una buena pregunta, Levi– me miró desconcertado –no tengo idea ¿tú qué hiciste?–.
–Me salí con los de onceavo grado a Subway–.
–Wow– exclamé –que extremo– dije con sarcasmo.
Rió –si bueno, al menos valió la pena–.
–Si tú lo dices–.
Nos quedamos en silencio durante unos momentos, esperando a que el profesor que nos fuera a cuidar llegara. El reloj detrás de nosotros no dejaba de hacer ruido, causando que mi ansiedad aumentara , y me diera un ligero escalofrío en la espalda, odiaba ese sonido.
Jugueteaba con mis dedos a la espera de lo que sea que fuera a suceder, Levi hacía bolitas de papel de diferentes tamaños para lazarlas al techo, y él otro chico cuyo nombre desconocía golpeteaba su lápiz contra la mesa.
–¿Vendrán más?– pregunté al aire.
–Es miércoles– contestó él otro chico de forma misteriosa –normalmente hay más detención para el sábado, ____–.
–Okay– respondí sin importancia –gracias–.
Aquel chico me dio una sonrisa pícara, al mismo tiempo que alzaba las cejas, a l que me hizo contestarle de la forma más sincera y madura que podía en estos casos, devolverle una sonrisa falsa, mientras me giraba y seguía con mis asuntos a seguir esperando. Me había incomodado a un nivel que ni yo podía creerlo.
Sin embargo, pasaron no más de dos segundos cuando él profesor que al parecer nos iba a cuidar se apareció por la puerta de la biblioteca, sonriendo y platicando con... ah mierda.
–Es raro porque te dieron detención Jace, eres un gran chico– decía el maestro –muy gracioso–.
–A veces uno tiene que salir de su zona de comfort, Dave–.
No lograba entender como le caía bien a todos los profesores, aunque ese era su don junto con el de Sam desde que entraron a la preparatoria. Vestía como casi todos los días, con aquella sudadera que usaba desde que cumplió 15 años, su forma segura de hacerse cargo de la situación, imponiendo en cualquier lugar donde se parara.
–Eres muy gracioso, Jace– "Dave" palmeó su espalda –ve toma asiento–.
Él chico hizo un saludo extraño con Dave, y caminó por el pasillo para llegar hasta las bancas que estaban casi en frente de la fila. Al momento en el que puso su mochila sobre la mesa, se giró hacia dónde me encontraba sentada, mientras que yo tenía la mirada puesta sobre mis dedos que seguían sobre la mesa mientras yo jugueteaba con ellos.
Se escuchó un estruendo por la mesa en la que se estaba sentando, rápidamente todos los presentes volteamos a verlo un poco sorprendidos, él simplemente sonrió sin importancia, y como si fuera una mala película cliché de Netflix, al momento en que le volteé la mirada, nuestros ojos se encontraron al instante.
Así como la primera vez. Mierda.
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