Capítulo 12: Last Kiss
P.O.V____
Brent Valley, Colorado
2014
12 años
Para algunas personas el cumpleaños número 12 era el más importante cuando se trataba de entrar a un mundo diferente o al menos así lo llamaba mi mamá. Decía que los 12 años era el número importante para que los cambios comenzaran a llegar, cambio de escuela, cambios físicos y emocionales. Recuerdo tapar mis oídos y empezar a gritar "la, la, la, la" cuando empezó a hablar de los cambios corporales.
No se acordaba que firmó el permiso un año antes para que me hablaran de eso en la escuela, y como dijo que quería ser una buena madre al contarme ella misma, papá me salvó dándole a ella la charla, la charla en la que decía que yo ya lo sabía y que no había necesidad. Le agradezco con mi vida por eso.
―¿Y bien? ¿Lista para ir a Chuck E Cheese?―.
Sonreí y me giré a él ―amamos ir a Chuck E Cheese en mi cumpleaños, aunque preferiría ir a The Garage―.
―Recuerda que iremos ahí por mi cumpleaños, además, mi mejor amiga debe festejar en un lugar digno de ella―.
―¿Digno con unos muñecos que se mueven solos?―.
―Eso es más que digno, ____, no te puedes quejar―.
Negué divertida ―¿no crees que ya somos grandes para ir ahí, Jace?―.
―Nunca se es lo suficiente mayor para ir a Chuck E Cheese―.
Jace tenía un punto.
―Okay, de acuerdo― le di razón ―pero todavía falta para que sea mañana, y hoy es Día de San Valentín―.
―Entonces tenemos que hacer algo que valga la pena hoy y se recuerde todos los días―.
Estábamos en la escuela, en la misma Brentwood Hills Junior High, a la hora de la salida, en el uno de los dos únicos momentos del día en el que mi mejor amigo Jace Norman y yo teníamos tiempo para hablarnos, además de la hora del almuerzo.
Como él iba en octavo y yo en sexto, nunca teníamos una clase juntos o al menos una compañía del otro.
Pero eso no quitaba que nos viéramos todos los días en la tarde y que nos fuéramos a la escuela juntos, a la hora de salida a nuestras casas y prácticamente vivir juntos, con mi hermano claro está.
―¿A qué hora viene tu mamá por nosotros?― le pregunté cuando estaba cerrando mi casillero.
―De hecho es Xander― respondió no muy feliz ―mamá lo hizo venir por nosotros solo porque no va a estar todo el fin de semana, saldrá con su novia―.
Lo vi confundida ―pero hoy es San Valentín, ¿no van a salir hoy?―.
―También― admitió ―pero ya sabes como es Xander, no puede vivir sin ella, y menos cuando ya casi se va a la universidad y no va a volver a verla en mucho tiempo―.
―Bueno, solo por eso lo paso, aunque me hubiera gustado que estuviera en mi cumpleaños― dije un poco decepcionada ―siempre pone una vela mágica en el pastel―.
―También a mí, es muy divertido, ve el lado positivo, nos va a traer cosas de Vail― empezamos a caminar a la salida.
―Un gran regalo de cumpleaños― sonreí.
―No te puedes quejar ahora―.
―No pensaba seguir haciéndolo―.
Jace y yo caminábamos a la salida al igual que todos los días, con la excepción de que hoy (14 de febrero), todos los pasillos estaban adornados con corazones rosas, rojos y blancos, tiras de los mimos colores, rosas reales y falsas, todo indicando que el día más cursi del año estaba aquí.
Y mientras mi mejor amigo y yo estábamos metidos en nuestra plática sobre cómo sería el día de mañana, mi cumpleaños número 12, fuimos interrumpidos por la presencia de una chica más baja que Jace y de mi estatura, cabello castaño, bastante nerviosa y con un papel en las manos.
Paramos nuestro paso enseguida, sorprendidos sin saber cómo reaccionar a este intervención, aunque claro, solamente podía significar una cosa.
―Hola― saludó ella, nerviosa ―ho... hola Jace―.
¡Lo sabía!
―Hola― regresó mi amigo.
―Me llamo Evie y no me conoces― claramente, yo tampoco la conocía ―estoy en séptimo, pero te... te... te quería entregar...― Evie tragó en seco ―... ¡Quiero que tengas esto!―.
La chica castaña le extendió a Jace el papel rojo que tenía en las manos, él para no poner más nerviosa más a Evie, tomó el papel y le agradeció en silencio, lo que hizo que ella saliera corriendo sin decir ni una palabra más. Demasiado extraño.
―Otra chica pidiéndote ser su Valentín― dije divertida, haciéndole burla.
―Cállate― respondió mientras lo guardaba en su mochila ―¿Sabes cuántos llevo hoy? Toda mi clase me dio uno, las del otro salón igual, de séptimo y varias de tu grado, ¡Me duele la espalda!―.
Jace abrió su mochila para enseñarme todas las miles de cartas rojas, rosas y dulces en forma de corazón que tenía guardados. Alcé mis cejas sorprendida tratando de no reír, porque no boy a mentir, era divertido, muy divertido.
―No le digas a Xander... ¡No te burles!―.
A punto de soltar la carcajada, puse mis manos sobre mi boca para no reírme, pero es que era simplemente imposible, creer que alguien quería a Jace Lee Norman como novio era demasiado para mí, en el sentido de que yo jamás podría verlo con esos ojos, era mi mejor amigo, qué asco.
Claro que si tenía que ser sincera, no podía decir mentiras cuando decía que Jace no era guapo, porque en serio lo era. Su cabello era increíble, esa sonrisa mataba con solo de verla, sus ojos te hipnotizaban al instante y la caballerosidad jamás moría, él chico perfecto... por lo que escuchaba en los baños, no porque yo me diera cuenta de ello.
Todas las chicas morían por él y por mi hermano, siempre que los veían en los pasillos se reían, se sonrojaban, se declaraban, y querían salir con ellos. Mi hermano lo único que les decía era "no" así de golpe. En cambio Jace, les daba una explicación detallada sobre porqué no aceptaba para no lastimarlas, era muy lindo de su parte.
Al final de cuentas, ya estaba a un mes de cumplir él 14 años, había cambiado mucho, por eso todos morían por él. Sí, todos.
―____, por favor― dijo Jace con fastidio ―no te rías―.
―¿Qué se siente ser él chico más codiciado de la secundaria?― le pregunté entre risas.
―No es divertido―.
―Claro que lo es― dejé de reír, pero no de sonreír ―y no van a parar hasta que aceptes salir con una de ellas―.
―No lo voy a hacer― respondió cabizbajo ―no quiero algo serio con alguien ahora―.
Acomodé mi mochila en mi espalda ―¿Por qué?―.
―Porque no quiero tener algo con alguien en estos momentos, soy muy joven―.
―Oh sí, sí, sí claro― fingí darle la razón a sus hechos ―demasiado joven―.
―Lo soy, y no finjas, tú también recibiste cartas hoy―.
―No― solté de golpe ―nunca recibo nada―.
―Huh...― se quedó pensativo unos momentos ―bueno, al menos sé que Sam y yo estamos haciendo un buen trabajo sobre eso, más yo―.
Entrecerré mis ojos ―no me digas que sigues con eso que dijiste en Día de Gracias hace 2 años―.
Alzó sus cejas ―lo había olvidado, pero gracias por recordarme, ahora seguirá en pie―.
Rodeé los ojos ―no, por favor, soy feliz así―.
―Sí, sí como digas― me abrazó por el cuello y me atrajo a él bruscamente. ―Nunca rompo mi palabra―.
Sonreí falsamente y me limité a no responder, y es que si había algo en lo que no se equivocaba este chico rubio era en eso, jamás había roto su palabra, en nada, ni en una promesa, por eso me preocupaba un poco que fuera a cumplir lo que dijo en Día de Gracias hace dos años.
Quiero decir, no era que me molestara, pero me tenía nerviosa a que fuera cierto, y más que nada, que Sam lo aceptara... y rimé.
...
Eran las 11:58 de la noche, noche de viernes para sábado al día siguiente, mi cumpleaños feliz. 12 años en esta vida, 12 años siendo feliz, con los últimos 5 siendo la mejor parte de mi vida.
Jace y yo estábamos en mi habitación, acostados en mi cama después de una larga partida de videojuegos de toda la tarde. Mis padres habían salido con los de él, y Sam estaba en casa de otro amigo festejando San Valentín, lo que hacía le día perfecto para mi mejor amigo y para mí, para tener un día de amistad como siempre.
A mis padres no les molestaba que Jace durmiera aquí y tampoco que estuviera en la misma habitación toda la noche, es decir, que durmiéramos juntos. Nuestra amistad era tan pura que confiaban demasiado en él, y amaba todo eso.
―11:59― dijo Jace mientras se incorporaba en mi cama ―¿Lista para un último minuto con 11 años?―.
―No― respondí ―tal vez un poco―.
―Es importante el número 12―.
―¿Por qué todos dicen eso?―.
―Porque lo es ____― se acercó más a mí ―siempre lo será, para mí lo fue, fue muy especial―.
Lo miré mal ―cuando fue tu cumpleaños 12 estábamos en México, comiendo tacos con Glory y Xander en medio de una playa extraña a punto de que nos robaran―.
Alzó los brazos en el aire ―¡Fue especial!―.
―Tú y yo tenemos una definición diferente de especial―.
Recuerdo ese viaje muy bien como si fuera ayer, hace dos años. Xander y Sam tuvieron que hacer un baile gracioso en parejas para que nos dejaran ir, Jace, Glory y yo recibimos intoxicación por los tacos, y por alguna razón llegamos al hotel con un gato perdido.
Viaje extraño, pero ahora entiendo porque Jace decía que había sido especial, yo lo llamaría único.
―Deja de criticar mi forma de ver la vida― me dijo mientras tomaba el reloj ―mejor ve cuánto tiempo falta... 20 segundos―.
―19...―.
―18...―.
Y de la nada, mi habitación parecía Año Nuevo en Times Square, Jace y yo gritábamos los segundos que faltaban para que el 15 de febrero de 2014 llegara, mi cumpleaños número 12. No quería estar con otra persona que no fuera él ahora, pues con tan solo 5 años de conocerlo, la verdad le había tomado demasiado cariño, suponía que más que a mi propio hermano.
Jace tenía una forma de compartir su felicidad con todos que nadie más podía, por eso esperaba a que nunca borrara esa sonrisa y se volviera una persona apática; dejaría su esencia por completo.
―10...―.
―9...―.
―8...―.
―7...―.
―6...―.
"5..." empezamos a decir al mismo tiempo "... 4... 3... 2... 1".
―¡Felices 12 a ti!―.
―¡Felices 12 a mí!―.
Sin dejar de gritar, y con toda la emoción a flor de piel, Jace y yo nos levantamos en mi cama y comenzamos a saltar en mi cama como niños pequeños, felices porque ya era mi cumpleaños y emocionados por el día que se venía.
―¡Ya tienes 12, ya tienes 12!― cantaba. Me dio un abrazo ―¡Ya tienes 12!―.
―¡Ya tengo 12!― le recibí el abrazo.
De un momento a otro, la felicidad y la emoción se calmó al instante en el que me uní a él al abrazo de cumpleaños, fue tan emotivo que sabía que ahí solo quería abrazarlo, era lo único que quería hacer. Sus brazos me hacían sentir bien y segura, y era un sentimiento que no quería que se terminara.
―Feliz cumpleaños, ____―.
―Gracias, Jace―.
Nos separamos un segundo del abrazo, nos quedamos viendo durante varios segundos, sin borrar las sonrisas que cargábamos, no se podía explicar la felicidad.
Fue en ese momento en el que mi cuerpo empezó a actuar por sí solo, que no sabía exactamente que era lo que pasaba.
Solo recuerdo, que lo único que hice fue sonreír más, cerrar mis ojos y mover mi cabeza lo más rápido que pude directo a la de Jace para darle un beso, el que al inicio planeaba fuera en la mejilla.
Pero por alguna razón inexplicable que era entonces, la mejilla terminó siendo en un par de labios acolchonados, que no logré percibir por completo pues fueron solo 2 segundos. Había besado a Jace, en los labios.
―Um...―.
Abrí mis ojos al darme cuenta de eso, tanto que sentía que el calor me subía a la cabeza, ¿Por qué lo hice? No lo sé ¿Me gustó? ¡No lo sé!
Jace me miraba con esa misma expresión de sorpresa, aún sin quitar sus brazos alrededor de mí, que cuando menos lo esperaba, Jace volvió a acercarse a mí a velocidad relámpago, y darme otro beso en el mismo lugar, de nuevo, no más de 5 segundos.
Juraba que mis ojos se saldrían de sus órbitas, eso no lo esperaba, y al parecer el tampoco pues estaba igual que yo; sin quitar apartar la vista de la mía.
―Lo siento― dijo nervioso.
―Está bien, no te preocupes― contesté de la misma forma ―lo siento―.
―No importa― voz entrecortada.
No entendía que había pasado, o el porqué de que estaba sucediendo, ergo de lo que sí estaba segura, es que eso que acababa de pasar se había convertido en un beso, un beso como mi primer beso.
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