México Mágico
Una vez que llegaron a la casa de la bisabuela de Mad, la adolescente bajó rápidamente del auto y empezó a recorrer el lugar, sin siquiera aproximarse a la puerta de la casa. Estaba fascinada con ver tantas plantas envolviendo el camino y ocultando la vivienda, pero su atención de ello se desvió al tener la sensación de haber escuchado algo así como un arrullo en el viento, provocando que se alejara más, tratando de seguirlo hipnotizada.
—¿Qué mierda estás haciendo?
Mad se sobresaltó al momento de escuchar la voz de Ryu detrás de ella.
—¿Tú qué haces aquí? —preguntó asustada, saliendo de su estado hipnótico.
—Isabella me pidió que viniera para ver cómo está todo. Está asustada de que te pueda pasar algo... También me pidió que no te dijera eso, pero siempre me ha gustado fastidiarla.
—¿Y por qué está asustada? ¿Y cómo llegaste hasta acá? ¿Te tomaste la molestia de viajar solo porque te lo pidió mi tía?
—Ay, a ver, una duda a la vez: me teletransporté, así evito gastar dinero que no tengo, porque recuerda que tuve que reparar mi casa, por culpa de tu novio el cavernícola, el que por cierto te dije que era peligroso. Como sea, tu tía insistió en que viniera para ayudarte con tu familia y que no ocurra algo que se nos pudiera escapar de las manos, eventualmente.
—En primer lugar, Joe no es peligroso, ¿ok? Y en segundo, ¿cómo me ayudarías? Ni siquiera sabes español.
—Sí sé español y no es de esa forma en que te ayudaría. Soy, por así decirlo, tu niñero de desastres durante este viaje y te voy a recalcar que es solo por este viaje. Por cierto, tuve que haberlo hecho cuando fuiste a acampar, porque claramente ignoras todas mis advertencias y por eso ahora eres novio del tipejo ese.
—¿Cuál es tu problema con Joe? —preguntó molesta.
—Nada personal, es solo que los de su tipo no son de fiar.
—¿Tipo? Espera... ¿esto es por clasismo o algo así? ¿O lo dices porque estuvo en prisión?
—No seas ridícula, no soy esa clase de viejo. Lo digo porque es un brujo de la mente... ellos son manipuladores, engañadores, egoístas, ambiciosos... Nunca puedes confiar en un brujo, menos en uno de la mente.
—O sea, no eres clasista, pero sí prejuicioso.
—¡No soy prejuicioso! Solo es la verdad. ¿Y sabes qué más? Vamos a la casa, ya me dio hambre y me siento cansado por venir hasta acá.
—¿No dijiste que te teletransportaste?
—Por eso mismo. Es agotador.
Mad bufó, desmotivada. Había empezado el viaje con muchas interrogantes y con ganas de encontrar las respuestas a todas, pero en ese momento tenía más dudas que antes y no estaba segura de si quería conocer las respuestas a ellas.
Caminó detrás de Ryu y entró a la casa. El chico fue muy bien recibido, como si fuera parte de la familia, una acción incomprensible para Mad, pues desde que lo conoció había sido arrogante y molesto con ella.
—¡Ryu! —exclamaron las personas en cuanto lo vieron y fueron rápidamente a abrazarlo.
Como ella iba detrás, no la percibieron en un principio, o al menos eso fue lo que sintió la chica. Ella los miró con una leve sonrisa y se dio cuenta de que su familia era realmente enorme y eso que no estaba toda.
—¿Maddie? —Una voz muy conocida la sacó de sus pensamientos.
La chica volteó hacia donde provenía la voz, fijando su vista en un chico en particular de un grupo de cinco jóvenes.
—¿Adrián? —Sonrió.
Se acercaron con asombro y se abrazaron, sin entender muy bien lo que pasaba. Hasta ese momento, ni siquiera sospecharon tener algún parentesco, mucho menos imaginaron que sus abuelos eran hermanos.
—¿No dijiste una vez que eras de la capital? —le preguntó ella.
—¡Sí! O sea, yo nací en Ciudad de México, pero mi familia es de acá, Yucatán... ¿cómo es que...? —Y entonces, un fugaz recuerdo de una conversación con su madre hacía años pasó por su mente—. ¡Tu abuelo debe ser!
—¿De qué hablas? —Ella todavía no lo podía creer.
—Mi mamá... mi mamá me dijo una vez, poco antes de que nos fuéramos a California, que tenía un tío que migró a Estados Unidos y le iba bien, que él nos podía ayudar a instalarnos y así fue. ¡No puedo creerlo!
Adrián volvió a abrazar a la chica, emocionado y entendiendo lo que los conectaba.
—De todas las personas, me alegro que tú seas mi familia —murmuró sin soltarla.
—El sentimiento es mutuo. —Sonrió con dulzura y se aferró con más fuerza a él.
De repente, todos voltearon a ver a Madeline, provocando que soltara a Adrián al notarlo, quien estaba incluso más perdido que la chica y se puso a mirar a su alrededor.
—¿A quién estamos mirando? —preguntó él.
—No lo sé, tú solo imita al resto —contestó Mad.
—Ok.
—Maddie —la llamó su abuelo Francisco—, ven por favor.
La chica hizo caso, pero fue de mala gana. Quería respuestas de su abuelo, quería que le explicara todo, aunque tenía miedo a la verdad.
—Carmen —dijo Francisco a su hermana menor, hablando en español—, te presento a mi nieta menor, Madeline, la hija más pequeña de Rosetta.
—¡Ay, mija, estás tan grande! —exclamó la anciana en español y la abrazó bruscamente—. Recuerdo que te cargaba en brazos y te cantaba. Eras tan chiquita... ¡y después cuando volviste! Ay si la última vez que te vi, me llegabas hasta aquí nomás. —Señaló su pecho.
—¿De qué está hablando? —le preguntó Maddie a su abuelo, con notoria molestia.
Una chica de dieciocho años se levantó de su asiento y fue rápidamente a ver lo que pasaba, pues era nieta de Carmen.
—Tranquila, yo puedo eh... traducirte —le dijo la chica a Maddie y se dirigió a la señora—. Abuelita, lo que pasa, es que, la Gringa no habla español...
—¡No! O sea, sí hablo —explicó Maddie en español—, es solo que... A ver, entiendo lo que dice, es solo que, no entiendo por qué lo dice, ¿comprendes?
—No realmente —respondió la chica, con clara confusión—. Por cierto, me presento: me llamo Amatista y estudio arquitectura, ¿y tú? Eres la Gringa, ¿no? Mi hermana Jade me dijo que iba a venir una prima gringa, así que, te llamamos así porque no sabemos tu nombre.
—Soy Madeline y puedes llamarme "Mad" o "Maddie", no "gringa".
—Ay, tranquila, solo son cosas de primos. —Sonrió.
—Maddie, yo te voy a explicar por qué lo dice —dijo Francisco.
Ante eso, Amatista tomó del brazo a su abuela y la persuadió para que se alejaran, dejando a Maddie con su abuelo Francisco para que conversaran con más calma.
—¿Ya me vas a explicar qué es eso de que en realidad nací en México? ¿Cuánto tiempo estuve aquí? ¿Por qué no lo recuerdo?
—Mija, detente, son muchas preguntas. Te voy a explicar todo, lo prometo, pero necesito que te calmes y seas paciente.
—Trata de entenderme: tuvieron toda mi vida para decirme que en realidad nací en México y no en California. Pude haber tenido muchos problemas por ello, pero prefirieron ocultarlo, en lugar de decírmelo desde un inicio.
—Maddie... Cuando tu mamá quedó embarazada, supo que algo saldría muy mal. Ella ya no estaba en una buena edad para un embarazo, pero el destino así lo quiso. Tú heredaste tus poderes de ella... ella vio que algo malo pasaría con ustedes, así que, decidió venir a México, para que nuestra familia pudiera ayudarla y cuidarte.
—¿Por cuánto tiempo me cuidaron? Porque el guardia de la frontera dijo que volví cuando tenía tres años.
—Sí... Estuviste acá hasta después de cumplir los tres años. Isabella te cuidó acá, en México, pues tu madre tuvo que volver a Nueva York.
—Así que esa parte de la historia era cierta, solo que no fue en San Diego, sino en Yucatán.
—Todos tratamos de hacer lo mejor para ti. Años después, tu madre te envió de nuevo, ya que, tus poderes estaban descontrolados y corrías mucho riesgo de que personas malas pudieran buscarte por ello o que incluso te lastimaras con tu propia magia, así que, te mantuvimos a salvo aquí y te neutralizamos, solo volviste con tu familia porque se suponía que el hechizo para sellar tu magia había resultado... nunca pensamos que volvería tu magia. Incluso tu madre le pidió a una bruja de la mente que nublara tus recuerdos, para que no te atormentaran y vivieras como una chica normal.
Francisco suspiró, agotado por tener que revivir el pasado.
—Ya mija —susurró—, anda con tus primos. Solo quiero que sepas que tratamos de hacer lo mejor para protegerte, ni siquiera tus hermanos sabían que habías estado acá, ellos pensaban que naciste en California, no en Yucatán. —Mintió, pues Kathy se enteró de su origen luego del funeral de sus padres, mientras veían el tema de la custodia de la pequeña.
—Descuida... entiendo.
Le dio un abrazo y después se acercó a Adrián, quien hablaba con una chica idéntica a Amatista, quien se le había acercado cuando hablaba con su abuela Carmen. También estaba un chico de tez morena y unos veinticinco años, abrazando a una chica que estaba notoriamente embarazada.
—Hey, ¿tienes un minuto? —le preguntó Mad en inglés—. Necesito hablar de algo que me acabo de enterar.
—Claro, pero primero... ¡Raza, les presento a Maddie! —exclamó en español. De ahí en más, la conversación fue totalmente en español.
—¡Ah, la gringuita! —gritó el chico—. Sí te recuerdo, eras una bebé preciosa. Tu madre era tan amable, aunque tu padre era muy mal pedo. ¿Cómo están ellos?
—Muertos. Ambos están muertos —contestó rápidamente, a lo que la miraron asombrados, excepto Adrián, quien solo bajó la mirada—. Murieron hace... algunos años.
—¿Y tu tía? Ya sabes, Isabella, ¿qué es de ella?
—Ella está bien, se quedó en San Diego porque tenía que trabajar.
—¡Ay, que chido que ella sí esté viva!
Su novia lo golpeó en la cabeza.
—¡Digo! Que gusto que esté bien... ¿sabes qué? Olvida lo que dije. ¿Qué es de tu vida?
—Ha sido bastante loca este año.
—¿En serio? ¿En qué sentido?
—Eh... No sé si quiera hablar de eso ahora.
—¡Ouh! Nuestra prima es misteriosa...
—Y tú muy hablador —lanzó su otra prima—. Déjala respirar y tratar de entender todo lo que parloteas.
—Tranquila, sí entiendo lo que dicen —contestó Maddie a lo que su prima alzó la ceja.
—Como sea, me presento: me llamo Jade y creo que estuviste hablando con mi trilliza Amatista.
—¡Sí, tenemos que presentarnos! —Volvió a interrumpir el primo mayor—. Ellas son las tres nietas de la tía Carmen y las tres tienen nombres de piedras preciosas, es bastante curioso. Por mi parte, yo tengo un nombre normal: Fernando.
—¿Solo ellas son nietas de Carmen o tú también?
—No, no, solo ellas lo son. Mi abuelo es un caballero muy parecido a tu abuelo, solo que es un par de años más viejo que él. No sé si lo recuerdes, porque igual eras una niña cuando te fuiste de acá... mi abuelo se llama Hernán.
—No... lo siento. Recuerdo eso sí que mi abuelo me ha hablado de él.
—¿Por qué la gringa tendría que acordarse de nosotros? —espetó Jade.
—Ay, Jade, no seas tan mal pedo —la regañó Fernando—. Ella era muy pequeñita cuando se fue.
—No sabía que habías vivido acá —le susurró Adrián a Mad.
—En la frontera descubrí que en realidad nací acá. Mi abuelo me acaba de contar todo, o algo así.
—¿Y todos sabían, excepto yo?
—Así parece...
Se voltearon para seguir hablando sin molestar a sus demás primos.
—No puedo creer que en realidad nacieras acá. Todo este tipo de giros en tu vida ya parecen surreales.
—¡Lo sé! Es tan extraño.
—¿Qué es extraño? —preguntó de repente Ryu, quien apareció de repente frente a ella, asustándola.
—¡Joder, ya deja de hacer eso! —le gritó Mad.
—¡No me hables en ese tono, niñita! ¿acaso no te enseñaron a respetar a tus mayores?
—¡Pues disculpa por tratarte como lo que pareces: un mamador de veinte años!
—Touché. Pero te equivocas: soy un mamador de más de 70 años.
—¿Tú mamas en serio? —le preguntó Adrián.
—Sí, ¿por? ¿Acaso quieres comprobarlo?
Adrián le sonrió y le guiñó un ojo.
—Ok —interrumpió Mad—, esto se tornó más extraño que mi vida.
—Concuerdo. —Se entrometió Jade.
En eso, escuchó a la distancia un arrullo. Dirigió su mirada hacia la derecha, buscando la fuente del sonido por sobre el hombro. Al no poder encontrarla, caminó por el salón, bajo la mirada confundida de sus primos y de Ryu. Al comenzar a distinguir la letra de aquella canción de cuna, sintió como un extraño y oscuro recuerdo de una voz femenina, que se la empezaba a cantar al oído en ese momento.
A la nanita nana
Nanita nana
Nanita ea
Mi niña tiene sueño,
Bendita sea,
Bendita sea.
No dejaba de moverse de un lado para otro. Necesitaba encontrar el origen de aquella voz y saber por qué esa canción le traía aquel recuerdo tan extraño.
Fuentecita que corre clara y sonora
Ruiseñor que en la selva cantando llora
Calla mientras la cuna se balancea
A la nanita nana, nanita ea...
Frente a ella, había una mujer joven arrullando a su bebé. No era lo que esperaba, aunque tampoco tenía sentido lo que su mente había imaginado.
—Tu mamá y tu tía solían cantarte eso para que te durmieras —le dijo Carmen detrás de ella.
—Por un momento pensé que mi mamá estaba aquí —murmuró, mientras algunas lágrimas comenzaban a asomarse—. Realmente me hubiera gustado que eso fuera así.
—Mi niña, si necesitas algo...
—Con permiso —interrumpió la chica, pues no quería seguir hablando.
No quería estar ahí, lleno de personas que la conocían, pero ella no era capaz de recordarlos. Estaba abrumada por la forma en que le habían mentido por años, incluso si era para protegerla como dijo su abuelo.
Salió ante la mirada preocupada de algunos familiares, sin ser seguida por alguno. Por su parte, Ryu la vio irse sin estar seguro de que aquello fuera lo mejor, pues siempre se opuso al plan de bloquear sus recuerdo, pensando en lo angustiante que iba a ser para ella enterarse de todo.
Y tarde o temprano, la verdad siempre se iba a saber.
Caminó por el jardín de la casa, buscando algún sitio para estar sola y pensar, ya que, normalmente esa era su forma de relajarse, así como también le servía para llorar y soltar todo lo que la acongojaba.
A varios metros por detrás de la casa, se quedó viendo a un par de gallinas y sus pollos en un corral. En eso, un ruido llamó su atención, alejándose más de lo prudente de la casa para revisar los alrededores, con espesa vegetación.
Divisó a algunos metros la figura de Joe, sorprendiéndola por verlo ahí y trató de caminar rápido hacia él, quien le sonreía y se acercó también. Al encontrarse, se dieron un abrazo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella con lágrimas en los ojos.
—Te estaba buscando. Te he extrañado tanto.
El joven, sin soltarla, se agachó un poco para poder besarla y su acción fue correspondida por ella sin pensar.
—Te extrañé tanto —susurró sobre sus labios cuando ella paró de besarlo para tomar aire.
Su abrazo se volvió de repente un fuerte agarre del joven por la cintura de ella. Apartó una mano y luego le sujetó con esta la cara a la chica, obligando a que lo besara. En principio, ella se incomodó ante su brusquedad, pero se dejó llevar de todas formas, hasta que soltó su cara para colar con rapidez su mano por debajo de su pantalón, lo que le produjo un escalofrío.
—No, no... —murmuró retirando como pudo su cabeza, pero él no se apartó y se le volvió a echar encima.
Trató de alejarlo, pero no hizo caso a sus golpes leves y ella fue aumentando la intensidad de estos, a la par que crecía su miedo.
—Joe, suéltame —rogó, pero el joven no hizo caso.
La desesperación en ella era evidente y el miedo finalmente la invadió, poniendo sus ojos de color negro y de su interior salió un grito. Un líquido oscuro empezó a salir de sus lagrimales y ráfagas naranjas brotaron de su cuerpo, alejando al joven, quien desapareció en ese instante.
Se quedó de pie ahí, en medio de la selva que rodeaba a la casa de su familia, sin ser capaz de ver a su alrededor. Todo era oscuridad.
Debido a su grito, varios se pusieron a buscarla por los alrededores, hasta que Ryu llegó a ella con el poder que tenía de identificar fuentes de magia.
—Ay no... —murmuró al ponerse frente a ella y notar su estado.
Trató de sacarla de aquello, pero fue inútil. Gritó por ayuda, hasta que otras personas llegaron y la sacaron de la selva, poniéndola sobre la tierra.
Mad lloraba desesperada, cubriendo su cara de aquel líquido negro por ello. Solo fue capaz de escuchar palabras que no logró entender y gritó sin saber el por qué. Cerró sus párpados con fuerza y su cuerpo se dobló hacia el frente, sentándose en el suelo.
Cuando abrió de nuevo los ojos, pudo ver a Adrián a su costado y a las trillizas. Ryu estaba parado a un metro de ella y se agachó a su lado al ver que despertó.
—¿Qué pasó? —preguntó asustada, pero nadie supo cómo explicar.
—Ryu te encontró en la selva, en un estado... en uno muy raro —respondió Adrián—. ¿Por qué estabas ahí?
—Yo... yo no lo sé. Seguí un ruido y juré haber visto a... esperen, ¿dónde está Joe?
Adrián y Ryu se miraron desconcertados, pero las trillizas no entendieron de quién hablaba.
—¿Por qué él estaría aquí? —cuestionó Adrián, extrañado.
—Yo... no lo sé. Lo vi, en la selva... fui hasta él.
—¿Estás segura de que lo viste?
—Maddie, cuando te encontré —puntualizó Ryu—, estabas sola. No había alguien más cerca.
☆☆☆
Actualización 3 de octubre de 2022:
Buenas buenasss 💖
Desde el primer libro que quería llegar a ESTE capítulo, pero se me hacía muy difícil de escribir. Hay partes que eliminé y otras que reescribí, hasta quedar conforme con el resultado uwu
Salió más corto de lo que quería, pero equis, tampoco quiero sobresaturarlos y restarle importancia a cada cosa que pasa:
1. El origen real de Mad.
2. La cercanía de Ryu con su familia.
3. Que Mad otra vez esté escuchando cosas 👀 que sí, en el primer libro también le pasa, recuerden 👀
4. La aparición de Joe ahí 🤨 ¿realmente estaba ahí? ¿Mad lo imaginó? ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
No sé ustedes, pero muchas cosas para ser tan pocas palabras sbdnsk
¿Opiniones? ¿Teorías? 👀
Esta semana subiré el siguiente capítulo, que explica lo último 👀💖
NOS VEMOOOS 💖💖💖
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro