Mamma Mia, here I go again
Mad se sentía bastante inquieta en el bus. Llevaban viajando dos días para poder llegar a tiempo a Tennessee, en donde se llevaría a cabo el campamento a nivel nacional. Estaba muy ansiosa porque no había salido de campamento desde hacía un par de años, por lo que esta era una excelente oportunidad. No era la única que estaba emocionada, ya que, gran parte de los niños de su club nunca habían viajado más allá de California, mucho menos imaginaron la oportunidad de atravesar el país de oeste a este en bus.
Valerie iba sentada a su lado e intentaba hablar con ella, pero Mad no se había dado cuenta, puesto que, miraba por la ventana mientras escuchaba música con audífonos inalámbricos, por lo que, su amiga desistió y solo miró hacia el frente.
—De regreso me iré con Alyson —susurró Valerie.
—¡Es tan hermoso todo! —exclamó Mad y se sacó un audífono.
—Estoy segura que ya lo viste antes.
—No... solo he ido directamente a Nueva York y recientemente a Los Ángeles, pero nunca había visitado este estado.
—No le veo lo espectacular.
—Es la cuna del country... —interrumpió Alyson al darse vuelta, ya que, iba sentada delante de ellas.
—Y de Paramore —terminó la frase Mad.
—¿Y qué? —preguntó Valerie—, solo les preocupan cosas sin sentido como esa música. Supongo que no todos pueden tener un gusto más... selecto.
—Lo siento por no tener un oído fino como el tuyo —dijo con sarcasmo Mad—. De todos modos nos gusta casi la misma música, solo que Aly y yo somos mucho más variadas que tú. Sin ofender a tus "selectos" oídos, pero necesito terminar de escuchar esta canción.
Valerie levantó las cejas y negó levemente la cabeza por un rato. Mad volvió a ponerse el audífono y esta vez en definitiva no puso atención a lo que sus amigos decían.
—Creo que Val se descompuso —bromeó Ethan, quien estaba al lado, en la otra corrida de asientos.
—Tú cállate—dijo Valerie.
—Cállame —insinuó Ethan alzando las cejas y sonriendo arrogantemente.
—Con gusto —contestó ella sonriendo.
Se levantó de su asiento y fue hasta Ethan. Se quitó la pañoleta, se agachó para estar cara a cara y aprovechó que él había cerrado los ojos —creyendo que lo iba a besar— para amarrarle la pañoleta sobre los labios, cubriéndole así la boca. El chico, al notarlo, abrió los ojos y se enfadó, por lo que, trató de sacarse la pañoleta mientras las chicas reían.
—No es gracioso —se defendió, mientras le devolvía la pañoleta.
—Ethan —lo llamó Isabella, la tía de Mad, quien era directora del club—. Ve a sentarte, puedes caerte.
Justo en ese momento, pasaron por un hoyo que había en el camino, provocando que todo el bus "saltara" ligeramente, lo cual hizo que Ethan perdiera el equilibrio y se cayera. El resto comenzó a reír al verlo, incluso Isabella. Ethan regresó a su asiento, frustrado por cómo lo había tratado Valerie y por su patética caída.
Mad no sabía lo que había pasado, pero aún así se rio como reflejo, pues los demás lo hacían. Después, notó que reían porque Ethan se había caído, por lo que decidió que era mejor sacarse los audífonos.
Ella pensó en todo lo que había pasado en los últimos meses. Ese año fue tan ajetreado para ella que, el solo hecho de pensar en una de las muchas cosas raras y horribles que pasaron, provocaba que le doliera la cabeza, aunque había cosas buenas, como Joe, que le provocaba algo muy distinto a un dolor de cabeza.
Finalmente, llegaron a la entrada del campamento. Mad estaba recogiendo sus cosas y echando todo en su bolso de mano para poder bajar después, pero se detuvo al escuchar que alguien la buscaba. Se levantó de su asiento y reconoció inmediatamente al chico que preguntaba por ella.
—Mamma mia —exclamó al verlo.
—¿Quién es él? —preguntó Ethan, confundido.
—Mehmet.
—¡Madeline! —exclamó él y fue hacia ella, abriéndose paso entre los chicos y niños confundidos que trataban de bajar del bus.
—Aquí va otra vez —espetó Valerie con amargura y cansancio en su voz.
***
Mehmet era un chico turco, que medía 1.90 y poseía rasgos que dejaban clara su procedencia: piel ligeramente morena, cejas anchas que marcaban el contorno superior de sus ojos, cierta profundidad que resultaba enigmática y una nariz pronunciada. Así, había conseguido conquistar fácilmente a Mad, en un campamento de verano anterior. Y, en ese año sin verse, había terminado de madurar físicamente, con un físico bastante envidiable para cualquier otro chico de su edad, pese a que hacía solo un año era bastante delgado.
Estaba ilusionado con poder ver a Mad, cosa que llevaba esperando desde hacía mucho tiempo. Creyó que podrían volver a lo que tuvieron, pero en un año las cosas cambiaron bastante.
Lo que él no sabía, es que, cuando se conocieron ella recién había terminado definitivamente con Spencer, por lo que rápidamente le tomó cariño a Mehmet por sus encantos. Sin embargo, con el pasar de las semanas hablando por teléfono, comenzó a aburrirse de esa rutina y se dio cuenta de ciertas actitudes e ideas de él que no le agradaron realmente, por lo que decidió dejar de hablarle. Y, con el tiempo, también fue sanando las heridas de su corazón, sin necesitar de Mehmet y su falso encanto, alejándose fácilmente de sus conductas de machismo y dominio sobre ella. Mad cambió bastante.
Mad, inevitablemente, tuvo que ponerse a conversar con Mehmet, sin caer en el romanticismo que él trataba de imponer en la conversación. Bajaron del bus y ella fue a bajar su mochila de campamento, para poder ir al lugar que tenían designado como club, seguida de cerca por él.
—No te preocupes —le dijo él—, yo la llevo.
—No, es mía, así que...
Mehmet se la quitó y se la ciñó. Luego, le pegó un par de palmaditas suaves en la cabeza y le indicó que caminaran.
—Meg, en serio que yo puedo llevarla —insistió—. Esto es innecesario.
—¿Estás loca? Un caballero como yo no puede permitir que una dama tan linda como tú lastime sus preciosas manos.
—¡Es solo una mochila, no ácido sulfúrico! —exclamó molesta y trató de quitársela, pero no pudo.
Mad se frustró y se limitó a seguir caminando hasta la zona para montar las carpas. Él le hacía preguntas, pero no las contestó la mayoría y, las que sí, fue bastante cortante, pues sintió que de otra forma él nunca entendería.
No podía dejar de pensar en Joe. Le hubiera encantado poder encontrarse ahí con él. Imaginaba esas escenas de las películas románticas en donde los enamorados se volvían a encontrar en alguna situación casual pero impensada. Imaginaba que llegaba y le decía que la amaba, que no había sido una ilusión haberlo visto en el concierto de la escuela, pero sabía que eso no era real. Es más, hasta era imposible imaginar a Joe en un campamento asociado a una iglesia.
***
—¿Ya llegó la delegación de San Diego?
—Sí, están al otro lado del campamento. Ya deberías saber que, si vienes con un club de Nueva York, vas a estar muy lejos de los clubes de los estados del sur.
—Sí... como digas. No entiendo de eso, pero gracias.
Caminó el largo trayecto, cruzando el lugar de un extremo a otro, con el fin de llegar hasta donde estaba el estado de California. Preguntó varias veces por el club de San Diego, hasta que lo encontró al sexto intento. No se le hizo difícil reconocer a Mad, puesto que, era la única con el cabello teñido de color naranja, aunque este ya era casi rubio.
—Manhattan reportándose —se presentó.
Mad volteó al escucharlo puesto que lo reconoció de inmediato.
—¿Spencer? —atinó a decir, confundida y horrorizada.
—A tus órdenes. ¿Quién es el árabe?
—Turco —afirmó Mehmet.
—Es lo mismo.
—No, no soy de Arabia, sino de Turquía.
—¿Por qué todos me humillan con geografía? —se lamentó.
—¿Qué haces acá? —le preguntó Mad.
—¿Por?
—Nunca has sido de seguir religiones, más bien eres como un pájaro.
—Me gusta acampar.
—Para que vinieras a algo como esto, obviamente fue por algo más que solo acampar.
—Ok, me atrapaste. Vine por Mia.
—¿Y por qué no la has ido a buscar?
—Ah, es que también vine para ayudar a cierto idiota.
—¿A quién?
—¿Dónde está Mia? —Cambió el tema.
—Por ahí... —Apuntó con el dedo.
—¡Gracias!
Spencer se alejó y fue a encontrarse con Mia, con quien llevaba saliendo un tiempo. Mad, en cambio, siguió haciendo caso a medias a lo que decía Mehmet. No le gustaba esa situación, porque se vio forzada a tener que seguir conversando, incluso de forma cortante, ya que él siguió insistiendo en hablarle.
De repente, sintió que una mano se posaba sobre su cabeza. Se volteó extrañada para ver quien era, llevándose una gran sorpresa, la cual al principio no podía creer.
—Hola —saludó Joe, sonriendo.
Maddie lo miraba boquiabierta y sin siquiera dar un mínimo gesto para saludar. La sonrisa de Joe se fue desvaneciendo de su rostro al ver la reacción de Mad y comenzó a mirarla preocupado.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Mad simplemente cerró la boca y asintió. Mehmet alzó las cejas sin entender lo que pasaba.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó ella—. Creí que ya no podías venir a estas cosas... ya sabes, como te borraron de la iglesia.
—Eso fue hace como... No recuerdo bien, pero fue hace muchos años.
—¿Entonces? Creí que, bueno, no te importaba la religión y todo eso.
—Te diré un secreto. —Se le acercó, haciendo que ella se sonrojara levemente—. Sigue sin importarme mucho, pero volví por mis hermanos hace poco.
—¿Y cómo pudiste venir entonces?
—Me volví a bautizar hace un tiempo —explicó con desidia—. Y así me autorizaron para venir. Un asco, claro, pero ellos son felices por algo que ni me importa.
—Increíble...
—Sí. No tengo una unidad de niños a mi cargo, pero estoy como instructor. Ya sabes, como era bueno con los nudos y todo eso... era el mejor.
—Cierto... ¡Oye! Yo también soy buena en ello.
—Pero nunca coincidimos, porque soy...
—¿Más viejo? —concluyó Mehmet, entrometiéndose.
—¿Qué? ¡No! O sea sí, pero no tan viejo como para decir que soy más viejo.
—Joe no es viejo —lo defendió Mad—, solo es siete años mayor que nosotros.
—Así que... ¿te llamas "Joe"? —le preguntó Mehmet.
—"Joseph" para ser exactos. ¿Algún problema con eso?
—No, solo que suena algo bastante... trillado. Pero bueno, es adecuado para alguien tan común.
—Mehmet —lo llamó Mad molesta—, es mejor que te vayas.
—Ok... nos vemos luego entonces.
El chico turco se agachó para quedar a la altura de Mad y le dio un beso en la mejilla para despedirse. Ella puso una expresión de desagrado, pero no fue capaz de alejarlo.
—¿Qué onda con ese tipo? ¿Pasó algo que deba saber? —dijo Joe enojado.
—No. Es solo que él es así, es raro. No le hagas caso.
—¿Crees que soy común?
—Para nada —contestó y comenzó a reír al ver que Joe se preocupó por eso—. Además, si lo fueras, ¿qué tendría de malo?
—Que tú no eres alguien común... ¿qué tendría que hacer entonces para que te fijes en un ser común como yo?
—Joe, cállate. Sabes que no eres común por varias razones.
—Nombra al menos una.
—Lees mentes.
—Eso no cuenta.
—Eh... tocas prácticamente cualquier instrumento bien. Cantas bastante bien...
—¿No hay otra cosa que no esté ligada con mis poderes fantásticos o con mi gran talento en la música?
Maddie siguió riendo cuando lo escuchó decir eso.
—Puedo nombrar razones físicas de porqué no eres común. Tú solo dime por dónde empezar.
—Comienza por donde más te guste de mí.
Maddie se sonrojó.
—¡Oye! Dije lo que más te guste de mí, no lo que más te guste que use...
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó un instructor del club de Mad, a quien le decían Sargento.
Él era un sargento jubilado, un señor de unos setenta años ya, que en realidad no había logrado llegar más alto por una herida de bala en la rodilla, lo que provocó que fuera dado de baja con el cargo que tenía. Tiempo después a eso, comenzó a asistir a la iglesia, movido por el recuerdo de un cabo que había estado a su cargo muchos años antes. Así, el ritmo del ejército que él tenía pudo aplicarlo en el club de Pathfinders de la iglesia en la ciudad de San Diego, imponiendo disciplina, pero a la vez jugando bromas tanto con los niños del club como hacia los líderes de otros clubes. Y ese momento era la oportunidad perfecta para una broma.
—¿Quién es este nuevo cadete? —le dijo a Mad, refiriéndose a Joe.
—Soy... —trató de responder Joe, pero el Sargento no lo dejó continuar.
—¿Le he dado permiso para hablar, cadete?
—No, señor.
—Entonces, ¿por qué sigue hablando?
—¡Sí...! No sé, señor.
—Cállese —le ordenó—, ¡posición firme!
Joe hizo caso a las órdenes que le daba el Sargento, aunque no entendía exactamente porqué. Maddie estaba aguantando la risa para así no arruinar la broma.
—Cadete Schafer —llamó con suavidad al hablar a Maddie—, ¿quién es este nuevo cadete?
—Es un amigo de Nueva York. Hace años que él no venía a un campamento.
—Está bien... ¡puede retirarse, cadete!
—¡Sí señor! —contestó—. ¡Gracias, señor!
Joe se fue, totalmente extrañado por la situación y sus reacciones automáticas, pero a la vez con cierto temor al Sargento, por lo que supo que si quería ver a Mad tendría que ser sin él cerca.
Mad no pudo contenerse más y comenzó a reír a carcajadas. El Sargento también empezó a reír, solo que sin el estruendo de la chica.
—Alyson y Valerie me dijeron que había un chico molestándote.
—Sí, pero no era Joe. De hecho, somos amigos desde hace un tiempo. El problema era otro que ya se fue.
—Oh... lo siento, pero bueno, ¿crees que lo haya asustado?
—Tal vez, Sargento. Aunque de todos modos quizás esté un poco acostumbrado al ritmo del ejército.
—¿En serio? ¿Por qué lo dices?
—O sea, es que su padre era militar. No sé, tal vez quedó algo de eso en él por crianza o qué séyo. Igual, solo son tonterías que se me vienen a la cabeza.
—¿Cómo dijiste que se llamaba él?
—¿Joe? Bueno, en realidad es Joseph. ¿Por? ¿Qué pasa con eso?
—Nada... es que me recordó a alguien, es todo.
***
Terminaron de montar por completo el campamento al atardecer. Mad estaba fascinada por la puesta de sol en Tennessee, únicamente porque era en un lugar en el que nunca había estado. Eso lo volvía especial a pesar de ser como cualquier otro.
El Sargento les había dado las instrucciones de cómo construir un portal (con palos, maderos y cuerdas) que él había ideado, con dos pisos e incluso una especie de puente. A pesar de llevar un año y medio sin haber ido al club, Mad recordaba a la perfección las amarras y nudos necesarios, por lo que se le hizo fácil estar a la altura de los demás, aunque sus amigas la miraban desde abajo incrédulas de que pudiera hacerlo, además de no querer ayudar en la construcción por considerarlo algo poco "femenino", lo cual a Mad poco y nada le importaba. Más bien: eso nunca le había importado.
Desde el segundo piso del portal, el atardecer se veía en todo su esplendor, por lo que, Mad no dudó en sacarle fotos. Quizás algún día lo pintaría, aunque estaba casi segura en que eso no sería así y que su hermana sería quien haría un bello cuadro con la foto.
Tuvo que ir a la inauguración, en una especie de estadio que había en el recinto, en donde dijeron que había más de diez mil personas acampando ahí. Resultaba en realidad casi imposible llegar a coincidir con alguien en específico, a menos que se le estuviera buscando, como era el caso de Spencer y Mia.
Mad, en cambio, solo quería disfrutar de una semana lejos de todo junto a amigos con los que nunca pasaba el rato. Fue para relajarse, cambiar el aire, y así poder olvidar el año de mierda que había vivido... y todavía quedaban algunos meses del 2016.
Una mierda.
Quería una pausa de todo, pero para su desgracia se había vuelto a encontrar a Mehmet y encima estaba Spencer.
Y peor: ahí mismo estaba Joe.
—Mamma mia, here I go again —cantó en voz baja, sin prestar atención realmente a lo que sucedía—. My my, how can I resist you? Mamma mia, does it show again, my my, just how much I've missed you?
No podía dejar de pensar en Joe.
Al terminar la inaguración, Mad comenzó a sentirse mareada. Todo le daba vueltas y le faltaba el aire. Se sentía desorientada, pero no tenía idea de lo que le pasaba... y eso le angustiaba.
—Maddie, ¿me escuchas? —le dijo su tía al darse cuenta de lo que pasaba. Puso sus manos sobre las mejillas de Maddie y la miró fijamente—. ¿Maddie?
La chica no podía escucharla tampoco podía verla. Tuvo una visión en ese momento en la que caía, hasta encontrarse en un lugar totalmente oscuro, sin haber algo de qué sostenerse para guiarse, mientras una voz masculina la llamaba con desesperación. Reaccionó minutos después y su tía la abrazó en cuanto respondió, sin que el resto alcanzara a notar lo que pasó.
***
Al día siguiente, quiso colarse al campamento del club de Nueva York para sorprender a Joe de la misma forma en que él lo hizo con ella. Le costó poder escaparse en el desayuno sin que su tía la detuviera y luego encontrar el lugar, pero persistió hasta que lo halló.
Se asomó por el sector de las carpas, para ver si encontraba a simple vista a Joe, a quien vio un poco más allá, sentado junto con el resto del club en la mesa del área de comedor. Tenía su brazo rodeando a una chica de unos veintisiete años por los hombros, mientras que ella le rodeaba por detrás de la espalda y tenía su cabeza sobre el hombro del chico.
Al verlo, Mad se puso triste y decidió volver, pero su pie se enredó con un viento de una carpa, provocando que se tropezara y cayera sobre un mochilero. Por el ruido, fueron a ver qué pasaba, encontrándose con Mad sobre el mueble rústico y las mochilas. Sus lentes cayeron más allá, por lo que un niño —que corrió para ver lo que pasaba—, no se dio cuenta y los pisó.
—Mad —la llamó Joe—, yo te ayudo.
Le extendió su mano y la ayudó a ponerse de pie, atrayéndola a su cuerpo. Mad trató de retroceder para no quedar tan cerca de él, pero aquello provocó que otra vez se tropezara y él tuvo que atajarla.
—¿Estás bien? —le preguntó Joe.
—Sí... —le respondió esquiva.
—¿Segura?
—¡Sí, todo está bien, Joe!
—Ya, pero... tampoco te enojes, solo estoy preocupado. Solo quiero saber cómo estás.
—Y yo quiero mis lentes.
—¿Son estos? —le preguntó el niño mientras se los extendía, estando con el cristal quebrado y el marco partido en dos.
—Oh no...
—¡Maddie! —exclamó Lily al verla.
La hermana más pequeña de Joe se tiró sobre la chica para abrazarla, provocando que nuevamente se cayera. El chico comenzó a reír mientras que los demás veían con preocupación.
—Mad —le dijo Joe—, ahora puedo ver que en realidad estás enamorada del suelo... ¡no puedes evitar caer a sus pies!
Una carcajada estalló de la boca de Joe y Mad solo atinó a tirarle un cole que llevaba en la muñeca, con un movimiento similar al de una honda. Él ignoró eso y ayudó a su hermana a levantarse, para después ayudar a Mad.
—Si quieres, puedo acompañarte de regreso a tu club para que no te pierdas, como ya no tienes tus lentes...
—Ni que fuera ciega. Solo veo un poco borroso, es todo.
—Igual puedo acompañarte... ya sabes, por mayor seguridad.
Ella volvió a rechazar su ayuda y se fue decepcionada a donde acampaba su club. No podía dejar de pensar en que Joe había estado abrazando a esa chica y que después actuara frente a ella como siempre era. La duda que más la carcomía era saber quién era esa chica.
♡♡♡♡♡♡♡♡♡
Actualización (18 de marzo de 2022):
No sé qué tal quedó, la verdad, porque revisé esto el otro día y hoy le iba a hacer una revisión exhaustiva, pero no me sentía bien 🤧 así que, muy probablemente estaré editando este capítulo a futuro :)
Gracias por venir aquí y seguirme apoyando en esta nueva etapa. 💖
Quisiera poder expresar mejor todo lo que siento, pero en lo emocional estoy bastante colapsada (lo que me tiene bloqueada para expresarme).
Les quiero mucho. 💖
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