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La verdad nunca me hizo libre

A Mad le costó conciliar el sueño aquella noche, pues era la primera en la casa de su bisabuela y a la vez no podía evitar pensar en todo lo que había pasado ese día. Todo lo que supo fue peor que un balde de agua fría, era más bien como una avalancha de verdad.

Tras un par de horas en vela bajo la manta, finalmente su cuerpo cedió y durmió, aunque aquello no evitó que su mente siguiera trabajando con turbulencia.

***

A la nanita nana
Nanita nana
Nanita ea
Mi niña tiene sueño,
Bendita sea,
Bendita sea.

Caminó por el bosque, abriéndose paso entre los altos y densos árboles.

Ya había estado ahí, en varias visiones, pero esta en particular le daba un leve escalofrío.

De repente, divisó a la distancia la cabaña en la que había entrado y se había visto de niña con Sophie y Arthur. Una experiencia bastante aterradora para ella.

Se aproximó rápido y entró por la pesada puerta de madera, viendo que había una mujer sentada en el sofá, pero de espaldas a ella. Al cerrar, la mujer volteó y le sonrió, sin dejar de cepillar a la niña.

—¿Ma... mamá? —preguntó sin entender lo que pasaba.

—Siéntate, por favor. —Apuntó hacia un sillón junto al sofá—. Hay mucho de qué hablar.

Mad, sin entender lo que pasaba, hizo caso a la indicación de su madre, quien empezó a enredar flores en el largo cabello de la niña, haciendo a su vez una trenza.

—¿De... ¿De verdad...? —No podía creerlo—. Tú estás...

—¿Muerta? Lo sé... Sophie y Arthur también, pero según ellos me contaron, pudieron hablar contigo aquí.

—¿Cómo...? ¿Y qué es...?

Dentro de su asombro, no pudo terminar de formular sus propias dudas.

—Estamos en un lugar especial, uno que guarda muchos secretos. Es tu lugar favorito, un mundo al que los muertos podemos traspasar para hablar con los vivos si estos escuchan nuestro llamado. Es un lugar de reencuentro y por eso hice esta cabaña para ti, hace muchos años, cuando...

—Cuando me fui de México... —recordó de repente.

—Por tu seguridad, le pedí a una bruja mentalista que bloqueara tus recuerdos de la infancia, para que pensaras que siempre viviste en Estados Unidos y no preguntaras sobre muchas cosas que pasaron... eras tan pequeña, que temía que todo eso te afectara.

—¿Quiénes sabían?

—Tu abuelo, tus tías y tu padre desde luego.

—Bien, nací acá, pero ¿por qué mi pasaporte decía que nací en Estados Unidos y no en México? ¿Sabes cuántas veces lo usé?

—Yo... no lo sé. Yo hice todo el proceso legal para entrar contigo al país, con todos tus documentos de México.

Mad suspiró.

—Mamá, tuvieron tantas oportunidades para contarme la verdad y no lo hicieron...

—Por eso preparé este lugar para ti, para que cuando vinieras, pudieras recordar aquello que quedó bajo un velo en tu mente.

La niña volteó a verla, con una sonrisa, y se dio cuenta de que era ella de pequeña. Se levantó y la tomó de la mano, para guiar a la chica por las distintas partes de la cabaña.

***

A la mañana siguiente, Mad se levantó exhausta y con un poco de sangre saliendo por su nariz. Buscó con rapidez un baño y se lavó la cara, sin estar segura de si había hablado realmente con su madre o si solo había sido un sueño.

Al salir del baño, tuvo un vago recuerdo de años anteriores, corriendo de un lado a otro en la enorme casa, que sobresalía si se comparaba con las demás casas de la zona, aunque parecía estar camuflada en medio de la naturaleza, al igual que las demás residenciales que tenía la familia, como parte del negocio turístico dirigido hacia quienes querían visitar los famosos pueblos mágicos del Estado.

Se detuvo un momento y cerró sus ojos, tratando de prolongar aquel recuerdo. Una amarga sonrisa se dibujó en su rostro cuando difusas imágenes de su vida aparecieron por su mente, cosas que había olvidado contra su voluntad. Tantos hechos empezaban a calzar, que era abrumador saberlo.

—¿Estás bien? —preguntó Adrián, preocupado al verla parada con los ojos cerrados.

—Sí, solo... Solo estaba tratando de pensar un poco en lo que ha pasado.

—Bien, igual... Sabes que puedes confiar en mí si necesitas apoyo, del tipo que sea.

La chica asintió, con una leve sonrisa fingida, sin terminar de convencer a su primo. Necesitaba descubrir por su cuenta cómo había sido su propia vida si quería poder terminar de conectar con sus poderes. Siempre intuyó que había algo raro en su familia, que quizás era la respuesta a todas sus preguntas, sin imaginar todo lo que le escondieron por años.

—¿Ya estás recordando algo de acá? —preguntó una voz masculina en español, detrás de ella.

Mad volteó a ver quién le habló, pues le costó indentificarlo. Se sorprendió al ver que se trataba de su primo Fernando, a quien le sonrió. Fue hasta él y caminaron juntos hasta la mesa, para poder sentarse alrededor a hablar.

—Se supone que tenía que hacer de cuenta que no sabía que naciste y viviste aquí, pero la verdad es que es imposible ignorar algo así. No siempre nos veíamos, pero las veces que venía, te enseñé a tocar guitarra y hasta hacías tus propios conciertos aquí mismo. —El joven rio al recordarlo—. Cuando supe que ibas a volver y que te dirían la verdad, decidí juntar las cintas de ese entonces que encontré y traerlas. No son muchas, pero espero que te ayuden a recordar quién eres.

—Por casualidad —dijo a la vez que contenía una risa repentina—, ¿no eres quien me enseñó a decir “no chingues” y otras cosas así en español?

Al pensar en ello, su primo se puso a reír mientras asentía, a lo que Mad dejó de contener la risa. Por lo menos ese misterio estaba resuelto.

—Creía que no sabía tocar guitarra, pero cada vez que tomo una... No lo sé, siempre sentí que sabía qué hacer y ahora sé por qué. —Sonrió—. Hay muchas cosas que nunca supe de dónde venían, pero eran parte de mí.

—Sí... —Su sonrisa se fue convirtiendo en un gesto triste y melancólico—. Creo que tenías derecho a saber quién eres. Ocultarte una parte de tu historia, de lo que has vivido, fue impedirte conocer del todo tu propia identidad.

Siguieron conversando y el joven le fue mostrando canciones que le había enseñado en su momento, que de alguna forma su mente las recordaba, pese a que la magia le impedió por años rememorar el tiempo que vivió en México. Así, su memoria por fin empezó a fluir, dándole sentido a quién era.

Después del almuerzo, quiso salir a recorrer el pueblo, por lo que fue acompañada por sus primos, incluso por Anthony, quien no estaba muy entusiasmado con la idea de salir a explorar.

—¿Cómo le haces para que tu pelo se vea bonito pese a tenerlo decolorado? —le preguntó de repente Amatista, una de las trillizas—. Necesito convencer a mis padres de que no me voy a quemar el pelo si me lo tiño como tú. O sea, no exactamente, sino que... Bueno, tú me entiendes. —Soltó una risilla.

—Sí, eh... Voy al salón constantemente, ahí me hacen tratamientos y... Bueno, obviamente me retocan el tinte. No he ido desde mayo creo y la verdad es que tengo horrible el pelo.

—¿Y si compramos un tinte y te lo echamos?

—Eh...

—¡Me sumo al plan! —exclamó Esmeralda, otra de las trillizas, emocionada.

Jade, en tanto, solo tornó los ojos blancos al escuchar cómo sus hermanas se emocionaban por tinturas. Adrián, por su parte, estaba ignorando a sus primas, pues estaba concentrado en su conversación por mensajes con Jorge y sacando fotos del lugar para poder mostrarle cómo era el pueblo del que venía su familia.

El grupo se dividió según lo que les interesaba. Jade se fue en búsqueda de respuestas reales sobre magia y no con alguna señora charlatana que le vendiera a turistas, Adrián se quedó sentado con su celular, Fernando y Anthony terminaron yendo a comprar un aperitivo y las demás chicas buscaron algún tinte, decidiendo por un color que a todos les iba a sorprender.

Una vez en la casa, Jade ignoró al resto y se puso a leer lo que le había entregado una anciana, mientras sus hermanas acompañaban a Mad en el baño para aplicarle el tinte.

Al cabo de un par de horas, Jade las fue a buscar mientras le secaban el cabello a su prima, emocionadas por el tono que había quedado su pelo.

—¿Qué mierda hicieron? —preguntó Jade al ver el resultado.

—¿Tan mal quedó? —Mad empezó a sentir cierta incomodidad.

—¡No, está precioso! —exclamó Esmeralda.

—Ignórala, no es fan del rosado —dijo Amatista.

—Como sea, tengo algo importante que decir: ya sé dónde podemos encontrar a alguien como lo que se le apareció a Maddie ayer —indicó Jade.

—¿Por qué lo dices?

—¡Necesitamos saber por qué esa cosa se comportó así con ella!

—Espera... ¿cómo sabes su comportamiento conmigo? —Mad la miró molesta.

—Adrián me contó, por si sabía algo. Todos saben que de nosotros, la que más sabe de magia y criaturas soy yo, porque yo sí investigo y no me preocupo de cosas tontas como el color del pelo.

Sus hermanas miraron al suelo con cierto dolor al escuchar su menosprecio.

—Te lo agradezco, de verdad —dijo Mad—, pero no tienes por qué decirlo así. A veces solo hay que distraerse con cosas como estas, ya sabes, hacer algo divertido como familia.

—¿Quieres la información o que nos trencemos el pelo?

—Si quieres una trenza, solo pídela. —Sonrió Mad, queriendo molestar a su prima.

—¡Bien! Como quieras.

Jade se dispuso a irse, pero Amatista la detuvo sosteniéndole la muñeca. La chica suspiró con cierta molestia y habló:

—Bien, puede que hablara con una señora muy loca o que me dijo la verdad: me dijo dónde puedo encontrar a Kukulcán.

—Jade, es... —Su hermana Esmeralda no sabía muy bien qué decir—. Es un ser mitológico, no es...

—Esme, somos una familia que tiene magia, no me vengas con qué puede ser real y qué no.

—Bueno, a mí me atacó ayer un dios pagano descrito en la biblia —intervino Mad—, así que, estoy abierta a creer en cualquier opción.

—Vamos mañana temprano —sugirió Jade—. Para encontrarlo debemos adentrarnos en la selva, así que, sería peligroso ir ahora, tan cerca del anochecer.

Mad sintió un leve escalofrío al asentir. Quería sentir un poco de paz y tranquilidad, por lo que, una aventura en la selva para encontrar a un dios mitológico no era precisamente su concepto de vacaciones, pero no tenía de otra si quería llegar a la verdad de todo.

Luego de pasar todo el día ignorando a Joe, decidió hablarle para contarle que estaba bien, preguntando si podían hacer una videollamada, a lo que él estuvo de acuerdo.

—¡Oh! —exclamó al verla, sorprendido por su cabello.

—¿Qué?

—Nada, nada... es solo que... tu cabello...

—¿Quedó mal? ¿No te gustó?

—¡No, no es eso! Es solo que... No lo esperaba, es todo. Te ves preciosa. —Admiró su belleza.

—Gracias. —Sonrió, con las mejillas coloradas, pero rápidamente fingió una expresión de molestia—. Aunque eso no me hace olvidar todo lo que me dijiste ayer.

—Lo siento, de verdad. No tenía idea en ese entonces que algo así pudiera pasar...

—Lo entiendo, pero lo que me duele es que me mentiste. Pensé que eras alguien confiable, pero ahora entiendo que Ryu tenía razón sobre ti. Y... —Necesitaba hacer una pausa, pues estaba a punto de llorar—. No sé qué pensar de ti.

—Sé que va a ser difícil, pero por favor, créeme. Si te lo oculté es porque pensé que podía dejarlo en el pasado, jamás creí que podría perjudicarte con eso ni que tendrías que encontrarte con todo eso. Te amo y nunca dejaría que algo te pasara...

—¿Y si mejor seguimos hablando mañana?

—Mads, por favor...

Ella terminó la videollamada y empezaron a brotar lágrimas de sus ojos, sin poder detenerlas. Adrián había escuchado el final de la conversación y decidió entrar a la habitación en la que estaba Mad, preocupado por lo que pudiera pasarle.

—¿Por qué... Por qué colgaste? —Se limitó a preguntar en un tono casi apagado.

—Tengo miedo de terminar arruinando todo si sigo hablando con él, si es que todavía hay algo que podamos rescatar. Me siento muy confundida con todo, casi atrapada y... no lo sé, es tan extraño. Quisiera que no me importara y continuar con lo nuestro como siempre, porque siento que estar con él me da paz, pero a la vez no puedo evitar pensar en todo lo que me ha mentido. ¿Crees que estoy siendo dramática?

Mad lo miró con lágrimas en los ojos y cierta desesperación. Era notorio que la verdad le resultaba abrumadora, pues cada persona de su círculo más íntimo le había mentido.

Adrián no sabía qué decir, por lo que solo se quedó callado, con la boca ligeramente abierta y una expresión de perplejidad en el rostro.

—Encima, Ryu me advirtió sobre él... Bueno, varias personas me lo dijeron, solo que no exactamente por esto. Se honesto: ¿estoy exagerando?

—Eh... No, es... Es válido que te sientas así. Eh... Voy por ayuda.

Adrián salió ante la mirada confundida de su prima y se fue a la cocina. Buscó entre varias cosas y finalmente terminó buscando entre las cosas de su primo.

Las trillizas lo pillaron saliendo de la habitación que compartían los primos varones por esos días, extrañadas al ver la cantidad de alcohol que llevaba, al punto que se le estaba por caer una botella de tequila, tratando de sujetar un par de six packs de cerveza en lata y una bolsa de papas fritas.

Amatista tomó la botella de tequila antes de que sucediera una catástrofe y Esmeralda sujetó la bolsa de papas fritas.

—¿Qué haces? —preguntó Jade con cierta indignación—. Se supone que mañana debemos salir temprano a la selva.

—Eh... Creo que Maddie está al borde de una crisis y quiero alegrarla un poco.

—Vamos entonces. —Esmeralada sonrió.

Adrián y Esmeralda entraron rápido a la habitación en la que estaba Mad, seguidos por Amatista. Jade, por su parte, bufó y decidió entrar un minuto después, encontrando a sus primos abrazados junto a sus hermanas, mientras la chica de cabello rosado lloraba. Cerró la puerta, suspiró y se acercó.

—¿Qué pasa? —preguntó Jade, para sorpresa de sus hermanas.

Mad la miró boquiabierta, sin saber qué responder. Estaba sentada sobre la cama, con las rodillas abrazadas a su pecho. Extendió una mano y Adrián le pasó una lata de cerveza.

—¿Hay algo sin alcohol? Siempre que tomo, algo malo pasa.

Adrián imaginó por qué lo dijo y sintió culpa por no haberla ayudado aquella vez, aunque ella desconocía aquel sentimiento, pues nunca pensó que existía esa posibilidad siquiera.

—Pero ahora estamos solo nosotros —insistió—, nadie te va a lastimar.

—Adrián, déjala. —Jade estaba de brazos cruzados—. Si no quiere, está bien.

—Sí, descuida. —Se dirigió a Mad—. Solo quería dejarte en claro que acá estás segura para hacer lo que quieras.

—Gracias. —Mad forzó una sonrisa.

Esmeralda le extendió la bolsa de papas fritas a su prima y la recibió, para ponerse a comer de inmediato.

—¿Por qué tiene que ser tan difícil todo? Solo quiero ser alguien normal, con problemas normales que sea, ni siquiera pido que todo esté bien, solo algo... No lo sé, ¿sin magia?

—No mames, en serio. Cualquiera daría lo que fuera por tener algo de magia, hasta hay quienes recurren a pociones y cartas para tratar de igualarnos.

—Jade... —La reprendió su hermana Amatista.

—Es la verdad. Imagina tener un poder completo para ti, tener toda esa magia fluyendo y solo odiarlo.

—¡Bueno, quizás no lo odiaría si al menos hubiera sabido la verdad desde el principio! —exclamó Mad, enojada—. Solo me ha traído más problemas, que no sé cómo enfrentar. Estoy cansada de todo y ni siquiera sé en quiénes puedo confiar, porque hay algo que tomó la forma de mi novio para lastimarme, ¿segura que alguien quiere tener eso?

—Mad... Has pasado por cosas que no tienen que ver con la magia —indicó Adrián—, quizás ves las cosas así por eso.

—No es por eso. —Lo miró con ira—. ¿Olvidas la parte de que no sé qué cosa tomó la forma de mi novio para no sé qué? —enfatizó, evidenciando con cada palabra cómo su ira iba en incremento.

—Bueno, no hay más que podamos hacer —dijo Jade, con cierta despreocupación, aunque en realidad estaba siendo sarcástica—, más allá claro de llevarte mañana con alguien y tratar de protegerte lo más posible, claro.

—Aunque, más allá de lo grave que es esto, parece que estás también mal por otras cosas. —Adrián tomó un trago de cerveza—. No leo mentes como tu novio, pero creo que ya te conozco lo suficiente como para saber cuándo no estás diciendo toda la verdad.

—Bueno, una más en la familia que lo hace. —Rio.

—Mad...

—Bien, ok: estoy cansada de no poder tener una semana tranquila, una que sea normal. Espera, sí tuve una, muy recientemente, se sintió de verdad como vacaciones de la vida, pero se acabó y tuve que volver a despedirme de Joe y venir acá. Igual bien, quería hacer este viaje y poder descubrir cosas sobre mis poderes, porque ya tenía una vaga idea de que esta familia no es normal, ¡pero terminó siendo peor de lo que creí! Y luego de todo eso... Resulta que Joe también me estuvo mintiendo.

—A ver, no quiero ser abogado del diablo, pero tampoco es como que te mintiera si nunca le preguntaste.

—¿Y cómo iba a pensar en que me ocultaba algo así?

—Tú lo dijiste: lo ocultó. Es muy distinto a mentir.

—¿Entonces qué? ¿Hago de cuenta que eso no pasó?

—Vamos, no puedes condenarlo por un error de su pasado. No tienes idea de qué pasó exactamente y tampoco es como que uno le cuente a su pareja todas las cosas que hizo, menos las que a uno le avergüenzan.

—Me preocupa el concepto que tienes de relación entonces.

—¿Acaso tú le cuentas todo lo que has hecho?

—Él puede saberlo todo de mí si quiere. Quiero que él me tenga la confianza suficiente para contarme todo lo que oculta a las demás personas, que así como él puede saber todo si quiere, yo pueda saber todo de él.

Agachó la mirada, entristecida. Sin pensarlo, se mordió el interior de su mejilla, pensativa, pero a la vez intentando no llorar.

—Maddie, entiendo que te duela que tu novio te mienta —dijo Esmeralda—, pero en este caso, supongo que es lo que todos hacemos: escondemos las partes más oscuras de nosotros por miedo a que otros se alejen y nos quedemos solos. Tal vez debas hablar con él y decirle justamente eso, que quieres que él te tenga la confianza suficiente para contarte las cosas que le oculta a los demás.

—Lo que sí es grave es que tenga un trato con esa cosa. —Jade bajó la mirada—. Es sabido de personas con destinos trágicos tras años de hacer un trato con algún demonio.

Mad se quedó viéndola con preocupación e impacto, a la vez que las hermanas de la chica y su primo estaban muy enojados. Si bien habían escuchado más de un caso así, ninguno se había atrevido a mencionarlo, para no empeorar la situación.

—Gracias por ayudar —murmuró Amatista, con molestia.

Mad seguía sin poder procesar todo, estaba en shock.

—Bueno, volviendo al tema de que crees que estuvo mal que tu novio te mintiera —interrumpió el incómodo Jade, intentando arreglar el problema—, ¿no estás haciendo lo mismo que él al evitar decirle todo eso? Digo, al evitar la conversación sobre lo que de verdad te molesta y querer tapar las cosas por miedo a que se acabe, estás ocultando una parte de ti, como él te ocultó partes de su pasado.

Mad la miró un poco confundida en ese momento, más que nada por la rapidez con la que habló su prima.

—No lo... No lo sé.

—Habla con él, en vez de ponerte a llorar. —Jade se llevó una papa frita a la boca.

—Mañana. —Bufó de inmediato—. Después de que encontremos a Kukulkán, un problema a la vez, por favor.

—No sé qué tan enfocada estés para encontrarlo si te la pasas pensando en tus problemas emocionales.

—Menos lo estaré si la conversación termina mal.

—¡¿Pero por qué tiene que acabar mal?! Trata de ser un poco más positiva, ¡no sé! Una trata de ayudarte, pero eres imposible.

Jade se levantó y se fue de la habitación, pero volvió segundos después, al darse cuenta de que sus hermanas no la siguieron.

—¿Qué les pasa? —preguntó molesta—. Mañana tenemos que salir temprano, todos debemos descansar ahora.

—En un momento —contestó Amatista.

—Ni las esperaré, dejaré la luz apagada y van a tener que ser muy silenciosas cuando se vayan a acostar, porque yo me voy a dormir en este momento.

Esmeralda suspiró con molestia y Amatista puso los ojos en blanco e hizo una mueca, torciendo la boca. Jade, por su parte, se fue a la habitación en la que se hospedaba con sus hermanas.

—Ella es tan controladora —se quejó Amatista.

—Es que es muy reglista. —Esmeralda se cruzó de brazos—. No es tanto de que le guste controlar todo, sino que sigue siempre lo que está escrito.

—Ahí vamos a tener problemas. —Mad sonrió—. Por más que lo intente, soy incapaz de seguir alguna regla o norma, supongo que es parte de mi naturaleza, porque en serio que he hecho mi mejor esfuerzo.

—En general, cuando uno tiene magia, es normal que tengamos ese "problema" —acotó Adrián—, es que, es tan difícil seguir normas cuando podemos hacer cosas que escapan de todo lo que nos enseñaron que es posible, excepto cuando quieres hacer más de lo que puedes, ahí estás prácticamente obligado a investigar más, a leer mucho más y a seguir cada cosa como dice lo que sea que hayas encontrado. Conjuros, invocaciones, todo tiene reglas.

—A menos que tomes la vía fácil y hagas tratos con entidades que muchas veces te ponen trampas —agregó Esmeralda—, porque en realidad no conoces sus intenciones.

—Como Joe —susurró Mad.

—Sí... —murmuró Adrián.

—¿Y no hay forma de solo hacer las cosas? —preguntó Mad—. Como que sin seguir conjuros ni cosas así... Solo con pensarlo.

—O sea, claro, hay cosas que pasan así, como los dones —explicó Esmeralda—, pero nadie tiene más de uno.

—Por ejemplo, tú puedes ver el futuro, pero no podrías leer mentes —acotó Adrián.

—¿Y sanar a otros?

—Quizás por medio de hechizos, ni siquiera conjuros —contestó el chico—. Nosotros podemos, a veces necesitamos de conjuros para que sea más eficaz, o de rituales y hechizos, cuando es mucho más. Mi mamá, de hecho, hace ungüentos para que las personas puedan usar, hechizando hojas de ciertas plantas medicinales y machacándolas, así el poder de estas plantas es mucho más efectivo y no necesitan ir con ella cada vez que tienen una herida.

—Pero si por ejemplo hago esto...

Amatista tomó una de sus piedras y le hizo un corte en la mano a Mad, quien se quejó de dolor y le apartó de inmediato la mano, pero su prima se la pidió nuevamente y rodeó su palma con las suyas, para luego cerrar los ojos. Mad pudo ver cómo destellos verdes brotaron de los brazos de la chica y descendieron como serpientes, rodeando su manos, del mismo modo que cuando Adrián sanaba a alguien. Ya no le dolía la mano y, al revisarla, no había rastro del corte.

—En cambio, si quisiera traer algo a mi mano, tendría que pensar en un conjuro para atraerlo.

—¿Y si solo piensas en que quieres levantar algo?

Sus primas rieron, pero Adrián recordó algo que Mad ya le había contado.

—Es imposible —respondió Esmeralda—. Una vez que logras conectar con tu magia y puedes usar la que te rodea, tienes que conjurar para hacer aquello que quieres y no es parte de tu don.

—¿Y si solo pasara?

—¿Como qué cosa?

—No lo sé, que por ejemplo, de repente, sanar a alguien cuando tienes otro don, sin usar las cosas que dijeron, sino que solo pase o, no lo sé, que alguien pueda hacer que venga hacia sí algo solo con pensar que quiere eso.

Sus primos se miraron, sin saber qué responder. Las hermanas no sabían si solo se trataba de mera curiosidad, aunque Adrián sospechaba que aquello tenía una base en algo que ya había vivido, conociendo mejor a la chica que, aparentemente, solo podía ver el futuro. En peor medida, había una alternativa que había escuchado de Lyla y que le inquietaba: la posibilidad del caos, pero de ser así, se trataría del primer caso real —no hipotético—, del que habría escuchado y, a su vez. Le hacía sentido con lo que alguna vez le había dicho Mad, sobre de que había logrado liberar parte de sus poderes por medio de sus emociones y no por medio de la meditación, pero, de ser el caso, era probable que estuvieran ante un problema que no iban a ser capaces de contener.









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1 de abril de 2024:

HOLA, no se trata de April's Fool, realmente actualicé 🤭💖

Espero que les haya gustado el capítulo. Ojalá hayan descansado durante semana santa.

En fin, como pequeña aclaración, el título del capítulo continúa directamente con el del siguiente, el cual prometo tener dentro de esta semana (porque está prácticamente escrito ya, si el problema era que necesitaba terminar bien este 😭). Pido perdón por demorarme tanto en actualizar.

En fin, nos vemos/leemos en el grupo de WhatsApp y en mi cuenta de Instagram blxxdcherry, donde subo contenido relacionado a mis historias y a la lectura 💖

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