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Country boy

Luego de una mañana de actividades agotadoras y el almuerzo, las niñas empezaron a insistir en ir a una poza que se formaba por el río, por lo que, le pidieron a Mad que las acompañara.

Se puso su traje de baño debajo de los pantaloncillos y de la playera que llevaba, tomó una toalla, se ciñó un pequeño bolso con cosas de primeros auxilios que llevaba personalmente y dejó su celular escondido en su carpa.

Como después tenían la tarde libre, su tía pidió permiso para salir a recorrer la zona con su club, por lo tanto, solo tenían una hora para ir a la poza a nadar y así poder aprovechar el mayor tiempo posible en la capital estatal.

—Vamos, pero dejaré mi celular aquí por si a alguna se le ocurre alguna "gracia" —les dijo Mad.

—¿Qué podríamos hacer nosotras? Somos unas angelitas —le respondió una de las niñas.

—Si ustedes son unos ángeles, yo soy un hámster.

Mad las ordenó en una hilera hacia atrás. Como eran pocas niñas en el club, su unidad era de dos niñas de diez años, una de doce años y otras dos de catorce. Todas se llevaban muy bien con Mad, aunque se portaban bastante mal todo el tiempo y, gracias a la inteligencia de las niñas, lograban zafarse de los problemas que tenían. 

Mad solamente era su consejera asociada a la unidad, así que, no debía lidiar directamente con los problemas de las niñas, salvo cuando le tocaba acompañarlas a cualquier cosa fuera de lo oficial, como era el caso.

—Tía Maddie —la llamó una de las niñas de diez años—, ¿es cierto de que tiene novio?

—¿Ah? ¿Quién dijo eso?

—Escuché a Aly decirlo.

—Oh... sí, sí tengo, desde hace bastante poco. Muy poco.

—¿Y es su primer novio?

—No... he tenido otros, ¿por qué tanta curiosidad con respecto a mi vida amorosa?

—Es que escuché que la tía Mia dejó a su novio y cuando le pregunté por qué, ella me contestó que las relaciones no son siempre como uno espera. ¿Usted qué espera de su novio?

—Pues... em... ¡wow! Esa es una pregunta muy profunda como para responderla de repente, tan a la ligera.

—Vamos, Maddie —le dijo una de las chicas de catorce—, ¿qué esperas de tu chico?

—Ok, niñas, tal vez será mejor que nos sentemos a conversar un poco. —Estaba nerviosa por tratar el tema, pero a la vez le gustaba la idea de hablarlo con ellas, pues siempre quiso que un adulto hablara así con ella, a excepción de Kathy, pues le incomodaba lo invasiva que era—. ¿Les parece si vamos a sentarnos cerca del río? Así hablamos un poco en un ambiente relajado, sin personas transitando de un lado a otro y después se tiran al agua.

Siguieron caminando en hilera hasta llegar a la orilla del río, cerca de una poza que se formaba por el agua de este y que se volvía posible y poco riesgoso nadar en ella. Se sentaron en el suelo, de tal forma que pudieron formar un círculo.

—Bien, vamos a hablar de aquello que teníamos pendiente.

—¡Sí! De su novio —respondió la chica de doce años.

—Sí...

—Y del sexo que espera tener con él —dijo la de catorce que había hablado con anterioridad.

—Definitivamente no vamos a hablar de eso. Eso es algo mío nada más, no les incumbe. Además, no sé si tengo permitido hablar de eso acá.

—Tía, ¿qué espera de su novio?

—Nada, solo espero que me trate bien. No puedo esperar que me ame realmente, o que yo lo voy a amar en serio, porque todavía falta que conozcamos muchas cosas del otro. En este momento, no nos amamos, solo nos estamos conociendo bien y nos gustamos.

—Pero los novios son para amarlos.

—No siempre. He tenido varios novios, pero creo que solo he amado a uno... ¡Oigan! No vayan a decirle a alguien más de esta conversación, ¿ya?

—Claro.

—¿Y cómo sabes entonces si realmente lo amas o no? —le preguntó la otra chica de catorce años.

—No sabría describirlo. Supongo que simplemente es algo que uno sabe y ya. Es algo que se siente y... es diferente, realmente es diferente. Va más allá de ponerse nerviosa cuando está cerca o si simplemente te diviertes con alguien, o si tienen cosas en común, porque es algo más profundo. Por eso, no sé si lo amo o si él me ama, es muy pronto para decirlo, aunque se me haya escapado uno que otro "te amo" y él haya dicho varios hasta la fecha, porque a veces lo que se dice es muy diferente a lo que se siente.

Miró con molestia, al recordar a Spencer y de inmediato se dio cuenta de que estaba divagando.

—A veces uno cree que es amor, pero solo es alegría o tristeza u otra emoción similar —concluyó.

—Es demasiado complicado —se quejó una niña de diez años.

—Pero es algo tan lindo —suspiró la otra.

—Sí, por eso mismo es que no existe el amor a primera vista —agregó una chica de catorce—, solo es un invento del romance.

—Si consideramos cómo eran las bodas hace algunos siglos —acotó Mad—, tiene sentido el concepto de "amor a primera vista" como un consuelo con los matrimonios arreglados, pero ya es el maravilloso siglo XXI y la vida es muy distinta, así que, tienen mucho tiempo para conocer personas y descubrir si se enamoran o no.

Vio sus rostros desconcertados y decidió que era mejor dejar el tema, además de que a ella misma ya le estaba incomodando la conversación.

—¡Vamos al agua! —exclamó alegre.

Las niñas bajaron corriendo la última pendiente para llegar a la poza, ya que, no querían perder el tiempo. Mad bajó calmada y con una leve sonrisa, pero su expresión cambió a una de asombro cuando se encontró de frente con Joe.

—¿Cómo amaneció mi amada novia?

—¿Desde cuándo hablas como un idiota de cuento?

—No lo sé, quizás desde que escuché que mi novia no sabe si me ama.

—¿Cómo es que...? —Mad calló y trató de pensar en otra cosa, creyendo en que tal vez le estaba leyendo la mente.

—Te escuché cuando dijiste que no sabías si me amabas, ¡fue hace solo un momento!

—¿Me estabas espiando?

—¡¿Qué?! ¡Claro que no! Estoy enseñando a nadar a algunos niños en la poza y te escuché hablando. Empecé a subir la loma para saludarte y te escuché decir que no puedes esperar que te ame y que tú no lo haces, o algo así.

—Es que es así: una cosa es salir con alguien y otra muy distinta es amarlo.

—Ya sé, pero estoy seguro de que yo te amo.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Solo lo siento y ya.

—Tal vez solo te convenciste de eso, pero todavía es muy pronto para saber si esto es amor o no.

—Sé que no te he podido sacar de mi cabeza desde que nos reencontramos en el parque. Antes no sabía por qué, pero lo supe esa noche que fui a tu casa.

—Cállate, no hay que hablar de eso, menos acá. Será mejor que cada quien siga haciendo lo que vino a hacer.

—Ok, pero te voy a demostrar que lo que siento es amor. Sé que también lo sientes, pero tienes miedo de admitirlo. Creí que ya habíamos superado eso.

Mad apartó la vista y miró hacia la poza. Había unos niños gritándole a Joe, entre los cuales podía reconocer al que le había roto los lentes el día anterior, por lo que dedujo que eran los niños a los que Joe les estaba enseñando a nadar.

—Ve con tus niños y yo iré con las mías —evadió—. Debo evitar que algo malo pase.

Su novio asintió con la cabeza y le dio un beso en la frente. Mad no pudo evitar sonreír y se fue rápido hacia donde estaban las niñas, sin tirarse al agua. Por su parte, Joe tampoco se había metido al agua, lo que extrañó a Mad, puesto que el joven había dicho que estaba enseñando natación.

—¡Podrías ser un poco más práctico y tirarte al agua para enseñarles! —le gritó desde donde estaba.

—¡No puedo! ¡No ando con otra playera!

—¡Pues sácatela y ponte a nadar!

—¡Madeline Schafer! ¡¿Acaso me quieres ver sin playera?!

—¡Tal vez! —le siguió el juego entre risas.

Los niños empezaron a gritarle que se tirara al agua, pero él los ignoraba. Mad corrió hacia él para empujarlo, pero la esquivó constantemente.

—¿Por qué siempre lo raro se apodera de nuestra relación? —preguntó él, riendo—. Hasta cuando solo éramos amigos.

—Lo cual fue hasta ayer. —La chica sonrió.

—Ajá, sí... pero insisto, ¿por qué siempre estamos haciendo esta clase de cosas? ¿No podemos salir como personas normales?

—Tal vez porque sales con una adolescente y tú jamás fuiste alguien muy normal.

—Sí... tal vez sea eso.

—¡Gracias por descuidarte!

—¿Ah?

Mad aprovechó que su novio estaba distraído y lo suficientemente cerca de la orilla para empujarlo al agua. Ambos grupos de niños gritaron victoriosos y Mad hizo un baile de la victoria.

Cuando Joe cayó al agua, sonó bastante fuerte y salió a flote casi de inmediato. La poza era poco profunda, por lo que podía estar de pie y le llegaba hasta el abdomen, razón por la cual se golpeó con el fondo de rocas, causándole un pequeño corte en la ceja. En cuanto salió del agua, Mad paró su celebración, se quitó lo que tenía encima, se sentó en la orilla y entró al agua preocupada, para revisarle ese corte que tenía, dándose cuenta de que la profundidad era de poco más de un metro.

—¡Lo siento! No pensé que te lastimarías. Como vi que los demás nadaban, creí que acá era más profunda el agua.

—Tranquila, lo que pasa es que es profunda para personas bajas como tú —bromeó entre risas.

Mad se molestó, pero igual lo arrastró varios metros lejos de la poza para poder examinarlo, agradeciendo que había llevado su pequeño kit de primeros auxilios, por si alguna niña tenía un accidente.

Joe se quitó la playera, la estrujó y la puso a secar sobre una roca, que estaba caliente debido al sol de las dos de la tarde. Se sentó en el pasto y permitió que la chica se sentara junto a él para limpiar su ceja con una gasa.

—Ahora ya entiendo porqué me querías tirar al agua: así podías jugar a ser enfermera, con solo un bikini puesto.

—Déjame. Te quería tirar porque es divertido ganarte en algo.

—No entiendo en qué me ganas así, pero bueno, ya veo que no te importaría matarme.

—¡Ya te dije que creí que era más hondo!

Joe le sonrió. Mad terminó de hacerle curaciones en la herida, pero él siguió mirándole fijamente, provocando que se sonrojora.

—Y-yo... d-debe-deber-ría...

—No sabía que todavía tartamudeabas.

Mad se quedó callada y sonrió también, solo que de manera nerviosa. Joe se aproximó a ella y la besó, de tal forma que en lugar de darle pánico, le transmitía calidez y relajación.

—¿Mejor?

—Mejor —contestó ella sin dejar de sonreír y se mordió el labio.

Se miraron algunos segundos y se volvieron a besar, dejándose llevar por el momento de estar juntos. Joe la atrajo a su cuerpo, rodeando su cintura y ella se apegó casi de forma automática al torso empapado y desnudo del joven, para luego enredar sus dedos en sus mechones mojados, pero sabía que debía parar.

—Es suficiente —dijo y lo apartó—. Voy a ver cómo están mis niñas... Se supone que esa es mi función aquí y la verdad es que lo estoy haciendo pésimo.

—Mads...

—Tú también deberías estar vigilando a tus niños. Se supone que les estás enseñando a nadar. Imagina que alguno se ahogue —bromeó.

Mad se dirigió nerviosa a donde estaba su unidad de niñas, con el corazón latiéndole muy rápido, y Joe cerró los ojos con el ceño fruncido, arrugando a su vez la nariz y apretando los labios.

Al cabo de un rato, él notó que su novia se estaba yendo con las niñas, por lo que, decidió ir a atajarla antes de perderla de vista nuevamente, considerando lo lejos que estaban. No tuvo problemas con sus chicos puesto que también se disponían para irse.

—¿Qué vas a hacer ahora? —le preguntó Joe, tras ponerse de nuevo su playera.

—Nos vamos a preparar para salir.

—¿Salir? ¿A dónde?

—Pedimos permiso para salir a explorar como club. Como son cerca de tres kilómetros hasta la ciudad de Nashville, aprovecharemos de cumplir algunos requisitos ligados a excursión, además claro de recorrer la ciudad.

—Suena genial. Nosotros simplemente vamos a hacer nada... podría pedir permiso para acompañarte y así aprovecharía de servir de guía.

—¿Tú como guía? —preguntó y empezó a reír.

—Sí... mi familia es originaria de Nashville, pasé mi infancia aquí y vine varias veces. Conozco bastante bien el condado.

—¿Y qué? ¿También tocas música country? —siguió burlándose.

—Sí, claro, ríete. —Rodó los ojos y la miró, sonriendo—. Pero sí: sé tocar muchas canciones de country y ando con mi guitarra, está en el campamento.

—Ok, "Chico Country", ve a buscarla y preguntaré si nos puedes guiar.

Se despidieron con un breve beso, tomando cada uno después el camino hacia su zona de carpas.

—Yo creo que sí se aman —comentó de repente una niña de diez años.

—Sí —afirmó la niña de doce—, ¡son como de una película!

—¡Ay! ¡Como Rapunzel y Flynn! Es que ellos son mi pareja favorita, pero ahora... ¡ustedes también lo son!

Mad negó con la cabeza ante las ocurrencias de las niñas de su unidad y siguió caminando con ellas en silencio. No podía negar con palabras que eran los mejores días de su vida, solo podía quedarse callada para no caer en los juegos de ellas.

Al llegar a la zona de camping, las niñas entraron rápidamente a las carpas para ponerse ropa cómoda. Mad, luego de cambiarse de ropa, se apresuró para hablar con su tía y preguntarle si Joe podía acompañar al club como guía del trayecto.

—¡Claro que no! —exclamó molesta.

—¿Por qué?

—¡Porque es tu novio! No puede ser que dependas tanto de él. Esta salida es de nosotros, como club, no una escapada romántica con un chico que apenas conocemos.

—¿Qué es peor? ¿Que nos perdamos todos camino a la ciudad o que mi novio nos indique el camino?

—No lo digas de esa forma. Claramente usas esto como una excusa para salir con él.

—Tía, te aseguro que solo es porque él conoce el lugar. Joe vivió en Nashville y suele venir acá.

Su tía la miró incrédula y aceptó finalmente, haciendo prometer a Mad que no se apartaría del grupo, mucho menos para escabullirse de repente con él.

Se encontraron con Joe a la salida del campamento, quien llevaba en la espalda su guitarra en su estuche. Primero abrazó fuertemente a Mad y luego saludó de manera general al club, posando su brazo sobre los hombros de su novia, bajo la mirada intimidante de Isabella y del sargento.

—Bien, los voy a llevar a la ciudad y, de paso, les voy a mostrar el lugar en el que preparan las mejores hamburguesas del país, y yo recorrí muchos estados, así que, puedo dar fe de que en serio son las mejores.

—No sé qué tan buena idea sea llevarlos a comer hamburguesas.

—¡Por favor, tía! —exclamó Mad—. Estos niños serán muy felices si los deja.

Todos, a excepción de Valerie, miraban expectantes a Isabella. Incluso Anthony y Mia querían ir a comer hamburguesas.

—¡Hay muchos lugares para recorrer como para que perdamos tiempo en un puesto de comida rápida!

—No puedo con otro plato vegetariano —apeló Mia—, necesito una hamburguesa.

***

Joe iba al frente guiando al resto, solo por detrás de la directora, mientras el Sargento iba al último, resguardando a quienes se atrasaban. Mad se apresuró para acercarse un momento a él y luego volver con su unidad.

—Le pudiste haber pedido prestado un sombrero de vaquero a alguien —bromeó Mad.

—¿Para qué? Si ya me has hecho bastantes burlas.

—Es que, a ver, tú jamás has mencionado a Nashville y de repente resultaste muy apegado a este lugar. Que yo recuerde, eras un chico de la Gran Manzana.

—Sí, pero eso no quita el hecho de que viví aquí. Tengo muchos recuerdos bonitos de Tennessee y más aún de Nashville.

—¿Extrañas este estilo más...?

—¿Rústico?

—Relajado.

—A veces. Me gusta Nueva York, pero no soy como los neoyorquinos normales, me identifico más con los punks que encuentras tirados en algún callejón de Brooklyn o a los que siempre corretean de Central Park por estar ebrios o drogados. Ya sabes, las verdaderas personas geniales de Nueva York.

—También eres el mejor haciendo descripciones. —Rio.

—La verdad es que me encanta que me adules. Creo que puedo pasar por alto el hecho de que no me ames solo si prometes seguir haciéndome cumplidos.

—¿Vas a seguir con eso? Ya te dije lo que pienso respecto al amor y a enamorarse. Ya te expliqué por qué digo que no te amo.

No siguieron hablando del asunto y ella retrocedió.

Al rato después de caminar, entraron a la ciudad y empezaron a recorrer el lugar. Era difícil hacer que los chicos no salieran para distintas partes, ya que, todo les llamaba la atención. Si bien Nashville no era tan distinta a las demás ciudades, despertaba de igual modo el interés de los niños y adolescentes, en especial una tienda de cacería y algunas cosas de las tiendas para atraer turistas.

Como los adultos estaban tan pendientes de que los chicos no se perdieran, Mad logró apartarse del grupo con Joe, quien insistía en llevarla a una parte que para él era especial.

Entraron en un restobar, con un pequeño escenario al fondo. A esa hora era raro que alguien entrara, aunque siempre estaba abierto.

—¿Este es el lugar de las hamburguesas que dijiste? —le dijo Mad.

—No, es mucho mejor. Acá es donde vi mi primer concierto... y en donde varios artistas hicieron surgir sus carreras.

Joe habló con el dueño del local, quien estaba limpiando la barra en ese momento, y le pidió si podía subir al escenario, lo que el hombre aceptó de buena manera.

—Ven conmigo —le susurró a Mad, tomándola de la mano.

La llevó hasta el escenario y le hizo un gesto para que subiera, lo cual ella aceptó. Joe subió tras de su novia, sacó la guitarra de su funda y se la acomodó.

—¿Cuál canción quieres cantar? —le preguntó.

—Si lo pides así... la verdad es que ninguna se me viene a la cabeza. Te diría que Wonderwall, pero la odias.

—Ok... ¿no se te viene otra a la mente?

—¡Our song! —exclamó Mad alegre—. Es que, aprovechando que estamos en Tennessee, sería épico tocar algo de Taylor Swift.

—¿No que ella no era de acá?

—¡Pero aquí nació su carrera!

Joe rio ligeramente ante la ocurrencia de su novia y luego buscó rápidamente la canción para saber los acordes que debía tocar. Cerca de diez minutos después, ambos se encontraban listos y él comenzó a tocar.

La adolescente empezó a cantar. A veces se cubría los ojos con la mano y luego miraba a su novio. Movía las manos y los brazos al ritmo de la canción, incluso exageraba las expresiones, arrugando la nariz o tratando de sonreír al cantar, como si se tratara de un juego.

Al terminar, se miraron mutuamente y sonrieron. El dueño del local interrumpió ese mágico momento para ellos con sus aplausos, mientras les pedía que tocaran otra canción.

—No lo sé —dudó Mad—, yo creo que debería volver con el resto del grupo. Mi tía ya tuvo que haber notado mi ausencia.

—¿No pueden venir hoy en la noche a tocar o mañana? —les preguntó el dueño.

—Pues... —se apresuró a decir Joe con una gran sonrisa.

—No —lo interrumpió Maddie, provocando que él la mirara confundido y molesto—. Ni siquiera somos de por acá, solo venimos a un campamento y estamos haciendo turismo, pero ya tenemos que volver.

—Ah... ya. Bueno, si alguna vez vuelven a Nashville, no duden en que les voy a dejar presentarse acá.

—¡Muchas gracias! —exclamó Mad.

La chica bajó del escenario y se despidió del caballero. Joe fue tras ella, un poco triste y decepcionado por su respuesta. Salieron del local y Mad se puso a buscar inmediatamente a su tía.

—¿Por qué le dijiste que no? —le preguntó él.

—Porque no podemos. Tenemos que regresar al campamento como en una hora y media, o sea, antes de la puesta de sol. Obviamente no podemos.

—Fue una mala decisión de tu parte. Es tu oportunidad de empezar una carrera musical después de dejar tu banda. Te iría muy bien como solista o conmigo.

—Puedo hacerlo también en California. Allá sería más fácil, de hecho.

—Pero... No lo sé, me hubiera gustado poder acompañarte en eso.

—¡Oh! —exclamó Mad sorprendida.

En ese momento, la expresión en el rostro de Joe cambió notablemente a una de dolor. Su mirada empezó a divagar y sentía que algo lo quemaba por dentro. No podía respirar sin sentir que un fuego le quemaba la garganta. Maddie al comienzo creyó que fingía, pero rápidamente notó que algo grave le estaba pasando. 

El joven cayó al suelo de espaldas, mientras apretaba con su mano derecha su brazo izquierdo, cerca del hombro, en donde Maddie había visto aquel extraño tatuaje. Ella se arrodilló a su lado mientras gritaba para que alguien los ayudara, pero nadie aparecía. Sostuvo su rostro entre sus manos mientras lo veía retorcerse de dolor y empezaba a tener ligeros espasmos, que se convirtieron en convulsiones. Sin darse cuenta, el lugar en donde tenía esa rara marca en el brazo izquierdo estaba iluminado por dentro de la piel y parecía ser que de la marca salían ramificaciones.

La chica estaba desesperada y no entendía lo que sucedía. Seguía implorando por ayuda, pero parecía ser que nadie la escuchaba. Su novio estaba en el suelo, convulsionando, y nadie iba a ayudarla.

—¿Princesa? —escuchó.

Alzó la vista y se encontró con la mirada preocupada de su novio. Ella lo abrazó inmediatamente y con fuerza, aferrándose a su pecho.

—¿Qué pasa? —le preguntó confundido.

—Creo que tuve una visión —susurró—, una muy horrible, por cierto. Creí que era real y que tú... tú...

La chica empezó a sollozar y apretó su rostro empapado en lágrimas contra el pecho de su novio, desesperada al recordar lo que había visto. Había algo de todo eso que no le gustaba en lo absoluto, algo que no cuadraba. 

Su tía llegó corriendo y comenzó a gritarle enojada en español. Si bien Joe no entendía lo que decía, sabía por solo verla que estaba muy enojada.

—Nos vamos de regreso al campamento —le ordenó, tomándola del brazo.

—Señora, con todo respeto —interrumpió Joe—, todavía pueden quedarse por acá. Hay lugares que todavía pueden visitar y les queda tiempo.

—¿Contigo guiándonos? No, gracias. Fuiste muy amable al principio, pero escabullirte con mi niña... eso sí que no te lo voy a permitir. Le dije expresamente que no se apartara del grupo, pero en cuanto llegamos, ustedes dos desaparecieron. Puede que ella ya sea mayor de edad, pero tú sigues siendo un tipo mayor que busca aprovecharse de una jovencita.

Isabella se llevó a Mad hacia donde estaba el resto del club, tirándola en todo momento del brazo y sin de dejar de regañarla en español. Joe se quedó inmóvil, viendo cómo se la llevaba, sabiendo que no podía hacer algo.

***

—No tenías que hacer eso —le dijo Mad a su tía una vez que llegaron al campamento—. Él fue muy amable y es una persona de confianza.

—Tú no tenías que haber incumplido con tu palabra. No habría pasado eso de no ser porque te fuiste por ahí con él. 

—Ok, es cierto, pero fuiste grosera con él, siendo que todo el tiempo fue amable y nos ayudó bastante.

—¡Claro que lo hizo! Pero fue únicamente para tener una oportunidad de escaparse contigo.

Mad se quedó callada. No tenía ganas de seguir discutiendo, mucho menos tratándose de su tía. Tenía los ojos llorosos, pero no iba a empezar a llorar. 

—No vas a volver a verlo mientras estés acá —le ordenó su tía—. Estando en el campamento, tú tienes que obedecerme. Te vas a quedar cumpliendo con tus deberes de líder, vigilando a cada niño y sin irte a otro lugar, mucho menos con tu novio.

—Pero, ¡ya soy mayor! Lo que hago es mi responsabilidad.

—Sí, y con lo que hiciste hoy ya demostraste lo irresponsable que eres. Realmente creí que habías madurado en los últimos meses, pero incumpliste con tu promesa y rompiste las reglas del club. Te comportaste igual que una niña que necesita que su líder esté todo el rato vigilándola.

A Mad se le escapó una lágrima, pese a tratar de evitar llorar.

—Si quieres que te trate como a una persona madura que es responsable de sí, empieza entonces a comprender lo que es la responsabilidad y cumple con los pocos deberes que tienes.

Isabella se retiró para ir a una reunión de directores, previa al horario de la cena. En cuanto su tía se fue, Mad no pudo seguir conteniéndose y empezó a llorar, entrando a su carpa rápidamente para que el resto no la viera en ese estado.

Como compartía la carpa con Mia, justo su amiga entró a buscar un rollo de papel higiénico.

—¿Qué pasó? —le preguntó preocupada.

—E-es qu-que... —Al notar que no podía hablar sin tartamudear, se acongojó más y rompió en llanto.

Mia se sentó a su lado y la abrazó. 

—Vamos, Mad, puedes contarme.

—N-no —tartamudeó mientras se limpiaba las lágrimas. Aspiró aire, lo exhaló y volvió a respirar normal—. Son solo... son solo estu... est-t-tupidece-s-s, e-eso e-e-es t-tod-d-o.

—Ay Maddie... el tartamudeo siempre te delata.

—Ha-bl-hablo en s-s-seri-io.

Volvió a callarse, respiró profundamente por unos momentos y volvió a hablar cuando se sintió calmada.

—Las... eh... las niñas me c-coment-t-taron q-que t-tú y Sp-pencer... —Volvió a hacer una pausa para respirar, decidida a hablar bien, teniendo que pronunciar lentamente luego—. Me comentaron que terminaste con Spencer. —Logró por fin pronunciar, con lentitud.

—Sí... es cierto. Recién nos estamos conociendo y casi nunca podemos vernos por la distancia, por lo que, la confianza era fundamental. Él rompió esa confianza, porque me ha ocultado tantas cosas y se las da de galán con otras chicas. Ni siquiera fue capaz de decirme que salió contigo y... ¡Ahora me da asco pensar en él! ¡Eras prácticamente una niña!

—Igual, él no sabía exactamente mi edad. Creía que yo era más grande.

—Ay, por favor, incluso ahora no te ves muy mayor que digamos. No tiene perdón, ¿ok? Él me encantaba, o más bien, me encantaba lo que aparentaba ser, pero resultó que es un cerdo más.

Alguien sacudió por fuera su carpa, interrumpiendo la conversación que tenían las chicas. Mad se asomó a ver y era una de las niñas, quien le dijo inmediatamente que Joe había ido a verla.

La guio con emoción hacia el sector del comedor, en donde estaba el joven. Él se encontraba hablando con el Sargento, quien a su vez sostenía una foto en sus manos, alegre. Caminó hasta ellos, quienes dejaron su plática para mirarla.

—¿Está todo bien? —le preguntó Mad al Sargento—. Mi tía me dijo que Joe no podía venir a verme durante el campamento.

—Es cierto, me lo comunicó recién —respondió—, pero ella no está aquí y él no vino precisamente a verla a usted, cadete Schafer.

—¿Y entonces?

—Vine a ver al Sargento —contestó esta vez Joe, provocando que Maddie lo mirara extrañado—. Cuando veníamos de regreso, me entregó esta foto. Me dijo que se puso a buscarla cuando me vio el primer día, porque le recordaba a alguien. —Sonrió.

—¡Y claro que fue así! Yo fui Sargento de su padre cuando era solo un cadete.

—¿Es en serio? —exclamó ella confundida.

—Acá está la foto. Era la boda de su padre, quien había pedido permiso a la escuela para poder asistir. Él me invitó y me dijo que sería un honor que su oficial al mano asistiera, así que, decidí ir para no decepcionarlo.

Le extendió la foto y Mad la examinó.

—Era un gran hombre la verdad, me apena saber ahora que falleció hace años, pero es divertido recordar aquella época. Todo parecía estar bien en ese momento... la Unión Soviética se estaba disolviendo y lo único que parecía preocupante era que pudiera pasar algo en Medio Oriente, pero pensamos que no era nada importante. Eran buenos tiempos.

Mad lo miró con la boca levemente abierta y media torcida, mostrando cierta discrepancia en su rostro. Joe le alzó las cejas y torció la boca, pensando que era mejor no discutirle.

—Bien —dijo Joe—, voy a proceder a retirarme, para que su "Capitana" no me mate ni lo regañe por dejarme estar aquí un rato. Realmente fue un gusto conversar con usted.

—El placer fue todo mío. Su padre de verdad fue un gran hombre, nunca conocí a un soldado más gentil y amable, siempre estaba dándoselas de héroe... protegía a todos, al punto que se echaba la culpa por lo que sus colegas hacían y asumía todo el castigo solo. Espero que usted sea como él también y que no solo su copia física —bromeó.

Joe sonrió con incomodidad y se despidió del Sargento. Despu, le dio un beso en la frente a Mad para despedirse. Se dirigió a la salida de la zona de camping del club, marcada por el exorbitante portal que había hecho el Sargento junto a Anthony, Ethan, Mia y Mad en la tarde del día anterior, luego de que volvieran del río. Como si fuera poco, antes del campamento, Mad había estado decorando con sus niñas los palos del portal con hilos de colores y hojas secas. La estructura estaba hecha de solo palos y amarras con cuerdas, contando con un segundo piso para subir a mirar.

Joe se volteó para mirar por última vez en el día a Mad, quien no le quitaba la vista de encima, pero se tuvo que marchar, junto con el atardecer, que mostraba la última luz del día viernes.

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