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Brooklyn Baby

Hacer de todo para sobrevivir no siempre fue una buena idea. Muchas veces lo hizo sin medir las consecuencias, sin pensar en lo que pasaría después, ya fuera con él o con los demás. No carecía de empatía, pero a veces era necesario dejarla de lado en ese ambiente, así como también debía olvidar el sentido moral.

Para su mala suerte, el no carecer de empatía le jugó una mala pasada varias veces, pues tal vez, de haber ignorado los gritos de aquella chica, no lo hubiera llevado a matar accidentalmente a alguien.

Aunque, era un desgraciado que lo merecía.

Y ahí estaba otra vez la ética golpeando su cabeza. ¿Estuvo bien? ¿Por qué llevaba años carcomiendo su cabeza?

Si nadie sabía, era un hombre libre, pero no de la culpa.

Oh pero lo peor de eso no fue el haber matado, sino a quien había salvado, pues las consecuencias aparecieron como por arte de magia más de un año después, en la forma de una hermosa rubia con su secreto en la punta de la boca y una máscara de vulnerabilidad que le hizo enamorarse por primera vez, cayendo más fácil en su trampa que una mosca en una telaraña.

Y ahora estaba ahí, casi diez años después, odiando su naturaleza y a la rubia frente a él.

—Siempre has sido tan fácil de manipular. —Sonrió victoriosa, mientras se acomodaba el busto para hacerlo lucir más prominente.

El joven, harto de sus artimañas de bruja, se le tiró encima y apretó su cuello.

—Nunca has sido capaz, por más que quieras —susurró, sin un ápice de temor—. Inténtalo y verás lo débil que eres.

Ejerció más fuerza, haciendo que la mujer gimiera para burlarse de él, pues tenía plena convicción de que la soltaría.

Nunca fue capaz de matarla.

Y nunca lo sería.

Ni siquiera tardó un minuto cuando frunció el ceño y una lágrima se asomó en su ojo, para luego soltar a la rubia, quien tuvo que tomar un momento para recuperar el aliento.

Joe retrocedió algunos pasos, desesperado.

—Tu novia debe tener bastante suerte, en todo caso. —Sonrió la rubia—. No sé si por tus malditas manos o porque eres muy débil como para matar.

—Cállate.

—O sea, yo sé lo que has hecho, claro, pero no olvides que también puedo leer tu mente y ver todo lo que te atormenta.

—Amy, cierra la puta boca, porque a la próxima no voy a dudar.

—Siempre tan adorable. —Rio—. Pero bueno, no es por eso que te pedí que vinieras.

Amy se sentó en el sofá y le hizo un gesto al joven para que la acompañara.

—Habla ya.

—Belcebú trama algo y caíste directo en su trama. —Sonrió—. En estos momentos, debe estar con tu novia a varios kilómetros de acá.

—¡¿Qué mierda hicieron?! —exclamó con ira y se le tiró encima.

Estaba descontrolado y Amy podía sentir aquello. Esta vez era en serio y ella sintió temor al darse cuenta, reaccionando de forma defensiva con su magia.

Joe se dio cuenta que al pelear con ella solo iba a perder tiempo, por lo que se contuvo y salió rápido del departamento, cerrando con fuerza la puerta. Hubiera puesto un sello, pero sabía que aquello sería inútil contra ella y no necesitaba agotarse tan rápido por nada.

***

Llevaron adentro a Mad y se sentó en una silla que le trajeron a la entrada. Ryu la miraba en silencio, tratando de pensar en qué le había pasado. Debía ir rápido a California para revisar sus libros, cosa que hizo sin decirle a alguien. Adrián se sorprendió al verlo desaparecer, pero el resto de su familia ya se había acostumbrado a eso.

—¿A dónde fue? —preguntó extrañada Mad, no por su desaparición, sino porque no le dijo a nadie.

—Él sabrá qué hacer —respondió Jade.

Mad se dio cuenta de una cosa.

—Había visto a Joe ahí.

—¿Uh? —Ninguna de sus primas le entendió.

—¿A Joe? —Adrián creyó por un momento que tal vez estaba alusionando—. ¿Por qué sigues preguntando por él?

Algo confundida todavía, se levantó rápido de su asiento.

—Necesito hablar con él… ¿Pueden compartirme internet?

Mad se conectó al wifi del celular de Amatista y le envió varios mensajes de WhatsApp a Joe, pero él no contestaba. Ella necesitaba saber con urgencia qué era lo que pasaba, por lo que le envió un mensaje a Violet, su amiga y la hermana de Joe, quien contestó un par de minutos después.

“¿Estás con Joe?”.

“No”.

“¿Pasa algo?”.

“¿Dónde está Joe?”.

“Si te está siendo infiel, te juro que te ayudo a cortarle el pito”.

“No es eso”.

“¿Por qué le cortaría el pito?”.

“Como sea, ¿sabes dónde está?”

“Dijo que tenía que ir a Nueva York, que tenía un asunto urgente”.

“En cuanto puedas, dile que me mande un mensaje”.

“Ya estoy en México, así que, no me puede llamar”.

“Ok, yo le aviso”.

“Espero que estés bien”.

“Dime si te hace algo”.

“Puede que sea mi hermano, pero tú eres mi amiga”.

“Gracias :)”.

***

Ya afuera del edificio y caminando lo más rápido posible por las calles de Brooklyn para alejarse de Amy, Joe siguió intentando llamar a Mad, pero no daba resultados. La sola idea de que Belcebú sabía dónde estaba le provocaba pánico, el cual creció a medida que siguió apareciendo ese mensaje de que el teléfono estaba apagado o fuera del área.

Paró de intentarlo cuando recibió una llamada de su hermana Violet, la cual contestó con evidente molestia.

—¿Qué?

—Mad me envió un mensaje preguntando dónde estabas. ¿Qué hiciste, puerco?

—¡Nada! Espera… ¿hablaste con Mad?

—Solo por mensajes de WhatsApp. Dice que no puede atender llamadas porque ya está en México, supongo que olvidó pagar el roaming.

—¡Va! Gracias, ahora le mando un mensaje.

—Adiós y… más te vale tratarla bien, ¿ok?

—¡Adiós! —Volvió a irritarse.

No podía seguir perdiendo tiempo con ella, pues debía advertirle rápido a Mad del peligro que corría.

—Princesa —grabó en el audio—. Sé que odias que te llame así, pero es para que sepas que soy yo… Joe. ¿Puedes hablar o mejor te mando mensajes escritos?

Lo envió y esperó a que ella contestara, lo cual fue casi de inmediato, con otro audio. Se puso sus audífonos para poder escucharlo y aún así se le dificultó por todo el ruido de la ciudad, por lo que, optó por entrar a una cafetería.

“Sí, puedo hablar”, se escuchaba algo alterada, pero extrañamente aliviada y eso era por escucharlo a él. “¿Dónde estás?”.

Joe sonrió al oír su voz y decidió escribir el siguiente mensaje:

“Estoy en Brooklyn, tenía un asunto pendiente, ¿por? ¿Pasó algo? ¿Estás bien?”

“Sí, estoy bien”.

“Bueno, algo así, no sabría qué decirte”.

“¿Qué pasó?”

***

Mad vio el mensaje, pero no supo qué decirle. No quería mentirle, pero tampoco sabía cómo contar aquello o si era pertinente preocuparlo estando tan lejos, por lo que, tardó unos minutos en responder, mientras mordía inconscientemente su labio con preocupación.

—Oye —llamó su atención Adrián—, ¿pasa algo con Joe? ¿Por eso lo viste? ¿Tuviste una visión?

—Yo… no lo sé.

Bajó la vista y decidió escribirle a su novio:

“Creo que te vi en una visión”.

“No lo sé, fue raro”.

“Estaba en el patio de la casa de mi bisabuela y algo me atrajo hacia la vegetación, no recuerdo bien”.

“Te vi de repente frente a mí y se sintió real. Te sentí tan real”.

“Pero entonces me tocaste de una forma muy incómoda y yo me negué, pero no hiciste caso”.

“Sentí mucha desesperación y lo siguiente que vi era negro”.

“Todo era negro, como si se hubiera apagado la luz”.

“Luego desperté y ya no estabas, solo estaban mis primos a mi alrededor”.

“¿Dices que se sintió muy real?”.

“Sí, o sea, de verdad creí que estabas ahí y fue raro no verte”.

“Mads, creo que ya sé porqué pasó”.

“Y lamento haberte expuesto así, nunca pensé que podría pasar esto”.

“¿A qué te refieres?”.

“¿Cómo podrías tener algo que ver?”.

“Necesito decírtelo cara a cara”.

Esperó cerca de un minuto a que llegara otro mensaje de su novio, pero solo salía que estaba escribiendo, pues él borraba cada cosa que escribía.

“Solo quédate con tu familia, nunca sola”.

“Y que alguien vigile tus sueños”.

Se mordió tan fuerte el labio que salió sangre de este, pero le dio igual cuando lo notó.

“Lo que tengas que decir, dilo ahora”.

“Es difícil”.

“Solo quédate con alguien de confianza todo el tiempo”.

“Ya dime”.

“Espera, voy a tratar de ir a otro lugar para hacer videollamada”.

“¿Tienes buena señal allá?”

“Sí, una prima me está pasando señal o como se que se diga”.

“Bien... ve a un lugar más privado, ojalá con ella u otra persona de confianza”.

“Adrián te conoce”.

“¿Qué hace Adrián ahí?”.

“Uh, no importa”.

“Luego me cuentas”.

“Ve a una habitación donde estén solos y espera a que te llame”.

“Ok”.

“Más te vale explicarme todo lo que sabes y por qué dices que me expusiste”.

“Descuida, te contaré todo”.

Mad bloqueó la pantalla, preocupada y con muchas dudas que le estaban carcomiendo la cabeza. Claramente era el peor escenario para una persona con ansiedad.

—¿Hay un lugar donde podamos hablar en privado? —preguntó Mad a Adrián—. Que sea por acá en la casa, claro.

—El baño quizás —contestó sin entender lo que pasaba.

—Uh, no. Se va a ver raro.

—Siempre es raro que dos personas se encierren solas.

—Ugh... mierda, no importa ahora.

Mad se levantó de la silla y llegó cómo pudo al baño. Entre lo pesado que sentía su cuerpo y sus familiares que se le acercaban a ver cómo estaba, tardó más tiempo del que pensó en llegar. Adrián fue detrás de ella, casi sosteniendo sus delgados brazos, al punto que imaginó que era como llevar a una muñeca de esas que se alargaban hasta medir un metro y medio o conducir a una marioneta.

Una vez adentro, cerraron la puerta, Mad bajó la tapa del baño y se sentó sobre esta, para abrir la aplicación de videollamadas que solía usar con Joe cuando él estaba en Nueva York y ella en California.

—Primero, quiero pedir que no me mates cuando me veas.

—Habla.

—Y segundo, quiero decirte que te amo y que jamás imaginé estar en esta situación, menos contigo. La vida está llena de momentos sobrenaturales y vueltas raras...

—¡Habla ya!

Ambos chicos la miraron con asombro, pues no solía ser así. Era claro que estaba al borde de un colapso nervioso.

—Lo que viste era real, pero no era yo... ¿recuerdas eso de lo que te advirtió el chino raro?

—Japonés, creo.

—Como sea. Eh... El punto es que... Ugh. Lo que estaba contigo era uno de esos. Era un recolector, o como el chino raro lo llamó: una sanguijuela. Básicamente, son cambiaformas que consumen almas.

Ninguno de los adolescentes podía creer lo que oyó. Ambos, boquiabiertos, tenían la vista fija en el chico al otro lado de la pantalla.

—Uh... ellos tienen una forma humana definida, pero también pueden tomar la de algún animal o insecto... es extraño, lo sé. Si es quien debería ser porque creíste por un momento que era yo, debió haberse convertido en una mosca y por eso lo viste desaparecer.

—¿Una mosca? —Enarcó una ceja sin dar crédito—. ¿Me estás diciendo que esto que parece sacado de una película de terror o superhéroes se convirtió en una ridícula mosca?

—Uh... sí. Baal-zebub. También conocido como Belcebú.

Al escucharlo, algunos recuerdos vinieron a su mente y comenzó a hacer sentido lo que decía Joe. Nunca pensó que algo así podía pasar.

—Así que... ¿me estás diciendo que es real? Tiene que ser una broma.

—Bueno, de algún lado tenían que salir las cosas que están escritas, ¿no?

—A ver, momento —interrumpió Adrián—. ¿Alguno me puede explicar de qué están hablando?

—¿Has leído la biblia? —Mad volteó a verlo.

—No... o sea, sé de la Virgen y el Niño Dios... eh... también eso de la crucifixión y Judas, también me enseñaron de la Santa Muerte... no, no la leí, solo recuerdo algo muy vago de cuando iba a la escuela en la frontera, antes de cruzar a Estados Unidos.

—Me intriga saber eso de la Santa Muerte —dijo Mad—, aunque no nos sirve en este minuto. Eh... recuerdo que de niña me leí la biblia, ahí se menciona como uno de los ídolos filisteos a Baal-zebub y... y en las clases sobre biblia para niños se referían a él como Belcebú.

—Sí, el señor de las moscas. —Se entrometió Joe.

—¿El libro? —preguntó Mad, regresando la vista a la pantalla de su celular.

—No... —dudó por un segundo—. No, no tiene que ver.

—Entonces... ¿lo que dice la biblia es real? —cuestionó Adrián, todavía sin entender.

—Uh...

—En parte sí y en parte no —contestó Joe—. Algunas cosas son reales, otras son invenciones creadas a partir de lo real. Todos los mitos tienen algo de verdad y algo de imaginación. Tampoco es como que te vayas a creer todo lo que dice o vayas a obedecerla. —Se echó a reír.

—Uh, que yo recuerde, ¿no estabas hace poco en un campamento organizado por la iglesia a la que van nuestras familias? —Lo cuestionó Mad—. Iglesia cristiana, por cierto.

—Ya sabes cómo soy y pensé que había quedado claro que lo hago por mi familia y no porque sea creyente. Nadie que pueda experimentar la magia de la misma forma que nosotros podría creer en eso, sería como ponerte voluntariamente una venda en los ojos.

Mad lo miró con cierta molestia, a lo que él no le dio mayor importancia. De todos modos, eso era nada con lo que tendría que decirle.

—Como sea —dijo Mad, mostrando su molestia—, ¿esa cosa puede tomar la forma de cualquiera? ¿Cómo sabremos que no es alguno de nuestros familiares?

—¿Familiares? —Se había perdido de esa parte, pero no había tiempo para ponerse al día—. No, espera, luego me cuentas. Lo importante es que sepas que... —Apretó los labios de repente. Se odiaba en ese minuto—. No puede tomar la forma de cualquiera, solo si...

Se quedó en silencio un momento y suspiró.

—Solo si esa persona hizo un trato con él o tiene su alma.

Mad miró a la pantalla con el entrecejo arrugado, sin entender muy bien. Adrián, por su parte, se sentía más perdido que su prima.

—Hace ya unos... —empezó a contar—. No lo sé, diez años quizás, hice por accidente un trato con él, sin saber absolutamente nada. Apareció de repente, poco después de empezar a manifestar mis poderes. Luego de ofrecer que me enseñaría sobre la magia, extendió la mano y preguntó si iría con él... estaba emocionado porque empezaba a entender que existía la magia y dije que sí... —Hizo otra pausa. Por su parte, Mad lo observaba boquiabierta, tratando de comprender—. Estreché su mano y vi sus ojos... la sensación era horrible. No sabía lo que había hecho, pero supe en ese momento que algo andaba mal.

Surgió un silencio, debido a que nadie sabía qué decir.

—Toma la forma de las almas que le pertenecen, ya sea que estén vivas o muertas.

—Eres un pendejo... un... un... ¡un gran pendejo!

Cortó la llamada y tiró hacia la pared su celular, el cual luego cayó al suelo con la pantalla trizada y la chica se levantó de su asiento, para dar vueltas en círculos imaginarios. Adrián observó sus movimientos en silencio, todavía sin saber qué decir.

—Estoy seguro de que acabas de romper tu celular. —Fue lo único que logró articular.

—¡No me importa! —gritó con furia.

Tras gritarle, se dio cuenta de cómo había perdido el control y se sintió abrumada por la culpa. Apretó con fuerza sus labios e incluso los mordió por dentro, para luego derrumbarse sobre la tapa del retrete.

—Perdón... —murmuró, mientras empezaba a sollozar—. Yo no...

—Descuida, entiendo.

Adrián se inclinó junto a ella y la abrazó. Agradeció en su mente que la chica hubiera usado tanta energía hacía unos minutos, pues así al menos no la liberó contra él en un arranque de ira como ese.

***

De verdad lo había arruinado en grande y ni siquiera tenía la posibilidad de arreglarlo. Solo otra cagada más en una larga lista de cagazos.

Ya estaba acostumbrado a ser esa persona que arruinaba todo. Hacía todo como podía, para luego descubrir que había cometido otro error, como siempre.

Pero esta vez era peor que las demás.

Esta vez no había cómo arreglarlo y lo peor de todo era que ni siquiera era su culpa realmente, pero sentía que sí.

De alguna forma indirecta.

Guardó su celular en el bolsillo del jeans ajustado que traía puesto, se lavó la cara y salió, encontrándose en la cafetería con Amy, quien le hizo una seña para que se sentara a su lado, lo cual hizo con molestia.

—¿Por qué es tan difícil tratar contigo? —preguntó ella—. Admito que eso me gustaba de ti, ya sabes, que con todo el mundo fueras así de desafiante y yo te dominara igual, pero ahora es un poco contraproducente.

—¿Qué quieres? —Su tono delataba su furia.

—Sabes que siempre me ha gustado tener mi propio juego, ¿no?

—¿Me alegro por ti?

—No seas así. Es claro que no estoy siguiendo las reglas de Belcebú al advertirte de su plan.

—Mad me contó que creyó que yo estaba ahí e intenté abusar de ella.

—No pensé que Belcebú llegara a eso.

—¿Qué mierda planea?

—Hasta lo que sé, quería probar sus poderes. Como sabes, es más fácil absorber la magia cuando se está usando.

—¿Entonces?

—Que él no es tonto. No sé exactamente cómo, pero ya estaba al tanto de la existencia de tu noviecita, de mucho antes que te escaparas.

—Ajá, ¿y?

—Ya la estaba observando. A veces, claro. Nadie puede descuidar su territorio por mucho tiempo.

—¿Por qué no me avisaste antes? ¿Y por qué me lo dices ahora?

—¿No quieres un café? ¿Todavía tomas ese macchiato? Bueno, antes de la insoportable castaña, ni siquiera sabías que los café tenían nombres, ¿no?

—¿Por qué me dijiste que Belcebú estaba en México?

—Joe, ya pide un café.

—Amy...

La chica alzó su mano y la giró al tiempo que la cerraba, manipulando a quienes los rodeaban. Todos voltearon a verlos y dijeron al unísono:

—Joe, pide un café.

El chico se le acercó rápido y le tomó la muñeca con fuerza, intentando bajarla.

—No uses el control mental con las personas —pidió en voz baja.

—¿De qué sirve la magia si no es para divertirse y obtener lo que queramos?

Joe suspiró agotado y alzó la vista a la mesera, quien ya estaba a su lado.

—Un café macchiato, por favor.

—Además, ¿quién dijo que estaba usando el control mental con ellos?

Joe volteó a verla, confundido, y la mesera se esfumó. Giró a verla con espanto y observó como cada cosa a su alrededor desaparecía, incluso la silla en la que estaba sentado, cayendo al suelo.

Amy lo observaba algunos metros más allá, sonriendo. Seguían en su departamento.

—Que no se te olvide que yo no sigo el juego de ese imbécil y, ¿adivina qué? Tú sí, aunque trates de huir. En cuanto al problema con tu novia, tú sabes que él siempre obtiene lo que quiere. Tal vez no quiera absorber su magia y su alma, aunque honestamente no sé qué sería peor para ella, si la matara o si la convirtiera en una de sus brujas, como tú, que bien patético debe ser perder tu libre albedrío por un poco de ambición y mucha estupidez como para ser engañado tantas veces.

—¿Al menos sí me dejaste hablar con ella?

—Claro, el punto era que le advirtieras. Por cierto, ¿crees que te vaya a terminar?

—¿Por qué haces esto? —preguntó, sentado en el suelo.

—Primero porque es divertido y segundo porque tengo mis razones que no te quiero contar. Ambos sabemos que soy más poderosa que tú y puedo tomarme la libertad de hechizarte cuando quiera, así que, no molestes. No me gusta que Belcebú esté detrás de ella.

—¿Es una especie de lealtad entre mujeres? —Enarcó una ceja, incrédulo.

—Es una especie de “no quiero que ese idiota se haga más poderoso”.

—Haré como que te creo.

—Te puedo demostrar lo poco que me importa eso de la lealtad con el género... —Se acercó a él con una sonrisa—. O cualquier persona, en realidad.

Se agachó para sentarse sobre él, tomó su cara y le apretó las mejillas con la mano, intentando sujetarlo para besarlo, pero la apartó con las manos, a lo que ella solo rio.

—Basta de juegos, dime cuál es tu plan —dijo mientras se ponía de pie.

—No te debo explicaciones. Y descuida, ya puedes irte, sin control de mente ni ilusiones ni otras cosas.

***

Una vez que salieron del baño, varios los miraron confundidos, a lo que ninguno supo qué hacer y Mad solo atinó a caminar hacia la puerta de la casa, haciendo caso omiso a las advertencias.

—Mad, espera —pidió Adrián—, por favor.

Una vez afuera, le tomó del brazo para que no caminara más, a lo que ella volteó con una sonrisa hastiada, al borde del colapso.

—¿Qué?

—Es mejor que te quedes adentro.

—Me da igual, ¡es más! Ojalá que me encuentre con el Belcebú ese, tengo muchas cosas que decir y preguntar y sé que ninguno de ustedes me va a decir algo, menos Joe, que por cierto resultó ser un tremendo mentiroso, un pendejo y...

—¡Otra vez estás haciendo eso!

—¡¿Qué?!

—¡Tu vómito verbal! Siempre que colapsas y ya no tienes mucha energía para dejar salir tu magia, te pones a decir y hacer lo que se te ocurra y te da igual el resto. Está bien ser directo, ¡pero no así! Te recuerdo que le dijiste a tus amigos, ojo, los tuyos, ni siquiera míos, que Jorge y yo estamos saliendo, todo por culpa de tu vómito verbal.

Mad torció la boca, sintiendo culpa, pues sabía que él tenía razón en molestarse.

—A mí me daba igual que los demás se enteraran, pero quería ser yo quien lo demostrara, no que tú lo soltaras de repente. No tenías derecho de hacerlo y si yo no lo había hecho, era porque sé que para Jorge es complicado. Al menos se atreve ahora a mostrarle a nuestros amigos que somos pareja, pero si sus padres se enteraran...

Se quedó callado un momento, con lágrimas en los ojos.

—Adi, yo... —Mad estaba apenada por aquello—. Lo siento, de verdad. Es que, cuando ya no puedo más, mi razón se nubla y solo exploto.

—Ya sé, eso te dije. Solo... no lo vuelvas a hacer. No vuelvas a hacer eso de gritarle la mierda que piensas al resto, como si no tuvieran sentimientos o una vida que no dependa de ti. Trata de equilibrar, en lugar de acumular hasta reventar de ira... es lo mismo que te decía sobre la magia. No está bien acumular todo eso.

—Ya sé, es que... es difícil. —La voz se le empezó a quebrar—. Cuando lo hago es porque ya estoy cansada.

—Y eso es lo que tienes que cambiar. Cuando algo te molesta, tienes que expresarlo y no dejar que te pasen encima, obvio, pero no guardarlo y terminar reventando con el resto.

Adrián le dio una mirada y sonrisa piadosa, a lo que ella finalmente rompió en llanto. El chico le extendió los brazos y ella se tiró sobre él para abrazarlo. Mientras lloraba en su pecho, él le acarició varias veces la cabeza.

—No sabemos cómo fueron las cosas con Joe —murmuró—. Deberías esperar a calmarte y luego hablar con él para aclarar todo. No sé si debas mandarlo a la mierda por esto.

Maddie asintió, con la cabeza pegada a él. Sabía que su —recientemente descubierto— primo tenía razón y, por culpa de eso, ya había cometido errores de los cuales se recriminaba, como el haber contado que Jorge y Adrián estaban en una relación, lo que ni siquiera tenía por qué decir.

Sabía que era momento de hacer cambios, no solo por el resto, sino también por su propio bien. Si sus emociones se relacionaban con sus poderes como le habían dado a entender antes, debía empezar por ahí.

Y si esa cosa estaba cerca de ella, era momento de dejar de temer a su magia y a quién o qué era realmente.



☆☆☆



Holis 💖

Creí que había actualizado hace algunos días, perdón 😩

Va, ¿qué les pareció?

Y, ¿qué tal les pareció Amy? ¿Cómo les cae?

¿Qué creen que va a hacer Belcebú ahora?

Yyy... ¿qué harían con Joe si fueran Mad? 🥲

Bueh, no se olviden de dejar sus impresiones en los comentarios y seguimos hablando por el grupo de WhatsApp 💖

Por cierto, pronto saldrá la preventa de una libreta que incluye contenido de Mad para los lectores, con varias secciones que sé que van a amar uwu

Hasta lo que sé, la venta será solo dentro de Perú, pero tendría que ir avisando de cada información de venta y confirmarles lo que ya les he dicho 💕

Pueden revisar en la cuenta de instagram 4bookstore, donde se vende la libreta 💖

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