Cuando vi por primera vez a Holly teníamos alrededor de diez años. Era una niña callada y sería, jamás le vi hablando con nadie ni siquiera con su familia o cercanos.
Eso me adentraba en el camino que aveces es peligroso: la curiosidad.
Era una niña que se diferenciaba de las demás notablemente, porque aunque iba a nuestra escuela, nunca la veía. Nadie era amigo de ella, las chicas la rechazaban aún cuando ella no iba en busca de su amistad. Los chicos la molestaban, pero ella jamás reaccionaba a nada. Era como si solo existirá y no estuviera viviendo en sí.
Tenía su piel morena, pero no de tono oscuro, más bien era como la mezcla de café con chocolate. A mi me encantaba el café con chocolate y creo que eso era lo que hacía que siembre la mirara.
Cuando fuimos creciendo no pasaron muchos sucesos que quisiera recordar: mamá se separó de papá cuando tenía quince años y yo quedaba en el limbo. No sabían si me quedaría quedaría mamá o papá... terminé quedándome con mi abuela en el lugar de toda mi vida, pero en casa diferente. Seguí yendo a la misma escuela, seguí teniendo las mismas calificaciones, seguí siendo yo hasta cierto punto. Pero también notaba el rechazo de mis amigos.
Cabe destacar que donde vivíamos era muy mal visto que los padres se separaran y eso fue ligeramente la diferencia entre mis compañeros y yo.
Con el grupo que me juntaba dejé de hacerlo cuando se burlaban de mi al no estar con ellos. La manera en la que me enteré me dolió mucho, sin embargo no quita el hecho de que nunca cambié. Seguía siendo yo, con la diferencia de que tenía padres separados.
Hoy en día agradezco a la vida por darme la oportunidad de vivir cada una de esas cosas, ella me enseñó, con duros golpes, que sin importar nada tenía que valerme por mi mismo. Quise llorar en muchas ocasiones y lo hice en su mayoría, en otras me reprimia mis sentimientos para no verme débil, pero también entendí que era parte del proceso de vivir y lo acepté.
Salgo de mis pensamientos cuando el agua helada comienza a caer en lugar de el agua temporada que tenía recorriendo mi cuerpo.
¿Qué carajos?
Cierro la llave y agarro la toalla con la que me seco rápidamente antes de colocarme el uniforme de mi escuela. Casi me caigo cuando trato de ponerme los pantalones, pero lo logro sin ningún otro incidente. Sigo con la camisa blanca y me apresuro a dejar la corbata sin anudar colgando en mi cuello. Las calcetas le siguen y por último los zapatos. Me miró en el empañado espejo después de pasar mi mano por él y sonrío a mi reflejo antes de peinarme y lavarme los dientes.
Cuando ya estoy listo bajo corriendo las escaleras a la cocina, donde sale un olor exquisito a tostadas con huevo y palta.
Al llegar vislumbro a mi abuela cocinando en el sarten el huevo. Su ancho cuerpo se mueve a la sintonía con la canción de los 80' que se escucha en el parlante. Al apagar la cocina me acerco a ella y le tiendo la mano para que bailemos una pequeña pieza. Se ríe cuando la hago voltear y la termino abrazan al final de la canción.
—¿Cómo amaneces, hijo?—pregunta tratando de regular su respiración.
—Bien, abu, ¿y tú?
—Especialmente bien—sonríe—. Hoy vendrán las chicas a la tarde de junta y están ansiosas de verte otra vez para que nos cantes otra de tus creaciones.
Sonrío ante sus palabras. La tarde de junta se centra en que mi abuela y sus amigas cuenten chismes hasta altas horas de la tarde para luego pedirme que toque alguna canción con mi guitarra y elogiarme. Aunque no lo haga bien. Lo hacen regularmente una vez al mes, es cómodo para todas ellas.
—Créeme que lo haré, abu, solo por ti—le doy un beso en su mejilla.
—Siéntate, hijo. Necesitas comer y estoy siguiendo estrictamente tu dieta, no te preocupes.
Me alivio cuando lo dice. En los últimos meses me ha dado por cuidar más de mi salud y la de mi abuela así que nos hice una dieta a los dos para nivelar nuestro consumo. Nos ha funcionado y se nos nota en varias cosas.
Comimos entre conversaciones y risas. Me gusta pasar tiempo con ella.
Media hora después ya estoy listo para irme a mi escuela. Subo corriendo las escaleras hacía mí habitación para ir a buscar mi mochila mientras en el piso de abajo ella me hace el nudo de la corbata.
En poco tiempo ya estoy caminando las cuadras hacía el edificio donde nos educan. Voy concentrado en mi alrededor por lo que me asusto cuando alguien me sobrepasa en la vereda. Me quedo sorprendido cuando veo a Holly caminar a una manera un poco más apresurada que yo así que trato de igualar su paso.
Al ser más alto que ella no me cuesta tanto hacerlo y vamos a la par, como si fuésemos juntos.
—¿Qué haces?—pregunta de una manera tosca. No me doy cuenta que me he quedado paralizado al escuchar su voz en un tono ligeramente ronco hasta que dice—: ¿Te tragaste tu lengua o solo estás ignorando mi pregunta?
Parpadeo varias veces para volver de nuevo al mundo real.
Su voz es tan amargada como bonita.
—Lo que hago es caminar, Hollycopter—la molesto—, mi lengua está en perfecto estado, gracias por preguntar, y no te estaba ignorando, menos a ti, sería un crimen.
Hay algo que siempre me ha gustado de ella y es molestarla. No sé en qué momento se me ocurrió llamarla de esa manera pero me gusta irritarla. Sonrojarla. Bueno... solo lo hace cuando se enoja.
—No me llames así, Erkosito—hago una mueca al escuchar llamarme de esa manera—. Déjame en paz.
Paro en seco cuando su dedo se posiciona en mi pecho antes de cruzar la calle e irse por el otro lado. Sacudo la cabeza para salir de mi aturdimiento, es impresionante como ella me puede descolocar y luego fingir que nada pasa.
No conversamos, o a menos de que sea necesario, lo que hacemos es molestarnos entre nosotros. Es una fiel costumbre que tenemos.
La primera vez que le hablé fue para que me diera goma de mascar a la edad de quince. Mis padres fueron a firmar el divorcio y estaba solamente ella en la plaza a la cual me escapé. No me dio aquel dulce, pero me emocioné cuando rechazó mi petición con palabra y no con solo gestos. Recuerdo haber caminado feliz a casa ese día.
Al llegar a la entrada de la escuela me fijo en como Holly entra con su máscara seria a los pasillos. La sigo con la mirada antes de que por culpa del mastodonte que me saltó encima se me perdiera de vista.
—¿Qué te pasa, Robert?
—Uy, que andas sensible, Erko. Muy mal para empezar un lunes—palmea mi hombro con un poco de fuerza.
Al ser del equipo de fútbol tiene un cuerpo de muerte.
—No es eso, Robert, solo que miraba a Holly entrar—miró otra vez por donde se fue.
—Claro, te entiendo, mirabas a tu enamorada—ríe.
—No es mi enamorada, tonto. Solo que me causa curiosidad su actitud conmigo y los demás—le digo el mismo discurso de siempre.
—Según mi intuición y mi perspectiva, ustedes se gustan mutuamente y no saben como tomar el control de sus emociones.
—Ajá, claro. Como tú te lanzaste con todo cuando te hablaba Clara—le molesto—. Que tú no te hayas dado cuenta que te gustaba tu chica y que no sabías como tomar el control de tus emociones, no significa que a todos les pase eso, amigo, te lo digo.
—¡Solo quería asegurar que Clara sintiera lo mismo que yo!—se defiende.
En ese momento suena el timbre para entrar a clases.
—Obvio, amigo, seguro fue eso—camino riendo a la escuela.
Así comienza una nueva semana de estudio.
—¡Adiós, chico, te quiero!—grita por el pasillo mientras se aleja.
Nueva historia porque sí. No creo que la alargue mucho, es corta y fácil de leer. Eso sí, el protagonista le da mil vueltas al mundo antes de por fin tomar una desición.
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