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06. Telephonic

Si a Hitoshi le pidieran describir su relación con Kaminari en una sola oración, no le haría falta decir más que:

"Antes de salir con Denki, mi celular no tenía contraseña"

Y puede parecer raro e incluso increíble, pero era totalmente cierto.

Siendo un chico lo suficientemente asocial y reservado no tenía mucho que ocultar en su dispositivo móvil.

¿Fotos?

La mayoría eran de gatos callejeros que encontraba en su camino a la escuela, fotos familiares o de cajas del mismo cereal porque a pesar de que sus padres llevaran trece años comprándole el mismo producto jamás podían recordar el nombre.

¿Videos?

Los únicos videos que Shinso quisiera mantener ocultos son esas tomas fallidas que gravo cuando tuvo que filmar un tonto video escolar. Si su memoria no le fallaba, recuerda que en uno de ellos aparecía diciendo "Buenas gracias, muchas tardes"

¿Páginas comprometedoras?

Bueno, solo si consideraban comprometedora sus mil visitas a la página de adopcion felina la cual visitaba cada semana para conocer que gatos tuvieron la suerte de encontrar hogar.

¿Sus fondos de pantalla?

Pantalla de bloqueo: la foto que les tomó la tía Kayama el primer día como hijo oficial del matrimonio Aizawa-Yamada. Pantalla principal: un gato que se había sentado a su lado en el parque.

Estaba más que seguro que no cumplía con ninguna de las características que el celular de un adolescente debería de tener.

Bueno, hasta que un rubio extrovertido llego a su vida.

Con Denki como amigo tampoco hubo mucho que ocultar, solo malos memes que por alguna razón le daban demasiada risa al menor pero que él simplemente no entendía, además de un millón de mensajes mal escritos como resultado de la dislexia de su queridísimo novio.

Pero Kaminari como pareja fue un tema completamente diferente.

Al principio no fue muy distinto, solo mensajes demasiado cursis, el fondo de la pantalla principal siendo remplazada por una fotos juntos o una carpeta en su galería con millones de fotos de ellos dos en sus citas.

Pero después de casi un año las cosas comenzaron a cambiar, siento Denki el responsable de que ahora no solo su celular contará con una contraseña de desbloqueo sino que también al menos tres aplicaciones tuvieran su propio patrón de acceso.

La galería siendo la más peligrosa.

Porque vamos, Denki podía tener cara de ángel, pero el niño era lo más alejado a un ser celestial que pudiera existir.

Con sus sonrisitas traviesas, sus ojos gatunos y la mirada juguetona lograba dejar en claro sus intenciones; pero cuando no tenía frente a frente a su novio y quería darle a entender un mensaje tipo: "Hey, ¿por qué no vienes a mi casa y me dejas sin caminar por unos cuantos días?" acudía a su viejos trucos.

Las fotos.

Kaminari siempre fue un ser muy fotográfico, pero curiosamente en las fotos que le enviaba a Shinso su rostro quedaba en segundo plano y su cuerpo destacaba como una mancha rosa en un salón blanco.

"¿Ya habías visto esta falda? Me gusta mucho" enviaba junto a la imagen de él frente al espejo con la falda rosa palo unos centímetros más arriba de que normalmente la llevaría.

"Creo que olvidaste tu camisa... otra vez" y una foto de su delgado torso desnudo siendo únicamente cubierto por la tela blanca desabotonada.

"¡Mira, me recordaron a ti!" justo debajo del mensaje una foto de sus largas y pálidas piernas vestidas con un par de medias de gatitos.

Definitivamente Hitoshi debía de resguardar esas fotos con su vida, por lo cual no dudó en ponerle contraseña de ingresos a su galería, al chat y al teléfono.

Y si alguien le preguntaba porque jamás platicaba con su novio por chat en público, les diría que simplemente no le gustaba hacerlo y que Denki entendería que estaba ocupado.

Pero la verdad era completamente diferente, pues con la dislexia de su novio la opción más factible para no luchar treinta minutos escribiendo un mensaje era enviando notas de voz, lo cual no le importaría mucho escucharlas en volumen bajo en público, el problema radicaba en que jamás sabía que podía enviarle Denki.

Y si, estamos hablando de que una noche Hitoshi tuvo que tomar una ducha de agua fría por recibir tres notas de voz de su novio jadeando su nombre con una sorprendente necesidad.

Así que si. Abrir el chat de Kaminari en público estaba totalmente prohibido.

Bueno, con un novio como el suyo siquiera desbloquear el celular significaba un riesgo.

— Toma una foto. Te durará más. —le dijo Denki con una sonrisa cansada en los labios.

Apenas unos minutos atrás habían terminado su encuentro carnal, Shinso aún se mantenía sobre el menor con su mano descansando sin presionar sobre su cuello y los ojos pegados al delicado y maltratado cuerpo más pequeño.

Aparte de su mano, el cuello de Kaminari estaba decorado con el choker rosa de corazón y un sin fin de marcas rojizas salpicando su piel.

Simplemente se le hacía imposible quitar la vista de tal obra de arte.

— Perdón, no puedo evitar verte. —confesó después del comentario del rubio, separándose un poco.

— No, lo decía enserio. Toma una foto. —el menor volvió a tomar su mano dejándola en su posición original y estirándose apenas un poco para tomar el celular de su pareja y extendérselo.

— ¿Qué?

— Quiero una foto. Tómala.

— Pero...

— Vamos, Toshi, una foto te durará más —sonrió gatuno y Shinso acepto el celular.

En la imagen solo se mostraba los hombros del menor, su delgada clavícula, su marcado cuello con la mano ajena sobre él y un poco de su barbilla, pero Hitoshi no necesitaba más para delirar con la imagen.

— Me gusta. —dijo el rubio, viendo la foto después de que se limpiaran y vistieran un poco—. Úsala de fondo de pantalla.

— ¿Qué?

— Una semana. —lo reto—. Debes de llevar esa foto como fondo de pantalla por una semana.

— Denki, eso es una locura.

— Por favor, amor; me gusto mucho la foto.

— Pero, Den...

El puchero en los labios de su novio y sus ojos de cachorros desamparados le obligaron a aceptar, cambiando rápidamente la foto de ellos dos junto en un parque de diversiones por la comprometedora foto.

No hace falta decir que aquella semana Hitoshi cuidó el celular con su vida, manteniéndolo a diez metros alejado de sus padres y comprobando siempre que la pantalla estuviera bloqueada o apagada.

A esas alturas, con dos años y medio de relación con su pareja, preferiría romper el celular que dejar que sus padres lo revisaran.

No solo por el precisado y comprometedor material que contenía, sino también por todo lo que había presenciado ese aparato.

Desde las veces en que Shinso lo había tirado por accidente en sus desesperadas búsquedas de la caja de preservativos que se encontraban sobre el mismo mueble, hasta esas llamadas de adolescentes hormonales que habían hecho y repetido un millón de veces.

— ¿Aceptarías mostrarme lo qué hay en tu celular por cien dólares? —le pregunto una mañana su padre Hizashi con el típico brillo divertido y alegre en sus ojos. Shinso evitó ahogarse con su jugo de manzana mientras fingía desinterés y se encogía de hombros—. Interesante...

Rápidamente Hitoshi repasó mentalmente lo que había en su celular.

Fondo de pantalla de desbloqueo, la misa foto que su tía Kayama les tomó. Fondo de pantalla principal, Denki abrazando un gato.

Okay, todo bien hasta ahí.

¿Fotos y videos?... mejor no pasar por ahí, definitivamente debería de agregar otra contraseña a las dos que ya tenía sobre la galería.

Si su padre se le ocurría llevar aquello más lejos, definitivamente debería de empezar a escribir su carta de suicidio.

— No le pagarás a nuestro hijo por ver su celular. —intervino Aizawa. El menor se permitió volver a respirar, sin embargo, cuando los oscuros y profundos ojos de su padre se posaron sobre el, supo que sus días habían terminado—. Hitoshi, tu celular. —ordenó extendiendo la mano.

Bien, había sido lindo vivir.

Se dio un premio Oscar a sí mismo por fingir calma y desinterés mientras le extendía el celular al adulto. Su padre sólo apartó al mirada de él para desbloquearlo con el código que le dicto.

Luego, con el celular ya a su merced, volvió a mirar directamente a su hijo.

Shinso le regresó la mirada tranquila y aburrida, cuando por dentro sus nervios lo estaban consumiendo.

Aizawa miró el fondo de pantalla y deslizó un dedo sobre las aplicaciones sin llegar a abrir ninguna. Hitoshi enterró sus uñas en su regazo al notar lo cerca que estaba de la bandeja de mensajes.

Al final, cuando pensó que su corazón no aguantaría más y sufrirá un paro cardíaco justo ahí, su padre suspiro y le entregó el aparato.

— Iugh, cursi. —dijo, refiriéndose a la foto del novio de su hijo como fondo de pantalla, después se dio la vuelta y miró a su esposo— ¿lo vez? No debes gastar dinero, si tuviera algo malo ya hubiera metido el celular al vaso de jugo como escapatoria.

Shinso no negaría que esa fue una de sus opciones.

Hizashi lo miró un tanto decepcionado y Shouta regresó a preparar el desayuno.

— Dios, Shou, ¿qué tipo de educación le hemos dado a nuestro hijo?

— Cállate, tonto.

Hitoshi fingió regresar toda su atención a su jugo, mientras sus manos temblaban y su corazón latía aceleradamente. Definitivamente esa tarde se encargaría de desarrollar un nuevo sistema de seguridad para ese aparato.

Era eso, o borrar el material comprometedor.

Pero Shinso amaba demasiado el video que le envió su travieso novio el día de su cumpleaños como parte de un regalo, así que la decisión no estaba a discusión.

Ahora su celular estaba mil veces más protegido por culpa de su pareja, y no se arrepentía ni un poco de todo lo que ocultaba bajo ese centenar de contraseñas.

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