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Único

Esto es muy cursi, lean bajo su propio riesgo y no me dejen de querer. Yo no se ni que me fume para tanta cursileria y escribir en primera persona No c no c Ok, lean y me dicen bye

Erase una vez en un reino muy lejan-...,no. No, el cuento no empieza así.

Si la historia empezara así yo sería un príncipe y creo que no tendría tantos problemas como tengo. ¿Los príncipes tienen problemas si quiera? Los de Disney no parecen tenerlos; con sus pelos perfectos y su carácter de macho alfa que desmaya a medio pueblo.

Sobra decir que estoy lejos de eso.

Oh, no me presento aún. Mi nombre es Min Yoongi, tengo 19 años y esta es mi historia.

«imaginen intro súper con swag donde se pasan a cámara rápida fotos mías de bebé »

Nací en una familia normal, en una calle normal, en un pueblo normal, en un país donde la gente sufre de lookism casi mas que de cualquier otra patología. Desde que naces, y hasta que cuelgas los guantes, te están criticando y encasillando según sus opiniones. Y no es broma mía. Literalmente después de que nací fue como:

"Ay, MiRae-ssi, el niño te salió medio calvo"

...

"oye, como que está arrugado y panzón, ¿tendrá parásitos?"

....

"Y, ¿seguro qué es varón?"

No había terminado de desinflamarme y mis tías y vecinos ya habían hecho una disertación sobre anatomía pediátrica donde, al parecer, yo no fui favorecido. Y solo fue el inicio, las criticas sobre mi continuaron lloviendo y lloviendo hasta que yo parecía una represa desbordada.

Entonces llegó la infancia y :

"MiRae-ssi, yo creo que el niño te salió autista"

....

"A ver, pequeño Yoon, ¿cuantas novias tienes?"

....

"MiRae, ¿seguro que es varón?"

Mi madre, la ya mencionada MiRae, me dio tanto amor como pudo. Y mi padre, YoonHan, también. A su manera particular y para nada primitiva y arcaica.

Bueno, en realidad mi padre debutó con hipertensión pero, con el tiempo, se hartó y comenzó a darme su amor sin exigirme violencia alfística. Eso y que, con la llegada de mi presentación definitiva, se tranquilizó pensando que " Ya se pondrá machito"

Spoiler Alert: eso no pasó.

No es que yo fuera afeminado ni nada. La cosa es que yo no tenía los comportamientos cánones de los alfas. Y por comportamientos me refiero a que yo soy civilizado, no como el 90% de los alfas que conozco.

Me gusta leer, me gusta escribir y me gusta Lana del Rey. Al parecer, ser alfa incluye no tener un lado artístico desarrollado. O ningún lado, solo ser macho y ya.

¿Soy un nerd? Sí, bastante probable.

¿Eso ha sido perjudicial para mi vida social? Eh..., a ver, quisiera decir que los omegas se te tiran delante del auto cuando se enteran que eres otaku, pero la verdad es que se me lanzaban con el auto ellos a mi. Omegas, alfas o betas, todos contra el alfa rarito.

La adolescencia no es fácil para nadie, eso ya lo sé. Pero la mía se ensañó como garrapata en perro calvo. Y chupó y chupó, y toda mi dignidad se llevó.

Para el inició de la secundaria yo tenía una reputación construida por el imaginario de los chicos populares de la escuela. Y si los chicos populares fueran populares por listos, a lo mejor se inventaban buenas historias. Pero en cerebro frito las neuromas no hacen sinapsis y yo me tuve que conformar con:

"Dicen que su pene mide 5cm"

"Ni sus padres le soportan y le dan de comer pan duro y agua porque no se merece ni arroz"

"Dicen que se ha leído y memorizado todos los volúmenes del manga Naruto, incluido los capítulos de relleno"

"Dicen que no es varón."

El último chisme en particular me valió varios calzones chinos y un paquete de almohadillas sanitarias en mi casillero. Gracias por eso.

Pero la cosa es que real, realmente, nunca me importó. Dolía, sobre todo al inicio, pero me dejó de preocupar lo que se hablara de mi. Me dejaron de doler los empujones en pleno pasillo o que mis libros estuvieran cubiertos de spray, o que me encerraran en el baño de la ultima planta en el que nadie escuchaba tus gritos.

Ahora creo que mi resiliencia para con ellos solo terminaba por molestarlos más, pues, a medida que pasaba el tiempo, nadie se dignaba en voltear a verme salvo para meterse conmigo. Nadie se acercaba a hablarme y, si por desgracia los profesores asignaban algo en equipo, todos me dejaban fuera intencionalmente.

Y yo seguí sin prestar atención. Seguí sin discutir, sin levantar la voz u ofrecer resistencia, aunque, para finales de la preparatoria, ya la situación estaba completamente fuera de mis manos. Crecí con ese estigma y lo incorporé a mi vida, sin preocuparme nunca en preguntarles por qué les molestaba tanto que yo fuera diferente.

¿Por qué tenía que obligarme a cambiar para encajar en su molde?

Nunca quise encajar...., hasta que conocí a Park Jimin.

Park Jimin es de esos chicos, ¿sabes? De los que te quitan el aliento con solo mirarte, que te hacen temblar el cuerpo cuando suspiran muy alto y que te provocan burbujas en el estómago cuando hablan.

Yo llegaba a la Universidad y traía conmigo un montón de historias y ningún amigo. Era el primer día del curso. Si lo miro ahora, podría haber sido también el primer día de mi vida. Yo venía con mi mochila llena de libros, mi humor apático y mi carácter de mierda y entonces lo oí. Una risa cantarina, clara y contagiosa. En medio de un grupo enorme de personas que se agolpaban a ver como si hubiese un suceso increíble ocurriendo.

Y lo había. Park Jimin estaba sonriendo. Sus ojos cerrados como medias lunas mientras se sacudía en carcajadas. Riendo con todo su cuerpo.

Había media docena de alfas babeando a su lado y una centena de betas con ojos brillantes de idolatría por el chico y, ¿cómo no? Si era el epítome de perfecto.

Era todo lo que se buscaba en un omega y mas. Tenía todo lo necesario para ser popular y adorado como estaba siendo.

Y le odié de inmediato.

Le odié como nunca odié a ninguno de mis agresores o a los chicos que me ignoraron por años. Le odié porque cuando lo conocí, por primera vez, quise gustarle a alguien.

Me abochorné de solo pensarlo. Yo, el invisible nerd, enamorado del omega más popular de la Universidad entera. Si alguna vez alguien podía llegar a la cumbre del ridículo, allí estaría yo para saludarlo y ofrecerle café.

¿Enamorado de un omega que tenía a todos los alfas de la escuela en sus manos? Listo, Yoongi se merece el puesto #1 al ser más lamentable de la tierra.

Pero qué le iba a hacer. Ya estaba hecho, y no tenía forma de arreglarlo. Bastó con verlo reír en el puto jardín principal para enamorarme como un imbécil del tonto Jimin. Bastó con mirar sus bonitos ojos cafés y su boca rosada para fantasear como nunca me había permitido en la vida. Bastó con oír su voz, dulce e infantil, cuando se presentó a si mismo en la clase de Arquitectura 101, porque, JODER, el omega estudiaba lo mismo que yo.

Y, como el destino amaba destruir mi vida, colocó a Jimin en el vacío asiento frente a mi. Clase, tras clase, lo único que lograba hacer era mirar la suave caída del pelo dorado contra el cuello del omega. Preguntándome qué tan suave sería, si no le molestaba que le rozara el cuello o si me dejaría apartarlo y soplar en la piel de su nuca para aliviar su calor. Yo tenía calor, así que imaginé que el también tendría. Era lógico, ¿no?

Me apena admitir que me hice adicto a su aroma. Al inicio fue difícil percibirlo, pues había demasiados olores en el salón de conferencias pero, con el pasar de los meses, logré diferenciarlo entre las demás esencias y ya solo sentir la suya.

Olía a dulces. De los que tienen merengue con colores suaves encima. En las dulcerías le ponen adornos, aveces. Me comí unos cuantos cuando los descubrí. No estuve orgulloso de eso.

Pero lo último y mas vergonzoso fue mi lobo.

Ese chucho mugriento que anduvo toda la vida sin prestarme atención a mi, a Jimin sí que le prestaba. Le prestaba demasiada, de echo. Al punto de que, cuando ya habían pasados los primeros tres meses de mi enamoramiento, mi lobo comenzó a segregar mi aroma con las mas claras intenciones.

Hacerse notar.

El profesor amenazó con expulsarme varias veces pero yo insistía que escapaba de mi control. Toda el aula caía en carcajadas cada mañana en que el seriesísimo alfa me obligaba a tomar un supresor para calmarme.

Una de esas veces vi a Jimin mírarme extraño. Pero, entre mi vergüenza y las risas, no pude más que apartar la vista y sonrojarme como el virgen expuesto que era.

Joder.

Jimin me mira por primera vez y lo que ve es a mi recibiendo un sermón del profesor SonChen.

Éxito garantizado, Min Yoongi.

Tampoco es como que tenía posibilidades con él. Yo sabía que tenía las mismas posibilidades con Jimin que con Remus Lupin. Pero fantaseaba a diario con tener el valor de decirle aunque sea: Me gustas, Park Jimin. Me gustas más que leer mangas y comer brochetas de cordero. Me gustas como nunca me ha gustado nadie y no creo que exista otro luego de ti. Me gustas y te odio porque me di cuenta lo poco que soy gracias a ti.

Claro que nunca lograría caminar dos pasos cerca de él sin tener que lidiar con la horda de seguidores que tenía. Alfas altos, delgados, musculosos, atractivos o no tanto, toscos o delicados. En fin. Todo tipo de alfas y unos cuantos betas lo suficientemente fuertes para competir por su atención.

Y Jimin se la daba.

Todo el tiempo podías encontrarlo conversando con alguien o acompañado de su club de fans. Sinceramente, nunca lo veía solo salvo cuando estábamos en clases y me tocaba mirar su cuello por horas.

Tiene un cuello bonito, no me quejo por eso.

Para alguien que lo mas cerca que ha estado de otra persona es cuando hace la fila en la cafetería, mirar su cuello era suficiente para mantenerme conforme. Ya podía imaginar como serían mis siguientes años, corriendo cada día para alcanzar a sentarme tras él y su futuro novio, cuando escogiera alguno de sus neandertales musculosos.

La cuestión es que yo sabía que nunca podría tener ni la mínima conversación con él, entre mi vergonzoso carácter y su docena de guardaespaldas.

Pero una mañana, cuando llegué a mi asiento, había una pequeña bolsa amarilla con forma de corazón. Una bolsa que yo conocía muy bien pues llevaba mese viéndola frente a mi puesto.

-Buen día, Yoongi-hyung.

Enmudecí.

Intenté hablar, lo hice. Pero no creo que, después de separar los labios, salieran algún sonido coherente de ellos. Posiblemente estaba hablando con la elocuencia de un cachorro de tres años y lo confirmé cuando lo vi reír.

Sí, señores. Jimin se rió de mi torpeza, sin saber que verlo reír solo empeoraría todo lo demás porque, joder, verlo reír era lo cosa mas preciosa que le podía pasar a alguien. Y era Jimin, riendo, sentado junto a mi, y yo no entendía una mierda lo que estaba pasando y aún no lograba articular palabra.

—¿Qué le pasa, hyung? —murmuró él, seguramente al ver mi cara de estúpido. —¿Se siente mal?

Mi cerebro dopado en hormonas solo podía reparar en sus bonitos labios y en su pelo rubio enmarcando su carita. Puede alguien culparme si lo primero que le dije fue...

—Pareces un pollito.

Sip. Así de terriblemente perdedor. En diminutivo y acompañado de mi voz sonando enternecida o drogada. Posiblemente yo estaba sonriendo cuando lo dije, no lo recuerdo bien. Pero lo importante es que él no estalló en carcajadas.

No. Park Jimin no se rió, ni sonrió a lo que dije. Park Jimin se sentó en su silla (¡justo al lado de la mía!) y se apresuró a sacar sus útiles.

Fue allí que me di cuenta de lo que dije y de lo creepy y acosador que seguramente soné.

—Oh, l-lo siento. No se lo que hablo, perdón. Tengo-tengo incontinencia verbal a veces. Cuando me pongo nervioso, sobre todo. No es que me pongas nervioso, ni nada de eso. Es solo que no hablo con mucha gente y no tengo práctica, así que cuando alguien me habla me aterro y comienzo a balbucear como ahora. ¿Ves? ¿Viste?

Y entonces, señores, sonrió otra vez.

A partir de ese día, comenzó el período mas raro, bizarro y ambiguo de mi vida. Jimin no volvió a sentarse frente a mi, sino a mi lado. A mi izquierda. El motivo no lo sabía, pero estaba allí y yo agradecí a todos los dioses por eso.

Como podrás imaginar, el tenerlo cerca solo hizo que mi enamoramiento creciera hasta límites insospechados. Al punto en que una mañana, tras un sueño explícito sobre Jimin, llegué a pensar en que me estaba volviendo uno de esos tipos del canal de noticias que se hace un muñeco y le pone dentro las uñas y pelo de su crush.

¿Pero como no, si ahora podía mirar su carita todas las mañanas? Jimin tenía mejillas suaves y sus labios seguramente eran afelpados. Yo nunca había besado, pero imaginé que sus labios sabrían a fresas porque siempre lo veía con barritas de pintalabios rosas. Sus pestañas eran infinitas y su piel tersa y su olor..., su olor traía loco a mi lobo. Con decir que una noche descubrí que su aroma se había impregnado a mi suéter y mi estúpido animal me obligó a dormir abrasado a la ropa como una niñita.

Fue bastante divertido cuando se corrió el rumor de que YO estaba acosando a Jimin. ¡YO! Cuando toda la sarta de imbéciles que se la pasaban correteando tras él eran los verdaderos acosadores, YO terminé siendo el alfa apestado. ¡Yo fui acusado y odiado en masas! ¡Yo fui el rarito intenso que se pasa persiguiendo al omega bonito!

Por supuesto, yo fui golpeado.

No fue la primera vez, y supe que no sería la última. Me golpearon en lugares que la ropa cubriría, como era costumbre, pero uno de ellos se ensañó particularmente mucho y golpeó mi cara también. Mi ojo parecía que saldría de su sitio y la nariz dolía con cada respiración, pero me las arreglé para salir de aquel baño.

Mis padres hicieron preguntas. Muchas no las escuché. Mi lobo solía entrar en depresión tras esas situaciones y esta vez no sería la excepción. Estuve mas de dos días sin poder mirar a mi padre a la cara o sin querer salir de la habitación para nada mas que a cenar.

Y, cuando llegó el lunes y tuve que volver, se me caía la cara de vergüenza de que Jimin me preguntara.

Por supuesto fue lo primero que hizo. Me preguntó que sucedió y sonó tan legítimamente preocupado que me aterró que supiera que fue por él. Negué y murmuré que me había caído en el jardín de mi casa pero, por supuesto, no me creyó.

Su mano subió y, sin pedir permiso o avisar, tocó la zona amoratada de mi mejilla y acarició con delicadeza.

—¿Duele mucho, hyung?

Su voz, su toque. ¿Jimin sería consciente que ese día casi provoca un infarto?

Tragué saliva y asentí con lentitud. Asustado de perder el toque por el movimiento.

—Yo.., no lo sé. —respondí, porque sinceramente ya no sabía. —No sé.

Tenía a Park Jimin tocando mi cara y mirándome con preocupación. ¿Como podría saber algo?

Para colmo, él sonríe. No sé si se ríe de mi o conmigo. No me importa nada si él se ríe y continúa acariciando mi mejilla allí, en pleno salón, ante la mirada de todos, quizás hasta los alfas que me golpearon.

No importa. Lo vale.

—¿No sabes si te duele, hyung? —se burla. —¿Como es eso? ¿No lo sientes?

—Solo puedo sentir tu mano ahora mismo.

La cosa es así.

Esa podría haber sido la primera vez que yo era atrevido. No sabía si estaba flirteando o no, pero mi lobo empujó y aulló hasta que me atreví a continuar.

—Tu toque no deja que duela, Jimin. No duele mas.

Y entonces pasó algo. Algo que pensaría era un espejismo si no es porque me tomé la libertad de comprobarlo. Mi mano, atrevida y con más descaro que el que yo podía procesar, se levantó y acarició la mejilla sonrojada del omega. Solo para comprobar, lo juro. No había mas intención que cerciorarme de si el sonrojo era mi imaginación o no, pero cuando sentí el calor y la suavidad, no logré parar.

Seguramente era una imagen extraña de ver, porque de pronto todo quedó en silencio. No hubo un sonido que interrumpiera y si lo hubiese habido, no hubiese importado.

Mi mano sostuvo la mejilla de Jimin, mientras la sentía comenzar a hervir bajo mi toque. Más caliente a cada momento. Su propia mano había bajado hasta mi cuello y ahora se quedaba quieta allí, sosteniéndome en mi lugar, como si yo tuviera un mejor lugar para ir.

Yo no quería irme de ahí, así peligrara mi vida. Por mi me quedaría la vida mirando su cara y acariciado su mejilla pero, todo lo bueno termina. La voz del profesor resonó por todo el salón y nos hizo apartarnos casi de un brinco.

El sonrojo de Jimin parecía febril en ese punto y yo debería darme cuatro baños fríos y una ducha con hielo porque sentía que mi silla y yo comenzaríamos a levitar en cualquier momento. Mi jodido pulgoso daba brincos y cabriolas como cachorrito, cantando una victoria que yo no tenía pero el creía que sí.

Míralo. Míralo. ¡Volteate a verle!

Mis ojos me traicionaron, como todo mi cuerpo al parecer, y se voltearon a mirar al omega de cabellos rubios y ¡Oh, mi dios! ¡Jimin me estaba mirando!

Sus ojos ya no parecían azules, sino completamente negros, con sus pupilas enormes y un brillo raro que nunca vi en nadie salvo en él. Un brillo que, no supe en ese momento, pero yo también tenía y cómo no, si lo estaba mirando a él.

Él dio un saltito en su asiento y volvió a mirar su cuaderno, pero el golpeteo en mi corazón y la emoción no disminuyeron incluso si se mantuvo en silencio el resto de la clase. Y la siguiente a esa. Y la otra.

Para cuando pasó una semana y el moretón estaba casi desapareciendo, comencé a creer que había sido un sueño.

Sino fuese por el odio en la mirada de cada alfa o beta del campus y la euforia de mi lobo cada vez que tenía al chico cerca, juraría que aquel momento había sido producto de mi imaginación. Sin embargo Jimin a penas y levantaba la vista hacia mi cuando me sentía sentarme a su lado. De hecho, todo su club de admiradores dejó instantáneamente de seguirme, dividido entre la indiferencia y las miradas de repudio, pero sin llegar a la agresión real. Como si supiera que Park Jimin no me miraría jamás.

Pero no había sido mi imaginación, joder que no.

Y que fuese el propio Jimin, con nariz enrojecida y ojos furiosos quien me lo recordara a la salida del campus dos semanas después fue..., bastante.

—¿Es que no piensa llamarme?

Tuve el reflejo de señalar hacia mi para confirmar que me hablaba. No lo podía creer.

-¡Por supuesto que a usted! ¿De quien más voy a esperar llamada?

Contuve el aliento porque, bueno, es Jimin frente a mi y está enojado y bonito y no sabía que esa combinación era posible. Y mas que nada porque no entiendo que está pasando para que esté enojado conmigo si es él quien no me habla desde hace dos semanas.

—Ni squiera me habla. ¡Aish! —refunfuña, caminando dos pasos hacia mi y señalando con su índice mi pecho. —¿No tiene corazón? ¿Por qué me hace esto? ¿Sabe lo mucho que cuesta esperar una llamada por dos semanas?

Espera ¿qué?

—Yo..., yo no entiendo nada, Jimin-ssi.

Aquello, que creí sería una disculpa, solo lo enoja mas. Se ve mas hermoso mientras mas se enfurece y no puedo dejar de notar que aprieta los puños y golpetea con el pie las baldosas del suelo.

Jodidamente tierno

—¡Estoy hablando con usted, hyung! —grita de nuevo, rojo hasta las orejas. —Pensé que..., pensé que sería mas fácil para usted llamarme que hablar en persona. Pero veo que me equivoqué también.

No

No

—No..., ¿cómo iba a llamarte si no tengo tu número?

Arruga su nariz y levanta la barbilla.

—Escondí post-it con mi número por todas partes, hyunnngg~. Su mochila, su libreta ¿Como no los vio? No me mienta. No me crea bobo.

Y en ese momento, en medio de mi confusión y mi cerebro hecho papilla, es que quiero matarme. Porque sí. Vi pequeñas notitas rosas y amarillas dobladas cuidadosamente entre mis cosas, pero jamás, en la vida, pensé que podrían tratarse de él.

La costumbre me hizo tirar todo, sin siquiera abrirlos.

—Yo..., yo no pensé... Nunca creí que tu me escribirías una nota. Solo..., no sé, creí que eran ofensas o algo. Me deshice de todas.

Su boca se tuerce en una mueca y sus ojos ya no tienen ese brillo, sino que me miran con desilusión y tristeza. Es horrible recibir esa mirada y mi lobo grita ansioso de que haga algo para cambiarla.

¿Pero que puedo hacer yo?

—Oh —es todo cuanto dice entonces, y se aleja de mi lado, imponiendo distancia entre ambos hasta que ya no puedo contar sus pecas ni captar su aroma. —Es así entonces..., lo lamento. Fue mi error. No lo molestaré de nuevo, hyung.

Y da la espalda.

La sola idea me enloquece. No entiendo que pasa, que decían las notas o porqué alguien como Jimin está triste por mi. Parece que me estoy perdiendo gran parte de ALGO y, por un vez, no lo puedo dejar ser.

Mi mano actúa por su cuenta cuando toman la pequeña mano del omega y, dios, solo con ese toque ya siento cosquillas nerviosas por todo el cuerpo.

Lo giro hacia mi y noto como su mirada pasa de asustada a abochornada en segundos. Sus mejillas son la cosa mas bonita que he visto y el impulso de besarlas se hace difícil de resistir.

—No sé porqué querías que te llame, Jimin, pero si me das otra oportunidad de hacerlo juro que lo haré sin falta.

Ante eso suspira exhausto,hundiendo los hombros con dramatismo.

—Alfa tonto..., tiene que llamarme si quiere invitarme a salir. Le adelantaré el desde ahora.

—Hm

—Hm?

—¿Estás, como, de verdad? Digo..., ¿y los alfas que-? ¿Quieres que te invite yo?

—Pensé que había quedado claro cuando comencé a sentarme a su lado en clases.

—¡No! No quedó claro. ¿Por qué quedaría claro? Es una locura si quiera pensar que-...alguien como yo te guste.

—¿Y eso porqué?

—Porque solo soy un perdedor.

Jimin sonríe, achicando un poco sus ojos que no irradian otra cosa mas que picardía cuando levanta mi mano y posa sus labios pomposos y suaves sobre ella.

Así, no mas. Sin aviso.

Estoy tan atónito que, durante casi un minuto, solo pienso "Dios mio, esto está sucediendo". Miro su sonrisa traviesa y relajada y cómo maneja mi mano hasta que la coloca en su mejilla. El tacto de su piel tibio bajo mis dedos.

—¿Y qué hago con lo que siento por usted?

Las palabras me generan un torbellino dentro. Mi lobo enloquece (pues no hay mejor término que ese) mientras me debato entre huir, balbucear un pretexto vago o contestar con una broma. Juro por dios que solo tenía esas tres opciones.

Pero Jimin se lame los labios hasta humedecerlos y sus ojos revolotean hasta mi boca de un modo que parece fuera de su control.

Y quiero hacerlo.

Quiero tanto hacerlo que siento la sangre huir de mi cabeza, ahuyentando consigo esa voz que se ocupa de recordarme siempre "No lo hagas, muchacho". En cambio suena bajito un "besalo" que se me antoja lo mas prudente.

Y lo hago.

Uno nuestros labios en apenas un roce, o al menos intento que solo sea eso, hasta que Jimin pasa su mano tras mi cuello y tira de mi hacia abajo. Y luego es él quien me besa. Torpemente, demasiado dulce, moviendo sus labios en sucesivos picos como si no supiera mas allá de eso y, joder, yo tampoco sé nada de besar pero sentirlo hace que quiera volverme un experto.

Jalo su labio inferior con dulzura, y lo mordisqueo entre mis dientes antes de deslizar la lengua dentro de su boca y derretirme en su sabor. Jimin emite un suspiro e intenta mover su lengua contra la mía, abrazándome y tirando de mi camisa hasta que logra colar sus manos y recorrer mi espalda.

Y yo no sé que diablos hacer.

No puedo decidir si dejar mis manos en su cabello, o bajar a su cintura y apretarla. Jimin se siente hirviendo, chupando mi lengua en su boca hasta que me rindo contra él y lo toco. Sus caderas, su cintura y toda la curva de su espalda. Quiero tocarlo y besarlo por todos lados. Besarlo es, de repente, la mejor razón para vivir en la Tierra.

Besarlo es-...

—¡¿QUE SE SUPONE QUE HACEN?!

Nuestra primera cita transcurrió en un salón de castigo.

Resulta que, sin importar que sea la universidad, no puedes besar y, mas importante, expeler la cantidad de feromonas que estábamos expeliendo. Tampoco puedes robarle otro beso a tu chico, sin importar que ese chico sea Park Jimin, mientras estés delante del decano y este te esté dando un sermón.

Ese día aprendí al respecto.

Y los siguientes a ese, aprendí que Jimin es la clase de chicos que le gusta recibir cartas escritas a mano, que le dediquen canciones y que ronronea bonito si le besas la piel bajo la orejas. Que secretamente dibuja webcómics y que quiere aprender japones solo para no tener que leer cuando hace sus maratones de anime.

Que se sintió atraído hacia mi desde que sintió a mi lobo y que no podían importarle menos la opinión de chicos que solo lo querían porque piensan que tiene una cara bonita. Que había discutido y hasta amenazado con denunciarlos si volvían a acercarse a mi.

Aprendí que puede dar mucho miedo cuando se enoja con alguien que no soy yo, porque cuando se enoja conmigo lo hace con cierta dulzura que me invita a besarlo hasta que los dos nos olvidamos porqué estaba enojado.
Aprendí que él también suele sentirse como yo y es que, en el fondo, todos nos creemos un poco perdedores hasta que encontramos a alguien que nos enseña a mirarnos de la manera correcta y nos hace comenzar a amarnos.


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OK, esto lleva casi un año guardado y era momento de ponerlo porque mi perfil también tiene que tener oneshots

Na chamas, la verdad no lo había publicado porque no me terminaba de gustar. Pero ahora lo leí [UN AÑO DESPUÉS] y me gustó 🤔 supongo que depende de mi mood

Aquí criticas 🌬

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