Prologue
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Una niña de seis años corría por toda la casa, soltaba escandalosas risitas mientras llevaba en sus pequeñas manitas aquel juguete que llevaba su padrino en su cinturón.
── ¡Talah! ¡Devuélveme el Taser! – exclamó el hombre corriendo tras ella, pero lamentablemente la niña era demasiado escurridiza y no era capaz de atraparla.
Una señora tejía una manta junto a la ventana, la radio transmitían una antigua canción de Elvis Presley y ella la tarareaba de vez en cuando. Había una niña de once años en el suelo junto a ella, hacia su tarea de matemáticas sobre la mesa de té en el centro de la sala de estar mientras tomaba su taza de chocolate.
── Charlie, ten cuidado o se lastimara la niña – dijo la abuela sin dejar de hacer su tarea.
── Creo firmemente que el terminará lastimado seré yo María – respondió agitado el hombre cuando pasó junto a la sala.
En un segundo, la niña estaba frente a Charlie y apuntándolo con aquella pistola eléctrica.
── ¡Alto ahí ladrón de bancos! – exclamó con voz autoritaria. El hombre abrió los ojos con sorpresa, no la había escuchado venir hacia allí. El oficial Swan levantó sus manos y la miró con algo de temor.
── Talah, querida... ¿Puedes devolverme mi pistola? – pidió de manera dulce, aunque sonaba más desesperado.
── ¡Ríndete ladrón de bancos! – gritó la niña una vez más.
── Taly... te dije que era un ladrón de dulces...
── ¡Mentira! ¡La ladrona de dulces es Lauren!
── ¡Oigan! A mi no me metan que estoy haciendo tarea – dijo la muchachita sin quitar su vista de sus cuentas de división.
── Mihija, devuélvele la pistola al tío Charlie – ordenó la abuela.
la pequeña Talah asintió bajando el arma y entregándosela a su padrino. Este le sonrió antes de dejar la pistola dentro de unas alacenas para que no la alcanzara. La niña corrió hacia su abuela y esa, dejando lo que estaba haciendo, la sentó en su regazo mientras volvía a peinar su cabello enmarañado en una trenza.
── Abuelita ¿Cuándo podremos ir a visitar a Maya y a los abuelos? – preguntó la niña mientras jugaba con la pelota de lana. La mujer sonrió al escucharla.
── Pronto, recuerda que a tus abuelos no les gusta venir mucho – respondió atando su cabello y dejando a la niña en el suelo.
── Lo se... Pero California esta muuuuuuy lejos. ¿Por que no vienen ellos hasta aquí? – dijo Talah haciendo un puchero.
María tuvo que sonreír para evitar hacer alguna mueca de disgusto al recordar los padres de su nuera.
── No lo se mihija, ellos tendrán sus razones – consoló la mujer levantándose de su silla mecedora y caminar hacia la cocina en donde estaba Charlie Swan, el mejor amigo de su difunto hijo padrino de Talah.
── Sabes María, tendría que decirle el porqué sus abuelos no quieren venir – dijo el hombre por lo bajo mientras le daba un sorbo a su taza de café. La mujer sonrió y negó.
── Será conveniente cuando sea mayor. Es apenas una niña – respondió mirando a su nieta, quien estaba jugando con plastilina azul junto a su prima. Lauren terminó cediendo ante las peticiones de la niña y dejó su tarea de lado para jugar con ella.
── Sabe, una vez escuché que cuanto más rapido se de la noticia, menos doloroso será para el otro – acotó Charlie.
── ¿De donde escuchaste eso, mihijo? – inquirió ella.
── Me lo dijo Diego hace mucho tiempo – respondió dándole el ultimo trago a su café. María sonrió al escuchar el nombre de su difunto esposo y una opresión de nostalgia apareció en su pecho.
«Bien, ya empezará mi turno – dijo Charlie levantándose y dejando su taza en el lavavajilla. Abrazó a la mujer y dejó un beso en su cabeza. Para el hombre, María era como una segunda madre. Por lo que la cuidó como tal cuando su amigo murió en aquel accidente automovilístico.
── ¡Alto ahí ladrón! – escuchó la voz de Talah gritar.
── ¡Talah! ¡¿Que te he dicho de agarrar el Taser?!
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