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𝐏𝐫ó𝐥𝐨𝐠𝐨

Unos rubios cabellos eran acariciados por una bella mujer, la joven entre sus brazos era todo lo que ella quería y tenía. Hace un tiempo Amelie Gold había perdido a toda su familia en un terrible accidente que la dejó sola y herida, la joven encontró refugio en los brazos de un hombre que sin ella saberlo le dio el mejor de los regalos, pero condenó a su pequeña al peor de los peligros. 

Ser una mestiza.

🔱☀️🔱

—Despierta, Tay —dijo Amelie a su hija.

Sin duda alguna, los años habían pasado por la mujer, pero seguía siendo igual de bella y su belleza se veía reflejada en la chica a la que acunaba entre sus brazos.

—Cinco minutos más, mamá —pidió acurrucándose en los brazos de la mujer.

Amelie dejó escapar una risilla, su hija podía tener dieciséis años y comportarse como una pequeña de diez.

—Debes levantarte, ya es tarde.

De manera perezosa, Taylor se pudo de pie y sin abrir bien los ojos posó un beso en la mejilla de su madre para continuar con su recorrido al baño. Abrió una de las ventanas y sintió el sol inundar la habitación, la energía inundó u cuerpo, era como si un solo rayo del astro permitiera que ella estuviera recargada.

Su madre tomó el mensaje que una curiosa paloma dejaba frente a ella.

Amelie sabía de qué se trataba.

Querida Amelie, llegó la hora de que la pequeña Taylor vaya al campamento, sabes que la protección de Lynette se acabará en breve, lo mejor será que ella vaya antes de que las cosas se compliquen.

Atte: Apolo

La diosa de la persuasión y la victoria había sido generosa en colocar protección sobre Taylor cuando esta era una pequeña, gracias a eso ellas no tuvieron que luchar contra monstruos, pero todo tenía fecha de caducidad y Taylor debería de ir al campamento.

—¿Mamá, viste mi guitarra? —preguntó la rubia al encuentro de su progenitora —. ¿Sucede algo? —dijo al ver el rostro de la otra rubia.

—Creo que es momento de que vayas a un lugar impresionante, solecito —exclamó.

La rubia miró extrañada a su mamá.

—Debes ir al campamento mestizo.

—¿El de las historias? Ya estoy grande para eso, mamá, sé que todo es falso.

—No lo es, y llegó el momento de que partas al lugar.

Taylor dejó caer las partituras que tenía en su mano.

—¿Es una broma?

Negó.

—Guarda lo necesario, debemos irnos pronto —indicó.

—¿Mi padre?

Amelie miró a su pequeña, sabía que en algún momento tendría que decírselo, pero aun así costaba.

—Apolo, pequeña —respondió sorprendiendo a la rubia.


Un joven dios era abrazado por su madre mientras esta hablaba con su tío Apolo.

—Ellas van a partir al campamento —indicó el dios.

—Enviaré mi bendición para que logren llegar sin problemas —exclamó la mujer para colocar su palma en sus labios lista para lanzar un beso con dirección a la rubia, pero fue interrumpido por su hijo.

—Yo podría ir —pidió Conrad.

La mirada de ambos dioses se posó sobre el chico.

—¿Seguro? —preguntó su madre.

—Tú y papá me han enseñado que los mestizos son mi familia, así que los cuidaré —respondió el castaño —. Permíteme partir en su ayuda, madre.

Acariciando la mejilla de su adorado hijo, la diosa aceptó.

—Ve, mi amor.

Conrad se despidió de sus padres y partió al encuentro de ambas rubias.

—Un gusto, damas —se presentó apareciendo en el auto.

Ambas mujeres gritaron asustadas, la mayor perdió el equilibrio y el auto inició a resbalar en la carretera.

—¿Quién eres tú? —preguntó Taylor al chico en los asientos traseros.

—Conrad Jackson Roberts, hijo de la diosa de la persuasión y la victoria y del dios de la lealtad y valentía —se presentó.

—El hijo de Percy y Lynette —exclamó Amelie aceptando la mano que el chico le extendía.

—Así es, señoritas, he venido a asegurar que su llegada al campamento sea segura.

Taylor posó sus ojos en los del chico y sintió una pequeña descarga eléctrica en su cuerpo. Conrad juraba sentir su corazón arder como el sol, la joven frente a él tenía algo que lo llamaba fuertemente y le impedía dejar de verla, no era solo su belleza, porque Taylor era bella. 

Era algo más intenso, algo más fuerte.

—Amelie Gold —se presentó la mayor —, ella es mi hija Taylor.

La intensa mirada de ambos jóvenes no pasó por alto para la mujer.

—Un gusto conocerlas —habló Conrad sin dejar de mirar los claros ojos de Taylor.

Un fuerte sacudón hizo que la mirada azul de ambos se separara.

—Salgan del auto —ordenó el castaño extendiendo su mano para ayudar a las mujeres a bajar.

Frente a ellos, una bestia de grandes alas se encontraba sobre el auto gruñéndoles.

—Deben refugiarse —indicó Conrad para luego hacer aparecer su tridente e iniciar a batallar.

Las mujeres observaban los hábiles movimientos del joven, aunque la bestia logró hacer un corte en el brazo de este antes de ser decapitada.

—Déjame ver eso —pidió Taylor tomando el brazo del chico.

Icor caía por a herida.

—Mamá, ¿podrías darme mi botiquín?

Amelie hizo lo que su hija le solicitó.

Taylor se encargó de limpiar la herida del chico con delicadeza y dulzura, colocó lo necesario para que esta dejara de sangrar y al finalizar le dedicó una sonrisa deslumbrante a Conrad.

—Listo —. El dios no podía dejar de sonreír bobamente.

—Es hora de marchar antes de que algo malo vuelva a pasar —dijo Amelie entrando al auto.

El viaje se dio con tranquilidad hasta llegar al campamento donde el, chico fue recibido alegremente por sus hermanos y demás familia.

—Taylor Gold —se presentó la rubia.

Un sol resplandeciente apareció frente a ella.

—Taylor, hija de Apolo —exclamó Quirón —. Déjame mostrarte tu cabaña.

Con una ultima mirada, ambos jóvenes esperaban volver a verse pronto.

¡Hola, corazones! Así comienza la historia de nuestro pequeño Conrad y la dulce Taylor. Gracias por darle una oportunidad a la historia y querer leer más sobre el hijo de nuestros queridos Percy y Lynette. Espero les haya gustado el capítulo, nos leemos luego.

Con amor,

Ivy.






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