𝟎𝟎𝟔
Conrad sostenía las manos de Taylor mientras la guiaba a la enfermería siguiendo a Stevie. La rubia iría a cuidar de los heridos como cada día y ambos castaños decidieron acompañar a su chica favorita.
—Hola a todos —dijo la rubia sonriendo.
Todos dejaron ver su felicidad al ver a la chica, los hijos de Apolo eran buenos cuidando a los demás, pero Taylor era buena en lo que hacía y era amable, no había nadie que pudiera odiarla. Al parecer era algo que compartía con el dios a su lado.
—¿Puedes cantarnos algo? —pidió Lisa, una niña de Afrodita.
—Por supuesto, linda —exclamó Taylor dirigiéndose a su guitarra.
—Yo puedo ayudarte con esto —dijo Conrad tomando el instrumento.
Taylor miró con confusión al chico.
—No sabía que tocabas.
—No lo hacía, le pedí a tu padre que me enseñara, solecito.
La rubia le sonrió al chico y dejó que este tocara mientras ella cantaba. La cercanía entre ambos era obvia, Stevie sonreía mirando a los adolescentes que el consideraba sus padres, él buscaría la manera de unirlos porque era obvio para cada persona que los viera que ellos se amaban y debían estar juntos. Los rostros de ambos estaban cerca, Taylor se había acercado al chico y este no dudó en acortar más la distancia, era inevitable no querer estar cerca del otro.
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—¿Crees que algún día podrás confesar tu amor a ella? —preguntó Percy a su hijo —. Recuerdo que tu abuelo siempre supo que amaba a Lynette y se reía de mí por no decirle lo que sentía.
—No creo poder amarla como ella se merece, nunca podría amarla con tal intensidad como la que tú y mamá se profesan, ella merece eso.
—¿Cómo estás seguro de que no podrás?
—Porque ustedes son perfectos y yo no creo poder igualar su manera de amar.
Percy sonreía, su pequeño creía que ellos eran perfectos y le dolía que piense que él no podría amar a alguien a tal intensidad.
—Eres perfecto, puedes amar a alguien tan intensamente como tú puedas hacerlo y no estará mal, creciste viéndonos a tu madre y a mí como un ejemplo de amor, pero lo que lo hace ver tan intenso es que nuestros sentimientos son verdaderos y hacemos las cosas que sentimos.
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Una cruzada estaba siendo asignada y el encargado de realizarla era el pequeño Steve Swift. Todos en el campamento se quedaron atónitos al ver como los dioses dejaban a un niño tan joven ir a una misión en la que probablemente resulte herido, todo para recuperar un objeto que se le había sido robado a uno de ellos.
—¡Es un niño! —gritó Taylor fuera de control, ella no permitiría que su pequeño saliera lastimado.
—Son órdenes de arriba, niña sol —se excusó Dionisio sintiendo algo de pena por el niño. Sabía que su sobrino lo adoraba y estaría triste si algo le pasara al menor.
Conrad al enterarse, entró a paso furioso a la sala de los dioses. Zeus dio un brinco al ver a su nieto de esa manera, el niño parecía estar a nada de acabar con todos. Su madre y su padre lo seguían a paso firme.
—¡Cómo te atreves! —espetó clavando su dedo en el pecho del dios mayor —. Si el se lastima me encargaré de asesinarte, él es un niño. ¡Es mi hermano! ¡Es mío para proteger!
El enojo en su voz era notable y los demás dioses estaban esperando a ver que sucedía. Zeus miraba a su adorada nieta del lado del castaño y sabía que hacer algo contra él, lastimaría a la reina de los dioses, pero no permitiría que el muchacho le hablara así.
—¡Cuida c+omo me habals!
La amenaza de Zeus se hizo mayor cuando de su mano el rayo brilló. Percy y Lynette no dudaron en ponerse a la defensiva para defender a su pequeño, Afordita, Ares y Poseidón se colocaron tras ellos listos para proteger a su nieto. Lori y Peter aparecieron también listos para luchar por obra de Hades dando a entender que no dejaría que lastimaran al mocoso, Eros y Apolo no dudaron en resguardar a los dioses.
—Cuida tu manera de amenazar a mi hijo, si tu rayo lo toca me encargaré de destruirte —amenazó Lynette haciendo puño su mano y atrayendo el rayo a su mano.
Percy levantó su tridente en dirección al cuello de Zeus.
—Yo no ordené esa cruzada —dijo el dios mayor buscando calmar la situación —. Fue Artemisa.
La mirada de Conrad se posó en la diosa.
—¿Por qué? —espetó casi gritando.
—Necesito que recupere algo valioso, una gema con los secretos del Olimpo en ella ha sido robada.
—¿Y no pudiste mandar a otro, a uno más experimentado o incluso a una de tus cazadoras?
—Las moiras vieron que el niño sería quien debía de hacerlo.
Sin decir más, el castaño desapareció rumbo al campamento, no sin antes lanzarle una mirada de odio a la diosa.
—¡Iré con él! —declaró Taylor tomando la mano del menor.
—Iremos con él —corrigió Conrad apareciendo tras ellos posando sus manos en los hombros de sus personas favoritas.
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