xxxiii. fear(less)
xxxiii.
(sin) miedo
Brigid apenas durmió la noche anterior a la vista de Harry. Ella realmente hubiera querido ir, pero sabía bien que no le estaba permitido.
Además, Ariadne dijo que querían extremar la seguridad en cuanto a ella.
—Sé mejor que nadie que no es divertido estar encerrada, Brigid, pero Voldemort y sus mortífagos estuvieron en el cementerio. —La expresión de la mujer era seria. Tensa—. No queremos que te pase nada.
Brigid se limitó a asentir al escuchar aquello. Se había despedido de Harry con un abrazo y luego había subido a su dormitorio y se había encerrado en él.
Ni siquiera le gustaba estar en aquel lugar. Todo tenía tanto de Regulus Black que era asfixiante. Había observado las fotografías tantas veces que casi se las había memorizado. No se había atrevido a tocar nada, sin embargo.
Le daba pavor encontrar algo que no quisiera descubrir. Ya sabía que su padre había sido un mortífago y que había muerto por querer echarse atrás. No quería saber más.
Se le había hecho mucho más fácil aceptar el hecho de que Gwen Diggory era su madre. Ni siquiera le había costado trabajo hacerse a la idea de ello: lo había asumido casi al instante. Probablemente, porque era mucho mejor que la perspectiva de ser hija de Sirius, como había pensado en un inicio.
Rebuscó en su mochila, esperando encontrar algún libro para leer. En cambio, su mano dio con la fotografía de Cedric.
Brigid la sacó, tras dudar un momento. Observó el rostro de su hermano en silencio. Le aterraba la idea de comenzar a olvidar a Cedric, pero mirar la fotografía aún era demasiado doloroso.
La dejó caer del revés sobre la cama y, soltando un suspiro, cerró los ojos y trató de mantener la calma. No lo consiguió. Las lágrimas escaparon en apenas segundos, para su gran frustración.
Se las secó con tal fuerza que se hizo daño. No le importó. Se puso en pie y salió al pasillo, en busca de alguien. Quien fuera, no le importaba. Solo necesitaba hablar con alguien que le hiciera olvidar a Cedric.
No esperaba que la primera persona que encontrara fuera Vega.
Ambas se quedaron casi petrificadas al verse frente a frente en el estrecho pasillo. Brigid se quedó sin saber qué hacer. No había visto a Vega desde el funeral de Cedric y ni siquiera había querido acercarse a ella en ese momento. No hubiera sido bueno para ninguna.
Vega había sufrido los mismos cambios que Brigid percibía al mirarse al espejo. La piel muy pálida, ojeras marcadas, el rostro más fino. El dolor todo lo que éste desencadenaba.
Brigid no supo qué le impulsó a avanzar hasta Vega. Segundos después, ambas se abrazaban con fuerza, asiéndose la una a la otra. Como si sujetarse mutuamente fuera lo único que impedía que cayeran.
Brigid lloró y Vega también. Ninguna necesitó decir más. Sabían que estaban con la persona correcta, porque eran ellas las que mejor entendían aquel dolor que llevaba semanas consumiéndolas.
Nunca habían sido demasiado cercanas, pero estaba claro que el dolor unía a las personas y el que ellas compartían era demasiado como para cargarlo en solitario.
Ambas se sujetaron las manos una a otra después de unos minutos, cuando sus respiraciones se volvieron algo más regulares. Brigid tragó saliva.
—Me alegra verte, Vega —murmuró, y era la verdad. Había estado preocupada por ella.
—Y yo a ti, Brigid. —Le miró en silencio, debatiéndose entre decir algo o no—. Gracias. Necesitaba eso.
Brigid trató de sonreír, sin éxito.
—Él te amaba —murmuró.
—Eras lo más importante para él —respondió Vega.
Puede que las heridas aún escocieran, pero aquello ayudó a sanarlas. De un modo u otro, era lo que ambas necesitaban.
Y aunque Brigid aún no se sentía capaz de decirle a Vega que eran primas, sí vio la cara de Harry al verla aquella noche, después de regresar absuelto de todos los cargos de su vista. Todos estaban increíblemente aliviados —por mucho que aseguraran que estaban seguros de que nada pasaría— por la noticia.
Brigid prácticamente había saltado a los brazos de Harry y le había abrazado con todas sus fuerzas, sintiendo su corazón acelerándose. Harry le había estrechado con una gran sonrisa en el rostro.
—Eh, ni que hubiera sido para tanto —rio Harry.
—Si te hubiera pasado algo por mi culpa... —murmuró Brigid.
Vio una sombra de dolor atravesar los ojos de Harry.
—Pero todo ha ido bien, ¿no?
Brigid asintió lentamente.
—Por suerte.
Sin embargo, el ver a Vega allí abajo, junto a todos, fue lo que verdaderamente pilló por sorpresa a Harry. Brigid le dirigió a la chica un gesto de ánimo. Sabía que a Vega le estaba costando aquello.
Abrazó a Harry con fuerza y él le susurró algo que todos educadamente eligieron no escuchar. La sonrisa en el rostro de ambos se le contagió a Brigid sin que ella pudiera evitarlo.
James y Ariadne se veían claramente aliviados. Nova se puso a bailar y gritar junto a los gemelos y Ginny. Susan y Ron comentaban que era evidente que Harry se salvaría, como siempre.
Los días siguientes fueron relativamente más alegres, o eso intentaron. Para Brigid era complicado eso aún. Se preguntaba si a partir de entonces solo habría días malos y no tan malos.
Era difícil ser fuerte en ocasiones. Brigid siempre se había considerado alguien débil. Siempre había sido así en su casa: Cedric era el fuerte, el valiente. Y Brigid lo intentaba, sin éxito.
Para sobrellevar todo lo que le estaba pasando, hacía falta mucha fortaleza. Más de la que ella creía tener.
—Eh, Bree.
Prim y Hermione estaban paradas ante el umbral de la puerta de su dormitorio, vacilantes. Brigid les hizo un gesto para que pasaran. Prim le tendió un sobre.
—Han llegado las listas de Hogwarts.
—Gracias —dijo Brigid, aceptándolo.
Las tres abrieron las cartas juntas. Brigid sacó la lista de libros y la leyó rápidamente. Solo necesitaba comprar dos libros nuevos. No sabía si Cedric los tendría, pero debería escribir a casa para saberlo y no era algo que entrara en sus planes.
Algo más quedaba dentro del sobre. Brigid lo sacó y creyó que caería desmayada allí mismo. En la palma de su mano, descansaba la insignia amarilla que le otorgaban a todos los prefectos de Hufflepuff.
Hermione soltó un grito de alegría. En su mano tenía una insignia idéntica a la de ella, solo que azul. En los últimos días, Brigid había olvidado por completo todo lo que había cambiado. Ni siquiera recordaba que el cuarteto de Gryffindor ya no era de Gryffindor.
Todos actuaban exactamente igual, lo que solo era más desconcertante.
—¡Somos prefectas, Brigid! —exclamó Hermione, emocionada—. ¡No me lo creo!
—¡Felicidades! —exclamó Prim, sonriendo ampliamente. Le pasó un brazo por encima de los hombros a Hermione—. ¿Eso significa que me libraré de los castigos?
—Me lo pensaré —respondió Hermione, divertida.
Prim depositó un corto beso sobre los labios de ésta. Brigid, que seguía mirando su insignia con fijeza, trató de sonreír, aunque no se sentía con ganas en absoluto.
Aquello no le podía estar pasando a ella.
—¡Vamos a ver a los chicos! —dijo Hermione, saliendo a toda prisa de la habitación. Prim le siguió, riendo.
Brigid se quedó un poco atrás. Cerró la mano en torno a la insignia y siguió a ambas, algo rígida.
Tenía que ser una broma de mal gusto.
—¿Vosotros... también...? —Las tres se asomaron al cuarto de Ron y Harry. Hermione vio la insignia que Harry tenía en la mano y soltó un chillido—. ¡Lo sabía! —gritó emocionada blandiendo su carta—. ¡Yo también, Harry, yo también!
—No —se apresuró a decir Harry, y le puso la insignia en la mano a Ron—. No es mía, es de Ron.
—¿Cómo dices?
—El prefecto es Ron, no yo.
—¿Ron? —repitió Prim, y una sonrisa comenzó a aparecer en su boca—. ¡Ron, es increíble!
—¿Ron? —se extrañó Hermione, y se quedó con la boca abierta—. Pero... ¿estás seguro? Quiero decir...
Se puso muy roja cuando Ron la miró con expresión desafiante. Prim le dio un codazo.
—El sobre va dirigido a mi nombre —afirmó Ron—. Y no tendría sentido que Harry recibiera una insignia de mi casa, ¿no?
—Yo... —balbuceó Hermione muy apabullada—. Yo... Bueno... ¡Vaya! ¡Felicidades, Ron! Es totalmente...
—Inesperado —acabó George haciendo un movimiento afirmativo con la cabeza.
—Cállate, George —bufó Prim.
—No —dijo Hermione ruborizándose aún más—, no, no es nada inesperado. Ron ha hecho cantidad de... Es verdaderamente...
La puerta que había a su espalda se abrió un poco más y la señora Weasley entró en la habitación cargada de ropa recién planchada.
—Ginny y Nova me han dicho que por fin han llegado las listas de libros —comentó echando un vistazo a los sobres mientras iba hacia la cama y empezaba a ordenar la ropa en dos montones—. Si me las dais, iré al callejón Diagon esta tarde y os compraré los libros mientras vosotros hacéis el equipaje. Ron, tendré que comprarte más pijamas, éstos se te han quedado al menos quince centímetros cortos. No puedo creer que hayas crecido tanto... ¿De qué color los quieres?
—Cómpraselos amarillos y negros para que hagan juego con su insignia —dijo George con una sonrisita de suficiencia.
Brigid apretó aún más la insignia. La vergüenza que sentía solo iba a más. Si Ron era prefecto, era porque se lo había ganado. Pero ella...
—¿Para que hagan juego con qué? —preguntó la señora Weasley, distraída, mientras doblaba unos calcetines granates y los colocaba en el montón de ropa de Ron.
—Con su insignia —respondió Fred como quien quiere liquidar un asunto desagradable cuanto antes —. Su preciosa y reluciente nueva insignia de prefecto.
Las palabras de Fred tardaron un momento en llegar al cerebro de la señora Weasley, pero fulminaron su preocupación por los pijamas de su hijo.
—Su... Pero si... Ron, tú no... —Ron le enseñó la insignia y la señora Weasley soltó un chillido muy parecido al de Hermione—. ¡No puedo creerlo! ¡No puedo creerlo! ¡Oh, Ron, qué maravilla! ¡Prefecto! ¡Como todos en la familia!
—¿Y quiénes somos Fred y yo, los vecinos de enfrente? —preguntó George, indignado, cuando su madre lo apartó de un empujón y se lanzó a abrazar a su hijo menor.
—¡Ya verás cuando lo sepa tu padre! ¡Ron, estoy tan orgullosa de ti, qué noticia tan fabulosa, quizá acaben nombrándote delegado, como a Bill y a Percy, es el primer paso! ¡Oh, qué gran noticia en medio de todos estos problemas, estoy encantada, oh, Ronnie!
A espaldas de su madre, Fred y George se pusieron a fingir que vomitaban, pero la señora Weasley no se dio ni cuenta porque estaba abrazada a Ron, cubriéndole la cara de besos. Ron estaba colorado. Brigid comenzó a retroceder por el pasillo y su espalda chocó contra alguien.
Se giró a ver. Era Vega.
—¿Me he perdido algo? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Ron es prefecto —murmuró Brigid.
—Mamá..., no... Mamá, contrólate... —balbuceaba Ron intentando apartarla.
La señora Weasley lo soltó y, casi sin aliento, dijo:
—Bueno, ¿qué quieres que te regalemos? A Percy le regalamos una lechuza, pero tú ya tienes una, claro.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el chico, que no podía dar crédito a sus oídos.
—¡Mereces una recompensa por esto! —afirmó la señora Weasley con cariño—. ¿Qué te parece una
túnica de gala nueva?
—Nosotros ya le hemos comprado una —dijo Fred con amargura, como si lamentara sinceramente
tanta generosidad.
Brigid advirtió que el ceño de Vega solo se fruncía más.
—O un caldero nuevo. El de Charlie está tan viejo que está agujereándose. O una rata nueva; siempre te gustó Scabbers...
—Mamá —aventuró Ron esperanzado—, ¿podéis comprarme una escoba? —El rostro de la mujer se
ensombreció un poco, pues las escobas eran caras—. ¡No hace falta que sea muy buena! —se apresuró a añadir Ron—. Me conformo con que sea nueva...
La señora Weasley vaciló, pero acabó sonriendo.
—Claro que sí, hijo mío... Bueno, será mejor que me dé prisa si también tengo que comprar una escoba. Ya os veré más tarde... ¡El pequeño Ronnie, prefecto! Y no os olvidéis de hacer el equipaje... ¡Prefecto! ¡Oh, qué nerviosa estoy!
Volvió a besar a Ron en la mejilla, aspiró ruidosamente por la nariz y salió a toda velocidad de la habitación.
Fred y George se miraron.
—No te importará que nosotros no te besemos, ¿verdad, Ron? —dijo Fred con una vocecilla falsamente nerviosa.
—Si quieres, podemos hacerte una reverencia —añadió George.
—Dejadme en paz —replicó Ron frunciendo el entrecejo.
—Y si no te dejamos en paz, ¿qué? —dijo Fred dibujando una maliciosa sonrisa—. ¿Vas a
castigarnos?
—Me encantaría ver cómo lo intenta —se burló George.
—¡Podría hacerlo si no os andáis con cuidado! —intervino una enojada Hermione.
Fred y George rompieron a reír, y Ron murmuró:
—Déjalo ya, Hermione.
—Vamos a tener que ir con mucho cuidado, George —dijo Fred fingiendo que temblaba—, con estos
dos vigilándonos...
—Sí, por lo visto se nos ha acabado lo de hacer el gamberro —añadió George moviendo la cabeza.
—Si no os andáis con ojo, seré yo la que os castigue —comentó Vega, entrando con tranquilidad en el dormitorio—. Llevo dos años pasando de vosotros. Puede que haya sido un error.
Las miradas de todos fueron a ella. Ésta extendió la mano y Brigid alcanzó a distinguir una insignia de Premio Anual.
El rostro de Vega era severo mientras observaba a Fred y George. Sus ojos grises casi parecían metal frío.
—Puede que a Ron no le importe si no lo hacéis, pero a mí me gustaría ver esa reverencia —dijo, con el sarcasmo impregnado en cada una de sus palabras. Los gemelos se quedaron inmóviles—. ¿A qué esperáis? ¿Ya no es graciosa la broma?
—Gigi... —empezó Fred, casi avergonzado.
—Se me olvida lo idiotas que podéis llegar a ser —espetó ella. Se giró hacia Ron—. Felicidades: cuando he visto tu nombre en la lista, me he llevado una agradable sorpresa. Esperaba que eligieran a Macmillan; tú lo harás mil veces mejor. Y felicidades, Hermione. —Su mirada fue a Brigid—. Y felicidades a ti también. Sé que los tres lo haréis de maravilla, aunque ahora penséis que no. Y no os preocupéis por tontos: se les acabarán las risas pronto.
Le dirigió una sonrisa a Harry y luego salió con paso firme de la habitación, sin dirigir ni una mirada más a Fred y George. Prim dejó escapar un silbido de admiración y miró a los gemelos.
—Ha acabado con vosotros. Os ha destrozado por completo.
Tras eso, salió de la habitación junto a Hermione. Los gemelos se desaparecieron sin decir nada más. Harry y Brigid se miraron. Ron fue hasta ella para chocar los cinco. Sonrió, tímidamente.
—Vamos a tener que encargarnos de esto juntos —comentó, aún sin creérselo del todo—. Wow. Prefectos. ¿No es increíble?
Brigid asintió, con un nudo en la garganta.
—Felicidades —dijo Harry. Frunció el ceño de manera casi imperceptible al ver su expresión.
Brigid dejó caer la insignia sobre la cama.
—Me han elegido por pena —declaró—. Quieren hacerme sentir mejor y solo van a darme más problemas.
Harry y Ron intercambiaron una mirada.
—¿Por qué iban a elegirte por pena? —preguntó Harry—. Eres tan capaz de ser prefecta como cualquier otra.
—Si yo lo soy, ¿cómo no ibas a serlo tú? —añadió Ron, incrédulo—. ¡Si eres de las mejores alumnas del curso! La mejor de Hufflepuff sin duda. Es por eso que eres prefecta.
—No lo hubiera sido de no ser por lo de Cedric. —La rabia y el dolor ardían en su pecho—. Hubiera sido Hannah Abbot de no ser por eso. O Susan. Pero no yo. Soy incapaz de hacerlo.
—¿Quién te ha dicho a ti que no puedes ser prefecta? —Harry frunció el ceño.
Aquella pregunta era precisamente la que ella no necesitaba.
—¡Mi padre! —estalló Brigid—. ¡Siempre ha sido así! ¡Porque Cedric era el fuerte, el valiente, el inteligente, y yo era solo yo! ¡Yo solo podía intentarlo pero nunca sería lo bastante buena! ¡Porque todos esperan que yo lo haga como él pero saben que yo no voy a poder! ¡Porque no hago más que dar problemas pero por lo menos, ya no afectan a mi hermano!
Y todo aquello había sido porque ella no era como Cedric. Nunca hubiera podido ser como Cedric, porque ella era hija de Regulus Black y Gwen Diggory. No de Amos y Charlotte Diggory.
—Yo no estoy a su altura y todos los que piensan que sí, se equivocan —terminó diciendo.
Ron se había quedado mudo. Harry la miró, atónito. Poco a poco, fue apretando la mandíbula. Sus ojos emitieron un destello peligroso.
—¿Eso te lo dijo Amos? —preguntó, en voz baja.
Brigid se dejó caer sobre la cama y soltó un largo suspiro. Se abrazó a sí misma, en un intento por controlar el temblor en todo su cuerpo.
—Estoy cansada —masculló—. Creo que iré a dormir un poco.
—Bree... —trató de decir Harry.
—Estoy cansada —repitió ella—. Os veo luego.
Quien no estaba cansada en absoluto era la señora Weasley, que aquella noche organizó una fiesta para miembros cercanos de la Orden y hasta colgó un cartel que Brigid odió desde el primer momento.
FELICIDADES
RON, BRIGID Y HERMIONE
NUEVOS PREFECTOS
Y VEGA NUEVO
PREMIO ANUAL
Aparte de los que vivían en la casa, estaban Jason, Remus, Tonks, Kingsley Shackelbolt y Samuel Nott, junto a Michael y Theo. Ojoloco Moody llegó poco después.
—¡Oh, Alastor, me alegro de verte! —exclamó la señora Weasley jovialmente, mientras Ojoloco se quitaba la capa de viaje haciendo un movimiento con los hombros—. Hace mucho tiempo que queríamos pedírtelo... ¿Podrías echarle un vistazo al escritorio del salón y decirnos qué hay dentro? No hemos querido abrirlo por si se trata de algo peligroso.
—No te preocupes, Molly... —El ojo de color azul eléctrico de Moody giró hacia arriba y se clavó en el techo de la cocina—. En el salón... —gruñó mientras se le contraía la pupila—. ¿Ese escritorio del rincón? ¡Ah, sí, ya lo veo! Sí, es un boggart... ¿Quieres que suba y me deshaga de él, Molly?
—Ya lo haré yo, no hay problema —dijo Ariadne, que se había acercado a saludar. Brigid se quedó atónita cuando vio al viejo auror sonreír—. Hola, Alastor.
—Siempre es un placer verte, Ariadne —rio éste.
A pesar de lo que Brigid había escuchado decir sobre la enemistad entre Ariadne y la señora Weasley, en aquel momento la segunda parecía demasiado alegre para molestarse por nada.
—Yo nunca fui prefecta —comentaba alegremente Tonks, que estaba detrás de Harry y Brigid, cuando todos fueron hacia la mesa para servirse. Ese día llevaba el cabello de color rojo tomate, y largo hasta la cintura; parecía la hermana mayor de Ginny—. El jefe de mi casa decía que me faltaban ciertas cualidades indispensables.
—¿Como cuáles? —preguntó Ginny, que estaba sirviéndose una patata asada.
—Como la capacidad de comportarme —respondió Tonks.
Ginny rió; Hermione no sabía si sonreír o no, y solucionó el dilema bebiendo un enorme trago de
cerveza de mantequilla y atragantándose con él. Brigid sonrió y Nova, pensativa, asintió.
—Snape no me haría prefecta ni aunque le pagaran, pero tengo claro que me dirían algo así —comentó, divertida.
—¿Y tú, Sirius? —preguntó Ginny mientras Prim le daba una palmada en la espalda a Hermione.
Sirius, que estaba junto a Harry, soltó su atronadora risa. Vega se giró a mirarle, divertida.
—A nadie se le habría ocurrido nombrarme prefecto porque me pasaba demasiado tiempo castigado con James. Los buenos eran Aura y Lupin, a ellos sí le dieron la insignia. Bueno, y no olvidemos a Bones, aunque no sé cómo es que él la consiguió.
—Créeme, veinte años después, sigo sin saberlo —comentó Jason, que se acercaba acompañado de su hija. Susan rio.
—¿Tan malo eras?
—No como ellos, desde luego —rio su padre, haciendo un gesto hacia Sirius—. Creo que simplemente no era tan tonto como el resto de opciones y por eso fui yo.
—¿Y tú, tía Aria? —preguntó Nova, curiosa.
Ella negó, riendo.
—No me hubieran considerado ni muerta. Bastante tuve con ser capitana de quidditch. De todos modos, todas las chicas del curso siempre supimos para quién iba a ser la insignia y era para Aura.
—Creo que Dumbledore albergaba esperanzas de que nosotros ejerciéramos cierto control sobre mis mejores amigos —terció Lupin—. Ni que decir tiene que yo fracasé estrepitosamente. Aura sí que pudo hacer algo, eso sí.
—Era la única capaz de hacer que vosotros os controlarais —dijo Mary, esbozando una sonrisa melancólica—. Le teníais más miedo que a la profesora McGonagall.
—Podía ser aterradora. Siempre amenazándonos con sus maleficios. —James fingió estremecerse—. Minnie solo nos castigaba. Aura atentaba contra nuestra integridad física.
El clima de triste melancolía que cayó sobre el grupo hizo que éste se dividiera rápidamente.
Brigid sonrió a quienes la felicitaron por ser prefecta —trató de no alargarlo mucho—, aunque seguía teniendo la sensación de que aquel título era inmerecido.
Quiso ir a la cama pronto y murmuró una excusa para conseguir escaquearse. Además, Ariadne ya se había ido antes, así que no quedaría mal por ser la primera en marcharse. Huyó por la escalera y casi chocó de frente con Kreacher, el anciano elfo doméstico de la casa.
Éste le miró, refunfuñando. Sus ojos se abrieron de manera desmesurada, solo para volver a recuperar su expresión huraña de siempre.
—¿Pasa algo? —preguntó Brigid, de la mejor manera posible.
—La traidora ha hablado a Kreacher —refunfuñó, mirándola con sus ojos inyectados en sangre—. Oh, si mi pobre ama viera cómo la casa en la que ella y su hijo vivieron convertida en esto...
Brigid le vio alejarse murmurando. Escuchó al elfo exclamar algo más fuerte y, segundos después, la risa de Harry.
Al verle aparecer por las escaleras, Brigid no pudo evitar sonreír. Harry le devolvió la sonrisa.
—Estaba harto de estar ahí —admitió—. Estoy cansado y hacía demasiado calor. Vi que te ibas y pensé que era el momento perfecto para escapar sin parecer grosero.
Brigid rio.
—¿Acaso me has usado?
—A ti, nunca —respondió él, riendo.
El rubor que apareció en las mejillas de Brigid no tenía nada que ver con el calor que había hecho en la fiesta.
Ambos subieron la escalera juntos y pasaron por delante de las cabezas de elfo reducidas, pero cuando llegaba al primer rellano oyó ruidos. Había alguien llorando en el salón.
—¿Hola? —dijo Harry.
No obtuvo respuesta, pero los sollozos continuaron. Subió de dos en dos los escalones que faltaban, adelantando a Brigid, cruzó el rellano y abrió la puerta del salón. Supo que ella le seguía porque la escuchó tras él.
Dentro había alguien encogido de miedo contra la oscura pared, con la varita mágica en la mano, mientras los sollozos sacudían con violencia su cuerpo. Tirada sobre la polvorienta alfombra, en medio de un rayo de luz de luna, y sin duda alguna muerta, estaba Vega.
Harry tuvo la sensación de que sus pulmones se quedaban sin aire; notó que se hundía en el suelo y el cerebro se le paralizó. Vega muerta, no, no podía ser...
«Espera un momento», pensó; no podía ser, Vega estaba abajo... Le había dejado hablando con Sirius y Nova...
—Harry —murmuró Brigid tras él. Harry miró en la dirección que ella señalaba.
—¡Mamá! —gritó Harry con voz ronca.
—¡Ri-ri-riddíkulus! —sollozaba Ariadne, apuntando con su temblorosa varita al cuerpo de Vega. ¡Crac!
El cuerpo de Vega se transformó en el de Nova, que estaba tumbada boca arriba con los brazos y las piernas extendidos y los ojos muy abiertos e inexpresivos. A Harry se le encogió el corazón. Ariadne sollozó aún más fuerte.
—¡Ri-riddíkulus! —volvió a exclamar.
¡Crac!
El cuerpo de James sustituyó al de Nova; llevaba las gafas torcidas y un hilillo de sangre resbalaba por su cara.
—¡No! —gimió Ariadne—. Maldita sea, tienes que hacerlo, tienes que... No... ¡Riddíkulus! ¡Riddíkulus! ¡RIDDÍKULUS!
¡Crac! Sirius muerto. ¡Crac! Jason muerto. ¡Crac! Harry muerto...
Harry se quedó contemplando su propio cuerpo sin vida, que yacía sobre la alfombra, demasiado impresionado como para reaccionar. Notó a Brigid moviéndose a tras él y avanzando rápidamente hasta colocarse frente a Ariadne, con la varita en la mano.
Harry esperaba ver aparecer a Amos Diggory. Ya estaba preparado, de hecho, para sacar su varita y cambiar puestos con Brigid en caso de ser necesario, aunque sabía que ella ya había aprendido a defenderse de su boggart.
Sin embargo, ambos se quedaron paralizados por la sorpresa al ver a Barty Crouch Jr. frente a Brigid. Con la máscara de mortífago mal colocada y la varita en la mano, su expresión de locura resultaba aún más aterradora.
Dio un paso hacia Brigid. Ella retrocedió, blanca como el papel. La mano de Crouch se extendía hacia ella.
—Será mejor que te estés quieta, niña, o será peor para ti —dijo él, en tono bajo y peligroso.
Brigid parecía incapaz de reaccionar conforme Crouch se aproximaba lentamente a ella. Se había quedado observándole totalmente imnóvil, con cara de horror.
Crouch dio otro paso hacia ella y Harry reaccionó.
No, no era Crouch. Era el boggart. Al recordarlo, Harry se movió rápidamente y apartó a Brigid. En cuanto el dementor apareció frente a él, Harry exclamó riddíkulus y lo redujo a una bocanada de humo.
—¿Qué está pasando aquí?
James había entrado corriendo en la habitación, seguido de Jason, Remus y Sirius y luego de Moody, que estaba furioso. James miró a Ariadne, que se levantaba con cierta dificultad. Brigid miró a Harry, tragando saliva.
—Mamá... —empezó él, sin saber exactamente cómo seguir la frase.
Ariadne parecía tratar de mantener el control. Harry notó que su figura se tornaba algo borrosa en los bordes: sus ilusiones se descontrolaban.
—Lo siento —murmuró ella, sin siquiera mirarle a los ojos.
Abandonó la sala rápidamente, esquivando a James y sin atreverse a levantar la mirada. Harry se quedó pasmado.
—El boggart... —trató de explicar, mirando a su padre en busca de ayuda.
James suspiró y se pellizcó el puente de la nariz.
—Tengo que hablar con Ari. Yo... —Negó con la cabeza—. Voy con ella.
Harry le vio también marchar. Su mirada fue a Sirius, Remus y Jason, esperando algún tipo de ayuda. Moody salió cojeando.
Brigid avanzó hasta colocarse a su lado, pero manteniendo una distancia entre ellos que a Harry le hubiera encantado hacer desaparecer, pero sabía que no era el mejor momento después de lo que había pasado.
Le hubiera gustado poder abrazar a Brigid.
—Era yo —dijo Harry, con voz temblorosa—. Muerto. Y Nova, y Vega, y papá. Y ella...
Jason soltó un largo suspiro.
—Nosotros crecimos en guerra, Harry —dijo, lentamente—. Once años de nuestra vida quedaron manchados por ella. Todos nuestros años en Hogwarts y los posteriores.
—Vosotros no podéis siquiera imaginar lo terrible que fue —dijo Remus, negando con la cabeza—. Y doy gracias por ello. Nosotros hemos tardado años en recuperarnos por completo. Hay cosas que uno nunca olvida. Ha sido necesaria más de una década, y aún así.
—Pero ellos no han tenido ese tiempo —murmuró Harry, comprendiendo.
Brigid le miró, con pesar. Harry se tensó cuando ella se acercó a él y unió su mano con la suya, como forma de darle apoyo. Había pensado que, después de la aparición de Crouch, lo mejor era alejarse un poco de ella, por si acaso. Harry no quería incomodarla ni asustarla.
Hubiera dado lo que fuera por haber podido evitar la marca que el mortífago había dejado en Brigid.
Y, sin embargo, era ella la que le había buscado a él. Harry apretó los dedos en torno a la mano de Brigid.
—Han sido arrojados directamente a otra guerra idéntica a la pasada, pero en un mundo totalmente diferente al que ellos conocían —continuó Sirius, con pesar. Observaba a los dos chicos frente a él con rostro sombrío—. Tus padres son fuertes, Harry. No conozco a nadie tan fuerte como ellos. Pero esto es demasiado para cualquiera.
Más tarde, tras subir a su dormitorio y despedirse de Brigid, Harry aún se sentía incapaz de conciliar el sueño. La imagen de los cadáveres de sus primas y su padre aparecían en su mente cada vez que trataba de cerrar los ojos.
Ron descansaba a su lado, ya completamente dormido. Pero Harry estaba sentado sobre la cama, con los brazos rodeando sus rodillas. Felicity estaba a su lado, también en silencio. Harry se sentía incluso con menos ganas de hablar que de dormir.
Alguien llamó a la puerta.
Harry se levantó, con cierta molestia. Felicity se aproximó a ella y atravesó la pared. Regresó al interior de la habitación sonriendo.
—Alegra esa cara, te va a gustar la visita.
Felicity ya se había marchado cuando Harry abrió la puerta y encontró a Brigid en el pasillo, contemplándole con nerviosismo.
—Hola —saludó.
Harry le miró, sorprendido.
—Hola. ¿Qué estás haciendo aquí?
Brigid vaciló.
—Tú siempre has estado para mí cuando estaba mal —le dijo, mirándole directamente a los ojos—. Si no quieres que esté aquí, dímelo, pero... quería ver si estabas bien. Y ayudarte, si podía, y...
La sonrisa ya asomaba en los labios de Harry. Salió al pasillo y cerró la puerta a su espalda.
—Estoy mejor ahora —afirmó.
El rubor que aparecía en las mejillas de ella seguía encantándole. Más aún cuando él lo producía. Eso no había cambiado, ni siquiera después de dos años.
Harry suspiró y apoyó la frente en el hombro de Brigid. Los músculos de ella se tensaron por completo unos segundos. Luego, ella le rodeó con sus brazos.
—Estoy cansado de intentar ser fuerte, ¿sabes? —murmuró—. Esto es todo una mierda y lo más fácil es admitirlo. Tengo que intentar estar a la altura, pero...
Ella suspiró.
—Creo que no soy lo suficientemente fuerte para esto, Harry —confesó—. Está siendo demasiado para mí.
Y eso que él solo sabía la mitad de las cosas que le estaban pasando. Harry levantó la cabeza y la miró directamente a los ojos.
—Yo sí creo que seas fuerte, Bree —respondió, en voz baja. Era lo que diría alguien que buscaba consolarla, pero Brigid vio que Harry lo decía totalmente convencido—. Eres mucho más fuerte de lo que crees.
—C-cuando he visto a Crouch... —empezó ella, y la voz se le rompió. Inspiró y trató de seguir—. Ni siquiera sabía hasta qué punto lo del bosque me dejó. Ni siquiera sé qué me hizo él a-antes del laberinto. Pero cuando le vi a él, me paralicé por completo. No sé qué hubiera hecho si tú no hubieras estado, Harry.
—Bree... —trató de decir él, aunque no sabía qué responder a aquello.
—Pero no puedo ser fuerte sola —dijo ella. Su voz tembló, pero no le importó. Harry le había visto en su peor momento. Nada superaría aquello—. Pero que tú estuvieras allí me ayudó de verdad, Harry. R-recordé qué pasó en el bosque, después de que me salvaras. Y supe que te necesitaba a ti. —Brigid negó con la cabeza—. No puedo hacerlo sola.
Harry ladeó la cabeza.
—¿Y quién dice que la fortaleza tenga que ver con la soledad? —preguntó, muy serio—. Crees que tienes que hacerlo sola, Bree, pero no es así. Nos tienes a nosotros. Me tienes a mí. Y yo no voy a dejarte sola. Si me necesitas, voy a estar ahí. Lo prometo.
Brigid asintió lentamente. Harry abrió los brazos y ella aceptó el abrazo sin dudarlo. Era junto a Harry cuando mejor se sentía, en medio de todo lo mal que estaba.
—¿Y tú? —preguntó, en un susurro. No había olvidado que ella estaba ahí por él y no por ella.
Harry la miró, sin entender.
—¿Por qué tú sí lo estás haciendo solo? —aclaró ella.
La mandíbula de Harry se tensó. Él bajó la cabeza.
—Del mismo modo en que tú no vas a dejarme sola —dijo Brigid, uniendo su mano con la de Harry—. Yo no pienso dejarte solo a ti, ¿de acuerdo?
La mano de Harry se cerró en torno a la suya.
—Vale —respondió él. En su cara apareció el esbozo de una sonrisa—. Seremos fuertes juntos.
Una pregunta quedó atascada en la garganta de Brigid. ¿Realmente quería ser fuerte? ¿O prefería simplemente rendirse? Era más fácil. Mucho más fácil y menos doloroso.
Harry pareció adivinar en lo que pensaba.
—Quiero creer que nosotros podemos ser más fuertes que todo esto juntos.
Brigid consiguió sonreír.
—Yo también —admitió.
A pesar de la penumbra, Brigid fue capaz de distinguir también la sonrisa que apareció en el rostro de Harry. Ambos se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro.
Brigid se preguntó cómo podía terminar aquello. Harry parecía estar pensando lo mismo.
El notar la mano de Harry sobre su mejilla disparó todos los nervios de su cuerpo. Los pelos se le pusieron de punta.
Su sonrisa, por Merlín. Brigid sentía cómo si las rodillas fueran a fallarle.
—¿Sabes? —murmuró Harry—. Creo que has aparecido justo a tiempo.
Brigid nunca hubiera imaginado su primer beso en medio de la noche y la oscuridad, pero sí había esperado que su corazón latiera con tanta fuerza que pareciera a punto de salírsele del pecho.
Casi sentía como si brillara en la noche. Y todo era por Harry, que en ese momento le besaba y le acariciaba suavemente la mejilla, con mano levemente temblorosa.
Se separaron y él la miró, vacilante. Sus ojos azules parecían capaces de deslumbrarla. Harry, por raro que fuera, parecía estar sin palabras.
—Harry...
Pero no sabía qué más decir. Así que, a falta de palabras, optó por acciones.
Brigid le besó y notó cómo todo el nerviosismo de Harry se desvanecía. Sus brazos la envolvieron. Brigid sonrió.
Todo estaba cambiando. Aquel solo era un cambio más. Pero Harry tenía razón. Podían ser fuertes juntos, podían hacerle frente a ello.
Tenerse el uno al otro era todo lo que necesitaban.
PASÓ, NO ES FALSA ALARMA PASÓ DE VERDAD AAAAAAAAAA
quería esperar un poco más, yo lo admito (como a navidad o algo así), pero me puse a escribir la escena de brigid yendo a ver a harry y dije "y si...?" PUES SÍ
literalmente lloré escribiendo este cap basta, mis niños son tan hermosos, no merecen todo lo malo que les pasa :((
anyways, conté las palabras del fic y tremendo slowburn se han tenido que leer para llegar a esto lmao, gracias por seguir aquí porque lom ya lleva más de 160k palabras jsjsjsjs
gracias por seguir la historia de bree y harry, les amo <3
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