xlvii. everything has changed
xlvii.
todo ha cambiado
EL-QUE-NO-DEBE-SER-NOMBRADO
NO ES EL ÚNICO QUE REGRESA
DE LA MUERTE
Por increíble que parezca, James y Ariadne
Potter y Regulus Black están de vuelta
Siempre se nos ha dicho que hay mucho que desconocemos de la magia pese a que la practiquemos a diario, pero ¿cuánto tiene eso de cierto? Los últimos sucesos han dado peso a esa afirmación.
Fue cuando los miembros del Ministerio irrumpían en él para encontrar a El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado luchando contra el gran Albus Dumbledore y, en el Departamento de Misterios, a muchos de sus mortífagos, algunos de ellos pertenecientes a los fugados de Azkaban y otros siendo de los que permanecieron ocultos en la sociedad mágica.
Un grupo de valientes héroes, tanto alumnos de Hogwarts como magos y brujas adultos, habían combatido con coraje contra ellos, reduciéndolos y evitando que se hicieran con los más importantes secretos del Ministerio, cuya política está siendo duramente criticada tras haberse pasado los últimos meses negando cualquier posibilidad del regreso de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado.
Lo más sorprendente de todo esto, más allá del retorno del temido mago, es que en ese grupo de combatientes se encontraban personas de las que se tenía constancia que habían muerto. No son otros que James y Ariadne Potter, los padres del famoso Niño que Sobrevivió, ahora más conocido como el Elegido, y Regulus Black, heredero de la Casa Black y hermano menor del ahora declarado inocente Sirius Black.
Pese a que aún se desconoce cómo estas tres personas vuelven a caminar entre nosotros, numerosas teorías ya comienzan a extenderse por toda la sociedad mágica. ¿Alguna de ellas es acertada? ¿Desvelará el nuevo Ministro de Magia o el restituido director de Hogwarts, Albus Dumbledore, la verdad sobre este misterio? Confiemos en que así sea.
Además del retorno de los Potter y el heredero Black, debemos lamentar la pérdida de Jason Bones, cuya hermana, Amelia, también asesinada poco después, se cree que por...
Brigid hizo una bola con el periódico y lo tiró al otro lado de la habitación, sin deseos de leer nada más. Contempló, abatida, la pared lisa frente a ella.
Sirius le había cedido su dormitorio en Grimmauld Place antes de marcharse. Brigid había decidido quedarse, pese a la invitación de los Potter para que fuera con ellos.
Junto al matrimonio, Harry, Nova y Susan se habían trasladado a Potter Manor, además de Sirius. Vega, Jessica y la pequeña Teddy vivían en un apartamento en el Callejón Diagon, muy cerca del que compartían los gemelos Weasley. Al no haberse presentado ninguna de las dos a los ÉXTASIS, habían dejado a un lado los estudios y ambas colaboraban en la tienda en lo necesario, Jessica con más regularidad que Vega.
Pero Brigid sentía que su lugar debía estar en Grimmauld Place en ese momento, incluso a pesar de apenas haber podido intercambiar palabra con Regulus Black desde el momento en que ambos fueron dados de alta de San Mungo.
Había esperado que fuera así, de todos modos. Es decir, ¿cómo si no debía comportarse con un padre del que no sabía nada hasta un año atrás, que había regresado de la muerte sin siquiera saber que tenía una hija, a excepción de porque había despertado con el nombre de «Deneb» grabado en la mente?
Deneb Aquila Black. Ese era el que debería haber sido su nombre. Le dejaba un sabor agridulce en la boca cada vez que lo pronunciaba frente al espejo.
—En este momento —murmuró, con la vista fija en su reflejo—, me vendría de maravilla tu opinión, Sel. También la de Lily.
Si no fuera porque desde lo sucedido en el Departamento de Misterios parecía ser incapaz de contactar con cualquier tipo de muerto, no se hubiera sobresaltado al escuchar una voz.
Aunque, claro, no era la de Selena ni la de Lily. Ni siquiera la de Felicity, que venía a hacerle una visita.
—¿Te sirve la mía?
Brigid se volvió, sorprendida, hacia Vega Black. Tenida mejor aspecto del que recordaba y esperaba, teniendo en cuenta lo sucedido en las últimas semanas: se había cortado el pelo oscuro, que llevaba recogido en dos trenzas en ese momento, y vestía una chaqueta de cuero que tenía todo el aspecto de haber pertenecido anteriormente a Sirius. Incluso le sonreía.
Sabiendo bien que le habían escuchado hablando, Brigid esbozó una tensa sonrisa.
—Hola, Bree —saludó la mayor, apoyada en el umbral de la puerta de su dormitorio—. Tu padre me ha dejado entrar. Es... —Negó con la cabeza, decidiendo no continuar la frase—. ¿Lista para irnos?
—¿Dónde vamos, exactamente? —cuestionó la castaña, tomando su mochila. La había preparado cuando llegó, media hora antes, un patronus de Vega que decía «Prepárate, iré a recogerte»—. No lo especificabas.
Ésta rio levemente.
—Creía que te haría más ilusión celebrar el cumpleaños de Harry —comentó la mayor, cruzándose de brazos.
Brigid la miró, incrédula.
—¿Va a celebrarlo? —No quiso decir más, pero era evidente por qué aquello le sorprendía. Jason, Amelia... Nunca hubiera imaginado que Harry festejaría su decimosexto cumpleaños en aquellas condiciones.
La sonrisa de su prima decayó.
—No —aclaró Vega, negando con la cabeza—. Pero pensé que verte sería una buena sorpresa. Te echa de menos, ¿sabes? Y apostaría a que tú a él también. Se me ocurrió venir y... Bueno, aquí estamos.
Eso mismo le había dicho Harry en su última carta. «Te echo de menos». Brigid también le extrañaba, pero todo lo que sucedía en torno a ella, a ellos dos, era demasiado complicado, en especial en aquellos momentos.
Jason Bones estaba muerto. Amelia Bones estaba muerta. Y Regulus Black estaba vivo. James y Ariadne Potter también, ahora de cara a toda la sociedad mágica. Sirius Black había sido declarado inocente y recibido el perdón público. El regreso de Voldemort era ahora aceptado por toda la comunidad y los ataques de mortífagos se estaban multiplicando.
Tenían dieciséis años y estaban envueltos de lleno en una guerra. Cuánto desearía Brigid que no fuera así.
—Voy a hablar con mi padre antes —dijo. Aún sentía la palabra muy rara en su boca. Casi antinatural. Al menos, en cuanto a Regulus Black.
Al menos, ya nunca relacionaba a Amos Diggory con ésta.
Vega dio un único asentimiento y Brigid salió de la habitación, pidiéndole a la mayor que le esperara unos minutos antes de bajar.
Una vez en el rellano, frunció el ceño y se preguntó exactamente qué le diría a su padre. Suponía que Vega ya le había explicado la situación, pero eso no significaba que no tuviera que decirle nada, ¿no?
Le asustaba tanto hacer las cosas mal que, cuando se encontraba frente a Regulus, apenas sabía qué decir.
—¡Ama Brigid! —exclamó Kreacher tan pronto como ella pasó a su lado, bajando las escaleras de dos en dos—. Ama, ¿dónde va? ¿Puede ayudarla Kreacher? La ama Vega ha subido y Kreacher...
—No te preocupes, Kreacher, no necesito nada ahora mismo —dijo ella, forzando una sonrisa. Pese a que el trato del elfo hacia ella se había endulzado en las últimas semanas, a Brigid aún se le hacía difícil hablar con él—. ¿Por qué no subes a saludar a Vega?
Sabía que aquella perspectiva emocionaba a Kreacher: de un modo u otro, el elfo había terminado sintiendo adoración por la mayor de las Black tras la estancia de ésta en Grimmauld Place el curso anterior y Vega también parecía tenerle cariño e incluso confiar en él: a Brigid aún le costaba creer que había dejado a Teddy a cargo de Kreacher al marcharse a la Batalla del Departamento de Misterios.
Los grandes ojos del elfo se iluminaron ante sus palabras.
—¡Kreacher irá con gusto, ama Brigid! —exclamó, esbozando una mueca que debía ser una sonrisa—. ¡Llame a Kreacher si necesita algo!
Y se desapareció con un simple ruidito. Brigid suspiró y continuó su trayecto hacia la biblioteca, donde Regulus Black pasaba la mayor parte del tiempo.
Ni padre ni hija sabía exactamente cómo actuar cuando el otro se encontraba cerca. Pese a que eso significaba que Brigid gozaba de tanta libertad como deseara mientras estaba en Grimmauld Place, eso no simplificaba las cosas cuando debía hablar con él por algo importante. De hecho, aquella era la primera vez que acudía a él para pedirle algo, en lugar de mantener una simple y tensa charla superficial.
Realmente, deseaba que aquella situación, por rara que resultara, terminara de la mejor manera posible. No había encontrado a su padre para simplemente ignorarle, ¿no? Brigid no había regresado de la muerte junto a él para no saber cómo mantener una conversación.
Y, sin embargo, en ese momento se le antojaba más simple volver a atravesar el Velo de la Muerte que hablar con Regulus Black.
—Hola, papá —saludó, entrando en la biblioteca. La puerta estaba abierta, así que no se molestó en llamar. Él, sentando en su escritorio, se giró de inmediato hacia ella, esbozando una sonrisa cansada que le provocó sentimientos encontrados—. Ya has visto a Vega, ¿no?
—Sí, claro —dijo éste, poniéndose en pie y cerrando el libro que tenía abierto frente a él—. ¿Te vas a Potter Manor, entonces?
—Eso parece. Quiero ver cómo está Harry, la verdad —asintió ella, apretando los labios—. Con todo lo que está pasando...
—Lo entiendo. —Regulus se acercó a ella y, haciéndole un gesto, ambos salieron de la biblioteca y cerraron la puerta a su espalda—. ¿Tienes tus cosas preparadas? Supongo que te quedarás un par de días allí.
«Está yendo bien, no está siendo rara», se dijo Brigid. Aún así, se sentía, sino incómoda, bastante tensa.
Hacía tiempo que no le costaba tanto hablar con alguien.
—Sí, eso creo. —Brigid mantenía la mirada fija en la punta de sus zapatos—. He preparado una mochila con lo necesario. De todos modos, si me hace falta algo más, vendré aquí. Puede que aproveche para comprar las cosas del colegio.
—Llévate la llave de Gringotts, en ese caso. —Aquello sorprendió tanto a Brigid que levantó los ojos, sin entender. Ante la mirada interrogativa que su hija le dirigió, Regulus rio entre dientes—. Tendrás que sacar algo de dinero para comprar los materiales, ¿no? Si lo necesitas, Kreacher puede acompañarte y ayudarte en el banco. Yo prefiero no pasarme por ahí aún.
—Está bien, gracias —masculló Brigid, sin saber qué responder a aquello. No se había esperado que su padre le sugiriera aquello—. Me vendrá bien el dinero, la verdad.
No tenía más que unos pocos galeones ahorrados guardados en el monedero, todo lo que había conseguido reunir desde que se marchó de casa de los Diggory. Pero no se le había ocurrido pedir dinero a Regulus en ningún momento.
—También puedes comprarte algo además de útiles escolares si lo necesitas —añadió él.
Brigid imaginó que se refería a la ropa. Lo cierto era que no le vendría mal comprarse alguna que otra cosa nueva: exceptuando Navidad y su cumpleaños, no había cambiado nada en su armario desde hacía más de un año. Había muchas cosas que no había podido permitirse el curso anterior y ropa nueva era una de ellas.
—Gracias —repitió ella, casi avergonzada.
—¿Todo listo, Bree? —Aquella pregunta surgió antes de que un silencio incómodo apareciera entre ambos y Brigid realmente lo agradecía.
Vega había bajado las escaleras, llevando la mochila de la castaña en la mano. La menor asintió y se giró hacia su padre con una sonrisa.
—Nos vemos pronto, papá —dijo, algo tímida.
—Ten cuidado, Deneb —pidió él a cambio.
Hacía semanas que habían acordado que él la llamaría así, teniendo en cuenta que le era más cómodo y a Brigid le gustaba escuchar a alguien llamarla por el que debería haber sido su nombre. Aquella ocasión, además de discutir aquel aspecto, habían hablado un poco de Gwen Diggory.
No habían vuelto a mencionarla desde entonces. Después de todo, si apenas podían hablar del tiempo, ¿cómo iban a hablar de la madre de Brigid?
—Lo tendré —prometió ésta—. Tampoco estaré tanto tiempo fuera, después de todo.
Tras un momento algo incómodo, ambos se abrazaron. Brigid no pudo evitar sonreír, pese a lo extraña que aún se le hacía la situación.
—Hasta pronto, tío Regulus —se despidió Vega, tomando la mano de Brigid, que caminó hasta ella tras despedirse de su padre—. Creo que mi padre vendrá un día de estos.
—Le estaré esperando —asintió Regulus—. Hasta pronto, Vega.
Tras aquello, las dos primas se desaparecieron juntas. Brigid contuvo las náuseas una vez aparecieron en el destino esperado y, apartándose de la mayor, dio dos pasos, vacilante, y aguardó unos instantes antes de asegurarse que no vomitaría.
—La aparición es asquerosa —comentó, sintiendo el estómago revuelto.
—Lo sé —respondió su prima, tendiéndole una botella de agua que Brigid aceptó con gusto. Vega le dirigió una mirada inquisitiva—. ¿Cómo van las cosas con tu padre?
—Bueno, es raro —admitió ella, encogiéndose de hombros. No pudo evitar esbozar una mueca—. Pero no podría decirse que sean malas. Es solo que ninguno de los dos sabemos cómo actuar. Ya lo has visto.
Vega asintió pensativamente.
—Era de esperar, pero, claro... —Brigid dudó y decidió no seguir hablando—. ¿Y cómo está Teddy?
Una gran sonrisa apareció inmediatamente en el rostro de la mayor. Brigid no pudo evitar contagiarse de esta.
—Ahora la verás, he dejado a Jess en Potter Manor con ella —aclaró, haciéndole un gesto para que la siguiera en dirección a la nada—. Mi padre está encantado cuidándola y me alivia que Ariadne y James estén para echar un ojo también. Me sorprende aún lo cuidadosa que Nova es con ella, siéndote sincera. —Hizo ademán de continuar, viendo que Brigid se había detenido, y ante su expresión desconcertada soltó una carcajada—. Ah, cierto, casi lo olvidaba. Toma, lee.
Tan pronto como levantó los ojos del pergamino, escrito con la pulcra caligrafía de James Potter, la mansión familiar que le pertenecía apareció frente a sus ojos. Brigid arqueó las cejas, sorprendida por su tamaño. A su lado, incluso Grimmauld Place parecía pequeña.
La casa era de un bonito color crema y parecía tener tres pisos de altura. Amplias ventanas decoraban su fachada, algunas de ellas iluminadas y a través de las cuales se distinguían siluetas moviéndose. Tenía un enorme jardín, rodeado por altos muros de ladrillo. Sobre la puerta principal, podía leerse Semper fidelis. Brigid supuso que debía de ser el lema de la familia Potter: desde luego, era mejor que Toujours pur, el de la Casa Black.
Vega rio ante la expresión de sorpresa de Brigid.
—Bonita, ¿verdad?
—Mucho —admitió ésta—. Esperaba algo más... pequeño.
—Créeme, yo también lo creía la primera vez que vine.
Brigid siguió a Vega hasta la entrada. La mayor empujó con el hombro la puerta entreabierta y le indicó que pasara con un gesto.
—Están todos en el salón —explicó, señalando a una gran puerta cercana—. Al menos, lo estaban cuando me fui. Harry no habrá salido de su dormitorio. Si quieres realmente darle una sorpresa, lo mejor será que subas primero. Aunque no hagas esperar a los demás mucho, porque estarán deseando verte también. ¿Prefieres subir ahora?
—Creo que puedo dejar los saludos para más tarde —asintió Brigid, echando un vistazo a la puerta del salón, de la que salían voces que no le costaba reconocer (Ariadne, Nova, Susan)—. ¿Cuál es la habitación de Harry?
Lo cierto era que prefería subir sola y tener unos segundos para pensar mejor en lo que haría y diría. No tenía muy claro qué esperar de aquel encuentro sorpresa con Harry. Vega pareció captar aquello al vuelo, por suerte.
—Nada más subir a la primera planta, la puerta que esté a tu derecha —explicó la mayor, sonriendo débilmente—. Sé que le hará ilusión verte.
—Gracias, Vee —murmuró Brigid, también sonriendo. Hizo ademán de dirigirse hacia las escaleras, pero se detuvo antes—. ¿Tú cómo estás, por cierto?
Su prima soltó una risa seca y se encogió de hombros. Pese a que no había dado señales de estar pasando por un mal momento el tiempo que habían estado juntas, Brigid sabía que no era así.
—Yo ya estuve el verano pasado... Ya sabes. —Se encogió de hombros tristemente. Brigid asintió. No necesitaba decir más—. No puedo volver a estar así, no cuando ahora ellos me necesitan. Tengo que ser yo ahora quien les ayude a ellos igual que ellos lo intentaron conmigo. Jess, Sue... —Negó con la cabeza—. Eran su familia.
—También la tuya, Vee —masculló Brigid.
—Lo sé. —La mayor suspiró—. Mira, ahora mismo están todavía con todo el lío del testamento y eso solo lo vuelve peor. Ninguno de los cinco sabemos exactamente qué hacer. Intento ayudar a Jess igual que ella me ayudó el año pasado. Es eso con lo que me obligo a seguir. Y Teddy, desde luego.
Sonaba triste aunque tratara de que no fuera así. Brigid trató por todos los medios de que en su voz no hubiera lástima al decir:
—No tienes que...
—No te preocupes por mí, Bree —cortó Vega, poniéndole la mano en el hombro. Sonreía pese a la tristeza en su mirada—. Ve a ver a Harry, anda. Ya hablaremos tú y yo en otro momento, ¿vale?
La menor suspiró y asintió lentamente. Tras un momento de duda, abrazó a Vega que, aunque no se lo esperaba, no tardó en devolverle el abrazo.
—Gracias por traerme —murmuró Brigid, antes de subir a toda prisa la escalera.
Le gustaría poder hacer más por Vega, pero sabía que ella no le permitiría. Mucho menos, en ese momento. Le había llevado allí para ver a Harry y así lo haría. Brigid sospechaba que era porque creía que ella le haría algún bien al Potter.
Además, ella había estado deseando verle. Le había escrito decenas de cartas. Le había echado muchísimo de menos. Debería estar algo más emocionada por encontrarse, ¿no?
Pero eso no significaba que supiera qué hacer en aquel momento.
Antes, nunca tenía que pensar en qué hacer frente a Harry. Que ahora lo estuviera haciendo le inquietaba, siendo sincera.
Aunque en las cartas que ambos se habían escrito nada parecía fuera de lo normal, todo había cambiado. Brigid también; lo sentía desde que salió de aquel velo. Y Harry, que había tenido que enfrentarse a la pérdida de Jason y, poco después, Amelia Bones, también había cambiado. Eso estaba claro.
Lo que más inquietaba a Brigid era cómo esos cambios les afectarían a ambos. Como pareja. ¿Volvería todo distinto? ¿O seguirían adelante a pesar de todo?
Se habían enfrentado a muchas cosas juntos y Brigid tenía claro que nada de sus sentimientos con respecto a Harry habían cambiado. Confiaba que los suyos hacia ella tampoco. Pero eso no significaba que no estuviera preocupada por cómo podía volverse todo.
Tragó saliva y se dijo que no podía darle tantas vueltas al asunto: simplemente entraría y vería qué pasaba. No tenía por qué pasar nada malo, a fin de cuentas.
Acarició nerviosamente el anillo que Harry le había regalado hacía tanto tiempo. También llevaba al cuello el collar con una «B» que él le había obsequiado.
«Deja de perder el tiempo y llama de una vez», se dijo. De modo que golpeó la puerta con el puño y aguardó a recibir una respuesta.
—No quiero hablar —escuchó decir a Harry al cabo de unos segundos. Sonaba cansado. También algo enfadado.
Brigid dudó en si irse o no. En otra ocasión, Selena o Lily le hubieran empujado a hablar. Pero ellas no estaban ahí en ese momento. La Hufflepuff apretó los labios.
No había ido hasta allí para simplemente irse antes de que Harry siquiera supiera que estaba ahí.
—¿Estás seguro de ello? —preguntó, levantando la voz.
Escuchó un golpe al otro lado de la puerta que la desconcertó. Antes de tener tiempo para poder preguntar si algo había pasado, Harry abrió con brusquedad y se la quedó mirando con la boca entreabierta.
Tenía el pelo hecho un completo desastre, profundas ojeras bajo los ojos azules, muy oscuros en aquella ocasión, y las gafas torcidas sobre el puente de la nariz. Vestía una camiseta del equipo de quidditch de Slytherin que era demasiado grande para él. Brigid sonrió débilmente.
—Feliz cumpleaños, Harry.
Él se lanzó a abrazarla y ella no pudo sino sonreír más, rodeando al chico con sus brazos y acercándole más. Harry susurró su nombre y Brigid alcanzó a ver la sonrisa que también se había formado en su rostro.
—No me puedo creer que hayas venido —dijo él, echándose hacia atrás y soltando una carcajada sorprendida—. Por Merlín, Bree. Te he echado de menos.
Todas las preocupaciones que había podido sentir con respecto a qué haría se disiparon en cuestión de segundos.
—Yo también a ti —admitió ella, estirando el brazo para colocarle correctamente las gafas. Harry rio cuando trató, inútilmente, de arreglar su desastroso cabello—. Por Merlín, ¿tú te peinas?
—¿Eso es lo primero que vas a decirme después de no verme en más de un mes? —protestó Harry, en tono de broma.
—No —respondió Brigid, sonriendo—. Lo primero que te he dicho ha sido feliz cumpleaños.
Harry sostuvo su rostro entre las manos y acarició su mejilla con el pulgar, antes de finalmente besarla. La explosión de sentimientos que Brigid sintió en su interior le hizo saber que, pese a que todo hubiera cambiado, las cosas entre ambos seguían igual.
Seguían siendo ellos dos, después de todo. Brigid y Harry. Y así seguiría siendo.
POR FIN PUDE ESCRIBIR ALGO DECENTE DESPUÉS DE MÁS DE DOS MESES OMG
no saben cuánto extrañé a mis niños, ya necesitaba seguir con ellos ay :')
aunque es un capítulo más corto que los que suelo escribir, quería darle un inicio soft al acto, después de todo el drama del acto tres (y de lo que se viene en este jeje)
como dato jajan't, mañana empiezo al último trimestre de este curso (aunque realmente me queda un mes de clase) y tengo aproximadamente un examen al día de aquí al 3 de mayo, por no hablar de que tendré que estudiar por mi cuenta hasta el 15 de junio para los exámenes de acceso a la universidad, así que actualizar se me va a hacer un poco complicado, pero prometo que no voy a dejar esta historia de lado, llevo demasiado tiempo escribiéndola y amo demasiado a bree y harry como para no darles el final que merecen <3
gracias por tenerme paciencia y por seguir aquí :)
ale.
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