lxx. no time to die
lxx.
sin tiempo para morir
El castillo parecía estremecerse cada pocos segundos. Los enemigos estaban acercándose, lo sabían. Brigid tenía los nudillos blancos de cuan fuerte estaba apretando la varita, mentalizándose para cuando el primer mortífago apareciera ante ella. Porque el momento iba a llegar, eso lo tenía claro.
Veía a los muertos moverse por el castillo, tan agitados como los vivos. Muchos gritaban al verlos. El nerviosismo de los defensores de Hogwarts iba en aumento, pero Brigid no podía hacer nada para evitar aquello. Iban a ayudarles. Tenían que estar ahí.
—¡Bree! —Vega se separó del grupo junto al que acababan de pasar, de entre los que Brigid reconoció a Michael Nott y Ernie Macmillan—. ¿Todo esto es cosa tuya?
—Van a ayudarnos, Vega. —Brigid se detuvo para hablar con ella. Su padre la imitó—. Les necesitamos.
Vega echó una mirada angustiada al corredor. Los grupos de combatientes se separaban y dirigían a las zonas por las que los enemigos podrían entrar. Estaban cerca, demasiado.
—¿Dónde están los demás? —preguntó Brigid.
—Mi padre y Remus han subido a la Torre de Astronomía, James y Ariadne han ido a la de Gryffindor. —Vega se mordió el labio con nerviosismo—. Nova y Susan han ido con Fred a asegurar los pasadizos, Jessica con George. No sé más. Yo vuelvo de asegurar toda la planta baja, hemos dejado a gente por ahí y estamos tratando de sellar pasillos por los que podrían ocultarse y atacarnos por sorpresa una vez entren, pero aún... —Tomó aire lentamente—. Aún así, no sé si es suficiente.
—Entrarán de todos modos. No te martirices por eso —la tranquilizó Regulus—. Subiré a la Torre de Astronomía en caso de que necesiten ayuda. Deneb... —Se volvió hacia ella. Frunció el ceño. Había una enorme angustia en su expresión—. ¿Qué vas a hacer?
—Me quedo con Vega —respondió ésta, tras considerarlo unos instantes. Si permanecía en las plantas inferiores, podría tener más de cerca las primeras fases de la batalla. Llamaría a los muertos si era necesario, trataría de frenar el avance de los mortífagos en el interior del castillo—. Ten cuidado.
—Tú también. —Su padre la abrazó, aunque tan solo duró un instante—. Nos vemos pronto.
Ambas le vieron alejarse por el pasillo a toda prisa. Brigid se volvió hacia Vega, tensando la mandíbula.
—No creo que dé tiempo a revisar más. —La mayor miró a ambos lados del pasillo con la mandíbula tensa—. El grupo se ha adelantado? deberíamos bajar a ayudar a proteger los pasa...
La siguiente explosión hizo retumbar el suelo bajo sus pies y sonó horriblemente cerca. Ambas compartieron una mirada del más absoluto pánico.
—¿La escalera más cercana? —susurró Brigid. Se escucharon gritos.
—Ven.
Vega echó a correr en dirección opuesta a la que Regulus había tomado. Brigid la siguió sin dudar. Recorrieron los corredores a toda prisa, con intenciones de alcanzar las plantas inferiores lo antes posible. Acababan de llegar a la tercera cuando vieron a un grupo de combatientes retrocediendo, enfrentándose a media docena de mortífagos encapuchados. Los muertos se lanzaban hacia ellos y trataban de inmovilizarles y desarmarlos, al tiempo que los rayos de todos los colores, aunque abundaba el verde, atravesaban el aire.
—¡Confringo! —Vega apuntó al techo sobre los mortífagos, derribándolo parcialmente sobre éstos—. ¡Fumos!
El espeso humo que salió de su varita dio tiempo a sus aliados a abatir a los confundidos mortífagos.
—¡A tu espalda!
Brigid tuvo el tiempo justo para darse la vuelta y gritar «¡Protego!», evitando milagrosamente que la maldición lanzada por el mortífago en lo alto de la escalera les alcanzara a Vega y ella.
—¡Están subiendo! —gritó la mayor—. ¡No dejemos que se dispersen!
Varios corrieron tras los enemigos que trataban de alcanzar pisos superiores; Vega y Brigid fueron de éstas.
—¡Han debido de entrar por los pasadizos! —le gritó Vega—. ¡Espero que los otros estén bien!
Brigid también lo esperaba, lo esperaba de corazón.
—¡Lady Morrigan! —El fantasma de una mujer de edad avanzada y expresión resuelta apareció junto a ella—. Han logrado entrar ya por todas las posibles entradas, nos hemos dividido para tratar de frenarles y proteger a los de nuestro bando. Ya todo va a lucharse dentro del castillo.
—Vale —jadeó Brigid—. No dejéis a nadie solo.
La mujer asintió. Dirigió una rápida mirada a Vega, que corría delante de Brigid.
—Lo intentaremos. No sabemos si será posible, pero lo intentaremos —respondió. Tras unos segundos, añadió—: Tened cuidado.
—Lo tendremos.
—¿Bree?
Vega se giró lo justo para alcanzar a ver a la mujer antes de que ésta se marchara. Brigid no pudo comprender en un inicio la conmoción de su rostro.
—¡Depulso! —gritó Brigid al mortífago que había apuntado a Vega aprovechando que ésta estaba de espaldas.
La mayor se recobró en un instante. Tomó a Brigid de la muñeca y tiró de ella para subir otro tramo de escaleras. Si a Brigid no le fallaban los cálculos, acababan de llegar a la séptima.
—¡Por eso no sé si es buena idea esto, Bree! —le gritó Vega, derribando a un mortífago con un hechizo no verbal—. ¿Sabes quién era esa mujer? Mi abuela materna, Bree. La madre de mi madre.
—¡Ya sé que no es lo mejor, Vega, pero servirá de ayuda! —O eso esperaba—. ¡No solo los nuestros se quedarán bloqueados, también ellos! ¡Muchos asesinaron a alguno de ellos! ¡Bombarda!
Brigid apuntó a la lámpara sobre dos mortífagos que habían inmovilizado a dos alumnas, haciéndola caer sobre ellos.
—¡Vega!
Ambas se volvieron, descubriendo a Fred y Percy Weasley corriendo en su dirección. Fueron a su encuentro. Los dos hermanos jadeaban y tenían alguna que otra herida sin importancia.
—Entraron por los pasadizos. No sirvió de nada —suspiró Fred—. Hay fantasmas por todas partes.
—Culpable —dijo Brigid. Fred asintió.
—Estamos tratando de... ¡Protego! ¡Joder, están en todos lados!
A Brigid le preocupaba ver que no había fantasmas protegiendo a todos los combatientes. ¿Tan complicada había sido su petición? ¿Tantos enemigos había?
—¡Confringo! —Vega disparó en la dirección contraria a la que Fred había lanzado el hechizo protector—. ¡Por los dos lados, cuidado!
Fueron obligados a ponerse espalda contra espalda, Brigid luchando al lado de Vega contra un trío de mortífagos encapuchados. Voldemort debía haber aumentado considerablemente sus filas en el año anterior. Se preguntó, no sin cierto remordimiento, cuántas de aquellas personas estarían siendo controladas por la maldición imperius. Pero no podía hacer nada por ayudarlas en ese momento, más que tratar de dejar fuera de combate en lugar de matar.
Vega lanzaba hechizos sin descanso, algunos verbales y otros no, mientras Brigid desviaba los lanzados por sus rivales más que otra cosa. Sin decir palabra, cada una asumió un rol, una ofensiva y la otra defensiva, y pronto descubrieron que les funcionaba bien.
Pronto, dos de los mortífagos habían caído. Brigid estaba dispuesta a maldecir al último cuando tres hechizos aturdidores le alcanzaron en pleno pecho y el mortífago se derrumbó en el suelo. Se volvió al momento, igual que Vega, tratando de descubrir quién había sido el responsable.
—¡Hola, señor ministro! —gritaba Percy. Brigid reconoció a Pius Thicknesse como uno de los mortífagos que peleaba contra los hermanos Weasley. Percy lanzó un certero embrujo que le alcanzó en el pecho y le hizo soltar la varita ante el dolor que siguió a éste—. ¿Le he comentado que he dimitido?
—¡Bromeas, Perce! —gritó Fred, mientras él, Brigid y Vega derribaban a una vez al mortífago con quien peleaba. Thicknesse estaba en el suelo, mientras le salían púas de todo el cuerpo—. ¡Sí, Perce, estás bromeando! ¿Has oído eso, Gigi? —Se volvió fugazmente hacia ésta, dirigiéndole una sonrisa—. Creo que es la primera vez que te oigo explicar chistes desde que...
No pudo terminar la frase, porque se produjo entonces una gran explosión. Brigid sintió el grito atascándosele en la garganta, mientras su cuerpo salía volando por los aires. Escuchó gritos y sintió el dolor cuando impactó contra el suelo y trozos de techo y muros cayeron sobre ella. Un inmenso polvo se levantó. No veía apenas nada. Tampoco escuchaba nada más que un horrible pitido. Se aferró a su varita, que no sabía cómo había conseguido mantener con ella. Trató de incorporarse y chilló de dolor. Le sangraba un lado de la cabeza. Acertó a distinguir un enorme boquete en la pared destrozada. Escuchó un alarido que le puso la piel de gallina.
—¡Fred! ¡No, Fred, no! ¡FRED!
Era Vega. Brigid hizo acopio de todas sus fuerzas y se puso en pie, tambaleándose. Ignorando el pitido en sus oídos, tropezó sobre el montón de escombros que se había formado en la explosión. Vio a Vega arrodillada sobre quien debía ser Fred. Percy y Ron trataban de acercarse, igual que Brigid.
Fred estaba inmóvil. Brigid se sentía incapaz de respirar. No era posible. No era posible. No podía estar muerto. No sentía nada. No podía.
Las piernas le fallaron y cayó al suelo nuevamente, acabando sobre los trozos de piedra y madera. El dolor la golpeó, pero sirvió para librarle de su aturdimiento.
—Morrigan —susurró—, no puedes llevártelo. Pase lo que pase, no puedes...
—¡Vulnera sanentur! —Era Vega, con la voz completamente rota—. ¡Vamos, Fred, por favor!
Brigid no sentía nada y eso la aterraba. Porque eso significaba que no había debate posible entre la Vida y la Muerte, porque una ya había tomado la decisión antes de que a Brigid le diera tiempo a intervenir.
Brigid sintió unos brazos rodearla y ayudarla a ponerse en pie. Levantó la mirada y se encontró a Harry; dejó que él la guiara hacia donde Vega y los Weasley se congregaban, mientras Brigid trataba por todos los medios de sentir algo, de poder hacer algo.
Fred Weasley no podía estar muerto. Escuchó a Ron sollozar. Vio a Percy aferrándose a su hermano menor, mientras Vega chillaba de frustración y dolor y abrazaba el cuerpo de Fred. La sangre manaba del lado izquierdo de su cabeza. Estaba inmóvil, con los ojos cerrados. Vega sollozó.
—¡Fred, por favor! —rogó—. ¡Vulnera sanentur! ¡Enervate!
Brigid y Harry se detuvieron a unos pocos metros junto a Hermione, tratando de dejarles algo de espacio. Era imposible. Fred no podía estar muerto. Vega se dobló por el dolor, aferrándose a él, y Brigid no podía dejar de contemplar la escena, sin poder parar de repetirse que no había podido hacer nada, que no había podido evitar aquello...
Entonces, al ser incapaz de apartar los ojos de Fred y Vega, fue consciente de cómo uno de los dedos del chico se movía ligeramente. Una, dos, tres veces. Luego, la mano entera. Brigid gritó.
—¡Vega, Vega, está vivo! —chilló, apartándose de Harry y avanzando a toda prisa y entre tropezones—. ¡Enervate!
Vega se incorporó al momento. Ron y Percy se acercaron entre trompicones. Brigid rogó silenciosamente a Morrigan, le rogó que no se hubiera equivocado, que verdaderamente Fred estuviera vivo.
Primero, fue un rápido aleteo de los párpados. Vega ahogó un grito mezclado con un sollozo. Fred abrió los ojos y formó una débil mueca de dolor.
—Por Mer...
Vega lloró con más fuerza. Ron se dejó caer de rodillas junto a su hermano y Brigid retrocedió, mientras el alivio la inundaba. Por el rabillo del ojo, le pareció ver a Morrigan sonriendo; al girarse a toda prisa, descubrió que era Hermione. Aunque se había parecido demasiado a la vieja hechicera.
Puede que le hubiera escuchado. Por eso, Brigid no había sentido debate alguno, porque la balanza no se había movido. Morrigan no lo había permitido.
—¡Agachaos! —gritó entonces Harry, mientras una lluvia de maldiciones atravesaba el agujero en la pared y se estrellaba en la pared a sus espaldas.
Tiró de Brigid para ponerla a cubierto, mientras los demás retrocedían con dificultad. Vega y Percy tiraron de Fred con tanto cuidado como pudieron para apartarle del lugar.
Hermione chilló cuando vio una gigantesca acromántula asomándose por el boquete abierto. Brigid trató de no perder los estribos y apuntó con la varita hacia ésta. Los hechizos de Harry y Ron salieron a la vez que el suyo, y la triple fuerza de éstos lograron hacerla salir disparada por el mismo orificio, haciéndola caer a la oscuridad.
—¡Ha venido con sus amigos! —advirtió Harry, tirando de Brigid para colocarse delante de ella.
Siguieron lanzando hechizos aturdidores hasta que las arañas dejaron de asomarse pero las maldiciones de los mortífagos que rodeaban el castillo seguían llegando sin tregua alguna. Brigid consideró un momento tratar de cerrar el boquete, pero estaba segura de que alguno de los hechizos enemigos le alcanzarían antes de tener siquiera oportunidad de intentarlo.
—¡Larguémonos ya! —gritó Harry, tomándola de la mano y retrocediendo a toda prisa.
Vega y Percy cargaron a Fred, que había conseguido ponerse en pie, y todos ellos retrocedieron por el pasillo.
—¡Estoy bien, estoy bien! —escucharon protestar al herido—. ¡Vega, Percy, puedo sostenerme por mí mismo! ¡Lo digo de verdad!
—¿Estás seguro? —gritó Percy, deteniéndose al llegar a un recodo.
—¡Sí!
Percy le soltó finalmente, aunque Vega no se movió. Parecía aterrarle la posibilidad de apartarse un segundo más de Fred y que se desvaneciera como si se tratara de una ilusión.
—¡¡Rookwood!! —rugió de pronto Percy, saliendo corriendo tras un individuo que perseguía a un par de estudiantes.
Harry se volvió hacia Brigid, con el rostro descompuesto.
—¿Habéis encontrado el Horrocrux? —preguntó ésta a toda prisa, recordando de golpe la misión del trío. Harry asintió aturdido—. ¿Lo habéis destruido?
—Solo queda la serpiente —respondió él, tras unos instantes.
—Pues encargaos de ella —resolvió Brigid, apretando su mano—. Nosotros seguiremos peleando.
Harry la contempló con ojos brillantes. La tomó por las mejillas y la besó, un gesto cargado de temor e incertidumbre. Brigid le abrazó por el cuello instintivamente y cerró los ojos un instante, tan solo uno. Se separaron al de unos segundos, ambos con los ojos llorosos.
—Ten cuidado —rogó él.
—Tú también —susurró ella.
Volvió la cabeza y se apartó, sintiéndose incapaz de volver a mirarle. Apretó las manos de Ron y Hermione al pasar, alcanzó a Vega y Fred y le preguntó al segundo:
—¿Crees que puedes volver a la batalla?
—Sí —respondió éste sin vacilar.
Brigid asintió.
—Pues vámonos —urgió.
Ron abrazó fugazmente a Fred, Vega intercambió una mirada que parecía decir mucho con Harry. Luego, los tres siguieron el camino por el que Percy se había marchado, encontrándose nuevamente de lleno entre combates, con mortífagos corriendo de un lado a otro y maldiciones volando en todas las direcciones.
—¡Flipendo! —Brigid decidió que lo mejor sería que se mantuviera delante, dejando a Fred algo de tiempo para recuperar fuerzas—. ¡Reducto!
Una horda de fantasmas apareció y se abalanzaron sobre media docena de mortífagos que perseguían a varios estudiantes. Brigid aprovechó para correr hacia las escaleras, asegurándose de que Vega y Fred le seguían.
Escuchaban explosiones conforme iban descendiendo, pero no fue hasta alcanzar las plantas inferiores que encontraron donde se estaban disputando los duelos más difíciles. Muchos de los mortífagos habían perdido sus máscaras y capuchas, y Brigid fue capaz de reconocer a varios de ellos por fotografías que había visto en los periódicos.
—¡Carrow! —gritó de pronto Vega.
Brigid alcanzó a verla correr hacia Callum, que acababa de derribar a quien reconoció como Susan. Vega se lanzó contra el mortífago lanzando tres hechizos casi a la vez, obligándola a retroceder y apartarse de Susan. Brigid corrió hacia ésta y se arrodilló a su lado, pero ésta ya estaba incorporándose con una mueca de dolor en el rostro.
—¡Protego! —escuchó gritar a Fred, y al levantar la mirada, vio cómo repelía uno de los hechizos de Rowle—. ¡Diffindo!
—¿Puedes levantarte? —urgió Brigid. Susan asintió.
—Remus tiene que estar por aquí —dijo la pelirroja, tambaleándose al ponerse en pie, pero recuperando el equilibrio con rapidez—. Estaba peleando con Dolohov, pero Carrow apareció de la nada.
—No puede andar muy lejos —susurró Brigid—. ¡Peteificus totalus!
El mortífago que había levantado la varita hacia ellas se quedó rígido y cayó al suelo con un ruido sordo, rodando por la escalera hasta llegar al rellano. La capucha se le resbaló, permitiendo a Brigid reconocer a Travers.
Una maldición las alcanzó por detrás y las mandó junto a Macnair. Brigid gimió de dolor, mientras su cuerpo caía al lado del mortífago después de caer por las escaleras. Se incorporó con esfuerzo, apretando los dientes para no gritar.
Susan desvió una nueva maldición de su atacante desde el suelo. Brigid le atacó con el hechizo de congelación y se puso en pie con dificultad. Vega seguía peleando contra Carrow, que retrocedía subiendo la escalera de espaldas, pero ella le seguía y atacaba sin compasión alguna. Fred se había enzarzado en un duelo contra otro mortífago.
Escucharon de pronto un agudo grito que les puso la piel de gallina. Ni siquiera intercambiaron una mirada: ambas descendieron atropelladamente por la escalera en auxilio de Nova. Brigid casi parecía haber olvidado el dolor que sentía; estaba segura de que regresaría tan pronto tuviera un descanso.
—¡Diffindo! —gritó, apuntando al brazo de Bellatrix Lestrange, que soltó un grito y bajó la varita, pero se volvió hacia ella con una sonrisa burlona en la cara.
—¡Mi otra sobrina favorita! —Sus ojos emitían un destello de locura. Brigid sintió la sangre arder en sus venas. «Mátala», le gritaba la voz de Morrigan. «Véngate»—. ¿Cómo va esa herida, querida? Espero que no duela mucho.
Nova trató de retroceder arrastrándose por el suelo, pero Bellatrix volvió a apuntarla con la varita sin siquiera volverse a mirarla, todavía con los ojos fijos en las dos Hufflepuff. Ambas estaban preparadas para atacar con hechizos, pero sabían que el de Bellatrix llegaría antes. Nova tenía que salir de ahí.
—No, nada de eso —canturreó la mortífaga. Brigid sentía la ira latiendo. ¿Era la suya o la de Morrigan? ¿Era su venganza o la de su antepasada?—. Tendrás que quedarte conmigo un ratito, cariño, hasta que tu papaíto empiece a preguntarse dónde...
—Apártate de ella. —Una voz que hizo que los ojos de Bellatrix se abrieran desmesuradamente se hizo escuchar—. Ahora mismo.
Brigid y Susan no habían abierto la boca. Habían hablado a la espalda de la mortífaga. Brigid esbozó una sonrisa al ver el cambio en la expresión de la mujer.
Bellatrix se giró, varita en alto, pero poco le impresionaba aquel gesto a Aura Potter. Ésta avanzó y Bellatrix retrocedió instintivamente un paso.
—¿Tienes tiempo para una charla de chicas? —preguntó, burlona, Aura. Sus ojos azules reflejaban un profundo odio—. Apártate de mi hija, Bellatrix. Ya.
La explosión hizo temblar el suelo bajo sus pies. Brigid empujó a Susan a tiempo para que la lluvia de piedras y cristales no las golpeara con toda su fuerza. Escuchó a Nova gritar y levantó la cabeza a toda prisa, a tiempo para ver cómo Aura se las había ingeniado para bloquear los proyectiles con su propia silueta fantasmal, que hacía que éstos cayeran al suelo tan pronto como la impactaba. ¿Había sido Morrigan quien le había concedido esa habilidad, o la propia Brigid al convocarla junto al resto de muertos?
—¡Brigid, Susan!
Ariadne bajaba corriendo por las escaleras. Bellatrix se incorporó a toda prisa y recuperó su varita.
—¡Flipendo! —gritó Nova, todavía desde el suelo. La mortífaga, sin embargo, rechazó el ataque.
Brigid se puso en pie con dificultad. Ariadne las alcanzó y su mirada fue rápidamente a Bellatrix, que se había levantado. La mujer les dirigió una sonrisa perversa... y, para sorpresa de todas, dio media vuelta y echó a correr escaleras abajo.
Brigid sintió la ira de Morrigan estallar y sus gritos que le ordenaban darle caza. Susan corrió hacia Nova para atender sus heridas. Tenía algunos cortes poco importantes, pero su tobillo izquierdo formaba un ángulo preocupante. Nova trataba de disimular una mueca de dolor.
—Siempre es el mismo pie —farfulló—. Bellatrix me lo ha retorcido y... Mierda. ¡Férula!
Se lo entablilló de la mejor manera posible. Los gritos de Morrigan no cesaban. Brigid trató de concentrarse en ignorarlos, pero no era fácil.
—¡Depulso! —gritó entonces Ariadne—. ¡Cuidado!
Brigid desvió a tiempo el hechizo que uno de los dos mortífagos que aparecieron entonces dirigió hacia ella. Ariadne dejó escapar un grito de furia.
—¡Susan, llévate a Nova! —ordenó Brigid, bloqueando un hechizo dirigido a ambas—. ¡Ya!
Ariadne conjuró unas lenguas de fuego que dirigió a los mortífagos y les hicieron retroceder. Susan tiró de Nova para ponerla de pie y ambas escaparon tan rápido como pudieron. Aura las siguió. Brigid esperó que no se encontraran con mas mortífagos en la huida.
—¡Ve con ellas! —le dijo entonces Ariadne, dirigiendo una nueva llamarada a un tercer mortífago—. ¡Yo me ocupo de esto!
—¿Y los demás? —quiso saber Brigid.
Ariadne se volvió un solo instante a verla. Sus ojos reflejaban una profunda angustia. Brigid asintió una única vez.
—Ten cuidado —rogó, antes de echar a correr tras Susan y Nova.
«¿Por qué la has dejado escapar?», escuchó a Morrigan chillar. Brigid deseó poder taparse los oídos. «¿POR QUÉ?»
—¡Flipendo! —Susan trataba de detener a los mortífagos que les había salido al paso, mientras trataba a un tiempo de no dejar caer a Nova—. ¡Depulso!
—¡Petrificus totalus! —gritó la Slytherin, haciendo esfuerzos por mantener el equilibrio.
Alcanzó a uno en el pecho. Éste se quedó rígido y cayó al suelo, rodando por las escaleras a continuación. Susan derribó a otro y Brigid, alcanzándolas, dejó fuera de combate al tercero.
—¿Y tía Aria? —preguntó Nova.
—Me dijo que os acompañara. —Brigid se echó el otro brazo de Nova por encima de los hombros—. ¡Vamos!
—¡Ahí hay tres! —escucharon gritar a su espalda.
Susan y Brigid echaron a correr como podían, con cuidado de no hacer daño a Nova. Brigid lanzó la maldición explosiva hacia atrás, con esperanzas de detener a sus perseguidores. Doblaron un recodo y bajaron otro tramo de escaleras. Brigid no era capaz de recordar en qué planta se encontraban.
Susan levantó un muro de escombros a sus espaldas, que bloqueó los posibles hechizos que pudieran lanzarles, aunque parecían haberse librado de quien fuera que les persiguiera, y las tres se detuvieron a descansar unos instantes. Nova se apoyó en la pared, jadeante. Contempló airada su pierna entablillada.
—Tenemos que ir a ayudar —dijo furiosamente—. Tenemos que encontrar a los demás.
—Tú no puedes hacer nada con la pierna así —repuso Brigid.
—No hay muchos lugares para ocultarse ahora mismo. —Brigid levantó la mirada hacia Aura, que acababa de alcanzarlas—. He recorrido todas las habitaciones más cercanas. La mayoría ya han sufrido daños o tienen a mortífagos cerca. No es prudente.
—Tendremos que encontrar la forma de que andes lo mejor posible —suspiró Susan. Nova, que se había quedado en silencio contemplando a su madre, asintió—. Probemos con esto. ¡Brachio Emendum! —Nova ahogó un chillido cuando sus huesos se soldaron solos—. Necesita un tiempo para curarse adecuadamente, pero no lo tenemos. Déjalo entablillado y esperemos que funcione por ahora.
—Hay menos mortífagos hacia la derecha. —Fue el turno de Susan de quedarse de piedra, al aparecer Selena junto a ellas—. Remus está ahí, peleando con Dolohov, y Regulus con Yaxley.
—¿Por qué no hay un fantasma junto a cada combatiente? —preguntó Brigid, sabiendo que ni Nova ni Susan estaban en condiciones de hablar en esos momentos—. ¿Por qué no...?
—Es más complicado de lo que pensamos en un principio, Brigid —explicó Aura—. Es un caos. Ni siquiera nosotros podemos organizarnos bien. Es fácil perder a alguien entre tantos hechizos y explosiones. También hemos visto ya a varios caer y...
—¿Alguien conocido? —No había sentido nada. Nada en absoluto. No sabía si era por la gran cantidad de muerte que había en el ambiente o por acción de Morrigan, pero en ese momento, no podía reconocer mada
Selena y Aura intercambiaron una mirada consternada.
—Tonks, por lo que sé —dijo la primera.
—Linette también —suspiró Aura.
Fue como si le hubieran golpeado en el pecho. No debería haber preguntado, no en mitad de lo que estaba pasando, pero a la vez había necesitado saber...
—Vamos a la derecha —terminó diciendo—. Por si Remus y mi padre necesitan ayuda. ¿Puedes, Nova?
Ésta asintió, separándose de la pared. Sus ojos fueron de su madre a Brigid y luego regresaron a Aura. Vaciló.
—Quédate cerca —pidió.
—Lo haré —prometió ésta.
Susan y Selena intercambiaron una débil sonrisa. La pelirroja se echó el brazo derecho de Nova sobre los hombros y dijo:
—Vamos.
Brigid se ofreció a ayudar a Nova, pero ésta se negó, diciendo que solo con la ayuda de Susan bastaba, que podrían turnarse si querían. Era mejor que al menos una de ellas fuera con ambas manos libres. Brigid no lo discutió. «Busca a Bellatrix», le ordenó la voz de Morrigan. Una vez más, la ignoró. No sabía por cuánto tiempo podría alargar aquella situación, ni tampoco si era prudente, pero no podía marcharse a buscar a la mortífaga en ese momento.
No podían correr, por mucho que Brigid quisiera. Nova avanzaba lo más rápido que podía con la pierna en las condiciones en que la tenía, pero Brigid sabía que tardarían más de lo que le gustaría en alcanzar a Regulus y Remus.
—Adelántate tú si quieres, Bree —dijo entonces Susan—. No hace falta que nos esperes.
Brigid vaciló.
—¿Estás segura?
—Sue tiene razón, te estamos retrasando. —Nova apretó los labios, pero asentía—. Pero ve con cuidado.
—Está bien —accedió Brigid, sin planteárselo demasiado—. Vosotras también. —Se volvió a Aura y Selena—. Quedaos con ellas. Sé que lo haréis igualmente, pero aún así os lo pido.
—Lo haremos —aseguró Selena.
Sin más, Brigid echó a correr por el pasillo, dejando atrás rápidamente a Susan y Nova. Los sonidos de las explosiones se intensificaron a medida que avanzaba y, pronto, tuvo que esquivar un rayo rojo que había sido desviado a no demasiados metros. Giró un recodo y descubrió a su padre resistiendo a los incesantes ataques de un mortífago. Regulus estaba contra la pared, desviando un rayo tras otro, pero Yaxley parecía incansable y apenas le daba oportunidad de atacar de vuelta.
—¡Esto le hacemos a los traidores! —bramaba en el momento en que Brigid les alcanzó.
—¡Confringo! —gritó entonces ella.
Yaxley tuvo los suficientes reflejos para desviar el rayo, que explotó contra la pared, pero ese breve instante le dio la oportunidad a Regulus de devolver el ataque. Brigid se unió a su padre en la ofensiva, lanzando maldición tras otra. Los puestos se habían intercambiado; era ahora Yaxley quien, ahogado por los ataques de los Black, apenas podía defenderse.
El rayo violeta de Regulus le alcanzó al tiempo que esquivaba el maleficio de Brigid; con un grito de sorpresa, se desplomó hacia atrás y se quedó inmóvil en el suelo.
—¿Estás bien? —dijo de inmediato su padre, corriendo hacia ella. Brigid asintió sin dudar.
—¿Y tú? —Regulus respondió del mismo modo—. Está bien. Vamos.
—¿Dónde vamos? —cuestionó su padre, arqueando las cejas.
Brigid hizo un gesto hacia el lado opuesto del pasillo del que ella venía. Regulus asintió y ambos echaron a correr.
—¿Sabes algo de Sirius y James? —preguntó Brigid mientras avanzaban.
—Les dejé juntos contra unos cuantos, pero parecían arreglárselas bien. ¿Vega, Nova...?
—Nova está algo atrás, herida pero bien. A Vega la he dejado hace ya un rato, pero no me han dicho que haya pasado nada. —Brigid apretó los labios con nerviosismo—. Espero que estén todos bien.
Llegaron hasta Remus en el momento en que Dolohov le lanzaba al suelo, desarmado. El mortífago levantó la varita para lanzar el golpe final; fueron cuatro los rayos que impactaron contra él a un mismo tiempo, enviándole contra la pared. Chocó contra el muro, produciendo un desagradable chasquido, y cayó al suelo, inmóvil.
—¡Vega! —exclamó Brigid aliviada.
Estaba con Ariadne; debían haber bajado por otras escaleras. Ambas mostraban heridas, pero continuaban en pie. Remus se puso en pie con cierta dificultad, recuperando su varita.
—¿Dónde están Nova y Susan? —inquirió Vega, avanzando hacia Brigid.
—Se quedaron atrás; Nova se ha roto el tobillo o algo así, pero están bien. —Brigid se giró instintivamente, aunque ambas no aparecieron al fondo del pasillo—. No sé si...
—Iré a buscarlas —resolvió Regulus—. El pasillo estaba despejado, no deben haber tenido muchos problemas, pero será lo mejor.
—Te acompaño —se apresuró a decir Remus. Volviéndose hacia Ariadne y Vega, preguntó—: ¿Sabéis algo de los demás? ¿Jessica, Sirius, James?
—No les he visto desde que todo esto empezó —replicó Vega. Ariadne negó a su vez. Dejando caer los hombros, Remus asintió.
—Vamos —se limitó a decir, haciendo un gesto hacia Regulus.
Brigid intercambió un rápido asentimiento con su padre, antes de que éste se marchara junto a Remus por el camino que acababan de recorrer. No había tiempo para despedidas, porque tampoco iba a ser una despedida. Al menos, eso se decía Brigid. Tenían que salir con vida de allí, todos. No había otro posible desenlace.
«Linette, Tonks», se recordó. Y quién sabía cuántos más. Miró a Vega, el rastro de lágrimas que atravesaban la suciedad en su rostro. ¿Lo sabría? Puede que no fuera el mejor momento para comentarlo.
—Volvamos —dijo Ariadne—. Había mortífagos por el camino que no hemos cogido, puede que necesiten nuestra ayuda.
Vega asintió. Brigid fue tras ellas sin decir palabra. La fatiga comenzaba a acumularse y, unida al terror persistente y a la angustia por el destino de los demás, no parecía ir a hacerle ningún bien. Aferró con fuerza su varita y siguió a Ariadne mientras ésta doblaba un recodo y las tres salían a un pasillo amplio donde dos mortífagos acababan de abatir a una estudiante.
Ariadne les atacó con las mismas lenguas de fuego que Brigid le había visto invocar anteriormente. Éstas fueron desviadas con rapidez, provocando que los dos se volvieran hacia ellas. Cuál fue su sorpresa al descubrir que ambos mortífagos no eran otras que Maya Carrow y Bellatrix Lestrange.
Brigid sintió nuevamente la furia de Morrigan estallar en su interior. «¡Mátala!», le ordenó la hechicera. Brigid apretó los dientes.
—¡Vaya sorpresa! —Maya formó una sonrisa macabra—. No esperaba este encuentro.
Vega rechazó la maldición que la mortífaga dirigió contra ella. Ariadne apretó la mandíbula y contraatacó. Los rayos y destellos comenzaron a sucederse a velocidad vertiginosa. Brigid pronto se dio cuenta de que no estaba a la altura.
«Concéntrate, concéntrate», no dejaba de repetirse. Pero sus hechizos eran los menos certeros y esquivaba los dirigidos a ella por los pelos. La voz de Morrigan, que no dejaba de instarla a matar a Bellatrix, tampoco ayudaba.
Brigid no iba a conjurar la maldición asesina. No se sentía capaz de ello. Pero Morrigan gritaba y gritaba, y Brigid sentía cómo empezaba a perder el control de su propia magia. Se lanzó al suelo para evitar un rayo verde y rechazó dos maldiciones más. Su visión se estaba volviendo borrosa. Los gritos de Morrigan solo iban a más.
«Véngate, mátala, hazle sufrir lo que ella te hizo sufrir a ti. Yo continuaré su castigo. Mátala, mátala, mátala.»
—¡Basta! —gritó, sin ser consciente de a quién exactamente. Deseaba cubrirse los oídos, incluso sabiendo que eso no serviría ni nada.
—¿Tienes miedo, Diggory? —escuchó a Maya burlarse. Brigid apretó los dientes—. Qué lástima. Pero no te preocupes, todo acabará pronto. ¿No tienes ganas de volver a ver a tu hermano?
Brigid se puso en pie e intercambió una rápida mirada con Vega y Ariadne. Ambas parecían preocupadas, pero ninguna sabía qué hacer. Brigid miró a su varita y descubrió, para su horror, que las sombras negras que ya anteriormente le habían acompañado cuando había perdido el control de su magia rodeaban sus manos.
—No menciones a Cedric —acertó a decir, no sin cierta dificultad.
—Brigid —intervino Ariadne—. Ponte detrás de mí.
Brigid retrocedió un paso, sin intenciones de discutirlo demasiado. Vega atacó con una lluvia de escombros que Maya pulverizó en el aire. Bellatrix rio con ganas.
—¿A eso llamas pelear? Tendré que enseñarte alguna que otra maldición, como he hecho con tu hermana. —Vega atacó nuevamente. Brigid también; ambos rayos fueron desviados—. ¡Con eso no llegaréis a nada!
Brigid vio cómo las sombras aumentaban en tamaño y comenzaban a enroscársele por los brazos. Sintió un segundo latido, la magia tanteándola y siguiendo su llamada. Jadeó. Sabía que había muerte en el ambiente, incluso aunque no la sintiera. Morrigan estaba dirigiéndola hacia ella, para usarla contra Bellatrix y Maya.
—Déjame. —Esta vez, la voz no sonó en el interior de su cabeza. Brigid miró a su lado y pudo ver la silueta borrosa de Morrigan entre las sombras—. Yo me ocupo.
—Espera —dijo Brigid, sintiendo las rodillas temblar. La magia de muerte llegaba a toda prisa. Las sombras crecían y crecían—. No puedo...
—¡Brigid! —escuchó gritar a Vega. Se volvió hacia ella y Ariadne; ambas habían retrocedido—. ¿Qué...?
Maya también se alejaba cuanto podía. Bellatrix, sin embargo, dejó escapar un grito agudo.
—¿Qué es eso? —la escuchó gritar—. ¿Otro truco de...?
Brigid ahogó una exclamación cuando fue consciente de cómo Morrigan tomaba el control. Dejó de luchar contra el avance de la magia y lo aceptó. La muerte era parte de ella. Morrigan se lo estaba recordando, mientras dirigía sus acciones. Brigid tomó aire despacio.
—Bellatrix Lestrange. —No era ella la que hablaba. Era Morrigan—. Intentaste matar a la misma muerte. —Formó una sonrisa—. Pagarás tu error con tu vida.
Las sombras se extendieron hacia la mortífaga, reptando como si de serpientes se tratara. Ésta retrocedió, con el rostro desencajado. Maya había desaparecido. Brigid alcanzó a ver cómo Ariadne ordenaba a Vega alejarse. Pero la madre de Harry permaneció cerca, alerta.
—¡Aléjate! —chilló Bellatrix—. ¡Aleja eso de mí! —Las sombras le rodeaban los tobillos, le subían por las piernas. La mortífaga gritó de terror—. ¡Atrás! ¡Depulso! ¡Depulso! —Apuntaba a las sombras que la rodeaban, en un intento por alejarlas, pero no había éxito—. ¡No! ¡Depulso! ¡Avada kedavra!
Pero la maldición asesina no fue dirigida contra las sombras, sino que hacia Brigid. La magia de muerte se levantó como un muro, tratando de detenerlo, pero el rayo verde lo atravesó sin vacilar. Brigid escuchó a Morrigan gritar y algo le dijo que, esa vez, no tendría tanta suerte como la anterior. La certeza le invadió en tan solo un instante. Vio el rayo verde que iba dirigido a ella y supo que, tan pronto la alcanzara, todo habría acabado.
Debió haber imaginado que había sido con aquellas intenciones con las que Ariadne Potter se había quedado tan cerca, preparada para intervenir en caso de ser necesario. No había manera de repeler una maldición asesina con magia. Solo podía esquivarse o bloquearse. Cuando Ariadne se colocó frente a Brigid, sabía que no habría escapatoria posible.
Brigid chilló como nunca antes había hecho cuando vio a la mujer derrumbarse en el suelo, inerte a sus pies. Sintió su muerte, el hilo cortándose, la balanza inclinándose de un modo imposible de detener. Brigid trató de alcanzar algo, cualquier cosa, que le permitiera cambiar ese destino. Tenía que haber otra manera. Siempre la había. Había burlado a la muerte anteriormente. Aquella vez no sería una excepción. Llamó a Morrigan, le rogó silenciosamente. Su falta de respuesta le hizo saber que no podía hacer nada.
Ariadne Potter estaba muerta. Por culpa de Brigid.
—¡NO!
El grito que salió de su garganta ya no era cosa de Morrigan; era ella. Furiosa, herida. Las sombras negras se sacudieron. Su número se triplicó en cuestión de un instante. Brigid las envió todas contra Bellatrix, que gritó y trató de usar nuevamente su varita. Pero las sombras ya la rodeaban y la inmovilizaban, haciéndola incapaz de levantar el brazo. Brigid envió más y más magia, tanta como era capaz de reunir. Sentía el suelo temblar bajo sus pies. El negro más absoluto se tragó a Bellatrix. De un momento a otro, tan solo quedaba su silueta. Brigid gritó y, en tan solo un parpadeo, docenas de fantasmas llenaron el pasillo, iluminándolo con su luz blanquecina. Los espíritus rodearon el lugar donde aún se distinguía la figura de la mortífaga.
Brigid la escuchó gritar una, dos, tres veces. Los fantasmas llegaban y llegaban. Brigid seguía llamándolos. Volvió a escuchar un aullido de Bellatrix. «Que sufra. Por lo que me ha hecho a mí, por lo que le ha hecho a otros, por lo que le ha hecho a Ariadne.» Más muertos aparecían, sin descanso. Brigid quería que siguieran viniendo, como si así fueran a acallar todo el dolor que sentía en ese mismo instante.
Sintió el mismo instante en que Bellatrix dejó escapar su última respiración. Brigid chilló y finalmente se dejó caer de rodillas al suelo, dejando escapar toda la magia de muerte. Las sombras se disolvieron en el aire, aunque dejando cierta electricidad en el ambiente. Brigid jadeó y se incorporó lentamente. Las siluetas blanco perla de los fantasmas se marchaban en silencio. No quedaba ni rastro de Bellatrix.
Gateó hasta Ariadne. Tomó su mano, giró su cuerpo para verle el rostro. Sus irises azules contemplaban inertes el techo. Ni rastro de la chispa de vida que siempre los había caracterizado. Era imposible. ¿Cómo podía Ariadne estar muerta? A Brigid le picaban los ojos. Pensó en Ariadne, rogándole pocos días antes por que tratara de salvar a Harry. Las incontables veces que le había ayudado de un modo u otro, siempre sabiendo qué decir y cuándo decirlo. Sus sonrisas y el inmenso amor hacia su familia. Pensó en Harry, en James, en Medea. ¿Qué harían cuando se enteraran? ¿Cómo se lo dirían?
Buscó con la mirada a Vega. Ésta se acercaba lentamente. Su rostro reflejaba el shock de lo que acababa de presenciar. Se detuvo al llegar junto a Brigid y vaciló un instante. Se arrodilló junto a ella. Una lágrima caía por su mejilla. Con manos temblorosas, le cerró los ojos a Ariadne.
A Brigid se le escapó el primer sollozo. Vega la rodeó con los brazos, al tiempo que ella misma estallaba en llanto. Ariadne Potter estaba muerta. Se había ido y Brigid sabía que esta vez, era de verdad. No había ninguna protección de por medio, ningún sacrifico como el de Aura Potter. Brigid podría traer a su fantasma, pero Ariadne no volvería a la vida, no una segunda vez.
—Es culpa mía —dijo, entre hipidos. El corazón parecía habérsele hecho añicos—. Me ha salvado, yo...
—No es tu culpa. —Las palabras de Vega salieron bruscas y cargadas de dolor. También sinceras, sin embargo—. No lo es. Nunca lo será.
Brigid la abrazó con más fuerza. No podían quedarse mucho más allí. Podían llegar mortífagos en cualquier momento, atacarlas otra vez. Tendrían que esconder el cadáver de Ariadne en algún lugar seguro y luego ¿qué? ¿Volver a la lucha? Brigid jadeó. Aún sentía los restos de magia de muerte sobre ella, rodeándole, aguardando a que volviera a convocarla. No podía. No quería, aún no.
—Habéis luchado con valor. —Tanto a Brigid como a Vega se les escapó un grito cuando escucharon aquella voz silbante retumbando en paredes y suelo. Parecía que estaba en aquella misma habitación. Se incorporaron a toda prisa, pero no había nadie allí—. Lord Voldemort sabe apreciar la valentía.
—¿No habrá atrapado a...? —empezó Vega, temerosa. Brigid negó a toda prisa. No, era imposible. El mensaje no habría comenzado así. Y alguien la habría informado antes; incluso con los muertos dispersos como estaban, alguien le habría dicho si Harry estaba muerto, ¿no?
—Sin embargo, habéis sufrido numerosas bajas. —Los ojos de Brigid fueron inevitablemente a Ariadne—. Si seguís ofreciéndome resistencia, moriréis todos, uno a uno. Pero yo no quiero que eso ocurra; cada gota de sangre mágica derramada es una pérdida y un derroche.
»Lord Voldemort es compasivo, y voy a ordenar a mis fuerzas que se retiren de inmediato.
Vega cerró su mano en torno a la de Brigid y apretó con fuerza, su rostro reflejando la misma sorpresa que Brigid sentía. Tenía que ser una trampa. ¿Qué sentido tenía que los atacantes se retiraran?
—Os doy una hora. —El sonido de su voz le producía escalofríos. Sonaba como si hablara justo a su espalda y eso la asustaba, incluso cuando sabía que no estaba allí, sino seguramente muy lejos del castillo, oculto en algún lado, esperando—. Enterrad a vuestros muertos como merecen y atended a vuestros heridos.
»Y ahora me dirijo directamente a ti, Harry Potter: has permitido que tus amigos mueran en tu lugar en vez de enfrentarte personalmente conmigo; pues bien, esperaré una hora en el Bosque Prohibido, y si pasado ese plazo no has venido a buscarme, si no te has entregado, entonces se reanudará la batalla. Esta vez yo entraré en la refriega, Harry Potter, y te encontraré, y castigaré a cualquier hombre, mujer o niño que haya intentado ocultarte de mí. Tienes una hora.
Sus últimas palabras quedaron flotando en el ambiente, una advertencia que perseguiría a todos en Hogwarts durante la siguiente hora. Brigid se volvió hacia Vega, que se secaba las lágrimas con el dorso de la mano. Con la mandíbula temblando, se puso en pie y tendió la mano a Brigid para ayudarla a que hiciera lo mismo.
—Tenemos una hora —susurró—. Tenemos que llevar a tía Aria a otro lado. No sé... Vayamos al Gran Comedor, lo seguro es que todos se reúnan allí. —Cerró las manos en puños—. Tenemos que... Tío James, Harry, los demás tienen que saberlo. Tenemos que llevarla.
—Vale —murmuró Brigid. Contempló unos instantes a Ariadne. Se le encogió el corazón—. ¿Yo por los pies o prefieres hacerlo tú?
No le parecía apropiado levantar el cuerpo con magia. Parecía frío, impersonal. Ariadne merecía más que aquello. Y Vega parecía coincidir.
—Tú por los pies —asintió, inclinándose para sujetar a Ariadne por las axilas.
Ambas la cargaron y caminaron en silencio hacia el Gran Comedor. No estaban ni siquiera tan lejos como Brigid hubiera esperado. De hecho, no tuvieron que bajar escaleras. Pese al destrozo, Brigid fue capaz de reconocer los pasillos. No eran las únicas que se dirigían allí; más supervivientes parecían haber tenido la misma idea. Algunos, se gritaban entre ellos para dirigirse al Gran Comedor. Muchos otros, lloraban junto a cadáveres tendidos en el suelo. Los fantasmas deambulaban de un lado a otro, la mayoría en busca de algún rostro conocido. El panorama era desolador.
—Deneb.
Brigid dirigió una mirada a su madre, que había aparecido junto a ella. Otra lágrima resbaló por su mejilla. Gwen la miraba con una tristeza indescriptible. Brigid negó con la cabeza. No había mucho que hacer. Pasado un rato, sus brazos le rogaban por un descanso, pero Brigid no cedía. Era un dolor justo, pensó. Mientras Vega no dijera nada, ella no pensaba detenerse.
—Hola, mamá —escuchó a ésta decir, con la voz ahogada. Mirando por encima del hombro, alcanzó a ver a Aura junto a Vega. Volvió la vista al frente sin pronunciar palabra.
Atravesaron las puertas del Gran Comedor, aún relativamente vacío. Las mesas habían desaparecido. Varios supervivientes iban de un lado a otro. La señora Pomfrey se acercó a ambas a toda prisa, con el rostro contraído.
—¿Estáis heridas? ¿Necesitáis algo? ¿Qué...? —Sus preguntas atropelladas se detuvieron al momento, cuando reconoció a la persona que ambas cargaban—. Oh, Ariadne... —La voz se le rompió. Negó con la cabeza y trató de recomponerse con rapidez—. Podéis dejarla allí. Yo... Iré a atender a los heridos.
Se alejó a toda prisa. Brigid dirigió la mirada q donde la enfermera les había indicado. Habían colocado tres cadáveres en hilera en medio del comedor. Sin acelerar el paso, Brigid y Vega, acompañadas de Gwen y Aura, se dirigieron hacia allí. Con infinito cuidado, depositaron el cuerpo de Ariadne en el suelo. Brigid retrocedió dos pasos. Su expresión serena daba la impresión de que simplemente estaba dormida. Aquello solo lo volvía más irreal. Más doloroso.
—¡Vega, Brigid! —Fue la voz de Sirius la que las hizo girarse. Se acercaba tan rápido como podía, cojeando y con la camisa llena de sangre. Su rostro reflejaba un inmenso alivio, pero éste desapareció de inmediato al recaer su mirada en el cadáver de Ariadne.
Tan pronto como Brigid miró a James, junto a Sirius, estuvo segura de que él ya lo sabía. De algún modo u otro. Había caminado en la estancia con la esperanza de que sus peores temores no se confirmaran. Ahora, veía sus esperanzas hacerse añicos. El dolor transformó su expresión. Vega y Brigid se hicieron a un lado cuando se acercó lentamente. Sirius le siguió, varios pasos por detrás. Vega dejó que su padre la rodeara con el brazo, al tiempo que James se dejaba de caer de rodillas junto al cadáver de Ariadne. Buscó su mano, la tomó y la apretó con desesperación, como si esperara que ella fuera a responderle, como si fuera capaz de devolverla a la vida con aquel gesto.
James susurró algo. Insistente, similar a un ruego. Se dobló de dolor sobre el cadáver de Ariadne y su cuerpo entero tembló por culpa de los sollozos. Brigid se cubrió la boca con la mano para ahogar los suyos. No merecía llorar, no por Ariadne, no después de que ella se sacrificara por su culpa. Junto a ella, Vega abrazaba a su padre. A su otro lado, Gwen le dirigió una mirada pesarosa.
Aura se adelantó para situarse junto a James. Su figura blanca perla se arrodilló junto a la de su hermano. Le puso la mano en la espalda con delicadeza y, Brigid no supo si porque James lo sintió o porque Aura dijo algo, él se incorporó y se giró hacia ella. Brigid no podía verle la cara, pero sí vio la profunda tristeza en el rostro de Aura. Sintió que se asfixiaba.
Esquivó a Vega y Sirius y salió corriendo del Gran Comedor, logrando no chocar de manera milagrosa con ninguno de los que llegaban. Más supervivientes, más heridos, más caídos, más fantasmas. Brigid no reconoció alguno, aunque estaba bastante segura de que había escuchado a un par de personas llamándola por su nombre. No podía quedarse allí. No quería ver a nadie. No en ese momento.
—¡Bree! —escuchó que la llamaban en el pasillo. No se detuvo, incluso cuando vio a Susan, Nova y Prim mirándola directamente—. ¿Dónde vas?
—Mamá —masculló Brigid, dirigiendo una rápida mirada a Gwen, que le había acompañado—. Diles que no me sigan. Por favor.
Salió a los jardines corriendo tan rápido como le era posible. También allí había supervivientes y heridos, cadáveres y fantasmas. Sus pies la llevaron al árbol bajo el que solía buscar la tranquilidad para leer durante cursos anteriores en Hogwarts. En esos momentos, le dio la soledad que necesitaba.
Apoyó la espalda en el tronco y dejó escapar lentamente el aire de los pulmones. «Ariadne está muerta, Ariadne está muerta, Ariadne está muerta.» Se había sacrificado por ella. «Has matado a Bellatrix.» Se había vengado. Por Ariadne. Por ella misma. Pero eso no cambiaba nada. Ariadne seguía muerta y, esta vez, Brigid no podía hacer nada al respecto.
—Deneb.
—No —susurró Brigid, sin siquiera volverse hacia Gwen—. Ahora no. Por favor, mamá.
Sus palabras acompañaban de una orden. No quería a nadie cerca, no en ese momento. Ninguno de los muertos podía buscarla. Sin excepciones.
Se abrazó las piernas. Ariadne no podía estar muerta. No podía haber entregado su vida para salvar la de Brigid. Era imposible. Inclinó la cabeza y sollozó. Se abrazó las piernas y ocultó el rostro, mientras temblaba a causa del llanto. La garganta le ardía. La cabeza parecía que iba a estallarle. ¿Y ahora tenían que seguir? ¿Aún quedaba todo? No, no iba a poder resistirlo. Ariadne, Linette, Tonks... ¿Cuántos más habrían caído? No quería saberlo, pero tenían que haber sido varios más.
Una hora para que todo volviera a empezar. Solo una, de la que probablemente ya hubiera transcurrido un cuarto de ella. Tal vez más. Todo se reiniciaría en una hora, a no ser que Harry...
—Bree.
Brigid pegó un bote. Levantó la cabeza al momento y, a través de las lágrimas, distinguió a Harry. Ahogó un grito y se puso en pie de un salto. Su primer impulso fue abrazarle, pero un pensamiento repentino le hizo quedarse inmóvil frente a él. Harry no pareció darse cuenta: la rodeó con sus brazos y la estrechó con fuerza, mientras dejaba escapar un sollozo.
Brigid se quedó parada, dudosa. Abrazó a Harry con manos temblorosas. Él no pareció advertirlo. Lloró entre sus brazos, mientras ella le acariciaba la espalda lentamente, tratando de tranquilizarlo. A ella misma se le saltaron las lágrimas, de nuevo. Nunca había visto a Harry tan vulnerable, tan roto. Aquello le rompió más incluso. Era demasiado para ellos. Demasiado para Harry. Si Brigid hubiera podido hacer algo, lo que fuera, por ahorrarle a Harry todo aquel sufrimiento, lo haría sin parpadear. Pero no había nada que pudiera hacer, más que permanecer junto a él hasta que lo necesitara.
Finalmente, Harry se apartó. Mantuvo los ojos enrojecidos fijos en el suelo, pero sujetó una de las manos de Brigid. Con la que le quedó libre, ésta le secó delicadamente las lágrimas que aún caían por sus mejillas.
—Harry... —susurró, con la voz rota.
—Mi madre...
—Lo sé. Lo siento.
Brigid vaciló. Agachó la cabeza, mientras la mano de Harry se apretaba con más fuerza en torno a la suya.
—Harry, yo...
—No es tu culpa, Bree.
Brigid cerró los ojos y dejó escapar un suspiro.
—¿Quién te lo ha dicho?
—Nadie. Sirius me dijo que Vega y tú estabais con... con su cuerpo en el Gran Comedor. En cuanto... —La voz se le quebró. Harry tomó aire lentamente—. No sé qué ha sido, pero te culpas. Y no es tu culpa.
—La maldición asesina iba para mí —murmuró Brigid, negando—. Ella se puso en medio. Sí es mi culpa.
—No lo es, Bree —susurró Harry. Levantó la cabeza y sus ojos enrojecidos la contemplaron con seriedad—. ¿Quién fue?
—Bellatrix. La he matado. —Lo dijo casi con frialdad, desinterés, y aquello le asustó. Harry asintió lentamente—. Ojalá no...
—No es tu culpa.
Harry la besó en la frente con delicadeza. Acarició el dorso de su mano con el pulgar. Cerró los ojos y suspiró.
—Voy a entregarme.
—¡NO!
Harry esbozó una sonrisa débil. Brigid le miró con horror, negando frenéticamente. Él suspiró de nuevo.
—Tengo que hacerlo. —Harry agachó la cabeza—. Snape ha sido asesinado por Voldemort. Antes de morir, me dio unos recuerdos. Los he visto en el pensadero de Dumbledore. Contaban... Todo, supongo. Su vida en Hogwarts, su amistad con Lily, sus problemas con mi padre y tío Sirius... Estaba... No sé, enamorado, obsesionado, con mi madre. Algo así. —Esbozó una mueca—. No sé cómo sentirme al respecto. Ella no lo hizo bien cuando fingió estar con él. Solo le usó. Pero, al parecer, sus sentimientos por ella nunca cambiaron. Le contó a Dumbledore que Voldemort iba tras nosotros. También pidió a Voldemort que no la matara cuando fue a Godric's Hollow a por mí.
—¿Y tu padre y...?
—Le dimos igual. —Harry se encogió de hombros—. Pero... Siguió ayudando a Dumbledore igualmente. Y Dumbledore... —Tomó aire y levantó la cabeza, mirando a Brigid de un modo que le aterró. La miraba como si se estuviera despidiendo de ella—. Una parte del alma de Voldemort vive en mí, Brigid. Después de que él intentara matarme, se quedó conmigo. Por eso hablo pársel, por eso está esa conexión. Soy un Horrocrux, Bree. —Otra lágrima le rodó por la mejilla—. Tengo que morir. Si no, él no morirá nunca.
—No puedes... No puedes... —Brigid no se sentía capaz de terminar la frase—. Harry, por favor...
—Algo de él también está dentro de Vega y Nova. Pero Dumbledore decía que, si era Voldemort el que me mataba a mí, esa conexión con ellas se rompería. Estarían a salvo. T-tengo que hacerlo, Bree. Por ellas, por todos vosotros. —Harry temblaba. Brigid no sabía ni qué decir—. Si matáis a la serpiente, solo quedará él. Podréis matarlo, para siempre.
—Harry... —La voz se le rompió en mil pedazos. Parecía ser un reflejo de su corazón en esos momentos—. Harry, no lo hagas, por fav...
—Tengo que hacerlo, Bree —susurró él con delicadeza. Le acarició la mejilla y, tras unos instantes, juntó su frente con la de ella. A Brigid se le escapó otra lágrima—. No pensaba... No iba a despedirme de nadie. Pensé que sería más fácil. Pero te he visto y... —Tuvo que pararse a calmar su respiración—. Tenía que hablar contigo una última vez. Decirte adiós.
A Brigid se le escapó un sollozo. Harry la abrazó una vez más y ella se aferró a él, tratando de encontrar un modo de salir de aquella situación. Llamó a Morrigan, le rogó en silencio, pero no obtuvo respuesta alguna. Harry no podía estar a punto de morir. Era... Era...
—No vayas —rogó—. No vayas. Quédate conmigo, Harry. Por favor.
—Tengo que ir, Bree. Ojalá no fuera así, pero tengo que ir. —Harry se apartó y tomó su rostro entre las manos con suavidad—. Lo siento, Bree. Ojalá pudiera volver contigo. Si hubiera algún modo, te prometo que volvería.
A Brigid se le escapó otro sollozo. Harry la besó con suavidad, un beso tan amargo que solo pareció hacerle más daño. Aquello no podía ser algo tan definitivo. No podía ser el final, su final.
—Te amo, Brigid Black —murmuró Harry contra su boca. Parecía pronunciar cada palabra con esfuerzo—. Siempre lo haré.
Se apartó lentamente, después de secarle una última lágrima. Brigid le contempló con ojos llorosos. No podía ser ese su final. No podía acabar todo ahí. Tantos años, tanto compartido juntos... La historia no podía cortarse de golpe.
—Te amo —acertó a decir. Le ahogaba hablar. Quería decir tanto a la vez... Pero era imposible. No sabía ni por dónde empezar, ni cómo expresarlo, nada. No conseguía pronunciar palabra—. Te amo.
Harry sonrió débilmente. Con tan solo esa sonrisa, Brigid pudo verlas todas las que en algún momento habían compartido. La que le había dirigido cuando se conocieron en aquel compartimento del tren. La que usaba cuando ella se sonrojaba a la mínima palabra que intercambiaban. La que le había dirigido para despedirse de ella aquel verano. La que esbozaba durante el Baile de Navidad. La que no podía ocultar cuando se besaron por primera vez en Grimmauld Place. La que la recibió cuando regresó a Hogwarts después de su estancia en San Mungo. Todas las sonrisas que Harry alguna vez le había dirigido a lo largo de aquellos años pasaron por su cabeza a toda velocidad.
Entonces, Harry se desvaneció en el aire. La ilusión que creó lo hizo desaparecer para Brigid, que se quedó allí de pie, aturdida. No le llamó ni trató de escucharle conforme se iba. No supo cuándo se marchó. No supo cuánto tardó en atravesar en Bosque Prohibido y llegar hasta Voldemort. Tampoco si se arrepintió durante el camino, si trató de regresar, si quiso olvidar todo aquello para siempre y marcharse. Pero Brigid sabía que él no lo haría.
Aún seguía bajo el árbol, contemplando la linde del Bosque Prohibido, como si Harry fuera a reaparecer en cualquier instante, cuando tuvo la sensación de que el suelo desaparecía a sus pies y un pozo sin fondo se la tragaba. El aire se le escapó de los pulmones. Brigid se tambaleó y se apoyó en el tronco del árbol, tratando de no perder el equilibrio. Cerró los ojos y se recordó respirar, mientras era perfectamente consciente de que una vida acababa de cobrarse.
Harry Potter estaba muerto.
QUÉ LARGO POR DIOS
en fin, aquí estamos una vez más 😃 a un capítulo de terminar 😃😃 en mitad de la batalla 😃😃😃 con mucho dolor y sufrimiento y muertes 😃😃😃😃
no puedo más, sinceramente. no estaba preparada para esto pero en fin
por animar un poquito, esto que encontré en twitter hace unos días:
habree core, es ellos
en fin, no estoy terminada para terminar esto 🥲 nos vemos en el siguiente cap (ya es el último????????) espero que en unos días
besitos
ale.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro