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lxviii. bye, again








lxviii.
adiós, otra vez








Brigid sentía la Muerte sobre ella, como una mancha imborrable. Se había impregnado a ella, se había convertido en una parte de ella. Una que no podía eliminar. Era consciente de dos cosas. La primera era que había muerto. La maldición asesina le había alcanzado, había acabado con su vida. La Muerte se la había llevado. Pero ella era la Muerte. También lo era Morrigan.

Morrigan le había traído de vuelta. Había usado toda esa magia de muerte, la que había surgido a consecuencia de su propio asesinato, para traerla de vuelta. Y la hubiera usado para algo más que eso si Harry no la hubiera detenido.

Sentía aún la furia de Morrigan, su sed de venganza que, poco a poco, iba convirtiéndose en la suya propia. Recordaba con claridad todo el sufrimiento que Bellatrix le había infringido. Sus heridas, sus gritos, sus lágrimas. Quería verla morir. Quería que pasara por lo mismo que ella había pasado. ¿O eso era lo que quería Morrigan?

Brigid navegaba en un estado entre la consciencia y la inconsciencia del que no lograba despertar. Sentía su cuerpo recuperarse de la tortura de Bellatrix, escuchaba las voces de los demás a su alrededor, pero no lograba abrir los ojos. Suponía que era normal. No sabía mucho sobre sobrevivir a una maldición asesina, pero suponía que habría consecuencias para algo así.

Sabía que no tenía otra que esperar. A que Morrigan decidiera, a que recuperara las fuerzas, a que realmente comprendiera la magnitud de lo sucedido.

Harry había sobrevivido a la maldición asesina por el sacrificio de su madre. El rayo había rebotado en él y golpeado a Voldemort. Éste había sobrevivido por sus Horrocruxes. James y Ariadne habían sobrevivido por el sacrificio de Aura Potter, sus almas habían quedado atrapadas, a la espera de ser llamadas de vuelta. Pero ninguno había muerto por completo.

Brigid sí había muerto y, luego, la vida había regresado a ella. No había sacrificio ni Horrocrux que explicara aquello. Había sido decisión de Morrigan, que siempre había jugado entre la Vida y la Muerte. La propia Brigid había intercedido en la balanza en alguna ocasión. Pero cuando alguien se debatía entre un extremo y el otro era una cosa. Cruzar hasta uno y luego ser devuelto al opuesto...

Habría consecuencias. Tenía que haberlas. Ella misma lo sentía, sentía la Muerte acechando. Sabía que su alma le había sido arrebatada y eso no le gustaba.

—Ha estado cerca esta vez.

Brigid se giró y, de un momento a otro, toda oscuridad se desvaneció, dando paso al más puro blanco. Gwen Diggory le dirigía una sonrisa tensa, sentada en lo que Brigid reconoció como uno de los sofás de la sala común de Hufflepuff, solo que carecía de todo color que le identificara.

—Siéntate, Deneb —invitó su madre. Brigid vaciló un instante—. Morrigan me ha enviado a hablar contigo en su nombre.

—¿Así que voy a vivir? —quiso saber Brigid, tomando asiento junto a ella.

—Sí, vas a vivir —le aseguró Gwen—. Morrigan no hizo tantos esfuerzos para llevarte de vuelta con intenciones de dejarte morir de nuevo poco después.

Brigid asintió lentamente.

—¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no me dejó muerta?

—Porque eres la más poderosa de su descendencia. —Gwen la miraba directamente a los ojos. Brigid podía ver en su sonrisa una inmensa tristeza oculta—. Porque aún considera que es muy pronto. Porque desea que le ayudes a acabar con aquel que tanto tiempo lleva eludiendo la muerte.

—Pero yo misma la he eludido ahora —rebatió Brigid. Gwen asintió, casi divertida.

—Sí, pero tú eres la bruja más cercana a la Muerte que jamás ha vivido desde Morrigan. Tú caminas en el límite que la separa de la Vida, y puedes inclinarte a uno y otro sin temer grandes consecuencias. La magia que contiene muerte actúa en ti de un modo diferente al resto de seres mágicos. —Gwen bajó la mirada al decir—: Él no es más que un mago común con grandes pretensiones. Ha desgarrado su alma para poder vivir eternamente. Ha dado lugar a una abominación. Morrigan ha dictaminado que debe morir de una vez por todas.

—¿Y se supone que yo tengo que matarle? —se horrorizó Brigid—. Eso es cosa... —Bajó la voz, no sin cierta pena—. Eso es cosa de Harry.

—Aún queda para que sea mortal —explicó Gwen—. Primero, los Horrocruxes deben desaparecer. Luego... —Dejó la frase en el aire—. Nadie dice quién debe matarlo. Ni que tengas que hacerlo tú o Harry o cualquier otro. Pero debe morir. Y piensa que tú puedes ser de ayuda para conseguirlo.

—¿Cómo?

—Estás llena de nuestra magia, Deneb. Estoy segura de que lo sientes. Ya has levantado a los muertos antes, pero ahora...

—¿En qué cambiará? —preguntó Brigid—. ¿Vendrán más o...?

—No podemos saberlo aún, Deneb —suspiró Gwen—. Pero te aseguro de que será diferente.

—¿Para mal o para bien?

Gwen sonrió débilmente y tomó su mano con afecto.

—Estoy segura de que podrás soportarlo. —Seguía habiendo esa profunda tristeza en sus ojos, que no se iba—. Aunque desearía que no tuviera que ser así.

Brigid asintió lentamente.

—Papá te echa de menos, ¿sabes? —comentó, sin saber exactamente a qué venía eso—. Nunca me lo ha dicho directamente, pero lo sé. Cuando me habla de ti...

—Creo que lo está haciendo muy bien para haber sido todo así —dijo con suavidad Gwen—. ¿No crees?

—Sí —respondió Brigid sin dudar.

Gwen sonrió con afecto. Apretó con fuerza su mano entre las suyas.

—Sé fuerte, Deneb —le pidió—. La guerra aún no ha acabado, pero sé que puedes superarla. Apóyate en los que amas y no dudes de tus capacidades. Te has convertido en una gran bruja.

Brigid contempló el rostro de su madre. Tan solo era un año mayor que ella. Brigid tenía la misma edad de su padre cuando había tratado de destruir el Horrocrux del lago. La misma que Gwen cuando se quedó embarazada de ella. La idea le daba vértigo.

—¿Te arrepientes? —susurró.

Gwen la miró, intrigada.

—¿De qué?

—De mí. De haberme tenido. Podrías haber vivido. Podrías haber...

—Podrían haber pasado muchas cosas —asintió Gwen. Le dirigió una débil sonrisa—. Pero yo hubiera muerto pese a todo, Deneb. Mi maldición me consumía. Me alegra haber dejado a alguien tan hermoso como recuerdo de mí en este mundo. Solo me apena no haber tenido más tiempo contigo.

Brigid la contempló con ojos cristalizados y asintió. Se movió hacia ella y dejó que le abrazara, que acariciara su espalda y la estrechara contra su pecho.

—Se fuerte, Deneb —repitió su madre. Dejó un beso en su coronilla—. Te quiero.

—Yo también te quiero —susurró ella con la voz rota—, mamá.

Antes de darse cuenta, Brigid estaba abriendo los ojos. Tardó unos segundos en comprender que había despertado, ordenar los últimos acontecimientos en su cabeza. Estaba tumbada en una cama, tapada hasta la barbilla por una manta gruesa y con la cabeza apoyada en una mullida almohada. Le dolía cada parte del cuerpo.

Aún sentía el abrazo de Gwen.

—¿Bree? —Brigid trató de incorporarse pesarosamente—. ¡Oh, por Merlín!

Alguien le sostuvo cuando los brazos le fallaron y le ayudó a sentarse en la cama, apoyando la espalda en la pared. Nova la contemplaba con una inmensa sonrisa.

—Nova —susurró Brigid. Su voz salió horriblemente ronca—. Estás bien.

—¿Que si estoy bien? —La menor de las hijas de Sirius negó, sin dar crédito—. Bree, eres tú la que ha muerto y revivido.

—Sí —masculló ella—. No me lo recuerdes. ¿Hay agua por ahí?

Nova le acercó un vaso a los labios con cuidado. La puerta del dormitorio se abrió y Prim y Ron asomaron la cabeza. Al momento, sus expresiones sombrías fueron sustituidas por el más absoluto asombro.

—¡Bree! —exclamó Prim, casi saltando a abrazarla. Brigid gimió de dolor y la rubia se apartó a toda prisa—. Lo siento, lo siento, no era mi intención... ¡Bree, menos mal que estás bien!

Ron tomó su mano, en silencio. Brigid trató de componer una sonrisa como la que ellos tres le dirigían.

—Chicos —susurró—, morir es un asco. Me duele todo. Aunque puede que Bellatrix tuviera algo que ver también.

—¿Acabas de bromear con...? —Ron suspiró y negó con la cabeza—. Quién te viera, Brigid Black. —Pero no podía dejar de sonreír—. ¿Cómo te sientes?

—Agotada y dolorida, pero creo que nada grave. —Brigid bajó la mirada a sus brazos y los descubrió vendados—. ¿Y eso?

Las sonrisas decayeron. Brigid frunció el ceño ante la incomodidad reflejada en sus rostros.

—¿Qué pasa?

Intercambiaron miradas. Nova soltó un suspiro.

—Lo mejor es que se entere del tirón —decidió, inclinándose hacia ella—. Bree, ese puñal tiene un veneno raro que no es capaz de ser sanado con magia. Hazme caso, yo misma he experimentado esas heridas. —Su mirada era sombría—. Quedará marca de todo lo que Bellatrix te hizo. Incluyendo... Bueno, incluyendo la mejilla. Fleur te ha curado de la mejor manera posible, pero...

Aquel recuerdo estaba borroso. Brigid levantó el brazo con esfuerzo y llevó la mano a su mejilla derecha. Sus dedos dieron con un vendaje que le cubría prácticamente media cara. Suspiró.

—¿Y cómo de horrible va a ser la cicatriz?

—Piensa que ahora Harry y tú las tendréis a juego —trató de animarla Nova. Los otros dos le miraron, sin dar crédito—. ¿Qué? ¿Muy pronto para chistes?

—Habrá que avisar a Harry —opinó Prim—. Se va a volver loco. Conseguimos que baje a descansar media hora y Bree se despierta.

—¿Dónde estamos? ¿Cómo están los demás? ¿Hermione, Dean? Y, por Merlín, ¿qué haces tú aquí, Nova?

Ésta última sonrió.

—Nos tenían a Luna, Ollivander y a mí en Malfoy Manor. Hemos salido gracias a vosotros. Bueno, y a Dobby en especial.

—Dobby —repitió Brigid—. Ha muerto, ¿verdad? Sentí su muerte antes de...

—Sí —susurró Ron—. Estamos en El Refugio, Bree. Hermione y Dean están bien, Luna y Ollivander también. Griphook, el duende, no sé si le recuerdas...

—Sí.

—También está aquí. Y nosotros y Bill y Fleur. Nada más. Hace ya casi tres días que llegamos, Bree.

Tres días. Brigid suspiró y cerró los ojos. Asintió despacio.

—Bueno, podrían haber sido cinco meses otra vez —masculló Brigid.

—Eso era lo que a todos nos daba miedo —asintió Ron, cabizbajo.

Ella suspiró. Cerró los ojos y trató de enderezar la espalda.

—¿Cómo está Harry? —quiso saber.

—Pues... —empezó Prim.

—Hecho una mierda —se sinceró Nova—. Se siente culpable por no haber podido evitarlo. Porque fue él quien hizo que los Carroñeros os encontraran. Y porque se vuelve loco cada vez que te pasa algo.

Brigid asintió.

—Entonces, decidle que venga.

—Dicho y hecho.

Prim salió de la habitación tras dirigirle una última sonrisa. Ron y Nova se miraron.

—Será mejor dejarles tranquilos, antes de que llegue —opinó ella. Se volvió hacia Brigid—. Volveré a verte luego. Me alegro muchísimo de que estés bien, Bree.

Ron le abrazó con cuidado.

—Fuiste muy valiente —le aseguró—. Eres muy fuerte, Bree.

—No me siento tan fuerte, Ron, pero gracias —susurró ella.

Vio salir a ambos y dejar la puerta entreabierta a su marcha. Brigid trató de acomodarse en la cama, pero era complicado cuando los músculos le pesaban y a cada movimiento acompañaba un débil quejido de dolor.

Harry no tardó en aparecer en el umbral. Brigid le conocía lo suficiente como para saber que debía haber corrido hasta allí, pero que había bajado el ritmo al llegar al pasillo. Estaba pálido y ojeroso, su pecho subía y bajaba rápidamente por la carrera. Compuso una sonrisa para él.

—Hola —le saludó, con voz ronca.

Harry cerró la puerta con cuidado y se acercó con paso lento a la cama. Brigid tomó su mano cuando estuvo lo suficientemente cerca.

—Siempre acabamos igual —bromeó—. Yo al borde del colapso por usar mi don y tú vigilándome mientras me recupero. Deberíamos intercambiar puestos alguna que otra vez.

—Bree. —La voz se le quebró tan solo con decir su nombre. Brigid apretó con más fuerza su mano.

—No te disculpes —susurró ella—. Fue un error. Ninguno hubiera esperado que pasara lo que pasó.

—No debí haber pronunciado su nombre.

—No —asintió Brigid—. Pero lo otro no es culpa tuya, Harry. Si no hubiera sido yo, Bellatrix hubiera elegido a cualquier otro.

—Sí, y debería haber sido yo —masculló él, dejándose caer en la silla cercana. Brigid acarició el dorso de su mano con el pulgar.

—Mejor yo que otro —respondió—. No hubierais sobrevivido a la maldición asesina.

—Aún no entiendo...

—Morrigan.

Harry asintió, cerrando los ojos durante unos segundos. Tomó aire.

—Cuando te vi caer al suelo, Bree... —Apretó con más fuerza su mano, como para cerciorarse de que realmente ella estaba allí—. Sentí que caía por un abismo sin fin. Es... Una vez, Vega me contó algo así, de cuando Cedric... —Se interrumpió—. Bree, yo...

—Estoy aquí —susurró ella—. Estoy viva.

—Sí, por esta vez. ¿Cuántas veces has estado a punto de morir en los últimos años, Bree?

—¿Y tú? —rebatió ella.

—Sí, pero eso es porque soy Harry Potter —bufó él—. Y lo tuyo es también porque soy Harry Potter. ¿No ves la diferencia?

—No pienso discutir esto ahora —dijo ella, negando con la cabeza—. Sé que quieres que esté bien, Harry, pero siempre he sabido dónde me estaba metiendo, desde el momento en que fui a buscarte esa noche en Grimmauld Place. Ya estoy metida hasta el fondo, lo estoy desde hace años. No vas a poder cambiar eso. —Negó con la cabeza—. Solo queda resignarse. Aguantar lo que podamos. Enfadarse o cortar no sirve, Harry, no sé si te das cuenta.

—Claro que me doy cuenta —suspiró él—. Y sabía desde que lo hice que no serviría de nada, pero... Pero es que odio ser incapaz de mantenerte a salvo. Te he arrastrado a esto y ahora...

—Fueron Carrow y Crouch quienes me hicieron ir a ese laberinto, por quienes terminé en el cementerio —le recordó ella—. Desde que levanté a los muertos, Harry, estaba marcada. Ni siquiera estábamos saliendo en ese momento. No. Fue. Tu. Culpa.

Él la miró finalmente con esos ojos azules cambiantes que tanto le encantaban a Brigid. Harry dejó caer los hombros.

—No se puede discutir contigo —susurró, pero lo dijo esbozando una débil sonrisa. Brigid rio ante la broma.

—No cuando tengo razón.

Harry suspiró y se echó hacia atrás en la silla.

—Te quiero, ¿sabes?

Brigid asintió, al tiempo que asentía con la cabeza.

—Sí, claro que lo sé. —Tiró de él para acercarle y dejó que le abrazara—. Y yo te quiero a ti.

—Es bueno saberlo —opinó Harry. Brigid se echó a un lado en la cama y le hizo un gesto para que se tumbara junto a ella. Él obedeció, rodeándola con el brazo y dejando que ella se apoyara en él tan pronto como encontró una posición lo suficientemente cómoda—. ¿Sabes? Recuperamos tu varita. Nova la recuperó. Creemos... Bueno, es con la que Bellatrix te atacó, porque yo tenía la suya. —Hubo un breve silencio—. Tu varita es la única que hemos podido traer, todos los demás hemos perdido las nuestras.

—Bellatrix me la dio para que me curara las heridas —explicó Brigid en voz baja—. No pude, claro. Pero me alegra tenerla aquí. Puede que que me matara con mi propia varita tenga algo que ver con que yo esté aquí. —Otro silencio, que ella se apresuró a romper—. ¿Qué vais a hacer vosotros, sin varita?

—Le quité a Malfoy hijo cuatro —dijo Harry—. La de Bellatrix, la de Lucius, la de Colagusano y la suya. Pettigrew está muerto, por cierto. —Harry chasqueó la lengua—. Debería haber golpeado más fuerte a Malfoy cuando pude —añadió, en tono sombrío—. Se lo merece después de la gracia del collar maldito.

Brigid asintió pensativa, recordando entonces que Malfoy estaba ligado a ella, según Morrigan. Cuando ella murió, ¿habría muerto también él?

—¿Malfoy seguía vivo cuando os marchasteis?

—Desgraciadamente —masculló Harry.

—Felicity estaba con él.

—Lo sé. Y no sé qué pensar al respecto.

—Podría intentar llamarla. También debería llamar a Selena, Lily, Melina y Aura. Estuvieron buscando a Nova. Ahora que ella está bien...

—Creo que sería mejor que no usaras mucho tu don hasta que estuvieras recuperada —opinó Harry.

Brigid torció el gesto.

—Supongo que podría esperar a ser capaz de andar.

—Podríamos intentar ser una pareja normal por un par de días. Sin ser uno el Elegido y la otra una médium.

—¡No soy una médium! —protestó Brigid—. Y no de «el Elegido» ya no parece llevarse. Ahora eres el Indeseable Nº 1, por lo que sé.

—Supongo que ese nombre tiene su encanto —bromeó.

Harry besó su frente, haciéndola sonreír. Brigid llevó la mano a su mejilla vendada.

—¿Sabes? Nova me ha dicho antes que ahora tenemos cicatrices a juego.

Harry dejó escapar un sonido a medio camino entre una risa y un bufido.

—Sigue sin saber cuándo no hacer chistes.

—Bueno, razón no le falta —opinó Brigid divertida—. No sé qué esperar cuando me quite la venda y me mire al espejo.

—Pase lo que pase —replicó Harry—, seguirás siendo preciosa.

La besó y Brigid se sintió relajar entre sus brazos, aunque fuera por unos minutos. Aún quedaba mucho por enfrentar, pero acababan de salir de una situación que les había hecho merecerse un poco de tranquilidad, por el momento. Más les valía disfrutarla.


























La vida en la pequeña casa de Bill y Fleur resultó algo complicada, principalmente porque El Refugio estaba abarrotado. Brigid, que fue capaz de levantarse de la cama al día siguiente de levantarse, rápidamente insistió en que no necesitaba una habitación para ella sola. Nova y Luna acabaron trasladándose con ella esa misma noche.

Habían acordado no contar a nadie que Brigid había muerto y luego regresado a la vida a los pocos minutos. Por el momento, el secreto se quedaría entre Harry, Ron, Nova y ella. Aunque Voldemort ya lo sabría, preferían que no siguiera divulgándose, por precaución.

Aún necesitando pararse a descansar cada poco rato, Brigid se esforzó por ayudar algo a Fleur en los días siguientes, como todos los demás hacían —exceptuando al duende Griphook, que parecía querer complicarlo todo. Salían a por leña, le acompañaban en la cocina, se esforzaban por mantener todo en orden.

Brigid se enteró de que la familia Weasley al completo había tenido que refugiarse en la casa de su tía abuela Muriel después de que los mortífagos descubrieran a Ron con Harry. Eso incluía a Vega, Jessica y Teddy, puesto que la casa resultaba ser incluso más grande que Sword Cottage, donde los Potter, Sirius, Remus y Susan se refugiaban en ese momento. Por lo que decían, era una suerte que hubiera sucedido durante las vacaciones de Pascua, pues Ginny y Susan hubieran estado en Hogwarts de no ser así.

La casa de Muriel había sido protegida con el encantamiento Fidelio, al igual que El Refugio. Habían reforzado también el de Sword Cottage, por precaución. Arthur, Bill y Ariadne eran los guardianes secretos.

—Planeamos ig con ellos en unos días —le explicó Fleur—. Todos nosotgos, incluidos Bill y yo. Hagy, Gon y Hegmione son los únicos que no vendgán. ¿Dónde pguefeguigás ig tú, Bguigid? ¿Con los Potteg o los Weasley?

Brigid había terminado decidiendo ir a Sword Cottage, junto a Nova. El resto se iría a casa de la tía Muriel. Bill y Fleur parecieron de acuerdo con aquello.

Durante aquellos días, costó algo habituarse a la convivencia. Fleur solía estar de mal humor y estresada, generalmente por las exigencias de Griphook. Éste, por su parte, parecía haber llegado a un extraño trato con Harry, Ron y Hermione. Uno del que Brigid no sabía nada más que que tenía que ver con los Horrocruxes. Podía llegar a imaginar que estaba relacionado con la bóveda de los Lestrange y por qué Bellatrix se había asustado tanto cuando pensó que habían entrado en ella. Logró que Harry le confirmara aquello, pero no mucho más. Decidió dejarlo estar. No les acompañaría, porque así lo habían decidido. Estaba demasiado débil. No podía discutir aquello.

El primero en marcharse fue el señor Ollivander, cuando finalmente estuvo algo más recuperado. Fue durante la cena de un día especialmente tormentoso. Mientras ayudaban a poner la mesa, vieron bajar por la escalera a Bill y al fabricante de varitas, que iba apoyado en éste.

—Voy a echarlo mucho de menos, señor Ollivander —dijo Luna, yendo a despedirse del hombre.

—Yo también, señor Ollivander. —Nova, que tenía el pelo revuelto por haber ido fuera a recoger leña, se acercó al anciano con una sonrisa en el rostro.

—Y yo a vosotras, queridas —respondió éste, dándoles unas palmaditas en el hombro—. Fuisteis un valiosísimo consuelo para mí en aquel espantoso lugar.

—Bueno, au revoir, señog Ollivandeg. —Fleur le despidió con un beso en cada mejilla—. ¿Podguía haceg el favog de entguegagle este paquete a la tía Muguiel? Todavía no le he devuelto la diadema.

—Será un honor —asintió el fabricante—. Es lo menos que puedo hacer para agradeceros vuestra generosa hospitalidad.

Fleur sacó un estuche de terciopelo que abrió para mostrarle el contenido. La diadema que había llevado en su boda dejó escapar un destello.

—Ópalos y diamantes. —Brigid casi pegó un salto al escuchar la voz de Griphook junto a ella. No le había visto llegar—. Hecha por duendes, ¿verdad?

—Y pagada por magos —replicó Bill con rudeza. Nova ocultó una sonrisa ante la expresión contrariada del duende; a nadie parecía caerle especialmente bien.

Se sentaron a comer, tan pegados como siempre, una vez ambos se marcharon. Brigid, sentada entre Harry y Fleur, pronto pudo ver que ésta última apenas comía, sino que se limitaba a vigilar por la ventana, esperando el regreso de su marido. Éste, por suerte, no tardó en llegar.

—Todo ha ido bien —anunció—. Ollivander ya está instalado en casa de tía Muriel, y mis padres te mandan saludos —dijo, mirando a su esposa—. Ginny os envía recuerdos a todos. Fred y George están sacando de quicio a Muriel porque todavía dirigen su negocio mediante el Servicio de Envío por Lechuza desde un cuartito. Además, dice que Teddy es una ruidosa. Pero recuperar su diadema la ha animado un poco; me ha dicho que creía que se la habían robado.

—¡Ay! Tu tía es charmante —suspiró Fleur, levantándose y haciendo flotar los platos, ya vacíos. Desapareció hacia la cocina.

—¿Y Vega, Jess y la niña? —preguntó Nova—. ¿Cómo están?

—No las he visto —explicó Bill, tomando asiento—. Fred, George y ellas han ido a cenar con los Potter, pero me dijo que las avisarían y...

Se escuchó un fuerte golpe en la puerta que hizo que cayera el silencio al momento. Bill se puso en pie de un salto y sacó la varita, apuntando con ésta hacia la puerta. Fleur volvió corriendo desde la cocina. Harry, Ron y Hermione imitaron al mayor de los Weasley. Brigid vio a Griphook esconderse bajo la mesa y no pudo evitar una mueca de desagrado.

—¿Quién anda ahí? —gritó Bill.

—¡Vega! —Al escuchar su voz por encima del fuerte viento, la postura de Harry cambió al momento. Nova ahogó un grito y se puso en pie de un salto—. Vega Adhara Black. Tú, Bill, como guardián secreto, me revelaste la ubicación de esta casa. Acababa de llegar a casa de Muriel cuando me dijeron que habías estado ahí y... —Silencio—. Quiero ver a mis hermanos. Solo eso.

Nova dirigió una mirada suplicante a Bill. Éste ya había bajado la varita. Asintió y la Slytherin corrió hacia la puerta y la abrió, lanzándose a los brazos de su hermana antes siquiera de que ésta pudiera atravesar el umbral. Vega ahogó un sollozo; ambas se dejaron caer al suelo de rodillas, aún abrazadas. Harry se acercó, vacilante. Vega levantó la cabeza y le miró con ojos vidriosos.

—Nunca me vais a dar un momento de calma —protestó, estirando el brazo hacia él—. Ven aquí.

Brigid no pudo evitar la enorme sonrisa que se le formó al ver a los tres abrazarse finalmente. Se notaba de lejos que aquellos meses separados no habían sido fáciles. Se habían echado mucho de menos.

Intercambió una sonrisa con Fleur, que contemplaba conmovida la escena. Brigid se puso en pie para ayudar a la francesa a terminar de recoger todo, dejando algo de espacio a Vega, Nova y Harry. Cuando regresaron de la cocina, los tres ya se habían puesto en pie y Vega saludaba con una sonrisa de plena felicidad al resto de los presentes. Se volvió hacia Brigid al verla entrar y exclamó:

—Bueno, bueno. —La miró entre divertida y enfadada, pero eso último parecía complicársele. Estaba más feliz de lo que Brigid le había visto en meses—. Algo más que una nota con un «Lo siento, tengo que irme» estaría bien la próxima vez, ¿sabes?

—Lo siento —balbuceó Brigid—. Es que... Tenía que irme.

A todos se les escapó una carcajada ante aquello. Brigid esbozó una sonrisa avergonzada.

—Por lo menos, dijo la verdad —opinó Nova.

—Y la nota era más larga que eso —protestó Brigid.

Sin embargo, todos estaban demasiado contentos para dar mayor importancia a aquello. La alegría de Vega era enormemente contagiosa. Estuvo contando las últimas noticias a todos, desde los últimos ataques de los mortífagos hasta cómo Teddy ahora sabía formar frases completas y Medea correteaba ya por Sword Cottage.

Fleur decidió sacar algo de vino para celebrar entre todos, aprovechando el ambiente alegre y distendido. Disfrutaron juntos durante cerca de una hora, hasta que Vega terminó por rechazar el ofrecimiento de Bill de otra copa y dijo:

—Debería volver ya. De hecho, venía con intención de llevar a Nova y Brigid a Sword Cottage. Fred me ha dicho que era lo que habías decidido. Tía Aria me dio la ubicación en un papel hace unos días, la tengo aquí. —Miro a Fleur y Bill—. Creo que os ayudaría a estar más cómodos aquí.

—¡Oh! —exclamó Fleur—. Sí que nos vendguía bien. —Aunque rápidamente añadió—: Pego si ellas no quieguen no hay pgoblema en que se queden. Nos hemos apañado bien, estoy seguga de que podguemos seguig así.

Brigid y Nova intercambiaron una mirada. Al cabo de unos instantes, ambas asintieron. Vega estaba en lo cierto, sería más cómodo para el resto de habitantes de El Refugio.

—No te preocupes, Fleur —dijo Nova—. Nos vamos. De todos modos, hubiéramos tenido que marcharnos en unos días. Es mejor para vosotros  si os dejamos más espacio y os damos menos trabajo.

—Exactamente —asintió Brigid, aunque dirigió una rápida mirada a Harry y vio cómo su sonrisa había decaído—. Será mejor que vayamos a por las cosas.

Ambas subieron rápido y recogieron las pertenencias que allí tenían. Brigid se aseguró de llevar colgada la cartera en la que guardaba el manuscrito de Bathilda Bagshot y sacó de su baúl, que había dejado en El Refugio cuando estuvo en Navidad, parte de su ropa para dejársela a Prim y Luna. Durante los últimos días, Fleur y ella habían estado dejando ropa a esas dos últimas y Nova, así que le pareció mejor dejarles algo antes de marcharse.

Entre Nova y ella, cerraron el baúl y luego lo hizo bajar flotando por las escaleras. Todos esperaban allí para despedirlas. Brigid agradeció a Bill y Fleur su hospitalidad. La francesa le besó en las mejillas e insistió en que había estado encantada de tenerla en la casa.

—Nos veremos pronto —aseguró Prim, abrazándola—. Estaré con Muriel, después de todo.

—Avisad cuando estéis con los Weasley —pidió Brigid, despidiéndose también de Luna—. Estaremos en contacto. No vuelvas a desaparecer —añadió, como advertencia a Prim, que rio y asintió.

Ya le había dicho a Brigid que había sido para no comprometer su posición mientras viajaba con los otros hijos de muggles. Todos habían acordado no ponerse en contacto para mantenerse a salvo de los Carroñeros.

Se despidió también de Dean y luego se volvió hacia Hermione. Ésta le dirigió una sonrisa trémula antes de abrazarla.

—Tened mucho cuidado —pidió Brigid, en voz baja—. No sé qué planeáis pero, si necesitáis algo... Iré, lo prometo. Avisadme.

—No te preocupes, Brigid —susurró ella—. Nos las apañaremos. De verdad.

Ron la esperaba con los brazos abiertos. Dejando escapar una risa, dejó que la envolviera con ellos. Siempre resultaba casi cómico cuando Ron la abrazaba; era exageradamente alto en comparación con ella.

—Te echaré de menos —le dijo él, entristecido—. Ve con cuidado, Bree.

—Eso debería decírtelo yo a ti —bromeó ella, aunque también sonó apenada—. Yo también voy a echarte de menos, Ron.

Había dejado intencionadamente a Harry para el final. Se dirigió hacia él con una sonrisa resignada en el rostro. Harry suspiró antes de estrecharla entre sus brazos.

—No me gusta decirte adiós —masculló él. Brigid negó con la cabeza.

—A mí tampoco. Pero solo es por ahora.

—Eso espero.

Harry no parecía querer soltarla. Brigid se echó hacia atrás lo suficientemente para mirarle a la cara. Su expresión contrariada le hizo suspirar.

—Ten cuidado —le pidió—. Por favor.

—Lo intentaré.

Brigid le besó. Fue un beso breve y definitivamente amargo, pero logró ver una débil sonrisa en el rostro de Harry al separarse de él. El corazón de Brigid se encogió. Cuánto quería a ese chico.

Entonces, él le acarició la mejilla donde Bellatrix le había herido con el puñal. Aún la mantenía vendada. Se la había visto en los últimos días en el espejo al colocarse una nueva venda, aunque intentaba no fijarse demasiado en ella. Comenzaba a curarse, pero no tenía buen aspecto. Probablemente, no lo tendría nunca.

—Te quiero —susurró él.

—Te quiero —repitió ella.

Le dio un último beso, tan corto que pareció poco más que una caricia, y luego se separó de él. Vega la esperaba, con el baúl flotando junto a ella. Le dirigió una breve sonrisa. Nova abrazó una vez más a Harry y fue también con ellas.

—Buena suerte, chicos —deseó Vega, dirigiendo una mirada a Harry, Ron y Hermione—. A los demás —añadió—, nos veremos pronto en casa de Muriel. Avisad con tiempo para venir o se volverá loca.

Bill rio. Vega dio un último abrazo a Harry antes de encaminarse hacia la puerta. Brigid y Nova la siguieron, volviéndose para dedicar sonrisas a los demás. Atravesaron el umbral y cerraron la puerta a su espalda. El fuerte viento les dificultó algo el alejarse de la casa, hasta el lugar donde el encantamiento Fidelio ya no hacía efecto y podían desaparecerse.

—Estoy pensando —comentó Vega, haciéndose oír por encima del viento— en que es ya bastante tarde. En Sword Cottage no saben que iréis, pero sí que me esperan en casa de Muriel. Creo que será mejor que paséis la noche allí.

—Me parece bien —dijo rápidamente Nova. A Brigid se le escapó una sonrisa: no era un secreto a quién tenía tantas ganas de ver. Nova carraspeó al verla—. Quiero decir, estarán Teddy, Jess, los gemelos...

—Y Ginny —se burló su hermana—. No disimules, Nov. No pasa nada. ¿Estás de acuerdo en ir, Brigid?

—Claro —asintió ésta—. Tengo muchas ganas de ver a todos.

Se detuvieron cuando ya estuvieron lo bastante lejos. Brigid dirigió una última mirada a El Refugio.

—Estarán bien —dijo Vega, dirigiéndole una débil sonrisa. Le ofrecía la mano, para Desaparecerse conjuntamente. Nova ya sujetaba su otra mano y el baúl de Brigid—. Ahora, al menos, sabemos que se las están apañando bien, ¿no?

—Sí —asintió Brigid—. Eso no quita que vaya a echarles de menos.

¿Cuánto tardarían en volver a verse? No lo sabía. Pero suponía que debía sentirse afortunada. Había podido pasar con ellos más de tres meses. Nova tan solo unos días, Vega apenas unos minutos. Debería estar agradecida. Aunque no era así, ni por asomo. Tal vez, solo fuera egoísta. Pero podía permitírselo después de todo lo vivido, ¿no?

—Vamos —terminó diciendo—. Ya hemos tardado mucho.

Tomando la mano de Vega, las tres se desaparecieron.














hoy sería el cumpleaños de mi niña vega <3

así que me paso a decir que he publicado, después de dos años de haber terminado lonely heart, su segundo fic, red desert, así que id a leer!!! :)

sinceramente no sé ni por qué me ha dado por subirlo ahora, creo que el estar tan cerca de acabar lom me tiene nostálgica y no quiero despedirme aún de esta saga 🥲

porque, sí, solo quedan 3 capítulos más de harry y bree anbdksnx, are you ready for it?

por cierto todo mi amor a marti siriussblackswhore que ha vuelto a wattpad y se ha leído lom entero en dos días es que te adoro

anyways, id a leer red desert y a darle a vega y fred el amor que se merecen, yo me vuelvo a seguir estudiando que en dos días empiezo con las recuperaciones (sos)

love you

ale.

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