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28. Te regalaré unas flores.

Hi~ llevo más de 24 horas viajando en bus, ha sido bien feooo, pero el capítulo de hoy tiene la finalidad de aterrizar y digerir un poco todo lo que hemos pasado, como se ha mencionado a lo largo de todo el fic las autolesiones existen porque es el mecanismo de afrontamiento que la persona tiene para situaciones que los sobrepasan, ¿eso significa que no existan otros? Claro que no, Ash ha ido aprendiendo varios, pero es muy dificil cambiar conscientemente algo que se tenía tan automatizado, acá hemos ido pasito por pasito e incluso con estas recaídas, el avance de Ash no es menor, espero que puedan verlo.

Mil gracias por leer.

Lo primero que sabe es que está en un hospital, ni siquiera ha abierto los ojos y sin embargo el aroma del antiséptico impregnado en las enfermeras le resulta característico, hay una serie de cables dentro de sus palmas y conectados a sus venas, no duele en realidad, más, molesta al tirarlo, el silencio en el cuarto se rompe por un tenue llanto, es apenas perceptible, un sollozo que corta el viento, asegura reconocerlo: es Griffin.

¿Qué haces acá?, quiere preguntarle.

Debería estarse preparando para dar otra vez la prueba no obstante lo ve sentado a su lado cabizbajo con los ojos atiborrados de lágrimas y una expresión tan descorazonada que tiene ganas de apretarle la palma de regreso, no puede, su cuerpo no responde, está en un estado de ensueño bastante irreal.

Ese es su primer recuerdo.

El segundo es a Max en la misma habitación de hospital, se ve como la mierda, ¿cuándo fue la última afeitada que se dio? Ash ansía bromear acerca de eso o cómo las arrugas alrededor de sus ojos yacen mucho más pronunciadas bajo la enfermiza luz amarillenta del cuarto, pero no reacciona físicamente y no entiende por qué ¿acaso se quedó en estado vegetal?, ¿acaso murió y esto es lo que mira en el plano fantasma? De repente, una inconmensurable pena se le acumula en el estómago como si fuera bilis quemándole la garganta, no quiere morirse así, todavía tiene muchas cosas que hacer, no quiere que esta sea la última imagen que sus seres amados guarden.

—Mocoso. —Escucha a Max susurrar suavemente—. Yo lo aseo, odia que lo toquen los desconocidos.

—Todavía está demasiado drogado para notarlo.

—Lo notará. —Reclama—. Él sabe de esas cosas.

—Señor...

—Mi hijo es sensible a esos temas.

—No lo recordará, lo prometo. —Alguien insiste, una enfermera tratando de hacer su trabajo tal vez.

—Yo lo sabré. —Su voz es dura. Seca. Cortante—. Eso es suficiente.

Ash siente un paño húmedo en su cara, ve a Max más cerca que nunca, asume que aunque tiene sus ojos abiertos debe tener la mirada perdida o empañada por la anestesia todavía, Max se inclina y su pecho duele como si tuviera un nudo, siempre que un adulto se le acercaba tanto era porque ansiaba otras cosas, le resulta sumamente doloroso que Max en vez de aprovecharse esté lavándole su rostro casi como si fuera un niño enfermo y de pronto tiene muchas ganas de llorar. No sale ninguna lágrima gracias a lo que sea que le hayan dado, pero su papá se ve tan viejito y cansado con esto, no solo fue un confidente cuando lo necesitó sino que eso le trajo problemas con Griffin.

Lo siento por ponerte en medio, lo siento por no pedirte antes ayuda, lo siento por ser un mal hijo, te veo sufriendo por mí, te veo chupado por eso que estoy pasando, perdón por arruinarlo todo, te amo.

—Saldremos adelante, campeón.

La imagen de Max llorando e intentando mantener una sonrisa forzada se difumina como sangre en el agua.

Las siguientes horas no son figuras sólidas sino palabras, términos, toques de personas familiares los que no puede pesquisar exactamente, aromas, llanto, más llanto, la gente está llorando mucho y Ash francamente no lo comprende ¿cuál es el afán?, ¿acaso se murió alguien? De hecho... ¿qué hizo para acabar hospitalizado? Siente que hay una venda alrededor de su mano derecha, no, más que un yeso o una venda se siente como si fuera un inmenso mitón acolchado, a Eiji le encantaría, le gustan todas las cosas esponjosas, suaves y bonitas, sus ojos en medio de la confusión vislumbran en lo que asume que es una mesita una grulla de papel.

Mil grullas de papel.

Un deseo.

Desearía que seas feliz, nada más.

El recuerdo lo hace querer vomitar.

Griff es lo siguiente que vislumbra nuevamente viéndose aún más demacrado que la vez pasada, sus manos se encuentran contra su frente, está arrodillado en la cama con un rosario, nadie en su familia es creyente, por ende, no aprecia el motivo de la cadena de oración pero otra vez está llorando, sabe que es así porque es el único sonido con que está familiarizado: llanto, llanto y más llanto. La vida es bonita, ¿no debería ser algo para disfrutar? Es cosa de echarle más ganitas.

—Te lo ruego. —Implora sin levantarse—. Ayúdanos, no te he hablado desde Irak, creí que nos habías abandonado en el infierno, pero no puedo solo.

—G-Griff... —Logra pronunciarlo.

—¡Aslan! —Su hermano casi se cae al piso por la conmoción, el rosario se estrella contra las baldosas blancas de la habitación, las cuencas se desarman plic, plic, plic, suenan como lluvia ¿estará lloviendo afuera? No puede evitar preguntarse, recuerda que cuando todo esto empezó había lluvia y pensaba en Hemingway, en sus metáforas, en el suicidio—. Mi hermanito.

—N-No me mandes a Cape Cod. —Le ruega sin comprender bien qué está diciendo, oye el eco de su voz contra su garganta, más formular es demasiado pesado y difuso, no se siente claro—. Seré bueno si me das la oportunidad, no me mandes lejos.

—Aslan. —Su hermano se mira un millón de veces peor tras su petición ¿por qué?, ¿qué fue eso que le rompió el corazón?—. Lo siento, lo siento tanto, ¡maldición!

La gente se disculpa mucho cuando viene a visitarlo incluso sino puede responder, sospecha que por el tiempo que lleva dentro deben estarlo drogando y la dosis es tan alta que lo deja tirado, si hubiera escogido otra forma de disociarse como automedicarse esto no estaría pasando y tendría resistencia.

Escucha a Shorter. Sing. Incluso Yut-Lung.

Bones. Kong. Alex.

Eiji.

Joder, la imagen de Eiji luciendo tan frágil como si fuera una montonera de piezas lo mata, no concibe si es peor haber apagado la sonrisa más deslumbrante del mundo o ser la razón por la que esos ojitos de cervato se hallen constantemente rojizos y mortecinos, no quería lastimarlo, más es cosa de linces el romperle el corazón a los dos porque es un bruto egoísta.

—Lo siento mucho, Ash. —Llora y necesita consolarlo—. Dijimos para siempre.

Todos se disculpan cuando entran al menos una vez como si tuvieran la culpa de algo que él acometió hacer con su cuerpo, como si hubiera sido deber suyo salvarlo, no lo era, ni siquiera él se pudo ayudar así que ¿con qué cara le pediría eso a otra persona si él fracasó? Hay mucha tristeza acumulada sobre su corazón por lo mismo, lo desgarra ver que los cortes también dejaron cicatriz en sus seres amados.

—Mi hermanito. —Griffin repite una de las veces que lo viene a visitar—. Lo siento Dios, no castigues a Aslan por mi propia inutilidad, debí criarlo mejor, debí cuidarlo más, lo intenté, de verdad lo intenté pero me quedé corto y al final no pude protegerlo de él mismo otra vez.

Ningún hermano debería ver a su polluelo moribundo en una camilla y él está arrastrándolo en aquel trauma.

¿Por qué se clavó tan hondo la cuchilla?, ¿acaso el dolor no estaba siendo suficiente y desarrolló una resistencia como pasa con las drogas?, ¿o simplemente quería irse? Y si ese es el caso ¿por qué hasta en eso se saboteó?

¿Por qué escaló tanto la montaña? ¿Se perdió cazando a su presa hasta que llegó a un punto en el que no podía volver? ¿O subió y subió, poseído por algún instinto y se desplomó intentándolo? De cualquier manera, ese leopardo sabía que no volvería.

Una mañana despierta solo en urgencias.

Está en otro cuarto y por primera vez siente miedo de estar solo y jodido pensando en si acaso podrá arreglar los trozos que dejó de su vida, no recuerda mucho, solo que lloró cómo un bebé con el brazo derecho totalmente inmovilizado, una bata de papel, una frazada helada y que suplicó que le trajeran a su hermano hasta quedarse sin voz ya que estaba aterrado de no poder... ¿qué será de él ahora?

Entonces sabe lo que está pasando: lo acusarán de un intento de suicidio cuando no fue eso, pero la vena le ardía y le ardía porque el aire quemaba y eso fue peor a cualquier otro dolor existente, siendo franco sabe que fue una estupidez, que debió tratarlo más, que ahora tiene un brazo completamente cercenado, llora porque incluso sino fue un intento sigue vivo y debe arreglarse, se ahogó en un vaso de agua y se sigue ahogando, así que lo empeoró todo ¿cierto? Finalmente se ramificó para enfermar a esas personas lo suficientemente buenas para quedarse.

—Estoy en un hospital. —Finalmente dice recuperando la consciencia—. Estoy en un hospital porque me salvaron a tiempo.

—Menos mal te trajeron rápido, el corte fue profundo. —Hay un hombre rechoncho, con bigote y la bata arrugada en medio del cuarto—. Te tuvimos que poner puntos.

—No me quería suicidar.

—Chico.

—Lo digo en serio, no me quería suicidar. —El doctor suspira masajeándose el ceño como si precisara de paciencia extra para lidiar con la conversación, vaya petulante—. No me cree.

—A juzgar por la cantidad de autolesiones que tienes, te creo. —Porque autolesiones y suicidio están en espectros diferentes, son vecinos pero siguen siendo diferentes—. Les diste un gran susto a todos.

—Perdón.

—No te disculpes. —El doctor le acaricia la cabeza—. Debes haberla estado pasando realmente mal para llegar a estos extremos, tienes muchas cicatrices.

—Lo sé. —Se encoge dentro de la bata—. ¿Cómo están todos? No recuerdo bien quienes han venido.

—Tu papá no ha dejado de insistir en hablar contigo. —Max—. ¿Quieres que lo deje pasar? Debo de respetar que sea una visita a la vez, eres bastante popular por sino te has dado cuenta.

—Puede pasar. —Traga duro—. Creo que estoy listo.

El doctor asiente y deja entrar a su papá, no obstante, no es Max quién pisa las frías baldosas blancas.

—Jim. —Parpadea confundido—. ¿Qué haces acá?

—Aslan.

Entonces pasa algo totalmente inverosímil, el donador de esperma que tuvo por papá, el mismo tipo que se agarraba con tres sujetos en la cantina al ponerse borracho, quién no podía gestionar las crisis de ira que catalizaba el alcohol, la razón por la que Griff agarró las maletas y se lo llevó lo más distante de Cape Cod posible, el idiota que minimizó lo pasado con Barba Azul, el que lo llamó un adolescente desesperado por atención apenas vio sus cortes, les dijo lonjas de tocino, queso rallado, hizo que su recaída fuera un agujero del que nunca más pudo salir, ese mismo hombre tosco, duro, que no quiere a absolutamente nadie y no lo derrumba nada... está llorando.

Porque ningún papá está preparado para que un hijo se muera antes que él, incluso si es una mierda.

—Aslan. —No puede decir más, ni siquiera se acerca a la camilla, casi como si él pudiera saltarle para clavarle una navaja en la yugular—. Hijo.

—Hijo. —Ríe.

—Hijo. —Repite con vergüenza—. No sé qué decir. —Ash tampoco sabe qué creer pero por lo menos.

Por lo menos le queda una cosa clara: Jim sí lo quiere.

Claro, puede haber tenido la peor paternidad del mundo y ser una persona absolutamente execrable por su personalidad, más, acá está el mismo papá que no lloró ni siquiera en el funeral de sus amigos, el mismo hombre que nunca se inmutó y lo alejaba por la culpa, el mismo sujeto que lo miraba a sus ojos con tal melancolía que le daba la impresión de que no lo estaba mirando a él y está llorando sin poderle dar un abrazo porque esto suma otro fallo para su paternidad, Ash no quiere que sienta eso.

—Te fallé, Aslan.

—Me has fallado en muchas cosas. —¿Pero qué sentido tendría arañar las heridas que finalmente sí están sanando en Jim? No lo haría sentir mejor, no retrocedería el tiempo, no le devolvería esos años perdidos y tal vez incluso le quiten una persona que pueda llegar a querer—. Pero esto no es tu culpa.

—Debería haberme educado antes.

—Has cambiado. —Lo valida—. Te he visto cambiar en serio, Griff igual lo ha hecho, incluso lo ayudas con sus entrevistas a la universidad aunque no creas que sea importante ir, estás diferente.

—No es suficiente.

—Tal vez.

—Sé que nunca te lo dije pero te amo. —Es la primera vez que lo verbaliza con tal seguridad—. Y soy el adulto entre nosotros dos, debí explicarte que te trataba así porque me recordabas personas a las que nunca quería recordar. —Igual que a Ash le pasa con las autolesiones, vaya metáfora grotesca el ser un corte para su papá no obstante quizás lo estuvo juzgando muy duro y ni siquiera le dio chance.

—Las autolesiones se salieron de control. —Musita bajito—. Desde... no he tenido buenos días desde que tú y Griff lo descubrieron, creo.

—Aslan. —Su padre se sienta a su lado en la cama.

—Creo que una parte de mí no quería aceptar que yo era esto, pretendía conservar esta imagen más inocente que tenía de niño, no sé, inherentemente tú y Griff eran las personas asociadas a esa época sin gente mala, creo que fui igual que tú en ese sentido, ustedes sin querer me evocaban a un cuadro que no quería dejar ir y contárselos fue romper eso, fue hacer un duelo para el que aun no me sentía preparado.

—¿Por eso te sigues haciendo daño? —"Haciendo daño" en vez de "llamar la atención" sin duda ese cambio ha sido de 180° grados, ja, ¿por qué las personas tenemos que perder algo para reaccionar?

—No. —No quiere hacerle más daño a nadie—. Lo hago porque me ayuda.

—Explícame.

—A veces mi cabeza es demasiado, tiene mucho ruido e imágenes que me lastiman llevándome a la gente que me hirió o los escenarios que me traumatizaron. —Genial, en vez de autolesivo se escucha como si tuviera alucinaciones psicóticas, ahora sí lo dejarán internado—. Los cortes ayudan a que se calle todo eso, me dejan descansar, porque estar bien y tener que luchar todo el tiempo contra todas estas cosas mías me deja drenado, no siempre tengo la energía y sí, los cortes me permiten parar de correr y descansar un rato, es un alivio, por eso lo hago.

—Hay otras maneras de descansar. —No lo dice como crítica, sino haciendo su propio duelo de papá.

—Nunca las aprendí. —Susurra apretando las sábanas—. Nunca me las enseñaron.

—Perdón. —Ash parpadea incrédulo—. Perdón por no enseñarte maneras de afrontar el mundo, era mi responsabilidad, tú eras un niño, pero, ¿para qué te miento? Me quedó grande el papel de "papá".

—Jim.

—Nunca estuve ahí y no tengo derecho a ser tu papá, tengo claro que no lo soy, ese es Max pero por lo menos permíteme no seguir arruinando la poca relación que tenemos y déjame estar ahí, prometo sumarte, me costará, no te entiendo, somos de generaciones distintas, pero escucharé, oiré en serio.

—¿A qué se debe este tremendo insight? —Entonces su papá lo mira con ojos repletos de melancolía y miles de cosas no dichas—. ¿Viejo?

—¿Perder a dos hijos te parece poca cosa? —Se calla y es la primera vez que lo oye responsabilizarse.

—Quizás no está todo perdido. —Su padre ríe.

—Creo que el tiempo lo dirá. —Y aunque está reticente agradece que haya tanta gente para ayudarlo a recogerse.

ೃ࿐♡

Para la siguiente hora de visita vienen Griff y Max, el doctor hizo una excepción sobre la regla de que debían visitarlo por decanto al compadecerse de la desesperación de la pareja, primero recibió gritos gracias al shock amenazándolo con que saldría de la facultad, empacaría y prácticamente lo meterían en una bola de cristal dónde pudiera ver sano y salvo desde la comodidad de ese domo sin que jamás le sucediera nada, más, cuando la furia se aplacó los gritos se convirtieron en sollozos.

Desde que conoce a Max nunca lo ha visto llorar, a diferencia de su hermano y su alma tan vulnerable y honesta, Max tendía a ser impermeable con las guerras que vivía, si bien, es cierto que cruzó muros con su sentido del humor y su instinto tan paternal que impresionaba nato, no le mostró su fragilidad para preservar esa imagen de padre indestructible, supone que Griff es el único que puede conocerlo en su totalidad y viceversa, así que es raro haber hecho llorar a los dos sujetos más duros que conoce.

—Tu terapeuta nos llamó antes para advertirnos que saliste volátil de la sesión, nos pidió mantenerte vigilado por cualquier señal, cuando no viniste a clase supuse que había pasado algo. —Max parte e intenta recomponerse pero no puede, tiene un corazón débil cuando se trata de quienes ama aunque los pretenda proteger, por eso lo adoptó como un hijo para partir, no fue posible negarle a Griffin su fantasía de una familia—. Cuando Eiji nos llamó fue el colmo.

—Esa señora metiche. —Chista amurrado, está sentado en la camilla, se hartó de jugar apretando el botón que nivela la parte de arriba separada de la de abajo—. No creo que ella me quiera recibir con su terapia.

—¿Con lo que le gritaste? —La voz de Max se escucha astillada—. Yo tampoco lo creo, fuiste un poco duro con ella por lo que me comentaron.

—Perdón. —Pero basta esta simple palabra para que se suavice—. No estaba pensando con claridad.

—Aslan. —Griff lo llama sin saber cómo seguir, sin embargo, Max le indica sin palabras que él lo hará.

—No. —Parte—. No vine para regañarte, lo siento, ya debes tener mucho en tu plato como para que te haga las cosas aún más duras.

—No fue un intento. —Le explica—. El médico se los puede decir.

—Nunca te había visto los bracitos de cerca. —Esta vez es su hermano quién habla, tiene los ojos de una mamá a quién su hijo ingrato le ha quebrado el corazón—. Estás tan herido.

—Estoy arrepentido.

—Sé que lo estás. —Su hermano se acerca sentándose a los pies de la camilla, sus piernas se encogen por inercia, es el instinto que desarrollan los niños traumatizados—. La culpa no es de nadie. —Le da mucha risa tan adorable mentira, todos saben que existe un culpable y es él—. Así que ya date el descanso que mereces, te conozco y sé que probablemente has encontrado miles de razones nuevas para odiarte por esto, no, no fue tu culpa, ya basta.

—No me tengas lástima, sé lo que hice. —¿Realmente lo sabe?

—Aslan. —Pero su hermano no cede, no es bruto con sus toques ni con sus palabras, de hecho, toma su mano queriendo transmitirle en diferentes niveles que se encuentra ahí para apoyarlo—. Necesito que me expliques qué está pasando en tu vida.

—Nada.

—Encontramos las cartas en tu cuarto. —Max interviene—. No vale la pena que lo niegues, ¿por qué no nos contaste que el acoso era tan grave? Tú nos dijiste que podías manejarlo, que no era invasivo.

—Porque me obligarían a denunciar y no quiero hacerlo. —Sabe que no lo entenderán ya que existen personas que piensan que es cosa de verbalizarlo y ya, no, toma todo un trabajo de sanación y hasta de destrucción el abrir sus heridas para apuntar al perpetrador antelando que verosímilmente aquel trauma no tendrá justicia legal porque así es el sistema—. No me hagan pasar por eso, sé que podría verse como algo sencillo pero no estoy listo, no tengo... me voy a desarmar.

—No te obligaremos a nada. —Aprendieron a respetar sus límites—. Pero Aslan, lo de la universidad.

—Fue mi culpa. —Lo corta—. Se desquitó contigo.

—No. —Griff es cabeza dura—. No quedé porque no fui lo suficientemente bueno y está bien. —Ash no cree que lo esté ¿cómo podría estarlo luego de semejante trabajo?

—Si no cedo siempre estará atormentándonos.

—Si cedes sus peticiones escalarán, hay que hacer algo que te proteja, no que te exponga, no puedes mostrarle que sus cartas te están afectando así, debemos cuidarte.

—No quiero... no pasaré por un proceso así de invasivo, no tengo los recursos, de verdad, siento que terminaré loco si me fuerzo a hablar de algo que todavía no puedo.

—No estoy pensando en una denuncia, sino una orden de restricción, al menos eso podría funcionar.

—Oh. —De hecho, no es tan mala idea—. ¿Esas pruebas son suficientes?

—Las cartas. —Max frunce el ceño—. Sería mejor si tuviéramos un mensaje de audio o un video que lo inculpe aún más, pero podemos trabajar con lo que tenemos.

—Un video. —De repente, se espabila—. Él me pidió que modelara para uno de sus desfiles y Golzine ama soltar la lengua para presumir sus méritos, podría tener algo que lo inculpe de verdad.

Absolutamente no, jovencito. —Griff es cortante ¿qué otra cosa puede esperar de su única familia?

—Al final saben que haré lo que quiera.

—Aslan.

—Lo haré, ya lo vieron. —Si bien odia usar las autolesiones para hacerles daño es lo que mejor ilustra que no logran protegerlo de sí mismo—. Pueden no concordar con mis decisiones pero es mejor que sí sepan lo que estoy haciendo por si pasa algo, es mejor que tenga esa confianza con ustedes porque sino igual haré las cosas pero a escondidas y con mentiras.

—Mocoso. —Max luce como todo un papá preocupado—. Sabes que no estamos de acuerdo con tu exposición, ¿verdad? —Asiente—. Pero no te dejaremos solo en ningún caso.

Ash sonríe, piensa en su relación con Max, en cómo incluso si estaba drogado no dejó que nadie que no conociera lo aseara porque entendía que eso no le gustaría, está agradecido, sí, sabe que le colocó difícil su crianza, que lo puso entre la espada y la pared poniendo a prueba tanto su lealtad como su amor y llevándolo al extremo para ver cuándo se quemaría, Arthur tenía razón, lo sentó en la primera fila, con los puños amarrados, la boca amordazada y las piernas encadenadas para que testificara sin que pudiera intervenir su propio espectáculo de destrucción.

—Gracias. —Es lo único que puede musitarles, no les da más explicaciones, ni tampoco las necesitan.

—Aslan.

—No fallaste como hermano, Griff. —Dice recordando sus plegarias en la camilla—. Lo siento porque te escondí esto, pero te veías tan cansado y cuando supiste de las autolesiones te hizo trizas, en serio no quería ser el causante de que te volvieras escombros, no quería dañarte.

—Y te terminaste dañando a ti mismo. —Ash niega.

—Nos dañé a todos. —Asume lo que hizo—. Pero estoy tratando...no es falta de motivación, en serio trato de mantenerme bien, les prometo que no recaigo para manipularlos o preocuparlos, yo pasaría estos momentos solo si pudiera, pero a veces todo se vuelve demasiado y no doy más y simplemente me reviento como si se tratara de un globo que acumuló demasiado aire.

—Está bien. —Su hermano frena ese tren de la catástrofe—. Está bien, gracias por contármelo ahora.

—Griff.

—Te amo, Aslan. —Mierda—. Todos acá te amamos.

Mierda. Mierda. Mierda.

Tiene muchas ganas de reír por semejante amabilidad pero llora, llora y llora porque estuvo asustado en una sala desconocida con los brazos vendados sin saber qué diablos sería de su vida, porque quiso ponerlos a prueba y se antepuso a ser odiado, ya que se siente como un polluelo cuyas alas quedaron destrozadas tras el ataque de un gato y no sabe si eso le pesa o le aligera más la existencia, es verdad que el amor implica expectativas y que siempre se siente presionado a sanar porque quienes lo aman quieren verlo sano, más, está seguro que sin presunta presión se habría quedado en el hoyo.

Gracias por no dejarme ser Clementine.

ೃ࿐♡

—Hola.

—Hola.

Eiji juguetea nervioso con las mangas de su suéter, está cargando un peluche de Nori Nori con varias cosas totalmente innecesarias que agradece realmente, luce ansioso, lo percibe por cómo ha clavado sus ojos en sus mocasines perfectamente lustrados, por la manera en que tensa y destensa la correa de su mochila sobre su hombro o la transparencia con que se muere por correr a sus brazos pero se contiene siempre priorizando su bienestar, Ash sabe que este evento fue fuerte y que dejó una huella sumamente profunda en su novio no solo porque lo ha visto autolesionarse más de una oportunidad, sino que lo sostuvo entre sus brazos cuando se puso frío y pálido por la pérdida de sangre.

—¿Puedo ir para allá? —Su corazón muere, se hace trizas, las trizas se hacen cenizas, las cenizas van con el viento ante la pregunta.

—Ven. —Ash palpa la camilla—. Hay mucho espacio para nosotros dos.

Eiji obedece.

Al principio se quedan recostados frente a frente sin decirse nada porque ¿qué cosa podría arreglarlo luego de semejante caos? Eiji debe sentirse culpable, Ash también.

—Lo siento. —Entonces parte y asume la responsabilidad—. No quería que me vieras así.

—Ash.

—Realmente lo lamento. —Más, su novio le sonríe con suma sinceridad como si pudiera ver a través de él y sus verdaderas intenciones.

—Deja eso. —Lo incita—. Disculparse es cosa de japoneses.

—Pensé que era un tema que teníamos superado. —Ash bromea.

—A veces. —De repente, las cosas se vuelven a sentir bien entre ellos, no porque alguna vez se hayan dejado de concebir de esa manera, más ¿para qué lo niega? Le es malditamente intimidante que ese terco lo ame a pesar de todas sus dolencias y no tiene mecanismos de afrontamiento efectivos, suele sabotearse por lo mismo, está trabajando en ello, lo promete—. Me diste un susto terrible. —Eso no es una crítica ni un reproche que planea patearlo una vez en el suelo, es su novio preocupado porque creyó que lo perdería y eso es válido.

—Han sido días difíciles para mi sobriedad. —Se abre y suplica para que no suene como una excusa.

—¿Te es difícil aplicar otras habilidades?

—Mucho. —Traga duro—. Necesito, estoy acostumbrado a que el alivio aparezca cuando hay presión en mi muñeca, sé que puede sonar irracional pero a veces es lo único que me calma: verla sangrando.

—Entonces te regalaré flores.

—¿Qué? —Ash parpadea sin entender. Una. Dos. Tres veces—. ¿Flores?

—Cada vez que te quieras lastimar te regalaré flores. —Su novio tantea entre los bolsillos de su jeans sin que Ash comprenda a qué carajos se refiere aunque no debería sorprenderle, Eiji todavía resulta ser un misterio, ya está resignado a amarlo en su infinidad—. Así.

Pero entonces Eiji saca un lápiz pasta rojo y dibuja una pequeña flor en su muñeca y ya lo comprende.

Es una técnica que se usa principalmente en niños autolesivos, en vez de flores son mariposas rojizas sobre las muñecas, es algo efectivo para los ingenuos pero Ash no tiene nada de ingenuo a esa altura, es un hombre, un adulto hecho y derecho, por ende dibujar florcitas sobre sus cicatrices nunca podrá ser suficiente para aplacar las voces intrusivas en su cabeza, debería darle rabia, debería sentirse tan invalidado por una solución tan estúpida que lo saque a patadas del cuarto.

—Una flor. —Pero no lo hace, porque ve lo desesperado que está Eiji por ayudarlo y sí, es tonto, pero porque Eiji hizo la flor sobre sus heridas es que es especial y no quiere lastimarla.

—Te regalaré flores cada vez que te desees hacer daño. —Repite—. No me tienes que dar explicación ni nada que no quieras darme, pero prometo dibujarlas cada vez que me lo pidas y quedarme hasta que puedas plantarlas porque el malestar se aplaque.

—Eiji... —Ve lo que está haciendo: es una palabra de seguridad para sus crisis, o más bien es un gesto para pedir ayuda antes de recurrir a las autolesiones—. Mi Eiji.

—Te llenaré de flores si así me lo permites.

—Lo siento por hacerte pasar por tanto. —La culpa le muerde el alma—. Perdón por todo esto.

—No te disculpes por estarla pasando mal. —Lo valida—. Aun si las autolesiones no te definen nunca te podría dejar de amar por ellas ¿entiendes? No son nada de qué avergonzarte, son las semillas que estás cuidando hasta que puedas florecer.

—Vaya que eres cursi. —Lo besa en la frente—. En verdad eres increíble.

—Sí. —Eiji se acurruca—. Me lo dicen mucho.

Y Ash se pregunta si él algún día también podrá florecer.

La tecnica de las maripositas existe, es muy usada sobretodo en los más chiquitos pero se puede usar a cualquier edad porque es una manera muy dulce de intentar sostener esta lucha y acá con Ash la vemos hasta el final, de todo corazoncito gracias por acompañarme tanto tiempo.

Se les quiere caleta.

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