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22. Casa del árbol.

Hi~ Ayer fue un día donde pasan esa clase de cosas que crees que no te pueden pasar a ti, así que henos acá hoy, pero bueno, no quería subir tres capítulos de golpe porque pobrecitos de ustedes, así que me pase en la mañana y justo es un capítulo muy importante.

Espero que les guste~

Oh my darling, oh my darling.

Oh my darling, Clementine.

Ash aborrece la balada para viejos sentimentalones, si bien, la tonada debería resultarle tolerable al ser la preferida de su hermano, el mensaje de las letras es a lo menos turbio, la historia refiere acerca de cómo Clementine se ahogó, su papá no pudo salvarla porque no sabía nadar y cada estrofa plasma una etapa distinta de un duelo patológico, en dónde cada sueño su padre ve el cuerpo de Clementine pudrirse progresivamente con musgo alrededor, flores creciendo, raíces devorándola para regresarla al suelo y un bello rigor mortis, la peor parte es que la canción es para scouts, se pregunta si el vejete y su hermano de repente habrán olvidado su idioma natal y por eso les guste.

Oh my darling...

—Viejo. —Ash advierte, estaba mirando tranquilamente el paisaje de la carretera por la ventana del vehículo cuando su paciencia decidió que era suficiente tortura por un viaje—. Cállate. —Ash se baja los lentes que le pidió prestado a Shorter (es decir, se los robó) para confrontar al conductor—. ¿Por qué sigues cantando la misma frase?

—Lo siento, no me sé el resto. —Lo corea con una sonrisa tensa sin despegar su atención del camino.

Están sentados lado a lado mientras Eiji duerme en la parte trasera de la camioneta y Griffin prepara un trabajo cuya fecha límite es esa noche, les insistió que no era necesario que los trajeran, que solo vendrían por el día para tomar fotografías muy específicas para armar el concepto de Eiji no obstante los ancianos son tercos y se montaron en el furgón pese a las quejas, acá están los cuatro: en el peor viaje familiar que jamás ha existido.

Yupi.

Tch. —Ash chista regresando su mirada a los prados que crecen al costado de la carretera, el clima apesta, hace un calor de mierda y debe andar con polerón porque aún no les cuenta de los cortes a estos dos.

—Estás algo irritable, ¿eh? —Max lo dice con su típico tono relajado e inclusive juguetón—. ¿Cuándo fue la última vez que viniste a casa? —Incluso sino ve a Griffin sabe que la pregunta también lo tensa puesto que Cape Cod es un tema sumamente sensible, la bendita cuna de los traumas—. Verte hacer pucheros me recuerda que todavía eres un niño.

—¡¿Qué dijiste?! —Se exalta provocando que su palma se resbale del manubrio por solo un instante.

—Oh, vamos. —Chilla—. ¿Ahora por dónde? —La pregunta francamente lo irrita, solo hay un camino por miles de kilómetros más.

—¡Solo sigue derecho!

—Bien. —Tararea—. Oh my darling, Clementine.

—¡Cállate la puta boca de una vez! —Gimotea y Griff debe estar muy concentrado para no regañarlo por el insulto a su amorcito.

Pero no puede evitarlo, ¿qué pecado tan grande cometió en su vida para que el universo lo castigue?

Intenta concentrarse en cualquier otra cosa menos en la desafinada voz de Max, los jades se enfocan en los paisajes verdes, los cielos de acuarela y los campos dorados, un nudo se le tranca en la tráquea por los recuerdos, los traumas sin resolver, eh acá el corte de raíz, el primero de muchos que reflejan su incapacidad para afrontarse a sí mismo, lo que lo convirtió en Clementine, ahogándose en el agua y reapareciendo como una carcasa congelada para quienes ama.

Si bien, es cierto que vino a Cape Cod porque Eiji quería fotografías con un concepto más rural en la casa del árbol de algún campillo, necesitaba escapar un rato, más considerando la presencia de Dino.

Un beso para la buena suerte.

Defraudó a Downtown perdiendo el partido.

Vaya idiota.

Desearía que el tema de Golzine no lo afectara, es decir, ¿qué tanto lo transgredió al tirarle un beso? Es un país libre y tiene derecho a asistir a un partido universitario si así lo desea, si le cuenta a alguien teme que le dirán exagerado, no obstante, verlo reactiva memorias tan dolorosas y destructivas que siente la necesidad de rajarse la piel hasta ser una pila de tiritas de carne, no lo ha hecho, el contador está marcando un nuevo récord que no quiere arruinar, además ver el diario mural hace que la culpa le retuerza las tripas ¿cómo cortarse así? Simple: no puede.

Si bien, ha intentado aplicar las técnicas S.O.S que aprendió en terapia el alivio es efímero, se concibe como si fuera una olla a presión a punto de deformarse hasta explotar o quemar al resto con el agua.

—Llegamos. —No tiene tiempo para perderse en eso, Max frena la camioneta, están frente a la vieja cabaña que él y Griff habitaron (por petición de este último)—. ¿Querías buscar tus primeras poesías como artista, cariño?

—Así es. —Su hermano se reincorpora poco a poco, cerrando el ordenador que yace en sus piernas.

—¿Ustedes van a sacar fotos de los alrededores?

—Eiji primero quería conocer, así que iremos a dar un paseo antes de la sesión. —Ash se voltea para los asientos traseros solo para descubrir a su amado acurrucado sobre sí mismo, dormitando—. Está cansado, ha estado estudiando mucho para los exámenes porque es un maldito nerd.

—Mira quién lo dice. —Max le revuelve el cabello—. Y se nota que se está esforzando, sus notas son más prometedoras, incluso a mí me sorprendió.

—¿No deberías dejar el rol de profesor en la universidad, papá?

—Tienes razón. —Max sale de su camioneta—. Vine en el rol de novio acaramelado. —Le arroja una sonrisa coqueta a Griffin antes de ayudarlo a bajar como si fuera alguna clase de galante y envolverlo en sus fornidos brazos, provocando que Ash empiece a tener arcadas igual que un gato con una bola de pelo atorada en la garganta—. ¡Mocoso!

—Si van a ser asquerosos sean asquerosos lejos de mí. —Chasquea saliendo del vehículo, caminando hacia los asientos posteriores—. Amorcito ya llegamos, levántate o te despertaré con muchos besos.

—Hipócrita. —Max finge toser para hacer evidente su punto—. Eres un hipócrita acaramelado y gay.

—¿Qué dijiste, anciano? —Ash se da vueltas con una mirada asesina.

—Nada, nada. —Tararea—. Debo estar enfermo.

—De Alzheimer quizás.

—¡Oye!

—¿Ash? —Eiji se despierta y de inmediato Max deja de tener importancia, de repente, deja de sentir el mundo para que solo importen ellos dos—. Hola.

—Hola. —Ríe embelesado—. Eres adorable cuando despiertas.

—Y tú eres deslumbrante. —Dice aún adormilado, extendiendo su palma hasta tocarle el rostro casi como si quisiera comprobar que sea real—. Deslumbrante como un jade al amanecer.

—Vamos, bello durmiente.

Ash lo ayuda a reincorporarse afuera de la camioneta, el paisaje lo embelesa en un santiamén, es el propio universo con sus campos frondosos y repletos de vitalidad enmarcando cabañas que parecen salidas de cuentos de hadas, la playa se despliega cual manto de arena dorada siendo acariciada por las olas que susurran los secretos del mar, puede saborear la brisa, oler el centeno y observar el faro solitario alzándose como un guardián de la noche, titilando con destellos de estrellas caídas. Sí. Aslan comprende la razón por la que Eiji quería sacar fotografías acá, Cape Cod es un lugar donde el tiempo impresiona ralentizarse y la realidad se desvanece, el problema son sus habitantes todavía retraídos.

—Qué lindo lugar. —Eiji sonríe con una mano sobre la frente para poder contemplar mejor el paisaje que se despliega ante ellos, Max y Griff ya se han ido a la cabaña.

—¿Te parece? —Están a solas.

—Sí, es precioso. —Eiji está apoyado contra la camioneta, Ash no duda en estrecharlo de las caderas.

—No me juzgues, necesito energía. —Le explica al ver su cara indignada (la que es adorable de todas maneras)—. En verdad me hizo falta tenerte cerca en el viaje.

—¿Eh? —Eiji alza su mentón juguetonamente, sus miradas se encuentran entrelazadas, poco a poco Eiji desliza sus dedos sobre su pecho y el toque arde, ni siquiera lo hace sobre su torso desnudo sino que lo acaricia sobre su camiseta blanca y eso basta para derretirlo, se pregunta si acaso tendrá idea de lo que está haciendo o provocando—. Me echaste de menos. —Y a juzgar por su tono picarón su novio sabe perfectamente lo qué está desatando.

—Eiji. —Gruñe estrechándolo con aún más ansia—. No empieces cosas que no vas a poder terminar.

—¿Quién dice que no las podré terminar?

—¿Siquiera sabes lo que estás haciendo? —Entonces siente la urgencia de tocar aún más, sus manos se acomodan sobre su trasero y Eiji se sobresalta, es la primera vez que traspasa el nivel de intimidad física con una connotación más pasional y está intentando descifrar cómo se siente—. Creo que esto me gusta.

—¿Eh? —Eiji enrojece hasta las orejas y toda esa fachada valerosa se hace trizas, crash, se derrumba.

—Sí. —Ash sigue meditando, acomodando las manos en los bolsillos del jeans, tratando de entender por qué la gente está tan obsesionada con tocar el trasero de los demás, lo amasa y queda atontado por las reacciones tan cohibidas de su novio, es malditamente adorable—. Me gusta. —Concluye sin pudor—. Esta será mi nueva técnica S.O.S para evitar las crisis.

—¡Ash! —Eiji estornuda atacado—. ¡Ni se te ocurra que te dejaré hacer eso! Es muy vergonzoso que me toques así.

—¿Dónde quedó el chico que me estaba provocando hace un rato? —Se mofa recobrando el control de la interacción—. ¿No estabas entretenido tocando mi pecho?

—Sí, pero...

—Ven acá.

Ash enmarca su cara contra sus manos, Eiji entrecierra los ojos por inercia y el gesto le roba una risa porque ahí está el único chico que ha amado con los párpados apretados, sus pies alzados, sus puños contraídos sobre su pecho y sus labios tan besables y expectantes, es en esta clase de instante donde no puede creer la suerte que tiene y se dice que vale la pena tratar.

Así que se inclina, lo besa, toda la ansiedad, alegría y expectación se derrite entre sus labios, primero es apenas un toque perceptible, boca sobre boca y ya, sin embargo, un anhelo casi instintivo lo incita a profundizar cada vez más la caricia, usa todas sus fuerzas para mantenerse gentil, no desea hacerle daño al estar cegado por el deseo así que se sumerge, respira su aliento suave, cata esa esencia que posee un dulzor inexplicable impregnado, se aman para que nada más importe además de ellos dos.

Al apartarse sus narices se tocan, Ash desliza su pulgar ante el labio de Eiji con una sonrisa satisfecha porque si hay algo sexy es Eiji luego de un beso.

—Ya deberíamos ir a tantear terreno para esa sesión. —Le susurra sin apartarle la mirada de encima.

—Deberíamos. —Eiji dice en un trance—. Creo que podría hacer esto para siempre.

—¿Eh? —Es turno de Ash de ruborizarse—. ¿A qué te refieres?

—Creo que podría hacer esto para siempre y eso me bastaría para ser feliz.

—Idiota. —Musita con las orejas ardiendo—. Eres un idiota, onii-chan. —Lo dice en una connotación afectuosa intentando enmascarar lo mucho que Eiji significa para él.

—Creo que lo soy. —Eiji le responde encandilado, mirándolo como a veces Eiji suele mirarlo con esa clase de pureza que lo hace sentir lo más valioso del universo—. Vamos, ya sé lo que anhelo plasmar.

Ya sé con qué ojos quiero vislumbrarte.

ೃ࿐♡

Clic.

El flash de la cámara lo deslumbra, se han quedado tonteando más tiempo del que deberían más no cree que importe puesto que la única luz que necesita se encuentra en esos brillantes ojos cafés, en su sesión Ash ha aprovechado de mirarlos, a enfocarse exclusivamente en la forma en que Eiji lo ve en lugar del lente de la cámara y ha descubierto cómo cambian de matiz, a veces son negros y mucho más que una noche de Halloween donde todavía pendía la inocencia, otras son de un ónix tan magno que parece arrancado del mismo cielo, con las hojas moviéndose se tornan moteados, son mieles si el sol les pega directamente, son cobrizos luego del flash, son pureza, son franqueza y son su libertad inocua, Ash sonríe, ni siquiera está posando, está siendo él frente a la cámara, es tan natural mostrar este lado más vulnerable a Eiji que hasta olvida que están en una sesión.

De pronto, solo son dos críos enamorados que se colaron a la vieja casa del árbol de su pueblo natal.

—¿Te molesta si me saco la chaqueta?

—¿Eh?

—Tengo calor. —Traga duro—. He querido quitármela desde que llegamos, pero ya sabes, no me la he podido sacar por Griff y Max.

—¿Quieres parar un rato? —Eiji baja la cámara hacia su regazo.

—¿Está bien si descansamos?

—Sí, tengo suficientes de ese concepto, quería tomar más pero en el lago. —Apenas recibe permiso se quita la chamarra y queda con su clásica polera blanca sin mangas—. ¿Puedo ir para allá?

—¿Por qué me lo preguntas? Eres mi novio. —Ash responde extrañado.

—Porque tu consentimiento es importante aunque seas mi novio y sé que el tema es difícil, no deseo pasarte a llevar con tu intimidad. —Sin embargo, a estas alturas no debería serle extraño todas estas muestras de amor de las que nunca se creyó merecedor, en parte por él mismo, en parte por Golzine.

—Ven acá.

Ash apoya su espalda contra la casa del árbol, es vieja, escueta y recuerda que de mocoso venía aquí a leer a escondidas o cuando simplemente quería desaparecer, es un lugar especial, es una memoria preciosa que nunca le ha compartido a nadie y que Eiji todavía no entiende qué significa, aún así ahí está, haciéndola aún más especial.

Eiji deja la cámara cuidadosamente sobre una pequeña mesa improvisada con sus mochilas, alza sus ojos con timidez antes de gatear hacia él y ser recibido con los brazos abiertos, Ash lo acoge tal como si fuera un peluche, rodea su vientre con fuerza, presiona sus labios en su cabello entintado, permite que sus latidos hagan eco en la espalda de su novio mientras sus dedos se entretejen para acoplarse.

—¿Estás cómodo? —Le pregunta con un susurro cerca de su oreja, sabiendo justamente lo que ansía provocar en el moreno y dónde hacerlo temblar.

—Lo estoy.

Eiji traza distraídamente figuras con sus yemas encima de la piel y él se deja mimar igual que un gato mañoso, recuerda las palabras que Shorter le dijo esa primera fiesta "encontremos a la chica que te pueda domesticar" Ash pensó que era imposible, que nadie nunca podría, pero helo acá saboreando la ironía, la vida sin duda es una sátira que disfruta dejándolo como payaso. Suspira.

Supone que los conejos sí domestican linces y se regalan piedras para cortejarse los unos a los otros.

—Ah. —Todos sus sentidos se ponen en hiperalerta cuando una de sus caricias por accidente alcanza su muñeca mutilada.

—¡Lo siento! —Eiji se exalta con la culpa escrita sobre la cara—. No quise... —Nunca lo han intentado tocar ahí antes, es la parte que encarna lo traumatizado que está.

—Está bien. —Pero es una parte que le cede a Eiji—. Puedes verlos.

—¿Estás seguro?

—Con mi propia vida.

Entonces Ash entierra su nariz en el cabello de su novio, le encanta su aroma tranquilizante y familiar que hace de cable a tierra para que Eiji pueda tocar las heridas sin gatillar una reexperimentación ni un flashback, se queda ahí, con su respiración ralentizándose mientras las yemas suaves pese a tener un par de callos por el deporte descienden poco a poco hasta esas partes que nunca nadie ha mirado por lo mutiladas que se sienten, Eiji procura ser gentil con sus roces, no presiona con fuerza tampoco alza su mano asqueado por las capas de piel sobreponiéndose ante las otras, no lo trata como si Ash fuera una especie de lepra, de hecho las recorre con una curiosidad infantil que lo hace querer llorar.

Nunca antes lo han tratado así.

Ash suele tocarse con odio, queriendo arrancarse la piel hasta que sea una pila grotesca de los trozos desechados de su pasado, Eiji no es así, memoriza cada curva, desde la parte más delgada y huesuda, hasta la zona más venosa y pálida, no esconde la sorpresa al verlos de cerca, son muchos y dan tanto asco que ni él mismo puede verlos, es tolerable de lejos, sin embargo, al igual que una mariposa con aumento resulta grotesco mirar con lujo y detalle.

Cree que mostrarle esa vulnerabilidad estará bien, es Eiji y no le hará daño, no obstante, comprende que habló demasiado pronto cuando lo aprecia trepidar debajo suyo y pronto las muñecas se mojan.

—Eiji. —Ash se encoge con vergüenza, debe ser tan repugnante el haberlo tocado que inclusive está llorando ¡bravo! Sin duda jode todo lo bueno que le pasa—. Perdón. —Su boca tiembla y sus ojos se sienten al borde de la pena, debería haberlo anticipado, hasta él mismo se provoca rechazo, el nipón es una persona a quien no debería idealizar.

Está bien que le tenga asco y desee cortarlo ahora, está bien que haya visto eso que realmente es y ya no quiera estar a su lado, está bien, en verdad lo está.

—No debí haberte pedido que me tocaras así. —Ash se encoge retirándose la muñeca y conteniendo la pena porque no romperá en lágrimas enfrente de Eiji ¿qué esperaba? ¿una estúpida escena como en las novelas juveniles donde los cortes son hermosos y se dicen cursilerías? No, esto es la vida real y la gente de verdad no encuentra las autolesiones como motivo de belleza, él tampoco, ya antelaba que esto pasaría y aun así...

Aún así. Aún así. Aun así.

Le dolió.

—Supongo que me precipité demasiado andando sin mangas ¿cierto? Debe ser bastante horrible el tener que verlos, deben quitarte el apetito además, joder, debí preguntarte si querías verlos en lugar de pasarte a llevar, pero me emocioné mucho en terapia y lo siento. —Baja la cabeza—. Suena como una excusa y lo sé pero quería probarme a mí mismo que estaba un poco mejor, ni siquiera consideré lo que podías sentir al tenerlos enfrente, perdón, no los volveré a mostrar, no volverá a pasar, abusé de tu amabilidad y me siento horrible.

—Ash.

El nombrado se siente patético y con ganas de morirse, no logra contener más el llanto y solloza casi como lo hacía de niño en esta misma casa del árbol ya que se prometió que no le afectaría el rechazo y al final se engañó a sí mismo. Sí. La vida no es una novela de Alice Oseman ni una canción de Taylor Swift, Eiji no dibujará estrellas alrededor de sus cicatrices y lo anticipaba, de verdad, se dijo que esto pasaría y por ende, debería estar eufórico por su profecía cumplida pero tiene pena y le rompe tanto el corazón que Eiji no lo ame "por" sus autolesiones, sino "a pesar" de ellas.

—Creo que deberíamos irnos. —Ash intenta levantarse, quiere huir, quiere ahogarse en el lago igual que lo hizo Clementine y se ríe por la ironía.

—Ash. —Pero Eiji se da vueltas todavía llorando, se niega a soltarle las muñecas y Ash se concibe lo suficientemente humillado como para seguir—. No me das asco.

—Veo tu cara.

—No es asco.

—No necesito lástima. —Se las quita de golpe—. No necesito que me digas que esto es horrible ¡veo que lo son cada puto día! Cuando abro mis ojos, siempre están ahí y no se van, no mejoran, de hecho cada día hay más y eso es un constante recordatorio de lo jodido que estoy y yo...

—Me duelen. —Lo detiene y sus defensas se hacen mierda—. Me duele mucho ver lo mal que la has pasado tú solo, perdón por no estar ahí.

—¿Qué? —Ash sin duda no se esperaba esto.

Pero Eiji nunca deja de mirarlo a los ojos con su sinceridad tan inocente que no puede mentirse más.

—Desearía poder sanarlas, desearía poderlas usar yo, desearía sentir el dolor que tú sentiste con tal de que tú no lo sientas, pero no puedo hacer eso, no puedo cambiar tu pasado, no puedo borrar tus cicatrices, sin embargo, puedo amarlas y estar ahí, puedo darte un techo para protegerte de la lluvia, puedo darte un hombro para que no llores solo, puedo ser tu manta cuando tengas frío, puedo darte la mano si estás perdido y encontrarte si caminas a ciegas, puedo estar ahí, estoy aquí ya que te amo y porque te amo es que me duele tanto verlas, ¿tiene sentido?

—Sí. —Ash baja su mirada hacia sus cicatrices—. Son duras de mirar, pero son mucho más duras de esconder.

—Entonces no las escondas. —Le aprieta las manos—. No de mí.

—Son horribles.

—Son hermosas. —Por supuesto que dijo ese cliché—. Y tu belleza nunca me ha asustado. —Porque es Eiji después de todo, quién es mucho mejor que una novela de Alice Oseman o una canción de la misma Taylor Swift, vaya, supone que la pérdida de sangre le afectó el cerebro o quizás y solo quizás, aprendió a ser más idealista—. Así que no te limites, no conmigo.

—Realmente eres raro. —Suelta y de repente se aprecia mejor luego de haber llorado—. Y bastante.

—¿Por qué? —Ash lo acuna deseando que las cosas estén bien, los jades penden hacia esa expresión malditamente amorosa ¿qué ha hecho para ganarse esto? Ni idea pero tal vez, el universo compensa con creces las pérdidas que se tienen, tal vez no es in-amable ni está destinado a la miseria.

—Porque yo nunca he llorado por mis cortes, ni siquiera por lo mucho que me duele hacerlos, siento asco y rechazo por ellos, a veces rabia, pero nunca pena y tú las pocas veces que los has visto...

—Ash.

—Gracias por llorar por mí cuando yo no puedo hacerlo. —Esas palabras impresionan remover a Eiji en un nivel imposible de verbalizar—. Te amo.

—Aslan. —Entonces lo llama como solo él sabe hacerlo—. ¿Puedo decirte algo? —Asiente—. Aun si me resulta sumamente doloroso verlas al mismo tiempo me da mucho alivio.

—¿Por qué?

—Porque están todos los cortes cerrados. —Ash parpadea. Una. Dos. Miles de veces.

—Oh. —Balbucea—. Verdad.

—Ni siquiera te habías dado cuenta. —Eiji se burla y eso aligera el ambiente.

—Es que estoy acostumbrado a que no cicatricen y es... —Sus muñecas son tajos blancos, no quedan costras ni tampoco restos de sangre, están cerradas, no es una herida abierta ni infectada—. Cuando tengo recaídas especialmente, tiendo a herirme aún más.

—¿Has tenido ganas de recaer?

—Sí. —No miente y eso le rompe el corazón al nipón—. Pero no lo he hecho. —Antes de darle chance para refutar o interrumpir saca su celular, abre la aplicación y le muestra el contador, aun así ese no es el motivo por el que las pupilas parecen estrellas líquidas y su sonrisa es tan brillante que inclusive le da un aura de halo.

—Me tienes dentro de tus motivaciones. —Acá Ash cae en la cuenta de que abajo del contador tiene su diario mural con sus motivaciones—. Tienes fotos nuestras.

—C-Claro que las tengo.

—Y haces pucheros, eres tan lindo. —Eiji se burla porque es un hijo de puta—. Es una lista ambiciosa.

—Lo es.

Eiji le quita el celular, no es brusco, lo hace con lentitud dándole la oportunidad de impedirle que lo tome, más, no lo hace, lo ve teclear algunas cosas antes de devolvérselo y cuando lo hace existe una nueva nota en su diario mural que lo hace sonreír como idiota.

«Para siempre» es lo único que dice.

No necesita que diga más y le da risa porque inclusive si es la vida real Eiji sí dibujó estrellas alrededor de sus cicatrices.

—Para siempre. —Entonces se promete y se lo promete de verdad—. Para siempre.

ೃ࿐♡

Vuelven a la cabaña cuando es prácticamente de noche, no alcanzaron a sacar todas estas fotografías que Eiji tenía planificadas, por ende asume que se quedarán, que mañana irán al lago antes de volver a la ciudad, sin embargo, se siente en paz con el pensamiento, quizás porque está abrazando al nipón de la cintura mientras vislumbran las estrellas y le habla de constelaciones, quizás ya que la chaqueta la lleva amarrada en la cintura y no cubriéndole las mangas, quizás porque volvió con Griff y Max, tal vez porque siente que poco a poco está sanando una parte de sí mismo.

Es raro.

Es obvio que Dino no lo rompió sino que fue la gota que le rebalsó su vaso en una infancia traumática, aún así, no siente recelo de estar en Cape Cod, de hecho, hasta se siente feliz.

—Ash. —O así se sentía hasta reconocer esa voz.

—Jim. —No ha entrado a la cabaña todavía, las luces están prendidas y su papá luce igual a cómo lo recuerda.

—¿Quién es este...? —Alza la ceja y se traga su comentario. Maricón.

—¡Ah! Soy Eiji Okumura. —El nombrado es adorable y hace una reverencia—. Soy el...

—Novio. —Ash no lo niega—. Es mi novio.

—Grandioso, dos maricones en la familia. —Y de repente recuerda por qué había evitado el contacto con su padre—. ¿Qué diablos son esas cosas?

—¿Qué cosas? —Se pone hiperalerta.

—Esas heridas. —Claro que se fijó en estas, es decir, son visibles y él lo sabe—. No me digas que te cortas como esos niños que buscan llamar la atención.

—Llamar la atención. —Ash ríe—. Sí. —Corea encabronado—. Justamente por eso lo hago, atención.

—Sabía que era mala idea que te fueras con tu hermano, acabaste igual de torcido, gay y suicida, ja.

—¿Viniste solo a decir eso?

—La luz estaba encendida.

—Griff hizo un mejor trabajo del que tú jamás hubieras hecho. —Entonces reacciona porque le tocó una fibra sensible—. No le correspondía pero él sí fue un papá.

—Y estás todo tajeado. —Su cara de asco lo hace sentir demasiado expuesto e ínfimo—. Es grotesco.

—¡¿De quién crees que es la culpa?! Si soy un puto queso rallado es por ti para empezar, ¡si todo el maldito tiempo me quiero morir es por ti! Nunca me enseñaste nada decente y ahora yo debo pagar los platos rotos de tu maldita crianza de mierda, ¿crees que esto me gusta? Pero tú solo viniste para destruir el pequeño progreso que he tenido como siempre lo haces, si me hubiera quedado en Cape Cod contigo no tendría cortes, ya estaría muerto.

—¿Aslan? —El nombrado se congela—. ¿De qué cortes están hablando?

You are lost and gone forever.

Dreadful sorrow, Clementine.

La continuación de este capítulo es heavy igual, así que recuerden las advertencias y ojito con el autocuidado, se los pondré en la tarde, pero muchas gracias por seguir acá.

See ya~

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