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20. El perfume de tu piel.

Hi~ justo estos dos capítulos considieron con el arquito bebé de los juegos entre facultades, las imagenes de los marcadores y de todo el arte oficial que sacaron en BF tienen su aparición hoy porque soy una obsesiva que ama poner referencias, chiquillos, gracias por darme tanto cariño y soporte este mes que ha sido francamente una mierda, hacer el evento me ha ayudado caleta, lo siento por lo irregular que fui, pero se les quiere mucho.

Espero que les guste este fluff~

—¡¿Qué diablos?!

Shorter escupe su Pepsi, el líquido no demora en escurrirle desde el mentón hasta el polo sin mangas que está vistiendo para dejar a la vista sus bíceps, transparentando aún más tan precaria tela, si bien tendería a cuestionar su gusto en moda o a utilizar palabras ofensivas disfrazadas de piropos, aprecia que hoy él tampoco está en sus mejores fachas, intentó vestir un conjunto simple, un pantalón largo, una camisa blanca y corta, unas zapatillas bicolor que le robó a Shorter y un yóquey rojo acomodado al revés para que se vea más cool, está vistiendo sus brazos desnudos como prueba a sí mismo sobre su compromiso y aprovecha su palidez natural para camuflar el níveo de sus cortes, no se vislumbran a menos que se miren muy de cerca.

Pero ese no es el punto, el punto es que está tumbado con Shorter en los juegos para las residencias.

—¿Qué fue lo que dijiste? —Shorter repite quitándose los lentes de sol y restregándose los párpados con una cara de póker que francamente lo pone incómodo ¿es necesario que haga un escándalo por esto? Absolutamente no, más debe habérsele pegado algo de su novio reptil—. En serio, repítemelo.

—Quiero pedirle a Eiji que sea mi novio.

—No, no te escuché bien. —Dice metiéndose un dedo en la oreja como si pudiera limpiarla raspando el orificio con sus uñas mugrientas—. Repítelo.

—Le pediré a Eiji ser mi novio. —Shorter se rasca con más intensidad—. No estoy ocultando mi amor por Eiji, ¿es tan difícil de creer?

—¿Creer que estás loco por Eiji? No, llevas babeando por él literalmente desde que lo conoces, claro que es fácil de creer eso, pones hasta cara de menso cuando lo mencionan.

—¡Shorter!

—¡Ahí está! Cara de menso.

—Bastardo.

—Lo difícil de creer es que Ash Lynx "el cabeza dura", se haya dado cuenta de lo que quiere y parece que no se está saboteando a sí mismo para alcanzarlo.

—Lo dices como si fuera un maldito autodestructivo.

—Lo único que podría hacerte más autodestructivo es que tuvieras un botón de autodestrucción en la cara o algo así, amigo, no te permites ser feliz y desde que te conozco eres tú más grande enemigo, de hecho, estoy seguro de que si fueras el protagonista de una serie y estuvieras a punto de alcanzar la felicidad preferirías hacer alguna idiotez como quedarte dormido en una biblioteca mientras estás desangrándote antes que tomar un avión con tu verdadero amor o algo así.

—Qué adorable percepción tienes de mí. —Gruñe enfurruñado encogiéndose todavía más en la silla de madera que se encuentra unida a la mesa, están a la orilla de la feria improvisada que montaron.

—Soy tu amigo, debo decirte la verdad. —Lo rebate sin remordimiento.

—Pues eres un amigo de mierda. —No lo dice en serio, lo dice porque está amurrado ya que se logra imaginar a la perfección siendo el leopardo—. Ni siquiera me estás ayudando de verdad, vaya amigo.

—Lo siento, lo siento. —Dice con ese tono un tanto paternal que usa para hablarle a Sing a pesar de que el mocoso se ha vuelto más alto que ellos dos—. Es solo que estoy orgulloso de que estés dando el siguiente paso con Eiji, te lo mereces. —Pero Ash aún no ha dado el siguiente paso ni se lo merece.

—No sé cómo darlo.

—¿Qué no es obvio? —Shorter apoya sus codos sobre la mesa y las tablas crujen—. Debes darle una piedra, la piedra más linda de toda la feria y ahí proponérselo. —Ash lo patea por debajo sin mostrar pizca de remordimiento pese sus chillidos histéricos—. ¡Ah! ¡Eso duele! ¡No seas cruel!

—Qué bueno que duela. —Objeta amargado—. Te estaba pidiendo un consejo en serio, si en verdad quisiera escuchar un consejo de mierda iría con Max.

—A Max deben arderle las orejas de tanto que lo insultas. —Una sonrisa deliberadamente maliciosa se esboza en sus labios.

—Sé que le pasa. —Recuerda—. Así siempre me tiene en mente.

—Pero volviendo al tema. —Shorter lo trae de vuelta evitando el escamoteo—. Quieres proponerte.

—Sí.

—¿Por qué? Ambos saben que se aman, si resulta bastante obvio lo que está pasando entre ustedes.

—Con Eiji nunca debo dar nada por sentado. —Le revela anticipando el autosabotaje—. Es un idiota.

—Un idiota.

—Sí, Eiji es un idiota despistado.

—Ja. —Shorter desvía su mirada con picardía, ni siquiera entabla contacto visual directo y aun así le resulta tan transparente el mensaje que la cara le arde—. Mira quién habla, tu cerebro se apaga con Eiji, de hecho, casi puedo ver el *Ash.exe ha dejado de funcionar*.

—Bastardo.

—También te amo, bro.

—Qué asco. —Shorter le tira un beso de lejos mientras le guiñe un ojo.

Ash suspira.

En cierta medida teme que Shorter tiene razón al cuestionarse para qué proponerle a Eiji, lo que sea que comparten no tiene apellido y es mutuo, es amor sin duda, más, es un amor diferente, claro que es pasional pero no una pasión asociada a besos o a sexo, es una pasión doméstica, es el fulgor entre los ojos de Eiji cuando le lee a Hemingway o Salinger incluso si los odia o el brillo en sus jades estando en sus saltos o quedando deslumbrado en sus fotografías, es una pasión de mantas, risas, dormir en la misma cama abrazados, tener un lugar seguro, ver películas malas y quedarse dormidos uno sobre el otro, es una pasión de para-siempre imposible de cuantificar.

Es el reventar de una ola contra la arena en tierra firme, el agua rompiendo contra las rocas y la gota solitaria que cae sobre las rocas y erosiona la tierra, partiéndola tras miles de intentos, con un suceso de miles de años, no lo hace con dureza o amenaza, es un roce simple que rinde frutos gracias a una terquedad digna de Eiji Okumura y una dulzura que le juega igual, eso es Eiji, el agua que revienta a la roca incluso si luce imposible a primera vista. Vuela sin alas. Florece sin raíces. Domestica animales salvajes. Ama sin nombre. Oye señales sin sonido. Cuida sin dejarse cuidar. Hermoso. Extraordinario.

Siendo honesto está aterrorizado de joder lo que tienen, quizás no funcione románticamente, quizás Ash efectivamente no sienta deseo de ningún tipo, pero...

Porque te amo, te necesito vivo, no puedo imaginarme una vida sin ti y mucho menos una vida donde te tenga siendo sumamente infeliz.

(Vaya cojones que tiene).

Pero Eiji siempre ha sido el más valiente entre ellos y Ash quiere aprender de dichosa valentía, puede ser un error imperdonable así como puede ser la mejor decisión que tome en la vida, más, solo sabrá la respuesta después de intentarlo, eh ahí la trampa.

—Propónselo en la noria. —Shorter dice y de repente, no suena tan mala idea—. Es un cliché clásico.

—No quiero darle un cliché clásico.

—¿Por qué no? Las chicas los aman, apuesto que Eiji también. —Sus ojos lo escanean de arriba hacia abajo haciéndolos ver aún más rasgados—. Es decir, le gustas tú, es obvio que le gusta lo americano.

—¿Eso qué significa?

—¿Acaso te has visto en un espejo hoy? Hasta tienes la gorra hacia atrás. —Ash tiene ganas de pegar un puñetazo en su quijada, sin embargo, es su mejor amigo y le prometió a la terapeuta que trataría de tener paciencia y ser menos impulsivo, así que respira profundo y espera lo mejor—. Además por fin terminaron de montar la feria para los juegos, aprovéchalos, ¿cuándo tendremos dinero para así pagar un parque de diversiones legal? ¡Nunca! Esos son costosos y nosotros estamos quebradísimos.

—Entonces arriesgamos nuestras vidas en juegos que montaron la noche pasada por pura diversión.

—Por diversión y porque si Eiji se asusta te abrazará con fuerza.

—Oh. —Ash no refuta, la imagen mental hace estragos en su corazón—. Eso podría funcionar, tienes toda la razón sobre la noria, es una grandiosa idea.

—Te dije. —Se jacta inflando el pecho—. Que sea el último juego al que se suban, te arrodillas, sacas un anillo y se lo propones.

—No tengo un anillo.

—Una piedra.

—Creo que te odio. —Ash deja caer su cara contra la mesa—. Ni siquiera sé por qué te pedí tu ayuda.

—Porque somos amigos. —Shorter remata—. Y eso implica apoyarnos incluso en dramas amorosos.

—Amor. —Ash suspira sin defensas—. Sí, tienes razón.

Entonces Shorter lo mira anonadado, mejor que nadie comprende lo impermeable que es Ash, todas esas defensas le resultan abrumadoras e imposibles de manejar e inclusive él siendo su mejor amigo, teme que se ha quedado afuera, nunca ha sabido exactamente qué hacer ni con el modelaje ni sobre su incertidumbre sexual, intentó hablar, entrometerse e intervenir, pero mientras más duro trataba, más afuera se quedaba y más se desesperaba, por ende, optó por mantenerse fiel, sentándose fuera de sus barreras, consolándose a sí mismo diciéndose que era su mano derecha hasta que Ash ansiara abrirle, existe algo inaccesible que de alguna forma Eiji accedió sin siquiera intentarlo, esa es la cosa.

¿No es increíble? Una parte de sí mismo está celoso, por supuesto, más no de Eiji ni de Ash, sino de su propia inutilidad por no haberlo pasado antes, no se queda ahí sino en lo maravilloso que es verlo abrirse por primera vez a otro ser humano, verlo reír y reír de verdad, verlo ser Ash, le da miedo que lo joda.

Eiji y Ash son perfectos el uno para el otro.

Y Ash es enemigo de sí mismo.

—No te sientas presionado a proponerte sino estás listo. —Así que intenta poner el tema, no anhela que Ash recurra a sus defensas de siempre—. Puede ser una cita normal y ya.

—No. —Sin embargo algo en su mejor amigo parece haber cambiado para bien—. Quiero intentarlo.

—¿Te sientes listo?

—No estoy listo, pero nunca lo estaré. —El rubio se levanta—. Así que vamos. —Y le ofrece su palma.

Una mano amiga. Una mano con una muñeca llena de heridas. Shorter sonríe sin decir nada, imagina que debe haber sido sumamente valiente de su parte elegir andar con los brazos desnudos y supone que Eiji debe haber influido en su cambio, así que como siempre, toma su mano en silencio y le cede esa confianza muda, ciega, trémula pero siempre incondicional, deseando que le cuente cuando Ash esté listo para contarle.

Te estaré esperando hasta entonces, bro.

ೃ࿐♡

No existe nada más maravilloso que pasear con Eiji por aquella feria, no es que haya tenido "avances" importantes en relación al romance, de hecho, ni siquiera han paseado de la mano o echo cualquiera de esas cosas que se supone que las parejas deben hacer no obstante, Eiji luce mágico en su camiseta celeste que usa de chaqueta para cubrir un polo gris, el conjunto está combinado, los jeans son grises pero más oscuros que la musculosa mientras que las zapatillas son de un azul pétreo que le queda a la perfección, lo más irónico del atuendo debe ser el horrible llavero que Ash le ganó, es la ¿mascota? del festival, tiene forma de huevo, atuendo de bufón, una cara casi tan psicópata como Nori Nori, no lo quería ganar siendo franco, solo pretendía presumir sus habilidades derribando latas, que el nipón aceptara el presente fue una sorpresa genuina.

—Creo que esa cosa me dará pesadillas. —Están paseando uno al lado del otro, la universidad es un mundo completamente diferente adornado por los juegos recién montados, los puestos de golosinas y los colores esparcidos en un arcoíris fragmentado—. Deberías tirarlo, no lo quiero en la habitación.

—¿Quieres que tire el primer regalo que me das?

—Ese no puede ser el primer regalo que te doy. —Se defiende gimoteando, mirando ese llavero feo.

—Pero lo es. —Eiji tararea con una sonrisita de satisfacción ocultada tras un volante que sirve como mapa para las atracciones esparcidas—. Siempre creí que sería un libro aburrido o un hot dog, cosas más americanas, ya sabes. —Shorter se voltea dándole una mueca de comemierda abrazando a Yut-Lung mientras recorren por delante la feria.

—Te lo dije. —Le susurra recordándole su atuendo y el tema de la noria—. Aman los clichés yankees.

—Eres demasiado racista para ser japonés. —Entonces protesta.

—Esa afirmación es racista, Ash.

—Tú eres racista, onii-chan.

—¡Ash!

—¿Ves? Estás destruyendo mi precioso nombre con tus estornudos. —Eiji frunce el entrecejo y llena sus mejillas de semillas imaginarias igual que un hámster obeso—. Pero se te podría quitar lo racista si adoptaras algo más americano en tu identidad.

—¿Cómo qué?

—No sé. —Ash tararea—. Libros, caricaturas, comida, un novio quizás o incluso un apellido, eso creo que podría funcionar. —Las mejillas de su compañero se tornan tan rojas como pétalos de rosas, de pronto, Eiji lo está mirando con sus ojos malditamente brillantes y eso lo derrite.

—¿Se supone que es un coqueteo? —Por supuesto, no todo en la feria puede ser perfecto dado que Eiji y Yut-Lung no llegaron solos.

—Cómo que hay un mal tercio acá. —Ash tira la indirecta—. Una tercera rueda soltera heterosexual.

—Ah. —Sing no capta—. ¿Quieren que me lleve a los chicos para que Shorter y tú estén solos? —La vena le sobresale de la frente y asegura que debe estar más arrugado que Max a estas alturas.

—¿Cómo diablos llegaste a esa conclusión?

—¿Acaso tú no eres la rueda? —Sing parpadea como lechuza—. Ya sabes, eres soltero y no estás en el club del orgullo así que asumo que eres heterosexual.

—No. —Chasquea deteniéndose frente a la improvisada montaña rusa—. Pero de todas formas pese a disfrutar mucho tu compañía, estos asientos son para parejas, ya sabes, solo dos personas, no tres.

—Oh. —Sing se rasca el mentón—. ¿Entonces me subo con Eiji o con Yue?

—¡Con ninguno! —Shorter chilla igualmente indignado—. Sing, Ash tiene razón acerca de la tercera rueda.

—Yo lo arreglo. —Yut-Lung toma a Eiji del brazo—. Nosotros nos subimos juntos, ustedes se pueden arreglar solos.

Muy tarde, Eiji y la víbora se han subido a un carrito para un paseo vertiginoso antes de que gimotee.

La cita no está saliendo como Ash lo había planificado, es decir, ni siquiera ha tenido chance de decir que es una cita o siquiera preguntar, además, el llevar las mangas expuestas ha sido una fuente más ansiógena que reparadora que le hace pensar que no estaba listo para nada de eso, quizás se aventó a una caída libre sin siquiera tener paracaídas, quizás no debería estar haciendo nada de esto porque la gente como él. Sus ojos en su muñeca. Su muñeca siendo un cúmulo de piel rota. Su piel rota dada su incapacidad para vivir. Su contador de sobriedad intacto. Se lo prometió a Eiji. Le prometió que a pesar de todo seguiría y no se rendiría.

—¿Van a subir ustedes tres o no? —Al encargado del juego no le importa nada—. Suban o lárguense.

—No cabemos.

—Aww vamos, cabemos si nos apretujamos. —Shorter incita—. Sino es romántico que sea divertido.

El Ash de antes se abría dado una vuelta colérico de que sus planes hayan fracasado.

Pero este Ash no, así que se sube.

Divertido, es el primer pensamiento cuando se apachurran en un carro de metal para ser aporreados entre las improvisadas curvas de la montaña rusa, no es muy grande ni tampoco es una pista violenta en cuestión de direcciones, más, los tornillos y todo se concibe tan flojo que la adrenalina hierve por sus venas cada instante que pasan ahí, Ash se deja llevar, siente al viento ondear en su cara, revolver su cabello, levanta los brazos y entre los tres intentan no atorarse por hacerlo, saltan sin alzarse del asiento de plástico, gritan aunque no es en serio, toma aire y se siente como si respirara por primera vez casi como si en toda su existencia hubiera estado asfixiándose sin siquiera saberlo y recién ahora estuviera braceando a la superficie.

Tontean en la montaña rusa, dan una, dos, tres vueltas, se turnan quienes van al medio y acaba cual sándwich de regreso a la estación, inventan juegos y competencias y escuchan los reclamos del resto porque siguen ahí, se siente tonto y descarado y travieso al igual que un adolescente con sus amigos.

—¡Sigamos la competencia!

Shorter, Sing y él siguen tonteando en diferentes puestos de tiros, pasan a derribar latas, a validarse los egos con los martillos que marcan puntaje de fuerza (Shorter gana) a golpear el saco de boxeo y aunque el juego parece deliberadamente arreglado, Sing les patea el trasero, van a una competencia de comer perritos calientes, las garras con peluches, los teatros con títeres y cada atracción que ven.

—Te toca ir por la comida. —Cuando pierde en el duodécimo juego Sing y Shorter vitorean chocando los cinco, dando cuenta de su inmensa madurez—. Y la tienes que pagar también.

—Son unos horribles perdedores. —Chista.

—Te acompaño. —Pero Eiji le susurra a la oreja y le guiñe el ojo y de repente, Ash se siente flotando en las nubes—. También tengo hambre.

—Vamos.

Así que caminan hacia un puesto de comida callejera, Eiji aún sostiene el catálogo de atracciones, la mayoría se encuentran tachadas, las pocas que quedan son la noria y puestos menores, no pretende pensar mucho en eso para aligerar el ambiente y de hecho, es sumamente agradable estar acá sobre la brisa primaveral, los colores del atardecer y un carrito de palomitas, él optó por una paleta, de las típicas redondas con muchos colores entremezclados mientras que Eiji prefirió un bote de palomitas con la excusa de compartir, se sientan en una banca de madera.

Están a solas.

—Parece que te estás divirtiendo. —Eiji se burla, Ash hace todo lo posible para enfocar su mirada al frente, justo en su paleta porque sabe que todo estará perdido cuando se encuentre con esa mirada.

—Fue mi primera vez en la feria. —Comenta—. Sé que mañana serán todas las competencias, vamos a patear sus traseros en ese entonces, pero hoy fue divertido.

—¿Nunca habías ido a una feria?

—No. —Sonríe con amargura—. En Cape Cod a veces venía, no una feria, un circo ambulante, yo era joven y no entendía muchas cosas, así que le pedía cada año a Griff que me llevara, no podía, no por qué la entrada fuera muy cara pero ni siquiera teníamos para comer a veces.

—Lamento que la hayas tenido tan difícil.

—Está bien.

—Ash. —Eiji desliza sus dedos en la mesa, vacila como si estuviera caminando sobre una cuerda floja que en cualquier instante se puede cortar, sin embargo, decide armarse de valor y tomarle la palma, saben que se aman, saben que quieren estar juntos para siempre, Ash cree que vale la pena intentar.

—No pongas esa cara. —Le pide—. Te ves más lindo cuando sonríes.

—O-Oh. —Sin duda su actitud galante obtuvo una respuesta—. Crees que soy lindo.

—Mucho. —Decide ponerse coqueto, tonto y honesto.

—Tú eres lindo. —Eiji se lo dice mirando sus brazos desnudos, tratando de transmitirle sin hablar lo que piensa honestamente—. Me siento orgulloso de ti.

—¿A pesar de todo?

—No "a pesar de todo". —Le rebate el terco—. Sino "por" todo.

—Tan cursi.

Ash sonríe dejándose caer en la banca de madera, los gritos y la música de la feria se hacen cada vez más lejanos, puede escuchar cómo la grieta de su relación se derrumba, cómo ocurre un milagro, el sol y la luna se tocan, las líneas paralelas se interceptan, las rosas abrazan a los girasoles, la gota tras miles de años corroe la roca, las personas vuelan sin alas, los Aslans aman incluso sino saben qué es el amor. El «efecto Eiji Okumura» eligió llamar a semejante estado de locura, es mucho más que solo estar enamorado o cualquier otra palabra tangible en el diccionario.

—Eiji. —Es algo de Eiji y Ash—. ¿Podemos ir a la noria? —Un misterio maravilloso que seguramente nunca terminará de comprender pero no se cansará de indagar—. Hay algo que te anhelo preguntar.

—¿En la noria...? —Puede escuchar al corazón de Eiji saltarse un latido—. ¿Estás seguro? La multitud es inmensa por allá.

—Sí. —No vacilará otra vez—. Estoy seguro.

ೃ࿐♡

Venir a la noria fue la peor idea que se le pudo haber ocurrido, no porque se esté arrepintiendo ante su decisión de pedir noviazgo, no obstante, Eiji tenía razón y el sitio se halla repleto de desconocidos.

Está bien, se dice a sí mismo.

Suele tolerarlo.

El problema es que Ash nunca antes ha andado sin mangas que le tapen sus muñecas, eso intensifica la hiperalerta un millón de veces más, ahora no solo es demasiado consciente de todos los toques a su alrededor, sino que los siente impregnarse en su piel, la sensación de sofoco lo incita a abanicarse, no pasa, de hecho, empeora al estar sobre-estimulado con tantos aromas, voces, texturas y personas sobre su cuerpo, apretando, tocando sin su consentimiento aun si es por accidente, incrusta las uñas en su muñeca tratando de hacer una herida, siente cómo se acumula, se acumula, se acumula, basta, Ash ya no quiere más, siente que está a punto de tener un flashback o peor; una reexperimentación.

—Oye. —Pero Eiji se le adelanta tomándolo de las mejillas—. ¿Quieres irte?

—No servirá de nada, ya estoy así.

—¿Qué puede ayudarte?

—Nada. —No respira—. Nada puede ayudarme.

—¿Qué fue lo que hiciste la otra vez? Cuando nos acurrucamos en el motel, eso de los cinco sentidos que te ayudó a relajarte.

—Estabas despierto. —Balbucea para sí mismo—. Necesito un estímulo amigable.

—Úsame entonces.

—Pero...

—Por favor, Ash.

Entonces acomoda a Eiji enfrente como puede, hay tanta gente que es difícil moverse, se siente casi como si estuviera en un concierto sobrevendido, sin embargo asume que todas las parejas se desean subir a la noria de noche, desliza sus yemas sobre los hombros del moreno, su muñeca está hinchada por los arañazos y se ve mucho peor incluso a través de la oscuridad, de pronto, tiene ganas de llorar por la sensación de fracaso, se pregunta si le contará cómo autolesión y deberá reiniciar el contador.

Pero no se queda atrapado en su cabeza.

Eiji, Eiji es seguro.

Así que se derrumba sobre el nipón, hunde su nariz en el cuello, lo aprecia sobresaltarse al inicio por la sorpresa, más, poco a poco se relaja y de repente, el mundo se calla para que solo existan él y Eiji en este preciso momento, sus labios presionan su clavícula, esconde la cara ahí, bajo esos mechones que no son ni lisos ni crespos pero siempre están esponjados, permite que le hagan cosquillas y que dichas cosquillas lo sanen, se relaja, cada uno de sus músculos se sincroniza para respirar el perfume de su piel. Es dulce. Cálido. Gentil. Es Eiji. El Eiji que tuvo la oportunidad de transgredirlo en un motel, en su cuarto, en el camarín, en el baño, le ha dado miles de oportunidades para romperlo pero todas esas ocasiones Eiji se ha roto un poquitito para arreglarlo, así que debe intentarlo y debe funcionar porque en verdad lo ama y quiere estar bien para apoyarlo.

Vaya motivación de vida ¿eh? Pero Ash nunca...Ash nunca ha querido mejorar tanto como ahora, da miedo desear con tanta desesperación algo porque la caída dolerá, es mucho poder y lo comprende.

Sin embargo, se queda ahí, escondido en el hueco que ha hecho su hogar mientras la fila avanza, las personas se sienten como olas a sus pies, las voces pasan a ser una brizna lejana, Eiji lo abraza apenas le da permiso explícito de hacerlo, se mantienen aferrados al otro en medio de la multitud, el toque es íntimo y cálido, están lo suficientemente cerca para que sienta su palpitar sobre su pecho, aprecia la electricidad y unas agradables cosquillas volcarlo entero y simplemente lo sabe.

Es amor con todos los apellidos existentes y mucho más.

—Ash. —En medio de la multitud Eiji le palpa la espalda—. Ya es nuestro turno para meternos. —Él se siente estúpidamente feliz a su lado.

Se suben a la rueda de la fortuna.

Son dos hombres tratando de entrar a una cápsula ridículamente pequeña, Eiji se sienta a la derecha y aunque Ash tiene el instinto de sentarse a la izquierda se acomoda a su lado consiguiendo que dos latidos nerviosos se tornen aún más erráticos, el sitio es estrecho y los muslos no tienen mucho para dónde moverse, Eiji tiene la mirada clavada en el vidrio, en las luces alrededor de la noria y en todas esas estrellas que no le hacen justicia pero adora contemplarlas. Está rojo. No hace falta que lo mire a la cara para saberlo, se nota en la punta de sus orejas.

—Siempre me había querido subir a una de estas. —De pronto, le confiesa con una sonrisa tan calma que Ash debe hacerle la pregunta—. Nunca lo había hecho, quería tener una cita así.

—Eiji.

—Ah. —El moreno niega—. Esto no es una cita, lo sé, lo siento por incomodarte.

—Eiji.

Pero Ash decide hacer lo más cliché del mundo y lo toma de la mano, se levanta del asiento aunque no debería, no mucho, solo un momento para arrodillarse, Eiji pierde el aliento y lo vislumbra lloroso e incrédulo como si nunca nadie le hubiera dado un gesto de ese tipo, es ridículo ¿cierto? Eiji merece estar lleno de gestos cursilones, melosos y dramáticos solo para sacarle una sonrisa.

—Te amo. —Empieza—. Sé mi novio.

Y termina.

Ahora si el otro capítulo es propiamente tal la competencia, veamos cómo nos va~

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