18. Sábado en mi cama.
Hi~ Hoy como les comenté les traje dos capítulos porque el primero es mucho más denso y el segundo es para pasar el rato, refuerzo harto la humanidad de los personajes, es facil juzgar cómo "deberían" actuar, pero las personas idealizadas no existen más allá de la imaginación y eso está bien, lo que cuenta es lo que hacemos, a Eiji le es duro procesar esto, el chico no tiene experiencia con autolesiones y vive con Ash, obviamente hay muchos sentimientos de culpa, pena, impontencia, rabia mezclados ahí y nuestro trabajo acá es poco a poco desglosarlos y recordar que todo esto lo vemos del pov de Ash siempre.
Sin más que decir, espero que les guste.
La cuchilla rebota contra el piso igual que una moneda. Gira una. Dos. Tres veces. Cae. El baño queda en silencio.
Ash abre la boca intentando articular alguna excusa o broma para aligerar el trauma, más en su boca todavía está el trapo que usó para amortiguar los gritos, su corazón corre como un animal acorralado que sabe que irá al matadero, sus ojos queman y de pronto, su piel abierta empieza a quemar puesto que el roce con el aire parece estarla infectando. Enfoca los ojos ahí. En el cadáver mutilado y en las palmas ensangrentadas del homicida, en lo asqueroso que luce y en lo triste que lo pone pensar eso.
Ash se encoge sobre sí mismo igual que un gatito pateado, ningún ser humano debería experimentar la horrorosa experiencia de verse cercenado, se rompe la burbuja de disociación y el dolor es real al plano físico no porque antes no lo haya sido, pero ahora lo es mil veces más, ve cómo su muñeca se abre y desarma igual que las hojas de un repollo, no ve un hueso, no cortó tan profundo aun si siente que tajó hasta su alma.
—Ash. —No digas mi nombre, no me mires, no te quedes parado ahí—. Ash. —No me mires con esos ojitos que tanto amo para romperme el corazón.
—Pensé que estabas en clase.
—Sí. —Ash está con el pecho desnudo, se siente expuesto y más expuesto de lo que ha estado en la vida, los jeans están embarrados de sangre al igual que sus pies—. Pero olvidé un libro, por eso volví.
—No esperaba que volvieras tan pronto.
—Así parece.
—Sí. —Ríe queriendo rascarse la nuca, más sus músculos están débiles y tan desvitalizados que falla.
Quedan en un profundo silencio.
Ash quiere morirse.
En todo este tiempo autolesionándose nunca nadie lo vio en el acto, fue malditamente cuidadoso y ahora se aprecia como una violación que alguien más esté presenciando tal nivel de sufrimiento, Eiji no dice nada, no obstante, empieza a caminar hacia el baño, sus mocasines perfectamente lustrados se embarran de sangre dejando huellas en las baldosas, se arrodilla en silencio, sus pantalones yacen chorreantes y manchados como si la sangre de Ash fuera arenas movedizas y lo estuviera hundiendo.
—Cuidado con tu ropa. —Dice con apenas un hilo de voz.
—¿Qué?
—Te estás manchando, la sangre no sale.
—¡¿Crees que me importa la puta ropa?! —No sabe qué decir es la primera vez que escucha al nipón enfadado, es ahí que Ash se percata de que Eiji está llorando desconsolado intentando posiblemente mantener la calma por los dos, no había tenido el coraje para verlo y se lamenta por hacerlo—. ¿Qué te has hecho? Tus bracitos. —De pronto, son sus propios ojos los que se atiborran de lágrimas, duele.
—Perdón. —No se mueve de la poza del piso—. No lo hice para lastimarte, si hubiera sabido que no entrarías a clases yo... no fue para herirte. —Te amo.
—Claro que no. —Eiji ríe con tristeza—. Por supuesto que no lo hiciste para lastimarme, no eres esta clase de persona que va hiriendo a los demás, lo hiciste para lastimarte a ti mismo.
—Sí.
—Eso es mucho peor. —La voz de Eiji se escucha dura. Severa. Está herido. Muy herido. Pero esa no es la primera vez que Ash le rompe el corazón ¿verdad? Ya debería estar acostumbrado—. Me duele.
—Perdón. —Solo puede bajar la cabeza y disculparse—. No lo hice para lastimarte, Eiji. —Me detesto pero esto es lo que soy, es mejor que lo sepas, es mejor que te vayas.
—Estás sangrando mucho. —Sus ojos siguen los movimientos del moreno a la distancia igual que un cachorro que fue abandonado en un saco y solo puede ver a través del mimbre esperando el cándido abrazo de la muerte, Eiji se inclina para tomar suavemente la navaja del piso, por un instante los dos se quedan así, enfocados en la cuchilla ensangrentada y vieja.
—La estás tomando mal. —Musita—. Yo puedo...
—¡No! —Sin preámbulos ni previo aviso Eiji se raja la mano por accidente—. ¡Ah!
—¡¿Qué diablos estás haciendo?!
—¡Me la ibas a quitar! —Eiji solloza con los ojos atiborrados—. ¡La querías volver a tomar! Admítelo.
—Sí, pero no me iba a cortar con ella. —Ash intenta contener su voz para no sonar agresivo, no sería prudente que Eiji tuviera otro arranque y ansiara quitársela otra vez para acabar aún más cercenado.
—Esto duele. —Eiji mira la mano horrorizado, Ash quiere acercarse para ayudarlo a limpiarse a pesar de no tener el derecho a hacerlo.
—Debemos vendarte.
—A ti debemos vendarte. —El terco gimotea haciéndose el fuerte—. ¿Cómo puedes soportarlo? Me duele mucho, se siente horrible.
—Te acostumbras. —Ríe—. Te acostumbras a todo.
—Ash.
—Lo siento, Eiji. —El nombrado no le responde, solo se queda ahí, tirado con la cara en blanco, Aslan quiere limpiarle los cortes antes de que se infecten, más ¿con qué derecho siquiera podría sugerirlo?
Así que se quedan sentados allí durante mucho, mucho, mucho tiempo, racionalmente Ash entiende que esa herida en la palma no será suficiente para que Eiji tenga un riesgo vital y sin embargo, resulta tan doloroso observar a quién más ama destruido, el japonés no es más una persona, es un cascarón, una carcasa vacía que deja caer las lágrimas sin tener expresión alguna. Plic. Plic. Plac. El llanto suena in crescendo y de repente el tímido lloriqueo es un aullido desgarrador.
—Lo siento, Eiji. —Repite—. De verdad.
—Yo también lo siento, Ash.
ೃ࿐♡
Lo siguiente que sabe es que se encuentra en su cama con los brazos vendados, el japonés se encerró en el baño, Ash teme que sea para buscar si hay otras cuchillas, se maldice por no haberlas escondido de mejor manera, más, no creyó que esto sucedería. Eiji sufre por tu culpa.
De pronto, la sensación de odio a sí mismo es tan grande que está rascándose los brazos, arañándose las vendas y mordiéndose los labios hasta romperlos, sabía que eso pasaría e incluso asegura de que una parte de su cerebro lo deseaba porque las cosas buenas nunca le pasan y Eiji lo hacía demasiado feliz, era obvio que la jodería, sin embargo, al menos le hubiera gustado joderla de una forma posible para conservar su amistad, ahora no, se debe hacer la idea de que su vida será una vida sin Eiji y esto hace que empiece a llorar, es patético ¿no?
La gente suele ser despectiva y hasta cruel con las autolesiones diciendo que es para los que "quieren llamar la atención" ja, sería tan simple si de eso se tratara, entonces sabría arreglarse pero los cortes.
¿Cómo explicarlo?
Desde que es niño Ash siente que corre a través de una planicie con una inmensa nube negra que lo persigue detrás, va rápido y arrastra una tormenta que entiende que no sobrevivirá, por ende, no es posible darse el lujo de parar, la tempestad se ha vuelto más grande con el transcurso, empezó contra un papá que le enseñó que el amor era equivalente a los golpes, una mamá invisible, un hermano al que mandó a la guerra, sus amigos violados y muertos y sigue igual que una bola de nieve haciéndose avalancha hasta conocer a Dino y todos esos otros sujetos implicados. Realmente intentó correr pese al cansancio, siguió corriendo y corriendo y corriendo.
Hasta que una voz desconocida, autoritaria y fría le empezó a repetir: «puedes hacer que eso acabe».
¿Por qué debería soportarlo?
Simple, no tenía por qué tolerarlo.
Aslan podía liberarse a sí mismo, podía salvarse, podía ponerle un alto a la sensación de pérdida y ni siquiera por algo que él hubiera roto, sino por algo que le despojaron. Tomaron lo que quisieron.
Entonces los cortes lo ayudaron, si bien es cierto que lo hirieron a fin de cuentas lo mantuvieron con vida en un mundo donde la única opción era resistir o sucumbir, tal como un leopardo de Hemingway en las nieves, Ash no buscó su muerte activamente, más, escaló y escaló hasta quedar hecho cadáver.
—Ash. —Eiji sale del baño y se ve terrible, quiere decirle algo, una disculpa, una excusa o una súplica.
—La encontraste. —Pero no puede decir nada.
—La encontré. —Porque Eiji está sosteniendo una cajita de metal con todas las cuchillas que usó, ni siquiera quedan muchas nuevas y pudo reducir su uso durante estos meses—. Las voy a tirar.
—Yo no...
—No te estoy preguntando. —Intenta mantenerse autoritario pese a la expresión destrozada—. Voy a tirarlas.
—Lo entiendo. —Prefiere acatar—. Lo siento. —Y disculparse otra vez.
Eiji las tira por el retrete y Ash las escucha caer una por una. Glup. Glup. Glup.
Cuando acaba va y se sienta en la misma cama, no dicen nada al inicio ¿qué podría decir para arreglar algo de semejante horror? Pero Eiji nunca entenderá esa sensación de estar sin piel, de despojo que Dino infundió sobre su capacidad de sanar, lo dejó indefenso sintiendo que su cuerpo no era suyo y ni siquiera su nombre, es decir, si se puso un apodo fue para transmitir el mensaje con suma claridad de que no se dejaría domar por nadie. Su espíritu. Su corazón. Su mente. Serían libres. Aun si necesitó pagar las consecuencias a través de su cuerpo como si cada corte borrara algo doloroso de su pasado que no quería recordar, pero probablemente para Eiji sea solo un idiota, una víctima que se tira cada vez que las cosas se ponen difíciles con su cúter en vez de querer sanar.
Ash sanaba así, lo mejor que podía, lo mejor que aprendió. A veces la gente se olvida que no siempre existe el privilegio de la salud mental.
A veces la gente se olvida que no todos la tienen tan fácil, que si alguien pertenece al espectro tanto autolesivo o suicida hay dos formas de acabar: pidiendo ayuda o siendo carcomido por su desprecio.
—¿Por qué? —Es lo único que dice, no se mueve, no lo toca y no lo mira—. ¿Por qué te lastimas así?
—No sé. —Miente—. Tengo mucho odio dentro.
—¿Odio hacia ti?
—No es solo eso.
—Explícame. —Le ruega tan desesperado que Ash no tiene corazón para negárselo, debe intentarlo.
—Odio hacia todo. —Su boca está seca—. No sé cómo más sacarlo, hay días en que es insoportable... ni siquiera yo tolero estar conmigo mismo pero no puedo separarme de mí, el resto se puede apartar pero yo no me puedo dejar ¿entiendes? Y me reprocho muchas cosas que no hice cómo tendría que haber hecho para cuidarme mejor, me siento roto el 90% del tiempo mientras que el otro 10% siento que soy anormal y que no estoy viviendo como debería vivir, ni ser quién debería ser.
—Ash.
—Y estoy cansado de recogerme una y otra vez y de convencerme de que las cosas estarán bien, de fingir que será el último corte e intentarlo, prometérmelo en serio y no poder sostenerlo, te prometo que trato, en verdad he tratado y hay días en que hasta lo he logrado, pero siempre hay algo, alguien duro de ver que aparece cuando menos lo necesito y no lo sé, se siente como ser pateado en el piso.
—Ash. —Su voz se suaviza, finalmente Eiji lo toma de las manos, Ash siente la venda en su palma, le recuerda que le hizo daño—. ¿Por qué no me dijiste?
—No es algo fácil de digerir ¿verdad?
—No. —Eiji baja la mirada—. No es algo fácil de digerir.
—Lo sé.
A Ash también le cuesta digerir lo lejos que se ha dejado ir, no sabe cuánto lleva sangrando ni conoce cuántos cortes se ha hecho a estas alturas, solo sabe que la poza es gigantesca y se lo está devorando igual que un monstruo, pero los monstruos son adultos y las estrellas fugaces son contadores siendo reiniciados a diario en el celular, se desconoce ahora más que nunca, quizás por haber sido visto por primera vez, quizás porque fue Eiji, quizás porque debe afrontar lo que se hizo, más, este cuerpo no se siente más como suyo y eso que ni siquiera fue abusado, es decir, está exagerando ¿no? Cómo le diría su papá "hay gente que la tiene mucho peor" aun así tiene las bolas para sentarse a llorar como si fuera el fin del mundo pero ¿acaso el único motivo válido para sufrir es ese? ¿Acaso esa es la única razón permitida para sentir que su cuerpo es una prisión?
Ni una mierda, el modelaje es un mercado de carne normalizado, no fingirá que no lo es, ya no más.
Habla.
Puedes sacarlo, está bien si lo sacas, estás a salvo, Eiji es seguro, a diferencia de ti, él nunca te heriría.
—Partió con un fotógrafo. —Entonces se aprieta la herida e intenta que sane—. Marvin, no fue nada al inicio, siempre lo vi un poco raro, pero empezó a ser inapropiado. —Por no decir, un cerdo—. Mis compañeros decían que debía tolerarlo, Marvin era amigo cercano de Golzine y si lo pensaba con la cabeza fría era estúpido enemistarme con alguien tan poderoso, debía tolerarlo.
—¿Lo toleraste? —Se lo pregunta horrorizado como si fuera peor.
—Lo mejor que pude. —Musita—. Obviamente no lo toleré muy bien, empezó por accidente ¿sabes?
—¿C-Cómo? —Eiji está helado, no sabe si moverse o interrumpir por lo que permanece atento, está apretándole la mano y eso ayuda a calmarlo y mantenerlo conectado.
—Luego de una de sus sesiones me caí, fue un accidente, estaba tan asqueado que no miré el escalón y acabé contra el piso de cara, eso me ayudó a aplacar el sentir que aún...el dolor me hizo olvidar el toque de sus manos, empecé con golpes, pronto fue un problema en las sesiones de fotos, como un modelo de élite no podía tener moretones y si debían ser marcas no podían ser visibles.
—Ash.
—Ahí probé hacer algo más pequeño y no tan llamativo, recuerdo que mi papá fumaba en Cape Cod y cuando se enojaba mucho o estaba ebrio presionaba un cigarro, nunca me tocó, Griff siempre... él siempre me cuidó pero recuerdo las marcas que le dejó, eran demasiado llamativas, no me servirían.
Sus dedos presionan la venda, ha dejado de rascarse y el odio poco a poco se derrite, es acá, sacando sus heridas abiertas, mostrándolas en su punto más vulnerable que entiende que no era odio lo que tenía acumulado sino una inconmensurable pena.
—Una compañera mía se cortaba, varias en realidad. —Su voz está atascada—. Era común, nadie se mantiene cuerdo en un ambiente tan exigente y traumático como ese, lo hice como todos los demás y me ayudaba a mantenerme enfocado en las sesiones hasta que Dino personalmente vino buscando otra clase de relación conmigo, ahí tuve que irme, sabía que no aguantaría, Golzine siempre fue más asqueroso que la mayoría y sentía que me ataría para siempre.
—Por eso te cambiaste de universidad. —Infiere.
—Salí corriendo como un cobarde.
—Saliste corriendo como un sobreviviente. —Eiji lo contradice ¿y qué otra cosa podía esperar?
—Pensé que estabas enojado.
—No estoy enojado.
—Te ves así.
—Estoy dolido. —Las manos del japonés tiemblan entre las suyas—. Me destroza saber que te haces daño.
—¿Por qué? —Ash no tiene barreras—. ¿Por qué te importa tanto?
—Porque te amo. —Eiji está llorando—. Y por eso, me estás dañando a mí también.
—¿Me amas?
Definitivamente tuvo que haberlo escuchado mal, es imposible que Eiji lo ame después de presenciar en primera fila el espectáculo de autodestrucción que está llevando a cabo, no lo merece, Ash nunca podría darle una relación normal con un cuerpo como el suyo, es una belleza engañosa, de lejos luce extraordinario y de cerca está podrido, tan herido, tan destrozado, nadie puede amarlo, ni su familia lo querría si supieran la verdad, ni él lo hace.
—Te amo. —Pero Eiji lo repite y usa una voz tan dulce que de repente siente que las heridas colapsan y se abren al mismo tiempo, no son los cortes en sus muñecas, estas son heridas mucho más hondas.
—Eiji. —Le ruega que pare—. No.
—Te amo, Aslan. —Sin embargo, Eiji no vacila ni una maldita vez—. Y no me alejaré de ti, te prometí quedarme para siempre y no me iré solo porque las cosas se ponen difíciles, agradezco que me estés contando todo esto, gracias, gracias por tenerme esa confianza incluso si me duele.
—Tú no tienes sentido. —Se queja asustado—. Enójate conmigo, grítame, ódiame ¡repúdiame! Pero no me ames, eso es lo único que no puedo soportar, no puedes amarme, no si estoy mal.
—Mereces amor incluso si estás mal. —Eiji lo sostiene con firmeza, dando la batalla por ambos—. Y que estés mal ahora no significa que no puedas estar bien algún día, es obvio que esto está fuera de tu control y necesitamos ayuda externa, pero no te dejaré caminando solo.
—¿Y si te enfermo? Es desgastante tener que lidiar con esto.
—Entonces lidiamos 50/50 con eso. —Eiji lo toma de una muñeca—. Y así ninguno de los dos termina desgastado, deja de luchar solo, estoy cansado de verte cargar con todo, te amo y estoy acá para ti.
—Eiji.
—Para siempre. —Repite—. Me quedaré a tu lado.
Es impresionante la facilidad que este hombre tiene para hacerlo llorar, Eiji no necesita que le refiera nada, se inclina con suma gentileza y lo acuna contra su pecho, sus dedos se hunden entre su melena dorada, sus labios presionan besos del amor más puro sobre su frente, su voz promete cosas y quiere creerlas en realidad, desea creer que puede haber una mejoría, que quizás llegue el momento donde abra la aplicación en su celular y el contador de sobriedad esté tan grande que no quepa duda acerca de lo feliz que está y que ya no deba fingirlo para sentirse normal.
Entonces abraza a Eiji devuelta y llora como un bebé entre sus brazos, necesita de esta catarsis lenta.
Mi vida, piensa mientras lo abraza, mi vida, no va más allá de eso, sigue repitiendo las palabras dado que quiere entender cómo es la vida que ha construido, sin duda es miserable, se derrumba a trozos, aun así, se niega a soltarla, incluso si quedan migas, incluso si las migas se deshacen entre sus palmas no va a dejar de aferrarse con garras y dientes a lo que queda esperando tener una vida.
¿Por qué? Se pregunta a sí mismo.
Francamente no sabe, sería más fácil hacerle caso a la voz en su cabeza que lo incita a dejar de correr porque es agotador estar corriendo contra sí mismo todo el tiempo, pero siente que si lo hace, si no toma esta oportunidad entonces su vida tendrá un punto final...
—Las cosas estarán bien. —Eiji susurra y es una canción de cuna contra su oreja—. Te prometo estar en cada uno de tus pasos, puede que no sea mucho, me gustaría hacer más, pero creo que no puedo.
—Es suficiente. —Lo conforta—. Qué estés ahí es más que suficiente, aunque esté muerto de miedo.
—No me espantarás, soy honesto cuando te digo que puedes confiar en mí, Ash. Te amo conociendo tanto tu lado más dulce como tu lado defensivo.
—¿Acaso todos los japoneses son masoquistas? —Se ríe para no seguir llorando.
—¿Acaso todos los americanos son tan dramáticos? —Eiji le sigue la corriente con más calma—. Yue dice que pareces protagonista de novela juvenil y empiezo a entender por qué.
—Ese bastardo. —Gruñe entre dientes—. Me alegra haberle robado su piedra.
—¿Me dejarías siendo un pingüino viudo?
—Probablemente te perderías antes de encontrar las montañas. —Ambos ríen, es relajante hacerlo.
—Ash. —Eiji se aparta, sus manos están sobre sus hombros, sus ojos le están suplicando—. ¿Qué es lo que deseas hacer ahora? —Qué sea tan considerado siempre se siente igual que una daga al alma.
—¿Podemos quedarnos acostados en mi cama? —La petición es tan infantil que posee ganas de que se haya quedado escondida en su mente justo debajo de la cama—. Ya debe ser sábado, no paramos de charlar en toda la noche.
—No me había dado cuenta. —Eiji balbucea enfocando su atención a la ventana, la luz del alba nace.
—Lo siento por tu clase. —La culpa lo muerde—. Te la perdiste por mí.
—Eso da igual. —Es honesto y desvergonzado—. Me gusta la idea de quedarnos acostados, es lindo.
—Sí. —Ash respira otra vez—. A mí también me gusta esa idea.
—Bien. —Sonríe—. Busquemos una película, realmente deseo quedarme tirado todo el día a tu lado.
Mi vida, piensa. Mi vida.
ೃ࿐♡
Existe algo sumamente liberador en estar acostado con Eiji mientras ven una película y hablan sobre cosas que no tienen sentido, todavía se siente irreal, le ha tenido tanto miedo a quién realmente es, o mejor dicho, a las dolencias que lo definen, que es extraño que a pesar de todo Eiji se haya quedado no porque sea la clase de chico que sale corriendo ante la primera adversidad, Dios sabe que el terco desquiciado no tiene ni una pizca de instinto de autoconservación en su cuerpo, aun así, le duele el aceptar que sí es amado, no solo "a pesar" de sus heridas, sino "por" sus heridas.
Vaya que se ha puesto cursi.
¿Quién lo diría?
—Creo que esa frase te representa bien. —Entonces Eiji dice, tiene su cabeza recostada justo sobre su pecho igual que un conejito regalón y Ash cree que se puede acostumbrar a la domesticidad.
—¿Cuál? —Siendo franco no estaba prestándole atención a la trama, fue una noche ajetreada y cree que su cerebro acabó drenado, no funciona más.
—Aceptamos el amor que creemos merecer.
—Ah. —Cierto, están viendo las ventajas de ser invisible, nunca entendió el fanatismo por el libro ni por la película, no obstante, Eiji nunca la había visto y recién la subieron al catálogo de Netflix, siendo sincero habría visto hasta crepúsculo con tal de permanecer así, acurrucados y juntos—. Sabelotodo.
—No soy un sabelotodo. —Siente cómo Eiji arquea el ceño sin siquiera mirarlo—. Pero creo que eso te sienta.
—Creo que estamos en situaciones parecidas. —Se burla.
—No estamos hablando de mí. —El terco se defiende.
—Pero es verdad.
—Es distinto porque... —Eiji se encoge aún más sobre su pecho, está tan cerca que piensa que podría meterlo en el bolsillo de su corazón—. Eres mi primer amor. —Si antes ya estaba avergonzado ahora está haciendo combustión espontánea, sus latidos aumentan con tal ferocidad que incluso Eiji siente el cambio al usarlo de almohada—. Sé que es cliché.
—No, no es eso. —Tiene la boca hecha un nudo—. Me da pena que tu primer amor sea tan horrible.
—Oye, si te elogiaron tanto de modelo en mis fotografías no eres horrible.
—Modelo es un papel.
—Tal vez para tu antigua carrera, pero no para mí. —Eiji se levanta, sus pupilas queman con la misma seguridad que lo envuelve al momento de saltar y Ash sabe que ha perdido la contienda—. Se puede ver la diferencia así que no trates de negarlo, solo te humillarías.
—Sabes que no me refiero a la apariencia. —Entonces se saca esa espina.
—Yo tampoco. —Pero Eiji no lo deja desangrarse—. Eres hermoso de cara y es cierto, pero la belleza que más destaca de ti es la que está acá. —Justo cuando Eiji no podía ser más cursi se alza de manera cauta, lenta y dulce, desliza una de sus manos por su camisa para acomodarla justo donde están sus latidos erráticos delatándolo—. Es una belleza de alma, tienes un lado "feo", es cierto, yo igual tengo un lado que me avergüenza mostrarte ya que es inevitable querer mostrarle la mejor versión posible a quienes amas, pero esa parte tuya también es hermosa, no te lo digo queriendo romantizar lo que te pasa.
—Nunca lo habría interpretado así, está bien.
—No me imagino lo doloroso que debió ser pasar por todo esto solo. —Sus manos se entrelazan en una ternura casual—. Pero a lo que me refiero es que todo lo que has sobrevivido te ha llevado hacia mí, así como todo lo que yo he pasado me ha llevado hacia ti, a nosotros, a esto.
—Eiji. —Lo adora.
—No lo digo para que te sientas obligado a corresponder mis sentimientos, sé que me quieres y aun sino le podemos poner un apellido a ese cariño, no lo necesito, no quiero nada de ti, te quiero a ti.
—Yo no te quiero. —Lo detiene—. Te amo, estoy seguro de eso.
—Oh. —Eiji parpadea, incrédulo—. ¿Me amas? —Le da risa que la situación de repente se haya dado vueltas.
—Te amo. —No es la confesión más romántica sin duda.
—Pero soy tan simple.
—Aceptamos el amor que creemos merecer. —Le regresa la jugada—. Enséñame con el ejemplo en ese caso, eres mi onii-chan, ¿verdad? —Entonces Eiji esboza una de esas sonrisas brillantes que solo Eiji sabe poner.
—Sí. —Y lo sostiene con fuerza—. Tienes toda la razón.
Eiji no lo suelta.
Eiji nunca lo hace.
Seguimos de inmediato con algo más de transición, pueden respirar más.
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