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Este capítulo es prácticamente dos capítulos en uno solo.

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Dos meses después

Los ligeros gritos de enojo de Delilah se detuvieron de pronto.

-¿De verdad te vas a poner así solo por lo que te dije?-preguntó el rubio confundido en cuanto la amielada dejó de gritar cosas como 'siempre tiene que ser mi culpa' '¿por que no recuerdas si fuiste tú antes de reclamarme?' 'Claro, pasa algo malo y es mi error.'

Luke frunció más la frente al notar los ojos de la menor cristalizarse.-¿Por qué lloras?

-¡No se!-gritó soltando un sollozo.

El ojiazul cerró los ojos mientras se tomaba el tabique de la nariz con su pulgar e índice, soltando un suspiro.

-Delilah, solo has el favor de cerrar bien el gallinero.-murmuró serio.-Los perros aún son muy pequeños y yo no quiero matar a un zorro inocente.

-¿Por qué me dices Delilah?-preguntó a mitad del llanto, lanzándole una semilla de naranja al pecho de manera débil.

-Es como te llamas.-susurró, recogiendo la diminuta semilla.

-Pero tú no me dices así jamás.-sollozó.

Luke soltó un nuevo suspiro.

-Ven aquí.-susurró abrazándola, ella intentó alejarse por empujones, pero el mayor besó su cabeza y ella se dejó abrazar.-¿Estas en esos días donde cambias de humor?

La menor negó.

-No he estado...-su voz se fue haciendo cada vez más débil hasta quedarse en silencio.

-¿No has estado qué?-preguntó de forma tierna, evitando que se molestara nuevamente.

Ya llevaban unas cuantas semanas en las que ella comenzaba una pelea de cualquier mínima cosa, como que le reclamara de forma sutil el no haber cerrado el gallinero.

-Luke...no he tenido el...-bajó tanto el volumen que él a penas pudo escucharla.-Periodo desde nuestra boda.

El mayor frunció el ceño.

-¿Y eso que significa? ¿Estás enferma, te sientes bien?-preguntó preocupado.

-Me duelen los pechos...-susurró para si misma, recordando hace dos semanas que sus senos se sentían un poco más pesados y mucho más sensibles al tacto de Luke.-Y anoche vomité..-recordó.

-¿O sea que si estás enferma? Vamos al doctor.-dijo, comenzando a caminar hacia la salida del comedor, la mano desde Delilah sobre su muñeca lo detuvo.

-No estoy enferma.-susurró.-Estoy embarazada.-dijo con una sonrisa abierta.

Luke la miró expectante, como esperando que le dijera que era una broma.

-¿Está vez es seguro?-preguntó nervioso.

-Tengo los síntomas que Antoinette me dijo.-dijo sonriente.-Luke, estoy embarazada.

-¿De verdad?-preguntó emocionado, Delilah asintió.-¡Si!-gritó, alertando a los tres perros en la sala de estar y comenzó a saltar, tomando las manos de Delilah, para que ella lo siguiera.-Dios, no sabes lo feliz que soy ahora mismo.-dijo comenzando a bailar por todo el comedor, hasta llegar a la sala de estar.

-Seremos padres.-dijo la amielada alegre, ocasionando un salto de emoción en Luke.

Pero justo entonces uno de los cachorros cruzó por debajo suyo y en el intento por no pisarlo, apoyó mal su pie sobre el suelo, torciéndose el tobillo y cayendo sobre la madera.

-¿Estás bien?-preguntó Delilah, ayudándolo a levantarse.

-Auch, Auch.-murmuró mientras caminaba hacia el sofá.-No volveré a saltar en mi vida mientras un perro esté cerca.-avisó, soltando una risa adolorida.

-Ire por el doctor.

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Siete meses después

Se sentó de forma dificultosa en la silla del comedor, bajo la mirada de Antoinette y Claude, mejor conocida como la señora Kestner, Isabel, la repostera del pueblo y Miriam, la agradable esposa del desagradable vendedor de propiedades.

Si alguien se preguntaba qué hacía Antoinette ahí, era algo bastante simple, Luke y Delilah tenían una amplia casa con cinco habitaciones, demasiados animales y una tierra algo grande, ambos le ofrecieron trabajo a la pareja al igual que a Richie.

-¿Cómo te sientes?-preguntó Isabel, dejando una canasta con pastelitos en el centro de la alargada mesa, Delilah no tardó en rebuscar dentro.

-Me siento terrible.-murmuró con la boca llena.-Como todo el día, estoy horriblemente cansada, me duelen los pies, me cuesta trabajo caminar, me veo gorda y sudo como cerdo siempre.

-En realidad los cerdos no...-la morena se calló al sentir la mirada seria de Delilah sobre ella.

La rubia últimamente era como una bomba de tiempo con todo el mundo, ya que el bebé se movía mucho más dentro suyo, la pateaba más de lo normal y durante la última semana no había podido dormir más de cinco horas intercaladas alrededor del día.

-Bueno, pero te aseguro que cuando nazca estarás más feliz que nunca.-dijo Claude, mirando como la rubia asentía mientras tomaba otro pastelillo de la canasta.

-¿Que hay de nuevo en el Pueblo?-preguntó después de dar un bocado.-No he salido de aquí desde hace tres meses, necesito enterarme de los chismes.

-Pues, no ha pasado mucho.-murmuró Miriam, tomando un pastelito de la canasta, antes de que Delilah se los terminase.

Las demás siguieron su acción.

-¿Y tu esposo?-preguntó Claude interesada.-No debería dejarte sola.

Delilah negó.

-No me dejó sola, solo salió un rato a hacer entregas con los chicos.-murmuró.-Además Antoinette esta aquí.

-Por cierto, ¿donde está esa ternurita de hijo que tienes?-preguntó Claude, lamiendo la cubierta de crema.

-Los chicos quisieron llevárselo para que conociera el pueblo.-respondió la morena.

-Que pena, adoro cuando nos cuenta sus historias.-murmuró Isabel, dándole una mordida a su panqué.-Para tener un año y meses habla muy bien.-la morena sonrió agradecida.

-Iré por agua.-murmuró Miriam, sintiendo la boca algo seca.

-Oh, acabo de recordar algo que me contó la mujer de la cantina, es sobre el señor Gregorian.-las tres miraron a la repostera interesadas.-Esperen, ¡Miriam!

-¡¿Qué?!-preguntó desde la cocina.

-Pon la tetera.-pidió con voz amable.

-Tiene algo que ver con esa mujer con la que se ve todos los sábados, ¿cierto?-preguntó Antoinette.

-¿Qué?-preguntó confundida Delilah.-¿De que me perdí?

-Oh amiga, te perdiste de toda la historia.-dijo Claude obvia.

-Pero,¿por q...-se calló rápidamente al sentir un dolor en el estómago.

-¿Que te pasa?-preguntó Isabel preocupada, al ver el gesto de terror en el rostro de la menor.

-B-Bueno...o me hiciste orinarme de la emoción...o se me rompió la fuente.-susurró, mirando la mancha de humedad en su vestido.

Todas se levantaron de forma rápida, ayudando a Delilah a ponerse de pie mientras Mirian corría de regreso al comedor.

-Oh Dios mío.-susurró mirando el pequeño charco sobre el piso.

-Me duele.-jadeó la rubia, recargándose sobre la mesa.

-¿Te ves con las fuerzas para subir a tu habitación?-preguntó Antoinette, la rubia negó rápidamente.-Recostemosla sobre el sillón.-sugirió.

-¿Y ahora que?-preguntó Claude nerviosa, mirando a su alrededor.

-Alguien debe de ir por la partera.-avisó la morena con dolor, sintiendo como Delilah apretada su mano con fuerza.

-No sabemos cabalgar.-susurró Miriam asustada.-Ve tú.-sugirió.

-A mi no me abrirán la puerta.-murmuró, trenzando el cabello de la amielada rápidamente antes de que comenzara a sudar.

-Estamos pérdidas.-susurró Isabel, mirando hacia el techo.-Señor, por favor...-un grito de dolor la hizo saltar en su lugar.

-Sáquenmelo.-pidió sintiendo como las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.-Sáquenmelo por favor.-sollozó removiéndose en su lugar al sentir como la pateaba bruscamente.

Todas se miraron asustadas, hasta que los ojos de Claude se iluminaron.

-Antoinette, tu trabajas en la granja, hace poco nacieron los potrillos.

-No es lo mismo.-dijo asustada, ya sabiendo a que iba.-No conozco el cuerpo humano cuando dan a luz.

-Tuviste un hijo.-puntualizó Isabel.

-Bueno, en ese caso ustedes tres están calificadas también.-respondió bruscamente

-¡Dejen de pelear y ayúdenme!-gritó la rubia, alejándose los mechones húmedos que se pegaban a su rostro.

Miriam suspiró hincándose en el piso.

-Necesitamos toallas húmedas para refrescarla.-susurró.

Claude salió corriendo directo al jardín por la puerta de atrás para llenar una cubeta de agua.

-¿De verdad lo vas a hacer?-preguntó Isabel sorprendida.

-No debe de ser muy difícil, ¿cierto? Solo te dicen 'puja, puja, puja, ya está'-susurró nerviosa, levantándole la falda del vestido a la menor.

-¿Eso es normal?-preguntó en un susurro Isabel en el oído de Miriam, al mirar lo que parecía ser sangre junto con agua manchando las piernas y vestido de la rubia.

-No lo se, supongo.-respondió de la misma forma.

Un nuevo grito de dolor cruzó por la garganta de Delilah, mientras enterraba con fuerza sus manos en el sillón.

-Delilah, vas a tener que abrir las piernas.

-¡Pero me van a ver!-gritó, sintiendo unas cuantas lágrimas entrar en su boca.

-Eso ahora no importa, si no las abres, será más complicado para el bebé salir.-susurró Antoinette.

Con toda la vergüenza de una adolescente de (ahora) dieciocho años, abrió las piernas llenas de sangre ante los ojos de sus amigas.

-¿Como sabremos cuando deba comenzar a pujar?-preguntó Isabel, mirando la pequeña abertura llena de sangre.

-No lo se.-dijo Miriam, queriendo llorar del estrés.

En ese momento Claude llegó con la cubeta llena de agua y unas cuantas telas que tomó de afuera, abrió los ojos con horror cuando miró el cuerpo ensangrentado de su amiga.

-¡No te quedes ahí, tráelas!-gritó la morena, que ayudaba a Delilah a sentarse derecha, mientras respiraba aceleradamente por la boca y soltaba pequeños gritos de dolor.

Continuaron en esa posición cerca de cuarenta minutos, cuando Isabel juró ver algo diferente en la entrepierna de Delilah.

Ese fue el momento en el que comenzó a pujar, soltando unos terribles gritos que se escucharon hasta el cercado de la granja, incluso un poco más lejos, eso tenía a los animales un poco intranquilos.

-¡Puja, Delilah, puedo ver su cabeza!-gritó Miriam, la menor negó mientras sollozaba en voz alta.

-Ya no puedo.-lloriqueó entrecortadamente, sintiendo un terrible dolor en sus paredes vaginales que estaban siendo abiertas de una forma terrible.

-Si, si puedes.-animó Claude, limpiando su rostro sudado.-Anda Delilah, puja una vez más, por tu bebé, es peligroso detenerse.

La menor respiró profundamente, antes de soltar un muy fuerte grito mientras pujaba.

-¡Eso, sigue así!-alentó Antoinette.

Todas giraron rápidamente su atención a la puerta, pues se escuchó como la abrían con fuerza, tanto que chocó con la pared.

Luke se quedó en blanco mirando la escena frente a él, mientras los otros dos se giraron, por respeto a Delilah.

-Vayan por el doctor.-pidió Luke en un susurro, escuchó como sus amigos se fueron rápida, él solo corrió a un lado de su esposa.-Está bien, esta bien, estoy aquí.-murmuró besando su cabeza y entrelazando sus dedos, soltó un jadeo de dolor al sentir como le presionaba la mano.

-Puja Delilah.-pidió Isabel nuevamente, la menor volvió a gritar mientras cerraba sus ojos con fuerza y cientos de lágrimas salían por ellos.-Ya casi sale la cabeza linda, sigue así.

Luke solo acariciaba su cabello, siendo ahora él quien se encargaba de humedecer su rostro y pecho mientras sufría en silencio la forma tan horrible en que apretaba su mano, de verdad ¿de donde había sacado toda esa fuerza?

Treinta minutos después, el doctor había llegado, mandó a todos fuera (excepto a Luke) y sacó un aparato extraño, colocándolo en la entrepierna de Delilah.

-Esto te va a doler, pero ayudará a que salga más rápido ¿si?-la menor asintió sin dejar de llorar.-En cuanto sientas como se abre mucho más, necesito que pujes, sin importar cuanto te duela.

Delilah asintió nuevamente, mirando hacia el techo en un intento de regular su respiración.

-Uno, dos, tres.-un gran grito hizo que Luke sintiera su corazón dolerle, ya hacia mucho que había dejado de sentir su mano, pero definitivamente ver a su esposa sufrir de esa forma le dolía mucho más.

Doce minutos después de gritos desgarradores acompañados de llanto, se escuchó otro llanto, pero uno completamente diferente.

Delilah dejó de llorar enseguida, mientras Luke miraba con una enorme sonrisa al bebé en brazos del doctor, que cortaba el cordón umbilical.

-Felicidades señores Hemmings, es un varón.-murmuró, dejando al pequeño llorón en brazos de Delilah, aún desnudo y lleno de sangre.

En cuanto los brazos de la menor lo envolvieron y pudo escuchar su corazón latir, dejó de llorar lentamente, pero seguía lloriqueando en voz baja.

Ambos adolescentes miraron al bebé con sonrisas enormes y ojos llorosos, la verdad era que los dos ya habían comenzado a llorar.

-Es hermoso.-susurró Luke, besando la sudada frente de Delilah, mientras acariciaba la pequeña mano del bebé con su dedo, que el pequeño tomó como rehén.

-Si.-sollozó, girándose para besarlo cortamente sin dejar de llorar, regresaron su vista al bebé que a penas podía entrecerrar los ojos.

-Hola chiquito.-susurró Luke, mirándolo con amor.-Soy tu papá.-dijo mientras se acercaba para besar con cuidado su pequeña cabeza, Delilah sollozó de alegría sin alejar su mirada del menor, que los miraba atentamente.-Y la llorona es tu mamá.

-Si no les molesta, me lo llevaré para limpiarlo y envolverlo.-ambos asintieron, sin realmente querer alejarse de él.

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K opinan

Amé

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