Capítulo 5
Cansado
El pediatra no le dio muy buenas noticias a Merida sobre su pequeña hijita, ya que era bastante notorio su estado cada vez más decadente de su salud. Adaria presentaba leves síntomas de anemia, y rápidamente fue atendida por los doctores de pediatría. En cuanto Jack llegó al hospital se sintió asustado al ver a su princesita acostada sobre una cama de hospital, sus ojitos estaban abiertos, pero claramente no lucía saludable.
— ¿Dijeron algo más? — preguntó a la pelirroja sentada al otro lado de la camilla — ¿La van a internar?
— Solo una noche, mañana temprano nos la podremos llevar — susurró acariciando la pequeña mano de su hija — Le van a poner suero y otros medicamentos para cuando esté en casa, dijeron que sus glóbulos rojos están bajos para una niña de su edad. Su piel comenzó a palidecer y sentía mucho frío... Ahora no habla mucho, pero es por el cansancio.
Jack se inclinó a besar la pequeña frente de su princesa — ¿Por qué no duerme entonces? ¿Ha comido algo?
— No tengo hambre, papi — susurró volteando a verlo con sus ojitos cristalinos, y sus labios comenzaron a temblar — Me siento muy mal...
Al peliblanco se le rompió el corazón cuando su hija inició a derramar lágrimas y a limpiarlas con sus manitas regordetas. Jack se sentó en la camilla de Adi y la acurrucó en su pecho abrazándola sin apartar su manita donde estaba la aguja intravenosa donde pasaba el suero, acariciando su cabello rizado y esponjado.
— Pronto estarás mejor, pequeña, vamos a hacer todo lo posible para que te sientas mejor — besó su cabecita repetidas veces limpiando sus lágrimas. Miró a Merida — ¿Si ha comido?
— Vomitó la gelatina que las enfermeras trajeron. Y le pusieron la intravenosa para rehidratarla.
— Bueno... Intenta dormir, princesa — susurró a la pequeña mientras ella pegaba su mejilla al pecho de su papá — Debes descansar.
Dentro de muy poco, la niña cumplió en quedarse reposando y fue difícil despegarse de ella.
— Pediré tiempo en el trabajo para poder cuidarla, no quiero dejarla sola ningún momento — Merida apartó el cabello de su hija de su carita, moviendo la mano con el suero para que ella no se lastimara.
— Fuimos muy descuidados, ella nunca se había enfermado así, Mer. Nunca para estar una noche entera en el hospital.
Claro que se sentía frustrado, quería decirse así mismo que no iban a ser la primera ni la última pareja que les pasaría esto, sin embargo, no funcionaba para quitarle el sentimiento de culpabilidad que lo embargaba.
De pronto en el bolsillo de su pantalón su teléfono comenzó a avisar de una llamada entrante, cuando revisó contestó de inmediato — Hola tía, ¿cómo estás?
— Hola cariño, estoy muy bien, gracias por preguntar — su voz se apresuró a responder y eso le pareció extraño al peliblanco, ya que ella solía hablarle bastante relajada — Escucha Jack, Norte me dijo que avisara sobre algo importante.
Se disculpó con Merida para dejarla sola e ir al pasillo a hablar con tranquilidad — ¿Está todo bien?
La línea quedó en silencio por un momento, y el comenzó a tensarse de igual manera — Jack, tú padre ha salido de la cárcel ahora. Norte fue por él, dijeron que debía ir alguien a traerlo.
Y la tensión se convirtió en vivido enojo y nerviosismo dentro de él, como si le supiera a acido la idea de tener de frente al hombre que como padre había fracasado para él. Lo único bueno que había hecho era cumplir esa condena que le dieron diez años atrás, y no molestarlo más de lo debido.
— ¿Jack? ¿Todo bien, hijo? — susurró aquella mujer que lo había cuidado desde entonces — Sabemos que no quieres que él sepa dónde vives, descuida, tu tío no le dirá a Pitch donde estás. También lo quiero lejos de ti y tus primos.
— ¿Dónde lo llevará, entonces?
— Supongo que aun motel, no lo sé... Creo que le dará dinero y solo él mantendrá el contacto, es su hermano después de todo — tuvo un gran desagrado al decir aquellas palabras — Aunque debes ser consiente que en algún momento Pitch querrá hablarte...
Él negó firmemente con la cabeza, queriendo que fuese mentira el hecho de que él también sabía que en algún momento debía hablar con su padre — Eso no será pronto, quizá nunca, no quiero que conozca a mi hija ni a Merida. Ellas ni siquiera saben que él existe.
— Es tu decisión, cariño... — volvió a tener ese tono dulce y maternal que le mecía como a un niño pequeño — Dime cómo estás, hace un par de meses que no vienes a casa.
Y de pronto se sintió culpable por eso, se quedó por un tiempo hablando con ella contándole algunas cosas hasta llegar a la parte donde Adi estaba recibiendo atención medica por síntomas de anemia. Naturalmente, su tía se preocupó mucho por su hija, a la que llamaba nieta con mucho cariño del mundo. Aunque en ese momento no podía pensar en otra cosa que no fuera en su padre.
Diez años en la cárcel, la última vez que lo vio estaba con ese traje naranja sentado detrás de un vidrio protegido por dos policías a los costados. Donde Pitch le rogaba perdón, pero firmemente decidió no volver a verlo en su vida, mucha mierda le había hecho pasar en años. Era tan solo un niño que de ninguna manera debía pasar eso.
Jack acarició la pequeña cicatriz que había obtenido en su nariz aquel día, era muy tenue ahora, así como las otras que habían sido marcadas por su rostro y el cuerpo.
— Cuídate mucho, cariño — susurró maternalmente — Recuerda que te amamos, ¿sí? Cuida a Adi y a Merida también, avísanos como sigue la pequeña.
— Sí, lo haré. Yo también te amo, tía Sandy.
La llamada finalizó y no pudo dejarle otro sabor de boca que no fuera el desagrado. Y es que había sido ya demasiado tiempo sin saber nada de él y las preguntas eran inevitables. Le hubiese gustado que siguiera todo sin saber nada de él, quizá incluso debería pasar más tiempo en la cárcel.
Volvió a la habitación y encontró que su esposa estaba dormida con la cabeza recostada en la camilla de la pequeña Adaria. Fue a la cafetería y compró algo de café y galletas, supo que sería una noche de vela cuidando a ambas, y sería larga.
Para el día siguiente temprano sacaron a la niña del hospital con varias especificaciones para que mejorara su salud, le dieron incapacidad para poder faltar a la escuela y a Mérida para poder cuidar de ella. Esperaba que con medicinas y cuidado especial su princesa mejorara, tendrían ambos ojos encima anotando sus mejorías.
En el trabajo se le notaba por mucho el desvelo, sin importar que su ducha había sido la más fría de todas, no fue suficiente para despertarlo. Sus alumnos lo notaron rápido, es decir, tuvieron la clase de historia más aburrida de todas. Su profesor parecía cansado y esas ojeras negras bajo sus ojos lo delataban por completo, su humor no era el mejor tampoco.
— ¿Todo bien, Jack? — preguntó Eugene estando sentado a su lado mientras ambos estaban en las gradas de la cancha viendo a los mastodontes del equipo de futbol — Te ves un poco...
El peliblanco refregó sus ojos con las manos varias veces antes de poder hablar — Muero de sueño, ayer no pude dormir nada. Absolutamente nada. He venido directo del hospital a casa y de mi casa para acá.
— ¿Él hospital? — el castaño lo miró confundido — ¿Pasó algo grave?
— Adi está enferma y la ingresaron por una noche.
— Oh... ¿Es malo?
— Al parecer tiene anemia — se estremeció al pensar en su hija y en indefensa que estaba cuando la dejó al cuidado de su madre — Merida la cuida ahora.
Le dio una palmada en la espalda — Espero que se recupere pronto.
— Gracias.
No dijeron mucho después de eso, no pensaba en otra cosa que en tirarse a su cama una vez llegara a su casa, casi estuvo a punto de dormirse en cuando escucharon unos pasos acercándose a ellos.
Elsa se acercaba con aires despreocupados a la altura en la que se encontraban sentados, era ya una costumbre verla vestida de esa forma tan inusualmente elegante y al mismo tiempo como si se fuese a unir a una protesta por la legalización de la marihuana. Pero aquellas faldas largas le sentaban bien a su cuerpo delgado y curvilíneo, y se veía mucho más linda cuando llevaba su cabello largo y suelto encima del hombro.
Le ofreció el vaso de café que llevaba consigo a Jack, con una media sonrisa en los labios — Te vi cuando llegaste y parecías un zombie. Creo que lo necesitas.
Jack lo tomó — Te lo agradezco — bebió un sorbo y se dio cuenta que tenía muy poca azúcar y estaba muy cargado. Justo como le precisaba.
— ¿Qué hacen justo aquí? No es como que haya mucho que ver.
El peliblanco dejó que Eugene respondiera, estaba tan perdido en sus pensamientos que no podía siquiera entablar una conversación estable con sus compañeros de trabajo.
Estuvo esperando la llamada de su tío toda la mañana, en cambio la recibió de su primo Aster para preguntar por él y su sobrina. No hizo más que ponerlo nervioso. Toda esa nueva situación de saber que su padre de nuevo estaba en libertad le ponía tenso, aunque si él no sabía su ubicación no habría problema. No quería que viera a su hija o a su esposa, cuyas personas no sabían ni quería que supieran nada sobre él.
A Elsa le pareció un poco extraño el actuar del peliblanco. Parecía claramente cansado pero su mirada estaba perdida en algún lugar del campo donde aquellos grandes chicos entrenaban fuertemente. Tomaba el café que ella le había dado con calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo para saborearlo sin que lo caliente se esfumara.
Aunque, a decir verdad, le parecía adorable y sensual vez. Era extraño, pero si le pasaba. Sus gafas se empañaban por pocos segundos por el humo del café, mientras esa mirada en la nada le provocaba esa seriedad haciéndole los labios una línea recta y pensativa.
Quiso entablar una conversación con él, pero sus respuestas eran escuetas e insípidas. No era solo el agotamiento que lo mantenía así, probablemente había algo más. Pero no se atrevía a preguntar puesto que aún no eran lo suficientemente cercanos como para hacer preguntas personales.
Miró a Eugene con curiosidad, quizá él podría decirle algo más tarde, tal vez sabría algo sobre el mal estado del peliblanco. Sin embargo, después de ese rato frente a la cancha no lo volvió a ver más durante el día.
— Este taller va a durar lo que esta escuela me permita enseñar, así que aprovecharé el tiempo que pueda para que ustedes se esfuercen — la platinada comenzó a repartir folletos de su próxima exposición de arte a finales del año y de la academia — Cada año la Academia de Artes de San fransokyo, da la oportunidad de ganar becas cada año y si ustedes avanzan más, porque hay mucho talente solo en esta aula, voy a hacer una carta de recomendación para cinco estudiantes que lo ameriten. Y bueno, también para los que quieran dedicar su vida a esto.
— A mí me encantaría — asintió Marinette fuertemente inspirada tomando el folleto con fuerza en sus manos — ¿Pero solo cinco?
— Quisiera poder hacer más, pero llamé y solo me proporcionaron cinco oportunidades, pero son ellos los que consideran al estudiante. La carta de recomendación será una gran ayuda para poder acceder. Y, bueno, a final de año tengo una exposición de arte en la que he estado trabajando, y quiero que ustedes también participen.
Riley alzó la mano — ¿Participar de qué manera?
— Elegiré sus cuadros más detallados y los pondremos en el museo de exposición — sonrió contenta con la idea, y al parecer, sus alumnos estaban tan emocionados como ella — ¡Bien! Esto es lo que yo les doy si ustedes a cambio dan su esfuerzo por aprender.
Como siempre era de esperar, su clase transcurrió mejor de lo que siempre esperaba. Aquellos que les costaba un poco comenzaron a dedicar ese tiempo que requería los detalles. Aprender el movimiento de las cosas, de las personas, el tamaño del cuerpo y de cada musculo también. Pensaba en pedirle a Rapunzel que viniera una vez para que ellos pudiesen dibujarla, en vivo sentirían esa presión en dibujar con exactitud los detalles.
En los pasillos se encontró de nuevo con Jackson, que no parecía mejorar con el día. Se acercó a él finalmente — De verdad no te ves nada bien el día de hoy.
Los ojos de azul marino la observaron sin muchas ganas, desalentado — Ayer fue agitado para mí.
La rubia tenía dos clases de significados para esa pequeña palabra. Agitado bueno, y agitado malo. Puede que él haya tenido una noche de sexo intenso que lo haya dejado seco y realmente agotado. Pero por sus ojeras, parecía una noche de mierda.
— Parece que fue muy malo — caminó a su lado esperando saciar un poco de su curiosidad.
Además, quería ser más cercana a él, le agradaba de formas muy distintas. Parecía ser un buen hombre, inteligente e interesante. Le gustaba físicamente y no planeaba ocultarlo, creía internamente que a él también le gustaba un poco... Al menos en lo físico, pero no deseaba ser tan superficial. Quería conocerlo y que él la conociera, habían más debajo de su capa de profesor bueno, y bajo la suya misma de una artista a tiempo completo. Suponía que era algo interesante, algo así. De todos modos, su compañía le agradaba demasiado, era de las razones del porque enseñar en esa escuela se le hacía más ameno.
— Lo fue.
Y hasta ahí. Como había dicho antes, ella sentía que cualquier cosa que pasara por su mente no la hablaría con alguien que apenas conocía. Problemas personales.
Sin embargo, después de un incómodo silencio entre los dos caminando el pasillo, su voz clara hizo espacio entre ellos — Marinette y Nathaniel mencionaron algo sobre unas becas de la Academia de Artes... Estoy seguro que tienes algo que ver sobre eso.
— Sí, bueno, es algo que pensé y pude hacerlo más rápido de lo que creí — se encogió de hombros, sonriendo sutilmente — Creí que sería incentivo para los que quieren dedicarse a eso, se nota cuando es un pasatiempo o algo que realmente amas hacer.
Jack alzó ambas cejas escuchándola platicar con esa inspiración que transmitía cada que la escuchaba hablar — ¿Cómo te diste cuanta que era algo a lo querías dedicarte?
La platinada jaló la tela de las mangas de su sobretodo hasta que llegó a cubrirle las manos — ¿Cómo lo supiste tú? — le regresó la pregunta — La historia, descubrir, analizar. Apuesto que no fue solo por llenar un título universitario.
— Bueno... Solo lo supe, supongo.
— Exacto, creo que uno sabe lo que desea porque es algo que llena un vacío en su interior — Jack notó como ella enredaba un mechón de cabello en su dedo, el platino brillaba al tocar casi el tono blanco a la luz del sol — Me ayudó en diferentes cosas de mi vida, siempre que dibujaba era mi momento de paz. Incluso si lo hacía mal al principio — sus mejillas parecían un poco sonrojadas, pero notó que simplemente estaba de buen humor — Concentrarme en una sola cosa por un momento olvidando que hay otras cosas de las que preocuparse... Para mí es lo mejor del mundo.
Sonrió, poco, pero comprendía esa sensación de plenitud que daba entregarse a una simple acción — Te entiendo — susurró observando sus grandes ojos celestes, parecía relajarse del estrés que tenía con solo una pequeña charla con la rubia — Eres interesante, Elsa, ¿sabías eso? No me sorprendería si alguien quisiera escribir varios artículos de ti. O si lo hay ya...
— Solo algunos — rió esperando que sus coloradas mejillas dejaran de teñirse — Pero son bastante escuetos, no me gusta decir mucho o que lo digan...
Jack rió con suavidad — ¿En serio? pareces ser del tipo que no le importa lo que se diga de ella.
— ¿Te doy esa impresión?
— ¿Estoy mal?
— Un poco alejado de la realidad — quiso explicar lo que había dicho, no obstante, se dio cuenta que no era algo que deseaba hacer en ese momento. Suspiró sin darle importancia — ¿Es por cómo me visto, cierto? Acertaste con lo de Hippie.
La clara carcajada de Jack le relajó por completó, creyó que volverían a caer en ese incómodo silencio del principio. Sus ojos cansados de nuevo parecían estar más despiertos como siempre — Oye, de verdad lamento decir eso. Fue una apuesta estúpida — sonrió, sin siquiera sentirlo de verdad. Pero no le importó.
Platicar con Elsa de alguna manera se sentía relajante, era como si pudiese tener una amena conversación sin tener que esforzarse mucho por decorar la sociabilidad en el entorno. Una vez que ella se daba la vuelta para volver a su cotidianidad en su nuevo empleo en la escuela, lo dejaba pensando por un breve momento en la manera tan elegante de su hablar, y es que el peculiar tono de voz tan suave y bajo era reconfortante luego de escuchar voces chillonas y altas todo el día.
Sin embargo, debía lidiar con su realidad después de eso, y era que tenía que trabajar hasta tarde ahora. Hablando con el director, fue dispuesto a trabajar las horas extras en las clases de noche para aquellas personas que querían seguir sus estudios, incluso alumnas que estaban embarazadas y querían terminar de esa forma su bachillerato. Recibiría dinero extra que le vendría bien justo en ese momento.
Al llegar a su casa decidió revisar como seguía su preciosa princesa, no parecía estar mejor, pero al menos comía un sándwich con mermelada y un poco de jugo de naranja. Según Merida, su pequeña no había querido comer demasiado, ya que no tenía nada de apetito, estaba demasiado preocupada así que más o menos la forzó a comer al menos eso, su estómago no debería estar vacío para tomar sus medicinas.
— ¿No voy a ir a la escuela papi? ¿Y si me dejan tareas?
— La maestra entenderá, preciosa — besó la frente de la niña dejando un tiempo más sus labios cálidos en la piel tibia — Come, ¿sí? Aun si no tienes hambre, quiero que te mejores princesa.
Ella asintió levemente — Sí papito...
Merida tocó su hombro — Jack, hace solo cinco minutos llamó tu tío Nicolás a casa, dijo que le devolvieras la llamada.
Se puso tenso de inmediato — Ah... De acuerdo — pasó a su lado dándole un rápido beso en la mejilla — Gracias.
— ¿Es malo? — cuestionó antes de que él pudiese al menos llegar a las escaleras — No sonaba muy contento. Siempre que llama pregunta por Adi de inmediato y ahora...
— No te preocupes — la interrumpió — No es nada malo, es solo que discutimos por una tontería.
— ¿Peleaste con él? Pero que...
Volvió a ella y le besó — Ya te lo dije, no te preocupes. Va a pasar en unos segundos, ninguno se puede enojar por tanto tiempo.
Para evitar las siguientes preguntas de su esposa, casi subió a tropezones las escaleras para encerrarse en el cuarto y llamar de vuelta a su tío, quien probablemente le diría el estado actual de su padre.
°°
Intentó ponerle el sonido más alto a la televisión, quizá eso lo silenciaría un poco. Tal vez se escucharía menos. Pero era tan pequeño, apenas alcanzaba donde estaba puesto el control de ese viejo televisor en el que la imagen era remplazada por Las hormigas, decía él pequeño cuando la pantalla no tenía señal y se veía todo en blanco y negro, el cual provocaba un fuerte sonido que le molestaba.
Quería ese sonido en la pantalla, con todo el volumen puesto.
Su padre había llevado a una nueva mami. Él le tenía miedo a esa nueva mujer, porque ya había perdido la cuenta de cuantas mamis nuevas tenía que conocer ese nuevo fin de mes, que tenía un olor amargo y muy feo. A veces su papá tenía el mismo olor encima, cuando pretendía ayudarlo a hacer sus tareas.
Una vez aplastaban las mejillas rosadas del pequeño de seis años, su padre las llevaba a su habitación donde no paraban de hacer sonidos totalmente desagradables.
Alcanzó el control subiéndose en el mueble mismo, y pudo subirle al máximo al televisor. Pronto acabaría seguramente, aunque tenían mucho tiempo ahí dentro, ella solo estaría un momento con su papá. Luego se iría porque así era siempre, sus mamis nunca se quedaban más de una noche. O un rato.
Y sucedió, unos minutos después la puerta de la habitación de abrió paso a las enormes pisadas de tacones. A diferencia de otras noches, ella se iba furiosa gritándole groserías a su papá.
El sacudió levemente su manita para despedirse de ella — Adiós...
— ¡Quítate, mocoso! — lo apartó empujándolo de la cabeza provocando que su cuerpo perdiera el equilibrio y cayera sentado en el suelo.
Su padre la siguió gritándole desde el pasillo — ¡¿Qué te pasa, perra?! ¡No lo toques!
— ¡Vete a la mierda, Pitch!
— ¡Púdrete puta!
La puerta se cerró de golpe dejando por completo silencio. Su padre le bajó volumen al televisor y luego lo apagó de todos modos — Levántate, Jack. No dejes que esa zorra te deje ahí, hijo. Vamos, arriba.
Él le obedeció, mirando hacia la puerta donde se había ido aquella mujer — ¿Por qué se enojó?
— Que eso no te preocupe, mujeres como esa valen menos de lo que cobran — y no dijo más sobre eso — Debo irme un tiempo, peque. Serán solo tres días, una semana a lo mucho. Sabes qué hacer si llama Norte, ¿no?
El pequeño asintió — No contestar.
— ¿Y si insiste?
— Decirle que fuiste a comprar comida.
— ¿Y en la escuela?
— Portarme bien para que no pregunten por ti.
— Excelente — sonrió revolviendo la blanca cabellera de su pequeño — Aunque no debo preocuparme por ti en la escuela, eres mejor de lo que cualquiera pensaría. Felicidades por tus ultimas calificaciones, hijo.
El peliblanco se emocionó — ¡Gracias pap!
— Cuando vuelva tendré dinero de nuevo, ¿Sí? Te compraré lo que quieras como regalo.
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