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Capítulo 16

Jack pasó su vista enteramente sobre ella. El calor de su cuerpo tan peligrosamente cerca podía con él. Era el magnetismo de su atracción podía ser totalmente su perdición. Ella podía ser su fin.

La rubia platinada alzó su mano hasta dejarla suavemente en su rostro, acariciando sus mejillas con los dedos. Se encontraba fascinaba del color que tomaban su rostro. Sonrió discretamente, complacida de provocarle ese nerviosismo que lo ruborizaba.

—Ayúdame a descifrarte, Jack —alejó sus dedos del rostro—. ¿Tu rubor es porque excita la idea de poseerme en este mismo instante?, ¿o quizá estás nervioso?

Una profunda risa brotó desde aquel hombre, riendo discretamente hacia ella—. No lo sabrás.

—¿No? —fue ella quien rio esta vez, dando pasos hacia al frente empujándolo a él haciéndolo caer en su silla tras el escritorio, tomó los hombros de Jackson mientras él se acomodaba en la silla, observándola sorprendido como ella se sentaba a horcajadas en sus piernas—. ¿Me permites averiguarlo?

Las manos de Jack se posaron de inmediato en las caderas de aquella peligrosa mujer, su falda estaba muy arriba por su posición; era imposible no desear por un momento tocarla. Deseaba meterse a ese juego de la tentación que ella le brindaba meneándose contra su cuerpo. Su tipo de travesura era impensable, peligrosa por el lugar en el que estaban; un juego al que no se atrevería a jugar con ninguna otra persona y ella no podía ser la excepción.

Maldita sea, él no podía dejar de ver la puerta. Alguien los vería, entrarían y señalarían como dos profesores follaban justo en un salón de clase.

Pero ahí estaba, maldecido por aquel demonio hecho mujer; a punto de rendirse a todas sus perversiones y pecados.

Jackson apretó el cuerpo de aquella mujer con sus brazos rodeando su figura, sus ojos estaban frente a frente compartiendo esa maldita lujuria de la cual parecían encadenados. Deseaba poder tener la suficiente fuerza de voluntad para retirarse, sin embargo, Elsa tenía una magia oscura en su ser que le provocaba querer más de ella. Sin duda era una mujer peligrosa, y jamás había sentido tanto deseo por el peligro hasta ahora.

—Entonces, Jack, ¿quieres jugar?

Tragó; estaba muy nervioso y efectivamente motivado al tenerla ahí demasiado dispuesta.

Elsa lo observó relamerse los labios. Eso realmente le encantaba, con lo mucho que deseaba tener su lengua encima. Su cuerpo le pedía a gritos que fueran las manos de ese hombre que tocaran, ni siquiera podía pensar otra persona con la que apetecía que la tomara. Por lo tanto, cuando él comenzó a subir sus manos por debajo de su ropa, comenzó a apreciar cómo daban rienda suelta a la adrenalina.

—Tomaré eso como un sí.

Fueron los labios los primeros en reencontrar a esos amantes en una lasciva intimidad. Provocando en ambos de nuevo ese choque de sensaciones que se apoderaba de ellos. La pervertida conmoción de realizar algo prohibido, era una poción embriagadora de la cual beber estaba al alcance del roce húmedo de sus labios; cuando sus lenguas sedientas buscaban saciarse en esa oscura posesión libidinosa.

El suéter de Elsa estaba deslizándose de sus hombros, dejaba ver esa blusa de tirantes que usaba sin nada de bajo. Claramente podían verse lo endurecidos que tenía sus pezones, ansiosos por alguien que los devorara hasta maltratarlos un poco. Elsa decidió que así sin más, necesitaba menos ropa en su cuerpo; quería estar desnuda para él.

—Espera —pidió velozmente Jack al ver que tramaba, echando un rápido vistazo hacia la puerta esperando fuertemente que nadie estuviese por ahí, agarrando su camisa evitando que ella se despojara de esa prenda—. No te desvistas.

—¿No? —ladeó su cabeza divertidamente al verlo tan excitado y nervioso—. De acuerdo, cariño, tú mandas.

Una risita de entre sus dientes salió de él, lamiendo su precioso cuello saboreando su piel—. Sinceramente dudo que sea yo él que esté al mando.

Elsa sin tapujos bajaba sus manos tocando aquella dura señal de la excitación de ese hombre. Como le emocionaba saber lo que ella incitaba en él, era éxtasis. Había comenzado a desabrochar su cinturón, desvistiéndolo de ese parte.

—Yo digo que sí, ¿quieres ver que digo la verdad? —bajó de sus piernas con elegancia recogiendo un poco su cabello, dobló sus rodillas para hincarse entre sus piernas. Alzó su mirada lasciva hacia él—. Voy a ponerte en mi boca solo si tú me lo ordenas.

Estaba impactado. Una corriente bajó caliente por todo su cuerpo ante tan depravada escena. Intercambió su mirada hacia la maldita puerta, esta ni siquiera tenía seguro para evitar que alguien pasara. En algún momento eso podía pasar. Alguien irrumpiría.

Observó de nuevo a Elsa, que se acercaba más a sus piernas sonriéndole con inocencia y lanzándole una mirada del infierno—. Podrías detenerme también. Si alguien puede entrar, sería mejor detenerme, ¿cierto?

Su cuerpo entero se estremecía—. Hazlo, ponme en tu boca.

¡Qué fascinante era él! La rubia no dejó pasar tantos segundos antes de por fin saciar su deseo de probarlo con su lengua. Se sintió con demasiado poder sobre él cuando escuchó susurro de un grueso gemido, en cuanto su boca cubría por completo su miembro; no podía dejar de satisfacerlo, de escuchar y sentir como temblaba bajo la succión de su boca. Ocupaba sus manos alcanzando todo lo que su boca no podía alcanzar, sintiendo con sus propias manos lo que era capaz de provocar en ese hombre; como le fascinaba sentirse dueña de su placer.

Su cabello se estaba deslizando siendo este una molestia por un momento, hasta que fue Jack quien lo recogió por ella manteniéndolo agarrado en su mano. No sabía si él tiraba involuntariamente, cuando tenía espasmos en su cuerpo, pero se sentía como una perra justo en esa posición tan sucia. Arrodillada, chupando su miembro provocando esos sonidos lascivos con su saliva. Estaba tan excitada.

Verla de esa manera para Jack era una vista excesivamente sensual, ella era una maldita diosa con todo lo que hacía y su cuerpo simplemente respondía por ella. Era una jodida maravilla admirar como su pene entraba y salía de sus preciosos labios rojos, la sensación de su piel contra los labios húmedos de esa mujer, como su lengua giraba sobre él y la forma en la que maniobraba sus manos al compás de lo que hacía su boca. Cegado por los temblores que le provocaba ella a su cuerpo, se vino en sus labios silenciando ese liberador gemido para no ser escuchado. Estaba fascinado con esa mujer en todos los sentidos, y de todo el maldito placer que era capaz de darle.

Elsa terminó lo suyo, complacida por haber sentido su caliente orgasmo bajo sus labios. Se levantó de nuevo sentándose en sus piernas. El rubor volvía a sus mejillas, mientras se recuperaba de aquella estúpida locura. Elsa no resistió el poder besarlo extrayendo su lado pervertido a flote, le encantaba ese lado.

—Nadie ha entrado aún, y te veo menos preocupado ¿entonces te gusta esta situación? —susurró volteando por un momento hacia la puerta—. Por qué yo me estoy divirtiendo.

Con sus manos en su cintura comenzó su exploración bajo la ropa de Elsa, besando su hombro y la curva de su cuello. Jack se río de la tranquilidad de la platinada—. No estoy menos preocupado, créeme.

—No lo niegues, te gusta. Estás igual de loco que yo —se burló inocentemente de él, colocando una mano en su pecho—. Todo tu cuerpo me indica que te encanta.

—Es diferente, a mí nunca me había pasado esto. No lo había hecho nunca, ¿tú sí?

Elsa negó con la cabeza—. He hecho varias cosas, pero esto nunca. Así que estoy experimentando algo nuevo contigo y se siente emocionante —rió suavemente, encogiendo sus hombros—. No hay porqué poner excusas, ¿sabes, profesor? Nos excita, y es que la adrenalina a veces solo nos hace realizar cosas que juramos que nunca haríamos —besó su cuello, deslizando su lengua y sus labios en su piel pálida embarrando su labial roja en el lienzo—. Puede ser un impulso tan idiota o nuestro instinto carnal hablando por nosotros. ¿Qué crees que sea?

—Ambas, definitivamente ambos —se reía negándose una y otra vez lo que pasaba. Parecía un sueño muy loco. El peliblanco separó un poco sus piernas, para que, en consecuencia; Elsa las tuviese un poco abiertas también—. ¿Entonces experimentas conmigo?

—Hay muchas cosas que deseo sexualmente experimentar; y definitivamente esto es muy excitante...

Sintió los dedos de Jackson irrumpiendo entre su ropa interior, deslizándose entre la húmeda de su intimidad, frotando un poco causando a consecuencia jugosos sonidos. Gimió su nombre muy bajo, arrojándose al éxtasis de ser tocada por sus dedos.

Los oceánicos ojos de Jack la observaban con suma atención—. Antes dijiste que deseabas a mi lengua sobre tu cuerpo. ¿Quieres tu orgasmo ya?

—Mhmm —jadeó sin apartar su vista de él—, lo necesito.

—¿Con mis dedos —le dio a escoger mientras masajeaba su húmeda vagina, deseosa por un orgasmo—, o mi boca?

—Tu boca —gimió sin reparos, moviendo sus caderas contra los dedos incitadores—, tómame con tu lengua.

El subidón de hormonas le enloquecía tanto que podían cegarla ante algo tan riesgoso como eso. ¡Ella también temía tanto que alguien entrara en ese momento! Justo cuando ella estaba sobre su escritorio de piernas abiertas siendo complacida por ese hombre que disfrutaba de su cuerpo. No se imaginaba poder pararlo cuando sus labios succionaban y apretaban su clítoris, lamiendo este mismo dándole cierta presión al jugar con sus dedos sobre su lubricada excitación. Era imposible que no le provocara terror que alguien viese a la profesora de arte obteniendo tanto placer del querido y muy casado maestro de historia. ¡Qué locura sería eso!

Elsa se sentó derecha sobre el escritorio sin haber terminado, pero con su libido muy arriba apeteciendo como nunca tomar al hombre frente a ella. Jackson podía sentirlo, en el momento de topar sus ojos con los de aquella mujer pudo ver todo el deseo que sentía. Le desconcertaba tanto desearla a esa magnitud de hacer esa maldita locura solo por la lujuria de ambos.

Ella bajó del escritorio posándose de nuevo en sus piernas, tirando de su corbata acercándose a sus labios, mordiéndolo un poco—. Quiero hacerte mío, profesor.

Elsa, en definitiva, era una mujer muy peligrosa.

Jackson veía porque la última vez había dicho que ella tomaba el control de las situaciones, y es que era difícil incluso decir algo cuando ella hablaba como una sirena a un marinero perdido. Tocándolo, susurrándole con su cálido aliento lo que sentía.

Jadeaban juntos, mezclando su aliento al sumergir sus cuerpos. Elsa movía sus caderas contra él, estrujando con sus manos la chaqueta con fuerza con tal de no gemir como le apetecía. Con un brillo diabólico le observaba en sus ojos celestes muy oscuros, a él que se sentía cada vez como un simple mortal con suerte de estar con una mujer tan explosiva como Elsa.

Lo poseía, sentía dentro de su chorreante vagina la forma y los movimientos del miembro de Jackson. Su éxtasis la hacía volver loca, los labios de él le provocan morderlos. Sus labios rojos dejaron marcas por su cuello con su labial, estaba maravillada por marcarlo de alguna forma. En ese momento era suyo, su hombre. Cómo le enloquecía que sus manos apretaran su cintura a su cuerpo, deseándola tan cerca que la ropa se sentía como un claro estorbo. Que él jadeara, tragara grueso por el placer que sentía. Que sus jadeos fueran por ella y esa aventura lasciva que compartían.

Era su aventura. Era su pecado.

Descubría que la excitaba mucho la adrenalina. Al embestirla, no se detuvo incluso cuando el corazón le explotaba al pensar que alguien podía entrar al salón, se darían cuenta de lo que estaban haciendo. Su mente lo estaba fastidiando con eso una y otra vez, y su cuerpo no respondía con otra cosa que no fuera el placer para con esa excitada mujer; que ni siquiera se molestaba en mirar hacia la puerta estando enloquecida con lo que su boca le provocaba.

Jack tuvo que cubrirle los labios a la platinada con una de sus manos evitando que esta dejara escapar un alto gemido, cuando ella se apretó contra él con su duradero orgasmo, y tuvo que morder los suyos propios cuando se vino dentro de su cálido ser.

—Jack... —musitó relamiendo sus labios, colocando su mano sobre su cuello iniciando a borrar su lápiz labial. Ella se reía entre dientes junto con el—. He dejado un desastre aquí...

Estremecido, saliendo de ella—. Bueno, también dejé desastre. Estamos a mano.

—Cállate —lo golpeó suavemente en el pecho ruborizándose súbitamente. Volvió a jalar de su corbata solo para tener sus labios sobre los de él, era muy bueno besándola—. Eres un sucio, Jack.

—Aja, mira quien lo dice.

Escucharon alumnos muy cerca riendo por el pasillo, intentado encontrar los baños en la escuela. Ambos asumieron que eran estudiantes de la escuela invitada. Parecían abrir y cerrar puertas al azar mientras hablaban de alguna cosa que los hacía partirse de la risa.

—¡Escuela de porquería! ¡Tiene muchos salones! —gritó uno muy cerca del salón.

Elsa se levantó de golpe en el escritorio alejando a Jack para arreglar su falda y amarrar su cabello para no hacer notar lo desarreglado que estaba. Jack se arregló el pantalón y trató de borrar rápidamente el labial en su cuello.

La puerta se abrió dejando ver a los dos profesores muy lejos uno del otro. Elsa simulando que veía algo por la ventana y Jack inmerso en el teléfono revisando alguna red social. Aquellos estudiantes se disculparon por entrar tan bruscamente.

—¿Nos podrían decir dónde están los baños?

Jack se aclaró la garganta—. Está en el piso de abajo, cerca del auditorio a la derecha.

—¡Gracias! —todos se fueron corriendo hacia el lugar indicado.

Ambos adultos se echaron a reír por casi haber sido descubiertos a tan solo unos segundos de terminar con lo suyo. Elsa volvió a su lado, reposando su trasero en el escritorio—. No fue tan malo, ¿o sí?

Jack se reía, negando con la cabeza teniendo muy claro por lo había hecho. Nunca lo habría hecho si no fuera por ella—. Por tu culpa tendré un maldito paro cardiaco.

Elsa se río complacida—. ¿Debería sentirme orgullosa por pararte dos cosas?

—Ay por... — hasta sus orejas se pusieron rojas, acompañándola a ella en su risa. Estaba extrañamente relajado, seguramente era el bajón de la fuerte adrenalina que apreció correrle momentos atrás. Quizá también era Elsa, lograba siempre relajarse estando con ella; independientemente de lo que hacían.

La platinada mantenía esa sonrisa y la mirada coqueta que le hacía pensar que, en lugar de una mujer, era una sirena. Ella estiró sus manos para hacer que se levantara, y en cuanto lo hizo, volvió a tirar de la corbata para hacerlo ponerse a su altura y poder besarlo. Era adictivo, era consciente de poder admitir eso. Besarla mientras metía sus manos en su cintura y pegarla a su cuerpo.

Elsa desacomodó la cortaba hasta quitársela, Jackson la miró con una ceja alzada—. ¿Qué piensas que haces, señorita?

—¿No es obvio? me la quedo de recuerdo —dijo como si nada guardándola enrollando la tela en su muñeca—. Tal vez algún día puedas hacerme algo con ella, ¿o no?

El peliblanco estaba impresionado con ella, tanto que ni siquiera sabía si de verdad podía llegar a satisfacerla del todo; aunque tal como parecía era posible. Ya lo hacía dudar. Qué mujer tan fascinantemente insaciable.

—Con todo lo que quieres experimentar, creo que la que hará algo, eres tú.

—¿Aceptarías experimentar conmigo, Jack? —cuestionó con un tono divertido, bromeando con sus intenciones—. Porque podría invitarte a un trío.

Jack se rio fuertemente, respondiéndole con el mismo sentido de diversión—. ¡Claro! Cuando quieras, preciosa. ¿No tienes una orgía agendada también?

—No, aunque sería divertido.

—Oh, estás demente —respiró profundo doliéndole el estómago de la risa, pero ella estaba tan tranquila observándole con inocencia de no quebrar ni un solo plato. Vio como encogía los hombros, aceptando que básicamente, lo que decía podía tener algo de verdad. Al menos eso lo hizo creer, paralizando en su lugar—. Espera, ¿lo dices en serio?

Fue el turno de Elsa de reírse. Le alejó de él guardando su corbata en su pequeña cartera y tomó su mano dirigiéndose a la salida—. Vamos, no quiero que te explote el cerebro. Es muy brillante como para atrofiarlo.

Él, sin saberlo, abrió una pequeña caja de pandora. Lo que era maldición o fortuna, es que le llamaba la atención el contenido. Era como el pequeño gato que murió por la curiosidad.

El día en la escuela por fin iba finalizando, al menos para algunos profesores, ya que otros se quedarían supervisando las actividades deportivas que solían durar hasta por la noche. Jackson había quedado con que llevaría a Elsa a la academia, donde debía impartir sus clases de ese día por la tarde.

Pasando juntos frente a la biblioteca, vieron a Bella llamándolos desde adentro. Ambos atendieron a su llamado.

—Oigan, más temprano olvide decirles sobre al viaje anual de maestros al lago. Entonces solo queda una semana para confirmar asistencia —les pasó una lista con los nombres de algunos profesores, y otras personas con su mismo apellido, sus parejas probablemente—. Jack, tú siempre dices que no...

—Sí, que bueno que lo recuerdas.

Elsa lo miró con curiosidad, recordando que al principio cuando lo conoció también parecía tener una aberración por ese lugar.

—Creí que ese año sería diferente, pero está bien; lo digo solo por si lo tienes en consideración —le entregó la lista a la platinada—. ¿Tú que dices, Elsa?, ¿vas?

No sabía exactamente que podría hacer ahí, ¿y si Jack no iba? Podría ser algo aburrido, aunque no se cerraba a la posibilidad.

Sonrió con amabilidad a la bibliotecaria—. Lo pensare, Bella. Gracias.

—Oh, claro, está bien —guardó de nuevo la lista, sonriéndole a ambos—. Entonces eso sería todo, tengan buena tarde.

—Nos vemos luego, Bella.

Al salir de la biblioteca, Elsa no dudo en preguntar a cerca del porque no asistía a ese lugar. Por el folleto, no se miraba tan malo. Incluso se veía decente y cómodo. Entonces volvió a encontrarse al Jack cerrado que daba largas antes de contestar algo.

Solo encogió sus hombros sin decir mucho—. No me gustan los lagos, es todo.

—¿Le temes al agua? —cuestionó, arrepintiéndose al último segundo por temor de sonar grosera. Comenzó a balbucear—. ¡No quise ser grosera! Es solo que, bueno, puede ser un miedo muy común. Conozco a muchas personas que tienen distintas fobias, ¡es más! Sería muy raro si una persona no le teme a algo...

Jack se reía deteniéndola a mitad del camino—. Elsa, no fuiste grosera, descuida —el peliblanco suspiró un poco despeinando su cabello, exhalando aire antes de soltar una respuesta a su pregunta—. Pero bueno, miedo al agua es una buena forma de explicarlo. Es más simple decirlo así.

—Oh —no respondió mucho, esperando que el dijese un poco más, pero como siempre su respuesta había quedado muy corta—. Espero que algún día lo soluciones...

—Siendo sincero, no es algo a lo que desearía enfrentarme —sacudió un poco la cabeza en negación, evitando estremecerse porque ese era un tema que sencillamente deseaba evitar—. Tú deberías ir. Eugene dice que es un lugar para relajarse.

Elsa se negó—. No sería tan divertido sin ti.

Jackson era para la platinada era un enigma muy extraño. Todo él era tan distinto. No pretendía que fuera el mismo Jack todo el tiempo, simplemente aprendía que sus facetas tenían mucho en común y al mismo tiempo no. Era un todo un caso.

—Es tu primer año en la escuela, deberías aprovechar y socializar con otros profesores más interesantes. Además, aunque lo odio, el lugar es lindo y tiene una historia interesante —le propuso sacando las llaves de su auto.

—En primer lugar: dudo que haya un profesor más interesante que tú y dudo que alguien que no seas tú, pueda contarme la historia de ese lugar como tú podrías hacerlo —aclaró lo que pensaba levantando un dedo en lo que enumeraba—. En segundo lugar: propongo que hay lugares más interesantes, ¡podríamos ir a lugar en las montañas! El clima frío siempre relaja más que ir a otros lugares.

—Sí, siempre lo coloco en propuestas, pero nunca deciden, así que me doy por vencido... —bajó la voz en lo que hablaba, colocándose los lentes que había dejado colgados en el cuello de su camisa; solo para verificar que su vista no lo engañaba.

Elsa se detuvo a mitad de la salida, observando con una ceja levantada expectante a lo que decía—. ¿Pasa algo?

—Mi esposa está acá...

¿Qué carajos hacía ahí? Realmente se sorprendía, ya que ella nunca se acercaba a la escuela ni en los días de familia que organizaban a veces. Además, no es como si ambos quisieran realmente verse la cara.

La rubia sintió una corriente bajando por su espalda. Miró a todas partes con disimulo, sorprendida y un poco nerviosa de ver a la que era esposa del hombre que a solo unas pocas horas se había cogido en su propio salón de clases.

No esperaba conocerla cara a cara, eso nunca estuvo en sus planes. Mierda. 

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