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Capítulo 13


— ¿No sabes? — le cuestionó mordiéndose los labios, lamiéndoselos casi mil veces en ese mismo instante—. No es una respuesta que yo quiera escuchar.

— Es la respuesta que tengo para dar — replicó, mirándola como su oasis de agua clara y en el desierto. Y luego suspiro acomodándose los lentes. Como siempre, fue sincero—. No lo sé, porque lo que acaba de pasar fue una locura. Y bueno, pocas veces me vuelvo loco.

Elsa asintió comprendiendo lo que decía, convencida que frente a ella volvía a estar el mismo Jack de siempre. El que si razonaba. Le gustaba y al mismo tiempo se quiso reír, porque con el Jackson caliente se evidenció que no era capaz de decir ni pío.

Había sido una locura que la había puesto tan excitada, tan lanzada hacia el vacío donde no sabría que esperar al fondo. Flores, o un nido de serpientes. La había encendido hasta la médula. ¡Se masturbó frente a él con su miembro!, solo recordar esos momentos atrás, la piel contra la piel, le provocaba un sonrojo terrible en las mejillas y el cuerpo entero. ¡Cuánta delicia en su mirada al ver lo que hacía para él! Elsa sí que deseaba poder estar mucho más con él. Obtener su placer entre las piernas resbalándose ardiendo dentro su coño. ¡Oh, sí que lo quería! Ella estaba libre para hacerlo, podía.

Él no. Tenía una esposa por la cual pensar y entendía su respuesta. Porque incluso ella en ese momento experimentaba un poco de culpa por siquiera estar deseando estar con el hombre de alguien más.

El peliblanco se sentó en aquel sillón donde había estado posando. Acomodando sus lentes por quinta vez en el mismo rato—. No creo que esto que acabamos de hacer desaparezca de un rato a otro. Y no quiero que desaparezca, por más que me carcoma.

Elsa se acercó a él enderezando su postura. Habló con la verdad, que no podía ser retenida, aunque se mordiera la lengua. Ponían las cartas sobre la mesa, y que buena era ella para los juegos de azar.

— ¿Qué haremos, entonces, Jackson?, porque sí, hicimos una locura — colocó su cuerpo entre las piernas de él, conectando sus miradas—. Aunque a diferencia de ti, soy una mujer sin compromisos. Y aunque decidieras hacerlo de nuevo conmigo, no estoy atada a nadie; y no ato a nadie conmigo... ¿Entiendes lo que quiero decirte?

— Perfectamente...

No habría ninguna clase de exclusividad para él, que era lo que decía en pocas palabras. No sabía que pensar al respecto, aunque siendo honesto; no es que pudiera decir nada ante ello. No en su posición. Sería un hipócrita y un egoísta pensar que ella le daría un pase único a su vida sexual. Aunque, ¿de verdad lo estaba pensando? Que maldita locura.

Jack continuó diciendo—: Sin compromisos.

— Exacto...— entrecerró un poco los ojos al notar su expresión extremadamente pensativa. Jack fruncía un poco el ceño, con una línea recta en los labios. Se quitó los anteojos enganchándolos en el borde del cuello de su camisa. La platinada hizo una pregunta ladeando un poco la cabeza, alzando una ceja ante la apariencia en su rostro. Ni siquiera la veía—. ¿En qué piensas?

El hombre encogió sus hombros por unos segundos antes de relajarlos. Le dirigió una intensa mirada antes de que sus labios se separaran para hablar—. En que estoy jodido, porque repaso la imagen de tu cuerpo desnudo contrayéndose de placer ante mis ojos, y me encanta.

Elsa sintió el subidón de calor a su rostro, a su cuello y al pecho. Todo el cuerpo estaba rojo. Juraba que casi brillaba en la oscuridad.

Jack aprovechó de la cercanía que tenía a esa mujer, la tomó de la cintura con fuerza y robó un delicioso beso que fue respondido con pasión urgente casi al instante. Sus labios se sentían como la maldita gloria, tan rojos y perfectos. Como le había gemido, aún podía escuchar sus gritos proviniendo de esos brotes rojos que tanto relamía. Su lengua invadió su preciosa boca e hizo con la suya lo que le dio la gana.

Elsa subió al sillón poniendo una pierna a cada lado de él y reposando su culo sobre sus piernas. Enterró sus dedos entre el cabello blanco, jaló de él un poco hasta separarlo de su boca con renuencia—. ¿En qué más piensas? — le exigió saber.

— En que te quiero desnuda... Venerar tu piel— le confesó contra sus labios, saboreando su lengua. Mordiéndole el labio interior y de nuevo topar su boca en cuanto ella jadeó con gusto—. En que quiero probarte...

— ¿Si...? — saltó como un gemido cuando él comenzó a besarle el cuello. El cosquilleo que eso le causaba por todos lados la estaba envolviendo hasta arrebatarle lentamente la cordura—. ¿Cómo quieres probarme?

— Voy a lamer cada centímetro de ti — lamió de bajo de la oreja, provocándole un evidente escalofrío a la mujer. Le apretó con las uñas sus hombros, estremecida—. Y esta vez seré yo quién te quite la ropa.

— Entonces hazlo — tomó su rostro en las manos, atrapando sus labios por un segundo. Mordió su deseo—. Desnúdame, pruébame. Cógeme otra vez.

¡Qué adictivo era besarla!, sus labios eran exquisitos, así como lo delicioso que era probar su lengua, jugar a mordisquear su boca. Agarrar su camisa de apoco y quitársela a lo salvaje. Arrancándola dejando así su piel blanca expuesta a sus ojos, la silueta que provocaba un acinturado contorno le dejaba la mirada perdida.

Acomodando sus manos en la espalda de la platinada, apartando su largo cabello, acercó sus senos a su boca con el único objetivo de volver a escucharla jadear cuando su lengua la tocara. Mirar como cerraba sus ojos y mordía la esquina de su labio inferior cuando succionaba sus pezones en la boca, tocándolos con la punta de la lengua y con los dientes tirar de ellos. Iba a probarla entera, comería su cuerpo hasta reconocer cada curva de él.

Elsa, una vez desnuda de la parte de arriba, puso sus manos contra su pecho e inició a quitarle la ropa. Dejando sus anteojos y camisa en un lugar donde no estorbaran—. Estoy tan acostumbrada a mandar en el sexo, y vienes tú y quieres hacer lo que te da la gana.

Él se rió, mostrándole de forma sensual la blanca dentadura. Que sonrisa, maldita sea—. ¿Te molesta?

— Me encanta — su lengua viajo desde su pectoral hasta el cuello y terminó en la barbilla. Se tentó tanto en succionar su piel. Marcarlo. Pero contuvo sus ganas—. Que incorrecto y seductor es apetecerte, Jack.

Se bajó de sus piernas para que él pudiera desnudarla por completo. Sus piernas se dejaron lucir en cuanto le quitó su falda. Era toda una belleza de mujer. Y, maldita sea, como la ansiaba. Pero Elsa no le dejó continuar cuando acercaba su boca a su suave monte de Venus. En cambio, se sentó sobre él de nuevo a horcajadas desabrochándole el pantalón, sacó su pene y con su mano fuertemente comenzó a masajearlo. Él gimió, observando lo caliente que era su pequeña mano masturbándolo. La platinada le alzó la mirada y devoró sus gruñidos, metiendo su lengua hasta provocar que con la de él se encontraran.

— Pero te dije, Jack, me gusta tomar el control muchas veces — se río besándolo, saboreando la sorpresa que le llevaba lo que sus manos le hacían—. Vas a correrte en mi mano — susurró en sus labios, lamiéndolos con la punta de la lengua al final—. Probablemente, algún día lo hagas en mi boca también.

— Elsa — gruñó entre un jadeo, pegando su frente en los pechos de la platinada. Como estaba disfrutando, que jodidamente caliente era ella.

Elsa mordió su mandíbula, chupando el lóbulo de su oreja—. Te dejaría hacerlo. Voy a comerte. Voy a chuparte, no podrás aguantarlo mucho y tendrás que terminar en mi boca — volvió a su boca jadeante, Jack movía su cuerpo sin voluntad, con placer que provocaba que la humedad aumentara entre sus labios inferiores—. Pero ahora, dámelo todo en mis manos.

Estaba seguro que perdía la poca cordura que le estaba quedando por esa tarde. Con lo que decía, era una maldita imposibilidad que no se la imaginara arrodillada delante de él, lamiendo su miembro y devorándolo impetuosamente sin descansar hasta saciarlo. Y ella justo en ese momento, tomándolo con las manos sin que él lo esperara en ningún segundo. Creyó estúpidamente que tendría el control de todo, y ella en cuestión de segundos estaba sobre él haciendo de las suyas. Sus pequeñas manos lo tenían apretado, subiendo y bajando, concentrándose a veces en la base de su pene y otra en el glande, bajando más a sus testículos apretando por todos lados. Y se sentía nervioso, controlado; excitado al verla tan animada en satisfacerlo primero. Terminó en sus manos, apretándola contra su cuerpo. Gimiendo por su orgasmo, por ella, la situación; por toda la locura.

— ¿Estuvo bien?

— Maldición, ¿lo preguntas? — se rio profundamente contra su pecho. Agarró su cabello desde atrás, haciendo que su cuello quedara expuesto. Metió sus dedos entre la humedad de Elsa, y sonrió ante lo que sintió—. Eres exquisita.

— Me tienes chorreando, Jack, ¿puedes sentirme, cierto? — gimió, sonrió como la demonia que llevaba dentro—. ¿Quieres hacer algo al respecto?

Jack agarró sus piernas, levantándose con ella sosteniéndose de sus caderas. La recargó sobre la mesa colocándose entre sus piernas para quitarle esa falta por segunda vez, acariciando la sensual forma de sus piernas desde sus pantorrillas hasta la parte interna de sus muslos separándolas para él—. ¿Ahora si vas a dejarme hacer algo?

La platinada se acomodó recostando su cuerpo recargándose sobre sus codos, teniendo las piernas abiertas hacia él, dándole una espectacular vista de toda ella—. Adelante, cariño.

Jack alzando su clítoris con el dedo pulgar, moviéndolo en círculos para empezar. Elsa sonriendo tiró su cabeza hacia atrás, tan gustosa abriendo más sus piernas para él. Quería saborearla, probarla como un delicioso postre y justo la tenía tan dispuesta para él. Sus dedos fueron remplazados ansiosos por su boca, y un gemido de sorpresa escapó de los labios rojos de Elsa. Levantó la mirada encontrándose con Jack devorándola, y aunque pensó que no lo haría de momento, ahí estaba estremeciéndola con su lengua meneándose sobre su punto sensible.

— ¡Oh, sí, sí! Creí que... — tragó fuerte, colocando su mano sobre el cabello blanco—. Pensé que no... ah, maldición.

Se sentía en el jodido infierno, hacía tanto calor dentro de su cuerpo que hervía por fuera. Se sentía a morir con todo aquello sucediendo. Jack estaba espectacular haciendo maravillas con su lengua sobre su clítoris, succionándola, metiendo sus dedos dentro de ella llevándose de su lubricante humedad. Mordía sus labios reteniendo como podía los gritos, pero como la ponía que le hicieran sexo oral, era su maldita droga y no podía evitar rebosar de placer. Disfrutaba ver como se lo hacían, y Jack le estaba dando tan delicioso acto. ¡qué jodida delicia!

Y él disfrutaba de su sabor, la suavidad de su piel alrededor. Estaba apoderándose de cada nervio de su cuerpo con cada estremecimiento y gemido que le regalaba. Lo hacía rápido, lento; en el clítoris y los labios. Sus dedos estaban empapados de ella y la hizo probar de su propia humedad. Ella chupó los dedos enceguecida por las flamas del averno frente a ella.

La platinada se sentó interrumpiendo a Jackson, ella lo jaló besándolo con fuerza cuando al mismo tiempo tomaba su pene y lo dirigía ella misma a su entrada—. Quiero correrme contigo dentro de mí — hizo entrar su glande dentro de ella, gimiendo cerca de su cara—. Empuja con fuerza, ¡quiero sentirte!

La embistió con fuerza, justo como lo había pedido y todo en él se sacudió. Temblaron ellos, tembló la habitación entera con el precioso grito de Elsa, con un orgasmo alcanzado y liberado que le dejó las piernas débiles mientras quedaba sensible cuando ese hombre empujaba dentro de ella. ¡Qué fuerte se había estremecido!, ni siquiera fue capaz de no gritar. Jack la veía con los ojos hechos un mar oscuro que la volcaría una y otra vez. Estaba deseosa por su siguiente orgasmo, que él la guiara a eso de nuevo una y otra vez. Se sentía pequeña ante su mirada, y al mismo tiempo tan vigorosa. Él la sostenía, aferrándose de sus anchas caderas para impulsarse dentro y fuera de su coño, con el furor que ella aceptaba íntimamente de su ser.

Él gozaba con su cuerpo, le apretaba su vagina y quedaba fascinada con sus gemidos gruesos. Le encantaba escuchar a un hombre disfrutar. Jack estaba siendo más grosero con sus impulsos dentro de ella, sus pieles chocaban provocando un chasquido más violento. Jadeos intensos. ¡Le fascinaba! ¡Qué glorioso era sentirlo así de violento entre las piernas! Elsa quería terminar de nuevo, quería que él fuera consiente del gran placer que le estaba provocando y de nuevo, ante la sensibilidad de su cuerpo, ajustó las piernas contra él, curveando la espalda cuando las oleadas de placer la envolvieron. Y casi al mismo tiempo, pudo sentir que el caliente orgasmo de Jackson la llenaba completa hasta que este salía chorreando de ella.

Elsa frotó el líquido entre su feminidad, temblando al hacerlo mientras Jack la veía. Le devolvió la mirada sugerente—. ¿Disfrutaste correrte dentro otra vez?

Descompuesto, el peliblando ni siquiera fue capaz de responderle con más que no fuera una risa jadeante y ronca. En un par de segundos, pudo decir—: ¿Te gusta que hagan eso?, ¿tomas anticonceptivas o algo?

La platinada se rio de él. Claro, ahora que se había terminado dentro de ella dos veces se preocupaba por los anticonceptivos—. No, claro que no. Acabas de embarazarme de cuatro hijos justo ahora, Frost. ¡Felicidades!

Él se rio también—. Tendré que ir por cigarrillos, déjame vuelvo en un rato.

— ¡Oh, mira que irresponsable eres! — volvió a besarlo, riéndose bajando las piernas de su cuerpo para sentarse derecha—. No te diría que lo hicieras tan tranquila si no usara algo. Tú relájate.

Bajó de la mesa para ir en busca de su ropa, y la de él se la arrojó para que pudiera vestirse, excepto la camisa. Ya que debía borrarse esas manchas de labial que vagaban por su torso y el cuello y si se ponía la camisa podría mancharla de su carmín.

— Ven conmigo — le dijo tomando su mano, llegando a la lasa de estar—. Iré a ducharme rápido, ¿sí? Vuelvo en un segundo.

Lo dejó un momento en la sala yendo rápidamente a asearse en el baño. Regresó con el cuerpo húmedo y el cabello mojado a un lado de su hombro.

— Puedes ducharte, si gustas. Aunque deberías, es decir... hueles a sexo. No puedes llegar así a tu casa...

Jack soltó un bufido como una risa corta—. Sí, cierto...

— Solo no te laves el cabello, es que, bueno... ella podría preguntarte porque lo traes húmedo.

— Sí, tienes razón.

Elsa asintió—. El baño está al final del pasillo a la derecha, ahí están las toallas también.

Cuando él entró al baño y lo escuchó encender la ducha, se tiró al sofá con una sonrisa triunfadora. Aunque eso sobrepasaba el límite de lo que se había prometido no hacer esos años, sería una mentirosa si fingiera que no lo había disfrutado. ¡Claro que lo había malditamente disfrutado!, y haberlo disfrutado tan crudamente le producía querer más. Explorar más con él, cumplirle lo que le había dicho mientras lo gozaba con sus manos.

¡Cuántas malditas amonestaciones le estaba dando su mente! Se las merecía, sin duda se sentía terrible por eso. Pero es que su mente se había dividido en dos, y quería escuchar a ambas, aunque una tuviera más peso que la otra.

Mirando hacia el reloj que marcaban un poco más de las diez y media. Se había tardado tanto en el boceto, entre los bocadillos; el vino y el sexo, que ni siquiera había reparado de la hora ni una sola vez. Los celulares los habían dejado en la encimera de la cocina, y notó que el de Jack comenzó a vibrar al lado del suyo. Curiosa, se levantó y revisó de quien se trataba.

Merida, mostraba en la pantalla de bloqueo. Cuando terminó de vibrar, decía que tenía varias llamadas perdidas mostrándose en su pantalla. Su estómago se revolvió al darse cuenta de la realidad que su mente quería que percatara. Jack estaba envuelto en cinta amarilla que decía: "No acercarse". Pero ahora había alarmas rojas por todos lados y siendo muy estruendosa con las sirenas alrededor de ese hombre.

Pero ¿qué hacía?, si él mismo había decidido ignorar sus propias alarmas.

Dejó el teléfono en donde estaba y casi un momento después salió Jackson de su rápida ducha. Preguntando lo siguiente—: ¿Qué hora es?

— Casi las once.

— Mierda — se acercó a su teléfono y volvió a maldecir—. Debo irme...

— Antes quiero decirte algo, ¿sí? — se plantó frente a él firmemente, aunque flaqueando un poco. Ambos teniendo la misma expresión en la mirada. Entendiéndose al instante—. Esto no puede volver a pasar, Jack — mordió su labio por un momento—. Disfruté esto, pero está mal y no tiene que volver a pasar...

Jack asintió lentamente, alzando una ceja levemente—. ¿Sinceramente, Elsa? ¿no volverá a pasar?

¡Oh, qué difícil! Estaba sintiendo ese ardor en el estómago por esas miradas intensas tan suyas.

— Tú eres el casado. Deberías ser tú el que pone los límites.

— Los puse, y los dos ya cruzamos eso. ¿Qué procede?

Se sentía en el ojo de un huracán. Cuando en realidad toda la situación era la tormenta en sí.

Jack la tomó por la cintura, besándola y ella sin más recibió sus labios. Sintieron la extraña adicción, como poco a poco la indecencia los tomaba haciendo que el cielo los odiara con todas las fuerzas. Estaban yéndose dispuestos al infierno con cada roce en los labios, con el jugueteó de sus lenguas.

Se sentía como si fueran en un maldito camino sin retorno. Más bien, como si ellos fueran incapaces de retroceder.

Elsa colocó sus manos sobre su pecho, arreglándole la camisa. Lo miró a los ojos directamente, relamiendo sus labios—. No hay compromisos, ¿verdad?

— No, me lo dijiste hace rato. Lo tengo claro.

Viajó despacio camino a su casa, como si no tuviera suficiente con las llamadas de Merida cada cinco minutos tuvo que contestar en cuanto estuvo en el auto. Llegaría cerca de la una de la madrugada al ritmo que llevaba, pero necesitaba pensar. Llegando a su casa no tendría oportunidad de eso. Y la clásica discusión en donde ella era la única que hablaba se desató mientras él iba manejando. Pero él le puso fin cuando le dijo que pronto llegaría. Colgó, decidiendo si era mejor estrellarse contra un árbol o llegar a casa.

— ¡¿Qué mierda estuviste haciendo Jack?!

— Te dije que estaría con amigos del trabajo — dejó las llaves del auto en el mueble del televisor—. No sabía que estarías en casa, pensé que te quedarías donde tu madre.

Mérida cruzó los brazos—. ¿Entonces pensabas pasar la noche fuera de casa aprovechándote de eso?

— ¿Acaso dije algo como eso? — frunció la mirada comenzando a respirar profundo para ser quien se tragará todo. Después de todo, no se sentía con fuerza moral para decir nada—. Solo creí que estarías con tu familia y yo podría estar fuera un rato más.

Parecía un adolescente dándole explicaciones a su madre. Y lo gracioso es que ni siquiera conocía a su madre y nunca tuvo que hacer ese tipo de escenas.

— ¡Nunca contestas ese maldito teléfono, Jack!

— Si no te contesto, en cuanto puedo te devuelvo las llamadas, ¿no es así? — se quitó los anteojos, tirándolos en el mismo puesto de las llaves. Evitando su mirada a toda costa, porque no era el mejor mintiendo. Al menos eso pensaba, no se daba cuenta que era bueno engañando gracias a la lengua mentirosa la había heredado de su padre.

— Pero si sabes que te llamo, al menos podrías hacer el puto favor de responder, ¿no? Hasta un estúpido podría hacerlo.

— Entonces el problema no es que llegue tarde, sino que no contesto el maldito teléfono. ¡Siempre es lo mismo contigo!

Ella se acercó empujándolo fuertemente pegando sus manos al su pecho—. ¡Me preocupo por ti, imbécil!

Chasqueó la lengua antes de colocar sus dedos en el puente de su nariz. Cerrando fuertemente los ojos—. No disfraces tu hostigamiento con preocupación, Mer. Son cosas muy distintas.

Volvió a cruzar los brazos—. ¿Ahora me estás diciendo que te hostigo?

— ¡Date cuenta, Mer! — pasó las manos con frustración por el rostro, intentando no alzar la voz como ella.

Se alejó de ella caminando a la cocina para servirse un vaso enorme de agua. Le sirvió uno a ella también. Ambos necesitaban calmarse. Le hizo beber el agua y él hizo lo mismo, quizá con eso se tragaría todo el maldito enojo que llevaba su esposa.

Jack continuó con más calma—: Cuando trabajo, no llamas ni una vez al día a menos que sea algo importante. Pero si llego a salir a otro lado que no sea el trabajo, llamas y llamas y no te cansas de insistir. Eso no es preocupación, es hostigamiento y me cansa que eso pase.

Los ojos de la pelirroja comenzaron a ponerse cristalinos y su gesto de ablando de la nada—. Siempre termino siendo la mala de la historia para ti, ¿cierto?

Imposible, pensó. Suspiró con mucha fuerza—. No he dicho eso. Lo que digo es que...

— ¡Lo acabas de decir! ¡Para ti no soy más que quien te arruina la vida! — comenzó a llorar, haciéndolo sentir aún más miserable con las lágrimas que botaba y cuando lo señalaba. Seguro era el peor esposo del mundo. Lo era, definitivamente en ese momento se sentía así—. ¡Soy la egoísta, la que hostiga, la fastidiosa! Pero claro, tú siempre en un pedestal, ¿no? Siempre el bueno y él que no rompe un maldito plato.

— No soy el bueno, Mer... para nada lo soy. Y tú tampoco eres todo eso, perdóname si te hago sentir así — era una tortura verla llorar, lo odiaba. Lo hacía sentir la peor persona del universo. Se aborrecía—. Perdóname, ¿sí? No quería hacerte llorar.

Limpió sus lágrimas rápidamente, apartando los mechones de su cara—. Tú tienes la culpa de que me ponga así... eres un idiota.

— Lo sé, lo sé— trató de alcanzarla, pero ella se alejaba imposibilitándole su esfuerzo por consolarla—. Lo siento, de verdad... Merida, es solo que tenemos que hablar esto con calma. Sin gritos o empujones. Como adultos.

— No quiero hablar ahora mismo — se dio la vuelta caminando hacia las escaleras ignorando por completo la petición de su esposo—. Terminé por hoy contigo.

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Fetish- Selena Gómez. Está canción en especifico escuché mientras escribía :')

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