Capítulo 12
Solo sentía el escozor de las lágrimas que brotaban de sus ojos irritados. Sus manos estaban estrujando todo lo que podían la falda que usaba, mientras miraba hacia al suelo mientras su padre y su madre la regañaban con desdén.
— ¡Pareces prostituta con esa ropa! — había soltado su padre mirándola despectivamente por la falta corta y los tacones—. Estará bueno el día que te toquen. Eso es lo que estás buscando.
— ¡¿Cómo me puedes decir eso?! — ella se atrevió hablar, esperando muy pronto lo que su madre diría.
— ¡Elsa!, te he dicho ya muchas veces que no hables mientras tu padre lo hace.
— Es una insolente — su padre sacó de su mochila las calificaciones que escondía, y las miró con total asco—. Insolente y aparte estúpida.
Como la hacía rabiar esos comentarios. ¡Como odiaba sentirse estúpida!
— ¿Así quieres que te tomé en serio, Elsa?, ¿con calificaciones tan absurdas?
Su madre cruzó los brazos alzando las cejas al mirar por encima las notas—. ¿A qué te mandamos a la escuela?
— Quizá solo sirve para abrir las piernas y revolcarse con el imbécil que la terminó— gruñó su padre mirándole con severidad. Un comentario tan hiriente y desdeñoso que lanzó para herirle el corazón.
— ¡Agnar! — levantó la voz su esposa, poniéndose entre su hija y él. Estaba enojada, pero ese tipo de comentarios ya iban más allá de una reprimenda por sus calificaciones y su vestimenta. No estaba de acuerdo.
Hacía algunas semanas sus dos padres se habían tomado la autoridad de leer su diario íntimo en presencia de ella. Leyendo en voz alta aquellas páginas donde escribía lo enamorada que se había sentido en su primera vez teniendo relaciones con el chico que supuestamente la amaba y luego simplemente la terminó. Ambos quedaron horrorizados al saber que su hija, de tan solo quince años, había ya perdido la virginidad que tan sagrada era para ellos.
¡Qué bochorno y llanto pasó ese día! Con sus dos padres llamándola de las peores formas al enterarse de algo tan íntimo.
— Vas a dejar de ir a esas estúpidas clases de arte en las que desperdicio mi dinero — continuó Agnar pasando de su esposa—. Vas a enfocarte únicamente en la escuela. Estoy seguro que solo pierdes el tiempo.
— ¡Claro que no! — insistió Elsa, limpiando sus lágrimas para defender aquello que era lo único que la metía en una burbuja alejada de todo—. Sí, aun no soy buena, pero aprenderé y seré la mejor. ¡Ya lo verás padre!, estarás orgulloso de mí, lo prometo. Quiero que sientas orgullo de mí. Por eso te pido que no me obligues a dejar de ir. No quiero dejar de ir, te lo suplico.
Y la carcajada que el produjo, le hizo añicos el corazón—. La basura sirve más como un cuadro; que la basura a la que llamas "mi arte". No voy a estar orgulloso de que mi hija sea una mediocre.
— Ya basta, Agnar — Iduna tomó la mano de su hija fuertemente al verla llorar ante las crueles palabras de su padre, y la hizo avanzar delante de ella. Miró a su marido decepcionada—. Haz cruzado el límite.
Agnar de todos modos iba a sentir el peso la culpa recaer en sus hombros más tarde, siempre terminaba disculpándose con su hija, y hablándole luego de lo importante que era su estudio para él. Pero no iba a permitir que su primogénita perdiera el tiempo para ser una mediocre sin futuro.
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Elsa despertó lentamente sintiendo los ojos pesados y el sudor mojándole la frente. Estaba acostumbrada a tener malas noches de sueño cuando recurría a pensar mucho en sus padres. La noche anterior no había hecho otra cosa que no fuera lamentarse observando cada maldito cuadro que se escondían en su sótano. Le había dado por bajar y verlos. Para Elsa eran como reliquias intocables, recuerdos que la superaban en número. Recuerdos buenos y también recuerdos infernales. Intocables, al fin y al cabo.
Decidió levantarse en cuanto notó que el sueño no volvería. Se duchó para luego vestirse con ropa ligera, debía relajarse para el día que tendría. Se preparó un desayuno completo para tener algo de energías e inició a organizar su hogar. Sobre todo, su área de trabajo, con las horas de la mañana intentó defender a su mente de las pesadas reflexiones.
De todos modos, ese día estaba decidida a dar lo mejor y en ser feliz haciendo lo que amaba con intensa locura. Esperaba a su invitado, cuando recibió una llamada inesperada, que comenzó con un berrinche de su amigo.
— Eres una pésima amiga, Arendelle. Espero lo sepas muy bien.
— ¡Ya te dije que lo siento! —se rio esperando no escucharse tan ruidosa en la otra línea con el pelirrojo—. ¿Pero cómo esperas que no me ría después de ese berrinche, Hans?
— ¡No es un berrinche!, no me llamas, no escribes y ni siquiera tengo un perro quien me ladre.
— Ah... ¿guau, guau para ti? — imitó penosamente un ladrido, esperando alguna reacción por parte de él. Solo escuchó una risita y con eso tuvo suficiente—. ¿Qué tal si nos vemos mañana?
— ¿No puedes ahora? Tengo un par de cosas que quisiera contarte, pero no por llamada.
— ¿De verdad? — mordió un poco su labio inferior, mirando hacia la fecha de ese día—. Es que tengo un compromiso justo hoy...
— Yo debería ser tú único compromiso los sábados, mala amiga — bufoneó Hans, refunfuñando contra el teléfono—. Bien, entonces mañana. Y llevaré pizza...
— ¡De tocino y mucho queso! — concluyeron los dos la oración entre las risas adolescentes que sacaban a flote mientras estaban juntos. Elsa continuó—: De acuerdo, entonces yo pongo las cervezas.
— Te veo hasta entonces, hermosura.
Juraba que, sin verlo, intuía que estaba poniendo esa sonrisa galante y perfectamente proporcionada a sus labios. Oh, recordaba la primera vez que la vio cuando lo conoció en aquella entrevista. Había sido tan simpático y respetuoso que simplemente no podía dejarlo escapar.
Comenzaron a ser salidas esporádicas de vez en cuando hasta que terminaron en una sincera amistad que ya tenía algunos años de haber sido creada. Amistad y algunos otros deliciosos beneficios. Nunca se sintió románticamente atraída por él, y afortunadamente Hans nunca le había hecho ninguna declaración de ese tipo. Gozaban de su afecto y así estaba muy bien.
Elsa sacó de su nevera pequeña una botella de un vino italiano y preparó dos copas. Estaba malditamente segura que por mucho que dijera que no, Jack estaría nervioso. Una copa sería suficiente para hacerlo calmar.
Y que acertada estuvo, porque estuvo un poco inquieto cuando entró a su casa. Aunque se preguntaba si era esa, o el hecho de que probablemente estaba con ella a escondidas de su esposa. Porque era obvio que no diría nada, al menos eso intuía.
— ¿Está bueno? — cuestionó Elsa sentándose a su lado moviendo el vino dentro de la copa. Lo miró por encima de esta—. Se supone que es de una buena reserva.
Jack lo probó acabándose el poco que le quedaba, sintiendo lo exageradamente exquisito que se sentía en su boca—. Mhmm, sí. Está demasiado bueno...
— Creí que estarías muy ansioso el día de hoy.
— Creo que más que ansioso, me siento intrigado.
— ¿Sí?
— Ajá — la miró con una sonrisa apreciativamente al asentir con la cabeza—. Al menos a mí, nunca se me hubiera ocurrido hacer algo así.
Mucho menos teniendo la esposa que tenía. Estaba cansado mentalmente solo pensar en lo mucho que batallo para que ella dejara su histeria de esa mañana solo por preferir a otro lado que no fuera a casa de su fastidiosa suegra. Porque, entre su suegra cara de tortilla y Elsa, escogería mil veces el no morir de rabia y pasar un rato agradable con la platinada.
Elsa emitió una risotada cubriendo sus labios tras la copa—. ¡De acuerdo, Jack!, vamos entonces. Quiero mostrarte cómo es que vas a estar los siguientes 5 minutos.
— ¿Solo cinco minutos? — abrió mucho los ojos al sentirse impresionado—. ¿Realmente solo cinco?
— No — Elsa rio de nuevo—. Es para que comiences a acostumbrarte. Descansaras un momento y luego serán diez minutos, quince y así sucesivamente hasta que pueda terminar. Al menos el bosquejo principal con el que podré continuar sin tu presencia. Porque será sorpresa para ti.
Jack colocó sus dedos en el puente de su nariz negando un poco con la cabeza para terminar riéndose de él mismo—. Claro, eso tiene mucho más sentido... ¿Entonces no podré ver lo que haces?
Ella se negó, y se levantó del sofá estirando su mano para tomar la copa vacía de su invitado poniéndola en un lugar aparte—. No directamente. Vamos, que debo acomodarte.
Su estudio parecía un simple cuarto cualquiera por fuera, pero en cuanto entró, era más grande. Como dentro fueran dos cuartos en uno. Estaba dividido con algunas mesas en una esquina repleta de pinturas, pinceles de tantas variedades que no sabía descifrar para que necesitaría tantos una sola persona. Había lienzos y caballete de distintos tamaños plegados pegados a la pared.
En la otra mitad estaba un taburete alto con una mesilla con una mesilla a su igual de altura. Frente a este un enorme caballete sosteniendo el lienzo nada modesto que Elsa le había prometido.
Nada de eso esa comparado contra el mini museo de arte que presenciaba sus ojos. Elsa tenía un talento impresionante y precioso. Estaba cautivado por como utilizaba el arte para contar historias pequeñas. Había cosas abstractas, arte al estilo romántico, surrealismos e hiperrealismos en los que sus ojos no podían ser capaces de separarse de las piezas.
En uno en específicamente, donde había una bella joven de abundante cabello pelirrojo precioso. Arreglada primorosamente con un vestido blanco tan largo que se arrastraba por el suelo, mientras mirando hacia una linda ventana veía un increíble paisaje a la playa. Todo a su alrededor parecía mágico. En su rostro se apreciaba una extrema añoranza, por algo... por alguien. No sabía con exactitud, pero se sentía como si deseaba alcanzar algo que no tenía, a pasar de estar rodeada de cosas hermosas.
— Se parece un poco a ti.
— Esa es mi hermana menor — pasó a explicar la dueña de la pieza. Jack la miró para ponerle atención a lo que decía—. Ella tuvo leucemia desde que tenía nueve años. La enfermedad iba y venía en periodos cortos de tiempo. Siempre quise retratarla como yo la veía cuando ella se sentía fea por la falta de cabello o por no lucir bonita cuando solo usaba esas batas blancas de hospital. Yo siempre la vi hermosa, lo es.
— ¿Oh... y ella...?
— No, no está muerta. — sonrió aliviada por ello. Avanzó por la habitación colocando una silla cómoda frente al caballete, solo unos metros alejada—. Cuando estuvo en el hospital, deseaba ir a la playa. Fue al primer lugar que la lleve cuando nos dijeron que su enfermedad era poco probable que volviera aparecer. Entonces cuando me gradué le hice ese cuadro sabiendo mejor mis capacidades para hacerlo... pero bueno, ella no pudo llevárselo a Francia. Está allá, lejos de mí aprendiendo gastronomía.
Jack rio suavemente con el comentario—. Odias tenerla lejos, al parecer.
— ¡Lo detesto!, ¿y si le pasa algo y no estoy con ella? — se estremeció—. Siempre la he tenido cerca. Ahora estamos a un océano de distancia.
— Ella te lo diría, apuesto que son muy unidas.
— ¡Y más le vale que lo haga! — Elsa cubrió su rostro riéndose por ese papel de hermana mayor extra sobreprotectora que tomaba cada que hablaba de su hermana—. Pero, bueno, siéntate ya en la silla.
El peliblanco alzó una ceja, mirando entre la silla y ella—. ¿Solo eso y ya?
— Am... bueno — Elsa le pasó la mirada por encima completamente sin hacerlo sentir incómodo. Había ido con camisa de lino con las mangas hasta los codos arremangadas y un poco desarreglad, unos simples jeans y zapatos. Estaba muy guapo como siempre, estaba gozosa de tener el pretexto de su trabajo para poder comérselo con la mirada el tiempo que deseara. Porque bueno, era lo mínimo que se permitía hacer—. Bueno, quizá solo...
— ¿Qué?, ¿qué tengo? — Jack bajó la mirada observando sus arremangadas mangas, quizá eso, estaban hechas un desestre.
Elsa rió ante tu reacción, acercándose a él— Nada, es solo que, a pesar de todo; hoy estás muy formal — acercó sus manos a su pecho, pero retrocedió mirándolo a los ojos—. ¿Puedo?
— No sé qué harás, así que, no sé. Adelante.
Ella volvió a reír, desabotonando un par de botones de la camisa para abrir un poco y que este se viera solo un poco informal. Aunque no mucho para no romper con su esencia. Pasó después las manos por el cabello blanco y retiró sus lentes de sus ojos.
— Creí que los usabas solo para leer — como le fascinaban sus ojos. Era una de las razones principales para tomar la decisión de pintarlo. Sus malditos ojos oceánicos. ¡Eran muy azules!
Jack suspiro cansado, tomando sus lentes que ya necesitaban un cambio—. ¿Sabes? La miopía no perdona.
Elsa soltó una carcajada—. De acuerdo, señor miope, siéntate. Necesito que estés lo más relajado posible, ¿sí? Recarga tu brazo derecho en el soporte de la silla y la otra mano donde quieras. Intenta deslizarte un poco por la silla estirando nada más tu pierna izquierda.
Jack hizo lo que ella le pidió, intentado no sentirse torpe.
— Bien, justo así — se acercó a él tomando con cuidado su rostro, girándolo solo un poco de perfil hacia la luz. Todos tenían ese perfil donde quedaba mejor representada la forma de su rostro, y en definitiva esta era la suya. Donde sus ojos, la forma angular de su rostro y los labios lucían atractivas—. De acuerdo, serán cinco minutos al principio. ¿Sí?
— Bien...
La observó los próximos minutos con la esquina de su ojo, quería verla. Sus ojos celestes avivados por su amor a lo que hacía, no paraban de pasar del lienzo a él; y jamás en su vida se había sentido tan malditamente observado. Sentía que, si él tuviera sus mismos talentos, también la pintaría, con la excusa de poder verla a detalle lo que hiciera falta. Pero no era el caso, y lo hacía sentir nervioso tener su mirada encima.
Comenzó a recordar todo, en cómo había llegado ahí. Oh, y esas charlas tan sugerentes que habían tenido antes, y como el efecto de su mirar le provocaba rebuscar y auxiliarse en eso para poder fantasearla. Sentía tensión, presionó su mandíbula procesando lo incorrecto que era pensar de esa forma con una mujer con la que no podía estar. Era casi inevitable, pues hasta ella sentía lo mismo y lo había dicho aquella vez en la biblioteca.
Elsa en cambio, disfrutaba la expresión de su mirada, la forma en la que sus músculos se flexionaban por la posición en la que estaba. Y como en si su sola presencia se sentía en aquella habitación. Eso era Jack, un hombre que se sentía aun si él no pusiera esfuerzo en eso. Y como había dicho, estaba disfrutando todo lo que podía de la vista que tenía frente a ella.
Descanso el tiempo en el que Elsa consideró prudente para no dejar que su cuerpo se entumiera, para entonces seguir con un periodo de tiempo mayor que el anterior. Tras una media hora entre descansos, había avanzado algo esencial, aunque realmente hacía falta mucho. Pero no deseaba ser desconsiderada con él, sabiendo que estar inmóvil por mucho tiempo no era una acción a la que estuviera acostumbrado.
Subieron un momento a la cocina para comer algo ligero y beber vino.
Jack estiró sus brazos todo lo que pudo, soltando al final un suspiró que hizo reír a Elsa—. No sé cómo pueden hacer esto, cansa, aunque no lo parezca. ¿Normalmente cuánto te tardas para la tortura de tus modelos?
— Contigo estoy tratando de hacerlo rápido, porque no estás acostumbrado. Pero siempre depende. Y no siempre uso modelos, solo cuando es necesario.
— Vaya... de todos modos, que locura. No podría hacerlo siempre — se rió, moviendo el cuello hacia un lado—. ¿Si te falta mucho?
Elsa volvió a sonreír, riéndose de él—. ¡Pero que llorón! — se levantó de la silla y agarró la botella de vino—. Vamos, sigamos entonces. Voy a terminar lo más rápido que pueda.
— ¿Y puedo ver lo que llevas?
— Es que quiero que sea sorpresa...
— ¡Solo un vistazo!, oye, creo que estar como estatua dolorida frente a ti, debe valer un vistazo.
La rubia entrecerró los ojos en su dirección, presionando sus labios hacia un lado. Como si estuviera analizando, aunque solo era un juego—. Bien, pero solo unos segundos.
Fueron de nuevo al estudio y Jack pudo verse en el lienzo que ella realizaba. ¿En serio le faltaba mucho?, ¡justo como lo llevaba parecía completo! Estaba convencido que lo que veía era fantástico.
La miró impresionado, mientras ella escondía su rostro tras su copa de vino—. Si me dices que no has terminado, creo que nunca creeré nada de lo que dices. ¡Esto es impresionante, Elsa!
Las mejillas de la platinada igualaron al rojo de su vino—. Es que faltan varios detalles...
— Wow... es que, vaya, me gusta lo que haces.
— Te lo agradezco, de verdad... — se aproximó a él y a su trabajo, sintiéndose confiada al ver su reacción tan positiva—. Me falta mucho que poner en tu mirada, Jack. Es lo que más quiero que resalte.
— ¿Sí?
— Así es — dejó la copa sobre la mesilla de sus cosas, levantando su mano a su rostro para acariciarlo con la punta de sus dedos. Bajó su mano hasta dejarla descansando por su pecho, cubierto por el lino de su camisa. Relamió un poco sus labios—. Te lo dije antes, me gustan las miradas expresivas. Quiero hacerles justicia a esos ojos.
Jack sonrió agarrando su mano, besando los nudillos de aquella mujer frente a ella—. Me haces sentir culpable, debería ser yo quien te haga halagos todo el tiempo.
La platinada mordió sus labios rojos en una fracción de segundo antes de contestarle—. Siempre lo haces, Jack. Solo no te das cuenta.
— No, si soy consiente cuando lo hago. Me gusta tu trabajo... y si algo me parece lindo de ti, también lo digo. Soy consiente cuando te halago porque me gusta hacerlo.
— Aunque no deberías, de todos modos... ¿cierto?
— No le veo lo malo.
Elsa arqueó una de sus cejas con discreción—. ¿De verdad?
Sabía porque rumbo era que lo decía, y mierda, como le fastidiaba. Fue sincero cuando continuó—. Creo que me gustaría decir cuando algo me gusta, cuando lo hace de verdad.
— ¿Tú esposa sabe que estás acá?
Le dejó ir la pregunta sin apartar los enormes ojos de los suyos, y aunque se arrepintió de haberla hecho al último segundo, ya no había nada que hacer. Presionó sus labios al ver la monumental expresión que puso el peliblanco ante lo que ella había vomitado verbalmente. Estaba sintiendo picazón en todo el cuerpo, nervios y mucha tensión.
— ¿A qué vino esa pregunta? — rechazó responderle aquello.
— No la evadas y responde.
Elsa no iba a relegar tan pronto de eso. Él era un evasor experto, pero no lo haría con eso porque le incumbía.
El peliblanco soltó cansado suspiro, porque por la mirada que Elsa tenía en ese instante, no pareciera que cedería nunca a dejar eso en paz—. Sabe que estoy contigo, pero no que precisamente estamos solos acá.
— No le dijiste toda la verdad, entonces...
— ¿Qué querías que dijera, Elsa? — se apartó un poco, levantando las manos y dejándolas caer en sus muslos.
Elsa se quedó en silencio, porque en realidad tenía todo el sentido del mundo que él no dijera toda la verdad a su esposa. Es decir, ¿qué tan bien puede reaccionar una esposa si sabe que su marido estará a solas con una mujer en su casa?, seguro que se eso no saldría una conversación que no terminará en discusión. Lo sabía. Además, no conocía a la esposa de Jackson, no podría juzgar como sería su reacción. Pero por como Jack había decidió no decirle todo con confianza; adivino que era del tipo de mujer que haría toda una escena por aquello en lugar de tomarlo con calma.
La platinada procedió a cruzar sus brazos bajo el pecho, lamiendo sus labios porque se sentía ansiosa y atrapada. Entre un maldito deseo y la presión de una espada contra la espalda. Capricho incontrolable que le ganaba por mucho a cualquier anhelo que había tenido hasta entonces. Era algo prohibido, incorrecto; nada apropiado.
De nuevo, Jackson dejó que el aire escapara por su boca y con una mano despeinó de más su cabello—. Estoy harto de fingir que no te deseo. Incluso si desearte es incorrecto.
— Jack...
— Perdóname si llego a incomodarte... — se acomodó los lentes en el puente de su nariz—. O si lo que digo no tiene sentido para ti. No es que no me sienta culpable por sentir eso, pero es lo que pasa justo ahora. Y estoy seguro que piensas lo mismo.
— ¿Cómo estás tan seguro?
Acercándose a ella, Jackson colocó sus dedos en su mentón alzándole el rostro. Los ojos del peliblanco habían oscurecido y una mirada desconocida la estaba observando fijamente exigiéndole que dejara de esconderse bajo ese manto de lo que era correcto, así no lo fuera. Así sintiera que las piernas le temblaban del maldito ardor que le causaba la forma en que la estaba mirando.
— Estoy seguro, porque en el momento que dije que te deseaba; tu jadeaste mi nombre. Justo ahora tienes los labios entre abiertos y no dejas de lamértelos. Tiemblas, Elsa, puedo sentirte.
¡Y estaba tan roja! Que jodida y que caliente se sentía en ese momento.
Jack le continuó hablando, atontándola mucho más de lo que podía manejar. Arrastró sus dedos hasta que sus manos llegaron a su nuca, y apreció como los nervios de disparaban cuando tenía su voz ronca susurrándole en el oído. Toda ella temblaba—. Una vez dijiste que podías arriesgarte si anhelabas algo. Créeme, hermosa, estoy aquí igual que tú; arriesgándolo todo.
La platinada sentía que lo caliente de su piel estaba acalorando toda la habitación. Estaba en una situación donde su excitación no la dejaba ver con claridad. Ese hombre la había jodido completamente, y sentía que hace mucho no dejaba que nadie tomara el control de una circunstancia de esa magnitud. Que bien se sentía. ¡Que magnifico juego de voluntades!
Tomó posesión frenética de sus labios rojos que jadeaban y brillaban llamándolo a tocarlos, a jugar con ellos. Acarició con cruda exaltación su lengua, en cuanto pudo ser consciente de que lo que estaba haciendo era correspondido con la mayor urgencia que había podido apreciar en años. Era una jodida maravilla, cuando los dedos de esa mujer fueron contra su cabello para jalarlo, meterse entre él y su ropa como si no supiera por dónde empezar a arrancarla.
Maldita sea, quería dejarla desnuda a sus ojos. Iba a apoderarse de su desnudez e iba a adorarla como la diosa que era.
Sin embargo, fue ella quien se quitó la camisa para él. Arrebatándole la iniciativa, poseyéndolo altivamente cuando sus senos quedaron descubiertos por cuenta propia.
— Chúpame — exigió la rubia, dejando a rienda suelta su lujuria que la cegaba.
Jack tomó su cuerpo levantándolo de las piernas para sentarla en el taburete cerca del lienzo. La platinada abrió sus piernas para él, cuando Jack procedió metiendo sus manos en la parte interna de sus muslos haciendo que ella enroscara sus piernas en sus caderas. Tomó sus pechos en las manos, juntándolos para así poder lamerlos al mismo tiempo, y como ella pidió, chupó saboreándolos de uno en uno escuchando los ardientes jadeos que emanaban de su boca.
Levantaba la vista, y apreció lo que era mejor que un poema, siendo que la mujer que saboreaba enloquecía de excitación frente a sus ojos.
Elsa comenzó a deslizar la camisa de Jack por sus brazos desvistiéndolo, encontrándose con el monumento que ella visualizaba bajo la ropa. Disfrutaba de su lengua sobre sus pezones duros, y quería sentir lo duro que ella lo tenía a él. Atrajo de nuevo su rostro y lo besó con la lujuria infernal que ambos compartían, ese avaricioso beso y la caricia de su lengua que comenzaba a necesitar no teniendo suficiente. Bajó sus manos tocando como suyo el pene del hombre sobre ella. Cuan duro lo tenía entre la ropa, y que jodidamente caliente lo sentía.
Él gimió contra su boca y ella se regocijó con el sonido.
— Sácalo y restriégame contra ti, hermosa.
¡Que pervertido estaba siendo! Se había sentido como una orden, y estaba tan dispuesta a él para seguir sus deseos. No tardo en tener el miembro entre sus manos para comenzar a masturbarlo y apoderarse de sus sensaciones, de los gestos de su cara y ímpetu de ese hombre. Entonces Elsa se quitó su ropa interior y su falda, desnudándose por cuenta propia frente a Jack, que no había más que excitarse con su ímpetu, con conocer su iniciativa ante su lujuria prendida. La platinada hizo lo que él le pidió, y un gemido espectacular brotó de sus labios rojos cuando su glande tocó su clítoris, con el cual pretendía masturbarse a sí misma frente a sus ojos.
Se recostó jadeando en la mesilla que estaba detrás de ella y procedió a darle un caliente espectáculo al hombre, de ella con sus piernas apiernas con la mostrándole la humedad que procedía de su vagina, tocando el cielo realizándose un masaje con su pene. Ella gemía y resollaba, su cara de placer estaba en su límite cuando los movimientos rápidos continuaban por su cuenta. Jackson no pretendía pararla o hacer más que observarla tocarse con su miembro, que estaba por explotar cuando ella hacía presión.
Elsa tuvo un orgasmo quebrantador frente a sus ojos. Un grito fuerte y liberador mientras movía sus caderas adorando sentirse aliviada con esa corriente desastrosa en su vientre. Su espalda se curveó levantándose los senos que Jackson chupó al sentirse fascinado y extremadamente excitado por lo que acababa de presenciar.
La tomó del cabello, levantando su cara llena de placer. A la espera de sentir más—. Voy a cogerte.
— ¡Házmelo fuerte! — suplicó antes de que sus labios fueran robados por tercera vez en esa ocasión.
De una estocada fuerte entró en su resbaladizo interior. Se sintieron en el infierno, se sintieron en el cielo y en todas partes. Debía ser así, cuando experimentaba su carne abrirse contra la invasión de la suya. Eso se sentía malditamente bien, no podía parar de embestirla. No cuando tenía sus gemidos tan cerca, no cuando ella le había pedido que se la cogiera fuerte y así lo estaba haciendo para disfrutar de su placer. Se la metía y la sacaba, despacio, fuerte, rápido. Metiendo sus dedos en la piel de sus caderas para impulsarse con fuerza en su contra. Era una maravilla. Elsa se sentía tan magnifica. Ella temblaba de nuevo, su interior lo succionaba, le apretaba como si se lo fuera a devorar.
Su rostro contraerse con otro orgasmo era lo más excitante que había apreciado nunca. Era un grito de la libido saciado al encontrar alivió en él por segunda vez en ese momento.
Elsa miró a sus ojos, extasiada en ver como Jackson disfrutaba de su cuerpo. Como gemía y temblaba gracias a ella. ¡Esto era lo que buscaba! Tener una faceta nueva en sus manos y lo que tenía era a un Jack caliente que pensó que nunca conocería. Pero ahí estaba él, cogiéndola sin controlar el placer que sentía.
— Termina dentro de mí — jadeó, poseída por su placer. Sus ojos profundos y azules excitados la miraron como si fuera su oasis en el desierto, y le gustó demasiado. Se sentía poderosa—. ¡Quiero sentir tu orgasmo dentro de mí!
— ¡Ah, mierda, Elsa! — terminó gruñendo vaciándose en su interior como lo estaba gritando. Tomándola su cintura abrazándose a ella, recostando su frente sobre sus pechos mientras golpeaba con fuerza hasta sentirse totalmente satisfecho. Salió de su cálido interior, observando como el semen salía deslizándose por su coño... Simplemente era tan sensual e increíble.
La habitación quedó con el sonido de sus jadeos, tratando de algún modo recuperar el aire y la cordura.
Después de un largo rato en silencio por parte de ambos, componiéndose la ropa hasta de nuevo estás vestidos. Agitados por lo ocurrido.
Elsa dijo, con la misma culpa que él compartía en sus ojos—: ¿Esto... será frecuente?
Él también tardó en contestar, y cuando lo hizo, tampoco supo exactamente que decir—. No lo sé.
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¡El capítulo más largo hasta ahora! Y son las 2 de la madrugada 7u7 Iba a subirlo ayer, but la inspiración dijo: Huevos, hasta mañana XD
¡VOTEEEN! Por favor TuT me costó un montón escribirlo y me parece justo que voten y comenten TuT Es como un trueque. Yo les doy capítulo seguido porque veo su interés con los votos y comentarios... Ya saben 7u7
Ok ya, dejo el drama. ¡Espero les haya gustado el capítulo! Que lo importante es que lo disfruten :3 Hasta la proximaaaa TuT
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